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Caminaba de un lado a otro en el barco. Mi mano estaba apoyada en la barbilla mientras que la otra se situaba a la altura de mi cintura con el puño apretado. No paraba de pensar por que el gobierno me había encomendado esta misión, aunque más que el gobierno había sido propiamente hecha por padre, él suplantando documentos era un experto y, a veces, era por una gran necesidad del imperio. Me acerqué a la barandilla del barco y esperé un buen rato mientras miraba como las olas rompían contra el casco. Tenía que esperar a que unos soldados me trajeran los datos de con quién íbamos a reunirnos.
Una mano tocó mi hombro y me giré exaltada. Era el soldado que debía traerme la hoja. -Ya era hora. - Le repliqué. - Como seas así de lento en otras cosas no sé como te irá la vida. - Tras esto hizo una reverencia y se fue al interior. La persona con quién debía reunirme era un alto representante de Ohara, quizás querrían establecer unas relaciones comerciales con él, pero supuestamente hasta dentro de cuatro horas no llegaría. Hacerme esperar a mí... ¿Tan importante se cree? Yo soy la que debe hacer esperar, para algo soy la princesa del rayo.
-No puedo quedarme aquí sin hacer nada. - hablé de repente. Resoplé el mechón que se había puesto delante de mi ojo apartándolo.
Esperar en el barco hacía que mi vida se consumiese poco a poco, me hacía sentir como si estuviese atrapada. Necesitaba un buen paseo. Llegué al pueblo y la gente me miraba, normal, yo era un ser perfecto digno de admiración. La primera impresión que recibí de estas personas era las de unos simples pobres. ¿Había alguien de mi nivel?
Una mano tocó mi hombro y me giré exaltada. Era el soldado que debía traerme la hoja. -Ya era hora. - Le repliqué. - Como seas así de lento en otras cosas no sé como te irá la vida. - Tras esto hizo una reverencia y se fue al interior. La persona con quién debía reunirme era un alto representante de Ohara, quizás querrían establecer unas relaciones comerciales con él, pero supuestamente hasta dentro de cuatro horas no llegaría. Hacerme esperar a mí... ¿Tan importante se cree? Yo soy la que debe hacer esperar, para algo soy la princesa del rayo.
-No puedo quedarme aquí sin hacer nada. - hablé de repente. Resoplé el mechón que se había puesto delante de mi ojo apartándolo.
Esperar en el barco hacía que mi vida se consumiese poco a poco, me hacía sentir como si estuviese atrapada. Necesitaba un buen paseo. Llegué al pueblo y la gente me miraba, normal, yo era un ser perfecto digno de admiración. La primera impresión que recibí de estas personas era las de unos simples pobres. ¿Había alguien de mi nivel?
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Bostecé de forma perezosa. Había dormido unas seis horas continuadas, nadie me había molestado y al parecer no me necesitaban para nada. ”Aunque ya todos son grandes e independientes.” – pensaba mientras salía de la cama, agarraba una camiseta negra sin mangas y salía de mi habitación. Hayate no tardó en alcanzarme y subirse, de manera bastante felina, a mi cabeza. ¿Qué iba a hacer hoy? El viaje había terminado hace un día y aún no pisaba tierra. Debía estirar las piernas o si no se iban a combinar con la madera del barco y me dejarían inmovilizado. Definitivamente tenía que salir. En la cubierta estaban Kise y Asuna, mirando la isla con interés, mas no querían ir.
– Chicos, iré a caminar – dije mientras me terminaba de arreglar la camiseta y la estiraba un poco más. – Kise, quedas a cargo del barco. Aunque, son libres de acompañarme – ambos negaron con la cabeza. – Bueno, nos vemos en un rato. – Tomé un poco de impulso y salté del barco. Mis pies tocaron la tierra e inmediatamente me sentí aliviado. Necesitaba un poco de aventura y Ohara podría ser el escenario perfecto para tenerla.
Llegué al pueblo. Se veía algo animado para ser pequeño y… Pobre. Era un sitio bastante pobre y que no tenía pintas de que fuera a surgir de algún modo. ”Quizás solo sean gente que llegó a quedarse al ver lo abandonada que está. – No había que ser un genio (como yo) para darse cuenta que apenas sobrevivían. Que no tenían forma de vivir por mucho más tiempo y que todos iban a morir sin la ayuda de algo o alguien. ”Tampoco creo que exista información de la investigación de los sabios de este lugar.” – tenía la vaga esperanza de encontrar algo sobre el Rio Poneglyph en esta isla, pero nada. Si había algo, el Gobierno Mundial seguro ya lo tenía en sus manos. Si alguien había escapado, ya debería estar muerto. Nada de lo que había pasado hace 150 años atrás era algo recuperable. Otro suspiro. No tenía pistas sobre nada y aún no lograba encontrar si quiera uno de esos Poneglyph. ¿Qué tan escondidos estaban?
Caminaba sin fijarme mucho en nada. Uno que otro puesto aquí, otro por allá y mucha gente que estaba en alguno de los callejones. ”Este sitio está muerto” – pensaba con cierto desánimo. ¿Qué podía hacer? Ya no tenía los recursos para ayudarlos a salir y todo escapaba de mis manos. Y, ¿quién escucharía al Tenryubitto que se escapó de Mariejoa? Solo me iba a arriesgar a ser arrestado y, seguramente, asesinado. Noté que la gente se quedaba mirando a una jovencita. Yo también la vi unos segundos antes de quitarle importancia. ”No es de esta isla. Eso está claro” – todo lo indicaba. Su presencia, su forma de caminar y su vestimenta, todo era demasiado… ¿Elegante? No, no era esa la palabra… era… ¿Egocentrismo? Si, podía pegar con ella, pero no tenía idea.
Mi mantra me advirtió de que alguien la iba a atacar, y en el proceso, me iba a golpear a mi. ”Nunca aprenden, ¿no? – me quedé quieto y, desde la poca gente que veía, se asomó la enorme figura de un hombre. Pelo rubio, camisetas gastadas y una cicatriz en el ojo izquierdo. ”Definitivamente, es malo” – logré ver sus intenciones. Sacó un cuchillo de entre sus ropas y, al mismo tiempo, gritaba:
– ¡Basuras! ¡Denme todo su dinero! – vociferaba a toda voz mientras que trataba de apuñalar a la peli negra. Logré ponerme al medio y con un rápido movimiento, lo agarré del cuello, con mi mano izquierda hice que soltara el cuchillo, y con el resto del cuerpo, lo estampé contra el suelo. Se levantó una pequeña nube de humo y polvo.
– ¿Basura? – dije en un marcado tono arrogante. – Lo dice el insecto que intentó apuñalar a una mujer – tomé una leve pausa mientras me limpiaba un poco el polvo de mis pantalones. – Te perdonaré la vida, basura. Respeta tu lugar. – finalicé sin dejar de lado mi arrogancia. Mi mirada era despectiva. Me giré para ver a la chica y presentarme. – Perdón. Soy Akashi. ¿Estás bien? – Pregunté con cierto aire de arrogancia. Algo me traía curiosidad de aquella chica… ¿Qué sería?
– Chicos, iré a caminar – dije mientras me terminaba de arreglar la camiseta y la estiraba un poco más. – Kise, quedas a cargo del barco. Aunque, son libres de acompañarme – ambos negaron con la cabeza. – Bueno, nos vemos en un rato. – Tomé un poco de impulso y salté del barco. Mis pies tocaron la tierra e inmediatamente me sentí aliviado. Necesitaba un poco de aventura y Ohara podría ser el escenario perfecto para tenerla.
Llegué al pueblo. Se veía algo animado para ser pequeño y… Pobre. Era un sitio bastante pobre y que no tenía pintas de que fuera a surgir de algún modo. ”Quizás solo sean gente que llegó a quedarse al ver lo abandonada que está. – No había que ser un genio (como yo) para darse cuenta que apenas sobrevivían. Que no tenían forma de vivir por mucho más tiempo y que todos iban a morir sin la ayuda de algo o alguien. ”Tampoco creo que exista información de la investigación de los sabios de este lugar.” – tenía la vaga esperanza de encontrar algo sobre el Rio Poneglyph en esta isla, pero nada. Si había algo, el Gobierno Mundial seguro ya lo tenía en sus manos. Si alguien había escapado, ya debería estar muerto. Nada de lo que había pasado hace 150 años atrás era algo recuperable. Otro suspiro. No tenía pistas sobre nada y aún no lograba encontrar si quiera uno de esos Poneglyph. ¿Qué tan escondidos estaban?
Caminaba sin fijarme mucho en nada. Uno que otro puesto aquí, otro por allá y mucha gente que estaba en alguno de los callejones. ”Este sitio está muerto” – pensaba con cierto desánimo. ¿Qué podía hacer? Ya no tenía los recursos para ayudarlos a salir y todo escapaba de mis manos. Y, ¿quién escucharía al Tenryubitto que se escapó de Mariejoa? Solo me iba a arriesgar a ser arrestado y, seguramente, asesinado. Noté que la gente se quedaba mirando a una jovencita. Yo también la vi unos segundos antes de quitarle importancia. ”No es de esta isla. Eso está claro” – todo lo indicaba. Su presencia, su forma de caminar y su vestimenta, todo era demasiado… ¿Elegante? No, no era esa la palabra… era… ¿Egocentrismo? Si, podía pegar con ella, pero no tenía idea.
Mi mantra me advirtió de que alguien la iba a atacar, y en el proceso, me iba a golpear a mi. ”Nunca aprenden, ¿no? – me quedé quieto y, desde la poca gente que veía, se asomó la enorme figura de un hombre. Pelo rubio, camisetas gastadas y una cicatriz en el ojo izquierdo. ”Definitivamente, es malo” – logré ver sus intenciones. Sacó un cuchillo de entre sus ropas y, al mismo tiempo, gritaba:
– ¡Basuras! ¡Denme todo su dinero! – vociferaba a toda voz mientras que trataba de apuñalar a la peli negra. Logré ponerme al medio y con un rápido movimiento, lo agarré del cuello, con mi mano izquierda hice que soltara el cuchillo, y con el resto del cuerpo, lo estampé contra el suelo. Se levantó una pequeña nube de humo y polvo.
– ¿Basura? – dije en un marcado tono arrogante. – Lo dice el insecto que intentó apuñalar a una mujer – tomé una leve pausa mientras me limpiaba un poco el polvo de mis pantalones. – Te perdonaré la vida, basura. Respeta tu lugar. – finalicé sin dejar de lado mi arrogancia. Mi mirada era despectiva. Me giré para ver a la chica y presentarme. – Perdón. Soy Akashi. ¿Estás bien? – Pregunté con cierto aire de arrogancia. Algo me traía curiosidad de aquella chica… ¿Qué sería?
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Pobreza y más pobreza. Niños con ropas deshechas y ancianos con dificultades para sobrevivir. Este sitio estaría mejor bajo mi mando, una buena conquista podría ayudarme subir mi reputación a un gran nivel. Muchos me aclamarían y se sentirían orgullosos. Devolvería el esplendor de la tierra de sabios a este lugar... lástima que nadie lo haga. Aunque de momento puedo evitar que consigan esta isla, solo necesito los contactos de padre y del gobierno. Ay como me gusta esta vida.
Ante mí había una panda de niños jugando con unas canicas. Saqué tres monedas de mi bolsillo y se las enseñé. Ellos se quedaron mirando como si se tratase de un tesoro. Finalmente se las tiré al suelo. -Pelead por ellas. - Exclamé entre risas mientras se pegaban por recogerlas. Era gracioso ver como por esa miseria se enfrentaban, pobres, les quedaba mucho por aprender.
Seguí caminando pero no encontraba nada interesante por aquí, quizás si volvía al barco podía entretenerme un poco con los libros, pero aún prefería seguir por aquí. Conocer la situación de la isla me hacía crear una idea de como mejorarla para cuando fuese mía, sin embargo tan solo necesitaba tiempo.
Pero ocurrió una cosa con la que no contaba. Mientras estaba distraída escuché unos gritos detrás mía. Me giré, pero no me dio tiempo a ver que pasaba puesto que un muchacho se había interpuesto. Apreté mis puños con fuerza. ¿Cómo se atrevía un simple campesino a llamarme a mi basura? Se nota que no conocía el poder de la realeza. Aquel muchacho había sido valiente al enfrentarse a él como si nada. Su comentario sobre apuñalar una mujer no me gustó del todo ¿acaso éramos inferiores que ni siquiera podíamos enfrentarnos entre nosotros? Le miré de arriba abajo.
-Si, estoy bien. - Dije mientras acomodaba mis mechones. - No deberías dejar a la escoria como esa libre, siempre vuelven a atacar cuando menos se lo espera uno. - Mi expresión cambió a un tono serio. - Gracias por interponerte entre ese hombre y yo. Mi nombres es Azula y soy la princesa de Reddo Teikoku. Te compensaré por lo que has hecho. Un placer.
Ante mí había una panda de niños jugando con unas canicas. Saqué tres monedas de mi bolsillo y se las enseñé. Ellos se quedaron mirando como si se tratase de un tesoro. Finalmente se las tiré al suelo. -Pelead por ellas. - Exclamé entre risas mientras se pegaban por recogerlas. Era gracioso ver como por esa miseria se enfrentaban, pobres, les quedaba mucho por aprender.
Seguí caminando pero no encontraba nada interesante por aquí, quizás si volvía al barco podía entretenerme un poco con los libros, pero aún prefería seguir por aquí. Conocer la situación de la isla me hacía crear una idea de como mejorarla para cuando fuese mía, sin embargo tan solo necesitaba tiempo.
Pero ocurrió una cosa con la que no contaba. Mientras estaba distraída escuché unos gritos detrás mía. Me giré, pero no me dio tiempo a ver que pasaba puesto que un muchacho se había interpuesto. Apreté mis puños con fuerza. ¿Cómo se atrevía un simple campesino a llamarme a mi basura? Se nota que no conocía el poder de la realeza. Aquel muchacho había sido valiente al enfrentarse a él como si nada. Su comentario sobre apuñalar una mujer no me gustó del todo ¿acaso éramos inferiores que ni siquiera podíamos enfrentarnos entre nosotros? Le miré de arriba abajo.
-Si, estoy bien. - Dije mientras acomodaba mis mechones. - No deberías dejar a la escoria como esa libre, siempre vuelven a atacar cuando menos se lo espera uno. - Mi expresión cambió a un tono serio. - Gracias por interponerte entre ese hombre y yo. Mi nombres es Azula y soy la princesa de Reddo Teikoku. Te compensaré por lo que has hecho. Un placer.
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¿Una princesa? Eso no me lo esperaba. Eso indicaba todo. Sus palabras me molestaban y me recordaban a como solía hablar mi padre. Ese pobre hombre no había hecho nada más que intentar sobrevivir. Vio la oportunidad y la quiso aprovechar, ¿qué tiene malo? No lo apoyaba, había otras formas, pero si lo entendía. Suspiré lentamente mientras notaba que el pobre hombre se estaba levantando, a penas, pero lo iba haciendo. Una sola mirada me bastó para que se fuera y nos dejara solos. Me habló de una compensación ”Si yo quisiera, te quito todo ese poder con un solo dedo” – pensé mientras negaba con la cabeza. ¿Qué le decía? ¿Qué era un Tenryubitto y bajarle esos humos de grandeza? No, no era tan macabro y tampoco lo necesitaba.
– Así que una princesa… – dejé de estar tan serio y mi tono dejó de ser tan arrogante. Mi reacción fue natural. Nunca me interesaban los puestos jerárquicos ni muchos menos los siguientes herederos al trono de alguna isla. – Uno no se encuentra de manera seguido con alguien como tú – la analicé de arriba abajo. En su cuerpo, esbelto y bien cuidado, se reflejaba lo que me decía. Era una princesa de pecho y lomo – Pero, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar haciendo cosas de la realeza? – apostaría a que era la chica rebelde que se escapó de casa… Como yo. – ¿Qué haces lejos de tu trono, Azu-chan? – ”Le enseñaré algo de humildad. A mi modo” – pensaba mientras recordaba las tantas veces que mi familia humillaba a cuantos reyes fueran a pedirle protección, dinero u otros servicios. Así que tenía alguna idea de cómo jugar con sus mentes… ¿Funcionaría con ella? Claro.
¿Por qué lo iba a hacer? Porque sabía las horribles consecuencias de ser arrogante, ególatra y creerse el rey absoluto del mundo. Ella iba a terminar sola y, si podía ayudarla, lo iba a hacer. No me gustaba mostrarme como no era, no me agradaba la idea de copiar las frases, posturas, o tonos de mi padre al tratar al resto. ”Menos mal que Asuna y Kise no están aquí” – si estuvieran aquí no me daría el lujo ni perdería el tiempo con una princesa como ella. ¿Qué iba a pasar? Dudaba que un solo encuentro con ella sirviera para cambiarle su modo de pensar o actuar. Solo quedaba un camino… De una u otra forma, hacerla una amiga más ”Como la invites a unirse a tu banda… – no, eso no lo haría. No llegaría a tal extremo, pero… No descartaba nada. De todas maneras, nunca venía de más un nakama más en nuestro viaje.
– Así que una princesa… – dejé de estar tan serio y mi tono dejó de ser tan arrogante. Mi reacción fue natural. Nunca me interesaban los puestos jerárquicos ni muchos menos los siguientes herederos al trono de alguna isla. – Uno no se encuentra de manera seguido con alguien como tú – la analicé de arriba abajo. En su cuerpo, esbelto y bien cuidado, se reflejaba lo que me decía. Era una princesa de pecho y lomo – Pero, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar haciendo cosas de la realeza? – apostaría a que era la chica rebelde que se escapó de casa… Como yo. – ¿Qué haces lejos de tu trono, Azu-chan? – ”Le enseñaré algo de humildad. A mi modo” – pensaba mientras recordaba las tantas veces que mi familia humillaba a cuantos reyes fueran a pedirle protección, dinero u otros servicios. Así que tenía alguna idea de cómo jugar con sus mentes… ¿Funcionaría con ella? Claro.
¿Por qué lo iba a hacer? Porque sabía las horribles consecuencias de ser arrogante, ególatra y creerse el rey absoluto del mundo. Ella iba a terminar sola y, si podía ayudarla, lo iba a hacer. No me gustaba mostrarme como no era, no me agradaba la idea de copiar las frases, posturas, o tonos de mi padre al tratar al resto. ”Menos mal que Asuna y Kise no están aquí” – si estuvieran aquí no me daría el lujo ni perdería el tiempo con una princesa como ella. ¿Qué iba a pasar? Dudaba que un solo encuentro con ella sirviera para cambiarle su modo de pensar o actuar. Solo quedaba un camino… De una u otra forma, hacerla una amiga más ”Como la invites a unirse a tu banda… – no, eso no lo haría. No llegaría a tal extremo, pero… No descartaba nada. De todas maneras, nunca venía de más un nakama más en nuestro viaje.
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Akashi parecía no querer ser compensado. Mejor para mí. Aunque me gustaba mantener el honor cuando hacían un acto heroico ante mí, de todas formas era el deber de unos simples ciudadanos dar su miserable vida por mí, tenía un precio incalculable, no como ellos que con un puñado de berries podían llegar a venderse. Que buena era la vida de la realeza, quizás demasiado, pero siendo sincera, yo no valdría para sobrevivir ahí afuera sin todos mis lujos. ¿Cómo eran capaces de hacerlo?
El muchacho era bastante curioso. Demasiadas preguntas en poco tiempo. Estuve a punto de decirle que parase, pero por respondérselas no perdía nada. Me crucé de brazos y fui respondiendo una por una.
-Normal que no encuentres a gente de mi estatus tan fácilmente. Suelen estar bien escondidos. - Dije con un tono subidito. - De todas formas deberías estar orgulloso de haberte topado con una. - Tomé una pausa. - Lo que yo hago aquí no es de su incumbencia, pero seré buena: Estoy aquí por una misión que me ha encomendado el gobierno y el emperador de mi reino. ¿Te refieres a cosas de mujeres en la realeza? No soy como esas estúpidas sumisas. - Mi comentario fue seco y mi tono muy serio. No me gustaba que me tratasen como esas mujeres que no son nada sin un hombre y mucho menos cuando eres una princesa. Si por mi fuera, esa clase de mujeres las mandaría decapitar para que una nueva generación tuviese sus propios ideales.
Me calmé un poco y volví a la charla amena de antes. - Estoy acostumbrada a estar lejos de mi trono. Ya no recuerdo ni lo que era sentarse en él... Pero por suerte tengo uno hecho perfecto para mí en el barco que me regaló mi padre! - Exclamé con una sonrisa. La verdad es que solo me importaba mantener los privilegios.
-Ya he hablado mucho de mí, quizás demasiado aunque si quieres preguntar algo más te lo responderé. Es lo que menos puedo hacer. - Tras esto me senté en una gran roca y pasé una pierna sobre la otra entrelazando mis manos sobre ella. Esperaba que el pelirrojo no fuese muy pesado.
El muchacho era bastante curioso. Demasiadas preguntas en poco tiempo. Estuve a punto de decirle que parase, pero por respondérselas no perdía nada. Me crucé de brazos y fui respondiendo una por una.
-Normal que no encuentres a gente de mi estatus tan fácilmente. Suelen estar bien escondidos. - Dije con un tono subidito. - De todas formas deberías estar orgulloso de haberte topado con una. - Tomé una pausa. - Lo que yo hago aquí no es de su incumbencia, pero seré buena: Estoy aquí por una misión que me ha encomendado el gobierno y el emperador de mi reino. ¿Te refieres a cosas de mujeres en la realeza? No soy como esas estúpidas sumisas. - Mi comentario fue seco y mi tono muy serio. No me gustaba que me tratasen como esas mujeres que no son nada sin un hombre y mucho menos cuando eres una princesa. Si por mi fuera, esa clase de mujeres las mandaría decapitar para que una nueva generación tuviese sus propios ideales.
Me calmé un poco y volví a la charla amena de antes. - Estoy acostumbrada a estar lejos de mi trono. Ya no recuerdo ni lo que era sentarse en él... Pero por suerte tengo uno hecho perfecto para mí en el barco que me regaló mi padre! - Exclamé con una sonrisa. La verdad es que solo me importaba mantener los privilegios.
-Ya he hablado mucho de mí, quizás demasiado aunque si quieres preguntar algo más te lo responderé. Es lo que menos puedo hacer. - Tras esto me senté en una gran roca y pasé una pierna sobre la otra entrelazando mis manos sobre ella. Esperaba que el pelirrojo no fuese muy pesado.
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Sus palabras me molestaban, en cierta parte. Si era un agente del Gobierno no debería decirlo así como así, muchos odiaban a su… Bando, yo incluido. ¿Qué podía hacer por ella? Seguramente, nada. ¿Por qué me interesaba por ella? Se notaba que no estaba con los pies en la tierra, que no tenía reglas, hacía lo que quisiera y que le faltaba madurar. ”Es como yo… Antes de escapar de Mariejoa” – suspiré de forma pesada mientras escuchaba cada palabra. Al parecer, mi comentario sobre “cosas de la realeza” la había molestado y discriminó al resto llamándolas sumisas. Finalizó su discurso diciendo que su papa le había regalado un trono y que si tenía más preguntas las iba a responder. ”Contrólate” – me repetí unas tres veces para no soltar mi verdadera procedencia. Que yo tenía más poder del que ella nunca iba a poder tener.
– Eres una chica interesante, Azu-chan – dije con media sonrisa. Me apoyé en la pared de una casa. – Pero, te falta mundo y experiencia. Eres una niña mimada y que, seguramente, no podría hacer nada sin la protección de tu padre – seguramente tocaría esa parte sensible de todos los príncipes arrogantes. La protección de su papi querido y bueno para nada. ”Estúpidos reyes” – aparté ya había derrotado a uno y fue una de las mejores cosas que me habían pasado. Derrotarlo y liberar a una isla de su tiranía… Había cambiado la historia de una isla entera y se sentía bien. – Crees que tienes el mundo a tus pies, que eres intocable, pero… Quizás hasta un simple campesino, como los llamas tú, sea mejor que tú en cualquier cosa que intentes hacer – definitivamente la haría enfadar, pero que era lo peor que podía hacer. ¿Enemistarme con el Gobierno? Solo serían más enemigos que derrotar. ¿Mandarme a su padre y sus tropas? Más de lo mismo. No había nada que ella pudiera hacer que me diera miedo. – Pero, sé lo que se siente, yo también pasé por eso – ”Y mil veces peor” – recordé lo difícil que era dejar los malos hábitos de ser un Tenryubitto atrás. Con la ayuda de Asuna y Mei podía controlarlos y ser como era siempre, yo y solo yo. Sin poder e indefenso. – Solo necesitas… Ayuda. Y yo puedo dártela. Soy capitán de un barco. Y quiero que te unas y viajes conmigo y mi banda. – ”Te van a matar” – Sí, era cierto, pero no podía, al menos, tratar de ayudarla. De hacerle ver que el mundo era más que un simple puesto.
No tenía idea que iba a responder, pero debía intentarlo. Seguramente, se negaría por culpa de su maldito orgullo. Aparte, también me convenía tener a alguien del Gobierno viajando conmigo. Podía ser un arma de filo, probablemente, pero si me ganaba su confianza podía cambiarla de bando y que me mantuviera al tanto de cada acción del mayor enemigo de todos.
– No me ven como un capitán. Solo me ven con un nakama más – tomé una leve pausa mientras recordaba que era así. Solo era el tipo que se debía encargar de los enemigos más fuertes y velar por su seguridad. – ¿Qué dices? Podrás hacer lo que quieras, serías libre y no te ataría nada más que un barco al que podrías regresar y amigos de verdad – un leve suspiro mientras miraba el cielo. – Viajar en un barco donde te respetan por miedo no es libertad. ¿Quieres ser independiente? ¿Qué nadie piense que eres intocable por un título que no vale nada? Únete a mí. – La miré a los ojos y esperé su respuesta.
– Eres una chica interesante, Azu-chan – dije con media sonrisa. Me apoyé en la pared de una casa. – Pero, te falta mundo y experiencia. Eres una niña mimada y que, seguramente, no podría hacer nada sin la protección de tu padre – seguramente tocaría esa parte sensible de todos los príncipes arrogantes. La protección de su papi querido y bueno para nada. ”Estúpidos reyes” – aparté ya había derrotado a uno y fue una de las mejores cosas que me habían pasado. Derrotarlo y liberar a una isla de su tiranía… Había cambiado la historia de una isla entera y se sentía bien. – Crees que tienes el mundo a tus pies, que eres intocable, pero… Quizás hasta un simple campesino, como los llamas tú, sea mejor que tú en cualquier cosa que intentes hacer – definitivamente la haría enfadar, pero que era lo peor que podía hacer. ¿Enemistarme con el Gobierno? Solo serían más enemigos que derrotar. ¿Mandarme a su padre y sus tropas? Más de lo mismo. No había nada que ella pudiera hacer que me diera miedo. – Pero, sé lo que se siente, yo también pasé por eso – ”Y mil veces peor” – recordé lo difícil que era dejar los malos hábitos de ser un Tenryubitto atrás. Con la ayuda de Asuna y Mei podía controlarlos y ser como era siempre, yo y solo yo. Sin poder e indefenso. – Solo necesitas… Ayuda. Y yo puedo dártela. Soy capitán de un barco. Y quiero que te unas y viajes conmigo y mi banda. – ”Te van a matar” – Sí, era cierto, pero no podía, al menos, tratar de ayudarla. De hacerle ver que el mundo era más que un simple puesto.
No tenía idea que iba a responder, pero debía intentarlo. Seguramente, se negaría por culpa de su maldito orgullo. Aparte, también me convenía tener a alguien del Gobierno viajando conmigo. Podía ser un arma de filo, probablemente, pero si me ganaba su confianza podía cambiarla de bando y que me mantuviera al tanto de cada acción del mayor enemigo de todos.
– No me ven como un capitán. Solo me ven con un nakama más – tomé una leve pausa mientras recordaba que era así. Solo era el tipo que se debía encargar de los enemigos más fuertes y velar por su seguridad. – ¿Qué dices? Podrás hacer lo que quieras, serías libre y no te ataría nada más que un barco al que podrías regresar y amigos de verdad – un leve suspiro mientras miraba el cielo. – Viajar en un barco donde te respetan por miedo no es libertad. ¿Quieres ser independiente? ¿Qué nadie piense que eres intocable por un título que no vale nada? Únete a mí. – La miré a los ojos y esperé su respuesta.
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La charla era tranquila, pero ese muchacho decidió estropearla con sus comentarios. ¿Qué yo era una mimada? Bueno, ahí tenía razón, pero de todas formas padre me había enseñado desde pequeña a conseguirlo todo por mi misma o... por medio de la gente, como él solía hacer. Akashi no tenía ningún derecho a hablarme de esa manera, se comportaba como si yo fuese una vulgar plebeya ¿Acaso se creía más importante que yo? No hay nadie mejor que yo... ¡no puede haberlo! Soy perfecta. Todo el reino me dice que soy perfecta... No me afectará que un hombre que no sabe nada de la vida me diga lo que soy o no soy. Estaba realmente enfadada. Apreté mis puños y en la piel quedó la marca rojiza de las uñas. En mis ojos ya se podía ver el fuego resplandeciente, algo muy típico de la familia real cuando nos enfadábamos.
Respiré profundamente. Se dirigía con un tono bondadoso hacia mí como si diese pena. - ¿Ayuda? La última vez que me ofrecieron ayuda me encerraron durante años en un hospital mental. ¿Por qué iba a aceptarla de un desconocido? No sé nada de ti. -Dije de golpe. Miré el reflejo de una ventana y eché los mechones hacia atrás, el moño comenzaba a deshacerse. Solía pasarme cuando me sobresaltaba demasiado.
Escuché atentamente su oferta. Tenía la cara de pedirme que fuera con él después de todo lo que me había dicho. Para mí era una falta de respeto y sería estar sometida a las órdenes del hombre que fue un irrespetuoso conmigo. Entrelacé las manos en cuanto terminó de hablar. - Libre... Yo soy libre. - Dije con una sonrisa. - Hago lo que me da la gana, me gusta mi título, me encanta que me respeten por miedo y puedo tener los barcos que quiera. Todo eso hace que suba mi autoestima. Y amigos... tengo amigos y están siempre a mi lado cuando se lo ordeno, la gente es obediente conmigo. Dime, ¿Por qué iba a cambiar mi vida de privilegios por unirme a ti? Ahí fuera hay personas que desearían estar en mi lugar. ¿Crees que les cambiaría el puesto para ser una vulgar mujer de la calle? No, pelirrojo, no. - Comencé a pasear. Tenía varias dudas. - ¿Donde está el orden? Si no eres un capitán... ¿de que sirve que tengas una banda? Así no te respetarán y seguro que alguno de tus miembros te sustituiría en cuanto tuviese oportunidad.
Alcé los brazos hacia los lados. - Mira Ohara, son todo ruinas ¿y sabes por qué? La falta de liderazgo. El mundo necesita un líder, un rey que lo maneje, o sino el caos siempre estará presente. ¿Tú estás preparado para ser un líder? En mi opinión, no. Una persona que se considera igual entre su tripulación carece de fortaleza y honor. La bondad destruye a las personas. - Me acerqué a él. - Cuando terminemos este paseo quizás te proponga algo... De ti dependerá. - Sonreí.
Respiré profundamente. Se dirigía con un tono bondadoso hacia mí como si diese pena. - ¿Ayuda? La última vez que me ofrecieron ayuda me encerraron durante años en un hospital mental. ¿Por qué iba a aceptarla de un desconocido? No sé nada de ti. -Dije de golpe. Miré el reflejo de una ventana y eché los mechones hacia atrás, el moño comenzaba a deshacerse. Solía pasarme cuando me sobresaltaba demasiado.
Escuché atentamente su oferta. Tenía la cara de pedirme que fuera con él después de todo lo que me había dicho. Para mí era una falta de respeto y sería estar sometida a las órdenes del hombre que fue un irrespetuoso conmigo. Entrelacé las manos en cuanto terminó de hablar. - Libre... Yo soy libre. - Dije con una sonrisa. - Hago lo que me da la gana, me gusta mi título, me encanta que me respeten por miedo y puedo tener los barcos que quiera. Todo eso hace que suba mi autoestima. Y amigos... tengo amigos y están siempre a mi lado cuando se lo ordeno, la gente es obediente conmigo. Dime, ¿Por qué iba a cambiar mi vida de privilegios por unirme a ti? Ahí fuera hay personas que desearían estar en mi lugar. ¿Crees que les cambiaría el puesto para ser una vulgar mujer de la calle? No, pelirrojo, no. - Comencé a pasear. Tenía varias dudas. - ¿Donde está el orden? Si no eres un capitán... ¿de que sirve que tengas una banda? Así no te respetarán y seguro que alguno de tus miembros te sustituiría en cuanto tuviese oportunidad.
Alcé los brazos hacia los lados. - Mira Ohara, son todo ruinas ¿y sabes por qué? La falta de liderazgo. El mundo necesita un líder, un rey que lo maneje, o sino el caos siempre estará presente. ¿Tú estás preparado para ser un líder? En mi opinión, no. Una persona que se considera igual entre su tripulación carece de fortaleza y honor. La bondad destruye a las personas. - Me acerqué a él. - Cuando terminemos este paseo quizás te proponga algo... De ti dependerá. - Sonreí.
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¿Por qué era tan complicado? Solo debía aceptar y todo hubiera sido tan fácil. Sí, era cierto. El mundo necesitaba líderes, pero a nadie le interesaba alguien que repitiera las mismas atrocidades del pasado. Se notaba que era una inculta, ¿qué Ohara desapareció por eso? Ohara había desaparecido por el simple hecho que el Gobierno, su bando, decidió que era una amenaza y usando todo su poder la arrasó. Acabó con la vida de inocentes solo porque se sintió amenazado de las cosas que los sabios sabían y de lo importantes que eran sus descubrimientos. Suspiré para relajarme. ”Pase lo que pase, no le digas que eres un Tenryubitto” – aunque seguramente no me iba a creer era la verdad. Tenía que ser cuidadoso con mis palabras, no quería desencadenar una serie de recuerdos dolorosos en ella. Quizás era así por su pasado, pero la gente podía cambiar… Yo cambie y jamás pensé que podría hacerlo.
– Concuerdo con que el mundo necesita un líder, quizás no sea yo y poco me interesa – la verdad yo solo quería hacer mis metas realidad y las iba cumpliendo, paso a paso, y se sentía bien. Ahora solo faltaba que ella fuera parte de mi banda. – Pero, puedo apostar que ninguna persona va a tolerar a un líder malo y que solo vele por sí mismo – respiré hondo y me tranquilicé. – No hay nada bueno en la confianza basada en el miedo. El miedo es el insubordina a la gente, el miedo genera genocidios en masa, como pasó aquí hace 150 años. El miedo es el culpable de que la gente pierda a sus familiares – recordé la muerte de Mei… Estaba seguro que alguien estaba moviendo los hilos detrás de eso, pero no estaba seguro y del asesino no tenía ni la más remota idea. – Si crees que tener amigos que te respeten y hagan todo lo que quieras a base del miedo, te quedarás sola – ”Como yo antes de conocer a Asuna y a Kise” – Estaba seguro de que lo yo decía era verdad. Ella no tenía a nadie y era así, pero se negaba a abrir los ojos y no tenía idea lo horrible que era estar solo en un mundo tan cruel como este. Donde te juzgan por tu apariencia, procedencia, tu pasado… ¡No sabía nada de este mundo! – Es cierto, quizás para muchos no sea un buen capitán, pero sé que mis compañeros no me quitarán el puesto porque confían en mí. Saben que no haría nada que lo ponga en peligro, saben que no huiré sea quien sea el enemigo y saben que conmigo tienen alguien en quien confiar – ”Recuerda responderle a su oferta..” – Casi se me olvidaba su propuesta. Guardé silencio y empecé a caminar. Ya me estaba aburriendo estar en el mismo lugar…
– Sea lo que sea que me pidas, dudo aceptar a menos que tú te unas a mi – dije mientras trataba de analizar la situación. Una princesa con aires de grandeza y miembro del Gobierno… Sí, era poco creíble, algo raro debía pasar en esa extraña relación. ¿Su padre habría querido eso? Seguramente, las cosas en esa familia parecían raras. ¿Y si yo acababa con ellos? No, no iba a meter a mis nakamas en una guerra sin razón, no me habían hecho nada y ellos ni siquiera me conocían. No iba a ser el héroe por serlo. – Pero adelante, yo ya acabe. Pero hablemos caminando, es aburrido estar parado. – No tenía idea si me iba a seguir o no, pero bueno… Si ella quería ofrecerme algo, no me iba a sentar a escucharla. Iba a caminar.
– Concuerdo con que el mundo necesita un líder, quizás no sea yo y poco me interesa – la verdad yo solo quería hacer mis metas realidad y las iba cumpliendo, paso a paso, y se sentía bien. Ahora solo faltaba que ella fuera parte de mi banda. – Pero, puedo apostar que ninguna persona va a tolerar a un líder malo y que solo vele por sí mismo – respiré hondo y me tranquilicé. – No hay nada bueno en la confianza basada en el miedo. El miedo es el insubordina a la gente, el miedo genera genocidios en masa, como pasó aquí hace 150 años. El miedo es el culpable de que la gente pierda a sus familiares – recordé la muerte de Mei… Estaba seguro que alguien estaba moviendo los hilos detrás de eso, pero no estaba seguro y del asesino no tenía ni la más remota idea. – Si crees que tener amigos que te respeten y hagan todo lo que quieras a base del miedo, te quedarás sola – ”Como yo antes de conocer a Asuna y a Kise” – Estaba seguro de que lo yo decía era verdad. Ella no tenía a nadie y era así, pero se negaba a abrir los ojos y no tenía idea lo horrible que era estar solo en un mundo tan cruel como este. Donde te juzgan por tu apariencia, procedencia, tu pasado… ¡No sabía nada de este mundo! – Es cierto, quizás para muchos no sea un buen capitán, pero sé que mis compañeros no me quitarán el puesto porque confían en mí. Saben que no haría nada que lo ponga en peligro, saben que no huiré sea quien sea el enemigo y saben que conmigo tienen alguien en quien confiar – ”Recuerda responderle a su oferta..” – Casi se me olvidaba su propuesta. Guardé silencio y empecé a caminar. Ya me estaba aburriendo estar en el mismo lugar…
– Sea lo que sea que me pidas, dudo aceptar a menos que tú te unas a mi – dije mientras trataba de analizar la situación. Una princesa con aires de grandeza y miembro del Gobierno… Sí, era poco creíble, algo raro debía pasar en esa extraña relación. ¿Su padre habría querido eso? Seguramente, las cosas en esa familia parecían raras. ¿Y si yo acababa con ellos? No, no iba a meter a mis nakamas en una guerra sin razón, no me habían hecho nada y ellos ni siquiera me conocían. No iba a ser el héroe por serlo. – Pero adelante, yo ya acabe. Pero hablemos caminando, es aburrido estar parado. – No tenía idea si me iba a seguir o no, pero bueno… Si ella quería ofrecerme algo, no me iba a sentar a escucharla. Iba a caminar.
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Yo sí quiero ser líder. Pensé con la mirada fija hacia el horizonte mientras paseábamos. Ser emperatriz de todo lo que me rodea era mi mayor sueño desde que tengo conciencia y nadie podía arrebatármelo. Mi madre se preocupaba de que a mi edad solo quisiese eso. Lo extraño es que era a Zuko a quien debía importarle más, él era el heredero a pesar de ser menor y peor que yo. Que injusticia... que las mejores personas no podamos disfrutar de lo que verdad nos pertenece. Pronto terminaría, con ayuda de la muchacha del espejo lograría tener un montón de aliados y cambiar las leyes de Reddo Teikoku, el pueblo me apoya, solo necesito a gente que no me traicione y eso es lo más difícil de conseguir. El trono será mío, luego, el mundo.
Entrelacé mis manos y las puse sobre mi vientre mientras caminábamos. Akashi parecía tener mucho interés en mí, quizás eso podía serme de utilidad, pero no me iba a arriesgar a ir en su banda. Miré al suelo tratando de asimilar sus palabras. El miedo es mi único aliado, nunca me abandonará, es lo único que una princesa debe poseer. Suspiré. - Ya estoy sola. - Sonreí mientras le miraba. - Siempre he estado sola. Mi madre nunca me quiso, siempre prefirió a mi hermano. Mi padre me veía como un objeto al que hacer perfecto, cosa que consiguió y mi hermano... me separaron de él desde muy pequeña, es lo único que tengo ahora. ¿Amigos? Desde siempre me tuvieron miedo porque era la hija del emperador. Gracias a eso, fui aprendiendo por mi misma como era la vida de alguien tan importante. - Tomé una pausa y bajé la mirada. - Estoy segura de que eres un gran capitán, veo sinceridad en tu mirada. Protege a tu banda tú que tienes amigos de verdad, no los decepciones. - Sonreí levemente.
Esperaba que esas palabras le hiciesen entender que no quería unirme a su dichosa banda. No pintaba nada con un bonachón como él que solo se preocupaba por los demás, por favor, tenía cosas más importantes que atender que tener un papel de heroína junto a él en los mares. - ¿Qué obtienes siendo bueno? - Pregunté. Quería que viese que me habían ablandado sus palabras y que al fin y al cabo tenía un corazoncito que desbordaba de sentimientos. - Verás... mi forma de ser no me permite unirme a tu banda, pero podríamos ser aliados de alguna forma. ¿Qué me dices? Veo que eres fuerte, me encantaría tenerte como tal. - Dije sonriendo.
No me gustaba poner sonrisas felices, era realmente una pesadez para mí, pero a veces había que hacer esfuerzos y si queríamos ser buenos manipuladores había que someterse a todo, tal y como decía padre. Ahora solo me quedaba esperar su respuesta, era lo único que me interesaba de él, si aceptaba sabría compensarle generosamente, nadie me salvaba la vida todos los días.
Entrelacé mis manos y las puse sobre mi vientre mientras caminábamos. Akashi parecía tener mucho interés en mí, quizás eso podía serme de utilidad, pero no me iba a arriesgar a ir en su banda. Miré al suelo tratando de asimilar sus palabras. El miedo es mi único aliado, nunca me abandonará, es lo único que una princesa debe poseer. Suspiré. - Ya estoy sola. - Sonreí mientras le miraba. - Siempre he estado sola. Mi madre nunca me quiso, siempre prefirió a mi hermano. Mi padre me veía como un objeto al que hacer perfecto, cosa que consiguió y mi hermano... me separaron de él desde muy pequeña, es lo único que tengo ahora. ¿Amigos? Desde siempre me tuvieron miedo porque era la hija del emperador. Gracias a eso, fui aprendiendo por mi misma como era la vida de alguien tan importante. - Tomé una pausa y bajé la mirada. - Estoy segura de que eres un gran capitán, veo sinceridad en tu mirada. Protege a tu banda tú que tienes amigos de verdad, no los decepciones. - Sonreí levemente.
Esperaba que esas palabras le hiciesen entender que no quería unirme a su dichosa banda. No pintaba nada con un bonachón como él que solo se preocupaba por los demás, por favor, tenía cosas más importantes que atender que tener un papel de heroína junto a él en los mares. - ¿Qué obtienes siendo bueno? - Pregunté. Quería que viese que me habían ablandado sus palabras y que al fin y al cabo tenía un corazoncito que desbordaba de sentimientos. - Verás... mi forma de ser no me permite unirme a tu banda, pero podríamos ser aliados de alguna forma. ¿Qué me dices? Veo que eres fuerte, me encantaría tenerte como tal. - Dije sonriendo.
No me gustaba poner sonrisas felices, era realmente una pesadez para mí, pero a veces había que hacer esfuerzos y si queríamos ser buenos manipuladores había que someterse a todo, tal y como decía padre. Ahora solo me quedaba esperar su respuesta, era lo único que me interesaba de él, si aceptaba sabría compensarle generosamente, nadie me salvaba la vida todos los días.
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¿Debía rendirme? Es cierto, por su personalidad hasta yo dudaba de que haria en mi banda, pero… No la quería para que ayudara en algo o protegiera al resto, para eso estaba yo. La quería en mi banda por el simple hecho de que quería que aprendiera un poco más lo que es la vida y darse cuenta de que la humildad abría más puertas que la arrogancia. Conocía a muchas personas arrogantes, mi padre y Frank eran los más cercanos a mí y ambos perdieron todo. Mi padre, perdió Mariejoa y a saber dónde estaba y a Frank yo mismo le quité el poder en una encarnizada batalla. ¿Debía rendirme y aceptar su propuesta? Escuchar su historia, en cierta parte, me llegaba más de lo que podría ella imaginar. Pasé por algo similar… ”Ahora solo eres un Dragón caído” – pensaba mientras caminaba a su lado. Vi su sonrisa y me quedó la duda de si era de verdad o solo una máscara.
– ¿Qué obtengo siendo bueno? – tomé una pausa, no me consideraba un bonachón de la vida. Solo quería que mis amigos estuvieran bien y no tuvieran problemas. No era un hombre de bien y no arriesgaría mi vida para salvar a cualquiera. – Sigo en la búsqueda de esa respuesta, hasta el momento, me ha conseguido amigos y estabilidad emocional… – si ella había sido tan sincera conmigo para decirme su pasado, ¿debería hacer lo mismo? Era una agente del Gobierno, pero nada en ella indicaba que lo defendiera, ¿debía correr el riesgo? Suspiré de forma tranquila mientras llevaba mis manos atrás de mi cabeza. – ¿Aliados? Suena bien, la verdad... Pero… Debo declinar tu oferta – dije de forma tajante. No es que no quisiera, pero una alianza era, para mí, dar la vida por el otro. Y no la veía a ella haciendo eso. – No la niego porque me digas que no a unirme a mi banda. Lo digo porque sé que en una situación de riesgo, correrías y salvarías tu pellejo – no me iba a guardar nada. Ser aliados era una desventaja para mí y no iba a correr riesgos innecesarios. – Tú eres de esas personas que huye al ver que su vida peligra y no mira atrás a ver cómo está el otro. No eres alguien de confianza para una alianza si sé que me abandonarías – me dolía decirle eso, mas era la verdad. – Si acepto tu oferta, pondría en riesgo a mis nakamas y… Eso no lo puedo aceptar – una última pausa mientras una sombra ennegrecía mi rostro. – Eres demasiado arrogante y egocéntrica para tenerte de aliada. Velarías por tu seguridad y no por el otro. – suspiré con calma. – Sí, es cierto, no tiene mucho sentido si hace nada te estaba pidiendo ser de parte de mi tripulación. Yo te ofrecía algo a lo que llamar hogar y amigos que no te abandonarían por nada, te ofrecía ayuda y el poder para entender mejor lo que era la vida. Con una alianza no podría hacer eso y nada me asegura que a futuro, sin ayuda, lograrías cambiar tu personalidad. Espero logres entender la diferencia entre que seas mi nakama y formar una alianza contigo. – Finalicé.
La alianza sonaba tentadora, pero… Ella era el problema. Su personalidad y como pensaba ella no me daba confianza para tener una con ella. ”Pero la quieres en tu banda” – sí, la quería en ella, pero porque era como yo y estaba sola. Viajar conmigo y el resto, seguramente la haría cambiar de perspectiva, pero en una alianza no tendría tanto “control” y no la ayudaría tanto. Los dos seguiríamos nuestras vidas sin ningún tipo de cambio y menos algo que nos ate. Esa era la diferencia y esa era la razón por la cual no podía aceptar aquella alianza.
– ¿Qué obtengo siendo bueno? – tomé una pausa, no me consideraba un bonachón de la vida. Solo quería que mis amigos estuvieran bien y no tuvieran problemas. No era un hombre de bien y no arriesgaría mi vida para salvar a cualquiera. – Sigo en la búsqueda de esa respuesta, hasta el momento, me ha conseguido amigos y estabilidad emocional… – si ella había sido tan sincera conmigo para decirme su pasado, ¿debería hacer lo mismo? Era una agente del Gobierno, pero nada en ella indicaba que lo defendiera, ¿debía correr el riesgo? Suspiré de forma tranquila mientras llevaba mis manos atrás de mi cabeza. – ¿Aliados? Suena bien, la verdad... Pero… Debo declinar tu oferta – dije de forma tajante. No es que no quisiera, pero una alianza era, para mí, dar la vida por el otro. Y no la veía a ella haciendo eso. – No la niego porque me digas que no a unirme a mi banda. Lo digo porque sé que en una situación de riesgo, correrías y salvarías tu pellejo – no me iba a guardar nada. Ser aliados era una desventaja para mí y no iba a correr riesgos innecesarios. – Tú eres de esas personas que huye al ver que su vida peligra y no mira atrás a ver cómo está el otro. No eres alguien de confianza para una alianza si sé que me abandonarías – me dolía decirle eso, mas era la verdad. – Si acepto tu oferta, pondría en riesgo a mis nakamas y… Eso no lo puedo aceptar – una última pausa mientras una sombra ennegrecía mi rostro. – Eres demasiado arrogante y egocéntrica para tenerte de aliada. Velarías por tu seguridad y no por el otro. – suspiré con calma. – Sí, es cierto, no tiene mucho sentido si hace nada te estaba pidiendo ser de parte de mi tripulación. Yo te ofrecía algo a lo que llamar hogar y amigos que no te abandonarían por nada, te ofrecía ayuda y el poder para entender mejor lo que era la vida. Con una alianza no podría hacer eso y nada me asegura que a futuro, sin ayuda, lograrías cambiar tu personalidad. Espero logres entender la diferencia entre que seas mi nakama y formar una alianza contigo. – Finalicé.
La alianza sonaba tentadora, pero… Ella era el problema. Su personalidad y como pensaba ella no me daba confianza para tener una con ella. ”Pero la quieres en tu banda” – sí, la quería en ella, pero porque era como yo y estaba sola. Viajar conmigo y el resto, seguramente la haría cambiar de perspectiva, pero en una alianza no tendría tanto “control” y no la ayudaría tanto. Los dos seguiríamos nuestras vidas sin ningún tipo de cambio y menos algo que nos ate. Esa era la diferencia y esa era la razón por la cual no podía aceptar aquella alianza.
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El muchacho era demasiado listo, se me agotaban las ideas. Lo peor es que sus palabras me habían sobresaltado. ¿Me acusaba de no ser leal? Eso parecía. Él no entendía el significado de ser aliados, pero tenía algo de razón, yo no daría mi vida por él ni por nadie, ni siquiera por la persona más cercana a mí. Mi vida es la posesión más preciada y no me gustaría desperdiciarla. Pero no consentía que me llamase desleal, cuando yo ofrecía una alianza me comprometía a ayudar con lo que fuese y el sujeto me ayudaría a mi también, tiene un mal concepto de lo que le dije. Si mi historia no le daba pena no me quedaría más que utilizar al gobierno para que me hiciese caso.
-Yo espero que tu logres entender el concepto de alianza. Has tenido razón con todas tus palabras, pero te has equivocado en lo último. Soy la persona más leal que conoces y conocerás, te doy mi palabra real, pero ya veo que tu solo buscas interés en las cosas... Solo quiero ir poco a poco y la alianza era un método perfecto, pero eres de ideas cerradas así que no servirá de nada. Lo siento mucho. - Respondí seriamente. Estaba perdiendo facultades a la hora de convencer y engañar, si me viese padre se decepcionaría. - Nunca he huido, siempre me he enfrentado al peligro y si tuviese que morir así sería, el destino lo decidiría.
Mis palabras tajantes. Seguí caminando con cierta parsimonia. No esperaba que me fuese a responder yo solo quería aliados por si en algún futuro estallaba una guerra en el imperio. Solo quería estar preparada ¿Tan difícil era? Me rechazaban por mi forma de ser, que injusto... Si tan mala persona no era, que exigente son las personas hoy en día.
-Ya veo, si no quieres alianza tu te lo pierdes, pero cuando te veas en problemas acudirás a mi lo más rápido posible. Y yo estaré ahí para ayudarte y para echarte en cara todas las palabras que me dijiste. - Repliqué mientras me desviaba del camino y me metía por un sendero a la izquierda. Si era listo me seguiría, pero no tenía intención de perder más tiempo.
-Yo espero que tu logres entender el concepto de alianza. Has tenido razón con todas tus palabras, pero te has equivocado en lo último. Soy la persona más leal que conoces y conocerás, te doy mi palabra real, pero ya veo que tu solo buscas interés en las cosas... Solo quiero ir poco a poco y la alianza era un método perfecto, pero eres de ideas cerradas así que no servirá de nada. Lo siento mucho. - Respondí seriamente. Estaba perdiendo facultades a la hora de convencer y engañar, si me viese padre se decepcionaría. - Nunca he huido, siempre me he enfrentado al peligro y si tuviese que morir así sería, el destino lo decidiría.
Mis palabras tajantes. Seguí caminando con cierta parsimonia. No esperaba que me fuese a responder yo solo quería aliados por si en algún futuro estallaba una guerra en el imperio. Solo quería estar preparada ¿Tan difícil era? Me rechazaban por mi forma de ser, que injusto... Si tan mala persona no era, que exigente son las personas hoy en día.
-Ya veo, si no quieres alianza tu te lo pierdes, pero cuando te veas en problemas acudirás a mi lo más rápido posible. Y yo estaré ahí para ayudarte y para echarte en cara todas las palabras que me dijiste. - Repliqué mientras me desviaba del camino y me metía por un sendero a la izquierda. Si era listo me seguiría, pero no tenía intención de perder más tiempo.
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Azula de verdad se creía el centro del universo. Quizás tenía razón y mi concepto de alianza estaba mal o lo que sea, pero se notaba que no sabía analizar bien a las personas. Aunque no lo demostrara, seguramente, yo tenía más ego y orgullo que ella. ¿Ir a pedirle ayuda? Si ni siquiera me podía vencer, ¿qué haría por mí? Estaba pensando en mil diferentes planes y cada uno era más peligroso que el anterior. Suspiré para calmarme, era bueno en eso de mantener la calma con solo un suspiro y no desesperarme con tanta facilidad. Cada vez que veía a Azula la iba notando más tensa y, quizás, nerviosa. Quizás el hecho de no poder hacer lo que quisiera conmigo la estaba molestando más de lo que creía o el hecho de que alguien la analizara tan rápido y con tanta veracidad la asustaba. ¿Qué sabía yo? Seguramente me seguía viendo como un simple campesino… Si solo supiera la verdad… Si solo lo supiera.
– ¿Ir en busca de tu ayuda? – dije mientras doblaba con ella, ¿dónde iba? No sabía bien donde estaba, pero sabía bien que el puerto no era en esa dirección, ¿qué pretendía? ¿Una emboscada? Ni siquiera sabía quién era… ¿O sí? ¿Sabía mi secreto? Me calmé suspirando. No, era imposible que alguien lo supiera… Era imposible que alguien ya estuviera detrás de mí por eso. – No te creas tan importante. ¿Quién iría en la ayuda de alguien tan arrogante? – mis palabras ardían y salían por si solas. Danzaban por el aire y no buscaban otro fin que mostrar lo débil que era ella ante simples palabras. – Lo siento, pero eso jamás pasaría. Si eso, sería al revés. Soy más fuerte e inteligente que tú. Tú vendrías por mi ayuda – Sonreí con arrogancia. La sola idea de que ella creyera que fuera en su ayuda me molestaba por dentro. Nunca había necesitado alguna ayuda para superar a mis enemigos o problemas. Nunca necesité de alguien para llegar a donde estaba. Y si la llegara a necesitar, nunca se la pediría a ella, sería como perder en algo y yo odiaba a perder. Siempre ganaba.
– En fin, tengo una última duda, ¿qué haces en el Gobierno Mundial? Por tu personalidad no eres de esas personas que reciba órdenes de alguien, ¿verdad? No encajas en alguna organización como el Cipher Pol – tomé una leve pausa. Quizás encontrarme con ella no sería malo del todo. No es que nosotros nos convertiríamos en amigos y nada de eso, pero sentía que la vería más de lo que esperaba y eso me preocupaba. Pero saber de antemano que era del Gobierno Mundial me podría dar cierta ventaja… Solo tenía que encontrar la forma de obtenerla. – A menos que… Tú padre tiene ver, ¿verdad? Él sería la única persona que tu escucharías – no es que fuera muy obvio. Pero era alguien demasiado arrogante como para escuchar a alguien de menor “rango”, solo escucharía a la única persona que, por ahora, ha demostrado respeto. El Emperador de su isla. – Si es así, ni siquiera fuiste libre en elegir la dirección de tu camino en el océano. ¿Y seguirás defendiendo que eres libre? – Pregunté con cierta seriedad. ¿Qué me respondería a todo lo que dije? Sentía que iba directo entre ella y sus “nakamas” contra mí. Era interesante, pero sería un dolor de cabeza y esperaba no llegar a eso.
– ¿Ir en busca de tu ayuda? – dije mientras doblaba con ella, ¿dónde iba? No sabía bien donde estaba, pero sabía bien que el puerto no era en esa dirección, ¿qué pretendía? ¿Una emboscada? Ni siquiera sabía quién era… ¿O sí? ¿Sabía mi secreto? Me calmé suspirando. No, era imposible que alguien lo supiera… Era imposible que alguien ya estuviera detrás de mí por eso. – No te creas tan importante. ¿Quién iría en la ayuda de alguien tan arrogante? – mis palabras ardían y salían por si solas. Danzaban por el aire y no buscaban otro fin que mostrar lo débil que era ella ante simples palabras. – Lo siento, pero eso jamás pasaría. Si eso, sería al revés. Soy más fuerte e inteligente que tú. Tú vendrías por mi ayuda – Sonreí con arrogancia. La sola idea de que ella creyera que fuera en su ayuda me molestaba por dentro. Nunca había necesitado alguna ayuda para superar a mis enemigos o problemas. Nunca necesité de alguien para llegar a donde estaba. Y si la llegara a necesitar, nunca se la pediría a ella, sería como perder en algo y yo odiaba a perder. Siempre ganaba.
– En fin, tengo una última duda, ¿qué haces en el Gobierno Mundial? Por tu personalidad no eres de esas personas que reciba órdenes de alguien, ¿verdad? No encajas en alguna organización como el Cipher Pol – tomé una leve pausa. Quizás encontrarme con ella no sería malo del todo. No es que nosotros nos convertiríamos en amigos y nada de eso, pero sentía que la vería más de lo que esperaba y eso me preocupaba. Pero saber de antemano que era del Gobierno Mundial me podría dar cierta ventaja… Solo tenía que encontrar la forma de obtenerla. – A menos que… Tú padre tiene ver, ¿verdad? Él sería la única persona que tu escucharías – no es que fuera muy obvio. Pero era alguien demasiado arrogante como para escuchar a alguien de menor “rango”, solo escucharía a la única persona que, por ahora, ha demostrado respeto. El Emperador de su isla. – Si es así, ni siquiera fuiste libre en elegir la dirección de tu camino en el océano. ¿Y seguirás defendiendo que eres libre? – Pregunté con cierta seriedad. ¿Qué me respondería a todo lo que dije? Sentía que iba directo entre ella y sus “nakamas” contra mí. Era interesante, pero sería un dolor de cabeza y esperaba no llegar a eso.
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Seguía sin querer acceder, no caía ante mi manipulación y eso me exasperaba. De todas formas no pensaba perder más tiempo con alguien como él que solo se dedicaba a escucharse a si mismo y pensar en el bien de los demás. El amor y la bondad pudrían los corazones y el de Akashi, ya estaba en otro nivel de putrefacción. Se creía importante, pero todas las preguntas que le había hecho sobre él las ignoró, tan solo se dedicó a saber sobre. "Desconfía de los inferiores" Me decía siempre padre "Ellos tienen envidia y siempre tratarán de buscar el momento de traicionarte" Me eché hacia atrás y miré con cierta desconfianza a Akashi.
Y aún así, no me creía importante. Lo era. Si Akashi no sabía apreciar lo que era es que no tenía ni idea del mundo que había ahí fuera. ¿Fuerte? Me di la vuelta. Eso habría que verlo... De mi brazo estirado comenzaron a salir pequeñas chispas de electricidad y cerré la mano. Hoy no lo comprobaría, más adelante. No lo conocía suficiente y quizás tuviese razón, no quería arriesgarme y manchar mi honor o mi orgullo perdiendo contra alguien tan insignificante. -Pedir ayuda para mi es símbolo de deshonor. Mi apellido conlleva no hacerlo. - Le dejé claro.
-No todo en esta vida es mandar, a veces hay que hacer un esfuerzo para obtener lo que se quiere y el mío es recibir órdenes. Además, estoy contenta, las recibo de un superior encantador. - Reí con ese último comentario. Akashi estaba muy obsesionado con el emperador. - No es de tu incumbencia lo que haga mi padre. Yo soy leal al gobierno, y como buena princesa y futura emperatriz, debo aprender. No lo voy a negar, no soy libre, tengo cuerdas que me atan a esto, pero no quiero cortarlas porque me gustan. Si todos fuesen libres el mundo sería un caos.
Me crucé de brazos y me acerqué hacia él. - ¿Eso es todo? Yo no sé nada sobre ti, me gustaría que empezaras a hablar. No pienso continuar contándote mi vida. - Esperé a que él comenzase a hablar. No tenía prisa.
Y aún así, no me creía importante. Lo era. Si Akashi no sabía apreciar lo que era es que no tenía ni idea del mundo que había ahí fuera. ¿Fuerte? Me di la vuelta. Eso habría que verlo... De mi brazo estirado comenzaron a salir pequeñas chispas de electricidad y cerré la mano. Hoy no lo comprobaría, más adelante. No lo conocía suficiente y quizás tuviese razón, no quería arriesgarme y manchar mi honor o mi orgullo perdiendo contra alguien tan insignificante. -Pedir ayuda para mi es símbolo de deshonor. Mi apellido conlleva no hacerlo. - Le dejé claro.
-No todo en esta vida es mandar, a veces hay que hacer un esfuerzo para obtener lo que se quiere y el mío es recibir órdenes. Además, estoy contenta, las recibo de un superior encantador. - Reí con ese último comentario. Akashi estaba muy obsesionado con el emperador. - No es de tu incumbencia lo que haga mi padre. Yo soy leal al gobierno, y como buena princesa y futura emperatriz, debo aprender. No lo voy a negar, no soy libre, tengo cuerdas que me atan a esto, pero no quiero cortarlas porque me gustan. Si todos fuesen libres el mundo sería un caos.
Me crucé de brazos y me acerqué hacia él. - ¿Eso es todo? Yo no sé nada sobre ti, me gustaría que empezaras a hablar. No pienso continuar contándote mi vida. - Esperé a que él comenzase a hablar. No tenía prisa.
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Por un momento, por instinto, casi la ataco. Ver su brazo estirado y que de este salieran chispas me puso en alerta. Ella lo bajó y yo volví a estar en calma. ”¿Akuma no mi?” – era, por el momento, lo único que se me ocurría y las ideas eran diversas. Desde paramecias hasta zoan mitológicas. Suspiré mientras escuchaba la respuesta… Definitivamente, mientras más metido estaba su padre en cada decisión de ella, más quería hablar con él. ¿Qué tipo de hombre sería? Me lo imaginaba como el mío o algo similar. Arrogante, prepotente, egocéntrico y creyéndose superior a todo el mundo. ¿La diferencia? Uno era un Tenryubitto y el otro un simple Emperador. Es decir, ante mi padre (o ante mí) el suyo se terminaría arrodillando y humillando si nosotros quisiéramos. En un duelo de poder, nadie le ganaba a un dragón celestial.
– Bueno… Mi vida ha sido un caos – comencé mientras recordaba como de la noche a la mañana, había abandonado una vida perfecta para viajar por el mundo a encontrar mi lugar. Las cosas eran similares entre ella y yo. Ambos teníamos el poder en nuestra sangre, una arrogancia y prepotencia heredadas de nuestros progenitores. Creo que fue el hecho de nacer en un lugar como Mariejoa el que me hizo cambiar la perspectiva y no ser como Azula… Y encontrarme con mis nakamas. – Al igual que tú, vengo de una familia con poder. Mucho poder. No sé si llamarlos emperadores o reyes, pero, seguramente, tengan más poder que tu padre – solo le iba a ocultar mi lugar de origen. Le iba a contar toda la historia. – Pero eso no importa, escapé de mi isla para proteger a mi madre. ¿Razón? Al parecer, soy un hijo bastardo de una relación entre ella y un esclavo – recordé esa noche cuando lo supe, recordé las lágrimas de madre y la furia mezclada con el miedo de padre. – En ciertos lugares, tener un bastardo es pagado con pena capital. Matan al hijo y a la madre sin piedad, mi padre dio un ultimátum… Ella o yo – me costaba hablar sobre esos detalles. Pero así me ganaría un poco más su confianza. De todas formas, ya había demostrado romper cada intento de manipulación. – Fue la noche de mi cumpleaños cuando me enteré de la verdad. Decidí huir para mantenerla con vida y, de cierta forma, mantener el orgullo de mi familia intacto. De donde vengo, el orgullo es lo más importante y vivir ahí es sinónimo de ser reyes del mundo – suspiré levemente mientras trataba de no dar muchas pistas de donde venía. Era leal al Gobierno y eso era un problema y un dolor de cabeza. No podía decirle nada y mucho menos tenerla en mi banda. Personas así son las ideales para misiones de espionaje y alta traición. No iba a correr semejante riesgo. – Vivo para matar a mi padre y salvar a mi madre. También, para encontrar mi lugar en el mundo – suspiré y me quedé en silencio. – Y esa es mi historia.
Encontrarme con ella me hacía ver que en cualquier lado podían estar alguien escuchando mis conversaciones. Debía ser más cauto, pero… Seguía siendo extraño que ni la Marina ni el Gobierno me estuvieran buscando. ¿Por qué? Se me ocurría que era por la influencia de mi padre, ¿qué buscaba? ¿Dónde estaba? Tenía que encontrarlo… Tenía que rescatar a mi madre de las manos de un dragón.
– Bueno… Mi vida ha sido un caos – comencé mientras recordaba como de la noche a la mañana, había abandonado una vida perfecta para viajar por el mundo a encontrar mi lugar. Las cosas eran similares entre ella y yo. Ambos teníamos el poder en nuestra sangre, una arrogancia y prepotencia heredadas de nuestros progenitores. Creo que fue el hecho de nacer en un lugar como Mariejoa el que me hizo cambiar la perspectiva y no ser como Azula… Y encontrarme con mis nakamas. – Al igual que tú, vengo de una familia con poder. Mucho poder. No sé si llamarlos emperadores o reyes, pero, seguramente, tengan más poder que tu padre – solo le iba a ocultar mi lugar de origen. Le iba a contar toda la historia. – Pero eso no importa, escapé de mi isla para proteger a mi madre. ¿Razón? Al parecer, soy un hijo bastardo de una relación entre ella y un esclavo – recordé esa noche cuando lo supe, recordé las lágrimas de madre y la furia mezclada con el miedo de padre. – En ciertos lugares, tener un bastardo es pagado con pena capital. Matan al hijo y a la madre sin piedad, mi padre dio un ultimátum… Ella o yo – me costaba hablar sobre esos detalles. Pero así me ganaría un poco más su confianza. De todas formas, ya había demostrado romper cada intento de manipulación. – Fue la noche de mi cumpleaños cuando me enteré de la verdad. Decidí huir para mantenerla con vida y, de cierta forma, mantener el orgullo de mi familia intacto. De donde vengo, el orgullo es lo más importante y vivir ahí es sinónimo de ser reyes del mundo – suspiré levemente mientras trataba de no dar muchas pistas de donde venía. Era leal al Gobierno y eso era un problema y un dolor de cabeza. No podía decirle nada y mucho menos tenerla en mi banda. Personas así son las ideales para misiones de espionaje y alta traición. No iba a correr semejante riesgo. – Vivo para matar a mi padre y salvar a mi madre. También, para encontrar mi lugar en el mundo – suspiré y me quedé en silencio. – Y esa es mi historia.
Encontrarme con ella me hacía ver que en cualquier lado podían estar alguien escuchando mis conversaciones. Debía ser más cauto, pero… Seguía siendo extraño que ni la Marina ni el Gobierno me estuvieran buscando. ¿Por qué? Se me ocurría que era por la influencia de mi padre, ¿qué buscaba? ¿Dónde estaba? Tenía que encontrarlo… Tenía que rescatar a mi madre de las manos de un dragón.
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