Aki D. Arlia
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-Tengo un serio problema...
Pensé mirando a los 3 tigres reunidos a mi alrededor. La noche pasada había llegado y agotada ni siquiera había esperado a entrar en la ciudad, directamente había pasado a forma completa y me había derrumbado frente a un árbol. ¿Por qué siempre me pasaba igual? Esperaba al último momento para comenzar el viaje y terminaba llegando de madrugada a mi destino. ¿Y por qué? Pereza, simple y llana pereza. Aunque era la primera vez que la pereza me metía en este lío.
Probé a levantarme de nuevo y alejarme lentamente, pero no había caso. Los tres enormes felinos me seguían como si fueran mansos gatitos. Ya estaban ahí cuando me desperté, y no se habían separado de mí desde entonces. Preocupada, miré a Cetus para averiguar si él tenía alguna idea, pero estaba dando cuenta de una naranja más grande que él y ni me miró. Menuda ayuda. Así no podía entrar en la ciudad, y necesitaba hacer compras... no podía alimentarme de naranjas eternamente y tenía ganas de comer algo caliente. Aunque... podría intentarlo. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Aunque hubiera marines, si no me reconocían...
Me puse en marcha, pero antes por si acaso me recogí el pelo y me cambié de ropa, cogiendo el uniforme de marine que conservaba desde hacía ya un año y medio. Sonreí a la tela antes de vestirme. Ahora si, ¿Quién desconfiaría de un marine pelirrojo?
Empecé a andar hacia la ciudad, los tres tigres detrás de mi. Debía de olerles a tigre también, era la única explicación que se me ocurría. Antes de llegar nos cruzamos con un par de lugareños, que me miraron asombrados antes de correr. Bueno, y qué. Yo solo quería comer algo caliente.
Entré en la ciudad intentando ignorar las miradas de asombro y caminé por la calle principal hasta un puesto de comida.
-Dos bocatas de lomo, por favor.
Pensé mirando a los 3 tigres reunidos a mi alrededor. La noche pasada había llegado y agotada ni siquiera había esperado a entrar en la ciudad, directamente había pasado a forma completa y me había derrumbado frente a un árbol. ¿Por qué siempre me pasaba igual? Esperaba al último momento para comenzar el viaje y terminaba llegando de madrugada a mi destino. ¿Y por qué? Pereza, simple y llana pereza. Aunque era la primera vez que la pereza me metía en este lío.
Probé a levantarme de nuevo y alejarme lentamente, pero no había caso. Los tres enormes felinos me seguían como si fueran mansos gatitos. Ya estaban ahí cuando me desperté, y no se habían separado de mí desde entonces. Preocupada, miré a Cetus para averiguar si él tenía alguna idea, pero estaba dando cuenta de una naranja más grande que él y ni me miró. Menuda ayuda. Así no podía entrar en la ciudad, y necesitaba hacer compras... no podía alimentarme de naranjas eternamente y tenía ganas de comer algo caliente. Aunque... podría intentarlo. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Aunque hubiera marines, si no me reconocían...
Me puse en marcha, pero antes por si acaso me recogí el pelo y me cambié de ropa, cogiendo el uniforme de marine que conservaba desde hacía ya un año y medio. Sonreí a la tela antes de vestirme. Ahora si, ¿Quién desconfiaría de un marine pelirrojo?
Empecé a andar hacia la ciudad, los tres tigres detrás de mi. Debía de olerles a tigre también, era la única explicación que se me ocurría. Antes de llegar nos cruzamos con un par de lugareños, que me miraron asombrados antes de correr. Bueno, y qué. Yo solo quería comer algo caliente.
Entré en la ciudad intentando ignorar las miradas de asombro y caminé por la calle principal hasta un puesto de comida.
-Dos bocatas de lomo, por favor.
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Sinceramente, no recordaba cómo había acabado allí. Literalmente, no recordaba el motivo por el que me encontraba en una cama extraña, mirando un techo que no recordaba y con un sabor distinto, pero igual de desagradable al habitual. Ni si quiera estaba desvestido, y me notaba lo suficientemente bien como para saber que no me habían hecho nada. ¿Entonces? Me levante de la cama, deshaciéndome de las sabanas con un solo movimiento. Comprobé que tenía aún a Lumen encima, mi fiel guadaña que, como era obvio, solía cargar siempre conmigo.
Rondé el cuarto raquítico, viendo como la extraña distribución de los exóticos muebles. No parecía tener cuartos colindantes, así que salí por la única puerta que llevaba a la... ¿nada? Antes de poder retroceder, el vacio empezó a atraer todo lo que había en la habitación.
Y de repente, volví a despertar, esta vez con sudor corriéndome por la frente. Todo había parecido haber sido un extraño sueño. Al contrario que en el sueño, recordaba porque estaba allí, una misión de protección durante unas semanas. Obviamente no era el único que estaba por allí, pero si que era el único en unos pocos kilómetros a la redonda.
Decidí vestirme y salir de la pequeña habitación que tenía alquilada en un humilde hostal y me dirigí al pueblo, en busca de algo con lo que desayunar. Entonces fue cuando vi a un marine seguido de varios tigres, lo que me hizo enarcar la ceja por el asombro. Decidí acercarme hacía el marine, que se había acercado hasta un puesto de comida.
-Disculpa... ¿esos tigres son tuyos? - dije señalando a uno de estos que se percató de esto y gruñó levemente - No es que quiera decirte como hacer tu trabajo, pero... bueno, no creo que sea seguro para la gente de por aquí. Viendo el aspecto de esta gente quien sabe si decide lincharte por "atentar contra su vida". -terminé, haciendo las comillas con las manos -
Ahora que me fijaba el marine tenía el pelo rojo, algo que me hacía sentir una ligera sensación de tristeza.
Rondé el cuarto raquítico, viendo como la extraña distribución de los exóticos muebles. No parecía tener cuartos colindantes, así que salí por la única puerta que llevaba a la... ¿nada? Antes de poder retroceder, el vacio empezó a atraer todo lo que había en la habitación.
Y de repente, volví a despertar, esta vez con sudor corriéndome por la frente. Todo había parecido haber sido un extraño sueño. Al contrario que en el sueño, recordaba porque estaba allí, una misión de protección durante unas semanas. Obviamente no era el único que estaba por allí, pero si que era el único en unos pocos kilómetros a la redonda.
Decidí vestirme y salir de la pequeña habitación que tenía alquilada en un humilde hostal y me dirigí al pueblo, en busca de algo con lo que desayunar. Entonces fue cuando vi a un marine seguido de varios tigres, lo que me hizo enarcar la ceja por el asombro. Decidí acercarme hacía el marine, que se había acercado hasta un puesto de comida.
-Disculpa... ¿esos tigres son tuyos? - dije señalando a uno de estos que se percató de esto y gruñó levemente - No es que quiera decirte como hacer tu trabajo, pero... bueno, no creo que sea seguro para la gente de por aquí. Viendo el aspecto de esta gente quien sabe si decide lincharte por "atentar contra su vida". -terminé, haciendo las comillas con las manos -
Ahora que me fijaba el marine tenía el pelo rojo, algo que me hacía sentir una ligera sensación de tristeza.
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Le pagué al dependiente con una sonrisa y esperé a que preparase los bocatas. Olía que alimentaba por toda la calle, y se me hacía la boca agua de pensar en el desayuno. Distraídamente, alargué la mano para rascar detrás de las orejas a uno de los tigres, como hacía cuando estaba en el circo. Le oí ronronear y mi sonrisa se alargó con satisfacción. Era curioso que estuvieran tan acostumbrados a la gente, aunque supuse que era normal. Vivían al lado de una ''gran'' ciudad, seguramente más de una vez habrían comido de las sobras que echaban los habitantes. Estarían ya familiarizados con esos extraños seres de dos patas...
De repente noté que alguien me miraba y me giré. Había un peliverde hablándome. Le preocupaba que los tigres pudieran dañar a alguien. Para ser sincera a mi también me habían dejado un poco estupefacta, pero supuse que decirle eso no era la mejor de las ideas. Me resultó gracioso su manera de hablar, como si yo realmente fuera un marine. Pero le dediqué una sonrisa mientras cogía los dos bocadillos de lomo, uno en cada mano, y le decía como restándole importancia.
-Entiendo tu preocupación, pero como puedes comprobar son completamente mansos. Han venido conmigo desde las afueras y no ha pasado nada. ¿Por qué iban a ser agresivos ahora? - Noté como uno de los tigres gruñía al peliverde y de nuevo, sin pensarlo, me acerqué más hasta tocar su lomo con la cadera, para tranquilizarlo con el contacto. Surtió efecto inmediato. Una parte de mi mente dedujo que lo más seguro es que yo no fuera la primera humana con la que se paseaban, si entendían esas señales. Alguien debía de haberlos domesticado antes. Sintiéndome algo más confiada, me acerqué al desconocido. Por algún motivo, en su cara había un deje de tristeza.
Ladeé la cabeza, algo confusa y le alargué uno de los bocatas. Eran bastante más grandes de los que acostumbraba a tomar, y tal vez si la gente me veía andando con un lugareño se calmara.
-¿Por qué no vienes conmigo a dar una vuelta y de paso lo compruebas? Así nos distraeremos mutuamente... a no ser que tengas algo que hacer.
De repente noté que alguien me miraba y me giré. Había un peliverde hablándome. Le preocupaba que los tigres pudieran dañar a alguien. Para ser sincera a mi también me habían dejado un poco estupefacta, pero supuse que decirle eso no era la mejor de las ideas. Me resultó gracioso su manera de hablar, como si yo realmente fuera un marine. Pero le dediqué una sonrisa mientras cogía los dos bocadillos de lomo, uno en cada mano, y le decía como restándole importancia.
-Entiendo tu preocupación, pero como puedes comprobar son completamente mansos. Han venido conmigo desde las afueras y no ha pasado nada. ¿Por qué iban a ser agresivos ahora? - Noté como uno de los tigres gruñía al peliverde y de nuevo, sin pensarlo, me acerqué más hasta tocar su lomo con la cadera, para tranquilizarlo con el contacto. Surtió efecto inmediato. Una parte de mi mente dedujo que lo más seguro es que yo no fuera la primera humana con la que se paseaban, si entendían esas señales. Alguien debía de haberlos domesticado antes. Sintiéndome algo más confiada, me acerqué al desconocido. Por algún motivo, en su cara había un deje de tristeza.
Ladeé la cabeza, algo confusa y le alargué uno de los bocatas. Eran bastante más grandes de los que acostumbraba a tomar, y tal vez si la gente me veía andando con un lugareño se calmara.
-¿Por qué no vienes conmigo a dar una vuelta y de paso lo compruebas? Así nos distraeremos mutuamente... a no ser que tengas algo que hacer.
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Escuché las palabras del marine mientras miraba a uno de los tigres, concretamente el que empezó a gruñir cuando este terminó. Tenía sentido, obviamente, y no era yo el que se quejaría por ver a unos animales así por la calle. Aún sentía esa mezcla tristeza y algo más. Pero uno de los bocadillos que tenía en las manos apareció delante de mi cara. Le miré a los ojos, que eran completamente azules, mientras dejaba escapar una sonrisa amable. Mientras lo agarraba, me preguntó si quería acompañarla en un paseo, y dado que no tenía nada mejor que hacer decidí aceptar.
- Gracias. Respecto a dar una vuelta... ¿Por qué no? No es que tenga nada muy importante entre manos ahora mismo - dije alegremente, mientras olisqueaba el aroma del alimento caliente que ahora estaba en mis manos -
Empecé a caminar, por la calle que aunque estaba más transitada que cualquier otra, la gente solía apartarse de nuestro camino, posiblemente por los tigres. Realmente eran inofensivos y no parecían ser tan violentos como podría suponer alguien.
- Has dicho que venían desde las afueras ¿no? ¿Entonces no son tus mascotas? - le pregunté al marine para acto seguido pegarle un mordisco al bocata, masticando con la boca cerrada durante un rato -
Le eche otra ojeada a los tigres, que al cabo de un rato se asimilaban más a un gato que a un animal peligroso. Pensé en acariciar a alguno, pero aún guardaba cierto recelo.
- Gracias. Respecto a dar una vuelta... ¿Por qué no? No es que tenga nada muy importante entre manos ahora mismo - dije alegremente, mientras olisqueaba el aroma del alimento caliente que ahora estaba en mis manos -
Empecé a caminar, por la calle que aunque estaba más transitada que cualquier otra, la gente solía apartarse de nuestro camino, posiblemente por los tigres. Realmente eran inofensivos y no parecían ser tan violentos como podría suponer alguien.
- Has dicho que venían desde las afueras ¿no? ¿Entonces no son tus mascotas? - le pregunté al marine para acto seguido pegarle un mordisco al bocata, masticando con la boca cerrada durante un rato -
Le eche otra ojeada a los tigres, que al cabo de un rato se asimilaban más a un gato que a un animal peligroso. Pensé en acariciar a alguno, pero aún guardaba cierto recelo.
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-¿Mis mascotas? No, me costaría mucho cuidarlos entre las misiones y demás. Suelo andar de aquí para allá.
Iba a seguir hablando, pero preferí callarme y darle un par de bocados al delicioso bocata que tenía entre manos. Lomo, hacía muchísimo que no probaba un manjar así. Evidentemente con mis dotes nulas para la cocina no era algo que pudiera permitirme por mucho que cazara. Pensando que tal vez también los animales tuvieran hambre, les acerqué un par de cachos de carne. Los devoraron enseguida, poniendo cuidado de no morderme. Si, definitivamente estaban amaestrados.
-Lo cierto es que dormí a las afueras.-Le empecé a explicar al peliverde. -Y cuando me levanté estaban tumbados a mi alrededor. No he sido capaz de deshacerme de ellos desde esta mañana, aunque tampoco es como si me molestasen.
Tras unos minutos caminando, divisé lo que parecía ser un parque a lo lejos. Se lo señalé con una sonrisa y comencé a dirigirme hacia allí. Podíamos sentarnos, terminar de comer y vagear un poco.
-El caso es que son completamente mansos, acarícialos si gustas. Es obvio que están acostumbrados al contacto humano.
Di otro bocado a mi bocata, pensativa. ¿Me había dicho...? No, no lo había hecho. Hm.
-A todo esto...¿Puedo saber tu nombre?
Iba a seguir hablando, pero preferí callarme y darle un par de bocados al delicioso bocata que tenía entre manos. Lomo, hacía muchísimo que no probaba un manjar así. Evidentemente con mis dotes nulas para la cocina no era algo que pudiera permitirme por mucho que cazara. Pensando que tal vez también los animales tuvieran hambre, les acerqué un par de cachos de carne. Los devoraron enseguida, poniendo cuidado de no morderme. Si, definitivamente estaban amaestrados.
-Lo cierto es que dormí a las afueras.-Le empecé a explicar al peliverde. -Y cuando me levanté estaban tumbados a mi alrededor. No he sido capaz de deshacerme de ellos desde esta mañana, aunque tampoco es como si me molestasen.
Tras unos minutos caminando, divisé lo que parecía ser un parque a lo lejos. Se lo señalé con una sonrisa y comencé a dirigirme hacia allí. Podíamos sentarnos, terminar de comer y vagear un poco.
-El caso es que son completamente mansos, acarícialos si gustas. Es obvio que están acostumbrados al contacto humano.
Di otro bocado a mi bocata, pensativa. ¿Me había dicho...? No, no lo había hecho. Hm.
-A todo esto...¿Puedo saber tu nombre?
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