[Pasado - Ryuta] El final de la búsqueda.

Dos meses. Puede que un poco más. Eso fue lo que tardó en llegar a esaa extraña isla formada por gran cantidad de otras más pequeñas. Había oído que era lugar de paso y de reunión de todo el que quisiera entrar o salir del Paraiso, y por la misma razón era un hervidero de información. Si podía encontrar a su hermano, un chico un tanto más alto que ella pero aún así bastante bajito y con el pelo de un color verde parecido al de ella, ese era el lugar. O si no se podía comer una hamburguesa y disfrutar del parque de atracciones. Cualquier opción era interesante de plantearse.

Guardaba sus manos entrelazadas en la espalda mientras recorría despacio islote tras islote. Cada uno que pasaba era más gracioso que el anterior; no porque hicieran gracia de por sí, sino porque en cada uno había gente cada vez más rara y no podía parar de reírse de ellos, aunque manteniendo las distancias para que no le partieran la boca si se les cruzaba un cable, que todos parecían tener muy mala hostia y no quería que Alex partiera la isla a la mitad.

Media hora de caminata después alzó la mirada a la noria, pensando en si debía buscar información sobre peliverdes del mundo, o si debería montarse en aquel sitio tan malditamente impresionante. La respuesta era clara: los hermanos son para toda la vida, las norias solo se ven en islas tan raras como esa. Sonrió y casi a saltos fue a la entrada del parque. Había conseguido una buena cantidad de berries ayudando a los médicos de los barcos en los que había viajado, así que tenía suficiente como para permitirse un rato de diversión y comer una buena hamburguesa luego. Desde que había pensado en aquel manjar no había salido de su mente en un solo momento.

- Hamburguesas... *babas*.

Y cómo no, dejó de lado la noria para poder ir y comprarse una de aquellas hamburguesas triples con todo. No le duró mucho más de cinco minutos, pero esos cinco minutos fueron pura gloria de carne, queso, lechuga, huevo frito y tres de las salsas más ricas del mundo. Se lavó las manos que se había llenado de grasa, todo delicadeza, vamos, y se fue a pedir otra.

Pero no llegó a hacerlo, porque, por muchas ganas que tenía de comerse otra de aquellas delicias, vio entre la multitud a un chico con el pelo verde. Y claro, ese color esmeralda era tan extraño en aquellos mares como lo era encontrarse una virgen en otras tierras. Bueno, no, me he pasado. Los peliverdes son más fáciles de encontrar.

Pero no de alcanzar. No le gustaba nada usar el poder de su fruta delante de la gente, y entre eso, la masa de gente que había por allí entorpeciendo sus pasos y que el chico al que estaba intentando alcanzar había empezado a correr, seguramente porque le parecería una acosadora, pues no podía alcanzarle.

- Ag, me voy a cagar en todo... Ojalá tuviera la akuma de atravesar personas... Oh, espera...

Y bueno, esa es nuestra pequeña.