A problemas grandes, soluciones grandes. (Moderado nivel 4 - Kramer)

Menudo problema en el que te has metido, agente Kramer. Aún estoy un poco escéptico por las dediciones que has tomado, las cuales te han llevado al punto de partida donde te encuentras. Como me lo has pedido y como tu moderador, me asegurare de que todo lo que te propongas este allí, las soluciones a tus problemas son la luz al final de teste oscuro túnel lleno de mentiras por parte de un pirata que te ha engañado vilmente. Lastimosamente, tú no sabes eso, aun crees que te encuentras en misión secreta. Y te encuentras en alta mar, junto a él.

- Pronto llegaremos a nuestro destino. – Te dice tu examinador. Tanto tu como el salieron de la isla. Aun no para de decirte cada vez que le preguntas que aún estas bajo prueba. Aun así, la mera en las que se llevaron las cosas e incluso d como tomaron este barco pesquero para zarpar fueron bastante… sospechosas. Claro, sospechosas para mí que las veo desde este punto de vista ¿Son sospechosas para ti? Tú me dirás.

Te da por divagar y repasar todo ello que ha ocurrido durante estos días de prueba. Algo te da mala espina pero no voy a ser yo que te diga el que. Tú me dirás ya, lo único que puedo decirte es que probablemente todo se pongas mucho más interesante tanto para mí como para ti, después de todo. Estas en mi prueba. Tú prueba. Nuestra prueba.

Bienvenido a mi moderado y buena suerte.

Las olas golpean el barco pesquero llenando de salitre el aire a nuestro alrededor. Es una sensación revitalizante después de tanto tiempo encerrado en las oficinas de la agencia, a fin de cuentas no soy un hombre de despacho y nunca lo seré. Llegué aquí movido por mi instinto y mi sentido del deber, y también mis mentiras. Mentiras sobre mentiras, mentir es lo que llevo haciendo prácticamente toda mi vida. Esperaba que la agencia fuera un lugar donde pudiera encontrarme a mi mismo y dejar de mentir. Un lugar donde ser yo. En vez de eso me veo envuelto en embustes cada vez más grandes. Líos que se me enredan en el cuello y que en cualquier momento me colgarán del árbol más grande que encuentren.

Todavía no lo sé, pero mis decisiones han provocado que la agencia me considere un traidor y pongan precio a mi cabeza. Más de 40 millones. Puestos a ser un pirata, mejor ser uno con estilo. No es que me guste, tampoco me disgusta, tan solo hago esto porque es lo que tengo que hacer.

Seguí a Macro solo por un motivo, es un interrogante y resolverlo es mi objetivo. Macro escapó de una instalación del gobierno con la complicidad de una agente del gobierno. Hay dos opciones, ambas igual de posibles.

La primera opción es que Macro y la agente del gobierno forman parte de una misión secreta de la agencia. Macro trabaja como infiltrado y la agente Egas como enlace. Una misión de alto secreto en la que Macro se hace pasar por pirata y a la que yo he sido invitado. Es una posibilidad.

La segunda opción es que Macro es un pirata con conexiones en la agencia que le permiten actuar impunemente. Esto implica que la agente Egas es una traidora y que quizás haya más como ella. Si esto es así tengo que reunir pruebas contra todos los agentes corruptos y eliminar a Macro. Es otra posibilidad.

Ambas posibilidades son verdaderas y falsas al mismo tiempo y no podré saber cuál es la verdadera hasta que abra la caja, una caja hipotética, que contiene la respuesta. A este fenómeno tan curioso lo he llamado: "Paradoja de Unanimidad Transaccional Automática". Estoy convencido de que me voy a pasar el viaje cegándome en la PUTA.

-¿A dónde vamos? -le preguntó a Macro, estoy acomodado en cubierta, bastante despreocupado, me imagino que su respuesta será enigmática. Como de costumbre.

Macro al escuchar tu pregunta sonríe. – Ya lo averiguaras. – te dice es un tono de voz bastante tranquilo. Pasan unas cuantas horas y logras ver a lo lejos una isla. Si tus ojos no te engañan, resulta ser una isla bastante normal sin nada del otro mundo. Puedes ver uno que otro risco muy elevado y un extenso bosque.

Pero algo te saca de onda en ese momento. Del lado derecho de la isla puedes ver navegar un barco. Si utilizaras un catalejo te darías cuenta que se trata de una calavera pirata. Esto termina de no gustarte, agente Kramer. Tu piel se eriza y por un instante crees sentir peligro proveniente de ese barco. Y aunque intestes advertir a tu “compañero” ya es muy tarde. Porque todo se vuelve borroso hasta llegar a negro.

Si… has caído inconsciente.

Vuelves a despertar. Tus ojos te muestras que te encuentras en una especie de bodega de madera llena de una gran cantidad de cajas. Estas atado, agente. Te tomara tu tiempo desatarte pero claramente te das cuenta que ahora nada es lo que parece.

Al parecer…. Tu compañero te ha traicionado.

Vuelvo en mí lentamente. La oscuridad no termina de disiparse, pronto me doy cuenta de que no hay más luz. La bodega está oscura, apenas iluminada por un candil de aceite que se balancea al ritmo de las olas. Cuando intento levantarme me doy cuenta de mis ataduras.

-Puñetas...

Lejos de perder la calma hago un rápido repaso de la situación. Tras escaparme con el Macro, esperaba que me considerara su aliado hasta conseguir información de su organización. Al parecer no ha funcionado. Empiezo a decantarme por la idea de que Macro sea un pirata. De nuevo, atrapado en un barco, sin ningún tipo de información y totalmente sólo, me veo obligado a improvisar.

-Odio mi vida...

Me incorporo con agilidad. Ni siquiera me planteo intentar romper las cuerdas, demasiado burdo. En vez de eso utilizo mis habilidad como intérprete ilusionista para buscar los puntos fuertes en los que la soga me presiona el cuerpo. Veamos qué tal funciona este truco de escapismo. Una vez tengo localizados los puntos de fricción muevo mis articulaciones y espalda para intentar deslizar la cuerda hacia mis pies, en la parte de abajo del torso tengo menos volumen y eso aflojará la cuerda. Cuando casi lo tengo me ayudo del kamie para aumentar la flexibilidad para poder retorcerme y hacer caer la cuerda definitivamente.

Una vez lo logre, si lo logro. Me tomo un momento para revisar la bodega. Necesito saber qué estamos transportando. Luego escondo mis gafas en el bolsillo y me tizno la cara con roña y me visto con cualquier harapo que encuentre para disfrazarme de pirata y salgo de la bodega.

Agente, agente, agente ¿Cómo te has metido en este problema? Aun me resulta un poco ilógico la manera en que un pirata logra engañarte tan fácilmente y me resulta aún más ilógico lo que intentas hacer ¿Quieres quitarte las sogas utilizando tus habilidades de ilusionista, pero estas no te dan aun para ello. Pero seré un buen narrador contigo, logras tu cometido, pero tardas un poco más de lo que deberías.

Los dados ruedan, agente Kramer y al parecer no están mucho a tu favor, o puede que sí, citemos un momento al laboratorio de Dexter, tras la pancarta del maestro del dungeon, los números que estoy viendo puede que te hagan flipar, pero es tu primer moderado conmigo, así que seré bueno, pero no olvides esto: soy poco paciente con ciertas cosas.

¿Con cuales cosas? No te lo diré, es parte del desafío que lo descubras, aunque tienes una tarea un poco más importante. Lograr recuperar tu puesto en el CP.

Ahora, cuando revisas el contenido de las cajas, logras observar ciertas cosas, entre ella resaltan muchos mapas y cosas de cartógrafos. Algunas cajas tenían una que otra arma de fuego (pistolas comunes y corrientes)

Ahora, cuando sales de la bodega la historia es otra. Te encuentras rodeado de una cantidad de grumetes que están en lo suyo. Aunque uno se fija en ti y te mira fijamente algo confuso. - ¡He, tu! ¿Qué hacías en la bodega? ¿te conozco de algún lado?

Salgo de la bodega con mariposas en el estómago. Infiltrado tras las líneas enemigas sin ningún apoyo. Tan solo lo que pueda dar de mí mismo.

En la bodega me encuentro un puñado de pistolas, nada muy relevante, parecen parte del arsenal del barco. También un montón de cajas llenas de mapas y aparatos de cartógrafo. Puede que Macro trafique con información de islas o que tenga muchos tesoros escondidos por ahí, como ese ídolo que quería robar Egas para ella. Egas, vieja bruja, ella será la siguiente en mi lista.

Una vez en la cubierta, con un improvisado disfraz, me veo rodeado de grumetes. Debería ser fácil pasar desapercibido, al menos hasta que se den cuenta de que me he escapado de la bodega. Sea mucho o poco tiempo más me vale invertirlo en trazar un plan.

-¡He, tu! ¿Qué hacías en la bodega? ¿te conozco de algún lado?

Uno de los grumetes me ha visto salir de la bodega y me mira confuso. Procuro que no se me note que pongo todos mis músculos en tensión, es demasiado pronto para romperlo todo.

-¡Claro que me conocés, boludo! -digo y le disparo con mi sonrisa más encantadora-. Dale, ¿con qué andás?- me acerco a él y le ayudo con la tarea que esté desenpeñando-. Mandale mecha. Terminamos y nos vamos a tomar, Ah-re!

Mientras ayudo al pirata doy un rápido vistazo alrededor. ¿Dónde puede estar el timón y el camarote del capitán? ¿Se ve tierra en el horizonte?

Estás en la cubierta principal en este momento. No alcanzas a ver el timón, pero por las velas y la forma de los castillos de popa y proa dirías que estás en un galeón estándar de tamaño medio. Si es el caso y no han hecho nada raro en su diseño, la rueda del timón debería estar sobre el castillo de popa. Ah, por cierto, el barco ya no está en movimiento. Habéis atracado en una cala rodeada por unos acantilado de piedra gris y enredaderas. Los piratas se están afanando a terminar las labores de atraque y preparar los botes de desembarco. Este no debe ser un lugar escogido al azar, pues puedes ver una playa de arenas blancas en el fondo de la cala, en la que alguien levantó en el pasado un pequeño muelle de madera, ahora un poco viejo. Lo que puedes ver de la isla es una espesa vegetación verde y, alzándose sobre los árboles, un pequeño monte de piedra bastante escarpado en algún punto lejano de la isla. El pirata al que ibas a ayudar estaba llevando una caja a uno de los botes, pero en el momento en que vas a echarle un cable retrocede y grita:

- ¡Estate quieto, canalla, y dime tu nombre! ¡No sé quién coño eres!

Parece bastante nervioso. No la clase de nerviosismo asociado al miedo, sino a la agresividad. No parece que tu engaño haya surtido efecto, al menos con él. El resto de piratas aún no os prestan mucha atención. Algunos os miran aburridos mientras siguen sus tareas, otros ni siquiera se molestan en girarse. Uno en concreto, un hombre alto y extremadamente delgado, se sienta sobre un barril y os mira con curiosidad mientras come una manzana.

- Y aún encima querías coger mi puta caja. ¡Es mía!

Deberías actuar rápido. De momento el resto de piratas lo han tomado como una disputa a bordo, pero no sabes cuánto tardará alguien que supiese que llevaban un prisionero en sumar dos y dos.

Parece que hemos llegado a la guarida de Macro. La tranquilidad de la tripulación y el pequeño mueve me hacen pensar que es su puerto franco. Probablemente no haya asentamientos en la isla, a juzgar por la espesa vegetación. Y si lo hay debe estar lejos, imagino. El ídolo y el rehén pueden estar por aquí también, igual que más miembros de la banda además de los tripulantes. La isla representa una buena oportunidad, si consigo mezclarme con los piratas quizás pueda matarlos uno a uno mientras están distraídos o aislados. La vegetación me da ventaja frente a un grupo tan grande. Necesito quedarme a solas con Macro para sacarle el nombre de los traidores del Cp. Gracias a no estar en alta mar mis ánimos se renuevan, sí, tengo alguna oportunidad.

- ¡Estate quieto, canalla, y dime tu nombre! ¡No sé quién coño eres! Y aún encima querías coger mi puta caja. ¡Es mía!

El pirata está demasiado ido para que surta efecto mi tapadera, pero si consigo que los demás me crean quizás la presión de grupo surta efecto en él. Al ver su actitud respecto a la caja alzo las manos en gesto de rendición.

- Toda tusha. Labura todo lo que quieras, pelotudo mala onda. Como si todos no supieran que soy Rodrigo.

Me alejo de ese tipo y lo dejo tranquilo con su caja con la esperanza de que así se calme. En vez de irme a cualquier otro lugar de la cubierta me acerco al pirata delgado de la manzana. Deduzco que es algún tipo de oficial ya que está ocioso en vez de trabajar. Al colocarme frente a él le saludo con un gesto de cabeza.

-Che, ¿qué falta por hacer? -pregunto como si fuera un grumete más.

Permanezco atento a los movimientos de cubierta. A ver si bajan víveres y las cajas de los mapas o por si veo algún otro movimiento que me llame la atención.

El pirata se aparta de ti con la caja entre los brazos, sujeta como si fuese lo más valioso en su vida. Escupe a tus pies y te suelta una amenaza, tras lo que se da media vuelta y se va a pasos rápidos.

- Apártate de mí si tienes aprecio por tus pelotas, novato.

El oficial, si es que lo es, da otro mordisco más antes de contestarte. Tiene el pelo rubio y rizado, corto, y ojos color gris azulado. Mientras termina de masticar, aún sin contestarte, te mira a los ojos con una expresión inescrutable que te hace sentirte como un niño delante de su padre tras hacer una trastada. Finalmente, te dice:

- Rodrigo, ¿verdad? Intenta no causar broncas en mi barco o tendremos problemas. Los nuevos soléis venir con la moral demasiado alta para vuestro bien.

No habla en un tono de voz amenazante. Al contrario. Lo dice con tranquilidad, casi como si simplemente estuviera enunciando una verdad. Sin embargo puedes notar un tono jocoso en su voz. El pirata levanta la mano libre y señala la trampilla que da a la bodega.

- Alguien tiene que ocuparse del prisionero. En un rato vendrá el capitán a por él, y no querrá encontrárselo despierto y con ganas de resistirse. Ya que estás tan ansioso por trabajar, ahora es tu responsabilidad.

Echa una mano al interior de un barril a su lado y rebusca en su interior, con un cacharreo metálico. Finalmente saca una porra de madera y te la tiende.

- Asegúrate de que está "dormido". Si está despierto, dale con la varita mágica - se ríe cruelmente - Si quieres divertirte un rato puedes, pero no lo mates ni lo dejes demasiado atontado o herido para hablar. El capitán lo quiere entero. Tu tarea es vigilarlo hasta que venga a buscarlo.

La sonrisa del pirata activa algo dentro de mi. No sé qué es pero mi instinto se activa. Entonces el oficial, si es que es un oficial, me ordena que me apalice y me vigile a mi mismo. Puede ser un nuevo golpe de mala suerte, algo bastante común en mi corta carrera de Agente o puede que se esté riendo de mí.

Rápidamente calibro la situación. Me planteo bajar a la bodega, auto golpearme y atarme de nuevo a la espera de que baje el capitán. Es decir, podría volver a la casilla de salida. Puede ser interesante porque quiero hacerle creer que me uno a su bando. A estas alturas ya tengo claro que no es un agente encubierto...

Mi otra opción es deshacer mi disfraz aquí mismo y no humillarme más. ¿Qué sentido tiene que me tengan atado en la bodega? ¿A dónde cojones me voy a ir? A no ser que me tengan miedo, eso es casi halagador ...

También puedo optar por la vía de el medio. No jodamos el disfraz todavía, puede que sepan quién soy y debo actuar como si no supiera que ellos saben quién soy. Por el momento vamos a disimular un poco más, a ver dónde nos lleva todo esto.

Agarro la porra y sonrío con malicia.

-Ojalá esté despierto, ¡ah-re!

Bajo a la bodega decidido a repartir unos cuantos palos, cuál es mi sorpresa cuando me la encuentro vacía. Reviso por la sala, pero solo hay varias cajas y unas cuerdas en el suelo.

-¡La concha de la lora! -exclamo.

Subo rápidamente a la cubierta, totalmente sorprendido y hablo con el oficial a viva voz.

-¡Che, acá abajo no hay nadie! Quedan unas cuerdas, no más.

En la bodega hay algunos arcones y cajas grandes cerradas. Huele a paja y a fruta que lleva demasiado tiempo madura, y la humedad del mar impregna todo. Das un par de vueltas y gritas para fingir no haberte encontrado, pero cuando te das la vuelta para subir las escaleras de vuelta a cubierta, esta se cierra repentinamente. Bajando por las escaleras puedes ver al pirata delgado de antes. Lleva un látigo enrollado al cinturón y en las manos una escopeta de dos cañones con la que te apunta con una sonrisa.

- Ahora vas a estar muy calladito y no vas a volver a gritar, ¿sí? O te lleno el pecho de plomo.

Probablemente no te imaginabas este giro de los acontecimientos. ¿Por qué no quiere que grites? Si te ha pillado, ¿por qué no hizo simplemente que toda la tripulación se abalanzase sobre ti? Esta situación huele raro, y no son las manzanas pochas de la bodega.

- Menuda ocasión más deliciosa para mí. Ahora, nuestro buen rehén, eres mi putita. Vas a hacer exactamente lo que te diga o toda la tripulación de este barco va a venir a arrancarte la cabeza y mearte en las cuencas de los ojos. Tras sacártelos, claro.

El pirata muestra una sonrisa demente y retorcida bastante diferente a las anteriores. Su forma de hablar también ha cambiado. Ya no parece tranquilo, sino excitado y feliz.

- ¿Quieres salir vivo y ganarte la libertad, putita? Más te vale escucharme y hacerme caso en todo. Vas a matar a Macro para mí. Ponte de rodillas con las manos cruzadas tras la espalda y déjame atarte.

El "oficial", por llamarlo de algún modo me acorrala en la bodega. Va armado y por un momento creo que quiere jugar a un pervertido juego conmigo. Por suerte para mí, sólo quiere que me dedique a traicionar, engañar y asesinar. Me parece muy descarado que me pida que haga mi trabajo, pero al mismo tiempo me da la tranquilidad suficiente para relajar el ano.

-¡Krahahahaha! -no puedo evitar soltar mi risa burlona cuando me pide que me arrodille en vez de eso me siento en una de las cajas de forma despreocupada. Cacheo mi ropa pero no encuentro tabaco.

Un análisis rápido de la situación me hace creer que tengo ventaja. El "oficial" me necesita vivo e intacto, de lo contrario no podré ayudarle, por lo que esa escopeta se convierte en un plátano, a efectos prácticos.

-Relájate, ahora somos socios -le digo para mitigar la tensión-. ¿Tienes un cigarrillo?

El "oficial" quiere mi ayuda para matar a Macro. Podría matar al oficial y ganarme la confianza de Macro, a fin de cuentas no me sirve sólo matar al pirata. No soy un puto marine. Necesito información. De hecho, la información es casi más valiosa que la muerte de Macro, aunque eso no significa que le vaya a dejar vivir. Por el momento aceptaré la invitación del oficial. Formaré parte de su complot para matar a Macro. Llegado el momento ya decidiré si continúo del bando del "oficial" o lo traiciono para ganarme la confianza de Macro.

A fin de cuentas mi misión es descubrir los agentes infiltrados que Macro tiene en el CP. Esto lo puedo conseguir mediante Macro o mediante el oficial. Si éste sabe quienes son los agentes infiltrados, puedo convencerlo para que comparta esa información y formar una alianza con él en la que yo me convierto en su agente doble, que en realidad sería triple (como los trago que me gustan: triples).

-Te ayudaré a matar a Macro -le digo-. Tómalo como un gesto por el inicio de nuestra bonita amistad. Estoy seguro que ambos podemos beneficiarnos de una alianza a largo plazo -hago una breve pausa-. Pero vuelve a hablarme en ese tono y te mato. Sin florituras ni brabuconadas. Te mato y punto.

Espero la reacción del "oficial", soy consciente del riesgo que supone tratar con un desquiciado armado. Si reacciona positivamente, añado:

-Dame la cuerda, yo mismo me ataré

En el momento en que te ríes, ves un tic nervioso empezar en su ojo izquierdo. Cuando le dices que se relaje y le pides un cigarrillo, el tic empeora. A continuación de eso, cada una de tus palabras y gestos empeoran su condición. Puedes ver una vena marcarse tanto en su sien que casi parece que sea algo que lleve pegado. Luego le dices que le vas a ayudar, y por un instante parece relajarse un poco. Lo que no viste venir fue su reacción a tu siguiente comentario. Tal vez podrías haber reaccionar en condiciones normales, pero tanto su lenguaje corporal como su actitud no habían evidenciado que fuese a ponerse tan violento. El caso es que la culata de su escopeta acaba estampada en tu cara, derribándote. No te ha causado daños particularmente serios, pero ha dolido. El problema es que sigue teniendo una escopeta en las manos.

- ¡¿Qué te he dicho?! - grita, desaforado - ¿Crees que te necesito, cabrón? ¡No estás en condiciones ni de amenazar ni de proponer! Si me vuelves a levantar así la voz, ¡TE VUELO LA PUTA CABEZA!

Se te queda mirando, resoplando con los ojos inyectados en sangre. En todo momento te apunta con la escopeta. Sin embargo, con un gruñido rabioso, se relaja tan súbitamente como ha sufrido el ataque de ira. Entonces empieza a hablar como si no acabase de amenazarte de muerte y golpearte la cara.

- Está bien, podemos tener una alianza. Si me echas un cable, yo te ayudaré a largarte de este sitio con la cabeza de Macro - suspira - Ya que no estamos de acuerdo con la cuerda, ni para ti ni para mí. ¡Winny! ¡Ven aquí a atar a este tío!

Salvo que hagas algo, Winny entrará en la estancia después de unos segundos. Es un hombre de unos treinta y tantos, con la mitad derecha del cráneo totalmente rapada y la otra mitad con una larga melena morada. Lleva ropas de marino y por encima un arnés en el torso con un montón de bolsitas. Si no te resistes, intentará atarte.


El hombre sonrió y se acomodó en el sillón, con una sonrisa. Otros irían a encargarse de su tarea por él y le traerían lo que quería, no necesitaba moverse él. Estaba bien ser el jefe. Además, no necesitaba ir él. Todo estaba yendo de acuerdo a lo planeado.

El impacto en la cara me da de lleno y caigo al suelo con un hilo de sangre que se derrama lentamente desde mi nariz. Hasta este momento no me había dado cuenta de lo sucio que está el techo. El oficial llama a uno de sus compinches y yo me levanto como una exhalación. Por un momento un profundo agujero de oscuridad se forma en mi pecho, la sangre se me espesa y la situación se vuelve tan tensa que parece que los segundos se congelan, es un miedo sobrenatural, ese que sientes cuando ves una sombra amorfa a los pies de tu cama, es ese sabor de hierro que te invade la boca cuando encuentras un depredador frente a ti.

Sin embargo no sucede nada. Me calmo.

-Vamos Winny, átame -ordeno como si fuera el jefe. Luego lamo la sangre que me resbala por encima del labio.

Sin oponer resistencia me giro y coloco las manos a la espalda para facilitar la maniobra. Una vez atado, si no me llevan a ningún lado, me siento en el suelo con las piernas cruzadas y agacho la cabeza, como si durmiera. No duermo, pero si entro en un estado de latencia, a la espera de nuevos acontecimientos. He perdido la iniciativa, solo queda esperar para recuperarla.

Mi alianza con el oficial es tan débil que en cualquier momento yo mismo la romperé. No me sirve para mis planes, de hecho, una persona tan inestable me es más útil muerta. De hecho, ni siquiera me tomaré tiempo. Llegado el momento le mataré, punto.

Por un momento me siento terriblemente solo en esa bodega. No solo porque todos a bordo quieran matarme a la menor oportunidad, incluido el oficial. Que la gente quiera matarme se ha convertido en algo habitual. Hoy, sin embargo, sé que es distinto. Es distinto. Nadie sabe dónde estoy, nadie me está buscando, nadie a bordo me quiere. Estoy solo y, por algún motivo, eso me pone triste.

Antes de atarte, Winny mira al oficial, con una mirada de exasperación.

- ¿En serio vas a intentarlo, Letter?

- Claro que sí. Asegúrate de que pueda desatarse pero parezca bien atado

Winny pone los ojos en blanco por un momento, se encoje de hombros y te ata. Puedes notar efectivamente que la cuerda te aprieta, pero podrías soltarte haciendo los movimientos correctos. Entonces el oficial, Letter, se agacha a tu lado y te mira a los ojos.

- Voy a tener que quitarte la porra, es demasiado voluminosa y no pasará desapercibida. Sin embargo puedo darte un arma pequeña.

Te enseña un revólver de bajo calibre tan pequeño que podrías ocultarlo en una manga, una navaja automática con buen acero y unos puños americanos con pequeñas cuchillas en los bordes. Puedes escoger la que quieras o rechazarlas. Te meterá la que escojas dentro de la ropa junto con unas ganzúas y se guardará el resto, tras lo que te amordazarán y te dejarán en la bodega. Antes de salir, el oficial Letter te dice:

- No hagas nada raro hasta llegar a la base. Probablemente te metan en las celdas. Sé listo y espera a quedarte solo para marcharte. Si Excelsius se entera de que vas tras Macro, dudo que puedas llegar hasta él.

Probablemente hubiese estado bien que te informasen de algo más o te dijesen quién diablos es Excelsius, la forma de la base o dónde está Macro, pero la planificación no parece el fuerte de este hombre. Se marcha al momento y te quedas ahí, a solas con tus pensamientos. No por mucho rato, pues pocos minutos después entran cuatro piratas en la bodega. Te pasan un saco por encima de la cabeza y te obligan a levantarte y caminar.

No has podido ver tu recorrido, pero lo has oído. Primero escuchaste el bullicio del barco mientras te llevaban al bote de desembarco. Entonces, el ruido de las olas y de los remos, y algún comentario ocasional de los piratas hablando sobre el reparto del próximo botín, cuánto les tocará a cada uno y cómo piensan gastarlo. Después el bote se detuvo totalmente y empezaste a escuchar pájaros. Al principio caminasteis sobre arena, pero poco a poco el suelo se volvió más firme. Notaste calor y humedad a tu alrededor, junto con más sonidos de aves, de monos y de hojas moviéndose. ¿Un bosque tal vez? Luego pasasteis de pisar tierra a piedra. El sonido de los animales empezó a volverse distante y empezó a entrar menos luz a través de la bolsa. Escuchaste una puerta pesada que hacía quejarse a sus bisagras. Luego el eco de vuestras pisadas, y tras girar dos veces a la derecha y una a la izquierda, ¿o han sido todas a la derecha? Empezasteis a bajar unas escaleras. Un pasillo más. Sonido de llaves y de metal.

- Adentro, princesita.

Te quitan el saco y te empujan al interior de una pequeña celda, cerrando la puerta a tus espaldas. El lugar en que estás es una estancia de dos metros por dos metros, con tres paredes de piedra y la cuarta rejas metálicas. La pared opuesta a la de las verjas es sólida sillería, mientras que las de los lados son ladrillos grises más pequeños. Lo único que hay es un montón de paja y un cubo que huele peor que las letrinas públicas de Ennies Lobby. La única luz proviene de unas pocas antorchas en el pasillo de la mazmorra. Si intentas mirar fuera, verás que uno de los piratas se ha quedado hablando con el carcelero.

- Excelsius querrá verlo en un rato, así que no puedes divertirte con él - alcanzas a oír.

El pirata se marcha y te quedas a solas con el carcelero. Este no está activamente mirando tu celda. De hecho está sentado en una silla junto a la puerta de salida, sin visión directa del interior de tu celda, y está ocupado leyendo un cómic de esos de superhéroes. Crees que en la portada pone "The Alvengers" o algo así.

Winny me ata siguiendo las indicaciones de Letter. Parece que más que una conspiración se trata de un chalado que quiere dar un golpe. Al menos eso me parece por la actitud de Winny. Letteer, el oficial, se me antoja cada vez más prescindible. Me quitan la porra y me dan a elegir un arma pequeña a cambio. No necesito nada de eso. Soy un agente del gobierno, mi cuerpo es el arma más letal. Aún así escojo el arma que considero más característica, la mini pistola. Además, añaden unas ganzúas. Idiotas.

Me avisan de que me llevarán a unas celdas y tiene el coraje de sugerirme que espere a estar solo para marcharme. ¿Dónde voy a ir encerrado en una base enemiga? ¿El plan es que me escape y me dedique a dar vueltas por una base desconocida a ver si hay suerte y puedo matar a Macro? ¿Luego qué? Una vez haya hecho el trabajo sucio me matarán. Idiotas.

Menciona un nombre Excelsius. No me suena, pero deduzco que protege a Macro. Debe ser el jefe. Y así de rápido Macro se convierte en un peón más. No debo olvidar que no estoy aquí en una misión de exterminio. He venido a buscar información. Información de otros agentes corruptos, información que inculpe a Egas. Si de paso puedo matar a ese cabrón mejor, pero muerto no será muy hablador.

Tras una solitaria estancia en la bodega, empieza el movimiento. Es hora de subir las apuestas. Me cubren la cabeza con un saco y me sacan de la bodega. No saben que ya he visto la isla. Aparentemente deshabitada, relieve suave y bosque salvaje.

No veo nada, pero deduzco lo que sucede por los sonidos que me envuelven. En el barco siguen las tareas de descarga. Me bajan a una de las chalupas y los piratas tienen la educación de remar por mi. Comentan algo que me hace acordar. Macro había robado un ídolo y secuestrado a alguien importante. No recuerdo a quién. Si se encuentran en la isla es algo a tener en cuenta.

El bote llega a la playa y empezamos a caminar. Primero arena, la playa. Oigo pájaros, el bosque de la isla que pude ver desde el barco. Bastante frondoso a juzgar por el suelo y la cantidad de animales. Perfecto para esconderme, terrible para huir.

Entonces el suelo se vuelve duro, la luz se reduce y el sonido del bosque se vuelve distante. Hemos entrado en algún sitio. ¿Una cueva? ¿Una fortaleza? Espero que sea una fortaleza, aunque la poca luz me hace dudar. Un portón, varios giros y escaleras hacia abajo. Joder, espero que haya ventanas, así no tendré que preocuparme del portón.

Cuando me quitan el saco me tiran al interior de una celda. Sencillamente apesta. Me dejan solo en la mazmorra, vigilado por el que debe ser el pirata más inconpetente, por eso lo tienen aquí escondido. Parece ser que Excelsius me va a querer ver. Perfecto, lo recibiré en mi despacho.

Valoro la posibilidad de seguir el plan de fuga de Letter, pero lo descarto inmediatamente. De hecho, nunca tuve intención de seguirlo. Salir de esta celda no es una opción. No tardarían en descubrir que me he ido, no tengo forma de salir de la isla y no podría conseguir información.
Me quedo.

Me siento tranquilamente en el montón de paja y sin ninguna prisa forcejeo con las ataduras para liberar mis manos. Una vez libre, repaso mi inventario. Una cuerda desatada que guardo en el bolsillo derecho de mi cubretodo. Unas ganzúas que guardo en el bolsillo izquierdo interior. Una pistola diminuta que escondo en mi manga izquierda. Perfecto.
Valoro la celda. Todavía no es adecuada. Estamos a punto de vivir un interrogatorio y la puesta en escena es fundamental.

Agarro el cubo de mierda y lo vuelvo por la habitación, quiero que quede bien repartido y que sea lo más desagradable posible. Luego coloco el fajo de paja junto a la puerta, en el lugar que peor huele, a modo de silla de invitados. El cubo lo pongo boca abajo y lo pongo delante del fardo, a modo de silla presidencial. Ya estamos listos para tener una charla de caballeros. La verdad, el sitio es tan repugnante que puedo sentir como la meirda se me pega a la piel. Me siento en el cubo.

-¡Carcelero! -grito-. ¡Payaso come mierda hijo de un camión de putas sifilíticas! -Espero a que venga para exponer mis exigencias, si no, las grito para que me oiga-. Quiero que venga Excelcius. Estoy cansado de esperar.

- ¡¿Qué coño quieres, anormal?! - el carcelero se acerca, sacando una porra - ¡Cierra la puta boca o tendré que entrar a cerrártela!

Da un par de golpes contra los barrotes, armando bastante escándalo. Parece que tu táctica ha surtido efecto. Al menos si pretendías cabrear al carcelero, claro está. Al ver cómo has dejado el suelo de la celda empieza a gritar una sarta de insultos marineros a cada cual más imaginativo que el anterior, incluyendo entre otros "abrazavasos" y "chucho de charca". Si prestas atención a sus palabras, entenderás entre sus improperios que a él le toca limpiar las celdas y que no le apetece tener que limpiar toda esa mierda "cuando acaben contigo". Está llegando al punto álgido de su discurso cuando una voz se hace oír por encima de los gritos.

- ¿Qué está pasando aquí?

No ha necesitado gritar, solo levantar un poco el tono, y al momento el carcelero se calla de golpe y se queda pálido. Ves que se vuelve hacia la puerta, aunque no ves hacia quién está mirando. Intenta balbucear, tartamudeando, una excusa. Entonces escuchas un chasquido de dedos, y un enorme gyojin tiburón martillo con un collar de esclavo se acerca y lo derriba de un puñetazo.

- ¿Con quién estaba hablando? - pregunta la voz.

El gyojin mira hacia a ti y te examina, frunciendo el ceño.

- Es el prisionero nuevo, amo. Parece que nadie lo ha atado.

- Entiendo. Este es tu último error, Exploder. Siendo un agente, es un milagro que siga en su celda y no camino del puerto.

- ¡Yo...! ¡Ya lo trajeron así, es culpa de Ingaze y el resto!

- Suficiente.

Vuelves a escuchar un chasquido de dedos. El gyojin levanta en vilo al pobre Exploder mientras sigue intentado excusarse y pedir piedad, y le arranca la nuez de un mordisco. Tras eso lo tira a un lado, dejándolo desangrarse y ahogarse en su sangre. Tras eso el gyojin se hace a un lado en actitud servil, y una persona se acerca. Es un hombre de pelo canoso y liso, peinado hacia atrás. Tiene la palidez típica de una persona de oficina y un traje formal de color rojo con puñetas manchadas de tinta cubriéndole las mangas. Lleva gafas y una expresión seria y estricta. En una mano lleva una libreta y un cálamo y en la otra un botecito de tinta. Tiene los brazos anormalmente largos y tras fijarte, ves que tiene dos codos en cada uno. Con una única mirada suya, el gyojin se pone a cuatro patas y el hombre se sienta en su espalda.

- Vamos a comenzar - dice, abriendo la libreta sobre sus piernas y mojando el cálamo en la tinta - Quince de marzo del año 165 de nuestra era. Lunes, ¿verdad? - sigue escribiendo sin esperar respuesta - Agente de apoyo Kramer, del Cipher Pol número... - deja de escribir y te mira - ¿Serías tan amable de informarme?

Mi numerito atrae al carcelero, lo que sucede a continuación no me lo espero. Un perro rabioso aparece en escena y desgarra la yugular el tipo. Obviamente lo mata. Resulta reconfortante ver que estoy en una prisión de lujo, con ejecuciones instantáneas al momento. La excesiva violencia me calma y me preocupa. Me preocupa porque yo podría ser objeto de esa violencia, por otro lado, el miedo no es un buen cimiento para una organización. Un atisbo de debilidad podría resultar letal para el jefe.

Una vez el tipo está muerto el gyojin se pone a cuatro patas y un hombre de brazos largos lo utiliza de asiento. Tinta en las mangas, cara pálida, no parece un pirata. No es la clase de persona que secuestra, mata y roba, pero si parece la clase de persona que podría ordenar a los demás hacerlo. ¿Será más fuerte que ese martillo o el miedo procede de otro lugar?

Parece que mi performance no va a conseguir su objetivo. Ahora me arrepiento de haber esparcido la mierda. Me levanto del cubo y cruzo la celda de puntillas para tocar lo menos posible toda la porquería que he lanzado. Mi plan fue bonito mientras duró. Una vez cerca del fardo de paja me siento en él con tranquilidad. No es tan vistoso como el asiento del oficinista, pero procuro sentarme confiado, como si estuviera en mi despacho y lo tuviera todo bajo control. En realidad, aún tengo algunas cartas en la manga.

-Chiper Pol Uno -respondo, casi me duele estar en esa agencia, no es precisamente muy glamurosa-. ¿Con quién tengo el gusto de hablar -pregunto.

Me preparo para la conversación. Asumo que me quieren vivo para algo, sino me habrían matado hace tiempo. O al menos lo habrían intentado. Descarto un rescate porque un agente que no puede rescatarse a sí mismo carece de valor. No creo que me interroguen por información, yo no sé nada, salvo que se esta urdiendo un complot para matar a Macro. Parece que saben cosas de mí, mi nombre al menos. Lo cual no me sorprende si asumo que tienen infiltrados en la agencia.

Durante un momento solo escuchas el ruido de la pluma. El hombre ni siquiera se molesta en contestarte mientras escribe. Finalmente levanta la vista del cuaderno, se ajusta las gafas y te contesta:

- Excelsius, secretario del capitán.

Baja la cabeza y escribe algo más en el papel. El gyojin bajo él no hace ni una mueca ni un movimiento fuera de lugar. Debe ser una persona con una gran resistencia física si puede aguantar como asiento de esa manera. Finalmente, Excelsius deja de escribir y empieza a hacerte una pregunta tras otra. Si en algún momento intentas hablarle para decirle algo que no sea contestarle, simplemente repetirá la pregunta con voz monótona.

- ¿Edad?

Si no le contestas, repetirá la pregunta. Si le contestas, seguirá con la siguiente. Repetirá el proceso con todas las preguntas, que serán:

- ¿Lugar de nacimiento?

- ¿Lugar de residencia actual?

- ¿Familiares vivos?

- ¿Número de identificación de agente?

- ¿Número de den den mushi?

Creo que captas la idea. Te va a hacer un montón de preguntas relativas a datos personales tuyos, algunas que parece que tienen sentido y otras un poco raras como si alguna vez has bebido un refresco después de cepillarte los dientes.

Resulta que Excelsius no es el jefe, es el secretario. Secretario de Macro, que asumo que será el capitán. De repente, lo que iba a ser una negociación se convierte en el interrogatorio más aburrido del mundo. Ni siquiera intentan arrancarme los pezones. Casi resulta insultante.

-87 años -respondo-. Isla de Jaya, Arabasta, dos padres, tres abuelos, mujer, siete hijos, dos nietos, cero, cero, cero, cero, cero, cero, dos, cero, cero, cero, cero, cero, cero. Sí, no, Patatas fritas, el derecho, tres, las arañas, pegamento, una nube, a veces, no, siempre.

Sigo respondiendo preguntas, todas son mentira. No porque tenga algo que ocultar, simplemente no puedo evitarlo. Una pregunta estúpida y directa me hace responder de forma concisa y totalmente falsa. Ni siquiera me planteo la respuesta a modo de engaño, sólo respondo cualquier cosa y ya está. Pero las preguntas nunca terminan. No terminan. Y siguen. Siguen. Siguen. Y siguen. Quizás debería calmarme y recapacitar, pero está siendo un día largo, en una misión larga, mi paciencia está muy sensible y tanta preguntas merman mis ganas de negociar... Hasta tal punto que saco la pistola y disparo contra el secretario. No tengo intención de darle, o sí, me da igual, simplemente saco el arma la dirijo hacia el y apreto el gatillo.

-Ahora que tengo vuestra atención yo tengo una pregunta. ¿Cómo es posible que tenga un arma?

No tienes claro si le da igual o no se ha dado cuenta, pero sigue escribiendo mientras sueltas tu retahíla de mentiras obvias. Y entonces estallas. Imagino que probablemente sabes que es una táctica arriesgada como mínimo, si es que forma siquiera parte de una estrategia y no es simple y llanamente un arrebato. En el momento en que sacas la pistola, Excelsius suelta el cuaderno y la pluma para cubrirse pecho, cuello y cara con los brazos. El disparo impacta en su brazo derecho entre los dos codos, perforando su traje y penetrando en la carne. Se tambalea en su asiento improvisado, pero se recompone y se levanta apresuradamente, derribando el bote de tinta, que el gyojin se apresura a coger. Excelsius te mira con los entrecerrados mientras se aprieta la herida con la mano izquierda.

- Kramer Won. Incapaz de reconocer una situación de peligro, principio de sociopatía y agresividad inusitada. Menudo historial - niega con la cabeza - ¿Qué pretendías ganar con este numerito? Publish, enséñale modales a nuestro huésped.

El gyojin se levanta amenazadoramente, encarándote. Descorcha el bote de tinta y se vacía parte de este sobre la mano derecha, tras lo que te la arroja con la mano desnuda. Desconozco si te esperabas que fuese algo más que un inconveniente o una distracción, pero en el momento en que abandona su mano, las gotas de tinta salen disparadas como proyectiles. Algunas golpean los barrotes haciéndolos temblar, pero la mayoría pasan entre estos en tu dirección. Mientras tanto, Excelsius hace un gesto de arrojar algo con su brazo derecho.

- ¡Silver Retriever!

De la mano del secretario sale una cadena plateada muy fina, apuntada hacia tu pistola. Si logra tocarla, se enrollara alrededor de esta y Excelsius tirará de ella para desarmarte.

La situación se complica dramáticamente, lo cual tampoco es para sorprenderse. Por culpa de sus constantes provocaciones no he tenido más remedio que defenderme, por suerte apenas le he rozado el codo al chupatintas por lo que todavía puedo ejecutar mi estrategia principal.

El gyojin usa la tinta para lanzarme un ataque de proyectiles líquidos, algo que no había visto nunca, pero he estado en bastantes problemas como para saberlos identificar cuando los veo. Por si fuera poco, el oficinista saca una cadenita de la manga con la que pretende desarmarme. Puede que para ojos desentrenados parezca que estoy bien jodido, lo tengo todo bajo control. Incluido el hecho de estar encerrado en una ratonera donde no puedo defenderme ni contraatacar.

-Kamie -digo e intento esquivar los proyectiles de tinta aprovechando también que estoy sentado y soy un blanco más pequeño. Durante los movimientos de evasión lanzo la pistola fuera de la celda de forma amable.

Si consigo esquivar los ataques, o al menos no caer derribado por ellos con heridas graves, me levanto con las manos en alto a modo de rendición. No puedo evitar sonreír con soberbia.

-Ahora que tengo vuestra atención. Pensad. Fue Macro quien me trajo a bordo. ¿No me cacheó? ¿Quién me dio el arma? ¿Quién me desató? -con un movimiento lento saco la cuerda de la que me libré y la tiro fuera de la celda-. ¿Quién me dio esto? -saco el juego de ganzúas y una a una las dejo caer a mis pies-. En todos los jardines hay malas hierbas -bajo los brazos y me siento en el fardo de paja, de nuevo. Me pregunto si podré arrancar esos barrotes de la estructura de tochos. ¿Están en buen estado?-. Podemos ayudarnos mutuamente a limpiar nuestros jardines, pero dejad de cabrearme porque estoy como una puta cabra.

Es cierto que sentado ofreces menor blanco, pero también tienes menor movilidad, e incluso con el kamie pasas un mal rato para esquivar las balas de tinta. Tres logran impactarte generándote dolorosas perforaciones que, si bien no han llegado a ningún punto vital, duelen mucho (te dejo decir dónde te han dado, pero mantén la coherencia). Excelsius hace un gesto a Publish para que recoja tu pistola y se aprieta la herida de nuevo, mirándote con el ceño fruncido.

- ¿Por qué debería fiarme de un desequilibrado mental? Es evidente que estás mal de la cabeza. Y nadie me dice que no hayas logrado soltarte solo las cuerdas y esconder del cacheo tus cosas.

Con un movimiento de la cadena de su mano, retira las ganzúas que has tirado al suelo. A continuación te mira con una mezcla de pereza y decepción.

- Suponía que el Gobierno era más selectivo con su proceso de admisión. ¿Qué voy a hacer ahora yo contigo?

Da un suspiro y niega con la cabeza.

- Publish, ahora tu escribes. Ahora contesta a mi pregunta, ¿qué haces aquí? ¿Por qué has intentado unirte a Macro? ¿Qué pretendes? - dice monótonamente - Puedes volver a mentir y simplemente decidiremos que no eres de ayuda y se dispondrá de ti de manera acorde. O puedes colaborar un poco y tal vez decidamos que tienes algún valor.