Aoi Sasaki
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Intelecto
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Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Dile a tu padre que me devuelva el dinero que debe o tendré que tomar medidas más serias, y en el estado que se encuentra no creo que le convenga…
Lo único que podía hacer cuando aquel hombre aparecía por la casa, era asentir con la cabeza. El único dinero que conseguía iba destinado a los medicamentos para mi padre, que había sido fuerte pero cada vez estaba peor por esas tardes que se pasaba bebiendo en el bar del pueblo.
Me senté al lado de mi padre, con un cuchillo y un trozo de madera con una base ya moldeada. Esas cosas me las había regalado mi abuelo al ver que tenía buenas manos para construir pequeñas cosas. Lo que estaba haciendo con la madera era un bate, que estaría acabado en dos días para poder proteger a mi padre cuando aquellos hombres, que tanto nos amenazaban llegasen a nuestro hogar:
-Bueno papá, voy a salir un momento a por tus medicinas… Cuídate.
En las próximas dos semanas vinieron a buscar el dinero ocho veces, tenía que sacar a mi padre de esta isla, pero en la situación en la que se encontraba sería demasiado complicado que navegue durante días a una isla lejana.
En uno de esos días me encontraba caminando por las calles del pueblo con una bolsa con varias verduras y mi bate que por fin había acabado hace semanas de darle la forma que había deseado. Me sentía feliz, las cosas empezaban a ir mejor, había encontrado un trabajo cuidando a varios niños de las vecinas, no me pagaban demasiado, pero era suficiente para cubrir el precio de los médicos; y, por otra parte, aquellas personas ya no iban a molestarnos.
Al doblar la esquina para llegar a mi casa, unos ruidos provenían de ella. Empecé a correr dejando la bolsa en el suelo y con mi bate preparado por si tenía que usarlo. La puerta de la entrada estaba abierta, en ese momento me imagine lo peor, me adentre en mi casa con un nudo en el estómago que me impedía caminar recto por la preocupación.
-Esta es tu ultima oportunidad Sasaki, dame el dinero ahora o tendré que dejar huérfano a un niño hoy- era un hombre delgado con un traje negro, que tenía a mi padre agarrado del cuello del pijama.
Me coloque silenciosamente en su espalda para levantar el bate y de un golpe seco en la cabeza lo deje tendido en el suelo para seguir. Las paredes se iban manchando de su sangre hasta que mi padre me detuvo con un abrazo, era la primera persona que veía muerta y lo peor era que había sido yo el que lo había hecho.
Lo único que podía hacer cuando aquel hombre aparecía por la casa, era asentir con la cabeza. El único dinero que conseguía iba destinado a los medicamentos para mi padre, que había sido fuerte pero cada vez estaba peor por esas tardes que se pasaba bebiendo en el bar del pueblo.
Me senté al lado de mi padre, con un cuchillo y un trozo de madera con una base ya moldeada. Esas cosas me las había regalado mi abuelo al ver que tenía buenas manos para construir pequeñas cosas. Lo que estaba haciendo con la madera era un bate, que estaría acabado en dos días para poder proteger a mi padre cuando aquellos hombres, que tanto nos amenazaban llegasen a nuestro hogar:
-Bueno papá, voy a salir un momento a por tus medicinas… Cuídate.
En las próximas dos semanas vinieron a buscar el dinero ocho veces, tenía que sacar a mi padre de esta isla, pero en la situación en la que se encontraba sería demasiado complicado que navegue durante días a una isla lejana.
En uno de esos días me encontraba caminando por las calles del pueblo con una bolsa con varias verduras y mi bate que por fin había acabado hace semanas de darle la forma que había deseado. Me sentía feliz, las cosas empezaban a ir mejor, había encontrado un trabajo cuidando a varios niños de las vecinas, no me pagaban demasiado, pero era suficiente para cubrir el precio de los médicos; y, por otra parte, aquellas personas ya no iban a molestarnos.
Al doblar la esquina para llegar a mi casa, unos ruidos provenían de ella. Empecé a correr dejando la bolsa en el suelo y con mi bate preparado por si tenía que usarlo. La puerta de la entrada estaba abierta, en ese momento me imagine lo peor, me adentre en mi casa con un nudo en el estómago que me impedía caminar recto por la preocupación.
-Esta es tu ultima oportunidad Sasaki, dame el dinero ahora o tendré que dejar huérfano a un niño hoy- era un hombre delgado con un traje negro, que tenía a mi padre agarrado del cuello del pijama.
Me coloque silenciosamente en su espalda para levantar el bate y de un golpe seco en la cabeza lo deje tendido en el suelo para seguir. Las paredes se iban manchando de su sangre hasta que mi padre me detuvo con un abrazo, era la primera persona que veía muerta y lo peor era que había sido yo el que lo había hecho.
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