Esta película me suena... [Moderado 3] [Boss]

Te hallas en el hall del edificio de East Blue Films, una de las mejores productoras de cine de todos los mares. Allí, le dices a la recepcionista que vienes a presentarte al casting de su nueva película: "La madrina", una comedia ambientado en un mundo retro-futurista donde tanto la tecnología como las mafias están a la orden del día, pero de eso ya deberías saberlo, ¿no? Al fin y al cabo, habrás estudiado para el casting... ¿verdad? En cualquier caso, la recepcionista te manda a la segunda planta, donde al fondo a la izquierda te encontrarás una sala con mucha gente, la mayoría hombres presentándose para el papel del protagonista, de aquel que tu quieres interpretar, Capo Cabriola, miembro de la familia Corl... digo, Cabriola. Allí, tendrás que hacer tiempo y tu decides si no hacer nada o repasar tu papel como Capo hasta que te llamen. En cualquier caso, y a pesar de todo el gentío que hay en la sala, tu eres el que entrará después del próximo.

Capo:

Alphonse había esperado más de tres horas a que el edificio abriera, pero justo en el momento que consideró preciso ir a tomar un pequeño desayuno, el tropel de actores se le adelantó. Último en la fila, con un croissant en la izquierda y un café en la derecha, lamentó su decisión con un largo suspiro. Dedicó el largo tiempo en la cola a observar con interés el edificio de cuatro plantas que tenía a su lado.

Tenía un diseño simple, con una fachada repleta de ventanas que daban a pequeñas oficinas en las que los técnicos se afanaban por tenerlo todo listo para la siguiente película y los guionistas se tiraban de los pelos para terminar de escribir las páginas a tiempo para su jefe. La arquitectura contrastaba deliciosamente con el caos de sus empleados, cargando papeles arriba y abajo en la búsqueda de una oportunidad para hacerse famosos. Bueno, famosos en sus respectivos, porque era bastante raro que alguien conociera el nombre del técnico de sonido o del guionista de su film preferido, reflexionó Alphonse dando un pequeño sorbo a su café, tan negro como su impecable traje.

El último de los Capone sabía que todo casting se basaba en una única cosa, la primera impresión, por lo que había decidido poner a punto su vestuario con un clásico smokin monocromático que contrastara con la impoluta camisa blanca que, a su vez, enmarcaba una corbata de nudo Windsor, también negra. A sus pies, su equipaje. La maleta que se había acostumbrado llevar tanto tiempo atrás había sido sustituida por un práctico maletín azabache que bien podría haber sido el complemento perfecto para un buen hombre de negocios o para un director de pompas fúnebres. Claro está, un mafioso tenía un poco de ambas.

Terminó su desayuno antes de que la cola avanzara y por fin llegó al mostrador. Contempló a la secretaria, una mujer de media edad que intentaba huir del paso del tiempo bajo gruesas capas de maquillaje,  le hizo dos simples preguntas.

- Buenos días, ¿podría usted decirme dónde puedo encontrar el casting para “La madrina”? El papel es el de Don Cabriola- concretó, sonriendo con una amabilidad impropia para su personaje-. ¿Y sabría decirme dónde puedo tirar esto?- solicitó agitando el vaso entre su dedos.

Tras darle las gracias por su amabilidad-la tuviera o no- y deshacerse del vaso en una papelera cercana, el amable caballero subió las plantas sin ningún tipo de prisa. Sabía que obtener el papel no sería fácil, ya desde la mitad del pasillo podía oírse el tumulto de muchachos que habían decidido que el papel protagonista debía ser suyo. El joven actor abrió la puerta de un solo movimiento y entró dándose la vuelta.

-Tú serás el siguiente y luego irás tú- mandó la becaria señalando finalmente al recién llegado. Qué suerte, pensó el pobre desgraciado con ironía. No había tenido tiempo de leer el guión, qué demonios, ni siquiera tenía uno. Mientras llegaba su turno se dedicó a jugar con su voz para tenerla lista para su actuación, a la vez que disfrutaba de un pequeño repaso de alguna que otra línea e impresión de los allí presentes. Todos se esforzaban por mantener un tono serio, una caballerosidad innata y, sobretodo, una actitud paternalista como buen patriarca. Por unos segundos pensó que siquiera le haría falta interpretar… y entonces fue cuando, de un pequeño vistazo a la portada, pudo ver la temible palabra escrita bajo el título: “Comedia”.

En ese preciso instante maldijo al periódico que había sostenido entre sus manos y que con tan pocas palabras había descrito simplemente: “Se necesita hombre de mediana edad, serio y formal para interpretar al Capo Cabriola en “La madrina”— East Blue Films". Algo en él le empujó a marcharse para no tener que hacer el ridículo delante de la pantalla, pero rápidamente recordó que necesitaba el dinero. Y mucho.

Tras unos minutos, las puertas dobles que dan acceso a la sala de rodaje se abrieron de par en par, saliendo de esta el actor que había entrado el último. Tu eres el siguiente, y eres consciente de ello. Una voz sale de dentro de la sala, una voz que dice "Siguiente", y es a partir de esa orden cuando te diriges hacia dentro.

Una vez has entrado, alguien se te empuja al escenario, no sabes quién. El director, que se halla tras los focos, haciendo más complicado que tú lo puedas ver, enuncia algo que deberías escuchar con atención si no quieres pifiarla a la primera de cambio.

"Vamos a ver, te explico. Capo Cabriola se encuentra junto con su compañero Vite Cabriola, a punto de entrar a la mansión del mafioso Nanaglia, dispuestos a negociar sobre la distribución de los distritos de New City. De ti depende totalmente el cómo se desarrolle la situación. Recuerda, no actúes como Capo lo haría... ¡sé Capo!"

De pronto, un holograma representando una calle con edificios tanto delante como detrás de ti se presenta. Unas máquinas voladoras que en la película llamarán "Naves de carretera" pasan por encima de tu cabeza. Un actor se coloca al lado de ti, representando al anterior mencionado Vite Cabriola. Ambos lleváis ahora una pistola láser, que se te ha sido colocada mágicamente, como la fedora que ahora llevas en la cabeza. La escena empieza, prepárate.

"Los Nanaglia estarán tras esta puerta, esperándonos... Capo, no me fío de ellos, y tu tampoco deberías. Necesitamos planear algo por si acaso algo sale mal."

Aspecto de Vite:

Antes de que el muchacho pudiese reaccionar, ya había sido lanzado y escupido bajo los focos. La pequeña introducción de la sombra que orquestaba la escena no le había dado toda la información que necesitaba. ¿Era una comedia de situación? ¿Era un reducto absurdista? ¿Cómo estaba orientado un personaje serio y calculador para ser… cómico? Quedó aún más confuso  cuando la escena se materializó a su alrededor y sintió la sombra de un sombrero posado sin peso sobre su cabeza.


Respiró hondo, manteniendo un gesto adusto en todo momento, sumergiéndose en su papel. Escuchó las palabras de su fiel consigliere sin moverse del sitio, sin perder la vista del centro de la escena, donde debía situarse la mansión de la familia Nanaglia. Y luego, cuando le informó de su preocupación, cerró los ojos, inclinando ligeramente la cabeza al frente para luego volver a abrirlos y dedicarle una mirada ladeada de reproche a Vite.


-¿Ahora? ¿Me dices esto a diez metros de la puerta de su casa? ¿No has tenido tiempo en el trayecto de cuarenta y cinco minutos en la nave?- le dijo con un sarcasmo que ocultaba, y no demasiado bien, su profunda ira. Suspiró, volviendo la vista al frente intentando no dejarse llevar por el impulso de calzarle una colleja a su hermano. Alphonse podía imaginarse que su personaje pensaba que "Siempre era él quien tenía que ocuparse de todo, y siempre era Vito quien le agobiaba con su pesimismo"-. ¿Hasta dónde llegan tus sospechas?- preguntó, haciendo patente que, a pesar de todo, valoraba la opinión de su hermano- En una escala del uno al diez de incertidumbre, siendo uno “¿Me pasará algo por comerme el yogur que ha caducado hoy?” y siete “¿Esa nuez no es un poco grande para una mujer?”, ¿qué le pondrías a esta situación?- inquiriría con interés, esperando una respuesta.

Si aquella nueva y falsa realidad podía contestarle, el actor tenía la respuesta apropiada que darle según su número.


-Del 1-6.99: Bueno, entonces creo que puedes relajarte.
-7: A la tercera va la vencida.
-7-10: En la vida hay que atreverse a correr riesgos.


Y por último, si le preguntaba a qué se correspondía el mayor número de la escala, también tenía una ingeniosa respuesta que decir camino a la entrada principal.

-Para una incertidumbre tan grande solo he encontrado dos ejemplos. El primero, "¿Me ama tanto como yo la amo a ella?"- Que dicho con la mano en el pecho y el sufrimiento de desear saber impreso en el rostro y en la voz serviría de sentido contraste para el toque de gracia final-, y el segundo, “¿Me he dejado el horno encendido?"... Por cierto, ¿me lo he dejado?

Sin duda, el actor que se presenta al casting va por el buen camino. Con aquellos diálogos improvisados, consigue cautivar al director, el cual tiene que reprimir una carcajada para no detener el casting. El actor que representa a Vite, sin embargo, se halla pensando en una respuesta para Capo, actuando como lo haría su personaje.

"Oh, dios mío... diría que es un diez, Capo. No me fío nada de estos tipos... " dice este, antes de recibir la respuesta que Capo le va a dar de vuelta.
"Capo, Capo, Capo... joder... ¡¿Nos lo hemos dejado encendido?! " exclama el joven Vite.

De lo que los Cabriola no se han dado cuenta es que había un tipo trajeado parado en la puerta, que yacía abierta, observado la situación sin expresión alguna en su rostro.

"Eh, vosotros dos. Entrad de una vez, los ovarios de la jefa están que arden de tanto esperar."

Ambos pasan oyendo como la puerta se cierra tras ellos. Bajan las escaleras hacia una especie de sótano de grandes dimensiones en la que hay dos filas de hombres trajeados con gafas negras a cada lado. Al fondo de la sala, donde vosotros os halláis dirigiéndoos en estos mismos instantes, hay una mesa con tres sillas, una de ellas ocupada por una mujer que no llegáis a distinguir bien hasta que no os acercáis. La mujer en cuestión se trata de una octogenaria, la cual posee una mirada que os penetra a ambos en el alma, esta os invita a sentaros, y vosotros lo hacéis.

"¿Cabriola, verdad? Bien, ahora que estáis aquí vamos a sacar el mapa. " dice de pronto la anciana. Una música empieza a sonar en una radio que hay detrás de la mujer, una extraña canción que habla sobre un mapa. "¡Apagad eso, imbéciles! ¡Esto es serio!" grita esta, dando pie a una tos que hace acercarse a un señor trajeado a darle palmaditas en la espalda, ganándose una tremenda reprimenda. Por supuesto, a la vieja no le gusta que nadie le toque, por eso decide dispararle a la pierna con una pistola que ninguno de los dos Cabriola habían visto siquiera. Tras todo esto, por fin traen el verdadero mapa, el cual colocan en la mesa. Un mapa de New City, con fichas azules y rojas encima, dispuestas a ser colocadas en los distritos respectivos. Es hora de negociar. Capo tiene todas las miradas puestas sobre él.

¡Decisión!:

Señora Nanaglia:

Canción del Mapa mencionada, para interesados:

Aún cansado de su actitud, pero acostumbrado a ella como a un insistente sarpullido, Alphonse, como Capo, dedicó una larga mirada de paternal preocupación a su hermano. Se siente algo culpable por haber compartido su pequeña angustia con el pobre neurótico, sobretodo teniendo que aguantarle el resto del día.

-Tranquilo, Vite, si me lo he dejado encendido ya no podemos hacer nada- diría, arreglándole el cuello de la camisa descolocada por su nerviosa actitud. Tras eso, apretando la corbata, quizás demasiado, añadió con un susurro enfadado-. Y cuida el lenguaje, estamos aquí como invitados.

Y la soez intervención del agente de los Nanaglia no pudo llegar en mejor momento para hacer de contrapunto. El joven actor hizo un leve gesto, un movimiento exhasperado de sus ojos, que hizo caer levemente su cabeza hacia un lado, delimitando el chiste tan magistral- y oportunamente- escrito.

-El sombrero- susurró tras quitarse el suyo y ver como su compañero no se descubría la testa en el interior. Qué mala educación. Negó levemente, sabía que no sería la primera ni la última vez que tuviese que recordárselo.

Mientras bajaban al sótano, el joven Don intercambió un par de miradas con su consigglieri antes de volver a mirar al frente. ¿Por qué? Bueno, la situación lo necesitaba, y tenía que dejar patente a su hermano que estaría ahí para dar la cara por él aunque aquellas escaleras llegasen al más profundo de los infiernos.

Tras sentarse y contemplar la pequeña escena con gesto adusto, Don Cabriola dejó pasar unos segundos y luego se levantó. Anduvo hacia el pobre desgraciado al que le habían disparado y se acuclilló para detenerse a mirar la herida. Le tendió la mano y le ayudó a levantarse, acercándolo a su hermano.

-Vite, haz el favor de acompañar a este caballero a la planta de arriba para que puedan atenderle. No te preocupes- dijo en un tono tranquilizador a la vez que le daba al muchacho como relevo-, no tiene nada grave.

Alphonse esperaría a que su "hermano" se levantase, probablemente sin entender el curso de sus acciones, y acatara las órdenes. Una vez cogiera al pobre desgraciado sacaría su pistola lentamente y se la ofrecería.

-Y llévate esto, supongo que deberían habernos desarmado arriba, ¿pero quién se toma las molestias?- dijo con ironía, buscando un lugar donde dejarlo para finalmente, acercárselo a la boca y colocársela como un mordedor para bebés. Si no abría la boca simplemente añadiría con una pizca de malvada ironía-. ¿Seguro que quieres llevarla en otro sitio? Mira que si se dispara…- Y con eso debería bastar para terminar con la parte graciosa de la escena.

Permanecería de pie, esperando a que la puerta se cerrara, ignorando al resto de los allí presentes hasta asegurarse de que su hermano estuviese sano y salvo. Luego se sentaría como si nada hubiese ocurrido. Alphonse quería asegurarse de que no hubiese nadie que le quitara protagonismo.

-Empecemos de nuevo- diría tranquilamente, entrelazando sus dedos sobre su vientre y apoyando su espalda bien recta en la silla-. Buenas noches, Doña Nanaglia, le pido disculpas por nuestro retraso, el tráfico es un horror a estas horas. Le agradezco que me haya invitado a este encantador sótano para discutir el futuro de la ciudad, seguro que el resto de la casa está decorada con tan buen gusto, si no más- diría amablemente, sin ningún tipo de ironía en su tono aunque esta quedaba bastante implícita.

Dicho esto miraría el mapa con lentitud, disfrutando de cada trazo, pero, sobre todo, leyendo la información impresa en él intentando que no pareciese que lo hacía. Entonces, recabada la información y forzando a las musas, volvería su vista a la anciana con el retorno de la seriedad a su gesto.

-En un principio tenía pensado honrarla con un pequeño sistema de adquisición de territorios, un juego, si así lo prefiere. Le iba a decir que cada uno escogiéramos los territorios del otro, usted empezaría, probablemente dándome el peor de todos, y yo la honraría dándole Manahatan. Acabaría usted con dos de los territorios más ricos y yo con los otros tres- explicó con soltura, como si hubiese orquestado la estratagema durante días y con tanto cuidado como se estudia un examen final. Tenía pensado darle a aquella bruja más de lo que merecía. Tenía.

Entonces, tras una pequeña pausa cambió la profundidad de su rostro, entrecerrando los ojos al recordar el disparo que le había hecho cambiar de opinión. Chasqueó la lengua, considerando necesario explicar el porqué de sus acciones.

-Nunca me ha interesado el dinero, no más de lo necesario para asegurarme que mi familia puede vivir bien si sigue esforzándose. Yo no soy un hombre que viva en mansiones- dijo moviendo la mano, agitándola suavemente para señalar su entorno-, rodeado de cientos de guardias pagados que se apostan como piezas de un ajedrez a los lados del tablero. Me considero un tipo bastante corriente, un padre, un hermano, un hijo…- continuó, realizando los ademanes propios de su monólogo-. Pero cuando este mundo te impide cuidar de tu familia, cuidarla como se merecen, te vuelves un poco… cruel. Me gustaría pensar que usted también empezó así, que quería tanto a su familia que cargó con toda la responsabilidad y que, ahora, a su edad, no quiere que nadie tenga que sufrir todo lo que usted ha sufrido. Me gustaría seguir pensándolo como lo hice cuando llegué aquí, con todas esas historias sobre lo que había hecho en sus tiempos mozos para llegar hasta donde está ahora… o mejor dicho, donde estaba hace un par de años. Decae, muere y desaparecerá de esta tierra con el temor de que su legado no pueda ser perpetuado por la gente que usted misma alejó del peligro. No puedo reprochárselo- admitió-, es una buena madre, quizá demasiado buena como para hacer que sus hijos sufran las penurias de la realidad. No hay nada más cruel que la realidad- reafirmaría, aprobando el comentario con leves movimientos de cabeza.

Respiraría hondo, ladeando la cabeza con cierta decepción y mirando a la seria anciana.

-Y hoy, esta noche, usted se ha encargado personalmente de destrozar el pedestal en la que la había puesto con su mala educación y su poco respeto por la vida de otros. Se ha revelado como una vieja antipática y despótica que no se preocupa del aspecto humano de sus negocios- acusaría con gravedad, para luego variar su tono a uno extrañamente sorprendido, aunque no gratamente-. Mucha gente se redime de su actitud cuando la muerte llama a su puerta e intentan encontrar el cariño de sus semejantes para no verse solos en el hospital en sus últimas horas. ¿Pero usted? No, usted no es así- afirmó añadiendo peso a cada una de sus palabras-. A usted no le preocupa que la gente que vaya a visitarla lo haga solo por una convención social. Y me gustaría pensar que esto es así porque no desea que nadie llore su muerte tanto como usted ha llorado la de otros.

Me levantaría, cogiendo un puñado de las fichas azules que representaban a mi bando y colocaría mi mano en lo alto, en los cielos de New City.

-Así que solo quedan dos opciones. La primera: me cede todos los territorios y yo me aseguro de que usted y su familia pueden vivir una vida tranquila lejos de todo peligro. Qué demonios, podría hacerlo en Manahatan, podría llevar a sus nietos al colegio para que al menos alguien la recordara con cariño. Y la otra opción, menos grata, es esperar a que la muerte le llegue a manos de una familia impaciente o bien por ese cáncer de pulmón tan avanzado. Estoy seguro de que el resto de mafias, como buitres al acecho, estarán ansiosas por saber qué parte del menú escogerán por turnos de su putrefacto cadáver. Aunque claro, para ello antes deberán limpiar todo rastro de su apellido, por si acaso.

Tras dejar que la gravedad de su discurso rompiera la temática general de la película, haciéndola avanzar en trama y definiendo de paso a Don Cabriola como un hombre que lo daría todo por su familia, pero respetando la de otros, Alphonse dejó caer las piezas de su mano a la mesa una tras otra en un reguero que se esparció por toda ella. Cada pieza rebotando contra la madera marcaba como un reloj de arena cómo el tiempo se agotaba para todos.

-Le daré veinticuatro horas para decidirse. La espero mañana en mi casa para que me de una respuesta y para darle una demostración práctica de cómo deben discutirse los negocios importantes.- Dándose la vuelta en un solo movimiento, salió de la escena por la misma puerta por la que había llegado.

Y subiendo las escaleras, añadió como colofón final.

-Ahora sí que espero que el horno esté apagado.

A decir verdad, el joven actor estaba bastante satisfecho de su actuación, pero no podía evitar preguntarse si el director habría entendido que lo había hecho para reflejar la crueldad y el honor de su personaje a la vez que, al final, lo volvía a encauzar en la comedia. Al fin y al cabo, se dijo, si en un la película solo hubiese una gracia tras otra, se perderían las ganas de reír.

El director tiene claro que, llegado al punto que han llegado, el actor que se presenta al casting tiene cierto talento. Quizás no es la persona más jocosa del mundo, pero ha entretenido al que tenía que entretener, algo que todos los otros Capos no han conseguido. Sin embargo, aquella escena, aquel lugar... es todo una patraña que oculta un proyecto mucho más extraño que el visto. El que está al mando se levanta de su silla aplaudiendo al actor, mientras se acerca a ti.

"Me has sorprendido, chico. No esperaba un personaje tan definido en las dos facetas que has mostrado... Puedes estar seguro de que ya te hemos llamado. Estás dentro. Ahora... déjame decirte algo. Te hemos mentido a ti y a todos los otros sobre Capo, sobre la película. En realidad, estamos montando una serie retro-futurista llamada "¡Los Cabriola!". Mira, como ya estás dentro de nuestro plantel como Capo... seguirás actuando como él en la serie, tal cual. Nuestra serie es totalmente improvisada,
no necesitas leerte el guión ni nada. Empezaremos a grabar en cuanto caigas al plató. Te diré lo que debes hacer... tu solo improvisa como lo haría Capo reaccionando a todos los estímulos que los personajes o el escenario te presente. ¡Suerte!"

Tras esto, justo donde te hallas pisando, el suelo se abre y caes a una habitación oscura. Eres consciente de la escasa información que el bohemio director te ha prestado, pero saldrás adelante como puedas. Una vez te levantas, las luces se encienden y ves que estás en una casa peculiar, donde la tecnología se puede ver en todas partes. Estás en directo, la retransmisión no parará hasta que el episodio finalice.

El timbre de la casa suena. Vas a abrir. Te encuentras a tu mujer, Paola, aunque tu no sabes como se llama, tendrás que descubrirlo por ti mismo. ¿Cómo? Tu sabrás. En cualquier caso, Paola te saluda con un beso en la boca, y entra en la casa.

"Recuerdame que me ponga las llaves en el escote, cariño. Si es que siempre se me olvidan."

La elección es completamente libre, el escenario es completamente físico y fuera hay un pueblo completo, no son hologramas, es un plató gigante. Por supuesto, allí encontrarás comida y todo lo necesario para la casa. Cada capítulo son 30 minutos, así que eres libre de hacer lo que te parezca en este reality show con personajes de ficción. Buena suerte y, recuerda, sé Capo.

Tiempo:

Tu casa y tu mujer:

El joven actor estaba bastante orgulloso, había conseguido su propósito y el papel era suyo. Pronto conseguiría todo el dinero que necesitaba para su pequeño proyecto, pero no tan pronto como esperaba. Frunciendo el ceño, y con una mueca de inconformismo, levantó el índice hacia el cielo para pronunciar una queja con respecto a la grabación de la serie. Segundos antes de terminar empezar a decirla, un pensamiento más importante se coló en la lista.

-¿Cómo que en cuanto caiga?- preguntó, hallando la respuesta en el vacío bajo sus pies y su inesperada caída al mismo.

Tras el impacto, poco a poco se puso en pie extendiendo las manos sobre una suave superficie de tela que no tardó en reconocer como un sofá. Tanteó en búsqueda de su maletín, por suerte aún cerrado, y se levantó como pudo para quedar deslumbrado con el rápido encender de las luces del decorado. Miró a su alrededor sin poder esconder su enfado y su desagrado por el obligado teatro. ¡Si ni siquiera había contrato!

La estancia en la que se encontraba era un espacio multifunciones, una sala de estar, comedor y cocina decorada con pulcras superficies de brillante plástico, pulido metal y cálido papel de pared. Aunque no había paredes que diferenciarsen las áreas, la propia disposición de los muebles hacían de separador, trasmitiendo una agradable sensación de utopía que dejaba tras de sí la sospecha de que todo no era tan bonito como parecía a simple vista.

El joven actor frunció el ceño y se acercó a la puerta con la imperiosa necesidad de salir cuanto antes de allí, con la endiablada prisa de alguien que no quería perder el tiempo en asuntos que no le atañían. En el momento en el que extendió su mano sobre el pomo, el cercano timbre le sacudió, obligándole a abrir la puerta con educación.

Siquiera alcanzó a decir un “¿Si?” a aquella mujer que le plantó un rápido y acostumbrado pico sobre los labios. No pudo continuar enfadado, ni con ella ni su despiste ni con el director; tan solo se quedó quieto, desconcertado, pensando qué hacer ante el inesperado cariño de la pechugona rubia. Improvisó.

-Cariño- dijo aún afectado por su calor, tosió-. Cariño, ha habido un…- Recapacitó, miró su maletín y lo dejó cerca de la puerta-. ¿Sabes qué? Es mi día libre, se apañarán. Menos mal que no he llegado a irme- añadió con una pequeña sonrisa, sintiéndose el hombre más afortunado del mundo-, quizás deberíamos comprar uno de esos porteros automáticos.

Volviendo al sofá, se sentó cómodamente sobre su roja superficie de terciopelo y empujó con sus pies para quitarse los mocasines, dejándolos a un lado para después de menear los dedillos bajo los blancos e impolutos calcetines sobre la alfombra.

Cerró los ojos, sintiendo como el peso del mundo y la vida que escondía a su mujer le abandonaban poco a poco. Tanteando a ciegas sobre los cojines, buscó el mando a distancia para ver algo en la tele, un pequeño trazo de cotidiana mundanidad lejos de los revólveres y las vendettas. No lo encontró.

-¿Cariño has…?-dijo, abriendo los ojos y encontrándolo perfectamente puesto sobre el reposabrazos del lado contiguo, fuera de su alcance. Suspiró-. ¡Nada!- respondería alto y todo lo amablemente que se podía gritar si su mujer preguntaba desde alguna de las otras habitaciones.

Estiró su brazo, sin querer abandonar la cómoda postura que había adoptado en su esquina preferida, y comprobó con decepción que no llegaba. Siquiera inclinándose sobre sí mismo llegó a la otra punta del sofá. Finalmente, levantó un pie y, aprovechando la largura de su pierna, lo empujó, pero en vez de caer sobre los mullidos cojines con tranquilidad, rebotó precipitándose sobre la moqueta.

-Demonios- farfulló, intentando una vez más alcanzarlo estirándose, pero ni echándose hacia delante apoyando sus brazos en los cojines para hacerlo todo cuanto podía, logró más que arañar su superficie, sin poder traerlo más cerca.  Volvió a suspirar, abandonando la incómoda posición que él mismo había adoptado y se sentó. Segundos después, se levantó tras toda la que había formado por no hacerlo en primer lugar y lo cogió volviendo a su sitio, encendiendo la tele.

Tras tu arduo trabajo de alcanzar el mando a distancia, enciendes la tele. Lo que ves en ella te desconcierta... un letrero amarillo aparece en ella:


Luego, la pantalla se tornó negra y las letras, rojas. Además, una cuenta atrás se posicionaba en la parte inferior de la pantalla.


No te habían avisado de que ese escenario podría ser mortal. Sin duda, la explosión será de verdad. Tu mujer se acerca, y se alarma al ver la pantalla. ¿Qué harás? Tu pareja te invita a bajar al sótano por si la destrucción era importante, ni tú ni ella lo sabíais. ¿La seguirás... o saldrás de la casa?

Con un largo suspiro mientras se levantaba, el joven actor desperdició cinco segundos de la cuenta atrás después de gastar otros dos en pensar que hacer. Levantándose y arrancando la tele de su enchufe para llevarla hasta la cercana puerta principal echó otros seis. Tras dos más abriendola, y medio para lanzar como un atleta olímpico el electrodoméstico fuera de su parcela, dejó de preocuparle que el cronómetro rojo del aparato fuese ya por la primera decena.

-Y ahora es problema del servicio de recogida de basuras- añadió, cerrando la puerta para andar hasta el pasillo que unía la gran estancia con el resto de las habitaciones, buscando a su mujer-. ¿Cariño, tú crees que Bill de la tienda de televisiones pretende matarme? A mí me parecía un buen chaval- continuó tranquilamente, buscando la entrada al sótano al que había accedido con prisa y miedo su mujer.

Alphonse no podía evitar preguntarse qué encontraría tras la trampilla y las escaleras de bronce pulido, pero algo en él le dijo que nada bueno. Las cosas no habían empezado nada bien, y se aseguraría al final de todo, si es que llegaba, que la fortuna de aquel director sería suya. Aumentó el ritmo de sus pasos, algo asustado, basando la emoción de su personaje en la preocupación por su amada. Alphonse se preguntó si respetaba la fría tranquilidad de su personaje ante la adversidad, su caballerosidad y su innata preocupación por su familia, porque desde luego estaba seguro que el tema de la comedia lo estaba bordando.

Cuando la cuenta atrás llega a 0, la televisión pega una pequeña explosión que no solo deja marca en el suelo y manda a volar a una pobre ancianita por los aires. Parece que te han gastado una pequeña broma... pero sigues teniendo que ir a comprar una tele nueva.

Cuando bajas al sótano y enciendes la luz mediante un interruptor al lado de la escalera, puedes observar como aquello no era un sótano normal, sino un arsenal y un centro de mandos, todo propiedad de tu familia, la familia Cabriola. Ves algo extraño en aquella sala, y no, no es el gato que hay encima de la mesa de hierro del centro de la sala. Es... el agujero que hay al fondo de la sala, el cual daba acceso a las alcantarillas de la ciudad. ¿Se habría ido por allí tu mujer? ¿Qué estará tramando? Quizás debería coger un arma si quieres adentrarte ahí, puede que te encuentres cosas peligrosas. Después no digas que no te he avisado.

Alphonse ni se inmutó al oír el grito de la anciana que escuchó tras la puerta mientras bajaba las escaleras, sabía que si de alguien era la culpa de los daños colaterales era del director. Además, como Don Cabriola, tenía asuntos más importantes que atender.

-¿Cariño?- tanteando alrededor de la puerta logró encontrar el interruptor, accionándolo para darse de bruces con un entorno de lo más hostil. Su sótano, el que creía en un principio un lugar en el que guardar los recuerdos que no cabían en el resto de la casa, se le reveló como un cuartel bien equipado.

La estancia ocupaba toda la planta de su casa. Era un lugar frío, de luz blanca y cemento pulido en el que parpadean las luces de los paneles de información y las pantallas de las cámaras de seguridad. Ni él mismo lo hubiera tenido todo tan controlado.

Dedicando un vistazo a la habitación se paró a contemplar la magnificencia del arsenal con su dorada firma, satisfecho. La bestia parda, por desgracia, no le causó tanto agrado.

-Misifú, ¿cuántas veces te he dicho que tú no puedes estar aquí abajo?- le reprochó a la peluda criatura sobre la mesa, la cual, cómo no, le ignoró.

Con las manos en las caderas, avanzó hacia el animalillo bordeando la sala para tapar el boquete en la pared que se había convertido en una nueva salida. Lo que le faltaba era que aparte de la mujer se le perdiera la mascota a la que tanto le tenía cariño. Casi podía verla, cuando la rescatara triunfalmente, preguntar por el gato y obligarle a salir a por él a las alcantarillas.

-Venga para arriba, que como te pierdas me vas a buscar una buena con tu madre. Zape gato.- Con pisotones y palmadas lo echó escaleras arriba, cerrando la puertecita para que estuviese a salvo. Los muebles no lo estarían.

Acto seguido, armándose con un par de pistolas, cargándolas, unos cuantos cargadores extra y mirillas linterna, se metió por el nuevo hueco para buscar a su amada. Cuando colocó los pies sobre la húmeda superficie de las cloacas recayó en algo importante, seguía llevando los calcetines.

-Aggh…- Y así, cogiendo más hongos en los pies que los que cogería en toda su vida, caminó chapoteando por las pútridas callejuelas subterráneas buscando a su mujer.

Te adentras en las alcantarillas. Todo aquello huele que apesta, y no ves nada que te pueda sugerir que tu mujer haya pasado por allí. De repente, algo emerge del agua poco a poco delante de tí, lo que te hace detenerte. Una criatura con apariencia de reptil y forma humanoide se presenta ante ti, con una extraña cinta roja que le cubre los ojos menos un par de agujeros que le otorgaban visión. En primera instancia, el reptiliano se muestra con el ceño fruncido y con cara de mala hostia, pero no te ataca.

- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? Espera... ¡estás armado! ¿Buscas pelea? Porque aquí la encontrarás, so pánfilo.

Detrás de ti escuchas el sonido del agua moverse, y una voz empieza a hablar.

- Tranquilízate, Raphoel, seguro que será un buen hombre y viene por una buena causa.

Lo que hagas, depende de ti...

En su incesante búsqueda el mafioso solo podía sentir dos cosas: la preocupación por encontrar a su mujer en este pútrido entorno y el asco que le da la limosa sensación que se afianzaba lentamente en la planta de sus pies. Su rostro solo mostraba una seria mueca torcida con las fosas nasales muy abiertas por la repulsión, más de lo que querría dado el olor que le acosa.

Por si fuera poco, una bestia, a la que encañonó al momento, salió del oscuro río que recorre la cloaca. Al ver que hablaba y su pequeña prenda de ropa, dejó de apuntarle, aunque quisiese seguir haciéndolo dada su mala educación. No estaba solo, por lo que el muchacho se acercó a la pared, girándose para poder verlos a los dos bien. Los mutantes eran asquerosos, pero ya había alcanzado el límite de bilis que podía generar dados sus buenos modales.

-Buenos días- empezó, algo molesto por el trato-. Soy el señor Cabriola y vengo buscando a mi mujer. No vengo buscando pelea, mas si seguís faltándome el respeto con vuestros insultos y no os disculpáis, creedme que la encontraréis- dice con seriedad al que le ha insultado-. Vivo arriba- concreta amablemente al ser más inteligente-, así que podría decirse que somos vecinos. Quizás cuando todo este entuerto termine podríamos hacer una pequeña barbacoa para darles la bienvenida al vecindario. No serán veganos, ¿verdad?- preguntó, dando el toque gracioso que faltaba a la escena.

Una vez se solucionara el pequeño malentendido de las armas de fuego, continuaría andando, quizás en compañía de los monstruos.

-¿Serían tan amables de ayudarme? No creo que sea muy común ver a una mujer rubia y poco… escamosa por aquí. Al fin y al cabo ustedes conocen mejor el subsuelo, ¿verdad?

El más pacífico apacigua al otro rápidamente y te siguen, pues empiezas a andar sin rumbo. ¿Pero siquiera sabes a dónde vas?

- Yo me llamo Sagitardo, y mi malhablado hermano es Raphoel. Encantado de conocerle, Señor Cabriola. Su mujer... no la hemos visto. ¡Pero hemos oído un estruendo muy grande y a una cosa enorme corriendo por aquí! De hecho, mire, síganos, ha venido por aquí.

El reptiliano con antifaz azul y su hermano emprenden la iniciativa y te adelantan. Lo más coherente sería seguirlos, pero... si quieres ir por tu cuenta y renunciar a la hospitalidad de los dos buenos habitantes de las cloacas, estás en tu pleno derecho. En caso de hacer lo primero, simplemente llegaréis a una sala enorme llena de cadáveres putrefactos, así que imagínate el hedor que aquello desprenderá. En dicha sala, hay una rejilla en lo alto que da luz a toda la cámara. Sin embargo, allí no hay nadie. Los tres oís un grito de mujer procedente del gigante pasadizo que se halla al fondo de la sala. ¿Vas a ir a ver qué hay?

Si no decides seguirlos, bueno... simplemente tomarás otro camino, lo cual hará que acabes perdiéndote. No es la mejor idea, pero tu verás.

El Capo se alegró de encontrar bondad y amabilidad en los nativos de las alcantarillas, al menos la suficiente en uno de ellos como para amortiguar la violencia de su hermano. Agitado y preocupado por su mujer no paraba quieto, asomándose a cada pasillo del enrevesado entramado de las cloacas en la búsqueda de su amor.
Por suerte para él, las criaturas le siguieron y tras presentarse le contaron lo que habían oído y creído haber visto. Para él, las sospechas se convirtieron en verdades, y no tardó en relacionarlo con el agujero y su mujer. Ya no estaba perdida, sino secuestrada.

-¡Sí, gracias!- dijo mientras intenta seguir el ritmo de los lagartos, más ágiles y acostumbrados a  recorrer aquel apestoso laberinto.

Varios pasillos idénticos después y tras unos limosos giros, la visión que les espera era mucho más repugnante que todo lo que había visto hasta el momento.  La sala a la que llegaron tras cruzar un pequeño canal en la pared estaba pavimentada con carne muerta. Los cadáveres se apilaban, sin orden ni estilo aquí y allá, con sus miembros destrozados y entrelazados en una descompuesta bacanal que hedía a huevos podridos. La atmósfera de la sala era mucho más poderosa que la de todo el alcantarillado, y atravesó la nariz del mafioso sin esperar invitación, irritando y arrancando el aliento por un terrible instante. Tosió, pero lo que quería hacer era vomitar.

Con fatiga pero sin miedo se adentró en la sala, únicamente iluminada por un enrejado en el techo que solo ofrecía el tenue perfilado de los cuerpos hinchados y llenos de gusanos. Sintió cómo la carne se desmorona bajo sus pies, aplastándose como un tomate podrido. Se resbaló y cuando intentó ponerse en pie,  se mancha todo el brazo desde el codo a abajo del fermentado ícor, hasta encontrar algo firme para apoyarse. La arcada le recorrió toda la espalda haciéndole abrir las fosas nasales en un irónico y cruel reflejo biológico, pero empujó el vómito dentro de sí. Necesitaba un momento para recomponerse…

Y fue entonces cuando el grito de su mujer le llamó desde el fondo de la sala, tras el mar de muerte que debía atravesar. El actor apretó los dientes maldiciendo todo: al director, la escena y, por supuesto, su obligación de interpretar a su personaje.
-¡Vamos!- ordenó a las criaturas. Sintió cómo el azufre le quemaba la garganta y como su ropa se empapaba de los fluidos mientras intentaba avanzar empujando los desechos a un lado como un macabro ariete. Estaba decidido a llegar hasta el final.

Tu y los reptiles os adentráis en las profundidades de la alcantarilla... y os topáis con una gran puerta de metal que, curiosamente, se halla abierta un poco. La abertura solo dejará que pases tu y nadie más, a no ser que la abras de par en par de alguna forma para que tus amigos puedan pasar también, lo cual quizás tenga consecuencias. En cualquier caso, allí hallarás a un gigantesco reptil vestido de mujer, con un vestido rosa roto y una melena rubia despampanante. A sus pies se halla tu mujer desnuda, probándose los ropajes que el travesti le ofrecía. La sala es casi igual de grande que la anterior, solo que esta está llena de pilares y de muebles de madera podridos.

Posibilidades:

1. Abiertamente el titán no parece hostil cuando te ve entrar, con lo que empezará una conversación contigo preguntándote quién eres, de dónde vienes y qué haces en ese lugar. Lo que respondas depende de tí.
   
   

   Diálogo tras esta decisión:

2. Si echas la puerta abajo para entrar con tus camaradas, es posible que el travesti se enfade, así que también es probable que empiece una dura pelea en la que contarás con la ayuda de los dos amables reptiles tortuga. Todo será contrastado en el próximo post.
   

P.D: Tu mujer está amordazada. ;)

Simplemente imagina este ser con melena y ropas rosas:

El actor consiguió atravesar el mar de muerte que le separaba de los gritos de su amor, y no se detuvo ahí, sino que siguió a paso firme y decidido por el túnel del que manaron. Tras él, los dos mutantes simplemente continuaron por el camino recién despejado sin dar las gracias ni resultar de más ayuda que un perro al cazador. Le bastaba contentarse con que no le estorbaban.

Al final del pasillo les deparaba una enorme puerta de metal oxidado, ligeramente entreabierta, lo suficiente como para separar al joven de sus dos anchos y escamosos compañeros. El capo se aproximó a ella sabiendo que quienquiera que fuese su dueño había de proporcionarse a la misma.

-Yo iré primero y luego entráis ustedes cuando consigáis abrir la puerta…-ordena, cargando sus pistolas, preparándose para el combate-. Si gustan, claro; no soy quien para obligarles a unirse en mi misión… En cualquier caso les doy las gracias- dijo dedicándoles una última sonrisa de amabilidad antes de pasar por el hueco con el fusil en alto.

No pudo creer lo que encontró al atravesar el umbral. Un enorme hombre-reptil, o quizás mujer dado su pomposo vestido y su larga peluca rubia, tenía a su esposa amordazada a sus pies, obligándola a probarse varios conjuntos. Sin perder un momento, pues Alphonse no quería avergonzarse al contemplar las desnudas curvas de la actriz, centró toda su atención en la horrible bestia que parecía estar jugando a los vestiditos con la dama y la encañonó.

Aunque hablaba amablemente, podía reconocer que la situación estaba lo suficientemente acotada como para saber que no tenía nada de bueno lo que pretendía aquella horrible criatura. Pero bueno, ni Alphonse ni el personaje que interpretaba perderían la educación por un detalle tan nimio... por ahora.

-Buenos días- comienza, apuntándole-. Soy el señor Cabriola, vengo de la superficie y lo que quiero es llevarme a mi mujer. Con su permiso, claro. El de ella. Mi mujer. Si quiere- añade, estropeando la seriedad del momento con los clásicos recursos cómicos de confusión sobre a quién hace la referencia y adjudicándose el título de calzonazos-. Le agradecería que nos dejara marcharnos en paz, sin violencia ni que nadie acabase como los muchos cadáveres fuera de esta habitación. Si eso es posible, claro.

Tu decisión de encañonar al pobre Kowalsky no es una buena idea, y se enfada. ¿Encima quieres llevarte a su amiga? Eso no le gusta nada, y se cabrea tanto que incluso rompe incluso más su vestido y su melena se cae. El monstruo reptil de 8 metros de altura corre rabioso hacia ti, intentando pisarte. Lo esquives o no, rompe la puerta y aplasta a uno de los reptiles, concretamente a Sagitardo, el más pacífico de los dos.

– ¡Sagitardooooo! – entra en cólera, su hermano. – Asqueroso zopenco... o zopenca, ¡o lo que seas! ¡Vas a pagar por lo que le has hecho a mi querido hermano! ¡Mueree!

Kowalsky, el gran reptil, se estampa contra la pared del corredor, y Raphoel corre hacia él buscando su muerte. Se te presentan dos oportunidades, la primera es ayudar a tu amigo reptiliano a matar al gran monstruo, y la otra es arriesgarte a salir corriendo con tu mujer por otro lado, en cuyo caso... quizás no saldrás muy bien parado, o si te lo curras, puede que sí. De ti depende.

Cuando Alphonse vio cómo aquella distante bestia se levantaba y cargaba hacia él, solo pudo pensar en lo cruel que era la perspectiva. Decir que era enorme se quedaba corto. Ocho metros de lagarto, más de dos mil kilos de músculo y escamas avanzaban hacia él sin que pareciera mucho importarle las balas que le disparaba.

El actor saltó en el último momento confiando en que podía esquivar a la bestia como un ratón se escapaba de un gato obeso, pero no contó con el bamboleo pivotante del miembro oculto bajo el vestido. El rabazo le hizo volar varios metros, hasta que uno de los numerosos pilares de la sala le hizo de incómoda pista de aterrizaje, haciéndole sangrar por el labio al estamparse de pleno sobre él, dejando su perfil impreso.

Había recibido golpes en su vida, quizás no mucho más fuertes que ese, pero sí mucho más dolorosos. Sabiendo que debía respetar al personaje y la temática que le había sido asignada, puso los ojos en blanco y se dejó caer hacia atrás como un árbol recién cortado para levantarse inmeditamente tras el impacto contra suelo con la extraordinaria coordinación de un borracho.

-¡Non ti preoccupare il mio amore, ti salverò!- gritó hacia su mujer, alzando una mano al cielo mientras usaba su otro brazo para no perder el equilibrio, no deseaba querer al suelo más que como a un amigo, sobretodo delante de su mujer...

A duras penas, el mafioso se bamboleó hasta la destrozada puerta, apoyándose en ella para avanzar sobre los escamosos y sanguinolientos restos del hermano fallecido, santiguándose al contemplarlos.

-¡¿Por qué demonios hay siempre tanta violencia racial?!- se quejó, atribuyéndoles la misma culpa que a las pandillas de grupos étnicos que se rajaban en los bajos fondos de cualquier ciudad. No hay fondo más bajo que una alcantarilla, pensó antes de continuar disparando al gigante, intentando colar alguna bala entre las placas dérmicas del cuello de la horrible criatura.

Parece que el gigantón te ha dado un buen golpe, ¿eh? Qué lástima que él te pueda hacer añicos y tú no le hagas nada con tus disparos. En fin, en el techo se abre una especie de compuerta, como por la que caíste al principio. Una plataforma voladora desciende. ¿Quién es el que la tripula? Evidentemente, es el director de la obra.

- ¡Chicos! Hemos cortado la emisión. Ya podéis descansar. - de pronto, empieza a hablar por un micrófono que tiene en la oreja. - Oye... ¿de dónde hemos sacado a esa bestia tan gigantesca? No, en serio... no recuerdo que metiésemos a algo tan grande aquí. - se pone a escuchar lo que le dicen por el pinganillo - Oye, pues eso es peligroso, no he querido detener la emisión, ya que perderíamos audiencia, pero... haced que bajen los de seguridad, o llamad a la guardia, o... ¡haced algo! - se fija en el fallecido actor reptil que en el suelo se halla, lleno de sangre - Eso no es tomate. ¡ESTÁ MUERTO! ¡Chicos, chicos! ¡HACED ALGO RÁPIDO!

El director se pone tan nervioso y grita tanto... que llama la atención del gran Kowalsky. Sí, como puedes ver, ese titánico reptil no debería estar ahí. El susodicho corre hacia la plataforma y le da un fuerte golpe, haciéndola chocar contra una columna. Acto seguido, el director cae al suelo, mas sigue vivo, tranquilo. Sigue vivo... eso sí, con un brazo completamente dislocado. ¿Quizás deberías ayudarle o centrarte en el bicho que tienes delante? En cualquier caso, la actriz que hacía de tu mujer se quita la mordaza de la boca y corre detrás de ti. También, si buscas por los demás actores, el que hacía de hermano del que se hallaba muerto... también ha fallecido. Si miras por el pasillo, lo verás estampado en la pared.

- ¡Tú! ¡Cariño, no te vayas! Los vestidos... ¡no te los has probado todos!

El monstruo se halla mirando hacia ti. ¿Qué harás? Te lo digo porque... si no haces nada seguramente te ataque igualmente. Tu posición en la sala es la marcada en el mapa que dejaré más abajo.

Mapa, esta vez no hay canción, lo siento.:

El telón había caído toscamente y el espectáculo llegó a su fin. Todo se reducía a un error de cálculo, un inesperado y nuevo personaje que se entrometía en una historia en la que no parecía estar involucrado. Aquel monstruo había estado oculto bajo la tierra, cazando personas para aliviar un sentimiento que no entendía, tirándolos como juguetes rotos cuando dejaban de funcionar. No entendía nada. Alphonse estaba seguro de que tampoco había entendido las muertes de aquellos otros dos lagartos.

Pero qué más le daba al actor aquello ahora que no se veía obligado a interpretar otro papel que no fuese sí mismo. Y ahora era él, él de verdad. Dejó la pistola caer a un lado sabiendo que le resultaría tan inútil para su propósito como la cobarde actriz que se ocultaba a su espalda.

-¿Cariño?- espetó con desprecio-. Creo que se está tomando usted demasiadas confianzas. Haga el favor de mantener la compostura- le recrimina mirándola literalmente por encima del hombro.
Dio un paso hacia delante, pero no se trataba de valentía, sino de un mero trámite para librar sus pies de los empapados y apestosos calcetines. Lamentó no poder hacer lo mismo con toda su ropa, no cuando todavía existía la posibilidad de que hubiese cámaras tomando nota de cada resquicio de intimidad.

-Señor o señora- empezó, abriendo sus brazos en una cálida bienvenida en la que la sonrisa era la más sincera invitación-, no deseo ofenderle ni agraviarle, pero lamento que deberá rendirse a menos que quiera encontrar la muerte en mis manos. Entiendo que el mundo le haya roto y subyugado, pero no estoy dispuesto a ayudar a los que no se ayudan a sí mismos. Esta es mi última advertencia- añadió tranquilamente, sin impregnar amenaza alguna en su tono; para él era solo un hecho.

Pero sabía bien que aquel ser no decidiría tomar la pacífica solución que le ofrecía, así que decidió actuar en consecuencia y previsión, llevado por prejuicios que fácilmente podía llamar “verdades”. Remodeló su interior rápidamente, y a medida que las paredes y los marcos se ensanchaban y adaptaban para recibir a su nuevo inquilino, también aparecían apostadas en ellas recias lanzas de metal. Las afiladas puntas se retorcieron como tornillos en la oscuridad, preparándose para clavarse en la carne, retorciéndose sobre sí mismas dispuestas a atravesar piel, músculo y hueso como macabras brocas de un taladro. La figura del arquitecto sonrió en el oscuro interior ansiando la sangre de una víctima que era a la vez verdugo. Aguardó en el afilado abismo, relamiéndose mientras esperaba una decisión que era capaz de ver a través de otros ojos que eran a la vez suyos.

Contó los pasos que daría uno detrás de otro, midiendo su tempo para coordinar la apertura de la pequeña puerta que le permitiría lanzar a la bestia al cruel calabozo… si es que decidía no rendirse. Sintió la respiración de la dama y el rápido tamborileo de su corazón asustado, y escuchó su alma usando su mantra. No podía fiarse de ella. Aquella mujer también podía ser un monstruo. ¿Acaso no lo era él tras una bonita fachada?

Esperó, dispuesto a usar su color de la armadura cuando fuera preciso para acabar con aquel dragón empalándolo como lo hubiera hecho un noble caballero. Esperó sabiendo que no iba a ser culpa suya el desenlace de aquella historia.

Cosas usadas:

Decides ponerte serio. Al fin y al cabo... ¿es lo correcto, no? El titán no es muy listo, aún así... tampoco se va a dejar vencer tan fácilmente. Estáis un poco lejos, como has podido comprobar en el mapa anterior, con lo que si decidieras emprender tu ofensiva ahora tardarías lo tuyo en llegar. El lagarto permanece en su lugar, mirándote con cara de enfado.

- ¿Rendirrse? ¡Las alcantarrillas son míass! ¡Tú erres un intrusso! ¡Tú me robasste a mi Antonella!- dice, con un extraño acento.

Se acerca lentamente hacia ti, haciendo temblar el suelo a cada paso que da. Como piensa que eres un débil hombre inofensivo, intenta cogerte con las dos manos abiertas. Como se supone que estabas atento... supongo que entra dentro de ti al tocarle. En tu interior, Kowalsky se vuelve loco. Empieza a golpearlo todo, el suelo, las paredes... tú decides qué quieres hacer con él. Cabe decir que, al arrasar con todo, se le clavan alrededor de 5 lanzas en el cuerpo, pese a su coraza de escamas. Estas se encuentran en sus costados, que es donde menos recubrimiento tiene.

Alphonse, a pesar de su rostro impasible y el golpe que propinó rápidamente a la bestia sobre su mano para lanzarla a sus propias entrañas, sí había escuchado las palabras de la bestia. ¿Pero le importaban? Esa era una pregunta más importante.

Revoleado en el súbito cambio de dimensión, aquel monstruo hizo lo que todo ser asustado y acorralado hacía: atacar. Y fue entonces cuando el pobre usuario de akuma comprendió que introducir a una gargantúa feroz dentro de su propio ser no había sido la mejor de las ideas. Al fin y al cabo, cinco lanzas clavadas en la carne de su enemigo no se equiparaban a los daños estructurales que aquellos terribles y alocados golpes estaban causando en su anatomía.

Había dejado de sonreir cuando vio cómo su aura fracasaba al impregnar todas las lanzas que quería, y comenzó a gruñir entre dientes cuando el suelo se resquebrajó ante los escamosos brazos del engendro. Era hora de acabar con todo, antes de que aquello acabara con él.

En otro tiempo no habría osado siquiera imaginar lo que iba a hacer, pero ahora, tanto por la pesadumbre de su alma como por el dolor que sentía, no dudó en hacerlo. Las lanzas rotas del suelo no importaban, ni el suelo, ni el resto de salas, sólo los cinco fragmentos clavados en la correosa musculatura del extraño rey de las alcantarillas.

-Te he dado opciones, pero tú no me has escuchado, solo oído- gritó con más furia que tristeza mientras intentaba retorcer las armas clavadas dentro del pobre desgraciado a la vez que hacía el intento de trasmutarlas, aumentándolas de tamaño. Su enemigo sería el señor de aquel apestoso subsuelo, pero él era un dios en su propio hogar.

Aumentas el tamaño de las lanzas dentro del cuerpo de Kowalsky. El gigante reptil grita de dolor y pierde su capacidad para razonar. Retorciéndose, empieza a cargar contra las paredes, golpeándolas con muchísima fuerza. El reptil ya solo emite rugidos propios de un gigante. Rugidos de rabia que hacen temblar la sala donde se encuentra. La bestia lucha por la supervivencia, y tú la estás intentando matar.

Kowalsky morirá pronto y lentamente, pues así lo has querido. Sin embargo, quiere llevarte consigo a la muerte. Si no haces nada para detener sus continuos ataques antes de que muera, probablemente rompa alguna pared y salga de tu mundo. Cabe decir que, debido a su tamaño, Kowalsky tardará unos cinco segundos en que todas las lanzas destruyan su cuerpo por completo. Si logras detenerlo en ese plazo de tiempo... lograrás salir intacto del combate. Te deseo buena suerte. La necesitarás.