Gwen Gray
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Akuma no mi
Varios
Siempre se dice que el destino no se puede cambiar. Se cuenta que una vez estás predestinada para una tarea no podrás descansar en paz hasta cumplirla; pues bien, os diré que eso no es cierto. Un ejemplo cercano soy yo misma, que a mis veinticuatro años cambié mi misión en la vida para siempre… Y no, no estoy arrepentida por si os lo preguntáis. El motivo es sencillo, puesto que decliné un futuro que incluía niños y un asfixiante matrimonio por una existencia repleta de aventuras. Y joder, por supuesto que no estoy hablando de sexo. Me refiero a que hoy por hoy estoy contenta con lo que tengo ya que trabajo codo a codo con la justicia y, lo que es mejor aún, para el bienestar de todas las personas anónimas que levantan el mundo con sus buenas acciones. Sin embargo, eso sí, tengo una queja: cobro muy poco.
Pero da igual, no estoy aquí por ese tema. Este escrito lo escribo, válgase la redundancia, para explicar el día que me trastoque de la cabeza y acabé, por suerte, aquí, en la gran y poderosa Marine; y es que todo comienza como en un cuento, con un día de brillante sol y pájaros cantando sin cesar un instante.
Recuerdo que me levanté muy temprano y nerviosa, como pocas veces había estado antes. De hecho diría que dejé sudada toda mi cama de la inquietud que llevaba encima, así que imaginaos la intranquilidad de la circunstancia. No obstante, y que conste claramente, toda esa exaltación estaba justificada por el acontecimiento estelar del año: mi graduación. Ahora soy consciente que mi nerviosismo era excesivo, pero por aquel entonces me resultaba muy estresante todo aquel ajetreo; aunque ayudaba a ponerme así de angustiada, entre otras cosas también, el hecho que debía leer mi discurso frente a toda mi promoción y sus jodidos familiares, que aproximadamente resultaron ser unas doscientas o doscientas cincuenta personas. Sí, es la gracia y el "honor" de ser la primera de la clase.
¡Por favor! ¡Poneros en mi lugar! Yo era una niñata mimada que apenas había salido de casa. Era tan tímida que mi único “amigo” era un pobre pez, y no por el hecho de que fuera pequeño y lindo, sino porque era un animal que no hablaba, ni ladraba y, en definitiva, no hacía ningún ruido que me pusiera intranquila. Si por lo menos hubiera sido como aquellas dos… Mas pensándolo mejor ha acabado bien todo, al fin y al cabo es lo que cuenta ¿no? Quién sabe, tal vez si no hubiera sido por el incidente jamás me habría enrolado en las fuerzas de la ley y el orden y ahora sería otra ama de casa más del montón.
¡En fin! ¿Por dónde iba? ¡Ah ,ya! Decía que me tocaba pronunciar un discurso ante todo el mundo por idea de mis profesores, pues los muy cabrones sabían que era introvertida y aun así me hicieron esa putada. Por lo que en definitiva, la semana previa al día que os cuento me las pasé escribiendo incontables posibilidades de monólogos. Reconozco hoy que me salieron algunos de muy buenos, de esos que me gustaría recuperar ahora, sin embargo otros eran tan feos como mandar al abuelo a por drogas; y he ahí la paradoja, la carta que elegí estaba en el montón de “abuelo y drogas”. No hace falta ser un genio del gobierno para darse cuenta, desde ya, el resultado y efecto del puñetero soliloquio, pero para los menos avispados fue éste: una mierda tan grande como New Impel Down, incluyendo los navíos y las murallas.
Lo siguiente que recuerdo fue, si mi memoria no me falla, que salí corriendo del escenario con todos los chicos de mi edad riéndose y los padres mirándome fatal. Aunque siendo sincera, sé muy bien que pudo haber sido peor. Por ejemplo: podría haber hablado de lo "bien" distribuida que está la sociedad.
Mejor volvamos a la conclusión: huí de todo y de todos, como una fiel cobarde y leal predicadora de los deseos pacíficos del mundo con una muchedumbre furiosa detrás. Esto último, por si no ha quedado claro, es una comparativa sarcástica de la circunstancia del momento con respecto a la lucha contra los piratas; la cual, si lo pienso bien, sigue siendo casi igual ahora, cuatro años después. Vaya mierda ¿verdad?.
La cosa, y con esto sí que sí vuelvo al tema principal, es que corrí muchísimo tiempo, de hecho fue tanto que cuando me quise dar cuenta prácticamente estaba en un barco de camino a Water Seven. No sé de dónde saqué en ese entonces el dinero ni tampoco la maleta, sin embargo la cuestión es que iba de camino a la ciudad del agua más grande del mundo. Ignorante a lo que me ocurriría allí simplemente me quedé sola en el camarote cuatrocientos dos, llorando o durmiendo y, a veces, ambas cosas a la vez. Sí, reconozco que esa habilidad la perdí en ese viaje mismo. Hoy en día no me veo capaz de derramar una lágrima, y casi tampoco dormir, de hecho estoy convencida que este trabajo me matará, mas solamente espero que de una bala y no del estrés. No obstante, y como dije antes, no me arrepiento de nada.
Pocos días después, si no me equivoco creo que once, desembarqué en las costas de la ciudad anteriormente dicha. Con una maleta cutre en mano y con menos idea de qué hacer que un revolucionario en una ciudad civilizada, hice lo que mi difunto padre siempre aconsejaba hacer en caso de dudas: ir a la Marine. Así que con más miedo que ilusión me dirigí hacia allí, y es que no fue para menos pues me llevé una sorpresa al pisar las afueras de la instalaciones del cuerpo encargado de hacer cumplir las normas.
Giré la esquina de una calle que ni me acuerdo y, al final, vi el edificio oficial organismo ejecutivo. Al acercarme poco a poco me fui dando cuenta de algunas anormalidades en el ambiente, como grupos de reclutas corriendo sin parar a la vez que un tipo malvado les gritaba de todo mientras otros se mantenían a ambos lados de la entrada haciendo el pino. Si mi cabeza no me juega una mala pasada creo que cuando pregunté el porqué esos hombres hacían eso, me respondió un tipo gordo y con puro y malas ganas: “Se atrevieron a preguntar porqué los otros de más allá corrían sin parar, y a la justicia no se le pregunta niña”.
Como os podéis imaginar con la descripción de mí en aquel entonces, no hace falta que os diga que salí corriendo, llorando y con la maleta pegada a mi cuerpo. Aún noto su tacto en mis brazos y pecho cuando apreté aquella bolsa con todas mis fuerzas. Realmente, me había escapado de casa para evitar la deshonra a mi familia mas estaba consiguiendo eso mismo pero en otra ciudad. Penoso, ¿cierto?
No obstante ahí no acabó mi aventura en Water Seven, pues sólo era el doceavo día de mi nueva vida.
Todavía hoy no me olvido de cómo lloré esa vez. Aun hoy siento la caricias de las lágrimas recorrer mis mejillas, que precipitándose en el suelo poco después me hacían ver como una blanda y débil. Y en aunque mi memoria me evoca a pensar aquello, que era una inútil sin talento para nada, la verdad es que en el fondo pienso que fui fuerte y valiente, puesto que me gustaría ver a los críos de hoy en día escaparse a otra ciudad sin tener con nadie dónde apoyarse en la city de turno. Ciertamente, me siento orgullosa de mi yo del pasado y, entre muchas más cosas, le debo a esa niña de gafas cuadradas todo lo que poseo ahora.
Bueno… tras este momento melancólico y tierno, vuelvo a narrar la historia de cómo cambié mi vida en un arrebato de orgullo y vergüenza. Sin embargo, pondría mi mano al fuego jurando que ya viene lo verdaderamente divertido. ¡Sí! ¡Ya me acuerdo! Aquí conocí a Bruno, el que fue mi primer compañero.
Como os decía: iba corriendo por las calles de la ciudad número uno en exportar botellas de agua cuando, de repente, mi yo de hace años chocó contra un tipo enorme y de calva sorprendentemente brillante. Acojonada, como es obvio, salió disparada en sentido contrario a la mole de carne, mas no le sirvió de mucho. En el momento que pensó que se volvía a escapar del peligro, una fuerza sobrehumana y antinatural la alzó del suelo y la hizo volar hasta la posición del horrible sujeto. Traspasó los mercados, las casas, los puestos y, en general, todo lo físicamente imposible hasta plantarse de pie delante del gigante.
-Me hash golpeado- dijo el tipo, creo que estaba cabreado.
-¿Ah, sí? Lo siento. ¡Adiós!- conseguí vocalizar antes de intentar correr... otra vez.
-Llo shiento peru no es shuficiente, paga-. La pronunciación del hombre, ahora que lo pienso, era pésima...
-¿Y con qué te pago? ¿Con mis gafas quizás?- contesté sarcástica, la muy idiota de yo.
-Non, con tu vidà- me devolvió la broma el cabrón, pero sin ser coña y yendo en serio.
Después de aquello sólo recuerdo oscuridad, no obstante lo que me contó Bruno fue que me pegaron la cabeza y me metieron en un asqueroso saco de patatas. Es curioso, porqué ahora que lo pienso es una tontería. Si quieres secuestrar a alguien lo último que haces es meter a susodicha persona en un saco, puesto que los Marines es lo primero que miran; sin embargo esto tendría su explicación en un hecho importante, los criminales eran novatos. No es extraño, de por sí los recuerdo estúpidos y bobalicones.
Lo siguiente que sí recuerdo con mis propios ojos y oídos es el color negro del interior de la bolsa con algunos gritos de fondo, síntoma de una batalla. Al abrir el saco de patatas y ver a mi alrededor confirme mi teoría, ya que al parecer los soldados y los malhechores comenzaron a darse de hostias a diestro y siniestro sin más en la aduana. En su momento ya deduje el porqué, mas seguidamente me lo cambiaron.
Un marine, al cual llamaremos Bob, gritó lo siguiente: “¡No te la vamos a dejar llevar! ¡Es muy valiosa!”. Con esto pensé, sinceramente, que hablaban de mí, sin embargo al instante quedó claro que no. ¿El motivo? Sencillamente la siguiente frase del que era capitán de la banda y el señor ideas de bombero:
-¡Malldito marine, esh miu Akuma!-. Sí, definitivamente, pronunciaba raro las palabras el pobre diablo.
-¡Ahora es del gobierno!- gritó el "héroe" anónimo con apodo Bob.
Entre todo ese alboroto y enjambre de insultos, escuché a una voz que me llamaba desde mi espalda. Cuando me giré vi a un chaval de ojos castaños y pelo corto que hacía todo el rato: “Pshh”, un sonido muy molesto en un principio que me sirvió, no obstante, para escapar de aquella carretilla donde estábamos refugiados del epicentro de la batalla. El muchacho, muy lanzado ahora que lo explico, me cogió de la mano y me llevó a un sitio un tanto particular. Recuerdo que esquivamos cuerpos heridos, inconscientes, algunas piernas en movimiento de lucha, y algún que otro balazo perdido. Mas, al final, llegamos a la cámara acorazada del navío pirata. Pero al final llegamos a la cámara acorazada del navío pirata. Yo estaba muy asustada, él emocionado, y las puertas abiertas de par en par; sin lugar a dudas algo fallaba, y es que el gato encerrado se veía venir desde un kilómetro de distancia. Pero claro, el niño quería ver allá.
-Vayámonos ahora que podemos, por favor- le pedí amablemente.
-No, aquí está el tesoro- respondió él, muy animado.
-¿En serio?- caí ilusa y tontamente.
-No miento- concluyó.
No me olvido aún hoy, le dije que nos fuéramos; y es que se veía venir, de verdad. No fue más que abriéramos un poco más las compuertas, unos ojos amarillos se asomaron desde la oscuridad. Yo en aquel momento tragué saliva y me esperé lo peor, que al final fue lo que pasó. Un tigre, león, puma o gato, yo qué sé, saltó hacia nosotros aún con un brazo entre los dientes. Ahora, a fecha de hoy, todavía me parece gigantesco ese bicho; el cual, por cierto, nos persiguió por toda la cubierta a mí y a mi entonces desconocido futuro compañero Bruno. Francamente, durante esos minutos pensé que me moriría, pero en aquellos instantes de incertidumbre existencial hizo su aparición un hombre que cambió mi vida. De peinado mohicano con el pelo rojo, un tipo de notable estatura sacudió a la fiera y giró la dirección que tomaba esa batalla entre la justicia y el mal. Hoy sé, ojo al dato, que se trataba del Comodoro Edward, que me estuvo entrenando hasta hace poco, el cual está también fallecido por causas naturales.
No obstante, y a la vez que todo eso pasaba arriba, nosotros seguimos empeñados en buscar el tesoro que protegían los criminales del mar a capa y espada. Conseguimos infiltrarnos en la habitación y caja fuerte, teniendo todavía yo el paso de mis lágrimas marcadas en mis mejillas. Luego encendimos luces y buscamos, sin embargo lo único que encontramos fue un pequeño cofre con una singular fruta dentro.
Me acuerdo que me la quedé mirando un buen rato, pero me acabé dando cuenta a tiempo de su clase. Se trataba de una Akuma no Mi, Fruta del Diablo o Nuez de Belcebú. Y antes dije a tiempo porque evité que el niño de pelo castaño se la engullera por hambre, explicándole qué era exactamente eso casi al instante. No olvidaré la cara que puso entonces a la vez que me la reclamaba con toda su curiosidad. Era increíble lo impertinente que era el muchacho, pero finalmente conseguí que se tranquilizara y decidiera salir de allí lo más rápido posible. Mas admito que no pude prever lo que aconteció después.
En el instante que aceptó una sombra emergió de la nada, agarrando al muchacho con firmeza del cuello y levantando uno o dos metros del suelo. Como es lógico él pataleaba todo lo que podía para intentar zafarse a la vez que yo, estúpida y débil físicamente, lo miré impotente por interminables segundos. Y cuando pensé en actuar, sea como sea la manera, de la penumbra de la habitación salió un tipo con la cara rajada y un ojo en blanco. Recuerdo a ese hijo de puta como si fuera ayer mismo el incidente. El pirata tenía los dientes de metal, todos y sin falta de ninguno por convertir, mientras que su pelo era rubio casi platinado. Además, como extra, el cabronazo poseía unas manos enorme, casi tan grandes como mi cabeza y cuello de ese tiempo. La verdad, pasé mucho miedo y comprendí qué era el querer y no poder.
-¡Suéltalo!- grité a la vez que oía su puta risa. -¡Por favor!- seguí insistiendo, pidiendo peras al olmo.
Pero todo esfuerzo era inútil por mi parte, iba a ser imposible que llegara a ayudar de alguna manera de al chico de ojos castaños. Sin embargo, ¿os acordáis del marine pelirrojo con peinado de mohicano? Pues como un jodido ángel guardián volvió a presentarse como un héroe en la situación. Si no rememoro mal juraría que entró por la pared izquierda, haciéndola añicos con unos de sus puñetazos, y partiéndole la boca con el impulso al desgraciado rubito pirata. He de confesar que jamás me sentí tan aliviada, ni cuando me aceptaron en el cuerpo o vi que en mi ciudad se olvidaron de mi desliz mucho tiempo después.
Luego, y sin perder un instante porque todos eran valiosos, cogí del antebrazo a mi nuevo amigo y lo alejé todo lo que pude tirando de él. Como es normal el criajo no podía ni moverse del susto y la falta de aire de antes, con lo cual es lógico descubrir que no estaba presentable para el siguiente obstáculo del camino hacia la libertad. Este problema, si mal no recuerdo, se presentó en forma de un pirata larguirucho, con mucha barba y una calva semejante a la de su capitán. Éste mamón tenía todos los dientes, muchos tatuajes en ambos brazos, y dos pulseras con el símbolo de su banda a cada muñeca. Y sí, también blandía una temible espada que seguramente pesaba tanto como yo o más. Recuerdo su jodido filo serrado y las partes decoradas en verde esmeralda, sin olvidar su empuñadura bañada en oro y su albino envaine.
-¡Aparta!- le grité, viendo si así me hacía caso. -¡Estás en mi camino! ¡Salte de ahí!-. Hablaba a una pared.
Lo siguiente que me viene a la mente más tarde es como cargó a por mí, sin avisar ni nada el muy descortés. Yo estaba casi desmayada del pánico, no obstante me repuse y me dispuse a defender mi vida y la del chico. Agarré una katana del suelo, puesto que había bastantes por la batalla que aún se estaba librando un poco más allá, y me preparé para aguantar la primera oleada. Crucé el filo de forma defensiva en diagonal a mi torso, colocando la punta a unos centímetros de distancia de mi hombro derecho a la vez que aguantaba el mango con ambas manos.
-¡No moriré hoy!- exclamé sin tener idea de kendo, aunque sí con mucha motivación.
A veces sólo es necesario la adrenalina para conseguir despertar una fuerza desconocida en uno mismo, y en parte estoy convencida que fue eso lo que me salvó la vida, puesto que cuando me quise dar cuenta el tipo ya había atacado y seguía intacta. Era raro todo eso, mas no desaproveche la ocasión, y en el segundo que vi que estaba distraído le metí una puñalada trasera. Y una cosa, cuando digo que fue “trasera” es porqué así pasó, pues el filo del arma blanca que empuñaba atravesó sus nalgas hasta incrustarse en el hueso; o eso pienso al menos yo, ya que llegó un momento que no podía meterla más... la katana me refiero, mal pensado. Pero seguidamente, ni corta ni perezosa, volví a agarrar a mi amigo y empecé a correr, para variar en ese día y esas cosas tan extrañas del universo.
-¡Jodeeer!- grité exaltada a la vez que bajábamos del barco pirata. -¡¡JODEEEEER!!-. Sí, más alterada aún.
La verdad es que entonces, cuando ya nos encontrábamos abajo, se me pasó por la cabeza que el día ya había llegado a su fin en cuestiones de sustos o sorpresas; por lo que dejé al muchacho a un lado y me senté al costado para recuperar el aire. Lo que no vi fue que, desde hace un rato, el marine de uniforme impecable y pelo rojizo como la sangre nos buscaba. Yo no supe responder en ese momento, pues me quedé tan blanca como los fantasmas, pero en cambio Bruno se levantó y sacudió la ropa, cogió la fruta y se la guardó de modo que quedaba disimulada entre sus ropajes del tórax. No me preguntéis cómo mierda lo hizo, no obstante consiguió ocultarla de la vista del agente que pocos segundos después se acercó y nos hizo un interrogatorio fugaz e intenso. Las preguntas traspasaron como balas mi agotada mente.
-Jóvenes, ¿estuvisteis en el barco?- preguntó el uniformado hombre.
-Sí, señor- respondió el castaño, haciendo luego el saludo militar.
-...-. Ésta era yo misma en estado de “off”.
-¿Erais de la banda pirata?- formuló seriamente el tipo.
-¡No! ¡Éramos secuestrados que iban a vender como esclavos, señor!- contestó mi colega.
-...- seguía en el modo apagado todavía.
-¿Estáis bien?-. Hay que decir que Míster Marine era considerado.
-¡Cansados, señor!- volvió a responder el mismo.
-...-. ¿Se pilla el estado en el que estaba? ¿Si? ¿Seguros? Vale, paro.
-Venid al cuartel, os daremos comida y cobijo- ofreció el pelirrojo.
-Sí, gracias señor-. El chico mantenía el saludo en alto.
Sólo sé que al instante de aquello me quedé frita en el suelo, incluso me dijo después Bruno que ronqué un poco. ¿Pero qué podía hacerle yo? En mi vida, al menos hasta ese entonces, había tenido una experiencia así. Lo normal y corriente es que estuviera agotada y totalmente inhabilitada para lo que quedase de día.
Más tarde, por la noche, recuerdo que abrí los ojos estando ya en una cómoda cama de blancas sábanas. Disfruté mucho de esa sensación, en todo el día había estado esperando ese momento; no obstante, y como suele pasar en las historias de terror, una personita me arruinó el momento álgido del día. El mono de mi amigo se colgó de la litera de arriba y me mostró la fruta, a la par que sonreía como un jodido psicópata y se presentaba intentando darme la mano. ¿Su nombre? Ya lo he dicho varias veces antes: Bruno Smith, pero a él le gustaba que le llamaran Smithy. Sí, no se me va de la cabeza aquella curiosa manera de presentarse a la gente; creo que era algo parecido a esto: "¡Hola! Me llamo Bruno Smith y soy conductor de trenes, aficionado novel al futbolín y abro paraguas en mis tiempos libres", todo mientras hacía movimientos con los brazos que remedaban a los engranajes visibles de las ruedas del tren, agitabas en círculos las mano y muñecas, y estirabas por último la manga de aquella persona a la cual estaba presentándote. ¡Eso sí! Sin perder la sonrisa en ningún momento, ya que sino perdías "el juego".
Admito que por un tiempo le estuve imitando en los momentos que me presentaba a un niño o niña, ya que les hacía gracia y no me veían como al monstruo de turno a la cual temer. Pero desde que pasó “aquello” no lo he ni pensado… Puto Smithy… Siempre fue un valiente, y en cantidades industriales.
¡Bah! Da lo mismo, este tema no toca ahora. Volvamos mejor a lo que sí interesa, se hará menos pesado.
Me acuerdo que charlamos toda la noche sobre varias cosas, como por ejemplo: nuestras vidas, qué haríamos a partir de ahora, la “suerte” que teníamos, los objetivos que nos pusimos antes de llegar a Water Seven, y al final de la Akuma no Mi. Todos estos temas los tratamos con calma y pensando bien qué decíamos, no obstante llegamos a una misma conclusión: seríamos marines. No me preguntéis cómo ni el porqué exacto, solamente sé que dije “¡Vale!” muy emocionada. Y con lo que respecta a la Fruta del Diablo… debatimos, sí, durante muchos minutos qué sería lo más correcto de hacer, mas al final dijimos que sería nuestro secreto. Supongo que fue cosas de jóvenes, pues él tenía por ese entonces veintidós y yo veinticuatro. Y ya, llegados todos a este punto, pido perdón por mi asquerosa narrativa, y es que si os imaginasteis que tenía ocho, doce, quince o dieciocho… tranquilos, es normal de la forma que lo expliqué; pero con los años que tenía en ese momento, es como si tuviera esas edades al mismo tiempo, así que es de presuponer lo inútil que era ¿no? Después de todo era una niña mimada que no se sabía hacer nada.
Así que en resumen, terminé de tirar mis estudios de medicina por la borda por una idea tonta cogida gracias al idiota que conocí en un día bobo. Sin embargo son cosas locas que se hacen cuando tienes mucho tiempo libre, y por supuesto que yo lo tenía, además de un motivo de peso para no volver a casa.
Por lo que, en definitiva, a la mañana siguiente nos dirigimos los dos decididos a hablar con el Marine de peinado raro. No obstante no fue necesario ni salir del cuarto, ya que el jodido nos estaba esperando justo en la entrada con una sonrisa y un puro entre ésta. Todo tenía pinta que lo había planeado el “mohicano” ése, pero no había vuelta atrás y seguimos adelante sin pensarlo. Aunque todavía recuerdo esa sensación.
La emoción de una aventura no deseada todavía en hoy día me pone el vello de punta, aunque de diferente manera que esa vez. Por aquel entonces lo confundía con el miedo, puesto que en verdad era lo único que había llegado a sentir realmente y en un plano profundo. Bueno... y la adrenalina, ya sabéis.
Lo siento si me voy mucho del tema, no obstante me resulta imposible no sentir nostalgia por esos días. Había tantas cosas nuevas e inexplicables, muchas emociones que ni imaginaba que existieran y, pero por encima de todo aquello, estaba la sensación de vivir que aún hoy siento en mi corazón. Un ejemplo, y aprovecho para continuar explicando, fue el sentimiento que me invadió al subir al barco del marine pelirrojo. Fue una mezcla entre miedo, emoción y ganas de salir de allí, mas ésta última se me fue tan rápido tuvimos el primer percance en alta mar; de la manera más tonta, para ser peor si cabe.
Cuando el hombre de peinado empalmado se presentó como el Comodoro Edward N. Jackson, en ese preciso momento una bala de cañón explotó en la popa del navío. Como era normal en Bruno, fuimos los dos a comprobar lo que pasaba, y enseguida reconocimos el barco que perseguía. La nave enemiga llevaba la bandera pirata del tipo que nos intentó secuestrar el día anterior, lo que provocó en mi amigo una sonrisa temeraria y en mí un miedo atroz seguido de algún que otro chillido controlado de temor. Joder, ahora sí que me doy cuenta de la cobarde que era. Pero bueno, siguiendo con la historia...
El combate se desarrolló como era de esperar. Bolas de acero volaban de un lado a otro, sin una intensidad exagerada aunque sin pausa. Más tarde llegó el momento del abordaje, el cual casi me da un ataque al corazón por ese entonces. Un montón de gorilas pelados saltaron a cubierta, enzarzándose duramente contra los marines uniformados y sus elegantes oficiales, los cuales por demostraron un dominio de técnicas que me dejó impactada. Sin embargo todo fue inútil cuando el gigante aterrizó en la superficie de nuestro barco. Con dos mandobles de su pesada arma hizo surcar el aire a muchos soldados, reduciendo de manera visible y notable la resistencia que ofrecía la Marine. Mas no había pasado lo peor para mí, sólo acababa de llegar; y es que con motivo de la caída de tantas unidades, el Comodoro nos dio un arma simple y nos mandó a luchar pensando tal vez que estábamos entrenados para combatir.
De pronto me vi rodeada de cuatro alimañas que me miraba con ojos lujuriosos. Asustada solamente empuñé el sable y esperé a que me mataran, sin embargo ahí apareció Bruno y con una extraña técnica que provocó de repente mucho viento se deshizo de ellos en seguida. Recuerdo que me dejó totalmente perpleja, aunque con idea. Rauda me dirigí al palo mayor, escalándolo a la par que aguantaba el arma con mi boca. Una vez estuve arriba, me fui a uno de los extremos donde estaban amarradas las velas y corté unas cuerdas random de cualquier manera. Luego, y como rogaba que pasara, la tela cayó y envolvió a todo el mundo. Esto desembocó en un poderoso contraataque de las fuerzas protectoras de las leyes. Me acuerdo que, de igual modo, Bruno se lo pasó bomba atizando a todos esos tipos sin que pudieran hacer nada, pues no lo veían ni llegar y mucho menos irse.
Pero en ese momento de diversión y triunfo una cosa gris se impulsó desde la cubierta hasta mi posición, allí arriba del todo. Cuando aterrizó vi que era el capitán de esos criminales. El mismo tipo que me quería vender; no obstante poseía un aspecto muy distinto, como si fuese de piedra aunque no se viera muy bien la totalidad de su cuerpo. En su momento me pareció, rememorando un poco, que era todo un golem.
-¡Quieru miu piuta Akuma!- gritó con su terrible pronunciación y muy enfadado.
-¿¡Y por qué vienes a mí, joder!?- pregunté entrada ya en pánico… de nuevo.
-¡Tui la tienesh!- seguía exclamando el hijo de...
La cuestión de todo es que estaba subida a una extensión horizontal del puto palo mayor, acompañada por una escoria que un poco más tarde me enteré que valía cincuenta millones de berries; y lo que era mejor, tenía en mi mano la única posibilidad de sobrevivir. Así es damas y caballeros, no era ni siquiera recluta y ya debía pelear contra un pirata para seguir viviendo. Las vueltas que da la vida, sinceramente, todavía hoy no las entiendo, aunque no soy tan vieja como pueda aparentar por cómo escribo.
Rápida me posicioné con el sable a modo defensivo, pero fue en vano totalmente. El sujeto me lo quito con su mano desnuda y sin hacerse un jodido rasguño, como si fuera una estatua de roca móvil. Me recordó mucho al monstruo que aparecía en una novela que me leí meses antes de esos instantes, se llamaba si no me acuerdo mal: Los Libros que Susurran la Verdad. Un título muy malo para el contenido del libro, pues se trataba de una chica llamada Katherine que se enfrentaba a todo tipo de monstruos incluyendo, por supuesto, una bestia hecha de piedra y diamantes llamada Kub’Wyh. Ahora bien, en ese momento no me atreví a vencer al bicho de granito como lo hizo Kath por un simple motivo: no pensaba en golpear con las manos desnudas a una cosa hecha roca. Sin embargo pocos segundos más tarde, no me quedó otra elección, ya que estaba completamente desarmada y a merced de él.
A esas alturas ya había comprobado, de vista al menos, que mi oponente a abatir era más duro que la piedra, o lo que es lo mismo: un usuario de alguna Akuma no Mi; y es que con eso, pese a que pueda parecer una tontería, yo poseía alguna ventaja importante sobre él.
Recapitulemos entonces. A su favor tenía, él me refiero, una resistencia y potencia muscular de una roca viviente. Pero en su contra padecía la dolencia de su poder más el de la Nuez de Belcebú: la agua. Estábamos en alta mar, subidos a una ramificación del palo mayor, justo a unos veinte metros del mar… Era simple, sólo tenía que darle un golpe para desestabilizarlo. Mas como suele pasar, fue más fácil decirlo que hacerlo. Mi Kub’Wyh particular también gozaba de otra capacidad para matarme, y es dándome un golpe y haciéndome caer. No era tonta, estaba consciente que si conseguía golpearme me rompería un hueso y me tiraría a las aguas… Parecía que todo se reduciría a ver quién acertaba el golpe primero.
Era curioso, sin embargo, de todas las opciones que pudiera haber para combatir contra él, ésa era con la que yo conservaba ciertas posibilidades de supervivencia; las cuales, reconozco desde el día de hoy, que no eran muchas que digamos. Y menos aún si tenemos en cuenta la suerte que me perseguía.
-Morirash, piuta- me insultó todavía sin saber hablar.
Recuerdo que me puse muy nerviosa entonces, pero intenté relajarme mientras subía mis manos preparada para pelear por mi vida. Desde dentro sentía como una fuerza desconocida comenzaba a emerger, poco a poco, mas se despertaba después de veinticuatro años durmiendo, y a buena hora admito que lo hizo. Luego el piratilla se abalanzó a por mí, y lo vi claro, si me apartaba ganaba; por lo que, como pude, me escabullí entre sus piernas, aprovechándome del espacio que dejó entra la izquierda y la derecha al avanzar y haciendo un movimiento acrobático que hasta la fecha no he podido repetir. No obstante el vástago del diccionario se detuvo antes de caer, se volteó para mirarme y sonrió, helándome toda la sangre que recorría mi cuerpo, mas aun en esas condiciones estaba dispuesta a no rendirme. No quería morir, así que sin complejos me dispuse firmemente a atacar yo para variar y eso.
Retrasé mi brazo derecho a la par que lo arqueaba con toda la intención de pasar a la ofensiva y derribarlo. Tomé todo el aire que puede, a sabiendas que podía ser la última bocanada de oxígeno de mi vida, y me lancé a por él. Manteniendo no sé cómo el equilibrio, fui a por la roca móvil sin pensarlo e intenté darle con mi puño. Sin embargo el cabrón pudo evadirse. No se me va también ese pequeño infarto que tuve al no notar nada en mi golpe y comprobar, al abrir mis ojos obviamente, que estaba cayéndome por un lado. Pero conseguí reponerme. Abracé como era debido la madera de ese gran palo, pues me estaba salvando la vida, y progresivamente me puse en pie. Unos segundos más tarde ya estaba lista, como buena masoquista, a proseguir. Y es que era raro, algo me decía que debía continuar sí o sí.
-¡Gwen!- oí que me llamaba Bruno, pues estaba subiendo. -¡Aguanta!-.
-¡No! ¡Si te apetece me dejo caer!- le contesté un poco asustada y cabreada al mismo tiempo.
-¡No seas tonta y haz lo que te diga!- me pidió el muchacho todavía sin llegar.
-¿¡Qué quieres!?- pregunté algo confusa.
-¡Imagina cómo sería un tornado saliendo de tu brazo!-.
-¿¡Eres tonto o qué!? ¿De qué me puede servir eso?- seguía respondiendo ilusa.
-¡Tú hazlo!- siguió diciéndome a la vez que escalaba. -¡Sólo confía en mí!-.
Me acuerdo que muy, pero muy, confusa acaté la orden que me dió. No cerré los ojos por temor a lo que pudiera hacerme el criminal y miré fijamente mi brazo. Vi ondear las mandas al ritmo de las brisa que allí hacía y, en un momento aleatorio, usé mi imaginación para ver salir un vendaval giratorio de mi extremidad superior. Sin embargo, cuando ya estaba visualizando susodicha ilusión, el huracanado viento tomó una forma singular en mi puño, como el de las fauces abiertas de un chacal del desierto de Arabasta. Impactada recuerdo que decidí parpadear y borrar esa imagen de mi cabeza y proseguir con lo que de verdad importaba, el combate y mi vida. Nunca pensé que haría una tontería así en mitad de un combate, al menos por aquel entonces que yo supiera; mas no me acuerdo muy bien, la verdad.
-¡Esto es una estupidez- repliqué sin apartar la vista del golem.
-¡Hazme caso! ¡Por favor!- me siguió pidiendo sin llegar siquiera a mitad de camino.
-¡Si muero, te prometo que voy a por ti!- “avisé” al idiota de mi futuro compañero.
-¡Vale! ¡Pero hazlo, please! ¡¡Es importante!!-.
Juro que en ese instante pensé: “No tengo nada que perder, total”. Pero en el instante en que me iba a poner a imaginar de nuevo al chacal hambriento, la bola de roca se lanzó a por mí. Al parecer no me iba a conceder un último deseo. Por fortuna conseguí esquivarlo saltando, pisando después en su espalda, e impulsándome hacia arriba para caer luego suavemente sobre la rama del palo mayor, consiguiendo evadir una vez más a la muerte. Sí, os comprendo, yo también me quedé conmocionada con esa exhibición de habilidad porque tampoco me la explicaba. Mas no hubo tiempo para flipar, pues rápidamente tuve que volver a imaginarme aquella gran boca abrirse en mi puño hecha de vientos contrarios entre ellos.
Al mismo tiempo que mi enemigo se recuperaba de la caída que había tenido, yo me concentraba en ver de nuevo en mi brazo un tornado que fuera tomando forma de chacal en mi mano o puño.
No sé cómo cojones pero dio resultado, y en menos tiempo del que esperaba, aunque sabía que no podía perder la concentración ya que si no se iría la mini ventisca. Sin embargo llegó un en el cual no pude evitarlo. Pestañeé sin querer cuando el Mr. Ideas de Bombero me tiró un escupitajo. Os prometo que nunca he sentido tanta rabia como en esos momentos. Notaba como mi ira hervía mi sangre tan rápido como podía caer de ahí arriba al mar. ¡Dios! ¡Era tan asqueroso el bastardo e hijo de puta del pirata! Por su puesto que no se lo iba a perdonar, y prueba de ello fue que al darme cuenta mi brazo seguía envuelto en un vendaval giratorio. Puse enseguida mis ojos en mi puño y sí, aún pestañeando, las fauces furiosas del chacal seguían tan visibles como yo misma. No se me olvida esa alegría tan agria que sentí.
-Que te jodan- respondí a la escoria de roca a la vez que preparaba mi venganza.
Éste, al oír mis palabras, se empezó a descojonar en mi cara. Mas la sonrisa que mantuve en mi cara fue clara. Estiré tanto como pude mi brazo hacia atrás, alistando lo que sería la vendetta, cargando más y más al enfurecido chacal de viento, para luego sencillamente lanzar mi puño hacia delante, aparentemente golpeando al aire. Recuerdo muy bien como el carnívoro surcó la distancia que había entre mi enemigo y yo en un santiamén, dando de pleno en el pecho del Kub’Wyh y desestabilizando su rocoso cuerpo como si de una hoja muerta se tratase; el resultado ya os lo podéis imaginar ¿o no?.
Los temibles dientes del animal, a parte de “morder” a mi rival, lo hicieron caer al mar, donde más tarde lo recogerían aún con vida pero en coma. No obstante, por mi parte, estaba muerta de cansancio. Hacer aquello me había dejado sin energía, siquiera, para ponerme en pie. Así que me terminé cayendo. Menos mal que ahí estaba el bueno de Bruno, puesto que me salvó agarrándome de la mano justamente antes de descender a la muerte. Mas antes de terminar del todo dormida, escuché lo que me dijo muy emocionado:
-¡Sí! ¿¡Ves como era importante!?-. Me empezó a subir entonces: -Te dije que confiaras en mí-.
Al día siguiente, si no evoco mal el momento, me desperté justamente en el instante que el Comodoro Mohicano le entregaba la fruta a Bruno. Parecía que estaban discutiendo, mas nunca lo supe. Sólo sé que el hombre pelirrojo nos concedió la Akuma. Aunque francamente, estaba demasiado confusa para pensar.
-Buenos días, dormilona- me dijo el castaño a la par que se sentaba en mi cama con la Nuez de Belcebú.
-¿Qué hora es?- pregunté agarrándome la cabeza, no sé porqué pero me dolía.
-Son las tres de la tarde- me contestó con su tono amable de siempre.
-Vaya, pues qué bien ¿no? Llego justa para comer- sonreí, seguía viva y no era para menos.
-Sí. Por cierto, enhorabuena- dijo mirándome a los ojos fijamente.
-¿Por qué?- consulté igual de desorientada y perdida que siempre.
-Vamos a ver, ¿por dónde empiezo?- se puso en pie y caminó lentamente por la habitación: -Quizás por haber cazado casi tú solita a un pirata con la recompensa de cincuenta millones de berries-. Enseguida me miró y continuó de lo más feliz: -Tal vez, y sólo tal vez, por conseguir hacer una técnica que a mí me costó semanas conseguirla en apenas unos minutos…- puso su mano en su mentón y prosiguió porque había más, desde luego que sí: -...y por ganarte esa Akuma no Mi. Mr. Mohicano nos la da como “premio especial” por los esfuerzos, además de dejarnos firmar en la hoja de ingreso e ir con él a sus aventuras-.
-¡No jodas!- exclamé lo primero que se me vino, no lo pensé de verdad.
-Así es muñeca- dijo mostrándome su sonrisa entera.
-Pero, ¿tú no querías la fruta del diablo?- pregunté algo apenada por él.
-No, ya conseguiré otra. Después de todo, más habrán por este mundo-.
-Como quieras. Ahora, si me haces el favor, vete que necesito asimilar todo esto-.
-Como quieras, yo me apunto fijo por si te interesa- me guiñó el ojo y se marchó.
Yo me quedé básicamente, como estoy ahora más o menos, sentada y observando la Akuma no Mi. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que me registré en la Marine, como he dicho durante todo este escrito por cierto, y me fui junto al Comodoro y Bruno por el mundo. Navegamos y vivimos muchas aventuras, o al menos eso supongo porque sí chicos, sí, me acabo de despertar; sin embargo no de una siesta, sino de un coma de algunos años, creo que me han dicho que tres o cuatro. Los médicos me han recomendado escribir mi último gran recuerdo, y he relatado lo mejor que he podido éste, el cual fue el día… perdón, los días que me cambiaron la vida. Y para aquellos curiosos, os he ido engañando en algunas que no tengo claras, supongo que me sabréis perdonar, mas prometo corregirlas nada más me acuerde ¿vale? Por otro lado, como habréis sospechado espero, os confirmo que Bruno murió el mismo día que yo me “desmayé”, y con lo que respecta al Comodoro Mohicano… sufrió el mismo destino… ¿Triste? Para nada, sólo recordad esto que me comentó en una ocasión Edward N. Jackson por favor: “Somos Marines, seres humanos hechos para servir y morir por la justicia y nuestras creencias, por lo que la muerte solamente es un premio especial que debemos tomar sin miedo. Es a lo que aspiramos al dar nuestras vidas por el bien del mundo. Ni la fama ni la gloria, sólo el recuerdo en nuestros compañeros”.
Pero da igual, no estoy aquí por ese tema. Este escrito lo escribo, válgase la redundancia, para explicar el día que me trastoque de la cabeza y acabé, por suerte, aquí, en la gran y poderosa Marine; y es que todo comienza como en un cuento, con un día de brillante sol y pájaros cantando sin cesar un instante.
Recuerdo que me levanté muy temprano y nerviosa, como pocas veces había estado antes. De hecho diría que dejé sudada toda mi cama de la inquietud que llevaba encima, así que imaginaos la intranquilidad de la circunstancia. No obstante, y que conste claramente, toda esa exaltación estaba justificada por el acontecimiento estelar del año: mi graduación. Ahora soy consciente que mi nerviosismo era excesivo, pero por aquel entonces me resultaba muy estresante todo aquel ajetreo; aunque ayudaba a ponerme así de angustiada, entre otras cosas también, el hecho que debía leer mi discurso frente a toda mi promoción y sus jodidos familiares, que aproximadamente resultaron ser unas doscientas o doscientas cincuenta personas. Sí, es la gracia y el "honor" de ser la primera de la clase.
¡Por favor! ¡Poneros en mi lugar! Yo era una niñata mimada que apenas había salido de casa. Era tan tímida que mi único “amigo” era un pobre pez, y no por el hecho de que fuera pequeño y lindo, sino porque era un animal que no hablaba, ni ladraba y, en definitiva, no hacía ningún ruido que me pusiera intranquila. Si por lo menos hubiera sido como aquellas dos… Mas pensándolo mejor ha acabado bien todo, al fin y al cabo es lo que cuenta ¿no? Quién sabe, tal vez si no hubiera sido por el incidente jamás me habría enrolado en las fuerzas de la ley y el orden y ahora sería otra ama de casa más del montón.
¡En fin! ¿Por dónde iba? ¡Ah ,ya! Decía que me tocaba pronunciar un discurso ante todo el mundo por idea de mis profesores, pues los muy cabrones sabían que era introvertida y aun así me hicieron esa putada. Por lo que en definitiva, la semana previa al día que os cuento me las pasé escribiendo incontables posibilidades de monólogos. Reconozco hoy que me salieron algunos de muy buenos, de esos que me gustaría recuperar ahora, sin embargo otros eran tan feos como mandar al abuelo a por drogas; y he ahí la paradoja, la carta que elegí estaba en el montón de “abuelo y drogas”. No hace falta ser un genio del gobierno para darse cuenta, desde ya, el resultado y efecto del puñetero soliloquio, pero para los menos avispados fue éste: una mierda tan grande como New Impel Down, incluyendo los navíos y las murallas.
Lo siguiente que recuerdo fue, si mi memoria no me falla, que salí corriendo del escenario con todos los chicos de mi edad riéndose y los padres mirándome fatal. Aunque siendo sincera, sé muy bien que pudo haber sido peor. Por ejemplo: podría haber hablado de lo "bien" distribuida que está la sociedad.
Mejor volvamos a la conclusión: huí de todo y de todos, como una fiel cobarde y leal predicadora de los deseos pacíficos del mundo con una muchedumbre furiosa detrás. Esto último, por si no ha quedado claro, es una comparativa sarcástica de la circunstancia del momento con respecto a la lucha contra los piratas; la cual, si lo pienso bien, sigue siendo casi igual ahora, cuatro años después. Vaya mierda ¿verdad?.
La cosa, y con esto sí que sí vuelvo al tema principal, es que corrí muchísimo tiempo, de hecho fue tanto que cuando me quise dar cuenta prácticamente estaba en un barco de camino a Water Seven. No sé de dónde saqué en ese entonces el dinero ni tampoco la maleta, sin embargo la cuestión es que iba de camino a la ciudad del agua más grande del mundo. Ignorante a lo que me ocurriría allí simplemente me quedé sola en el camarote cuatrocientos dos, llorando o durmiendo y, a veces, ambas cosas a la vez. Sí, reconozco que esa habilidad la perdí en ese viaje mismo. Hoy en día no me veo capaz de derramar una lágrima, y casi tampoco dormir, de hecho estoy convencida que este trabajo me matará, mas solamente espero que de una bala y no del estrés. No obstante, y como dije antes, no me arrepiento de nada.
Pocos días después, si no me equivoco creo que once, desembarqué en las costas de la ciudad anteriormente dicha. Con una maleta cutre en mano y con menos idea de qué hacer que un revolucionario en una ciudad civilizada, hice lo que mi difunto padre siempre aconsejaba hacer en caso de dudas: ir a la Marine. Así que con más miedo que ilusión me dirigí hacia allí, y es que no fue para menos pues me llevé una sorpresa al pisar las afueras de la instalaciones del cuerpo encargado de hacer cumplir las normas.
Giré la esquina de una calle que ni me acuerdo y, al final, vi el edificio oficial organismo ejecutivo. Al acercarme poco a poco me fui dando cuenta de algunas anormalidades en el ambiente, como grupos de reclutas corriendo sin parar a la vez que un tipo malvado les gritaba de todo mientras otros se mantenían a ambos lados de la entrada haciendo el pino. Si mi cabeza no me juega una mala pasada creo que cuando pregunté el porqué esos hombres hacían eso, me respondió un tipo gordo y con puro y malas ganas: “Se atrevieron a preguntar porqué los otros de más allá corrían sin parar, y a la justicia no se le pregunta niña”.
Como os podéis imaginar con la descripción de mí en aquel entonces, no hace falta que os diga que salí corriendo, llorando y con la maleta pegada a mi cuerpo. Aún noto su tacto en mis brazos y pecho cuando apreté aquella bolsa con todas mis fuerzas. Realmente, me había escapado de casa para evitar la deshonra a mi familia mas estaba consiguiendo eso mismo pero en otra ciudad. Penoso, ¿cierto?
No obstante ahí no acabó mi aventura en Water Seven, pues sólo era el doceavo día de mi nueva vida.
Todavía hoy no me olvido de cómo lloré esa vez. Aun hoy siento la caricias de las lágrimas recorrer mis mejillas, que precipitándose en el suelo poco después me hacían ver como una blanda y débil. Y en aunque mi memoria me evoca a pensar aquello, que era una inútil sin talento para nada, la verdad es que en el fondo pienso que fui fuerte y valiente, puesto que me gustaría ver a los críos de hoy en día escaparse a otra ciudad sin tener con nadie dónde apoyarse en la city de turno. Ciertamente, me siento orgullosa de mi yo del pasado y, entre muchas más cosas, le debo a esa niña de gafas cuadradas todo lo que poseo ahora.
Bueno… tras este momento melancólico y tierno, vuelvo a narrar la historia de cómo cambié mi vida en un arrebato de orgullo y vergüenza. Sin embargo, pondría mi mano al fuego jurando que ya viene lo verdaderamente divertido. ¡Sí! ¡Ya me acuerdo! Aquí conocí a Bruno, el que fue mi primer compañero.
Como os decía: iba corriendo por las calles de la ciudad número uno en exportar botellas de agua cuando, de repente, mi yo de hace años chocó contra un tipo enorme y de calva sorprendentemente brillante. Acojonada, como es obvio, salió disparada en sentido contrario a la mole de carne, mas no le sirvió de mucho. En el momento que pensó que se volvía a escapar del peligro, una fuerza sobrehumana y antinatural la alzó del suelo y la hizo volar hasta la posición del horrible sujeto. Traspasó los mercados, las casas, los puestos y, en general, todo lo físicamente imposible hasta plantarse de pie delante del gigante.
-Me hash golpeado- dijo el tipo, creo que estaba cabreado.
-¿Ah, sí? Lo siento. ¡Adiós!- conseguí vocalizar antes de intentar correr... otra vez.
-Llo shiento peru no es shuficiente, paga-. La pronunciación del hombre, ahora que lo pienso, era pésima...
-¿Y con qué te pago? ¿Con mis gafas quizás?- contesté sarcástica, la muy idiota de yo.
-Non, con tu vidà- me devolvió la broma el cabrón, pero sin ser coña y yendo en serio.
Después de aquello sólo recuerdo oscuridad, no obstante lo que me contó Bruno fue que me pegaron la cabeza y me metieron en un asqueroso saco de patatas. Es curioso, porqué ahora que lo pienso es una tontería. Si quieres secuestrar a alguien lo último que haces es meter a susodicha persona en un saco, puesto que los Marines es lo primero que miran; sin embargo esto tendría su explicación en un hecho importante, los criminales eran novatos. No es extraño, de por sí los recuerdo estúpidos y bobalicones.
Lo siguiente que sí recuerdo con mis propios ojos y oídos es el color negro del interior de la bolsa con algunos gritos de fondo, síntoma de una batalla. Al abrir el saco de patatas y ver a mi alrededor confirme mi teoría, ya que al parecer los soldados y los malhechores comenzaron a darse de hostias a diestro y siniestro sin más en la aduana. En su momento ya deduje el porqué, mas seguidamente me lo cambiaron.
Un marine, al cual llamaremos Bob, gritó lo siguiente: “¡No te la vamos a dejar llevar! ¡Es muy valiosa!”. Con esto pensé, sinceramente, que hablaban de mí, sin embargo al instante quedó claro que no. ¿El motivo? Sencillamente la siguiente frase del que era capitán de la banda y el señor ideas de bombero:
-¡Malldito marine, esh miu Akuma!-. Sí, definitivamente, pronunciaba raro las palabras el pobre diablo.
-¡Ahora es del gobierno!- gritó el "héroe" anónimo con apodo Bob.
Entre todo ese alboroto y enjambre de insultos, escuché a una voz que me llamaba desde mi espalda. Cuando me giré vi a un chaval de ojos castaños y pelo corto que hacía todo el rato: “Pshh”, un sonido muy molesto en un principio que me sirvió, no obstante, para escapar de aquella carretilla donde estábamos refugiados del epicentro de la batalla. El muchacho, muy lanzado ahora que lo explico, me cogió de la mano y me llevó a un sitio un tanto particular. Recuerdo que esquivamos cuerpos heridos, inconscientes, algunas piernas en movimiento de lucha, y algún que otro balazo perdido. Mas, al final, llegamos a la cámara acorazada del navío pirata. Pero al final llegamos a la cámara acorazada del navío pirata. Yo estaba muy asustada, él emocionado, y las puertas abiertas de par en par; sin lugar a dudas algo fallaba, y es que el gato encerrado se veía venir desde un kilómetro de distancia. Pero claro, el niño quería ver allá.
-Vayámonos ahora que podemos, por favor- le pedí amablemente.
-No, aquí está el tesoro- respondió él, muy animado.
-¿En serio?- caí ilusa y tontamente.
-No miento- concluyó.
No me olvido aún hoy, le dije que nos fuéramos; y es que se veía venir, de verdad. No fue más que abriéramos un poco más las compuertas, unos ojos amarillos se asomaron desde la oscuridad. Yo en aquel momento tragué saliva y me esperé lo peor, que al final fue lo que pasó. Un tigre, león, puma o gato, yo qué sé, saltó hacia nosotros aún con un brazo entre los dientes. Ahora, a fecha de hoy, todavía me parece gigantesco ese bicho; el cual, por cierto, nos persiguió por toda la cubierta a mí y a mi entonces desconocido futuro compañero Bruno. Francamente, durante esos minutos pensé que me moriría, pero en aquellos instantes de incertidumbre existencial hizo su aparición un hombre que cambió mi vida. De peinado mohicano con el pelo rojo, un tipo de notable estatura sacudió a la fiera y giró la dirección que tomaba esa batalla entre la justicia y el mal. Hoy sé, ojo al dato, que se trataba del Comodoro Edward, que me estuvo entrenando hasta hace poco, el cual está también fallecido por causas naturales.
No obstante, y a la vez que todo eso pasaba arriba, nosotros seguimos empeñados en buscar el tesoro que protegían los criminales del mar a capa y espada. Conseguimos infiltrarnos en la habitación y caja fuerte, teniendo todavía yo el paso de mis lágrimas marcadas en mis mejillas. Luego encendimos luces y buscamos, sin embargo lo único que encontramos fue un pequeño cofre con una singular fruta dentro.
Me acuerdo que me la quedé mirando un buen rato, pero me acabé dando cuenta a tiempo de su clase. Se trataba de una Akuma no Mi, Fruta del Diablo o Nuez de Belcebú. Y antes dije a tiempo porque evité que el niño de pelo castaño se la engullera por hambre, explicándole qué era exactamente eso casi al instante. No olvidaré la cara que puso entonces a la vez que me la reclamaba con toda su curiosidad. Era increíble lo impertinente que era el muchacho, pero finalmente conseguí que se tranquilizara y decidiera salir de allí lo más rápido posible. Mas admito que no pude prever lo que aconteció después.
En el instante que aceptó una sombra emergió de la nada, agarrando al muchacho con firmeza del cuello y levantando uno o dos metros del suelo. Como es lógico él pataleaba todo lo que podía para intentar zafarse a la vez que yo, estúpida y débil físicamente, lo miré impotente por interminables segundos. Y cuando pensé en actuar, sea como sea la manera, de la penumbra de la habitación salió un tipo con la cara rajada y un ojo en blanco. Recuerdo a ese hijo de puta como si fuera ayer mismo el incidente. El pirata tenía los dientes de metal, todos y sin falta de ninguno por convertir, mientras que su pelo era rubio casi platinado. Además, como extra, el cabronazo poseía unas manos enorme, casi tan grandes como mi cabeza y cuello de ese tiempo. La verdad, pasé mucho miedo y comprendí qué era el querer y no poder.
-¡Suéltalo!- grité a la vez que oía su puta risa. -¡Por favor!- seguí insistiendo, pidiendo peras al olmo.
Pero todo esfuerzo era inútil por mi parte, iba a ser imposible que llegara a ayudar de alguna manera de al chico de ojos castaños. Sin embargo, ¿os acordáis del marine pelirrojo con peinado de mohicano? Pues como un jodido ángel guardián volvió a presentarse como un héroe en la situación. Si no rememoro mal juraría que entró por la pared izquierda, haciéndola añicos con unos de sus puñetazos, y partiéndole la boca con el impulso al desgraciado rubito pirata. He de confesar que jamás me sentí tan aliviada, ni cuando me aceptaron en el cuerpo o vi que en mi ciudad se olvidaron de mi desliz mucho tiempo después.
Luego, y sin perder un instante porque todos eran valiosos, cogí del antebrazo a mi nuevo amigo y lo alejé todo lo que pude tirando de él. Como es normal el criajo no podía ni moverse del susto y la falta de aire de antes, con lo cual es lógico descubrir que no estaba presentable para el siguiente obstáculo del camino hacia la libertad. Este problema, si mal no recuerdo, se presentó en forma de un pirata larguirucho, con mucha barba y una calva semejante a la de su capitán. Éste mamón tenía todos los dientes, muchos tatuajes en ambos brazos, y dos pulseras con el símbolo de su banda a cada muñeca. Y sí, también blandía una temible espada que seguramente pesaba tanto como yo o más. Recuerdo su jodido filo serrado y las partes decoradas en verde esmeralda, sin olvidar su empuñadura bañada en oro y su albino envaine.
-¡Aparta!- le grité, viendo si así me hacía caso. -¡Estás en mi camino! ¡Salte de ahí!-. Hablaba a una pared.
Lo siguiente que me viene a la mente más tarde es como cargó a por mí, sin avisar ni nada el muy descortés. Yo estaba casi desmayada del pánico, no obstante me repuse y me dispuse a defender mi vida y la del chico. Agarré una katana del suelo, puesto que había bastantes por la batalla que aún se estaba librando un poco más allá, y me preparé para aguantar la primera oleada. Crucé el filo de forma defensiva en diagonal a mi torso, colocando la punta a unos centímetros de distancia de mi hombro derecho a la vez que aguantaba el mango con ambas manos.
-¡No moriré hoy!- exclamé sin tener idea de kendo, aunque sí con mucha motivación.
A veces sólo es necesario la adrenalina para conseguir despertar una fuerza desconocida en uno mismo, y en parte estoy convencida que fue eso lo que me salvó la vida, puesto que cuando me quise dar cuenta el tipo ya había atacado y seguía intacta. Era raro todo eso, mas no desaproveche la ocasión, y en el segundo que vi que estaba distraído le metí una puñalada trasera. Y una cosa, cuando digo que fue “trasera” es porqué así pasó, pues el filo del arma blanca que empuñaba atravesó sus nalgas hasta incrustarse en el hueso; o eso pienso al menos yo, ya que llegó un momento que no podía meterla más... la katana me refiero, mal pensado. Pero seguidamente, ni corta ni perezosa, volví a agarrar a mi amigo y empecé a correr, para variar en ese día y esas cosas tan extrañas del universo.
-¡Jodeeer!- grité exaltada a la vez que bajábamos del barco pirata. -¡¡JODEEEEER!!-. Sí, más alterada aún.
La verdad es que entonces, cuando ya nos encontrábamos abajo, se me pasó por la cabeza que el día ya había llegado a su fin en cuestiones de sustos o sorpresas; por lo que dejé al muchacho a un lado y me senté al costado para recuperar el aire. Lo que no vi fue que, desde hace un rato, el marine de uniforme impecable y pelo rojizo como la sangre nos buscaba. Yo no supe responder en ese momento, pues me quedé tan blanca como los fantasmas, pero en cambio Bruno se levantó y sacudió la ropa, cogió la fruta y se la guardó de modo que quedaba disimulada entre sus ropajes del tórax. No me preguntéis cómo mierda lo hizo, no obstante consiguió ocultarla de la vista del agente que pocos segundos después se acercó y nos hizo un interrogatorio fugaz e intenso. Las preguntas traspasaron como balas mi agotada mente.
-Jóvenes, ¿estuvisteis en el barco?- preguntó el uniformado hombre.
-Sí, señor- respondió el castaño, haciendo luego el saludo militar.
-...-. Ésta era yo misma en estado de “off”.
-¿Erais de la banda pirata?- formuló seriamente el tipo.
-¡No! ¡Éramos secuestrados que iban a vender como esclavos, señor!- contestó mi colega.
-...- seguía en el modo apagado todavía.
-¿Estáis bien?-. Hay que decir que Míster Marine era considerado.
-¡Cansados, señor!- volvió a responder el mismo.
-...-. ¿Se pilla el estado en el que estaba? ¿Si? ¿Seguros? Vale, paro.
-Venid al cuartel, os daremos comida y cobijo- ofreció el pelirrojo.
-Sí, gracias señor-. El chico mantenía el saludo en alto.
Sólo sé que al instante de aquello me quedé frita en el suelo, incluso me dijo después Bruno que ronqué un poco. ¿Pero qué podía hacerle yo? En mi vida, al menos hasta ese entonces, había tenido una experiencia así. Lo normal y corriente es que estuviera agotada y totalmente inhabilitada para lo que quedase de día.
Más tarde, por la noche, recuerdo que abrí los ojos estando ya en una cómoda cama de blancas sábanas. Disfruté mucho de esa sensación, en todo el día había estado esperando ese momento; no obstante, y como suele pasar en las historias de terror, una personita me arruinó el momento álgido del día. El mono de mi amigo se colgó de la litera de arriba y me mostró la fruta, a la par que sonreía como un jodido psicópata y se presentaba intentando darme la mano. ¿Su nombre? Ya lo he dicho varias veces antes: Bruno Smith, pero a él le gustaba que le llamaran Smithy. Sí, no se me va de la cabeza aquella curiosa manera de presentarse a la gente; creo que era algo parecido a esto: "¡Hola! Me llamo Bruno Smith y soy conductor de trenes, aficionado novel al futbolín y abro paraguas en mis tiempos libres", todo mientras hacía movimientos con los brazos que remedaban a los engranajes visibles de las ruedas del tren, agitabas en círculos las mano y muñecas, y estirabas por último la manga de aquella persona a la cual estaba presentándote. ¡Eso sí! Sin perder la sonrisa en ningún momento, ya que sino perdías "el juego".
Admito que por un tiempo le estuve imitando en los momentos que me presentaba a un niño o niña, ya que les hacía gracia y no me veían como al monstruo de turno a la cual temer. Pero desde que pasó “aquello” no lo he ni pensado… Puto Smithy… Siempre fue un valiente, y en cantidades industriales.
¡Bah! Da lo mismo, este tema no toca ahora. Volvamos mejor a lo que sí interesa, se hará menos pesado.
Me acuerdo que charlamos toda la noche sobre varias cosas, como por ejemplo: nuestras vidas, qué haríamos a partir de ahora, la “suerte” que teníamos, los objetivos que nos pusimos antes de llegar a Water Seven, y al final de la Akuma no Mi. Todos estos temas los tratamos con calma y pensando bien qué decíamos, no obstante llegamos a una misma conclusión: seríamos marines. No me preguntéis cómo ni el porqué exacto, solamente sé que dije “¡Vale!” muy emocionada. Y con lo que respecta a la Fruta del Diablo… debatimos, sí, durante muchos minutos qué sería lo más correcto de hacer, mas al final dijimos que sería nuestro secreto. Supongo que fue cosas de jóvenes, pues él tenía por ese entonces veintidós y yo veinticuatro. Y ya, llegados todos a este punto, pido perdón por mi asquerosa narrativa, y es que si os imaginasteis que tenía ocho, doce, quince o dieciocho… tranquilos, es normal de la forma que lo expliqué; pero con los años que tenía en ese momento, es como si tuviera esas edades al mismo tiempo, así que es de presuponer lo inútil que era ¿no? Después de todo era una niña mimada que no se sabía hacer nada.
Así que en resumen, terminé de tirar mis estudios de medicina por la borda por una idea tonta cogida gracias al idiota que conocí en un día bobo. Sin embargo son cosas locas que se hacen cuando tienes mucho tiempo libre, y por supuesto que yo lo tenía, además de un motivo de peso para no volver a casa.
Por lo que, en definitiva, a la mañana siguiente nos dirigimos los dos decididos a hablar con el Marine de peinado raro. No obstante no fue necesario ni salir del cuarto, ya que el jodido nos estaba esperando justo en la entrada con una sonrisa y un puro entre ésta. Todo tenía pinta que lo había planeado el “mohicano” ése, pero no había vuelta atrás y seguimos adelante sin pensarlo. Aunque todavía recuerdo esa sensación.
La emoción de una aventura no deseada todavía en hoy día me pone el vello de punta, aunque de diferente manera que esa vez. Por aquel entonces lo confundía con el miedo, puesto que en verdad era lo único que había llegado a sentir realmente y en un plano profundo. Bueno... y la adrenalina, ya sabéis.
Lo siento si me voy mucho del tema, no obstante me resulta imposible no sentir nostalgia por esos días. Había tantas cosas nuevas e inexplicables, muchas emociones que ni imaginaba que existieran y, pero por encima de todo aquello, estaba la sensación de vivir que aún hoy siento en mi corazón. Un ejemplo, y aprovecho para continuar explicando, fue el sentimiento que me invadió al subir al barco del marine pelirrojo. Fue una mezcla entre miedo, emoción y ganas de salir de allí, mas ésta última se me fue tan rápido tuvimos el primer percance en alta mar; de la manera más tonta, para ser peor si cabe.
Cuando el hombre de peinado empalmado se presentó como el Comodoro Edward N. Jackson, en ese preciso momento una bala de cañón explotó en la popa del navío. Como era normal en Bruno, fuimos los dos a comprobar lo que pasaba, y enseguida reconocimos el barco que perseguía. La nave enemiga llevaba la bandera pirata del tipo que nos intentó secuestrar el día anterior, lo que provocó en mi amigo una sonrisa temeraria y en mí un miedo atroz seguido de algún que otro chillido controlado de temor. Joder, ahora sí que me doy cuenta de la cobarde que era. Pero bueno, siguiendo con la historia...
El combate se desarrolló como era de esperar. Bolas de acero volaban de un lado a otro, sin una intensidad exagerada aunque sin pausa. Más tarde llegó el momento del abordaje, el cual casi me da un ataque al corazón por ese entonces. Un montón de gorilas pelados saltaron a cubierta, enzarzándose duramente contra los marines uniformados y sus elegantes oficiales, los cuales por demostraron un dominio de técnicas que me dejó impactada. Sin embargo todo fue inútil cuando el gigante aterrizó en la superficie de nuestro barco. Con dos mandobles de su pesada arma hizo surcar el aire a muchos soldados, reduciendo de manera visible y notable la resistencia que ofrecía la Marine. Mas no había pasado lo peor para mí, sólo acababa de llegar; y es que con motivo de la caída de tantas unidades, el Comodoro nos dio un arma simple y nos mandó a luchar pensando tal vez que estábamos entrenados para combatir.
De pronto me vi rodeada de cuatro alimañas que me miraba con ojos lujuriosos. Asustada solamente empuñé el sable y esperé a que me mataran, sin embargo ahí apareció Bruno y con una extraña técnica que provocó de repente mucho viento se deshizo de ellos en seguida. Recuerdo que me dejó totalmente perpleja, aunque con idea. Rauda me dirigí al palo mayor, escalándolo a la par que aguantaba el arma con mi boca. Una vez estuve arriba, me fui a uno de los extremos donde estaban amarradas las velas y corté unas cuerdas random de cualquier manera. Luego, y como rogaba que pasara, la tela cayó y envolvió a todo el mundo. Esto desembocó en un poderoso contraataque de las fuerzas protectoras de las leyes. Me acuerdo que, de igual modo, Bruno se lo pasó bomba atizando a todos esos tipos sin que pudieran hacer nada, pues no lo veían ni llegar y mucho menos irse.
Pero en ese momento de diversión y triunfo una cosa gris se impulsó desde la cubierta hasta mi posición, allí arriba del todo. Cuando aterrizó vi que era el capitán de esos criminales. El mismo tipo que me quería vender; no obstante poseía un aspecto muy distinto, como si fuese de piedra aunque no se viera muy bien la totalidad de su cuerpo. En su momento me pareció, rememorando un poco, que era todo un golem.
-¡Quieru miu piuta Akuma!- gritó con su terrible pronunciación y muy enfadado.
-¿¡Y por qué vienes a mí, joder!?- pregunté entrada ya en pánico… de nuevo.
-¡Tui la tienesh!- seguía exclamando el hijo de...
La cuestión de todo es que estaba subida a una extensión horizontal del puto palo mayor, acompañada por una escoria que un poco más tarde me enteré que valía cincuenta millones de berries; y lo que era mejor, tenía en mi mano la única posibilidad de sobrevivir. Así es damas y caballeros, no era ni siquiera recluta y ya debía pelear contra un pirata para seguir viviendo. Las vueltas que da la vida, sinceramente, todavía hoy no las entiendo, aunque no soy tan vieja como pueda aparentar por cómo escribo.
Rápida me posicioné con el sable a modo defensivo, pero fue en vano totalmente. El sujeto me lo quito con su mano desnuda y sin hacerse un jodido rasguño, como si fuera una estatua de roca móvil. Me recordó mucho al monstruo que aparecía en una novela que me leí meses antes de esos instantes, se llamaba si no me acuerdo mal: Los Libros que Susurran la Verdad. Un título muy malo para el contenido del libro, pues se trataba de una chica llamada Katherine que se enfrentaba a todo tipo de monstruos incluyendo, por supuesto, una bestia hecha de piedra y diamantes llamada Kub’Wyh. Ahora bien, en ese momento no me atreví a vencer al bicho de granito como lo hizo Kath por un simple motivo: no pensaba en golpear con las manos desnudas a una cosa hecha roca. Sin embargo pocos segundos más tarde, no me quedó otra elección, ya que estaba completamente desarmada y a merced de él.
A esas alturas ya había comprobado, de vista al menos, que mi oponente a abatir era más duro que la piedra, o lo que es lo mismo: un usuario de alguna Akuma no Mi; y es que con eso, pese a que pueda parecer una tontería, yo poseía alguna ventaja importante sobre él.
Recapitulemos entonces. A su favor tenía, él me refiero, una resistencia y potencia muscular de una roca viviente. Pero en su contra padecía la dolencia de su poder más el de la Nuez de Belcebú: la agua. Estábamos en alta mar, subidos a una ramificación del palo mayor, justo a unos veinte metros del mar… Era simple, sólo tenía que darle un golpe para desestabilizarlo. Mas como suele pasar, fue más fácil decirlo que hacerlo. Mi Kub’Wyh particular también gozaba de otra capacidad para matarme, y es dándome un golpe y haciéndome caer. No era tonta, estaba consciente que si conseguía golpearme me rompería un hueso y me tiraría a las aguas… Parecía que todo se reduciría a ver quién acertaba el golpe primero.
Era curioso, sin embargo, de todas las opciones que pudiera haber para combatir contra él, ésa era con la que yo conservaba ciertas posibilidades de supervivencia; las cuales, reconozco desde el día de hoy, que no eran muchas que digamos. Y menos aún si tenemos en cuenta la suerte que me perseguía.
-Morirash, piuta- me insultó todavía sin saber hablar.
Recuerdo que me puse muy nerviosa entonces, pero intenté relajarme mientras subía mis manos preparada para pelear por mi vida. Desde dentro sentía como una fuerza desconocida comenzaba a emerger, poco a poco, mas se despertaba después de veinticuatro años durmiendo, y a buena hora admito que lo hizo. Luego el piratilla se abalanzó a por mí, y lo vi claro, si me apartaba ganaba; por lo que, como pude, me escabullí entre sus piernas, aprovechándome del espacio que dejó entra la izquierda y la derecha al avanzar y haciendo un movimiento acrobático que hasta la fecha no he podido repetir. No obstante el vástago del diccionario se detuvo antes de caer, se volteó para mirarme y sonrió, helándome toda la sangre que recorría mi cuerpo, mas aun en esas condiciones estaba dispuesta a no rendirme. No quería morir, así que sin complejos me dispuse firmemente a atacar yo para variar y eso.
Retrasé mi brazo derecho a la par que lo arqueaba con toda la intención de pasar a la ofensiva y derribarlo. Tomé todo el aire que puede, a sabiendas que podía ser la última bocanada de oxígeno de mi vida, y me lancé a por él. Manteniendo no sé cómo el equilibrio, fui a por la roca móvil sin pensarlo e intenté darle con mi puño. Sin embargo el cabrón pudo evadirse. No se me va también ese pequeño infarto que tuve al no notar nada en mi golpe y comprobar, al abrir mis ojos obviamente, que estaba cayéndome por un lado. Pero conseguí reponerme. Abracé como era debido la madera de ese gran palo, pues me estaba salvando la vida, y progresivamente me puse en pie. Unos segundos más tarde ya estaba lista, como buena masoquista, a proseguir. Y es que era raro, algo me decía que debía continuar sí o sí.
-¡Gwen!- oí que me llamaba Bruno, pues estaba subiendo. -¡Aguanta!-.
-¡No! ¡Si te apetece me dejo caer!- le contesté un poco asustada y cabreada al mismo tiempo.
-¡No seas tonta y haz lo que te diga!- me pidió el muchacho todavía sin llegar.
-¿¡Qué quieres!?- pregunté algo confusa.
-¡Imagina cómo sería un tornado saliendo de tu brazo!-.
-¿¡Eres tonto o qué!? ¿De qué me puede servir eso?- seguía respondiendo ilusa.
-¡Tú hazlo!- siguió diciéndome a la vez que escalaba. -¡Sólo confía en mí!-.
Me acuerdo que muy, pero muy, confusa acaté la orden que me dió. No cerré los ojos por temor a lo que pudiera hacerme el criminal y miré fijamente mi brazo. Vi ondear las mandas al ritmo de las brisa que allí hacía y, en un momento aleatorio, usé mi imaginación para ver salir un vendaval giratorio de mi extremidad superior. Sin embargo, cuando ya estaba visualizando susodicha ilusión, el huracanado viento tomó una forma singular en mi puño, como el de las fauces abiertas de un chacal del desierto de Arabasta. Impactada recuerdo que decidí parpadear y borrar esa imagen de mi cabeza y proseguir con lo que de verdad importaba, el combate y mi vida. Nunca pensé que haría una tontería así en mitad de un combate, al menos por aquel entonces que yo supiera; mas no me acuerdo muy bien, la verdad.
-¡Esto es una estupidez- repliqué sin apartar la vista del golem.
-¡Hazme caso! ¡Por favor!- me siguió pidiendo sin llegar siquiera a mitad de camino.
-¡Si muero, te prometo que voy a por ti!- “avisé” al idiota de mi futuro compañero.
-¡Vale! ¡Pero hazlo, please! ¡¡Es importante!!-.
Juro que en ese instante pensé: “No tengo nada que perder, total”. Pero en el instante en que me iba a poner a imaginar de nuevo al chacal hambriento, la bola de roca se lanzó a por mí. Al parecer no me iba a conceder un último deseo. Por fortuna conseguí esquivarlo saltando, pisando después en su espalda, e impulsándome hacia arriba para caer luego suavemente sobre la rama del palo mayor, consiguiendo evadir una vez más a la muerte. Sí, os comprendo, yo también me quedé conmocionada con esa exhibición de habilidad porque tampoco me la explicaba. Mas no hubo tiempo para flipar, pues rápidamente tuve que volver a imaginarme aquella gran boca abrirse en mi puño hecha de vientos contrarios entre ellos.
Al mismo tiempo que mi enemigo se recuperaba de la caída que había tenido, yo me concentraba en ver de nuevo en mi brazo un tornado que fuera tomando forma de chacal en mi mano o puño.
No sé cómo cojones pero dio resultado, y en menos tiempo del que esperaba, aunque sabía que no podía perder la concentración ya que si no se iría la mini ventisca. Sin embargo llegó un en el cual no pude evitarlo. Pestañeé sin querer cuando el Mr. Ideas de Bombero me tiró un escupitajo. Os prometo que nunca he sentido tanta rabia como en esos momentos. Notaba como mi ira hervía mi sangre tan rápido como podía caer de ahí arriba al mar. ¡Dios! ¡Era tan asqueroso el bastardo e hijo de puta del pirata! Por su puesto que no se lo iba a perdonar, y prueba de ello fue que al darme cuenta mi brazo seguía envuelto en un vendaval giratorio. Puse enseguida mis ojos en mi puño y sí, aún pestañeando, las fauces furiosas del chacal seguían tan visibles como yo misma. No se me olvida esa alegría tan agria que sentí.
-Que te jodan- respondí a la escoria de roca a la vez que preparaba mi venganza.
Éste, al oír mis palabras, se empezó a descojonar en mi cara. Mas la sonrisa que mantuve en mi cara fue clara. Estiré tanto como pude mi brazo hacia atrás, alistando lo que sería la vendetta, cargando más y más al enfurecido chacal de viento, para luego sencillamente lanzar mi puño hacia delante, aparentemente golpeando al aire. Recuerdo muy bien como el carnívoro surcó la distancia que había entre mi enemigo y yo en un santiamén, dando de pleno en el pecho del Kub’Wyh y desestabilizando su rocoso cuerpo como si de una hoja muerta se tratase; el resultado ya os lo podéis imaginar ¿o no?.
Los temibles dientes del animal, a parte de “morder” a mi rival, lo hicieron caer al mar, donde más tarde lo recogerían aún con vida pero en coma. No obstante, por mi parte, estaba muerta de cansancio. Hacer aquello me había dejado sin energía, siquiera, para ponerme en pie. Así que me terminé cayendo. Menos mal que ahí estaba el bueno de Bruno, puesto que me salvó agarrándome de la mano justamente antes de descender a la muerte. Mas antes de terminar del todo dormida, escuché lo que me dijo muy emocionado:
-¡Sí! ¿¡Ves como era importante!?-. Me empezó a subir entonces: -Te dije que confiaras en mí-.
Al día siguiente, si no evoco mal el momento, me desperté justamente en el instante que el Comodoro Mohicano le entregaba la fruta a Bruno. Parecía que estaban discutiendo, mas nunca lo supe. Sólo sé que el hombre pelirrojo nos concedió la Akuma. Aunque francamente, estaba demasiado confusa para pensar.
-Buenos días, dormilona- me dijo el castaño a la par que se sentaba en mi cama con la Nuez de Belcebú.
-¿Qué hora es?- pregunté agarrándome la cabeza, no sé porqué pero me dolía.
-Son las tres de la tarde- me contestó con su tono amable de siempre.
-Vaya, pues qué bien ¿no? Llego justa para comer- sonreí, seguía viva y no era para menos.
-Sí. Por cierto, enhorabuena- dijo mirándome a los ojos fijamente.
-¿Por qué?- consulté igual de desorientada y perdida que siempre.
-Vamos a ver, ¿por dónde empiezo?- se puso en pie y caminó lentamente por la habitación: -Quizás por haber cazado casi tú solita a un pirata con la recompensa de cincuenta millones de berries-. Enseguida me miró y continuó de lo más feliz: -Tal vez, y sólo tal vez, por conseguir hacer una técnica que a mí me costó semanas conseguirla en apenas unos minutos…- puso su mano en su mentón y prosiguió porque había más, desde luego que sí: -...y por ganarte esa Akuma no Mi. Mr. Mohicano nos la da como “premio especial” por los esfuerzos, además de dejarnos firmar en la hoja de ingreso e ir con él a sus aventuras-.
-¡No jodas!- exclamé lo primero que se me vino, no lo pensé de verdad.
-Así es muñeca- dijo mostrándome su sonrisa entera.
-Pero, ¿tú no querías la fruta del diablo?- pregunté algo apenada por él.
-No, ya conseguiré otra. Después de todo, más habrán por este mundo-.
-Como quieras. Ahora, si me haces el favor, vete que necesito asimilar todo esto-.
-Como quieras, yo me apunto fijo por si te interesa- me guiñó el ojo y se marchó.
Yo me quedé básicamente, como estoy ahora más o menos, sentada y observando la Akuma no Mi. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que me registré en la Marine, como he dicho durante todo este escrito por cierto, y me fui junto al Comodoro y Bruno por el mundo. Navegamos y vivimos muchas aventuras, o al menos eso supongo porque sí chicos, sí, me acabo de despertar; sin embargo no de una siesta, sino de un coma de algunos años, creo que me han dicho que tres o cuatro. Los médicos me han recomendado escribir mi último gran recuerdo, y he relatado lo mejor que he podido éste, el cual fue el día… perdón, los días que me cambiaron la vida. Y para aquellos curiosos, os he ido engañando en algunas que no tengo claras, supongo que me sabréis perdonar, mas prometo corregirlas nada más me acuerde ¿vale? Por otro lado, como habréis sospechado espero, os confirmo que Bruno murió el mismo día que yo me “desmayé”, y con lo que respecta al Comodoro Mohicano… sufrió el mismo destino… ¿Triste? Para nada, sólo recordad esto que me comentó en una ocasión Edward N. Jackson por favor: “Somos Marines, seres humanos hechos para servir y morir por la justicia y nuestras creencias, por lo que la muerte solamente es un premio especial que debemos tomar sin miedo. Es a lo que aspiramos al dar nuestras vidas por el bien del mundo. Ni la fama ni la gloria, sólo el recuerdo en nuestros compañeros”.
Perdón si os engañé al principio un poco y por acabar tan brusca, pero no se me dan bien estas cosas.
Gracias por leer este recuerdo.
Atte: Gwendolyn N. Gray, marine en recuperación y, ojala, que poseedora de Akuma verdadera.
Atte: Gwendolyn N. Gray, marine en recuperación y, ojala, que poseedora de Akuma verdadera.
- Peticiones:
- Buenas noches~
(xD)
- La Akuma no Mi acorde a la nota, que elegiré más tarde.
- La técnica narrada durante la pelea y que pondré nombre más adelante.
- El dinero de la recompensa por el pirata.
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Buenas tardes, aquí Kusanagi, el pelirrojo más sexy de todo OPD. Hoy seré tu corrector, pero tranquila, no muerdo... Mucho. Puedes tratar de hacerme la pelota o intentar sobornarme, pero no creo que consigas hacerme cambiar de opinión. Muy bien, dicho esto, comencemos:
Hay muchos aspectos que me gustaría destacar sobre este diario, así que iré poco a poco como en todas mis correcciones para tratar de ayudarte a mejorar en vistas de un futuro próximo. Bueno, para empezar te diré que en líneas generales no es un mal diario. Tiene una extensión lo suficientemente larga como para leerlo de una sentada sin que llegue a resultar excesivamente pesado. No mentiré, entra en mi estándar. La historia en sí es interesante, pues deja clara la evolución del personaje desde su fuga hasta el ingreso en la marina, aunque no puedo decir que sea lo más original del mundo ya que sigue ciertos tópicos, pero no me entretendré en detalles sin importancia. Pasemos a los aspectos ortográficos y gramaticales:
- El imperativo: No es el primer fallo de este tipo que he visto, y estoy seguro de que tampoco será el último ya que es algo bastante generalizado. Tiendes (no solo tú, sino una gran mayoría) a utilizar la forma del infinitivo como imperativo. Formas como "iros", "deteneros", "callaros", etc... Son incorrectas. La forma adecuada sería: "Idos", "deteneos", "callaos"... Creo que me sigues, ¿no? He visto algún que otro fallo de este tipo en tu diario, como por ejemplo este:
Fácil de localizar, fácil de corregir. Ten cuidado con estas formas en tus próximos roles, diarios... Ya que puede suponer una reducción de la nota por algo muy simple. Confío en que sabrás ponerle remedio. Prosigamos~
- Cambios de número y de tiempo: Bueno, creo que no hace falta explicar demasiado este punto. Los cometes de forma generalizada por todo el diario. Estás hablando en pasado y, de repente, cuelas un verbo conjugado en presente, cosa que puede confundir a la hora de leer y que hace que la coherencia de la oración se desvanezca. Con el número igual, usas artículos en singular para un sustantivo en plural y a la inversa. Algunos ejemplillos rápidos:
Lo mismo, ten cuidado con estas cosas.
-de que: Y tú dirás... ¿Qué quieres decir con esto? Pues bien, te lo explicaré a través de los siguientes ejemplos:
Bueno, este fallo se repite a lo largo de todo el diario cada vez que usas una expresión de este tipo. La forma correcta no es "tener pinta que" o "estar consciente que"... Sería: "tener pinta DE que" y "estar consciente DE que". Ten cuidado con esto, ya que la otra forma es errónea. Continúo.
- "porqué" o por qué: Cometes el fallo de escribir "porqué" en todas las oraciones interrogativas indirectas (por si no sabes a lo que me refiero, "quería saber qué era aquello"/"no sabía dónde se había metido", son interrogativas indirectas). "Porque" tan solo se utiliza para responder una pregunta, en todos los demás casos es "por qué".
La forma correcta sería: "pregunté el por qué". Al igual que el anterior caso, lo repites en todos los casos.
- Desaparición de palabras y fallos de expresión: Bueno, no sé si será por haberlo escrito rápido, porque no lo has revisado o simplemente porque no te has percatado de ello, pero hay frases en las que "desaparecen" palabras que deberían estar, haciendo que pierdan coherencia, o incluso el caso contrario, en el cual añades palabras que sobran.
Aparte de esto, en ocasiones formulas frases que carecen de sentido por x o por y:
Son fallos que entorpecen la narración y lamentablemente dejan con un mal sabor de boca. Mi consejo para estos casos es que leas y releas lo que escribes en voz alta ya que, probablemente, estos fallos te suenen mal. Es una forma eficaz de corregirlos.
- Uso de palabras de otros idiomas: Bueno, solo ha habido dos casos que yo haya podido ver, y puesto que uno de ellos era un dialogo no me meteré ya que puede ser la forma de expresarse del personaje. Sin embargo, a la hora de narrar sí que supone un fallo. A excepción de que sea un tecnicismo o similar, es erróneo escribir frases como esta:
Y bueno, para finalizar: las repeticiones. No las cometes de forma constante, aunque he visto alguna que otra. Sin embargo, sí que he visto una bastante importante y es la siguiente:
Supongo que no tengo que explicarlo... Igual que antes, revisa meticulosamente tus diarios antes de entregarlos.
Y bien, eso es todo. Siento ser un brasas, pero creo que recalcar vuestros fallos es la forma más rápida de que veáis dónde cometéis errores y cómo podéis corregirlos, ya que de no ser por cosas como esta podrías llegar a obtener una nota bastante mayor. En cualquier caso, procederé a decirte tu calificación: tienes un 7, por lo que al ser diario pre-ficha te llevas los niveles correspondientes. Lamentándolo mucho no puedo concederte la técnica, ya que pareces haberla obtenido "porque sí", sin preparación ni entrenamiento previo. Aparte de ello, pese a que la expliques en el diario, recuerda describirla en las peticiones para que nos hagamos una idea más clara de cómo funciona. Por el momento diremos que la has "despertado", así que deberás entrenarla en un futuro para poder controlar su poder. En cuanto a la recompensa, los marines obtienen un 20% del total (si se es inferior a Capitán), pero ya que es un diario pre-ficha, el máximo que te puedes llevar serían 5 millones.
Las akuma no mi que puedes elegir en función de la nota son las siguientes:
- Paramecia de grado 1.
- Zoan normal (no carnívoros).
- Paramecia de grado 2.
Y eso es todo, recuerda que si no estás de acuerdo con la nota tienes derecho a pedir una segunda corrección, la cual puedes solicitar en este mismo tema. Por último, disculparme por la tardanza, pero han surgido contratiempos y no he podido pasarme a corregir antes. Buenas tardes~
EDIT: Se me ha ido la cabeza a la hora de concederte los berries. Te llevarías 5 millones, no 10, pues es el máximo que puedes obtener en un diario pre-ficha. Disculpa las molestias.
Hay muchos aspectos que me gustaría destacar sobre este diario, así que iré poco a poco como en todas mis correcciones para tratar de ayudarte a mejorar en vistas de un futuro próximo. Bueno, para empezar te diré que en líneas generales no es un mal diario. Tiene una extensión lo suficientemente larga como para leerlo de una sentada sin que llegue a resultar excesivamente pesado. No mentiré, entra en mi estándar. La historia en sí es interesante, pues deja clara la evolución del personaje desde su fuga hasta el ingreso en la marina, aunque no puedo decir que sea lo más original del mundo ya que sigue ciertos tópicos, pero no me entretendré en detalles sin importancia. Pasemos a los aspectos ortográficos y gramaticales:
- El imperativo: No es el primer fallo de este tipo que he visto, y estoy seguro de que tampoco será el último ya que es algo bastante generalizado. Tiendes (no solo tú, sino una gran mayoría) a utilizar la forma del infinitivo como imperativo. Formas como "iros", "deteneros", "callaros", etc... Son incorrectas. La forma adecuada sería: "Idos", "deteneos", "callaos"... Creo que me sigues, ¿no? He visto algún que otro fallo de este tipo en tu diario, como por ejemplo este:
¡Por favor! ¡Poneros en mi lugar!
Fácil de localizar, fácil de corregir. Ten cuidado con estas formas en tus próximos roles, diarios... Ya que puede suponer una reducción de la nota por algo muy simple. Confío en que sabrás ponerle remedio. Prosigamos~
- Cambios de número y de tiempo: Bueno, creo que no hace falta explicar demasiado este punto. Los cometes de forma generalizada por todo el diario. Estás hablando en pasado y, de repente, cuelas un verbo conjugado en presente, cosa que puede confundir a la hora de leer y que hace que la coherencia de la oración se desvanezca. Con el número igual, usas artículos en singular para un sustantivo en plural y a la inversa. Algunos ejemplillos rápidos:
la semana previa al día que os cuento me las pasé
el cabronazo poseía unas manos enorme
Lo mismo, ten cuidado con estas cosas.
-
Todo tenía pinta que lo había planeado el “mohicano” ése,
estaba consciente que si conseguía …
Bueno, este fallo se repite a lo largo de todo el diario cada vez que usas una expresión de este tipo. La forma correcta no es "tener pinta que" o "estar consciente que"... Sería: "tener pinta DE que" y "estar consciente DE que". Ten cuidado con esto, ya que la otra forma es errónea. Continúo.
- "porqué" o por qué: Cometes el fallo de escribir "porqué" en todas las oraciones interrogativas indirectas (por si no sabes a lo que me refiero, "quería saber qué era aquello"/"no sabía dónde se había metido", son interrogativas indirectas). "Porque" tan solo se utiliza para responder una pregunta, en todos los demás casos es "por qué".
pregunté el porqué
La forma correcta sería: "pregunté el por qué". Al igual que el anterior caso, lo repites en todos los casos.
- Desaparición de palabras y fallos de expresión: Bueno, no sé si será por haberlo escrito rápido, porque no lo has revisado o simplemente porque no te has percatado de ello, pero hay frases en las que "desaparecen" palabras que deberían estar, haciendo que pierdan coherencia, o incluso el caso contrario, en el cual añades palabras que sobran.
Reconozco hoy que me salieron algunos de muy buenos
vi el edificio oficial organismo ejecutivo.
Aparte de esto, en ocasiones formulas frases que carecen de sentido por x o por y:
Como os podéis imaginar con la descripción de mí en aquel entonces, no hace falta que os diga que salí corriendo, llorando y con la maleta pegada a mi cuerpo. Aún noto su tacto en mis brazos y pecho cuando apreté aquella bolsa con todas mis fuerzas.
la muy idiota de yo
que me pegaron la cabeza y me metieron en un asqueroso saco de patatas
la agua
Son fallos que entorpecen la narración y lamentablemente dejan con un mal sabor de boca. Mi consejo para estos casos es que leas y releas lo que escribes en voz alta ya que, probablemente, estos fallos te suenen mal. Es una forma eficaz de corregirlos.
- Uso de palabras de otros idiomas: Bueno, solo ha habido dos casos que yo haya podido ver, y puesto que uno de ellos era un dialogo no me meteré ya que puede ser la forma de expresarse del personaje. Sin embargo, a la hora de narrar sí que supone un fallo. A excepción de que sea un tecnicismo o similar, es erróneo escribir frases como esta:
corté unas cuerdas random de cualquier manera
Y bueno, para finalizar: las repeticiones. No las cometes de forma constante, aunque he visto alguna que otra. Sin embargo, sí que he visto una bastante importante y es la siguiente:
Mas, al final, llegamos a la cámara acorazada del navío pirata. Pero al final llegamos a la cámara acorazada del navío pirata.
Supongo que no tengo que explicarlo... Igual que antes, revisa meticulosamente tus diarios antes de entregarlos.
Y bien, eso es todo. Siento ser un brasas, pero creo que recalcar vuestros fallos es la forma más rápida de que veáis dónde cometéis errores y cómo podéis corregirlos, ya que de no ser por cosas como esta podrías llegar a obtener una nota bastante mayor. En cualquier caso, procederé a decirte tu calificación: tienes un 7, por lo que al ser diario pre-ficha te llevas los niveles correspondientes. Lamentándolo mucho no puedo concederte la técnica, ya que pareces haberla obtenido "porque sí", sin preparación ni entrenamiento previo. Aparte de ello, pese a que la expliques en el diario, recuerda describirla en las peticiones para que nos hagamos una idea más clara de cómo funciona. Por el momento diremos que la has "despertado", así que deberás entrenarla en un futuro para poder controlar su poder. En cuanto a la recompensa, los marines obtienen un 20% del total (si se es inferior a Capitán), pero ya que es un diario pre-ficha, el máximo que te puedes llevar serían 5 millones.
Las akuma no mi que puedes elegir en función de la nota son las siguientes:
- Paramecia de grado 1.
- Zoan normal (no carnívoros).
- Paramecia de grado 2.
Y eso es todo, recuerda que si no estás de acuerdo con la nota tienes derecho a pedir una segunda corrección, la cual puedes solicitar en este mismo tema. Por último, disculparme por la tardanza, pero han surgido contratiempos y no he podido pasarme a corregir antes. Buenas tardes~
EDIT: Se me ha ido la cabeza a la hora de concederte los berries. Te llevarías 5 millones, no 10, pues es el máximo que puedes obtener en un diario pre-ficha. Disculpa las molestias.
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Acepto la nota
- La Akuma que elijo es la Tori Tori no Mi: Modelo Grulla Japonesa.
- Forma Híbrida:
- Al adoptar la primera forma, las extremidades superiores de la usuaria se vuelven alas con una envergadura de 320 cm.; sus ojos, por otro lado, se vuelven rojos con un gigantesco punto negro en el medio. Luego, y si quiere la portadora de la akuma no mi, los pues se vuelven garras de una mida considerable con las cuales sujetar y agarrar cualquier persona u objeto mientras vuela o pelea.
La velocidad que puede alcanzar de primeras a lvl. 1 es de 20 km/h y aumenta esa velocidad 1 km/h por nivel hasta el 50. Después con lo que respecta a su altura máxima de vuelo, comienza en 250 metros y va aumentando 70 m por nivel hasta el 50. La fuerza en esta forma aumenta a través del entrenamiento común, dependiendo siempre de la usuaria y sus capacidades físicas habituales.
- Forma Completa:
- En este estado la portadora de la Tori Tori no Mi estilo Grulla se transforma completamente en el susodicho animal, obteniendo por completo en todo su cuerpo el plumaje albino del ave y sus poderosas garras negras. La mujer adquiere todos los detalles distintivos de susodicho pájaro. No obstante, con lo que respecta a su tamaño, es bastante superior al de una grulla común: mide 195 cm de altura y tiene una envergadura alar de 360 cm., y su pico tiene una longitud de 17,4 cm. En esta forma la usuaria sí aumenta ligeramente sus capacidades físicas básicas con el fin de poder volar y moverse sin problemas con el gigantesco cuerpo que le da la transformación, además de aumentar su tiempo de vuelo (comienza con dos post's seguidos y aumenta uno cada diez niveles, en el lvl 50 son tres más).
- Tabla:
- Lvl. 1
Solamente puede volar a 30 km/h y máximo a una altura de 500 m., el resto de sus condiciones físicas aumentan un 10%
Lvl. 10
Llega a los 50 km/h y hasta los 1.200 m., aumenta su fuerza un 20%.
Lvl. 15
Aumenta sus capacidades para volar hasta llegar a los 55 km/h y los 1.500 m. de altura, y su rapidez para correr un 35%.
Lvl. 20
Vuelve a mejorar sus condiciones para volar (60 km/h y 1.800 m.) junto con su fuerza un 35%.
Lvl. 25
Gana mucha más resistencia, agilidad y velocidad al volar (75 km/h y 2500 m.); la velocidad en sprint y su fuerza alcanzan una mejora del 70% y 60% respectivamente.
Lvl. 30
Duplica su fuerza y velocidad al correr. Al volar alcanza 80 km/h y a una altura máxima de 3.000 m.
Lvl. 40
Mantiene sus condiciones y sólo aumenta la altura de vuelo, 3.300 m.
Lvl. 50
En tierra firme obtiene un poco más de velocidad al esprintar un 220% y fuerza otro 210%, y puede alcanzar a llegar los 3.500 m., su velocidad de vuelo sigue en 80 km/h.
- Imagen Forma Completa:
- Conforme con los 10.000.000,00 B ^.^
- La técnica... solamente la despierto, okay.
Gracias~
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Te comento varias cosillas:
- Al adoptar la forma híbrida, tus pies se volverán garras sí o sí. Si quieres poder decidir transformar únicamente algunas partes, o por el contrario, transformar todas menos algunas, deberás sacar un Power Up.
- El tamaño en forma completa será de 1,80 metros y una envergadura alar de 3 metros, que ya es bastante grande en comparación con las grullas comunes.
- Respecto a la altura de vuelo que puede alcanzar, es excesiva. Comenzará pudiendo alcanzar una altura de 200 metros, y a partir de ahí subirá 16 metros por nivel hasta el nivel 50, alcanzando una altura máxima de 1 kilómetro.
Eso es todo. Revisa el edit que he hecho en mi anterior post si no lo has visto todavía (discúlpame... No se en qué estaría pensando) y si estás de acuerdo se pasará un admin a actualizar tu hoja de personaje. Buenas tardes~
- Al adoptar la forma híbrida, tus pies se volverán garras sí o sí. Si quieres poder decidir transformar únicamente algunas partes, o por el contrario, transformar todas menos algunas, deberás sacar un Power Up.
- El tamaño en forma completa será de 1,80 metros y una envergadura alar de 3 metros, que ya es bastante grande en comparación con las grullas comunes.
- Respecto a la altura de vuelo que puede alcanzar, es excesiva. Comenzará pudiendo alcanzar una altura de 200 metros, y a partir de ahí subirá 16 metros por nivel hasta el nivel 50, alcanzando una altura máxima de 1 kilómetro.
Eso es todo. Revisa el edit que he hecho en mi anterior post si no lo has visto todavía (discúlpame... No se en qué estaría pensando) y si estás de acuerdo se pasará un admin a actualizar tu hoja de personaje. Buenas tardes~
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