Steve
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Akuma no mi
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Límite de tiempo : Sin fecha límite.
Escenario : Dawn, es una isla localizada en el East Blue, donde se encuentra el Reino de Goa. Esta isla tiene unas montañas bajas, un pueblo y un gran vertedero con un bosque en los límites de este. El Reino de Goa abarca toda la isla y está a cargo de una familia real.
Turnos :
- Número aleatorio (1,2) : 2
2 - Empieza Astor.
Condiciones :
La experiencia será igual para el que gane o pierda, es decir, la experiencia máxima será la de derrota.
Duelo amistoso.
Sin amputaciones, cicatrices ni peligro de muerte.
Astor Longdale
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Astor golpeó una piedra con la punta de sus sandalias.
Había oído muchas cosas sobre la isla de Dawn, desde las mejores observaciones hasta las peores críticas; por eso estaba allí. De alguna manera se sentía identificado con lo que una vez fue y lo que dejó de ser. Ese viejo había pasado de tenerlo todo en el mundo hasta verse durmiendo entre cajas de cartón, lo que significaba metafóricamente cada una de las historias de ese reino. Dawn era no-retorno hacia Levastos. Dawn era el espejo de su vida reflejado en cada uno de sus habitantes. Pero de alguna manera, Astor no sentía necesidad alguna de plantar los pies sobre el cemento de las calles más transitadas de la ciudad para buscar a los peores criminales de la isla; no esta vez. Y no encontraba razón alguna. Tal vez porque no lo consideraba necesario, pues de alguna manera sabía que debía dejar las consecuencias de los actos de esas personas para otro momento, o simplemente se encontraba en un estado de hiatus del que no tenía intención de escapar. ¿Se consideraba feliz? Sí, claro que se consideraba feliz. Feliz y narcisista como ninguno, teniendo la ventaja del ignorante que desconoce ciertos modos de vida y que no necesita picar de cada uno de ellos para saber cuál es su lugar.
Y allí estaba. En lo peor de la isla, aporreando piedras contra la inmundicia, la chatarra y mugre. El viejo marine se rascó la nuca, llevó la mano hacia la estrella de David que le colgaba del cuello y después se limitó a toser cual anciano de setenta años. Habían sido demasiados años en la misma labor, pero jamás se arrepentiría de nada, sus nervios de acero perdurarían hasta el día que alguien tuviera el placer de concederle la salvación.
Había oído muchas cosas sobre la isla de Dawn, desde las mejores observaciones hasta las peores críticas; por eso estaba allí. De alguna manera se sentía identificado con lo que una vez fue y lo que dejó de ser. Ese viejo había pasado de tenerlo todo en el mundo hasta verse durmiendo entre cajas de cartón, lo que significaba metafóricamente cada una de las historias de ese reino. Dawn era no-retorno hacia Levastos. Dawn era el espejo de su vida reflejado en cada uno de sus habitantes. Pero de alguna manera, Astor no sentía necesidad alguna de plantar los pies sobre el cemento de las calles más transitadas de la ciudad para buscar a los peores criminales de la isla; no esta vez. Y no encontraba razón alguna. Tal vez porque no lo consideraba necesario, pues de alguna manera sabía que debía dejar las consecuencias de los actos de esas personas para otro momento, o simplemente se encontraba en un estado de hiatus del que no tenía intención de escapar. ¿Se consideraba feliz? Sí, claro que se consideraba feliz. Feliz y narcisista como ninguno, teniendo la ventaja del ignorante que desconoce ciertos modos de vida y que no necesita picar de cada uno de ellos para saber cuál es su lugar.
Y allí estaba. En lo peor de la isla, aporreando piedras contra la inmundicia, la chatarra y mugre. El viejo marine se rascó la nuca, llevó la mano hacia la estrella de David que le colgaba del cuello y después se limitó a toser cual anciano de setenta años. Habían sido demasiados años en la misma labor, pero jamás se arrepentiría de nada, sus nervios de acero perdurarían hasta el día que alguien tuviera el placer de concederle la salvación.
Shiori Raiko
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Akuma no mi
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El olor del ambiente y la naturaleza invadía las fosas nasales de nuestro protagonista. Sí, la isla olía a vertedero, pero cualquier olor era mejor que el de su mejor amigo Gidarta. Esta vez se encontraba en Isla de Dawn, lugar totalmente desconocido para él. Llevaba la mano en alto, acariciando el mango de su espada rota, guardada en la funda. Contra cualquier bestia que pudiera salir atacaría al instante para no peligrar. Su vida se resumía en ir entre isla e isla, y a pesar de tener ya sus años, había logrado visitar casi todas las islas que se podían visitar. Pero una isla tan pequeña y sencilla, tan conocida por aquellos mares, no había sido digna de ser presenciada por el rubio. Le extrañaba y esperaba hacer algo en relación al entorno tan tranquilo. Tal vez alguna que otra mujer que manosear, eso sí sería fantástico. Su breve jornada finalizó cuando pudo observar un gran hombre, corpulento y esbelto, portando capa negra y hebras azabache deslizándose por su espalda. Meliodas, preguntándose sobre qué haría tal figura por la zona, se acercó hacia este.
-Hey, Oji-san. ¿Qué haces aquí? -Preguntó el rubio con algo de curiosidad.
-Hey, Oji-san. ¿Qué haces aquí? -Preguntó el rubio con algo de curiosidad.
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