Lobo y Gorgona [Pri Pasado. Kedra-Mary]

Un barco avanzaba por el mar tranquilamente, parecía ser un enorme buque de la marina, los guardias que custodiaban el vehículo observaban atentos a todos lados, era como si estuviesen buscando algo, de repente una sombra saltó por encima de ellos. Cuando se quisieron girar salieron volando por los aires de forma violenta y todos cayeron al agua, por suerte la isla de Ohara estaba justo a unos cincuenta metros. El causante de esto se trataba de un chico de cabellos castaños pinchudos, ojos dorados intensos y tétricos debido a que lo qué debería ser blanco era negro y un cuerpo musculoso. En la zona del corazón tenía tatuada una media luna oscura, vestía con un pantalón blanco largo y unas botas de acero del mismo tono. Este hombre no era alguien cualquiera, se trataba del antiguo supernova, Kedra “The Nightmare”. El chico ya estaba un poco harto de sus perseguidores y había decidido dar la cara y exterminarlos para que dejaran de estorbarle de una vez por todas.

Más idiotas uniformados comenzaron a salir del navío, en ese momento el chico ya sabía lo que tenía que hacer, soltó un pequeño suspiro para después iluminar los ojos en un tono rojizo y empezar a rodearse de un aura blanca. – ¡Mayin Okami! – Kedra tomó una velocidad impresionante en ese momento, alcanzando al resto de enemigos y derrotándolos con una facilidad demasiado exagerada, un tirador trató de dispararle en la cabeza, pero el haki armadura del lobo negro repelió la bala con facilidad. El asustado cobarde al ver que había fallado, trató de correr hacia la borda para saltar, justo en pleno aire el pirata se desplazó a toda rapidez para agarrarlo de la cabeza y estamparlo contra la cubierta del barco, haciendo un pequeño charco de sangre. Lo siguiente que hizo fue golpear el timón en un acto de furia, cosa que hizo al barco tomar rumbo a la isla de Ohara, además agarró el ancla con una sola mano y la arrancó de cuajo de la cadena, tirándola al mar para no poder frenar aquella cosa hecha de madera y banderas blancas.

Pasaron unos minutos hasta que por fin el barco iba a estamparse contra la arena, en ese momento el cadejo negro golpeó el mástil con la pierna izquierda, partiéndolo de cuajo como si se tratase de mantequilla. Cuando el enorme objeto cayó al mar provocó una pequeña ola, a continuación el chico lobo saltó a la playa y dejó al barco estrellarse, cuando todo parecía haber acabado, se giró acumulando energía oscura en su brazo derecho para después lanzar un poderoso puñetazo al aire. La fuerza onduló el aire provocando una enorme onda cortante en forma de lobo negro con cuernos, el cual se lanzó contra el navío haciéndolo pedazos del todo y dejando un rastro de madera y cadáveres por todos lados. – Rompisteis con la historia – Susurró despacio para después dar la espalda al enorme destrozo y analizar dónde estaba, se dio cuenta de que varias personas que paseaban le estaban mirando con miedo, le habrían reconocido por los carteles, el chico tan solo las ignoró suspirando y empezó a caminar alejándose rumbo al centro.

"¿Qué pasa, enana? Acaso te has perdido? ¿Tan inútil eres como para no ver a tu adorada niñera pelirroja entre tan poca gente?" Decía Kuroha a forma de burla, en la cabeza de la pequeña albina mientras esta buscaba deseperada a Mikoto, quien se encontraba a apenas un par de pasos de ella, pero con lo pequeña que era y la cantidad de personas que había a su alrededor parecía imposible que ella le alcanzara. Cosa que ya comenzaba a molestar a la niña. ¿Por qué cada vez que desembarcaban tenían que acabar en una masa de gente sin sentido? Ni que alguien lo planeara para que la niña acabara llorando. "¡Oh, quizás haya un ser mágico como Kuroha fuera de Mar a quien le gusta molestarla!" Exclamó en su cabeza antes de que un gran estruendo, que casi la deja sorda ya que su oído era más sensible de lo normal, hizo que el suelo temblara y la gente se separara un poco, así como que la chica saliera impulsada hacia adelante, encontrándose con Mikoto, quien parecía estar buscándola, preocupado.

La pequeña estiro sus brazos para intentar alcanzarle, y de hecho casi lo logra, si no fuera porque otro mini-terremoto causado por más explosiones, hiciera que su pequeño cuerpo se tambaleara y saliera rodando entre la gente hasta acabar bajando rodando cuesta abajo hasta la playa, quedando hecha una bolita en el suelo, con el cuerpo totalmente tapado por su pero. La chica cerró los ojos al caer y no volvió a abrirlos hasta que sintió que se había detenido. Al hacerlo, lo primero que diviso fueron los zapatos y pantalones de una persona cuya posición y tamaño recordaban a los de un hombre. Por un momento esperaba que este fuera Mikoto, haber caído menos de lo que creía y haber quedado a su lado. Pero al alzar la mirada...A quien se encontró fue a un chico de cabello castaño y ojos ambarino a quien no había visto en su vida. "¿Qui-Quién es...? Tengo miedo, Kuroha....¿Dónde está Mikoto?" Decía en su cabeza al tiempo que las lagrimas comenzaban a asomar por sus ojos. -¡M-Mikoto....!- Le llamó con voz trémula antes de echar a llorar.-

Los pasos de Kedra le iban llevando hacia el interior de la isla, su mirada seguía centrada en el frente y en nada más. El sonido de los gritos de las personas tras él le eran indiferentes y pasaba universalmente de ellas. Un olor extraño le vino ahora a su olfato, frente a él apareció de la nada lo que parecía ser una niña, sería como unos seis años más pequeña que él, no tardó en soltar un suspiro, estaba llorando. El lobo negro no sabía qué hacer, tener una niña pequeña en frente era nuevo, además ella le llamó por un nombre que no era el suyo y que desconocía, lo que le hizo alzar una ceja.

No iba a decir nada y de hecho planeó largarse y dejarla allí, echó a caminar de nuevo tranquilamente pero segundos después se frenó en seco mirando hacia atrás dónde estaba ella, se quedó mirándola y ahora soltó un suspiro mucho mayor. Momentos después clavó sus ojos en los de ella y metió las manos en los bolsillos. – Soy Kedra, no conozco a nadie llamado Mikoto. Ponte en pie y deja de llorar, no hay motivo para estar así. – Esas fueron las palabras que dijo aquel castaño de ojos aterradores. La verdad es que tanto cadáver a su espalda quizás tenía algo que ver pero no pensó en eso en el momento, de hecho ya ni se acordaba que había combatido con todos esos idiotas.

Luego pensó que él mismo era un criminal y no quería asustar a la chica, por lo que ahora empezó a convertirse en un cánido oscuro como la noche, ojos rojizos y orejas lupinas. De la parte baja de la espalda le surgió una cola y se quedó a cuatro patas, ante ella ahora había un lobo negro algo grande. El animal olisqueó un poco y después se quedó mirándola a los ojos de forma calmada para después hablarle en un tono calmado. – Tranquilizate – Esperaba que de esa forma dejara de llorar, era algo molesto.

La pequeña detuvo su llanto durante unos segundos al escuchar al chico contestándole, aunque sus lagrimas volvieron a aflorar al ver que se marchaba. Por un lado se sentía aliviada porque el hombre frente a ella no iba a matarla, por mucho que se encontrara tras aquel desastre lleno de personas de uniforme muertas. Aunque viendo como conoció a Mikoto, quizá no fuera tan extraño. Pero este era algo distinto. En lugar de acariciar su cabe za o intentar calmarla le dijo aquellas palabras y se marchó ignorándola totalmente, cosa que hizo que volviera a llorar. ¿Estaba sola otra vez? No, seguro que Mikoto la estaba buscando, pero... " ¿Qué pasa pequeña pomposa? ¿Tú adorado Mikoto por fin se ha cansado de ti y te ha abandonado? ¡VES! Te dije que te volverías a quedar sola. ¿Y ahora? No tienes casa ni dinero. ¿Qué harás?" Esto sumado a la indiferencia del otro, causó que su llanto se incrementara, tal vez pensaba en acallar las burlas de Kuroha.

En cambio, lo que logró fue que el chico, de nombre Kedra, se diera la vuelta, resignado, al tiempo que se transformaba, para sorpresa de la pequeña albina, en un impresionante lobo de pelaje negro, el cual a cuatro patas quedaba a la altura de sus ojos, estando ella de rodillas en el suelo. La expresión de la pequeña cambió totalmente, y su reacción, para sorpresa de Kuroha y seguramente de Kedra, fue la de callar totalmente y mirarle sorprendida, parpadeando un par de veces (de forma que las últimas lágrimas desapareciesen, antes de acercarse a gatas a él lobo, llevando una de sus manos hacia el hocico del animal, con intención de tocarlo. Antes de abalanzarse sobre él y abrazarle.

"Mikoto no me va a dejar sola, y él no me va a hacer daño." Recriminó, mentalmente, Mary a Kuroha, al tiempo que rascaba detrás de las orejas al cánido, sin dejar de abrazarle. - Por cierto, mi nombre es Mary. ¿Quieres ser mi amigo? - Preguntó al tiempo que le dedicaba una sonrisa.

El lobo negro continuaba mirando a la chica a los ojos de forma seria, tal vez la pequeña al ver a un “perrito” en lugar de un tío de dos metros se calmase, pero tan solo era una posibilidad. La sorpresa del cadejo fue que el truco había funcionado y eso era algo inesperado, el asunto ya estaba arreglado y los pobres oídos del castaño ahora descansarían de tanto llanto y grito. La paz volvió al ambiente, nadie gritaba, los marines estaban erradicados y nadie trataba de matarle, de modo que todo era perfección se mirase por dónde se mirase. No había necesidad ni de tener activado el haki de observación pues el simple olfato de la pesadilla podría detectar a gente fácilmente y el asunto acabaría en violencia si trataban de hacerle algo malo, no era nada fácil de hecho.

Cuando estaba a punto de largarse notó ahora algo en su hocico, abrió los ojos despacio y se quedó alucinado cuando vio que era la mano de aquella niña, una gotita de sudor le bajó por la cabeza. No sabía que hacer en un momento así pues no recordaba haber sentido eso antes, en otra época la mano de la pequeña habría sido devorada pero ahora era distinto. Tan solo era un poco de tacto, no era para tanto, o eso pensó hasta que de repente la confianza de la enana se disparó por las nubes y se le abrazó de repente. Los orbes rojizos del animal se abrieron como platos, aquello era imposible, él solía infundir odio y terror, sin embargo estaba siendo abrazado, además no solo eso. De todo el cuerpo la joven fue a su punto débil, detrás de las orejas, aquello provocó que el lobo entrecerrara los ojos y se dejara unos momentos. Era una sensación bastante agradable al fin y al cabo.

No pasaron ni tres segundos hasta que unas nuevas palabras llegaron a sus orejas, las cuales le habían hecho una petición que no había escuchado antes. La niña le preguntó si quería ser amigo de ella, en esos momentos el pirata empezó a recordar en lo pasado con el tal Dexter en la taberna, según le dijo era un asesino y razón no le faltaba al dragón, había matado a marines hacía unos minutos. Sin embargo ellos le habían atacado a él de modo que solo fue defensa propia, sin embargo no podía evitar pensar en la pregunta ¿Tenía amigos? No lo sabía pero lo que si era cierto debía encontrarlos cuanto antes. Volvió a la realidad y se quedó mirando a la pequeña fijamente a los ojos, era demasiado inocente y decirle que no seguramente la haría llorar de nuevo y los oídos de Kedra volverían a sufrir. De modo que no tardó en soltar un enorme y largo suspiro y el lobo le contestó. – Está bien, seré tu amigo pequeña. – Dicho aquello se quedó mirándola tranquilamente esperando su respuesta.

Kuroha resopló en su mente, molesto por la seguridad que tenía la pequeña peliblanca de que, si tenía apariencia animal, no podía ser malo y no le lastimaría, más aún por el hecho de que aquel sujeto había aceptado la absurda petición de la chiquilla de "seamos amigos", de la cual, como era propio en él, se burlo con cierto tono molesto. ¿Acaso estaba celoso? "Bah, ¿ por qué lo estaría? Ni que me importara esta debilucha" Musitó en su mente mientras la pequeña se limitaba a ignorarle y acariciar el lomo del lobo.

-Por cierto...Kedra-san. ¿Qué clase de lobo eres? ¿Todos pueden transformarse en humanos? ¿De dónde vienes? - Preguntaba con curiosidad, repitiendo el ritual que hizo tras conocer a Miikoto, y comenzar a confiar en él. Y como en aquella ocasión, se detuvo en seco, sonrojándose al darse cuenta de que se estaba excediendo. Se tapo el rostro con el pelo, quedando totalmente camuflada, como una bola de pelo gigante, y con un tono casi inaudible susurro un: "Lo siento...." Sollozando, pues un par de lágrimas habían empezado a asomar en sus ojos. -Lo siento...no quería ser molesta...es solo...-

"¿Qué pasa enana, ya le has asustado? Ves, seguro que ahora se marchará. Por eso no tienes amigos..." Volvió a insistir la serpiente, aprovechándose de las inseguridades de la niña, quien quedó de rodillas frente al lobo, temblando levemente, mientras escuchaba las burlas en su cabeza y se tapaba los oídos, como si así le acallara. -Por favor...no me odies...- Murmuró.

El lobo permanecía serio en aquella postura, sus rojizos ojos continuaban clavados en los ojos de la niña. Empezó a escuchar sus preguntas y a analizarlas despacio una a una. – Soy un lobo especial, no todos pueden hacer esto. – Dijo con un tono de voz grave y serio al mismo tiempo que miraba a la chica. Aquello era fácil en comparación con todos los cadáveres que había tenido que dejar a lo largo de toda la playa. El muy bestia incluso se había cargado un jodido barco él solo. Ahora escuchó una pregunta que le hizo alzar una ceja despacio.

No tenía lugar de origen y no venía de ningún sitio en especial, de modo que decidió dejar esa pregunta en blanco y no responderle. Debía meterse dentro de la enorme biblioteca y no quería perder el tiempo, pero tampoco tener a la niña llorando detrás. En ese momento pensó en salir corriendo a toda velocidad pero fue cuando la escuchó decir unas palabras en un susurro. Su increíble oído lo puto sentir debido a sus buenas habilidades de cánido. No quería ser una molestia y le pidió que no le odiase, aquello impresionó al pirata.

Era como si le hubiese leído la mente, soltó de nuevo un suspiro y en un rápido movimiento la rodeó y pasó por debajo de sus piernas con fuerza, elevándola y montándola en su lomo. Después simplemente se dedicó a caminar rumbo al centro de la isla. – Agárrate bien, no vayas a caerte. Tampoco tengo motivo para odiarte, recuerda que soy tu amigo, pequeña. – Dijo aquello tratando de calmarla mientras ahora se metía por las zonas más boscosas y camuflarse bien en el entorno. Tenía planeado conseguir un libro y salir de allí pitando, debería también planear algo que hacer con la niña.

La chica se vio sorprendida cuando su peludo amigo se movió e hizo que se levantase, pasando por entre sus piernas para hacer que quedara sobre él antes de echar a correr, causando que la pequeña soltara un grito por la sorpresa, al tiempo que se abrazaba al cuello del lobo y cerraba los ojos, sintiéndose asustada, aunque no pudo evitar alegrarse y sonreír cuando le dijo que eran amigos y que no tenía motivos para odiarla. Quiso responder a esas palabras, pero no tuvo tiempo a reaccionar, pues apenas un segundo después de decirle eso a la chica, salió corriendo en dirección a lo que parecía un gran parque o un bosque cercano a la playa, provocando que Mary se desequilibrara y estuviera a punto de caer (fue un milagro que no se cayera).

-E-Espera....Ke-Kedra-san...Mi..Mikoto está...- Balbuceó la niña, tratando de hacer que el lobo se detuviera, pues no se había olvidado de Mikoto, quien seguramente estuviera buscándola como loco, por mucho que Kuroha dijera lo contrario. No tendría sentido que se hubiera preocupado tanto por ella desde que se conocieron, para abandonarla ahí sin más. Aunque eso no viene a cuenta ahora. De una u otra forma había acabado separándose de él y ahora tendría que hallar la forma de reencontrarse con él. Quizá Kedra la ayudase a hacerlo, cosa que le preguntaría nada más el chico se detuviera, si conseguía que sus pequeñas manos no se soltaran, pues apenas lograba ya mantenerlas alrededor de su cuello. Sentía que le fallaban las fuerzas y se acabaría soltando y cayendo en medio de ese bosque antes de detenerse.

Una vez su acompañante se detuvo, la pequeña albina se bajo de su lomo y cayó de rodillas al suelo, temblando mientras jadeaba tratando de recuperar el aliento. Era la primera vez que hacía algo por el estilo, y no estaba acostumbrada a tales cantidades de adrenalina, por lo que le tomó más que un par de segundos volver en sí, mirando a su amigo con curiosidad y preocupación, plateándose que preguntar antes, si dónde estaban o si la acompañaría de vuelta a la playa para ayudarla a buscar a Mikoto.

Una vez bajó la chica del lomo del lobo negro, este se quedó mirándola despacio al ver que casi se había caído. Durante el viaje a sus oídos llegó el nombre de Mikoto y no tenía ni idea de quién era aquella persona pero fuese quién fuese no quería a arriesgarse a que lo vieran. Bastante estaba ya haciendo el esfuerzo de estar con la pequeña para estar con alguien más, le gustaba demasiado estar solo. Los rojizos ojos del animal se centraron en ella y ahora el cadejo decidió hablarle en un tono tranquilo y calmado en su forma completa. – No creo que puedas venir conmigo. Debo entrar en el interior de un sitio lleno de guardias y luchar. – Dicho aquello soltó un suspiro.

Ahora empezó a cambiar hasta tomar su forma humana. Se quedó sentado con la espalda apoyada en un árbol y se quedó de nuevo mirando a la chica. Estaba siendo demasiado amable ¿Cómo podían decir que era un asesino si ni siquiera podía aguantar a una niña pequeña sufrir? Aquello le estaba provocando ahora un leve dolor de cabeza para después ponerse en pie y escuchar un ruido extraño. Su olfato le advirtió de que alguien se estaba acercando y ahora se centró un poco.

Dos guardias llegaron de repente y al ver al lobo negro sacaron sus espadas y corrieron hacia él. Kedra simplemente se puso en pie y de un puñetazo en la cabeza estampó a uno de ellos contra un árbol. Le había abierto la cabeza debido a su potencia y mala leche. El otro tipo trató de cortarle la cabeza pero el lobo negro metió su brazo en medio imbuido en haki armadura y parándolo. Su piel había tomado un tono negro metálico. Acto seguido elevó la pierna mientras saltaba y golpeó en la barbilla a aquel tipo. La sangre saltó por los aires ante el violento golpe. Aquel guardia cayó al suelo inconsciente. Kedra miró a la chica ahora tranquilamente con ambas manos en los bolsillos.

La chica se quedó mirando a su nuevo y peludo amigo, con los ojos empañados, entre asustada y entristecida. No sabía dónde había sido llevada, no podía ver ni escuchar a Mikoto y la persona que se encontraba con ella le estaba diciendo que se la había llevado de un lugar en el que quizá el pelirrojo pudiera haberla encontrado, a un lugar perdido de la mano de Dios, para dejarla sola porque pretendía ir a pegarse con alguien en no sé que sitio y no podía llevarla con ella porque era muy peligros. En su cabeza, Kuroha no dejaba de reírse de ella por lo que estaba sucediendo, y lo peor es que en parte tenía razón. Por mucho que se hubieran hecho amigos, no debería haberse marchado de aquel lugar. Pero la pobre Mary, nunca imaginó que algo por el estilo pudiera suceder. ¿Qué haría ahora?

La chica se dejó caer en el suelo, quedando sentada y abrazándose las piernas, al tiempo que su cabello la ocultaba casi por completo. Quedando hecha una bolita peluda y temblorosa, que no paraba de repetir la frase "lo siento", en un murmuro casi inaudible. Y como si las cosas no estuvieran ya lo suficientemente mal para la pequeña, más personas aparecieron, con armas y comenzaron a pelearse con Kedra, quien parecía bastante tranquilo. Su pelea con estos no duró mucho. Kedra acabó con ambos de forma rápida y parte de la sangre de esos hombres salpicó el suelo, manchando también parte de la ropa de la chica. Además de parte de su pelo.

El olor llegó al sensible olfato de la albina, haciendo que todos sus músculos se tensaran y su menuda figura temblara aún más, al tiempo que las lágrimas recorrían sus mejillas. Aquella situación y el olor de la sangre hicieron que la chica recordará las trágicas muertes de su madre y Shion, así como que aumentaran las ganas de la chica de encontrarse de nuevo a salvo junto al Pelirrojo. -Mikoto....-

El lobo negro soltó un enorme suspiro mientras se llevaba las manos a la cabeza. La niña no paraba de lamentarse y encima nada más pronunciaba el nombre del tal Mikoto. El castaño no aguantaba más aquella situación. No era ningún cuidador infantil y se le agotaba el tiempo para infiltrarse en aquel enorme edificio. Ahora clavó sus dorados ojos en la chica y se cruzó de brazos. – Muy bien. Escúchame bien ya que no voy a repetirlo de nuevo. – Dicho aquello planeaba lograr la atención de aquella chica que no paraba de quejarse de todo lo que pasaba. El propio luchador tenía su límite y no podía seguir con aquello por siempre.

Ahora soltó un suspiro mientras la observaba. – Yo voy a un sitio dónde hay sangre, dolor y muertes. Esto significa que si vienes conmigo te van a matar. Lo que tienes que hacer es buscar a tu amigo Mikoto. Aquí solo hay marines y te ayudaran seguro. Si te ven conmigo querrán hacerte daño. – Se quedó unos segundos mirándola y esperando a que hubiese entendido aquellas palabras que le dijo. Lo que más deseaba ahora es que dejase de quejarse de una buena vez por todas. Empezaba a cogerle miedo a la situación pues si cada vez que un niño llorase se le acercaba debería repetir aquello.

Continuó observándola despacio mientras iba retrocediendo muy lentamente. – Ahora ponte en pie y comienza a caminar. No le cuentes a nadie que me has visto o te miraran muy mal. – Dicho aquello siguió alejándose de espaldas pero mirándola y con su mantra activado para evadir emboscadas. Si la niña se negaba seguramente saldría corriendo por patas a toda velocidad.

"¿Ves, niña tonta? Te dije que te abandonaría. Y además quiere dejarte con las personas que ese pelirrojo dijo que evitaras a toda costa." Dijo Kuroha entre carcajadas en su cabeza. Aquello parecía estar resultando muy divertido para él, después de tanto tiempo sin poder meterse con ella, más aún después del discurso sobre la amistad que le había soltado la albina antes, quien en ese momento temblaba de miedo ante la idea de tener que marcharse con los marines que Mikoto tanto odia. -No...No quiero ir...¡Mary no quiere ir con esas personas!- Afirmó Mary mirando a los ojos al chico, como suplicándole con la mirada que fuera el quien la ayudase a volver. Aunque este parecía a punto de echar a correr, cosa que entristeció mucho a la niña. -¿Es por qué Mary da miedo?- Murmuró antes de ponerse en pie torpemente. -Es por eso que a Mary siempre la dejan sola o le hacen daño...¿Es por qué Mary es un monstruo?- Preguntó al tiempo que alzaba la mirada, fijando sus ojos en Kedra, los cuales habían cambiado a un tono escarlata. "Sabes Mary, si no quieres que se vaya, siempre puedes detenerle. Al fin y al cabo, eres como el monstruo de ese cuento, ¿no? ¿Por qué no le conviertes en piedra?" -N...No...¡Nooooo!-

Un grito salió de su garganta al tiempo que sus ojos se llenaban de lagrimas, justo antes de que un par de hombres con el uniforme de la marina llegaran atraídos por el grito de la niña. Mary desvió la mirada del castaño en ese momento, fijándola en ellos, justo antes de transformarse, de forma momentánea en gorgona, debido a la serie de emociones que acababan de inundarla. Los ojos de la monstruosa criatura en la que se había transformado, centellearon y, sin que pudieran desviar la mirada a tiempo, ambos hombres quedaron petrificados. Tras aquello, la niña volvió a su forma normal, llorando como antes de transformarse, y hecho a correr tras mirar una vez más hacia Kedra.

El lobo negro avanzaba despacio mientras notaba que la niña estaba a unos metros más atrás, no quería darse la vuelta por ninguna razón. Estaba demasiado tranquilo mientras caminaba por aquella isla para cumplir su cometido de una buena vez. No debía de ser muy peligroso para alguien como él pues si continuaban apareciendo marines tan solo debía derrotarlos. No le costaba nada pelear y el tema físico se le daba bastante bien. Era un buen luchador y usaba su estilo para reventar cráneos y lanzar a sus oponentes por los aires. Era bastante útil a decir verdad y era algo que le había gustado hacer siempre. No iba a luchar usando espadas ni nada parecido, prefería los nudillos y las piernas. Lo veía mucho más satisfactoria y legal para que la otra persona pudiese defenderse como era debido.

Cuando ya estaba un poco más lejos, sintió dos presencias acercarse a la chica. Se dio la vuelta y pudo ver que se trataban de dos marines. Entonces cerró los puños dispuesto a ayudarla si hacía falta pero la muchacha hizo algo impresionante. Se convirtió en un extraño ser que transformó a aquellos dos capullos en piedra. Después volvió a ser la niña pequeña y se fue corriendo de allí a toda prisa. El lobo había quedado impresionado con aquello pero no podía ir con la chiquilla. Podían matarla por su culpa y no iba a consentir aquello, de modo que ahora salió corriendo con todas sus ganas hacia el centro de la isla. Debía de cumplir su objetivo ante todo y no iba a permitirse el lujo de fallar.

La niña llevaba una eternidad corriendo sin rumbo por aquel bosque, llorando y buscando, de alguna forma percibir alguna presencia u aroma conocido, cualquier cosa que le indicase que Mikoto se encontraba cerca y que pronto estaría a su lado. No debía haberse marchado, no debía haberse tropezado. "Sí no hubiera sido tan torpe..." Se recriminaba una y otra vez mientras seguía corriendo con la vista nublada. De vez en cuando, daba algún que otro traspiés, desequilibrándose y, en ocasiones, cayendo al suelo, donde se quedaba hecha una bolita un par de minutos, antes de que un sonido la asustara o le indicara que quizá el pelirrojo se encontraba cerca.

Para cuando logro encontrar la playa donde había conocido al chico-lobo, el sol ya comenzaba a ponerse y las primeras estrellas asomaban en lo alto del cielo. Una sensación de calma embriago un momento a la pequeña al ver el mar a lo lejos...Pero poco le duro aquella alegría, pues cuando alcanzó a pisar la arena, noto que no había nadie más. Todos se habían ido ya y lo único que quedaban eran los escombros de la batalla que tuvo lugar a la mañana. El miedo y la tristeza volvieron a ser latentes en la peliblanca, quien se dejó caer al suelo, agotada después de tanto tiempo corriendo de un lado a otro, sin resultado. -Mikoto...- Murmuró en un sollozo, justo antes de que una presencia se volviera perceptible a sus espaldas. Le resultaba familiar. La pequeña volteó la cabeza y se encontró con el pelirrojo a sus espaldas, apoyando la mano sobre el tronco de un árbol mientras recuperaba el aliento. ¿Habría estado buscándola?

Sin siquiera pensárselo, la pequeña de ojos rosados se levanto lo más rápido que le permitieron sus doloridas piernas y salió corriendo a trompicones hacia el chico, tirándose a sus brazos. Sabía que sería regañada, o eso pensaba, pero no importaba. Le había encontrado, o él a ella y ya no estaba sola. El Chico la tomo en brazos tras abrazar a la pequeña, para consolarla y se dirigió con ella a la posada donde descansarían. Mary no tardó en dormirse en sus brazos y, en sueños, rememoró al extraño chico que había conocido, a quién pensaba dedicarle un capítulo en su diario.