Libb Linx
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La verde y abundante maleza se alzaba en un escenario donde árboles, pasto y tierra habían sido cubiertos por diferentes zonas de un rojo sangre, únicamente visibles entre tanta sombra ante los rayos del sol, que aún se encontraba en su punto más elevado. En medio de todo ese escenario, unos débiles jadeos se escuchaban escapar por la boca de un joven tumbado boca arriba en el suelo. Tenía un aspecto polvoriento y magullado; Sus ropas se encontraban rasgadas, un pequeño hilo de sangre descendía por la sien derecha hasta el ojo y continuaba bajando, por no decir que su hombro derecho se encontraba en un estado aún más lamentable debido a una herida en forma de… ¿Mordisco? Sea lo que fuera la causa de todo esto, se podía deducir casi a la perfección que el estado de aquel joven no era nada bueno.
Tres lobos de aspecto fieros y voraces acompañaban esa escena, rodeando el cuerpo aún con vida y consciente del muchacho, en forma de un gran triángulo entre los tres. Aquellos animales de igual forma poseían ciertas magulladuras en sus peludos cuerpos y solo tenían ojos de furia que de alguna manera o de otra quedaban clavadas en inmóvil Libb. Mostraban sus colmillos, amenazantes, esperando el momento exacto para coordinar un salto e hincar el diente en lo que para ellos sería la carne blanca de aquel ser humano. Pero claro, a fin de cuentas lo único que se puede apreciar aquí es algo parecido a un desenlace ¿Verdad? Por supuesto. ¿Qué es lo que pasaría para llegar a una situación como esa? ¿Qué debió hacer aquel aprendiz de pirata para verse envuelto en una pelea con agresivos animales salvajes al poco de comenzar su aventura?
—A-al fin tierra firme…— Musitó algo agotado el joven de pelos medio rojizos y puntiagudos, después de un largo viaje por mar realizada a una isla vecina. A pesar de que la distancia era relativamente corta, un pequeño bote de madera no era el medio más eficaz o seguro de navegar por alta mar. ¿Pero acaso había opción? Robar un barco para él solo hubiese sido sencillamente una tarea de lo más imposible. Colocó un pie en los gruesos tablones de madera que se hallaban cerca del muelle y ató el bote con una cuerda a un lado del mismo material construido en vertical, para que la marea no se llevara el único medio de transporte por mar que tenía. Libre de presiones y en territorio completamente nuevo, Libb no debía preocuparse por caminar de forma abierta y apaciguada por esas tierras: Nadie sabía de sus conocimientos como pirata y nadie por esos lares lo conocía como ladrón callejero tampoco. Simplemente inspiró aire fresco llenando sus pulmones y expiró, dejando salir todo en un gran suspiro que le haría sentirse más descargado. Sin nada en mente aún por hacer lo único que le dictó su mente fue comenzar a caminar, mirar los alrededores, explorar un poco y hacerse al lugar teniendo siempre un ojo avizor ante cualquier buen material en el que pudiese colocar sus manos.
—¿Qué demonios pasa aquí?— Susurraba para él mismo, desviando la mirada con sus pequeñas y enrojecidas pupilas hacia un costado y luego hacia el otro. —¿Por qué todo el mundo es… Así?— Una leve gota de sudor generada por el pequeño asombro del momento comenzó a decaer por la sien derecha de Libb y no era para menos, ya que cualquier ciudadano normal que se cruzaba en su campo visual parecía tener cierto sobre peso o niveles de masa corporales elevados. Se sentía de alguna manera extraño, como si no perteneciese a ese entorno en lo más mínimo. Quiso desviar aquel pensamiento de su mente pasando de prestar a las personas, para colocársela en los hogares y en los establecimientos que se encontraban a lo largo de las calles. ¡Vaya! Eso sí que era una sorpresa. Parecía que cada cuatro o seis casas había un establecimiento de comida, carne, hamburguesas… O lo que era lo mismo: Delicias que llevarse al estómago. Ver esos enormes carteles en los establecimientos mostrando dibujos graciosos sobre vacas o carne en general hacía que la boca del joven Libb se hiciese agua, y en respuesta a eso sus tripas comenzaron a sonar, rogando a su dueño por algo comestible que llevarse a la boca. Tragó saliva y caminó rumbo al establecimiento más cerca que tenía sin pensárselo dos veces. Entró por la puerta y tras ser la novedad en las miradas de unos pocos clientes y forasteros, tomó un asiento cerca de la puerta.
Parecía un buen lugar ya que estaba limpio y sus muebles eran de calidad. Sillas de madera cómodas, mesas redondas y de buen tamaño donde cabrían perfectamente una decena de platos y una sala amplia donde poder caminar entre mesa y mesa sin problemas ni retrasos, pensada especialmente para el personal habría que suponer. Al cabo de medio minuto aproximadamente un hombre que cumplía su función de camarero atendió a Libb. —¿Qué tomará el señor?— … Ante la pregunta, Libb se quedó mirando de arriba hacia abajo al camarero, con una postura bastante expuesta sentado con las piernas abiertas y la espalda curvada; Sin ningún tipo de modales o clase que pudiera ser bien visto dentro de las diferentes clases sociales entre la normal y la alta. —Quiero un filete— Pausó —De la mejor carne que tengas— Tras la petición, el camarero analizó con la mirada al joven como si sintiese cierta inquietud con él, no parecía honesto pero mantuvo la compostura ya que aunque su pedido hubiese sido lo más típico que uno podría dejar salir, continuaba siendo un cliente y como tal tenía derecho a todo lo que hubiese en el menú al igual que el resto. El pedido no tardó en llegar gracias a que no había demasiada gente esperando por su comida, y la mayoría ya habían sido servidos con anterioridad.
—Que lo disfrute— Expresó con una sonrisa casi forzada al muchacho, el cual ni siquiera se molestó en corresponder o de agradecer el gesto, una vez el hombre hubiese colocado el plato sobre la mesa y los cubiertos. Libb no necesitaba cubiertos para nada ¿Quién los querría pudiendo valerse de sus propias manos para agarrar la comida y alimentarse con ella? Aquella ocasión tampoco sería nada diferente por lo que tomó el trozo de filete con sus manos, lo sacó del plato y lentamente lo desplazó hasta su boca propinando el primer bocado. Masticaba la carne con rapidez y necesidad, haciéndole parecer al resto una especie de salvaje que no había comido nada en semanas. El joven volvió a degustar el filete, esta vez con un segundo y gran mordisco con el cual se llevó a la boca la parte más blanda de la carne. Un tercer movimiento hizo que Libb terminara su plato de una manera simple, fácil y que le quitaría el hambre durante un buen rato. Relamió sus dedos con su rosada lengua, en busca de restos con los que terminar mientras con la otra mano acariciaba su estómago en signo de satisfacción por la buena comida. Aunque lo interesante vendría ahora… ¿Qué tocaría hacer? No tenía dinero para pagar la comida y se negaba a trabajar para pagar su parte, por lo que le dio un rápido vistazo a la puerta antes de levantar su trasero de la silla y salir corriendo, tirando esta al suelo junto con un enorme porrazo. Libb salió corriendo del establecimiento junto a un par de trabajadores del mismo por detrás, a la persecución, mientras gritaban “¡Al ladrón, se ha ido sin pagar!”
Quizá fuera por coincidencia, cansancio o incluso pudiera ser pereza… Pero en cuanto Libb escapó hacia las afueras del pueblo, a una distancia próxima a los bosques, aquellos dos dejaron de seguirle de inmediato. En aquel momento pensó que había sido más veloz y resistente que ellos pero pronto se daría cuenta cuan equivocado se encontraba al respecto. ¡Pero bueno! Sea como fuere la situación, había quedado muy claro que Libb ya no podría volver atrás, al menos por un tiempo hasta que se olvidaran tanto de la escenita montada como de su cara. Sin nada más de interés que hacer por ahí, solo había un camino el cual seguir y ese sería hasta adentrarse en un pequeño pero frondoso bosque que parecía hallarse al pie de una montaña. Aún era mediodía y seguramente quedaban un montón de cosas que se pudiesen hacer aprovechando la visibilidad de la luz solar, solo debía saber buscar bien, pero al parecer el bosque no fue de las mejores opciones. —Ugg… Este sitio me pone de los nervios. También tienen mosquitos… ¡Y pican!— Le propinó a su cuello una sonora e indolora palmada con la mano teniendo como objetivo matar al mosquito que lo estaba molestando, ojalá no existieran esos bichitos, solo estaban para molestar. De repente, mosquitos u otros insectos aparte se comenzaron a convertir en el menor de los problemas cuando un pequeño lobo apareció ante Libb. Pero la apariencia del animal era muy extraña… Osea, por la parte de delante era idéntico a las imágenes de lobos que tanto veía en los libros cuando era pequeño. Pero no recordaba que tuvieran una cola tan… “especial”… ¿Eso era un hacha? —Tsk… ¡Qui-quita, bicho!— Aquella cría de lobo sintió el miedo de Libb al instante pues él jamás se había encontrado con un animal similar en su vida, y fuera un adulto o un cachorro, le influía bastante intimidación. El pequeño lobo parecía hambriento y no tardó demasiado en abalanzarse hacia el joven con sus mandíbulas abiertas, pero el pelirrojo pudo reaccionar antes gracias a un acto reflejo y lo golpeó en la cabeza de una patada tras simplemente alargar la pierna en el momento justo.
El cachorro fue derribado con la suficiente potencia para hacerle pensar que se había metido con el oponente equivocado y que, quizá, era el momento idóneo de echar a correr en dirección contraria ante la posibilidad de un depredador más fuerte. —Gyaja~— Rió por lo bajo y de manera extraña, casi como si se tratase de un canturreo. —¿Eso es todo lo que tienes? La próxima vez te cazaré y venderé tu pelaje— Se permitió expresar en medio de tanto color verde junto a una sonrisa burlona, hablándole a nadie más que salvo él mismo, sintiéndose mejor y en cierta forma subiendo su ego. Un pequeño susto de una pequeña aventura que acababa de comenzar, pero ahí no acabaría la cosa, no señor ¿O acaso pensabais que una simple cría mamífera podría suponer tanta amenaza y problema? Los minutos fueron pasando pero algo no iba del todo bien… A pesar de que Libb caminaba y caminaba, el ambiente estaba demasiado silencioso para su gusto y eso, en la mayoría de las situaciones, no era un buen presagio. Libb paró sus pasos en seco, quedando completamente petrificado en mitad de todo, con los ojos cerrados y agudizando su oído; Un peligro acechaba y aunque él lo escuchó venir, no tuvo ningún tiempo de reacción ante un enorme lobo que se abalanzó por detrás desde unos arbustos. Libb no lo llegó a ver pero aquella bestia había dado una voltereta en el aire y con su cola le había “obsequiado” con un hermoso tajo en el hombro derecho. —…¡Gah…!— La sangre salpicó, el joven volteó su cuerpo media vuelta y retrocedió un par de pasos, posando la mano sobre la herida que obviamente estaba abierta y dejando escapar sangre.
Por detrás, los sonidos de los arbustos comenzaron a volverse más fuertes y otros dos lobos adultos salieron a la caza del humano que había osado introducirse en su territorio. ¡Rayos! ¿Aquel pequeño les habría avisado quizá? No había forma de averiguar semejante cosa, pues una situación aún más importante requería atención con urgencia frente a sus narices y por la espalda. ¿Qué hacer? ¿¡Qué hacer!? Como si se tratase de una competición de supervivencia a contrarreloj el primer lobo volvió a saltar hacia Libb, quien en un acto de evasión lo esquivó dando un salto hacia la izquierda, pero la jugada no le salió bien en cuanto un pie se le quedó enganchado a la raíz de un árbol, haciéndolo caer y golpeando su cabeza contra el mismo. El grueso tronco del árbol quedó impregnado por una pequeña zona con la sangre del joven mientras a este le comenzaba a brotar ese hilo color rojizo que se deslizaba cuesta abajo por su cara. No había tiempo de pensar con claridad pues los lobos no eran estúpidos y los dos que se encontraban atrás cargaron contra Libb antes de que pudiese recuperar la compostura. El sonido del pasto los delató y el chico pudo hacerse a un lado con el suficiente tiempo para agarrar una piedra y golpear a uno de los lobos en la cabeza. Tras eso, arrojó la piedra hacia el otro lobo y tomó otro del suelo… Los lobos estaban furiosos, los golpes de aquellas rocas, aunque pequeñas dolían mucho y sus enojos se veían reflejados en aquellos ojos que parecían no conocer el significado de la palabra “piedad”. Libb no podía hacer otra cosa salvo intentar correr unos metros, arrojar piedras y patear otras tantas… Los lobos lo perseguían, volvían a alcanzarlo y rodeaban al muchacho que poco a poco agotaba sus fuerzas. En cuanto las bestias perdieron la paciencia, cargaron contra él de manera que no le dejaron otra opción salvo defenderse con un brazo y dos piernas; el brazo restante lo tenía indispuesto a causa de la herida en el hombro. Libb fue tenaz, pero no lo suficiente… A pesar de que salvó el pequeño en numerosos intentos de cortes y mordiscos, acabó perdiendo todas sus fuerzas en el suelo, mirando al cielo que se hallaba más allá de las frondosas hojas en los árboles que marcaban la vuelta al presente de esta historia hasta el momento. Pensó que había llegado su final, que la trayectoría había acabado, pero al parecer su agonía se mantendría acompañándolo un poco más, ya que los lobos comenzaron a aullar en forma de llamada: El resto de la manada no tardaría en llegar.
Tres lobos de aspecto fieros y voraces acompañaban esa escena, rodeando el cuerpo aún con vida y consciente del muchacho, en forma de un gran triángulo entre los tres. Aquellos animales de igual forma poseían ciertas magulladuras en sus peludos cuerpos y solo tenían ojos de furia que de alguna manera o de otra quedaban clavadas en inmóvil Libb. Mostraban sus colmillos, amenazantes, esperando el momento exacto para coordinar un salto e hincar el diente en lo que para ellos sería la carne blanca de aquel ser humano. Pero claro, a fin de cuentas lo único que se puede apreciar aquí es algo parecido a un desenlace ¿Verdad? Por supuesto. ¿Qué es lo que pasaría para llegar a una situación como esa? ¿Qué debió hacer aquel aprendiz de pirata para verse envuelto en una pelea con agresivos animales salvajes al poco de comenzar su aventura?
Una hora antes
—A-al fin tierra firme…— Musitó algo agotado el joven de pelos medio rojizos y puntiagudos, después de un largo viaje por mar realizada a una isla vecina. A pesar de que la distancia era relativamente corta, un pequeño bote de madera no era el medio más eficaz o seguro de navegar por alta mar. ¿Pero acaso había opción? Robar un barco para él solo hubiese sido sencillamente una tarea de lo más imposible. Colocó un pie en los gruesos tablones de madera que se hallaban cerca del muelle y ató el bote con una cuerda a un lado del mismo material construido en vertical, para que la marea no se llevara el único medio de transporte por mar que tenía. Libre de presiones y en territorio completamente nuevo, Libb no debía preocuparse por caminar de forma abierta y apaciguada por esas tierras: Nadie sabía de sus conocimientos como pirata y nadie por esos lares lo conocía como ladrón callejero tampoco. Simplemente inspiró aire fresco llenando sus pulmones y expiró, dejando salir todo en un gran suspiro que le haría sentirse más descargado. Sin nada en mente aún por hacer lo único que le dictó su mente fue comenzar a caminar, mirar los alrededores, explorar un poco y hacerse al lugar teniendo siempre un ojo avizor ante cualquier buen material en el que pudiese colocar sus manos.
—¿Qué demonios pasa aquí?— Susurraba para él mismo, desviando la mirada con sus pequeñas y enrojecidas pupilas hacia un costado y luego hacia el otro. —¿Por qué todo el mundo es… Así?— Una leve gota de sudor generada por el pequeño asombro del momento comenzó a decaer por la sien derecha de Libb y no era para menos, ya que cualquier ciudadano normal que se cruzaba en su campo visual parecía tener cierto sobre peso o niveles de masa corporales elevados. Se sentía de alguna manera extraño, como si no perteneciese a ese entorno en lo más mínimo. Quiso desviar aquel pensamiento de su mente pasando de prestar a las personas, para colocársela en los hogares y en los establecimientos que se encontraban a lo largo de las calles. ¡Vaya! Eso sí que era una sorpresa. Parecía que cada cuatro o seis casas había un establecimiento de comida, carne, hamburguesas… O lo que era lo mismo: Delicias que llevarse al estómago. Ver esos enormes carteles en los establecimientos mostrando dibujos graciosos sobre vacas o carne en general hacía que la boca del joven Libb se hiciese agua, y en respuesta a eso sus tripas comenzaron a sonar, rogando a su dueño por algo comestible que llevarse a la boca. Tragó saliva y caminó rumbo al establecimiento más cerca que tenía sin pensárselo dos veces. Entró por la puerta y tras ser la novedad en las miradas de unos pocos clientes y forasteros, tomó un asiento cerca de la puerta.
Parecía un buen lugar ya que estaba limpio y sus muebles eran de calidad. Sillas de madera cómodas, mesas redondas y de buen tamaño donde cabrían perfectamente una decena de platos y una sala amplia donde poder caminar entre mesa y mesa sin problemas ni retrasos, pensada especialmente para el personal habría que suponer. Al cabo de medio minuto aproximadamente un hombre que cumplía su función de camarero atendió a Libb. —¿Qué tomará el señor?— … Ante la pregunta, Libb se quedó mirando de arriba hacia abajo al camarero, con una postura bastante expuesta sentado con las piernas abiertas y la espalda curvada; Sin ningún tipo de modales o clase que pudiera ser bien visto dentro de las diferentes clases sociales entre la normal y la alta. —Quiero un filete— Pausó —De la mejor carne que tengas— Tras la petición, el camarero analizó con la mirada al joven como si sintiese cierta inquietud con él, no parecía honesto pero mantuvo la compostura ya que aunque su pedido hubiese sido lo más típico que uno podría dejar salir, continuaba siendo un cliente y como tal tenía derecho a todo lo que hubiese en el menú al igual que el resto. El pedido no tardó en llegar gracias a que no había demasiada gente esperando por su comida, y la mayoría ya habían sido servidos con anterioridad.
—Que lo disfrute— Expresó con una sonrisa casi forzada al muchacho, el cual ni siquiera se molestó en corresponder o de agradecer el gesto, una vez el hombre hubiese colocado el plato sobre la mesa y los cubiertos. Libb no necesitaba cubiertos para nada ¿Quién los querría pudiendo valerse de sus propias manos para agarrar la comida y alimentarse con ella? Aquella ocasión tampoco sería nada diferente por lo que tomó el trozo de filete con sus manos, lo sacó del plato y lentamente lo desplazó hasta su boca propinando el primer bocado. Masticaba la carne con rapidez y necesidad, haciéndole parecer al resto una especie de salvaje que no había comido nada en semanas. El joven volvió a degustar el filete, esta vez con un segundo y gran mordisco con el cual se llevó a la boca la parte más blanda de la carne. Un tercer movimiento hizo que Libb terminara su plato de una manera simple, fácil y que le quitaría el hambre durante un buen rato. Relamió sus dedos con su rosada lengua, en busca de restos con los que terminar mientras con la otra mano acariciaba su estómago en signo de satisfacción por la buena comida. Aunque lo interesante vendría ahora… ¿Qué tocaría hacer? No tenía dinero para pagar la comida y se negaba a trabajar para pagar su parte, por lo que le dio un rápido vistazo a la puerta antes de levantar su trasero de la silla y salir corriendo, tirando esta al suelo junto con un enorme porrazo. Libb salió corriendo del establecimiento junto a un par de trabajadores del mismo por detrás, a la persecución, mientras gritaban “¡Al ladrón, se ha ido sin pagar!”
Quizá fuera por coincidencia, cansancio o incluso pudiera ser pereza… Pero en cuanto Libb escapó hacia las afueras del pueblo, a una distancia próxima a los bosques, aquellos dos dejaron de seguirle de inmediato. En aquel momento pensó que había sido más veloz y resistente que ellos pero pronto se daría cuenta cuan equivocado se encontraba al respecto. ¡Pero bueno! Sea como fuere la situación, había quedado muy claro que Libb ya no podría volver atrás, al menos por un tiempo hasta que se olvidaran tanto de la escenita montada como de su cara. Sin nada más de interés que hacer por ahí, solo había un camino el cual seguir y ese sería hasta adentrarse en un pequeño pero frondoso bosque que parecía hallarse al pie de una montaña. Aún era mediodía y seguramente quedaban un montón de cosas que se pudiesen hacer aprovechando la visibilidad de la luz solar, solo debía saber buscar bien, pero al parecer el bosque no fue de las mejores opciones. —Ugg… Este sitio me pone de los nervios. También tienen mosquitos… ¡Y pican!— Le propinó a su cuello una sonora e indolora palmada con la mano teniendo como objetivo matar al mosquito que lo estaba molestando, ojalá no existieran esos bichitos, solo estaban para molestar. De repente, mosquitos u otros insectos aparte se comenzaron a convertir en el menor de los problemas cuando un pequeño lobo apareció ante Libb. Pero la apariencia del animal era muy extraña… Osea, por la parte de delante era idéntico a las imágenes de lobos que tanto veía en los libros cuando era pequeño. Pero no recordaba que tuvieran una cola tan… “especial”… ¿Eso era un hacha? —Tsk… ¡Qui-quita, bicho!— Aquella cría de lobo sintió el miedo de Libb al instante pues él jamás se había encontrado con un animal similar en su vida, y fuera un adulto o un cachorro, le influía bastante intimidación. El pequeño lobo parecía hambriento y no tardó demasiado en abalanzarse hacia el joven con sus mandíbulas abiertas, pero el pelirrojo pudo reaccionar antes gracias a un acto reflejo y lo golpeó en la cabeza de una patada tras simplemente alargar la pierna en el momento justo.
El cachorro fue derribado con la suficiente potencia para hacerle pensar que se había metido con el oponente equivocado y que, quizá, era el momento idóneo de echar a correr en dirección contraria ante la posibilidad de un depredador más fuerte. —Gyaja~— Rió por lo bajo y de manera extraña, casi como si se tratase de un canturreo. —¿Eso es todo lo que tienes? La próxima vez te cazaré y venderé tu pelaje— Se permitió expresar en medio de tanto color verde junto a una sonrisa burlona, hablándole a nadie más que salvo él mismo, sintiéndose mejor y en cierta forma subiendo su ego. Un pequeño susto de una pequeña aventura que acababa de comenzar, pero ahí no acabaría la cosa, no señor ¿O acaso pensabais que una simple cría mamífera podría suponer tanta amenaza y problema? Los minutos fueron pasando pero algo no iba del todo bien… A pesar de que Libb caminaba y caminaba, el ambiente estaba demasiado silencioso para su gusto y eso, en la mayoría de las situaciones, no era un buen presagio. Libb paró sus pasos en seco, quedando completamente petrificado en mitad de todo, con los ojos cerrados y agudizando su oído; Un peligro acechaba y aunque él lo escuchó venir, no tuvo ningún tiempo de reacción ante un enorme lobo que se abalanzó por detrás desde unos arbustos. Libb no lo llegó a ver pero aquella bestia había dado una voltereta en el aire y con su cola le había “obsequiado” con un hermoso tajo en el hombro derecho. —…¡Gah…!— La sangre salpicó, el joven volteó su cuerpo media vuelta y retrocedió un par de pasos, posando la mano sobre la herida que obviamente estaba abierta y dejando escapar sangre.
Por detrás, los sonidos de los arbustos comenzaron a volverse más fuertes y otros dos lobos adultos salieron a la caza del humano que había osado introducirse en su territorio. ¡Rayos! ¿Aquel pequeño les habría avisado quizá? No había forma de averiguar semejante cosa, pues una situación aún más importante requería atención con urgencia frente a sus narices y por la espalda. ¿Qué hacer? ¿¡Qué hacer!? Como si se tratase de una competición de supervivencia a contrarreloj el primer lobo volvió a saltar hacia Libb, quien en un acto de evasión lo esquivó dando un salto hacia la izquierda, pero la jugada no le salió bien en cuanto un pie se le quedó enganchado a la raíz de un árbol, haciéndolo caer y golpeando su cabeza contra el mismo. El grueso tronco del árbol quedó impregnado por una pequeña zona con la sangre del joven mientras a este le comenzaba a brotar ese hilo color rojizo que se deslizaba cuesta abajo por su cara. No había tiempo de pensar con claridad pues los lobos no eran estúpidos y los dos que se encontraban atrás cargaron contra Libb antes de que pudiese recuperar la compostura. El sonido del pasto los delató y el chico pudo hacerse a un lado con el suficiente tiempo para agarrar una piedra y golpear a uno de los lobos en la cabeza. Tras eso, arrojó la piedra hacia el otro lobo y tomó otro del suelo… Los lobos estaban furiosos, los golpes de aquellas rocas, aunque pequeñas dolían mucho y sus enojos se veían reflejados en aquellos ojos que parecían no conocer el significado de la palabra “piedad”. Libb no podía hacer otra cosa salvo intentar correr unos metros, arrojar piedras y patear otras tantas… Los lobos lo perseguían, volvían a alcanzarlo y rodeaban al muchacho que poco a poco agotaba sus fuerzas. En cuanto las bestias perdieron la paciencia, cargaron contra él de manera que no le dejaron otra opción salvo defenderse con un brazo y dos piernas; el brazo restante lo tenía indispuesto a causa de la herida en el hombro. Libb fue tenaz, pero no lo suficiente… A pesar de que salvó el pequeño en numerosos intentos de cortes y mordiscos, acabó perdiendo todas sus fuerzas en el suelo, mirando al cielo que se hallaba más allá de las frondosas hojas en los árboles que marcaban la vuelta al presente de esta historia hasta el momento. Pensó que había llegado su final, que la trayectoría había acabado, pero al parecer su agonía se mantendría acompañándolo un poco más, ya que los lobos comenzaron a aullar en forma de llamada: El resto de la manada no tardaría en llegar.
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¿Qué hacía en aquella isla? No tenía ningún motivo para estar allí, y el hecho de que sus habitantes tuvieran cierto… problema con el peso, no ayudaba para nada a estar cómodo en esta. Suspiré, mirando al panda que dormía apaciblemente en mi hombro. Me estaba quedando sin reservas de comida, y el barco en el que estaba viajando como polizón no creo que esperé por mí. Tendría que buscar otra manera de viajar, supuse mientras me llevaba las manos a los bolsillos, tenía un poco de bambú en estos y no pude evitar juguetear levemente con ellos. Al menos él no pasaría hambre.
Tras un rato andando por las calles pude ver como una escena, que podía verse en casi cualquier pueblo, un ladrón. No es que fuera algo nuevo, y ya había visitado unas islas desde mi despertar, por lo que el hecho de ver uno no me sorprendió en lo absoluto. No tenía nada mejor que hacer, así que tranquilamente seguí la persecución con mis ojos, mientras andaba a paso calmado. El sol hacía las cosas mucho más agradables, no lo tenía de frente y sería antes del mediodía según su posición, aunque no estaba del todo seguro. Lo que si era seguro, es que hacía calor, y eso me daba más pereza de la que solía tener. Al cabo de un rato los perdí de vista, pero obviamente no iba a pelear contra mi pereza, no me había dado un golpe de calor para hacer esa locura y era muy improbable que pasara. Así que seguí a lo mío, hasta que los perseguidores pasaron de vuelta, se habrían cansado. Pero lo que oí decir por su parte no era… agradable, algo de peligro, bosque y que se joda. No podía pensar como alguien podía dejar a su suerte a una persona, y durante unos segundos dudé si seguir vagueando o ponerme serio por un rato. Un poco de ejercicio no vendría mal, me convencí antes de salir corriendo hacía el bosque, agarrando al panda entre mis brazos.
Tardé un rato, básicamente porque no tenía indicaciones, pero llegué a la linde del bosque, intenté aguzar el oído pero era lo suficientemente grande como para tener que buscar al chaval. Dejé escapar otro suspiro, antes de inhalar aire y echar a correr, intentando evitar cualquier obstáculo por el camino. Aún así, trastabillé en alguna ocasión pero no fue más serio que eso. Tras una buena carrera, oí unos aullidos no muy lejanos, por lo que salí directamente hasta esa posición, esperando no haber llegado demasiado tarde.
Tres… ¿lobos? No me acordaba de ese animal, pero ese nombre me vino a la mente al verlos. Aunque no se llamaran así, tenían unas colas muy raras, como si fueran armas. Estaban rodeando a alguien, podría ser el ladrón de antes u otra persona, pero estaba en peligro. ¿Y por qué no? Tras tanta carrera me apetecía pelear un poco, por lo que me acerqué a donde los lobos, estos podían olerme dado que se giraron para mirar a donde estaba yo. Agarraba a mi mascota con un brazo y el otro lo tenía en reposo, dentro del bolsillo de mi pantalón, como era común en mí. Miré al joven que yacía en el suelo, estaba herido y había que tratarlo ya mismo.
-¿Te han dado en alguna zona peligrosa? ¿Puedes moverte con facilidad?-Le pregunté, ante la herida del hombro que obviamente, no parecía agradable de sentir, me esperaba una respuesta “grosera”.
Pero lo primero que vi llegar fue un lobo en el aire, se había lanzado de frente, supongo que esperando una presa fácil, aunque se encontró una patada que le hizo volver a pensar su ofensiva. Quizás si el chaval los distrajera con las piedras… no, mala elección, le atacarían sin piedad, tenía que pensar algo.
Tras un rato andando por las calles pude ver como una escena, que podía verse en casi cualquier pueblo, un ladrón. No es que fuera algo nuevo, y ya había visitado unas islas desde mi despertar, por lo que el hecho de ver uno no me sorprendió en lo absoluto. No tenía nada mejor que hacer, así que tranquilamente seguí la persecución con mis ojos, mientras andaba a paso calmado. El sol hacía las cosas mucho más agradables, no lo tenía de frente y sería antes del mediodía según su posición, aunque no estaba del todo seguro. Lo que si era seguro, es que hacía calor, y eso me daba más pereza de la que solía tener. Al cabo de un rato los perdí de vista, pero obviamente no iba a pelear contra mi pereza, no me había dado un golpe de calor para hacer esa locura y era muy improbable que pasara. Así que seguí a lo mío, hasta que los perseguidores pasaron de vuelta, se habrían cansado. Pero lo que oí decir por su parte no era… agradable, algo de peligro, bosque y que se joda. No podía pensar como alguien podía dejar a su suerte a una persona, y durante unos segundos dudé si seguir vagueando o ponerme serio por un rato. Un poco de ejercicio no vendría mal, me convencí antes de salir corriendo hacía el bosque, agarrando al panda entre mis brazos.
Tardé un rato, básicamente porque no tenía indicaciones, pero llegué a la linde del bosque, intenté aguzar el oído pero era lo suficientemente grande como para tener que buscar al chaval. Dejé escapar otro suspiro, antes de inhalar aire y echar a correr, intentando evitar cualquier obstáculo por el camino. Aún así, trastabillé en alguna ocasión pero no fue más serio que eso. Tras una buena carrera, oí unos aullidos no muy lejanos, por lo que salí directamente hasta esa posición, esperando no haber llegado demasiado tarde.
Tres… ¿lobos? No me acordaba de ese animal, pero ese nombre me vino a la mente al verlos. Aunque no se llamaran así, tenían unas colas muy raras, como si fueran armas. Estaban rodeando a alguien, podría ser el ladrón de antes u otra persona, pero estaba en peligro. ¿Y por qué no? Tras tanta carrera me apetecía pelear un poco, por lo que me acerqué a donde los lobos, estos podían olerme dado que se giraron para mirar a donde estaba yo. Agarraba a mi mascota con un brazo y el otro lo tenía en reposo, dentro del bolsillo de mi pantalón, como era común en mí. Miré al joven que yacía en el suelo, estaba herido y había que tratarlo ya mismo.
-¿Te han dado en alguna zona peligrosa? ¿Puedes moverte con facilidad?-Le pregunté, ante la herida del hombro que obviamente, no parecía agradable de sentir, me esperaba una respuesta “grosera”.
Pero lo primero que vi llegar fue un lobo en el aire, se había lanzado de frente, supongo que esperando una presa fácil, aunque se encontró una patada que le hizo volver a pensar su ofensiva. Quizás si el chaval los distrajera con las piedras… no, mala elección, le atacarían sin piedad, tenía que pensar algo.
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Se encontraba cazando, no por gusto si no por necesidad. había llegado apenas un par de días a la isla, después de que una tormenta casi destrozara mi barco y me dejara sin víveres ni dinero.
Una tormenta que casi me costo la vida y que estuve maldiciendo durante todo el recorrido hasta la isla. A pesar de ello, una vez llegué a la isla en la que me encontraba desee el estar en la tormenta y no en esta. la ciudad a la que llegue era extraña. Hombres, mujeres y niños, hasta los animales de la ciudad tenían sobre peso.
Me pareció raro al principio, pero nada más eche un ojo a la ciudad comprobé que un tercio de las viviendas eran restaurantes, y todos de comida poco saludable. El olor a grasa era tal que me dieron nauseas, no era nada agradable ara un felino como yo por lo que prefirió mantenerse en el bosque. Ni siquiera le valía la pena el tratar de conseguir dinero en aquel sitio.
Así se mantuvo un par de días en el bosque, peleándose por conseguir cazar antes que los peculiares lobos que lo habitaban. Igual que en ese momento, salvo por una cosa, olía a sangre y a humanos. Alguien debía estar a punto de ser devorado por sus rivales, y como Tenía también su parte humana no les dejaría.
Tomó aire e impulso, pensaba ir a su máxima velocidad con intención de llegar a tiempo, lo que no esperaba era que se le adelantasen. Había un hombre de pie, en frente de los lobos que estaban rodeando a un cuerpo desangrándose.
-No son lo suficientemente fuertes...Tsk...- Volvió a su forma humana y, desde la maleza en que se encontraba, lanzó dos de sus dagas al Lobo que se encontraba "en medio" de los tres, -hiriéndole en las patas trasera para que no pudiera moverse, una vez echo eso, volvió a su forma de puma, saltando sobre el que estaba más cerca del herido.
Una tormenta que casi me costo la vida y que estuve maldiciendo durante todo el recorrido hasta la isla. A pesar de ello, una vez llegué a la isla en la que me encontraba desee el estar en la tormenta y no en esta. la ciudad a la que llegue era extraña. Hombres, mujeres y niños, hasta los animales de la ciudad tenían sobre peso.
Me pareció raro al principio, pero nada más eche un ojo a la ciudad comprobé que un tercio de las viviendas eran restaurantes, y todos de comida poco saludable. El olor a grasa era tal que me dieron nauseas, no era nada agradable ara un felino como yo por lo que prefirió mantenerse en el bosque. Ni siquiera le valía la pena el tratar de conseguir dinero en aquel sitio.
Así se mantuvo un par de días en el bosque, peleándose por conseguir cazar antes que los peculiares lobos que lo habitaban. Igual que en ese momento, salvo por una cosa, olía a sangre y a humanos. Alguien debía estar a punto de ser devorado por sus rivales, y como Tenía también su parte humana no les dejaría.
Tomó aire e impulso, pensaba ir a su máxima velocidad con intención de llegar a tiempo, lo que no esperaba era que se le adelantasen. Había un hombre de pie, en frente de los lobos que estaban rodeando a un cuerpo desangrándose.
-No son lo suficientemente fuertes...Tsk...- Volvió a su forma humana y, desde la maleza en que se encontraba, lanzó dos de sus dagas al Lobo que se encontraba "en medio" de los tres, -hiriéndole en las patas trasera para que no pudiera moverse, una vez echo eso, volvió a su forma de puma, saltando sobre el que estaba más cerca del herido.
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Los sonidos que se escuchaban alrededor de Libb comenzaban a sonar como con cierto eco dentro de su cabeza y la vista se le comenzaba a vencer hacia los lados. En cierta forma comenzaba a perder la consciencia con una sensación bastante desagradable entre mareos, dolores de cabeza y pérdida completa de sus fuerzas. Sé que no se podría comparar jamás pero era quizá similar a estar de resaca tras una noche bebiendo mucho alcohol. Los aullidos de aquellos peludos animales tampoco ayudaban nada en aquella situación, Libb olía su final cada vez más cerca o eso pensaba… Sí, eso pensaba hasta que algo o alguien apareció a unos metros de distancia. El sujeto le habló con una voz grave… Era muy molesto entre ecos pero al fin y al cabo sus palabras fueron entendibles. Libb desvió la mirada nuevamente al cielo tras haber atendido al que parecía un hombre. —Realmente… Realmente esto es una mierda…— Su voz era débil para responder, pero aun así la elevó lo máximo que pudo para que la otra persona pudiera escucharle responder, de manera quejica y maleducada. Maldición… Sentía tanto dolor, solo quería que todo acabara, bien fuera con el final de su vida o bien en un gran susto que jamás volvería a repetirse. Uno de los lobos estaba situado muy cerca de Libb, a esa distancia podía sentir perfectamente la inquietud que sentía el animal ante la inesperada aparición, así como también escuchar la fuerte y furiosa respiración que llevaba consigo.
Miró hacia el animal ¿Cómo era posible que algo así pudiera dejarlo medio muerto? Tsk, por supuesto… Al fin y al cabo él era un mero ladrón y no un luchador bárbaro que acostumbraba a resolver todo mediante golpes y violencia. La bestia mostraba sus afilados colmillos y sus rosadas encías, la baba del lobo goteaba por su boca y caía directamente en la mano del muchacho. Qué asco. Pero no podía moverse, y de hacerlo seguramente captaría la atención del animal y eso desembocaría en el movimiento de gracia que anunciaría su “game over”. Puede que pasaran segundos, pueden que pasasen minutos, pero a Libb le pareció una verdadera eternidad todo; El tiempo pasaba en un efecto similar a cámara lenta para él. De pronto, un rayo de esperanza salió despedido desde los arbustos más alejados hacia uno de los dos lobos que mostraban hostilidad hacia el recién llegado. Aunque bueno, más que un rayo de esperanza, fueron unas dagas muy veloces y precisas… Pero eso es algo que Libb no llegó a ver jamás, pues lo único de lo que él se percató fue que las patas traseras de aquel lobo “reventaron” y salpicaron sangre, apareciendo las armas clavadas en él. La cosa no terminó ahí y fue a más, llevándose un buen susto cuando otro gran animal realizaba acto de presencia muy cerca de él, con un majestuoso salto. —¡!— ¿¡Otro depredador!? ¿¡Ahora!? La situación parecía cambiar su tonalidad de gris a negro muy oscuro, pero lo curioso había sido que aquel animal se arrojó directamente a por el lobo. ¿Enemigos naturales quizá?
Miró hacia el animal ¿Cómo era posible que algo así pudiera dejarlo medio muerto? Tsk, por supuesto… Al fin y al cabo él era un mero ladrón y no un luchador bárbaro que acostumbraba a resolver todo mediante golpes y violencia. La bestia mostraba sus afilados colmillos y sus rosadas encías, la baba del lobo goteaba por su boca y caía directamente en la mano del muchacho. Qué asco. Pero no podía moverse, y de hacerlo seguramente captaría la atención del animal y eso desembocaría en el movimiento de gracia que anunciaría su “game over”. Puede que pasaran segundos, pueden que pasasen minutos, pero a Libb le pareció una verdadera eternidad todo; El tiempo pasaba en un efecto similar a cámara lenta para él. De pronto, un rayo de esperanza salió despedido desde los arbustos más alejados hacia uno de los dos lobos que mostraban hostilidad hacia el recién llegado. Aunque bueno, más que un rayo de esperanza, fueron unas dagas muy veloces y precisas… Pero eso es algo que Libb no llegó a ver jamás, pues lo único de lo que él se percató fue que las patas traseras de aquel lobo “reventaron” y salpicaron sangre, apareciendo las armas clavadas en él. La cosa no terminó ahí y fue a más, llevándose un buen susto cuando otro gran animal realizaba acto de presencia muy cerca de él, con un majestuoso salto. —¡!— ¿¡Otro depredador!? ¿¡Ahora!? La situación parecía cambiar su tonalidad de gris a negro muy oscuro, pero lo curioso había sido que aquel animal se arrojó directamente a por el lobo. ¿Enemigos naturales quizá?
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Oí la queja, porque no era otra cosa más que eso, una queja. Respiré aliviado, al menos estaba vivo, aunque la herida que presentaba en el hombro no tenía pinta de ser… agradable. Mis conocimientos en medicina eran mínimos ahora mismo y seguramente si la intentaba cerrar la pifiara. Entonces, llego el ruido. Uno de los lobos soltó un aullido por el dolor, cuando giré la cabeza, pude ver como la sangre estaba esparcida sobre la hierba, para que justo después otro animal se lo llevara por delante ¿tendría que encargarme de otro más? Que pereza, además tenía que hacer que el herido fuera a un médico que le cerrara las heridas, al menos la del hombro.
En fin, tenía pereza pero no podía dejar morir a una persona porque si, y… oh, casi me olvido del lobo que estaba delante de mí, tendré que encargarme de es primero si… El verlo volar hacía mi por estar distraído fue una buena forma de intentar arreglar su anterior error en el cual no había planeado su ataque, pero que se dirigiera hacía mi con una furia desmedida, no fue suficiente motivación para hacerme sacar las manos de los bolsillos. Mi forma de responder al ataque fue poco ortodoxa, extraña tal vez.
Intenté pivotar sobre una de mis piernas, dando una vuelta sobre mí mismo, levantando la otra pierna, usándola para golpear a la bestia en la zona del cuerpo, aunque no fue lo suficiente para lanzarlo a volar, le había dado bastante fuerte en la zona de las costillas, probablemente tuviera una rota. Pero me placo, giramos varias veces por el suelo y el pequeñin tenía dientes y parecía querer usarlos, porque lanzaba dentelladas cada vez que tenía ocasión, a lo que yo respondía con un nuevo giro. De lo que no pude librarme fue de sus garras atravesándome el pecho, puede que no fueran igual de dolorosas que una herida con esa hacha que tenían por cola, pero puedo afirmar que hacían el efecto que querían.
Tras un rato forcejeando, supe que tenía que usar todo el cuerpo para lanzar por los aires a ese cachorrito, por lo que lo agarre del cuello, y di una vuelta para ponerlo en el suelo y estar yo encima. Cuando pude hacerlo, aproveche esa ventaja para lanzarlo, esta vez lo había agarrado en la zona del torso, lanzándole por donde había venido el otro animal. Estaba cansado, sí, pero al menos me había librado de uno, por lo que me acerqué nuevamente a la zona donde estaba el joven, esperando no tener que enfrentarme al otro lobo o algo peor.
En fin, tenía pereza pero no podía dejar morir a una persona porque si, y… oh, casi me olvido del lobo que estaba delante de mí, tendré que encargarme de es primero si… El verlo volar hacía mi por estar distraído fue una buena forma de intentar arreglar su anterior error en el cual no había planeado su ataque, pero que se dirigiera hacía mi con una furia desmedida, no fue suficiente motivación para hacerme sacar las manos de los bolsillos. Mi forma de responder al ataque fue poco ortodoxa, extraña tal vez.
Intenté pivotar sobre una de mis piernas, dando una vuelta sobre mí mismo, levantando la otra pierna, usándola para golpear a la bestia en la zona del cuerpo, aunque no fue lo suficiente para lanzarlo a volar, le había dado bastante fuerte en la zona de las costillas, probablemente tuviera una rota. Pero me placo, giramos varias veces por el suelo y el pequeñin tenía dientes y parecía querer usarlos, porque lanzaba dentelladas cada vez que tenía ocasión, a lo que yo respondía con un nuevo giro. De lo que no pude librarme fue de sus garras atravesándome el pecho, puede que no fueran igual de dolorosas que una herida con esa hacha que tenían por cola, pero puedo afirmar que hacían el efecto que querían.
Tras un rato forcejeando, supe que tenía que usar todo el cuerpo para lanzar por los aires a ese cachorrito, por lo que lo agarre del cuello, y di una vuelta para ponerlo en el suelo y estar yo encima. Cuando pude hacerlo, aproveche esa ventaja para lanzarlo, esta vez lo había agarrado en la zona del torso, lanzándole por donde había venido el otro animal. Estaba cansado, sí, pero al menos me había librado de uno, por lo que me acerqué nuevamente a la zona donde estaba el joven, esperando no tener que enfrentarme al otro lobo o algo peor.
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El felino rodó con el lobo sobre el que se había lanzado, alejándole unos metros del herido y comenzando así una fiera batalla. Sin embargo, la fuerza e inteligencia se ponían del lado de la chica, transformada. Su único problema era el la cola de este, en forma de afilada hacha, que se zarandeaba de un lado a otro, tratando propiciarle un corte en cualquier parte, con intención de quitársela de encima.
Eso le frustraba. Aquellas bestias que llevaba ignorando desde que entro en el bosque, por no entrar en territorio de otros más que otra cosa, habían estado quitándote posibilidades de caza y además ahora, a parte de intentar comerse a otra persona, cosa que no parecía dispuesta a permitir, la estaban sacando de quicio con sus molestos ataques. -Se acabo el ser amable- Pensó para sí misma, lanzándose al cuello de el animal y mordiéndole con todas sus fuerzas (unos 400 kg de presión) para axfisiarle, manchándose parte del rostro y las patas delanteras con su sangre.
-Uno menos- Dijo para sí, mientras se giraba la cabeza para mirar a los hombres y los otros dos lobos restantes.
Eso le frustraba. Aquellas bestias que llevaba ignorando desde que entro en el bosque, por no entrar en territorio de otros más que otra cosa, habían estado quitándote posibilidades de caza y además ahora, a parte de intentar comerse a otra persona, cosa que no parecía dispuesta a permitir, la estaban sacando de quicio con sus molestos ataques. -Se acabo el ser amable- Pensó para sí misma, lanzándose al cuello de el animal y mordiéndole con todas sus fuerzas (unos 400 kg de presión) para axfisiarle, manchándose parte del rostro y las patas delanteras con su sangre.
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En tal solo unos pocos minutos aquella zona que iba a ser convertida en la escena de un brutal crimen entre humanos y bestias se convirtió en un brutal campo de batalla entre miembros de esas especies… Casi. Pero vamos a ver ¿Quién era ese sujeto que luchaba contra los lobos? ¿Qué era esa bestia que había entrado en acción hace poco? Las preguntas se iban acumulando en la mente del joven Libb mientras escuchaba las feroces batallas a unos metros de donde yacía en el suelo, moribundo. Rayos… ¿Por qué este sentimiento tan amargo? Sentirse tan impotente, tan inseguro, tan inútil… Lamentarse no haría nada bueno, estaba claro, pero en su estado era un poco difícil mantenerse con la mente optimista; Desangrarse no era una actividad muy sana que digamos y el dolor tampoco ayudaba a pensar cosas agradables o con cierta facilidad.
—…Nghpf…— Resopló siendo presa de su propio dolor que recorría cada entraña de su cuerpo. Unas gotas de sudor aparecieron en su rostro de repente, en respuesta al esfuerzo que había comenzado a realizar para poder mover su cuerpo o, al menos, cambiar de postura. —¡Hmmpf..! Uffg…— Con gran esfuerzo y sufrimiento consiguió voltear su cuerpo de estar boca arriba a boca abajo, acto seguido empezó a intentar reptar por el suelo con ayuda del brazo que aún podía mover y tenía sano. —¡Realmente esto es una mierda!— Se quejaba nuevamente repitiendo la frase dicha de manera previa… Pero en esta ocasión sus fuerzas ya le habían abandonado casi por completo, su vista se nublaba y sentía mareos constantes: Estaba perdiendo la consciencia.
Con gran frustración agarró con su mano un puñado de hierba perteneciente al pasto del suelo y las arrancó con furia —M-maldición…— Y ahí quedó… Su cabeza quedó vencida completamente hasta el suelo, sus ojos se cerraron y su mente voló lejos del mundo real pese a que su corazón latía, quedando completamente sin conocimiento.
—…Nghpf…— Resopló siendo presa de su propio dolor que recorría cada entraña de su cuerpo. Unas gotas de sudor aparecieron en su rostro de repente, en respuesta al esfuerzo que había comenzado a realizar para poder mover su cuerpo o, al menos, cambiar de postura. —¡Hmmpf..! Uffg…— Con gran esfuerzo y sufrimiento consiguió voltear su cuerpo de estar boca arriba a boca abajo, acto seguido empezó a intentar reptar por el suelo con ayuda del brazo que aún podía mover y tenía sano. —¡Realmente esto es una mierda!— Se quejaba nuevamente repitiendo la frase dicha de manera previa… Pero en esta ocasión sus fuerzas ya le habían abandonado casi por completo, su vista se nublaba y sentía mareos constantes: Estaba perdiendo la consciencia.
Con gran frustración agarró con su mano un puñado de hierba perteneciente al pasto del suelo y las arrancó con furia —M-maldición…— Y ahí quedó… Su cabeza quedó vencida completamente hasta el suelo, sus ojos se cerraron y su mente voló lejos del mundo real pese a que su corazón latía, quedando completamente sin conocimiento.
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Mierda… Aún quedaban dos lobos más. Resoplé, dejando los brazos relajados, mientras hacía un leve movimiento con los dedos, estaba intentando mentalizarme. No iba a usar mis puños, era algo a lo que me había negado desde que desperté, por lo que apreté estos y los puse delante de mi rostro, iba a luchar un poco más en serio y se podía ver en mis ojos, que ardían por la furia del combate. Dos lobos… Me crují el cuello con un rápido movimiento, para acto seguido, lanzarme contra uno de los dos lobos, el cual se había percatado de mi movimiento y obviamente se había lanzado a la contra, aunque rodillazo venido desde abajo lo interrumpió en medio del aire. No parecía levantarse, así que me giré hasta el otro.
Me fijé en el hombre, que se había movido ligeramente, al menos tenía fuerza de voluntad. El lobo no parecía gustarle ese rasgo suyo, ya que parecía a punto de lanzarse sobre él. Di un pequeño salto sobre la punta de mis pies y me volví a lanzar lo más rápido que podía contra el lobo, tenía que evitar que ni si quiera se le acercara. ¿Por qué hacía eso? No lo sabía, no tenía un porque, posiblemente porque no quería que nadie pasara por lo mismo que había pasado yo. Las luces, el frio de la mesa de operaciones, el no poder recordar nada.
Cuando me quise dar cuenta, estaba delante del lobo, el cual me enseñaba los colmillos y parecía estar dispuesto a golpear, mi intención no era pelear con él, pues estaba un poco cansado y debía llevar a aquel hombre a un médico. Por eso le empujé lo más fuerte que pude, intentando que se acercara a aquella otra bestia que parecía haber acabado con uno de los lobos, y mientras yo aprovechaba para cargar el cuerpo del hombre sobre mi hombro, no pesaba tanto como para hacer que el paso me fuera costoso, pero aun así no iría muy rápido, así que esperaba que el lobo no viniera a por nosotros.
Me fijé en el hombre, que se había movido ligeramente, al menos tenía fuerza de voluntad. El lobo no parecía gustarle ese rasgo suyo, ya que parecía a punto de lanzarse sobre él. Di un pequeño salto sobre la punta de mis pies y me volví a lanzar lo más rápido que podía contra el lobo, tenía que evitar que ni si quiera se le acercara. ¿Por qué hacía eso? No lo sabía, no tenía un porque, posiblemente porque no quería que nadie pasara por lo mismo que había pasado yo. Las luces, el frio de la mesa de operaciones, el no poder recordar nada.
Cuando me quise dar cuenta, estaba delante del lobo, el cual me enseñaba los colmillos y parecía estar dispuesto a golpear, mi intención no era pelear con él, pues estaba un poco cansado y debía llevar a aquel hombre a un médico. Por eso le empujé lo más fuerte que pude, intentando que se acercara a aquella otra bestia que parecía haber acabado con uno de los lobos, y mientras yo aprovechaba para cargar el cuerpo del hombre sobre mi hombro, no pesaba tanto como para hacer que el paso me fuera costoso, pero aun así no iría muy rápido, así que esperaba que el lobo no viniera a por nosotros.
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Aquel hombre acababa de lanzar al lobo encima de ella, o casi ya que logró apartarse a tiempo de evitar que la golpeara, transformándose en forma híbrida. -¡¿Qué leches?!- Pensó molesta, aunque ya le cantaría las cuarenta a aquel burro. se transformó rápidamente en forma híbrida, con intención de acabar con él, en un rápido ataque, clavando la daga que no había utilizado aún, en el cuello de la bestia. El que más posibilidad de sobrevivir tenía, había huido y el anterior lo había matado ya ella también.
Miró al pobre animal con algo de pena, quizá tuvo sus motivos para atacarles, o eso pensaba, pero lo hecho hecho estaba. Tomo sus dagas del cuerpo de la criatura, ya en su forma humana, la figura de una joven de cabellos escarlatas, que parecía demasiado frágil, pero ese parecer era solo un gran error. Antes de dirigirse a los hombres ahí presentes, cerró los ojos del animal. -no tiene sentido comer tú carne.- Pensó, echándole una última mirada al lobo.
Tras esto se dirigió al que llevaba el panda en brazos. -¿¡Qué demonios os pasa en la cabeza!?- El haber tenido que salvarles y que encima le lanzaran un lobo encima no le había hecho gracia y su enfado era notorio.
Miró al pobre animal con algo de pena, quizá tuvo sus motivos para atacarles, o eso pensaba, pero lo hecho hecho estaba. Tomo sus dagas del cuerpo de la criatura, ya en su forma humana, la figura de una joven de cabellos escarlatas, que parecía demasiado frágil, pero ese parecer era solo un gran error. Antes de dirigirse a los hombres ahí presentes, cerró los ojos del animal. -no tiene sentido comer tú carne.- Pensó, echándole una última mirada al lobo.
Tras esto se dirigió al que llevaba el panda en brazos. -¿¡Qué demonios os pasa en la cabeza!?- El haber tenido que salvarles y que encima le lanzaran un lobo encima no le había hecho gracia y su enfado era notorio.
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¿Dónde estaba? ¿Qué hora era? ¿Qué debía hacer? A partir de que el joven de rojizos cabellos perdiera el conocimiento, su consciencia voló. Voló hasta lugares inimaginables en donde nadie sería capaz de recordar su estancia una vez abandonara aquel lugar. Se sentía liviano, como si pesara exactamente menos de una pluma. Intentó verse las manos medio trasparentadas e incluso quiso alzar alguna nota de voz pero por su boca no escapó absolutamente ningún sonido. Todo a su alrededor era tan blanco, tan vacío... En ocasiones incluso era dañino para la vista. Si, en efecto, aquel era un lugar donde no había nada por hacer, no había lugar al que ir. ¿Estaba muerto, quizá? Cerró sus ojos, tratando de hallar una respuesta en sus infinitos pensamientos que parecían tomar forma propia. Ahora mismo y como si se tratase de una nube, su cuerpo se desplazaba lentamente, similar a cuando alguien lo llevaba la corriente de un rio sereno y calmado. No, no estaba muerto pero en aquel estado tampoco se podría decir que se encontraba vivo, era muy extraño de explicar y seguramente muchos lo nombrarían como la estancia en el famoso “limbo”, ese espacio que presuntamente existía entre la vida y la muerte.
Por otra parte en el mundo “real” el cuerpo del joven Libb era cargado sobre el hombro de uno de sus salvadores, pero haría falta mucho más que eso; La herida que había en el hombre del apaleado todavía estaba abierta y en su posición, goteaba levemente un hilo de sangre que se deslizaba por lo largo de su brazo oculto atrás de la manga y asomaba a la altura de la muñeca. Estaba claro que necesitaba con urgencia un doctor que pudiese coserle la herida, ya que un hachazo no era que mereciera ser tratado como una tontería: Si continuaba perdiendo sangre iba a morir, aunque todavía le quedase algo de tiempo. Los lobos habían sido derrotados aunque él no fue consciente de eso, pues continuaba con los ojos cerrados y su respiración era bastante débil. ¿Sobrevivir o no sobrevivir? La cuestión era muy importante, ya que en el caso de la segunda, toda su partida habría terminado. ¿Y en el caso de la primera? Habría aprendido una importante lección sobre la vida y un error que no estaría dispuesto a volver a cometer en un futuro, volviéndola incluso una historia que relatar.
—Libb…— ¿Hm? Una voz muy familiar comenzó a resonar en su cabeza, volviendo la situación a estar centrada en “su limbo”. —¿Libb?— Esta vez el nombramiento fue en un tono interrogante mientras poco a poco aquella peculiar y femenina voz iba ganando cierto volumen acompañado de un leve eco. —¡Libb!— —¿Q-quién es?— Contestó esta vez el muchacho ante las insistentes llamadas de la voz. De repente, una especie de vórtice apareció de la nada justo debajo de Libb, absorbiéndolo hacia sus adentros y arrastrándolo hacia un paisaje que él conocía muy bien. Allí, logró visualizar la casa donde había crecido en su niñez durante muchos años y… La situación era de lo más extraña: Podía verse a él mismo de pequeño junto a su querida madre en el diminuto patio de la misma casa, ayudando a llevar unas cajas cuando este se había distraído con algo y caído al suelo. —Ay, dios santo… Libb ¿En qué estabas pensando?—
Era aquella voz, la misma que lo estaba llamando, por eso le parecía tan familiar. Esa voz relajada y cálida que sería capaz de apaciguar hasta el corazón más herido de la bestia más sanguinaria. —¡N-no me he distraído! Estaba un poco cansado así que simplemente me senté en el suelo— De esa forma trataba de mentir el pequeño Libb, mientras intentaba ocultar una pequeña herida que se había hecho en la rodilla derecha a causa de la caída. Su madre enseguida lo atendió con expresión preocupada. —No deberías mentirle de esta forma a mamá… Lo sabes ¿Verdad?— Ante la pregunta, el pequeño niño hiperactivo simplemente desvió la mirada hinchando de aire sus mofletes. ¿Y la versión adolescente de ese niño? Mirando con su casi trasparente cuerpo la escena desde la lejanía, nadie lo notaba, parecía estar dentro de un sueño. Él simplemente colocó una mueca de felicidad y ternura en su rostro al ver la escena, algo que nunca jamás vería nadie. Y alargó el brazo, como si intentara tomar ese pedacito de sus recuerdos y apegarlo a él, olvidándose al instante de todo lo demás que acontecía en el mundo exterior, en el mundo donde los hechos ocurrían de verdad.
Por otra parte en el mundo “real” el cuerpo del joven Libb era cargado sobre el hombro de uno de sus salvadores, pero haría falta mucho más que eso; La herida que había en el hombre del apaleado todavía estaba abierta y en su posición, goteaba levemente un hilo de sangre que se deslizaba por lo largo de su brazo oculto atrás de la manga y asomaba a la altura de la muñeca. Estaba claro que necesitaba con urgencia un doctor que pudiese coserle la herida, ya que un hachazo no era que mereciera ser tratado como una tontería: Si continuaba perdiendo sangre iba a morir, aunque todavía le quedase algo de tiempo. Los lobos habían sido derrotados aunque él no fue consciente de eso, pues continuaba con los ojos cerrados y su respiración era bastante débil. ¿Sobrevivir o no sobrevivir? La cuestión era muy importante, ya que en el caso de la segunda, toda su partida habría terminado. ¿Y en el caso de la primera? Habría aprendido una importante lección sobre la vida y un error que no estaría dispuesto a volver a cometer en un futuro, volviéndola incluso una historia que relatar.
—Libb…— ¿Hm? Una voz muy familiar comenzó a resonar en su cabeza, volviendo la situación a estar centrada en “su limbo”. —¿Libb?— Esta vez el nombramiento fue en un tono interrogante mientras poco a poco aquella peculiar y femenina voz iba ganando cierto volumen acompañado de un leve eco. —¡Libb!— —¿Q-quién es?— Contestó esta vez el muchacho ante las insistentes llamadas de la voz. De repente, una especie de vórtice apareció de la nada justo debajo de Libb, absorbiéndolo hacia sus adentros y arrastrándolo hacia un paisaje que él conocía muy bien. Allí, logró visualizar la casa donde había crecido en su niñez durante muchos años y… La situación era de lo más extraña: Podía verse a él mismo de pequeño junto a su querida madre en el diminuto patio de la misma casa, ayudando a llevar unas cajas cuando este se había distraído con algo y caído al suelo. —Ay, dios santo… Libb ¿En qué estabas pensando?—
Era aquella voz, la misma que lo estaba llamando, por eso le parecía tan familiar. Esa voz relajada y cálida que sería capaz de apaciguar hasta el corazón más herido de la bestia más sanguinaria. —¡N-no me he distraído! Estaba un poco cansado así que simplemente me senté en el suelo— De esa forma trataba de mentir el pequeño Libb, mientras intentaba ocultar una pequeña herida que se había hecho en la rodilla derecha a causa de la caída. Su madre enseguida lo atendió con expresión preocupada. —No deberías mentirle de esta forma a mamá… Lo sabes ¿Verdad?— Ante la pregunta, el pequeño niño hiperactivo simplemente desvió la mirada hinchando de aire sus mofletes. ¿Y la versión adolescente de ese niño? Mirando con su casi trasparente cuerpo la escena desde la lejanía, nadie lo notaba, parecía estar dentro de un sueño. Él simplemente colocó una mueca de felicidad y ternura en su rostro al ver la escena, algo que nunca jamás vería nadie. Y alargó el brazo, como si intentara tomar ese pedacito de sus recuerdos y apegarlo a él, olvidándose al instante de todo lo demás que acontecía en el mundo exterior, en el mundo donde los hechos ocurrían de verdad.
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- ¿Qué me pasa por la cabeza? Mmmm, quizás el hecho de que no sabía que eras una persona y podrías atacarnos, si, eso es justamente lo que pasa. Algunos lo llaman instinto de supervivencia, aunque yo prefiero salvar el culo antes de que te arranquen la garganta, creo que es comprensible. Y ahora si me disculpas, no quiero que se me muera un inocente por no llegar a tiempo.
Me gire, con la persona herida al hombro, decidido a emprender la marcha rumbo a la ciudad. En cuanto llegara allí buscaría a un médico con la mayor celeridad posible, pues como le había dicho a la mujer, no quería que esa persona se muriese antes de que pudieran tratarlo.
Sin tardar más, iba moviéndome lo más rápido posible evitando empeorar la condición del herido, cuyo nombre aún no sabía. Parecía estar soñando algo, pero no podría saber lo que era solo observándole. Quizás no debía perder el tiempo y moverme más rápido, pero temía que se empeorase por mi culpa, así que pare un segundo para colocarlo mejor y seguí descendiendo.
Me gire, con la persona herida al hombro, decidido a emprender la marcha rumbo a la ciudad. En cuanto llegara allí buscaría a un médico con la mayor celeridad posible, pues como le había dicho a la mujer, no quería que esa persona se muriese antes de que pudieran tratarlo.
Sin tardar más, iba moviéndome lo más rápido posible evitando empeorar la condición del herido, cuyo nombre aún no sabía. Parecía estar soñando algo, pero no podría saber lo que era solo observándole. Quizás no debía perder el tiempo y moverme más rápido, pero temía que se empeorase por mi culpa, así que pare un segundo para colocarlo mejor y seguí descendiendo.
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Estaba a punto de soltarle cuatro cosas a aquel "hombrecito" que, no solo le había lanzado un lobo encima cuando ella estaba intentando ayudarles, sino que le había hablado con tono grosero antes de coger a la otra persona y marcharse. ¿Qué clase de simio sin educación hacía eso? Bueno, la pelirroja sin duda aprendió la lección: "La próxima vez pasa de largo o ayuda a los animales, te lo agradecerán mejor que los hombres." Pero eso de no ayudar a alguien no le pegaba, por mucho que se dijera a sí misma aquella frase a modo de reproche mientras observaba a esos dos salir corriendo por donde habían venido. -Bueno, supongo que puedo volver a lo mío...- Se dijo antes de echar a andar, no sin antes observar el estado de los lobos.
-Parece que esta noche cenaré bien.- Exclamó al tiempo que cargaba al hombro a dos de las bestias. La tercera no podría cargarla, pero sería mejor así. No sería justo para sus compañeros de la manada no poder llorar la muerte de los caídos en combate, en especial si alguno de aquellos lobos tenía crías. Aquello era, desde el punto de vista de Mura, algo similar para humanos y animales.
-Parece que esta noche cenaré bien.- Exclamó al tiempo que cargaba al hombro a dos de las bestias. La tercera no podría cargarla, pero sería mejor así. No sería justo para sus compañeros de la manada no poder llorar la muerte de los caídos en combate, en especial si alguno de aquellos lobos tenía crías. Aquello era, desde el punto de vista de Mura, algo similar para humanos y animales.
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