¿Mujer u hombre? [Pasado] [Roy y Viole]

Era por la mañana, intensa luz entraba por la entrecerrada ventana que se hallaba en el lado izquierdo de la habitación, la cual me cegaba totalmente y hacía enfurecerme a la par que tranquilizarme. Si no dejaba esa ventana así, la luz no entraría y no me despertaría de ninguna manera ya que ni los despertadores hacían efecto en mí ni tenía nadie para levantarme de la cama en ese momento. Tras una hora aproximadamente que a mí me pareció unos cinco minutitos, me levanté de la cama. Tropecé y casi me caigo al suelo, pero en un rápido movimiento acompañado de un momento de lucidez, logré evitarlo. Un poco orgulloso de salvar la situación, me fui hacia el armario con la idea de ponerme ropa y salir a desayunar algo, pero me di con el dedo meñique del pie en la pata de la cama, soltando un agudo chillido seguido de mi caída al suelo.

Después de recomponerme del dolor y casi romper varias cosas, me levanté del suelo y me acerqué al armario, abriéndolo de par en par en un veloz movimiento. Casi me doy con una de las puertas, mas solamente sacrifiqué mi brazo a cambio del resto del cuerpo. Cogí la túnica pues era la vestimenta más cómoda que tenía ahora, todo eran camisas y vaqueros que dificultaban el movimiento. Me la puse pues no llevaba nada como habituaba a dormir y me peiné para dejar el pelo liso, cubriendo los ojos sin dejar de ver. Salí de mi habitación, avancé hacia la puerta de salida y giré el pomo, abriéndola.

Me fui en una dirección aleatoria, pues siquiera sabía la distribución de los manglares, las tiendas o algo de eso. Así, esperaba ver algún café para sentarme a tomar un dulce y despejarme.

Un bonito día para tomar un descanso en el Archipiélago Shabaody, un lugar tranquilo donde cualquiera podría venir a pasear o simplemente a pasar unos días, podrían ser sus locales o incluso las calles llenas de alegría, la gente del pueblo era hospitalaria y no te decían nada sea la raza que seas.

Un muchacho de pelo castaño con su chaqueta de cuero puesta encima de su camiseta roja, caminaba contra la multitud que se dirigía a la inauguración de una nueva taberna con unas grandes ofertas y regalos, a lo mejor el chico se pasaría un rato a tomar algo, pero más adelante, ahora tenía que ir a un hotel a reservar una habitación para toda la semana, había pedido vacaciones en la organización de Zak, se las había merecido.

El aire se llenaba de aromas de diferentes sitios: pescado, dulces, palomitas, carne… todo tan sabroso, pero con las colas largas, cosa que echaba hacia atrás a Roy, no le gustaba esperar y menos parado. A lo lejos se veía un edificio que resaltaba ante los demás, tenía las paredes pintadas de un color negro y la puerta de acceso negra, ese seria un buen lugar.

Nada mas entrar te recibían con una bienvenida, la sala de recepción era grandísima, habían unos sillones ocupados por unas familias, las paredes eran marrones al igual que el suelo, tenían una gran iluminación. El castaño se acercó a pedir una habitación la cual la empleada se la dio de inmediato. En la llave tenía un trozo de cuero con los números ‘ 175’.

Sin saberlo, llegué a una calle bastante concurrida llena de puestecitos de comida, juguetes, dulces, de todo en general. Cada uno de ellos me daba unas ganas increíbles de gastar dinero, mas no podía en la situación en la que estaba. Así, fui ignorando uno tras uno las tentaciones hasta llegar a una especie de casita de color negro totalmente. Normalmente no me hubiera acercado a esa casa tan lúgubre que parecía guardar luto. Pero hoy estaba lleno de curiosidad y me decidí a abrir la puerta y ver una gigantesca habitación presidida por una barra al fondo. Esta estaba ocupada por una persona joven de escasa altura que estaba a varios asuntos a la vez, dando llaves, respondiendo y demás cosas. Al parecer, era la única allí. O al menos, la única que trabajaba.

A los laterales de la recepción, se veía multitud de gente sentada. Muchas representaban el estereotipo de familia feliz. Me desanimaba un poco al recordar mi pasado, pero sabía que debía vivir el presente. Me acerqué a la señorita y le pregunté cual era la razón de ser de este lugar.

-Ahm... Niña, espera. - Sacó unas llaves con una etiqueta de cuero y se las dio a un hombre - Tome, piso 3. A ver niña... es un hotel de lujo. Trae a tus padres y te lo diré detalladamente...

Me cayó bastante solamente por usar conmigo el término ''niña''. ¡Era un chico! O eso decía mi capitán antes de... eso. Además, ¿padres? Eso me cayó como un cubo de agua fría. De nuevo, me bajó la moral como al entrar. Saqué la cartera y capté de nuevo su atención con una seña.

-Señorita... Tengo 17. ¿Podría alquilar una habitación con todos sus lujos?

Al parecer aquella persona olía el dinero o algo por el estilo, pues nada más sacar un billete, se acercó a mí con gran interés y sacó unas llaves con otra etiqueta de cuero. Las soltó en la barra y señaló un cartel que ponía los precios. Desayuno, almuerzo, cena... Películas... Cama doble... ¡Masajes! Siempre había querido probarlos, decían que te relajaban y te quitaban el dolor de las articulaciones, me vendría bien. Saqué varios billetes y se los di, cogiendo las llaves de la barra.

Había un número en la etiqueta, el cual ponía 175. Me acerqué a un ascensor y lo tomé, ocupado por varias personas a la vez. Preguntó mi piso y, por decir uno, dije el 3. Pulsó el botón y pasamos una silenciosa y tensa velada durante un minuto en el ascensor. Al abrirse la puerta, salí automáticamente sin mirar atrás pues quería dejar atrás ese momento y me puse a mirar a los números que se encontraban encima de la puerta.

167... 168... 169... 170... 171... 172... 173... 174... ¡Ciento setenta y cinco! - Solté para mí mismo.

Me acerqué a la puerta y toqué por alguna razón que siquiera me viene a la cabeza ahora. Igualmente, intenté abrir la puerta con la llave, pero no se lograba introducir. Toqué de nuevo.

La llave ya estaba en posesión del chico, ahora solo quedaba disfrutar de estas vacaciones en esta preciosa isla. Las personas empezaban a llenar la entrada del hotel familias que también querían tomarse días libres, la mayoría eran de otras islas se diferenciaban por la forma de vestir o hablar.

El bateador empezó a caminar a un ritmo normal por un gran pasillo decorado con jarrones y algunos cuadrados, también había un carro lleno de productos de limpieza y sabanas para ordenar las habitaciones. Empezó a subir unas escaleras para poder llegar a la próxima planta.

-Bueno, a ver qué hago después de dejar mis cosas- pasaba por la cabeza de Roy.

Se debería de poder hacer varias cosas, ejercicio, conciertos, grandes comidas, tours…. Cualquier cosa valdría. La 175 por fin, saco la llave y la introdujo en la ranura, con un pequeño movimiento hacia la izquierda la puerta se abrió, se podía ver una gran cama de matrimonio con un pequeño escritorio enfrente, un armario al lado de la puerta y una puerta que llevaba al baño. Roy se quitó la chaqueta y la tiro a la cama, cerró la puerta y se dirigió a la ventana donde se podía ver toda la isla. Se sentó en el colchón a leer un folleto del hotel con todas las ofertas, empezó a mover el dedo y lo paro en la palabra masajes, agarró en Den Den Mushi y llamo a recepción para que le reserven un lugar. Empezaba una gran semana…

De pronto la puerta empezó a moverse, era alguien que estaba tocando ¿Seria recepción? Si era así el servicio al cliente era lo mejor, en menos de un minuto ya estaban avisándote. Roy se levanto y se dirijo a la puerta, era un chico de pelo castaño, largo que le llegaría por la espaldas, pequeño a diferencia de el:

-Buenas ¿Qué desea? - tenia cara de niño, pero debería de tratarlo como un persona normal.

La idea que tenía de los hoteles era que te daban una habitación durante un tiempo, solamente para ti. Pero en cambio, lo que me encontré fue bastante distinto a lo esperado. La puerta abrió de golpe, mostrando una cara algo extrañada. Me preguntó lo que quería y yo le miré atentamente, desde arriba hacia abajo, completamente. Un chico moreno, de pelo corto y gran altura respecto a mí. Aunque claro..., eso no era un gran logro que digamos. Sus ropas no eran parecidas a las que llevaba la gente en recepción, más simples a mi parecer. Me aclaré la voz, le miré a los ojos y dije:

-Señor... Si bien no me equivoco, esta es mi habitación. - Le enseñé la llave que llevaba en la mano, resaltando el número - ¿Qué hace aquí?

Miré a reojo por detrás suya, observando la habitación. Una cama gigantesca, de aspecto blandito y con una decoración muy elegante. Un suelo de madera, bien cuidado y en perfecto estado, junto con bastantes muebles más que, en conjunto, creaban una habitación muy acogedora y cómoda.

Tras la pregunta, el chico que estaba en la puerta empezó a mirar al castaño como si lo estuviera analizando. El pasillo donde se encontraban no pasaba nadie mas, eran los únicos aunque habían mas habitaciones, por la hora estarían comiendo o echándose una siesta.
El niño empezó a hablar y decir que esta era su habitación, le enseño en numero y efectivamente tenían el mismo. Roy saco la llave de su bolsillo e hizo lo mismo:

-Parece que se han confundido al darnos las llaves. Si quiere usted se queda con esta y yo bajo a pedir otra- con un tono normal, ya que no le importaba en absoluto, solo quería pasar unos días tranquilos y fuera de cualquier problema - usted decide.

Abrió la puerta al completo para que el chico pasase, cogió su chaqueta y se sentó en la cama esperando la respuesta, agarró el folleto quedaban menos de diez minutos para que empiece su cita con el masajista, como iban las cosas a lo mejor se tenia que retrasar, aunque tampoco no había probado bocado desde que llego a la isla, Roy tendría que ver las opciones que elegir y planificar todo lo que hará.

El chico me cedió la habitación sin poner queja ninguna en su boca, aunque tuviera la misma habitación que yo. Acto seguido abrió la puerta completamente y me dejó pasar, sentándose él en la cama con chaqueta en mano. A mí, ciertamente, no me molestaba en absoluto quedarme en esta habitación, irme a otra o..., estar junto a él, vaya. No esperaba compañía, pero en mi caso siempre es bien recibida. Me senté en la cama y le miré:

-A mí me da igual, como si quieres quedarte conmigo aquí. Será divertido, ¿no?

Le sonreí y miré la hora que estaba plasmada en un reloj digital, justo encima de una mesilla de noche ubicada al lado de la cama. En números no de tamaño pequeño y color rojo, mostraban una hora que me sonaba. Yo, bajo los tensos cables que protegían mi mente, sabía que esa hora la había visto en otro lugar. Me puse la mano en la barbilla para pensar, frotando esta y con los ojos entrecerrados. Pensé unos segundos mientras el tiempo corría... y por fin lo recordé. ¡El masaje! ¡El masaje comenzaba en escasos minutos! Salí corriendo por la puerta y miré hacia los dos lados. No sabía por donde ir... Me acerqué a la puerta de nuevo y miré al chico.

-¿Sabes dónde dan los masajes?

El chico entro en la habitación sin ningún problema, ahora tenía que buscarme otro lugar si o si. Tendría que ir a recepción a explicarle el caso para que me de otra llave gratis, es más, incluso podría poner una queja para que me devuelvan el dinero y quedarme sin pagar nada. Pero eso no sería una buena opción, a lo mejor la despedían y, aparte ella no tenía la culpa estaría ocupada con otra gente que también abrían echo un largo viaje desde sus islas hasta aquí solo de vacaciones, estarían cansados y los niños se querían dormir.

Seguía pensando en ello cuando un fuerte golpe hizo que se moviese el cristal de la ventana, mi lugar me permitió ver que era, una gaviota se había chocado pensando que podría pasar. Que lastima. El chico dio la idea de compartir habitación, no era un mal plan:

-Si estás seguro de que no molesto, me quedo- mientras sonreía.

El niño salió corriendo por la puerta mientras el teléfono sonaba, lo descolgué y me lo acerque a la oreja:

-Buenas, servicio de habitaciones. Llamo para avisarle que en menos de cinco minutos empezara su sesión de masajes. Que pase un buen día.

Es verdad, tenía cita. El niño había vuelto y empezó a hablar, salí corriendo como hizo el anteriormente mientras decía ‘sígueme’

El chico ignoró mi pregunta en el momento en que salió corriendo de la habitación sin decir nada, para terminar diciendo en mitad del pasillo que le siguiera. No me molestaba en absoluto, pero hubiera preferido que hubiera avisado antes de emprender la carrera, mas nada se podía hacer ya. Salí corriendo detrás suya a la mayor velocidad que podía y en escasos minutos o siquiera segundos, habíamos llegado a una gran apertura respecto a los anteriores pasillos, y justo delante había una salida presentada por una puerta de marco blanco e impoluto, sinónimo de puro. Abrí la puerta lentamente y se presentó una habitación y las paredes parecieron alejarse, pues el tamaño de aquella instancia era gigantesco, lo suficiente para meter más de 20 personas allí. Y estaba desierto, excepto por dos mujeres de ropajes también blancos.

También había varias camillas que tenían una especie de agujero en uno de los extremos y una enorme fuente por la que corría el agua, causando un leve sonido por la habitación que relajaba el cuerpo por el mero hecho de escucharlo. Todo presentaba una habitación que, como debía ser, daba una sensación de tranquilidad y relajamiento. Aunque hubiera inspeccionado toda la habitación, aún no sabía que hacer. Así, miré al chico y le dije con un tono de inocencia total:

-¿Y ahora qué?

Al parecer el chico y Roy iban a llegar a tiempo para su masaje, pero antes de llegar al sitio tuvieron que doblar varios pasillos. Al llegar, el niño al cual todavía no sabía el nombre de Roy, empezó a abrir la puerta. La primera impresión fue de asombro, todo parecía limpio por las paredes. No había nadie salvo dos mujeres con una especie de vestido blanco, simulando algo antiguo, también había una fuente y figuras sobre mesas para decorar el lugar:

-Pues no se chico, también es mi primera vez…- dijo Roy levantando los hombros- a lo mejor nos lo dicen ellas.

-Si sois tan amables de acompañarnos- era una mujer pelirroja con una voz suave al igual que lo parecía su piel- por aquí- mientras hacían un gesto con la mano para señalar donde tenían que ponerse.

Al final de la sala habían dos camillas con las cosas preparadas y con un agujero en el sitio de la cabeza para mayor comodidad, aunque pasaron de ellas y abrieron otra puerta, donde se podían ver varias taquillas:

-En el precio del masaje también viene incorporado… el tiempo que queráis en los baños termales, nosotros aconsejamos a los clientes que mejor es entrar primero aquí para estar mas relajado antes del masaje, pero eso es cesación vuestra ¿Qué queréis?

-Pues a mí me parece bien entrar ahora- dijo Roy- ¿Y a ti chico? Aunque si no te importa voy entrando ya.

El hombre compartía mi ignorancia, mas las mujeres se mostraron amables y tomaron la iniciativa, mostrándonos lo que debíamos hacer. Atravesamos una sala y llegamos a una puerta, la cual abrieron y mostraron unas taquillas y un pasillo al lado. Al parecer, además de masaje podíamos estar en ''baños termales''. Desconocía lo que eran, pero por lo de baños debía ser agua claramente. El acompañante prefirió ir a los baños antes de tomar el masaje, y por tal de no estar solo, lo seguí, dejando atrás a las chicas.


Cerré la puerta y me esperé a ver que hacía mi compañero, pues también desconocía lo que hacer aquí. El chico empezó a quitarse la ropa y yo le seguí sin mostrar recelo ninguno. Dejé la ropa bien doblada en la taquilla y cogí una de las toallas, pues supuse que era para secarse o algo por el estilo. Avancé por la sala y encontré una puerta, la cual dio lugar a un gran patio de suelo de piedra, que estaba lleno de unas especies de fuentes que expulsaban vapor. La humedad allí se notaba en la misma entrada, haciendo que sufrieras bastante calor al momento y, si no lo resistías bien, sudaras al instante. Pasé al patio, dejando atrás al chico y observé todas las fuentes, pensando en que tendrían de diferentes y en cual me metería primero. No tardé en meter la mano en algunas, sacándola por la temperatura que allí hacía y soltando un pequeño grito con la mano de color rojizo.

Tras dar el primer paso, Roy se quedó asombrado, habían tantas taquillas vacías ya que eran los únicos, se notaba que era un hotel de calidad y eso que habían pagado poco por su estancia durante varias noches que claramente aprovecharía al máximo. El chico cerró la puerta, empezó a quitarse la ropa y se marchó a empezar con las aguas termales. El castaño se quedó sentado en uno de los bancos de los vestuarios sin la camiseta que la había guardado. En su mano tenía una pastilla que días antes le compro a un hombre, decía que su poder era cambiarte de sexo:

-Roy tiene que desaparecer por un tiempo- dijo en voz baja para que solo lo pudiera escuchar él- pues… vamos a ello- llevo la mano en la que tenía la pastilla y se la llevo a la boca. Esta no tenía ningún sabor y además se la pudo tragar al momento, no sentía nada, así que mientras hacía efecto decidió empezar a quitarse lo que le quedaba de ropa.

Una vez lo tenía todo fuera, lo guardo en la taquilla y la cerro con la llave que se encontraba en la cerradura de esta. De repente al castaño le fue creciendo y ondulándose el cabello hasta los hombros, los pechos también crecieron y el miembro viril desapareció. Su piel quedo suave, ahora era una mujer. Cogió dos toallas, una se la amarró por encima del pecho y la otra la llevaba en la mano.

-¿Hermanito, estas ahí?- su voz se había vuelto más suave y delicada. Esas palabras empezaron a resonar por los baños. El calor era mayor, lo que ya te hacia sudar un poco. Habían varios baños termales, todos parecían lo mismo, pero tendrían que tener alguna diferencia. Mientras miraba pudo ver al chico. La chica se escondió en la pared dejando solo ver la cara:

-Hombre, creo que se ha equivocado de baño- desde su posición, no se podía ver la cara del chico- si no le importa, ¿podría salir?

Aoi (Roy):

Seguía mirando las aguas, cuando de pronto una aguda voz hizo acto de presencia en los baños termales en general. La voz venía de la puerta, en la cual se podían ver las taquillas y una pequeña parte de una cabecita, seguramente intentando esconderse. Lo que parecía ser una chica me dijo que me había equivocado de baños, así que tendría que irme. No entendía el hecho de que hombres y mujeres tuvieran distinciones, pero si así era la sociedad, yo debía acatarlo. Al menos así pensaba en aquel momento. Con la toalla en la mano, caminé hacia la salida, la atravesé y vi durante unos momentos a la chica, la cual se encontraba totalmente desnuda. Abrí mi taquilla de un movimiento de muñeca y saqué la camisa, me la puse e intenté seguir con la demás ropa.

Me era raro que el chico no estuviera allí, pues había entrado con él, y ahora su presencia había sido suplantada por la de una chica...