Iliana Markov
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Iliana observó con una mezcla de terror y rabia el papel. No podía ser... la habían localizado. ¿Tan pronto? Pero el papel no dejaba lugar a error. "A su Alteza Iliana Markov de Hallstat." Le tembló ligeramente la mano, ante lo que apretó el puño, arrugando el papel, para intentar hacer que cesara. Suspiró profundamente, tratando de calmar su ansiedad, al tiempo que se sentaba en la cama. ¿Por qué tenían que suceder aquellas cosas cuando Drake no estaba cerca? ¿Y cómo habían hecho para localizarla? En aquel momento estaba en la casa de un viejo conocido de su padre, un reputado arqueólogo. Su coartada para pedirle un techo había sido que era una historiadora de Hallstat, alumna de Derian, y que estaba en un viaje de estudios. Según la historia que le contó, lamentablemente se había quedado sin apenas dinero por unas reparaciones de urgencia a su navío, que actualmente estaba en los astilleros. Le prometió que el rey pagaría los gastos de su estancia generosamente, y tanto la presencia de Drake como un anillo con el escudo de los Markov que le había dado Derian para casos como aquel, sirvieron de prueba.
Sin embargo, nada más cerciorarse de que estaba a salvo el lobo había partido para participar en la guerra, dejándola sola. Y como para mantener la coartada sus siervos no estaban con ella (habría cantado mucho que no era quién decía si un séquito de guardias y mayordomos la seguían a todos lados) si no en el barco, estaban siendo unos días aburridos, Pero al menos estaba segura, o eso había pensado hasta aquel momento. Observó el sobre y vio un extraño símbolo. Parecía un hombre con un cuchillo y una taza, que a su lado tenía un muffin con corona, y en pequeñas letras doradas ponía a su lado: L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. ¿De qué narices iría todo aquello? Abrió el sobre sin cuidado y extrajo la carta, desdoblándola totalmente. El texto era totalmente surrealista. Comenzaba mencionando que había sido invitada a tomar parte en una organización dedicada a la conquista mundial. Desde luego, si era una trampa, era una muy estúpida. Continuaba con un montón de parrafada y palabrería digna de uno de los aburridos discursos de su padre, pero con el punto a favor de que al menos tenía sentido del humor. Había algún juego de palabras ingenioso.
- No se quién narices ha hecho esto, pero sea o no cosa del Gobierno, saben quién soy y dónde estoy. Ignorarlo sería estúpido. Debo ir en busca de respuestas... y eliminar al que esté detrás de esto.
Como de costumbre, redujo al mínimo el filo de Tsuki no Kagayaki, ocultándolo a la vista. Se enganchó el mango de la katana a la cintura y salió de su habitación, tras guardar la carta en el sobre y este dentro de sus ropas. En la misma indicaba el lugar donde debía reunirse con el líder del supuesto grupo, una casa en la propia ciudad. "Menudo conspirador. Yo me esperaba alguna base secreta subterránea con un rayo de la muerte" pensó, con cierta ironía. Salió de la casa tras indicarle al dueño que se iba a dar un paseo, aun intentando razonar qué podría estar pasando. ¿Una organización malévola intentando reclutarla? Si ella oficialmente era sólo una princesa. Mantenía sus aficiones en secreto. ¿Podía estar relacionado con toda aquella propaganda sobre su padre? No... debía dejar de pensar así. Era mucho más probable que fuese una trampa del Gobierno. Así pues, ¿quién la había delatado? El viejo arqueólogo no sabía nada... tenía que haber sido alguno de sus sirvientes o guardias. O alguno de los marineros. Tal vez a alguno se le hubiera ido la lengua bebiendo. "En cuanto me entere de quién ha sido, lo lamentará" se prometió silenciosamente.
En cuanto hubo llegado al lugar y comprobado cuál era la casa, se metió en un callejón a dos o tres casas de la que pretendía ir. Entonces, tras comprobar que no había nadie mirando, se acercó a una sombra y literalmente se metió dentro de esta. Comenzó a avanzar de sombra en sombra, sacando sólo media cabeza para comprobar dónde estaba. En cierto momento apareció dentro de una casa, bajo el faldón de una vieja gorda. Sin embargo, a parte del olor a sebo y la desagradable imagen, no tuvo mayores percances. Finalmente acabó llegando junto a la supuesta base de L.O.V.E.M.U.F.F.I.N., a una de las paredes exteriores. Era... bastante corriente para ser la base de una organización criminal. Por otro lado tenía sentido. Activó su mantra, detectando en el interior una única presencia. "Si es una trampa, es una única persona. Podré manejar la situación." Volvió a meterse en la sombra y salió en el interior de un pasillo. Se quedó quieta, procurando no hacer ruido, y volvió a activar su mantra para mantener en todo momento localizada a la presencia.
Sin embargo, nada más cerciorarse de que estaba a salvo el lobo había partido para participar en la guerra, dejándola sola. Y como para mantener la coartada sus siervos no estaban con ella (habría cantado mucho que no era quién decía si un séquito de guardias y mayordomos la seguían a todos lados) si no en el barco, estaban siendo unos días aburridos, Pero al menos estaba segura, o eso había pensado hasta aquel momento. Observó el sobre y vio un extraño símbolo. Parecía un hombre con un cuchillo y una taza, que a su lado tenía un muffin con corona, y en pequeñas letras doradas ponía a su lado: L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. ¿De qué narices iría todo aquello? Abrió el sobre sin cuidado y extrajo la carta, desdoblándola totalmente. El texto era totalmente surrealista. Comenzaba mencionando que había sido invitada a tomar parte en una organización dedicada a la conquista mundial. Desde luego, si era una trampa, era una muy estúpida. Continuaba con un montón de parrafada y palabrería digna de uno de los aburridos discursos de su padre, pero con el punto a favor de que al menos tenía sentido del humor. Había algún juego de palabras ingenioso.
- No se quién narices ha hecho esto, pero sea o no cosa del Gobierno, saben quién soy y dónde estoy. Ignorarlo sería estúpido. Debo ir en busca de respuestas... y eliminar al que esté detrás de esto.
Como de costumbre, redujo al mínimo el filo de Tsuki no Kagayaki, ocultándolo a la vista. Se enganchó el mango de la katana a la cintura y salió de su habitación, tras guardar la carta en el sobre y este dentro de sus ropas. En la misma indicaba el lugar donde debía reunirse con el líder del supuesto grupo, una casa en la propia ciudad. "Menudo conspirador. Yo me esperaba alguna base secreta subterránea con un rayo de la muerte" pensó, con cierta ironía. Salió de la casa tras indicarle al dueño que se iba a dar un paseo, aun intentando razonar qué podría estar pasando. ¿Una organización malévola intentando reclutarla? Si ella oficialmente era sólo una princesa. Mantenía sus aficiones en secreto. ¿Podía estar relacionado con toda aquella propaganda sobre su padre? No... debía dejar de pensar así. Era mucho más probable que fuese una trampa del Gobierno. Así pues, ¿quién la había delatado? El viejo arqueólogo no sabía nada... tenía que haber sido alguno de sus sirvientes o guardias. O alguno de los marineros. Tal vez a alguno se le hubiera ido la lengua bebiendo. "En cuanto me entere de quién ha sido, lo lamentará" se prometió silenciosamente.
En cuanto hubo llegado al lugar y comprobado cuál era la casa, se metió en un callejón a dos o tres casas de la que pretendía ir. Entonces, tras comprobar que no había nadie mirando, se acercó a una sombra y literalmente se metió dentro de esta. Comenzó a avanzar de sombra en sombra, sacando sólo media cabeza para comprobar dónde estaba. En cierto momento apareció dentro de una casa, bajo el faldón de una vieja gorda. Sin embargo, a parte del olor a sebo y la desagradable imagen, no tuvo mayores percances. Finalmente acabó llegando junto a la supuesta base de L.O.V.E.M.U.F.F.I.N., a una de las paredes exteriores. Era... bastante corriente para ser la base de una organización criminal. Por otro lado tenía sentido. Activó su mantra, detectando en el interior una única presencia. "Si es una trampa, es una única persona. Podré manejar la situación." Volvió a meterse en la sombra y salió en el interior de un pasillo. Se quedó quieta, procurando no hacer ruido, y volvió a activar su mantra para mantener en todo momento localizada a la presencia.
Yarmin Prince
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Yarmin miró una última vez el sobre que estaba a punto de enviar, y se preguntó si sería una buena idea. "De hecho probablemente sea una locura", se dijo mientras negaba lentamente con la cabeza, como si intentase convencerse a sí mismo de que no debía hacerlo. Sin embargo, si los rumores que se escuchaban en los bajos fondos que el encantador solía frecuentar eran ciertos, Su Majestad Derian Markov III tenía una hija. Efectivamente, una heredera al trono de un reino que muy pronto tendría al mundo en jaque, probablemente la mayor potencia que se habría visto en siglos, y un pulso que el Gobierno Mundial no podía permitirse perder. Por ello era casi obvio que las redes de epionaje estaban centradas en el North Blue y que, como mínimo, tenía libertad de actuación un par de meses, el tiempo que necesitaba para reclutar un buen grupo. Pero no por ello dejaba de ser una locura.
-Debo hacerlo. Ganen o pierdan, ella es la clave de la Liga- se sentó en una silla, abriendo el sobre antes de sellarlo y repasando una última vez la carta, preguntándose si alguien tomaría en serio una asociación autonombrada L.O.V.E.M.U.F.F.I.N., pero como mínimo contaba con que, si alguien que no estuviera al tanto del asunto descubría la misiva, tomara ésta por un chiste.
Sin duda, todo ello era pura palabrería que casi hacía parecer una broma para cualquiera que no estuviese predispuesto a creerla, y el secreto de su veracidad residía en el único dato que la destinataria sabía no era casual que estuviera allí. Si de verdad era princesa, el mantenerlo en secreto hacía que pocos o nadie conocieran el dato, así como que el miedo pudiera apoderarse de ella si alguien la descubría, mientras que si resultaba no ser nada lo tomaría como una burda treta. ¿Qué debía suceder, pues? La carta sería enviada, y en las manos de Iliana tal-vez-Markov descubrirían si ella era realmente princesa o no. "Si no aparece sabré que era mentira, pero merece la pena el riesgo".
Con la cara en tensión y el cuerpo no mucho más relajado se levantó, preparando de nuevo el sobre y esta vez sellándolo para que nadie lo pudiera abrir. En la puerta, sin que nadie lo viera, debía estar oculto uno de sus adoradores de la cábala, encargado en aquel momento de llevar la nota hasta un muchacho inocente, un simple recadero que debería morir para guardar el secreto. Nadie debía saber que aquella noche se había enviado una nota, y ni siquiera el viejo Frost se acordaría de que Yarmin vio a un hombre en su casa si ocurría un asesinato cerca. Y mucho menos si él era el acusado, claro. El plan tenía tantas lagunas y vacíos que debía funcionar, de hecho el agente había contabilizado los veinticinco errores que llevarían a su captura, si no hubiera una infinidad de aciertos detrás que las harían casi imperceptibles mientras apuntaban a ese cotilla que vivía frente a su casa.
Apagó las luces del hall y dio dos toques en la puerta, uno débil y otro fuerte, que fueron respondidos con exactamente la misma potencia y ritmo. Era él.
-Esto es lo que debes entregarle- dijo sin saludar siquiera-. Si ves que alguien te sigue, finge que vuelves a tu hotel y ya mañana lo harás. No tengo ninguna prisa y prefiero que salga bien.
No recibió respuesta, tan sólo una reverencia y la vista de aquella acólita retirándose. "Tiene un buen culo", pensó mientras cerraba la puerta y volvía a encender las luces y se sentó en su viejo sillón de cuero negro. Parecía camuflarse con el respaldo, y mientras esperaba cargaba las balas de su pistola, con cierto hastío tal vez. Una, luego dos y más tarde tres, llegando a la décima cuando las campanas empezaron a sonar. En ese momento, si no había sucedido nada malo, la misiva debería estar llegando a la princesa. Dejó el arma en la mesita auxiliar junto a él, perfectamente visible e imposible de alcanzar cómodamente. Había que hacerla confiar en él, aunque fuera a su macabra manera.
Pasó así un rato. ¿El tiempo se había detenido? No, tan sólo estaba ansioso por saber cómo sería ella. Cómo olía su pelo, su sangre, y cuál era su carácter. Sería maravilloso que disfrutase del dolor, recibiendo palizas y vejaciones, que gustase de recibir cortes gratuitos... Pero eso no iba a suceder. Aun en el hipotético caso de que así fuera, una noble no iba a renunciar a su orgullo por un vicio de puta. Lo mejor sería centrarse en lo que podía sentir. Sentía el tiempo pasar muy, muy, muy despacio...
-Debo hacerlo. Ganen o pierdan, ella es la clave de la Liga- se sentó en una silla, abriendo el sobre antes de sellarlo y repasando una última vez la carta, preguntándose si alguien tomaría en serio una asociación autonombrada L.O.V.E.M.U.F.F.I.N., pero como mínimo contaba con que, si alguien que no estuviera al tanto del asunto descubría la misiva, tomara ésta por un chiste.
Sin duda, todo ello era pura palabrería que casi hacía parecer una broma para cualquiera que no estuviese predispuesto a creerla, y el secreto de su veracidad residía en el único dato que la destinataria sabía no era casual que estuviera allí. Si de verdad era princesa, el mantenerlo en secreto hacía que pocos o nadie conocieran el dato, así como que el miedo pudiera apoderarse de ella si alguien la descubría, mientras que si resultaba no ser nada lo tomaría como una burda treta. ¿Qué debía suceder, pues? La carta sería enviada, y en las manos de Iliana tal-vez-Markov descubrirían si ella era realmente princesa o no. "Si no aparece sabré que era mentira, pero merece la pena el riesgo".
Con la cara en tensión y el cuerpo no mucho más relajado se levantó, preparando de nuevo el sobre y esta vez sellándolo para que nadie lo pudiera abrir. En la puerta, sin que nadie lo viera, debía estar oculto uno de sus adoradores de la cábala, encargado en aquel momento de llevar la nota hasta un muchacho inocente, un simple recadero que debería morir para guardar el secreto. Nadie debía saber que aquella noche se había enviado una nota, y ni siquiera el viejo Frost se acordaría de que Yarmin vio a un hombre en su casa si ocurría un asesinato cerca. Y mucho menos si él era el acusado, claro. El plan tenía tantas lagunas y vacíos que debía funcionar, de hecho el agente había contabilizado los veinticinco errores que llevarían a su captura, si no hubiera una infinidad de aciertos detrás que las harían casi imperceptibles mientras apuntaban a ese cotilla que vivía frente a su casa.
Apagó las luces del hall y dio dos toques en la puerta, uno débil y otro fuerte, que fueron respondidos con exactamente la misma potencia y ritmo. Era él.
-Esto es lo que debes entregarle- dijo sin saludar siquiera-. Si ves que alguien te sigue, finge que vuelves a tu hotel y ya mañana lo harás. No tengo ninguna prisa y prefiero que salga bien.
No recibió respuesta, tan sólo una reverencia y la vista de aquella acólita retirándose. "Tiene un buen culo", pensó mientras cerraba la puerta y volvía a encender las luces y se sentó en su viejo sillón de cuero negro. Parecía camuflarse con el respaldo, y mientras esperaba cargaba las balas de su pistola, con cierto hastío tal vez. Una, luego dos y más tarde tres, llegando a la décima cuando las campanas empezaron a sonar. En ese momento, si no había sucedido nada malo, la misiva debería estar llegando a la princesa. Dejó el arma en la mesita auxiliar junto a él, perfectamente visible e imposible de alcanzar cómodamente. Había que hacerla confiar en él, aunque fuera a su macabra manera.
Pasó así un rato. ¿El tiempo se había detenido? No, tan sólo estaba ansioso por saber cómo sería ella. Cómo olía su pelo, su sangre, y cuál era su carácter. Sería maravilloso que disfrutase del dolor, recibiendo palizas y vejaciones, que gustase de recibir cortes gratuitos... Pero eso no iba a suceder. Aun en el hipotético caso de que así fuera, una noble no iba a renunciar a su orgullo por un vicio de puta. Lo mejor sería centrarse en lo que podía sentir. Sentía el tiempo pasar muy, muy, muy despacio...
Iliana Markov
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Tratando de no hacer ruido, llevó la mano a su cintura y desenganchó la katana sin hoja. Aunque estaba bastante segura de que el tipo de la casa no la había localizado aun, convenía tener el arma a mano por si acaso. Su haki le decía que estaba al otro lado de la pared, en la habitación contigua al pasillo... lo bastante cerca como para ponerse a su lado con un simple paso entre sombras. Volvió a sumergirse en la que estaba pisando, sabiendo que si aquello salía mal posiblemente estaría en problemas. Pero, ¿a caso tenía opción? Las alternativas no le resultaban agradables. Quería resolver ese asunto rápido y enterarse de quién estaba tras todo eso. Y... si lograba pillar a ese tipo por sorpresa, quién sabe. Tal vez pudiera pasar un agradable rato con él. Agradable para ella, claro, a menos que fuese masoca. En cuyo caso no lo sería para ella, sin sufrimiento perdía la gracia. Asomó la cabeza desde la sombra de un paragüero, observando el lugar. Parecía un salón normal y corriente, y efectivamente notaba la presencia tras un sillón situado de espaldas a su posición. Salió totalmente de la sombra, y pasó a la acción:
Kage Kage no Hosoku - dijo, al tiempo que hacía con su mano libre un gesto como de agarrar el aire.
Al instante, las sombras cercanas se separaron del suelo, diviéndose y tomando forma de cientos de gruesos hilos, que rodearon al sillón y a su ocupante, intentando atarlo a este e inmovilizarlo totalmente. Varios de los hilos intentarían mantener sus brazos contra el reposabrazos, cosiéndolo contra este. La idea era que la sombra a medida rodease al hombre fuese atravesando el reposabrazos, a modo de hilo de costura. El resto de sombras lo asegurarían directamente al respaldo y a la propia estructura de la silla. Todo eso si lograba pillarle con la guardia baja, claro. Acto seguido se acercó, katana en mano, para descubrir a un hombre joven y rubio, con ojos color sangre. De hecho era bastante mono... con una sonrisa, Iliana dijo:
- Así que eres tú quien me ha mandado esa loca carta... en fin, antes de preguntarte a qué viene esa locura, quiero saber algo. ¿Cómo me has localizado?
Se fijó en que había una pistola en una mesita cercana. A un gesto de su mano, de la sombra de la mesa salió una mano que la agarró y la lanzó hacia la chica, la cuál la recogió en el aire. No le apuntó, pero mantuvo la pistola en su mano por precaución. Aun no era el momento de ponerse violenta... si podía obtener respuestas de manera pacífica, tanto mejor. Una vez se quedase tranquila y tuviera las cosas claras, ya tendría tiempo para divertirse. "Primero el deber, luego el ocio." Con cierta desconfianza, lo examinó de pies a cabeza intentando cerciorarse de que no llevaba ninguna otra arma oculta, o en el caso de que estuviera atado, alguna navaja o cuchillo con el que pudiera intentar cortar los hilos de sombras.
- Ahora dime, ¿cuál es tu relación con el Gobierno Mundial, y por qué me has llamado realmente? Exijo respuestas... y no te andes con rodeos o tretas. Dime la verdad - dijo, entrecerrando los ojos.
Kage Kage no Hosoku - dijo, al tiempo que hacía con su mano libre un gesto como de agarrar el aire.
Al instante, las sombras cercanas se separaron del suelo, diviéndose y tomando forma de cientos de gruesos hilos, que rodearon al sillón y a su ocupante, intentando atarlo a este e inmovilizarlo totalmente. Varios de los hilos intentarían mantener sus brazos contra el reposabrazos, cosiéndolo contra este. La idea era que la sombra a medida rodease al hombre fuese atravesando el reposabrazos, a modo de hilo de costura. El resto de sombras lo asegurarían directamente al respaldo y a la propia estructura de la silla. Todo eso si lograba pillarle con la guardia baja, claro. Acto seguido se acercó, katana en mano, para descubrir a un hombre joven y rubio, con ojos color sangre. De hecho era bastante mono... con una sonrisa, Iliana dijo:
- Así que eres tú quien me ha mandado esa loca carta... en fin, antes de preguntarte a qué viene esa locura, quiero saber algo. ¿Cómo me has localizado?
Se fijó en que había una pistola en una mesita cercana. A un gesto de su mano, de la sombra de la mesa salió una mano que la agarró y la lanzó hacia la chica, la cuál la recogió en el aire. No le apuntó, pero mantuvo la pistola en su mano por precaución. Aun no era el momento de ponerse violenta... si podía obtener respuestas de manera pacífica, tanto mejor. Una vez se quedase tranquila y tuviera las cosas claras, ya tendría tiempo para divertirse. "Primero el deber, luego el ocio." Con cierta desconfianza, lo examinó de pies a cabeza intentando cerciorarse de que no llevaba ninguna otra arma oculta, o en el caso de que estuviera atado, alguna navaja o cuchillo con el que pudiera intentar cortar los hilos de sombras.
- Ahora dime, ¿cuál es tu relación con el Gobierno Mundial, y por qué me has llamado realmente? Exijo respuestas... y no te andes con rodeos o tretas. Dime la verdad - dijo, entrecerrando los ojos.
Yarmin Prince
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"Así que es real", pensó Yarmin cuando unos hilos de material desconocido lo cosieron al asiento. Esperaba que la princesa pagase los destrozos tanto en su traje como en el sillón, así como que le explicara a qué venía aquello. Si deseaba atacarlo por la espalda, no necesitaba hacer semejante numerito. Aunque cabía la posibilidad, y no la descartaba por el momento, de que la persona allí enviada fuera un siervo destinado a interrogarlo. En cualquier caso, el rumor era cierto, e Iliana Markov existía. Ahora todo era cuestión de hacerse querer.
No tardó mucho en dar la vuelta al sillón una chiquilla, poniéndose de frente ante él. Tenía postura de reina, pero sus manos aún callosas denotaban tal vez una vida más dura que la que pretendía emular. ¿Tal vez una sierva disfrazada? No, era imposible criar a una dama de corte con una postura envidiable y al mismo tiempo hacerla amasar pan y limpiar ropa a la orilla de un río. "Más rumores ciertos... Es una bastarda". Debería mantener la boca bastante cerrada si no quería ofenderla, pero no pudo evitar sonreír al darse cuenta de aquello. Derian era un rey con muchos secretos; se preguntaba qué más escondería bajo esa fachada de dama impertérrita.
-Si tengo que decir la verdad... Te has localizado tú sola- dijo, mirándole a los ojos con cierta confianza. Se sentía algo incómodo, por no decir acongojado, en aquel momento. Sin embargo su tono de voz no flaqueaba y, si aún controlaba sus expresiones como recordaba, apenas llegaría a aparentar un leve fallo de cálculos-. Si no hubieras aparecido no habría sabido de tu verdadera existencia, o al menos no tan pronto. Sin embargo, enterarme de que posiblemente anduvieras por Water Seven se debe únicamente a la presencia de cierto famoso lobo en la ciudad. Claro, ¿A quién más podría Su Majestad encargar la protección de su bien amada hija?- observó cómo la muchacha utilizaba un poder extraño para hacerse con el arma, seguramente el de una Akuma no mi. ¿Cómo juzgarla por eso? Él también era usuario, al fin y al cabo-. Está cargada con diez balas. Si me disparas seguramente nadie te llegue a relacionar conmigo, pero tal vez te interese escuchar el trato que quiero proponerte.
Tragó saliva. La muchacha se acercó a él y comenzó a cachearlo, o a examinar si llevaba armas encima. Era adorable, pensar que el encantador agente tenía suficiente fuerza como para librarse de aquello. Seguramente aunque fuese simple hilo de coser no habría sido capaz de liberarse, pero le halagaba que lo viesen en tan buena forma. Al fin y al cabo, hacía mucho ejercicio... Casi se contuvo la risa ante esa reflexión. Ni siquiera los entrenamientos abusivos del Cipher Pol habían hecho en Yarmin estar más predispuesto, sino todo lo contrario. Odiaba entrenar, y sólo lo hacía cuando no quedaba más remedio. Al fin y al cabo, cuanto más avanzara y ascendiera más posibilidades tendría de llevar a cabo su plan, pero los retos serían mayores. Debía estar preparado.
-Hay una pistola en el tobillo izquierdo, cargada y con una bala en la recámara. También llevo dos cuchillos en el cinturón, aunque el de plata te agradecería que no me lo quitaras, es un recuerdo de familia- dijo llanamente. Tal vez debería facilitarle las respuestas que le inquiría-. Mi nombre es Yarmin Prince, y soy agente del Cipher Pol... Bueno, eso es lo que cree el Cipher Pol- dejó caer una risita con sorna-, pero sólo es un trampolín. La red de espionaje del gobierno es muy útil, y últimamente está centrada en Hallstat. Supongo que ya entiendes cómo he podido llegar hasta ti. Ahora, si no te importa, desátame, por favor. Tenemos que hablar de negocios y esta habitación no es el mejor lugar para ello.
No tardó mucho en dar la vuelta al sillón una chiquilla, poniéndose de frente ante él. Tenía postura de reina, pero sus manos aún callosas denotaban tal vez una vida más dura que la que pretendía emular. ¿Tal vez una sierva disfrazada? No, era imposible criar a una dama de corte con una postura envidiable y al mismo tiempo hacerla amasar pan y limpiar ropa a la orilla de un río. "Más rumores ciertos... Es una bastarda". Debería mantener la boca bastante cerrada si no quería ofenderla, pero no pudo evitar sonreír al darse cuenta de aquello. Derian era un rey con muchos secretos; se preguntaba qué más escondería bajo esa fachada de dama impertérrita.
-Si tengo que decir la verdad... Te has localizado tú sola- dijo, mirándole a los ojos con cierta confianza. Se sentía algo incómodo, por no decir acongojado, en aquel momento. Sin embargo su tono de voz no flaqueaba y, si aún controlaba sus expresiones como recordaba, apenas llegaría a aparentar un leve fallo de cálculos-. Si no hubieras aparecido no habría sabido de tu verdadera existencia, o al menos no tan pronto. Sin embargo, enterarme de que posiblemente anduvieras por Water Seven se debe únicamente a la presencia de cierto famoso lobo en la ciudad. Claro, ¿A quién más podría Su Majestad encargar la protección de su bien amada hija?- observó cómo la muchacha utilizaba un poder extraño para hacerse con el arma, seguramente el de una Akuma no mi. ¿Cómo juzgarla por eso? Él también era usuario, al fin y al cabo-. Está cargada con diez balas. Si me disparas seguramente nadie te llegue a relacionar conmigo, pero tal vez te interese escuchar el trato que quiero proponerte.
Tragó saliva. La muchacha se acercó a él y comenzó a cachearlo, o a examinar si llevaba armas encima. Era adorable, pensar que el encantador agente tenía suficiente fuerza como para librarse de aquello. Seguramente aunque fuese simple hilo de coser no habría sido capaz de liberarse, pero le halagaba que lo viesen en tan buena forma. Al fin y al cabo, hacía mucho ejercicio... Casi se contuvo la risa ante esa reflexión. Ni siquiera los entrenamientos abusivos del Cipher Pol habían hecho en Yarmin estar más predispuesto, sino todo lo contrario. Odiaba entrenar, y sólo lo hacía cuando no quedaba más remedio. Al fin y al cabo, cuanto más avanzara y ascendiera más posibilidades tendría de llevar a cabo su plan, pero los retos serían mayores. Debía estar preparado.
-Hay una pistola en el tobillo izquierdo, cargada y con una bala en la recámara. También llevo dos cuchillos en el cinturón, aunque el de plata te agradecería que no me lo quitaras, es un recuerdo de familia- dijo llanamente. Tal vez debería facilitarle las respuestas que le inquiría-. Mi nombre es Yarmin Prince, y soy agente del Cipher Pol... Bueno, eso es lo que cree el Cipher Pol- dejó caer una risita con sorna-, pero sólo es un trampolín. La red de espionaje del gobierno es muy útil, y últimamente está centrada en Hallstat. Supongo que ya entiendes cómo he podido llegar hasta ti. Ahora, si no te importa, desátame, por favor. Tenemos que hablar de negocios y esta habitación no es el mejor lugar para ello.
Iliana Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Al escuchar sus palabras, inicialmente fue a abrir la boca para contestarle, molesta. Sin embargo decidió callarse, dándose cuenta de que tenía razón. Por Dios, que Drake era alguien famoso. Si rondaba cerca del lugar donde estuviera ella, sería obvio que era alguien importante del reino de Hallstat. Y una vez hecho eso, sólo había que sacar deducciones y su identidad era obvia. "Por otro lado, deducir que soy la princesa de Hallstat sólo por la breve presencia de Drake hace una semana en esta isla es... precipitado, cuanto menos." Y había otra cosa más a tener cuenta, el hombre había localizado su residencia, de lo contrario no podría haberle enviado el mensaje. Sabiendo eso, ¿qué sentido tenía decir que se había descubierto ella sola? Era cierto que se había precipitado y confirmado su identidad... pero era lo único que le faltaba por saber, visto lo visto.
- Ahí tienes un punto. No fue inteligente hacer desembarcar a Drake. Sin embargo, sólo te faltaba confirmar mi identidad. Al fin y al cabo, si pudiste mandarme la carta es porque sabías dónde estaba.
Con un suspiro, comenzó a quitarle sus armas. ¿Por qué le decía dónde tenía todo? ¿Tan poco valoraba su vida? Una vez lo tuviera totalmente desarmado, estaría a su merced y podría torturarlo a gusto. De hecho... utilizar para ello el cuchillo de plata sería una hermosa ironía. La idea le gustó, así que decidió que lo haría. Se alejó un poco y dejó las armas del rubio en un extremo de la habitación, lejos de la puerta y las ventanas, y volvió con el hombre. Así que era un agente del Cipher Pol... pero por lo que le daba a entender, uno que no era especialmente leal al Gobierno. ¿Cómo podía estar segura de ello? Tal vez realmente fuera una trampa. Por otro lado, algo en aquel sujeto le transmitía confianza. Había algo en sus palabras... parecía alguien sincero. "Sin embargo, al mismo tiempo me da mala espina. Fiarme de la gente me llevó a sufrir en el pasado. Aun las personas con mejores intenciones pueden causar dolor involuntariamente."
- Mira, yo te soltaría, pero realmente no tengo motivos para pensar que esto no sea una encerrona para secuestrarme - dijo. ¿Por qué narices le daba explicaciones? - Además, hacerlo va contra mis planes.
Era hora de divertirse un poco. Se enganchó de nuevo el mango de katana a la cintura y recogió el cuchillo de plata. "Una lástima, no me cae mal. Pero está en mi camino, y no tengo a nadie más con quien distraerme un rato... y la situación es demasiado tentadora" Con una sonrisa malévola, se acercó comprobando el filo del arma. Lástima que fuese de plata, no era un metal tan útil como el acero para aquellas tareas... pero el valor sentimental que el otro le daba sólo lo haría más hermoso.
- Y bien, mi querido Yarmin, ¿por dónde prefieres que empiece? ¿Tal vez por tu cara, por tus extremidades... o prefieres tu virilidad? - su sonrisa se ensanchó - A no ser que tengas algo más que contarme, en cuyo caso tal vez pueda retrasar un poco más nuestro momento de diversión.
- Ahí tienes un punto. No fue inteligente hacer desembarcar a Drake. Sin embargo, sólo te faltaba confirmar mi identidad. Al fin y al cabo, si pudiste mandarme la carta es porque sabías dónde estaba.
Con un suspiro, comenzó a quitarle sus armas. ¿Por qué le decía dónde tenía todo? ¿Tan poco valoraba su vida? Una vez lo tuviera totalmente desarmado, estaría a su merced y podría torturarlo a gusto. De hecho... utilizar para ello el cuchillo de plata sería una hermosa ironía. La idea le gustó, así que decidió que lo haría. Se alejó un poco y dejó las armas del rubio en un extremo de la habitación, lejos de la puerta y las ventanas, y volvió con el hombre. Así que era un agente del Cipher Pol... pero por lo que le daba a entender, uno que no era especialmente leal al Gobierno. ¿Cómo podía estar segura de ello? Tal vez realmente fuera una trampa. Por otro lado, algo en aquel sujeto le transmitía confianza. Había algo en sus palabras... parecía alguien sincero. "Sin embargo, al mismo tiempo me da mala espina. Fiarme de la gente me llevó a sufrir en el pasado. Aun las personas con mejores intenciones pueden causar dolor involuntariamente."
- Mira, yo te soltaría, pero realmente no tengo motivos para pensar que esto no sea una encerrona para secuestrarme - dijo. ¿Por qué narices le daba explicaciones? - Además, hacerlo va contra mis planes.
Era hora de divertirse un poco. Se enganchó de nuevo el mango de katana a la cintura y recogió el cuchillo de plata. "Una lástima, no me cae mal. Pero está en mi camino, y no tengo a nadie más con quien distraerme un rato... y la situación es demasiado tentadora" Con una sonrisa malévola, se acercó comprobando el filo del arma. Lástima que fuese de plata, no era un metal tan útil como el acero para aquellas tareas... pero el valor sentimental que el otro le daba sólo lo haría más hermoso.
- Y bien, mi querido Yarmin, ¿por dónde prefieres que empiece? ¿Tal vez por tu cara, por tus extremidades... o prefieres tu virilidad? - su sonrisa se ensanchó - A no ser que tengas algo más que contarme, en cuyo caso tal vez pueda retrasar un poco más nuestro momento de diversión.
Yarmin Prince
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La verdad es que estaba bastante compungido... ¿Por qué no lo había soltado? Tal vez su poder no funcionaba con ella, o simplemente que, de alguna manera, no podía influirle de forma tan fácil. Realmente le perturbaba que aquella niña, porque era una niña, lo tuviera contra las cuerdas con tanta facilidad. Y seguramente decirle que trabajaba para los enemigos de su padre no había hecho más que empeorar la situación. "Pero aún hay algo que puedo hacer", pensó, notando el frío aluminio de las cartas de Silver bajo su muñeca. Aquellas afiladas dagas con forma de naipe podía ser la clave de su libertad... O su entierro en un profundo foso. De momento debía esperar y ver cómo se desenvolvía la situación.
-Como te he dicho, tengo cierto apoyo del Cipher Pol- dijo llanamente, respondiendo a la cuestión lógica que planteaba el haberla localizado-. Una vez Drake aparece, la inteligencia localiza que tú estás relacionada con él y busca tu casa- respiró cansadamente. ¿Todas sus entrevistas con villanos iban a ser tan fastidiosamente malévolas y arriesgadas? Estaba en un maldito sillón atado de pies y manos por una cría, y lo peor de todo era que ni siquiera la había llegado a convencer de unirse a la Organización-. Y esta noche es turno de gente, digamos... Afín a mí. No sabía tu identidad, como te he dicho, pero sólo una persona no tomaría por broma el apelativo de "Princesa": La hija mantenida en secreto por el Rey. En serio, suéltame por favor.
La bastarda continuaba desarmándolo mientras la conversación se animaba por momentos, y hasta llegó el punto en el que se justificó. Tenía miedo. Miedo a un secuestro, a que el poder demostrado por alguien tan precipitado e impaciente fuera una simple broma. Esperaba que hubiera más poder tras la fachada de Yarmin, pero no había. No era poderoso, sólo tenía buena presencia. El poder estaba en la unión, y era eso lo que pretendía lograr. Pero podía divertirse con ello.
-Te entiendo perfectamente, si yo estuviera en tu posición haría exactamente lo mismo. Salvo lo de explicarte por qué lo hago, me limitaría a divertirme. Sin embargo te he pedido que vengas a hablar de negocios, y yo aceptaría como mínimo escuchar las ofertas de alguien que tiene tan buena predisposición a cumplir tus intenciones.
No resultó. La verdad era que lo esperaba, aunque había dentro de él un nosequé que esperaba ver a Iliana pidiendo disculpas por su comportamiento, sobre todo por aquello último. Le había cogido el cuchillo de plata... Era sólo un recuerdo de la última fulana que se cruzó en un burdel de Arabasta, pero le molestaba que no respetase lo que le había presentado como "reliquia familiar". Ah, que no era eso, sino que pretendía usarlo de un modo mucho más cercano que simplemente apoyándolo sobre su entrepierna. Quería dibujarle cosas por el cuerpo, la cara, y por lo visto dejarlo sin virilidad.
"Para lo poca cosa que es", pensó por un momento, recordando que el último estudio que leyó lo dejaba en la más absoluta media. "Vulgar". Sin embargo con el paso de los años, las experiencias y las violaciones le había cogido cariño a su pene, y no quería perderlo. De hecho, la mera idea del cuchillo sajándolo le hacía palpitar y sudar horrores, aunque podía darle la vuelta a la situación con relativa facilidad. Lo primero sería ver hasta dónde podría llegar.
-Podría contarte más- dijo. Intentaba mantener los estribos, pero se le notaba el temor al cuchillo... Y, en parte, a la loca que lo portaba-, pero ya que te empeñas en torturarme, empieza por la virilidad- su bravuconería quedaba un poco estúpida junto al sutil movimiento de cabeza que hizo, hacia atrás en el sillón y cerrando los ojos, como preparándose para un dolor sin límites-. Aunque me pegunto si serás capaz de cortarla. Incluso apostaría a que no serás capaz de hacerlo- rió con cierto nerviosismo, aparentando (o eso pretendía) más miedo del que realmente llegaba a tener-. Pero, si realmente es lo que quieres, adelante.
-Como te he dicho, tengo cierto apoyo del Cipher Pol- dijo llanamente, respondiendo a la cuestión lógica que planteaba el haberla localizado-. Una vez Drake aparece, la inteligencia localiza que tú estás relacionada con él y busca tu casa- respiró cansadamente. ¿Todas sus entrevistas con villanos iban a ser tan fastidiosamente malévolas y arriesgadas? Estaba en un maldito sillón atado de pies y manos por una cría, y lo peor de todo era que ni siquiera la había llegado a convencer de unirse a la Organización-. Y esta noche es turno de gente, digamos... Afín a mí. No sabía tu identidad, como te he dicho, pero sólo una persona no tomaría por broma el apelativo de "Princesa": La hija mantenida en secreto por el Rey. En serio, suéltame por favor.
La bastarda continuaba desarmándolo mientras la conversación se animaba por momentos, y hasta llegó el punto en el que se justificó. Tenía miedo. Miedo a un secuestro, a que el poder demostrado por alguien tan precipitado e impaciente fuera una simple broma. Esperaba que hubiera más poder tras la fachada de Yarmin, pero no había. No era poderoso, sólo tenía buena presencia. El poder estaba en la unión, y era eso lo que pretendía lograr. Pero podía divertirse con ello.
-Te entiendo perfectamente, si yo estuviera en tu posición haría exactamente lo mismo. Salvo lo de explicarte por qué lo hago, me limitaría a divertirme. Sin embargo te he pedido que vengas a hablar de negocios, y yo aceptaría como mínimo escuchar las ofertas de alguien que tiene tan buena predisposición a cumplir tus intenciones.
No resultó. La verdad era que lo esperaba, aunque había dentro de él un nosequé que esperaba ver a Iliana pidiendo disculpas por su comportamiento, sobre todo por aquello último. Le había cogido el cuchillo de plata... Era sólo un recuerdo de la última fulana que se cruzó en un burdel de Arabasta, pero le molestaba que no respetase lo que le había presentado como "reliquia familiar". Ah, que no era eso, sino que pretendía usarlo de un modo mucho más cercano que simplemente apoyándolo sobre su entrepierna. Quería dibujarle cosas por el cuerpo, la cara, y por lo visto dejarlo sin virilidad.
"Para lo poca cosa que es", pensó por un momento, recordando que el último estudio que leyó lo dejaba en la más absoluta media. "Vulgar". Sin embargo con el paso de los años, las experiencias y las violaciones le había cogido cariño a su pene, y no quería perderlo. De hecho, la mera idea del cuchillo sajándolo le hacía palpitar y sudar horrores, aunque podía darle la vuelta a la situación con relativa facilidad. Lo primero sería ver hasta dónde podría llegar.
-Podría contarte más- dijo. Intentaba mantener los estribos, pero se le notaba el temor al cuchillo... Y, en parte, a la loca que lo portaba-, pero ya que te empeñas en torturarme, empieza por la virilidad- su bravuconería quedaba un poco estúpida junto al sutil movimiento de cabeza que hizo, hacia atrás en el sillón y cerrando los ojos, como preparándose para un dolor sin límites-. Aunque me pegunto si serás capaz de cortarla. Incluso apostaría a que no serás capaz de hacerlo- rió con cierto nerviosismo, aparentando (o eso pretendía) más miedo del que realmente llegaba a tener-. Pero, si realmente es lo que quieres, adelante.
Iliana Markov
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Iliana lo ignoró mientras este intentaba convencerla de que no lo hiciera, o eso suponía que decía, dado que no le estaba prestando atención. Su tarea actual le parecía bastante más importante. Decidiendo que el cuchillo no tenía suficiente filo para su gusto, sacó su propia piedra de afilar y comenzó a ponerlo a punto mientras tarareaba una canción. Tener las herramientas siempre bien cuidadas y listas para ser empleadas era algo fundamental, y le molestaba ver un arma desafilada o que no recibiera los cuidados apropiados, aunque entendía que un cuchillo de plata pudiera quedar descuidado. "¿Por qué se usa siquiera para algo que no sea cubertería u orfebrería? Es un metal muy blando y que se dobla fácilmente" pensó, con cierto desagrado. Mientras estaba afilando, escuchó unas palabras que le llamaron más la atención. Dejó de tarareas y lo miró, extrañada y bastante sorprendida. ¿Que comenzara por su virilidad? Sus siguientes palabras la confundieron aun más. ¿Es que se creía que aquello era un juego? Claro que se iba a atrever a hacerlo.
- Oh, veo que prefieres empezar fuerte. Muy bien... dame un momento y te demostraré que sí que puedo.
Continuó terminando de afilar, tarea en que tenía que poner mucho cuidado para no estropear la plata. En serio, ¿quién era el idiota que hacía esos cuchillos? Mientras lo hacía, se puso a reflexionar sobre las palabras de Yarmin. ¿Qué podía estar llevándolo a decir eso? Parecía que se hubiese puesto bravucón, y la explicación más obvia para ello es que pretendiera realmente que lo hiciera... o que hubiera perdido los nervios. Desde luego lo segundo parecía muy probable por su tono de voz, aunque no podía dejar de tener en cuenta lo primero. Cabía la posibilidad de que tuviese algo en mente y le estuviera tendiendo alguna clase de trampa. Por otro lado, estaba totalmente inmovilizado. ¿Qué iba a poder hacerle? Visto eso, tenía que ver si no había algún otro motivo que pudiera llevar a Yarmin a querer que intentara mutilar sus genitales... ¿y si le gustaba? La mera idea le resultó repugnante. "¿En serio puede haber alguien que disfrute de eso?" pensó, con asco.
- Bueno, creo que podemos comenzar - dijo, guardándose la piedra.
Si veía que le gustaba, se pararía. No podía soportar ni pensarlo. Ella quería causar dolor, escuchar los gritos de sus víctimas pidiendo piedad... no sus orgasmos de placer mientras los cortaba. Contuvo un escalofrío y chasqueó los dedos. Al instante de las sombras salieron brazos que desabrocharían el cinturón de Yarmin y le bajarían los pantalones sin desatarlo. Tras eso se acercaría y le bajaría los calzoncillos con una mano, blandiendo el cuchillo con la otra y manteniendo el mantra activo por si Yarmin intentaba jugársela de alguna manera. Eso sí, intentaría evitar que se le notase que estaba alerta.
- Veo que no hay mucho material, pero creo que podemos comenzar - dijo, con una sonrisa malévola.
- Oh, veo que prefieres empezar fuerte. Muy bien... dame un momento y te demostraré que sí que puedo.
Continuó terminando de afilar, tarea en que tenía que poner mucho cuidado para no estropear la plata. En serio, ¿quién era el idiota que hacía esos cuchillos? Mientras lo hacía, se puso a reflexionar sobre las palabras de Yarmin. ¿Qué podía estar llevándolo a decir eso? Parecía que se hubiese puesto bravucón, y la explicación más obvia para ello es que pretendiera realmente que lo hiciera... o que hubiera perdido los nervios. Desde luego lo segundo parecía muy probable por su tono de voz, aunque no podía dejar de tener en cuenta lo primero. Cabía la posibilidad de que tuviese algo en mente y le estuviera tendiendo alguna clase de trampa. Por otro lado, estaba totalmente inmovilizado. ¿Qué iba a poder hacerle? Visto eso, tenía que ver si no había algún otro motivo que pudiera llevar a Yarmin a querer que intentara mutilar sus genitales... ¿y si le gustaba? La mera idea le resultó repugnante. "¿En serio puede haber alguien que disfrute de eso?" pensó, con asco.
- Bueno, creo que podemos comenzar - dijo, guardándose la piedra.
Si veía que le gustaba, se pararía. No podía soportar ni pensarlo. Ella quería causar dolor, escuchar los gritos de sus víctimas pidiendo piedad... no sus orgasmos de placer mientras los cortaba. Contuvo un escalofrío y chasqueó los dedos. Al instante de las sombras salieron brazos que desabrocharían el cinturón de Yarmin y le bajarían los pantalones sin desatarlo. Tras eso se acercaría y le bajaría los calzoncillos con una mano, blandiendo el cuchillo con la otra y manteniendo el mantra activo por si Yarmin intentaba jugársela de alguna manera. Eso sí, intentaría evitar que se le notase que estaba alerta.
- Veo que no hay mucho material, pero creo que podemos comenzar - dijo, con una sonrisa malévola.
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Definitivamente aquello era una mala idea. Sus palabras sólo sirvieron para alimentar el ansia de su captora y excitarla, e incluso apostaría a que tenía más ganas de empezar ahora que un momento atrás. ¿De verdad había sido tan capullo? Aunque tenía un plan de emergencia para ese supuesto, dudaba que alguien así se viese atraída por el sexo convencional. Ni siquiera él mismo se veía atraído por el sexo convencional. Si al terminar los dos seguían teniendo el mismo número de dientes era una sesión aburrida, además de que sin sangre todo se veía muy, pero que muy descolorido. "A ver cómo puedo plantearlo", se dijo, mientras observaba cómo unas manos negras salían de entre las sombras para bajarle los pantalones, dejando a la vista una ropa interior bastante dada a la ocasión.
-Esto sería mucho más divertido si tú también te quitaras la ropa- respondió ante su primer comentario, intentando convencerla mientras los pantalones terminaban de caer, dejando ver sus piernas modeladas y completamente depiladas con cera tibia de lavanda y azahar. No eran muy musculosas, pero ante la situación se veían cuanto menos atractivas, encantadoras incluso. Olían a naranja y limón entremezclados, y la suave caída de sus pantalones negros contrastaba con su ropa interior, granate de color y verde en detalle, a pequeños cuadros que daban un aspecto más clásico al agente, a la par que elegante. Parecía haberse conjuntado todo, hasta los cordones de los zapatos con ese calzón. Yarmin no solía dejar nada al azar, aunque la ansiedad por conocer a la princesa y las prisas por no llamar la atención de sus compañeros lo hubieran llevado a cometer aquella imprudencia-, aunque así estás preciosa igualmente.
Poco a poco la adrenalina iba subiendo, y no era lo único. No lo pudo evitar, y en el momento en que Iliana rozó la tela con sus dedos el pequeño Yarmin despertó de su letargo, para gozo y algarabía de los que lo contemplasen. "Y abajo el telón", pensó en el momento preciso cuando su pene dio un pequeño respingo al librarse de la tela que empezaba a oprimirlo. Iliana estaba ahora muy cerca de su virilidad con un cuchillo en la mano, pero con suerte, si tenía un poco de libido en el cuerpo, podría librarse gracias a ese pequeño contratiempo. "Siempre salvándome gracias a mi pene". Pero aquello era otra historia.
-Bueno, es el material que he necesitado hasta ahora- tenía que elegir muy bien sus palabras. Notaba el aliento de Iliana sobre su sexo y el cuchillo, aunque alejado, se dejaba sentir también. Si quería conservarlo debía ser lo suficientemente zalamero y encantador como para que Iliana cayese rendida a sus pies. Y a lo que no eran sus pies.
"Piensa, Yarmin, piensa", se dijo sin abrir la boca, sólo tratando de entrever qué había tras ella para poder aprovecharlo. Sin embargo, si había una dulce e inocente princesa que pudiera creer que su pene concedía deseos, estaba muy escondida bajo capas y capas de sadismo, entre otras cosas casi tan encantadoras. De todas formas, su forma delicada de moverse era casi sinuosa, así que tal vez hubiera algo de lo que tirar... ¿Tal vez que pese a ser una dura guerrera era una femenina dama? Era posible, pero en ese caso sería bastante complicado decir algo sin estropear el momento. "En fin, de perdidos al río".
-Sería una pena que me dejaras sin amiguito- comentó, de nuevo tratando de inclinar la balanza hacia la salvación de Yarmin Junior. Su poder era muy útil y, al mismo tiempo, tan situacional... Tal vez debería haber buscado una fruta más del estilo de ésa, que generaba brazos en las sombras. Pero le pudo tanto el poder de violar mentes que no fue capaz de resistir-. La verdad es que para ser una princesa te ves en muy buena forma. No eres débil, como ella- señaló con la mirada a su bolsillo, dentro de la chaqueta. Aún llevaba el vial de Kari Silver en ella, se había olvidado de guardarlo en la cámara y ahora estaría inservible. Sin embargo más tarde lo guardaría por su valor sentimental-. De hecho, has entrado aquí sin que me diera cuenta y me has atado, en mi propia casa. Tendría que aplaudirte, pero mis manos están impedidas, ¿Te importaría...?- no terminó la frase, pero de nuevo estaba intentando liberarse-. Pero, con lo que estaba. Eres verdaderamente increíble, y ni siquiera has titubeado al bajarme los pantalones, ni un atisbo de piedad. Casi podrías llegar a ser la chica de mis sueños, si me gustara mezclar los negocios con el placer, claro- ¿Tal vez se estaba pasando? Demasiada verborrea podía arruinarlo todo-. Mi sexo no tiene la culpa, no deberías castigarlo- de nuevo su poder, esta vez intentando evitar que le hiciera daño. ¿Funcionaría o su mente sería demasiado fuerte?-. Por favor, desátame- sugirió-, y hagamos el amor una única vez. Luego te contaré absolutamente todo sobre L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. y podrás decidir si te merece la pena unirte o no.
Ahora que lo pensaba, podía haberse ahorrado lo de hacer el amor, pero se había puesto cachondo.
-Esto sería mucho más divertido si tú también te quitaras la ropa- respondió ante su primer comentario, intentando convencerla mientras los pantalones terminaban de caer, dejando ver sus piernas modeladas y completamente depiladas con cera tibia de lavanda y azahar. No eran muy musculosas, pero ante la situación se veían cuanto menos atractivas, encantadoras incluso. Olían a naranja y limón entremezclados, y la suave caída de sus pantalones negros contrastaba con su ropa interior, granate de color y verde en detalle, a pequeños cuadros que daban un aspecto más clásico al agente, a la par que elegante. Parecía haberse conjuntado todo, hasta los cordones de los zapatos con ese calzón. Yarmin no solía dejar nada al azar, aunque la ansiedad por conocer a la princesa y las prisas por no llamar la atención de sus compañeros lo hubieran llevado a cometer aquella imprudencia-, aunque así estás preciosa igualmente.
Poco a poco la adrenalina iba subiendo, y no era lo único. No lo pudo evitar, y en el momento en que Iliana rozó la tela con sus dedos el pequeño Yarmin despertó de su letargo, para gozo y algarabía de los que lo contemplasen. "Y abajo el telón", pensó en el momento preciso cuando su pene dio un pequeño respingo al librarse de la tela que empezaba a oprimirlo. Iliana estaba ahora muy cerca de su virilidad con un cuchillo en la mano, pero con suerte, si tenía un poco de libido en el cuerpo, podría librarse gracias a ese pequeño contratiempo. "Siempre salvándome gracias a mi pene". Pero aquello era otra historia.
- Calzoncillo:
-Bueno, es el material que he necesitado hasta ahora- tenía que elegir muy bien sus palabras. Notaba el aliento de Iliana sobre su sexo y el cuchillo, aunque alejado, se dejaba sentir también. Si quería conservarlo debía ser lo suficientemente zalamero y encantador como para que Iliana cayese rendida a sus pies. Y a lo que no eran sus pies.
"Piensa, Yarmin, piensa", se dijo sin abrir la boca, sólo tratando de entrever qué había tras ella para poder aprovecharlo. Sin embargo, si había una dulce e inocente princesa que pudiera creer que su pene concedía deseos, estaba muy escondida bajo capas y capas de sadismo, entre otras cosas casi tan encantadoras. De todas formas, su forma delicada de moverse era casi sinuosa, así que tal vez hubiera algo de lo que tirar... ¿Tal vez que pese a ser una dura guerrera era una femenina dama? Era posible, pero en ese caso sería bastante complicado decir algo sin estropear el momento. "En fin, de perdidos al río".
-Sería una pena que me dejaras sin amiguito- comentó, de nuevo tratando de inclinar la balanza hacia la salvación de Yarmin Junior. Su poder era muy útil y, al mismo tiempo, tan situacional... Tal vez debería haber buscado una fruta más del estilo de ésa, que generaba brazos en las sombras. Pero le pudo tanto el poder de violar mentes que no fue capaz de resistir-. La verdad es que para ser una princesa te ves en muy buena forma. No eres débil, como ella- señaló con la mirada a su bolsillo, dentro de la chaqueta. Aún llevaba el vial de Kari Silver en ella, se había olvidado de guardarlo en la cámara y ahora estaría inservible. Sin embargo más tarde lo guardaría por su valor sentimental-. De hecho, has entrado aquí sin que me diera cuenta y me has atado, en mi propia casa. Tendría que aplaudirte, pero mis manos están impedidas, ¿Te importaría...?- no terminó la frase, pero de nuevo estaba intentando liberarse-. Pero, con lo que estaba. Eres verdaderamente increíble, y ni siquiera has titubeado al bajarme los pantalones, ni un atisbo de piedad. Casi podrías llegar a ser la chica de mis sueños, si me gustara mezclar los negocios con el placer, claro- ¿Tal vez se estaba pasando? Demasiada verborrea podía arruinarlo todo-. Mi sexo no tiene la culpa, no deberías castigarlo- de nuevo su poder, esta vez intentando evitar que le hiciera daño. ¿Funcionaría o su mente sería demasiado fuerte?-. Por favor, desátame- sugirió-, y hagamos el amor una única vez. Luego te contaré absolutamente todo sobre L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. y podrás decidir si te merece la pena unirte o no.
Ahora que lo pensaba, podía haberse ahorrado lo de hacer el amor, pero se había puesto cachondo.
Iliana Markov
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¿Quitarse la ropa? Era una petición extraña... ¿tal vez tuviera que ver con algo que tuviera en mente Yarmin, o simplemente quería darse un último gusto antes de perder sus genitales? En todo caso, no veía por qué no. Era práctico en cierto modo, dado que si llegara empapada en sangre a la casa del historiador se metería en serios aprietos. Dejó el cuchillo en la mesa auxiliar, y comenzó a desvestirse. Fue dejando la ropa perfectamente doblada encima de una silla, y se quedó únicamente vestida con un tanga rojo y un sujetador de encaje. Bueno, el rubio había tenido suerte, le había pillado con la ropa interior bonita. Así al menos podría deleitarse una última vez... era un tipo afortunado. No solía hacerle esa clase de favores a sus víctimas, pero él no le había caído mal. Entonces fue cuando le bajó los pantalones y los calzoncillos, y preparó el cuchillo. Espera... ¿se estaba poniendo caliente? Un escalofrío le recorrió la espalda. "Espero que sea por mi cuerpo, y no por el hecho de que esté a punto de cortarle el pene." Debido a esto, dudó. Le daba asco la idea de que al joven le gustara lo que iba a hacer. Entonces las palabras de Yarmin la desconcertaron.
- ¿Como quién?
Sin embargo, este continuó con su discurso. Comenzó a halagar sus habilidades y métodos, y a pesar de que sabía que lo hacía para intentar salvarse, no pudo evitar sentir un repentino brote de orgullo. Por supuesto que lo había logrado, pues no era una débil princesa cualquiera. Era una princesa de la dinastía Markov, descendiente de los reyes guerreros de Hallstat. Entonces sus halagos pasaron ya a otros temas, llegando a insinuar que podría haber llegado a amarla en otra situación. No dejó que sus emociones traslucieran, pero aquella declaración le provocó sensaciones contradictorias. Sin embargo, pronto una se impuso: el dolor. Algunos recuerdos encerrados en lo más profundo de su consciencia salieron a flote. Melancólicas imágenes de días mejores, que hicieron que tuviese que emplear todo su autocontrol para suprimir y olvidar, todo ello tratando de evitar que Yarmin se diera cuenta. Finalmente, este hizo su sugerencia. La chica se quedó callada, reflexionando mientras jugaba con el cuchillo. Ciertamente ya no le apetecía divertirse torturándolo... la posibilidad de que fuese un masoca le había quitado las ganas, y los recuerdos habían hecho que le diera un pequeño bajón. Sin embargo, ¿hacerlo con él? Por un instante se sintió insegura. Llevaba mucho tiempo sin tener relaciones con nadie, y no tenía demasiada experiencia en aquellos temas, y no le gustaba quedar en evidencia. Por otro lado... le apetecía hacer alguna locura. ¿Qué mejor manera de olvidarse de todo lo que le ocurrió en Hallstat?
- Muy bien - dijo, con una sonrisa traviesa - Pero si me lo permites, creo que cambiaré el orden de tus peticiones - tiró el cuchillo a un lado y se colocó encima suya - Primero te follaré, y luego ya me plantearé el desatarte.
La verdad es que sólo le apetecía ver su reacción. A medida fuese calentándose la situación ya iría liberándolo poco a poco... si no, acabaría volviéndose aburrido. Además, le apetecía tener el control de la situación. A ella misma se decía que era para enseñarle quién mandaba allí, pero en el fondo era para ocultar su propia inseguridad. La idea de hacerlo poco a poco fue calando en su mente, y empezó a entrar en calor. Se le ocurrió entonces un plan maquiavélico y un tanto retorcido... harían el amor, sí, pero no a la manera convencional. Había formas de usar las sombras muy imaginativas para aquellos casos, y si bien algunos de los usos que tenía en mente posiblemente gustarían a su compañero, tenía pensados otro más... inesperados. Había oído que a los hombres, por mucho que lo tuvieran por un tema tabú, les ponía muchísimo el sexo anal. Y no estaba pensando precisamente en cuando penetraban ellos. "Creo que hoy le voy a sacar bastante partido a mis sombras... curiosamente creo que el pene de Yarmin no va a ser lo más grande que entre en algo hoy. Por otro lado, eso no es ningún logro." Visto eso, tal vez si lo desatara del todo en un rato... Una sonrisa malévola se dibujó en el rostro de Iliana.
- Vamos a divertirnos, Yarmin-chan - dijo, mordiéndole el labio inferior a continuación.
- ¿Como quién?
Sin embargo, este continuó con su discurso. Comenzó a halagar sus habilidades y métodos, y a pesar de que sabía que lo hacía para intentar salvarse, no pudo evitar sentir un repentino brote de orgullo. Por supuesto que lo había logrado, pues no era una débil princesa cualquiera. Era una princesa de la dinastía Markov, descendiente de los reyes guerreros de Hallstat. Entonces sus halagos pasaron ya a otros temas, llegando a insinuar que podría haber llegado a amarla en otra situación. No dejó que sus emociones traslucieran, pero aquella declaración le provocó sensaciones contradictorias. Sin embargo, pronto una se impuso: el dolor. Algunos recuerdos encerrados en lo más profundo de su consciencia salieron a flote. Melancólicas imágenes de días mejores, que hicieron que tuviese que emplear todo su autocontrol para suprimir y olvidar, todo ello tratando de evitar que Yarmin se diera cuenta. Finalmente, este hizo su sugerencia. La chica se quedó callada, reflexionando mientras jugaba con el cuchillo. Ciertamente ya no le apetecía divertirse torturándolo... la posibilidad de que fuese un masoca le había quitado las ganas, y los recuerdos habían hecho que le diera un pequeño bajón. Sin embargo, ¿hacerlo con él? Por un instante se sintió insegura. Llevaba mucho tiempo sin tener relaciones con nadie, y no tenía demasiada experiencia en aquellos temas, y no le gustaba quedar en evidencia. Por otro lado... le apetecía hacer alguna locura. ¿Qué mejor manera de olvidarse de todo lo que le ocurrió en Hallstat?
- Muy bien - dijo, con una sonrisa traviesa - Pero si me lo permites, creo que cambiaré el orden de tus peticiones - tiró el cuchillo a un lado y se colocó encima suya - Primero te follaré, y luego ya me plantearé el desatarte.
La verdad es que sólo le apetecía ver su reacción. A medida fuese calentándose la situación ya iría liberándolo poco a poco... si no, acabaría volviéndose aburrido. Además, le apetecía tener el control de la situación. A ella misma se decía que era para enseñarle quién mandaba allí, pero en el fondo era para ocultar su propia inseguridad. La idea de hacerlo poco a poco fue calando en su mente, y empezó a entrar en calor. Se le ocurrió entonces un plan maquiavélico y un tanto retorcido... harían el amor, sí, pero no a la manera convencional. Había formas de usar las sombras muy imaginativas para aquellos casos, y si bien algunos de los usos que tenía en mente posiblemente gustarían a su compañero, tenía pensados otro más... inesperados. Había oído que a los hombres, por mucho que lo tuvieran por un tema tabú, les ponía muchísimo el sexo anal. Y no estaba pensando precisamente en cuando penetraban ellos. "Creo que hoy le voy a sacar bastante partido a mis sombras... curiosamente creo que el pene de Yarmin no va a ser lo más grande que entre en algo hoy. Por otro lado, eso no es ningún logro." Visto eso, tal vez si lo desatara del todo en un rato... Una sonrisa malévola se dibujó en el rostro de Iliana.
- Vamos a divertirnos, Yarmin-chan - dijo, mordiéndole el labio inferior a continuación.
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Le escocía un poco. La verdad era que no se esperaba que, además de cuerdas y brazos, pudiera generar aquellas cosas. Pero no le importó, aunque juraría haber visto la sorpresa en el rostro de Iliana cuando sonrió abiertamente y le pidió que lo hiciera más grande. Él mismo no pudo creer del todo estar pidiendo aquello, ya que normalmente sus relaciones con hombres terminaban de la misma forma que las que practicaba con mujeres, aunque si algo había aprendido durante su educación era que tenía que comer de todo. Pero él no era el único a quien algo le escocía. La joven Princesa había resultado ser una pareja muy complaciente, e incluso había terminado por liberarlo, aunque en un principio se había hecho la dura, casi negándose a que el agente se acercara a sus Muffin Buttons. Pero por suerte, con el paso de los minutos los hilos fueron deshaciéndose según las cosas comenzaban a acelerar.
-En fin, esto ha estado muy bien, pero no debemos olvidarnos de lo más importante...- dijo, con un tono perezoso. No le apetecía seguir atado ahora que todo terminaba-. Por favor, no me impidas esto.
Se levantó lentamente, sin ningún tipo de prisa y casi recreándose mientras tomaba aliento. La sesión había sido fogosa y algo agotadora, pero a decir verdad se sentía bastante complacido por el extraño giro de los acontecimientos. No esperaba tener un encuentro fugaz con nadie, y menos con un miembro de la realeza, aunque sólo fuera una bastarda finalmente reconocida. Una de las primeras cosas que debía hacer era vestirse de nuevo, pues hasta su chaqueta había quedado tirada por ahí, aunque tuvo especial cuidado con el vial de Silver.
-Bien, Iliana, si no te importa vamos a hablar de lo que en un principio quería comentarte- se levantó. Le costaba un poco caminar, pero al mismo tiempo era un dolor agradable, plácido. Se colocó la ropa interior debidamente y la raya del pantalón en perfecto paralelo con su pierna, para finalmente subir la cremallera y ponerse el cinturón. A la derecha de la hebilla, trató de colocar de vuelta los cuchillos, y cogió una de las armas para devolverla al tobillo, pasándole la otra a la chiquilla-. Por si aún no confías en mí. Toma.
Le dio la espalda con cierta confianza y comenzaría a avanzar hacia la biblioteca, donde la puerta secreta se ocultaba tras la sección de historia del East Blue. Al fin y al cabo, el West Blue no tenía ningún interés histórico, y además era una buena forma de localizar la entrada al sótano oculto en su casa, pues sus libros nunca tocados marcaban bien el escondrijo, justo al lado. ¿Alguien podría esperarlo?
-Por lo que llego a entender, si bajamos tú estarás en completa ventaja, pues las sombras te benefician. Así que no tienes nada que temer- era cierto. Bajo los treinta metros de escalera se ocultaba un sótano completamente insonorizado, perfecto para reuniones. Imposible entrar más que por aquella parte, y con una única salida de emergencia que conducía directamente al mar, protegidos por una compuerta casi perfectamente camuflada con los diques de la ciudad del agua. ¿Para qué habría querido su padre algo así? Tal vez en realidad sí que era un buen padre y ya sabía sus planes mucho antes de tenerlos-. Sólo quiero hablar contigo de algo que nos beneficiará a todos. Y no hablo sólo de juegos de sombras que me impiden sentarme cómodamente unos días, aunque lo tendré en cuenta.
Abrió la puerta, dejando ver unas pétreas escaleras de caracol que descendían hacia la profundidad. Muy icónico para una persona dedicada a conquistar el mundo, con líos de cábalas y sectarios. La verdad es que era sorprendente lo poco que tardaba en convertirse en un cliché de Villano, cuando siempre pretendió hacerlo con clase. Aunque, según recordaba, no había visto sexo entre dos malos en medio de una película. Sí entre los buenos tras innecesarios y exagerados chistes que denotaban la tensión sexual no resuelta de la pareja de héroes, así que estaba un paso más cerca de llegar a ser bueno. "Aunque eso no funciona así del todo, no la he matado al final. Soy un angelito".
-En fin, detrás de ti, alteza.
-En fin, esto ha estado muy bien, pero no debemos olvidarnos de lo más importante...- dijo, con un tono perezoso. No le apetecía seguir atado ahora que todo terminaba-. Por favor, no me impidas esto.
Se levantó lentamente, sin ningún tipo de prisa y casi recreándose mientras tomaba aliento. La sesión había sido fogosa y algo agotadora, pero a decir verdad se sentía bastante complacido por el extraño giro de los acontecimientos. No esperaba tener un encuentro fugaz con nadie, y menos con un miembro de la realeza, aunque sólo fuera una bastarda finalmente reconocida. Una de las primeras cosas que debía hacer era vestirse de nuevo, pues hasta su chaqueta había quedado tirada por ahí, aunque tuvo especial cuidado con el vial de Silver.
-Bien, Iliana, si no te importa vamos a hablar de lo que en un principio quería comentarte- se levantó. Le costaba un poco caminar, pero al mismo tiempo era un dolor agradable, plácido. Se colocó la ropa interior debidamente y la raya del pantalón en perfecto paralelo con su pierna, para finalmente subir la cremallera y ponerse el cinturón. A la derecha de la hebilla, trató de colocar de vuelta los cuchillos, y cogió una de las armas para devolverla al tobillo, pasándole la otra a la chiquilla-. Por si aún no confías en mí. Toma.
Le dio la espalda con cierta confianza y comenzaría a avanzar hacia la biblioteca, donde la puerta secreta se ocultaba tras la sección de historia del East Blue. Al fin y al cabo, el West Blue no tenía ningún interés histórico, y además era una buena forma de localizar la entrada al sótano oculto en su casa, pues sus libros nunca tocados marcaban bien el escondrijo, justo al lado. ¿Alguien podría esperarlo?
-Por lo que llego a entender, si bajamos tú estarás en completa ventaja, pues las sombras te benefician. Así que no tienes nada que temer- era cierto. Bajo los treinta metros de escalera se ocultaba un sótano completamente insonorizado, perfecto para reuniones. Imposible entrar más que por aquella parte, y con una única salida de emergencia que conducía directamente al mar, protegidos por una compuerta casi perfectamente camuflada con los diques de la ciudad del agua. ¿Para qué habría querido su padre algo así? Tal vez en realidad sí que era un buen padre y ya sabía sus planes mucho antes de tenerlos-. Sólo quiero hablar contigo de algo que nos beneficiará a todos. Y no hablo sólo de juegos de sombras que me impiden sentarme cómodamente unos días, aunque lo tendré en cuenta.
Abrió la puerta, dejando ver unas pétreas escaleras de caracol que descendían hacia la profundidad. Muy icónico para una persona dedicada a conquistar el mundo, con líos de cábalas y sectarios. La verdad es que era sorprendente lo poco que tardaba en convertirse en un cliché de Villano, cuando siempre pretendió hacerlo con clase. Aunque, según recordaba, no había visto sexo entre dos malos en medio de una película. Sí entre los buenos tras innecesarios y exagerados chistes que denotaban la tensión sexual no resuelta de la pareja de héroes, así que estaba un paso más cerca de llegar a ser bueno. "Aunque eso no funciona así del todo, no la he matado al final. Soy un angelito".
-En fin, detrás de ti, alteza.
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Sudando y la respiración aun agitada, trató de peinarse un poco con las manos. No tanto porque le molestara estar despeinada como para no adormecerse. Había bajado la guardia, y aunque ciertamente había sido bastante agradable, debía andarse con ojo. Seguía sin conocer las motivaciones de Yarmin, o qué le había llevado a orquestar todo aquello. En fin, no parecía muy dispuesto a hacer nada extraño, así que se relajó un poco y comenzó a vestirse de nuevo. Era curioso, pero sentía que podía confiar en él... y eso era lo que la inquietaba. No se sentía a gusto bajando la guardia de aquella manera con un completo extraño, pero no podía evitarlo. Aunque por el momento no le había dado motivos para pensar mal de él, más allá de ser agente del Cipher Pol. Hasta habían tenido sexo sin que intentara tomarla con la guardia baja y noquearla o eliminarla. Y menuda sesión... tampoco es como si tuviera tanta experiencia para poder decir que hubiese sido algo fuera de lo común, pero ella lo había disfrutado bastante.
- No era necesario - dijo, cogiendo el cuchillo - ¿Y dónde se supone que vamos a hablar? ¿El salón es bueno para hacer el amor pero no para eso?
En fin, no le quedaba otra que seguirle. Tal vez pretendiera enseñarle algo, ¿pues qué otro motivo podría haber? Ya podría haberla capturado hacía rato de haber querido. Yarmin la guió hasta una biblioteca, yendo a una estantería llena de libros de historia. Por un instante se creyó que iban a hablar allí o que quería enseñarle algo que saldría en alguno de aquellos tomos, pero tras fijarse en el polvo que cubría las estanterías descartó lo segundo. Todo quedó más claro en cuanto comenzó a trastear en una, haciendo que una puerta secreta se abriera, mostrando unas escaleras de caracol a oscuras. "Sólo son unas escaleras a oscuras hacia un sótano secreto, ¿qué podría salir mal?" pensó con cierta ironía.
- Venga, venga, ya ha llegado de asegurarme que estaré a salvo. Si sigues insistiendo, acabaré pensando que me guías a tu sala de torturas - comentó, con un suspiro - ¿Bajamos pues?
Comenzó a descender por las escaleras, activando su mantra por precaución. No, no parecía haber nadie cerca. Así pues, no tenía que esperarse ninguna emboscada, que de todos modos a aquellas alturas se presentaba ya como una opción cuanto menos improbable. Así pues, ¿qué le aguardaría allí abajo? Tal vez sí una sala de torturas, lo que explicaría todo lo ocurrido hasta ahora. Yarmin guiando a su confiada víctima, que entraría en el lugar voluntariamente y sin sospechar nada. La verdad es que sería la clase de cosas que haría ella, pero no creía que el rubio lo estuviera haciéndolo. Algo le seguía diciendo que era de fiar, y aunque aun no tenía claro si fiarse de su instinto, por otro lado tampoco tenía demasiada opción. Irse ahora sería arriesgado, pues el hombre podría decidir delatarla al Gobierno. Finalmente entraron en una enorme sala totalmente vacía, que Iliana contempló con cierta decepción.
- ¿Y esta es tu gran sala de reuniones? Me esperaba algo mejor. No se, igual es cosa mía, pero diría que el interiorismo no es tu fuerte. ¿Por qué no poner como mínimo un par de sillones? El de arriba era cómodo - comentó, en un tono irónico.
- No era necesario - dijo, cogiendo el cuchillo - ¿Y dónde se supone que vamos a hablar? ¿El salón es bueno para hacer el amor pero no para eso?
En fin, no le quedaba otra que seguirle. Tal vez pretendiera enseñarle algo, ¿pues qué otro motivo podría haber? Ya podría haberla capturado hacía rato de haber querido. Yarmin la guió hasta una biblioteca, yendo a una estantería llena de libros de historia. Por un instante se creyó que iban a hablar allí o que quería enseñarle algo que saldría en alguno de aquellos tomos, pero tras fijarse en el polvo que cubría las estanterías descartó lo segundo. Todo quedó más claro en cuanto comenzó a trastear en una, haciendo que una puerta secreta se abriera, mostrando unas escaleras de caracol a oscuras. "Sólo son unas escaleras a oscuras hacia un sótano secreto, ¿qué podría salir mal?" pensó con cierta ironía.
- Venga, venga, ya ha llegado de asegurarme que estaré a salvo. Si sigues insistiendo, acabaré pensando que me guías a tu sala de torturas - comentó, con un suspiro - ¿Bajamos pues?
Comenzó a descender por las escaleras, activando su mantra por precaución. No, no parecía haber nadie cerca. Así pues, no tenía que esperarse ninguna emboscada, que de todos modos a aquellas alturas se presentaba ya como una opción cuanto menos improbable. Así pues, ¿qué le aguardaría allí abajo? Tal vez sí una sala de torturas, lo que explicaría todo lo ocurrido hasta ahora. Yarmin guiando a su confiada víctima, que entraría en el lugar voluntariamente y sin sospechar nada. La verdad es que sería la clase de cosas que haría ella, pero no creía que el rubio lo estuviera haciéndolo. Algo le seguía diciendo que era de fiar, y aunque aun no tenía claro si fiarse de su instinto, por otro lado tampoco tenía demasiada opción. Irse ahora sería arriesgado, pues el hombre podría decidir delatarla al Gobierno. Finalmente entraron en una enorme sala totalmente vacía, que Iliana contempló con cierta decepción.
- ¿Y esta es tu gran sala de reuniones? Me esperaba algo mejor. No se, igual es cosa mía, pero diría que el interiorismo no es tu fuerte. ¿Por qué no poner como mínimo un par de sillones? El de arriba era cómodo - comentó, en un tono irónico.
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-Llevo apenas dos meses aquí, y las cosas requieren su tiempo- comentó mientras tanteaba la pared con su diestra. Si mal no recordaba se encontraba en ese lugar. "Un poquito más...", pensó, estirándose ligeramente, lo justo para alcanzar el interruptor con forma de muffin que se encontraba sobre el muro-. He estado más centrado en arreglar otras cosas.
Las luces se encendieron, y la habitación, casi sumida en las sombras, pasó a tener siete puntos iluminados en el suelo por siete focos, bien integrados en la cúpula que remataba el techo. Illiana lógicamente no lo sabía, pero hasta hacía unos días aquella bóveda circular no había existido, ni tampoco las luces que de ella se desprendían. Había requerido treinta albañiles para terminarlo bien, y fue un verdadero apuro deshacerse de sus cadáveres una vez terminaron, pero las obras de mampostería habían sido excelentes. La verdad es que no se arrepentía de haberlos contratado, y la capataz fue una chica muy mona... Hasta en el final, sin ojos ni lengua, tenía un aire entrañable e inocente, lo cual era harto meritorio dada la situación, y hasta libar de su pecho había sido delicioso. ¿A qué sabría la sangre de Iliana?
-Desde que entré en el Cipher Pol- comentó el agente con tono casual, mientras comenzaba a caminar hacia la pared opuesta, sacando el vial de Kari Silver de su bolsillo. Era hora de guardarlo-, he estado viajando de un lado a otro. Ya sabes, entrenamientos en Ennies Lobby, prácticas de asalto, maniobras, juegos de guerra... Esas cosas, lo que todo buen servidor de la patria y el Gobierno Mundial debería hacer- Empujó un ladrillo, y dio con la portezuela de su refrigerador. Allí, junto a las treinta muestras de los trabajadores y unas cuantas de prostitutas sueltas, dejó los últimos restos de la preciosa Kari, y volvió hacia donde dejó a la princesita-. Sin embargo, ¿Por qué debía hacerlo yo? No soy más fuerte, ni más ágil, ni más rápido que los demás. Se me da bien manejar las armas, pero no me defiendo con ningún estilo concreto y mis movimientos desmerecen en comparación a mi puntería. Un día lo vislumbré: no soy yo el que sirve al Gobierno, es el Gobierno quien me sirve a mí. Simplemente aún no sabe que está a mis pies.
Mantuvo la distancia. ¿Era el lugar? Sin duda estaba marcado, pero ahora que iba a probarlo parecía que había dejado muy poco espacio para mantenerse en equilibrio... "Tonterías".
-Iliana, ¿Por qué seguir las leyes que vienen impuestas? En la naturaleza el pez grande se come al pequeño, y el más capaz predomina- Un taconazo sobre el suelo, y delante de él se elevó una balaustrada de piedra que llegaba sobre sus codos, justo antes de que todo el monolito comenzara a elevarse y quedar a la altura donde comenzaba la cúpula, a unos seis metros de alto-, y nosotros somos la evolución- se relamió los labios; su voz debía sonar tan convincente como casi angelical, curioso en aquella situación-. Todos los que lo han intentado han cometido un grave error, y es haberlo hecho solos.
Uno de los focos se estrechó, iluminando sólo el gran pilar que se había alzado. Los focos daban demasiado calor, por lo que tendría que buscar alguna alternativa menos molesta, pero el efecto que daba era espectacular.
-Como tú otras cinco personas han recibido mi invitación, y en el futuro más gente digna de construir un nuevo mundo mejor para quienes me ayuden, será localizada- cinco fotografías de Kuro Watanabe, Enra Kelter, Bisu, un mafioso de tres al cuarto que opera en el East Blue y Lion D. Émile, cayeron desde su tribuna-. Trabajar para el Gobierno Mundial tiene una clara ventaja... recibes cierta información privilegiada. Únete a L.O.V.E.M.U.F.F.I.N., y los siete haremos que el mundo se postre a nuestros pies.
Por supuesto ella no sabía que no le había enviado nada al pirata; al fin y al cabo habría que estar loco para valorar la opción antes de tener algún punto sobre el que apoyarse, y Hallstat sería una pieza clave para ello. Era hora de iniciar el juego.
Las luces se encendieron, y la habitación, casi sumida en las sombras, pasó a tener siete puntos iluminados en el suelo por siete focos, bien integrados en la cúpula que remataba el techo. Illiana lógicamente no lo sabía, pero hasta hacía unos días aquella bóveda circular no había existido, ni tampoco las luces que de ella se desprendían. Había requerido treinta albañiles para terminarlo bien, y fue un verdadero apuro deshacerse de sus cadáveres una vez terminaron, pero las obras de mampostería habían sido excelentes. La verdad es que no se arrepentía de haberlos contratado, y la capataz fue una chica muy mona... Hasta en el final, sin ojos ni lengua, tenía un aire entrañable e inocente, lo cual era harto meritorio dada la situación, y hasta libar de su pecho había sido delicioso. ¿A qué sabría la sangre de Iliana?
-Desde que entré en el Cipher Pol- comentó el agente con tono casual, mientras comenzaba a caminar hacia la pared opuesta, sacando el vial de Kari Silver de su bolsillo. Era hora de guardarlo-, he estado viajando de un lado a otro. Ya sabes, entrenamientos en Ennies Lobby, prácticas de asalto, maniobras, juegos de guerra... Esas cosas, lo que todo buen servidor de la patria y el Gobierno Mundial debería hacer- Empujó un ladrillo, y dio con la portezuela de su refrigerador. Allí, junto a las treinta muestras de los trabajadores y unas cuantas de prostitutas sueltas, dejó los últimos restos de la preciosa Kari, y volvió hacia donde dejó a la princesita-. Sin embargo, ¿Por qué debía hacerlo yo? No soy más fuerte, ni más ágil, ni más rápido que los demás. Se me da bien manejar las armas, pero no me defiendo con ningún estilo concreto y mis movimientos desmerecen en comparación a mi puntería. Un día lo vislumbré: no soy yo el que sirve al Gobierno, es el Gobierno quien me sirve a mí. Simplemente aún no sabe que está a mis pies.
Mantuvo la distancia. ¿Era el lugar? Sin duda estaba marcado, pero ahora que iba a probarlo parecía que había dejado muy poco espacio para mantenerse en equilibrio... "Tonterías".
-Iliana, ¿Por qué seguir las leyes que vienen impuestas? En la naturaleza el pez grande se come al pequeño, y el más capaz predomina- Un taconazo sobre el suelo, y delante de él se elevó una balaustrada de piedra que llegaba sobre sus codos, justo antes de que todo el monolito comenzara a elevarse y quedar a la altura donde comenzaba la cúpula, a unos seis metros de alto-, y nosotros somos la evolución- se relamió los labios; su voz debía sonar tan convincente como casi angelical, curioso en aquella situación-. Todos los que lo han intentado han cometido un grave error, y es haberlo hecho solos.
Uno de los focos se estrechó, iluminando sólo el gran pilar que se había alzado. Los focos daban demasiado calor, por lo que tendría que buscar alguna alternativa menos molesta, pero el efecto que daba era espectacular.
-Como tú otras cinco personas han recibido mi invitación, y en el futuro más gente digna de construir un nuevo mundo mejor para quienes me ayuden, será localizada- cinco fotografías de Kuro Watanabe, Enra Kelter, Bisu, un mafioso de tres al cuarto que opera en el East Blue y Lion D. Émile, cayeron desde su tribuna-. Trabajar para el Gobierno Mundial tiene una clara ventaja... recibes cierta información privilegiada. Únete a L.O.V.E.M.U.F.F.I.N., y los siete haremos que el mundo se postre a nuestros pies.
Por supuesto ella no sabía que no le había enviado nada al pirata; al fin y al cabo habría que estar loco para valorar la opción antes de tener algún punto sobre el que apoyarse, y Hallstat sería una pieza clave para ello. Era hora de iniciar el juego.
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La primera parte del discursito de Yarmin se le antojó a Iliana algo presuntuoso, si bien algo en su interior le decía que si alguien como él lo decía debía tener razón. Se fijó en la cúpula y los focos, un tanto extrañada. ¿A qué venía tanta parafernalia para un sótano? ¿Y el refrigerador oculto? Le había visto meter una botellita de cristal, pero no tenía claro qué llevaba. ¿Cuántos secretos más guardaría aquel sótano? Preparada ya para alguna otra sorpresa inesperada (seguro que había confeti en algún lado), siguió escuchando las palabras del agente, que ahora hablaba en términos más aceptables para Iliana. Aquello era totalmente cierto, aunque vez de peces ella hubiese hablado de presas y cazadores. Contuvo una risa al ver la tribuna surgir. Si bien debía admitir que le estaba quedando muy bien la interpretación, le había hecho gracia.
- No puede ser - murmuró al ver las fotografías.
Tres de ellos ni los conocía ni le importaban mucho. Estaba segura de que el gyojin le sonaba de algún cartel de se busca, pero no era nadie importante que recordara. Sin embargo, una de las fotos pertenecía al hombre murciélago al que había contratado como asesino, y la otra... Se vio obligada a hacer un esfuerzo para evitar que sus emociones salieran a la luz. "Émile, hijo de puta..." pensó, mientras los recuerdos de aquellos fatídicos días de tortura continua llegaban a su mente. Así que si entraba en L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. se encontraría con él. La idea no era nada agradable, y casi hubiese preferido ver su cabeza en una pica, pero dejando de lado a Émile la idea era tentadora cuanto menos. Además, que su subordinado estuviera en una organización secreta y ella no sería un problema. Si entraba podría mantenerle un ojo encima al murciélago.
- Tus palabras son tentadoras... sin embargo, eres poco más que un agente del Gobierno y de tus aliados el único remarcable es Lion D. Émile. Entraré en la organización, pero no esperes que me convierta en tu subordinada o algo así. Como princesa de Hallstat tengo más poder e influencia que todo tu grupito. No aceptaré órdenes - dijo tajantemente.
- No puede ser - murmuró al ver las fotografías.
Tres de ellos ni los conocía ni le importaban mucho. Estaba segura de que el gyojin le sonaba de algún cartel de se busca, pero no era nadie importante que recordara. Sin embargo, una de las fotos pertenecía al hombre murciélago al que había contratado como asesino, y la otra... Se vio obligada a hacer un esfuerzo para evitar que sus emociones salieran a la luz. "Émile, hijo de puta..." pensó, mientras los recuerdos de aquellos fatídicos días de tortura continua llegaban a su mente. Así que si entraba en L.O.V.E.M.U.F.F.I.N. se encontraría con él. La idea no era nada agradable, y casi hubiese preferido ver su cabeza en una pica, pero dejando de lado a Émile la idea era tentadora cuanto menos. Además, que su subordinado estuviera en una organización secreta y ella no sería un problema. Si entraba podría mantenerle un ojo encima al murciélago.
- Tus palabras son tentadoras... sin embargo, eres poco más que un agente del Gobierno y de tus aliados el único remarcable es Lion D. Émile. Entraré en la organización, pero no esperes que me convierta en tu subordinada o algo así. Como princesa de Hallstat tengo más poder e influencia que todo tu grupito. No aceptaré órdenes - dijo tajantemente.
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"Poco más que un agente del gobierno capaz de convertir a una princesa en su puta", pensó con una sonrisa macabra mientras escuchaba las palabras poco más que estúpidas en aquel momento de su alteza. ¿Quién se creía que era más allá de un figurante? Un peón en la partida de ajedrez que ni siquiera estaba jugando osaba encarar al jugador... Pero en algún momento llegaría a ser dama, y era mejor no quemar los puentes antes de necesitarlos. Obviamente, no le molestaba lo que le decía; de hecho le faltaba muy poco para ignorarla, aunque la escuchaba como poco más que un zumbido.
-Lógicamente, sólo un necio daría órdenes a la realeza- comentó, tratando de disimular la sorna que llevaban sus palabras-. Yo no tengo subordinados, tengo aliados.
Tal vez olvidó remarcar que estaba mintiendo, pero era un detalle sin importancia. La mercancía debía creer en su relevancia, y en cualquier caso, Halstat siempre era un buen sitio al que echar las culpas si la sangre llegaba por algún casual al río. No era algo habitual, deseable, esperado... Pero era factible. Debía tener en cuenta todos los factores, y con la creciente inestabilidad de Halstat el lugar se convertía en una verdadera mina de oro, de rumores y, por qué no, de caos. Cuando sus planes dieran comienzo haría falta alguien a quien echar la culpa, y si se terciaba, una situación de hostilidad entre el Gobierno y la patria de Iliana sería la distracción perfecta.
-La verdad es que sólo el más preparado debería liderar- comentó mientras su plataforma comenzaba a descender, con apenas ruido de la maquinaria oculta en el interior de la piedra. Era importante que la puesta en escena no se viera comprometida, si alguna de las placas interiores chirriaba... Qué horror-. De todas formas, esta asociación es sólo un... ¿Cómo llamarlo? Una agrupación de amigos, sin pisarnos entre nosotros... Tan sólo una forma de obtener beneficios trabajando juntos por un futuro mejor.
Terminó de descender, y con una mano señaló la salida.
-Lamento ser tan brusco, alteza, pero yo tengo otra reunión en breves y vos debéis fingir ser una simplona dama de palacio por unos días más.
Debería haber eliminado alguna palabra de la frase, tal como "fingir", pero no debía ofenderla. Era su nueva aliada, mientras no hubiera una opción mejor.
-Lógicamente, sólo un necio daría órdenes a la realeza- comentó, tratando de disimular la sorna que llevaban sus palabras-. Yo no tengo subordinados, tengo aliados.
Tal vez olvidó remarcar que estaba mintiendo, pero era un detalle sin importancia. La mercancía debía creer en su relevancia, y en cualquier caso, Halstat siempre era un buen sitio al que echar las culpas si la sangre llegaba por algún casual al río. No era algo habitual, deseable, esperado... Pero era factible. Debía tener en cuenta todos los factores, y con la creciente inestabilidad de Halstat el lugar se convertía en una verdadera mina de oro, de rumores y, por qué no, de caos. Cuando sus planes dieran comienzo haría falta alguien a quien echar la culpa, y si se terciaba, una situación de hostilidad entre el Gobierno y la patria de Iliana sería la distracción perfecta.
-La verdad es que sólo el más preparado debería liderar- comentó mientras su plataforma comenzaba a descender, con apenas ruido de la maquinaria oculta en el interior de la piedra. Era importante que la puesta en escena no se viera comprometida, si alguna de las placas interiores chirriaba... Qué horror-. De todas formas, esta asociación es sólo un... ¿Cómo llamarlo? Una agrupación de amigos, sin pisarnos entre nosotros... Tan sólo una forma de obtener beneficios trabajando juntos por un futuro mejor.
Terminó de descender, y con una mano señaló la salida.
-Lamento ser tan brusco, alteza, pero yo tengo otra reunión en breves y vos debéis fingir ser una simplona dama de palacio por unos días más.
Debería haber eliminado alguna palabra de la frase, tal como "fingir", pero no debía ofenderla. Era su nueva aliada, mientras no hubiera una opción mejor.
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