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Llevaba un buen rato andando mientras el fango le llegaba al tobillo. En aquel momento, a pesar de sus pocos escrúpulos desde hacía más de cinco minutos (sí, más o menos los que llevaba caminando) unos escalofríos le recorrían la espalda. No podría sentir más asco ni aunque quisiera. Intentó levantar un pie y sacarlo del barro, pisar algo de tierra firme pero no lo lograba. Quién le mandaba ir allí... Seguro que si alguien la viera, ese movimiento para librarse del barro le haría gracia. Bichos de todo tipo trataban de atacarla y estaba segura de que acabaría llena de picaduras. Quizás para eso sí que serviría cubrirse de barro, para que la dejaran en paz pero no estaba segura. También era posible que tuviera el efecto contrario y la atacaran el doble o más.
Llegó a duras penas a una especie de poblado. Las casas de madera, medio destartaladas, se reunían en torno a un pequeño pantano, como si de un oasis se tratara. La madera que las componía estaba tan podrida debido a la humedad que parecía que cualquier construcción a la vista se caería de un momento a otro. Y aunque pareciera mentira, en lugar de hundirse menos en el fango a medida que se acercaba al pueblo se hundía más, hasta las rodillas. Empezaba a sentir un miedo horrible a caer en una especie de arenas movedizas que la succionaran y no dejaran rastro de ella. En el fondo sabía que era uno de esos miedos un tanto irracionales.
Necesitaba algún sitio donde descansar, secarse, entrar en calor, incluso comer. Sin saber si sería bien recibida, se adentró en el pueblo, caminando por el borde del pantano. Buscaba alguna especie de bar, posada... A su espalda oyó un ruido pero cuando se dio la vuelta no vio nada. ¿Había sido dentro de una de las casas? Por fin encontró lo que buscaba, una especie de taberna. "¿Por qué?" Estaba cerrada a cal y canto. Llamó a la puerta con desgana. Si no le abrían, ¿cuál era el plan "b"?
Llegó a duras penas a una especie de poblado. Las casas de madera, medio destartaladas, se reunían en torno a un pequeño pantano, como si de un oasis se tratara. La madera que las componía estaba tan podrida debido a la humedad que parecía que cualquier construcción a la vista se caería de un momento a otro. Y aunque pareciera mentira, en lugar de hundirse menos en el fango a medida que se acercaba al pueblo se hundía más, hasta las rodillas. Empezaba a sentir un miedo horrible a caer en una especie de arenas movedizas que la succionaran y no dejaran rastro de ella. En el fondo sabía que era uno de esos miedos un tanto irracionales.
Necesitaba algún sitio donde descansar, secarse, entrar en calor, incluso comer. Sin saber si sería bien recibida, se adentró en el pueblo, caminando por el borde del pantano. Buscaba alguna especie de bar, posada... A su espalda oyó un ruido pero cuando se dio la vuelta no vio nada. ¿Había sido dentro de una de las casas? Por fin encontró lo que buscaba, una especie de taberna. "¿Por qué?" Estaba cerrada a cal y canto. Llamó a la puerta con desgana. Si no le abrían, ¿cuál era el plan "b"?
Byakuro Kyoya
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Byakuro estaba harto. Putos mosquitos, puta humedad, puta isla de Shoko. Siempre, siempre acababa en aquella maldita isla. Los dioses lo odiaban. Mucho. Estaba tan harto, que había ido a una taberna en una aldea perdida solo por dejar de estar rodeado de mosquitos, barro y asco. Aquel lugar era una especie de mezcla extraña de taberna y posada de mala muerte, pero era mejor que estar dando vueltas como una peonza por los pantanos llenos de asquerosos mosquitos que intentarían chuparle la sangre como vampiros en miniatura.
Después de esta agradable reflexión, el cazador se bebió su vaso de zumo de piña. La gente lo miraba de forma huraña. Bueno, vale, era un extranjero en aquel lugar de gente homófoba, pero ese no era motivo para que ellos le mirasen de aquella forma hostil... ¿o sí?
En cualquier caso, con su recién adquirido título de Yonkaikyo, se sentía poderoso. ¿Quién iba a decir que aquel arenque deforme enamorado de los granizados estuviera al servicio del Gobierno Mundial? Pidió otro vaso de zumo al tabernero, que con una mirada mosqueada se fue a prepararle otra consumición. Alguien llamó a la puerta. El cazador miró a la gente, y molesto, se levantó:
- ¿Nadie va a abrir? Maleducados... -de un movimiento de mano, la puerta se abrió hacia dentro. Un mosquito aprovechó para entrar en el lugar, y rápidamente sucumbió cuando la lengua de Klaus lo atrapó desde su posición privilegiada en la barra. ¿Quién habría llamado a la puerta? El cazador observó con curiosidad al umbral.
Después de esta agradable reflexión, el cazador se bebió su vaso de zumo de piña. La gente lo miraba de forma huraña. Bueno, vale, era un extranjero en aquel lugar de gente homófoba, pero ese no era motivo para que ellos le mirasen de aquella forma hostil... ¿o sí?
En cualquier caso, con su recién adquirido título de Yonkaikyo, se sentía poderoso. ¿Quién iba a decir que aquel arenque deforme enamorado de los granizados estuviera al servicio del Gobierno Mundial? Pidió otro vaso de zumo al tabernero, que con una mirada mosqueada se fue a prepararle otra consumición. Alguien llamó a la puerta. El cazador miró a la gente, y molesto, se levantó:
- ¿Nadie va a abrir? Maleducados... -de un movimiento de mano, la puerta se abrió hacia dentro. Un mosquito aprovechó para entrar en el lugar, y rápidamente sucumbió cuando la lengua de Klaus lo atrapó desde su posición privilegiada en la barra. ¿Quién habría llamado a la puerta? El cazador observó con curiosidad al umbral.
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Seguía aporreando la puerta con las esperanza de que alguien le abriera pero con escasos resultados y mirando hacia los lados. Desconfiaba de que uno de los habitantes de aquel sitio de mala muerte la estuviera observando porque era así cómo se sentía. Vigilada. Le pareció ver una sombra de pequeño tamaño moverse por detrás de las casas. Quien sabe, quizás los bichos que la habían picado eran venenosos y estaba delirando.
En cierto momento, su mano embarrada no dio contra la puerta sino contra algo diferente. Volvió la vista al frente para encontrarse con que su mano había chocado con el pecho de un joven. O al menos parecía joven, como con un aire infantil. Su cabello era morado y le tapaba parcialmente la cara. ¿Qué era aquello? Un ojo rojo destellaba entre la maraña de pelo. ¿Dónde lo había visto antes? No lograba recordar su nombre pero estaba segura de que se habrían conocido en algún momento, en algún lugar.
-Gra-gracias por abrirme la puerta... -dijo mientras bajaba la mirada. -Lo siento, te he manchado la ropa -intentó arreglarlo un poco pero en lugar de eso casi lo empeoró manchándolo más. Afortunadamente su chaqueta era negra y no se notaba tanto.
Pasó por el hueco que quedaba a su lado y se adentró en la taberna. Los allí presentes la miraron con desconfianza e incluso con asco. Bueno, estaba llena de barro así que tampoco era tan raro.
Se dirigió al tabernero:
-Perdone, ¿tiene alguna habitación libre? -por hoy ya le iba tocando descansar. -Además no me vendría mal una ducha -expresó mientras miraba sus piernas manchadas. No se atrevía a pasar de la entrada por miedo a que le echaran la bronca si iba por ahí manchando el suelo pero le estaba pillando el frío y tiritaba levemente.
En cierto momento, su mano embarrada no dio contra la puerta sino contra algo diferente. Volvió la vista al frente para encontrarse con que su mano había chocado con el pecho de un joven. O al menos parecía joven, como con un aire infantil. Su cabello era morado y le tapaba parcialmente la cara. ¿Qué era aquello? Un ojo rojo destellaba entre la maraña de pelo. ¿Dónde lo había visto antes? No lograba recordar su nombre pero estaba segura de que se habrían conocido en algún momento, en algún lugar.
-Gra-gracias por abrirme la puerta... -dijo mientras bajaba la mirada. -Lo siento, te he manchado la ropa -intentó arreglarlo un poco pero en lugar de eso casi lo empeoró manchándolo más. Afortunadamente su chaqueta era negra y no se notaba tanto.
Pasó por el hueco que quedaba a su lado y se adentró en la taberna. Los allí presentes la miraron con desconfianza e incluso con asco. Bueno, estaba llena de barro así que tampoco era tan raro.
Se dirigió al tabernero:
-Perdone, ¿tiene alguna habitación libre? -por hoy ya le iba tocando descansar. -Además no me vendría mal una ducha -expresó mientras miraba sus piernas manchadas. No se atrevía a pasar de la entrada por miedo a que le echaran la bronca si iba por ahí manchando el suelo pero le estaba pillando el frío y tiritaba levemente.
Byakuro Kyoya
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El chico miró a la persona que había frente a él. Una joven, pálida y de pelo azabache, con una cicatriz cruzándole la cara. Le sonaba de algo aquella marca, y no recordaba de qué. Empezó a darle vueltas a la cabeza. Tal vez la hubiera visto en alguna pelea, o algo así.
Vio cómo la joven tiritaba de frío, así que con una ilusión caldeó el aire a su alrededor. Aquello serviría para hacerla entrar en calor un poco. Además, se movió de nuevo a la barra y puso una pequeña cantidad de billetes en ella. Lo suficiente como para pagar una habitación en aquel lugar. La actitud hostil del tabernero cambió rápidamente a la amabilidad al ver el montón de papeles en la mesa. Byakuro miró a la recién llegada mientras Klaus empezaba a subir por su brazo hasta llegar al hombro y ocupar su habitual lugar.
- Date una buena ducha... -le dijo a la recién llegada-. Este pantano es bastante desagradable con todo ese barro y los mosquitos, una ducha calentita te vendrá bien... y a tus pies más, imoto-chan. -Klaus gruñó en su hombro, como dándole la razón.
Aquel comentario sobre el pantano hizo que el cazador se ganase un par de miradas hostiles por parte de los presentes. Al fin y al cabo estaba insultando el lugar donde vivían.
Vio cómo la joven tiritaba de frío, así que con una ilusión caldeó el aire a su alrededor. Aquello serviría para hacerla entrar en calor un poco. Además, se movió de nuevo a la barra y puso una pequeña cantidad de billetes en ella. Lo suficiente como para pagar una habitación en aquel lugar. La actitud hostil del tabernero cambió rápidamente a la amabilidad al ver el montón de papeles en la mesa. Byakuro miró a la recién llegada mientras Klaus empezaba a subir por su brazo hasta llegar al hombro y ocupar su habitual lugar.
- Date una buena ducha... -le dijo a la recién llegada-. Este pantano es bastante desagradable con todo ese barro y los mosquitos, una ducha calentita te vendrá bien... y a tus pies más, imoto-chan. -Klaus gruñó en su hombro, como dándole la razón.
Aquel comentario sobre el pantano hizo que el cazador se ganase un par de miradas hostiles por parte de los presentes. Al fin y al cabo estaba insultando el lugar donde vivían.
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Apenas había empezado a tiritar cuando notó que el ambiente de la sala empezaba a caldearse. ¿Quién había hecho eso? A lo mejor le estaba subiendo la fiebre... El chico que le había abierto la puerta pagó por una habitación para ella. Vio como al tabernero le brillaban los ojos viendo aquellos billetes.
-No es necesario, puedo pagarlo yo, pero gracias igualmente.
La verdad es que le parecía un gesto raro viniendo de un desconocido. Un momento después se fijó en lo que había en la barra. Aquel animal... ¿Qué era? Un... ¿camaleón? ¡Klaus! Ya habían pasado tres años desde aquella divertida tarde en la isla de las pompas.
-¡Ya recuerdo quien eres! -exclamó con una sonrisa. -¿Byakuro, verdad? Te subiste conmigo en la noria del parque de atracciones de Sabaody. Quizás no te acuerdes, ha pasado mucho tiempo desde ese día.
Recordaba ese día con cariño como uno de esos en los que puedes dejar atrás tus preocupaciones por completo. Había estado bien.
-En fin, mejor que suba y me limpie un poco todo este barro. Hablamos luego -dijo para luego recoger la llave de su habitación de la barra y desaparecer escaleras arriba. Fuera como fuera no quería seguir aguantando las miradas de desaprobación que les estaban dirigiendo. Aunque era cierto que el comentario de Byakuro había sido poco desacertado.
La habitación no era nada del otro mundo pero en fin, tenía cama y bañera, que más pedir. Empezó a deshacerse de su ropa, aunque quizás no era mala idea meterla con ella en la bañera.
-No es necesario, puedo pagarlo yo, pero gracias igualmente.
La verdad es que le parecía un gesto raro viniendo de un desconocido. Un momento después se fijó en lo que había en la barra. Aquel animal... ¿Qué era? Un... ¿camaleón? ¡Klaus! Ya habían pasado tres años desde aquella divertida tarde en la isla de las pompas.
-¡Ya recuerdo quien eres! -exclamó con una sonrisa. -¿Byakuro, verdad? Te subiste conmigo en la noria del parque de atracciones de Sabaody. Quizás no te acuerdes, ha pasado mucho tiempo desde ese día.
Recordaba ese día con cariño como uno de esos en los que puedes dejar atrás tus preocupaciones por completo. Había estado bien.
-En fin, mejor que suba y me limpie un poco todo este barro. Hablamos luego -dijo para luego recoger la llave de su habitación de la barra y desaparecer escaleras arriba. Fuera como fuera no quería seguir aguantando las miradas de desaprobación que les estaban dirigiendo. Aunque era cierto que el comentario de Byakuro había sido poco desacertado.
La habitación no era nada del otro mundo pero en fin, tenía cama y bañera, que más pedir. Empezó a deshacerse de su ropa, aunque quizás no era mala idea meterla con ella en la bañera.
Byakuro Kyoya
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Byakuro abrió mucho los ojos al recordar aquella tarde en Sabaody. ¿En serio se habían encontrado tras tres años? El mundo era un pañuelo. Un pañuelo con mocos como la isla de Shoko.
- Oh, vaya... -el cazador se llevó la mano a la frente. Estaba sorprendido por aquella coincidencia. Cuando ella le dijo que iba a subir al cuarto a ducharse, él asintió con una sonrisa.
Cuando la chica desapareció por las escaleras para subir al cuarto, el cazador miró a la gente del bar con desaprobación. Podría apalizarlos a todos para que dejaran de ser tan hoscos, pero eso no estaría bien en su actual posición de Yonkaikyo. En lugar de eso, suspiró y empezó a subir por las escaleras, buscando el cuarto. Entreabrió la puerta con disimulo, viendo el interior. La cama mullida parecía invitarlo. Se llevó la mano a la boca, ocultando una traviesa sonrisa. Embistió contra la puerta y saltó sobre la cama.
- ¡¡Yupiiiii!! -gritó mientras Klaus se aferraba desesperadamente a su hombro para no caer al suelo.
- Oh, vaya... -el cazador se llevó la mano a la frente. Estaba sorprendido por aquella coincidencia. Cuando ella le dijo que iba a subir al cuarto a ducharse, él asintió con una sonrisa.
Cuando la chica desapareció por las escaleras para subir al cuarto, el cazador miró a la gente del bar con desaprobación. Podría apalizarlos a todos para que dejaran de ser tan hoscos, pero eso no estaría bien en su actual posición de Yonkaikyo. En lugar de eso, suspiró y empezó a subir por las escaleras, buscando el cuarto. Entreabrió la puerta con disimulo, viendo el interior. La cama mullida parecía invitarlo. Se llevó la mano a la boca, ocultando una traviesa sonrisa. Embistió contra la puerta y saltó sobre la cama.
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Akuma no mi
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Oyó a alguien gritar en su habitación después de entrar al baño. Enrollándose una toalla rápidamente alrededor del cuerpo se dispuso a volver para descubrir qué estaba pasando. Se hizo transparente por si acaso, abrió despacio la puerta y asomó la cabeza con cuidado. Era Byakuro. Byakuro saltando en su cama mientras Klaus escapaba de él y se escabullía en dirección a Alice. ¡¿Qué cojones hacía Byakuro en su habitación?! Volvió a hacerse visible.
-¿No quedamos en que hablábamos luego? -se reía mientras agarraba su toalla con una mano y dejaba la otra en el suelo para que Klaus se subiera. -¿No me vas a dejar que me bañe? -levantó a Klaus y le acarició un poco la cabeza.
A lo mejor lo había malinterpretado todo. Eso de quererle pagar una habitación... puede que él tuviera ciertas cosas en mente. Se encogió de hombros. En aquel momento no le apetecía pensar en eso.
-Bueno, Byaku, que estoy asquerosa, necesito un baño. Estate quieto ahí y cuéntame que ha sido de ti en tres años mientras me meto en el agua.
Dejó a Klaus de nuevo en el suelo y sacudió la cabeza ligeramente. Habrían pasado años pero aquel hombre seguía teniendo ese brillo en los ojos como si fuera un niño.
-¿No quedamos en que hablábamos luego? -se reía mientras agarraba su toalla con una mano y dejaba la otra en el suelo para que Klaus se subiera. -¿No me vas a dejar que me bañe? -levantó a Klaus y le acarició un poco la cabeza.
A lo mejor lo había malinterpretado todo. Eso de quererle pagar una habitación... puede que él tuviera ciertas cosas en mente. Se encogió de hombros. En aquel momento no le apetecía pensar en eso.
-Bueno, Byaku, que estoy asquerosa, necesito un baño. Estate quieto ahí y cuéntame que ha sido de ti en tres años mientras me meto en el agua.
Dejó a Klaus de nuevo en el suelo y sacudió la cabeza ligeramente. Habrían pasado años pero aquel hombre seguía teniendo ese brillo en los ojos como si fuera un niño.
Byakuro Kyoya
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Byakuro asintió levemente, ignorando el estado de semidesnudez de Alice y extendiéndose por la cama a gusto. Klaus gruñía en su espalda con desidia, mientras al otro lado de la puerta del baño, el agua sonaba saliendo del grifo. Si el chico tenía la tentación de ir a ver a la chica en el baño, la pereza era mayor en aquel momento. Sonrió feliz, hundiendo su cara en la almohada de la cama. Que a gusto se estaba.
- Esto es genial, ¿no crees, colega? -le preguntó al animal sobre su espalda. El camaleón no apartaba la vista de la puerta del baño. Empezó a caminar, saltando de la espalda de Byakuro a la cama, y de ésta al suelo. Llegó a la puerta del baño y entró. Byakuro suspiró y se dio cuenta de que su mascota había desaparecido-. Vaya... ¿Klaus? ¿Dónde te has metido?
El chico empezó a revolverse en la cama, buscando a su amigo. ¿Dónde se habría metido el condenado animal?
- Esto es genial, ¿no crees, colega? -le preguntó al animal sobre su espalda. El camaleón no apartaba la vista de la puerta del baño. Empezó a caminar, saltando de la espalda de Byakuro a la cama, y de ésta al suelo. Llegó a la puerta del baño y entró. Byakuro suspiró y se dio cuenta de que su mascota había desaparecido-. Vaya... ¿Klaus? ¿Dónde te has metido?
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Se metió en la bañera ya llena de agua caliente, sumergiéndose incluso para mojar su cabeza. Se estaba tan a gusto... Cogió una esponja que había por allí al lado y empezó a frotarse las piernas a fondo, donde tenía más barro acumulado. Todavía esperaba una respuesta de Byakuro pero este o no la había oído o no le estaba haciendo el más mínimo caso. "Como un niño pequeño, estaba claro."
Cuando creyó que ya estaba suficientemente limpia (o que el agua ya se parecía lo suficiente al chocolate con toda la cantidad de barro que su piel había soltado) salió y se envolvió en la toalla. Vació la bañera y volvió a llenarla tan sólo parcialmente para meter su ropa en ella. Así al menos quedaría un poco más limpia de lo que estaba.
Se paró a mirarse al espejo, pero muy empañado debido al ambiente húmedo del baño así que le pasó una esquina de la toalla. No es que hubiera gran cosa que ver, pero siempre tendía a mirar o tocar su cicatriz de la cara. Bueno, ya sabía que nunca se iría. Mientras pensaba vio al verde Klaus entrando de nuevo al baño, lo cogió y lo puso en su cabeza. Supuso que le parecía agradable la atmósfera caliente del lugar pero su dueño parecía estar volviéndose loco en su ausencia.
-Vamos Klaus, que si no a Byakuro le entrará un ataque de pánico.
Salieron y lo vieron buscando algo debajo de la cama.
-¿Era esto lo que buscabas? -dijo Ally señalando a Klaus encima de su cabeza. Lo cogió de nuevo y se lo tendió. -A ver, ahora cuéntame un poco de tus aventuras.
Cuando creyó que ya estaba suficientemente limpia (o que el agua ya se parecía lo suficiente al chocolate con toda la cantidad de barro que su piel había soltado) salió y se envolvió en la toalla. Vació la bañera y volvió a llenarla tan sólo parcialmente para meter su ropa en ella. Así al menos quedaría un poco más limpia de lo que estaba.
Se paró a mirarse al espejo, pero muy empañado debido al ambiente húmedo del baño así que le pasó una esquina de la toalla. No es que hubiera gran cosa que ver, pero siempre tendía a mirar o tocar su cicatriz de la cara. Bueno, ya sabía que nunca se iría. Mientras pensaba vio al verde Klaus entrando de nuevo al baño, lo cogió y lo puso en su cabeza. Supuso que le parecía agradable la atmósfera caliente del lugar pero su dueño parecía estar volviéndose loco en su ausencia.
-Vamos Klaus, que si no a Byakuro le entrará un ataque de pánico.
Salieron y lo vieron buscando algo debajo de la cama.
-¿Era esto lo que buscabas? -dijo Ally señalando a Klaus encima de su cabeza. Lo cogió de nuevo y se lo tendió. -A ver, ahora cuéntame un poco de tus aventuras.
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Byakuro suspiró aliviado al ver a Klaus sobre la cabeza de ella. Agarró al camaleón, ignorando que ella estaba tan solo con una toalla. Se sentó en el borde de la cama, algo más calmado, y sonrió a Alice.
- Bueno... ¿por dónde quieres que empiece? -sonrió con afabilidad-. Prácticamente me pasé dos años atrapado en una isla perdida, donde conocí a un tipo muy raro que se podía convertir en gas. Luego estuve rondando de aquí para allá, haciendo el tonto y conociendo a gente. También participé en un torneo en la isla de Dressrosa... -la miró, para ver si ella sabía algo de aquello-. Y bueno, hace unas semanas maté a un gyojin que era uno de los Yonkaikyos del gobierno. No sé si sabes lo que son, pero ahora soy uno. Soy alguien importante. -dijo con un deje de orgullo en su voz. Klaus gruñó, completamente de acuerdo, corroborando todos los éxitos de su dueño.
Byakuro se dejó caer en la cama, sonriente, y le preguntó a su acompañante:
- ¿Y tú? Algo habrás hecho todo este tiempo...
- Bueno... ¿por dónde quieres que empiece? -sonrió con afabilidad-. Prácticamente me pasé dos años atrapado en una isla perdida, donde conocí a un tipo muy raro que se podía convertir en gas. Luego estuve rondando de aquí para allá, haciendo el tonto y conociendo a gente. También participé en un torneo en la isla de Dressrosa... -la miró, para ver si ella sabía algo de aquello-. Y bueno, hace unas semanas maté a un gyojin que era uno de los Yonkaikyos del gobierno. No sé si sabes lo que son, pero ahora soy uno. Soy alguien importante. -dijo con un deje de orgullo en su voz. Klaus gruñó, completamente de acuerdo, corroborando todos los éxitos de su dueño.
Byakuro se dejó caer en la cama, sonriente, y le preguntó a su acompañante:
- ¿Y tú? Algo habrás hecho todo este tiempo...
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Alice se sentó en la cama al lado de Byakuro.
-¿Un tío muy raro que se podía convertir en gas? Bueno, seguro que cosas más raras hemos visto entre los dos -se rió un poco. -Yonkaikyo, eso es... poderoso -expresó ahora ya más seria. -Y, ¿qué hace un Yonkaikyo por estos lares? O quizás debería decir, ¿qué hace un Yonkaikyo hablando conmigo en mi cama? -volvió a reírse.
-Pues la verdad es que no he hecho gran cosa. Seguí deambulando por el mundo, intentando encontrar respuestas a ciertas preguntas pero... No sé, no es como si tuviera un propósito concreto, un meta. Sólo trataba de averiguar mi pasado y mejorar, quizás encontrar gente con las que estar... En fin, no parece que haya logrado nada con todo eso -dijo mirándolo mientras sonreía de una forma un tanto triste.
Mientras decía todo esto Byakuro se había acostado en su cama y parecía tentado de cerrar los ojos y echarse una siesta. Extendió la mano para acariciarle el pelo. Parecía que los años no pasaban por él. Tras eso se levantó para ir de nuevo al baño y sacar su ropa de la bañera. Ya parecía un poco menos sucia.
-¿Un tío muy raro que se podía convertir en gas? Bueno, seguro que cosas más raras hemos visto entre los dos -se rió un poco. -Yonkaikyo, eso es... poderoso -expresó ahora ya más seria. -Y, ¿qué hace un Yonkaikyo por estos lares? O quizás debería decir, ¿qué hace un Yonkaikyo hablando conmigo en mi cama? -volvió a reírse.
-Pues la verdad es que no he hecho gran cosa. Seguí deambulando por el mundo, intentando encontrar respuestas a ciertas preguntas pero... No sé, no es como si tuviera un propósito concreto, un meta. Sólo trataba de averiguar mi pasado y mejorar, quizás encontrar gente con las que estar... En fin, no parece que haya logrado nada con todo eso -dijo mirándolo mientras sonreía de una forma un tanto triste.
Mientras decía todo esto Byakuro se había acostado en su cama y parecía tentado de cerrar los ojos y echarse una siesta. Extendió la mano para acariciarle el pelo. Parecía que los años no pasaban por él. Tras eso se levantó para ir de nuevo al baño y sacar su ropa de la bañera. Ya parecía un poco menos sucia.
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El cazador sonrió ante aquella pregunta:
- Bueno, un yonkaikyo está muy cómodo en esta cama, que además ha pagado él... -no lo dijo con intención de picarla-. Y no te preocupes, todo el mundo acaba encontrando su meta. Yo mismo, por ejemplo, tengo una meta, y ser Yonkaikyo me ha ayudado mucho en mi camino para conseguirla. Mi plan es crear una alianza con todas mis amistades, y juntos irnos de fiesta -sonrió, aquello podía parecer infantil o incluso estúpido-. Y luego tengo pensado conseguir una base secreta en alguna isla, y hacerme un cuartel general allí. Ya le he echado el ojo a una isla y todo -soltó un suspiro-. Y el hecho de ser Yonkaikyo me permite proteger a la gente que está en la asociación. Pese a que un par de ellos tienen recompensa, mientras estén conmigo no serán perseguidos.
Byakuro cerró los ojos y su respiración se ralentizó. La cama, cómoda y mullida le invitaba a echarse una siesta rápida antes de salir de aquel cuarto, de aquella posada y de aquella maldita isla. Aunque había que reconocer que la compañía era grata.
- Es más... -dijo mientras se incorporaba-. Toma esto -rebuscó en su bolsa de cosas útiles y le dio a Alice un trozo de papel en blanco. Era una de sus Vibre Card-. Considéralo una invitación formal a formar parte de mi alianza.
- Bueno, un yonkaikyo está muy cómodo en esta cama, que además ha pagado él... -no lo dijo con intención de picarla-. Y no te preocupes, todo el mundo acaba encontrando su meta. Yo mismo, por ejemplo, tengo una meta, y ser Yonkaikyo me ha ayudado mucho en mi camino para conseguirla. Mi plan es crear una alianza con todas mis amistades, y juntos irnos de fiesta -sonrió, aquello podía parecer infantil o incluso estúpido-. Y luego tengo pensado conseguir una base secreta en alguna isla, y hacerme un cuartel general allí. Ya le he echado el ojo a una isla y todo -soltó un suspiro-. Y el hecho de ser Yonkaikyo me permite proteger a la gente que está en la asociación. Pese a que un par de ellos tienen recompensa, mientras estén conmigo no serán perseguidos.
Byakuro cerró los ojos y su respiración se ralentizó. La cama, cómoda y mullida le invitaba a echarse una siesta rápida antes de salir de aquel cuarto, de aquella posada y de aquella maldita isla. Aunque había que reconocer que la compañía era grata.
- Es más... -dijo mientras se incorporaba-. Toma esto -rebuscó en su bolsa de cosas útiles y le dio a Alice un trozo de papel en blanco. Era una de sus Vibre Card-. Considéralo una invitación formal a formar parte de mi alianza.
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Oyó lo que decía de que había pagado la cama o la habitación o lo que fuera.
-Sí, respecto a eso... -se levantó y fue hacia la puerta. En una silla que estaba al lado de esta había dejado su mochila. -Ahora te doy el dinero, no me gusta que paguen mis cosas -empezó a rebuscar hasta encontrar el dinero. Volvió a la cama y se lo tendió.
-Eso de una alianza donde unos se apoyen a otros y mucha fiesta suena bien -dijo mientras se llevaba una mano a la boca y reía. -Seguro que os lo pasáis genial, conociéndote...
Cada vez parecía más dispuesto a echarse la siesta en su cama. Alice no se esperaba para nada lo que le iba a ofrecer. Byakuro le dio un trozo de papel que parecía una Vibre Card. ¿De verdad quería que formara parte de su grupo, su alianza?
-Hmmmm está bien pero no sé cómo iba a serte de utilidad en esa banda que piensas formar. ¿Estás seguro de que quieres ofrecerme esto? Tampoco nos conocemos demasiado... -preguntó mientras lo miraba, incrédula. -Aunque en fin, lo que tú digas. Puede ser interesante.
-Sí, respecto a eso... -se levantó y fue hacia la puerta. En una silla que estaba al lado de esta había dejado su mochila. -Ahora te doy el dinero, no me gusta que paguen mis cosas -empezó a rebuscar hasta encontrar el dinero. Volvió a la cama y se lo tendió.
-Eso de una alianza donde unos se apoyen a otros y mucha fiesta suena bien -dijo mientras se llevaba una mano a la boca y reía. -Seguro que os lo pasáis genial, conociéndote...
Cada vez parecía más dispuesto a echarse la siesta en su cama. Alice no se esperaba para nada lo que le iba a ofrecer. Byakuro le dio un trozo de papel que parecía una Vibre Card. ¿De verdad quería que formara parte de su grupo, su alianza?
-Hmmmm está bien pero no sé cómo iba a serte de utilidad en esa banda que piensas formar. ¿Estás seguro de que quieres ofrecerme esto? Tampoco nos conocemos demasiado... -preguntó mientras lo miraba, incrédula. -Aunque en fin, lo que tú digas. Puede ser interesante.
Byakuro Kyoya
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Byakuro agarró el dinero con desgana, y miró a Alice:
- ¡Claro, será divertido!¡Cuantos más, mejor! -rió el chico, al tiempo que se dirigía a la puerta-. Bueno... creo que voy a irme ya de este lugar, esta isla me deprime bastante. Lo siento por dejarte tan de improviso, pero creo que si estaba en esta isla era para darte esa carta... ahora que lo he hecho, espero no pisar este lugar en muuuucho tiempo. -sonrió, y aprovechando un momento de distracción de la chica, dejó el montón de billetes en la mesa al lado de la puerta.
El cazador salió afuera. Humedad y mosquitos lo recibieron como un amante, envolviéndolo por completo. Aquello lo asqueaba. Extendió las alas en la espalda y salió volando a toda velocidad hacia el cielo. Quiería dejar atrás aquella isla cuanto antes, y aquella sensación de tener la ropa pegada al cuerpo. Bej, que asco. Klaus gruñó en su hombro.
- No lo sé, colega... parece maja. Creo que si se une a la alianza, la cosa puede ponerse muy divertida. -sonrió el cazador en respuesta a su mascota.
- ¡Claro, será divertido!¡Cuantos más, mejor! -rió el chico, al tiempo que se dirigía a la puerta-. Bueno... creo que voy a irme ya de este lugar, esta isla me deprime bastante. Lo siento por dejarte tan de improviso, pero creo que si estaba en esta isla era para darte esa carta... ahora que lo he hecho, espero no pisar este lugar en muuuucho tiempo. -sonrió, y aprovechando un momento de distracción de la chica, dejó el montón de billetes en la mesa al lado de la puerta.
El cazador salió afuera. Humedad y mosquitos lo recibieron como un amante, envolviéndolo por completo. Aquello lo asqueaba. Extendió las alas en la espalda y salió volando a toda velocidad hacia el cielo. Quiería dejar atrás aquella isla cuanto antes, y aquella sensación de tener la ropa pegada al cuerpo. Bej, que asco. Klaus gruñó en su hombro.
- No lo sé, colega... parece maja. Creo que si se une a la alianza, la cosa puede ponerse muy divertida. -sonrió el cazador en respuesta a su mascota.
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