¿Hallstat se alza de nuevo?(Moderado nivel 3 Iliana)

Decir "estrés" se quedaba corto para definir el estado en que se había encontrado la princesa en los últimos días. Ansiedad extrema o angustia exacerbada lo definía mucho mejor. Las terribles noticias que llegaban del norte, como la destrucción de su isla natal o la muerte de su padre no eran plato de buen gusto. Y el hecho de que nadie se lo confirmara no mejoraba su estado de humor. ¿Por qué no se ponía nadie en contacto con ella? Las últimas noches había salido a desahogarse con algunos borrachos y mendigos que había pillado en callejones oscuros, torturándolos de una manera realmente sádica incluso para ella. Sin embargo, la violencia gratuita y la sangre no habían bastado para calmarla. A medida pasaban los días su miedo crecía cada vez más. ¿Qué sería de ella si Hallstat caía? ¿Si no quedaba nadie para cuidarla y el Gobierno decidía deshacerse de ella? Drake estaba desaparecido, y aunque por ahora no dudaba de la lealtad y buena disposición de sus hombres, si el Imperio desaparecía ¿cuántos seguirían sirviéndola y cuántos se irían por su cuenta? Por no hablar de la muerte de su padre. ¿Qué clase de monstruo había sido capaz de acabar con él?

Aquella carta había sido un rayo de luz en medio de la asfixiante oscuridad que amenazaba con ahogarla. Aunque las noticias que trajera no fueran las mejores posibles, al menos le confirmaba sus temores. Y al mismo tiempo le había dado esperanza, un objetivo y la posibilidad de moverse al fin. La inactividad había sido lo peor de aquella temporada, y el tener por fin algo que hacer había despejado todas sus dudas y temores. Más aun, tal vez su padre había muerto, pero no su legado. Aunque débil, el Imperio prevalecía, y ella estaba allí. Sería la persona que mantendría a Hallstat unida ante el enemigo, y que haría a su nación resurgir de sus cenizas. "Derian me preparó para este momento. En vida le decepcioné muchas veces, pero me ha enseñado bien, y haré que su esfuerzo no haya sido en vano. Ninguno de ellos. Esté donde esté, se sentirá orgulloso de mi y de haberme reconocido como su hija."

Ya lo tenía todo listo. Sus armas, su ropa y todas sus pertenencias. Salió por el balcón de la casa del arqueólogo, tras dejar una nota disculpándose por partir tan precipitadamente excusándose en que su madre había caído enferma y debía dejar sus estudios. Mientras recorría las calles, comenzó a ordenar sus pensamientos y a trazar un plan de acción. "Lo primero será ponerme en contacto con Anthony y encargarme de que me ponga al corriente de la situación." Algo inquieta, sacó un caramelo de su bolsa y se lo llevó a la boca, saboreándolo para tratar de calmar su nerviosismo. Sabía dónde estaba su tripulación, pero le inquietaba que la inactividad los hubiera llevado a salir de fiesta (que era lo más probable) y que eso retrasara los preparativos para la partida. Tardó una media hora, pero llegó al barco, donde buscó inmediatamente al jefe de su guardia, el sargento Aren.

- Sargento, reúna a los hombres de inmediato. Partimos a la Reverse Mountain lo antes posible. Que consigan provisiones, un den den mushi y un ave mensajera para Lvneel.

Acto seguido se dirigió a su camarote, donde cogió tinta y pluma y comenzó a redactar una carta para lord Anthony. Este era uno de los hombres de confianza de Derian. No era noble como tal, había recibido de manera honorífica el título de lord, pero en realidad era sólo un general de gran poder que se había ganado el respeto del rey y su favor.

A su señoría lord Anthony:

Recibí vuestro mensaje correctamente. En estos momento me estoy preparando para poner rumbo de vuelta a casa. Necesito que me informéis de a qué isla debo dirigirme, y que me deis una explicación general de la situación. Lamento ser tan breve y no extenderme más, pero el tiempo corre y no quería arriesgarme a que este mensaje pueda ser leído por la gente incorrecta y les pudiera dar información sensible. En este mensaje os envío mi número de den den mushi para que podamos comunicarnos con mayor comodidad.

I. M.

Una vez hubo concluido la carta la apartó a un lado para anotar más tarde el número del den den mushi una vez se lo trajeran. Acto seguido se puso a escribir otras dos cartas, una al conde de Veris y otra a Olivia Voldaren. El primero era uno de los principales aliados de su padre, de los primeros en unirse a sus filas durante la guerra civil y su principal apoyo ya desde antes de esta. La otra era su mentora y amiga, una de las personas en quien más confiaba actualmente. Estaba segura de que Olivia podría ayudarle a gobernar y a tomar las decisiones correctas.

A su señoría el conde de Veris:

Como legítima heredera de su majestad imperial Derian III, y ante su trágica muerte, me comunico con vos para pediros que una vez más demostréis la inquebrantable lealtad de la casa de Veris hacia la casa Markov. Demostrasteis ser en el pasado un fiel aliado de mi padre, y como tal, ahora os pido que me apoyéis a mi. En estos momentos me dispongo a reclamar mi trono, y vuestra ayuda reuniendo de nuevo a los fragmentos del Imperio bajo la bandera de los Markov me resultaría de lo más adecuada. Dicha intervención sería vista por mi persona con buenos ojos, y estaría más que dispuesta una vez haya asumido mi trono a recompensar tal tarea magnánimamente.

Os adjunto en este documento mi número de den den mushi para poder mantener una comunicación más fluida. Debo pediros que no transmitáis información sensible hasta que no nos encontremos en persona por motivos lógicos.

Con mis mejores deseos,
Iliana Markov, princesa imperial.

Eso debería servir. Algo más relajada, apartó la segunda carta y comenzó la tercera. Esta sería en un tono más informal y relajado.

Querida Olivia:

Espero que no te haya ocurrido nada durante la guerra. He recibido las últimas noticias, y sabiendo que te alojabas en el palacio imperial, me preocupaba la posibilidad de que hubiera sufrido algún percance o que estuvieras dentro durante su destrucción. Yo llevo unas semanas muy aburridas, siempre oculta y sin demasiado que hacer. La verdad es que esperaba que la vida fuera de Hallstat fuese más emocionante, pero el estallido de la guerra me ha obligado a convertir mi viaje en una aburrida estancia en la casa de un conocido de Derian.

En estos momentos me dispongo a partir de vuelta a casa. Pienso reclamar el trono para evitar que el legado de mi padre se pierda, y continuar con el Imperio. Se que con la muerte de Derian ya no tiene nada que te vincule a Hallstat, pero como tu amiga y alumna te pido tu ayuda. Voy a necesitar tu apoyo y consejos para lograr organizar a mi pueblo y eliminar a los posibles traidores, y ahora más que nunca quiero tener una de nuestra largas conversaciones. Toda esta situación es de lo más agobiante, y además estar rodeada de hombres todo el día no mejora las cosas. Necesito algo de compañía femenina.

Iliana.

Pondría el número de den den mushi también en la última carta. Una vez tuviera todo, mandaría los mensajes a Lvneel, que estaba bajo el control del Imperio, para que fuesen reenviados a sus respectivos destinatarios. En los sobres puso los nombres completos y títulos de estos, para que no hubiese dudas ni confusiones sobre las identidades.

A medida avanzaban los días, el ánimo inicial de Iliana fue convirtiéndose en impaciencia. Las noticias que llegaban del norte no eran nada halagüeñas, y los ánimos entre la tripulación estaba cada vez más por los suelos. La inactividad que había hecho mella en su humor en Water Seven era ahora peor que nunca; mientras en la ciudad podía pasear o incluso irse por las noches a buscar víctimas de sus sádicas aficiones, allí tenía poco que hacer a parte de capitanear la nave, estar pendiente de sortear las tormentas del peligroso clima del Grand Line (lo cuál no hacía si no contribuir a estresarla) y preparar sus planes de acuerdo a las nuevas que le llegaban. El duro contraataque del Gobierno tras la muerte de su padre había permitido avanzar a la Marina bastante, reduciendo las tierras del Imperio a una zona considerablemente menor a la que poseían una semana antes a la batalla de Hallstat. Por si eso no era poco, diferentes islas estaban declarando su independencia, e incluso entre los leales no parecía haber una unión clara aun.

Por suerte le llegó una respuesta desde Hallstat: al parecer Anthony estaba allí con Olivia, Veris y otros de los mandos leales. Eso mejoraba las cosas; las historias que había escuchado decían que la isla había quedado inhabitable, pero aquello implicaba que aun había esperanza. Aun podían emplearla como base desde la que reconquistar y afianzar el Imperio. Llevaba ya un tiempo dándole vueltas a la idea, y comenzaba a darse cuenta de la debilidad de este. Con tanta división interna, enemigos y los ataques de la Marina, no podrían sobrevivir sin aliados. Así pues, tenía que plantearse seriamente pactar con la Revolución o el Gobierno para sobrevivir. Con los primeros sería difícil, y seguramente le exigirían concesiones. Y a menos que le aseguraran un claro apoyo, no le convendría demasiado, pues se ganaría al Gobierno como enemigo jurado. Pactar con el Gorosei, por otro lado, sería complicado y seguramente le obligarían a jurar lealtad. Con ello podría ganarse el odio de muchos mandos leales a Derian, pero se aseguraría mantener su tierra, tal vez título de Noble Mundial y si las negociaciones iban bien alguna concesión de independencia. La tercera opción era pactar con reinos locales y emplearlos como punta de lanza (garantizando su independencia) contra aquellos que se opusieran a ella. Tal vez creando una confederación libre de islas del norte podría asegurarse la independencia, e incluso lograra pactar la paz con el Gobierno con alguna pequeña concesión.

Sus planes se trastocaron con la llegada de aquella fatídica carta. Cualquier posible formación de una coalición en el norte debía pasar primero por un estado de, si bien no alianza, neutralidad entre estas. ¿Cómo iban a plantearse unificar a las islas no pertenecientes al Gobierno en una gran alianza si una parte de estas de estas iban a combatir contra la otra parte? Cada vez se le complicaba más. Y aun encima el hecho de que no tuviera manera de contactar con Anthony complicaba las cosas, pues no quería arriesgarse a mandar otra paloma y que fuera interceptada. Por otro lado... ¿qué clase de enemigo envía un aviso formal de que va a atacar? Tal vez alguien estúpido o con demasiado honor, pero si fuese el primer caso, ¿cómo había logrado hacerse rey en tiempo de guerra sin ser un títere? Y si era un títere, los que le controlaban no le permitirían tamaña idiotez. Y no parecía el segundo caso. Así pues, estaba más que seguramente ante una maniobra del enemigo para engañarle. Debía encontrar una manera de sacar partido de la estrategia enemiga al tiempo que alertaba a Anthony sin que se enterara, y la manera más clara era enviar a alguien que diese el mensaje en persona. "Si envío a Ikvar, puedo asegurarme de que Anthony sea informado. De ser así, podría permitirme mandar un segundo mensaje, este por paloma, fingiendo que he caído en el engaño." Decidida, cogió el den den mushi y marcó el número del hombre murciélago. Hablaría en voz baja y con su mantra activado.

- Ikvar, tengo una misión urgente para ti y de la máxima importancia. No tiene que ver con un asesinato... no por ahora. Tal vez sea necesario si las cosas se tuercen. El trabajo consiste en entregar un mensaje. Necesito que sea alguien de tus habilidades, pues un mensajero normal podría no llegar a tiempo o ser capturado, ya que esta misión te llevará a la zona en guerra del North Blue. Escucha atentamente y memoriza mis palabras: debes encontrar a lord Anthony R. y decirle lo siguiente de parte de Iliana Markov: "Gelvor Levinks de Mianna se ha proclamado rey y aspira al trono del Imperio. Ha proclamado que tomará Lvneel, pero podría ser un engaño. Aun así, estad alerta porque es posible que se produzca algún ataque. Están interceptado el correo, por lo que debéis ser cautelosos con los mensajeros. Enviaré un mensaje por paloma fingiendo haberme tragado su engaño, así que cuando lo recibáis si es que llega, sabed que es parte de mi engaño para que crean que hemos picado." Además de eso, ínstale a contactar conmigo por den den mushi y dale mi número si no lo tiene. Encontrarás a Anthony en Hallstat, es un hombre mayor y con todo el pelo canoso y corto, habitualmente vestido con ropas elegantes. Es general de los ejércitos leales a los Markov. Avísame cuando estés llegando a Hallstat para enviar yo mi mensaje por paloma, es importante que reciban tu mensaje antes que mi carta.

Acto seguido tras contactar con Ikvar, redactaría una carta que no enviaría aun fingiendo haber caído en la trampa del rey. En esa carta hablaría del peligro de la amenaza para Lvneel e instaría a defender la isla. Estaba muy segura de que todo aquello era una maniobra para que desplazaran tropas de otros puntos y que ese tal Levinsk pudiera conquistar Hallstat o islas cercanas sin problemas. Aun así era probable que el aspirante a emperador hubiese pensado como ella, y por eso hubiese mandado la carta con intención de que creyesen que el ataque real sería sobre Hallstat. Por eso, lo más sensato sería esperarse que el ataque pudiera llegar de cualquier lado, mantener una férrea vigilancia en todo el territorio leal y una estrecha comunicación para evitar ser pillados por sorpresa. Anthony era un hombre inteligente, así que seguramente llegaría a deducciones similares a las suyas y tomaría medidas. Tras acabar con la carta y dejarla lista para enviarla en cuanto tuviera nuevas noticias de Ikvar y tuviese claro que su gente ya iba a recibir el primer mensaje, salió de su camarote y ordenó al sargento que reuniera a la tripulación. Era hora de tratar de motivarlos un poco, o no llegarían lejos. Los ánimos aun no habían decaído tanto como para eso, pero a ese ritmo les esperaba un motín, y no le apetecía tener que ordenar a sus soldados degollar a los marineros. Una vez estuvieron reunidos en cubierta, ella se situó sobre el castillo de popa para que pudieran verla bien.

- ¡Compañeros y compatriotas de Hallstat! Se que muchas cosas han pasado. Probablemente nos espere un negro recibimiento en nuestro país y nuestra esperanza inicial de llegar y poder disfrutar de la tan ansiada paz y reunirnos con nuestras familias se ha truncado. Soy muy consciente de que muchos de vosotros estáis preocupados por vuestras familias, tierras o futuro cuando lleguemos. O incluso por el hecho de estar aproximándoos a una guerra. ¿Y sabéis qué? Os entiendo mejor de lo que podéis creer. Mi padre ha muerto, mi hogar ha sido destruido y mucha gente querría verme muerta. Os preguntaréis porque no me quedo por aquí y rehago mi vida, pues. Por qué vuelvo. ¿Por deber? ¿Amor a la patria? Tal vez, pero no es la clase de cosas que nos llaman. Sí, siento un increíble amor por Hallstat y quiero defender mi tierra natal. Sin embargo, quiero ver con mis propios ojos lo que ha sido de mi país, buscar a mi familia y ante todo, quiero arreglar la situación y conseguir un futuro para todos nosotros. Estoy muy segura de que muchos de vosotros creéis que la solución es no volver al norte y evitar los riesgos. Sin embargo, ¿cuánto creéis que podéis llegar a ganar? Venid conmigo, y me ocuparé de que cuando salgamos victoriosos todos vosotros tengáis una recompensa más que apropiada. Oro y tierra suficientes para ganaros la vida, además de para todos aquellos que deseéis venganza por las pérdidas que hayáis podido sufrir, la satisfacción de haberle dado una bofetada en la cara a los enemigos de Hallstat. ¡No está todo perdido! Mi padre dio a nuestro pueblo un futuro, un objetivo y los medios para lograrlo, y nuestra tarea ahora es preservar su legado. Si no fuese por él, Hallstat seguiría en la edad oscura, sometida al analfabetismo, la barbarie y los viejos señores feudales. ¿Seremos tan necios e ingratos como para permitir que su muerte haya sido en vano? ¿O la de nuestros familiares y amigos? ¡No! ¡Ayudadme en mi empeño compatriotas, y me aseguraré de que nada haya sido en vano!

Por suerte su discurso logró aumentar algo los ánimos, y la situación a bordo mejoró. Lograron cruzar la Reverse Mountain, entrando en el North Blue nuevamente. La llegada a este mar, bastante más fácil de navegar que el peligroso Paraíso, fue muy bien recibida tanto por la tripulación como por Iliana. No tener que estar pendiente todo el día del clima para evitar meterse de lleno en una tormenta era un cambio muy agradable, si bien pronto tendrían que afrontar mayores peligros. Para evitar ser atacados por la Marina, ordenó esconder las banderas de la casa Markov y de Hallstat. Dado que se suponía que estaban de incógnito, ya desde un principio las tenían guardadas a buen recaudo, pero la posibilidad de que la Marina intentara registrar el navío estaba allí. Así pues, escondieron todas las insignias y símbolos del Imperio entre las provisiones, en enormes cajones llenos de patatas y lugares similares. Su tapadera sería si eran detenidos que se trataba de una noble del Reino de Kou que se había exiliado durante la guerra para evitar ser ejecutada por el Imperio, y que volvía ahora que su isla volvía a ser independiente.

Los primeros días de travesía no tuvieron incidentes, e incluso fueron algo más agradables dado que ante la proximidad del fin de su viaje, la tripulación parecía algo menos ansiosa. Iliana por otro lado andaba algo inquieta por no tener ninguna noticia de Ikvar, si bien tampoco quiso llamarle por si lo importunaba en medio de algo importante. No quería que el sonido del den den mushi hiciera que lo pillaran metido en algo raro, y fuese eliminado por su culpa. Sin embargo, por suerte para ella y para su delicado estado de ánimo la ansiada llamada llegó al final. Parecía que su compañero había llegado a Hallstat, si bien no había tenido un recibimiento muy cálido. Una vez confirmó la identidad del hombre murciélago, Anthony le informó de que la Isla del Puño limitaba con los territorios de Gelvin.

- Ikvar es un buen aliado, muy hábil y con grandes dotes para tareas sutiles. Tiene ya órdenes que le he dado, aunque si tienes algún encargo para él no debería tener problemas en realizarlo mientras esté dentro de sus capacidades. Asegúrate de que reciba un pago adecuado por sus servicios, ya que ahora mismo no me hallo en condiciones de encargarme yo misma del tema - jugueteó con un mechón de su pelo mientras pensaba cómo seguir - Enviaré la carta cuanto antes, pues. Mantenedme informada sobre el desarrollo de la guerra. Buenos días, lord Anthony.

Tras colgar, cogió la carta que había preparado para engañar a sus enemigos y la reescribió mejorando algunas partes. Se encargó de que el mensaje pareciera vago y cifrado, como si fuese ya consciente de que iban a leerla pero hubiera caído en el engaño, manteniendo la idea original: defender Lvneel y enviar refuerzos a la isla desde Hallstat y las otras cercanas. Sabiendo que sus enemigos sabían que se hallaba en posesión de un den den mushi, añadió una excusa sobre que no lo estaba empleando por cuestiones de seguridad, mencionando problemas con la Marina e intercepciones de comunicación. Había algo de cierto en su mensaje, si bien dudaba que estuvieran escuchando sus conversaciones. ¿Quién iba a poner barcos con den den mushis interceptores en mitad de puntos aleatorios del mar? Además de que el vigía habría visto el susodicho navío. Tras aquella conversación, ordenó poner rumbo directamente a Hallstat; si iban a atacar el Puño era mala idea que fuese hasta allí sin tropas. E ir a Lvneel era igual de imprudente; era muy probable que hubiese algún asesino de Gelvin esperando a su llegada, dado que inicialmente había mandado sus cartas hasta allá. El mejor lugar al que podía acudir en aquel momento era su isla natal, bajo la protección de los generales y del ejército leal.

Aquellos últimos días en el barco fueron menos tensos que los anteriores. La tripulación estaba motivada, y había logrado establecer contacto con sus generales. Seguía barajando diferentes tácticas para combatir a Gelvin, si bien de momento le faltaban datos y eran casi todas en base a especulaciones. Primero debía reunirse con sus hombres en Hallstat, y una vez allí ya coordinaría la guerra. Los siguientes días transcurrieron sin mayores problemas ni incidentes, hasta que el vigía avistó dos navíos en la lontananza. En cuanto fue avisada del asunto e informada de que uno de ellos era un barco marine, se temió lo peor. ¿Les estarían esperando? ¿Los interceptarían haciendo un control rutinario? Fuese cual fuera el motivo, debían pensar algo rápido. Subió al puesto del vigía teletransportándose entre sombras y le cogió el catalejo. El hombre se llevó un buen susto cuando apareció a su lado, pero más allá de dar un pequeño salto en el sitio no hizo nada más. Al mirar por el artefacto pudo contemplar efectivamente dos barcos. No reconocía la bandera del otro navío, aunque por la zona en que navegaban... ¿Y si era un navío del ejército de Gelvin? Sacó su den den mushi y llamó a Anthony.

- Lord Anthony, necesito que me hagáis un favor. Describidme a detalle la bandera de Gelvin Levinsk.

El general la obedeció y comenzó a explicarle el aspecto de esta. Mientras lo hacía, Iliana siguió mirando por el catalejo, confirmando poco a poco sus temores. Efectivamente era una bandera de Levinks. ¿Qué hacía la Marina reuniéndose con sus enemigos? Mierda... eso era mala señal. Tal vez estaban pactando, y aquel barco llevaba alguna delegación. "En ese caso, debo impedir que las negociaciones lleguen a buen puerto, pero ¿cómo?" No iba a ser sencillo. El barco enemigo estaba lejos, y si ponían rumbo hacia allí sería sospechoso. No... atacar directamente sería una mala idea, desde luego. Así pues, lo lógico era tratar de enemistarlos intentando que los marines pensaran que estaban bajo ataque. Sin embargo, estaba demasiado lejos como para poder actuar con sus sombras. Visto eso... tendría que aproximarse sin ser detectada. Le devolvió el catalejo al vigía y bajó de nuevo teletransportándose a una sombra en cubierta. Se aproximó al sargento con gesto grave, y le dijo:

- Mantened el rumbo. Yo tengo algo de que encargarme en esos dos navíos. Si sois detenidos, emplead la excusa que ya habíamos hablado. Limitaos a cambiar la historia poniéndoos a vos como el capitán del navío.

Acto seguido se dirigió a su camarote, recogiendo en este sus dos katanas y su puñal. Se guardó el último entre la ropa, se colocó la katana normal con la vaina a la espalda y a Tsuki no Kagayaki se la ató al cinto, con la hoja oculta haciendo que pareciera sólo un mango sin acero. Una vez lista, hizo que su propia sombra se despegara del suelo y la envolviera formando una especie de traje negro que ocultaba totalmente sus rasgos, como el de un ninja. Acto seguido salió al exterior y se situó sobre el castillo de popa. La sombra de este se dirigió a ella y la envolvió también, formando una figura de tamaño considerable que tomó el aspecto de un ave. Saltó del barco y comenzó a volar a pocos metros de altura, para que no vieran que había salido del barco, y sin aproximarse aun hacia los navíos. Tras unos cientos de metros, comenzó a ascender rápidamente y se dirigió hacia su objetivo. Su plan era arriesgado, pero si todo salía bien, no se fijarían demasiado en ella. Al fin y al cabo a ojos de ellos sería sólo un pájaro. ¿Grande? Sí, pero visto desde abajo tal vez ni siquiera se dieran cuenta de su tamaño. Y aunque se dieran cuenta, había seres más extraños en el mar. Una vez estuvo sobre los navíos, uso su teletransporte de sombras para pasar de su pájaro de sombras al interior del barco de Gelvin, en la cubierta de cañones. No saldría de golpe, si no que primero asomaría sólo parte de la cabeza con el mantra activado, por si había enemigos. Tenía un plan para amañar aquella situación a su favor.

La situación en el interior de la  desconcertó un poco a Iliana. Había esperado encontrarse una nula vigilancia en aquella zona, dado que en encuentro con la Marina lo más lógico hubiera sido subir al máximo número posible de hombres a cubierta por si acaso. En todo caso, aquello podía tener muchas explicaciones y no indicaba nada, aunque convenía tener en cuenta el detalle. Dos marineros conversaban acerca de los grandes logros que tendría su señor, llegando a decir que superaría incluso a su padre. El apelativo que emplearon para él no le gustó nada, y le hizo apretar el puño derecho con rabia. Tratando de ignorarles, comenzó a observar el resto de la sala. Había dos marineros más al fondo de la estancia, no podía ver qué hacían, pero supuso que no mucho más que los que tenía cerca. A parte de ellos, había otra pareja más caminando por la zona. Tendría que deshacerse de todos antes de poder ponerse manos a la obra, aunque antes tendría que observar bien la estancia para pensar en qué sombras usar y cómo eliminarlos con rapidez y en silencio, evitando que diesen la voz de alarma.

Comenzó a mirar con más detenimiento la sala, localizando diferentes objetos como cajas que proyectaban sombras cercanas a sus objetivos. Sin salir aun de su escondite, estiró un poco el cuello para fijarse en más detalles del lugar. Los cañones estaban viejos, lo que indicaba que el equipamiento del ejército de Gelvin era más bien mediocre. Hizo memoria para intentar recordar lo que pudiera de Mianna... era una isla de enorme tamaño, si bien con menos de la mitad de extensión que Hallstat, llena de criaturas endémicas prehistóricas, con afamados herreros e independiente hasta la llegada de Derian. En el pasado había mantenido un conflicto con el Gobierno Mundial, pero hacía casi un siglo de ello. Así pues, era probable que al haber sido un país sin conflictos hasta hace relativamente poco, su armamento militar estuviese anticuado más allá del que hubiera podido dejar el ejército de Derian. Posiblemente poseyeran buenas armas de forja como espadas, pero los herreros no hacían cañones ni fusiles, lo que explicaba lo viejo de aquellas piezas de artillería. Con aquel pensamiento en mente siguió revisando la sala, localizando varias cosas interesantes: armas de calidad, armaduras como las del ejército de Hallstat y banderas de la Marina y el Gobierno.

Aquello cambiaba totalmente las cosas. Su plan original era disparar los cañones contra el buque marine, tratando de causar un incidente que enfrentase a ambas facciones. Sin embargo viendo la situación le compensaba más primero examinar el buque en busca de pistas sobre la identidad de aquella gente. Tal vez se estuviera equivocando y no se tratara de la gente de Gelvin. Sin embargo... ¿entonces qué sentido tenía todo aquello? ¿El Gobierno? "¿Qué sentido tendría que se reunieran consigo mismos? A menos que... ¿el Cipher Pol? Tal vez sea una operación de su agencia de inteligencia para infiltrarse en las tierras de Gelvin y las de Hallstat." Entonces, ¿cómo se explicaba los anticuados cañones? Igual aquello carecía de importancia y le estaba dando demasiadas vueltas, puede que simplemente fuese un barco requisado y no se hubieran molestado en cambiarlos. Pero... ¿y la cháchara de los marineros? No tenían nada que ocultar entre ellos si eran agentes. Podían realmente creer que eran gente de Gelvin e ir agente del CP entre ellos, pero entonces, ¿por qué tener las banderas y los uniformes al descubierto? Demasiadas incógnitas que iban a necesitar respuestas. Pero antes de seguir avanzando por el barco, iba a necesitar eliminar a los marineros sin hacer ruido para evitar que la delataran. En caso de que saliera mal, volvería a meterse del todo en la sombra y retornaría a su pájaro, que aun seguía sobrevolando la zona.

- Kage Kage no Binding - murmuró, en un tono prácticamente inaudible.

Las sombras cercanas a las tres parejas comenzaron a alargarse discretamente hacia ellos, sin tomar aun forma material ni separarse del suelo. En el improbable caso de que notaran algo, aceleraría el proceso atacando de inmediato. Si no notaban nada, seguiría alargando las sombras hasta que los hubieran cubierto, momento en que las convertiría en cuerdas de sombras que los amordazarían e inmovilizarían, para acto seguido comenzar a apretar sus cuellos hasta ahogarlos. Podría haber utilizado un método de asesinato más rápido, pero no quería dejar manchas de sangre. Si el suelo quedaba manchado, por mucho que escondiera los cuerpos en cuanto alguien pasara por allí daría la alarma. Mientras hacía esto, vigiló con su mantra por si alguien más entraba en la sala. En caso de que ocurriera mientras aun no había atacado lo añadiría al grupo. Si ocurría cuando estaba asesinándolos, bloquearía la puerta con un bloque de sombras. Una vez los hubiera eliminado (si lo lograba) bloquearía todos los accesos con sombras y revisaría la sala a conciencia. De no quedar satisfecha o no encontrar nada más, ya buscaría en otro sitio.

Algunos de ellos parecieron percatarse de que algo iba mal, pero ya era demasiado tarde. Con una sonrisa, manipuló las sombras para inmovilizarlos y amordazarlos, sometiéndolos a todos en un instante. "Ha sido como un juego de niños. Si tuviera más tiempo y no fuese una imprudencia enorme, hasta me plantearía dedicarles unos minutos de mi tiempo para divertirme con ellos." Y ahora, ¿qué hacer con ellos? ¿Matarlos sin más? Ahora que lo pensaba, tal vez fuera más sensato interrogarlos a registrar a ciegas un barco del que nada sabía y donde podría ser capturada por uno de sus principales enemigos. Salió de las sombras, manteniendo aun su traje, y se acercó a los marineros. Con un chasquido, las ataduras de sombras comenzaron a retorcerle la cabeza a cuatro de ellos hasta partirles el cuello. De esta manera pretendía intimidar a los otros dos para soltarles la lengua y lograr que hablaran. Desenvainó la katana de su espalda y pasó el dedo junto al filo con cierta desgana, como si comprobara si estaba lista.

- Bien, tengo preguntas para vosotros y vais a contestarlas o moriréis como vuestros compañeros. No, no os quitaré las mordazas hasta tener claro que hablaréis, y en caso que me la juguéis dando la alarma o intentéis mentirme...

Hizo un gesto con la mano. Uno de los cadáveres comenzó a ser retorcido por las ataduras haciendo ruidos bastante desagradables, quedando en una posición fisiológicamente imposible, a menos claro está que tu columna acabara de ser quebrada en varios puntos. Se fijó en ellos para captar su reacción, y continuó hablando.

- Bien... quiero saber varias cosas: para quién trabajáis realmente, por qué llevando la bandera de Gelvin I de Mianna tenéis uniformes del Imperio Markovita y distintivos del Gobierno Mundial, y por supuesto a qué viene vuestro encuentro con la Marina. ¿Hablaréis? Recordad que dar la voz de alarma sólo desencadenará vuestra muerte de inmediato, y que será inútil. Puedo marcharme de la misma manera que he entrado. Os recomiendo no tirar vuestra vida a la basura, amigos. Todos podemos salir vivos y felices de esta situación si tan sólo me dais la información que busco... y ni siquiera es algo que os comprometa especialmente.

Mientras esperaba a ver sus gestos, se apoyó sobre uno de los cañones y notó a través del traje de sombras algo extraño. Se giró a ver bien el arma, y vio algo extraño en la capa de herrumbre. Rascando un poco, esta comenzó a caer dejando a la vista una cubierta en perfecto estado. Eso explicaba muchas más cosas ¿Armas de gran calidad de Mianna en un barco lleno de cañones oxidados? Si era sólo por aparentar las preguntas cambiaban: ¿a quién era al que pretendían engañar? "Si realmente están en una reunión con la Marina, tal vez pretendan mostrarse como una amenaza menor a la que son. Si no, se me ocurren un ciento de razones que puedan explicar esto. Necesito más información antes de poder deducir nada más." Se giró nuevo hacia sus "prisioneros" y se quedó mirándolos un instante antes de chasquear los dedos, haciendo que las sombras mataran a uno de los dos rompiéndole el cuello.

- No necesito a dos personas para que hablen - apuntó al cuello del último marinero con su katana - Si me dices lo que sabes y no mientes, tal vez salves tu vida. Tal vez incluso tenga una tarea para ti... bastante bien recompensa. Trata de hacer cualquier cosa extraña y morirás al momento.

Su intención era intimidarlo, al tiempo que sentaba las bases para un posible trato. Dependiendo de qué estuviese ocurriendo en ese barco, tal vez pudiera tentarlo con oro y la promesa de sacarlo vivo para que le ayudara en alguna tarea... promesa que no cumpliría, desde luego. En cuanto dejara de serle útil, acabaría con su vida. Liberó las sombras que aprisionaban a los cadáveres para ahorrar energías, y se dispuso a desamordazar al hombre cuando de repente escuchó ruido en la puerta. Así que había alguien fuera intentando entrar... bueno, le tocaba repetir la estrategia. Ya le quitaría la mordaza al guardia tras eliminar al invitado indeseado. Se acercó a una sombra y la atravesó, asomando ligeramente la cabeza en lo que suponía que sería el pasillo. Lo justo para ver y meterse de nuevo en caso de estar en problemas. Si salía a la espalda del tipo o se veía en posición de hacerlo con rapidez, eliminaría al tipo de la misma manera que a los de adentro, y de lograrlo abriría la puerta y lo metería con el resto de fiambres. Acto seguido volvería a bloquearla, comprobaría con su mantra que no había nadie más dirigiéndose al lugar y quitaría la mordaza al tipo de ser seguro.

- Ahora habla, y rápido. A diferencia de tus compañeros, tú podrías serme útil, lo que implica que mientras no me causes problemas te prefiero vivo. Tu vida por unas pocas palabras, es un buen trato.

¿Ya había un embajador en Mianna? Mierda... eso complicaba las cosas. Por otro lado, todo aquello facilitaba a la vez sus planes. Si había un alto cargo del Gobierno habría un testigo sólido de la poca fiabilidad de Gelvin y sus tendencias traicioneras. Sí, era el escenario perfecto para atacar a la Marina y culpar a las gentes de su enemigo. Tan sólo tendría que disparar los cañones contra el barco marine, y además tenía a un soldado enemigo dispuesto a colaborar con ella. Ahora tenía que pensar cómo sacarle partido a aquello y utilizar al tipo de manera que pudiera asegurarse que cumpliera su papel. Podía hacerle decir que la Marina les había traicionado y que varios marines habían intentado entrar en el polvorín. Para hacer más realista la interpretación podía utilizar los cadáveres aun frescos para manchar al tipo, y que al verlo aparentemente herido sus compañeros dudarían menos de su historia.

- Bien... veo que empezamos a entendernos. Dime... ¿cómo te llamas? - dijo, con una voz bastante menos hostil - Tengo una oferta para ti. Digamos que si colaboras conmigo en hacer una pequeña tarea, me aseguraré de que no sólo salgas de aquí con vida, si no que tengas suficiente oro para vivir el resto de tu vida con comodidad. Vamos, que tus opciones son o morir aquí o ayudarme y tener una vida larga, feliz y sin preocupaciones. Al fin y al cabo aunque decidas ser leal a los tuyos, ¿qué puedes esperar de la vida de soldado salvo una guerra de la que tal vez no regreses con vida o intacto?

Durante todo su pequeño discurso fue modulando su tono y tratando de mostrarse cercana, como si entendiera sus problemas, buscando convencerle y despertar su codicia e instinto de supervivencia.

- Tu tarea será sencilla: subirás arriba y dirás que la Marina os ha traicionado, y que un marine infiltrado ha intentado entrar en el polvorín para sabotear el barco. Tú has logrado hacerle huir, pero todos tus compañeros han sido asesinados. Me aseguraré de causar bastante escándalo para que parezca que estáis bajo ataque, y en ese momento de distracción que causaré aprovecharás para intentar disparar al embajador del Gobierno. Si no está a la vista, a algún alto cargo marine que esté a la vista. Tranquilo, saldrás vivo. Me has visto antes salir de la habitación a través de las sombras, ¿verdad? Te sacaré de la misma manera tras eso para asegurarme de que sales intacto.

Si aceptaba, acto seguido chasquearía los dedos. Las sombras que lo ataban se separarían de él menos una, la cuál se metería bajo su ropa formando un chaleco oculto. Eso era lo que emplearía para asegurarse su lealtad. Si sospechaba que iba a traicionarla, lo mataría al momento atravesando su corazón. De la misma manera, también lo emplearía para eliminarlo una vez hubiera cumplido su trabajo. No necesitaba a aquel hombre para nada a parte de como marioneta, y le había mentido sobre sacarlo de allí. No tenía manera de hacerlo, aunque él no tenía por qué saber eso.

- Es simple, gracias a este chaleco podré sacarte de aquí, protegerte si fueran a atacarte y asegurarme de que no me traiciones. En caso de que lo intentes... bueno, ya has visto lo que se hacer con las sombras. Ahora usa la sangre de tus compañeros para manchar tus ropas y que parezca que acabes de pelear.

Comenzó a cortar con su katana en diferentes puntos los cadáveres de los marineros para simular que habían caído en combate, y tras eso esperó a que su cómplice saliera de la habitación. En ese momento comenzaría a utilizar las sombras para cargar todos los cañones que había en la banda que daba hacia el barco marine excepto uno, el cuál apartaría. Su plan era aprovechar que ambos barcos estaban bastante pegados para causar el caos y que los dos bandos se creyeran bajo ataque por parte del otro, cuando en realidad sólo un barco había disparado. Activó la sombra de Drake, recibiendo su absurdo poderío físico, y se puso en donde antes estaba uno de los cañones. Lanzaría una terrible onda de choque que reventaría la propia pared del barco donde estaba (reforzando la idea de que estaban bajo ataque, cuando sintieran el temblor y escucharan el ruido) y golpearía la del de al lado. Al mismo tiempo que lanzaba aquella onda, se dispararían el resto de cañones, causando un auténtico caos. Calculó el momento exacto en que las armas iban a ser disparadas, y entonces dio un fuerte puñetazo con haki empleando el poder y conocimientos de su guardaespaldas. El potente estallido la mandó disparada hacia atrás, obligándole a dar un par de volteretas para tratar de frenarse, tras lo cuál se metió rápidamente en una sombra y fue hasta su pájaro.

- Bien... ahora toca darle un último golpe de gracia al asunto.

Vigilaría a su compañero desde los aires, al tiempo que el desarrollo de la posible batalla. En el momento en que hubiese cumplido su papel, haría que la sombra atravesase su corazón e hiciese un agujero en su ropa, simulando que había sido un tiro, y se disipara. Si la traicionaba o le pillaban, lo eliminaría al momento para que no hablara. En todo caso, tras hacer aquello se largaría de allí lo más rápido posible, simulando que era un simple pájaro y sin ir aun cantosamente hacia su barco. Iría dando vueltas y tomando altitud, y una vez se hubiera alejado lo suficiente, iría con su gente. Ya se había arriesgado lo suficiente.

Iliana tomó una bocanada de aire. El olor acre de la pólvora y a quemado impregnaba el ambiente, mezclados con el maravilloso aroma de la muerte. Iliana esbozó una sádica expresión de gozo mientras observaba a los marines masacrando soldados de Mianna. Sí... aquel era el destino que le aguardaba a todo aquel que se opusiera a sus designios. "Padre, obsérvame. Estoy haciendo cumplirse tus deseos." Aquel evento significaría la caída de Gelvin, y una oportunidad para negociar con el Gobierno y convertir el Imperio de Hallstat en una realidad estable. Se deleitó con la carnicería, lamentando no poder participar en ella ni quedarse a mirarla, y buscó con la mirada a su hombre. Así que no estaba a la vista... bueno, eso facilitaba su opción. Descendió un par de metros en su vuelo por si estaba fuera de su rango, y activó el chaleco de sombras para asesinar al hombre. Acto seguido lo deshizo para no dejar evidencias, y comenzó a alejarse de la batalla tomando altitud poco a poco. Siguió la misma ruta que su barco sin ir directamente hacia este para no llamar la atención, como si simplemente fuese un ave yendo a tierra.

En los días siguientes tendría que andar muy pendiente de las noticias provenientes de Mianna y del Gobierno. No mencionaría a nadie el suceso, probablemente, e incluso mentiría a su tripulación diciendo que al final no había tenido que intervenir, pero que se había enterado de cosas importantes. No había necesidad ninguna de que otras personas supiesen que había sido cosa suya, y menos cuando cabía la posibilidad de que aquella información llegara a oídos del Gobierno y que este reanudara las conversaciones con Gelvin (que probablemente cortaría tras aquella batalla). No, definitivamente lo mejor sería mantener un estricto secreto al respecto, y esperar a ver si su artimaña daba frutos y Mianna y el Gobierno entraban en guerra. De ocurrir esto, ella tendría vía libre para recobrar más islas, ampliar el Imperio y pactar una vez hubiese estabilizado su posición para formalizarse como un estado independiente, firmando la paz con los tenryuubitos. Desde luego una alianza contra Gelvin podría ser una buena excusa para sentar las bases de una nueva relación de amistad con el Gobierno. Sí, el mundo esperaba que como heredera de Derian los combatiera duramente, y de hecho guardaba un gran rencor hacia ellos y hacia el traidor Alex Cooper por la destrucción de su tierra natal, pero debía comportarse como una auténtica reina. Lo más sensato era asegurar la pervivencia de la dinastía Markov, tratar de conservar el máximo número posible de islas sin arriesgarse a prolongar el conflicto y buscar un pacto con sus enemigos.

Recordó con un escalofrío las torturas que había sufrido por parte del doctor Cooper cuando estaba encerrada en las mazmorras del palacio imperial. Cuando recobró el aprecio de su padre y su puesto, la venganza no había estado a su alcance porque el doctor era uno de los protegidos de su padre, y debido también al poder del propio Cooper. Sin embargo, ahora que se había convertido en un traidor las cosas cambiaban. Una vez obtuviese su trono, declararía a Alex Cooper "persona non grata" en todo el territorio del Imperio y traidor a la patria. Si se atrevía a pisar el territorio de Hallstat, por muy científico del Gobierno que fuera sería arrestado. Aun cuando ya hubieran firmado la paz, no podrían negarse. Tras sus acciones se había convertido en un criminal de guerra y en el enemigo público número uno del Imperio. "Se que mi padre lo apreciaba y lo tenía por casi un amigo, pero eso no salvará a ese traidor. Si cae en mis manos, me aseguraré de que sufra lo indecible, y después morirá." pensó, apretando el puño derecho con ira.

Al cabo de un buen rato de vuelo, tras haber dejado atrás los barcos, viró y se dirigió a su propio navío. Comenzaba a estar cansada de estar todo el rato tumbada en el interior del pájaro, pues la postura era demasiado incómoda y empezaba a apetecerle estirar las piernas. En cuanto estuvo cerca de este, se dirigió hacia él ya directamente y se posó en la cubierta deshaciendo todas las sombras que la envolvían. Al instante notó una inesperada debilidad y se tambaleó, pero un marinero cercano la ayudó a recuperar el equilibrio. Asintió con la cabeza en un gesto de agradecimiento y jadeó. Era la primera vez que empleaba tantas sombras y durante tanto tiempo seguido... no se había esperado que cansara tanto. "Supongo que será cosa de acostumbrarse."Al poco llegó el sargento con bastante prisa.

- ¡Alteza! Vimos el humo. ¿Estáis bien? ¿Qué ha ocurrido?

- El buque era efectivamente de Mianna. Intentaron pactar con el Gobierno, pero las negociaciones salieron mal y se atacaron mutuamente. No tengo claro lo que pasó, ocurrió mientras revisaba su armamento - dijo, respirando con algo más de normalidad - Estoy cansada. Me retiraré a mi camarote.

Con un gruñido se frotó los ojos, molesta. ¿Qué era aquel infernal ruido y quién era tan idiota como para despertarla en mitad de su siesta? Reconociendo el sonido del den den mushi, tanteó con la mano a ciegas buscando el aparato en la mesilla de noche. Entreabrió los ojos, intentando adaptarse poco a poco a la luz que entraba por los resquicios de las contraventanas, al tiempo que bostezaba sonoramente. Finalmente encontró el aparato y lo descolgó, contestando con un saludo a medio camino entre un "sí" y un gruñido. La voz grave de lord Anthony y sus palabras la hicieron despertar de golpe. ¿Más contratiempos? Emitió una extraña mezcla entre bostezo y suspiro, mientras maldecía internamente a aquellos idiotas. Ir a Lvneel no entraba en sus planes ni por asomo. "Las posibilidades de toparme con un asesino de Gelvin son más altas de lo que me gustaría, por no hablar del tiempo perdido y de la posibilidad de un conflicto con la facción rebelde." En todo caso, no le quedaba más remedio.

- Muy bien, desembarcaré en Lvneel y lograré que me juren lealtad a mi y al Imperio. Tratad de terminar el conflicto en el Puño cuanto antes, lord Anthony. No nos conviene meternos en una guerra de desgaste en un momento en que los restos del Imperio están a punto de desgajarse. Mantenedme informada sobre cualquier novedad. Buena suerte, general - se despidió, antes de colgar.

Evito mencionar nada acerca de Gelvin, a pesar de que la impaciencia la carcomía. Quería saber ya qué iba a ser del pequeño caos que había montado y si la Marina y su enemigo se habían enemistado finalmente, pero era aun muy pronto. Más aun, debía fingir que no sabía nada del tema hasta que la noticia comenzara a expandirse. Con un suspiro, dejó el den den mushi en la mesa otra vez y se dio la vuelta para seguir descansando un rato más. La inquietud por las nuevas noticias y por la guerra estropearon su descanso, haciendo que tardara tanto en adormecerse que al final se dio por vencida. Se levantó, volvió a vestirse y salió de su camarote a buscar al sargento. Le dio órdenes de que se desviaran de inmediato hacia Lvneel, y de que sacaran las enseñas de Hallstat y de la casa Markov. También de que el armero le sacara lustre a los uniformes de los soldados y que estos se pusieran con la armadura el tabardo y enseñas del Imperio, como correspondía a la guardia personal de la heredera al trono.

Una vez se aproximaron al puerto, izaron las banderas y la guardia formó en cubierta. Iliana, ya tras haberse aseado, peinado y vestido para la guerra, con un traje negro cómodo y que le dejaba bastante libertad de movimiento, protecciones de cuero en brazos y piernas y con sus dos katanas al cinto. Además llevaba un anillo que le había dado Derian antes de partir, uno de oro con el escudo de armas de su familia. En cuanto llegaran, enviaría a uno de sus criados a modo de heraldo, vestido con sus mejores ropas. Este anunciaría su llegada a las autoridades. No solicitaría una audiencia como si fuera una simple princesa, si no que exigiría la presencia del gobernador como la futura regente que era. Aquella diferencia en el protocolo marcaba la línea entre dar las órdenes y recibirlas, y estaba bien ir atando en corto a aquellos rebeldes. Si bien cabía la posibilidad de que realmente pensaran de que fuese todo una maniobra de Anthony, también era muy posible que el gobernador estuviese buscando una excusa para nombrarse señor de Lvneel. Una respuesta contundente posiblemente le haría replantearse sus intenciones.

Mientras esperaba sobre la cubierta, observó al pueblo reunido en el puerto. Parecían sorprendidos e interesados en ella y en el navío, lo que despertó la vena orgullosa de la joven. Por un momento pensó en dar un discurso frente a la multitud, tratando de ganárselos para ella y dejarles una buena impresión. Sí, podía llegar a ser una buena idea, sin embargo no era lo más sensato. Si el gobernador llegaba y la veía arengando a la multitud podía hacerse una idea equivocada y ponerse a la defensiva. No, no era lo más apropiado, aunque tal vez fuese una idea acertada hacerlo una vez hubiese hablado con las autoridades y estas le hubiesen jurado lealtad. "¿Qué les habrá llevado a declarar al general como un traidor?" ¿Habría realmente motivos para dudar de lord Anthony? Ciertamente era uno de los hombres de confianza de su padre, y una persona que le debía todo cuanto tenía a los Markov. Sin embargo, ¿realmente le era leal o sólo la estaba utilizando? Tal vez debería andarse con más ojo, aunque de momento debía mantener su actitud habitual. Fuese su siervo o sólo un interesado, le necesitaba y de momento tenían a un enemigo común.

Poco a poco la gente se fue dispersando, y la espera comenzó a hacerse aburrida. Trató de mantener la compostura, pero esperar de pie sin nada que hacer no sólo era tedioso, si no molesto e incómodo. De todos modos ignoró su incomodidad y la disimuló, pues lo correcto es que se presentara como una persona fuerte y de carácter y no como una simple princesa mimada, o de otra manera no la tomarían en serio. Al menos no hacía excesivo frío o calor. En parte por seguridad, en parte porque no tenía nada mejor que hacer, se centró en su mantra y comenzó a rastrear la zona. Ya lo tenía activo desde que se habían aproximado a puerto, pero aquel era un buen momento para prestar especial atención por si detectaba algo fuera de lo común. Después de un rato vio a un grupo aproximándose con su criado. Por las ropas de los dos jinetes dedujo que se hallaba ante dos personas importantes, y en cuanto se aproximaron lo confirmó. Uno de ellos llevaba la enseña de la casa Markov (un torreón con un escudo con una M dorada sobre este) e insignias propias de un general del Imperio, incluyendo la bandera de este (un fondo blanco con dos barras rojas cruzadas en X, con una corona laureada en el centro). El otro iba con la enseña de alguna casa nobiliaria que Iliana no reconoció, lo que debía significar que o era de una estirpe extranjera o de la nobleza menor. Trató de hacer memoria sin éxito para ver si recordaba algo, pero no le sonaba. El heraldo se adelantó y dijo:

- Alteza, los señores Lord Ygfred, gobernador de Lvneel y general de las fuerzas imperiales aquí y Lord Odrenvir, segundo al mando de los opositores a Lord Anthony el traidor.

¿Opositores a Lord Anthony el traidor? ¿Así se autodenominaban? Avanzó hacia ellos con una mirada calmada y serena, con la mano izquierda reposando en la empuñadura de Tsuki no Kagayaki. Al llegar junto a los hombres se quedó parada, esperando a que descabalgaran como el protocolo exigía, y extendió la mano con el anillo para que lo besaran. Si lo hacían, estarían demostrando respeto y obediencia. En otro caso, podría ser una mala señal, aunque le estarían dando una excusa para reprenderlos y comenzar a marcar su "territorio".

- Gobernador, lord Odrenvir - saludó, con un leve gesto de cabeza - De ahora en adelante, agradecería que no se acuse a mis generales de traición sin aportar pruebas. Las injurias y calumnias a tal personalidad podrían llegar a ser consideradas como desacato, más aun, como una afrenta a mi propia persona. Acusar de algo a uno de mis siervos es acusarme a mi, dado que las acciones que estos acometen son bajo mi servicio. ¿Estáis acusando a vuestra legítima señora? A no ser, claro está, que poseáis pruebas reales que respalden vuestras afirmaciones. En dicho caso estaré dispuesta a escuchar vuestras palabras, considerarlas y valorarlas.

Evitó un tono acusatorio u hostil, manteniendo en todo momento la cortesía pese a la velada amenaza. No iba a tolerar nada que no fuese un extremo respeto que le debían tras su últimos actos. Estaba resuelta a tomar las acciones que fueran necesarias para llevar aquella situación a buen puerto, así tuviera que degradar al gobernador o tomar acciones de mayor calibre incluso. Aquella gente eran sus súbditos, y cualquier atisbo de insubordinación debía ser tratado con la mayor de las durezas. Estaba dispuesto a perdonarlos si juraban lealtad, e incluso una vez hicieran eso a considerar seriamente sus palabras en caso de que tuvieran alguna prueba real. Aun así, no lo creía. Sospechaba que o bien era una creencia infundada o una excusa, cosa que pronto sabría. En caso de que no se hubieran mostrado hostiles hasta el momento, diría:

- Este no es lugar de discutir estos temas, ¿no creen, caballeros? Podemos continuar la discusión en mi barco, donde evitaremos oídos indiscretos. Insisto.

Añadiría lo último si intentaban replicar. En aquello también había truco. En el castillo del gobernador ella sería una invitada, y su situación cambiaría tanto a nivel protocolario como estratégico. Se vería separada de sus tropas, y dado que aun no era la legítima regente si no la heredera, se vería obligada a respetar al gobernador Ygfred como su anfitrión. En cambio en su barco ellos eran los invitados, y quedaban doblemente bajo ella, además de que tendría a sus hombres cerca y podría arrestarlos si decidían tomar alguna decisión precipitada o se mostraban hostiles o reacios a jurar lealtad. De tener que llegar a tanto, debería intentar asegurar la isla más tarde, o tal vez incluso ascender a su sargento y enviarlo a asumir el mando de la guarnición local en su ausencia, mientras viajaba a Hallstat con los dos prisioneros.

Una lástima haber sido tan brusca con el gobernador, pero así le dejaría las cosas claras y sabría que no era ninguna marioneta ni una niña estúpida. Debía dar una apariencia fuerte si quería ser tomada en serio. Sin embargo, con Odrenvir ya era otra cosa. Su actitud desde un principio le hizo darse cuenta de que no iba a ser tan sencillo todo. El hecho de que hubiese venido el segundo al mando y no el líder del bando hacía todo infinitamente más complejo, especialmente teniendo en cuenta que desconocía la identidad de este. Al principio había pensado que el gobernador sería el líder de los opositores, pero visto que no lo era las cosas se complicaban. Escuchó las tonterías del noble con paciencia, mientras en su interior le deseaba las más horribles torturas y comenzaba a planear su futuro asesinato. "Si me da el más mínimo motivo para desconfiar de él en un futuro, haré que Ikvar los asesine a él y al líder. Hacerlo ahora no sería sensato. Una lástima..."

- Muy bien, pues ya habéis confirmado con vuestros propios ojos mi existencia - dijo, en un tono cortés pero cargado de frialdad.

La situación era menos favorable para ella de lo que pensaba. Si arrestaba a Odrenvir, el líder de la oposición tomaría medidas. Tal vez incluso los soldados de fuera tuvieran ya instrucciones específicas y atacaran el barco de ver que se disponían a zarpar con el emisario aun a bordo. Contuvo un suspiro, no dejando traslucir sus emociones, y se dirigió al camarote que habían habilitado como su comedor. Se sentó a la mesa y ordenó a uno de los criados servirles unos aperitivos y algo para beber. Se sentó en la cabecera con un gesto severo y escuchó las palabras del hombre, conteniendo su molestia. No podía decir abiertamente que era una bastarda, o lo usarían en su contra.

- Si necesitáis una prueba de que soy la hija y legítima heredera de Su Majestad, no tenéis más que reuniros con cualquiera de los cabezas de familia de las casas mayores de Hallstat. Todos ellos, al igual que miembros de casas menores, estuvieron presentes en el palacio imperial antes de la guerra, durante mi ceremonia de consagración como heredera. Si no os llega, podéis ver en mi dedo una de las alhajas reales, el anillo que me reconoce como líder de la casa Markov. El mismo que os habéis negado a besar, como correspondería a un hombre de vuestra posición en presencia de vuestra señora. Por esta vez pensaré que ha sido una confusión dado que no sabíais a ciencia cierta si yo era Iliana Markov, pero sabed que no toleraré ningún desacato en el futuro.

Pronunció aquellas últimas palabras con un ligero deje de reproche, dejando de lado la cortesía por un instante. No iba a permitir que se rieran de ella ni literal ni figuradamente, y de momento el noble lo había hecho de ambas maneras. Sin embargo, lo principal ahora era evitar abrir un tercer frente de guerra y tener que luchar contra un tercer aspirante al trono del Imperio, así que tenía que lograr que la reconocieran como la hija y heredera de Derian.

- Si deseáis saber mi historia, por qué he aparecido aun ahora, sabed que ha sido por causa de mi padre. En cuanto supo que el conflicto con el Gobierno sería inminente me envió en un barco lejos del North Blue para evitar que si atentaban contra su vida durante la guerra, no hicieran lo mismo con la mía y salvaguardar su linaje. No hay mucho más que saber sobre el tema. Si deseáis hacer alguna pregunta más, tendré a bien considerar el responderla siempre y cuando no sea inadecuada.

La primera pregunta tenía truco. ¿Cómo iba a recordar cuántas casas menores había en Hallstat? Dentro de la baja nobleza había una "media nobleza" compuesta por unas veinte casas que controlaban mayormente condados. Sin embargo, después de ellos, había toda una infinidad de casas de muy pequeño tamaño, normalmente barones o incluso hidalgos y pequeños propietarios de tierras, ramas secundarias de familias ya pequeñas de por sí. ¿Qué pretendía con aquella pregunta? Mantuvo su expresión impasible, tal y como había aprendido observando a su padre, y le dirigió una fugaz mirada al gobernador. Este estaba lívido de nervios y miedo. ¿Quién había elegido a semejante cobardica para el puesto? Cada vez entendía más el por qué su padre había eliminado los privilegios feudales e instaurado una meritocracia, reduciendo considerablemente la importancia de las viejas familias y pasándolos a un segundo plano como meros terratenientes. Frunció el ceño y observó al noble entrecruzando las manos, mientras elegía con cuidado sus palabras.

- Hablar del número de casas menores es muy complejo. Durante el gobierno de mi padre este realizó grandes cambios en la estructura social, incluyendo como bien recordaréis la abolición de los privilegios señoriales y del viejo sistema. Hubo muchas casas que desaparecieron, ya fuera anteriormente tras la guerra como castigo por apoyar a la vieja dinastía, o durante las reformas por la compra de sus tierras a familias hidalgas para instalar industria, perdiendo sus casas. Además, debido al enorme número de ramas secundarias de casas menores y al propio número de baronías, el asunto se vuelve aun más complejo. Sin embargo, podemos decir que en Hallstat en el momento de mi presentación en sociedad había... - se detuvo un momento a calcular - unas setenta casas de la nobleza menor, muchas de las cuáles eran familias hidalgas que fueron perdiendo sus títulos. Durante la celebración hubo al menos dieciocho casas menores, todas ellas perteneciente a la coloquialmente llamada "media nobleza", las casas ligadas a los condes.

Si pretendía pillarla por sus conocimientos, no iba a lograrlo. No por nada había estudiado con su padre y se preparaba para ser una gran historiadora como él. ¿Qué buscaba con esa pregunta? Estaba muy segura de que había alguna clase de trampa tras todo aquello. Era bastante obvio que ella era Iliana Markov, y si hubiese alguna duda sobre su identidad aquellas preguntas no iban a ayudar a despejarlas. No al menos las de ese tipo. Entonces Odrenvir le pasó una nota al gobernador y formuló la siguiente pregunta. ¿Los principales ministros? Aquella era una pregunta trampa. Derian no había tenido un consejo de ministros como tal, si no que había gobernado apoyado en un grupo de aliados y consejeros, tomando todas las decisiones importantes él mismo tras debatirlas con estos. Una de las ventajas de no dormir ni cansarse era que el monarca había podido gobernar en casi solitario de una manera muy eficiente.

- Mi padre nunca llegó a tener ministros. Debido a lo breve de su reinado y a que estuvo ocupado primero con la guerra civil, luego con la reorganización del reino y tras eso con la conquista del norte y la última guerra, no tuvo tiempo para organizar el nuevo sistema ejecutivo. Gobernaba con el apoyo de un grupo de consejeros con puestos de importancia como generales o miembros de la alta nobleza, y los miembros de este fueron variando. El miembro más prominente de este grupo no era otro que lord Veris, aunque también pertenecían a este el maestre Ouras de la Orden de Alquimistas, la duquesa Olivia Voldaren y el general lord Anthony.

En serio, ¿pretendían averiguar si era Iliana Markov o someterla a un examen sobre política interna? ¿Qué pretendían que dijera? Ella no había participado en las reuniones de su padre, al fin y al cabo mientras había estado en la corta aun estaba en proceso de aprender sobre protocolo, política y demás. Ahora sí que había perdido de vista las intenciones de Odrenvir, ya que, ¿cómo probaban aquellas preguntas su identidad? Cualquier persona enterada, y si hubiese sido un peón de lord Anthony bien podría saberlo, hubiera podido contestar a aquella pregunta. Tal vez no hubiera sabido el nombre de Olivia o el de Ouras a menos que el general la hubiera instruido en el tema, pero... igualmente no encontraba el sentido a aquello. Nuevamente el noble pasó una nota al gobernador que este no leyó, y formuló la siguiente pregunta. En cuanto la escuchó se quedó unos instantes reflexionando, y al momento siguiente tuvo que emplear todo su autocontrol para no revelar sus emociones. "Hijo de la gran puta... así que pretende que me autodeclare como bastarda." Comenzó a darle rápidamente vueltas a la cabeza para dar una excusa a no haber visto la capital antes de que el palacio fuese situado en lo alto de una gran aguja de piedra, lo que se había hecho algo después de la guerra civil. Y en ese momento cayó en la cuenta:

- Esa es una pregunta trampa. Desde la sala del trono de Hallstat no se ve el exterior - se cruzó de brazos - Los únicos ventanales, situados en el lado oriental, son vidrieras. De todos modos yo nunca estuve en el palacio antes de la reforma, dado que antes de eso vivía en Markovia.

Salvada por los pelos. Mencionando que era de Markovia sin concretar que había sido criada por campesinos y no en el castillo de los Markov le evitaba grandes problemas. Dado que Derian nunca se había casado era obvio que tenía que tratarse de una hija legitimada, pero no era lo mismo que pensaran que era la hija de alguna joven noble a que lo era de una labradora. No tenía muy claro hasta qué punto era de dominio general sus orígenes, o si se creería que Derian habría mantenido algún matrimonio en secreto para proteger a su linaje, pero no iba a desvelar la verdad ella misma sin un buen motivo. De aquella manera evitaba decir una mentira que pudieran reprocharle posteriormente, al tiempo que se lavaba las manos del asunto. Toda aquella cháchara comenzó a despertar poco a poco una faceta de ella bastante menos diplomática, e ideas macabras comenzaron a asomar a su mente. "Cálmate... no es momento... ya irás a hacer algo así más tarde." Se concentró en las preguntas, tratando de contener su vena homicida y sádica.

- No puedo evitar pensar, lord Odrenvir, que estas preguntas no están destinadas a revelar mi identidad - comentó, alzando una ceja - Hasta los niños saben que los usurpadores no eran otros que los monarcas de la dinastía Krastov, que llevaban gobernando este país desde la muerte en batalla de Derian II Markov - entrecerró los ojos - Ahora desvelad a qué ha venido todo este espectáculo. Mi paciencia tiene límites.