¿Ayudar está mal? [Moderado D/Uro]

Te encuentras por la calle mayor, caminando. Con tu vaca, claro. De pronto te dan ganas (sin saber por qué) de ir por otras de las pequeñas calles. Sigues durante un rato observando como las casas se empiezan a oscurecer y empiezan las casas pobres.

Llegado un momento, estando el sol en el punto más alto, escuchas un grito y ladridos. Corres hacia el lugar del que provienen y descubren que una mujer junto a su perro se encuentran atacados por un par de bandidos que pretenden robar la casa.Se encuentran en mitad del oscuro callejón, atemorizando a la pobre mujer que está en el suelo. Uno de ellos es una mujer bajita y algo gorda. El otro bandido resulta ser un hombre, también bajito pero más flaco que la mujer. Sin pensártelo dos veces, vas a protegerlos. Son 2 personas allí. Todos van con las manos descubiertas, sin armas. Vas a atacarles.

Estos NPCs son de LVL 3.

Siempre las mismas gentes, las mismas calles, cruzando en aburrida monotonía la ciudad. ¿Que les hace moverse? ¿Qué me hace moverme?

Las cosas han cambiado, la banda... No. La familia se ha reunido y ahora era más grande, las mascotas se habían convertido en un nuevo tema del que hablar, y también del que preocuparse; carnívoros por doquier, nuevas bocas que saciar, colmilludas sonrisas de agradecimiento.

No estoy preparado para los planes que tienen en mente, no seré capaz... pero no puedo abandonarles, aunque más bien serían ellos quienes me abandonarían. Y no les podría culpar.

Tengo que ser útil para ellos, ya no soy el niño enfermo, pero quizás sí que siga siendo inutil. He de cambiar eso.

A su espalda Clarabell le seguía de cerca, intentando llegar de vez en cuando a las cebolletas que colgaban de las bolsas de la espalda de Uro. Había gastado más dinero del de la cuenta en la necesaria carga de víveres, era muy probable, si no obvio, que le echaran la bronca a la vuelta.

El muchacho volvía a visitar aquellas sensaciones lóbregas y carcomidas de su interior, con una fachada anclada en su rostro de despreocupación; y reflejando sus ocultos pensamientos,sus pasos se desviaron del alegre y concurrido sendero.

El vacío dejó de ser el centro de sus ojos, arqueando las cejas giró el cuerpo, a un lado y a otro; tentando sin querer a su pobre bestia; las paredes mudaban la piel, dejando ver las cicatrices de pinturas pasadas; el pavimento quedaba relegado a unos desgastados adoquines, ya no había coloridas macetas en los ventanales.

- ¿Dónde...- un grito afianzó sus pies al suelo, los agudos ladridos hicieron comenzar la carrera. La res, que casi había conseguido morder aquellos tiernos tallos, hizo asomar lagrimas de impotencia.

Siquiera las sombras se atrevieron a inmiscuirse, escondiéndose en los pies de sus amos, la abusiva escena dejaba a la anciana en el suelo, su pelo era un podado algodón, como así lo era el de su compañero, que ladraba con desgastados ladridos, mostrando los escasos dientes.

Dos eran los matones,la actitud y su escasa altura era lo único que les asemejaba pues parecían haber sido creados como un antónimo del otro, él era un recortado espantapájaros, escueto, agudo, de cortos cabellos pajizos; ella un caldero, su abotargada apariencia impedía la distinción de sus atributos, una cara de un maquillaje casi circense que cambiaba de color al encontrarse en la cascada de barbillas. Las ropas eran de la colecta.

- Chucho estúpidoel desgastado mocasín provocó un agudo y corto chillido, giró por instinto su cara hacia la salida del callejón, un dorado martillo había sido lanzado hacia el costado, la glotona esposa prefirió alejarse,aunque podría haberle salvado , de la trayectoria.
ÜBERFALL
El ataque fue sólo instinto, bien podrían haber llevado espadas o fusiles, ser de acero o de piedra, para él sólo eran un peligro del que encargarse. Buenaventura de que no llevaban instrumentos de guerra.

Spoiler:

Tras tu embestida, el hombre sale despedido y cae al suelo, adolorido. La mujer se mete la mano en el bolsillo y saca una pistola, con la cual apunta a tu cabeza. En sus ojos se ven lágrimas y empieza a hablar de manera triste.

-¡Déjanos! ¡Por favor! ¿¡Qué te hemos hecho?! ¡Como no te vayas, disparo!

Se empieza a mover poco a poco a lo que parecía ser su marido/novio sin dejar de apuntar. Nada más estar a su lado, suelta la pistola y lo abraza mientras grita.

-¡Qué te han hecho! ¿Estás bien? ¿¡Levántate!?

La verdad es que aquel cuerpo parecía inerte.

El choque pareció ser perfectamente elástico, las posiciones y velocidades se vieron intercambiadas, la diferencia de masas era demasiado notable. Voló debido al impacto hasta acabar bien entrado el callejón; el instinto de supervivencia la había traicionado ¿Qué iba a hacer sin su querido?
De su bolsillo, su arma, una pistola de mecha abre su boca hacia la melenuda cabeza de Uro, el pulso tiembla, pero su brazo está firme, tenso, las lágrimas afloran. Lo quiere. Suplica, ¿qué clase de monstruo ataca de esa manera? No ha de ser humano.
-¡Déjanos! ¡Por favor! ¿¡Qué te hemos hecho?! ¡Cómo no te vayas, disparo!- se concluye que su semejanza con un caldero no es exacta, es una tetera, su voz aguda se arremolina en torno al miedo, forcejeando para aparentar amenaza; se acerca a su marido, deja su furia a un lado, como su pistola. Le abraza y no responde. ¿Muerto? No sabe. Respira, pero no lo nota.
-¡Qué te han hecho! ¿Estás bien? ¿¡Levántate!?- solloza, demanda, mas él no puede oírla.
Las personas no son siempre como aparentan.
Uro ya había alargado su brazo para ofrecer a la señora un seguro apoyo. La mopa-perro sigue ladrando, no confía en extraños, siquiera en aquellos que le desean bien, aunque el golpe de aquella huesuda pata no había sido dañino, el susto fue bien fuerte.
- ¿Están bien?- oscilaba la cabeza hacia ambos ancianos, sin prestar demasiada atención al arma, pero con un preocupado deslizar de ojos hacia el desmayado.
No debería estar tan herido... No soy tan fuerte.
Clarabell llega, muge, se acerca con un trote dubitativo, permaneciendo aislada de la escena, y del peligro.

Pasa un rato sin ocurrir nada hasta que, de pronto, se escuchan pasos de personas. Son demasiados. Llegan al callejón y resultan ser marines. Todos con pistolas y espadas te bloquean el camino. Uno da un paso al frente y dice:

-¡Manos arriba! ¡Estás acusado de robo y agresión!

Le dan unas esposas y se acerca a ti con la intención de esposarte mientras otros marines ayudan a los heridos.
Tú intentas dialogar para cambiar las ideas de los marines, pero estos no atienden a ellas.

La anciana no pudo articular palabra, tan solo quejas salieron de sus labios, la orquesta de ladridos continuaba, no había sido el único en atender la sincera petición de ayuda.

La troupe había salido para ejecutar un improvisado entrenamiento, y se toparon de narices con un caso real, amontonándose en la salida apuntaron con el nerviosismo de su primera captura. Un joven que atacaba a una pareja de enamorados y a su suegra, el perro les daba la razón

-¡Manos arriba! ¡Estás acusado de robo y agresión!- se adelantó el líder del regimiento, era su obligación el arriesgarse a apresarle, el grupo entró a pequeños empujones, aislando a los individuos.
- No, no, no. Se equivocan, yo intentaba ayudar a la señora- los cañones le apuntaban con odio- - Vengo de comprar, ¿ven la bolsa? -  – Pero la presunción de los delitos no se borraba tan fácilmente. Las esposas se cerraron sobre sus muñecas.

No creo que pase nada, llegaremos al sitio, explicaré y seguro que todo se soluciona. Siempre se solucionan las cosas. Al menos ahora están a salvo .
Se pusieron en marcha, Clarabell se veía inmersa en el regimiento, les facilitaría llevar aquellas “hurtadas” viandas.

Tras una ardua caminata, terminasteis llegando a la base marine. Era tarde, casi por la noche. Lo primero que hicieron fue encarcelarte junto a tu vaca. Seguramente la terminaran usando de señuelo para que te delataras. Pasaron las horas hasta que llegó otro marine, abrió la puerta y te sacó a empujones hacia otra sala. En ella había una especie de pequeño juzgado. Estaban los atracadores (con ropas normales) y el marine que dio el paso al frente. Te llevaron a una silla, atado de manos y te empezaron a juzgar.

El ocaso caía, la celda era oscura,fría. Uro agarraba la jaula de la celda, mientras Clarabell reposaba, incosciente del peligro en el que se encontraba.
- Esto no me gusta nada. Seguro que cuando llegue me echan la bronca  - dijo en tono agrio y suspiró, intentó meter la cabeza entre los barrotes para ver en aquel pasillo rastro alguno de vida, pero no pudo.

Los tacones rodeaban con su eco la estancia, una marine abrió la puerta.
-  Por fin... ¿podemos irnos?  - la mujer tenía aspecto de bibliotecaria, burocrática y excesivamente estricta. Le derribó la esperanza con una mirada.
- Sígame. - más ya le había empujado, no podía perder el tiempo cuando las causas eran tan obvias, odiaba a los delincuentes con toda su cuadriculada alma.

La sala era un improvisado juzgado, una estancia antes vacía que había funcionado como un interrogatorio, a la izquierda de la puerta unos apenados ladrones con sus entrenadas cohartadas, a la diestra, un par de sillas, la única ocupada lo era por el capitán del regimiento, que intentaba poner su flequillo lo más decente posible, infructuosamente.

Aún llevaba los grilletes, con un gesto le mandó sentarse, así lo hizo; comenzó el juicio.

- Ha sido acusado por los señores Leblanche de atacar a una pobre dama con su perro, así como de intento de robo y posterior agresión al señor Leblanche.- improvisó ceremoniosamente.

-  ¡Eso, y mi estomago no se encuentra bien desde entonces! - la interrupción fue aniquilada con una mirada aterradora que reposaba tras aquellas gafas.

- Pues yo no he hecho nada. Escuché gritos y encontré a esos dos frente a la pobre señora y su perrito; así que le alejé, que le dio una patada al pobrecito, y a saber que le habría hecho a la abuela  - obcecado, directo, sincero... una buena fachada para un ladrón.

Hacía demasiado tiempo que no había una cabeza de turco que mostrar a sus superiores, para exhibir su buen trabajo como supervisora de seguridad. No. Debía de encontrar un bandido, y pronto.

Intentas de todas maneras zafarte de condena alguna, mas tus intentos son en vano. El juez está obsesionado con que tu eres el culpable de todo y aquel ladrón actúa muy bien. Tras un tiempo de diálogo, da su veredicto.

-Sr. Uro. Intento creer cada palabra que me dice. Pero de verdad, que no puedo. Según mi opinión, es culpable. A continuación le dejaré elegir dos condenas:

-Le ofrecemos ser un marine. Podrá serlo y será librado de todo cargo en su contra.

-Puede quedarse en una pequeña cárcel hasta dentro de 3 años.

Usted decide, Uro.

Te lleva de nuevo a la cárcel y te deja reflexionar una hora entera. Luego vuelve la sra. y te lleva de nuevo a empujones al juzgado para que des tu opinión.

-¿Y bien, Sr. Uro? ¿Qué decide?

Por mucho que repita la verdad no la oyen, ¿qué mas puedo hacer?

- Señor Uro- la cabizbaja y pensante cabeza se alzó- intento creer cada palabra que me dice - que mejor que un reformado delincuente para el currículum, es fuerte, mucho más que los nuevos reclutas, llegará lejos y yo aumentaré mi rango y privilegios por haberle descubierto.- c] Pero de verdad, no puedo. El veredicto es... Culpable.- unas sonrisas afloraron, una mueca de desesperanza también, alzó un dedo- c] Pero...

La pareja giró la cabeza, ni peros ni peras.

- Podrá elegir entre dos condenas. Una, los tres años pertinentes en la cárcel... o dos... ingresar en el cuerpo de marines para enmendar sus actos poniendo esa violenta actitud en manos de la justicia. Usted decide.

Uro fue llevado de nuevo a la celda, no podía resistir, le habían empujado como a una cáscara vacía, pero un lametón le sacó del estado.

Acaricio la frente del ganado agarrando su quijada --  Los chicos me van a matar...

Una primera decisión fue tomada, quizás fue el miedo a salir de aquella isla, a enfrentarse a peligros desconocidos, a resultar otra vez una innecesaria carga, la seguridad que le podrían ofrecer.

Volvió en una hora de contradictorios pensares, de regreso al juicio.

-  ¿Y bien?- ladeo su cabeza ligeramente, esperando una respuesta. La pausa se hizo más larga que aquella anterior hora.

-  No voy a quedarme en la cárcel tres años.- Su plan había funcionado, que maravilla de informe haría. --  Pero - un informe roto.- - tampoco puedo quedarme a ser un marine, mi familia me espera, ellos no me necesitan... pero la gente no necesita marines que encierren a inocentes,como yo.

¿Cómo se atreve?, los puños se cerraron.

La respuesta trastocó al juez.

-Visto lo visto, no quiere acatar ninguna de las dos condenas. Quería ser bondadoso con usted, mas no acepta mis opciones. Le dejaremos en la cárcel, ya que no quiere ser marine.

De nuevo, la mujer te llevó a empujones a la celda. Te metió en ella y se fue. Pasaron las horas sin que ocurriera nada. A la noche, escuchaste pasos y viste como una sombra se acercaba. Era uno de los marines que te encontraron en la escena del crimen.

Se acercó a tu celda, la abrió, te quitó la esposas y te miró a los ojos.

-Bien, te voy a sacar de aquí. Te creo y conozco de buena mano a la gente como ellos. Son unos mentirosos, es verdad. Sígueme y en escasos minutos estaremos fuera. ¿Vale?

¿Confiarás en él o te irás por tu cuenta?

Intolerable, que se pudra en la cárcel pues.

-Visto lo visto, no quiere acatar ninguna de las dos condenas.- podría haber llegado lejos aquí, pero no es más que un niñato orgulloso- Quería ser bondadoso con usted, mas no acepta mis opciones. Le dejaremos en la cárcel, ya que no quiere ser marine.

A empujones más violentos fue encerrado de nuevo. No tenía manera de escapar, al menos no se habían llevado a Clarabell... aunque no tardarían en hacerlo. Debía pensar algo para escapar. Tranquilizó a su amiga, y lo consultó con la almohada.

La noche aplastó el edificio, pero allí dentro no necesitaba entrar. Los pasos se acercaron apresurados, y alguien abrió la verja.Un testarazo de su mascota le sacó del sueño, era otro marine, uno que creía haber visto entre el tumulto. Llevaba unas pesadas llaves con las que abrió las ataduras del muchacho.

-Bien, te voy a sacar de aquí. Te creo y conozco de buena mano a la gente como ellos. Son unos mentirosos, es verdad. Sígueme y en escasos minutos estaremos fuera. ¿Vale? - tenía prisa, tenían que salir cuanto antes, si no, todo el plan fracasaría.

Al menos alguien le ayudaba por una vez. Asintió, la cabalgata discurrió por el pasillo, terminada en cuartos vacunos.

La marcha llevaba ritmo rápido, pues ninguno de los dos quería que lo descubrieran. Era muy tarde, hacia las tantas de la mañana y solo se veía unas pequeñas rayas de luz provenientes de la luna que cubría el cielo. Todos los demás presos estaban dormidos aunque os asustaron algunas veces por gritos en sueños.

Finalmente, terminásteis por llegar a una zona donde estaba la sala en la que se encontraba el guarda nocturno, el que hacía el turno de la noche. Se encontraba sentado, medio dormido y con las llaves al lado, las cuales necesitaríais para abrir la puerta exterior y salir de allí.

No hubo demasiado problema en cogerlas, pues ni se dió cuenta. Os alejásteis y a una distancia prudente mirásteis las llaves. Cada una de ellas llevaba una etiqueta que mostraba su utilidad:

-Salida de la base.

-Sala de tesoros requisados.

-Armería.

-Sala de entrenamiento.

¿A donde irás?

El trote de los cascos indicaban la marcha, la caravana discurría por los pasillos lo más sigilosamente que le era posible, cosa que no debería ser suficiente, pero como se dice " La suerte está de parte de los necios", ronquidos, sueños irremediablemente profundos, y por último un guardia tan encadenado al mundo onírico que siquiera se dio cuenta del hurto de sus llaves.

Alejados del mismo por miedo a un improvisado despertar la comitiva miró las etiquetas de las cuatro llaves.

"Salida. Armería. GYM. Requisa"

Podían salir, ese era el deseo del marine,llegar lo antes a la salida. Tambien lo fue el de Uro, hasta que le sobrevinieron seis sombras.

"Te mandamos a comprar comida, eres el cocinero... y siquiera puedes hacer eso. Tengo hambre, comámonos a la vaca. Esperaba más de tí. Nos has decepcionado. Inutil. No vengas"

Debía recuperar sus viandas.- Tu que sabes donde está, he de ir a coger mi comida.
" Tu eres tonto", era la expresión de la cara, pero vio que no iba a convencerle de lo contrario, tardarían más si discutían. Aceptó.

A paso lento e intentando ser lo más silenciosos posibles ibais por el pasillo hacia la sala de requisamientos. Tardaste en llegar bastante rato, más de lo normal. La puerta estaba blindada con 3 cerrojos que resultaban totalmente iguales. Bastante inútil ¿no? Abriste la puerta en un momento y te encontraste con una gran sala, de un tamaño considerable. Estaba casi vacía, solamente se dejaban ver pequeñas cosas de valor dudable.
Un pequeño saco de monedas se veía a la lejanía, al igual que una espada bastante larga. También se dejaba ver unos objetos que seguramente tenían más valor personal que monetario, como guitarras y violines.

Claramente, también estaban tus cosas allí. Un gran saco que eclipsaba las cosas que tenía alrededor.

Pasaron los minutos, el marine se impacientaba cada vez más. En cualquier momento podrían descubrirles enmedio de la base; además, una sospecha ligera como la pluma se arrimaba en su oreja, acariciando su oído. "Seguro que quiere robar algo más..."

La enorme blindada se mostró, tres enormes candados la guardaban... más los tres pertenecían a la misma llave; aunque pueda parecer algo inutil, que lo es, para quienes no tuvieran disponible la llave, forzar tres cerrojos sería costoso en tiempo y silencio.

Una vez pudo pasar, Uro se deslizó entre los pequeños tesoros al unico que le importaba, la comida ; ante una incrédula pero satisfecha mirada del marine volvió, pareciendo más una mula de carga que un respetable ciudadano.

La comitiva volvió a ponerse en marcha una vez el ganado fue cargado con parte de peso y la puerta vuelta a cerrar.

Hacia la salida.

Caminar a la salida parece fácil ¿no? Pues puede no serlo. Llegaste otra vez a la zona donde dormitaba el guarda nocturno, esta vez despierto. Te iba a ser difícil atravesar esa zona con tu sigilo inexistente y con una vaca. ¿Cómo lo ibas a hacer? Aunque al minuto de esperar se volvió a dormir. Los guardias eran muy estúpidos.
Dejaste que el marine te guiara a la salida hasta que llegaste, abriste la pesada y grande puerta de la salida y os despedisteis.

-Intenta esconderte nada más salir. Si vas por el camino principal te cogerán. - Te dijo el marine antes de ingresar de nuevo en la base.

Si ibas por el sendero principal, te iba a ser todo mucho más rápido. Y por otro camino ibas a pasar un largo rato caminando entre matas, arbustos y piedras.

¿Qué elegirías? ¿Comodidad o seguridad?

De camino a la libertad, el marine detuvo la comitiva en la esquina, el guardia volvía a estar despierto... chasqueaba la lengua con un sueño inminente, se rascaba, y no tenia preocupación en confirmar la presencia de sus llaves.

- Esperemos, no tardará en dormirse...- susurró el marine. Efectivamente, no pasaron ni sesenta segundos para que la vigilia desapareciera. - Vam... ains- Uro también se había dormido.

No despertó hasta la salida, siendo arrastrado por la res a base de un continuo empujar de testa.

- Intenta esconderte nada más salir. Si vas por el camino principal te cogerán.- cerró tras de si, llevandose la llave. Ojalá Uro lo hubiera oído, pero estaba ubicándose en su nuevo entorno, frotándose los ojos, aún no era persona.

"Qué bien que todo haya terminado" pensó, atravesando la arteria de la ciudad.

Caminabas tranquilamente por aquel camino cuando de pronto escuchaste un agudo sonido. Correspondía a unas sirenas localizadas en la base marine. Te podían haber descubierto. O quizás ocurría algo internamente en la base.

Pero todo esto quedó desmentido en el momento en el que viste que se abría la puerta de la base y salían corriendo decenas de personas. Por su localización y por sus ropajes se notaba que eran presos. Salían corriendo con demasiadas ansias.

Cuando todos pasaron y saltaron la puerta salió el anterior marine, haciéndote gestos con la mano. Parecía decirte adiós. Tú simplemente seguiste tu camino recto ignorando la base.

Mas notaste de nuevo otro sonido. Esta vez más grave. Eran pasos, muchos pasos. ¡Venían marines!

Nunca había escuchado tal ofensa al silencio, un estruendoso y cíclico pitido, una alarma.

- Estúpida música.- alzó el ritmo, intentando alejarse de aquel inmundo ruido, y parecía que más personas hacían lo mismo.

Pero no eran comunes personas, sino otros presos liberados, que, no dependientes de carga y vacas agolpaban sus pies contra el adosado, intentando esconderse entre callejuelas, alejándose lo más posible de sus captores.

Un tronar de pasos venció al molesto sonido, una estampida de marines recién levantados. Nada bueno. Aunque habían ganado mucho terreno, y se diseminaban para atrapar a los escapados no tardarían mucho en cogerles.

Con las manos en los oídos, avanzaba, con la prisa de evitar una bronca por la cena, y no por la preocupación de aquellos pelotones, que le eran ignotos.

Tras evadir a los marines, que se concentraban en los criminales que escapaban a la carrera, te encaminaste a tu barco. Tardaste bastante tiempo en llegar y en el camino te encontraste de nuevo el callejón fatídico. Decidiste no entrar de nuevo e ir directo a tu barco, para que así no te echaran la bronca. Llegaste, cargado con la gran bolsa. Tus amigos pasaban de ti... descaradamente. Hasta desde allí se veía el estruendo formado por los criminales fugados de la base.

Sorprendentemente, la dama fortuna le sonrió, más aún, filtreaba con él de manera demasiado evidente, mandando le tales regalos que él ignoraba. Los marines se concentraron en los huidizos sospechosos, pasando de aquel estrafalario par.

Atravesaron el comienzo, pero ahora el miedo le empujaba a volver con ellos, el muelle olía a alcohol y vómitos, más el hambre del barco golpeaba más allá de todo repugnante olor.

Las latas habían sido abiertas con pequeñas garras, algunos ya dormían, y los otros le dedicaban miradas de desagrado. "No es hora para disculparse, hablaremos mañana".

Fueron las verduras más estropeadas su única cena, o más bien la de su vaca, no le apetecía probar bocado. El rugido de las bocinas y algún ocasional grito remodelaban la noche, pero aquellos ruidos no eran molestos para él, pero sí el murmullo de su propia impotencia.