Nokotori Kurodoku
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El joven mercenario se encontraba en una isla bastante remota y según había escuchado muy peligrosa. El espadachín fue a sabiendas del peligro que conllevaba visitar aquella isla, le encantaba sentir que su vida estaba en juego. No obstante no iba para jugar con la fauna de aquel lugar. Días atrás se encontraba en una taberna comiendo un buen plato de paella y escuchó por casualidad a unos borrachos que estaban hablando sobre esta isla. Contaban que ahí se reunían muchas especies con un veneno horrible que podría matar a un ser humano fácilmente. A Nokotori le encantó aquella información y decidió buscarla por su cuenta. Quería todo el veneno que pudiese encontrar. Las intenciones de éste no eran nada buenas y estaba claro que las quería seguramente para algún fin de dudosa moral.
Con sus ojos rojizos examinó la costa para analizar aquel lugar de la mejor manera. En el horizonte de aquella playa se veía varias columnas de humo. Esto daba a entender que en esa dirección había civilización cosa que el espadachín no sabía. Se tratase o no de una civilización el espadachín se dirigió hacia aquel lugar, podría ser cualquier cosa pero no cabía duda que esas columnas estaban provocadas por la mano del hombre ya que eran las únicas de toda la isla.
De momento mientras iba caminando Nokotori no observaba nada fuera de lo normal en aquella playa. Había cangrejos, alguna que otra tortuga y bastantes conchas de almejas. Parecía que haberse fiado de la palabra de aquellos viejos y encima borrachos no fue la mejor idea. El espadachín no contrastó información con nadie ni de algún otro modo ya que se emocionó demasiado al escuchar aquella información que casi que venía con lo puesto. Sus katanas, su ropa y algo de dinero por si acaso, nada más. Después de una media hora larga caminando divisó lo que parecía un pueblo no demasiado grande.
Por fin estaba al lado de aquel sitio. Había bastantes casas, como unas veinte o treinta. Una vez puso un pie ahí algunas personas autóctonas de aquel lugar se le quedaron mirando extrañadas. Parecía que no acostumbraban a tener mucha visita por aquella isla. El espadachín se estaba poniendo nervioso ya que algunos lo miraban fijamente y esto no le gustaba nada en absoluto. Algunas personas se juntaban y hablaban en susurros. ¿Tan raro era? Unos chavales se acercaron con toda la cara del mundo al moreno y le preguntaron que si era un forastero y que si sabía pelear. El mercenario contestó a lo primero pero la segunda pregunta no la respondió. No quería crear sospechas ni nada por el estilo. Se acercó a un grupo de tres hombres que estaban sentados en un escalón de la entrada de lo que parecía una taberna. -He escuchado que en esta isla moran algunos de los seres más peligrosos y venenosos conocidos. ¿Es cierto? ¿Dónde puedo encontrarlos? Aquellos hombres se quedaron asombrados por las preguntas de aquel chico y varios segundos después acabaron por reír a carcajadas. Se estaban burlando del espadachín por haber venido solo a por eso. El hombre situado en medio se dirigió al mercenario. -Chico, estás loco. Como sigas así vas a encontrar tu muerte buscando. El espadachín alzó la ceja izquierda. Gracias a esas palabras Nokotori se encendió más aun y las ganas de encontrar a esas bestias crecían. Una vez terminó de hablar aquel hombre, el de más a la derecha continuó. -En la costa no hay peligro alguno… Pero en ese bosque… Eso es un infierno. Aquel individuo alzó el brazo y señaló un enorme bosque. Nokotori se giró y vio que aquella masa de árboles se veía bastante oscura.
Con sus ojos rojizos examinó la costa para analizar aquel lugar de la mejor manera. En el horizonte de aquella playa se veía varias columnas de humo. Esto daba a entender que en esa dirección había civilización cosa que el espadachín no sabía. Se tratase o no de una civilización el espadachín se dirigió hacia aquel lugar, podría ser cualquier cosa pero no cabía duda que esas columnas estaban provocadas por la mano del hombre ya que eran las únicas de toda la isla.
De momento mientras iba caminando Nokotori no observaba nada fuera de lo normal en aquella playa. Había cangrejos, alguna que otra tortuga y bastantes conchas de almejas. Parecía que haberse fiado de la palabra de aquellos viejos y encima borrachos no fue la mejor idea. El espadachín no contrastó información con nadie ni de algún otro modo ya que se emocionó demasiado al escuchar aquella información que casi que venía con lo puesto. Sus katanas, su ropa y algo de dinero por si acaso, nada más. Después de una media hora larga caminando divisó lo que parecía un pueblo no demasiado grande.
Por fin estaba al lado de aquel sitio. Había bastantes casas, como unas veinte o treinta. Una vez puso un pie ahí algunas personas autóctonas de aquel lugar se le quedaron mirando extrañadas. Parecía que no acostumbraban a tener mucha visita por aquella isla. El espadachín se estaba poniendo nervioso ya que algunos lo miraban fijamente y esto no le gustaba nada en absoluto. Algunas personas se juntaban y hablaban en susurros. ¿Tan raro era? Unos chavales se acercaron con toda la cara del mundo al moreno y le preguntaron que si era un forastero y que si sabía pelear. El mercenario contestó a lo primero pero la segunda pregunta no la respondió. No quería crear sospechas ni nada por el estilo. Se acercó a un grupo de tres hombres que estaban sentados en un escalón de la entrada de lo que parecía una taberna. -He escuchado que en esta isla moran algunos de los seres más peligrosos y venenosos conocidos. ¿Es cierto? ¿Dónde puedo encontrarlos? Aquellos hombres se quedaron asombrados por las preguntas de aquel chico y varios segundos después acabaron por reír a carcajadas. Se estaban burlando del espadachín por haber venido solo a por eso. El hombre situado en medio se dirigió al mercenario. -Chico, estás loco. Como sigas así vas a encontrar tu muerte buscando. El espadachín alzó la ceja izquierda. Gracias a esas palabras Nokotori se encendió más aun y las ganas de encontrar a esas bestias crecían. Una vez terminó de hablar aquel hombre, el de más a la derecha continuó. -En la costa no hay peligro alguno… Pero en ese bosque… Eso es un infierno. Aquel individuo alzó el brazo y señaló un enorme bosque. Nokotori se giró y vio que aquella masa de árboles se veía bastante oscura.
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La isla de Satán era un buen comienzo para comenzar una investigación sobre los venenos en los distintos tipos de grupos sanguíneos. La morena había decidido desplazarse hasta allí para tomar algunas muestras como plantas o quizás algunos colmillos o glándulas de animales peligrosos. Había subido su rango un escalón pasando de ser una novata a una científica de campo. Aquello le había agradado bastante pues iba a poder conseguir mejores materiales por su buen prestigio. Esperaba no tener muchos problemas en aquel sitio de mala muerte. La isla tenía forma de tridente y según las leyendas en lo alto de uno de los picos había un templo donde se veneraba a una especie de Dios murciélago. Tonterías en opinión de la espadachín, que ahora pretendía cumplir su objetivo a la perfección.
Había viajado en un pequeño barco con una tripulación de amables marineros. Les había prometido una noche de pasión si la llevaban pero los inútiles habían picado y ahora se largó sin cumplir su palabra. Ellos no le dijeron nada por miedo debido al carácter de aquella mujer. Ese día llevaba puesta una sudadera negra con capucha y un pantalón largo del mismo tono. En sus pies podían verse unas sandalias de madera que dejaban a la vista sus pies. En la cintura portaba una vaina y dentro estaba su katana. Ahora sus pasos la llevaban hacia un pequeño pueblo que parecía haber en la costa. Sus rojizos ojos se clavaron en unas columnas de humo que le indicaron que había personas por allí. Iba a aprovechar para coger algo de información en aquel lugar. Debía elegir bien a quién interrogar pues nunca se sabía dónde podía haber marines o agentes ocultos.
Mientras avanzaba no pudo evitar detenerse al ver a un hombre de cabellos largos y morenos. Sus ojos del mismo color que los de ella y a juzgar por las vainas que llevaba debía de ser un espadachín también. Últimamente se encontraba con bastantes. Al parecer estaba preguntándole a un grupo de hombres sobre las criaturas que ella también buscaba. Se acercó de forma disimulada a pegar oreja como solía decirse para enterarse también. Los pesados insistían en que era peligroso y que el moreno estaba loco. Pero no decían nada útil y la paciencia de Milena se agotaba por momentos. De repente otro de los hombres dijo que el bosque era un infierno pero tampoco decía nada interesante. Al ver que no contestaban la pregunta de aquel hombre frunció el ceño pues estaba también interesada en la respuesta. Llevó la mano al mango de su arma y la desenfundó produciendo un metálico sonido. A una velocidad moderada colocó el filo de aquella katana en el cuello de uno de aquellos tipos. – Te han hecho una pregunta. Responde o te corto la cabeza. – Dijo en un tono sádico y enfermizo.
El miedo empezó a invadir a aquellos hombres que enseguida empezaron a tartamudear mirando a la psicópata. Los asustados ciudadanos señalaron el bosque con las manos indicando que las cosas que buscaban estaban allí. Una vez lo hicieron la chica se relamió despacio pensándose en qué hacer para después guardar su arma y mirarlos a los ojos. – Buenos chicos… – Dijo susurrando con malicia como si de meros perros se tratasen. Después clavó su mirada en el hombre moreno que había allí preguntando y puso un gesto distinto. No era una mirada desafiante pero tampoco amable, simplemente le entró mucha curiosidad y no podía ocultarla. – ¿Tú eres? – Dijo de repente con toda la confianza del mundo mientras le analizaba con la mirada despacio. Solía ser de esa forma con la gente interesante.
Había viajado en un pequeño barco con una tripulación de amables marineros. Les había prometido una noche de pasión si la llevaban pero los inútiles habían picado y ahora se largó sin cumplir su palabra. Ellos no le dijeron nada por miedo debido al carácter de aquella mujer. Ese día llevaba puesta una sudadera negra con capucha y un pantalón largo del mismo tono. En sus pies podían verse unas sandalias de madera que dejaban a la vista sus pies. En la cintura portaba una vaina y dentro estaba su katana. Ahora sus pasos la llevaban hacia un pequeño pueblo que parecía haber en la costa. Sus rojizos ojos se clavaron en unas columnas de humo que le indicaron que había personas por allí. Iba a aprovechar para coger algo de información en aquel lugar. Debía elegir bien a quién interrogar pues nunca se sabía dónde podía haber marines o agentes ocultos.
Mientras avanzaba no pudo evitar detenerse al ver a un hombre de cabellos largos y morenos. Sus ojos del mismo color que los de ella y a juzgar por las vainas que llevaba debía de ser un espadachín también. Últimamente se encontraba con bastantes. Al parecer estaba preguntándole a un grupo de hombres sobre las criaturas que ella también buscaba. Se acercó de forma disimulada a pegar oreja como solía decirse para enterarse también. Los pesados insistían en que era peligroso y que el moreno estaba loco. Pero no decían nada útil y la paciencia de Milena se agotaba por momentos. De repente otro de los hombres dijo que el bosque era un infierno pero tampoco decía nada interesante. Al ver que no contestaban la pregunta de aquel hombre frunció el ceño pues estaba también interesada en la respuesta. Llevó la mano al mango de su arma y la desenfundó produciendo un metálico sonido. A una velocidad moderada colocó el filo de aquella katana en el cuello de uno de aquellos tipos. – Te han hecho una pregunta. Responde o te corto la cabeza. – Dijo en un tono sádico y enfermizo.
El miedo empezó a invadir a aquellos hombres que enseguida empezaron a tartamudear mirando a la psicópata. Los asustados ciudadanos señalaron el bosque con las manos indicando que las cosas que buscaban estaban allí. Una vez lo hicieron la chica se relamió despacio pensándose en qué hacer para después guardar su arma y mirarlos a los ojos. – Buenos chicos… – Dijo susurrando con malicia como si de meros perros se tratasen. Después clavó su mirada en el hombre moreno que había allí preguntando y puso un gesto distinto. No era una mirada desafiante pero tampoco amable, simplemente le entró mucha curiosidad y no podía ocultarla. – ¿Tú eres? – Dijo de repente con toda la confianza del mundo mientras le analizaba con la mirada despacio. Solía ser de esa forma con la gente interesante.
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Nokotori no estaba sacando nada en claro preguntando a aquellos inútiles y suspiró. Se estaba ya desesperando y las ganas de rebanar a aquellos hombres aumentaban considerablemente. El espadachín echó mano a una de sus katanas. Cuando iba a amenazar a aquellos tres algo hizo que parase. Una chica de melena oscura se le adelantó e hizo exactamente lo que Nokotori tenía pensado hacer. El moreno se quedó algo perplejo ante aquella situación ya que no se lo esperaba. La muchacha puso el filo de su espada en la garganta de uno de los hombres y amenazó con rebanarle la cabeza. El joven observó entonces que se trataba de una espadachín como él. -Vaya con la señorita. Dijo Nokotori para sí mismo. La verdad es que no solo iba a hacer lo mismo que aquella muchacha sino que también pensaba amenazarlo exactamente igual.
Una vez que aquella mujer amenazase a aquellos individuos, debido al miedo acabaron diciendo que lo que buscaba el espadachín se encontraba en el bosque. Nokotori los miró y soltó una sonora carcajada -Patéticos… Ahora ya sabía todo lo que necesitaba para partir en la búsqueda. Antes de que pudiese darse la vuelta y marcharse la joven se dirigió hacia el espadachín preguntando por su identidad. Se dirigió hacia él con bastante confianza como si ya se conociesen y esto hizo que el moreno arqueara una ceja con algo de incredulidad. Miró a la joven a los ojos fijamente y pudo notar como eran iguales que los suyos, de un color rojizo escarlata semejante al color de la sangre. A Nokotori le pareció interesante a simple vista aquella mujer. Casi que se veía en un espejo exceptuando que él era un hombre, ella una mujer y la longitud del pelo, el de ésta era muchísimo más largo.
-Mi nombre es Nokotori ¿Y tú…? El espadachín normalmente era reacio presentarse ante un desconocido así como así pero si resultaba que era alguien que no era de fiar simplemente acabaría con él o ella. Algo que el espadachín tiene, sea defecto o virtud, es que trataba a todos por igual independientemente de su sexo. -¿No crees que es de mala educación preguntar por el nombre de alguien sin presentarse primero? Ciertamente al espadachín le daba exactamente igual si se presentaba ella primero o no. Sólo decía aquello para molestar un rato. Uno de sus mayores hobbies era joder a las personas. -¡Ah! ¿Y por qué te metiste en nuestra conversación? Una vez dicho aquello se quedó mirando fijamente a la joven esperando una respuesta que al propio espadachín le pareciese apropiada. Pensó a su vez que aquella chica iba a ser bastante interesante.
Una vez que aquella mujer amenazase a aquellos individuos, debido al miedo acabaron diciendo que lo que buscaba el espadachín se encontraba en el bosque. Nokotori los miró y soltó una sonora carcajada -Patéticos… Ahora ya sabía todo lo que necesitaba para partir en la búsqueda. Antes de que pudiese darse la vuelta y marcharse la joven se dirigió hacia el espadachín preguntando por su identidad. Se dirigió hacia él con bastante confianza como si ya se conociesen y esto hizo que el moreno arqueara una ceja con algo de incredulidad. Miró a la joven a los ojos fijamente y pudo notar como eran iguales que los suyos, de un color rojizo escarlata semejante al color de la sangre. A Nokotori le pareció interesante a simple vista aquella mujer. Casi que se veía en un espejo exceptuando que él era un hombre, ella una mujer y la longitud del pelo, el de ésta era muchísimo más largo.
-Mi nombre es Nokotori ¿Y tú…? El espadachín normalmente era reacio presentarse ante un desconocido así como así pero si resultaba que era alguien que no era de fiar simplemente acabaría con él o ella. Algo que el espadachín tiene, sea defecto o virtud, es que trataba a todos por igual independientemente de su sexo. -¿No crees que es de mala educación preguntar por el nombre de alguien sin presentarse primero? Ciertamente al espadachín le daba exactamente igual si se presentaba ella primero o no. Sólo decía aquello para molestar un rato. Uno de sus mayores hobbies era joder a las personas. -¡Ah! ¿Y por qué te metiste en nuestra conversación? Una vez dicho aquello se quedó mirando fijamente a la joven esperando una respuesta que al propio espadachín le pareciese apropiada. Pensó a su vez que aquella chica iba a ser bastante interesante.
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La científica escuchó el comentario de aquel hombre llamando patéticos a los imbéciles que habían confesado por fin. Además ahora se presentó como Nokotori. Un nombre curioso pues un pájaro de la espora era un significado extraño. Tal vez solo era casualidad. Además las siguientes palabras le hicieron soltar una leve carcajada. Al parecer tenía valor para hablarle así después de lo qué había hecho con aquellos tres. Escuchó sus preguntas y decidió callar hasta que el moreno terminase de hablar para poder contestarle todo del tirón. Una vez terminó, la chica no pudo evitar mostrar una sonrisa siniestra. Sus ojos rojos no dejaban de mirar los de aquel tipo que los tenía iguales que ella. Se preguntaba si tal vez aquello podía significar que había hallado a su doble. Muchos tenían en el mundo una persona igual pero como era un tío no tenía mucho sentido. Aunque tal vez era una hermosa diva con voz ronca y algo plana de pecho.
Ahora simplemente se cruzó de brazos respondiéndole con toda la calma del mundo. – Mi nombre es Milena. Si me he metido es por qué me temo que buscamos lo mismo. Así ahorraba preguntar por otro lado. Soy científica del gobierno. – Una vez le hubo contestado no tardó en alzar una ceja y en formar una sonrisa ladeada en su rostro. Algo estaba pasando ¿Estaba deseando cortar a alguien? Pues claro que sí. Pudo ver en el suelo la sombra de algo acercarse por detrás. Sacó tan solo un poco de su katana y pudo ver en el reflejo a un tipo armado con una navaja. Nokotori al tenerlo de frente seguro que lo estaba viendo pero aquella presa era suya. Por fin iba a tener el privilegio de acabar con la vida de alguien. El mundo estaba lleno de pesados pacifistas. Pero si habían tratado de asesinarla tenía motivo de sobra para poder eliminar a aquella basura.
De repente agarró con fuerza el mango de su arma y pegó un giro completo realizando un corte con una potencia asombrosa. Se había incluso escuchado el sonido del viento siendo cortado. Un hilo de sangre salió ahora de la garganta de aquel payaso. Empezó a gorgotear hasta que segundos después su cabeza cayó hacia atrás y su cuerpo quedó inerte de pie. Una patada en el pecho hizo caer a aquel cadáver. La espada de la chica estaba bañada en sangre y ahora pasó su lengua por esta de una forma algo sensual y macabra al mismo tiempo. Tragó el rojizo líquido para después girarse mirando de nuevo al tipo que tenía frente a sus ojos. – Me estoy cansando de esto ¿Nos dirigimos al bosque? Allí habrá más diversión para ambos, Nokotori. – Dijo mirándole de forma siniestra mientras guardaba su arma en su funda con elegancia y velocidad.
Ahora simplemente se cruzó de brazos respondiéndole con toda la calma del mundo. – Mi nombre es Milena. Si me he metido es por qué me temo que buscamos lo mismo. Así ahorraba preguntar por otro lado. Soy científica del gobierno. – Una vez le hubo contestado no tardó en alzar una ceja y en formar una sonrisa ladeada en su rostro. Algo estaba pasando ¿Estaba deseando cortar a alguien? Pues claro que sí. Pudo ver en el suelo la sombra de algo acercarse por detrás. Sacó tan solo un poco de su katana y pudo ver en el reflejo a un tipo armado con una navaja. Nokotori al tenerlo de frente seguro que lo estaba viendo pero aquella presa era suya. Por fin iba a tener el privilegio de acabar con la vida de alguien. El mundo estaba lleno de pesados pacifistas. Pero si habían tratado de asesinarla tenía motivo de sobra para poder eliminar a aquella basura.
De repente agarró con fuerza el mango de su arma y pegó un giro completo realizando un corte con una potencia asombrosa. Se había incluso escuchado el sonido del viento siendo cortado. Un hilo de sangre salió ahora de la garganta de aquel payaso. Empezó a gorgotear hasta que segundos después su cabeza cayó hacia atrás y su cuerpo quedó inerte de pie. Una patada en el pecho hizo caer a aquel cadáver. La espada de la chica estaba bañada en sangre y ahora pasó su lengua por esta de una forma algo sensual y macabra al mismo tiempo. Tragó el rojizo líquido para después girarse mirando de nuevo al tipo que tenía frente a sus ojos. – Me estoy cansando de esto ¿Nos dirigimos al bosque? Allí habrá más diversión para ambos, Nokotori. – Dijo mirándole de forma siniestra mientras guardaba su arma en su funda con elegancia y velocidad.
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Aquella muchacha se presentó ante el espadachín con el nombre de Milena y resultó ser una científica del gobierno. Milena indicó a Nokotori que temía que estaban buscando lo mismo y probablemente fuese así ya que el espadachín era otro científico, quién lo diría. -Vaya, de gobierno… Al moreno le interesó en cierta medida que esta mujer fuese del gobierno, podría sacar provecho de alguna manera. El mercenario pudo ver como un hombre se acercaba a la espalda de la chica e iba con una navaja. Pretendía atacar aquella peligrosa mujer pero éste ni siquiera la avisó. Quería ver de qué era capaz.
De un rápido movimiento acabó cortando la garganta de su atacante con elegancia y con una gran potencia. Parecía que solo le había hecho un pequeño corte pero acto seguido su cabeza cayó al suelo. Nokotori al ver como reaccionaba aquella mujer se dio cuenta de que sabía lo que hacía y éste sonrió de manera sádica. Le gustaba lo que estaba viendo. -Oh, el gobierno matando gente. Nunca vi algo así. El espadachín sabía perfectamente lo que le decía a aquella mujer. Milena acabó saboreando la sangre del individuo que había en su espada y Nokotori se preguntaba si la sangre estaba buena, la verdad es que nunca hizo algo así. Una vez terminó aquella hermosa escena teñida de color rojo, la chica invitó al moreno a ir al bosque insinuando que la diversión iba a ser mayor. -Me temo que acepto. Vayamos.
El espadachín no esperaba por nadie y se dispuso a andar. Aquellos dos locos se encontraban de camino al bosque que tanto miedo infundía a esos hombres. Aún habiéndole dicho Milena a Nokotori que era científica quería saber qué era exactamente lo que quería encontrar en esa isla y sus propósitos. Probablemente los propósitos de aquellos dos distaban mucho de ser iguales. -¿Y exactamente qué es lo que buscas? La simple idea de compartir no le hacía mucha gracia al espadachín pero si había cantidad suficiente no le importaría demasiado. Nokotori no solo quería muestras de veneno y demás para sus fines sino que si conseguía partes de animales mejor. Quería también experimentar haciendo transplantes. -Da la casualidad que yo también soy científico, como tú y he venido a por el supuesto veneno que los seres que moran en esta isla tienen. Además espero encontrarme con algunos ejemplares que pueda usar… El moreno se apoyó en sus dos espadas y siguió caminando. Pensaba que cómo era posible que aquella mujer tuviese tanta potencia en sus cortes. Aún pareciendo algo enclenque poseía una potencia increíble.
No sabía exactamente con qué clase de seres se iba a encontrar pero estaba deseando entrar ya en acción. Después de unos veinte minutos andando por fin llegaron al bosque. Dicho bosque poseía como una especie de aura negra que no inspiraba nada de confianza y desde fuera parecía completamente oscuro. Esto hacía que el espadachín se emocionase más aún. -Estoy deseando entrar y despedazar algo de una vez. El espadachín miraba fijamente aquella arboleda y sonreía macabramente. En sus ojos había un brillo siniestro.
De un rápido movimiento acabó cortando la garganta de su atacante con elegancia y con una gran potencia. Parecía que solo le había hecho un pequeño corte pero acto seguido su cabeza cayó al suelo. Nokotori al ver como reaccionaba aquella mujer se dio cuenta de que sabía lo que hacía y éste sonrió de manera sádica. Le gustaba lo que estaba viendo. -Oh, el gobierno matando gente. Nunca vi algo así. El espadachín sabía perfectamente lo que le decía a aquella mujer. Milena acabó saboreando la sangre del individuo que había en su espada y Nokotori se preguntaba si la sangre estaba buena, la verdad es que nunca hizo algo así. Una vez terminó aquella hermosa escena teñida de color rojo, la chica invitó al moreno a ir al bosque insinuando que la diversión iba a ser mayor. -Me temo que acepto. Vayamos.
El espadachín no esperaba por nadie y se dispuso a andar. Aquellos dos locos se encontraban de camino al bosque que tanto miedo infundía a esos hombres. Aún habiéndole dicho Milena a Nokotori que era científica quería saber qué era exactamente lo que quería encontrar en esa isla y sus propósitos. Probablemente los propósitos de aquellos dos distaban mucho de ser iguales. -¿Y exactamente qué es lo que buscas? La simple idea de compartir no le hacía mucha gracia al espadachín pero si había cantidad suficiente no le importaría demasiado. Nokotori no solo quería muestras de veneno y demás para sus fines sino que si conseguía partes de animales mejor. Quería también experimentar haciendo transplantes. -Da la casualidad que yo también soy científico, como tú y he venido a por el supuesto veneno que los seres que moran en esta isla tienen. Además espero encontrarme con algunos ejemplares que pueda usar… El moreno se apoyó en sus dos espadas y siguió caminando. Pensaba que cómo era posible que aquella mujer tuviese tanta potencia en sus cortes. Aún pareciendo algo enclenque poseía una potencia increíble.
No sabía exactamente con qué clase de seres se iba a encontrar pero estaba deseando entrar ya en acción. Después de unos veinte minutos andando por fin llegaron al bosque. Dicho bosque poseía como una especie de aura negra que no inspiraba nada de confianza y desde fuera parecía completamente oscuro. Esto hacía que el espadachín se emocionase más aún. -Estoy deseando entrar y despedazar algo de una vez. El espadachín miraba fijamente aquella arboleda y sonreía macabramente. En sus ojos había un brillo siniestro.
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Milena sonrió de lado cuando aquel hombre aceptó y ambos empezaron a caminar por el bosque. Lo de que el gobierno asesinaba gente le arrancó una ligera carcajada para después mirar al espadachín y responderle a aquello. – Te lo explicare. No es que pertenezca al gobierno. Es que mi licencia indica que trabajo para ellos. Mis experimentos y hallazgos van derechos a sus informes. Yo a cambio me llevo el dinero. De modo que puedo matar sin meterlos de por medio y siempre que mi cabeza no tenga precio. – Una vez dijo aquello continuó caminando junto a él de forma calmada y tranquila. Veía como se apoyaba en sus espadas y pensó que debía de usar un estilo muy distinto al de ella. Principalmente Milena se centraba en la fuerza de corte y en la precisión.
Mientras avanzaban aquel moreno dijo ser también científico y le preguntó por lo que buscaba. En ese momento la chica alzó una ceja al ver que estaba interesado. No antes le habían preguntado por sus cosas, normal, se cargaba a casi todos. De todas formas no tenía nada mejor que hacer por el camino. De modo que ahora decidió decirle a aquella persona lo que iba buscando. – Las plantas. Las de esta isla son muy venenosas y me voy a especializar en el tema de la sangre y el organismo. De modo que quiero investigar y empezar a hacer mis experimentos con ellas. De ese modo presentaré una tesis razonable y ascenderé hasta catedrática. – Por suerte uno iba por la fauna y otra por la flora. De modo que sus intereses no chocaban ni se estorbaban de ninguna forma. Las siguientes palabras del moreno le hicieron sonreír de lado. Al parecer también adoraba la sangre y los combates.
En ese momento la chica no tardó en ver un grupo de unas cuatro flores rosas. Parecían hermosas y sus tallos largos y verdes las hacían más apetecibles de tocar. Milena no pudo evitar sonreír de lado mientras ahora se acercaba despacio. – Preciosas hijas de puta. – Susurró para después de un corte partir los tallos en dos. Esperó unos momentos y las cogió con cuidado metiéndolas en un profundo bolsillo de la sudadera. Luego debería cogerlas con guantes o algo. – Desusuta… estás cabronas tienen veneno suficiente para matar a diez personas con un gramo. – La científica se había informado sobre la isla pues no pensaba ir sin preparar. A continuación soltó un suspiro y guardó su arma de nuevo mientras miraba alrededor. – He oído acerca de las bestias de esta isla. Son todas iguales pero muy peligrosas. – Dijo ahora mientras clavaba sus rojizos ojos en su compañero. Esperaba que él pudiera aguantar sin ser envenenado pues no había antídotos por parte de ella. A veces iba muy corta de material por el poco dinero que disponía.
Mientras avanzaban aquel moreno dijo ser también científico y le preguntó por lo que buscaba. En ese momento la chica alzó una ceja al ver que estaba interesado. No antes le habían preguntado por sus cosas, normal, se cargaba a casi todos. De todas formas no tenía nada mejor que hacer por el camino. De modo que ahora decidió decirle a aquella persona lo que iba buscando. – Las plantas. Las de esta isla son muy venenosas y me voy a especializar en el tema de la sangre y el organismo. De modo que quiero investigar y empezar a hacer mis experimentos con ellas. De ese modo presentaré una tesis razonable y ascenderé hasta catedrática. – Por suerte uno iba por la fauna y otra por la flora. De modo que sus intereses no chocaban ni se estorbaban de ninguna forma. Las siguientes palabras del moreno le hicieron sonreír de lado. Al parecer también adoraba la sangre y los combates.
En ese momento la chica no tardó en ver un grupo de unas cuatro flores rosas. Parecían hermosas y sus tallos largos y verdes las hacían más apetecibles de tocar. Milena no pudo evitar sonreír de lado mientras ahora se acercaba despacio. – Preciosas hijas de puta. – Susurró para después de un corte partir los tallos en dos. Esperó unos momentos y las cogió con cuidado metiéndolas en un profundo bolsillo de la sudadera. Luego debería cogerlas con guantes o algo. – Desusuta… estás cabronas tienen veneno suficiente para matar a diez personas con un gramo. – La científica se había informado sobre la isla pues no pensaba ir sin preparar. A continuación soltó un suspiro y guardó su arma de nuevo mientras miraba alrededor. – He oído acerca de las bestias de esta isla. Son todas iguales pero muy peligrosas. – Dijo ahora mientras clavaba sus rojizos ojos en su compañero. Esperaba que él pudiera aguantar sin ser envenenado pues no había antídotos por parte de ella. A veces iba muy corta de material por el poco dinero que disponía.
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Al escuchar los motivos de aquella muchacha el espadachín comenzó a ver que no todo el mundo en el gobierno es como él creía. Sin duda había gente peligrosa. Escuchó a Milena hablar de lo que pretendía hacer cuando el mismo dijo que era también científico. La chica pudo divisar unas especies de plantas y las cortó sin pensarlo. Mencionó que el veneno de aquellas plantas era tan letal que es capaz de matar a diez hombres con una pequeña cantidad. Esto a Nokotori le interesó bastante. Aunque el espadachín buscase partes de animales que le pudieran ser de ayuda también estaba interesado en conseguir venenos potentes para sus experimentos y a la hora de pelear. Pensaba que si cubría la espada con ese veneno y asestase a su oponente un pequeño corte lo mataría sin apenas esfuerzo. Al pensar esto el espadachín miró sus espadas. Decidió también agarrar algunas plantas venenosas para su posterior uso.
-¿Se pueden coger así de fácil albergando tal cantidad de veneno? El moreno se estaba interesando cada vez más también en la flora. Sin duda los propósitos de aquel hombre no eran nada buenos y pensaba crear un estupendo caos con ello. Vio como Milena guardaba aquellas rosas en su bolsillo. Ya había escuchado algo el mercenario sobre las bestias que moraban aquella isla y se decía que son todas las mismas pero con un poder bastante impresionante. El espadachín estaba deseando echarle el guante a alguna de ellas y ver exactamente que podrían ofrecerle. Toda duda se disipó cuando aquella muchacha afirmó la existencia de aquellas criaturas. El joven mercenario echó un vistazo por si podía ver algo en el bosque desde el exterior pero sin ningún éxito. -Pues ahora tengo más ganas aún de entrar… Se frotó las manos con impaciencia, a continuación se adentró pasando por encima de un pequeño arbusto. Una vez dentro esperó que su nueva “compañera” entrase.
Una vez que estaban los dos dentro el espadachín se quedó asombrado. Aquel lugar estaba bastante oscuro y se podían escuchar algunos sonidos de movimiento. Parecía que la fauna de aquel lugar sabía perfectamente que algo que no era normal en ese bosque había entrado. Al espadachín rápidamente le dio la sensación de estar vigilado y frunció el ceño. No le gustaba en absoluto que lo observaran sin dar la cara pero era obvio que quien lo estaba haciendo era un buen cazador y asesino. El moreno miró de repente a la chica a los ojos. -Bueno que empiece la fiesta. A continuación de decir aquello desenfundó sus dos espadas y empezó a reír frenéticamente. Una vez que las desenfundó en unos rápidos cortes acabó talando un árbol por completo dejando un sendero libre. Se estaba sintiendo como nunca. La sensación de que podía morir en cualquier momento lo llenaba de vida y sed de sangre. Pudo observar como una especie de cosa negra se estaba ocultando tras unas rocas enormes. El moreno sin dudarlo fue hacia ello corriendo sin pensar en las consecuencias. Una vez que estuvo frente aquello se dio cuenta de lo que estaba pasando en verdad. Era una planta carnívora que estaba usando un señuelo para atraer a su presa ante ella. El espadachín evaluó a la perfección aquella situación de riesgo y rápidamente pudo esquivar la veloz mordida de la planta que acabó chocando con el suelo. Cuando observó que la cabeza de la planta se situaba en el suelo salió corriendo para rebanarle la parte más gorda de ésta. Hundió su espada morada por completo en lo que debería ser la garganta de aquel ser y cuando lo hizo un grito ahogado surgió de la boca de la planta. El espadachín no hacía más que reír como un maldito loco. Hacía tiempo que no se divertía sin tener que contenerse por ninguna ley.
Aquella planta aún sufría por la puñalada del espadachín pero pudo reaccionar. Con una de sus hojas acabó dando un latigazo al moreno que recibió completamente haciéndole rodar varios metros hacia atrás. La espada de Nokotori aún se encontraba clavada en el gaznate de la planta y a veces por el dolor aquel ser gritaba de una manera muy peculiar. Una vez que el moreno se recompuso se levantó apoyándose en la rodilla derecha. Una vez que alzó la mirada hacia la monstruosa planta se relamió mostrando una sonrisa enfermiza. -Veo que me vas a dar un poquito más de juego.
-¿Se pueden coger así de fácil albergando tal cantidad de veneno? El moreno se estaba interesando cada vez más también en la flora. Sin duda los propósitos de aquel hombre no eran nada buenos y pensaba crear un estupendo caos con ello. Vio como Milena guardaba aquellas rosas en su bolsillo. Ya había escuchado algo el mercenario sobre las bestias que moraban aquella isla y se decía que son todas las mismas pero con un poder bastante impresionante. El espadachín estaba deseando echarle el guante a alguna de ellas y ver exactamente que podrían ofrecerle. Toda duda se disipó cuando aquella muchacha afirmó la existencia de aquellas criaturas. El joven mercenario echó un vistazo por si podía ver algo en el bosque desde el exterior pero sin ningún éxito. -Pues ahora tengo más ganas aún de entrar… Se frotó las manos con impaciencia, a continuación se adentró pasando por encima de un pequeño arbusto. Una vez dentro esperó que su nueva “compañera” entrase.
Una vez que estaban los dos dentro el espadachín se quedó asombrado. Aquel lugar estaba bastante oscuro y se podían escuchar algunos sonidos de movimiento. Parecía que la fauna de aquel lugar sabía perfectamente que algo que no era normal en ese bosque había entrado. Al espadachín rápidamente le dio la sensación de estar vigilado y frunció el ceño. No le gustaba en absoluto que lo observaran sin dar la cara pero era obvio que quien lo estaba haciendo era un buen cazador y asesino. El moreno miró de repente a la chica a los ojos. -Bueno que empiece la fiesta. A continuación de decir aquello desenfundó sus dos espadas y empezó a reír frenéticamente. Una vez que las desenfundó en unos rápidos cortes acabó talando un árbol por completo dejando un sendero libre. Se estaba sintiendo como nunca. La sensación de que podía morir en cualquier momento lo llenaba de vida y sed de sangre. Pudo observar como una especie de cosa negra se estaba ocultando tras unas rocas enormes. El moreno sin dudarlo fue hacia ello corriendo sin pensar en las consecuencias. Una vez que estuvo frente aquello se dio cuenta de lo que estaba pasando en verdad. Era una planta carnívora que estaba usando un señuelo para atraer a su presa ante ella. El espadachín evaluó a la perfección aquella situación de riesgo y rápidamente pudo esquivar la veloz mordida de la planta que acabó chocando con el suelo. Cuando observó que la cabeza de la planta se situaba en el suelo salió corriendo para rebanarle la parte más gorda de ésta. Hundió su espada morada por completo en lo que debería ser la garganta de aquel ser y cuando lo hizo un grito ahogado surgió de la boca de la planta. El espadachín no hacía más que reír como un maldito loco. Hacía tiempo que no se divertía sin tener que contenerse por ninguna ley.
Aquella planta aún sufría por la puñalada del espadachín pero pudo reaccionar. Con una de sus hojas acabó dando un latigazo al moreno que recibió completamente haciéndole rodar varios metros hacia atrás. La espada de Nokotori aún se encontraba clavada en el gaznate de la planta y a veces por el dolor aquel ser gritaba de una manera muy peculiar. Una vez que el moreno se recompuso se levantó apoyándose en la rodilla derecha. Una vez que alzó la mirada hacia la monstruosa planta se relamió mostrando una sonrisa enfermiza. -Veo que me vas a dar un poquito más de juego.
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La chica asintió a la pregunta del moreno. Mientras que no entras en contacto con ninguna espina o líquido no había peligro alguno para no cogerla con cuidado. Para sacarla si iba a necesitar algún guantelete de material duro o algo por el estilo. No se sabía cuando una iba a pincharse con la aguja de la muerte e iba a encontrar su final. Aquel tipo de muertes no valían para nada según la morena. Era mejor una más dura en el campo de batalla. Muchos pensaban que la mujer debió ser agente del gobierno pues le pegaba mucho más. Sin embargo pasaba de tener compañeros que no poder matar por no elegirlos ella. De aquella forma podía asesinar tranquilamente sin que la molestasen ya que solo necesitaba dejar las bocas cerradas. No era algo muy difícil pues su uso de la katana era muy bueno.
De repente el moreno tras avanzar un poco más dijo un comentario que hizo a la chica alzar una ceja. Observó como sacaba sus armas y ahora ella desenfundó su katana con lentitud. Aquel sonido del acero rastrándose por la vaina le encantaba. Una vez la tuvo fuera su sonrisa se amplió de forma exagerada. Si iban a tener sangre significaba diversión y algo de ejercicio de paso. En ese momento el otro hombre cortó un árbol en pedazos y corrió hacia algo extraño que se ocultaba tras unas rocas. Al parecer otra planta problemática de la isla. Sin embargo no tardó en atravesarla de lado a lado. Ésta se defendió y de un latigazo lo tiró al suelo, cosa que produjo una leve carcajada en la chica. Dio un paso adelante para meterse cuando escuchó unas pisadas. Se giró a toda velocidad pero no pudo ver nada de nada. Aquello era extraño pero podía entenderlo. Decían que aquellas cosas eran listas y lo estaba comprobando por sí misma.
Sin embargo estaba confusa pues las leyendas decían que solo salían a cazar de noche. Al parecer las plantas eran también sus alimentos y al mismo tiempo las usaban para defender su territorio. Ahora los nervios recorrían a Milena. El no poder ver a su enemigo la estaba jodiendo de forma exagerada. Un sonido extraño de nuevo por su lado izquierdo, después otro por la derecha. Se quedó quieta en el sitio hasta que sintió un intenso dolor en la mejilla. Una enorme gárgola negra surgió de la nada clavando su puño en la cara de ella. Salió despedida contra el suelo rodando varias veces. Su brazo izquierdo y sus piernas quedaron atrapados en unas enredaderas. Aquella cosa ahora aprovechó para cogerla por el cuello y reírse. Parecía tener buena altura y sus alas eran impresionantes. Abrió la boca tratando de morder a la joven en el cuello. Esta con su mano libre atravesó la rodilla de aquella cosa que de un rugido de alejó de ella.
La chica cortó las lianas y quedó en el suelo jadeando. Aquella cosa miraba a ambos desde lo alto de una rama. En ese momento la chica pasó la mano por su mejilla y comprobó que estaba sangrando. Las garras del monstruo eran afiladas y al golpearla le había causado una herida. No le preocupó mucho pero ahora sonrió de lado al mismo tiempo que miraba a aquella cosa. – Vas a pagar por lo que has intentado hacer. A mí solo me come quién yo deseo y como yo deseo. – Mencionó ahora en un comentario que pudo sonar obsceno para después realizar varios movimientos con su katana y ponerse en posición de ataque. No se iba a dejar derrotar por una gárgola babosa que acosaba mujeres. Aquello le sonaba de algo pero no le dio importancia en aquel momento, sujetos penosos como esos no merecían su atención para nada.
De repente el moreno tras avanzar un poco más dijo un comentario que hizo a la chica alzar una ceja. Observó como sacaba sus armas y ahora ella desenfundó su katana con lentitud. Aquel sonido del acero rastrándose por la vaina le encantaba. Una vez la tuvo fuera su sonrisa se amplió de forma exagerada. Si iban a tener sangre significaba diversión y algo de ejercicio de paso. En ese momento el otro hombre cortó un árbol en pedazos y corrió hacia algo extraño que se ocultaba tras unas rocas. Al parecer otra planta problemática de la isla. Sin embargo no tardó en atravesarla de lado a lado. Ésta se defendió y de un latigazo lo tiró al suelo, cosa que produjo una leve carcajada en la chica. Dio un paso adelante para meterse cuando escuchó unas pisadas. Se giró a toda velocidad pero no pudo ver nada de nada. Aquello era extraño pero podía entenderlo. Decían que aquellas cosas eran listas y lo estaba comprobando por sí misma.
Sin embargo estaba confusa pues las leyendas decían que solo salían a cazar de noche. Al parecer las plantas eran también sus alimentos y al mismo tiempo las usaban para defender su territorio. Ahora los nervios recorrían a Milena. El no poder ver a su enemigo la estaba jodiendo de forma exagerada. Un sonido extraño de nuevo por su lado izquierdo, después otro por la derecha. Se quedó quieta en el sitio hasta que sintió un intenso dolor en la mejilla. Una enorme gárgola negra surgió de la nada clavando su puño en la cara de ella. Salió despedida contra el suelo rodando varias veces. Su brazo izquierdo y sus piernas quedaron atrapados en unas enredaderas. Aquella cosa ahora aprovechó para cogerla por el cuello y reírse. Parecía tener buena altura y sus alas eran impresionantes. Abrió la boca tratando de morder a la joven en el cuello. Esta con su mano libre atravesó la rodilla de aquella cosa que de un rugido de alejó de ella.
La chica cortó las lianas y quedó en el suelo jadeando. Aquella cosa miraba a ambos desde lo alto de una rama. En ese momento la chica pasó la mano por su mejilla y comprobó que estaba sangrando. Las garras del monstruo eran afiladas y al golpearla le había causado una herida. No le preocupó mucho pero ahora sonrió de lado al mismo tiempo que miraba a aquella cosa. – Vas a pagar por lo que has intentado hacer. A mí solo me come quién yo deseo y como yo deseo. – Mencionó ahora en un comentario que pudo sonar obsceno para después realizar varios movimientos con su katana y ponerse en posición de ataque. No se iba a dejar derrotar por una gárgola babosa que acosaba mujeres. Aquello le sonaba de algo pero no le dio importancia en aquel momento, sujetos penosos como esos no merecían su atención para nada.
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El espadachín estaba divirtiéndose de sobremanera contra aquella bestia y estaba peleando frenéticamente. Dado a la pelea tan divertida que estaba teniendo contra la planta no se dio cuenta de que la muchacha estaba ahí a punto de entrar en la batalla. El espadachín saltó rápidamente hacia aquel hierbajo y le propinó varios cortes bajo la boca. Un líquido morado salía de las rajas producidas de por el moreno. Nokotori se apartó rápidamente y dejó caer ese líquido en el suelo. No se fiaba en absoluto de aquellas plantas ya que podían ser enteramente venenosas e incluso la sabia de éstas podría serlo. La planta cayó redonda al suelo debido a todos los cortes que se llevó por parte del moreno. Cuando estaba tirada en el suelo Nokotori se acercó lentamente hacia ésta y vio como le daba una serie de espasmos. A continuación la miró con desprecio y acabó con la vida de aquel ser asqueroso. Se agachó y cortó varios dientes de aquella planta para poder guardárselos en un pequeño bolso que portaba. Cuando terminó pudo escuchar unos ruidos algo raros y a Milena decir algo bastante raro. El espadachín al escuchar aquello arqueó una ceja y pensaba lo peor que podía.
El moreno se giró hacia donde estaba su compañera de juegos. Cuando pudo verla bien estaba sangrando por la mejilla a causa de un golpe. Nokotori soltó una pequeña carcajada al ver su sangre caer por su cara y ver como la joven acababa por limpiársela con la mano. Sea lo que sea la cosa que la atacó debería ser bastante fuerte o la pilló desprevenida. Esperaba que fuese lo primero. Se acercó andando tranquilamente hacia Milena mientras hablaba. -Oh ¿Te voy a hacer falta? El espadachín hablaba con un tono algo burlón hasta que llegó hacia la posición de la chica. Una vez que estaba junto a ella alzó la mirada y observó una especie de murciélago gigante. El joven mercenario quedó asombrado por aquella cosa ya que nunca vio algo parecido jamás. Tenía muchas ganas de ver que le ofrecía aquella bestia.
-Oye, parece que os lleváis bien tú y esa cosa. No te importa si la desmiembro ¿no? El espadachín estaba interesado en las alas de aquel animal humanoide junto a sus garras, parecían bastante afiladas. Tal vez si las conseguía podría hacer un buen uso. Hizo unos cuantos giros de muñeca con las dos manos sujetando ambas espadas. Por fin iba a cortar algo que no fuese una hierba, no era un jardinero. Aquella bestia observó a ambos y por fin se decidió a atacar. Se lanzó en picado en el centro de los dos y aprovechando sus alas y velocidad intentó hacerle un corte a Nokotori en el pecho. Haciendo gala de su velocidad, el espadachín se giró hacia el lado opuesto esquivando el golpe pero aún así acabó con cuatro rajas en el hombro de unos 2 centímetros de profundidad. Aquella bestia tenía unas garras demasiado afiladas y el espadachín se emocionó más aún. Ahora quería más aquellas extremidades. Pensaba que si reunía las mejores cualidades de los animales más mortíferos podría crear el ser más perfecto y letal que haya existido jamás. No obstante al recibir aquel golpe el espadachín hizo un gesto de dolor para luego plantar su mirada en la espalda de aquel bicho. Estaba muy cabreado quería desahogarse de una vez. -No pienso tener piedad contra ese intento de hombre murciélago.
El moreno se giró hacia donde estaba su compañera de juegos. Cuando pudo verla bien estaba sangrando por la mejilla a causa de un golpe. Nokotori soltó una pequeña carcajada al ver su sangre caer por su cara y ver como la joven acababa por limpiársela con la mano. Sea lo que sea la cosa que la atacó debería ser bastante fuerte o la pilló desprevenida. Esperaba que fuese lo primero. Se acercó andando tranquilamente hacia Milena mientras hablaba. -Oh ¿Te voy a hacer falta? El espadachín hablaba con un tono algo burlón hasta que llegó hacia la posición de la chica. Una vez que estaba junto a ella alzó la mirada y observó una especie de murciélago gigante. El joven mercenario quedó asombrado por aquella cosa ya que nunca vio algo parecido jamás. Tenía muchas ganas de ver que le ofrecía aquella bestia.
-Oye, parece que os lleváis bien tú y esa cosa. No te importa si la desmiembro ¿no? El espadachín estaba interesado en las alas de aquel animal humanoide junto a sus garras, parecían bastante afiladas. Tal vez si las conseguía podría hacer un buen uso. Hizo unos cuantos giros de muñeca con las dos manos sujetando ambas espadas. Por fin iba a cortar algo que no fuese una hierba, no era un jardinero. Aquella bestia observó a ambos y por fin se decidió a atacar. Se lanzó en picado en el centro de los dos y aprovechando sus alas y velocidad intentó hacerle un corte a Nokotori en el pecho. Haciendo gala de su velocidad, el espadachín se giró hacia el lado opuesto esquivando el golpe pero aún así acabó con cuatro rajas en el hombro de unos 2 centímetros de profundidad. Aquella bestia tenía unas garras demasiado afiladas y el espadachín se emocionó más aún. Ahora quería más aquellas extremidades. Pensaba que si reunía las mejores cualidades de los animales más mortíferos podría crear el ser más perfecto y letal que haya existido jamás. No obstante al recibir aquel golpe el espadachín hizo un gesto de dolor para luego plantar su mirada en la espalda de aquel bicho. Estaba muy cabreado quería desahogarse de una vez. -No pienso tener piedad contra ese intento de hombre murciélago.
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La chica continuaba en posición de ataque mientras miraba a aquella gárgola con desprecio. Escuchó las palabras del moreno sin darles mucha importancia y ahora frunció el ceño mientras agarraba su arma. Pudo ver como aquella cosa realizaba cortes en el otro espadachín a una velocidad asombrosa. – Señor de la noche que moras en mi espada. Deja la sangre de mis enemigos caer. – Susurró ahora despacio mientras cerraba los ojos. La bestia por su parte continuaba rugiendo de forma exagerada. Ahora Milena tomó la espada con fuerza usando sus dos manos mientras abría los ojos despacio. Notaba la esencia de aquella cosa. El dolor de su mejilla escocía y el ambiente del bosque la invadía totalmente. La situación estaba siendo muy peligrosa y ella ya estaba lista para su golpe. Tomó una bocanada de aire mientras fruncía el ceño y esperaba que aquella cosa fuera por ella.
En aquel momento el terrible monstruo se lanzó por ella entre rugidos de ira. – Muestra la muerte de los seres del terror y deja paso a mi victoria. – Continuaba susurrando aquellas cosas hasta que el ser ya estaba encima. Rápidamente lanzó un poderoso y potente tajo en línea recta. El monstruo pasó entonces de largo y aterrizó sobre la rama de otro árbol mientras la miraba sonriendo de lado. Un corte apareció en la zona del costado de la chica. Clavó una rodilla en el suelo estando herida y cerrando un ojo. El dolor recorría su cuerpo en ese momento. – ¡Open Blood! – Gritó de repente mientras aquella cosa caía al suelo entre quejidos. Una de las enormes alas había sido cortada y parte del pecho de aquella cosa. La sangre empezó a salir de ella como si estuviese desangrándose. Milena había realizado un corte bastante profundo y que no iba a ser fácil tapar. A continuación cayó al suelo jadeando y con la mano en su fatal raja. Las criaturas del Red Line estaban a un nivel muy diferente de las de los blues normales.
Los ojos de la chica se cerraron un poco mientras sus manos permanecían agarrando la katana con fuerza. La enorme bestia se puso en pie mientras ahora se acercaba mal herida hacia ella. Parecía tener ganar de devorarla por lo que le había hecho. – ¿Qué tal si te ocupas de terminar con ella, Nokotori? – Dijo mostrando una sonrisa siniestras mientras notaba el dolor recorrer su cuerpo. Trató de ponerse en pie de nuevo pero no pudo evitar echarse contra un árbol tras soltar un quejido de dolor. Apretó los dientes con furia y se preparó por si el moreno fallaba en su ataque. Sus rojizos ojos estaban clavados en la situación y si pasaba lo peor estaba lista para arriesgarse a meter la mano en el bolsillo y usar su planta como sistema de emergencia. La isla estaba resultando ser un verdadero peligro y tan solo era una de aquellas cosas. Si llegaban a aparecer más podía ser el fin para ellos pues la fuerza de aquellas cosas era increíble. Bien podían rivalizar con marines de rango medio o incluso con algunos agentes del gobierno.
En aquel momento el terrible monstruo se lanzó por ella entre rugidos de ira. – Muestra la muerte de los seres del terror y deja paso a mi victoria. – Continuaba susurrando aquellas cosas hasta que el ser ya estaba encima. Rápidamente lanzó un poderoso y potente tajo en línea recta. El monstruo pasó entonces de largo y aterrizó sobre la rama de otro árbol mientras la miraba sonriendo de lado. Un corte apareció en la zona del costado de la chica. Clavó una rodilla en el suelo estando herida y cerrando un ojo. El dolor recorría su cuerpo en ese momento. – ¡Open Blood! – Gritó de repente mientras aquella cosa caía al suelo entre quejidos. Una de las enormes alas había sido cortada y parte del pecho de aquella cosa. La sangre empezó a salir de ella como si estuviese desangrándose. Milena había realizado un corte bastante profundo y que no iba a ser fácil tapar. A continuación cayó al suelo jadeando y con la mano en su fatal raja. Las criaturas del Red Line estaban a un nivel muy diferente de las de los blues normales.
Los ojos de la chica se cerraron un poco mientras sus manos permanecían agarrando la katana con fuerza. La enorme bestia se puso en pie mientras ahora se acercaba mal herida hacia ella. Parecía tener ganar de devorarla por lo que le había hecho. – ¿Qué tal si te ocupas de terminar con ella, Nokotori? – Dijo mostrando una sonrisa siniestras mientras notaba el dolor recorrer su cuerpo. Trató de ponerse en pie de nuevo pero no pudo evitar echarse contra un árbol tras soltar un quejido de dolor. Apretó los dientes con furia y se preparó por si el moreno fallaba en su ataque. Sus rojizos ojos estaban clavados en la situación y si pasaba lo peor estaba lista para arriesgarse a meter la mano en el bolsillo y usar su planta como sistema de emergencia. La isla estaba resultando ser un verdadero peligro y tan solo era una de aquellas cosas. Si llegaban a aparecer más podía ser el fin para ellos pues la fuerza de aquellas cosas era increíble. Bien podían rivalizar con marines de rango medio o incluso con algunos agentes del gobierno.
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El espadachín observaba como Milena se enzarzaba en una pequeña pelea con aquel monstruo. De un ataque fulminante acabó cortando un ala de la bestia. Nokotori pensó que ya se había ahorrado un esfuerzo y no tendría que cortarla él mismo. Fue hacia donde el ala cayó y la observó detenidamente para ver si le iba a servir de algo. Al final pudo concluir que sí. El mercenario estaba agachado inspeccionando la extremidad en su mundo pero algo llamó su atención. Escuchó una especie de “petición”. El espadachín que aún se encontraba agachado sonrió de lado. Le gustaba como sonaban aquellas palabras de alguien que estaba malherido. Se irguió completamente y soltó un leve quejido al hacerlo. Estiró sus brazos y empezó a hacer algunos movimientos de cadera claramente perdiendo tiempo. Cuando se giró para ver qué estaba pasando vio que la bestia estaba casi encima de Milena y dios sabría qué iba a hacer con ella. De repente una sonrisa siniestra se dibujó en la cara del espadachín el cual salió corriendo hacia la bestia dando un sonoro grito para alertarla. Al hacer esto provocó que el animal centrase toda su atención en el moreno, justo como él quería. Una vez que aquella bestia tuvo los ojos puestos en Nokotori cargó contra él.
El mercenario cada vez tenía una sonrisa más amplia en su cara y seguía corriendo hacia él. Cuando el espadachín consideró que estaba a una longitud adecuada saltó dando un giro sobre sí mismo desenvainando sus dos espadas a la vez. Trataba de darle dos cortes usando su propio giro. Un corte acabó impactando en el cuello de aquel ser y otro en el hombro derecho haciendo que éste cayese redondo en el suelo. Cuando el espadachín aterrizó ya casi había terminado de envainar sus espadas y soltó un pequeño suspiro. No obstante aunque había derrotado a aquel monstruo se llevó un corte en la espinilla bastante jodido haciendo que con el aterrizaje se diese cuenta de esto. Aún así aquello no iba a parar al espadachín. El espadachín iba cojeando un poco hacia Milena que se encontraba con la espalda echada sobre un árbol y bastante malherida. Cuando llegó, Nokotori la miró a los ojos y sonrió. -Pues sí que son peligrosos los bichos estos… El mercenario tendió una mano a la joven para ayudarla a levantarse.
Una vez que estaban a “salvo” en aquel bosque, el espadachín se acercó al cadáver del murciélago para inspeccionar más a fondo. Desenfundó una de sus espadas y acabó cortándole ambas manos y guardándolas en su bolso. Ahora quedaban las dos alas. Quería llevarse las dos pero eran muy grandes y no sabía dónde meterlas ya que no iba a cargar todo el rato con ellas. Sería una presa muy fácil. El moreno suspiró y aprovechando que no estaban muy adentrados en el bosque acabó dejándolas donde habían entrado por primera vez, fuera. Una vez que hizo esto el espadachín vio unas flores de color azulado y las cortó de inmediato pensando que eran también venenosas. Las cogió con sumo cuidado y se acercó a Milena a preguntar. -¿Sabes exactamente qué son?
El mercenario cada vez tenía una sonrisa más amplia en su cara y seguía corriendo hacia él. Cuando el espadachín consideró que estaba a una longitud adecuada saltó dando un giro sobre sí mismo desenvainando sus dos espadas a la vez. Trataba de darle dos cortes usando su propio giro. Un corte acabó impactando en el cuello de aquel ser y otro en el hombro derecho haciendo que éste cayese redondo en el suelo. Cuando el espadachín aterrizó ya casi había terminado de envainar sus espadas y soltó un pequeño suspiro. No obstante aunque había derrotado a aquel monstruo se llevó un corte en la espinilla bastante jodido haciendo que con el aterrizaje se diese cuenta de esto. Aún así aquello no iba a parar al espadachín. El espadachín iba cojeando un poco hacia Milena que se encontraba con la espalda echada sobre un árbol y bastante malherida. Cuando llegó, Nokotori la miró a los ojos y sonrió. -Pues sí que son peligrosos los bichos estos… El mercenario tendió una mano a la joven para ayudarla a levantarse.
Una vez que estaban a “salvo” en aquel bosque, el espadachín se acercó al cadáver del murciélago para inspeccionar más a fondo. Desenfundó una de sus espadas y acabó cortándole ambas manos y guardándolas en su bolso. Ahora quedaban las dos alas. Quería llevarse las dos pero eran muy grandes y no sabía dónde meterlas ya que no iba a cargar todo el rato con ellas. Sería una presa muy fácil. El moreno suspiró y aprovechando que no estaban muy adentrados en el bosque acabó dejándolas donde habían entrado por primera vez, fuera. Una vez que hizo esto el espadachín vio unas flores de color azulado y las cortó de inmediato pensando que eran también venenosas. Las cogió con sumo cuidado y se acercó a Milena a preguntar. -¿Sabes exactamente qué son?
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Aquella cosa seguía acercándose a la chica de forma peligrosa. El moreno mientras tanto estaba haciendo extraños movimientos de cadera. La científica entonces entrecerró los ojos deslizando su mano hasta el mango de su arma. Dispuesta a dar un último corte con sus fuerzas para acabar con la vida de aquella cosa. No pudo evitar relamerse pensando en el cadáver partido en trozos por el suelo. No estaba muy segura pero había escuchado que a aquellas cosas las llamaban Corvisnus Pepus o algo por el estilo. Dejó de darle importancia y se preparó para su ataque. Sin embargo en ese momento el que terminó la pelea fue el otro espadachín con un ataque veloz. El cuello de la gárgola fue seccionado y ésta cayó al suelo muriéndose por fin después de todo el por culo que había dado. Menos mal que solo era una o de lo contrario habrían tenido problemas muchos más serios.
Ahora observó como el hombre le tendía la mano. La agarró con fuerza para después levantarse soltando otro quejido debido al dolor. Aquel corte le escocía bastante como era normal. Por lo menos la pelea ya había finalizado. Lo peor de todo es como callera la noche. Era mejor ir saliendo de allí cuanto antes ya que aquellos monstruos atacarían en manada. Mientras la científica pensaba en eso, el chico se acercó mostrándole otra planta. Al ser azules sonrió de lado pues era una de las plantas más comunes de la isla. Estiró la mano cogiéndola para después abrir la boca y pasar la lengua por ella despacio. Segundos después le pegó un bocado comiéndosela. La masticó unos momentos y después se la tragó. Enseguida le señaló al moreno otro grupo de aquellas plantas cerca del cadáver. – Ten no budo no shokubutsu. La única planta comestible de esta isla y la única de color azul. No tienen un sabor muy pasional pero son mejor que nada. – Tras decir aquello sonrió de lado con calma y soltó un suspiro. Echó a caminar de nuevo a la salida cuando de repente se fijó en algo extraño.
Escuchó el sonido de bastantes moscas y aquello podía significar una cosa. Caminó unos metros más hasta llegar a un pequeño claro dónde se hallaba un cadáver podrido. Debía de llevar allí algunas semanas pues estaba descompuesto. Se tapó la nariz con asco y cogió una bolsita que tenía en la zona que debía de ser la cintura. Tras alejarse contuvo las ganas de vomitar por el olor y volvió a dónde el espadachín. Abrió con cuidado la bolsa y unos billetes cayeron en su mano. El dinero no caducaba ni se podría y en ese momento sonrió. Había buenos tacos y tras hacer un rápido cálculo pudo ver una cantidad de diez millones. Sin pensárselo dividió en dos partes los billetes y le ofreció la mitad al otro hombre. – Deberías quedarte con esto. Tan solo necesito la mitad. Creo que deberíamos ir saliendo de este maldito bosque o caerá la noche y vendrán muchos de esos seres en masa. De modo que decide lo que harás. – Dijo de forma calmada mientras introducía su mano derecha en el bolsillo dónde no estaba la flor venenosa guardada. No iba a olvidarse de algo tan peligroso de forma tan fácil.
Ahora observó como el hombre le tendía la mano. La agarró con fuerza para después levantarse soltando otro quejido debido al dolor. Aquel corte le escocía bastante como era normal. Por lo menos la pelea ya había finalizado. Lo peor de todo es como callera la noche. Era mejor ir saliendo de allí cuanto antes ya que aquellos monstruos atacarían en manada. Mientras la científica pensaba en eso, el chico se acercó mostrándole otra planta. Al ser azules sonrió de lado pues era una de las plantas más comunes de la isla. Estiró la mano cogiéndola para después abrir la boca y pasar la lengua por ella despacio. Segundos después le pegó un bocado comiéndosela. La masticó unos momentos y después se la tragó. Enseguida le señaló al moreno otro grupo de aquellas plantas cerca del cadáver. – Ten no budo no shokubutsu. La única planta comestible de esta isla y la única de color azul. No tienen un sabor muy pasional pero son mejor que nada. – Tras decir aquello sonrió de lado con calma y soltó un suspiro. Echó a caminar de nuevo a la salida cuando de repente se fijó en algo extraño.
Escuchó el sonido de bastantes moscas y aquello podía significar una cosa. Caminó unos metros más hasta llegar a un pequeño claro dónde se hallaba un cadáver podrido. Debía de llevar allí algunas semanas pues estaba descompuesto. Se tapó la nariz con asco y cogió una bolsita que tenía en la zona que debía de ser la cintura. Tras alejarse contuvo las ganas de vomitar por el olor y volvió a dónde el espadachín. Abrió con cuidado la bolsa y unos billetes cayeron en su mano. El dinero no caducaba ni se podría y en ese momento sonrió. Había buenos tacos y tras hacer un rápido cálculo pudo ver una cantidad de diez millones. Sin pensárselo dividió en dos partes los billetes y le ofreció la mitad al otro hombre. – Deberías quedarte con esto. Tan solo necesito la mitad. Creo que deberíamos ir saliendo de este maldito bosque o caerá la noche y vendrán muchos de esos seres en masa. De modo que decide lo que harás. – Dijo de forma calmada mientras introducía su mano derecha en el bolsillo dónde no estaba la flor venenosa guardada. No iba a olvidarse de algo tan peligroso de forma tan fácil.
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Aquella joven pudo saber con solo mirar aquellas plantas que eran inofensivas y comestibles. El espadachín quedó algo decepcionado ya que creía que también eran plantas venenosas pero tenía hambre y decidió probarlas. No estaban malas del todo pero había probado cosas mejores. De repente aquella muchacha se dirigió hacia una zona con bastantes moscas alrededor y donde desprendía un olor nauseabundo. Nokotori la siguió y observó el cadáver de un pobre diablo en descomposición. Milena se acercó y agarró lo que parecía un fajo de billetes que acabó dividiendo en dos y ofreciéndole la mitad al espadachín. Éste aceptó, no tenía problemas económicos pero nunca venía mal algo de dinero. Escuchó atentamente lo que aquella muchacha decía y no era ninguna tontería. Sabía perfectamente que en la noche aquel bosque se iba a convertir en una mega fiesta sanguinaria y probablemente ellos serían el menú. Asintió a la muchacha y decidió que la mejor opción era salir de aquel lugar ya. Antes de salir del bosque pudo ver unas pequeñas flores rosas, fue corriendo hacia su posición y cortó unas cuantas de éstas flores que acabó guardándose en el bolso donde estaban las garras de la bestia que habían derrotado anteriormente.
Por fin habían salido de aquel bosque y Milena estaba bastante malherida, Nokotori no se quedaba atrás tampoco e iba cojeando. Dejaron atrás aquella siniestra arboleda y el espadachín se dirigió hacia donde había dejado las alas del ser. Las ató con una cuerda y se las llevó a rastras. El espadachín tenía en su cara una sonrisa parecida a la de un niño cuando recibía sus regalos de navidad pero cuando mirabas a sus ojos podías ver como tenía una mirada siniestra y enigmática. Dios sabría qué pretendía hacer con aquellas cosas, desde luego nada bueno. -¿Sabes qué haría yo? Ir hacia los hombres de antes que decían que aquel bosque era peligroso y darles una patada en las costillas. El espadachín estaba aún sediento de sangre pero de todos modos estaba bastante herido como para poder afrontar una pelea decente aunque aquellas personas eran unos mindundis cualquiera. El espadachín observó a milena que parecía que estaba dolorida por el corte que tenía y éste sugirió ir a tratar la herida. Eso sí, quería estar presente para escucharla gritar y ver como caía su sangre.
Después de veinte minutos andando llegaron al pueblo nuevamente. Los hombres de antes al parecer volvieron a su puesto inicial, parecía que era su sitio favorito. Cuando el mercenario y la joven pasaron por al lado de estos se quedaron asombrados. Parecía que habían ido y además vuelto. Los ojos de estos hombres se quedaron como platos al ver que el moreno iba arrastrando las dos alas de uno de los seres que moraban en aquel bosque. Los tres fueron corriendo hacia la posición de este y empezaron a adularlo. Anda, eres tú de nuevo… ¿eres fuerte no? ¿has ido al bosque y matado a uno de esos? Enséñanos a pelear por favor. El espadachín frunció el ceño ya que estaban interrumpiéndole e interponiéndose en su camino. -¿Por qué no me dejáis en paz y hacéis algo útil con vuestra vida? Algo como suicidarse. El espadachín estaba intentando no tener que pelear pero si aquellos tipos se ponían pesados de más estaba claro que iba a rebanarles el pescuezo a los tres.
Por fin habían salido de aquel bosque y Milena estaba bastante malherida, Nokotori no se quedaba atrás tampoco e iba cojeando. Dejaron atrás aquella siniestra arboleda y el espadachín se dirigió hacia donde había dejado las alas del ser. Las ató con una cuerda y se las llevó a rastras. El espadachín tenía en su cara una sonrisa parecida a la de un niño cuando recibía sus regalos de navidad pero cuando mirabas a sus ojos podías ver como tenía una mirada siniestra y enigmática. Dios sabría qué pretendía hacer con aquellas cosas, desde luego nada bueno. -¿Sabes qué haría yo? Ir hacia los hombres de antes que decían que aquel bosque era peligroso y darles una patada en las costillas. El espadachín estaba aún sediento de sangre pero de todos modos estaba bastante herido como para poder afrontar una pelea decente aunque aquellas personas eran unos mindundis cualquiera. El espadachín observó a milena que parecía que estaba dolorida por el corte que tenía y éste sugirió ir a tratar la herida. Eso sí, quería estar presente para escucharla gritar y ver como caía su sangre.
Después de veinte minutos andando llegaron al pueblo nuevamente. Los hombres de antes al parecer volvieron a su puesto inicial, parecía que era su sitio favorito. Cuando el mercenario y la joven pasaron por al lado de estos se quedaron asombrados. Parecía que habían ido y además vuelto. Los ojos de estos hombres se quedaron como platos al ver que el moreno iba arrastrando las dos alas de uno de los seres que moraban en aquel bosque. Los tres fueron corriendo hacia la posición de este y empezaron a adularlo. Anda, eres tú de nuevo… ¿eres fuerte no? ¿has ido al bosque y matado a uno de esos? Enséñanos a pelear por favor. El espadachín frunció el ceño ya que estaban interrumpiéndole e interponiéndose en su camino. -¿Por qué no me dejáis en paz y hacéis algo útil con vuestra vida? Algo como suicidarse. El espadachín estaba intentando no tener que pelear pero si aquellos tipos se ponían pesados de más estaba claro que iba a rebanarles el pescuezo a los tres.
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La chica continuaba caminando junto al hombre moreno. Ambos parecían estar en un estado no muy bueno debido al corte de las costillas y la cojera. Sin embargo no se iban a morir por ello y podían continuar tranquilamente su camino sin problemas. En ese momento fue cuando el espadachín mencionó que debían volver al pueblo y darle una patada en las costillas a los pesados de allí. Aquello a la científica le pareció gracioso pero podía ser problemático si se acostumbraban a aquello debido a que podían denunciarlos fácilmente. Si aquello sucedía ambos estarían en peligro. En ese momento además, Nokotori le dijo que había que tratar la herida y razón no le faltaba. Sin embargo algo en su mirada le dio mala espina. Era como ser acosada pero desde el punto sádico del sufrimiento. Por ello una gotita de sudor le cayó por la cabeza mientras decidió aguantar el dolor todo lo posible. Ya se curaría ella a solas cuando estuviese en algún lugar solitario y tranquilo. Por ejemplo alguna taberna de mala muerte dónde no hubiese peligro por parte del gobierno y sí de su espada. De ese modo estaría mucho más cómoda que en aquella isla del demonio.
Veinte minutos estuvieron caminando hasta llegar al maldito pueblo. Durante aquel tiempo la chica había estado presionando la herida con fuerza. El sangrado se había detenido pero el dolor permanecía en su cuerpo. Le ardía bastante y notaba como si algo le mordiese desde el interior. No era como los típicos cortes de katanas, más bien un desgarramiento a la hora de recibir la herida. Pudo notar también como tres pesados se ponían a acosar al espadachín mientras este parecía contener las ganas de cortarles la cabeza. De hecho ahora pasó por el lado de ellos y no pudo evitar sonreír de forma siniestra a uno mientras llevaba la mano al mango de su arma. Este se asustó echándose hacia atrás mientras tragaba saliva y aquello hizo reír a la chica que siguió caminando sola un par de metros más. No entendía por qué la gente era tan pesada, se estaban arriesgando a morir. Ya habían visto lo que le había pasado al gracioso de la navaja. Se había quedado sin cabeza delante de ellos y de todas formas seguían dando por saco del bueno. La gente era muy estúpida últimamente y aquello era motivo de asesinarlos sin pensar mucho en las consecuencias que pudieran pasar. Era injusto que el gobierno y la marina metiesen las narices en aquello.
Milena avanzó un poco más alejándose de la gente para después sentir un profundo pinchazo en la zona del corte. – ¡Aaaaaaah! – Pegó un grito de dolor mientras caía al suelo quedando bocabajo y con la frente pegada a la arena. Cerró los ojos con fuerza apretando ambos puños y tratando de aguantar el dolor. Se quitó la sudadera quedando en sujetador para mirar su herida. Estaba tomando un color algo morado y aquello significaba que se le estaba infectando. Se levantó con mucha dificultad y se acercó a uno de los aldeanos que le daban la brasa a Nokotori. – Dame algo de alcohol ahora mismo. – Dijo con el ojo derecho cerrado y respirando algo agitada mientras aquel tipo alzaba una ceja diciendo que ahora estaba algo ocupado. – ¡Dame el puto alcohol o te corto la cabeza anormal! – Gritó ahora sacando su katana y apuntando al cuello de aquel hombre. El payaso pareció entrar en razón y entró en su casa unos segundos para después lanzarle una fuerte bebida que parecía ser ginebra. La chica empezó a echarse aquel líquido en la herida mientras se sentaba y aguantaba el dolor con fuerza. Sentía un escozor inmenso por toda aquella zona.
Veinte minutos estuvieron caminando hasta llegar al maldito pueblo. Durante aquel tiempo la chica había estado presionando la herida con fuerza. El sangrado se había detenido pero el dolor permanecía en su cuerpo. Le ardía bastante y notaba como si algo le mordiese desde el interior. No era como los típicos cortes de katanas, más bien un desgarramiento a la hora de recibir la herida. Pudo notar también como tres pesados se ponían a acosar al espadachín mientras este parecía contener las ganas de cortarles la cabeza. De hecho ahora pasó por el lado de ellos y no pudo evitar sonreír de forma siniestra a uno mientras llevaba la mano al mango de su arma. Este se asustó echándose hacia atrás mientras tragaba saliva y aquello hizo reír a la chica que siguió caminando sola un par de metros más. No entendía por qué la gente era tan pesada, se estaban arriesgando a morir. Ya habían visto lo que le había pasado al gracioso de la navaja. Se había quedado sin cabeza delante de ellos y de todas formas seguían dando por saco del bueno. La gente era muy estúpida últimamente y aquello era motivo de asesinarlos sin pensar mucho en las consecuencias que pudieran pasar. Era injusto que el gobierno y la marina metiesen las narices en aquello.
Milena avanzó un poco más alejándose de la gente para después sentir un profundo pinchazo en la zona del corte. – ¡Aaaaaaah! – Pegó un grito de dolor mientras caía al suelo quedando bocabajo y con la frente pegada a la arena. Cerró los ojos con fuerza apretando ambos puños y tratando de aguantar el dolor. Se quitó la sudadera quedando en sujetador para mirar su herida. Estaba tomando un color algo morado y aquello significaba que se le estaba infectando. Se levantó con mucha dificultad y se acercó a uno de los aldeanos que le daban la brasa a Nokotori. – Dame algo de alcohol ahora mismo. – Dijo con el ojo derecho cerrado y respirando algo agitada mientras aquel tipo alzaba una ceja diciendo que ahora estaba algo ocupado. – ¡Dame el puto alcohol o te corto la cabeza anormal! – Gritó ahora sacando su katana y apuntando al cuello de aquel hombre. El payaso pareció entrar en razón y entró en su casa unos segundos para después lanzarle una fuerte bebida que parecía ser ginebra. La chica empezó a echarse aquel líquido en la herida mientras se sentaba y aguantaba el dolor con fuerza. Sentía un escozor inmenso por toda aquella zona.
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Milena de nuevo acabó amenazando a aquellos hombres para que le trajesen alcohol y desinfectarse la herida. Aquella chica se quitó la sudadera y dejó ver como la herida tenía un aspecto bastante malo y estaba algo hinchada. Cuando aquel hombre vino con el alcohol la agarró rápidamente y se la echó en el corte. El espadachín que estaba mirando suspiraba. -Oye que soy cirujano. Puedo coserte la herida. El espadachín se acercó a la morena y sonrió ampliamente de manera rara. Aquellos tres miraron a los dos espadachines fijamente y el moreno se giró. Una vez que hizo esto los tres hombres dieron un pequeño respingo y con algo de miedo.
Nokotori se acercó a uno de ellos y con una sonrisa siniestra pidió aguja, vendas y algodón. El hombre asintió y algo torpe se dirigió corriendo a su casa a traer todo lo que el espadachín pidió. Miró al otro y lo mandó a que vaya a por agua y un barreño. Como el otro, salió corriendo. Pasaron como diez minutos hasta que llegaron los dos y trajeron todo lo que el espadachín pidió. Se acercó a la joven que tenía la herida bastante mal. Y se acercó siniestramente y con una sonrisa de diversión a la joven para poder coserla. Aquel hombre estaba disfrutando con lo que pretendía hacer. Hacía tiempo que no provocaba dolor a una persona tratándole la herida. Tratar una herida de todos modos era doloroso ya que iba a esta manoseándola un rato. No obstante el espadachín no había aprendido para torturar a sus “pacientes”, también gracias a esto sabía perfectamente donde tenían los humanos los puntos más débiles para pelear era perfecto conocer estos puntos. Nokotori siempre había sido de esas personas que acaban las cosas rápido pero disfruta torturando a las personas y lo que normalmente hacía era atacar a puntos fatales pero de larga duración para ver como sus víctimas agonizaban y al final, morían.
El moreno ahora estaba en frente de Milena con la aguja y el hilo en ambas manos. La miró a los ojos de nuevo. -Puedo curarte esa herida fácilmente.
Nokotori se acercó a uno de ellos y con una sonrisa siniestra pidió aguja, vendas y algodón. El hombre asintió y algo torpe se dirigió corriendo a su casa a traer todo lo que el espadachín pidió. Miró al otro y lo mandó a que vaya a por agua y un barreño. Como el otro, salió corriendo. Pasaron como diez minutos hasta que llegaron los dos y trajeron todo lo que el espadachín pidió. Se acercó a la joven que tenía la herida bastante mal. Y se acercó siniestramente y con una sonrisa de diversión a la joven para poder coserla. Aquel hombre estaba disfrutando con lo que pretendía hacer. Hacía tiempo que no provocaba dolor a una persona tratándole la herida. Tratar una herida de todos modos era doloroso ya que iba a esta manoseándola un rato. No obstante el espadachín no había aprendido para torturar a sus “pacientes”, también gracias a esto sabía perfectamente donde tenían los humanos los puntos más débiles para pelear era perfecto conocer estos puntos. Nokotori siempre había sido de esas personas que acaban las cosas rápido pero disfruta torturando a las personas y lo que normalmente hacía era atacar a puntos fatales pero de larga duración para ver como sus víctimas agonizaban y al final, morían.
El moreno ahora estaba en frente de Milena con la aguja y el hilo en ambas manos. La miró a los ojos de nuevo. -Puedo curarte esa herida fácilmente.
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La chica tomó un tragó de la bebida mientras ahora gruñía por lo bajo al sentir aquel dolor. Ahora al menos lo compartía con el ardor de su garganta al sentir aquella bebida. Suspiró mientras cerraba los ojos y cuando estuvo a punto de ponerse en pie pudo ver al moreno acercarse. Este tenía cosas raros en las manos y le dijo unas palabras que hicieron a la chica alzar una ceja. Ese tío no era de fiar con sus métodos. No le había visto sanar pero a juzgar por la forma de pelear y por sus miradas decidió echarse incluso hacia atrás. Aquellos ojos rojos le estaban mostrando inseguridad.
Ahora soltó un suspiro mientras miraba aquel tipo indecisa para después mirarle de reojo. – A saber que deseas hacerme… – Dijo mientras se echaba algo más de alcohol en la herida y soltaba un leve quejido de dolor. Acto seguido entrecerró los ojos despacio y sacó su arma lanzando un tajo al aldeano de al lado y cortándole el cuello. Justo después de dos ondas cortantes acabó con la vida de los otros dos. La sangre empezó a surgir de sus cuerpos inertes para llegar hasta la arena. La científica iba a asegurarse de que nadie viera aquel espectáculo.
Ahora miró al espadachín con la venita de la frente marcada. – Cómo me cortes o me hagas daño te mato. – Dijo mientras se tumbaba bocarriba y cerraba los ojos manteniendo su arma en la mano por si las moscas. Los pobres Rafa, Eduardo y Jacinto que no tenían nada que ver habían muerto. A la chica no le gustaba que la vieran siendo curada. Al menos esperaba que aquel moreno supiese lo que hacía y no le hiciese más daño de la cuenta. Se cargaría a todo el pueblo si así era.
Ahora soltó un suspiro mientras miraba aquel tipo indecisa para después mirarle de reojo. – A saber que deseas hacerme… – Dijo mientras se echaba algo más de alcohol en la herida y soltaba un leve quejido de dolor. Acto seguido entrecerró los ojos despacio y sacó su arma lanzando un tajo al aldeano de al lado y cortándole el cuello. Justo después de dos ondas cortantes acabó con la vida de los otros dos. La sangre empezó a surgir de sus cuerpos inertes para llegar hasta la arena. La científica iba a asegurarse de que nadie viera aquel espectáculo.
Ahora miró al espadachín con la venita de la frente marcada. – Cómo me cortes o me hagas daño te mato. – Dijo mientras se tumbaba bocarriba y cerraba los ojos manteniendo su arma en la mano por si las moscas. Los pobres Rafa, Eduardo y Jacinto que no tenían nada que ver habían muerto. A la chica no le gustaba que la vieran siendo curada. Al menos esperaba que aquel moreno supiese lo que hacía y no le hiciese más daño de la cuenta. Se cargaría a todo el pueblo si así era.
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La morena acabó aceptando la sugerencia del espadachín el cual sonrió de lado a lado. Se puso de rodillas cuando la chica se tumbó. -Si te hago más daño no serías capaz de matarme. El moreno rio de manera muy rara transmitiendo que si lo hiciese y se revelaba Milena no podría acabar con él. Aquel hombre estaba bastante contento por esto. Obvió la muerte de aquellos tres hombres. De todos modos eran unos malditos pesados.
Agarró la botella de alcohol y acabó vertiéndola sobre la herida de Milena. Con unos algodones que le había traído uno de aquellos hombres empezó a limpiar la herida de la mejor manera que podía. -Te va a doler quieras o no. La mirada del espadachín se intensificaba en la herida de la chica y luego miró su cara la cual reflejaba dolor. El moreno se relamió despacio. Estaba disfrutando de lo que hacía. Pronto agarró una aguja y la baño de nuevo en alcohol para esterilizarla, enganchó un hilo a ésta y comenzó a cerrar la herida de la muchacha. Cada vez daba más punzadas y el moreno estaba inmerso en lo que estaba haciendo. Sobresalía su lengua por su labio inferior denotando que estaba totalmente concentrado. Cada vez que clavaba la aguja en la piel de Milena el espadachín sentía un escalofrío y a su vez tiraba del hilo para cerrar bien la herida.
Después de varios minutos por fin había cosido la herida del todo y el espadachín se sentía decepcionado porque había terminado muy pronto. Se levantó y se estiró. -Pues ya está esto hecho. El moreno dejó ver en su cara que quería más aún. Empezó a recoger todo lo que había usado y lo tiró por ahí. Cuando pensó que no iba a seguir cosiendo la piel de aquella muchacha se cabreó un poco y le dio varias patadas al cuerpo de uno de los tres hombres que había matado Milena. Cuando hizo esto se desahogó un poco y nuevamente tendió la mano a la chica para ayudarla a levantarse.
Nokotori ya había conseguido todo lo que necesitaba y con creces. Veneno y partes de animales que le venían como anillo al dedo. Comprobó que tenía todo en su sitio y sus espadas en la cadera y no faltaba ninguna. Las alas del bicho que mataron, las plantas venenosas y las garras afiladas que pudieron asestar aquel golpe a Milena. Tenía todo encima y ya era hora de partir para guardarlas en la base de Kyofu. Se acercó a la morena y la miró a los ojos. -Yo he terminado ya aquí. Gracias por todo. Probablemente sin tu ayuda no hubiera encontrado nada de lo que tengo ahora mismo. Así que me voy a marchar. Espero poder verte en otra ocasión. Estaba claro que al espadachín le había caído bien aquella mujer que compartía muchos gustos con el moreno. Además era la primera vez que disfrutaba más cosiendo a una persona y lo había hecho muchas otras veces. El moreno se giró y echó a andar en la misma dirección por la que vino. Allí tenía el barco preparado para llevárselo todo de una vez y abandonar aquella isla. Una vez que iba andando alzó la mano despidiéndose de nuevo de Milena.
Agarró la botella de alcohol y acabó vertiéndola sobre la herida de Milena. Con unos algodones que le había traído uno de aquellos hombres empezó a limpiar la herida de la mejor manera que podía. -Te va a doler quieras o no. La mirada del espadachín se intensificaba en la herida de la chica y luego miró su cara la cual reflejaba dolor. El moreno se relamió despacio. Estaba disfrutando de lo que hacía. Pronto agarró una aguja y la baño de nuevo en alcohol para esterilizarla, enganchó un hilo a ésta y comenzó a cerrar la herida de la muchacha. Cada vez daba más punzadas y el moreno estaba inmerso en lo que estaba haciendo. Sobresalía su lengua por su labio inferior denotando que estaba totalmente concentrado. Cada vez que clavaba la aguja en la piel de Milena el espadachín sentía un escalofrío y a su vez tiraba del hilo para cerrar bien la herida.
Después de varios minutos por fin había cosido la herida del todo y el espadachín se sentía decepcionado porque había terminado muy pronto. Se levantó y se estiró. -Pues ya está esto hecho. El moreno dejó ver en su cara que quería más aún. Empezó a recoger todo lo que había usado y lo tiró por ahí. Cuando pensó que no iba a seguir cosiendo la piel de aquella muchacha se cabreó un poco y le dio varias patadas al cuerpo de uno de los tres hombres que había matado Milena. Cuando hizo esto se desahogó un poco y nuevamente tendió la mano a la chica para ayudarla a levantarse.
Nokotori ya había conseguido todo lo que necesitaba y con creces. Veneno y partes de animales que le venían como anillo al dedo. Comprobó que tenía todo en su sitio y sus espadas en la cadera y no faltaba ninguna. Las alas del bicho que mataron, las plantas venenosas y las garras afiladas que pudieron asestar aquel golpe a Milena. Tenía todo encima y ya era hora de partir para guardarlas en la base de Kyofu. Se acercó a la morena y la miró a los ojos. -Yo he terminado ya aquí. Gracias por todo. Probablemente sin tu ayuda no hubiera encontrado nada de lo que tengo ahora mismo. Así que me voy a marchar. Espero poder verte en otra ocasión. Estaba claro que al espadachín le había caído bien aquella mujer que compartía muchos gustos con el moreno. Además era la primera vez que disfrutaba más cosiendo a una persona y lo había hecho muchas otras veces. El moreno se giró y echó a andar en la misma dirección por la que vino. Allí tenía el barco preparado para llevárselo todo de una vez y abandonar aquella isla. Una vez que iba andando alzó la mano despidiéndose de nuevo de Milena.
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La chica se mantuvo quieta mientras que el espadachín la cosía despacio. Estuvo conteniendo el dolor solo para que nadie la escuchara quejarse o aquella escena podía parecer otra cosa. De hecho tenerle ya allí manoseándola la hizo mirar a otro lado apretando los puños un poco. – ¡Acabe rápido! – Dijo gruñendo por lo bajo mientras sentía como continuaba curándola. Cuando acabó por fin se puso en pie y le dijo que debía irse. Ella no pudo evitar sonreír de lado colocándose la sudadera y mirando como abandonaba la isla dirigiéndose a su barco. Además las primeras palabras que le dijo sobre que no podía matarlo la hicieron suspirar.
Ahora se quedó mirando cómo se iba para después mirar una de las casas de los aldeanos. Lanzó un potente tajo hacia esta cortándola en dos al crear una poderosa onda cortante. El aburrimiento le podía ahora y empezó a caminar. En aquel momento cuando el espadachín ya se iba se acordó de que no tenía barco y una gotita de sudor le cayó por la cabeza. Tan solo podía irse con el moreno pero no iba a rebajarse a pedírselo de modo que corrió tras él entre algunos gritos.
No se podía saber que decía pero cuando estuvo cerca se escucharon. – ¡Nokotori-sama! ¡Espéreme! – Dijo con un tono dulce totalmente fingido para poder irse con aquel tío en el barco. Le daría por quedarse con los aldeanos pero se los había cargado y ni loca volvía al bosque con semejantes bestias por el lugar. De modo que ahora se puso al lado de aquel tipo y sonrió de forma dulce para después cambiar su expresión a una siniestra. – La fiesta debe seguir en el barco. – Dijo a modo de indirecta a ver si colaba y podía irse con él de alguna forma. El día estaba poniéndose muy feo y no quería palmarla en aquel lugar.
Ahora se quedó mirando cómo se iba para después mirar una de las casas de los aldeanos. Lanzó un potente tajo hacia esta cortándola en dos al crear una poderosa onda cortante. El aburrimiento le podía ahora y empezó a caminar. En aquel momento cuando el espadachín ya se iba se acordó de que no tenía barco y una gotita de sudor le cayó por la cabeza. Tan solo podía irse con el moreno pero no iba a rebajarse a pedírselo de modo que corrió tras él entre algunos gritos.
No se podía saber que decía pero cuando estuvo cerca se escucharon. – ¡Nokotori-sama! ¡Espéreme! – Dijo con un tono dulce totalmente fingido para poder irse con aquel tío en el barco. Le daría por quedarse con los aldeanos pero se los había cargado y ni loca volvía al bosque con semejantes bestias por el lugar. De modo que ahora se puso al lado de aquel tipo y sonrió de forma dulce para después cambiar su expresión a una siniestra. – La fiesta debe seguir en el barco. – Dijo a modo de indirecta a ver si colaba y podía irse con él de alguna forma. El día estaba poniéndose muy feo y no quería palmarla en aquel lugar.
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El moreno seguía caminado mientras arrastraba las alas enganchadas a una cuerda que sostenía con las manos. De repente una voz que no se entendía demasiado llegó a los oídos de Nokotori. Se giró y era milena que venía corriendo con un semblante distinto y una voz totalmente cambiada. Al espadachín le recorrió un gran escalofrío por la espalda. Aquello no era normal. Milena que era una mujer muy parecida al espadachín ahora le estaba hablando de manera dulce y muy femenina. La expresión de Nokotori apenas se podía describir.
Una vez que aquella mujer llegó a la posición del espadachín lo llamó con el sufijo “-sama” y al escucharlo Nokotori dio un pequeño paso hacia atrás. Pensaba que la había cagado en la operación y le había cosido algo por error para que aquella persona actuase así. Después de llamarlo así, le comentó algo de entrar en el barco. El espadachín pudo comprender qué es lo que estaba pasando. Aquella mujer no tenía medio de transporte alguno y vio que el moreno tenía un barco. -¿No tienes como salir de la isla verdad?-
El espadachín suspiró e hizo un gesto con la mano indicando que le siguiera mientras seguía andando hacia la ubicación del barco. Éste iba con una mano en el bolsillo. -Que sepas que no habrá ninguna fiesta ¿eh?- Una vez dicho esto el espadachín estaba por primera vez asustado en toda su vida. El cambio tan repentino de aquella mujer lo atormentaba y se esperaba lo peor. Lo mismo quería algo más del espadachín. Algo que no le iba a dar por supuesto, el espadachín iba pensando en aquellas cosas sin saber qué pasaba. La verdad es que tampoco entendió a las mujeres nunca así que no podía aclarar lo que estaba pasando. Eso sí, aquella tía era alguien muy bipolar o convenenciera.
Una vez que aquella mujer llegó a la posición del espadachín lo llamó con el sufijo “-sama” y al escucharlo Nokotori dio un pequeño paso hacia atrás. Pensaba que la había cagado en la operación y le había cosido algo por error para que aquella persona actuase así. Después de llamarlo así, le comentó algo de entrar en el barco. El espadachín pudo comprender qué es lo que estaba pasando. Aquella mujer no tenía medio de transporte alguno y vio que el moreno tenía un barco. -¿No tienes como salir de la isla verdad?-
El espadachín suspiró e hizo un gesto con la mano indicando que le siguiera mientras seguía andando hacia la ubicación del barco. Éste iba con una mano en el bolsillo. -Que sepas que no habrá ninguna fiesta ¿eh?- Una vez dicho esto el espadachín estaba por primera vez asustado en toda su vida. El cambio tan repentino de aquella mujer lo atormentaba y se esperaba lo peor. Lo mismo quería algo más del espadachín. Algo que no le iba a dar por supuesto, el espadachín iba pensando en aquellas cosas sin saber qué pasaba. La verdad es que tampoco entendió a las mujeres nunca así que no podía aclarar lo que estaba pasando. Eso sí, aquella tía era alguien muy bipolar o convenenciera.
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La chica asintió a las palabras del moreno con una sonrisa animada. Había dado en el clavo y ahora al parecer tenía plaza en el barco. No tardó en entrar escuchando que aquel tipo no tenía ganas de fiesta. Por suerte le había tocado un hombre que no babeaba por ella y además siniestro. No tardó mucho en sonreír de lado mirando el barco para después relamerse. Nada más pasar por el lado del timón le dio sin querer un codazo pero no alteró el rumbo. De hecho ahora la morena suspiro al ver que no la había liado pero lo dio lo mismo.
Continuó caminando con calma hasta llegar al primer camarote que encontró y se tumbó en la cama de éste. Soltó un largo suspiro para después entrecerrar los ojos mientras cogía la funda de su arma y la colocaba a su lado. Ahora se quitó la sudadera despacio para colocarla sobre una silla sabiendo lo que llevaba en el bolsillo. No sabía a quién pertenecía aquel camarote pero vio unos cuantos granos de arroz en el suelo, decidió ignorarlos y cerró los ojos. No pensaba dormirse hasta llegar a algún destino decente dónde poder bajarse con calma y tranquilidad.
Algo le decía que el psicópata del espadachín trataría de hacer cualquier cosa rara y era mejor no liarla mucho. Estaba cansada y se notaba, de lo contrario empezaría a provocar a su acompañante o coger cosas sin permiso. De todas formas aquel tipo le había caído bastante bien y no quería estropear aquella posible relación de compañeros de espadas. En ese momento abrió los ojos despacio y mostró una sonrisa ladeada. Su siguiente destino sería algo más peligroso seguramente como le pasaba siempre. Había salido hacía poco de Jaya para caer en aquella maldita isla del diablo. Por fin ahora aquello había finalizado. Estaba segura de que algún día volvería y sería con el espadachín. Entonces aquellas bestias aladas no les costarían tanto de derrotar. Finalmente se quedó calmada esperando a llegar al siguiente sitio.
Continuó caminando con calma hasta llegar al primer camarote que encontró y se tumbó en la cama de éste. Soltó un largo suspiro para después entrecerrar los ojos mientras cogía la funda de su arma y la colocaba a su lado. Ahora se quitó la sudadera despacio para colocarla sobre una silla sabiendo lo que llevaba en el bolsillo. No sabía a quién pertenecía aquel camarote pero vio unos cuantos granos de arroz en el suelo, decidió ignorarlos y cerró los ojos. No pensaba dormirse hasta llegar a algún destino decente dónde poder bajarse con calma y tranquilidad.
Algo le decía que el psicópata del espadachín trataría de hacer cualquier cosa rara y era mejor no liarla mucho. Estaba cansada y se notaba, de lo contrario empezaría a provocar a su acompañante o coger cosas sin permiso. De todas formas aquel tipo le había caído bastante bien y no quería estropear aquella posible relación de compañeros de espadas. En ese momento abrió los ojos despacio y mostró una sonrisa ladeada. Su siguiente destino sería algo más peligroso seguramente como le pasaba siempre. Había salido hacía poco de Jaya para caer en aquella maldita isla del diablo. Por fin ahora aquello había finalizado. Estaba segura de que algún día volvería y sería con el espadachín. Entonces aquellas bestias aladas no les costarían tanto de derrotar. Finalmente se quedó calmada esperando a llegar al siguiente sitio.
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