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Baltigo continuaba como siempre. Llena de revolucionarios. En una de las instalaciones ocultas se hallaba el demonio de la niebla. Estaba dejando una carpeta sobre la mesa de su despacho. Nada más hacer aquello tomó una mochila rojiza y empezó a caminar saliendo del lugar con una mirada tranquila. Debía de dirigirse cuanto antes a un nuevo objetivo, el cuál esta vez no iba a realizar en solitario. Llevaba una camiseta negra de manga larga, sus pantalones militares grisáceos y unas botas. Su espadón a la espalda y sus machetes en la cintura junto a su pistola. Los vendajes también podían verse en su rostro. Los diablos debían de estar listos ya y ahora lo siguiente que hizo fue dirigirse a una sala llena de soldados. Se acercó a uno de ellos despacio y le susurró al oído lo siguiente. – Informa al soldado Daneer de que convoque a la división y vayan todos a mi despacho enseguida. – Dicho aquello el demonio continuó su camino y salió de la base de forma calmada.
En la mesa de su despacho estaba aquella misteriosa carpeta, la cual había dejado preparada para sus hombres. Al abrirla podía verse una carta y algunos sobres de colores. En la escritura ponía lo siguiente. – Un grupo del gobierno ha hecho lo que mejor saben hacer, abusar de su poder. Han tomado unos veinte esclavos prestados de un noble y se dirigen por tren hacia una base subterránea de Yukioto. Nuestros espías me han pasado esta información y ya creo que sabéis lo que toca. Yo me adelantare para vigilar la situación desde el cañón rocoso del punto B, cosa que veréis en el mapa dentro del sobre plateado. El vehículo pasará por el punto C a las seis de la tarde dentro de dos días, buena suerte chicos. – Al parecer el castaño lo tenía todo preparado y tan solo faltaba realizar la misión de liberar a aquellos hombres y erradicar la amenaza de los agentes. Krauser siempre había tenido la manía de confiar ciegamente en sus hombres y a día de hoy continuaba haciéndolo. Las costumbres de cuando era almirante no se le habían olvidado para nada.
Sobre Plateado: Puede verse un mapa del escenario. El punto C es una enorme vía que atraviesa el plano entero. El B son unas montañas pegadas a la vía y con muchos puntos rocosos de por medio. El Punto A parece ser el pie de la montaña del punto B, en el que hay bastantes rocas y símbolos que indican explosivos. El punto D es el más alejado de todos y está antes de llegar al punto C incluso, es una zona cercana a un pueblo y de dónde va a salir el tren.
Sobre Morado: Alice tienes el objetivo de infiltrarte en el tren la primera. Desde el punto D podrás hacerlo con facilidad y gracias a tu fruta esto va a salir muy bien. Yo saltare al vehículo desde el punto B llegado el momento. Nos veremos en el último vagón.
Sobre Blanco y Rojo: Daneer y Airnal, os toca colaborar, sois el punto A. Debéis colocar los explosivos cerca de la vía y camuflarlos de alguna forma. Detonadlos cuando el vehículo este próximo. Debéis hacerlo de forma que el tren no caiga o la gente de dentro morirá, tan solo queremos suficiente humo como para alterarlos. Después de eso tratad de colaros como podáis. Os habré dejado barriles de pólvora camuflados en vuestro sitio.
Sobre Verde: Caddie tú te vas a colocar en el punto C. Que conste que tiré unos dados para ver quien colocaba aquí. Eres el cebo, debes dar la tabarra después de la explosión para llamar la atención de los perros del gobierno. Cuando eso haya pasado nosotros ya estaremos dentro y deberás intentar meterte en cualquier vagón menos el último. Nos veremos dentro.
Dos días después 17:58
Krauser estaba tumbado en su posición observando la vía con facilidad y a una altura no muy alocada para saltar en cuanto pudiera. Esperaba que los chicos ya estuvieran en sus posiciones y cumplieran bien el plan. No tardó en escuchar el sonido de un tren y eso le hizo sonreír de lado mientras llevaba la mano derecha a su machete eléctrico. El día parecía estar un poco nublado y con indicios de que iba a llover pero no importaba. Era el momento de realizar un objetivo en contra de los payasos del gobierno. Cinco de los diez demonios principales de La Venganza De La Quimera estaban listos para realizar el trabajo. El castaño se colocó detrás de unas rocas bastante grandes y entrecerró los ojos esperando a que el grupo rojo y blanco realizara su objetivo a la perfección.
En la mesa de su despacho estaba aquella misteriosa carpeta, la cual había dejado preparada para sus hombres. Al abrirla podía verse una carta y algunos sobres de colores. En la escritura ponía lo siguiente. – Un grupo del gobierno ha hecho lo que mejor saben hacer, abusar de su poder. Han tomado unos veinte esclavos prestados de un noble y se dirigen por tren hacia una base subterránea de Yukioto. Nuestros espías me han pasado esta información y ya creo que sabéis lo que toca. Yo me adelantare para vigilar la situación desde el cañón rocoso del punto B, cosa que veréis en el mapa dentro del sobre plateado. El vehículo pasará por el punto C a las seis de la tarde dentro de dos días, buena suerte chicos. – Al parecer el castaño lo tenía todo preparado y tan solo faltaba realizar la misión de liberar a aquellos hombres y erradicar la amenaza de los agentes. Krauser siempre había tenido la manía de confiar ciegamente en sus hombres y a día de hoy continuaba haciéndolo. Las costumbres de cuando era almirante no se le habían olvidado para nada.
Sobre Plateado: Puede verse un mapa del escenario. El punto C es una enorme vía que atraviesa el plano entero. El B son unas montañas pegadas a la vía y con muchos puntos rocosos de por medio. El Punto A parece ser el pie de la montaña del punto B, en el que hay bastantes rocas y símbolos que indican explosivos. El punto D es el más alejado de todos y está antes de llegar al punto C incluso, es una zona cercana a un pueblo y de dónde va a salir el tren.
Sobre Morado: Alice tienes el objetivo de infiltrarte en el tren la primera. Desde el punto D podrás hacerlo con facilidad y gracias a tu fruta esto va a salir muy bien. Yo saltare al vehículo desde el punto B llegado el momento. Nos veremos en el último vagón.
Sobre Blanco y Rojo: Daneer y Airnal, os toca colaborar, sois el punto A. Debéis colocar los explosivos cerca de la vía y camuflarlos de alguna forma. Detonadlos cuando el vehículo este próximo. Debéis hacerlo de forma que el tren no caiga o la gente de dentro morirá, tan solo queremos suficiente humo como para alterarlos. Después de eso tratad de colaros como podáis. Os habré dejado barriles de pólvora camuflados en vuestro sitio.
Sobre Verde: Caddie tú te vas a colocar en el punto C. Que conste que tiré unos dados para ver quien colocaba aquí. Eres el cebo, debes dar la tabarra después de la explosión para llamar la atención de los perros del gobierno. Cuando eso haya pasado nosotros ya estaremos dentro y deberás intentar meterte en cualquier vagón menos el último. Nos veremos dentro.
Dos días después 17:58
Krauser estaba tumbado en su posición observando la vía con facilidad y a una altura no muy alocada para saltar en cuanto pudiera. Esperaba que los chicos ya estuvieran en sus posiciones y cumplieran bien el plan. No tardó en escuchar el sonido de un tren y eso le hizo sonreír de lado mientras llevaba la mano derecha a su machete eléctrico. El día parecía estar un poco nublado y con indicios de que iba a llover pero no importaba. Era el momento de realizar un objetivo en contra de los payasos del gobierno. Cinco de los diez demonios principales de La Venganza De La Quimera estaban listos para realizar el trabajo. El castaño se colocó detrás de unas rocas bastante grandes y entrecerró los ojos esperando a que el grupo rojo y blanco realizara su objetivo a la perfección.
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Nunca hubiera pensado que me rodearía de compañeros para tomar algo y echar unas risas, pero allí estaba, en una habitación en los sótanos de la base que servía como zona de descanso. Se escucharon un montón de carcajadas, como respuesta a un chiste malísimo que alguien había hecho. Sonreí ligeramente. Demasiado ruido para mí, sería difícil que pudiera seguir leyendo en aquel lugar el libro que tenía en el regazo.
Un soldado que sólo conocía de vista y al que no vi entrar se acercó hasta donde estaba sentada y dijo en voz baja:
-Alice, tienes ir al despacho de Krauser -dijo algo nervioso. -Órdenes directas suyas.
Puse los ojos en blanco por un momento. Ya decía yo que era muy raro que me durara tanto el descanso. Me levanté y me dirigí al despacho, notando que los pasillos antes acogedores, ahora parecían algo espeluznantes, iluminados por una luz muy tenue. ¿Qué me esperaba?
Por lo visto era la primera en llegar al despacho, donde sólo había estado un par de veces. La puerta estaba entreabierta, pero no quise entrar sin llamar antes. Después de un par de veces, desistí. "Hm, no parece que esté aquí. Qué raro." Empujé la puerta, que chirrió un poco al abrirse, y entré. Me sentía un poco mal, daba la impresión que estuviera husmeando y no quería que me pillaran así, aunque no fuera culpable de nada. No me dediqué a darle muchas vueltas al asunto, supuse que la carpeta encima de la mesa tendría que ver con la razón por la que me habían llamado, así que la abrí y leí la carta. Levanté la carpeta y unos sobres de colores cayeron al suelo. "Tiene pinta de que el morado es el mío" pensé, y en mi cabeza mi voz sonaba con un tono de burla. Dejé los demás donde los había encontrado y abrí el mío. Después cogí el plateado para ver qué tenía dentro, porque no me constaba que hubiera alguien en la división con ese color. "Ajá..."
Debía comentar con mis compañeros cuál era mi parte, pero no sabía cuándo llegarían y no quería esperarlos allí. Cogí un bolígrafo del escritorio de Krauser y, tras quitar la tarjeta de mi sobre y guardarla en mi bolsillo, escribí en él:
Salí sigilosamente del despacho, con la idea de encontrarme con ellos más tarde y hablar del desarrollo de la misión.
Dos días después
Había sido algo más fácil de lo que esperaba, porque no había mucha gente que tomara en el tren en aquel pequeño pueblo. "¿Entrar la primera o entrar más tarde?" Me coloqué en el borde de la plataforma, delante de la gente que esperaba a que llegara y se abrieran sus puertas. Un poco peligroso, pero más peligroso hubiera sido que una de esas personas chocara con alguien invisible. Afortunadamente no sobrepasaron las líneas de seguridad hasta que las puertas estaban abiertas del todo, tiempo más que suficiente como para que entrara y me dirigiera al último vagón. Eran tan pocos que podría sentarme en cualquier esquina y esperar a que los demás hicieran su parte.
17:58
Tras dos o tres paradas, el tren se había vaciado de gente. Supuse que los esclavos, junto con gente del gobierno, estarían en algún vagón "cerrado al público." Se acercaba la hora de la acción.
Un soldado que sólo conocía de vista y al que no vi entrar se acercó hasta donde estaba sentada y dijo en voz baja:
-Alice, tienes ir al despacho de Krauser -dijo algo nervioso. -Órdenes directas suyas.
Puse los ojos en blanco por un momento. Ya decía yo que era muy raro que me durara tanto el descanso. Me levanté y me dirigí al despacho, notando que los pasillos antes acogedores, ahora parecían algo espeluznantes, iluminados por una luz muy tenue. ¿Qué me esperaba?
Por lo visto era la primera en llegar al despacho, donde sólo había estado un par de veces. La puerta estaba entreabierta, pero no quise entrar sin llamar antes. Después de un par de veces, desistí. "Hm, no parece que esté aquí. Qué raro." Empujé la puerta, que chirrió un poco al abrirse, y entré. Me sentía un poco mal, daba la impresión que estuviera husmeando y no quería que me pillaran así, aunque no fuera culpable de nada. No me dediqué a darle muchas vueltas al asunto, supuse que la carpeta encima de la mesa tendría que ver con la razón por la que me habían llamado, así que la abrí y leí la carta. Levanté la carpeta y unos sobres de colores cayeron al suelo. "Tiene pinta de que el morado es el mío" pensé, y en mi cabeza mi voz sonaba con un tono de burla. Dejé los demás donde los había encontrado y abrí el mío. Después cogí el plateado para ver qué tenía dentro, porque no me constaba que hubiera alguien en la división con ese color. "Ajá..."
Debía comentar con mis compañeros cuál era mi parte, pero no sabía cuándo llegarían y no quería esperarlos allí. Cogí un bolígrafo del escritorio de Krauser y, tras quitar la tarjeta de mi sobre y guardarla en mi bolsillo, escribí en él:
A las nueve en la sala 3.
-Alice
Salí sigilosamente del despacho, con la idea de encontrarme con ellos más tarde y hablar del desarrollo de la misión.
***
Dos días después
Había sido algo más fácil de lo que esperaba, porque no había mucha gente que tomara en el tren en aquel pequeño pueblo. "¿Entrar la primera o entrar más tarde?" Me coloqué en el borde de la plataforma, delante de la gente que esperaba a que llegara y se abrieran sus puertas. Un poco peligroso, pero más peligroso hubiera sido que una de esas personas chocara con alguien invisible. Afortunadamente no sobrepasaron las líneas de seguridad hasta que las puertas estaban abiertas del todo, tiempo más que suficiente como para que entrara y me dirigiera al último vagón. Eran tan pocos que podría sentarme en cualquier esquina y esperar a que los demás hicieran su parte.
17:58
Tras dos o tres paradas, el tren se había vaciado de gente. Supuse que los esclavos, junto con gente del gobierno, estarían en algún vagón "cerrado al público." Se acercaba la hora de la acción.
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Re: Asalto Al Tren [Misión Nº1] [La Venganza De La Quimera] [Privado-Pasado] {Dom 7 Feb 2016 - 3:16}
El cielo sobre él se encontraba cubierto por un manto anaranjado, que en ciertos puntos veía su monotonía alterada por alguna que otra nube, adoptando tonos rosados, mientras que las últimas luces del atardecer comenzaban a debilitarse a medida que el Sol comenzaba a sumergirse allá en el horizonte, aunque aún faltarían unas pocas horas. Su mirada se encontraba perdida, observando la curva que formaba el mar en la lejanía mientras se mantenía perdido en sus pensamientos. Era curioso que alguien como él hubiera acabado enrolado en una organización así. ¿Luchar contra el Gobierno Mundial? ¿Cambiar la situación de la gente? Eran temas que jamás habían ido ni con él ni con su gente, pero el desafío que presentaba era realmente interesante. Además, tampoco podía decir que no entendiera (y compartiera) su propósito. El mundo necesitaba un cambio, y les había tocado a ellos dar los primeros pasos. Dejó escapar un suspiro melancólico. En ocasiones echaba de menos su isla natal, sentirse entre los suyos, trabajar por la Hermandad... Pero no se echaría atrás. ¿Quién le habría dicho que terminaría no solo luchando por la Armada, sino uniéndose a un selecto grupo de esta? "La Venganza de la Quimera". Había oído historias y rumores sobre el por qué del nombre, así como de la historia de Krauser, su superior directo. Tal vez era el título más apropiado para ellos.
- ¡Daneer! -sonó una voz a su espalda, la cual le hizo ladear el cuerpo, sin levantarse aún, permaneciendo sentado al borde del saliente en el que se encontraba- Me envía el oficial Krauser. Quiere que reúnas a los miembros de la división en su despacho cuanto antes.
- Está bien -respondió con calma, mirándole a través de su máscara- Me encargaré de ello inmediatamente.
El soldado asintió y volvió al interior de la base secreta, mientras que el albino comenzaba a ponerse en pie con calma. Tras echar un último vistazo al mar dio media vuelta y volvió a bajar, reuniendo rápidamente a un grupo de reclutas para que fueran a buscar al resto. Al fin y al cabo, ponerse a buscarles uno por uno le habría llevado demasiado tiempo... Y quién sabe, tal vez fuera algo urgente, por lo que no podía permitirse perder ni un minuto. Tras esto se dispuso a dirigirse hacia el despacho de Krauser para enterarse de qué iba todo aquello. Llamó a la puerta y esperó unos segundos, esperando a que alguien le diera permiso para entrar, pero no obtuvo respuesta. Giró el pomo y se adentró en la sala, dándose cuenta rápidamente de que sobre la mesa había una considerable cantidad de sobres, cada uno de un color diferente, así como una nota de Alice, una de los demonios.
- Vaya... Parece que no he sido suficientemente rápido -susurró para sí mismo, esbozando una leve sonrisa y tomando el sobre de color blanco, dando por hecho de que estaban asignados en función de los colores.
"Ya veo." Se guardó el papel y le echó un vistazo al plateado, encajando entonces las piezas que le faltaban. Hizo bien, pues le extrañaba el color de aquel sobre, y su intuición había acertado. Tras esto se dispuso a salir del despacho de Krauser, dando un paseo por el interior de la base subterránea para matar el tiempo antes de que llegara la hora acordada. No solía socializar, ni era muy dado a ello realmente, pero supuso que no le quedaba otra opción. Al fin y al cabo, no iba a trabajar solo aquella vez...
Dos días después. 17:58
Daneer comprobó por última vez el estado de los explosivos antes de disponerse a alejarse de las vías. Le había tocado colaborar con Airnal en aquella tarea, de quien no sabía demasiado, a decir verdad... Aunque tampoco es como si hubiera puesto mucho de su parte. De hecho, apenas había pronunciado las palabras justas y necesarias para realizar correctamente su cometido.
- Esto ya está -dijo, tras un largo silencio, volviendo su mirada al pelirrojo- Lo mejor será detonar los explosivos antes de que pase el tren, así les obligaremos a detenerse y podremos aprovechar para asaltarlo.
Supuso que era la idea más coherente, y que su compañero habría pensado algo similar. Tras ello se dispuso a ocultarse entre el terreno pedregoso que les brindaba la falda de la montaña, un lugar perfecto para realizar emboscadas. ¿No se lo habrían planteado cuando construyeron aquellas vías? Tomó asiento y apoyó la espalda contra una enorme roca, asomándose lo justo para tener una buena visión del objetivo. Tocaba pasar a la acción, y había pasado mucho tiempo sin hacer nada realmente interesante. Sin embargo se mantuvo calmado. No convenía perder los nervios.
- ¡Daneer! -sonó una voz a su espalda, la cual le hizo ladear el cuerpo, sin levantarse aún, permaneciendo sentado al borde del saliente en el que se encontraba- Me envía el oficial Krauser. Quiere que reúnas a los miembros de la división en su despacho cuanto antes.
- Está bien -respondió con calma, mirándole a través de su máscara- Me encargaré de ello inmediatamente.
El soldado asintió y volvió al interior de la base secreta, mientras que el albino comenzaba a ponerse en pie con calma. Tras echar un último vistazo al mar dio media vuelta y volvió a bajar, reuniendo rápidamente a un grupo de reclutas para que fueran a buscar al resto. Al fin y al cabo, ponerse a buscarles uno por uno le habría llevado demasiado tiempo... Y quién sabe, tal vez fuera algo urgente, por lo que no podía permitirse perder ni un minuto. Tras esto se dispuso a dirigirse hacia el despacho de Krauser para enterarse de qué iba todo aquello. Llamó a la puerta y esperó unos segundos, esperando a que alguien le diera permiso para entrar, pero no obtuvo respuesta. Giró el pomo y se adentró en la sala, dándose cuenta rápidamente de que sobre la mesa había una considerable cantidad de sobres, cada uno de un color diferente, así como una nota de Alice, una de los demonios.
- Vaya... Parece que no he sido suficientemente rápido -susurró para sí mismo, esbozando una leve sonrisa y tomando el sobre de color blanco, dando por hecho de que estaban asignados en función de los colores.
"Ya veo." Se guardó el papel y le echó un vistazo al plateado, encajando entonces las piezas que le faltaban. Hizo bien, pues le extrañaba el color de aquel sobre, y su intuición había acertado. Tras esto se dispuso a salir del despacho de Krauser, dando un paseo por el interior de la base subterránea para matar el tiempo antes de que llegara la hora acordada. No solía socializar, ni era muy dado a ello realmente, pero supuso que no le quedaba otra opción. Al fin y al cabo, no iba a trabajar solo aquella vez...
Dos días después. 17:58
Daneer comprobó por última vez el estado de los explosivos antes de disponerse a alejarse de las vías. Le había tocado colaborar con Airnal en aquella tarea, de quien no sabía demasiado, a decir verdad... Aunque tampoco es como si hubiera puesto mucho de su parte. De hecho, apenas había pronunciado las palabras justas y necesarias para realizar correctamente su cometido.
- Esto ya está -dijo, tras un largo silencio, volviendo su mirada al pelirrojo- Lo mejor será detonar los explosivos antes de que pase el tren, así les obligaremos a detenerse y podremos aprovechar para asaltarlo.
Supuso que era la idea más coherente, y que su compañero habría pensado algo similar. Tras ello se dispuso a ocultarse entre el terreno pedregoso que les brindaba la falda de la montaña, un lugar perfecto para realizar emboscadas. ¿No se lo habrían planteado cuando construyeron aquellas vías? Tomó asiento y apoyó la espalda contra una enorme roca, asomándose lo justo para tener una buena visión del objetivo. Tocaba pasar a la acción, y había pasado mucho tiempo sin hacer nada realmente interesante. Sin embargo se mantuvo calmado. No convenía perder los nervios.
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Los dedos del ratón rasgaban las cuerdas de su viejo laúd. Mondo, el perro, respiraba fuertemente en su sueño tumbado a su lado. Se encontraba fuera de la base, bajo la anaranjada luz que indicaba el final del día, sentado en el suelo. La melodía que salía del viejo instrumento de madera roja era lenta y tranquilizadora, igual que el estado de ánimo del ratón en aquel momento. Sus ojos estaban cerrados, concentrándose en la melodía, mientras se daba cuenta que era el mismo ritmo de la canción que entonó cuando el rey de Gatomere murió bajo su espada. Tal vez aquella era ya su canción.
- Eh... ¿Sir Cadogan?
Caddie abrió los ojos y miró hacia arriba, donde lo observaba un soldado que solo conocía de vista. El ratón se levantó y dejó de tocar, colocando el laúd en su espalda.
- ¿Si?- Dijo desde abajo.
- Me envía el oficial Krauser. Requiere la asistencia de los miembros de la división en su despacho.
- Gracias.- Dijo con amabilidad el ratón.
Mientras aquel mensajero se marchaba, Caddie llamó la atención de Mondo, que no tardó en levantarse y estirarse hasta ponerse junto al ratón de nuevo. El caballero empezó a caminar con el perro tras él hacia la puerta del despacho de Krauser. Al llegar, vio salir a uno de los otros miembros de la división. Alguien a quien de momento había visto pocas veces y no conocía del todo bien. Lo ignoró y entró en el despacho cuando se fue. No había nadie. En la mesa había una carpeta con una carta y varios sobres de colores, los cuales eran representativos de los miembros de la división, excepto uno plateado que no se correspondía nadie. Caddie cogió el suyo, lo abrió y lo leyó.
"Ya... unos dados..."
Mondo ladró, a lo que Caddie respondió rascando tras su oreja. Siguió mirando la mesa y vio una nota de Alice. Tal vez la persona a quien más conocía de aquella división y posiblemente la única en la que confiaba plenamente de momento.
"Me pregunto si ella estaría de acuerdo en ponerme como cebo... Ella sabe lo que puedo hacer..."
El ratón se dio cuenta de que empezaba a pensar como un niño en vez de el caballero y príncipe que era. Sacudió la cabeza y alejó aquel pensamiento de su cabeza y se dirigió a la salida.
"Seguro que confían en lo que puedo hacer... seguro."
Dos días después. 17:58
El ratón estaba en el punto C, sobre la vía. Tenía la mano aferrada al mango de Asta Brillante, dispuesto a desenvainarla enseguida y encender sus llamas cuando todo ocurriese. Aquello llamaría la atención, seguro. A su lado, Mondo estaba preparado para cualquier cosa. Se encontraba con las orejas orientadas hacia delante en completa atención hacia lo que pudiese ocurrir, dispuesto a atacar a dentelladas a cualquier enemigo que se acercase.
- Mondo... espera al momento justo.
El perro soló un quejido lastimero y Caddie miró a lo lejos, esperando ver lo que temía que se acercara.
- Eh... ¿Sir Cadogan?
Caddie abrió los ojos y miró hacia arriba, donde lo observaba un soldado que solo conocía de vista. El ratón se levantó y dejó de tocar, colocando el laúd en su espalda.
- ¿Si?- Dijo desde abajo.
- Me envía el oficial Krauser. Requiere la asistencia de los miembros de la división en su despacho.
- Gracias.- Dijo con amabilidad el ratón.
Mientras aquel mensajero se marchaba, Caddie llamó la atención de Mondo, que no tardó en levantarse y estirarse hasta ponerse junto al ratón de nuevo. El caballero empezó a caminar con el perro tras él hacia la puerta del despacho de Krauser. Al llegar, vio salir a uno de los otros miembros de la división. Alguien a quien de momento había visto pocas veces y no conocía del todo bien. Lo ignoró y entró en el despacho cuando se fue. No había nadie. En la mesa había una carpeta con una carta y varios sobres de colores, los cuales eran representativos de los miembros de la división, excepto uno plateado que no se correspondía nadie. Caddie cogió el suyo, lo abrió y lo leyó.
"Ya... unos dados..."
Mondo ladró, a lo que Caddie respondió rascando tras su oreja. Siguió mirando la mesa y vio una nota de Alice. Tal vez la persona a quien más conocía de aquella división y posiblemente la única en la que confiaba plenamente de momento.
"Me pregunto si ella estaría de acuerdo en ponerme como cebo... Ella sabe lo que puedo hacer..."
El ratón se dio cuenta de que empezaba a pensar como un niño en vez de el caballero y príncipe que era. Sacudió la cabeza y alejó aquel pensamiento de su cabeza y se dirigió a la salida.
"Seguro que confían en lo que puedo hacer... seguro."
Dos días después. 17:58
El ratón estaba en el punto C, sobre la vía. Tenía la mano aferrada al mango de Asta Brillante, dispuesto a desenvainarla enseguida y encender sus llamas cuando todo ocurriese. Aquello llamaría la atención, seguro. A su lado, Mondo estaba preparado para cualquier cosa. Se encontraba con las orejas orientadas hacia delante en completa atención hacia lo que pudiese ocurrir, dispuesto a atacar a dentelladas a cualquier enemigo que se acercase.
- Mondo... espera al momento justo.
El perro soló un quejido lastimero y Caddie miró a lo lejos, esperando ver lo que temía que se acercara.
Esmejit R. Airnal
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Esmejit se encontraba en su cuarto, jugueteando con una baraja de cartas, haciendo pequeños trucos y juegos de manos. Tenía que practicar mucho si quería llegar a ser un gran mago. Sus manos bailaban con velocidad, haciendo aparecer y desaparecer los naipes de una baraja francesa mientras se imaginaba frente a un público expectante. Se removió en su asiento, una silla de no la mejor calidad, algo dura e incómoda. Esto de no estar financiados por el Gobierno tenía pegas importantes. Un ruido en la puerta atrajo su atención, alguien llamaba. Sin esperar respuesta, una persona abrió. Se trataba de un hombre de edad indefinida entre los veinte y los treinta años. Llevaba una banda blanca en la manga derecha de su camisa a cuadros, y una bandana rojo atada al cuello. El mago se detuvo, pensando si sería buena idea mostrarle alguno de sus juegos de manos al hombre, pero el tipo parecía ocupado.
- ¿Eres Airi? -preguntó al pelirrojo, y sin apenas darle tiempo a reaccionar, añadió-. Te esperan en el despacho de Krauser. El pelirrojo se preguntó qué querría el líder de la base. No le había parecido un mal hombre, pero no podía suponer qué querría su ahora superior. Guardó sus cartas y salió al pasillo. Caminó por los corredores durante un par de minutos hasta llegar al despacho, y se detuvo ante la puerta. Dudó durante un momento si era buena idea entrar. Estaba nervioso.
- Buenas... ¿se puede? -preguntó con timidez mientras llamaba a la puerta. Nadie contestó al otro lado. Tardó unos segundos en darse cuenta de la cantidad de sobres abiertos sobre la mesa del comandante. Empezó a ojear las cartas, que parecían codificadas según el color de los "demonios" de la división. No había ninguno rojo, pero sí uno que tenía este color y blanco. Supuso que sería el suyo y extendió la mano para ver qué ocurría. Luego vio algo escrito en el sobre de color violeta, y lo leyó también.
- Mmmm... -tras eso, el chico vio un pequeño reloj de pared. Aún quedaba algo de tiempo hasta la hora acordada. Salió del despacho en silencio y cerró la puerta tras él.
Dos días después. el joven aprendiz de mago estaba con su compañero de misión. Su objetivo era detener un tren donde supuestamente se estaba realizando un tráfico de personas. El chico no acababa de entender qué clase de ventaja podían obtener de aquella operación, además de jugarse el cuello, pero su espíritu de justicia lo obligaba a colaborar. Lo que no tenía tan claro era si aquello no pondría en peligro las vidas de varias personas dentro del tren. Esperaba que no, o no podría dormir por las noches.
- Vamos allá. Hay que parar ese tren -murmuró a Daneer-. ¿Cadogan está en posición? -preguntó, preocupado por el estado del ratón. Agradecía en silencio el no tener que hacer él de carnada. Seguramente lo echaría todo a perder si aquel fuera el caso.
- ¿Eres Airi? -preguntó al pelirrojo, y sin apenas darle tiempo a reaccionar, añadió-. Te esperan en el despacho de Krauser. El pelirrojo se preguntó qué querría el líder de la base. No le había parecido un mal hombre, pero no podía suponer qué querría su ahora superior. Guardó sus cartas y salió al pasillo. Caminó por los corredores durante un par de minutos hasta llegar al despacho, y se detuvo ante la puerta. Dudó durante un momento si era buena idea entrar. Estaba nervioso.
- Buenas... ¿se puede? -preguntó con timidez mientras llamaba a la puerta. Nadie contestó al otro lado. Tardó unos segundos en darse cuenta de la cantidad de sobres abiertos sobre la mesa del comandante. Empezó a ojear las cartas, que parecían codificadas según el color de los "demonios" de la división. No había ninguno rojo, pero sí uno que tenía este color y blanco. Supuso que sería el suyo y extendió la mano para ver qué ocurría. Luego vio algo escrito en el sobre de color violeta, y lo leyó también.
- Mmmm... -tras eso, el chico vio un pequeño reloj de pared. Aún quedaba algo de tiempo hasta la hora acordada. Salió del despacho en silencio y cerró la puerta tras él.
***
Dos días después. el joven aprendiz de mago estaba con su compañero de misión. Su objetivo era detener un tren donde supuestamente se estaba realizando un tráfico de personas. El chico no acababa de entender qué clase de ventaja podían obtener de aquella operación, además de jugarse el cuello, pero su espíritu de justicia lo obligaba a colaborar. Lo que no tenía tan claro era si aquello no pondría en peligro las vidas de varias personas dentro del tren. Esperaba que no, o no podría dormir por las noches.
- Vamos allá. Hay que parar ese tren -murmuró a Daneer-. ¿Cadogan está en posición? -preguntó, preocupado por el estado del ratón. Agradecía en silencio el no tener que hacer él de carnada. Seguramente lo echaría todo a perder si aquel fuera el caso.
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Llegó el momento de la verdad. El asesino pudo ver al jodido tren en marcha acercándose cada vez más. Su velocidad no parecía ser lenta en absoluto. Por suerte era lo suficiente grande para que el demonio pudiera realizar su objetivo. Echó una mirada hacia abajo y pudo ver a sus otros dos compañeros listos. Lo que más le sorprendió fue ver al ratón con un perro. Esperaba que su plan no fallara al ir dos. Krauser se acercó a un saliente y puso una expresión seria mientras se preparaba. Estaba deseando joder vivos a aquellos capullos. Activó su haki de observación y empezó a sentir las presencias de los hombres dentro del enorme vehículo. Había algunas de ellas bastante fuertes. Le daba absolutamente igual, el que fueran tipos poderosos solo hacía la cosa más interesante para el castaño. – Hora de pasar a la acción. – Dijo de repente mientras sonreía de lado.
Salió corriendo a toda velocidad cuando pudo ver al transporte empezar a pasar frente a sus ojos. Logró escuchar un gran sonido y el tren empezó a frenar de repente. Al parecer los suyos lo habían logrado. Pegó un salto hasta una roca y de esta saltó con toda su potencia hacia el monstruo de hierro. Mientras que bajaba su brazo derecho se imbuyó en energía cortante y haki armadura. Aterrizó sobre el último vagón pegando un puñetazo en el techo de este. Produjo un notorio agujero por el que se metió. Aterrizó colocando ambos pies en el suelo y poniendo después también las manos. Su mirada se centró en los asientos hasta que gracias a su mantra pudo saber la posición exacta de Alice. – No podemos permitir que ningún inocente muera. No deshagas tu invisibilidad hasta que te diga o yo ya no esté en el vagón. No te preocupes por lo que pase. – Dijo enseguida para después colocarse en pie. Su figura resultaba algo intimidante. Un tipo de dos metros con la boca vendada y con un espadón inmenso.
De repente la puerta al siguiente vagón se abrió y un tipo trajeado surgió de ella. Enseguida al ver al demonio de la niebla frunció el ceño y salió disparado con un puñal hacia Krauser. Parecía muy lento hasta que pronunció las palabras conocidas como “soru”. En ese momento el asesino pudo predecir las intenciones de aquel capullo. Al parecer no se había percatado de la presencia de Alice y aquello le daba una tremenda ventaja. Llevó la mano al mango de su espadón legendario y sonrió de forma siniestra sabiendo lo que iba a hacer. Se apartó en el último instante gracias a su buena agilidad y aquel tipo quedó a su espalda. Realizó un movimiento violento con su arma y al sacarla trazó un recorrido desde su pie derecho hasta arriba para después bajar hasta el pie izquierdo. Un tremendo sonido metálico se escuchó y el vagón se partió por la mitad. La zona dónde estaban la chica y el castaño permaneció unida al resto del vehículo mientras que el resto caía a la vía haciéndose pedazos. El agente pareció roda por el suelo quedando tendido y malherido. Krauser últimamente era letal de forma muy destructiva.
De repente sintió otra presencia tras él. En pocos segundos otro agente esta vez armado con una ametralladora entró. Este le apuntó pidiéndole que subiera las manos y se estuviese quieto. – Ya era hora… – Susurró despacio para dar comienzo a la siguiente fase de su plan. Guardó su enorme arma y se puso contra la pared sabiendo que seguramente la chica estaba observando todo. – Me rindo… – Dijo mientras el hombre se acercaba y seguido de otros dos agentes que entraron. Aquello solo iba a funcionar de la siguiente forma. Si las esposas eran de Kairouseki, Krauser no se dejaría esposar y los mataría. Si no lo eran simplemente se dejaría arrestar y probablemente lo llevarían con los presos. Con aquellos conseguiría dos cosas. Hacer creer que en el ataque solo estaba él y el ratón. De esa forma dejaba libre la sospecha de qué hubiese más gente. La segunda era que conseguiría llegar al vagón de los esclavos. Cuando el hombre se acercó apuntándole con aquellas esposas, movió la mano un segundo fingiendo un tropiezo y rozándolas. – “Gilipollas…” – Pensó en aquel momento mientras una sonrisa siniestra se formaba en su rostro. No le habían debilitado para nada. Además le había dicho a la chica que no deshiciera su poder hasta que lo dijera o saliera de allí y estaba a punto de hacerlo.
Se dejó esposar y ahora empezaron a llevárselo mientras reían. – Joder hemos capturado al demonio de la niebla. Por fin dejaremos de ser agentes de grado tres. – Encima hablaron más de la cuenta. El castaño caminó con ellos mientras entrecerraba los ojos detectando las distintas presencias a su alrededor. La verdad es que estaba conteniendo las ganas de reír ¿De verdad pensaban que no iba a librarse de las esposas con facilidad? Lo llevaron hasta el tercer vagón y allí lo colocaron junto a otros doce agentes y bastantes personas encadenadas. Los pardos ojos del asesino se abrieron como platos al darse cuenta de que solo eran niños inocentes y algunos ancianos. La ira se estaba apoderando de él. Pudo ver a un hombre mayor sin camiseta toser un poco y fue cuando las venas de su frente se hincharon de forma exagerada. – Enviad a seis hombres a buscar a esa cosa que estaba en la vía. – Dijo uno de ellos el cual despedía un aura más poderosa. Sin embargo incluso la de Alice era mayor. Debía de ser de rango seis o similar. Aquellos hombres fueron al resto de vagones y el castaño supo que ya no iban a volver con vida. En aquel momento imbuyó sus manos en energía cortante y partió las esposas de forma disimulada. Ni siquiera le habían desarmado. Tan solo eran unos novatos.
Salió corriendo a toda velocidad cuando pudo ver al transporte empezar a pasar frente a sus ojos. Logró escuchar un gran sonido y el tren empezó a frenar de repente. Al parecer los suyos lo habían logrado. Pegó un salto hasta una roca y de esta saltó con toda su potencia hacia el monstruo de hierro. Mientras que bajaba su brazo derecho se imbuyó en energía cortante y haki armadura. Aterrizó sobre el último vagón pegando un puñetazo en el techo de este. Produjo un notorio agujero por el que se metió. Aterrizó colocando ambos pies en el suelo y poniendo después también las manos. Su mirada se centró en los asientos hasta que gracias a su mantra pudo saber la posición exacta de Alice. – No podemos permitir que ningún inocente muera. No deshagas tu invisibilidad hasta que te diga o yo ya no esté en el vagón. No te preocupes por lo que pase. – Dijo enseguida para después colocarse en pie. Su figura resultaba algo intimidante. Un tipo de dos metros con la boca vendada y con un espadón inmenso.
De repente la puerta al siguiente vagón se abrió y un tipo trajeado surgió de ella. Enseguida al ver al demonio de la niebla frunció el ceño y salió disparado con un puñal hacia Krauser. Parecía muy lento hasta que pronunció las palabras conocidas como “soru”. En ese momento el asesino pudo predecir las intenciones de aquel capullo. Al parecer no se había percatado de la presencia de Alice y aquello le daba una tremenda ventaja. Llevó la mano al mango de su espadón legendario y sonrió de forma siniestra sabiendo lo que iba a hacer. Se apartó en el último instante gracias a su buena agilidad y aquel tipo quedó a su espalda. Realizó un movimiento violento con su arma y al sacarla trazó un recorrido desde su pie derecho hasta arriba para después bajar hasta el pie izquierdo. Un tremendo sonido metálico se escuchó y el vagón se partió por la mitad. La zona dónde estaban la chica y el castaño permaneció unida al resto del vehículo mientras que el resto caía a la vía haciéndose pedazos. El agente pareció roda por el suelo quedando tendido y malherido. Krauser últimamente era letal de forma muy destructiva.
De repente sintió otra presencia tras él. En pocos segundos otro agente esta vez armado con una ametralladora entró. Este le apuntó pidiéndole que subiera las manos y se estuviese quieto. – Ya era hora… – Susurró despacio para dar comienzo a la siguiente fase de su plan. Guardó su enorme arma y se puso contra la pared sabiendo que seguramente la chica estaba observando todo. – Me rindo… – Dijo mientras el hombre se acercaba y seguido de otros dos agentes que entraron. Aquello solo iba a funcionar de la siguiente forma. Si las esposas eran de Kairouseki, Krauser no se dejaría esposar y los mataría. Si no lo eran simplemente se dejaría arrestar y probablemente lo llevarían con los presos. Con aquellos conseguiría dos cosas. Hacer creer que en el ataque solo estaba él y el ratón. De esa forma dejaba libre la sospecha de qué hubiese más gente. La segunda era que conseguiría llegar al vagón de los esclavos. Cuando el hombre se acercó apuntándole con aquellas esposas, movió la mano un segundo fingiendo un tropiezo y rozándolas. – “Gilipollas…” – Pensó en aquel momento mientras una sonrisa siniestra se formaba en su rostro. No le habían debilitado para nada. Además le había dicho a la chica que no deshiciera su poder hasta que lo dijera o saliera de allí y estaba a punto de hacerlo.
Se dejó esposar y ahora empezaron a llevárselo mientras reían. – Joder hemos capturado al demonio de la niebla. Por fin dejaremos de ser agentes de grado tres. – Encima hablaron más de la cuenta. El castaño caminó con ellos mientras entrecerraba los ojos detectando las distintas presencias a su alrededor. La verdad es que estaba conteniendo las ganas de reír ¿De verdad pensaban que no iba a librarse de las esposas con facilidad? Lo llevaron hasta el tercer vagón y allí lo colocaron junto a otros doce agentes y bastantes personas encadenadas. Los pardos ojos del asesino se abrieron como platos al darse cuenta de que solo eran niños inocentes y algunos ancianos. La ira se estaba apoderando de él. Pudo ver a un hombre mayor sin camiseta toser un poco y fue cuando las venas de su frente se hincharon de forma exagerada. – Enviad a seis hombres a buscar a esa cosa que estaba en la vía. – Dijo uno de ellos el cual despedía un aura más poderosa. Sin embargo incluso la de Alice era mayor. Debía de ser de rango seis o similar. Aquellos hombres fueron al resto de vagones y el castaño supo que ya no iban a volver con vida. En aquel momento imbuyó sus manos en energía cortante y partió las esposas de forma disimulada. Ni siquiera le habían desarmado. Tan solo eran unos novatos.
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La explosión hizo que me tambaleara y tuviera que sujetarme a un par de barras para no caer del asiento. "Pues menos mal que no iban a poner la bomba cerca del último vagón..." A pesar del frenazo brusco, sabía que no tenía que mostrarme todavía. Estaba un poco aburrida, pero órdenes eran órdenes y no pensaba desobedecerlas y cargarme la misión, aunque la verdad es que aún no estaba acostumbrada a trabajar en equipo. "Cosas de pasar tanto tiempo sola, sigh." Krauser entró de golpe, haciendo que me sobresaltara. Me indicó que siguiera esperando un poco más y antes de que pudiera siquiera asentir, un tipo con traje abrió la puerta y lo atacó.
Me puse en pie, a pesar de lo que me había dicho. "Hum..." No parecía que aquel tipo pudiera verme o notar mi presencia, así que me limité a esperar con una mano en la empuñadura de una de las katanas. Sólo intervendría si era estrictamente necesario, pero me costaba no hacerlo en ese mismo instante. No tenía ni idea de que Krauser fuera tan destructivo hasta que partió un maldito vagón. Desde luego no creí que necesitara mucha ayuda por mi parte después de eso. Y menos mal que no me había sentado al final del vagón.
La escena siguió de forma más o menos tensa cuando más agentes entraron y Krau fingió rendirse. "Bien, bueno. Pronto saldrá del vagón y podré descubrirme. O no..." El medio vagón quedó vacío, sin contarme a mí y supuse que lo llevarían a dónde estaban los demás esclavos. "¿Lo sigo o no lo sigo? Me disponía a hacerlo, cuando vi que unos seis hombres volvían en mi dirección. Meh, seguro que podía arreglárselas solo. "No creo que estos noten que estoy aquí, pero será mejor que limpie un poco para que no nos molesten después."
Desenvainé dos de las katanas con las manos y una con un pie y esperé a que pasaran por delante de mí. Eran muchos, pero tenía la ventaja de no ser vista, así que en cuanto los tuve delante, traté de clavar las armas en tres de ellos. Sólo conseguí alcanzar a dos, pero prontó cundió el pánico y empezaron a gritar pidiendo ayuda y a atacar al aire en busca de un enemigo que no podían ver. Iba a ser interesante.
Me puse en pie, a pesar de lo que me había dicho. "Hum..." No parecía que aquel tipo pudiera verme o notar mi presencia, así que me limité a esperar con una mano en la empuñadura de una de las katanas. Sólo intervendría si era estrictamente necesario, pero me costaba no hacerlo en ese mismo instante. No tenía ni idea de que Krauser fuera tan destructivo hasta que partió un maldito vagón. Desde luego no creí que necesitara mucha ayuda por mi parte después de eso. Y menos mal que no me había sentado al final del vagón.
La escena siguió de forma más o menos tensa cuando más agentes entraron y Krau fingió rendirse. "Bien, bueno. Pronto saldrá del vagón y podré descubrirme. O no..." El medio vagón quedó vacío, sin contarme a mí y supuse que lo llevarían a dónde estaban los demás esclavos. "¿Lo sigo o no lo sigo? Me disponía a hacerlo, cuando vi que unos seis hombres volvían en mi dirección. Meh, seguro que podía arreglárselas solo. "No creo que estos noten que estoy aquí, pero será mejor que limpie un poco para que no nos molesten después."
Desenvainé dos de las katanas con las manos y una con un pie y esperé a que pasaran por delante de mí. Eran muchos, pero tenía la ventaja de no ser vista, así que en cuanto los tuve delante, traté de clavar las armas en tres de ellos. Sólo conseguí alcanzar a dos, pero prontó cundió el pánico y empezaron a gritar pidiendo ayuda y a atacar al aire en busca de un enemigo que no podían ver. Iba a ser interesante.
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- Debería estarlo -respondió con calma a la pregunta de su compañero pelirrojo, sin desviar la mirada de las vías ni del tren, que se encontraba cada vez más cerca de su posición.
Los últimos segundos de espera se volvieron realmente tensos, y a cada uno que pasaba parecía mucho más largo que el anterior. Después de tanto tiempo por fin podría demostrar su valía, aunque fuera solo para moverse un poco. Tras ese lapso de tiempo, el tren cruzó el límite acordado y la pólvora estalló, destrozando las vías y obligando al maquinista a que decelerara hasta detener el transporte a pocos metros del lugar. Esa era la señal que tendría que seguir Cadogan, y con algo de suerte podrían infiltrarse sin llamar demasiado la atención. Era un asesino, al fin y al cabo, así que de eso iba su trabajo, ¿no? Con calma le hizo una señal a Esmejit con la mano, indicándole que le siguiera, y con el cuerpo ligeramente inclinado hacia el frente comenzó a moverse ágilmente hasta uno de los vagones intermedios. Se asomó levemente, trepando por un lateral, por la ventana, viendo que apenas había un par de agentes en esa sección del tren, aparte de tres o cuatro civiles.
- Yo me encargaré del de la derecha. Aprovecha la distracción para dejar fuera de combate al de la ventana -le dijo con calma, comenzando a desenvainar una de sus espadas.
En un movimiento bastante veloz logró alzar la ventanilla con el acero, colándose en el interior del vagón de forma ágil, antes de desplazarse a toda velocidad contra el agente. Sin embargo, no pareció ser lo suficientemente rápido, y cuando estaba por encima de este, dispuesto a trazarle un corte por todo el torso, sacó un revolver y le disparó a la altura del abdomen. El proyectil atravesó su cuerpo con suma facilidad, y el acero rasgó la carne como si fuera mantequilla, manchando una de las paredes con algo de sangre. No esperaba haberle matado con ello, pero sí sacarle de la acción.
- ¡JODER! -gritó, inclinándose sobre el suelo y llevándose la mano al punto donde la bala le había alcanzado, sin aparentes daños para sorpresa de todo el mundo- ¡ESO DUELE!
Si alguien hubiera visto su expresión podría haberse hecho una idea del dolor que estaba sintiendo, pero por suerte la máscara ocultaba su rostro, así como las lagrimillas que se le habían formado en el rabillo del ojo, pero que jamás llegaron a caer. Sin duda, su fruta era realmente especial, pero jamás podría acostumbrarse a aquella sensación tras cada golpe que recibía. Incluso darse sin querer en el meñique contra la esquina de algún mueble le producía un dolor inhumano... Aunque tal vez ese no haya sido el mejor ejemplo. Ladeó el cuerpo una vez logró recuperar la compostura, esperando que Airi se hubiera encargado del otro. Si no... Bueno, le tocaría emplearse un poco más a fondo. Fuera como fuese debían darse prisa. Aquel disparo habría captado la atención de medio tren.
Los últimos segundos de espera se volvieron realmente tensos, y a cada uno que pasaba parecía mucho más largo que el anterior. Después de tanto tiempo por fin podría demostrar su valía, aunque fuera solo para moverse un poco. Tras ese lapso de tiempo, el tren cruzó el límite acordado y la pólvora estalló, destrozando las vías y obligando al maquinista a que decelerara hasta detener el transporte a pocos metros del lugar. Esa era la señal que tendría que seguir Cadogan, y con algo de suerte podrían infiltrarse sin llamar demasiado la atención. Era un asesino, al fin y al cabo, así que de eso iba su trabajo, ¿no? Con calma le hizo una señal a Esmejit con la mano, indicándole que le siguiera, y con el cuerpo ligeramente inclinado hacia el frente comenzó a moverse ágilmente hasta uno de los vagones intermedios. Se asomó levemente, trepando por un lateral, por la ventana, viendo que apenas había un par de agentes en esa sección del tren, aparte de tres o cuatro civiles.
- Yo me encargaré del de la derecha. Aprovecha la distracción para dejar fuera de combate al de la ventana -le dijo con calma, comenzando a desenvainar una de sus espadas.
En un movimiento bastante veloz logró alzar la ventanilla con el acero, colándose en el interior del vagón de forma ágil, antes de desplazarse a toda velocidad contra el agente. Sin embargo, no pareció ser lo suficientemente rápido, y cuando estaba por encima de este, dispuesto a trazarle un corte por todo el torso, sacó un revolver y le disparó a la altura del abdomen. El proyectil atravesó su cuerpo con suma facilidad, y el acero rasgó la carne como si fuera mantequilla, manchando una de las paredes con algo de sangre. No esperaba haberle matado con ello, pero sí sacarle de la acción.
- ¡JODER! -gritó, inclinándose sobre el suelo y llevándose la mano al punto donde la bala le había alcanzado, sin aparentes daños para sorpresa de todo el mundo- ¡ESO DUELE!
Si alguien hubiera visto su expresión podría haberse hecho una idea del dolor que estaba sintiendo, pero por suerte la máscara ocultaba su rostro, así como las lagrimillas que se le habían formado en el rabillo del ojo, pero que jamás llegaron a caer. Sin duda, su fruta era realmente especial, pero jamás podría acostumbrarse a aquella sensación tras cada golpe que recibía. Incluso darse sin querer en el meñique contra la esquina de algún mueble le producía un dolor inhumano... Aunque tal vez ese no haya sido el mejor ejemplo. Ladeó el cuerpo una vez logró recuperar la compostura, esperando que Airi se hubiera encargado del otro. Si no... Bueno, le tocaría emplearse un poco más a fondo. Fuera como fuese debían darse prisa. Aquel disparo habría captado la atención de medio tren.
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Las luces del tren se hacían cada vez más intensas conforme la gran bestia de metal se acercaba. Caddie tragó saliva y cerró los ojos. Desenvainó a Asta Brillante de su cinturón y la sostuvo a su derecha, con los ojos cerrados. Finalmente, activó su Videncia y abrió los ojos. Se escuchó una fuerte explosión y el tren paró, casi descarrilando, a escasos metros del ratón. Suspiró y apretó el puño en la empuñadura de Asta Brillante. La verde hoja se prendió en llamas verdosas y la agitó sobre su cabeza, mientras silbaba todo lo fuerte que podía. Mondo, por su parte, empezó a aullar y a ladrar.
El aura de sus compañeros se notaba intensa en el interior del tren, siendo la de Krauser la más llamativa. El ajetreo dentro del tren era demasiado alto y tanto mis silbidos como los ladridos de Mondo parecían resultar ineficaces. Finalmente, las puertas del vagón principal, que estaban frente a mi, se abrieron. Seis hombres trajeados y armados con rifles rodearon al ratón y al perro, apuntándolos con sus armas. Caddie bajó la espada y las llamas verdes se extinguieron. Respiró hondo y miró al suelo.
- ¡¿Qué eres?! -Dijo uno de los agentes.
El ratón no respondió. A su lado, Mondo gruñía y se mantenía enseñando los dientes, esperando a una orden. Los agentes parecían impacientarse y el ratón sentía con su Videncia que dispararían en cualquier momento. El ratón colocó un portal azul en la superficie del vagón tras los agentes y silbó. Mondo empezó a ladrar, lanzándose al agente más cercano y cerrando sus fauces en la pierna de este. Los agentes dispararon pero, en el último momento, Caddie colocó el segundo portal bajo sus pies, cruzando justo tras los agentes. Antes de que se giraran, hundió la espada en uno de los gemelos de un agente, que gritó de dolor junto al que estaba siendo mordido por Mondo.
Gritos y maldiciones llenaron el lugar en muy poco tiempo. Caddie arrancó la espada de la pierna de aquel agente y esquivó un golpe dado con culata de un rifle. Dio un segundo silbido, dando la orden a Mondo de que escapara y se pusiese a salvo lejos de cualquier agente.
El ratón pronto se vio esquivando golpes dirigidos hacia él. Siempre que veía la oportunidad, dirigía un espadazo al rifle de algún agente para desarmarlo. Golpeó al que estaba herido y este cayó por el portal del suelo, cruzándolo y saliendo del que estaba en el vagón del tren, golpeando el suelo con la cara. Rapidamente, Caddie saltó hasta ese punto y clavó la espada en la sien del agente que había cruzado el portal.
"A veces hay que hacer lo que hay que hacer..."
Justo cuando sacaba la espada de la cabeza, uno de los agentes dio una patada en el costillar al ratón y lo mandó lejos de un único golpe. El ratón rodó por el suelo y se quedó tumbado y dolorido en el costado, apretando los dientes por el dolor. Se levantó con cuidado y vio como los agentes se acercaban a él. Ahora solo eran cinco, pero seguían superándolo en número.
"¿De verdad creían que podría hacer esto yo solo?"
El aura de sus compañeros se notaba intensa en el interior del tren, siendo la de Krauser la más llamativa. El ajetreo dentro del tren era demasiado alto y tanto mis silbidos como los ladridos de Mondo parecían resultar ineficaces. Finalmente, las puertas del vagón principal, que estaban frente a mi, se abrieron. Seis hombres trajeados y armados con rifles rodearon al ratón y al perro, apuntándolos con sus armas. Caddie bajó la espada y las llamas verdes se extinguieron. Respiró hondo y miró al suelo.
- ¡¿Qué eres?! -Dijo uno de los agentes.
El ratón no respondió. A su lado, Mondo gruñía y se mantenía enseñando los dientes, esperando a una orden. Los agentes parecían impacientarse y el ratón sentía con su Videncia que dispararían en cualquier momento. El ratón colocó un portal azul en la superficie del vagón tras los agentes y silbó. Mondo empezó a ladrar, lanzándose al agente más cercano y cerrando sus fauces en la pierna de este. Los agentes dispararon pero, en el último momento, Caddie colocó el segundo portal bajo sus pies, cruzando justo tras los agentes. Antes de que se giraran, hundió la espada en uno de los gemelos de un agente, que gritó de dolor junto al que estaba siendo mordido por Mondo.
Gritos y maldiciones llenaron el lugar en muy poco tiempo. Caddie arrancó la espada de la pierna de aquel agente y esquivó un golpe dado con culata de un rifle. Dio un segundo silbido, dando la orden a Mondo de que escapara y se pusiese a salvo lejos de cualquier agente.
El ratón pronto se vio esquivando golpes dirigidos hacia él. Siempre que veía la oportunidad, dirigía un espadazo al rifle de algún agente para desarmarlo. Golpeó al que estaba herido y este cayó por el portal del suelo, cruzándolo y saliendo del que estaba en el vagón del tren, golpeando el suelo con la cara. Rapidamente, Caddie saltó hasta ese punto y clavó la espada en la sien del agente que había cruzado el portal.
"A veces hay que hacer lo que hay que hacer..."
Justo cuando sacaba la espada de la cabeza, uno de los agentes dio una patada en el costillar al ratón y lo mandó lejos de un único golpe. El ratón rodó por el suelo y se quedó tumbado y dolorido en el costado, apretando los dientes por el dolor. Se levantó con cuidado y vio como los agentes se acercaban a él. Ahora solo eran cinco, pero seguían superándolo en número.
"¿De verdad creían que podría hacer esto yo solo?"
Esmejit R. Airnal
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Esmejit observó la explosión en silencio. Escuchó el chirrido de los frenos de todos los vagones activándose al mismo tiempo, tratando de evitar el desastre. Los hombres que estuvieran dentro debían haber sufrido una intensa sacudida. El chico se dio cuenta entonces de que debía estar moviéndose. Su compañero ya había empezado a correr hacia uno de los vagones, colgándose de la ventana. El mago lo siguió a hurtadillas, tenso como la cuerda de un piano. Le estaba empezando a doler la cabeza tan solo de pensar en la locura que estaban cometiendo.
Daneer entró en el vagón de un salto, ágil como un gato. El pelirrojo no estaba a la altura de las aptitudes físicas de su compañero. Se acercó a la altura de las ventanas y, tras colocar sus pistolas en el cinto, estiró los brazos, agarrando el borde de la misma. Después hizo fuerza para elevarse, tensando los brazos hasta tal punto que pensó que le iban a estallar las venas. Consiguió alzarse un par de centímetros antes de volver a descender. ¿Cómo demonios lo hacían los atletas? Aquello era inhumano.
Sabiendo que no tenía fuerza para subir de aquel modo, buscó con la mirada la puerta del vagón, que se encontraba unos metros más allá. Estaba cerrada a cal y canto, por supuesto. El chico masculló un taco, y entonces se escuchó un disparo.
- ¡Mierda! -maldijo Airi, mientras buscaba una forma de entrar. No, no había ninguna maldita entrada que no fuera la puerta sellada o las ventanas inalcanzables. Cabreado consigo mismo, agarró su pistola y apuntó al ventanuco por el que había entrado su compañero. Tras unos segundos de pausa, disparó, lanzando una esfera flamígera. Una vez dentro del vagón, la enviaría en linea recta. El fallo de aquel plan era que no podía ver a qué o quién estaba quemando, pero posiblemente le daría unos segundos de ventaja a su compañero-. ¡Bola va!
La esfera entró en el vagón, atravesándolo de parte a parte y estrellándose contra el cristal de la ventana del otro lado del mismo, haciendo estallar el vidrio debido al intenso calor. Los cristales empezaron a caer en el suelo, tanto dentro como fuera, como una lluvia de pequeños y afilados diamantes cortantes.
Daneer entró en el vagón de un salto, ágil como un gato. El pelirrojo no estaba a la altura de las aptitudes físicas de su compañero. Se acercó a la altura de las ventanas y, tras colocar sus pistolas en el cinto, estiró los brazos, agarrando el borde de la misma. Después hizo fuerza para elevarse, tensando los brazos hasta tal punto que pensó que le iban a estallar las venas. Consiguió alzarse un par de centímetros antes de volver a descender. ¿Cómo demonios lo hacían los atletas? Aquello era inhumano.
Sabiendo que no tenía fuerza para subir de aquel modo, buscó con la mirada la puerta del vagón, que se encontraba unos metros más allá. Estaba cerrada a cal y canto, por supuesto. El chico masculló un taco, y entonces se escuchó un disparo.
- ¡Mierda! -maldijo Airi, mientras buscaba una forma de entrar. No, no había ninguna maldita entrada que no fuera la puerta sellada o las ventanas inalcanzables. Cabreado consigo mismo, agarró su pistola y apuntó al ventanuco por el que había entrado su compañero. Tras unos segundos de pausa, disparó, lanzando una esfera flamígera. Una vez dentro del vagón, la enviaría en linea recta. El fallo de aquel plan era que no podía ver a qué o quién estaba quemando, pero posiblemente le daría unos segundos de ventaja a su compañero-. ¡Bola va!
La esfera entró en el vagón, atravesándolo de parte a parte y estrellándose contra el cristal de la ventana del otro lado del mismo, haciendo estallar el vidrio debido al intenso calor. Los cristales empezaron a caer en el suelo, tanto dentro como fuera, como una lluvia de pequeños y afilados diamantes cortantes.
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Los ojos del demonio de la niebla continuaban entrecerrados mientras observaba a aquel agente dar vueltas. Era un tipo bastante nervioso. Sus cabellos eran largos y de un tono azulado claro, de ojos dorados y traje negro. En su mano derecha había un guante de acero por lo que el castaño pudo deducir que se trataba de un luchador. Sin embargo no podía arriesgarse a liarla con tanta persona inocente en aquel sitio. Se dispuso a esperar unos momentos mientras empezaba a pensar la siguiente etapa de su plan. Aquel payaso que tenía delante no formaba parte de él y observaba sus movimientos despacio. Entonces pudo formar un patrón pues siempre iba del mismo sitio al otro mismo. Cuando estaba pasando justamente por la puerta del vagón anterior, el asesino se preparó.
Se colocó en pie y saltó hacia él. En pleno aire le lanzó una patada aérea con fuerza e impactó en el pecho de aquel idiota. Su suelo acabó empujándole hacia el otro vagón, derribando la puerta por el camino. El tipo cayó al suelo y rodó hacia un lado para después colocarse en pie. – Ya sabíamos algo así. Por nada somos el servicio de inteligencia, maldito traidor. – Krauser frunció el ceño al escuchar aquellas palabras y simplemente lanzó un puñetazo rumbo al rostro de aquel tipo. El enemigo activó el tekkai pero no le sirvió de mucho pues acabó cayendo de espaldas al suelo. Se levantó de nuevo imbuyéndose en una especie de aura rojiza para después lanzar una ráfaga de puñetazos hacia el revolucionario. El ex marine frunció el ceño activando su haki armadura y comenzando a parar los ataques de aquel tipo con sus antebrazos. En cuanto pudo contraatacó con un rodillazo alto que impactó en el rostro de su enemigo. Para finalizar tomó su machete eléctrico y de un tajo rápido seccionó el cuello de su adversario.
El cuerpo cayó al suelo perdiendo la vida a los pocos segundos mientras que el asesino guardaba su arma y suspiraba. Se había rallado un poco por las palabras de aquel tipo pero dejó de darles importancia y se dirigió de nuevo hacia el vagón de los rehenes. Entró despacio y empezó a liberar a la gente. – No os mováis de este vagón hasta que yo u otro de mis hombres os lo ordenes. Estaréis a salvo pero de todas formas quedaos sentados y procurad no hablar muy alto. – Una vez dicho eso el asesino se dio la vuelta saliendo al vagón anterior mirando el cadáver de aquel estúpido agente. Todo parecía estar en calma y probablemente sus hombres ya habrían finalizado la tarea derrotando a los demás imbéciles del gobierno.
Mientras tanto…
Cinco siluetas saltaron desde las montañas hasta lo alto del tren. El primero parecía ser un tipo rubio de ojos azules y con los cabellos amarrados en una cola. Otro parecía ser un Gyojin tiburón martillo que vestía con una camiseta rojiza. El siguiente era un cocodrilo que caminaba a dos patas y tenía una expresión seria, tal vez un animal parlante. Otro de ellos una un hombre de cabellos morenos y ojos verdosos. Su medida era de tres metros y medio, un semigigante. El último era una figura encapuchada que dejaba ver sus rosados cabellos largos tan solo. – División búho blanco, a por esas ratas revolucionarias. – Dijo con una voz femenina mientras empezaban a colarse por los distintos vagones del tren. Al parecer la batalla no iba a ser tan fácil como parecía y aquellos cabrones tenían más refuerzos. El combate definitivo iba a comenzar ahora.
Se colocó en pie y saltó hacia él. En pleno aire le lanzó una patada aérea con fuerza e impactó en el pecho de aquel idiota. Su suelo acabó empujándole hacia el otro vagón, derribando la puerta por el camino. El tipo cayó al suelo y rodó hacia un lado para después colocarse en pie. – Ya sabíamos algo así. Por nada somos el servicio de inteligencia, maldito traidor. – Krauser frunció el ceño al escuchar aquellas palabras y simplemente lanzó un puñetazo rumbo al rostro de aquel tipo. El enemigo activó el tekkai pero no le sirvió de mucho pues acabó cayendo de espaldas al suelo. Se levantó de nuevo imbuyéndose en una especie de aura rojiza para después lanzar una ráfaga de puñetazos hacia el revolucionario. El ex marine frunció el ceño activando su haki armadura y comenzando a parar los ataques de aquel tipo con sus antebrazos. En cuanto pudo contraatacó con un rodillazo alto que impactó en el rostro de su enemigo. Para finalizar tomó su machete eléctrico y de un tajo rápido seccionó el cuello de su adversario.
El cuerpo cayó al suelo perdiendo la vida a los pocos segundos mientras que el asesino guardaba su arma y suspiraba. Se había rallado un poco por las palabras de aquel tipo pero dejó de darles importancia y se dirigió de nuevo hacia el vagón de los rehenes. Entró despacio y empezó a liberar a la gente. – No os mováis de este vagón hasta que yo u otro de mis hombres os lo ordenes. Estaréis a salvo pero de todas formas quedaos sentados y procurad no hablar muy alto. – Una vez dicho eso el asesino se dio la vuelta saliendo al vagón anterior mirando el cadáver de aquel estúpido agente. Todo parecía estar en calma y probablemente sus hombres ya habrían finalizado la tarea derrotando a los demás imbéciles del gobierno.
Mientras tanto…
Cinco siluetas saltaron desde las montañas hasta lo alto del tren. El primero parecía ser un tipo rubio de ojos azules y con los cabellos amarrados en una cola. Otro parecía ser un Gyojin tiburón martillo que vestía con una camiseta rojiza. El siguiente era un cocodrilo que caminaba a dos patas y tenía una expresión seria, tal vez un animal parlante. Otro de ellos una un hombre de cabellos morenos y ojos verdosos. Su medida era de tres metros y medio, un semigigante. El último era una figura encapuchada que dejaba ver sus rosados cabellos largos tan solo. – División búho blanco, a por esas ratas revolucionarias. – Dijo con una voz femenina mientras empezaban a colarse por los distintos vagones del tren. Al parecer la batalla no iba a ser tan fácil como parecía y aquellos cabrones tenían más refuerzos. El combate definitivo iba a comenzar ahora.
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No sabía si los dos tipos con los que había hecho brochetas respiraban todavía o no, eso sí, bajo ellos se extendían grandes y preocupantes manchas de sangre. Dediqué unos instantes a observarlos y pensar en ellos, mientras sus compañeros atizaban al aire sin encontrarme. Al fin y al cabo no éramos tan diferentes, pero aunque me arrepintiera un poco de tener que hacerles daño, no dejaba de pensar que nuestro bando era el que tenía razón. Lo normal, ¿no? Si no fuera así, no estaría allí. Ensarté a otros dos.
Quise correr hacia los que quedaban y clavarles las katanas también, pero uno de los agentes me hizo un corte en el brazo con su arma, pillándome por sorpresa y haciendo que me volviera visible. Uno de los que estaba en el suelo recuperó la suficiente fuerza como para agarrarme un tobillo y hacerme trastabillar. En ese instante se me acabó la piedad por aquellos tipos a los que había dañado, pero se puso en número negativos cuando acabé de bruces en el suelo y tuve que hacer un brusco giro con el pié para conseguir que me soltara y dejara escapar su último aliento de una vez. En mi cabeza sólo resonaban palabras como imprudencia, exceso de confianza, temeridad... Aunque no es que les hiciera mucho caso, bastante ocupada estaba ya intentando quitarme a uno de los tipos de encima.
Eché una ojeada alrededor, para ver cuál era la situación. Sólo dos de los cipher pols quedaban en pie, ilesos, sin saber qué les pasaba a todos los demás. Se les veía asustados y con ganas de salir corriendo, pero no se atrevían a venir a por mí; en lugar de eso trataban de averiguar si alguno de sus compañeros respiraba todavía.
-Ugh... -me llevé la mano a dónde tenía el corte, notando cómo fluía la sangre. -Malditos idiotas...
Oí un gruñido mientras me incorporaba.
-¿Eres tú la que has sido dañada y te atreves a decirnos que somos unos idiotas? -decía uno de ellos, mirándome con incredulidad.
Giré la cabeza. Miré a un lado, miré a otro. Me encogí de hombros, como si no entendiera su pregunta. Me invisibilicé otra vez, aunque quizás no fuera tan efectivo si iba por ahí dejando rastros rojos en el suelo. Pronto hubo otros dos charcos de sangre. No sabía qué hacer a continuación, pero como ya había limpiado decidí dirigirme al interior del tren de nuevo, en concreto a dónde se había quedado Krauser.
Quise correr hacia los que quedaban y clavarles las katanas también, pero uno de los agentes me hizo un corte en el brazo con su arma, pillándome por sorpresa y haciendo que me volviera visible. Uno de los que estaba en el suelo recuperó la suficiente fuerza como para agarrarme un tobillo y hacerme trastabillar. En ese instante se me acabó la piedad por aquellos tipos a los que había dañado, pero se puso en número negativos cuando acabé de bruces en el suelo y tuve que hacer un brusco giro con el pié para conseguir que me soltara y dejara escapar su último aliento de una vez. En mi cabeza sólo resonaban palabras como imprudencia, exceso de confianza, temeridad... Aunque no es que les hiciera mucho caso, bastante ocupada estaba ya intentando quitarme a uno de los tipos de encima.
Eché una ojeada alrededor, para ver cuál era la situación. Sólo dos de los cipher pols quedaban en pie, ilesos, sin saber qué les pasaba a todos los demás. Se les veía asustados y con ganas de salir corriendo, pero no se atrevían a venir a por mí; en lugar de eso trataban de averiguar si alguno de sus compañeros respiraba todavía.
-Ugh... -me llevé la mano a dónde tenía el corte, notando cómo fluía la sangre. -Malditos idiotas...
Oí un gruñido mientras me incorporaba.
-¿Eres tú la que has sido dañada y te atreves a decirnos que somos unos idiotas? -decía uno de ellos, mirándome con incredulidad.
Giré la cabeza. Miré a un lado, miré a otro. Me encogí de hombros, como si no entendiera su pregunta. Me invisibilicé otra vez, aunque quizás no fuera tan efectivo si iba por ahí dejando rastros rojos en el suelo. Pronto hubo otros dos charcos de sangre. No sabía qué hacer a continuación, pero como ya había limpiado decidí dirigirme al interior del tren de nuevo, en concreto a dónde se había quedado Krauser.
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Era el comienzo de una noche ligeramente fría, el cielo casi desprovisto de nubes y el sol apenas visible ya. Shiro trabajaba en un plano para un silenciador de rifles que no se rompiese o desgastase con el uso, dando una mirada ocasional a la ventana desde donde podía apreciar este escenario. Ciertamente era una noche bastante agradable para salir fuera y disfrutar de la vista, pero por el momento debía hallar una forma de que los tiradores del ejército no tuviesen que contar sus disparos más de lo que ya hacían. No habían pasado algunos minutos desde que había arrojado OTRO plano fallido a la basura (que ya se desbordaba de bosquejos poco funcionales) cuando sintió un toque en su puerta. Tras esto, una especie de carpeta color marrón fue deslizada bajo su puerta, y el rubio sintió pasos que se marchaban con calma. ¿Eran órdenes? Dado el color de la carpeta, combinando con el color que se le había asignado, asumió que lo eran.
Tomando la carpeta entre sus manos, la abrió rápidamente para descubrir (¡Sorpresa!) órdenes del oficial Krauser. Aparentemente, había convocado a los miembros algo más veteranos a una misión que iba sobre detener un tren cargado de esclavos, y su rol en dicha misión era el de refuerzo. Así es. Refuerzo. Se encargaría de aparecer en el combate si alguna dificultad se presentaba, o sea, si los revolucionarios que iban a estar de lleno no bastaban, o si el enemigo mandaba refuerzos propios. No era una mala estrategia, aunque al joven le dolió un poco que lo dejaran en las gradas. Bueno, igual podría tener algo de acción si algo malo sucedía. No es que deseara nada malo al equipo, pero al menos quería pegar una patada a algún Cipher Pol.
En ese momento, vio que en el suelo también había una carpeta plateada, cosa que no había notado antes debido a que se mezclaba con el color del suelo (unas losas color gris claro) Dentro había un mapa con las localizaciones clave del área de la misión. Supuso que el punto B, la montaña, sería el mejor sitio donde podría empezar: De esta manera, podría dejarse caer desde la punta más alta junto con el resto disminuyendo su peso y usando algo como paracaídas, posiblemente la misma ropa (esas capas tan largas eran perfectas para el trabajo) Encima, desde ese punto sería una hazaña detectarlo, así que mientras que se mantuviese oculto no había demasiado peligro de comprometer la misión.
La verdad, Shiro no dudaba de la fuerza del resto en lo absoluto, pero sabía que los CPs eran cautelosos y posiblemente tendieran una trampa dentro de la propia trampa; por lo visto, el oficial también pensaba eso, o si no, no hubiese dejado lugar para esos refuerzos. Visto que la acción sería en dos días, y ya era de noche, pensó que sería correcto dormir un poco, cosa que no había hecho mucho en esos días.
Dos días después...
Shiro había llegado a la cima de una de las montañas más pequeñas y cercanas al punto C, escalando gracias a la fuerza de sus dedos y la ligereza de su cuerpo, prácticamente subiendo de saltito en saltito con algunos saltos largos de por medio. No era tan alta como para no escalarla hasta por diversión o entrenamiento, y sus poderes transformaron la dificultad de trivial a casi tan sencillo como caminar. Una vez allí, esperó a que algo sucediera, temeroso de que algo o alguien interrumpiese el plan para salvar a estos esclavos. Obviamente, caer de tal altura sería peligroso para una persona normal, pero el uso de un paracaídas improvisado y el poco peso que poseía gracias a sus poderes le permitirían planear fácilmente y aterrizar con suavidad relativa; no iba a matarse de una caída a esa altura tan fácilmente, aunque si la montaña fuese bastante más alta, podría empezar a rozar lo peligroso hasta para él.
El tren no tardó mucho en pasar, al parecer la información del Oficial era tan certera como siempre. Pronto pudo observar a todos los revolucionarios en acción: la distracción provocada por un ratón y un perro, los ataques laterales de otros dos a los que no conocía de nada, e incluso su jefe cortando un vagón en dos como una tijera cortaría un cabello. Ciertamente eran impresionantes, y si fuese necesaria su intervención, esperaba que él lograra causar alguna impresión en ellos también.
Pero las cosas no tardaron mucho en salirse de control. Krauser desapareció de su vista (venga, que si aún estuviese dando sablazos a troche y moche no quedaría tren que rescatar), el dúo de animales se vio arrinconado, no veía a ninguno de los otros, y pudo observar a varios refuerzos mientras llegaban a la zona, saltando de una montaña peligrosamente cercana, aunque logró esconderse de la vista de estos al estar desde un principio en una zona oscura (un borde irregular que conectaba a esa montaña con otra, casi una esquina). Su vestimenta, por supuesto, se camuflaba muy bien con ese ambiente, y los refuerzos no mostraron signos de fijarse en él durante la fracción de segundo en la que podrían haberlo hecho.
No sabía por dónde empezar. El dúo de animales necesitaba su ayuda, pero estos tipos parecían ser cosa seria. Y encima, su plan ya no funcionaría: Si alguno de esos refuerzos era un tirador (habían probabilidades suficientes de que al menos uno lo fuese) o simplemente sabía algo de Rokushiki decente, podía interceptarlo en el aire e incluso asesinarlo una vez allí. Sabía demasiado bien que uno simplemente no se mete con un Cipher Police en medio del aire, mucho menos cinco. Por tanto, su plan cambió radicalmente en ejecución, pero permaneció igual en objetivo: Esta vez, se deslizaría a través de la montaña a toda máquina, posiblemente atrayendo la atención de ambos grupos (refuerzos y emboscada) y demorando el ataque de ambos grupos, efectivamente comprándoles algo de tiempo a sus compatriotas.
Dando comienzo a su plan, Shiro rezó por su éxito al tiempo que se lanzaba a la carga, deslizándose audible y velozmente a través de la montaña de manera diagonal. Si había tomado pocos minutos subir la montaña, bajarla le tomaría segundos de esa manera. Sin embargo, pudo notar que ya habían sentido su presencia (sería raro que no lo hicieran, con tanto ruido de polvo y tierra moviéndose y alisándose), por lo que si alguno decidía atacar podía estar más o menos vulnerable a un ataque, dependiendo de qué hicieran. Solo unos pocos segundos faltaban para llegar... pero lo que sucedería más adelante quedaría en las manos del destino.
Tomando la carpeta entre sus manos, la abrió rápidamente para descubrir (¡Sorpresa!) órdenes del oficial Krauser. Aparentemente, había convocado a los miembros algo más veteranos a una misión que iba sobre detener un tren cargado de esclavos, y su rol en dicha misión era el de refuerzo. Así es. Refuerzo. Se encargaría de aparecer en el combate si alguna dificultad se presentaba, o sea, si los revolucionarios que iban a estar de lleno no bastaban, o si el enemigo mandaba refuerzos propios. No era una mala estrategia, aunque al joven le dolió un poco que lo dejaran en las gradas. Bueno, igual podría tener algo de acción si algo malo sucedía. No es que deseara nada malo al equipo, pero al menos quería pegar una patada a algún Cipher Pol.
En ese momento, vio que en el suelo también había una carpeta plateada, cosa que no había notado antes debido a que se mezclaba con el color del suelo (unas losas color gris claro) Dentro había un mapa con las localizaciones clave del área de la misión. Supuso que el punto B, la montaña, sería el mejor sitio donde podría empezar: De esta manera, podría dejarse caer desde la punta más alta junto con el resto disminuyendo su peso y usando algo como paracaídas, posiblemente la misma ropa (esas capas tan largas eran perfectas para el trabajo) Encima, desde ese punto sería una hazaña detectarlo, así que mientras que se mantuviese oculto no había demasiado peligro de comprometer la misión.
La verdad, Shiro no dudaba de la fuerza del resto en lo absoluto, pero sabía que los CPs eran cautelosos y posiblemente tendieran una trampa dentro de la propia trampa; por lo visto, el oficial también pensaba eso, o si no, no hubiese dejado lugar para esos refuerzos. Visto que la acción sería en dos días, y ya era de noche, pensó que sería correcto dormir un poco, cosa que no había hecho mucho en esos días.
Dos días después...
Shiro había llegado a la cima de una de las montañas más pequeñas y cercanas al punto C, escalando gracias a la fuerza de sus dedos y la ligereza de su cuerpo, prácticamente subiendo de saltito en saltito con algunos saltos largos de por medio. No era tan alta como para no escalarla hasta por diversión o entrenamiento, y sus poderes transformaron la dificultad de trivial a casi tan sencillo como caminar. Una vez allí, esperó a que algo sucediera, temeroso de que algo o alguien interrumpiese el plan para salvar a estos esclavos. Obviamente, caer de tal altura sería peligroso para una persona normal, pero el uso de un paracaídas improvisado y el poco peso que poseía gracias a sus poderes le permitirían planear fácilmente y aterrizar con suavidad relativa; no iba a matarse de una caída a esa altura tan fácilmente, aunque si la montaña fuese bastante más alta, podría empezar a rozar lo peligroso hasta para él.
El tren no tardó mucho en pasar, al parecer la información del Oficial era tan certera como siempre. Pronto pudo observar a todos los revolucionarios en acción: la distracción provocada por un ratón y un perro, los ataques laterales de otros dos a los que no conocía de nada, e incluso su jefe cortando un vagón en dos como una tijera cortaría un cabello. Ciertamente eran impresionantes, y si fuese necesaria su intervención, esperaba que él lograra causar alguna impresión en ellos también.
Pero las cosas no tardaron mucho en salirse de control. Krauser desapareció de su vista (venga, que si aún estuviese dando sablazos a troche y moche no quedaría tren que rescatar), el dúo de animales se vio arrinconado, no veía a ninguno de los otros, y pudo observar a varios refuerzos mientras llegaban a la zona, saltando de una montaña peligrosamente cercana, aunque logró esconderse de la vista de estos al estar desde un principio en una zona oscura (un borde irregular que conectaba a esa montaña con otra, casi una esquina). Su vestimenta, por supuesto, se camuflaba muy bien con ese ambiente, y los refuerzos no mostraron signos de fijarse en él durante la fracción de segundo en la que podrían haberlo hecho.
No sabía por dónde empezar. El dúo de animales necesitaba su ayuda, pero estos tipos parecían ser cosa seria. Y encima, su plan ya no funcionaría: Si alguno de esos refuerzos era un tirador (habían probabilidades suficientes de que al menos uno lo fuese) o simplemente sabía algo de Rokushiki decente, podía interceptarlo en el aire e incluso asesinarlo una vez allí. Sabía demasiado bien que uno simplemente no se mete con un Cipher Police en medio del aire, mucho menos cinco. Por tanto, su plan cambió radicalmente en ejecución, pero permaneció igual en objetivo: Esta vez, se deslizaría a través de la montaña a toda máquina, posiblemente atrayendo la atención de ambos grupos (refuerzos y emboscada) y demorando el ataque de ambos grupos, efectivamente comprándoles algo de tiempo a sus compatriotas.
Dando comienzo a su plan, Shiro rezó por su éxito al tiempo que se lanzaba a la carga, deslizándose audible y velozmente a través de la montaña de manera diagonal. Si había tomado pocos minutos subir la montaña, bajarla le tomaría segundos de esa manera. Sin embargo, pudo notar que ya habían sentido su presencia (sería raro que no lo hicieran, con tanto ruido de polvo y tierra moviéndose y alisándose), por lo que si alguno decidía atacar podía estar más o menos vulnerable a un ataque, dependiendo de qué hicieran. Solo unos pocos segundos faltaban para llegar... pero lo que sucedería más adelante quedaría en las manos del destino.
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Osu paseaba aburrido por los pasillos, hacía tiempo que no hacía una misión y entrenar no le apetecía para nada, por lo que decidió volver a la habitación a echarse una siesta para matar el tiempo. Cuando llegó a la zona donde estaban los cuartos pude ver como Danner salía de la habitación del demonio plateado y se iba en dirección contraria. “Qué hacía en mi cuarto? Como me haya robado las chocolatinas del cajón, se va enterar” pensaba mientras entraba a su cuarto, donde encontró encima de su mesa dos carpetas plateadas. Eran fáciles de distinguir ya que una daba reflejo mientras que la otra no.
Empezó por la carpeta que reflejaba y empezó a leer el texto; eran órdenes del oficial Krauser. Había llamado a toda la división para una operación de rescate, un tren con aproximadamente dos docenas de esclavos, parecía que le tocaba hacer de refuerzo por si las cosas se ponían feas, aunque si tito Krau también estaba en la operación no sabía que podría haber tan peligroso como para que el necesitara refuerzos. Aunque no especificaba dónde tenía que ir, no le importo mucho en ese momento aquel detalle, era solo entrar en un tren
Dos días después…
Al final decidió entrar con sutileza, el demonio plateado subió al tren unas cuantas paradas antes que aquel punto D, fue fácil infiltrarse entre la gente que había, ya que parecía un pasajero más, pero cuando más cerca estaba de aquel punto más vacíos se quedaba aquellos vagones. Cuando solo quedaban cuatro gatos, decidió irse hacia unos de aquellos lavabos que tenían los trenes para los viajes largos. Su táctica era esperar por allí, hasta que notara que sus compañeros habían empezado el asalto. O al menos eso quería hacer.
Tras un rato esperando dentro de aquel compartimento, la puerta se abrió; dando a ver a un hombre trajeado que iba silbando y se estaba bajando la bragueta para hacer lo que la gente hace normalmente en los lavabos. Al ver a Osu allí de pie pegó un sobre salto. - Que coño hace un civil aun aquí? Espera, tu ere…. - Antes de que pudiera terminar la frase fue agarrado del cuello y llevado dentro del servicio. Durante unos momentos se pudo oír cómo alguien golpeaba a alguien y como otro se quejaba de recibirlos. Pasaron cinco minutos cuando el demonio plateado salió de aquel estrecho lugar con la indumentaria de aquel agente de la Cipher Pol. - El CP sois una panda de cabrones, pero teneis estilo a la hora de escoger ropa - le dijo al hombre inconsciente que se había quedado en calzones y tirantes, sentado en el retrete como si estuviera haciendo de vientre.
Nada más se ajustó el sombrero para que no se le viera su característico pelo anaranjado noto como el tren temblor debido a una explosión que se oía de lejos, después acabó en el suelo debido al frenazo que hizo la maquinaria, y por no agarrarse a algún sitio. Se dispuso a levantarse cuando un grupo de agentes pasaron por delante suyo. - Estas bien señor?- preguntó unos los agentes. Realmente el disfraz había funcionado y encima de algún supèrior suyo, quizá CP3 o algo por el estilo comparado con esos reclutas. - Estoy bien pero han saboteado las vías, ir a ver que pasa yo voy a vigilar el cargamento - les “ordenó” mientras intentaba contener la risa. Después de aquello, los agentes se dispusieron a ir hacia las afueras del tren. Cuando el vagón se quedó vacio, se puso a reirse como un descosido mientras les decía idiotas hasta que llegó al vagón donde estaban los esclavos. Se disponía a abrir la puerta cuando alguien se le adelantó, era el Oficial Krauser y detrás de él se podía ver a un agente en el suelo ensangrentado. Miro un segundo incómodo aquel cuerpo hasta que se dio cuenta que también iba disfrazado de CP y se puso a quitarse el sombrero y las gafas de sol de aquel atuendo rápidamente. - Espera, no ataques! Soy yo, Oz. No he podido encontrar otra manera de infiltrarse en el tren.
Empezó por la carpeta que reflejaba y empezó a leer el texto; eran órdenes del oficial Krauser. Había llamado a toda la división para una operación de rescate, un tren con aproximadamente dos docenas de esclavos, parecía que le tocaba hacer de refuerzo por si las cosas se ponían feas, aunque si tito Krau también estaba en la operación no sabía que podría haber tan peligroso como para que el necesitara refuerzos. Aunque no especificaba dónde tenía que ir, no le importo mucho en ese momento aquel detalle, era solo entrar en un tren
Dos días después…
Al final decidió entrar con sutileza, el demonio plateado subió al tren unas cuantas paradas antes que aquel punto D, fue fácil infiltrarse entre la gente que había, ya que parecía un pasajero más, pero cuando más cerca estaba de aquel punto más vacíos se quedaba aquellos vagones. Cuando solo quedaban cuatro gatos, decidió irse hacia unos de aquellos lavabos que tenían los trenes para los viajes largos. Su táctica era esperar por allí, hasta que notara que sus compañeros habían empezado el asalto. O al menos eso quería hacer.
Tras un rato esperando dentro de aquel compartimento, la puerta se abrió; dando a ver a un hombre trajeado que iba silbando y se estaba bajando la bragueta para hacer lo que la gente hace normalmente en los lavabos. Al ver a Osu allí de pie pegó un sobre salto. - Que coño hace un civil aun aquí? Espera, tu ere…. - Antes de que pudiera terminar la frase fue agarrado del cuello y llevado dentro del servicio. Durante unos momentos se pudo oír cómo alguien golpeaba a alguien y como otro se quejaba de recibirlos. Pasaron cinco minutos cuando el demonio plateado salió de aquel estrecho lugar con la indumentaria de aquel agente de la Cipher Pol. - El CP sois una panda de cabrones, pero teneis estilo a la hora de escoger ropa - le dijo al hombre inconsciente que se había quedado en calzones y tirantes, sentado en el retrete como si estuviera haciendo de vientre.
Nada más se ajustó el sombrero para que no se le viera su característico pelo anaranjado noto como el tren temblor debido a una explosión que se oía de lejos, después acabó en el suelo debido al frenazo que hizo la maquinaria, y por no agarrarse a algún sitio. Se dispuso a levantarse cuando un grupo de agentes pasaron por delante suyo. - Estas bien señor?- preguntó unos los agentes. Realmente el disfraz había funcionado y encima de algún supèrior suyo, quizá CP3 o algo por el estilo comparado con esos reclutas. - Estoy bien pero han saboteado las vías, ir a ver que pasa yo voy a vigilar el cargamento - les “ordenó” mientras intentaba contener la risa. Después de aquello, los agentes se dispusieron a ir hacia las afueras del tren. Cuando el vagón se quedó vacio, se puso a reirse como un descosido mientras les decía idiotas hasta que llegó al vagón donde estaban los esclavos. Se disponía a abrir la puerta cuando alguien se le adelantó, era el Oficial Krauser y detrás de él se podía ver a un agente en el suelo ensangrentado. Miro un segundo incómodo aquel cuerpo hasta que se dio cuenta que también iba disfrazado de CP y se puso a quitarse el sombrero y las gafas de sol de aquel atuendo rápidamente. - Espera, no ataques! Soy yo, Oz. No he podido encontrar otra manera de infiltrarse en el tren.
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