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Qué bien, ahora tocaba pasar por la isla de los insectos, el chico esperaba no pasarlo muy mal en aquel lugar, le gustaban los animales pero los insectos a veces resultaban molestos sin duda alguna. Debido a que por esa ruta no pasaba el barco pesquero que le llevaba, esta vez tuvo que desplazarse con un pequeño bote de madera que era incomodo y encima bastante estrecho. De hecho una simple ola bastaba para tirarle de allí, aunque en ese momento usaría sus habilidades para escaparse, por fin pudo ver la orilla de aquella isla repleta de malditos pantanos y demás.
- Parece que por fin he llegado, aquí fue donde derrote a ese espadachín llamado Diogo, creo que pasaré por los alrededores del terreno de batalla para ver si ha quedado algo.
Sin duda alguna aquello era una visita de placer y no de negocios, quería recordar el lugar de su primera victoria. El bote llegó a su destino y se encalló en aquella arena de barro y fango. El chico ahora salió sonriente pisando aquella masa de barro y comenzó a caminar rumbo a lo que debía ser el lugar que buscaba. Recordaba bien como llegar, pero aún así le iba a costar un poco de esfuerzo.
- Maldición, no recordaba que este sitio estuviera tan mal. Como haya una zona que cubra la he fastidiado, creo que debería haber venido volando, tardaría muchísimo menos.
Se quejó ahora mientras llevaba la mano derecha a la funda de su arma, la verdad es que estaba algo cansado de mover las piernas con tanta fuerza para poder avanzar por el terrible barrizal que tenía frente a sus ojos, encima las moscas y demás insectos molestos comenzaban a acercarse a él de forma molesta.
- Parece que por fin he llegado, aquí fue donde derrote a ese espadachín llamado Diogo, creo que pasaré por los alrededores del terreno de batalla para ver si ha quedado algo.
Sin duda alguna aquello era una visita de placer y no de negocios, quería recordar el lugar de su primera victoria. El bote llegó a su destino y se encalló en aquella arena de barro y fango. El chico ahora salió sonriente pisando aquella masa de barro y comenzó a caminar rumbo a lo que debía ser el lugar que buscaba. Recordaba bien como llegar, pero aún así le iba a costar un poco de esfuerzo.
- Maldición, no recordaba que este sitio estuviera tan mal. Como haya una zona que cubra la he fastidiado, creo que debería haber venido volando, tardaría muchísimo menos.
Se quejó ahora mientras llevaba la mano derecha a la funda de su arma, la verdad es que estaba algo cansado de mover las piernas con tanta fuerza para poder avanzar por el terrible barrizal que tenía frente a sus ojos, encima las moscas y demás insectos molestos comenzaban a acercarse a él de forma molesta.
Abel T. Nightroad
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Un fanático de los puzles, ese es el concepto que tiene toda la sociedad del joven que se encuentra sentado en la barandilla de un barco de mercaderes que le ofrecieron ayuda para transportarle peor no se relacionan con él, lo toman por un bicho raro, un mocoso que no hace más que resolver puzles, por lo que en muchas ocasiones lo tratan como a un bobo o un retrasado, aunque verdaderamente le importe poco lo que piensen de él. Por eso el joven se aleja de los demás. Sus cabellos se mueven al ritmo de la brisa marina que humedece su rostro, sobre estos se ven sus gafas azules, sus camisetas negra y roja se mueven al mismo compás que el pelo, y de igual forma el pantalón verde. En sus manos un pedazo de papel que danza con el viento, complicando ligeramente la resolución del puzle que en él se encuentra inscrito, la verdad es que el joven apenas se relaciona con los demás por esa tontería. Ahora mismo su mente sufre una batalla campal, y en su mano el puzle sigue sin resolverse, un pobre marine le lanza un cuchillo, con la mala suerte de que el mismo cae en el puzle quedando así encerrado en el mismo.
Poco tarda el barco en llegar a la isla más cercana, lugar en el cual el joven logra librarse de las acusaciones del grupo de marines que acaban por causar que su mente se cambie y se torne cruel y sádica. El joven camina con una sonrisa cruel en el rostro por los senderos de la isla.
Poco tarda el barco en llegar a la isla más cercana, lugar en el cual el joven logra librarse de las acusaciones del grupo de marines que acaban por causar que su mente se cambie y se torne cruel y sádica. El joven camina con una sonrisa cruel en el rostro por los senderos de la isla.
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