A muerte
Salto de Turno cada 36 horas
Cambio de escenario según Combate de Émile
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Aki D. Arlia
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Akuma no mi
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Vi como el joven de la playa hacia el gesto de lanzar algo, pero en segundos se perdió en la oscuridad de la isla. No era algo que me preocupara, pero primero me centré en atacarle y tras eso cambié a mi forma parcial, con cola, orejas y ojos de tigre buscando la mejora de mis sentidos para encontrar lo que fuera que me había lanzado. No me fiaba ni un pelo, la última vez que me había confiado había acabado derrotada y esta vez no volvería a pasar. Miré a mi alrededor mientras volaba en la alfombra ganando altura y descubrí dos cosas: La primera, el chaval había logrado esquivar casi todos mis ataques, apenas distinguía algo de sangre en su muñeca. -¿Tan mal los he lanzado? ¿O acaso es más rápido que yo? Tiene que ser lo segundo. -Pensé a toda velocidad.
Entonces descubrí que una especie de bolas me seguían en todas mis maniobras aéreas. Fueran lo que fueran, parecían peligrosos y programados para seguirme de alguna manera. Sin embargo les llevaba algo de ventaja, apenas unos segundos, pero suficiente. Giré de nuevo una y otra vez intentando confundirlos o perderlos pero eran implacables. Mi única solución era destrozarlos antes de que nos alcanzasen, porque si le daban a la alfombra yo caería en la playa y a esta altura y con la sustancia del chico en la arena, sería mi fin. Cogí un sai en cada mano y fijé los objetivos antes de saltar. Extendí los brazos y sumando la fuerza de mi caída a la mía propia, los corté limpiamente a la mitad. Noté que algo me empujaba hacia abajo y oí la explosión a mis espaldas. Caí boca abajo en mi fiel alfombra, que venía al rescate. Me notaba toda magullada y tenía varios cortes en los brazos, pero ninguno mortal. Menos mal.
Alcé la cabeza y volví a ver a Émile, ahora Lucifer, combatiendo contra el arcángel metros por encima de la explosión. Y la ira volvió a recorrerme de arriba abajo. ¡Nunca, jamás en todo este tiempo se molestó en buscarme! Y cuando por fin nos encontramos, hace como si el tiempo en la banda no hubiera existido. Me puse en pie de un salto notando cómo la sangre me hervía, sin ni siquiera notar el dolor. Ya arreglaría cuentas con él. Me giré hacia el enano en la playa y vi en el aire destellos entre nosotros. ¿Acaso sólo sabía lanzarme más y más cosas? Tendría que esforzarse más.
Salté en el aire dando una voltereta a la vez que transformaba mi brazo y lo recubría en haki. De un manotazo destruí la primera tanda de cosas brillantes, a la vez que gracias al salto esquivaba las dos últimas. Solo cuando volví a caer me di cuenta de que me había lanzado agujas. Menos mal que estaba ya en el aire y alejada. De estar más cerca no habría tenido tiempo de reaccionar. Y algo tan pequeño lanzado con esa precisión... No, no podía subestimarlo.
De repente, algo comenzó a caer del cielo y me vi obligada a esquivar un montón de lo que parecían ¿Aves fénix? Una me rozó, ganándome otro corte en el hombro. Pero no era momento de preocuparse por eso. Las aves llegaron a la playa y estallaron. En segundos, todo el suelo estaba en llamas y me giré a mirar al chico. Parecía tener una pierna inservible, a lo mejor se había caído. Sentí asco y aunque una parte de mí me decía que esa no era yo, que algo tenía que estarme influenciando... la otra pensaba que escoria como esa no merecía vivir. Su sustancia había ardido. ¿Logia o paramecia? Ojalá sea logia. -Pensé. Me planteé tratar de cambiar la trayectoria de uno de los pájaros, pero no estaba segura de poder. Eso era otro nivel.
-Lo siento por el peso, chica.- Susurré a mi alfombra antes de cambiar a mi forma completa. Noté como la tela se combaba, pero no necesitaba mucho tiempo. Podía aguantar. No era la primera vez. Abrí la boca y rugí en dirección al chico, enviando un centenar de ondas cortantes revueltas por el viento de mi rugido hacia su persona. Acto seguido volví a cambiar a mi forma humana. Si daba en el blanco, con mala suerte le cortaría y con buena, lo haría rodar y tal vez se prendiera fuego, si es que era logia. Pero si también eso conseguía esquivarlo... Me alejé un poco más, agarrando nuevamente mis sai y dando vueltas en torno a él. No quería quedarme quieta; si pretendía lanzarme cosas esta vez no le sería tan fácil.
Entonces descubrí que una especie de bolas me seguían en todas mis maniobras aéreas. Fueran lo que fueran, parecían peligrosos y programados para seguirme de alguna manera. Sin embargo les llevaba algo de ventaja, apenas unos segundos, pero suficiente. Giré de nuevo una y otra vez intentando confundirlos o perderlos pero eran implacables. Mi única solución era destrozarlos antes de que nos alcanzasen, porque si le daban a la alfombra yo caería en la playa y a esta altura y con la sustancia del chico en la arena, sería mi fin. Cogí un sai en cada mano y fijé los objetivos antes de saltar. Extendí los brazos y sumando la fuerza de mi caída a la mía propia, los corté limpiamente a la mitad. Noté que algo me empujaba hacia abajo y oí la explosión a mis espaldas. Caí boca abajo en mi fiel alfombra, que venía al rescate. Me notaba toda magullada y tenía varios cortes en los brazos, pero ninguno mortal. Menos mal.
Alcé la cabeza y volví a ver a Émile, ahora Lucifer, combatiendo contra el arcángel metros por encima de la explosión. Y la ira volvió a recorrerme de arriba abajo. ¡Nunca, jamás en todo este tiempo se molestó en buscarme! Y cuando por fin nos encontramos, hace como si el tiempo en la banda no hubiera existido. Me puse en pie de un salto notando cómo la sangre me hervía, sin ni siquiera notar el dolor. Ya arreglaría cuentas con él. Me giré hacia el enano en la playa y vi en el aire destellos entre nosotros. ¿Acaso sólo sabía lanzarme más y más cosas? Tendría que esforzarse más.
Salté en el aire dando una voltereta a la vez que transformaba mi brazo y lo recubría en haki. De un manotazo destruí la primera tanda de cosas brillantes, a la vez que gracias al salto esquivaba las dos últimas. Solo cuando volví a caer me di cuenta de que me había lanzado agujas. Menos mal que estaba ya en el aire y alejada. De estar más cerca no habría tenido tiempo de reaccionar. Y algo tan pequeño lanzado con esa precisión... No, no podía subestimarlo.
De repente, algo comenzó a caer del cielo y me vi obligada a esquivar un montón de lo que parecían ¿Aves fénix? Una me rozó, ganándome otro corte en el hombro. Pero no era momento de preocuparse por eso. Las aves llegaron a la playa y estallaron. En segundos, todo el suelo estaba en llamas y me giré a mirar al chico. Parecía tener una pierna inservible, a lo mejor se había caído. Sentí asco y aunque una parte de mí me decía que esa no era yo, que algo tenía que estarme influenciando... la otra pensaba que escoria como esa no merecía vivir. Su sustancia había ardido. ¿Logia o paramecia? Ojalá sea logia. -Pensé. Me planteé tratar de cambiar la trayectoria de uno de los pájaros, pero no estaba segura de poder. Eso era otro nivel.
-Lo siento por el peso, chica.- Susurré a mi alfombra antes de cambiar a mi forma completa. Noté como la tela se combaba, pero no necesitaba mucho tiempo. Podía aguantar. No era la primera vez. Abrí la boca y rugí en dirección al chico, enviando un centenar de ondas cortantes revueltas por el viento de mi rugido hacia su persona. Acto seguido volví a cambiar a mi forma humana. Si daba en el blanco, con mala suerte le cortaría y con buena, lo haría rodar y tal vez se prendiera fuego, si es que era logia. Pero si también eso conseguía esquivarlo... Me alejé un poco más, agarrando nuevamente mis sai y dando vueltas en torno a él. No quería quedarme quieta; si pretendía lanzarme cosas esta vez no le sería tan fácil.
Teobaldo Voglio
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Akuma no mi
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Al instante de rodar por el suelo sentí un fuerte e inhumano dolor en mi pierna, fue quizás por cuestión de segundos de diferencia entre mi salto y el golpe del enemigo pero una de las ráfagas había alcanzado mi pierna izquierda. Mientras el dolor me apremiaba saque de entre mis ropas una de mis agujas y sin pensarlo me dispuse a vencer uno de mis mas profundos miedos, sin perder tiempo clave aquel instrumento en torno a tres puntos de presión de mi pierna, con este movimiento logre que el dolor se fuera pero mi pierna seguía inutilizada.
No tenia mucho tiempo y debía pensar en algo entonces me dispuse a producir tanto adhesivo como pude, para luego envolver mi pierna con aquel liquido haciendo que esta se endureciera casi al instante, improvisando una fe dula. Esto daría rigidez a mi pierna aunque mis movimientos serian torpes y lentos, por lo que esperaba que mis explosivos y agujas hubieran dado en el blanco. Una vez terminada la tarea alce la vista solo para ser testigo de como mis explosivos eran destruidos a metros de sus objetivos, no obstante habían servido para distraer al oponente por unos segundos tiempo suficiente para darme los primeros auxilios. Momentos después fui testigo de como se libraba muy por encima de nosotros una sorprendente batalla entre aquellos dos seres.
En ese momento mientras miraba aquella escena mi corazón y mi mente comenzaron a sentir un dolor amargo, no era algo físico sino mental, que me llevaba a tener envidia de aquellos seres.Su poder, su fuerza incluso me encontraba desilusionado por no poder volar siquiera- Si tan solo pudiera volar podría darle batalla a aquella mujer, si tan solo tuviera algo de esos poderes de todos esos aquellos que se dedican a hacer el mal no estaría en esta situación-Estos pensamientos me llevaron a sentir frustración, la cual se se convirtió en una gran cólera todo me había salido mal y ahora me encontraba en esta bizarra y surrealista escena.
Me encontraba sumido en esos pensamientos que por un momento me olvide de la batalla, había bajado la vista al suelo lamentándome de mi mismo, pues me sentía derrotado ante la circunstancias. De repente y ante mi una bola de fuego cayo incendiando todo el adhesivo que antes había arrojado. Había sido un milagro el haber logrado esquivar aquella llamas, aun con mi pierna en el tan mal estado, había sido realmente útil la fe dula improvisada. De nuevo e instintivamente eleve la vista al cielo, tras escuchar un rugido lo que me había, note entonces que venían en la dirección ráfagas de viento como las anteriores.
La ira regreso a mi mente y pese a que tenia miedo, en aquellos instantes parecía casi haber desaparecido, un poder superior tomada control sobre mi cuerpo, tome cuatro de mis bombas rastreadoras y las lance sin siquiera fijar el objetivo apropiadamente. Estas volaron en el momento que las ráfagas se aproximaban así mi, en aquel momento, lo sentí algo en mi interior me permitio sentir su energía y poder, era como aquella vez cuando luche contra aquel canguro, en esta terrible situación ante la situación había despertado Haki de observación. Pude eludir un par de centeneras de aquellas hondas pero mis movimientos torpes, hicieron que otras me produjeran varios cortes, me encontraba bañando en sangre, pero aun era capaz de mantenerme en pie, ya que había usado mi haki para contrarrestar los impactos pero evidente que aquella mujer estaba muy por arriba de mi nivel, muchos de los cortes aunque superficiales erra dolorosos y si no eran tratados seguramente estaría condenado.
Ademas estaba cociente de que en el momento que daba unos pasos así atrás para eludir las ultimas ráfagas, algunas lograron impactar en mi pierna rota, la cual era aun con el haki de observación mucho mas lenta de mover, por lo que la fe dula improvisada fue destrozando, había sido una idea inconcebible el haberme entumido la pierna pues en aquel momento no llegue a sentir dolor alguno.
Por el contrario era ira, odio hacia aquella mujer lo que sentía todo estos sentimientos venia como resultado de la envidia de su fuerza y de mi impotencia, sin pensarlo saque de entre mis ropas la pistola de bengalas quite el contenido de dos cartuchos y tan rápido como pude los rellene con mi adhesivo, ahora solo quería vengarme estaba fuera de mi quería verla arder. Así que divise a una de las llamas de fuego que tenían forma de ave, las cuales seguían cayendo hacia el suelo, conté y calcule el tiempo minuciosamente pues aquella mujer daba vueltas en torno mio, pero esto no era diferente de un reloj todo tiene un ritmo, así que espere a que estuviera alguna ubicada a unos metros por enésima de la chica lo suficiente como para que el liquido ardiente cayera sobre ella como una lluvia.
Tan pronto tuve la oportunidad dispare, la bengala se elevo varios metros en dirección al ave, tras este primer cartucho cargue el segundo sin demora y nuevamente dispare -Si mi adhesivo es inflamable en el momento que las bengalas exploten, para soltar el liquido marcador en su lugar dejaran caer mi adhesivo el cual ardería gracias a esas aves o lo que fueran y las gotas resultantes quemarían aquella alfombra, producto de mi ira e impotencia- pensé mientras activaba dos de mis aguja privilegiadas y ponía sobre mi una cortina de humo, pues con la pierna herida y los cortes en mi cuerpo requería de toda ayuda que tuviera a mi alcance para poner distancia entre aquella mujer y yo por si mi plan fallaba.
No tenia mucho tiempo y debía pensar en algo entonces me dispuse a producir tanto adhesivo como pude, para luego envolver mi pierna con aquel liquido haciendo que esta se endureciera casi al instante, improvisando una fe dula. Esto daría rigidez a mi pierna aunque mis movimientos serian torpes y lentos, por lo que esperaba que mis explosivos y agujas hubieran dado en el blanco. Una vez terminada la tarea alce la vista solo para ser testigo de como mis explosivos eran destruidos a metros de sus objetivos, no obstante habían servido para distraer al oponente por unos segundos tiempo suficiente para darme los primeros auxilios. Momentos después fui testigo de como se libraba muy por encima de nosotros una sorprendente batalla entre aquellos dos seres.
En ese momento mientras miraba aquella escena mi corazón y mi mente comenzaron a sentir un dolor amargo, no era algo físico sino mental, que me llevaba a tener envidia de aquellos seres.Su poder, su fuerza incluso me encontraba desilusionado por no poder volar siquiera- Si tan solo pudiera volar podría darle batalla a aquella mujer, si tan solo tuviera algo de esos poderes de todos esos aquellos que se dedican a hacer el mal no estaría en esta situación-Estos pensamientos me llevaron a sentir frustración, la cual se se convirtió en una gran cólera todo me había salido mal y ahora me encontraba en esta bizarra y surrealista escena.
Me encontraba sumido en esos pensamientos que por un momento me olvide de la batalla, había bajado la vista al suelo lamentándome de mi mismo, pues me sentía derrotado ante la circunstancias. De repente y ante mi una bola de fuego cayo incendiando todo el adhesivo que antes había arrojado. Había sido un milagro el haber logrado esquivar aquella llamas, aun con mi pierna en el tan mal estado, había sido realmente útil la fe dula improvisada. De nuevo e instintivamente eleve la vista al cielo, tras escuchar un rugido lo que me había, note entonces que venían en la dirección ráfagas de viento como las anteriores.
La ira regreso a mi mente y pese a que tenia miedo, en aquellos instantes parecía casi haber desaparecido, un poder superior tomada control sobre mi cuerpo, tome cuatro de mis bombas rastreadoras y las lance sin siquiera fijar el objetivo apropiadamente. Estas volaron en el momento que las ráfagas se aproximaban así mi, en aquel momento, lo sentí algo en mi interior me permitio sentir su energía y poder, era como aquella vez cuando luche contra aquel canguro, en esta terrible situación ante la situación había despertado Haki de observación. Pude eludir un par de centeneras de aquellas hondas pero mis movimientos torpes, hicieron que otras me produjeran varios cortes, me encontraba bañando en sangre, pero aun era capaz de mantenerme en pie, ya que había usado mi haki para contrarrestar los impactos pero evidente que aquella mujer estaba muy por arriba de mi nivel, muchos de los cortes aunque superficiales erra dolorosos y si no eran tratados seguramente estaría condenado.
Ademas estaba cociente de que en el momento que daba unos pasos así atrás para eludir las ultimas ráfagas, algunas lograron impactar en mi pierna rota, la cual era aun con el haki de observación mucho mas lenta de mover, por lo que la fe dula improvisada fue destrozando, había sido una idea inconcebible el haberme entumido la pierna pues en aquel momento no llegue a sentir dolor alguno.
Por el contrario era ira, odio hacia aquella mujer lo que sentía todo estos sentimientos venia como resultado de la envidia de su fuerza y de mi impotencia, sin pensarlo saque de entre mis ropas la pistola de bengalas quite el contenido de dos cartuchos y tan rápido como pude los rellene con mi adhesivo, ahora solo quería vengarme estaba fuera de mi quería verla arder. Así que divise a una de las llamas de fuego que tenían forma de ave, las cuales seguían cayendo hacia el suelo, conté y calcule el tiempo minuciosamente pues aquella mujer daba vueltas en torno mio, pero esto no era diferente de un reloj todo tiene un ritmo, así que espere a que estuviera alguna ubicada a unos metros por enésima de la chica lo suficiente como para que el liquido ardiente cayera sobre ella como una lluvia.
Tan pronto tuve la oportunidad dispare, la bengala se elevo varios metros en dirección al ave, tras este primer cartucho cargue el segundo sin demora y nuevamente dispare -Si mi adhesivo es inflamable en el momento que las bengalas exploten, para soltar el liquido marcador en su lugar dejaran caer mi adhesivo el cual ardería gracias a esas aves o lo que fueran y las gotas resultantes quemarían aquella alfombra, producto de mi ira e impotencia- pensé mientras activaba dos de mis aguja privilegiadas y ponía sobre mi una cortina de humo, pues con la pierna herida y los cortes en mi cuerpo requería de toda ayuda que tuviera a mi alcance para poner distancia entre aquella mujer y yo por si mi plan fallaba.
Teobaldo, has caído inconsciente a causa del exceso de Ira acumulado. Ahora depende de los otros tu futuro.
Aki D. Arlia
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fuerza
Fortaleza
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Agilidad
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Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Akuma no mi
Varios
El joven volvió a lanzarme bombas, conté 4 antes de perderlas de vista entre el humo y las llamas. Pero dos volvieron a aparecer, persiguiéndome sin descanso. Harta de todo, repetí la maniobra y me dejé caer para atraversarlas con los sai en el momento preciso. La explosión me empujó contra mi alfombra, haciéndome sangrar por los cortes que me había provocado. Pero volví a levantarme, eso no importaba. Nada de esto importaba ya, tan solo acabar con ese crío infecto que tantos problemas me estaba dando.
Miré hacia donde estaba y lo vi apuntándome con una especie de pistola extraña. Pero no, no me apuntaba a mí, apuntaba... ¿A qué apuntaba? No dejé de moverme hasta que lo entendí. Quería darle a uno de los pájaros de fuego, pero no entendía por qué. Él disparó y la carga acertó encima de mi cabeza con precisión envidiable. Miré hacia arriba segundos antes de ver las gotas de fuego saltar hacia mi. -¡¡NO!!- Grité. A mi no me importaba quemarme pero si mi alfombra ardía ahora, para mí significaría la muerte. Salté hacia delante y tiré de ella hacia mi. Obediente se dobló y pude protegerla de la mortal lluvia. Grité de nuevo al notar las gotas de fuego en mi espalda, pero no podía hacer nada. Por el rabillo del ojo le vi disparar otra vez. Antes de que el proyectil impactara, la solté y se desplegó debajo de mí, arrastrándome lejos de los pájaros ardientes y del suelo que se acercaba a toda velocidad.
-E-el mar...-Susurré, enfurecida de tener que tomar esas medidas. Pero era preciso apagar las llamas, la tela había prendido y si perdía el tiempo en desnudarme ese crío volvería a dispararme. La alfombra salió volando hacia la orilla y descendió a ras de agua, de manera que esta me salpicó. Dio un par de vueltas y yo quedé empapada, pero a salvo. La parte superior del vestido se cayó, dejándome en sujetador. Me deshice la coleta para taparme un poco mientras volvíamos a la playa. Menos mal que mi pelo no había ardido... pero ya era hora de que ese niño pagara por atacarme.
Cuando llegamos, solo había humo. Pero decidida a dar el golpe final, agarré los sai y me incorporé en la alfombra. Pasó a través de la cortina de humo y le vi ahí tirado. Bajé a la arena, de alguna manera el condenado había encontrado un cacho de suelo que no había sido pasto de las llamas. Le di una patada, rabiosa.
-¡Eres patético! ¿Y ahora te desmayas? ¡No mereces ni que te mate! Pero te vas a acordar de mi, vaya que si te acordarás.
Le arranqué la camisa y en el pecho, en grande, le fui cortando con el sai, tallando mi nombre. Con la suerte que tenía el crío, sobreviviría. Y cada vez que se viera al espejo, notaría la vergüenza de saberse derrotado. Como debía ser. La escoria no debería tener autoestima. Todos estos pensamientos daban vueltas en mi cabeza en frenesí. No me reconocía, y no me importaba. ¿Cuando había acumulado tanta rabia? ¿Cuándo había sido yo así de sádica y orgullosa? No quería ni saberlo. Furiosa, le di otra patada a su cuerpo inconsciente. Me sentía insaciable, no me parecía suficiente. Guardé los sai y agarré el cuchillo. Mis pensamientos enmudecieron mientras le cortaba el brazo. No fue un trabajo limpio. Fueron necesarios varios cortes para separarle el brazo del cuerpo a la altura del codo. Esa odiosa mano era la que me había lanzado bombas y agujas. ¡Había intentado matarme! ¿Acaso estaba loco? Pues ahora él lamentaría cada segundo que le quedara de vida. Me arranqué un cacho de mi chamuscado vestido y le vendé el muñón. No se moriría desangrado.
De repente, me acordé de Émile y de su tripulación. ¿Seguiría luchando contra el arcángel? Con las manos y la cara todavía llenas de sangre, monté en la alfombra a todo correr y salí volando en pos del barco, o de Émile, o de quien fuera. Lo que fuera por salir de allí.
Miré hacia donde estaba y lo vi apuntándome con una especie de pistola extraña. Pero no, no me apuntaba a mí, apuntaba... ¿A qué apuntaba? No dejé de moverme hasta que lo entendí. Quería darle a uno de los pájaros de fuego, pero no entendía por qué. Él disparó y la carga acertó encima de mi cabeza con precisión envidiable. Miré hacia arriba segundos antes de ver las gotas de fuego saltar hacia mi. -¡¡NO!!- Grité. A mi no me importaba quemarme pero si mi alfombra ardía ahora, para mí significaría la muerte. Salté hacia delante y tiré de ella hacia mi. Obediente se dobló y pude protegerla de la mortal lluvia. Grité de nuevo al notar las gotas de fuego en mi espalda, pero no podía hacer nada. Por el rabillo del ojo le vi disparar otra vez. Antes de que el proyectil impactara, la solté y se desplegó debajo de mí, arrastrándome lejos de los pájaros ardientes y del suelo que se acercaba a toda velocidad.
-E-el mar...-Susurré, enfurecida de tener que tomar esas medidas. Pero era preciso apagar las llamas, la tela había prendido y si perdía el tiempo en desnudarme ese crío volvería a dispararme. La alfombra salió volando hacia la orilla y descendió a ras de agua, de manera que esta me salpicó. Dio un par de vueltas y yo quedé empapada, pero a salvo. La parte superior del vestido se cayó, dejándome en sujetador. Me deshice la coleta para taparme un poco mientras volvíamos a la playa. Menos mal que mi pelo no había ardido... pero ya era hora de que ese niño pagara por atacarme.
Cuando llegamos, solo había humo. Pero decidida a dar el golpe final, agarré los sai y me incorporé en la alfombra. Pasó a través de la cortina de humo y le vi ahí tirado. Bajé a la arena, de alguna manera el condenado había encontrado un cacho de suelo que no había sido pasto de las llamas. Le di una patada, rabiosa.
-¡Eres patético! ¿Y ahora te desmayas? ¡No mereces ni que te mate! Pero te vas a acordar de mi, vaya que si te acordarás.
Le arranqué la camisa y en el pecho, en grande, le fui cortando con el sai, tallando mi nombre. Con la suerte que tenía el crío, sobreviviría. Y cada vez que se viera al espejo, notaría la vergüenza de saberse derrotado. Como debía ser. La escoria no debería tener autoestima. Todos estos pensamientos daban vueltas en mi cabeza en frenesí. No me reconocía, y no me importaba. ¿Cuando había acumulado tanta rabia? ¿Cuándo había sido yo así de sádica y orgullosa? No quería ni saberlo. Furiosa, le di otra patada a su cuerpo inconsciente. Me sentía insaciable, no me parecía suficiente. Guardé los sai y agarré el cuchillo. Mis pensamientos enmudecieron mientras le cortaba el brazo. No fue un trabajo limpio. Fueron necesarios varios cortes para separarle el brazo del cuerpo a la altura del codo. Esa odiosa mano era la que me había lanzado bombas y agujas. ¡Había intentado matarme! ¿Acaso estaba loco? Pues ahora él lamentaría cada segundo que le quedara de vida. Me arranqué un cacho de mi chamuscado vestido y le vendé el muñón. No se moriría desangrado.
De repente, me acordé de Émile y de su tripulación. ¿Seguiría luchando contra el arcángel? Con las manos y la cara todavía llenas de sangre, monté en la alfombra a todo correr y salí volando en pos del barco, o de Émile, o de quien fuera. Lo que fuera por salir de allí.
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