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Una chica corría velozmente por aquellas calles. No tardó en llegar hasta un callejón por el que entró. Era bastante sucio y olía fatal. La verdad es que eso le daba igual pues estaba escapando y cuando uno solo piensa en huir le da igual por dónde. Sus ojos se abrieron como platos cuando llegó a un enorme muro que le impedía seguir avanzando por aquel lugar. Trató de darse la vuelta para correr pero ya era tarde y la habían alcanzado. Frente a ella había tres hombres de aspecto sucio y miserable. En sus brazos podían verse agujeros debido a la droga que se metían mediante agujas, sus ojos parecían tener expresión perdida y no eran muy fornidos. La tendría unos veinte años. Su melena era rosada y su aspecto recordaba al de las típicas chicas pijas, esto era debido a su ropa y sus adornos dorados y plateados.
Era normal que quisieran atracarla con tanta bisutería valiosa encima. Lo malo era que uno de aquellos payasos miraba más sus atributos que las joyas. La muchacha notó aquella mirada y empezó a temblar de miedo rogando que no le hicieran daño. Los indeseables empezaron a acercarse cuando de repente todo el callejón empezó a ser invadido por una espesa niebla que dejó a las personas invisibles las unas de las otras. – Buenas noches. – Aquel par de palabras dejaron a las cuatro personas desconcertadas, a continuación se escucharon unas cuantas caídas. La chica estaba mucho más asustada que antes y empezó a rogar por su vida. Pasaron unos segundos más y no pasaba nada. Finalmente la niebla se fue despejando de aquel moribundo callejón, dejando una vista algo tétrica e impactante. Los tres delincuentes estaban inconscientes y sangraban bastante. No habían muerto pero uno tenía la nariz rota, el otro dos dientes partidos y el último un moratón impresionante en el ojo.
La chica sin pensarse mucho la situación echó a correr entre lamentos rumbo a su casa. Sobre uno de los tejados se hallaba el causante de aquello, un tipo de casi dos metros de altura. Su pelo era corto y castaño. En su boca disponía de unos vendajes que se la ocultaban y en su espalda podía verse un enorme espadón. Dos fundas colgaban de su cintura, en ellas guardaba un par de machetes con características especiales. Vestía con una camiseta negra de manga larga y un pantalón del mismo tono. En sus pies había dos sandalias de madera junto a dos calcetines blancos. Este hombre no era otro que el Oficial Krauser. Llevaba un tiempo fuera de servicio pero ya estaba de vuelta. La paz era un propósito difícil de alcanzar y requería trabajo y es fuerzo. Se hallaba en aquella isla para reunirse con un viejo amigo, le había enviado una carta a Dexter invitándole a cenar en un bar de la zona.
En aquel local ponían un arroz delicioso y además todo tipo de carnes y de pescados. No solo iban a pasar un rato juntos, seguramente tendrían conversaciones importantes. Si aquello llegaba a desmadrarse demasiado incluso podían repartir leña a los criminales de la zona o acabar durmiendo en alguna taberna cercana. Tenía muchas ganas de ver a uno de los pocos amigos que le quedaban con vida. Llevaba meses tratando de localizar a Alex, pero no había forma pues el antiguo rey de los cazadores no daba señales de vida. Ahora que había un nuevo guerrero en dicho puesto, el demonio quería conocerle y hablar con él. Lo malo es que se arriesgaba a que el nuevo rey tratara de capturarle. Cosa que acabaría en un combate bastante sangriento y duro, confiaba en que aquello no pasara. Ahora se mantenía sentado sobre el tejado esperando a que apareciera aquella persona, si es que iba a presentarse.
Era normal que quisieran atracarla con tanta bisutería valiosa encima. Lo malo era que uno de aquellos payasos miraba más sus atributos que las joyas. La muchacha notó aquella mirada y empezó a temblar de miedo rogando que no le hicieran daño. Los indeseables empezaron a acercarse cuando de repente todo el callejón empezó a ser invadido por una espesa niebla que dejó a las personas invisibles las unas de las otras. – Buenas noches. – Aquel par de palabras dejaron a las cuatro personas desconcertadas, a continuación se escucharon unas cuantas caídas. La chica estaba mucho más asustada que antes y empezó a rogar por su vida. Pasaron unos segundos más y no pasaba nada. Finalmente la niebla se fue despejando de aquel moribundo callejón, dejando una vista algo tétrica e impactante. Los tres delincuentes estaban inconscientes y sangraban bastante. No habían muerto pero uno tenía la nariz rota, el otro dos dientes partidos y el último un moratón impresionante en el ojo.
La chica sin pensarse mucho la situación echó a correr entre lamentos rumbo a su casa. Sobre uno de los tejados se hallaba el causante de aquello, un tipo de casi dos metros de altura. Su pelo era corto y castaño. En su boca disponía de unos vendajes que se la ocultaban y en su espalda podía verse un enorme espadón. Dos fundas colgaban de su cintura, en ellas guardaba un par de machetes con características especiales. Vestía con una camiseta negra de manga larga y un pantalón del mismo tono. En sus pies había dos sandalias de madera junto a dos calcetines blancos. Este hombre no era otro que el Oficial Krauser. Llevaba un tiempo fuera de servicio pero ya estaba de vuelta. La paz era un propósito difícil de alcanzar y requería trabajo y es fuerzo. Se hallaba en aquella isla para reunirse con un viejo amigo, le había enviado una carta a Dexter invitándole a cenar en un bar de la zona.
En aquel local ponían un arroz delicioso y además todo tipo de carnes y de pescados. No solo iban a pasar un rato juntos, seguramente tendrían conversaciones importantes. Si aquello llegaba a desmadrarse demasiado incluso podían repartir leña a los criminales de la zona o acabar durmiendo en alguna taberna cercana. Tenía muchas ganas de ver a uno de los pocos amigos que le quedaban con vida. Llevaba meses tratando de localizar a Alex, pero no había forma pues el antiguo rey de los cazadores no daba señales de vida. Ahora que había un nuevo guerrero en dicho puesto, el demonio quería conocerle y hablar con él. Lo malo es que se arriesgaba a que el nuevo rey tratara de capturarle. Cosa que acabaría en un combate bastante sangriento y duro, confiaba en que aquello no pasara. Ahora se mantenía sentado sobre el tejado esperando a que apareciera aquella persona, si es que iba a presentarse.
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Se encontraba solo y a oscuras, con un papel en la mano. Subido a la torre más alta de Lnveel, el Shichibukai Dexter Black vigilaba la ciudad esperando lo que debía suceder. De un momento a otro debería bajar de su posición para encontrarse con un viejo amigo. Tras tanto tiempo, con una guerra más de por medio, el Dragón Azul iba a encontrarse con el Demonio de la niebla. Krauser, viejo almirante de la Marina y actualmente uno de los máximos rangos revolucionarios le había enviado una nota. Quería verlo. Había pasado un mundo desde entonces... Tantas cosas, tantas veces que había tratado de localizarlo. ¿Dónde se habría metido? Tenía tiempo y tiempo para preguntarle aquella noche.
-Te has escondido muy bien, viejo amigo- dijo para sí sin perder la concentración. El Comandante se retrasaba ya trece minutos, y aunque no le molestaba esperar un rato más sí que lo incomodaba la perspectiva de no encontrarlo. Su haki de observación era casi perfecto, y podía sentir todas las personas en un rango de más de un kilómetro, pero él no estaba allí. ¿Tal vez se había confundido de isla? No, era imposible. Aunque lo intentara no podría olvidar cada vez que alguien lo citó allí, en la isla donde todo empezó.
"¿Ocho años ya? ¿Nueve?", pensó. Había pisado suelo hacía un rato, y la calle donde atrapó a Elvino aún tenía las cicatrices de la pelea, como si nadie se molestara en limpiarlas o arreglarlas. Un canalón cortado a la mitad, un adoquín astillado por una espada... Eran pequeños detalles que demostraban cómo Lnveel trataba realmente al pueblo bajo. Mucho tiempo y ningún cambio, la ciudad seguía igual, como si lo esperase a que volviera, deseando que se quedara para siempre a ser parte del paisaje.
Pero de repente, como una exhalación, el Demonio de la Niebla se adentró en su rango de percepción, y casi pudo sentirlo. Incluso, en determinado momento, Dexter creyó ver niebla a lo lejos.
Por un instante algo eclipsó la Luna. No la cubría por completo, pero cualquiera podría observar la majestuosa forma completa del Shichibukai volando sobre las casas, atravesando las calles en línea recta y desvaneciéndose aparentemente en un punto sin ningún tipo de relación. Pero la relación estaba ahí: Krauser. Como siempre, vendado. Como de costumbre, con una espada gigantesca en su espalda. Como las otras veces, se alegraba de verlo más que a nadie. Incluso si era cierto lo que admitió en Mariejoa, él lo habría hecho por la justicia, aunque tenía la terrible sensación de que su amigo sólo intentaba cubrir las espaldas de Karl. Hablando de Karl... Aún no habían celebrado su funeral, y ya iban siendo horas.
-Buenas noches, Krauser- dijo, situándose a su lado-, se ha quedado una buena noche, ¿Verdad?
Miró de nuevo la luna. ¿Qué tendría que contarle el revolucionario para pedirle una reunión pública? Debía ser importante.
-Lo primero de todo, dame un abrazo- extendió los brazos, esperando que el demonio le correspondiese. ¿Tenían la misma altura? Era increíble, pues recordaba cómo hace nada le sacaba una cabeza entera. En Jaya, mismamente, cuando parecía un gigante. Aunque, en comparación al resto de la gente, seguía siéndolo-. Ha pasado mucho tiempo, viejo amigo. ¿Qué has hecho estos meses?
-Te has escondido muy bien, viejo amigo- dijo para sí sin perder la concentración. El Comandante se retrasaba ya trece minutos, y aunque no le molestaba esperar un rato más sí que lo incomodaba la perspectiva de no encontrarlo. Su haki de observación era casi perfecto, y podía sentir todas las personas en un rango de más de un kilómetro, pero él no estaba allí. ¿Tal vez se había confundido de isla? No, era imposible. Aunque lo intentara no podría olvidar cada vez que alguien lo citó allí, en la isla donde todo empezó.
"¿Ocho años ya? ¿Nueve?", pensó. Había pisado suelo hacía un rato, y la calle donde atrapó a Elvino aún tenía las cicatrices de la pelea, como si nadie se molestara en limpiarlas o arreglarlas. Un canalón cortado a la mitad, un adoquín astillado por una espada... Eran pequeños detalles que demostraban cómo Lnveel trataba realmente al pueblo bajo. Mucho tiempo y ningún cambio, la ciudad seguía igual, como si lo esperase a que volviera, deseando que se quedara para siempre a ser parte del paisaje.
Pero de repente, como una exhalación, el Demonio de la Niebla se adentró en su rango de percepción, y casi pudo sentirlo. Incluso, en determinado momento, Dexter creyó ver niebla a lo lejos.
Por un instante algo eclipsó la Luna. No la cubría por completo, pero cualquiera podría observar la majestuosa forma completa del Shichibukai volando sobre las casas, atravesando las calles en línea recta y desvaneciéndose aparentemente en un punto sin ningún tipo de relación. Pero la relación estaba ahí: Krauser. Como siempre, vendado. Como de costumbre, con una espada gigantesca en su espalda. Como las otras veces, se alegraba de verlo más que a nadie. Incluso si era cierto lo que admitió en Mariejoa, él lo habría hecho por la justicia, aunque tenía la terrible sensación de que su amigo sólo intentaba cubrir las espaldas de Karl. Hablando de Karl... Aún no habían celebrado su funeral, y ya iban siendo horas.
-Buenas noches, Krauser- dijo, situándose a su lado-, se ha quedado una buena noche, ¿Verdad?
Miró de nuevo la luna. ¿Qué tendría que contarle el revolucionario para pedirle una reunión pública? Debía ser importante.
-Lo primero de todo, dame un abrazo- extendió los brazos, esperando que el demonio le correspondiese. ¿Tenían la misma altura? Era increíble, pues recordaba cómo hace nada le sacaba una cabeza entera. En Jaya, mismamente, cuando parecía un gigante. Aunque, en comparación al resto de la gente, seguía siéndolo-. Ha pasado mucho tiempo, viejo amigo. ¿Qué has hecho estos meses?
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El demonio de la niebla permanecía sentado en lo alto de aquel tejado, observando a su alrededor y esperando a que apareciera su amigo. Sus ojos ahora estaban cerrados y su haki de observación totalmente activado pues pese a todo continuaba actuando como un militar. La isla parecía un poco muerta pero seguro que los bares cercanos la situación era muy distinta a la que era en aquel abandonado tejado. Un poco de viento comenzó a ondear los cabellos del Oficial revolucionario, lo justo para que este se percatase y soltara un leve suspiro. El frío no era problema debido a sus múltiples entrenamientos en la nieve pero no era tan agradable como una buena estufa.
Cuando parecía que ya nadie se iba a presentar, el ex marine notó una presencia aberrante. El poder de alguien que conocía bien y la sensación cálida de sentir a un amigo acercándose. No pudo evitar sonreír de lado, cosa que nadie notaría por el vendaje que le ocultaba la boca. Se puso en pie notando como aquella aura ya estaba prácticamente pegada a él. Escuchó aquellas palabras y no pudo evitar soltar una leve risa, después de tanto tiempo aquel dragón le hablaba de la bonita noche. Cuando vio al Shichibukai extender los brazos, no se lo pensó ni un segundo y le pegó un enorme abrazo con todas sus fuerzas. Tan solo esperaba que el pirata no usara las suyas o le partiría la columna. Una vez le hubo dado aquel abrazo, se quedó frente a él escuchando sus últimas palabras.
Quería saber que era lo que había hecho el demonio aquellos meses. Krauser soltó un leve suspiro para después contestarle a aquella pregunta. – Después de lo ocurrido en aquella maldita isla, me uní a las filas revolucionarias. He ascendido hasta Oficial aunque no creas que me siento cómodo. Tan solo quiero imponer un orden justo para todo el mundo y acabar con la corrupción. Además quiero confesarte algo… – Dijo ahora colocándose la mano en la nuca y soltando un largo suspiro, era como si estuviese deseando decírselo a alguien después de mucho tiempo guardándolo. – Nunca he asesinado a ningún almirante. – Una vez dijo eso no pudo evitar sonreír ampliamente con amabilidad. Aquello tan solo lo había hecho para proteger a su mejor amigo pero no le había servido para nada y no podía vivir con aquel pensamiento.
Metió ambas manos en los bolsillos sin dejar de mirar al dragón a los ojos, se había vuelto bastante alto comparado con hacía unos años. Su fama también había aumentado y su poder era impresionante. – Llevo tiempo intentando localizaros a ti y a Alex pero no me atreví a mandar la carta antes, pensaba que estaríais enfadado conmigo. Aunque por desgracia a Alex no lo he podido localizar. – El asesino ahora colocó su mano derecha sobre el hombro del Shichibukai y le preguntó ahora a él. – ¿Qué has hecho tú en este tiempo? – El dragón seguramente había tenido bastantes aventuras o quizás todo lo contrario pero el castaño deseaba saberlo. El tener allí a su amigo le hacía sentirse cómodo por primera vez en muchísimo tiempo y eso era importante para él.
Cuando parecía que ya nadie se iba a presentar, el ex marine notó una presencia aberrante. El poder de alguien que conocía bien y la sensación cálida de sentir a un amigo acercándose. No pudo evitar sonreír de lado, cosa que nadie notaría por el vendaje que le ocultaba la boca. Se puso en pie notando como aquella aura ya estaba prácticamente pegada a él. Escuchó aquellas palabras y no pudo evitar soltar una leve risa, después de tanto tiempo aquel dragón le hablaba de la bonita noche. Cuando vio al Shichibukai extender los brazos, no se lo pensó ni un segundo y le pegó un enorme abrazo con todas sus fuerzas. Tan solo esperaba que el pirata no usara las suyas o le partiría la columna. Una vez le hubo dado aquel abrazo, se quedó frente a él escuchando sus últimas palabras.
Quería saber que era lo que había hecho el demonio aquellos meses. Krauser soltó un leve suspiro para después contestarle a aquella pregunta. – Después de lo ocurrido en aquella maldita isla, me uní a las filas revolucionarias. He ascendido hasta Oficial aunque no creas que me siento cómodo. Tan solo quiero imponer un orden justo para todo el mundo y acabar con la corrupción. Además quiero confesarte algo… – Dijo ahora colocándose la mano en la nuca y soltando un largo suspiro, era como si estuviese deseando decírselo a alguien después de mucho tiempo guardándolo. – Nunca he asesinado a ningún almirante. – Una vez dijo eso no pudo evitar sonreír ampliamente con amabilidad. Aquello tan solo lo había hecho para proteger a su mejor amigo pero no le había servido para nada y no podía vivir con aquel pensamiento.
Metió ambas manos en los bolsillos sin dejar de mirar al dragón a los ojos, se había vuelto bastante alto comparado con hacía unos años. Su fama también había aumentado y su poder era impresionante. – Llevo tiempo intentando localizaros a ti y a Alex pero no me atreví a mandar la carta antes, pensaba que estaríais enfadado conmigo. Aunque por desgracia a Alex no lo he podido localizar. – El asesino ahora colocó su mano derecha sobre el hombro del Shichibukai y le preguntó ahora a él. – ¿Qué has hecho tú en este tiempo? – El dragón seguramente había tenido bastantes aventuras o quizás todo lo contrario pero el castaño deseaba saberlo. El tener allí a su amigo le hacía sentirse cómodo por primera vez en muchísimo tiempo y eso era importante para él.
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La respuesta de Krauser no se hizo esperar, y el abrazo llegó. Sentía una gran nostalgia de cuando podían ser vistos sin llamar la atención de miradas indiscretas, cuando podían ir por la calle y nadie se molestaba en cuestionarlo. Aunque el acercamiento terminó, los recuerdos se mantuvieron unos instantes hasta que Krauser finalmente habló. Tal vez esperaba que no conociese sus pinitos por Baltigo, pero lo que le interesaba saber era qué había hecho para burlar la búsqueda de todo el gobierno, al fin y al cabo públicamente él había matado dos almirantes y sido cómplice de otro. Pero, por irónico que fuese, el asesino era incapaz de matar a nadie que no se lo mereciera, cosa que fue rápidamente confirmada por el Demonio. "Nunca has matado a un almirante". No pudo evitar sonreír, pues aunque confiaba en él la duda lo corroía en ocasiones, y siempre era agradable confirmar sus sospechas.
-Lo imaginaba- respondió, quitando importancia al asunto. Sabía perfectamente que si en algún momento confesó eso había sido por Karl, y la adoración del Revolucionario por su viejo amigo era palpable. No debía comentar de nuevo su desconfianza hacia el almirante, y además tenía derecho a descansar en paz-, eres incapaz de traicionar así algo que amas.
El Oficial continuó hablando, para comentarle su búsqueda de los dos shichibukais, y cómo no se atrevió a localizarlos antes o enviar una carta. "Con lo fácil que podría haber sido esto...", dijo para sí, sacando del bolsillo una hoja amarillenta. Seguramente su amigo sabía lo que era, ya que en el Nuevo Mundo eran relativamente comunes. Arrancó un pedazo y se lo tendió, esperando que lo cogiera.
-Es bastante sencillo de usar en realidad- comentó, como si Krauser nunca hubiera visto una vivre card-, simplemente señala siempre hacia mí, esté donde esté. Así podrás encontrarme sin enviar ninguna carta. Sólo viajando. Aunque también te digo, suelo estar en el Ojo casi siempre.
Dexter sintió la mano del Demonio en su hombro, y la pregunta que llegó lo hizo cuestionarse muchas cosas. Aparte de buscar a Alice y perseguir a Kirito hasta su encuentro final en una isla deshabitada del South Blue no había hecho nada relevante, salvo tal vez esa reunión con el Alcaide de Impel Down que terminó en una pequeña bronca por parte del Gobierno. Por suerte no había vídeos que pudieran demostrar su culpabilidad al respecto; una suerte tener cierto control sobre el magnetismo. En cualquier caso, lo mejor era no comentar demasiado al respecto.
-Bueno, he estado persiguiendo a Kirito y eso ha llevado bastante tiempo. Como entenderás no es fácil localizar a un Kamaitachi- dijo entre risas, obviando el hecho de que lo había matado-. Era muy peligroso, y si no actuaba cuanto antes todo podría venirse abajo.
Avanzó un poco y se dejó caer por el borde del edificio, llegando a la calle sin inmutarse. Si su amigo quería invitarlo a algo, lo mejor sería entrar por la puerta principal y no caminar por los tejados. Al fin y al cabo quedaba un poco raro, y si alguien reconocía a Krauser, por lo menos que realmente pareciese de vacaciones.
-Por cierto, hay un favor que debo pedirte- diría cuando el revolucionario estuviera a su altura-. Tienes que proteger a una persona que significa mucho para mí. ¿Podrías?
-Lo imaginaba- respondió, quitando importancia al asunto. Sabía perfectamente que si en algún momento confesó eso había sido por Karl, y la adoración del Revolucionario por su viejo amigo era palpable. No debía comentar de nuevo su desconfianza hacia el almirante, y además tenía derecho a descansar en paz-, eres incapaz de traicionar así algo que amas.
El Oficial continuó hablando, para comentarle su búsqueda de los dos shichibukais, y cómo no se atrevió a localizarlos antes o enviar una carta. "Con lo fácil que podría haber sido esto...", dijo para sí, sacando del bolsillo una hoja amarillenta. Seguramente su amigo sabía lo que era, ya que en el Nuevo Mundo eran relativamente comunes. Arrancó un pedazo y se lo tendió, esperando que lo cogiera.
-Es bastante sencillo de usar en realidad- comentó, como si Krauser nunca hubiera visto una vivre card-, simplemente señala siempre hacia mí, esté donde esté. Así podrás encontrarme sin enviar ninguna carta. Sólo viajando. Aunque también te digo, suelo estar en el Ojo casi siempre.
Dexter sintió la mano del Demonio en su hombro, y la pregunta que llegó lo hizo cuestionarse muchas cosas. Aparte de buscar a Alice y perseguir a Kirito hasta su encuentro final en una isla deshabitada del South Blue no había hecho nada relevante, salvo tal vez esa reunión con el Alcaide de Impel Down que terminó en una pequeña bronca por parte del Gobierno. Por suerte no había vídeos que pudieran demostrar su culpabilidad al respecto; una suerte tener cierto control sobre el magnetismo. En cualquier caso, lo mejor era no comentar demasiado al respecto.
-Bueno, he estado persiguiendo a Kirito y eso ha llevado bastante tiempo. Como entenderás no es fácil localizar a un Kamaitachi- dijo entre risas, obviando el hecho de que lo había matado-. Era muy peligroso, y si no actuaba cuanto antes todo podría venirse abajo.
Avanzó un poco y se dejó caer por el borde del edificio, llegando a la calle sin inmutarse. Si su amigo quería invitarlo a algo, lo mejor sería entrar por la puerta principal y no caminar por los tejados. Al fin y al cabo quedaba un poco raro, y si alguien reconocía a Krauser, por lo menos que realmente pareciese de vacaciones.
-Por cierto, hay un favor que debo pedirte- diría cuando el revolucionario estuviera a su altura-. Tienes que proteger a una persona que significa mucho para mí. ¿Podrías?
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Krauser observaba a su amigo de forma calmada. La verdad es que estar allí con él le hizo sonreír de pura felicidad. De repente aquel dragón sacó una de aquellas cosas de papel que indicaban dónde estaba la otra persona. Redfield sonrió cogiéndola y guardándola en la funda de su pistola junto a esta, allí era imposible que se callera. Escuchó la explicación pese a conocerla y después asintió con la cabeza mientras le miraba. Recordaba aquella bronca que le había echado el Shichibukai por compartir las pastillas cambiantes con Karl sin permiso. Eso le provocó una leve carcajada que no pudo contener. Eran demasiados los buenos momentos que el antiguo almirante había vivido con aquel hombre. Recordaba la primera vez que se vieron en Jaya junto al otro muchacho y Kodama. También habían estado juntos en otras ocasiones. Lástima que no pudieron luchar codo a codo en la guerra, cada uno estaba ocupado con enemigos de otro lado. El demonio por su parte se la pegó junto a Alex en todo momento, haciendo de ellos un dúo temible.
Cuando parecía que iban a salir ya de allí el luchador le contestó a su pregunta. Al parecer había estado persiguiendo a Kirito y a juzgar por sus últimas palabras, lo había asesinado. La verdad es que el propio demonio ya había combatido con él en una especie de liga de combates. No le costó demasiado aquel combate pero se sentía algo raro pues la primera vez que conoció a la comadreja fue graciosa. – La primera vez que conocí a Kirito yo era un recluta. Hicimos una triple alianza. Él, Takeshi y yo ¿No es gracioso? Dos titanes como ellos y un simple recluta. Sin embargo cuando el Kamaitachi dejó de ser Shichibukai y empezó a matar. Cortemos el lazo, o al menos lo hice yo. Supongo que no te habrá dado muchos problemas. – Dijo ahora el asesino de la niebla mirando a su amigo. Estaba claro que Dexter era mucho más fuerte. El combate tuvo que haber sido divertido, se lamentó por no haber podido presenciarlo.
Cuando el pirata saltó al suelo, el demonio no tardó en seguirle. Se dejó caer, agarrándose en el último momento al borde del tejado con la mano y después soltándose. Empezó a caminar junto a él, dirigiéndose al bar que conocía. En ese momento el poderoso usuario de la Ryu Ryu le dijo unas palabras extrañas. Él luchador quería pedirle un favor al castaño y este era el de proteger a una persona importante para él. – Joder, contigo cualquiera le hace algo hahaha. De todas formas no puedes estar en todas partes. Eres mi amigo, Dexter. La protegeré con mi vida si hace falta. Ahora dime ¿De quién se trata? – Le preguntó ahora el Oficial mientras seguía caminando hasta ver el cartel del sitio al que iban a entrar. El enorme asesino se frenó colocando la mano sobre el hombro de Dexter para que se frenase al haber llegado, ese día la había tomado con su hombro. En el letrero ponía “El Sistema Dorado” era el nombre.
Una vez entraron, el demonio pudo ver una mesa algo alejada y de dos asientos. Había bastante gente pero en aquel sitio casi nadie. De modo que ahora caminó hacia él y se sentó despacio mientras ahora metía las manos en los bolsillos poniendo una expresión calmada. Cuando el camarero se acercó y les pidió lo que iban a tomar, el primero en hablar fue Redfield. – Póngame dos botellas de agua y un bol lleno de arroz hasta arriba. Con queso fundido por encima y bastante sal. – Aquello lo había aprendido de un conocido llamado Caspio. No había vuelto a ver más a aquel hombre. Era una lástima pues le había caído muy bien. Últimamente toda la gente que apreciaba desaparecía. Por ello se quedó mirando al dragón fijamente unos segundos. Estuvo a punto de decirle que no se fuera o algo por el estilo. Podía resultar paranoico pero aquello ya era un cachondeo. Primero Caspio, después Karl, Minako no daba señales de vida y Garland tampoco. Todo era demasiado enfermizo para el demonio de la niebla.
Cuando parecía que iban a salir ya de allí el luchador le contestó a su pregunta. Al parecer había estado persiguiendo a Kirito y a juzgar por sus últimas palabras, lo había asesinado. La verdad es que el propio demonio ya había combatido con él en una especie de liga de combates. No le costó demasiado aquel combate pero se sentía algo raro pues la primera vez que conoció a la comadreja fue graciosa. – La primera vez que conocí a Kirito yo era un recluta. Hicimos una triple alianza. Él, Takeshi y yo ¿No es gracioso? Dos titanes como ellos y un simple recluta. Sin embargo cuando el Kamaitachi dejó de ser Shichibukai y empezó a matar. Cortemos el lazo, o al menos lo hice yo. Supongo que no te habrá dado muchos problemas. – Dijo ahora el asesino de la niebla mirando a su amigo. Estaba claro que Dexter era mucho más fuerte. El combate tuvo que haber sido divertido, se lamentó por no haber podido presenciarlo.
Cuando el pirata saltó al suelo, el demonio no tardó en seguirle. Se dejó caer, agarrándose en el último momento al borde del tejado con la mano y después soltándose. Empezó a caminar junto a él, dirigiéndose al bar que conocía. En ese momento el poderoso usuario de la Ryu Ryu le dijo unas palabras extrañas. Él luchador quería pedirle un favor al castaño y este era el de proteger a una persona importante para él. – Joder, contigo cualquiera le hace algo hahaha. De todas formas no puedes estar en todas partes. Eres mi amigo, Dexter. La protegeré con mi vida si hace falta. Ahora dime ¿De quién se trata? – Le preguntó ahora el Oficial mientras seguía caminando hasta ver el cartel del sitio al que iban a entrar. El enorme asesino se frenó colocando la mano sobre el hombro de Dexter para que se frenase al haber llegado, ese día la había tomado con su hombro. En el letrero ponía “El Sistema Dorado” era el nombre.
Una vez entraron, el demonio pudo ver una mesa algo alejada y de dos asientos. Había bastante gente pero en aquel sitio casi nadie. De modo que ahora caminó hacia él y se sentó despacio mientras ahora metía las manos en los bolsillos poniendo una expresión calmada. Cuando el camarero se acercó y les pidió lo que iban a tomar, el primero en hablar fue Redfield. – Póngame dos botellas de agua y un bol lleno de arroz hasta arriba. Con queso fundido por encima y bastante sal. – Aquello lo había aprendido de un conocido llamado Caspio. No había vuelto a ver más a aquel hombre. Era una lástima pues le había caído muy bien. Últimamente toda la gente que apreciaba desaparecía. Por ello se quedó mirando al dragón fijamente unos segundos. Estuvo a punto de decirle que no se fuera o algo por el estilo. Podía resultar paranoico pero aquello ya era un cachondeo. Primero Caspio, después Karl, Minako no daba señales de vida y Garland tampoco. Todo era demasiado enfermizo para el demonio de la niebla.
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-Cuando conociste a Kirito...- suspiró. Había muchas cosas del Demonio que no conocía, y pensar que sin querer había matado a un amigo suyo era algo que en cierto modo le hacía sentir mal. Por otro lado, era un criminal que asesinó a sangre fría cuando aún ostentaba el puesto de Shichibukai, y debía ser llevado ante la ley. Sólo que se volvió más peligroso de lo esperado y la situación se convirtió en vida o muerte-. Intenté llevármelo vivo, pero era él o yo. Sobre ese tal Takeshi... Supongo que te refieres al que desapareció en Loguetown, el Señor de la Caza- no sabía mucho acerca de ese hombre, salvo su supuesta muerte comido por un rey marino tras matar a Aksubi... Y huir de Legim como una niña. El viejo pirata solía bromear sobre aquello, aunque parecía una muerte demasiado patética; seguramente estuviera oculto en algún lado, descansando de todo y sin querer saber nada del mundo exterior. Al fin y al cabo, hasta las leyendas se jubilan-. El día que yo te conocí a ti... ¿Cuánto tiempo ha pasado ya desde Jaya? Todavía recuerdo cómo me dejaste marchar aun teniendo recompensa sobre mi cabeza. Tal vez si no lo hubieras hecho todo sería muy diferente.
Caminó del lado de Krauser mientras lo seguía, sin saber muy bien hacia dónde se dirigían. Lnveel era un lugar que había pisado tantas veces y que en realidad conocía tan poco... Era como los niveles inferiores del Tornado, donde había encontrado el miedo y la oscuridad hacía poco. ¿Tendría aquella isla unas catacumbas de aquella categoría? Seguramente no, al fin y al cabo la infraciudad del ojo existía por necesidad, y el North Blue era estable y apacible, pese a los inviernos fríos. Pocos lugares tendrían cavernas talladas y casas construidas bajo el suelo. "Hay que ver en qué cosas pienso", se dijo cuando estaban frente a un local, al que Krauser entró diciéndole que protegería con su vida a quien hiciera falta. La verdad era que le hacía un favor, aunque no sabía cómo reaccionaría cuando le dijera que se tenía que preocupar de una joven recluta rebelde.
-Es algo complicado- comenzó a palpar su chaqueta mientras avanzaban hacia la mesa, buscando entre su ropa el tacto de los carteles de "Se Busca" que siempre llevaba encima, y se detuvo por un momento mientras Krauser se sentaba, y un camarero llegó. Había palpado la carta, y el recuerdo de todo desde que la conoció hasta aquel día inundó su mente, perdiéndose por un segundo entre sus pensamientos.
-Disculpe, ¿Usted qué tomará?- lo despertó de su ensoñación el camarero. Parecía algo atareado.
-Oh, perdona. Un poco de arroz con salmón y champiñones y un vaso de Bourbon. Tres dedos y hasta medio vaso el hielo.
Sabía que Krauser no bebía habitualmente (de hecho creía que no probaba nunca), pero dudaba que le importase que él tomara un poco. Finalmente, buscando un poco más se percató del bolsillo más bajo, donde guardaba las cosas delicadas e importantes. Ahí estaba el rollo con las recompensas.
Se sentó frente al Demonio de la Niebla y adoptó una postura relajada. Usando la pared como apoyo lumbar y el respaldo de la silla como reposabrazos, buscó con bastante parsimonia el cartel. Podría haberlo hecho rápidamente, pero no recordaba cómo los había ordenado la última vez y quería tomarse su tiempo, en concreto para reorganizar de nuevo el taco, dejando las recompensas en orden ascendente, con Alice la primera y Lion D. Émile al final. Por encima de ese límite se encontraba gente que no necesitaba cartel. Capturar a un Yonkou o un Yu senshi significaría la gloria eterna ante el Gobierno, así como varias generaciones de riquezas. También surgía el problema de que, por suerte o por desgracia, la gente que no necesitaba cartel implicaba mayor riesgo, y sólo unos pocos carteles se hacían de vez en cuando; carteles que quedaban en los cuarteles o, con suerte, podía ser que le enviaran uno o dos.
-Sé que resulta extraño, pero creo que tú la cuidarás mejor que yo. Al fin y al cabo, trabajo para vuestro enemigo, ¿No?
No pudo evitar una sonrisa a todas luces falsa, pero era así. Estaba, más allá de sus planes, trabajando como un perro del Gobierno Mundial. Cogió el Cartel de Alice con mucho cuidado y se lo pasó con suma cautela, evitando que nadie más viera la imagen.
-Se llama Alice- terminó diciendo-. No sé por qué ha decidido posicionarse, pero no puedo dejar que corra peligro. Y creo que tú la vas a tener más cerca que yo, ¿Me equivoco?
Sabía que cada vez que Krauser intentaba algo era capaz de arremolinar gente en torno a él. Seguramente ella no fuera una excepción.
Caminó del lado de Krauser mientras lo seguía, sin saber muy bien hacia dónde se dirigían. Lnveel era un lugar que había pisado tantas veces y que en realidad conocía tan poco... Era como los niveles inferiores del Tornado, donde había encontrado el miedo y la oscuridad hacía poco. ¿Tendría aquella isla unas catacumbas de aquella categoría? Seguramente no, al fin y al cabo la infraciudad del ojo existía por necesidad, y el North Blue era estable y apacible, pese a los inviernos fríos. Pocos lugares tendrían cavernas talladas y casas construidas bajo el suelo. "Hay que ver en qué cosas pienso", se dijo cuando estaban frente a un local, al que Krauser entró diciéndole que protegería con su vida a quien hiciera falta. La verdad era que le hacía un favor, aunque no sabía cómo reaccionaría cuando le dijera que se tenía que preocupar de una joven recluta rebelde.
-Es algo complicado- comenzó a palpar su chaqueta mientras avanzaban hacia la mesa, buscando entre su ropa el tacto de los carteles de "Se Busca" que siempre llevaba encima, y se detuvo por un momento mientras Krauser se sentaba, y un camarero llegó. Había palpado la carta, y el recuerdo de todo desde que la conoció hasta aquel día inundó su mente, perdiéndose por un segundo entre sus pensamientos.
-Disculpe, ¿Usted qué tomará?- lo despertó de su ensoñación el camarero. Parecía algo atareado.
-Oh, perdona. Un poco de arroz con salmón y champiñones y un vaso de Bourbon. Tres dedos y hasta medio vaso el hielo.
Sabía que Krauser no bebía habitualmente (de hecho creía que no probaba nunca), pero dudaba que le importase que él tomara un poco. Finalmente, buscando un poco más se percató del bolsillo más bajo, donde guardaba las cosas delicadas e importantes. Ahí estaba el rollo con las recompensas.
Se sentó frente al Demonio de la Niebla y adoptó una postura relajada. Usando la pared como apoyo lumbar y el respaldo de la silla como reposabrazos, buscó con bastante parsimonia el cartel. Podría haberlo hecho rápidamente, pero no recordaba cómo los había ordenado la última vez y quería tomarse su tiempo, en concreto para reorganizar de nuevo el taco, dejando las recompensas en orden ascendente, con Alice la primera y Lion D. Émile al final. Por encima de ese límite se encontraba gente que no necesitaba cartel. Capturar a un Yonkou o un Yu senshi significaría la gloria eterna ante el Gobierno, así como varias generaciones de riquezas. También surgía el problema de que, por suerte o por desgracia, la gente que no necesitaba cartel implicaba mayor riesgo, y sólo unos pocos carteles se hacían de vez en cuando; carteles que quedaban en los cuarteles o, con suerte, podía ser que le enviaran uno o dos.
-Sé que resulta extraño, pero creo que tú la cuidarás mejor que yo. Al fin y al cabo, trabajo para vuestro enemigo, ¿No?
No pudo evitar una sonrisa a todas luces falsa, pero era así. Estaba, más allá de sus planes, trabajando como un perro del Gobierno Mundial. Cogió el Cartel de Alice con mucho cuidado y se lo pasó con suma cautela, evitando que nadie más viera la imagen.
-Se llama Alice- terminó diciendo-. No sé por qué ha decidido posicionarse, pero no puedo dejar que corra peligro. Y creo que tú la vas a tener más cerca que yo, ¿Me equivoco?
Sabía que cada vez que Krauser intentaba algo era capaz de arremolinar gente en torno a él. Seguramente ella no fuera una excepción.
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El revolucionario escuchó la explicación que le había dado el dragón con lo de Kirito. Cierto era que el demonio no sentía rencor por su viejo aliado pero matar gente inocente estaba mal y si Dexter tuvo que matarle mejor. Le había ahorrado un mal trago. Pese a ser ahora un Oficial, a Krauser le daba igual las leyes de le rebelión y si tenía que seguir exterminando criminales lo iba a hacer. Después escuchó las palabras sobre Takeshi y recordó a aquel tipo que se cargaron. No pudo evitar aguantar una carcajada para después mirar a su amigo con calma. – Aksubi. Imagina a Takeshi por la derecha, yo por la izquierda, a Karl por detrás y a Alex por delante. Todos lancemos nuestro mejor ataque a la vez, pobre hombre. – La verdad es que fueron unos cabrones con aquel tipo pero se lo merecía en parte. Ahora el demonio continuó escuchando al dragón de forma tranquila.
Las palabras sobre lo de Jaya le hicieron mostrar una sonrisa amable al mismo tiempo que se quitaba los vendajes dejando ver sus dientes afilados. – Habríamos acabado a leches. Sin embargo siempre tuve buen ojo para saber quién merecía ser ejecutado, encerrado o liberado. – Estaba claro que el grupo del pirata era el tercero pues Krauser nunca notó ni una sola pizca de maldad en él. De repente el Shichibukai pidió arroz con salmón y champiñones, además de un vaso de alcohol. Al ex marine no le gustaba demasiado y siempre prefería el sabor del agua fresca. Sin embargo sabía respetar los gustos de los demás. Cuando pidió aquello el camarero se largó seguramente a por las cosas. En aquel momento Dexter se puso a mirar algunos carteles. El castaño vigilaba para que ningún curioso pudiese acercarse a cotillear. Entonces aquel luchador deslizó con cuidado el cartel y el demonio lo tomó despacio.
Cuando vio la cara de aquella persona no pudo evitar contener un poco la risa. Además una pequeña gotita de sudor le cayó por la frente dando a aquello un toque cómico. El Oficial en ese momento se quedó mirando al dragón con una cara acusadora que indicaba e incitaba a reírse. Era como si estuviera acosando a Dexter por querer proteger a una chica. – Tranquilo, socio. Alice está protegida de sobra. No le pasará nada mientras esté bajo mi mando. – Una vez hubo dicho aquellas palabras metió la mano en su sudadera. No tardó en sacar una especie de carpeta, la cual entregó al luchador despacio para que pudiera verla. Dentro había una sola hoja en la cual ponía “La Venganza De La Quimera”. Había un listado conocido como los diez demonios principales. El color morado tenía el nombre de la revolucionaria. Se moría de ganas de ver la cara de su amigo cuando supiera que aquella chica estaba en su división. Además el color azul estaba libre al igual que el marrón. En el naranja estaba el nombre de una marine, Minako. Gracioso pues llevaba un año y pico sin verla. No sabía si ella le seguía queriendo por haber hecho lo que hizo. Lo más curioso era el puesto de demonio negro, en el que ponía: “Reserva especial para Retxed si acepta”. Cualquier persona lista se daría cuenta que aquello leído de al revés decía Dexter. Sin embargo si lo pillaban no podían acusarlos de nada pues perfectamente podía haber una persona llamada así. Estaba todo bien calculado.
El arroz no tardó en llegar para los dos al igual que las bebidas. El Oficial no pudo evitar mirar los champiñones de su amigo y con toda la confianza pinchó uno comiéndoselo para después darle un trago a la botella de agua. – ¿Sorprendido? Yo sí. – Dijo ahora refiriéndose a la información que le había pasado. Ahora empezó a comerse el arroz tranquilamente. Estaba delicioso, sin duda alguna aquel truco que le había dicho Caspio le había iluminado la vida a la hora de comer. Era uno de los pocos placeres que podía darse debido a su trabajo. – Por cierto. He oído que el líder de la rebelión es muy poderoso. Está ahora mismo en el primer escalón. Yo tan solo en el tercero. Pienso retarle dentro de poco por el puesto de líder revolucionario. – Dicho aquello siguió comiendo tranquilamente con su haki de observación activado.
Siempre era bueno tenerlo listo por si aparecía alguien inesperado. No iba a comprometer a su amigo y si debía fingir un combate con él y luego salir huyendo lo haría. La gente que había por el lugar empezó a dirigir su mirada hacia ellos, cosa que provocó que el demonio colocara su mano izquierda en la mejilla apoyando el codo en la mesa. De aquella forma se tapaba la cara por ese lado, de todas formas en el otro estaba la pared. – Ya que estamos aquí ¿Nos vamos luego a una taberna y echamos unas partidas de cartas antes de dormir? – Viva la confianza. El demonio estaba planeando una noche de juegos no muy moviditos. Como si fueran dos hermanos de toda la vida. Ahora que tenía el trozo de papel para saber la ubicación de su amigo iban a pasar bastantes cosas. Estaría listo para ayudarlos en cualquier momento, a él y su tripulación. Eso significaba que debía hacerse una identidad secreta y de paso algunas técnicas nuevas que no tuvieran mucho que ver con la niebla. Podía fingir ser un luchador pues tenía un buen estilo de lucha cuerpo a cuerpo en el asesinato. Quizás aprendía a canalizar algunas técnicas ardientes y con eso le bastaba. Luego nadie le iba a reconocer por usar un jodido machete eléctrico. Muchos tipos podían tener uno y no iban a sospechar. Algo tenía que hacer también con su presencia y con su olor. Los zoan solían ser muy jodidos. Dejó de pensar en aquello y se centró en su amigo.
Las palabras sobre lo de Jaya le hicieron mostrar una sonrisa amable al mismo tiempo que se quitaba los vendajes dejando ver sus dientes afilados. – Habríamos acabado a leches. Sin embargo siempre tuve buen ojo para saber quién merecía ser ejecutado, encerrado o liberado. – Estaba claro que el grupo del pirata era el tercero pues Krauser nunca notó ni una sola pizca de maldad en él. De repente el Shichibukai pidió arroz con salmón y champiñones, además de un vaso de alcohol. Al ex marine no le gustaba demasiado y siempre prefería el sabor del agua fresca. Sin embargo sabía respetar los gustos de los demás. Cuando pidió aquello el camarero se largó seguramente a por las cosas. En aquel momento Dexter se puso a mirar algunos carteles. El castaño vigilaba para que ningún curioso pudiese acercarse a cotillear. Entonces aquel luchador deslizó con cuidado el cartel y el demonio lo tomó despacio.
Cuando vio la cara de aquella persona no pudo evitar contener un poco la risa. Además una pequeña gotita de sudor le cayó por la frente dando a aquello un toque cómico. El Oficial en ese momento se quedó mirando al dragón con una cara acusadora que indicaba e incitaba a reírse. Era como si estuviera acosando a Dexter por querer proteger a una chica. – Tranquilo, socio. Alice está protegida de sobra. No le pasará nada mientras esté bajo mi mando. – Una vez hubo dicho aquellas palabras metió la mano en su sudadera. No tardó en sacar una especie de carpeta, la cual entregó al luchador despacio para que pudiera verla. Dentro había una sola hoja en la cual ponía “La Venganza De La Quimera”. Había un listado conocido como los diez demonios principales. El color morado tenía el nombre de la revolucionaria. Se moría de ganas de ver la cara de su amigo cuando supiera que aquella chica estaba en su división. Además el color azul estaba libre al igual que el marrón. En el naranja estaba el nombre de una marine, Minako. Gracioso pues llevaba un año y pico sin verla. No sabía si ella le seguía queriendo por haber hecho lo que hizo. Lo más curioso era el puesto de demonio negro, en el que ponía: “Reserva especial para Retxed si acepta”. Cualquier persona lista se daría cuenta que aquello leído de al revés decía Dexter. Sin embargo si lo pillaban no podían acusarlos de nada pues perfectamente podía haber una persona llamada así. Estaba todo bien calculado.
El arroz no tardó en llegar para los dos al igual que las bebidas. El Oficial no pudo evitar mirar los champiñones de su amigo y con toda la confianza pinchó uno comiéndoselo para después darle un trago a la botella de agua. – ¿Sorprendido? Yo sí. – Dijo ahora refiriéndose a la información que le había pasado. Ahora empezó a comerse el arroz tranquilamente. Estaba delicioso, sin duda alguna aquel truco que le había dicho Caspio le había iluminado la vida a la hora de comer. Era uno de los pocos placeres que podía darse debido a su trabajo. – Por cierto. He oído que el líder de la rebelión es muy poderoso. Está ahora mismo en el primer escalón. Yo tan solo en el tercero. Pienso retarle dentro de poco por el puesto de líder revolucionario. – Dicho aquello siguió comiendo tranquilamente con su haki de observación activado.
Siempre era bueno tenerlo listo por si aparecía alguien inesperado. No iba a comprometer a su amigo y si debía fingir un combate con él y luego salir huyendo lo haría. La gente que había por el lugar empezó a dirigir su mirada hacia ellos, cosa que provocó que el demonio colocara su mano izquierda en la mejilla apoyando el codo en la mesa. De aquella forma se tapaba la cara por ese lado, de todas formas en el otro estaba la pared. – Ya que estamos aquí ¿Nos vamos luego a una taberna y echamos unas partidas de cartas antes de dormir? – Viva la confianza. El demonio estaba planeando una noche de juegos no muy moviditos. Como si fueran dos hermanos de toda la vida. Ahora que tenía el trozo de papel para saber la ubicación de su amigo iban a pasar bastantes cosas. Estaría listo para ayudarlos en cualquier momento, a él y su tripulación. Eso significaba que debía hacerse una identidad secreta y de paso algunas técnicas nuevas que no tuvieran mucho que ver con la niebla. Podía fingir ser un luchador pues tenía un buen estilo de lucha cuerpo a cuerpo en el asesinato. Quizás aprendía a canalizar algunas técnicas ardientes y con eso le bastaba. Luego nadie le iba a reconocer por usar un jodido machete eléctrico. Muchos tipos podían tener uno y no iban a sospechar. Algo tenía que hacer también con su presencia y con su olor. Los zoan solían ser muy jodidos. Dejó de pensar en aquello y se centró en su amigo.
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Dexter tomó la carpeta y examinó con detenimiento cada detalle de la única hoja que había en su interior. "Retxed" era una muy mala manera de ponerle un pseudónimo. Sin embargo cumplía su cometido, que era ser obviamente reconocible pero no podrían señalarlo directamente. Lo que realmente le molestaba era estar ahí sin ni siquiera haber dicho que sí, y de inmediato decidió ponerle una solución. Sacó su estilográfica de plata y mientras llegaban sus pedidos se dedicó a tachar el nombre que aparentemente le había dado. "Tal vez Ryu sea lo más obvio, pero sin duda será mejor que esto", pensó, al tiempo que dibujaba con toda la precisión que podía una firma que rezaba "Ryujiin". Sin embargo no fue hasta que llegó al demonio morado cuando comprendió la risa de su amigo. Alice ya estaba protegida por Krauser, o por lo menos estaba a su mando dentro de la Revolución... ¿Por qué morado?
-Muy sorprendido- seguía ensimismado, atento al nombre de Alice Turner en la hoja. ¿Cómo podía existir una casualidad de ese calibre? Nunca tenía noticias de ella, nunca era quien de localizarla, pero de repente estaba con ella un día y al siguiente escuchaba que Krauser ya la había tomado a su cargo. "Además tiene grandes dotes para la infiltración", pensó, con cierta nostalgia de Mariejoa. Si no fuera porque se presentó tal vez la hubiese ignorado, aunque luego el arrepentimiento lo habría embargado, seguramente-. Es curioso cómo cambian las cosas- dijo, sin dejar de mirar la curiosa lista, intentando memorizar todos los nombres para el futuro. Tal vez necesitasen que les echara una mano-. Hace cuatro años, cuando la conocí, yo era un delincuente perseguido y ella una productiva camarera que buscaba su origen. Y ahora yo trabajo para los que me condenaron injustamente mientras ella lucha para acabar con esas cosas- su voz se rompió por un momento, recordando el tiempo navegando con Kedra, cómo intentó salvar a los civiles inocentes en Goa fingiendo ser un peligroso criminal... Su vida había estado repleta de aventuras que difícilmente olvidaría, e incluso con Legim aquel día en Sunaba, sin saber muy bien adónde iba, se enfrentó a un tipo de arena-. ¿Sabes? Fue increíble el día que la conocí. Ella estaba radiante, aunque no parecía feliz. Conseguí que sonriera, y ella me provocó lo mismo. Cada vez que lo recuerdo me duele de lo cercano que lo siento. Si le pasara algo no sé qué haría... Aunque puedo asegurarte que al Gobierno Mundial no le iba a gustar.
Se le notó un tono sombrío cuando terminó, y Krauser pareció querer cambiar de tema, hablando de cómo pretendía retar al líder de la revolución por el control de ella. Aunque no creía que eso pudiese funcionar; tal vez en la Marina, donde el Gorosei hacía de cabeza pensante pudieran permitirse rifar los altos cargos, o incluso decidirlos mediante combates de coliseo, pero el Líder revolucionario Kokuhebi no era conocido tanto por su poder como por su intrigante mente. Aquella sesera maquinante que esperó al punto justo en Mariejoa para terminar de desestabilizar el control Marine de la zona. ¿Su amigo tendría claro qué podría sucederle de intentarlo?
-Krauser, no voy a ser yo quien te corte las alas, pero... ¿De verdad?- preguntó. Su compañero era demasiado precipitado a veces, y aunque podía llegar a ser un gran estratega no estaba teniendo todas las piezas del tablero en cuenta-. Aún no has hecho nada por la revolución, o nada destacable, al menos. Y Kokuhebi no es seguido por ser fuerte, sino por ser inteligente. Si aceptara ese reto, ¿Valdría de algo? Incluso si lo derrotaras, ¿Crees que en la revolución te proclamarían líder o te marcarían como estúpido? Piensa en el mundo que quieres crear, y si quieres estar a la cabeza no te busques enemigos dentro de tus aliados. Deja que Kokuhebi ponga a los soldados, y tú conviértelos en un ejército.
Hizo una pausa, dando un profundo trago a su vaso. Hacía mucho tiempo que no lo probaba de tan mala calidad, pero aún así era pasable. Sin embargo, en la siguiente ronda, agua o algún tipo de refresco. Se había acostumbrado demasiado a los licores de lujo como para tomar garrafón o bebidas de trescientos cincuenta berries.
-No sé si entiendes por dónde voy- continuó-. Lo mejor que puedes hacer para ganarte a la revolución es apoyarla con ahínco. Cuanta más gente adiestres más probabilidades tendréis de vencer- notó que un par de personas lo miraban, mientras toqueteaban diversos aparatejos en las mesas. ¿Lo estaban espiando? "Bueno, algo habrá que hacer"-. Y, además, ¿Por qué ser el líder cuando puedes ser el héroe? Cuando vayas con tu ejército y venzas, la victoria será tuya. Tú serás el que se lleve las ovaciones, y la persona a la que todos miraremos para seguir tus pasos- mientras decía todo aquello había activado su visión verdadera, detenctando por reflejo de su presencia todos los objetos que podían ser usados para grabar, y repentinamente explotaron por causas desconocidas. La electrónica era frágil cerca de un científico que podía derretir silicio casi con un pensamiento-. ¿Entiendes? Deja de tratar a todos como si fueran tu enemigo. No tienes que vencerlos para triunfar. A veces desde segunda fila es más sencillo trabajar.
Comió un poco de su arroz sin dejar de mirar al Gran Espada, y concluyó:
-La verdad, no me vendría mal una noche de relax. Y seguro que a ti tampoco.
-Muy sorprendido- seguía ensimismado, atento al nombre de Alice Turner en la hoja. ¿Cómo podía existir una casualidad de ese calibre? Nunca tenía noticias de ella, nunca era quien de localizarla, pero de repente estaba con ella un día y al siguiente escuchaba que Krauser ya la había tomado a su cargo. "Además tiene grandes dotes para la infiltración", pensó, con cierta nostalgia de Mariejoa. Si no fuera porque se presentó tal vez la hubiese ignorado, aunque luego el arrepentimiento lo habría embargado, seguramente-. Es curioso cómo cambian las cosas- dijo, sin dejar de mirar la curiosa lista, intentando memorizar todos los nombres para el futuro. Tal vez necesitasen que les echara una mano-. Hace cuatro años, cuando la conocí, yo era un delincuente perseguido y ella una productiva camarera que buscaba su origen. Y ahora yo trabajo para los que me condenaron injustamente mientras ella lucha para acabar con esas cosas- su voz se rompió por un momento, recordando el tiempo navegando con Kedra, cómo intentó salvar a los civiles inocentes en Goa fingiendo ser un peligroso criminal... Su vida había estado repleta de aventuras que difícilmente olvidaría, e incluso con Legim aquel día en Sunaba, sin saber muy bien adónde iba, se enfrentó a un tipo de arena-. ¿Sabes? Fue increíble el día que la conocí. Ella estaba radiante, aunque no parecía feliz. Conseguí que sonriera, y ella me provocó lo mismo. Cada vez que lo recuerdo me duele de lo cercano que lo siento. Si le pasara algo no sé qué haría... Aunque puedo asegurarte que al Gobierno Mundial no le iba a gustar.
Se le notó un tono sombrío cuando terminó, y Krauser pareció querer cambiar de tema, hablando de cómo pretendía retar al líder de la revolución por el control de ella. Aunque no creía que eso pudiese funcionar; tal vez en la Marina, donde el Gorosei hacía de cabeza pensante pudieran permitirse rifar los altos cargos, o incluso decidirlos mediante combates de coliseo, pero el Líder revolucionario Kokuhebi no era conocido tanto por su poder como por su intrigante mente. Aquella sesera maquinante que esperó al punto justo en Mariejoa para terminar de desestabilizar el control Marine de la zona. ¿Su amigo tendría claro qué podría sucederle de intentarlo?
-Krauser, no voy a ser yo quien te corte las alas, pero... ¿De verdad?- preguntó. Su compañero era demasiado precipitado a veces, y aunque podía llegar a ser un gran estratega no estaba teniendo todas las piezas del tablero en cuenta-. Aún no has hecho nada por la revolución, o nada destacable, al menos. Y Kokuhebi no es seguido por ser fuerte, sino por ser inteligente. Si aceptara ese reto, ¿Valdría de algo? Incluso si lo derrotaras, ¿Crees que en la revolución te proclamarían líder o te marcarían como estúpido? Piensa en el mundo que quieres crear, y si quieres estar a la cabeza no te busques enemigos dentro de tus aliados. Deja que Kokuhebi ponga a los soldados, y tú conviértelos en un ejército.
Hizo una pausa, dando un profundo trago a su vaso. Hacía mucho tiempo que no lo probaba de tan mala calidad, pero aún así era pasable. Sin embargo, en la siguiente ronda, agua o algún tipo de refresco. Se había acostumbrado demasiado a los licores de lujo como para tomar garrafón o bebidas de trescientos cincuenta berries.
-No sé si entiendes por dónde voy- continuó-. Lo mejor que puedes hacer para ganarte a la revolución es apoyarla con ahínco. Cuanta más gente adiestres más probabilidades tendréis de vencer- notó que un par de personas lo miraban, mientras toqueteaban diversos aparatejos en las mesas. ¿Lo estaban espiando? "Bueno, algo habrá que hacer"-. Y, además, ¿Por qué ser el líder cuando puedes ser el héroe? Cuando vayas con tu ejército y venzas, la victoria será tuya. Tú serás el que se lleve las ovaciones, y la persona a la que todos miraremos para seguir tus pasos- mientras decía todo aquello había activado su visión verdadera, detenctando por reflejo de su presencia todos los objetos que podían ser usados para grabar, y repentinamente explotaron por causas desconocidas. La electrónica era frágil cerca de un científico que podía derretir silicio casi con un pensamiento-. ¿Entiendes? Deja de tratar a todos como si fueran tu enemigo. No tienes que vencerlos para triunfar. A veces desde segunda fila es más sencillo trabajar.
Comió un poco de su arroz sin dejar de mirar al Gran Espada, y concluyó:
-La verdad, no me vendría mal una noche de relax. Y seguro que a ti tampoco.
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Krauser observó el folio una vez su amigo escribió en él. Vio el nombre y enseguida sonrió de lado para después guardarlo. A continuación siguió comiéndose su delicioso arroz mientras escuchaba las palabras del dragón. Al parecer él la conoció siendo un pirata buscado y ella una camarera. Ahora habían acabado en bandos de nuevo separados. Cuando uno dejó de ser buscado empezó la chica. De todas formas el demonio escuchó bien las palabras de Dexter. Le recordaban así mismo cuando hablaba de Minako. No pudo evitar sonreír con la mayor amabilidad del mundo para después suspirar. Protegería a Alice de lo que fuese. De hecho el castaño pensaba que el corsario debía de estar preocupado ya que ella era buscada por el puto gobierno, el cual era enorme. Justo la sensación que el demonio sentía por la tiradora al estar siempre luchando con criminales que podían matarla en cualquier momento.
Estaban en un mundo dónde la tranquilidad no existía y si ellos no estaban en todo momento con sus seres queridos, todo podía terminar. Sin embargo si el dragón iba a por el gobierno podía contar con su ayuda. Iría a solas con él si era necesario. Si estaban los dos en el mismo equipo seguramente serían imparables. No tardaron mucho en cambiar de tema y se centraron en el tema de la revolución. Dexter empezó a hablarle de los contras que había en retar a aquella persona que gobernaba el cargo de líder revolucionario. Durante toda la explicación dejó de comer para centrarse en escucharle a fondo y entender cada detalle. Luego decían que él militar era él, aquel pirata tenía una visión perfecta de los cargos. No pudo evitar sonreír de lado y responderle de forma calmada. – Interesante. De modo que me recomiendas hacer lo mismo que en la marina pero en otro bando. – No tardó en soltar un suspiro pensando que aquello le había llevado muchos años de su vida. No pudo evitar reír un poco cuando los objetos empezaron a explotar. La poca preocupación del dragón le decía que habría tenido algo que ver pero no tenía pruebas.
Ahora se quedó mirándole tranquilamente mientras seguía respondiéndole. – Puede que me lleve tiempo. Pero eso de mejorar sus habilidades y hacerlos soldados poderosos y fieles no es mala idea. – Ahora sonrió ante la idea de su amigo. La época en la que más fue respetado surgió cuando ganó el puesto de Vice-almirante. De modo que ahora que era un Oficial podía hacerlo desde aquel rango. Si hacía falta subiría un único escalón más y se quedaría en general. – Haré caso a tu consejo pero al menos subiré un escalón más. – Dicho aquello se quedó mirándole a los ojos. Al igual que había marines abusones y malvados también había revolucionarios cabrones y sádicos. El mal estaba últimamente por todas partes. Al aceptar también el Shichibukai su invitación a una noche amistosa de relajación no pudo evitar sonreír de nuevo con calma. La verdad es que estaba contento por la idea que le había dado el luchador.
Soltó ahora un suspiro mientras se cruzaba de brazos y después entendió que en aquella postura no podía comer. Puso de nuevo las manos en la mesa y con una cogió el tenedor volviendo a comer saboreando aquella delicia. – He realizado hace poco una misión importante para la revolución. Tuve que eliminar a un jodido CP de nivel ocho. El cabrón casi consigue robarme los planos del plan New Marina. Decidí llevarlo acabo una vez haya logrado el fin de cambiar el gobierno. Aunque estoy viendo que me va a llevar demasiado. Aún así no me daré por vencido. Por cierto ¿Has probado el helado de melón? – Dijo ahora cambiando de tema así de repente y saltando del tema del cambio mundial al del sabor de un postre. Realmente Krauser era impredecible pero ante todo estaba pasándolo en grande con su amigo.
Estaban en un mundo dónde la tranquilidad no existía y si ellos no estaban en todo momento con sus seres queridos, todo podía terminar. Sin embargo si el dragón iba a por el gobierno podía contar con su ayuda. Iría a solas con él si era necesario. Si estaban los dos en el mismo equipo seguramente serían imparables. No tardaron mucho en cambiar de tema y se centraron en el tema de la revolución. Dexter empezó a hablarle de los contras que había en retar a aquella persona que gobernaba el cargo de líder revolucionario. Durante toda la explicación dejó de comer para centrarse en escucharle a fondo y entender cada detalle. Luego decían que él militar era él, aquel pirata tenía una visión perfecta de los cargos. No pudo evitar sonreír de lado y responderle de forma calmada. – Interesante. De modo que me recomiendas hacer lo mismo que en la marina pero en otro bando. – No tardó en soltar un suspiro pensando que aquello le había llevado muchos años de su vida. No pudo evitar reír un poco cuando los objetos empezaron a explotar. La poca preocupación del dragón le decía que habría tenido algo que ver pero no tenía pruebas.
Ahora se quedó mirándole tranquilamente mientras seguía respondiéndole. – Puede que me lleve tiempo. Pero eso de mejorar sus habilidades y hacerlos soldados poderosos y fieles no es mala idea. – Ahora sonrió ante la idea de su amigo. La época en la que más fue respetado surgió cuando ganó el puesto de Vice-almirante. De modo que ahora que era un Oficial podía hacerlo desde aquel rango. Si hacía falta subiría un único escalón más y se quedaría en general. – Haré caso a tu consejo pero al menos subiré un escalón más. – Dicho aquello se quedó mirándole a los ojos. Al igual que había marines abusones y malvados también había revolucionarios cabrones y sádicos. El mal estaba últimamente por todas partes. Al aceptar también el Shichibukai su invitación a una noche amistosa de relajación no pudo evitar sonreír de nuevo con calma. La verdad es que estaba contento por la idea que le había dado el luchador.
Soltó ahora un suspiro mientras se cruzaba de brazos y después entendió que en aquella postura no podía comer. Puso de nuevo las manos en la mesa y con una cogió el tenedor volviendo a comer saboreando aquella delicia. – He realizado hace poco una misión importante para la revolución. Tuve que eliminar a un jodido CP de nivel ocho. El cabrón casi consigue robarme los planos del plan New Marina. Decidí llevarlo acabo una vez haya logrado el fin de cambiar el gobierno. Aunque estoy viendo que me va a llevar demasiado. Aún así no me daré por vencido. Por cierto ¿Has probado el helado de melón? – Dijo ahora cambiando de tema así de repente y saltando del tema del cambio mundial al del sabor de un postre. Realmente Krauser era impredecible pero ante todo estaba pasándolo en grande con su amigo.
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-Es algo más complejo que eso- dijo tras tragar de golpe gran parte de su ración. Para una vez en lo que iba de mes que comía, era normal tener aquella avidez-. Mientras que en la Marina tú te encontrabas con reclutas entrenados, aquí tienes aprendices que poco sabrán hacer. Que Alice sobreviviera a Mariejoa demuestra que algunos ya tienen camino avanzado, pero por regla general no va a ser así. Tendrás que enseñarles todo, desde una forma de luchar hasta todas las estrategias militares que seguro conoces. Además, lógicamente, de que deberás enseñarles cómo piensa un Marine habitualmente para prever sus pasos. ¿Has jugado alguna vez al ajedrez? Es exactamente lo mismo.
Cogió una servilleta y de nuevo escribió. Aquella vez de forma bastante más discreta, comenzó a dibujar un tablero de ajedrez sobre el que iba apuntando letras antes de rellenar los huecos negros. "N", "o", "s", "e", "s", "t" "á", "n", "e", "s", "c", "u", "c", "h", "a", "n", "d", "o" fueron las letras que a la inversa iba dibujando para luego cubrirlas con un manchón de tinta. Cada letra le salía cara, pero valdría la pena si Krauser se daba por enterado. De todas formas, un experto en infiltración y espionaje como él debía estar atento a aquella clase de cosas.
-Por si te lo preguntas, sí. Son esos- dijo, refiriéndose a los de las grabadoras en mesas cercanas-. Tal vez quieras acercarte, pero como te iba diciendo, el ajedrez es un juego de estrategia con dieciséis piezas. La más importante es el Rey, que debe morir en uno de los bandos para declarar ganador, y hay una reina que puede desplazarse por todo el tablero, casi libremente. Los custodian dos alfiles, que sólo pueden mover diagonal, y estos a su vez están flanqueados por caballos y torres, que se mueven en L y recto respectivamente- al tiempo que decía todo aquello escribía en la servilleta los colores de sus demonios organizados, sin tener ningún orden aparente salvo el rey: Krauser-. Además, en vanguardia de esta gente, están los peones. Pueden parecer débiles, pero si llegan al final del tablero se convierten en dama. Para ganar hay que pensar muy seriamente cada jugada, y...- comenzó a hablar en clave-, yo tengo un tablero fabuloso por si algún día quieres jugar. Pero tú tienes que poner las piezas.
Ignoró el afán de Krauser por ganarse los puestos a espadazos, ya estaba un poco harto de que la gente resolviera los problemas internos así. No le gustaba la revolución, aunque cada vez veía más clara la necesidad de una más fuerte y poderosa. Sin duda Kokuhebi no la había dado. Por mucho que su idea hubiera sido buena, una imprudencia de dimensiones tan colosales como enviar paracaidistas a una zona vacía... Se suponía que ese hombre conocía los poderes del viejo Gorosei. "En fin, qué más dará", pensó mientras meneaba la cabeza, reflexionando vanamente acerca de lo necesitada que estaba la revolución de una cabeza pensante de verdad. Sin embargo no se le ocurría una persona que pudiera dar la talla más allá de alguien que murió para ello. Sin embargo, lo hizo por un fin egoísta y vengativo. El Proyecto Amanecer había sido desvelado por Ocaso justo antes de desaparecer de nuevo. ¿Siempre aparecía lo justo para cambiar el rumbo de las cosas y luego se desvanecía de nuevo como un fantasma? Su hermano era incomprensible, y aún lo odiaba un poco por aquella lucha obligada.
-Sinceramente, si lo vas a dejar para después de cambiar al Gobierno Mundial por algo más justo no necesitas llevarlo a cabo. Al fin y al cabo podrás poner gente buena para ahogar la corrupción. ¿Y qué es eso de que casi te roban los papeles de ese proyecto?- todavía le sorprendía que el antiguo almirante Samegure tuviese la intención de crear una Marina no gubernamental-. Creí que los tenías todos a buen recaudo en una base secreta de operaciones.
Miró hacia atrás, como si pretendiese observar el panorama de la calle, fijándose en cómo los hombres de antes ahora tomaban nota. No tenía ninguna manera de correrles la tinta, una pena.
-Y no, nunca he probado helado de melón. ¿Cómo cambias de tema tan rápido?- no pudo evitar reírse. Hacía tiempo que no estaba con su amigo y lo echaba en falta-. Creo que podemos terminar y marcharnos, ¿No?
Cogió una servilleta y de nuevo escribió. Aquella vez de forma bastante más discreta, comenzó a dibujar un tablero de ajedrez sobre el que iba apuntando letras antes de rellenar los huecos negros. "N", "o", "s", "e", "s", "t" "á", "n", "e", "s", "c", "u", "c", "h", "a", "n", "d", "o" fueron las letras que a la inversa iba dibujando para luego cubrirlas con un manchón de tinta. Cada letra le salía cara, pero valdría la pena si Krauser se daba por enterado. De todas formas, un experto en infiltración y espionaje como él debía estar atento a aquella clase de cosas.
-Por si te lo preguntas, sí. Son esos- dijo, refiriéndose a los de las grabadoras en mesas cercanas-. Tal vez quieras acercarte, pero como te iba diciendo, el ajedrez es un juego de estrategia con dieciséis piezas. La más importante es el Rey, que debe morir en uno de los bandos para declarar ganador, y hay una reina que puede desplazarse por todo el tablero, casi libremente. Los custodian dos alfiles, que sólo pueden mover diagonal, y estos a su vez están flanqueados por caballos y torres, que se mueven en L y recto respectivamente- al tiempo que decía todo aquello escribía en la servilleta los colores de sus demonios organizados, sin tener ningún orden aparente salvo el rey: Krauser-. Además, en vanguardia de esta gente, están los peones. Pueden parecer débiles, pero si llegan al final del tablero se convierten en dama. Para ganar hay que pensar muy seriamente cada jugada, y...- comenzó a hablar en clave-, yo tengo un tablero fabuloso por si algún día quieres jugar. Pero tú tienes que poner las piezas.
Ignoró el afán de Krauser por ganarse los puestos a espadazos, ya estaba un poco harto de que la gente resolviera los problemas internos así. No le gustaba la revolución, aunque cada vez veía más clara la necesidad de una más fuerte y poderosa. Sin duda Kokuhebi no la había dado. Por mucho que su idea hubiera sido buena, una imprudencia de dimensiones tan colosales como enviar paracaidistas a una zona vacía... Se suponía que ese hombre conocía los poderes del viejo Gorosei. "En fin, qué más dará", pensó mientras meneaba la cabeza, reflexionando vanamente acerca de lo necesitada que estaba la revolución de una cabeza pensante de verdad. Sin embargo no se le ocurría una persona que pudiera dar la talla más allá de alguien que murió para ello. Sin embargo, lo hizo por un fin egoísta y vengativo. El Proyecto Amanecer había sido desvelado por Ocaso justo antes de desaparecer de nuevo. ¿Siempre aparecía lo justo para cambiar el rumbo de las cosas y luego se desvanecía de nuevo como un fantasma? Su hermano era incomprensible, y aún lo odiaba un poco por aquella lucha obligada.
-Sinceramente, si lo vas a dejar para después de cambiar al Gobierno Mundial por algo más justo no necesitas llevarlo a cabo. Al fin y al cabo podrás poner gente buena para ahogar la corrupción. ¿Y qué es eso de que casi te roban los papeles de ese proyecto?- todavía le sorprendía que el antiguo almirante Samegure tuviese la intención de crear una Marina no gubernamental-. Creí que los tenías todos a buen recaudo en una base secreta de operaciones.
Miró hacia atrás, como si pretendiese observar el panorama de la calle, fijándose en cómo los hombres de antes ahora tomaban nota. No tenía ninguna manera de correrles la tinta, una pena.
-Y no, nunca he probado helado de melón. ¿Cómo cambias de tema tan rápido?- no pudo evitar reírse. Hacía tiempo que no estaba con su amigo y lo echaba en falta-. Creo que podemos terminar y marcharnos, ¿No?
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El revolucionario empezó a escuchar de nuevo a su amigo. Al parecer él mismo se iba a tener que ocupar de entrenar a media revolución para enseñarles como se peleaba y las tácticas más usadas por los marines. Era un plan brillante y si alguien podía hacerlo era el antiguo almirante Samegure. Mientras que Karl y Minato eran más “luchadores” la estrategia y el asesinato silencioso eran cosa del demonio de la niebla. En aquel momento Dexter le preguntó si había jugado al ajedrez. Aquello era obvio pues le encantaba aquel juego. Sin embargo no iba a cortar la explicación pues el dragón siempre usaba un ejemplo para muchos significados y si atendía podía aprender más cosas. Se fijó en como lo dibujaba tomándose su tiempo. De hecho ahora empezó a ver algo extraño. Se pudo dar cuenta de los símbolos que poco a poco iban desapareciendo. Pudo ver poco más de la mitad pero no tardó mucho en descifrar el código que el Shichibukai había puesto.
El demonio simplemente sonrió de lado mientras ahora metía la mano derecha en su bolsillo y simplemente seguía escuchando. Pese a que su amigo le puso como el rey, él se veía más como un caballo, haciendo movimientos inesperados. Sin embargo cuando dijo lo de los demonios y lo de la invitación entendió todo de golpe. El castaño tenía un objetivo nuevo al parecer. Si el dragón quería piezas las iba a tener. Pero no solo dieciséis. Iba a darle un jodido ejército entero entrenado personalmente por él. No iba a haber ningún hombre débil allí. Después llegó la pequeña conversación sobre los papeles de la New Marina y por último la invitación a largarse de allí. – Bueno así era. Hasta que una noche sabotearon mi sistema y aquel tipo se coló. Al parecer alguno de los que creía mis soldados de confianza resultaría no serlo. Igualmente asesiné a aquel payaso y vengué la vida de mis hombres. Esa noche el sistema de autodestrucción se activó cinco minutos antes de lo previsto y no quedó nadie. De hecho gracias a esto sigo vivo. – Dijo ahora haciendo que su dedo de la mano se deshiciera en niebla dando a entender que era un Logia. Fue el dedo meñique para que solo Dexter lo viera.
Ahora empezó a mirar a los hombres tomar nota y poco a poco fue memorizando las posiciones y el lugar dónde escondían sus anotaciones. – Bueno si quieres piezas las vas a tener. – Dijo con una sonrisa mientras sacaba el dinero del bolsillo y lo dejaba sobre la mesa. – Espérame sobre el tejado. – Dijo ahora mientras le lanzaba una mirada un poco siniestra y colocaba su mano sobre la mesa. La niebla poco a poco empezó a surgir de la nada invadiendo aquel restaurante. Tres libretas y tres payasos que no iban a poder chivarse de nada. El demonio se levantó de forma sigilosa mientras susurraba. – Hito kiri… Kiri Kirishite… – Aumentó la temperatura de la niebla a la suya propia para que no pudieran verle con visión térmica. Además hizo que la niebla alrededor de sus tres objetivos se separará de ellos un metro a la redonda. A continuación con ágiles movimientos fue arrebatando los papeles sabiendo dónde estaban aquellos enfermos pues se había quedado con sus auras. En pocos segundos tenía algunas pequeñas libretitas en sus manos.
No iba a hacerles daño pues no tenía ni idea de si eran marines, agentes o simples ciudadanos buscando una valiosa recompensa. No deshizo la niebla hasta que hubo estado fuera. Sin embargo escaló al tejado en poco tiempo con las libretas en su mano y con una expresión tranquila. Allí se reuniría con el dragón. Una vez lo viera tan solo le mostraría aquellos objetos confiscados y le dedicaría una sonrisa. – Ya no tienen pruebas… – Dijo simplemente mientras ahora guardaba aquellas cosas en su bolsillo y metía la mano en este para que no se le cayeran en ningún momento. – Bueno creo que podemos dirigirnos hacia el “Dormilón” conozco al dueño y allí no creo que haya problema. – Dicho aquello se quedó esperando a ver qué opinaba. Si aceptaba empezaría a caminar rumbo a aquel lugar.
El demonio simplemente sonrió de lado mientras ahora metía la mano derecha en su bolsillo y simplemente seguía escuchando. Pese a que su amigo le puso como el rey, él se veía más como un caballo, haciendo movimientos inesperados. Sin embargo cuando dijo lo de los demonios y lo de la invitación entendió todo de golpe. El castaño tenía un objetivo nuevo al parecer. Si el dragón quería piezas las iba a tener. Pero no solo dieciséis. Iba a darle un jodido ejército entero entrenado personalmente por él. No iba a haber ningún hombre débil allí. Después llegó la pequeña conversación sobre los papeles de la New Marina y por último la invitación a largarse de allí. – Bueno así era. Hasta que una noche sabotearon mi sistema y aquel tipo se coló. Al parecer alguno de los que creía mis soldados de confianza resultaría no serlo. Igualmente asesiné a aquel payaso y vengué la vida de mis hombres. Esa noche el sistema de autodestrucción se activó cinco minutos antes de lo previsto y no quedó nadie. De hecho gracias a esto sigo vivo. – Dijo ahora haciendo que su dedo de la mano se deshiciera en niebla dando a entender que era un Logia. Fue el dedo meñique para que solo Dexter lo viera.
Ahora empezó a mirar a los hombres tomar nota y poco a poco fue memorizando las posiciones y el lugar dónde escondían sus anotaciones. – Bueno si quieres piezas las vas a tener. – Dijo con una sonrisa mientras sacaba el dinero del bolsillo y lo dejaba sobre la mesa. – Espérame sobre el tejado. – Dijo ahora mientras le lanzaba una mirada un poco siniestra y colocaba su mano sobre la mesa. La niebla poco a poco empezó a surgir de la nada invadiendo aquel restaurante. Tres libretas y tres payasos que no iban a poder chivarse de nada. El demonio se levantó de forma sigilosa mientras susurraba. – Hito kiri… Kiri Kirishite… – Aumentó la temperatura de la niebla a la suya propia para que no pudieran verle con visión térmica. Además hizo que la niebla alrededor de sus tres objetivos se separará de ellos un metro a la redonda. A continuación con ágiles movimientos fue arrebatando los papeles sabiendo dónde estaban aquellos enfermos pues se había quedado con sus auras. En pocos segundos tenía algunas pequeñas libretitas en sus manos.
No iba a hacerles daño pues no tenía ni idea de si eran marines, agentes o simples ciudadanos buscando una valiosa recompensa. No deshizo la niebla hasta que hubo estado fuera. Sin embargo escaló al tejado en poco tiempo con las libretas en su mano y con una expresión tranquila. Allí se reuniría con el dragón. Una vez lo viera tan solo le mostraría aquellos objetos confiscados y le dedicaría una sonrisa. – Ya no tienen pruebas… – Dijo simplemente mientras ahora guardaba aquellas cosas en su bolsillo y metía la mano en este para que no se le cayeran en ningún momento. – Bueno creo que podemos dirigirnos hacia el “Dormilón” conozco al dueño y allí no creo que haya problema. – Dicho aquello se quedó esperando a ver qué opinaba. Si aceptaba empezaría a caminar rumbo a aquel lugar.
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Dexter asintió y se levantó, dejando un billete de cinco mil berries encima de la mesa. Seguramente era menos de lo que costarían las consumiciones, pero no era que necesitara mucho el dinero en aquellos tiempos; su isla era autosuficiente y su medio de transporte lo surtía él. y eso sólo cuando no iba volando. "En fin, a ver qué espera hacer este hombre", pensó mientras se marchaba entre la niebla y escuchaba los gritos de miedo de alguna gente. Sonaban demasiado angustiados, como si nunca hubieran visto la niebla invadir espontáneamente un local... Ahora que lo pensaba, normal que se asustaran, aunque tal vez le daban demasiada importancia. En el peor de los casos se mojarían por la condensación, pero bueno.
Recogió su chaqueta y salió del local, revisando de nuevo los carteles y encontrando entre ellos el de una vieja amiga... "Silver". Si no tenía mal entendido aquella mujer que entró de okupa a su casa un tiempo era parte del ejército revolucionario también. ¿Tal vez debería preguntarle al Oficial por ella? Había perdido su vivre card y localizarla iba a resultar imposible. "¿Qué pasaría si Kari y Alice llegaran a conocerse?", fue lo que llegó a su cabeza, e imágenes de las dos mujeres discutiendo por a quién pertenecía el dragón no eran tan mala si lo comparaba con ambas mangoneándolo al mismo tiempo... Por mucho que le doliera, cualquier mujer podía hacer con él lo que quisiera. Bueno, en realidad pocas, pero ambas daban el perfil.
Inspiró una profunda bocanada de aire y se dobló por la cintura, estirando los brazos. Se sentía algo cansado, aunque tal vez aquello se debiera al tiempo que llevaba sin descansar o simplemente al efecto de la humedad, que lo amodorraba. Se colocó correctamente la camisa y subió al tejado, donde debía esperar a Krauser, que llegó tras un momento.
Le enseñó los objetos requisados, un par de cuadernos de buen cuero y papeles varios con diversas notas, la mayoría acerca de... ¿Krauser hablando con un sujeto extraño? Parecía que no lo reconocían, lo cual era un punto a su favor y al mismo tiempo un problema. ¿Cómo podían no darse cuenta de quién estaba hablando con el Demonio de la Niebla si había parado una maldita guerra? Debían haber puesto a los novatos aquel día. Qué se le iba a hacer.
-El dormilón... ¿De qué me suena ese sitio?- preguntó, intentando hacer memoria de todas las veces que había estado por la isla. ¿Un garito musical? ¿Un bar de mala muerte? Nunca se había fijado en él, pero si Krauser se pasaba por allí debía ser un buen sitio-. Voy detrás de ti, pero más vale que el sitio merezca la pena.
Recogió su chaqueta y salió del local, revisando de nuevo los carteles y encontrando entre ellos el de una vieja amiga... "Silver". Si no tenía mal entendido aquella mujer que entró de okupa a su casa un tiempo era parte del ejército revolucionario también. ¿Tal vez debería preguntarle al Oficial por ella? Había perdido su vivre card y localizarla iba a resultar imposible. "¿Qué pasaría si Kari y Alice llegaran a conocerse?", fue lo que llegó a su cabeza, e imágenes de las dos mujeres discutiendo por a quién pertenecía el dragón no eran tan mala si lo comparaba con ambas mangoneándolo al mismo tiempo... Por mucho que le doliera, cualquier mujer podía hacer con él lo que quisiera. Bueno, en realidad pocas, pero ambas daban el perfil.
Inspiró una profunda bocanada de aire y se dobló por la cintura, estirando los brazos. Se sentía algo cansado, aunque tal vez aquello se debiera al tiempo que llevaba sin descansar o simplemente al efecto de la humedad, que lo amodorraba. Se colocó correctamente la camisa y subió al tejado, donde debía esperar a Krauser, que llegó tras un momento.
Le enseñó los objetos requisados, un par de cuadernos de buen cuero y papeles varios con diversas notas, la mayoría acerca de... ¿Krauser hablando con un sujeto extraño? Parecía que no lo reconocían, lo cual era un punto a su favor y al mismo tiempo un problema. ¿Cómo podían no darse cuenta de quién estaba hablando con el Demonio de la Niebla si había parado una maldita guerra? Debían haber puesto a los novatos aquel día. Qué se le iba a hacer.
-El dormilón... ¿De qué me suena ese sitio?- preguntó, intentando hacer memoria de todas las veces que había estado por la isla. ¿Un garito musical? ¿Un bar de mala muerte? Nunca se había fijado en él, pero si Krauser se pasaba por allí debía ser un buen sitio-. Voy detrás de ti, pero más vale que el sitio merezca la pena.
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Krauser no pudo evitar mostrar una sonrisa cuando su amigo le dijo que esperaba que el sitio mereciese la pena. Allí se iba a sentir como si estuviese en su propia casa pues del Demonio no elegía cualquier sitio para pasar la noche. Continuó caminando de forma tranquila mientras pensaba en lo pasado anteriormente. No había sitios calmados en el mundo ahora para ellos pero pensándolo bien todavía había islas donde no les podían molestar. Un ejemplo de ellas era Baltigo, lugar en el que Redfield había montado su base. Los demás revolucionarios no solían meter las narices en las múltiples salas del castaño. De modo que podía llevar invitados tranquilamente. Esperaba que el dragón pudiese cambiar su aura como hacían bastantes conocidos del asesino. De aquel modo era imposible ser molestados allí. Sin embargo ahora estaban en otro sitio.
Después de un rato caminando el Gran Espada llegó a un local apartado del resto de estructuras de la isla. Se escuchaba algo de jaleo dentro. Cuando abrió la puerta la música empezó a escucharse a un volumen impresionante. En ese momento se estaba escuchando una espectacular Canción
De repente el camarero al ver a Krauser empezó a reír mientras le decía al demonio de la niebla que se acercara con su amigo. Era un hombre gordito de piel algo oscura y melena morena. El resto del local estaba lleno de personas que reían de forma agradable y jugaban a juegos de azar y de mesa como el villar. – ¡Tito Krau! Me alegro mucho de que nos visites. Esta noche hay una importante partida de póker en la que hay dos huecos libres. Además es por parejas, algo difícil de ver. Podríais apuntaros si no tenéis nada mejor que hacer. Los ganadores se llevan el dinero y una noche gratis aquí. – El castaño no pudo evitar sonreír para después girarse hacia el Shichibukai. Al parecer aquellos tipos no le reconocían. Era normal pues aquellos hombres vivían ajenos a lo que pasara en el exterior. Eran buenas personas que solo disfrutaban de la vida entre música y juegos.
El demonio no pudo evitar soltar una ligera risa para acto seguido pasarle el brazo por encima del hombro a su compañero. – ¿Nos apuntamos entonces? – Dijo sonriente sin llamarle en ningún momento por su nombre. Tal vez deseaba usar el de Ryujin o cualquier otro pese a estar entre aquellas personas. Era gracioso pues el nombre del local era todo lo contrario a lo que pasaba fuera. De repente una joven se acercó al pirata y tras hacerle una reverencia le habló con amabilidad. – Bienvenido amigo de Krauser. Si desea que le guardemos la chaqueta o cualquier objeto tan solo dígalo. – Aquella chica respondía al nombre de Érika. Vestía con un traje de camarera. Su melena era larga y azulada mientras que el tono de sus ojos era verde oscuro. El sitio realmente parecía ser un verdadero cúmulo de diversión y buen ambiente.
Después de un rato caminando el Gran Espada llegó a un local apartado del resto de estructuras de la isla. Se escuchaba algo de jaleo dentro. Cuando abrió la puerta la música empezó a escucharse a un volumen impresionante. En ese momento se estaba escuchando una espectacular Canción
De repente el camarero al ver a Krauser empezó a reír mientras le decía al demonio de la niebla que se acercara con su amigo. Era un hombre gordito de piel algo oscura y melena morena. El resto del local estaba lleno de personas que reían de forma agradable y jugaban a juegos de azar y de mesa como el villar. – ¡Tito Krau! Me alegro mucho de que nos visites. Esta noche hay una importante partida de póker en la que hay dos huecos libres. Además es por parejas, algo difícil de ver. Podríais apuntaros si no tenéis nada mejor que hacer. Los ganadores se llevan el dinero y una noche gratis aquí. – El castaño no pudo evitar sonreír para después girarse hacia el Shichibukai. Al parecer aquellos tipos no le reconocían. Era normal pues aquellos hombres vivían ajenos a lo que pasara en el exterior. Eran buenas personas que solo disfrutaban de la vida entre música y juegos.
El demonio no pudo evitar soltar una ligera risa para acto seguido pasarle el brazo por encima del hombro a su compañero. – ¿Nos apuntamos entonces? – Dijo sonriente sin llamarle en ningún momento por su nombre. Tal vez deseaba usar el de Ryujin o cualquier otro pese a estar entre aquellas personas. Era gracioso pues el nombre del local era todo lo contrario a lo que pasaba fuera. De repente una joven se acercó al pirata y tras hacerle una reverencia le habló con amabilidad. – Bienvenido amigo de Krauser. Si desea que le guardemos la chaqueta o cualquier objeto tan solo dígalo. – Aquella chica respondía al nombre de Érika. Vestía con un traje de camarera. Su melena era larga y azulada mientras que el tono de sus ojos era verde oscuro. El sitio realmente parecía ser un verdadero cúmulo de diversión y buen ambiente.
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Dexter fue detrás de Krauser, pensando en cómo abordar el tema de Silver. Después de hablarle de Alice podía sonar bastante raro que repentinamente se interesara por otra revolucionaria... Otra mujer, más bien. ¿Quién sabe cuántas más podría haber? Ninguna, pero las apariencias estaban ahí, molestando y jodiendo como nunca. ¿Tal vez diciéndole la verdad? Una expareja a la que dio una mala despedida y por la que estaba preocupado... No tenía nada de raro en realidad, aunque bueno, quién sabe por qué siempre acababa con chicas malas. "Hace demasiado tiempo que no veo sus carteles...", pensó, algo inquieto, mirando hacia cada edificio y al cielo regido por la luna llena.
-¡Tito Krau! Me alegro mucho de que nos visites. Esta noche hay una importante partida de póker en la que hay dos huecos libres. Además es por parejas, algo difícil de ver. Podríais apuntaros si no tenéis nada mejor que hacer. Los ganadores se llevan el dinero y una noche gratis aquí.
Aquella fue la bienvenida que le dieron a Krauser al llegar, por lo que, además de la música y el jaleo, parecía no sólo un lugar agradable, sino un sitio en el que el Demonio tenía mucha confianza y era complicado que los molestaran por muy juntos que estuvieran allí. Y, lógicamente, a él también lo recibieron. No tan amistosamente, pero con respeto; aunque con un gesto rechazó deshacerse de la chaqueta mientras confirmaba al Oficial que, lógicamente, aceptaba. Sin embargo, en contra de lo bien que se le daba el ajedrez, el poker se le escapaba en bastante medida... Contar cartas era fácil, pero engañar y dejar una cara vacía para que nadie lo interpretara... Eso ya se le daba un poco peor. Aunque aún seguía ensimismado pensando en la joven mujer, y casi por instinto siguió al hombre gordo hasta la sala donde iban a jugar.
Sillas enfrentadas para la pareja y crupier enfrentado al ojeador, llevando la ciega fija... "Qué método más raro", pensó, observando la mesa hexagonal en la que se enfrentarían a otra pareja, aparentemente bastante experta. Aunque a él no le importaba, la verdad era que tenía dinero de sobra para gastar y lo que su mal fingir estropeaba tal vez su indiferencia al gasto lo solucionara.
-Buenas noches, caballeros- saludó, dando la mano a todos, o intentándolo, pues uno de ellos se negó. Llevaba una chaqueta muy extraña, con las mangas por encima de la muñecha y bastante ajustadas-. Espero disfrutar de esto y que gane el mejor.
-Igualmente, hombre- sonrió el que se negó al estrechamiento-. Pero no me desees ganar tan pronto, que quiero hacerlo divertido.
-Éste es Tony Tomson, nuestro campeón tanto en solitario como en parejas. Nunca nadie le ha cazado un farol- dijo la camarera que los había acompañado mientras Dexter se sentaba, esperando que Krauser lo acompañara.
"Perfecto, primera ronda y ya toca el mejor", pensó, mientras la chiquilla les explicaba cómo iban las distintas rondas hasta llegar a la final, con ciega menor de quinientos mil berries. "Calderilla", dijo para sí sonriendo cuando lo escuchó. Por algún motivo, esperaba ganar para invitar a Krauser a tomar algo. A ver qué podían hacer.
-¡Tito Krau! Me alegro mucho de que nos visites. Esta noche hay una importante partida de póker en la que hay dos huecos libres. Además es por parejas, algo difícil de ver. Podríais apuntaros si no tenéis nada mejor que hacer. Los ganadores se llevan el dinero y una noche gratis aquí.
Aquella fue la bienvenida que le dieron a Krauser al llegar, por lo que, además de la música y el jaleo, parecía no sólo un lugar agradable, sino un sitio en el que el Demonio tenía mucha confianza y era complicado que los molestaran por muy juntos que estuvieran allí. Y, lógicamente, a él también lo recibieron. No tan amistosamente, pero con respeto; aunque con un gesto rechazó deshacerse de la chaqueta mientras confirmaba al Oficial que, lógicamente, aceptaba. Sin embargo, en contra de lo bien que se le daba el ajedrez, el poker se le escapaba en bastante medida... Contar cartas era fácil, pero engañar y dejar una cara vacía para que nadie lo interpretara... Eso ya se le daba un poco peor. Aunque aún seguía ensimismado pensando en la joven mujer, y casi por instinto siguió al hombre gordo hasta la sala donde iban a jugar.
Sillas enfrentadas para la pareja y crupier enfrentado al ojeador, llevando la ciega fija... "Qué método más raro", pensó, observando la mesa hexagonal en la que se enfrentarían a otra pareja, aparentemente bastante experta. Aunque a él no le importaba, la verdad era que tenía dinero de sobra para gastar y lo que su mal fingir estropeaba tal vez su indiferencia al gasto lo solucionara.
-Buenas noches, caballeros- saludó, dando la mano a todos, o intentándolo, pues uno de ellos se negó. Llevaba una chaqueta muy extraña, con las mangas por encima de la muñecha y bastante ajustadas-. Espero disfrutar de esto y que gane el mejor.
-Igualmente, hombre- sonrió el que se negó al estrechamiento-. Pero no me desees ganar tan pronto, que quiero hacerlo divertido.
-Éste es Tony Tomson, nuestro campeón tanto en solitario como en parejas. Nunca nadie le ha cazado un farol- dijo la camarera que los había acompañado mientras Dexter se sentaba, esperando que Krauser lo acompañara.
"Perfecto, primera ronda y ya toca el mejor", pensó, mientras la chiquilla les explicaba cómo iban las distintas rondas hasta llegar a la final, con ciega menor de quinientos mil berries. "Calderilla", dijo para sí sonriendo cuando lo escuchó. Por algún motivo, esperaba ganar para invitar a Krauser a tomar algo. A ver qué podían hacer.
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Krauser se alegró al ver que su compañero aceptaba jugar aquella partida. El póker se le daba bien por una sencilla razón. Nadie sabía lo que pensaba debido a que ponía la misma expresión para todo. Ya podía tener una escalera de color o una simple carta alta que sus ojos iban a tener siempre la misma mirada. Podía ser una ventaja bastante grande pero esperaba que el dragón no se confundiera con eso. Por parejas la cosa cambiaba ya que no podían verse las cartas el uno al otro pero siempre podían ingeniárselas. Había estrategias que no requerían ni hablarse de lo básicas que eran. Ahora se vería el juego en equipo de aquellos dos amigos. La noche prometía ser bastante interesante y era la primera vez que el demonio podía jugar a algo con el shichibukai.
Finalmente siguieron a un hombre hasta la mesa donde se iba a desarrollar el juego. Él quedó frente a Dexter con una mirada amable. En cuanto empezaron a hablar el rostro de Krauser cambió al que solía usar cuando combatía. Así pensaba tirarse toda la noche si hacía falta para que no le pillasen nada tuviese lo que tuviese. Nombraron a un tío llamado Tony y decían que era el mejor jugador de todos. El asesinó lo miró a los ojos fijamente y el pobre hombre se puso algo nervioso. El maldito tipo de los vendajes no cambiaba el rostro desde que le estaba mirando y eso le hacía sentir extraño. Después el castaño miró de la misma forma al ojeador y éste apartó la mirada también. La primera ciega parecía ser poco pero de todas formas nunca había que confiarse y estaban a punto de empezar.
Finalmente dieron la señal y comenzaron todos a pensar sus estrategias. Colocaron sus ciegas con calma y recibieron sus cartas. El revolucionario miró las dos suyas y en ellas pudo ver dos nueves. La partida comenzó a desarrollarse despacio y tras la apuesta inicial en la que todos pasaron llegó el turno del dragón. No había aún cartas en la mesa pero tal vez él apostaba o subía. Krauser lo miraba con aquella expresión extraña mientras esperaba a ver qué pasaba. De repente el demonio centró su mirada en aquel hombre llamado Tony. Éste al verle de nuevo mirarle no pudo evitar alzar una ceja y pegar bien sus cartas a la mesa. Al principió pensó que Redfield quería mirarle las cartas pero después llegó a pensar que quería asesinarlo o algo por el estilo. Aquel tipo tenía un rey un seis, cosa que no podía ver el demonio. Todo pintaba ser muy interesante.
El diablo ahora dejó de mirarle y pasó al ojeador. Éste al ver que le miraba de aquella forma no pudo evitar apartar de nuevo la mirada. El siguiente fue el crupier, el pobre hombre tragó saliva y miró a Dexter suplicante para que eligiera rápido pues era como si el asesino los estuviese torturando psicológicamente. En menos de un minuto Samegure había “sodomizado” a media mesa con la mirada.
Finalmente siguieron a un hombre hasta la mesa donde se iba a desarrollar el juego. Él quedó frente a Dexter con una mirada amable. En cuanto empezaron a hablar el rostro de Krauser cambió al que solía usar cuando combatía. Así pensaba tirarse toda la noche si hacía falta para que no le pillasen nada tuviese lo que tuviese. Nombraron a un tío llamado Tony y decían que era el mejor jugador de todos. El asesinó lo miró a los ojos fijamente y el pobre hombre se puso algo nervioso. El maldito tipo de los vendajes no cambiaba el rostro desde que le estaba mirando y eso le hacía sentir extraño. Después el castaño miró de la misma forma al ojeador y éste apartó la mirada también. La primera ciega parecía ser poco pero de todas formas nunca había que confiarse y estaban a punto de empezar.
Finalmente dieron la señal y comenzaron todos a pensar sus estrategias. Colocaron sus ciegas con calma y recibieron sus cartas. El revolucionario miró las dos suyas y en ellas pudo ver dos nueves. La partida comenzó a desarrollarse despacio y tras la apuesta inicial en la que todos pasaron llegó el turno del dragón. No había aún cartas en la mesa pero tal vez él apostaba o subía. Krauser lo miraba con aquella expresión extraña mientras esperaba a ver qué pasaba. De repente el demonio centró su mirada en aquel hombre llamado Tony. Éste al verle de nuevo mirarle no pudo evitar alzar una ceja y pegar bien sus cartas a la mesa. Al principió pensó que Redfield quería mirarle las cartas pero después llegó a pensar que quería asesinarlo o algo por el estilo. Aquel tipo tenía un rey un seis, cosa que no podía ver el demonio. Todo pintaba ser muy interesante.
El diablo ahora dejó de mirarle y pasó al ojeador. Éste al ver que le miraba de aquella forma no pudo evitar apartar de nuevo la mirada. El siguiente fue el crupier, el pobre hombre tragó saliva y miró a Dexter suplicante para que eligiera rápido pues era como si el asesino los estuviese torturando psicológicamente. En menos de un minuto Samegure había “sodomizado” a media mesa con la mirada.
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-Me gusta la gente segura de sí misma- comentó mientras se sentaba frente al asiento que ocupó Krauser-. Aunque mi amigo también parece estar bastante convencido de ganar.
Los demás tipos temblequeaban ligeramente ante la presencia del revolucionario, más por su aspecto temible que por la fama que lo precedía como asesino sanguinario, pero no era tampoco desdeñable que en ese lugar supieran quién era Krauser Redfield, uno de los hombres más buscados del mundo. Si eso no fuera suficiente, de alguien conocerlo a él debía estar todavía más asustado, y eso hizo que por un momento Tony Tomson cometiera un gravísimo error.
El crupier levantó las dos primeras cartas, pero él en su mano tenía tres. ¿Cómo podía tener tres? Un as bajo la manga, sin ser bien utilizado, era una debilidad. Sin embargo, a pesar de ello, no dijo nada. Quería ver bien qué sucedía y cómo llegaba la partida a terminar, a pesar de las trampas evidentes del gran Tony.
-Qué bien, estas cartas casi valen más de lo que son- comentó, apostando un millón. Buen comienzo, quería saber cómo seguiría la partida.
El crupier levantó las dos primeras cartas, un seis de corazones y un siete de picas. Verdadera morralla, aunque el Shichibukai tenía en sus manos una pareja. "Pareja de seises, qué desastre", pensó, mientras el campeón asistía y subía la puja quinientos mil berries más. Debía estar muy seguro de su victoria si pretendía ir subiendo más y más, aunque por desgracia no hubo tiempo para que Krauser apostara.
Desde la lejanía llegaba un rumor, un sonido muy apagado, como gente susurrando y pasos a hurtadillas. ¿La gente de antes? Sí, la gente de antes probablemente estuviera implicada, y mientras los pasos cada vez se acercaban más y más Dexter le hizo una señal a Krauser para que estuviera atento.
-¡Ey, las señas están prohi...!
El crupier no llegó a terminar la frase, pues la puerta que cerraba la estancia fue derribada. Donde se encontraba Dexter en su lugar estaba un segundo Krauser. Bendita polimorfia, qué divertido llegaba a ser todo. Se tocó los brazos y el pecho, acostumbrándose a la complexión del Demonio de la Niebla, y se puso en guardia a puño desnudo.
-¡Alto, Cipher Pol!- gritó un tipo-. ¡Quedan todos detenidos por ocultar a un peligroso Revolucionario!
No pudo evitar sonreír mientras se relamía los afilados dientes. Espera, ¿Dientes afilados? ¿Se los limaba? Qué raro era eso, aunque cada quien tenía sus manías, no era quién de juzgar.
-No es uno, somos dos- dijo él, esperando dejarlos en shock.
Los demás tipos temblequeaban ligeramente ante la presencia del revolucionario, más por su aspecto temible que por la fama que lo precedía como asesino sanguinario, pero no era tampoco desdeñable que en ese lugar supieran quién era Krauser Redfield, uno de los hombres más buscados del mundo. Si eso no fuera suficiente, de alguien conocerlo a él debía estar todavía más asustado, y eso hizo que por un momento Tony Tomson cometiera un gravísimo error.
El crupier levantó las dos primeras cartas, pero él en su mano tenía tres. ¿Cómo podía tener tres? Un as bajo la manga, sin ser bien utilizado, era una debilidad. Sin embargo, a pesar de ello, no dijo nada. Quería ver bien qué sucedía y cómo llegaba la partida a terminar, a pesar de las trampas evidentes del gran Tony.
-Qué bien, estas cartas casi valen más de lo que son- comentó, apostando un millón. Buen comienzo, quería saber cómo seguiría la partida.
El crupier levantó las dos primeras cartas, un seis de corazones y un siete de picas. Verdadera morralla, aunque el Shichibukai tenía en sus manos una pareja. "Pareja de seises, qué desastre", pensó, mientras el campeón asistía y subía la puja quinientos mil berries más. Debía estar muy seguro de su victoria si pretendía ir subiendo más y más, aunque por desgracia no hubo tiempo para que Krauser apostara.
Desde la lejanía llegaba un rumor, un sonido muy apagado, como gente susurrando y pasos a hurtadillas. ¿La gente de antes? Sí, la gente de antes probablemente estuviera implicada, y mientras los pasos cada vez se acercaban más y más Dexter le hizo una señal a Krauser para que estuviera atento.
-¡Ey, las señas están prohi...!
El crupier no llegó a terminar la frase, pues la puerta que cerraba la estancia fue derribada. Donde se encontraba Dexter en su lugar estaba un segundo Krauser. Bendita polimorfia, qué divertido llegaba a ser todo. Se tocó los brazos y el pecho, acostumbrándose a la complexión del Demonio de la Niebla, y se puso en guardia a puño desnudo.
-¡Alto, Cipher Pol!- gritó un tipo-. ¡Quedan todos detenidos por ocultar a un peligroso Revolucionario!
No pudo evitar sonreír mientras se relamía los afilados dientes. Espera, ¿Dientes afilados? ¿Se los limaba? Qué raro era eso, aunque cada quien tenía sus manías, no era quién de juzgar.
-No es uno, somos dos- dijo él, esperando dejarlos en shock.
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Ya quedaba poco, el loco del asesino iba a apostar todo sin pensarlo. Con su pequeña pareja de nueves y sin nada más haría el farol del siglo, pero con su mirada tal vez podía apañárselas. Mostró una expresión siniestra y estiró sus fichas hacia delante, pero entonces observó la seña del dragón ¿Qué pasaba? Él no era alguien que hiciera trampa. Pasaba algo ajeno a la partida y eso no podía ser bueno. El Gran Espada se mantuvo calmado mientras suspiraba. Entonces la puerta fue derribada. No se esperaba que un puto miembro del gobierno mundial estuviese allí. Estaba obligado a llevárselo o en el peor de los casos, matarlo. No iba a dejar que aquella gente pagase el pato. Entonces pudo ver que su compañero se había convertido en él. El rebelde estaba flipándolo.
- ¿Nos leéis nuestros derechos al menos?
Dijo entonces el demonio de la niebla colocándose en pie y avanzando hacia Dexter. Se quedó mirándolo a los ojos unos momentos y después estiró la mano hacia su brazo, palpándolo. Era una réplica exacta y eso le hizo gracia. Entonces volvió a mirar hacia el idiota que había interrumpido la partida, el cual estaba flipando un poco. Las demás personas también lo estaban haciendo al ver a dos titos.
- ¡No podéis ser dos! ¿Es un clon de niebla? A mí no me vais a engañar… – Decía el tipo mientras los señalaba a ambos con el dedo índice.
Una de las paredes fue derribada entonces, los escombros cayeron a un lado y algo de polvo se formó en la sala. Cuando se hubo despejado, había dos tipos de dos metros, vestidos con armaduras rojas completas. Los cascos tenían el cristal en color verde fosforito, en sus manos había fusiles algo futuristas por así decirlo. Apuntaron hacia ellos y mostraron agresividad apartando a un par de ciudadanos con las piernas, a patadas literalmente.
- ¡Ni un puto paso! Poned las manos en alto… ¡Y rendíos sin dar la lata!
Aquello no parecía ser real. El demonio se quedó mirando a su compañero con una expresión que mostraba incredibilidad. Lo siguiente que hizo el rebelde fue llevar la mano derecha al mentón y se puso a pensar un poco. Ahora iba a tener que silenciar a tres personas del gobierno. Frunció el ceño al ver la violencia de eso dos, incluso Tony se llevó un puñetazo en el rostro por intentar hablar.
- Una pared, daños colaterales… ¿Cuántas hostias son eso, Krauser? – Dijo entonces mientras preguntaba al dragón con el ceño fruncido.
- ¿Nos leéis nuestros derechos al menos?
Dijo entonces el demonio de la niebla colocándose en pie y avanzando hacia Dexter. Se quedó mirándolo a los ojos unos momentos y después estiró la mano hacia su brazo, palpándolo. Era una réplica exacta y eso le hizo gracia. Entonces volvió a mirar hacia el idiota que había interrumpido la partida, el cual estaba flipando un poco. Las demás personas también lo estaban haciendo al ver a dos titos.
- ¡No podéis ser dos! ¿Es un clon de niebla? A mí no me vais a engañar… – Decía el tipo mientras los señalaba a ambos con el dedo índice.
Una de las paredes fue derribada entonces, los escombros cayeron a un lado y algo de polvo se formó en la sala. Cuando se hubo despejado, había dos tipos de dos metros, vestidos con armaduras rojas completas. Los cascos tenían el cristal en color verde fosforito, en sus manos había fusiles algo futuristas por así decirlo. Apuntaron hacia ellos y mostraron agresividad apartando a un par de ciudadanos con las piernas, a patadas literalmente.
- ¡Ni un puto paso! Poned las manos en alto… ¡Y rendíos sin dar la lata!
Aquello no parecía ser real. El demonio se quedó mirando a su compañero con una expresión que mostraba incredibilidad. Lo siguiente que hizo el rebelde fue llevar la mano derecha al mentón y se puso a pensar un poco. Ahora iba a tener que silenciar a tres personas del gobierno. Frunció el ceño al ver la violencia de eso dos, incluso Tony se llevó un puñetazo en el rostro por intentar hablar.
- Una pared, daños colaterales… ¿Cuántas hostias son eso, Krauser? – Dijo entonces mientras preguntaba al dragón con el ceño fruncido.
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