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Un objetivo muy jugoso esperaba a aquellos dos hombres que ahora se dirigían a aquella isla llamada Thriller Bark. De hecho se trataba del barco más grande del mundo. Según los escritos de Ohara en la antigüedad perteneció al Shichibukai Moria. Desde que fue derrotado el navío se movió por todo el Grand Line hasta acabar anclado dónde hoy en día se hallaba. La curiosidad por investigarlo invadía a Madara de forma exagerada. De hecho ahora había seleccionado a uno de sus hombres para que le acompañase. Su elección no había sido otra que el espadachín. Lo veía más curtido y más poderoso para realizar aquella misión con él. Iban a estar allí un buen tiempo pues el objetivo estaba muy bien escondido. Se trataban de dos tíos conocidos como los Dioses del Sur. Sus crimines eran devastadores y cada uno llegaba a costar sesenta millones. Era poco pero se sabía que ese precio iba a subir.
En ese momento el dragón se hallaba tumbado en su camarote jugando con uno de sus pequeños juguetes. Dos tubos de colores, uno azul y otro verde. Los metió en su bolsillo y soltó un suspiro para después colocarse en pie. Vestía con su típica coraza de titanio roja y por dentro una camiseta negra. Unos pantalones largos del mismo tono y unas sandalias de madera. En su espalda portaba su guadaña Akaisame. La verdad es que no tenía nada que hacer hasta llegar. Había alquilado aquel barco y además unos cuantos mercenarios novatos con ansías de aventuras habían ido también. Estos fueron aceptados por el moreno debido a que pagaron parte de la deuda del barco. Al menos habría unos seis. La puerta del camarote del devastador se abrió dejando pasar a un joven peliverde de ojos dorados y cuerpo delgado. Tendría unos dieciocho años. – ¡Hemos llegado!
Madara mostró una sonrisa siniestra para después caminar hacia el exterior. Pasó por al lado de aquel chico y simplemente le susurró unas palabras. – Convoca a Nokotori. Dile que es la hora de cazar. – Dicho aquello salió a la cubierta y pudo ver el enorme barco rodeado por la neblina. Serían como las cinco de la tarde y el ambiente ya parecía siniestro. No pensaba dejarse intimidar y simplemente ordenó que se pusiera rumbo hacia el lugar. Se quedó de brazos cruzados mirando con seriedad el sitio y esperando a que el moreno llegase. De todas formas iba a tener que indicarle un par de cosas. No sabía cómo se las iba a tomar pero debía intentarlo ya que estaba convencido de ciertas cosas. El viento movió ahora su melena de un lado a otro. Se acercaba el momento de la diversión. Uchiha ya planeaba largarse dos años a entrenar pero no pensaba decirlo hasta que pasara una semana mínimo. Tenía aquella forma de pensar.
En ese momento el dragón se hallaba tumbado en su camarote jugando con uno de sus pequeños juguetes. Dos tubos de colores, uno azul y otro verde. Los metió en su bolsillo y soltó un suspiro para después colocarse en pie. Vestía con su típica coraza de titanio roja y por dentro una camiseta negra. Unos pantalones largos del mismo tono y unas sandalias de madera. En su espalda portaba su guadaña Akaisame. La verdad es que no tenía nada que hacer hasta llegar. Había alquilado aquel barco y además unos cuantos mercenarios novatos con ansías de aventuras habían ido también. Estos fueron aceptados por el moreno debido a que pagaron parte de la deuda del barco. Al menos habría unos seis. La puerta del camarote del devastador se abrió dejando pasar a un joven peliverde de ojos dorados y cuerpo delgado. Tendría unos dieciocho años. – ¡Hemos llegado!
Madara mostró una sonrisa siniestra para después caminar hacia el exterior. Pasó por al lado de aquel chico y simplemente le susurró unas palabras. – Convoca a Nokotori. Dile que es la hora de cazar. – Dicho aquello salió a la cubierta y pudo ver el enorme barco rodeado por la neblina. Serían como las cinco de la tarde y el ambiente ya parecía siniestro. No pensaba dejarse intimidar y simplemente ordenó que se pusiera rumbo hacia el lugar. Se quedó de brazos cruzados mirando con seriedad el sitio y esperando a que el moreno llegase. De todas formas iba a tener que indicarle un par de cosas. No sabía cómo se las iba a tomar pero debía intentarlo ya que estaba convencido de ciertas cosas. El viento movió ahora su melena de un lado a otro. Se acercaba el momento de la diversión. Uchiha ya planeaba largarse dos años a entrenar pero no pensaba decirlo hasta que pasara una semana mínimo. Tenía aquella forma de pensar.
Nokotori Kurodoku
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Nokotori se hallaba en un camarote de un barco alquilado. Estaba tumbado en la cama y dormido. Aquella habitación no era demasiado grande pero lo suficiente para el moreno. Estaba dormido de costado y no sabía exactamente qué iban a hacer o dónde iban a ir. Madara unos días atrás le dijo que viniese con él que iban a divertirse un rato. El espadachín sin duda aceptó y siguió al Shichibukai. Alquilaron aquel barco no muy grande pero era cómodo desde luego. Alquilar el barco probablemente les hubiese salido algo caro para aquellos dos, pero Madara había contratado a unos cuantos mercenarios para que les acompañasen y también pagaron parte de la renta.
Más temprano que tarde alguien tocó a la puerta y esto despertó al espadachín. El despertar de aquel hombre era terrible ya que odiaba que lo despertasen. El moreno hizo un ruido como haciendo pasar al que estaba llamando a la puerta. Una vez que a aquella persona le dio permiso para entrar, cruzó la puerta. A continuación un objeto puntiagudo salió disparado hacia a aquel hombre. Era un tenedor y acabó impactando en la pared quedándose clavado. La cara del chico que había llamado era un maldito cuadro. Si le llega a dar le hubiese hecho bastante daño con un maldito tenedor. El chico tenía el pelo verde y parecía ser un mandado del Shichibukai. -Nokotori-san Madara lo reclama, dice que ya es hora de cazar.- El espadachín se sentó en su colchón y miró hacia el suelo. Aún estaba medio dormido. -Si si.-
Una vez que se despejó Nokotori se cambió de ropa. Llevaba su típica chaqueta de color oscuro, debajo de la chaqueta un chaleco de color gris, unos pantalones oscuros y unas botas de color negro que le llegaban casi a la rodilla. Además tenía su vieja túnica con la que solía ocultar sus espadas. Fue a una esquina de la habitación y agarró sus dos espadas más una que todavía no había tenido la ocasión de probar. Era una espada de color plateado y empuñadura morada. Un regalo de su líder. El moreno estaba súper contento con aquel obsequio y estaba deseando ya desgarrar algo con ella. Se lavó la cara y se dispuso a salir a cubierta.
Cuando el espadachín salió del interior del barco vio como una gran niebla rodeaba toda la nave. Se encontraba ya en cubierta y miró a su alrededor. Pudo observar como algunos mercenarios de los contratados se encontraban ahí corriendo de un lugar para otro para que el barco funcionase de la manera más eficiente. Observó que más adelante se encontraba el Shichibukai mirando al frente. Se dirigió a su líder con tranquilidad y ocultando sus, ahora, tres espadas en la cadera. -Madara, ya estoy aquí.-
Más temprano que tarde alguien tocó a la puerta y esto despertó al espadachín. El despertar de aquel hombre era terrible ya que odiaba que lo despertasen. El moreno hizo un ruido como haciendo pasar al que estaba llamando a la puerta. Una vez que a aquella persona le dio permiso para entrar, cruzó la puerta. A continuación un objeto puntiagudo salió disparado hacia a aquel hombre. Era un tenedor y acabó impactando en la pared quedándose clavado. La cara del chico que había llamado era un maldito cuadro. Si le llega a dar le hubiese hecho bastante daño con un maldito tenedor. El chico tenía el pelo verde y parecía ser un mandado del Shichibukai. -Nokotori-san Madara lo reclama, dice que ya es hora de cazar.- El espadachín se sentó en su colchón y miró hacia el suelo. Aún estaba medio dormido. -Si si.-
Una vez que se despejó Nokotori se cambió de ropa. Llevaba su típica chaqueta de color oscuro, debajo de la chaqueta un chaleco de color gris, unos pantalones oscuros y unas botas de color negro que le llegaban casi a la rodilla. Además tenía su vieja túnica con la que solía ocultar sus espadas. Fue a una esquina de la habitación y agarró sus dos espadas más una que todavía no había tenido la ocasión de probar. Era una espada de color plateado y empuñadura morada. Un regalo de su líder. El moreno estaba súper contento con aquel obsequio y estaba deseando ya desgarrar algo con ella. Se lavó la cara y se dispuso a salir a cubierta.
Cuando el espadachín salió del interior del barco vio como una gran niebla rodeaba toda la nave. Se encontraba ya en cubierta y miró a su alrededor. Pudo observar como algunos mercenarios de los contratados se encontraban ahí corriendo de un lugar para otro para que el barco funcionase de la manera más eficiente. Observó que más adelante se encontraba el Shichibukai mirando al frente. Se dirigió a su líder con tranquilidad y ocultando sus, ahora, tres espadas en la cadera. -Madara, ya estoy aquí.-
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Madara continuaba observando aquel enorme barco con una sonrisa ladeada en el rostro. En ese momento notó como al aura del joven que había enviado se alteraba y volvía rápidamente a cubierta. No pudo evitar soltar una leve carcajada al mismo tiempo que iluminaba los ojos mirando su objetivo. Su melena mecida por el viento le daba un aspecto mucho más confiado y serio. Le estaba empezando a entrar calor por el cuerpo y en ese momento se quitó la coraza y las piezas de la armadura. Éstas cayeron al suelo haciendo un sonoro ruido metálico que llamó la atención de algunos. Ahora el mercenario se acercó hasta la zona de los cañones y cogió un chaleco táctico negro que había allí. Se lo puso despacio y después sonrió de lado. Era suyo también y de aquella forma se iba a poder mover mucho mejor.
A continuación pudo detectar el olor del moreno acercándose. Finalmente lo vio aparecer y dirigirse a él mientras mencionaba que ya había llegado. En ese momento el devastador se quedó mirándole de forma calmada. Tomó su enorme guadaña y con ella señaló a aquella inmensa isla. – Esa isla es un barco gigante. Dentro se hayan ocultos unos tíos muy valiosos. Vamos a ir a por ellos y los mataremos. – Nada mas decir aquello guardó su arma y a continuación sacó aquellos dos tubos de colores. Abrió despacio el azul y se lo bebió del tirón mientras cerraba los ojos después sintiendo los efectos. A continuación estiró la mano ofreciéndole el de color verde a su compañero. – Bébete esto. Después monta. – Una vez dijo aquello se separó a bastantes metros del espadachín y cerró los ojos y empezó a cambiar. Se recubrió de escamas al mismo tiempo que su hocico se alargaba y una hilera de dientes salía de su boca. De su espalda surgieron dos alas y de la parte baja de su espalda una larga cola acabada en una cuchilla.
Tras hacer aquello las miradas de los mercenarios cambiaron a unas mucho más impresionadas. De hecho ninguno sentía el valor como para acercarse a aquella bestia que además parecía estar en un estado enfurecido por su expresión. Sin embargo era todo lo contrario debido a que estaba excitado por el objetivo. Ofreció subir al espadachín y en cuanto lo hiciera saldría volando hacia la isla a una velocidad tremenda. – Nokotori. La espada que te he regalado está hecha de Kairouseki. Su dureza es superior al diamante. Si logras tocar a un usuario de fruta con eso no solo anularas sus poderes mientras estés en contacto con su piel, además lo dejaras debilitado. De modo que si me tocas con ella ambos nos pegaremos la leche del siglo y después de daré una colleja. – Dijo notando presencias poderosas en aquella isla de oscuridad. No podía creerse que un Shichibukai hubiese estado en ella anteriormente. Debía ser un hombre siniestro cuanto menos o quizás un tonto con suerte.
El dragón ahora empezó a descender despacio ya que había visto un claro dónde poder hacerlo. – También debo decirte una cosa. Eres sin duda el más fuerte por el momento de los tres. Además envié al peliverde a por ti sabiendo que quizás peligraba su vida pero no lo mataste. Estás aprendiendo a tener control sobre tus actos y no dejarte llevar por tu sed de sangre. Quedaste en pie contra el combate de Jin y además has seguido todas las órdenes. – En ese momento el dragón aterrizó y soltó un inmenso rugido que se escuchó en toda la isla. Las siguientes palabras se las dijo mediante telepatía. Aquellos tubos conectaban las mentes de los que los bebían. Ahora los pensamientos de los dos morenos estaban conectados los de uno con los del otro. – “Nokotori. Yo te nombre sublíder de Kyofu No Yohei.” – Dicho aquello se agachó para que el espadachín bajase para después volver a la forma humana. Ahora mostró una sonrisa siniestra y miró a su compañero con toda la calma del mundo. – Hora de jugar. – Terminó de decir mientras olfateaba despacio.
A continuación pudo detectar el olor del moreno acercándose. Finalmente lo vio aparecer y dirigirse a él mientras mencionaba que ya había llegado. En ese momento el devastador se quedó mirándole de forma calmada. Tomó su enorme guadaña y con ella señaló a aquella inmensa isla. – Esa isla es un barco gigante. Dentro se hayan ocultos unos tíos muy valiosos. Vamos a ir a por ellos y los mataremos. – Nada mas decir aquello guardó su arma y a continuación sacó aquellos dos tubos de colores. Abrió despacio el azul y se lo bebió del tirón mientras cerraba los ojos después sintiendo los efectos. A continuación estiró la mano ofreciéndole el de color verde a su compañero. – Bébete esto. Después monta. – Una vez dijo aquello se separó a bastantes metros del espadachín y cerró los ojos y empezó a cambiar. Se recubrió de escamas al mismo tiempo que su hocico se alargaba y una hilera de dientes salía de su boca. De su espalda surgieron dos alas y de la parte baja de su espalda una larga cola acabada en una cuchilla.
Tras hacer aquello las miradas de los mercenarios cambiaron a unas mucho más impresionadas. De hecho ninguno sentía el valor como para acercarse a aquella bestia que además parecía estar en un estado enfurecido por su expresión. Sin embargo era todo lo contrario debido a que estaba excitado por el objetivo. Ofreció subir al espadachín y en cuanto lo hiciera saldría volando hacia la isla a una velocidad tremenda. – Nokotori. La espada que te he regalado está hecha de Kairouseki. Su dureza es superior al diamante. Si logras tocar a un usuario de fruta con eso no solo anularas sus poderes mientras estés en contacto con su piel, además lo dejaras debilitado. De modo que si me tocas con ella ambos nos pegaremos la leche del siglo y después de daré una colleja. – Dijo notando presencias poderosas en aquella isla de oscuridad. No podía creerse que un Shichibukai hubiese estado en ella anteriormente. Debía ser un hombre siniestro cuanto menos o quizás un tonto con suerte.
El dragón ahora empezó a descender despacio ya que había visto un claro dónde poder hacerlo. – También debo decirte una cosa. Eres sin duda el más fuerte por el momento de los tres. Además envié al peliverde a por ti sabiendo que quizás peligraba su vida pero no lo mataste. Estás aprendiendo a tener control sobre tus actos y no dejarte llevar por tu sed de sangre. Quedaste en pie contra el combate de Jin y además has seguido todas las órdenes. – En ese momento el dragón aterrizó y soltó un inmenso rugido que se escuchó en toda la isla. Las siguientes palabras se las dijo mediante telepatía. Aquellos tubos conectaban las mentes de los que los bebían. Ahora los pensamientos de los dos morenos estaban conectados los de uno con los del otro. – “Nokotori. Yo te nombre sublíder de Kyofu No Yohei.” – Dicho aquello se agachó para que el espadachín bajase para después volver a la forma humana. Ahora mostró una sonrisa siniestra y miró a su compañero con toda la calma del mundo. – Hora de jugar. – Terminó de decir mientras olfateaba despacio.
Nokotori Kurodoku
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Intelecto
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Una vez que llegó junto a Madara éste le explicó que se dirigían a un barco gigante que parecía una isla. Era increíble ver que una isla tan grande en verdad era un barco. Tras la breve explicación del Shichibukai, añadió que iba tras unos individuos bastante peligrosos que además valían un buen dineral. Nokotori sonrió por ello, no por el dinero sino porque estaba deseando probar la nueva espada y ver cuán fuertes eran aquellos tipos. Estaba ardiendo de emoción. Quería salir ya a aquella isla y desatar el caos. Madara tenía dos pequeñas probetas en la mano, uno de color azul y otro de color verde. Acabó bebiendo el de color azul y le ofreció el verde para beberlo. El moreno agarró aquel bote y lo miró extrañado sin saber qué era. No obstante confió en su líder y sin pensarlo se lo bebió de un trago. No sintió nada en especial excepto por su sabor que no era demasiado bueno. Acabó por toser. Después de beber aquella cosa el Shichibukai se alejó de Nokotori unos metros y se convirtió en aquella bestia, el dragón negro. El barco hizo un pequeño crujido al soportar por la parte de delante el peso de semejante bestia. Una vez que se transformó, el espadachín subió a lomo del dragón para luego salir volando a gran velocidad.
Desde el cielo aquella isla se veía más pequeña aún, pero es que estaban bastante alto. El dragón explicó a Nokotori la función de su nuevo obsequio, su espada nueva, Silver Itachi. Parecida a su espada de color blanco pero a su vez una mezcla de las dos que tenía ya de antes, que era de color morado. Aquella espada era plateada y con una hoja muy afilada. Tenía la empuñadura de color morado, además era preciosa. Al escuchar que el filo de aquella espada era letal sobre todo para los usuarios de una akuma el espadachín sonrió de lado. Aquella espada tenía el poder de destruir incluso al más poderoso ser con habilidades de fruta, pero claro, tendría que ser capaz de tocarlo antes. El espadachín estaba muy contento debido al regalo que le hizo su líder.
El dragón empezó a descender con la idea de aterrizar en un claro que había en la isla. Sin duda aquel bosque era siniestro y bastante oscuro debido también a la misteriosa niebla que rodeaba la isla. Iba diciéndole al espadachín todos los logros que había conseguido en la banda de Kyofu para después proclamarle como sublíder de la banda. El moreno exactamente no sabía qué tenía que hacer con ese cargo pero acabó dándole las gracias a Madara. Por fin aterrizaron y el espadachín pudo bajar de un salto. Ahí es cuando se dio cuenta de que estaba conectado al dragón telepáticamente y pudo descubrir de una vez el efecto de aquel brebaje que se tomó en el barco.
Una vez el moreno tocó tierra firme miró a sus alrededores. Parecía un bosque muy viejo y en aquel claro había un sendero que llevaba a una verja que estaba bastante deteriorada por el paso del tiempo. Sin duda aquel barco era más viejo que el propio espadachín pero seguía a flote. Nokotori empezó a andar observando todo lo que le rodeaba estando alerta por si alguien cometía la locura de atacar a aquellos dos. Sin duda ese dúo era muy peligroso y aquellos hombres no sabían lo que les venía encima. El espadachín abrió la verja de una patada y esto hizo bastante ruido haciendo que algunos pájaros que estaban en las copas de los árboles saliesen volando. Hacer ruido le daba igual puesto que estaba ahí para hacerse notar y hacer salir a aquellos inútiles. Pronto pudo ver como consiguió lo que pretendía.
Tres siluetas salieron de la nada. Se dirigían a Madara y Nokotori. Seguramente no eran las personas que buscaban puesto que eran dos y aquellos eran tres. Debido a la niebla no se les podía ver con nitidez hasta que llegaron a cierto punto. El que estaba situado más a la derecha era un hombre alto y rubio, tenía los ojos muy claros y de color azul. Tenía el pelo engominado completamente. Tenía una expresión de creerse el más guay y Nokotori en cuanto lo vio sabía que iba a darle más caña a él que a los otros tres. El de la derecha tenía el pelo de color marrón, además lo tenía recogido con una coleta haciendo que fuese más corto, pero era tan largo que le llegaría incluso al culo. Portaba una enorme espada de unos tres metros la cual la tenía apoyada sobre su hombro izquierdo. El otro que se situaba en medio de aquellos dos era mucho más bajo que los demás. Aun así por ser más bajo no era menos intimidante. Era un hombre robusto. Llevaba unos guantes de color azul en sus puños y tenía un kimono blanco de artes marciales con las mangas arrancadas. En su cintura tenía un cinturón de color rojo y su cabeza estaba totalmente rapada aunque se le podía ver un poco de pelo.
Estaba claro el estilo de lucha del bajito y el hombre de pelo largo. Lo que desconcertaba al espadachín era e rubio, que no portaba ningún arma. El moreno sonrió ampliamente pues por fin llegaba la hora de pelear con aquellos tres. Miró a su líder y soltó una pequeña carcajada algo siniestra. -Nos están dando la bienvenida y todo. Qué buenos anfitriones-
Desde el cielo aquella isla se veía más pequeña aún, pero es que estaban bastante alto. El dragón explicó a Nokotori la función de su nuevo obsequio, su espada nueva, Silver Itachi. Parecida a su espada de color blanco pero a su vez una mezcla de las dos que tenía ya de antes, que era de color morado. Aquella espada era plateada y con una hoja muy afilada. Tenía la empuñadura de color morado, además era preciosa. Al escuchar que el filo de aquella espada era letal sobre todo para los usuarios de una akuma el espadachín sonrió de lado. Aquella espada tenía el poder de destruir incluso al más poderoso ser con habilidades de fruta, pero claro, tendría que ser capaz de tocarlo antes. El espadachín estaba muy contento debido al regalo que le hizo su líder.
El dragón empezó a descender con la idea de aterrizar en un claro que había en la isla. Sin duda aquel bosque era siniestro y bastante oscuro debido también a la misteriosa niebla que rodeaba la isla. Iba diciéndole al espadachín todos los logros que había conseguido en la banda de Kyofu para después proclamarle como sublíder de la banda. El moreno exactamente no sabía qué tenía que hacer con ese cargo pero acabó dándole las gracias a Madara. Por fin aterrizaron y el espadachín pudo bajar de un salto. Ahí es cuando se dio cuenta de que estaba conectado al dragón telepáticamente y pudo descubrir de una vez el efecto de aquel brebaje que se tomó en el barco.
Una vez el moreno tocó tierra firme miró a sus alrededores. Parecía un bosque muy viejo y en aquel claro había un sendero que llevaba a una verja que estaba bastante deteriorada por el paso del tiempo. Sin duda aquel barco era más viejo que el propio espadachín pero seguía a flote. Nokotori empezó a andar observando todo lo que le rodeaba estando alerta por si alguien cometía la locura de atacar a aquellos dos. Sin duda ese dúo era muy peligroso y aquellos hombres no sabían lo que les venía encima. El espadachín abrió la verja de una patada y esto hizo bastante ruido haciendo que algunos pájaros que estaban en las copas de los árboles saliesen volando. Hacer ruido le daba igual puesto que estaba ahí para hacerse notar y hacer salir a aquellos inútiles. Pronto pudo ver como consiguió lo que pretendía.
Tres siluetas salieron de la nada. Se dirigían a Madara y Nokotori. Seguramente no eran las personas que buscaban puesto que eran dos y aquellos eran tres. Debido a la niebla no se les podía ver con nitidez hasta que llegaron a cierto punto. El que estaba situado más a la derecha era un hombre alto y rubio, tenía los ojos muy claros y de color azul. Tenía el pelo engominado completamente. Tenía una expresión de creerse el más guay y Nokotori en cuanto lo vio sabía que iba a darle más caña a él que a los otros tres. El de la derecha tenía el pelo de color marrón, además lo tenía recogido con una coleta haciendo que fuese más corto, pero era tan largo que le llegaría incluso al culo. Portaba una enorme espada de unos tres metros la cual la tenía apoyada sobre su hombro izquierdo. El otro que se situaba en medio de aquellos dos era mucho más bajo que los demás. Aun así por ser más bajo no era menos intimidante. Era un hombre robusto. Llevaba unos guantes de color azul en sus puños y tenía un kimono blanco de artes marciales con las mangas arrancadas. En su cintura tenía un cinturón de color rojo y su cabeza estaba totalmente rapada aunque se le podía ver un poco de pelo.
Estaba claro el estilo de lucha del bajito y el hombre de pelo largo. Lo que desconcertaba al espadachín era e rubio, que no portaba ningún arma. El moreno sonrió ampliamente pues por fin llegaba la hora de pelear con aquellos tres. Miró a su líder y soltó una pequeña carcajada algo siniestra. -Nos están dando la bienvenida y todo. Qué buenos anfitriones-
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Madara empezó a caminar por aquel camino junto al espadachín de forma tranquila y calmada. Escuchó que este le había dado las gracias por su nuevo puesto. No era nada complicado pues tan solo debía de dirigir las operaciones cuando el dragón no estuviese. Además debía representarle y aquel cabrón tenía sangre fría para saber que deseaba el líder en todo momento, dinero. Estaba seguro de que lo iba a hacer bien. Sobre todo controlando a los demás cuando se suponía que debían controlarlo a él. Sin embargo no se podía controlar a alguien que te superaba en fuerza. De modo que era mejor que Nokotori fuese quién tuviese las riendas. Estaba mostrando mucha madurez comparada con la primera vez que se vieron. Tal vez el devastador empezaba a ver al moreno como el hermano pequeño que siempre quiso tener y que le apreciase. Por desgracia el verdadero le odiaba. Puto Jin, seguro que en aquellos momentos o estaba abusando de poder en la marina o cargándose gente inocente en alguna isla con su identidad auténtica. El día en que le pillasen debería joderse pero seguramente el moreno iría a la prisión por él y lo sacaría a la fuerza si era necesario. Quería demasiado a los de su propia sangre.
Por el momento continuó andando por un camino viejo y repleto de árboles. La neblina seguía inundando la isla de forma tenebrosa. Aquel enorme barco en funcionamiento debía de ser genial. Tal vez el Shichibukai pudiera hablar con el gobierno para solicitarlo como base de operaciones de Kyofu. Ya intentaría tratar aquel tema con la persona adecuada y completando el encargo pedido. Lo malo era limpiar aquella cosa de vez en cuando y por su tamaño resultaría imposible. Seguro que Qui Gon podía hacerlo, ya tenía nuevo cometido. No tardaron en llegar hasta una vieja verja. Podían saltarla fácilmente pero el segundo al mando la abrió de una patada. El sonido realizado fue chirriante debido al óxido de las bisagras. Aquello provocó un leve suspiro por parte del dragón pero ahora su mantra le advirtió de tres presencias que se iban acercando. Los rojizos ojos de éste se clavaron en las siluetas de forma calmada. No eran los objetivos pero igualmente rebosaban un poder interesante con el que ambos mercenarios podrían entretenerse seguramente. La diversión era fundamental en la caza de presas. Si un hombre dedicado al dinero no disfrutaba buscándolo era una tontería dedicarse a ese tipo de oficio. Pero la sangre de los estorbos a veces era mejor premio que la propia pasta. Era una forma de pensar.
El lagarto negro ahora empezó a reír siniestramente mientras sacaba su guadaña con firmeza. Apretó el mango con sus manos y se relamió despacio mientras entrecerraba los ojos. Su mirada estaba fija en el tipo del espadón. Ese castaño de pelo recogido le pertenecía a él debido a que adoraba luchar con gente lo suficientemente fuerte para blandir armas pesadas. – “El castaño es mío. Puedes exterminar a los otros si lo deseas.” – Pensó de repente para que su compañero le escuchara debido a aquellos tubos de colores. A continuación dio un paso hacia adelante mirando a los tres payasos. El cuerpo del dragón empezó a recubrirse de un color morado azabache totalmente salvo por la zona del pelo, que quedó negra. Su haki armadura estaba activado y ahora resultaba intimidante. Empezó a correr hacia su presa con un trote tranquilo. Nada más llegar hacia él trató de lanzarle un tajo con fuerza. El enemigo metió su arma en medio pero la energía explosiva de Akaisame producida por el choque hizo salir volando al castaño. Éste cayó al suelo con quemaduras en los brazos y a continuación se levantó mosqueado. Madara sonrió de lado sintiendo ahora un puñetazo en el rostro. Aquel rapado le había pegado pero al parecer se había hecho más daño en el puño que el dragón. El Uchiha ahora lanzó una poderosa patada a su pecho tirándolo de espaldas.
Ahora lo ignoró y caminó hacia el hombre del enorme espadón de tres metros. Aquella arma mejorada podía tener un poder muy bueno y más en manos del devastador. Ya pretendía llevársela como premio y por ello se motivó un poco. – Tu vida está a punto de finalizar. – Dijo simplemente mientras ahora anulaba el haki volviendo a tener un color normal. El de la coleta frunció el ceño y trató de lanzarle un tajo. Por desgracia para él, unas costillas azules se formaron deteniendo éste para después Madara anularlas y cogerlo del cuello. El pobre diablo empezó a mover las piernas en señal de que le faltaba el aire. El devastador apretó con fuerza hasta que le logró partir el cuello y después lo tiró al suelo. Sintió la presenciar del luchador correr a por él. En ese momento se giró a toda prisa y de un corte de su guadaña le cortó la cabeza con suma facilidad. Además la explosión hizo que el cráneo le reventara dejando la sangre pegada en la hoja de Akaisame. – Demasiado fácil para mí. – Dijo con toda la calma del mundo mientras ahora clavaba sus rojizos ojos en Nokotori y en el rubio observando el combate. Esperaba que no se hiciese muy largo o de lo contrarío de aburriría como una ostra. Seguro que había más emoción en aquella jodida isla. Bueno sería mejor llamarla barco.
Por el momento continuó andando por un camino viejo y repleto de árboles. La neblina seguía inundando la isla de forma tenebrosa. Aquel enorme barco en funcionamiento debía de ser genial. Tal vez el Shichibukai pudiera hablar con el gobierno para solicitarlo como base de operaciones de Kyofu. Ya intentaría tratar aquel tema con la persona adecuada y completando el encargo pedido. Lo malo era limpiar aquella cosa de vez en cuando y por su tamaño resultaría imposible. Seguro que Qui Gon podía hacerlo, ya tenía nuevo cometido. No tardaron en llegar hasta una vieja verja. Podían saltarla fácilmente pero el segundo al mando la abrió de una patada. El sonido realizado fue chirriante debido al óxido de las bisagras. Aquello provocó un leve suspiro por parte del dragón pero ahora su mantra le advirtió de tres presencias que se iban acercando. Los rojizos ojos de éste se clavaron en las siluetas de forma calmada. No eran los objetivos pero igualmente rebosaban un poder interesante con el que ambos mercenarios podrían entretenerse seguramente. La diversión era fundamental en la caza de presas. Si un hombre dedicado al dinero no disfrutaba buscándolo era una tontería dedicarse a ese tipo de oficio. Pero la sangre de los estorbos a veces era mejor premio que la propia pasta. Era una forma de pensar.
El lagarto negro ahora empezó a reír siniestramente mientras sacaba su guadaña con firmeza. Apretó el mango con sus manos y se relamió despacio mientras entrecerraba los ojos. Su mirada estaba fija en el tipo del espadón. Ese castaño de pelo recogido le pertenecía a él debido a que adoraba luchar con gente lo suficientemente fuerte para blandir armas pesadas. – “El castaño es mío. Puedes exterminar a los otros si lo deseas.” – Pensó de repente para que su compañero le escuchara debido a aquellos tubos de colores. A continuación dio un paso hacia adelante mirando a los tres payasos. El cuerpo del dragón empezó a recubrirse de un color morado azabache totalmente salvo por la zona del pelo, que quedó negra. Su haki armadura estaba activado y ahora resultaba intimidante. Empezó a correr hacia su presa con un trote tranquilo. Nada más llegar hacia él trató de lanzarle un tajo con fuerza. El enemigo metió su arma en medio pero la energía explosiva de Akaisame producida por el choque hizo salir volando al castaño. Éste cayó al suelo con quemaduras en los brazos y a continuación se levantó mosqueado. Madara sonrió de lado sintiendo ahora un puñetazo en el rostro. Aquel rapado le había pegado pero al parecer se había hecho más daño en el puño que el dragón. El Uchiha ahora lanzó una poderosa patada a su pecho tirándolo de espaldas.
Ahora lo ignoró y caminó hacia el hombre del enorme espadón de tres metros. Aquella arma mejorada podía tener un poder muy bueno y más en manos del devastador. Ya pretendía llevársela como premio y por ello se motivó un poco. – Tu vida está a punto de finalizar. – Dijo simplemente mientras ahora anulaba el haki volviendo a tener un color normal. El de la coleta frunció el ceño y trató de lanzarle un tajo. Por desgracia para él, unas costillas azules se formaron deteniendo éste para después Madara anularlas y cogerlo del cuello. El pobre diablo empezó a mover las piernas en señal de que le faltaba el aire. El devastador apretó con fuerza hasta que le logró partir el cuello y después lo tiró al suelo. Sintió la presenciar del luchador correr a por él. En ese momento se giró a toda prisa y de un corte de su guadaña le cortó la cabeza con suma facilidad. Además la explosión hizo que el cráneo le reventara dejando la sangre pegada en la hoja de Akaisame. – Demasiado fácil para mí. – Dijo con toda la calma del mundo mientras ahora clavaba sus rojizos ojos en Nokotori y en el rubio observando el combate. Esperaba que no se hiciese muy largo o de lo contrarío de aburriría como una ostra. Seguro que había más emoción en aquella jodida isla. Bueno sería mejor llamarla barco.
Nokotori Kurodoku
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El espadachín observó cómo su líder acababa con los otros dos sin ningún tipo de esfuerzo. Al parecer aquellos dos tipos eran unos inútiles y lo más probable que el rubio también lo fuese. Aquel tipo se había parado frente al moreno mirándolo desde arriba con una expresión que hacía que Nokotori le cogiese más y más asco. El moreno lo miró fijamente a los ojos y desenvainó lentamente sus dos espadas dejando Silver itachi en su funda. No quería probar aquella excelente espada en un ser tan despreciable como ese. Justo cuando terminó de sacar sus dos armas el rubio empezó a hablar, pero Nokotori no escuchó y además lo interrumpió. Decía algo de que era una pena que se encontrase con él puesto que solo iba a conocer la muerte o algo parecido. Aquella persona estaba bastante confiada en sí misma. Nokotori salió corriendo rápidamente hacia aquel tipo y dio un salto. Aprovechando aquel salto empezó a girar sobre sí mismo para intentar hacer un doble corte a la altura del cuello de su oponente. Aquel tío era bastante rápido y pudo esquivar sin ningún problema el ataque del espadachín. Cuando lo hizo intentó hablar de nuevo. El moreno aterrizó elegantemente y sin dar descanso a su adversario cargó de nuevo. No dejaba respirar al hombre lanzó unos cuantos cortes a la altura del pecho. El rubio empezó a esquivar como podía pero dos cortes bastante profundos se los llevó. Estaba sangrando por el lado derecho del pectoral. Una vez que hizo esto el moreno lo miró de nuevo y sonrió. -Vamos puto charlatán. ¿No era que iba a encontrar mi muerte contigo?-
Nokotori estaba provocando a aquel tipo. Sin duda le caía jodidamente mal ya que odiaba a las personas que no paraban de hablar. Da igual que fuese su enemigo o no, el destino con aquella persona iba a ser siempre el mismo. Al escuchar aquellas palabras el rubio frunció el ceño, parecía que había tocado su venita sensible. El tipo se puso en guardia y puso su mano derecha tras su espalda. A continuación de un rápido movimiento lanzó un puñal a gran velocidad que acabó rozando la mejilla del moreno ya que no pudo esquivarlo a tiempo. Si llegase a darle ese puñal estaría clavado en su frente. Nokotori al sentir un corte en la mejilla gruño por el dolor. Nuevamente cargó contra aquel tipo que en ésa ocasión sí se defendió. El rubio empezó a lanzar puñales a diestro y siniestro, parecía que no tenía fin. El espadachín recibía cortes por todas partes, se centraba en no recibir cortes en puntos vitales. Una vez que llegó a la posición del rubio, el semblante de éste cambió drásticamente. No pensaba que el moreno iba a sobrevivir a aquel ataque, pero ahí lo tenía mirándolo fijamente con una sonrisa siniestra. Una vez que disfrutó del momento, el moreno lanzó dos potentes tajos. Uno que impactó en el pecho haciéndole un corte bastante profundo y otro en el cuello seccionándole casi toda la cabeza, en ese orden.
El espadachín había acabado con su oponente fácilmente pero estaba lleno de heridas. Por suerte no fatales. Observó a su alrededor y vio a Madara como lo miraba fijamente. Por lo visto había estado mirando toda la pelea después de terminar con aquellos dos. Lo cierto es que para ser los secuaces de hombres que tenían bastante precio por su cabeza eran muy débiles. Esto al espadachín no le gustó mucho puesto que significaban dos cosas: aquellos tipos eran unos don nadie o eran bastante fuertes como para compensar la inutilidad de aquellos tres. En cualquier caso había terminado por fin.
El moreno se dirigió a su líder tranquilamente mientras iba envainando con tranquilidad sus espadas después de haberlas limpiado de sangre. ”-Pues a ver si va a resultar esto una pequeña excursión”. Nokotori pensó para sí mismo ya que no tenía la necesidad de hablar debido al brebaje que le dio Madara en el barco. Una vez que llegó a la altura de su líder siguió andando. No se había fijado pero donde estaban era un gran cementerio. Había muchísima gente ahí enterrada, le estaba gustando al espadachín la isla. Iba a proponerle a Madara que podría ser la base de operaciones de Kyofu. Le agradaba muchísimo más.
Pasaron aquel cementerio y frente a ellos se encontraba una mansión medio derruida. Sin duda quien hubiese vivido ahí vivió como un maldito rey. Miró a su líder y con una simple mirada dijo todo. Quería saber si entraban ahí o simplemente seguían hacia la estructura más grande que también estaba bastante hecha polvo.
Nokotori estaba provocando a aquel tipo. Sin duda le caía jodidamente mal ya que odiaba a las personas que no paraban de hablar. Da igual que fuese su enemigo o no, el destino con aquella persona iba a ser siempre el mismo. Al escuchar aquellas palabras el rubio frunció el ceño, parecía que había tocado su venita sensible. El tipo se puso en guardia y puso su mano derecha tras su espalda. A continuación de un rápido movimiento lanzó un puñal a gran velocidad que acabó rozando la mejilla del moreno ya que no pudo esquivarlo a tiempo. Si llegase a darle ese puñal estaría clavado en su frente. Nokotori al sentir un corte en la mejilla gruño por el dolor. Nuevamente cargó contra aquel tipo que en ésa ocasión sí se defendió. El rubio empezó a lanzar puñales a diestro y siniestro, parecía que no tenía fin. El espadachín recibía cortes por todas partes, se centraba en no recibir cortes en puntos vitales. Una vez que llegó a la posición del rubio, el semblante de éste cambió drásticamente. No pensaba que el moreno iba a sobrevivir a aquel ataque, pero ahí lo tenía mirándolo fijamente con una sonrisa siniestra. Una vez que disfrutó del momento, el moreno lanzó dos potentes tajos. Uno que impactó en el pecho haciéndole un corte bastante profundo y otro en el cuello seccionándole casi toda la cabeza, en ese orden.
El espadachín había acabado con su oponente fácilmente pero estaba lleno de heridas. Por suerte no fatales. Observó a su alrededor y vio a Madara como lo miraba fijamente. Por lo visto había estado mirando toda la pelea después de terminar con aquellos dos. Lo cierto es que para ser los secuaces de hombres que tenían bastante precio por su cabeza eran muy débiles. Esto al espadachín no le gustó mucho puesto que significaban dos cosas: aquellos tipos eran unos don nadie o eran bastante fuertes como para compensar la inutilidad de aquellos tres. En cualquier caso había terminado por fin.
El moreno se dirigió a su líder tranquilamente mientras iba envainando con tranquilidad sus espadas después de haberlas limpiado de sangre. ”-Pues a ver si va a resultar esto una pequeña excursión”. Nokotori pensó para sí mismo ya que no tenía la necesidad de hablar debido al brebaje que le dio Madara en el barco. Una vez que llegó a la altura de su líder siguió andando. No se había fijado pero donde estaban era un gran cementerio. Había muchísima gente ahí enterrada, le estaba gustando al espadachín la isla. Iba a proponerle a Madara que podría ser la base de operaciones de Kyofu. Le agradaba muchísimo más.
Pasaron aquel cementerio y frente a ellos se encontraba una mansión medio derruida. Sin duda quien hubiese vivido ahí vivió como un maldito rey. Miró a su líder y con una simple mirada dijo todo. Quería saber si entraban ahí o simplemente seguían hacia la estructura más grande que también estaba bastante hecha polvo.
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Madara observaba el combate con toda la calma del mundo. Ese rubio estaba resultando ser una persona molesta incluso para él. Tranquilamente miraba la pelea del segundo al mando con ambas manos en los bolsillos y con su guadaña amarrada de nuevo a su espalda. No había necesidad de sacarla de nuevo pues los enemigos al parecer se habían esfumado o directamente no había más por la zona. Estaba resultando ser aburrido pero la investigación del enorme barco si le había atraído y bastante. Le gustaba muchísimo el estilo y sin duda era una base de operaciones perfecta. Debía ser suya a cualquier coste y reventaría a golpes a quién hiciera falta para lograrla. Ahora se llevó un dedo a la oreja empezando a rascarse y a sentir una sensación cómoda y que le daba mucho gustito a decir verdad. El Shichibukai últimamente estaba demasiado perezoso pero no era algo preocupante en un tipo como él. Total tenía todo lo que necesitaba. Dinero, dinero y por supuesto dinero. Sus tres ingredientes fundamentales para sobrevivir.
Después de unos momentos pudo ver como por fin el moreno eliminaba a su adversario cortándole de forma violenta. Soltó un enorme suspiro al ver como por fin podían moverse y se puso en pie observando los tres cuerpos de forma algo siniestra. Acto seguido soltó un enorme bostezo para después rascarse un poco el pelo. De repente empezaron a andar de nuevo y el devastador escuchó en su mente los pensamientos de su compañero. Pronto llegaría la acción pues su olfato le decía que no iban a tardar mucho en llegar. Pasaron por una especie de cementerio en el que el mercenario derribó algunas lápidas caminando sin inmutarse. Su fuerza a veces resultaba ser un problema debido a lo exagerada que podía llegar a ser. Su poder de dragón pese a aquellos pequeños detalles, le encantaba y pronto se autoproclamaría el emperador de los mercenarios. Exigiría que se hiciese una religión solo para él aunque eso tal vez ya era pasarse mucho. No era mala idea pero el imaginarse a hombres desnudos bailando alrededor de una estatua suya cantándole canciones le hizo sentir un escalofrío por la espalda. Lo mejor de todo es que Nokotori estaría recibiendo toda aquella información indeseada en su mente. Esperaba no traumarlo con aquellas cosas pero después se centró en lo que habían ido hacia aquella isla y prosiguió el camino con calma y tranquilidad.
No tardaron mucho en llegar a un viejo edificio de dónde dos poderosas presencias salían. Al fin habían llegado al escondite. – ¡Sesenta millones! ¡Salid de ahí! – Gritó ahora el moreno como si se tratasen de dos bolsas de dinero. Había sido muy cabrón con aquel comentario pero le daba lo mismo. De repente pudo notar cómo se acercaban entre la neblina. En ese momento pudo verlos. El primero era un semigigante de tres metros y medio. Su barba era blanca al igual que su pelo, que encima era largo. El tono de sus ojos azulado y portaba como arma un garrote de espinas. El de al lado parecía ser un Gyojin de dos metros y medio. Era del tipo tiburón tigre debido a su color. Además éste portaba en sus manos dos katanas doradas y parecía estar frunciendo el ceño. Aquellos eran los dos tipos conocidos como los Dioses del Sur. Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de aquel devastador que no sabía a cual atacar. Seguramente dejaría al pez contra el espadachín y él se tiraría a por el enorme Melchor. Soltó un suspiro y comenzó a caminar hacia ellos con toda la calma del mundo.
Después de unos momentos pudo ver como por fin el moreno eliminaba a su adversario cortándole de forma violenta. Soltó un enorme suspiro al ver como por fin podían moverse y se puso en pie observando los tres cuerpos de forma algo siniestra. Acto seguido soltó un enorme bostezo para después rascarse un poco el pelo. De repente empezaron a andar de nuevo y el devastador escuchó en su mente los pensamientos de su compañero. Pronto llegaría la acción pues su olfato le decía que no iban a tardar mucho en llegar. Pasaron por una especie de cementerio en el que el mercenario derribó algunas lápidas caminando sin inmutarse. Su fuerza a veces resultaba ser un problema debido a lo exagerada que podía llegar a ser. Su poder de dragón pese a aquellos pequeños detalles, le encantaba y pronto se autoproclamaría el emperador de los mercenarios. Exigiría que se hiciese una religión solo para él aunque eso tal vez ya era pasarse mucho. No era mala idea pero el imaginarse a hombres desnudos bailando alrededor de una estatua suya cantándole canciones le hizo sentir un escalofrío por la espalda. Lo mejor de todo es que Nokotori estaría recibiendo toda aquella información indeseada en su mente. Esperaba no traumarlo con aquellas cosas pero después se centró en lo que habían ido hacia aquella isla y prosiguió el camino con calma y tranquilidad.
No tardaron mucho en llegar a un viejo edificio de dónde dos poderosas presencias salían. Al fin habían llegado al escondite. – ¡Sesenta millones! ¡Salid de ahí! – Gritó ahora el moreno como si se tratasen de dos bolsas de dinero. Había sido muy cabrón con aquel comentario pero le daba lo mismo. De repente pudo notar cómo se acercaban entre la neblina. En ese momento pudo verlos. El primero era un semigigante de tres metros y medio. Su barba era blanca al igual que su pelo, que encima era largo. El tono de sus ojos azulado y portaba como arma un garrote de espinas. El de al lado parecía ser un Gyojin de dos metros y medio. Era del tipo tiburón tigre debido a su color. Además éste portaba en sus manos dos katanas doradas y parecía estar frunciendo el ceño. Aquellos eran los dos tipos conocidos como los Dioses del Sur. Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de aquel devastador que no sabía a cual atacar. Seguramente dejaría al pez contra el espadachín y él se tiraría a por el enorme Melchor. Soltó un suspiro y comenzó a caminar hacia ellos con toda la calma del mundo.
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Los pensamientos de Madaran estaban perturbando al espadachín. Aquella imaginación suya era muy rara y grotesca. Al espadachín no le solía perturbar muchas cosas, pero ver lo que pensaba su líder llegó a hacerlo. No obstante Nokotori siguió caminando como si no hubiese visto nada. El moreno se estaba controlando con qué pensaba puesto que si podía ver lo que Madara pensaba probablemente lo que pensase el espadachín también. Realmente pensaba cosas muy extrañas y sórdidas, pero era mejor no mostrar aquellas cosas así por las buenas. Al parecer por fin llegaron donde se encontraban sus nuevas víctimas. El mercenario dragón los llamó como si de dinero andante se tratase, esto al espadachín le hizo reír. Aquel hombre nada más que pensaba en dinero, dinero y por supuesto en más dinero.
Aparecieron dos figuras bastante altas en comparación con Nokotori. Sin duda alguna aquellos dos eran las personas que buscaban. Uno era un hombre viejo altísimo, probablemente semigigante. El otro era un gyojin con unos rasgos bastante pronunciados de tiburón. El espadachín nunca vio un gyojin y mucho menos en acción. Se fijó en aquel pez que llevaba dos preciosas katanas doradas. El moreno las miró y las quería. -Voy a hacer sushi con ese pescado y me quedaré con sus espadas. Nokotori sabía que Madara iba a ir directo a por el semigigante. Además pensaba que iba a serle fácil vencerlo ya que parecía un señor mayor jubilado.
El espadachín estaba con unas ganas terribles de pelear. Aquel hombre aunque había peleado anteriormente con aquel rubio inútil, estaba deseando reventar a aquel pescado. Desenvainó Silver Itachi e Imperium, su espada de color morado. El tiburón miraba al espadachín desafiante. -Chavales, no sabéis a por quienes habéis ido… Si seguimos aquí es por nuestra increíble fuerza. El más viejo parecía algo creído y el espadachín chasqueó con la lengua. Por muy fuertes que fuesen, el moreno se iba a lanzar a por ellos. Cuando dijo esto aquel anciano, Nokotori salió corriendo con sus espadas en cruz. En pocos segundos acabó encontrando en su camino las dos espadas del gyojin. El espadachín miró a los ojos al hombre tiburón y vio como éste sonreía de lado. Estaba muy seguro de sí mismo y parecía que se iba a divertir, el espadachín pensó igual.
Seguían compitiendo en fuerza y claramente el espadachín tenía las de perder. Aquel ser tenía una fuerza descomunal comparada a la suya. El espadachín apretó los dientes haciendo acopio de toda la fuerza que disponía. Acabó cediendo y de un último esfuerzo empujó hacia adelante para impulsarse hacia atrás. Estaba claro que en fuerza no iban a poder competir, pero probablemente en rapidez ganaría. El moreno fue corriendo hacia un lateral del gyojin e intentó hacer tres cortes en su costado. El tiburón pudo reaccionar rápido y las cuatro espadas chocaron entre sí. Aquella pelea estaba reñida y al moreno le estaba encantando aquello. Rápidamente el hombre pez lanzó un potente tajo a la altura del cuello del espadachín. Era lento, sin duda, así que Nokotori pudo esquivar más o menos aquel ataque. Un gran corte apareció en la ropa del espadachín. Casi lo mata. Aquella estocada impactó sobre el suelo y quedó una gran marca sobre la tierra. Nokotori estaba impresionado.
El moreno seguía intercambiando golpes con el tiburón, pero ninguno de ellos estaba recibiendo corte alguno. Estaban muy a la par aquellos dos y Nokotori dejaba ver una sonrisa que claramente indicaba diversión.
Aparecieron dos figuras bastante altas en comparación con Nokotori. Sin duda alguna aquellos dos eran las personas que buscaban. Uno era un hombre viejo altísimo, probablemente semigigante. El otro era un gyojin con unos rasgos bastante pronunciados de tiburón. El espadachín nunca vio un gyojin y mucho menos en acción. Se fijó en aquel pez que llevaba dos preciosas katanas doradas. El moreno las miró y las quería. -Voy a hacer sushi con ese pescado y me quedaré con sus espadas. Nokotori sabía que Madara iba a ir directo a por el semigigante. Además pensaba que iba a serle fácil vencerlo ya que parecía un señor mayor jubilado.
El espadachín estaba con unas ganas terribles de pelear. Aquel hombre aunque había peleado anteriormente con aquel rubio inútil, estaba deseando reventar a aquel pescado. Desenvainó Silver Itachi e Imperium, su espada de color morado. El tiburón miraba al espadachín desafiante. -Chavales, no sabéis a por quienes habéis ido… Si seguimos aquí es por nuestra increíble fuerza. El más viejo parecía algo creído y el espadachín chasqueó con la lengua. Por muy fuertes que fuesen, el moreno se iba a lanzar a por ellos. Cuando dijo esto aquel anciano, Nokotori salió corriendo con sus espadas en cruz. En pocos segundos acabó encontrando en su camino las dos espadas del gyojin. El espadachín miró a los ojos al hombre tiburón y vio como éste sonreía de lado. Estaba muy seguro de sí mismo y parecía que se iba a divertir, el espadachín pensó igual.
Seguían compitiendo en fuerza y claramente el espadachín tenía las de perder. Aquel ser tenía una fuerza descomunal comparada a la suya. El espadachín apretó los dientes haciendo acopio de toda la fuerza que disponía. Acabó cediendo y de un último esfuerzo empujó hacia adelante para impulsarse hacia atrás. Estaba claro que en fuerza no iban a poder competir, pero probablemente en rapidez ganaría. El moreno fue corriendo hacia un lateral del gyojin e intentó hacer tres cortes en su costado. El tiburón pudo reaccionar rápido y las cuatro espadas chocaron entre sí. Aquella pelea estaba reñida y al moreno le estaba encantando aquello. Rápidamente el hombre pez lanzó un potente tajo a la altura del cuello del espadachín. Era lento, sin duda, así que Nokotori pudo esquivar más o menos aquel ataque. Un gran corte apareció en la ropa del espadachín. Casi lo mata. Aquella estocada impactó sobre el suelo y quedó una gran marca sobre la tierra. Nokotori estaba impresionado.
El moreno seguía intercambiando golpes con el tiburón, pero ninguno de ellos estaba recibiendo corte alguno. Estaban muy a la par aquellos dos y Nokotori dejaba ver una sonrisa que claramente indicaba diversión.
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Madara observó como el moreno se lanzaba a por el Gyojin y ambos empezaban su combate de espadachines. Aquel tiburón parecía ser un digno rival para él y encima tenía una fuerza impresionante. Era algo a tener en cuenta debido a que valía sesenta millones. Sin embargo el poder contemplar como hacía pedazos el suelo con sus espadas le hacía silbar un poco. Tenía una habilidad muy buena y Nokotori iba a tener que hacer gala de toda su velocidad para poder derrotarlo. Si algo sabía del segundo al mando es que su maestría con las espadas o katanas era bastante buena. No por ello derribó su barrera en el combate de Sakura dónde le puso a prueba por primera vez. Allí mostró estar totalmente a la altura de un enorme asesino y por ello se alegró bastante. En Water Seven corroboró su teoría y sabiendo el resultado del combate contra Jin lo confirmó del todo. Estaba ante un diamante en bruto que con el paso del tiempo iba a llegar a ser más fuerte que muchísimos espadachines.
Lo que más deseaba era luchar contra él una vez volviese de su viaje. Iba a pasar mucho tiempo pero cuando se reencontraran ambos tendrían un poder impresionante. Aquel combate haría saltar chispas y seguramente la isla podía acabar destrozada. Por el momento siguió observando la pelea con toda la calma del mundo hasta que su mantra le avisó de un ataque. Se quedó totalmente quieto mientras el mazo de espinas del peliblanco le impactaba en la cara con fuerza. El enemigo alucinó cuando vio que el moreno seguía observando el combate de Nokotori. Su rostro estaba pigmentado en un tono morado azabache indicando que su haki armadura era impresionante. Ahora el dragón miró a aquel hombre con una expresión muy calmada y tranquila. – Joder que estoy viendo la pelea. Después te arranco la cabeza pero ten paciencia. – Dijo aquello suspirando y volvió a mirar el combate de aquellos dos.
El mercenario pudo ver en el rostro de su segundo al mando una sonrisa de diversión y aquello le hizo relamerse. Disfrutaba con las situaciones de riesgo y parecía estar como una cabra aunque luego fuese más sensato. Al parecer estaba todo controlado y tras un suspiro se giró observando a aquel tipo de forma seria. – Ya estoy contigo, pesado. – Mencionó ahora haciendo gala de sus poderes y empezando a cambiar. Creció hasta los cuatro metros superando en tamaño al semigigante y ahora rugió con fuerza. De la parte baja de su espalda surgió una larga cola acabada en una cuchilla. Dos enormes alas salieron de su cuerpo y su hocico se alargó mostrando una boca de dientes afilados. De su cabeza salieron dos cuernos hacia atrás y sus manos y pies ahora eran garras. Su piel estaba recubierta totalmente de escamas negras y su ropa del torso había sido reventada por el cambio. Se hallaba en su bestial forma híbrida. Sus rojizos ojos se clavaron en su enemigo que ahora tragó saliva echándose hacia atrás y lanzando leves gruñidos. – No imaginaba que el dinero fuese tan impaciente. Aprende a respetar al que pronto te tendrá en su cartera, idiota. – Encima veía a aquel enemigo como un billete con un mazo en lugar de una persona armada.
Sin pensárselo caminó un poco hacia él y lanzó un tremendo puñetazo que su enemigo pudo parar con la palma. El dolor provocó que el peliblanco soltara un tremendo grito mientras sentía como no iba a poder mover más sus dedos. Encima el Shichibukai empezó a generar ácido a través de su piel de forma exagerada. El pobre hombre retrocedió sintiendo su articulación quemarse mientras ahora se tiraba al suelo quejándose. – Si es que solo eres un plasta. – El enemigo se levantó entre gruñidos y se tiró a por él con su mazo por delante. En ese momento la afilada cola de Madara se imbuyó en haki y atravesó la frente de su oponente. El enemigo cayó al suelo sangrando y con los ojos en blanco mientras moría de forma rápida. Ahora el líder de Kyofu lo cogió en peso colocándoselo sobre los hombros estando transformado todavía y observando con calma a su compañero. – Nokotori no tardes mucho que hay una cena deliciosa esperándonos. – Dicho aquello soltó un suspiro mientras ahora observaba con calma. En aquella forma no le pesaba tanto el cuerpo del semigigante pues él mismo era exageradamente fuerte. Ventajas de su adorable fruta.
Lo que más deseaba era luchar contra él una vez volviese de su viaje. Iba a pasar mucho tiempo pero cuando se reencontraran ambos tendrían un poder impresionante. Aquel combate haría saltar chispas y seguramente la isla podía acabar destrozada. Por el momento siguió observando la pelea con toda la calma del mundo hasta que su mantra le avisó de un ataque. Se quedó totalmente quieto mientras el mazo de espinas del peliblanco le impactaba en la cara con fuerza. El enemigo alucinó cuando vio que el moreno seguía observando el combate de Nokotori. Su rostro estaba pigmentado en un tono morado azabache indicando que su haki armadura era impresionante. Ahora el dragón miró a aquel hombre con una expresión muy calmada y tranquila. – Joder que estoy viendo la pelea. Después te arranco la cabeza pero ten paciencia. – Dijo aquello suspirando y volvió a mirar el combate de aquellos dos.
El mercenario pudo ver en el rostro de su segundo al mando una sonrisa de diversión y aquello le hizo relamerse. Disfrutaba con las situaciones de riesgo y parecía estar como una cabra aunque luego fuese más sensato. Al parecer estaba todo controlado y tras un suspiro se giró observando a aquel tipo de forma seria. – Ya estoy contigo, pesado. – Mencionó ahora haciendo gala de sus poderes y empezando a cambiar. Creció hasta los cuatro metros superando en tamaño al semigigante y ahora rugió con fuerza. De la parte baja de su espalda surgió una larga cola acabada en una cuchilla. Dos enormes alas salieron de su cuerpo y su hocico se alargó mostrando una boca de dientes afilados. De su cabeza salieron dos cuernos hacia atrás y sus manos y pies ahora eran garras. Su piel estaba recubierta totalmente de escamas negras y su ropa del torso había sido reventada por el cambio. Se hallaba en su bestial forma híbrida. Sus rojizos ojos se clavaron en su enemigo que ahora tragó saliva echándose hacia atrás y lanzando leves gruñidos. – No imaginaba que el dinero fuese tan impaciente. Aprende a respetar al que pronto te tendrá en su cartera, idiota. – Encima veía a aquel enemigo como un billete con un mazo en lugar de una persona armada.
Sin pensárselo caminó un poco hacia él y lanzó un tremendo puñetazo que su enemigo pudo parar con la palma. El dolor provocó que el peliblanco soltara un tremendo grito mientras sentía como no iba a poder mover más sus dedos. Encima el Shichibukai empezó a generar ácido a través de su piel de forma exagerada. El pobre hombre retrocedió sintiendo su articulación quemarse mientras ahora se tiraba al suelo quejándose. – Si es que solo eres un plasta. – El enemigo se levantó entre gruñidos y se tiró a por él con su mazo por delante. En ese momento la afilada cola de Madara se imbuyó en haki y atravesó la frente de su oponente. El enemigo cayó al suelo sangrando y con los ojos en blanco mientras moría de forma rápida. Ahora el líder de Kyofu lo cogió en peso colocándoselo sobre los hombros estando transformado todavía y observando con calma a su compañero. – Nokotori no tardes mucho que hay una cena deliciosa esperándonos. – Dicho aquello soltó un suspiro mientras ahora observaba con calma. En aquella forma no le pesaba tanto el cuerpo del semigigante pues él mismo era exageradamente fuerte. Ventajas de su adorable fruta.
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El moreno estaba enzarzado con aquel monstruo. La destreza de ambos era tan pareja que en ningún momento se habían golpeado. A pesar de que Nokotori tenía más velocidad que el gyojin, éste bloqueaba los golpes a duras penas. El moreno estaba intentando cansar a su oponente para poder asestarle un golpe fatal, desde luego no iba a poder aguantar el ritmo del mercenario que cada vez presionaba mucho más. Por lo visto Madara había acabado ya con aquel hombre y además fácilmente. Sin duda el Shichibukai era absurdamente fuerte y Nokotori quería llegar a serlo también e incluso superarlo. Madara esperaba como de costumbre a que el espadachín terminase la pelea. Lo cierto es que el moreno quería seguir peleando pero a la vez terminar rápidamente. El tiburón lanzó un tajo al aire hacia el espadachín. El moreno no sabía que estaba haciendo pero pudo reaccionar a tiempo. Un árbol que se encontraba a la espalda de Nokotori acabó partiéndose en dos, estaba usando ondas cortantes. Aquel sujeto era peligroso. El moreno no dominaba el arte de crear ondas con el filo de su espada, pero era algo que tenía que hacer.
Nokotori miró hacia atrás y vio el árbol cortado por la mitad para después suspirar de alivio. Si le llegase a dar aquello lo pasaría muy mal. Volvió la mirada y clavó sus ojos en el tiburón. Éste se estaba riendo y además se jactaba de que era superior al moreno. El espadachín desde luego se estaba cabreando puesto que odiaba a los chulos y además, charlatanes. Ese cabrón lo tenía todo. La sangre del moreno ardía cada vez más. Frunció el ceño y fue corriendo hacia el tiburón de manera descontrolada. El pez sonrió una vez más, pensaba que el moreno había perdido por atacar tan locamente. Cuando Nokotori se colocó delante del gyojin lanzó un tajo al cuello, pero ese tajo nunca llegó. El tiburón hizo ademán de protegerse y gracias a esto el moreno se escabulló detrás de su oponente realizando una finta. -Strong Snake…- La musculatura de los brazos del espadachín aumentó exageradamente. La ropa que envolvía los bíceps del moreno explotó haciéndose trizas debido a la presión de sus músculos. La fuerza de aquel hombre había aumentado el doble. Si ya era peligroso de por sí, usando aquella técnica lo era más aún.
El moreno se hallaba justo a la espalda del gyojin. Si bien su musculatura había aumentado bastante, la velocidad no había disminuido en absoluto. De un potente tajo acabó desmembrando el brazo derecho del gyojin. Aquel golpe hizo que una pequeña onda de aire saliese de la espada. No era ninguna onda en concreto, era simple aire producido por la rapidez y la potencia de aquel ataque. Rápidamente y sin que el gyojin pudiese reaccionar, su brazo se encontraba en el suelo inmóvil. El grito de dolor provocado por aquel corte hizo sonreír de lado al moreno. El pez estaba soltando votos de todo tipo. Estaba tan cabreado que acabó girándose lanzando un golpe con el mango de su espada hacia Nokotori. El moreno que se estaba regodeando no pudo ver aquel ataque y le dio de lleno. Salió disparado varios metros hacia atrás chocando con una enorme piedra que había. El tiburón seguía gritando de dolor y estaba perdiendo mucha sangre. La pérdida hacía que el gyojin se tambalease, aquel corte estaba haciendo que su muerte llegase rápidamente.
Aquel bicho sin duda nunca había sido herido de aquella manera y no sabía como reaccionar. El moreno poco a poco se iba levantando. El choque casi hace perder la consciencia al espadachín. El tiburón miraba hacia los lados para intentar averiguar qué hacer, pero más temprano que tarde sus piernas empezaron a temblar y cayó de rodillas. El moreno se sacudió el polvo de su ropa y recolocó el hombro que se le había dislocado. Con un paso lento pero seguro se dirigió hacia el gyojin. La mirada de aquel bicho se centró en el espadachín. Su visión era borrosa pero veía claramente como la figura de Nokotori se acercaba más y más. Cuando el espadachín llegó, observó la mirada perdida que tenía aquel ser. La pérdida de sangre le había afectado bastante y el moreno escupió a su izquierda despreciando al gyojin. El moreno no sentía lástima alguna por el tiburón, pero decidió acabar con su vida rápidamente ya que estaba harto de aquel monstruo. De un rápido y elegante movimiento seccionó la cabeza de su adversario para a continuación darle una patada. La cabeza acabó rodando un par de metros del cuerpo que se desplomó haciendo una pequeña humareda de polvo. -Hmpf. Pues al final has resultado ser un pringao.-
El moreno miró a Madara tranquilamente después de haber matado al pez. Parecía que no, pero había escuchado lo que le dijo anteriormente sobre una cena deliciosa. Nokotori estaba deseando probar un buen arroz, ya que hacía tiempo que no degustaba aquel manjar de los dioses. -Espero que el arroz esté bueno esta vez.-
Nokotori miró hacia atrás y vio el árbol cortado por la mitad para después suspirar de alivio. Si le llegase a dar aquello lo pasaría muy mal. Volvió la mirada y clavó sus ojos en el tiburón. Éste se estaba riendo y además se jactaba de que era superior al moreno. El espadachín desde luego se estaba cabreando puesto que odiaba a los chulos y además, charlatanes. Ese cabrón lo tenía todo. La sangre del moreno ardía cada vez más. Frunció el ceño y fue corriendo hacia el tiburón de manera descontrolada. El pez sonrió una vez más, pensaba que el moreno había perdido por atacar tan locamente. Cuando Nokotori se colocó delante del gyojin lanzó un tajo al cuello, pero ese tajo nunca llegó. El tiburón hizo ademán de protegerse y gracias a esto el moreno se escabulló detrás de su oponente realizando una finta. -Strong Snake…- La musculatura de los brazos del espadachín aumentó exageradamente. La ropa que envolvía los bíceps del moreno explotó haciéndose trizas debido a la presión de sus músculos. La fuerza de aquel hombre había aumentado el doble. Si ya era peligroso de por sí, usando aquella técnica lo era más aún.
El moreno se hallaba justo a la espalda del gyojin. Si bien su musculatura había aumentado bastante, la velocidad no había disminuido en absoluto. De un potente tajo acabó desmembrando el brazo derecho del gyojin. Aquel golpe hizo que una pequeña onda de aire saliese de la espada. No era ninguna onda en concreto, era simple aire producido por la rapidez y la potencia de aquel ataque. Rápidamente y sin que el gyojin pudiese reaccionar, su brazo se encontraba en el suelo inmóvil. El grito de dolor provocado por aquel corte hizo sonreír de lado al moreno. El pez estaba soltando votos de todo tipo. Estaba tan cabreado que acabó girándose lanzando un golpe con el mango de su espada hacia Nokotori. El moreno que se estaba regodeando no pudo ver aquel ataque y le dio de lleno. Salió disparado varios metros hacia atrás chocando con una enorme piedra que había. El tiburón seguía gritando de dolor y estaba perdiendo mucha sangre. La pérdida hacía que el gyojin se tambalease, aquel corte estaba haciendo que su muerte llegase rápidamente.
Aquel bicho sin duda nunca había sido herido de aquella manera y no sabía como reaccionar. El moreno poco a poco se iba levantando. El choque casi hace perder la consciencia al espadachín. El tiburón miraba hacia los lados para intentar averiguar qué hacer, pero más temprano que tarde sus piernas empezaron a temblar y cayó de rodillas. El moreno se sacudió el polvo de su ropa y recolocó el hombro que se le había dislocado. Con un paso lento pero seguro se dirigió hacia el gyojin. La mirada de aquel bicho se centró en el espadachín. Su visión era borrosa pero veía claramente como la figura de Nokotori se acercaba más y más. Cuando el espadachín llegó, observó la mirada perdida que tenía aquel ser. La pérdida de sangre le había afectado bastante y el moreno escupió a su izquierda despreciando al gyojin. El moreno no sentía lástima alguna por el tiburón, pero decidió acabar con su vida rápidamente ya que estaba harto de aquel monstruo. De un rápido y elegante movimiento seccionó la cabeza de su adversario para a continuación darle una patada. La cabeza acabó rodando un par de metros del cuerpo que se desplomó haciendo una pequeña humareda de polvo. -Hmpf. Pues al final has resultado ser un pringao.-
El moreno miró a Madara tranquilamente después de haber matado al pez. Parecía que no, pero había escuchado lo que le dijo anteriormente sobre una cena deliciosa. Nokotori estaba deseando probar un buen arroz, ya que hacía tiempo que no degustaba aquel manjar de los dioses. -Espero que el arroz esté bueno esta vez.-
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Madara observaba la pelea tranquilamente con aquel tipo sobre sus hombros. Su mirada era calmada y analizadora. Estaba mirando bien los movimientos de cada uno de nuevo. Disfrutaba bastante con aquellas cosas. El portento físico del tiburón lanzaba cortes interesantes mezclados con fuerza pero la velocidad del moreno era superior. El dragón pensaba que sus tres alumnos querían tener más poder y quizás igualarle a él. Sin embargo el poder del Uchiha crecía cada día. Sus entrenamientos eran brutales cuando los hacía y sus técnicas además de mortales eran muy destructivas. Llegar hasta él iba a ser un duro reto ya que el shichibukai no iba a descansar tampoco. Tenía en que Nokotori estaba más cerca de él que el resto pero el tiempo diría las cosas. Por el momento aquellos dos mercenarios estaban allí dedicándose a lo que mejor sabían hacer. El dinero era muy tentador y solo con él se conseguían armas interesantes. El barco que el dragón planeaba comprar le iba a salir muy caro y por ello realizaba tantos trabajos últimamente. Nada más terminar allí con el espadachín, tenía pensado viajar hasta el reino de Lvneel para atrapar a un par de criminales de poca monta por unos treinta millones.
Observaba sonriente cuando de repente el pez lanzó una onda cortante que partió un árbol en dos. Cosa que hizo sonreír de lado al moreno que pensaba que tenía un potente corte. El pobre tronco de madera había sido hecho trizas sin tener culpa de nada. Por suerte su soldado lo había evadido y sin llevarse daños serios. El combate continuaba con potentes tajos por parte de los dos. El devastador nunca había entendido el estilo de los espadachines. Prefería usar los puños o simplemente armas pesadas que pudieran golpear con fuerza y luego moverla a toda velocidad debido a su potencia. Enseguida vio como el moreno susurraba algo y sus brazos se musculaban marcándosele las venas de estos. – Oh… ¿Canalización? ¿Alguna habilidad nueva? – Dijo en voz baja el devastador mientras sonría de lado observando la pelea. No pensaba que fuese una fruta pero si era una técnica especial era bastante buena. No pudo evitar seguir contemplando el combate hasta que su soldado acabó en el suelo y el pez herido. Finalmente un corte del mercenario sentenció la agonía del tiburón y después lanzó su cabeza por los aires. Aquello hizo al shichibukai seguirla con la mirada en todo momento viendo bien dónde había caído.
Enseguida Nokotori dijo que esperaba que el arroz estuviese bueno. Realmente aquel hombre estaba obsesionado con aquel hidrato de carbono. Era normal pues Madara también lo había probado y sin duda era delicioso. Ahora soltó un pequeño suspiro y se quedó mirando al moreno de forma calmada para después señalar la cabeza. – Yo entiendo que lanzar cabezas es divertido. De hecho yo también lo hacía al principio. Hasta que me enteré que sin ellas no hay dinero. Recógela o no cobraremos por el gyojin. – Una vez dijo aquello pensó que llevar ambos cuerpos iba a ser complicado y el espadachín tal vez no podía cargar con aquella cosa de dos metros y medio todo el viaje. En aquel momento la piel del Uchiha empezó a recubrirse de escamas negras. En poco tiempo estaba convertido en su forma completa y miraba a su soldado con tranquilidad. Usó su larga cola para coger ambos cuerpos y ponerlos a su espalda. Después esperaría al mercenario. Una vez que éste subiera empezaría su vuelta al barco tranquilamente. – Este barco gigante me ha molado. Quizás le pida al gobierno permiso para hacerlo la base principal de Kyofu. Por el momento creo que lo más sensato será esperar un tiempo. – Una vez dijo aquello divisó el barco y comenzó a aterrizar en la cubierta tranquilamente.
Observaba sonriente cuando de repente el pez lanzó una onda cortante que partió un árbol en dos. Cosa que hizo sonreír de lado al moreno que pensaba que tenía un potente corte. El pobre tronco de madera había sido hecho trizas sin tener culpa de nada. Por suerte su soldado lo había evadido y sin llevarse daños serios. El combate continuaba con potentes tajos por parte de los dos. El devastador nunca había entendido el estilo de los espadachines. Prefería usar los puños o simplemente armas pesadas que pudieran golpear con fuerza y luego moverla a toda velocidad debido a su potencia. Enseguida vio como el moreno susurraba algo y sus brazos se musculaban marcándosele las venas de estos. – Oh… ¿Canalización? ¿Alguna habilidad nueva? – Dijo en voz baja el devastador mientras sonría de lado observando la pelea. No pensaba que fuese una fruta pero si era una técnica especial era bastante buena. No pudo evitar seguir contemplando el combate hasta que su soldado acabó en el suelo y el pez herido. Finalmente un corte del mercenario sentenció la agonía del tiburón y después lanzó su cabeza por los aires. Aquello hizo al shichibukai seguirla con la mirada en todo momento viendo bien dónde había caído.
Enseguida Nokotori dijo que esperaba que el arroz estuviese bueno. Realmente aquel hombre estaba obsesionado con aquel hidrato de carbono. Era normal pues Madara también lo había probado y sin duda era delicioso. Ahora soltó un pequeño suspiro y se quedó mirando al moreno de forma calmada para después señalar la cabeza. – Yo entiendo que lanzar cabezas es divertido. De hecho yo también lo hacía al principio. Hasta que me enteré que sin ellas no hay dinero. Recógela o no cobraremos por el gyojin. – Una vez dijo aquello pensó que llevar ambos cuerpos iba a ser complicado y el espadachín tal vez no podía cargar con aquella cosa de dos metros y medio todo el viaje. En aquel momento la piel del Uchiha empezó a recubrirse de escamas negras. En poco tiempo estaba convertido en su forma completa y miraba a su soldado con tranquilidad. Usó su larga cola para coger ambos cuerpos y ponerlos a su espalda. Después esperaría al mercenario. Una vez que éste subiera empezaría su vuelta al barco tranquilamente. – Este barco gigante me ha molado. Quizás le pida al gobierno permiso para hacerlo la base principal de Kyofu. Por el momento creo que lo más sensato será esperar un tiempo. – Una vez dijo aquello divisó el barco y comenzó a aterrizar en la cubierta tranquilamente.
Nokotori Kurodoku
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El moreno recogió la cabeza del gyojin y la metió en una especie de saca. Miró a Madara y éste, cargando los dos cuerpos, se transformó en un dragón completamente. Nokotori subió a lomos de su líder y empezó a volar. Madara comentó que quería hacer de aquel barco/isla la nueva base de Kyofu. Al espadachín no le desagradaba la idea puesto que le había gustado aquella isla. A Nokotori le gustaba donde estaba la base pero aquella isla le había enamorado. Pensaba que tenía tanto que recorrer e investigar, seguro que encontraba algo bueno ahí. Además de que era más grande Thriller Bark era un barco. Podían desplazar la base en cualquier momento y donde quisieran. Aquel lugar ganaba puntos por momentos.
El moreno iba sobre Madara volando en el cielo y en pocos minutos divisaron el barco en el que habían llegado. El dragón empezó a caer en picado y acabó aterrizando por la zona más amplia del navío. Los mercenarios que había contratado el Shichibukai seguían ahí. Nokotori pensaba que aquellos hombres eran inútiles puesto que no ayudaron en nada, excepto manejar el barco. Cosa que podrían haber hecho aquellos dos solos y ahorrándose algo de dinero. No obstante el dinero ya no era demasiado problema, habían conseguido unos buenos pares de millones y relativamente fácil. El espadachín estaba algo decepcionado porque dada la fama que tenían aquellos dos pensó que se iba a divertir más. Nada más lejos de la realidad, Madara ni se esforzó en aniquilar a su oponente. El gyojin opuso bastante resistencia y estaba bastante a la par con el espadachín, pero acabó pasando lo inevitable y Nokotori venció.
Nokotori soltó la saca con la cabeza donde estaban los cuerpos para que no se perdiese. Esperaba que los mercenarios fuesen listos y no tuviesen la iluminada idea de intentar robar aquellos sacos de dinero. Estaba claro que el moreno iría tras ellos hasta aniquilar a toda su familia para después matarlos a ellos. Además, Madara haría lo mismo o algo peor incluso. Nokotori estaba pensando ya en la comida que le esperaba, hacía tiempo que no comía algo de arroz y el cuerpo se lo pedía. Realmente no sabía si aquellos patéticos mercenarios sabían cocinar pero si alguno pensaba que podía, lo mandaría a ello. Cocinar para aquel hombre era un deporte de riesgo en toda regla, si lo haces mal mueres. Además, que al moreno le encantaba hacer eso para poder matar a alguien sin ningún tipo de excusa. Acusaba a la gente de que lo había intentado envenenar y listo, nadie sospecharía.
El tipo del pelo verde que le despertó cuando llegaron a su destino se acercó a Nokotori. -N-Nokotori san ¿está bien?- El muchacho observó como el espadachín estaba bastante polvoriento y con algunas magulladuras. En cambio Madara estaba completamente nuevo. Aquel chico estaba asombrado por aquellos dos. Se enfrentaron solos a los “dioses del sur” y no tardaron más de 2 horas en despacharlos. Sin duda el chaval empezó a admirar más a la banda de Kyofu. Había escuchado mucho sobre el Shichibukai y su monstruosa fuerza, pero apenas sabía mucho sobre los demás miembros. Algo le hizo pensar que tal vez sería buena idea entrar en la banda para llegar a ser un mejor mercenario. -No es nada. Espero que alguno de vosotros sepa cocinar. Tanto el jefe como yo tenemos hambre, así que preparad lo mejor que sepáis hacer. Yo claramente quiero arroz y si no me gusta…- Dicho esto el moreno sonrió de lado de manera siniestra.
El muchacho peli verde se quedó mirando a Nokotori y asintió torpemente. Una vez que el moreno se puso a andar, el chaval salió corriendo dentro. El espadachín iba a ir a su camarote para ver si tenía lo que necesitaba y aplicarse aunque sea los primeros auxilios.
El moreno iba sobre Madara volando en el cielo y en pocos minutos divisaron el barco en el que habían llegado. El dragón empezó a caer en picado y acabó aterrizando por la zona más amplia del navío. Los mercenarios que había contratado el Shichibukai seguían ahí. Nokotori pensaba que aquellos hombres eran inútiles puesto que no ayudaron en nada, excepto manejar el barco. Cosa que podrían haber hecho aquellos dos solos y ahorrándose algo de dinero. No obstante el dinero ya no era demasiado problema, habían conseguido unos buenos pares de millones y relativamente fácil. El espadachín estaba algo decepcionado porque dada la fama que tenían aquellos dos pensó que se iba a divertir más. Nada más lejos de la realidad, Madara ni se esforzó en aniquilar a su oponente. El gyojin opuso bastante resistencia y estaba bastante a la par con el espadachín, pero acabó pasando lo inevitable y Nokotori venció.
Nokotori soltó la saca con la cabeza donde estaban los cuerpos para que no se perdiese. Esperaba que los mercenarios fuesen listos y no tuviesen la iluminada idea de intentar robar aquellos sacos de dinero. Estaba claro que el moreno iría tras ellos hasta aniquilar a toda su familia para después matarlos a ellos. Además, Madara haría lo mismo o algo peor incluso. Nokotori estaba pensando ya en la comida que le esperaba, hacía tiempo que no comía algo de arroz y el cuerpo se lo pedía. Realmente no sabía si aquellos patéticos mercenarios sabían cocinar pero si alguno pensaba que podía, lo mandaría a ello. Cocinar para aquel hombre era un deporte de riesgo en toda regla, si lo haces mal mueres. Además, que al moreno le encantaba hacer eso para poder matar a alguien sin ningún tipo de excusa. Acusaba a la gente de que lo había intentado envenenar y listo, nadie sospecharía.
El tipo del pelo verde que le despertó cuando llegaron a su destino se acercó a Nokotori. -N-Nokotori san ¿está bien?- El muchacho observó como el espadachín estaba bastante polvoriento y con algunas magulladuras. En cambio Madara estaba completamente nuevo. Aquel chico estaba asombrado por aquellos dos. Se enfrentaron solos a los “dioses del sur” y no tardaron más de 2 horas en despacharlos. Sin duda el chaval empezó a admirar más a la banda de Kyofu. Había escuchado mucho sobre el Shichibukai y su monstruosa fuerza, pero apenas sabía mucho sobre los demás miembros. Algo le hizo pensar que tal vez sería buena idea entrar en la banda para llegar a ser un mejor mercenario. -No es nada. Espero que alguno de vosotros sepa cocinar. Tanto el jefe como yo tenemos hambre, así que preparad lo mejor que sepáis hacer. Yo claramente quiero arroz y si no me gusta…- Dicho esto el moreno sonrió de lado de manera siniestra.
El muchacho peli verde se quedó mirando a Nokotori y asintió torpemente. Una vez que el moreno se puso a andar, el chaval salió corriendo dentro. El espadachín iba a ir a su camarote para ver si tenía lo que necesitaba y aplicarse aunque sea los primeros auxilios.
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El shichibukai terminó de aterrizar en la cubierta y observó como el resto de personas se quedaban mirando asombradas. Nokotori se puso a hablar con el del pelo verde pero el líder ahora no prestó mucha atención a eso. Volvió a la forma humana lo más rápido posible y cogió los dos cuerpos con la cabeza incluida llevándolos a su camarote. Sabía que nadie de aquel barco era lo suficiente idiota como para tratar de robarle las presas. Una vez las dejó en el suelo de la sala, entrecerró los ojos despacio y se cruzó de brazos. Ya no había mucho que hacer y lo siguiente que hizo fue caminar hacia el exterior con una mirada inexpresiva y una tranquilidad impresionante.
Nada más llegar de nuevo hacia dónde estaban el resto de mercenarios, mostró una siniestra sonrisa ordenando que pusieran rumbo al cuartel marine del Norte. Era el más cercano a la base de Galuna y por ello no había ningún problema. – ¡Yo seré algún día mejor que Madara! – Gritó de repente uno de aquellos tipos y que además parecía haber bebido un poco de más. Poseía un sombrero azulado y una camisa del mismo tono. Sus pantalones eran blancos y sus sandalias marrones. Ahora corrió a por el dragón entre risas mientras trataba de lanzarle un golpe al pecho. El moreno alzó una ceja pero no podía matarlo o se ganaría el miedo de aquellos útiles inversores. Se dejó dar y al no sentir casi nada cogió a aquel tipo de la cabeza y de un movimiento lo estampó contra el suelo pero sin mucha fuerza.
Una vez hizo eso se dio cuenta de que estaba inconsciente y los demás empezaron a reírse. Parecía un jodido circo pero mientras los tuviese bajo control le daba absolutamente igual. En ese momento vio al espadachín ir hacia el camarote y empezó a seguirlo. No pretendía hacerlo de forma oculta y lo hizo con tranquilidad. Nada más llegar entró con él sin pedir permiso y cerró la puerta pegando su espalda a ésta. – Cuando te conocí eras un soldado. Creo que ahora eres de mi familia. – Una vez le dijo aquello sonrió de lado para después abandonar el camarote despacio. Empezó a caminar hacia la cocina y observó al peliverde preparando arroz. En ese momento no pudo evitar mostrar una sonrisa ladeada para después sentarse en la mesa suspirando y llevándose las manos a la nuca de forma calmada. El descanso iba a ser merecido después de todo.
Nada más llegar de nuevo hacia dónde estaban el resto de mercenarios, mostró una siniestra sonrisa ordenando que pusieran rumbo al cuartel marine del Norte. Era el más cercano a la base de Galuna y por ello no había ningún problema. – ¡Yo seré algún día mejor que Madara! – Gritó de repente uno de aquellos tipos y que además parecía haber bebido un poco de más. Poseía un sombrero azulado y una camisa del mismo tono. Sus pantalones eran blancos y sus sandalias marrones. Ahora corrió a por el dragón entre risas mientras trataba de lanzarle un golpe al pecho. El moreno alzó una ceja pero no podía matarlo o se ganaría el miedo de aquellos útiles inversores. Se dejó dar y al no sentir casi nada cogió a aquel tipo de la cabeza y de un movimiento lo estampó contra el suelo pero sin mucha fuerza.
Una vez hizo eso se dio cuenta de que estaba inconsciente y los demás empezaron a reírse. Parecía un jodido circo pero mientras los tuviese bajo control le daba absolutamente igual. En ese momento vio al espadachín ir hacia el camarote y empezó a seguirlo. No pretendía hacerlo de forma oculta y lo hizo con tranquilidad. Nada más llegar entró con él sin pedir permiso y cerró la puerta pegando su espalda a ésta. – Cuando te conocí eras un soldado. Creo que ahora eres de mi familia. – Una vez le dijo aquello sonrió de lado para después abandonar el camarote despacio. Empezó a caminar hacia la cocina y observó al peliverde preparando arroz. En ese momento no pudo evitar mostrar una sonrisa ladeada para después sentarse en la mesa suspirando y llevándose las manos a la nuca de forma calmada. El descanso iba a ser merecido después de todo.
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Nokotori se hallaba en la habitación sentado en su cama. Pronto alguien tocó a la puerta y la abrió. Se trataba de Madara. Se apoyó en la pared del camarote y le dijo unas palabras que lo cierto es que el moreno no se esperaba. El espadachín al escuchar aquello quedó algo en shock. La poca familia que tuvo en su día se la arrebataron y hacía muchos años que no sentía aquella sensación que transmitía una familia. Desde que conoció al Shichibukai había vivido muchísimas aventuras junto a él y también junto a sus dos compañeros. Al principio respetaba a Madara bastante debido que era un hombre bastante fuerte, pero poco a poco ese respeto se fue convirtiendo en algo más. La banda de Kyofu no era una banda normal para el espadachín, era una pequeña familia. Un sitio donde sería protegido por sus compañeros y donde él también los protegería, aunque a su modo. Nokotori a pesar de ser un sanguinario, sádico y una persona en la que no puedes confiar demasiado, con sus compañeros era un buen tipo. De todos modos siempre o casi siempre se mostraba bastante frío, pero los demás deberían haber notado lo que piensa el espadachín respecto a ellos. -Madara, me alegra escuchar eso, lo cierto es que pienso igual.- Antes de que el dragón dejase la habitación pudo decir aquellas palabras con bastante alegría, mostrando por primera vez en muchísimos años una sonrisa amable. Pocas personas podrían decir que han visto al espadachín sonreír de aquella manera y además vivir para contar aquella experiencia.
Después de que su líder se fuese, la tripa del moreno empezó a rugir con fuerza. La batalla que tuvo con aquel hombre pez lo había debilitado bastante y necesitaba reponer fuerzas. Se levantó y se dirigió a un botiquín que había colgado en la pared del camarote. Lo abrió cogiendo un bote de agua oxigenada y empezó a curarse las heridas. Aquella maldita cosa escocía de lo lindo, pero el moreno aguantó el dolor perfectamente. Lo cierto es que heridas peores se había curado. Se vendó los brazos casi al completo y los tapó con su ropa. Un fino olor vino a la nariz de Nokotori. La comida estaba lista sino estaba ya. Abrió la puerta bastante rápido y se dirigió hacia el comedor de aquel barco.
Cuando llegó pudo ver la mesa completamente puesta y a lo lejos pudo ver un gran plato de arroz que llevaba su nombre puesto. El moreno se relamió despacio y se dirigió a aquel delicioso manjar. Se sentó en la mesa y colocó una servilleta en el cuello para no mancharse. La pinta de aquel plato era sensacional y esperaba que el sabor fuese igual o mejor incluso que la presentación. Si estaba bueno probablemente se pensaba a si llevar a aquel chico consigo. Cogió el tenedor y lentamente empezó a comer. Aquella cosa estaba muy buena, lo cierto es que no había probado el arroz con aquel sabor y eso le alegró bastante. Le gustaba mucho explorar nuevos sabores con aquella comida. Siguió comiendo mientras pensaba que aquel día era perfecto, comida, dinero y acción. Ya había terminado todo y solo quedaba esperar a llegar para cobrar la bonita suma de berries.
Después de que su líder se fuese, la tripa del moreno empezó a rugir con fuerza. La batalla que tuvo con aquel hombre pez lo había debilitado bastante y necesitaba reponer fuerzas. Se levantó y se dirigió a un botiquín que había colgado en la pared del camarote. Lo abrió cogiendo un bote de agua oxigenada y empezó a curarse las heridas. Aquella maldita cosa escocía de lo lindo, pero el moreno aguantó el dolor perfectamente. Lo cierto es que heridas peores se había curado. Se vendó los brazos casi al completo y los tapó con su ropa. Un fino olor vino a la nariz de Nokotori. La comida estaba lista sino estaba ya. Abrió la puerta bastante rápido y se dirigió hacia el comedor de aquel barco.
Cuando llegó pudo ver la mesa completamente puesta y a lo lejos pudo ver un gran plato de arroz que llevaba su nombre puesto. El moreno se relamió despacio y se dirigió a aquel delicioso manjar. Se sentó en la mesa y colocó una servilleta en el cuello para no mancharse. La pinta de aquel plato era sensacional y esperaba que el sabor fuese igual o mejor incluso que la presentación. Si estaba bueno probablemente se pensaba a si llevar a aquel chico consigo. Cogió el tenedor y lentamente empezó a comer. Aquella cosa estaba muy buena, lo cierto es que no había probado el arroz con aquel sabor y eso le alegró bastante. Le gustaba mucho explorar nuevos sabores con aquella comida. Siguió comiendo mientras pensaba que aquel día era perfecto, comida, dinero y acción. Ya había terminado todo y solo quedaba esperar a llegar para cobrar la bonita suma de berries.
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