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El día estaba siendo bastante frío. Un Tren avanzaba a toda velocidad por una isla del North Blue. Todo estaba cubierto de nieve y la isla parecía bastante grande. Dentro de aquel transporte se hallaban unos siete agentes del gobierno, todos eran novatos del CP1 salvo uno de ellos. Un hombre que ahora estaba sentado en uno de los asientos del primer vagón. Su pelo era castaño y corto. Sus ojos estaban tapados por unas gafas de Sol rojas. Vestía con una camisa roja y una gabardina negra por encima, el pantalón era color mostaza y sus zapatos marrones. Podían verse un par de fundas en su cintura dónde guardaba sus pistolas doradas. Dentro de su prenda superior guardaba su Uzi y su puñal Eagle Red. En su boca llevaba un cigarro encendido y su postura era un tanto peculiar.
Este hombre era Castor Troy, el CP4 de plata. Un hombre que había recibido la misión de proteger al doctor Marco Nergrit. Ese hombre al parecer tenía información sobre los revolucionarios y había que llevarlo al otro lado de la isla, dónde un barco del gobierno esperaba para llevarlo a una zona más segura. Estaba sentado al otro lado del pasillo pero bastante cerca del asesino. Se trataba de un hombre de cuarenta años, pelo cobrizo y ojos dorados, además llevaba una ropa de científico. La típica bata blanca con algunos tubos de colorines en los bolsillos. Ese tipo parecía ser un amargado de la vida y por ello el agente del gobierno estaba aburrido. Ahora soltó un leve suspiro y colocó su mano en el posabrazos del asiento para después mirarle y sonreírle. – ¿Hay revolucionarias ninfómanas? – Dijo ahora aquel tipo emitiendo una lasciva sonrisa. Sin embargo el científico miró a otro lado escupiendo en el cenicero frente a su asiento.
De repente la puerta se abrió y una chica llegó hasta dónde estaba el castaño. Una joven pelirroja de pelo corto y ojos azulados, se sentó en las rodillas del agente del gobierno y se abrazó a su cuello mientras le acariciaba la cabeza. – Bueno, creo que vamos a pasarlo bien por el camino. – Increíble, el enfermo se había llevado a una chica de compañía a una misión oficial. Menos mal que era el máximo rango allí o de lo contrario iba a tener unos problemas brutales. Miró por la ventana lo que parecía ser un enorme puente pero apartó de repente la mirada cuando aquella preciosa mujer se puso juguetona. El doctor al que tenía que proteger hizo una mueca de asco y miró a otro lado mientras se cruzaba de brazos impresionado por la poca profesionalidad de su protector. Ese día iba a ser muy movidito.
Este hombre era Castor Troy, el CP4 de plata. Un hombre que había recibido la misión de proteger al doctor Marco Nergrit. Ese hombre al parecer tenía información sobre los revolucionarios y había que llevarlo al otro lado de la isla, dónde un barco del gobierno esperaba para llevarlo a una zona más segura. Estaba sentado al otro lado del pasillo pero bastante cerca del asesino. Se trataba de un hombre de cuarenta años, pelo cobrizo y ojos dorados, además llevaba una ropa de científico. La típica bata blanca con algunos tubos de colorines en los bolsillos. Ese tipo parecía ser un amargado de la vida y por ello el agente del gobierno estaba aburrido. Ahora soltó un leve suspiro y colocó su mano en el posabrazos del asiento para después mirarle y sonreírle. – ¿Hay revolucionarias ninfómanas? – Dijo ahora aquel tipo emitiendo una lasciva sonrisa. Sin embargo el científico miró a otro lado escupiendo en el cenicero frente a su asiento.
De repente la puerta se abrió y una chica llegó hasta dónde estaba el castaño. Una joven pelirroja de pelo corto y ojos azulados, se sentó en las rodillas del agente del gobierno y se abrazó a su cuello mientras le acariciaba la cabeza. – Bueno, creo que vamos a pasarlo bien por el camino. – Increíble, el enfermo se había llevado a una chica de compañía a una misión oficial. Menos mal que era el máximo rango allí o de lo contrario iba a tener unos problemas brutales. Miró por la ventana lo que parecía ser un enorme puente pero apartó de repente la mirada cuando aquella preciosa mujer se puso juguetona. El doctor al que tenía que proteger hizo una mueca de asco y miró a otro lado mientras se cruzaba de brazos impresionado por la poca profesionalidad de su protector. Ese día iba a ser muy movidito.
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Qué viaje más aburrido... encerrado en un cajón de transporte de mercancías. Menudas ideas las suyas. "Será buena idea infiltrarse en el tren metido entre las patatas... soy idiota." A parte de que era terriblemente incómodo y le dolía a horrores la espalda, no tenía forma de salir. Habían puesto alguna caja encima, con lo que no podía abrir la suya. La única opción viable que le veía a todo aquello era salir a saco reventando la madera a golpes, pero eso alertaría a todo el tren de su presencia. Podía notar a dos presencias cerca de él, ninguna destacadamente fuerte... pero en el lugar había al menos un agente de su nivel de poder aproximadamente. Si tenía que enfrentarse a él a la vez que al resto de guardias, estaría en problemas.
Finalmente optó por una opción tan extraña como efectiva y peligrosa. Comenzó a balancearse hacia los lados, tratando de volcar la caja. A medida veía que no daba resultados, comenzó a hacerlo con más brío, hasta que escuchó un golpe fuera y de repente el contenedor cayó de lado, abriéndose de golpe. Jack salió rodando fuera, en medio de una marea de patatas. Sin perder tiempo, se levantó y observó el lugar. Estaba en medio de un vagón de mercancías, como sospechaba. Parecía que era el último del transporte, y por suerte para él había bastantes recovecos para esconderse. Iba con sus vestimentas habituales: una capa negra, su máscara y su sombrero, su chaqueta con arneses para transportar todo su equipo de trabajo y sus diversas armas.
- ...que te digo que no ha sido nada, se habrá caído alguna caja - escuchó que decía una voz.
Con el sigilo que le caracterizaba, se escondió entre dos containers al tiempo que se abría la puerta del vagón. Los había notado llegar con su mantra. Uno se quedó al otro lado, mientras que este entró a revisar. En el momento en que pasó junto a Jack, este lo agarró haciéndole una presa y tapándole la boca. Entonces le apoyó la mano izquierda en la cabeza y activó el mecanismo de su hoja oculta. Una cuchilla de acero asomó desde debajo de su antebrazo, atravesando la sien del agente y matándolo al instante. Jack dejó caer su cadáver al suelo, y a continuación, tratando de imitar la voz que había oído, dijo:
- ¡Creo que tengo algo!
En el mismo momento en que el segundo agente entre en el vagón, Jack tiró una daga al aire sin salir de su escondite. Esta dio un giro de ciento ochenta grados en su vuelo y se dirigió velozmente hacia la puerta, clavándose en la garganta de su objetivo. El hombre comenzó a gorgotear, echando sangre tanto por la herida como por la boca, y trató de arrancarse el arma. El revolucionario salió de su escondite, se acercó, y clavó hasta el fondo. El tipo comenzó a moverse violentamente, entre espasmos. Tras recuperar su arma y limpiarla contra las ropas del CP, se la guardó en el cinto y pasó sigilosamente al siguiente vagón, sacando su machete.
- No habrá piedad para los siervos de la injusticia - sentenció.
Finalmente optó por una opción tan extraña como efectiva y peligrosa. Comenzó a balancearse hacia los lados, tratando de volcar la caja. A medida veía que no daba resultados, comenzó a hacerlo con más brío, hasta que escuchó un golpe fuera y de repente el contenedor cayó de lado, abriéndose de golpe. Jack salió rodando fuera, en medio de una marea de patatas. Sin perder tiempo, se levantó y observó el lugar. Estaba en medio de un vagón de mercancías, como sospechaba. Parecía que era el último del transporte, y por suerte para él había bastantes recovecos para esconderse. Iba con sus vestimentas habituales: una capa negra, su máscara y su sombrero, su chaqueta con arneses para transportar todo su equipo de trabajo y sus diversas armas.
- ...que te digo que no ha sido nada, se habrá caído alguna caja - escuchó que decía una voz.
Con el sigilo que le caracterizaba, se escondió entre dos containers al tiempo que se abría la puerta del vagón. Los había notado llegar con su mantra. Uno se quedó al otro lado, mientras que este entró a revisar. En el momento en que pasó junto a Jack, este lo agarró haciéndole una presa y tapándole la boca. Entonces le apoyó la mano izquierda en la cabeza y activó el mecanismo de su hoja oculta. Una cuchilla de acero asomó desde debajo de su antebrazo, atravesando la sien del agente y matándolo al instante. Jack dejó caer su cadáver al suelo, y a continuación, tratando de imitar la voz que había oído, dijo:
- ¡Creo que tengo algo!
En el mismo momento en que el segundo agente entre en el vagón, Jack tiró una daga al aire sin salir de su escondite. Esta dio un giro de ciento ochenta grados en su vuelo y se dirigió velozmente hacia la puerta, clavándose en la garganta de su objetivo. El hombre comenzó a gorgotear, echando sangre tanto por la herida como por la boca, y trató de arrancarse el arma. El revolucionario salió de su escondite, se acercó, y clavó hasta el fondo. El tipo comenzó a moverse violentamente, entre espasmos. Tras recuperar su arma y limpiarla contra las ropas del CP, se la guardó en el cinto y pasó sigilosamente al siguiente vagón, sacando su machete.
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El agente no paraba de reír con aquella chica sobre sus piernas. Estaba demasiado contento y ahora notó como ella usando su boca le quitaba el cigarro, apagándolo después contra una de las paredes y mirando al salido de forma provocativa. Castor estaba emocionado pero al ver como su precioso cigarro era apagado no pudo evitar soltar un enorme suspiro. Justo cuando iba a empezar a meter mano a la pelirroja escuchó al hombre de su lado chasquear la lengua, lo que hizo que el CP4 sonriera de lado y se quedará mirándole. – Vamos deja de quejarte y disfruta un poco. – Una vez dijo aquellas palabras le dio un pico a la chica sobre sus labios y se puso en pie, quitándosela de encima y pegando su espalda a la pared del vagón. Clavó su mirada en aquel doctor aburrido y metió la mano en sus bolsillos.
Notaba a aquel tipo muy amargado, era un aburrido antisocial y encima no parecía apreciar las buenas vistas. – Alexia hazle un favor y dale cariño a este corderito. – Una vez dijo eso, la chica trató de acercarse al hombre de pelo cobrizo con intenciones traviesas. Ella se sentó a su lado y trató de colocar su mano sobre la entrepierna de aquel tipo, sin embargo este le apartó la mano de forma brusca. Definitivamente le gustaban los hombres, pero entonces aquello significaba que el castaño disfrutaría de la pelirroja todo el camino. – Anda nena ven aquí y muéstrale a papi lo que tienes ahí guardado. – Dijo ahora de forma atrevida mientras miraba el escote de la chica sin parar.
Justo cuando ella estaba a punto de quitarse la parte superior de la ropa, aquel doctor empezó a quejarse de nuevo. – Deja de hacer el enfermo, vaya agente que me han puesto. Deberías estar en una clínica psiquiátrica y no aquí vigilándome. Cuando este tren llegue a su destino voy a tener unas palabras con tus superiores. – La pelirroja al escuchar aquello se cortó un poco más y miró a otro lado. El agente por su parte alzó una ceja y caminó hasta aquel imbécil para después colocar su pistola apuntándole al centro de la frente. El doctor abrió los ojos impresionado por la actitud de aquel hombre y sin pensárselo cerró la boca y dejó de hablar. Cosa que hizo al asesino sonreír de lado para después guardar su arma y volver a quedarse pegado a la pared. Le estaba apeteciendo beber algo y ahora no había nadie por allí que pudiera servirle una copa. De modo que se quedó mirando a la chica de compañía y le sonrió de forma lasciva. – Anda cielo tráeme una cerveza bien fría y te la pasaré de boca a boca. – La mujer asintió ante aquellas palabras dirigiéndose ahora al vagón de atrás.
Castor al verla marchar dirigió su mirada a la parte trasera de la muchacha, emitiendo un sonido algo provocativo imitando el gruñido de una fiera. – ¿Fantástica verdad? – Dijo ahora soltando una carcajada mientras miraba al hombre al que supuestamente tenía que proteger. Le daba igual lo que aquel payaso dijera una vez llegaran, era su palabra contra la suya y si preguntaban por la pelirroja tan solo tenía que decir que no la había visto nunca. Por suerte la coló sin que ningún otro agente la hubiese visto y eso le daba una ventaja tremenda en aquel caso.
Notaba a aquel tipo muy amargado, era un aburrido antisocial y encima no parecía apreciar las buenas vistas. – Alexia hazle un favor y dale cariño a este corderito. – Una vez dijo eso, la chica trató de acercarse al hombre de pelo cobrizo con intenciones traviesas. Ella se sentó a su lado y trató de colocar su mano sobre la entrepierna de aquel tipo, sin embargo este le apartó la mano de forma brusca. Definitivamente le gustaban los hombres, pero entonces aquello significaba que el castaño disfrutaría de la pelirroja todo el camino. – Anda nena ven aquí y muéstrale a papi lo que tienes ahí guardado. – Dijo ahora de forma atrevida mientras miraba el escote de la chica sin parar.
Justo cuando ella estaba a punto de quitarse la parte superior de la ropa, aquel doctor empezó a quejarse de nuevo. – Deja de hacer el enfermo, vaya agente que me han puesto. Deberías estar en una clínica psiquiátrica y no aquí vigilándome. Cuando este tren llegue a su destino voy a tener unas palabras con tus superiores. – La pelirroja al escuchar aquello se cortó un poco más y miró a otro lado. El agente por su parte alzó una ceja y caminó hasta aquel imbécil para después colocar su pistola apuntándole al centro de la frente. El doctor abrió los ojos impresionado por la actitud de aquel hombre y sin pensárselo cerró la boca y dejó de hablar. Cosa que hizo al asesino sonreír de lado para después guardar su arma y volver a quedarse pegado a la pared. Le estaba apeteciendo beber algo y ahora no había nadie por allí que pudiera servirle una copa. De modo que se quedó mirando a la chica de compañía y le sonrió de forma lasciva. – Anda cielo tráeme una cerveza bien fría y te la pasaré de boca a boca. – La mujer asintió ante aquellas palabras dirigiéndose ahora al vagón de atrás.
Castor al verla marchar dirigió su mirada a la parte trasera de la muchacha, emitiendo un sonido algo provocativo imitando el gruñido de una fiera. – ¿Fantástica verdad? – Dijo ahora soltando una carcajada mientras miraba al hombre al que supuestamente tenía que proteger. Le daba igual lo que aquel payaso dijera una vez llegaran, era su palabra contra la suya y si preguntaban por la pelirroja tan solo tenía que decir que no la había visto nunca. Por suerte la coló sin que ningún otro agente la hubiese visto y eso le daba una ventaja tremenda en aquel caso.
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Jack arrastró ambos cadáveres y los registró. A parte de sus identificaciones de CP 1, tenían pistolas y varios cargadores. Tras comprobar que la munición era del mismo calibre que su propia arma, se los quitó y siguió buscando cosas útiles. En el cuerpo de uno de ellos encontró un den den mushi y un número de contacto, un tal Castor Troy. Debía ser su superior. "Bien, bien" pensó "con esto ya puedo empezar a trabajar." Tras comprobar con su mantra que estaba desierto, se trasladó al siguiente vagón y comenzó su plan. Sacó su material de trabajo y comenzó a preparar con piezas de metal pequeñas (tuercas y clavos mayormente) tela, adhesivo y un cartucho de TNT un explosivo de metralla improvisado. Puso una mecha de quemado rápido y con más adhesivo pegó en esta un poco de pólvora de bengala. Esta era muy diferente a la de los explosivos, pues no hacía falta una llama para encenderla. Un golpe demasiado fuerte bastaba para prenderla. Acto seguido pegó el explosivo en la pared junto a la puerta y lo aseguró bien, y alargó la mecha hasta el borde de esta, pegándola con el adhesivo. Así, en el momento en que alguien quisiera abrir, tendría que dar un empujón para abrirla, prendiendo la pólvora de bengala, que encendería la mecha, haciendo estallar la trampa. No era un explosivo de gran potencia, pero la metralla haría el resto del trabajo.
- Listo. Ahora debería pensar algo por si viene en grupo.
Tras planear la trampa durante un par de minutos, fue a buscar uno de los cadáveres. Con la ropa del otro le improvisó una bufanda que cubriera la herida de su cuello y parte del rostro, y acto seguido lo metió en el vagón. Lo apoyó en un asiento de tal manera que quedara mirando hacia la puerta, probando varias posiciones hasta encontrar una en que el cadáver fuera estable. Le pegó con más adhesivo las manos a su propia pistola, y se las apoyó en el respaldo del asiento de enfrente. En el momento anterior a atraer a los agentes a su trampa, canalizaría con un toque su energía al arma del cadáver, con intención de que se disparase nada más abrir la puerta. Con esparadrapo aseguró los brazos al respaldo para que no se movieran con el retroceso, y así mantenerle disparando contra la puerta hasta vaciar el cargador. Esto le serviría a la vez de trampa y señuelo, tras lo cuál él mismo asesinaría a los supervivientes. Acto seguido cogió el den den mushi y llamó a Castor Troy.
- Jefe, tenemos algo raro en el vagón de mercancías. Alguien se ha colado en el tren y se ha cargado a uno de los nuestros. Oh, mierda, creo que lo oigo... - acto seguido colgó y se guardó el aparato.
Rápidamente tocó la pistola y canalizó energía hacia esta. Permaneció a la espera, concentrado en su mantra, y en el momento en que notó presencias aproximándose, se escondió detrás de un asiento en la sexta fila. Guardó su machete y sacó su pistola y tres shurikens, sabiendo que le serían más útiles. Si la bomba no se accionaba al abrirse la puerta, le pegaría un tiro él mismo al explosivo para activarlo. También dejó un cartucho más de mecha corta junto a él, y el zippo listo para prenderle fuego y arrojarlo. Ahora tocaba estar alerta, y actuar rápido.
- Listo. Ahora debería pensar algo por si viene en grupo.
Tras planear la trampa durante un par de minutos, fue a buscar uno de los cadáveres. Con la ropa del otro le improvisó una bufanda que cubriera la herida de su cuello y parte del rostro, y acto seguido lo metió en el vagón. Lo apoyó en un asiento de tal manera que quedara mirando hacia la puerta, probando varias posiciones hasta encontrar una en que el cadáver fuera estable. Le pegó con más adhesivo las manos a su propia pistola, y se las apoyó en el respaldo del asiento de enfrente. En el momento anterior a atraer a los agentes a su trampa, canalizaría con un toque su energía al arma del cadáver, con intención de que se disparase nada más abrir la puerta. Con esparadrapo aseguró los brazos al respaldo para que no se movieran con el retroceso, y así mantenerle disparando contra la puerta hasta vaciar el cargador. Esto le serviría a la vez de trampa y señuelo, tras lo cuál él mismo asesinaría a los supervivientes. Acto seguido cogió el den den mushi y llamó a Castor Troy.
- Jefe, tenemos algo raro en el vagón de mercancías. Alguien se ha colado en el tren y se ha cargado a uno de los nuestros. Oh, mierda, creo que lo oigo... - acto seguido colgó y se guardó el aparato.
Rápidamente tocó la pistola y canalizó energía hacia esta. Permaneció a la espera, concentrado en su mantra, y en el momento en que notó presencias aproximándose, se escondió detrás de un asiento en la sexta fila. Guardó su machete y sacó su pistola y tres shurikens, sabiendo que le serían más útiles. Si la bomba no se accionaba al abrirse la puerta, le pegaría un tiro él mismo al explosivo para activarlo. También dejó un cartucho más de mecha corta junto a él, y el zippo listo para prenderle fuego y arrojarlo. Ahora tocaba estar alerta, y actuar rápido.
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El castaño continuaba tranquilo mirando por la ventana hasta que se abrió la puerta y entró aquella preciosa chica de melena rojiza. En su mano llevaba una botella azulada, una deliciosa y refrescante cerveza. – Bravo – Dijo simplemente recibiendo a aquella preciosidad para después coger el objeto y abrirlo con una pequeña navaja. Justo cuando iba a darle un trago empezó a sonar su comunicador. Soltó un leve suspiro y lo cogió con calma para ver qué diablos pasaba. Cuando escuchó aquellas palabras no pudo evitar fruncir el ceño y guardar el den den mushi. La chica empezó a acariciarle y en ese momento el asesino le dio un empujón violento. – ¡Aparta coño! – La echó a un lado y miró por la ventana de la puerta que conectaba al siguiente vagón. Todo estaba normal y eso le hizo alzar una ceja.
Activó su haki de observación y en ese momento quedó impresionado al notar las pocas presencias que quedaban. Entre ellas había una similar a su poder, incluso algo mayor. Sus hombres ya estaban muertos al parecer. Ahora miró hacia atrás y se puso serio al mismo tiempo que le daba una patada a la puerta echándola abajo. – Alexia ven conmigo, ve tu primero por lo que pueda pasar. – La joven chica de compañía sintió un sentimiento de miedo recorrer su cuerpo y se negó un poco mientras retrocedía. El doctor se puso en pie y trató de hacerse el héroe. – Es tu deber protegernos agente, déjala en paz y ve tú. – Castor ahora lo miró enfurecido y sacó su pistola dorada, apretando el gatillo y metiéndole una bala en la rótula que causó un quejido de aquel imbécil. – ¡Vigila tu puta lengua! – Tras aquello la chica se asustó aún más y decidió hacerle caso.
Alexia caminaba despacio y a tres metros de ella el agente sesentainueve, totalmente alerta con su haki de observación activado y su forma intangible lista. Dejaron en el vagón de atrás al doctor que había que proteger, totalmente cojo. Llegaron a la puerta que conducía al siguiente vagón y fue cuando la chica trató de abrirla pero parecía atascada. El castaño le hizo otro gesto con la pistola para que insistiera. La pelirroja hizo fuerza abriéndola y en ese momento un sonido espantoso surgió de la nada. La sangre saltó por los aires pintando las ventanas y algunos asientos. La chica cayó al suelo muerta y con agujeros importantes en el cuerpo. Al parecer era una trampa, ahora varios disparos empezaron a ocurrir y algunos de ellos impactaron en el cuerpo del asesino. Sin embargo este se quedó quieto recibiéndolos sin importarle mucho. Gracias a su fruta del tipo logia no le habían afectado.
La trampa había sido muy buena y además habían conseguido joderle la gabardina. Ahora se la quitó quedando con su camisa roja y arrojando a un lado sus gafas de Sol. Miró hacia el frente y con su mantra detectó la presencia a unos cuantos metros de él. No pudo evitar sacar con la mano libre su Uzi y sin pensarlo apuntar a la zona dónde se debía hallar aquella persona. – ¡Fiesta sorpresa hijo de puta! – Sin pensárselo empezó a correr hacia el frente disparando hacia el asiento tras la sexta fila a medida que iba riendo. Aquella arma disparaba muchísimas balas por segundos y pese a que su puntería no era muy buena confiaba en que al haber tantas al mismo tiempo consiguiesen derribar a su objetivo. También esperaba que aquel capullo fuese quién fuese no contase con haki armadura o las iba a pasar canutas.
Activó su haki de observación y en ese momento quedó impresionado al notar las pocas presencias que quedaban. Entre ellas había una similar a su poder, incluso algo mayor. Sus hombres ya estaban muertos al parecer. Ahora miró hacia atrás y se puso serio al mismo tiempo que le daba una patada a la puerta echándola abajo. – Alexia ven conmigo, ve tu primero por lo que pueda pasar. – La joven chica de compañía sintió un sentimiento de miedo recorrer su cuerpo y se negó un poco mientras retrocedía. El doctor se puso en pie y trató de hacerse el héroe. – Es tu deber protegernos agente, déjala en paz y ve tú. – Castor ahora lo miró enfurecido y sacó su pistola dorada, apretando el gatillo y metiéndole una bala en la rótula que causó un quejido de aquel imbécil. – ¡Vigila tu puta lengua! – Tras aquello la chica se asustó aún más y decidió hacerle caso.
Alexia caminaba despacio y a tres metros de ella el agente sesentainueve, totalmente alerta con su haki de observación activado y su forma intangible lista. Dejaron en el vagón de atrás al doctor que había que proteger, totalmente cojo. Llegaron a la puerta que conducía al siguiente vagón y fue cuando la chica trató de abrirla pero parecía atascada. El castaño le hizo otro gesto con la pistola para que insistiera. La pelirroja hizo fuerza abriéndola y en ese momento un sonido espantoso surgió de la nada. La sangre saltó por los aires pintando las ventanas y algunos asientos. La chica cayó al suelo muerta y con agujeros importantes en el cuerpo. Al parecer era una trampa, ahora varios disparos empezaron a ocurrir y algunos de ellos impactaron en el cuerpo del asesino. Sin embargo este se quedó quieto recibiéndolos sin importarle mucho. Gracias a su fruta del tipo logia no le habían afectado.
La trampa había sido muy buena y además habían conseguido joderle la gabardina. Ahora se la quitó quedando con su camisa roja y arrojando a un lado sus gafas de Sol. Miró hacia el frente y con su mantra detectó la presencia a unos cuantos metros de él. No pudo evitar sacar con la mano libre su Uzi y sin pensarlo apuntar a la zona dónde se debía hallar aquella persona. – ¡Fiesta sorpresa hijo de puta! – Sin pensárselo empezó a correr hacia el frente disparando hacia el asiento tras la sexta fila a medida que iba riendo. Aquella arma disparaba muchísimas balas por segundos y pese a que su puntería no era muy buena confiaba en que al haber tantas al mismo tiempo consiguiesen derribar a su objetivo. También esperaba que aquel capullo fuese quién fuese no contase con haki armadura o las iba a pasar canutas.
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Con su mantra detectó dos presencias acercándose. Una era débil, posiblemente uno de los agentes de bajo rango, pero la otra era notoriamente poderosa, por lo que seguramente era el jefe. Parecía que su mentira había colado, y ahora se dirigían directos a la trampa. Se situó bien tras el asiento para resguardarse tanto de las miradas de sus enemigos como de la metralla de la bomba, y se centró en su haki. Notó que el débil entraba primero, lo cuál no le gustó un pelo. Pillar desprevenido al fuerte podría haberle dado una rápida victoria, pero yendo otro delante sus posibilidades de supervivencia se incrementaban. De acuerdo a sus planes, tuvieron que empujar para abrir, prendiendo la mecha. Esta siseó durante un instante que Jack aprovechó para taparse los oídos, y a continuación toda la cabina tembló. La presencia débil se desvaneció, y notando que la otra seguía ahí, el revolucionario activó su Ha no Arashi, haciendo que la pistola sujeta al cadáver comenzase a dispararse sola.
- Si tras esto no acaba frito... - murmuró para sí, sin acabar la frase.
Asomó entre los asientos con mucho cuidado, lo justo para ver al agente. El hombre, un tipo de pelo corto oscuro, no sólo estaba intacto, si no que varias partes de su cuerpo parecían haberse vuelto metálica. Y notaba una fuerte intención asesina, al tiempo que tuvo una visión de sí mismo acribillado por una lluvia de balas. "¡Es un logia!" pensó, notando una punzada de pánico. Rápidamente soltó los shurikens tras imbuirlos en energía con su Ha no Arashi, cogió el zippo y el cartucho con esa misma mano, y saltó a la fila de asientos de al lado. Al mismo tiempo, el tal Castor se puso a disparar a saco con un arma automática de reducido tamaño. Algunas balas le pasaron bastante cerca, y una que no pudo evitar le dio en el costado. Gracias a su haki de armadura, activado en el último instante por el aviso de su mantra, la bala no penetró excesivamente profundo, pero no era una herida para tomársela a coña. Mientras pasaba de una fila a otra, disparó varias balas imbuidas en haki contra el agente sin excesiva puntería debido al movimiento, y activó de nuevo su técnica para hacer que los shurikens comenzaran a moverse solos y salieran disparados contra el agente, yendo uno al cuello, otro al pecho y otro a la pierna izquierda.
- Maldita sea mi suerte... - farfulló, conteniendo un gruñido de dolor.
¿En serio? ¿Un logia allí? Justo la única clase de persona que podría haber sobrevivido a la trampa tras caer en ella de lleno sin tener tiempo para preparar ninguna clase de defensa. Una vez escondido tras el nuevo asiento, aprovechando que seguramente el otro tendría que recargar, puso rápidamente el seguro a la pistola y la enfundó. Acto seguido prendió la mecha de la pólvora con el zippo, imbuyó el cartucho en haki y lo mandó a rodar pasillo adelante hacia Castor, asomando sólo su brazo cyborg por si le disparaba.
- Si tras esto no acaba frito... - murmuró para sí, sin acabar la frase.
Asomó entre los asientos con mucho cuidado, lo justo para ver al agente. El hombre, un tipo de pelo corto oscuro, no sólo estaba intacto, si no que varias partes de su cuerpo parecían haberse vuelto metálica. Y notaba una fuerte intención asesina, al tiempo que tuvo una visión de sí mismo acribillado por una lluvia de balas. "¡Es un logia!" pensó, notando una punzada de pánico. Rápidamente soltó los shurikens tras imbuirlos en energía con su Ha no Arashi, cogió el zippo y el cartucho con esa misma mano, y saltó a la fila de asientos de al lado. Al mismo tiempo, el tal Castor se puso a disparar a saco con un arma automática de reducido tamaño. Algunas balas le pasaron bastante cerca, y una que no pudo evitar le dio en el costado. Gracias a su haki de armadura, activado en el último instante por el aviso de su mantra, la bala no penetró excesivamente profundo, pero no era una herida para tomársela a coña. Mientras pasaba de una fila a otra, disparó varias balas imbuidas en haki contra el agente sin excesiva puntería debido al movimiento, y activó de nuevo su técnica para hacer que los shurikens comenzaran a moverse solos y salieran disparados contra el agente, yendo uno al cuello, otro al pecho y otro a la pierna izquierda.
- Maldita sea mi suerte... - farfulló, conteniendo un gruñido de dolor.
¿En serio? ¿Un logia allí? Justo la única clase de persona que podría haber sobrevivido a la trampa tras caer en ella de lleno sin tener tiempo para preparar ninguna clase de defensa. Una vez escondido tras el nuevo asiento, aprovechando que seguramente el otro tendría que recargar, puso rápidamente el seguro a la pistola y la enfundó. Acto seguido prendió la mecha de la pólvora con el zippo, imbuyó el cartucho en haki y lo mandó a rodar pasillo adelante hacia Castor, asomando sólo su brazo cyborg por si le disparaba.
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El agente continuó disparando como un loco hasta que notó como el enemigo se cambiaba a la otra fila con un ágil salto. No pudo verle muy bien pero por las vestimentas dedujo que parecía ser un ninja o algo así. También pensó que podía ser un tipo que simplemente le gustaba vestir así. La verdad es que no tenía ni idea de si le había dado, lo único seguro fueron los disparos que su rival había lanzado contra él. Debido a que estaba corriendo no pudo hacer gran cosa y simplemente decidió moverse un poco colocando las manos en su cara, no quería que le volasen un ojo aunque luego lo regenerase. Notó un dolor punzante en el hombro izquierdo y fue cuando soltó un pequeño quejido de dolor mientras fruncía el ceño y retrocedía. Con la mano libre se tocó un poco la zona del impacto y notó algo húmedo. Al parecer ese cabrón usaba haki armadura ya que había sido capaz de herirle.
Castor trató de aguantar el dolor todo lo posible y frunció el ceño hasta que vio como unos shuriken salían disparados hacia él a una velocidad muy buena. – Él mamón es bueno – Susurró ahora mientras abría fuego de nuevo repeliendo el primero de aquellos objetos. No pudo acertar a los otros debido a que aquella arma hizo el típico sonido de vacía. Necesitaba recargar y al no tener tiempo lo único que pudo hacer fue poner los brazos en equis mientras gruñía. Una de las estrellas se clavó en su antebrazo derecho y la otra en su pierna izquierda, sin embargo no sintió la misma sensación que notó con la bala. Al parecer ese ataque no llevaba haki y ahora usó su bota de la pierna contraria para quitarse la de la pierna y su mano libre para la del brazo. Escupió a un lado y comenzó a reír mientras avanzaba un poco hacia dónde le decía su mantra que estaba aquel atacante. – ¡Sal de ahí ratita! ¡Quiero verte la colita! – Tras haber gritado aquello pudo ver como una mano asomaba lanzándole a ras de suelo un cartucho rojo. Como acto reflejo el agente trató de lanzarle la Uzi para evitar que se acercara más.
No iba a quedarse a comprobar el resultado y se giró lo más rápido posible mientras activaba el soru y salía disparado a una velocidad impresionante hacia delante. Atravesó el umbral del vagón anterior, el cual estaba reventado por las balas de metralla. Se tiró al suelo notando el sonido de la terrible explosión tras él. Una vez cayó giró a un lado de forma violenta metiéndose debajo de un asiento y notando la llamarada de fuego pasar por su lado. Sintió el calor en su rostro y ahora una sensación terriblemente dolorosa en su brazo izquierdo, estaba ardiendo. Se levantó lo más rápido posible y formó en su mano derecha una daga hecha de plata que usó para de un tajo ágil cortar la manga de su camisa y quitársela de encima. Tenía el brazo algo rojizo y le había solido bastante, por suerte fue rápido y aquella quemadura no le iba a ocasionar nada más que escozor, era más importante la bala de su hombro, la cuál podía llegar a infectarse si no acababa rápido. – ¡Estoy listo para el viaje, baby! – Gritó ahora mientras mostraba un rostro enfermizo debido a la sonrisa tan amplia que mostraba.
Parte del techo del vagón dónde estaba él había estallado y un poco de dónde se hallaba el atacante también. Ahora activó su mantra prediciendo dónde podía estar y salió trotando hasta él mientras se ponía alerta. Tomó sus dos pistolas doradas y empezó a formar un puñal de plata que formó en su boca, lo sostuvo con los dientes y continuó corriendo. Una vez estuviese cerca se movería lo más rápido posible hacia él, disparándole dos balas con cada pistola para después guardar una de ellas y tomar el puñal con esa mano. Activaría el Soru y saldría disparado hacia el enemigo, tratando de pasar por su lado e intentando de darle un corte serio en la zona del pectoral derecho. Lo lograse o no se alejaría un poco y se mantendría alerta. – ¡Woooooo! ¡Yo soy Castor Troy! ¡Siiiiiii! ¡Woooooo! – De no ser porque tuvo buena puntería y detuvo el avance del cartucho con su Uzi, seguramente la quemadura habría sido mucho más peligrosa y seguramente habría abarcado más terreno, eso no quitaba que ahora estuviese sintiendo un dolor horrible en la extremidad izquierda. Ese tío no era un cualquiera y había demostrado su potencial dañándole de aquella forma en un solo ataque y encima acabando con la vida de los demás agentes y la chica de compañía. No sabía que buscaba pero el doctor parecía ser lo más obvio, ese amargado había ocasionado todo aquello.
Castor trató de aguantar el dolor todo lo posible y frunció el ceño hasta que vio como unos shuriken salían disparados hacia él a una velocidad muy buena. – Él mamón es bueno – Susurró ahora mientras abría fuego de nuevo repeliendo el primero de aquellos objetos. No pudo acertar a los otros debido a que aquella arma hizo el típico sonido de vacía. Necesitaba recargar y al no tener tiempo lo único que pudo hacer fue poner los brazos en equis mientras gruñía. Una de las estrellas se clavó en su antebrazo derecho y la otra en su pierna izquierda, sin embargo no sintió la misma sensación que notó con la bala. Al parecer ese ataque no llevaba haki y ahora usó su bota de la pierna contraria para quitarse la de la pierna y su mano libre para la del brazo. Escupió a un lado y comenzó a reír mientras avanzaba un poco hacia dónde le decía su mantra que estaba aquel atacante. – ¡Sal de ahí ratita! ¡Quiero verte la colita! – Tras haber gritado aquello pudo ver como una mano asomaba lanzándole a ras de suelo un cartucho rojo. Como acto reflejo el agente trató de lanzarle la Uzi para evitar que se acercara más.
No iba a quedarse a comprobar el resultado y se giró lo más rápido posible mientras activaba el soru y salía disparado a una velocidad impresionante hacia delante. Atravesó el umbral del vagón anterior, el cual estaba reventado por las balas de metralla. Se tiró al suelo notando el sonido de la terrible explosión tras él. Una vez cayó giró a un lado de forma violenta metiéndose debajo de un asiento y notando la llamarada de fuego pasar por su lado. Sintió el calor en su rostro y ahora una sensación terriblemente dolorosa en su brazo izquierdo, estaba ardiendo. Se levantó lo más rápido posible y formó en su mano derecha una daga hecha de plata que usó para de un tajo ágil cortar la manga de su camisa y quitársela de encima. Tenía el brazo algo rojizo y le había solido bastante, por suerte fue rápido y aquella quemadura no le iba a ocasionar nada más que escozor, era más importante la bala de su hombro, la cuál podía llegar a infectarse si no acababa rápido. – ¡Estoy listo para el viaje, baby! – Gritó ahora mientras mostraba un rostro enfermizo debido a la sonrisa tan amplia que mostraba.
Parte del techo del vagón dónde estaba él había estallado y un poco de dónde se hallaba el atacante también. Ahora activó su mantra prediciendo dónde podía estar y salió trotando hasta él mientras se ponía alerta. Tomó sus dos pistolas doradas y empezó a formar un puñal de plata que formó en su boca, lo sostuvo con los dientes y continuó corriendo. Una vez estuviese cerca se movería lo más rápido posible hacia él, disparándole dos balas con cada pistola para después guardar una de ellas y tomar el puñal con esa mano. Activaría el Soru y saldría disparado hacia el enemigo, tratando de pasar por su lado e intentando de darle un corte serio en la zona del pectoral derecho. Lo lograse o no se alejaría un poco y se mantendría alerta. – ¡Woooooo! ¡Yo soy Castor Troy! ¡Siiiiiii! ¡Woooooo! – De no ser porque tuvo buena puntería y detuvo el avance del cartucho con su Uzi, seguramente la quemadura habría sido mucho más peligrosa y seguramente habría abarcado más terreno, eso no quitaba que ahora estuviese sintiendo un dolor horrible en la extremidad izquierda. Ese tío no era un cualquiera y había demostrado su potencial dañándole de aquella forma en un solo ataque y encima acabando con la vida de los demás agentes y la chica de compañía. No sabía que buscaba pero el doctor parecía ser lo más obvio, ese amargado había ocasionado todo aquello.
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Castor desvió el cartucho... ¿tirando su arma hacia él? ¿Pero en qué cojones pensaba aquel tío? Se alarmó enormemente al ver la dinamita detenerse tan cerca de él, y rápidamente se tiró sobre uno de los asientos haciéndose un ovillo y cubriéndose las manos sobre la cabeza al tiempo que reforzaba esta y el cuello con haki. Sabía que no le daría tiempo a más, y proteger aquellos puntos era vital. Había asientos entre él y el explosivo, pero no le apetecía llevarse un golpe tonto, o romperse el cuello al chocarse contra algo por la onda expansiva. Notó un pitido en los oídos, y el asiento que tenía enfrente salió disparado hacia él, haciendo bocata de Jack. Por suerte eso hizo que la llamarada liberada no le diera, con lo que pudo apartar el asiento algo magullado pero mayormente intacto. Se levantó, algo mareado y recuperando la audición poco a poco, cuando notó la presencia del agente en el otro vagón. Así que se las había ingeniado para librarse.
- Maldito loco...
Esta vez iba a ir sin andarse con chiquilladas. Se remangó el brazo derecho, dejando al descubierto el brazalete de Hoja Libertaria, y pulsó un botón. La espada se desplegó, mostrando un filo rojo de sesenta centímetros de largo. Acto seguido se hizo un pequeño corte con la hoja en el brazo izquierdo, manchando de sangre el brazal espada, y sacó uno de sus cuchillos. Imbuyó este en haki armadura y energía, y empleando el Ha no Arashi lo hizo levitar y lo envió al que sería uno de los puntos ciegos de Castor: la esquina superior derecha del vagón, del lado de la puerta por la que entraría. "El asesinato es un juego arriesgado: aunque lo calcules todo al milímetro, debes tener siempre uno o dos planes de apoyo." Detectó a Castor avanzando a toda velocidad hacia él, a lo que reaccionó plantándose en mitad del pasillo frente a él, envuelto en su capa (y por ende con Hoja Libertaria oculta).
- Jaque mate.
Viendo venir los tiros con su mantra, se agachó un instante antes de que pulsara los gatillos. Hubo una segunda ráfaga de balas, a la que reaccionó rodando hacia su derecha. Una de ellas le dio en el costado, perdiendo parcialmente su potencia al atravesar su chaquetilla de cuerro, pero causándole una fea herida. Con un gañido y tratando de ignorar el dolor, se incorporó viendo venir con mantra la carga de Castor. "Así que por mi lado... veloz, pero mala idea." Se interpuso en mitad de su carga, con la palma extendida a la altura del pecho del agente como si pretendiera frenarlo. Esta no era su intención, si no que en cuando el hombre, posiblemente incapaz de frenarse a esa velocidad y tan corta distancia, chocase contra su palma activaría la hoja oculta y la imbuiría en haki. Con la velocidad que llevaba Castor, no sería capaz de frenarlo con la mano, así que ambos saldrían disparados hacia atrás. Antes de que ocurriera eso, desvelaría a Hoja Libertaria (en el momento en que la hoja oculta estuviera saliendo) y trataría de atravesar el corazón del agente con esta al tiempo que activaba su función especial y la hacía crecer de sesenta centímetros a un metro veinte, con ella también recubierta de haki armadura. La inercia de Castor, el veloz crecimiento del arma en dirección hacia él y el golpe lo harían un ataque letal. Y para asegurar la muerte, haría que el cuchillo saliese disparado hacia el agente y le atravesase la columna, a la altura de las cervicales.
- Maldito loco...
Esta vez iba a ir sin andarse con chiquilladas. Se remangó el brazo derecho, dejando al descubierto el brazalete de Hoja Libertaria, y pulsó un botón. La espada se desplegó, mostrando un filo rojo de sesenta centímetros de largo. Acto seguido se hizo un pequeño corte con la hoja en el brazo izquierdo, manchando de sangre el brazal espada, y sacó uno de sus cuchillos. Imbuyó este en haki armadura y energía, y empleando el Ha no Arashi lo hizo levitar y lo envió al que sería uno de los puntos ciegos de Castor: la esquina superior derecha del vagón, del lado de la puerta por la que entraría. "El asesinato es un juego arriesgado: aunque lo calcules todo al milímetro, debes tener siempre uno o dos planes de apoyo." Detectó a Castor avanzando a toda velocidad hacia él, a lo que reaccionó plantándose en mitad del pasillo frente a él, envuelto en su capa (y por ende con Hoja Libertaria oculta).
- Jaque mate.
Viendo venir los tiros con su mantra, se agachó un instante antes de que pulsara los gatillos. Hubo una segunda ráfaga de balas, a la que reaccionó rodando hacia su derecha. Una de ellas le dio en el costado, perdiendo parcialmente su potencia al atravesar su chaquetilla de cuerro, pero causándole una fea herida. Con un gañido y tratando de ignorar el dolor, se incorporó viendo venir con mantra la carga de Castor. "Así que por mi lado... veloz, pero mala idea." Se interpuso en mitad de su carga, con la palma extendida a la altura del pecho del agente como si pretendiera frenarlo. Esta no era su intención, si no que en cuando el hombre, posiblemente incapaz de frenarse a esa velocidad y tan corta distancia, chocase contra su palma activaría la hoja oculta y la imbuiría en haki. Con la velocidad que llevaba Castor, no sería capaz de frenarlo con la mano, así que ambos saldrían disparados hacia atrás. Antes de que ocurriera eso, desvelaría a Hoja Libertaria (en el momento en que la hoja oculta estuviera saliendo) y trataría de atravesar el corazón del agente con esta al tiempo que activaba su función especial y la hacía crecer de sesenta centímetros a un metro veinte, con ella también recubierta de haki armadura. La inercia de Castor, el veloz crecimiento del arma en dirección hacia él y el golpe lo harían un ataque letal. Y para asegurar la muerte, haría que el cuchillo saliese disparado hacia el agente y le atravesase la columna, a la altura de las cervicales.
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Castor se había lanzado contra aquel tipo tratando de hacerle aquel duro tajo. Sin embargo ahora se dio cuenta de que este le esperaba con la mano estirada. Ya era tarde para frenar y el asesino trató de seguir con su ataque mientras echaba el cuerpo un poco hacia la derecha para lograr alejarse al menos un par de centímetros de aquella mano. Sin embargo el choque fue tan violento que acabó con ambos en el suelo. Durante la caída el agente trató de tirarse al suelo pero notó algo punzante. Un dolor impresionante que le hizo soltar un enorme grito. Una hoja le había atravesado el hombro izquierdo totalmente. A continuación en pleno aire observó a su oponente sacar una especie de arma filosa. Trató de usar el Kami-e mientras su cuerpo se zarandeaba a un lado y el corte le rozó el costado haciéndole una herida dolorosa en las costillas. No pudo evitar gruñir mientras terminaba de caer al suelo de forma que su espalda quedó pegada a la puerta del vagón anterior y él sentado. De no ser porque se echó a un lado mientras atacaba y porque decidió tirarse a un lado durante el choque, ese ataque le habría atravesado el corazón. El terror aún no había acabado.
Cuando el castaño quedó en aquella postura con el hombro dañado pude ver algo dirigirse a él a toda velocidad. Metió la mano derecha convertida en plata en medio y giró la cabeza a un lado de forma violenta. Un jodido cuchillo se clavó en su mano y de hecho dejó la mano clavada contra la puerta del vagón. Un nuevo grito de dolor salió de su boca al mismo tiempo que fruncía el ceño empezando a sangrar. Sus ojos miraban con ira a aquel capullo que había realizado aquella jugada. Al menos el agente ya pensaba que debía de ser un usuario debido a que hacía levitar cosas. No tardó en usar su mano libre para arrancar aquel cuchillo con violencia y tirarlo a un lado mientras ahora jadeaba un poco. El golpe había sido bastante fuerte y algo de sangre le salía de la cabeza. Se empezó a poner en pie como pudo y miró a aquel tipo de forma seria.
El odio que sentía hacia él era inmenso. – Esto no se ha acabado aquí. Mira bien mi cara porque cada vez que te levantes y te mires al espejo, me verás riéndome. – Dicho aquello abrió la boca y los ojos haciendo un sonido parecido al sonido de una vaca para después relamerse. Debía vendarse cuanto antes las heridas y con aquel tipo allí no iba a poder hacerlo. De repente toda la piel de Castor empezó a volverse plateada hasta quedar totalmente en aquel color. Parecía un maniquí. No pudo evitar mostrar una sonrisa sádica para después agarrar su pistola con la mano buena. Le costaba apuntar debido al daño del hombro pero hizo un último esfuerzo. Disparó un tiro a la ventana de al lado y tras aquello unos dos tiros lo más rápido posible al asesino. Claramente había apuntado a la cabeza. Una vez hizo aquello susurró. – Soru… – A toda velocidad saltó por la ventana contraría a la que había disparado. Aquello tan solo fue una artimaña.
Atravesó los cristales y cayó a aquella enorme velocidad contra el suelo nevado. Se hizo pedazos durante el trayecto quedando reventado totalmente. Sin embargo poco a poco empezó a recomponerse hasta estar entero. Soltó un suspiro mientras ahora metía la mano en su chaqueta sacando un den den mushi. – Aquí Castor Troy. El objetivo está muerto. No hemos podido defenderlo. Solicito un vehículo para mi evacuación. Les esperaré en el punto jota de la isla. – Dicho aquello se arrancó un trozo de la poca gabardina que le quedaba y empezó a hacerse algunos vendajes de emergencia con bastante dificultad por el dolor de su mano. Ya había dado por hecho de que el objetivo iba a morir a manos de aquel tipo pero lo gracioso sería cuando entrase y viera al hombre con un tiro en la pierna. Cortesía del jodido loco.
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Cuando el castaño quedó en aquella postura con el hombro dañado pude ver algo dirigirse a él a toda velocidad. Metió la mano derecha convertida en plata en medio y giró la cabeza a un lado de forma violenta. Un jodido cuchillo se clavó en su mano y de hecho dejó la mano clavada contra la puerta del vagón. Un nuevo grito de dolor salió de su boca al mismo tiempo que fruncía el ceño empezando a sangrar. Sus ojos miraban con ira a aquel capullo que había realizado aquella jugada. Al menos el agente ya pensaba que debía de ser un usuario debido a que hacía levitar cosas. No tardó en usar su mano libre para arrancar aquel cuchillo con violencia y tirarlo a un lado mientras ahora jadeaba un poco. El golpe había sido bastante fuerte y algo de sangre le salía de la cabeza. Se empezó a poner en pie como pudo y miró a aquel tipo de forma seria.
El odio que sentía hacia él era inmenso. – Esto no se ha acabado aquí. Mira bien mi cara porque cada vez que te levantes y te mires al espejo, me verás riéndome. – Dicho aquello abrió la boca y los ojos haciendo un sonido parecido al sonido de una vaca para después relamerse. Debía vendarse cuanto antes las heridas y con aquel tipo allí no iba a poder hacerlo. De repente toda la piel de Castor empezó a volverse plateada hasta quedar totalmente en aquel color. Parecía un maniquí. No pudo evitar mostrar una sonrisa sádica para después agarrar su pistola con la mano buena. Le costaba apuntar debido al daño del hombro pero hizo un último esfuerzo. Disparó un tiro a la ventana de al lado y tras aquello unos dos tiros lo más rápido posible al asesino. Claramente había apuntado a la cabeza. Una vez hizo aquello susurró. – Soru… – A toda velocidad saltó por la ventana contraría a la que había disparado. Aquello tan solo fue una artimaña.
Atravesó los cristales y cayó a aquella enorme velocidad contra el suelo nevado. Se hizo pedazos durante el trayecto quedando reventado totalmente. Sin embargo poco a poco empezó a recomponerse hasta estar entero. Soltó un suspiro mientras ahora metía la mano en su chaqueta sacando un den den mushi. – Aquí Castor Troy. El objetivo está muerto. No hemos podido defenderlo. Solicito un vehículo para mi evacuación. Les esperaré en el punto jota de la isla. – Dicho aquello se arrancó un trozo de la poca gabardina que le quedaba y empezó a hacerse algunos vendajes de emergencia con bastante dificultad por el dolor de su mano. Ya había dado por hecho de que el objetivo iba a morir a manos de aquel tipo pero lo gracioso sería cuando entrase y viera al hombre con un tiro en la pierna. Cortesía del jodido loco.
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Castor había comenzado a andar por el paraje nevado, por suerte el frío no era mucho y podía apañárselas bien. La pelea que había tenido con aquel tipo, le había dejado bastante tocado y por ello necesitaba atención médica. Los vendajes que se había hecho, le podían servir para poder aguantar lo suficiente hasta llegar al punto jota. Al parecer el revolucionario no le había seguido y eso era de agradecer. De lo contrario habría tenido que salir disparado con el soru. Le había disparado a la cabeza antes de caer, pero por desgracia sus balas habían dado en los asientos. El movimiento del tren y sus heridas le habían hecho fallar. De todas formas estaba tranquilo y calmado, había hecho lo que podía.
No tardó mucho en llegar a un pequeño puesto dónde le esperaban seis hombres trajeados con un par de maletines. Además había detrás de ellos varias tiendas de campaña, era el momento de curarse las heridas.
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El asesino por fin se sentó en una de las sillas del interior de la tienda. Se quitó la camisa dejando ver su torso, un poco peludo y con heridas. Los tipos comenzaron a tratarle mientras sacaba un cigarro y empezaba a fumar. Notaba como el humo inundaba sus pulmones, después lo expulsaba tranquilo. – No uséis el agua oxigenada. – Nada más decirlo, aquel líquido entró en contacto con las heridas y dio un grito enorme. Trataron de agarrarlo y frunció el ceño de forma notoria. – ¡Cabrones! ¡Os dije que no! – Debido al grito, se le había caído de la boca el cigarro. Cuando estuvo bien, se colocó en pie y caminó hacia el exterior. Había un par de vehículos y no tardó en montarse en uno. Era el momento de volver a casa de una vez por todas. Había sobrevivido a aquel asesino y por ello estaba feliz. Ya se las pagaría en otro momento y por ello debía tomarse un leve descanso.
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