Dexter Black
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Características
fuerza
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Agilidad
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hace mucho mucho tiempo, en una isla muy muy lejana, vivía un príncipe coronado con azabache y cuarzo. No era exactamente un príncipe, y lo que llevaba en su cabeza no era exactamente una corona, pero casi todo el mundo lo trataba como si así fuera. El joven príncipe, de nombre Dexter, disfrutaba de todo lo que un buen niño debe disfrutar: Hacía sus tareas, obedecía y de vez en cuando, y sólo en años bisiestos, se las arreglaba para fingir diabetes. Bueno, esto último también lo decía él, ya que de joven, Dexter llamaba diabetes a cualquier enfermedad, lo que llevaba a situaciones muy graciosas, tales como "Mi padre tiene diabetes". Si supierais que en realidad se refería a herpes genital tendría un poco más de gracia, pero la verdad es que nadie entendía a qué se refería el pequeño príncipe cuando hablaba de ese tipo de cosas, por suerte para su padre, el rey. Bueno, Jericho, el padre de Dexter, en realidad no era Rey, pero lo trataban como si lo fuera.
Un día, estando Dexter jugando a fingir Diabetes tirado en el suelo con puntitos rojos pintarrajeados por todo su cuerpo, su padre entró en la habitación y lo miró. Era obvio lo que hacía, pero por algún motivo el Rey no llegaba a entenderlo del todo, y tan sólo sonrió cuando lo miró, aparentemente creyendo que sólo hacía el indio, a pesar de que nadie más compartiría esa opinión. ¿O sí?
-Dexter, deja de pintarte la cara. Te he dicho mil veces que tienes una piel muy delicada y te la puedes estropear a la mínima.
-Es normal que me la estropee- respondió él-. ¡Tengo diabetes!
El libro de enfermedades víricas e infecciosas que el niño tenía al lado debió haberlo delatado, y la página que ponía "Sarampión" tachado para marcar en letra infantil "Diabetes" tendría que haber dado al rey la pista final sobre lo que hacía su hijo, y seguramente ideas sobre castigos físicos para evitar aquel tipo de cosas. Como se decía por el pueblo llano, una hostia a tiempo quita mucha tontería.
-Deja de jugar a diabetes- dijo, algo exasperado-. Tenemos que ir a comprar, ¿No te apetece pescado?
El rey ignoró por completo la negativa de su hijo, y lo arrastró hasta el baño donde, con total delicadeza, le dio a elegir entre retirarse con la esponja toda la pintura o que su padre, en infinita benevolencia, le arrancara la piel a tiras. Era un padre bastante dialogante, y su carisma hacía que Dexter optara por limpiarse él en lugar de la segunda opción, curiosamente más cómoda para él. Qué cosas tiene la vida, ¿Verdad?
Un día, estando Dexter jugando a fingir Diabetes tirado en el suelo con puntitos rojos pintarrajeados por todo su cuerpo, su padre entró en la habitación y lo miró. Era obvio lo que hacía, pero por algún motivo el Rey no llegaba a entenderlo del todo, y tan sólo sonrió cuando lo miró, aparentemente creyendo que sólo hacía el indio, a pesar de que nadie más compartiría esa opinión. ¿O sí?
-Dexter, deja de pintarte la cara. Te he dicho mil veces que tienes una piel muy delicada y te la puedes estropear a la mínima.
-Es normal que me la estropee- respondió él-. ¡Tengo diabetes!
El libro de enfermedades víricas e infecciosas que el niño tenía al lado debió haberlo delatado, y la página que ponía "Sarampión" tachado para marcar en letra infantil "Diabetes" tendría que haber dado al rey la pista final sobre lo que hacía su hijo, y seguramente ideas sobre castigos físicos para evitar aquel tipo de cosas. Como se decía por el pueblo llano, una hostia a tiempo quita mucha tontería.
-Deja de jugar a diabetes- dijo, algo exasperado-. Tenemos que ir a comprar, ¿No te apetece pescado?
El rey ignoró por completo la negativa de su hijo, y lo arrastró hasta el baño donde, con total delicadeza, le dio a elegir entre retirarse con la esponja toda la pintura o que su padre, en infinita benevolencia, le arrancara la piel a tiras. Era un padre bastante dialogante, y su carisma hacía que Dexter optara por limpiarse él en lugar de la segunda opción, curiosamente más cómoda para él. Qué cosas tiene la vida, ¿Verdad?
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