Desayuno Con Magdalenas [Castor-Sir Lanxerot]

Los primeros rayos de Sol entraron por las ventanas de aquel edificio. Castor se hallaba dormido en su cama como de costumbre. Abrió los ojos muy despacio mientras soltaba un bostezo y se estiraba. Recientemente había vuelto de una misión importante en una isla nevada del Norte. Aquel puto revolucionario le había causado muchos problemas. Luego se enteró de que su asaltante era conocido como el renegado. Tenía que encerrar a aquel cabrón cuanto antes. Miró un poco a su alrededor y decidió no vestirse como siempre. Se puso una simple camiseta azulada de manga larga y unos pantalones negros. En los pies unas zapatillas de cama y en los ojos sus gafas de Sol. Para irse a desayunar no necesitaba más.

Salió por la puerta tranquilamente y empezó a caminar rumbo a la cocina. No sabía si había varias pero siempre iba a la que estaba en el primer piso de todos. Nada más hacerlo se encontró que no había nadie. No entendió el motivo pero no le dio mucha importancia. Tomó un vaso del fregadero y abrió la nevera con total tranquilidad. Pudo ver un sabroso melón junto a una botella de vino caro. Justo cuando iba a cogerla pudo leer en una etiqueta dorada un mensaje dejado por alguna persona. “Reservado por los agentes del CP7”. Aquello provocó que soltara una mueca de desagrado. – Qué hijos de puta… – Susurró despacio mientras cogía una botella de leche junto a un zumo de naranja. Cerró la puerta notando como el aire frío quedaba allí encerrado y se dirigió a la mesa con una mirada adormilada y tranquila.

Castor por el momento pertenecía al grado cuatro. Planeaba seguir subiendo en aquella escala pero por el momento parecía no haber misiones para él. Todos decían que no iba a durar ni dos días debido a su pasión por las mujeres y sus gilipolleces variadas. Sin embargo sus superiores estaban satisfechos con su trabajo. Pese al tropiezo en el Norte con el renegado, tuvo éxito en todas las demás. Cogió otro vaso y se sirvió uno de cada líquido que llevaba. Después miró bien en la lacena y pudo ver algo que le hizo sonreír de forma amplía. – Esto no tiene etiquetas… – Parecía ser una bandeja de magdalenas y bollos de chocolate. La cogió entera y la puso sobre la mesa, después se sentó en la silla y tras darle un largo trago al zumo se puso a comer. La felicidad invadió su rostro mientras degustaba aquel deliciosa manjar.

Una isla emerge en el fondo del horizonte, Enies Lobby, la tierra del gobierno por excelencia. Me encontraba sentado en un sofá del despacho del vice almirante Andrew, con la mirada perdida en el horizonte calmado pese a estar esposado.

-Aún no comprendo que esta pasando Andrew, soy noble y no he cometido ningún crimen por el cual se me pueda juzgar- le decía sereno a marine, que era un viejo amigo de hacia tiempo.

-Si por mi fuera bien sabes que no tendrías esas esposas, pero al haber fallado tu misión de infiltración todo ha cambiado, el gobierno últimamente tiene unas directrices muy férreas- mencionaba mientras fumaba su tabaco negro -Pero ahora hay dudas, rumores, hasta que no se esclarezcan debes permanecer bajo vigilancia- musitó pensativo -Mis ordenes son llevarte a Enies Lobby y dejarte ante un grupo de escolta, si eso te deja más tranquilo- reveló dispersando parcialmente el misterio.

Un silencio incomodo inundó el camarote, la situación había sido tensa desde el fracaso al atrapar a los residuos de los Red Demons. Maldito Akagami, aún no sabía como se las había ingeniado para escapar. Aquel probable ascenso se había tornado en contra mía. Cogí con dificultades la taza de tila de la mesilla y di un sorbo, aquello me ayudaría a relajarme. Realmente debía prepararme, aunque realmente aparentará estar tranquilo tenía mucho que ocultar. Primero la muerte de mi hermano y de mi padre, los dos únicos delitos que me podía ejecutar a muerte, ya que la muerte a un igual en lo que respecta a títulos nobiliarios podría ser juzgado en la tierra santa. Otro delito que me llevaría a prisión sería si realmente se esclarecía los asesinatos de la agencia Cipher Pol North_6, aunque dudaba seriamente que se esclareciera el asunto de la muerte de aquellos seis agentes. Probablemente tuvieran dudas sobre lo ocurrido con Akagami, pero aquello no me preocupaba, no había cabos sueltos tampoco. De hecho en ninguno de esos tres delitos habían cabos sueltos. Tan solo el agente 42 podría meterme en problemas, si salía de esta debería reforzar el entrenamiento mental que inicié hace nueve años así como proseguir algunas enseñanzas del diario de Darius Lanxerot.

-Últimamente ocurre algo raro con el gobierno ¿No crees?- me comentó el marine.

Debía elegir cuidadosamente mis palabras, él era un tipo legal con un código moral inquebrantable, si cometía el más mínimo desliz el perspicaz vicealmirante se daría cuenta.

-Llevamos acumulando algunas derrotas militares consecutivas, aunque ciertamente algo chirría- mencioné siguiéndole la corriente -Es por eso que pediste mi traslado ¿Me equivocó? - le pregunté al viejo amigo.

-Cierto es- finalizó el vicealmirante dejándome encerrado en la habitación, a solas. Era hora de preparar una coartada.

El barco avanzaba lentamente hacia el puerto, haciendo un vaivén a la mar de molesto.

El loco continuaba comiendo felizmente cuando de repente sintió como la puerta de su espalda se abría despacio. Miró hacia atrás con la boca llena y pudo ver a uno de sus superiores. Una agente del CP7 que le observaba de forma seria. Era un tipo de piel oscura y cabellos azulados. El tono de sus ojos era rojizo y de cuerpo parecía estar bastante fornido. En su mano derecha poseía una carpeta. A juzgar por la expresión que tenía, el castaño predecía que le iba a caer otra bronca por una fiesta que se habría pegado haría ya algunos días. Se quedó observándole callado mientras terminaba de tragar y se metía varias magdalenas en el bolsillo para que no se las requisara de ninguna forma.

Después de unos segundos aquel hombre suspiró y pegó con su puño en la mesa. – Castor espero que no hayas olvidado el encargo que se te asignó ayer. – El asesino se quedó confuso y alzó una ceja pues no se acordaba. De repente miró por la ventana y pudo ver un barco acercándose. En ese momento simplemente asintió con la cabeza tratando de librarse. Aquel tipo entonces sonrió de forma amplía y le levantó el pulgar. – Por fin vas aprendiendo el oficio. Me siento orgulloso de que lo sepas. Ahora dirígete al puerto y escolta a tu objetivo. – El salido era ahora muy feliz. No se creía la suerte que había tenido y ahora se puso en pie. Sin embargo se giró mirando a aquel hombre a los ojos. – ¿Podría antes darme un trozo de ese delicioso melón que guarda en la nevera? – El superior frunció el ceño de forma exagerada y aquello hizo que Castor se olvidara y saliera de la sala echando leches.

Los superiores tenían mucha mala leche por la mañana al parecer. Ahora al parecer debía de escoltar a una persona pero no sabía ni a dónde ni quién era ese tipo. De todas formas pudo ver en el puerto a más agentes de grados inferiores por lo que se quedó más tranquilo. Al parecer era el que más rango tenía de ello y eso le gustó bastante. Se puso allí mismo con su precioso pijama y esperó. Todos los demás iban trajeados y al verle así no podían evitar quedar impresionados pero el agente de plata pasaba de vestirse con lo a gusto que estaba de aquella forma tan peculiar.

Pasaron una serie de minutos, yo andaba inmerso en maquinaciones varias -Seguramente lo primero que deseen sea saber que salió mal en la redada, bueno yo me limitare a remitir que todo esta en el informe del vicealmirante -Sí, lo primero sería pedirle una copia y firmarla yo también. Bien, una vez eso simplemente tendré que explicar por que no pelee, simplemente era un as en la manga para asegurarme de que si por algún casual escapaban o vencían a la marina podría seguir rastreándolos, sí, una acción prudente, reprochable también, pero prudente y cabal a fin de cuentas. Probablemente luego me preguntaría o interrogarían tratando de saber el porque de esa prudencia, seguramente sospechen de que podría haberlos avisado, seguramente sea lo más difícil de creer, aunque si no descubren a Ryan, no habrá pruebas tangibles y serán meras sospechas, tendré que andarme con pies de plomo durante una temporada pero es plausible. El único problema es el agente 42, debo concentrarme para reprimir mis sentimientos y recuerdos. Bueno sí fui capaz durante de hacerlo durante siete años no creo que haya impedimento de volver hacerlo ahora- pensaba a una velocidad relampagueante, descartando y previniendo las preguntas y respuestas que me podrían y debía dar respectivamente.

Uno de los capitanes de abordo me interrumpió de mis pensamientos abriendo la puerta, a la vez que me comunicaba -El vicealmirante Andrews requiere su presencia en popa, estos dos marines se encargarán de llevar sus pertenencias- dijo mientras hacia un gesto a los marines de que cogieran un par de maletas apoyadas en el escritorio del vicealmirante.

Con rabia contenida pero bien disimulada, me levante y salí de la habitación agachando la cabeza para evitar golpearme con la parte superior de esta. Tras recorrer un par de pasillos salimos a cubierta, tras lo cual nos dirigimos a la popa. Hacia una brisa agradable, el vicealmirante miraba al horizonte pensativo.

-¿Qué pensaste de mi recomendación?- pregunto el marine con un tono grave pero a la vez sereno y apaciguado.

-Ser marine, no creo que sea lo que me hace más feliz- respondí yo educadamente.

-Me lo imaginaba, bueno, el mes que viene me trasladan al G-5, quieren ver si soy capaz de mantener la disciplina que impuse aquí -musitó con un tono molesto, ciertamente era una ofensa a su trabajo -Piensa bien la oferta, me vendría bien un tipo como tú en el nuevo mundo, además tarde o temprano ese Akagami tendrá que ir allí, entonces podrás terminar el trabajo- dijo tentándome en exceso, por un segundo estuve a punto de aceptar.

-Me lo pensaré- contesté dubitativo, puede que después de todo no fuera una mala oferta.

El barco llegó a puerto, Ennies Lobby se veía más blanca que nunca, una pasarela se deslizó y el vicealmirante, el capitán, los dos marines de bajo rango y yo bajamos a puerto donde un equipo de agentes parecía estar esperándonos. Los marines depositaron las maletas y el vicealmirante se despidió dando una orden a su capitán introduciéndose en un carromato que había llegado simultáneamente a recogerle. Los marines regresaron al barco y comenzaron ciertos preparativos y tareas de manutención.

Castor continuaba observando el barco con toda la calma del mundo mientras mantenía una sonrisa tranquila en su rostro. Sus ropas realmente destacaban con exageración pero por suerte no había ningún rango superior para echarle la bronca. La calma del océano era bastante buena y el tiempo no era nada malo. El castaño se mantuvo en todo momento quieto mientras iba analizando a los de bajo rango de allí. No parecían ser muy corpulentos ni poderosos. Sin embargo poseían armas de fuego rápido y aquello era más que suficiente para tener bajo control cualquier problema. Al menos eso pensaba el agente plateado que ahora se cruzó de brazos tranquilamente. Después de unos momentos sacó un cigarro del bolsillo junto a su encendedor y comenzó a dar caladas despacio. No sabía si estaba prohibido fumar pero mientras no le pillasen no pasaría nada.

Castor en ese momento escuchó como alguien le llamaba por su hombre y apellido con una voz muy grave. En ese momento se metió el cigarro totalmente en la boca sintiendo cierto dolor por quemarse la lengua debido a la quemadura. Frunció el ceño y ahora miró a la dirección de dónde venía aquella voz. Al parecer era un hombre que ya conocía. Su rango era de grado siete. Su melena era larga y rojiza. El tono de sus ojos azul. Caminó despacio colocándose delante de él y le miró con seriedad. El castaño mantuvo todo el tiempo la boca cerrada, dispuesto a tragarse el cigarro si era necesario. En aquel momento ese tipo sonrió de forma amplia. – Felicidades señor. Tengo el honor de avisarle que hace una media hora decidieron ascenderle a CP8 por el asesinato del comandante Donald. – En ese momento el loco escupió el cigarro a un lado sin poder creérselo mucho.

Por dentro estaba dando saltos de alegría. Había subido cuatro escalones del tirón y ahora no pudo evitar sonreír de lado. Pensaba que se iba a llevar la bronca por ir en pijama pero ahora podía darse el lujo. Soltó una carcajada mientras miraba a todo el mundo. – ¡Esta noche fiesta salvaje en mi habitación! ¡Invito yo a las bebidas! – Una gota de sudor cayó de la cabeza del pelirrojo mientras flipaba con el comentario de aquel hombre. Los demás alzaron los puños emocionados pero al ver como los marines salían del barco volvieron a ponerse serios. El de más rango y el que rebosaba más poder se largó en un carromato. Ahora frente a ellos quedó un hombre bastante alto. El loco caminó hasta colocarse frente a él y mirarle. – Bueno si eres el objetivo al que tenemos que acompañar creo que ya sabes el procedimiento. – Dicho aquello tres hombres se pusieron detrás, dos a la derecha, uno a la izquierda y cuatro al frente. Éstos empezaron a caminar esperando a que aquel tipo les siguiera. Castor simplemente se puso a su lado tranquilamente mientras sacaba otro cigarro y le ofrecía con toda la calma del mundo. – ¿Quieres uno? – El puto loco estaba suelto y encima con un rango bastante alto.

El grupo no tardó mucho en ponerse en la formación número veinte tres, escolta de sospechoso de alta relevancia social, difería del resto de formaciones de escolta de criminales debido a que solía darse un poco más de coba al prisionero, para que esta no resultará una humillación o machacará por completo el buen nombre del sospechoso. El hombre que parecía dirigir al grupo iba con unas pintas curiosas, de hecho, parecía ir en pijama o algo parecido, unas pintas bizarras cuanto menos, por un instante se sintió ultrajado ¿Acaso le consideraban una persona de tan bajo calibre?

Luego pensándolo con mayor tranquilidad aquello era lo mejor que le podía pasar, si su vista pasaba desapercibida sería lo mejor, tanto para él como para su honra. El hombre que le escoltaba se dirigió a él avisándole de que seguirían el procedimiento, aunque el hombre lo aplico de forma algo más laxa por lo que le ofreció un cigarrillo. Tras ver que la marca de la cajetilla no era del todo de su desagrado, acepto el cigarrillo, llevándoselo a la boca con las manos esposadas, y agachando al cabeza lo suficiente como para que el hombre le diera fuego.

-Podría darme algo de fuego- mencionó a su escolta mientras caminaba por la avenida principal.

Si no recordaba mal de sus paseos anteriores, llegar hasta la sala de interrogatorios a ese ritmo llevaría no menos de treinta largos minutos, podría tener una charla discernida con el hombre y tal vez sonsacarle algo de información en lo que refería al gobierno mundial, ya que había desconectado un poco tras su larga misión de infiltración.

-Y bueno, ¿Cómo se llama usted, agente? - pregunté curioso al líder del grupo, tratando de romper el hielo -Supongo que me conocerá, soy Sir Lanxerot, uno de los 4 herederos del Reino Lvneel- continué tras una hipotética respuesta, o tras unos segundos de silencio - ¿Conoce usted mi caso? -proseguiría más tarde tratando de ver el grado de información del hombre y tal vez así deducir su rango.