León Zaid
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A las diez de la mañana nuestro barco desembarcó en el muelle que pertenece al cuartel marine del mar oeste, pudiendo contemplar nada mas bajar un pequeño pueblo muy poco avanzado en cuanto a lo tecnológico, o al menos en apariencia. Los pocos ciudadanos del pueblo se encontraban pescando, ya fuese con cañas o en pequeños botes adentrados en el mar arrastrando redes con idea de capturar algo.
Las casas estaban pintadas de blanco, sin embargo la pintura se había decolorado con el paso del tiempo, dando pie a un blanco roto bastante deteriorado e incluso con un ligero toque marrón producto de la suciedad y poca renovación de los exteriores de las casas. Los tejados de color rojo tenían algo de moho, un verde oscuro que bien podía parecer negro incluso, y en las ventanas unos barrotes negros impedían el acceso o la salida a las viviendas. En otras palabras, era un pueblo con casas viejas y pocos cuidados, una vergüenza para el gobierno desde mi punto de vista.
- Este pueblo es lo primero que se ve nada más llegar a esta isla, ¿Cómo puede el gobierno permitir este descuido por parte del cuartel?- Dije en voz baja para que solo me escuchase mi acompañante.
Mi acompañante era Friedrich Lanxerot Tesla, o eso decía el informe. Él había sido una nueva incorporación procedente del mar del norte, algo que me sorprendió al leerlo, no suelen verse a personas procedentes de dicho mar. Lanxerot acabó siendo mi compañero en esta visita por ordenes directas, solicité visitar un nuevo cuartel para conocer las instalaciones y me aceptaron de mala gana, ya que no tiene nada que ver con mi trabajo, más a cambio me obligaron a elegir entre varios miembros de los más novatos en la actualidad, con idea de que este conociese también el funcionamiento de un cuartel al tiempo que esperaban unas clases gratuitas por mi parte de lo que fuese, el Chiper Pol últimamente quiere crear súper agentes desde que son nuevos miembros de la agencia.
Al principio me negué a aceptar semejante chantaje, sin embargo mi deseo de conocer todos los cuarteles era mayor que mi orgullo, por lo que finalmente accedí a hacerlo. En cuanto a elegir mi acompañante fue fácil una vez que vi su ficha, no obstante antes tuve que contemplar varias fichas, cada cual más deprimente que la anterior, parecía que eran hombres desesperados y que no servían para nada, apuntados a la agencia con la única intención de asegurarse un empleo y un suelo, el único que fue capaz de llamar mi atención fue Lanxerot, su forma de mirar a la cámara a la hora de la fotografía me decía algo que necesitaba comprobar por mi mismo, podía ser un joven interesante.
- ¿Sabe?- Pregunté rápido saliendo así de mis propios pensamientos dirigiéndome a mi nuevo compañero. - Hace un tiempo relativamente corto estuve en el cuartel marine del norte, vamos, que estuve en sus tierras es lo que quise decirle. Desde luego son bastante bonitas, y las instalaciones marines no tenían nada que enviar a las de Enies Loby, sin duda el gobierno hizo buen trabajo en el mar del norte con su cuartel... ¿Cómo son el resto de las islas? Tengo entendido que son famosas por su belleza y nobleza.
La información es poder, y desde luego yo quería poder, conocer cada esquina de este mundo, ya fuese de un cuartel alejado de la mano de dios, de una pequeña isla deshabitada o de un poderoso reino con todo tipo de privilegios, conociendo cada dato del mundo podía pensar mejor los planes que pudiese llegar a elaborar en un tiempo lejano, más vale estar preparado para lo peor, pues algo me dice que mis planes van a ser forzados a adelantarse sin estar aún preparado para esto.
Las casas estaban pintadas de blanco, sin embargo la pintura se había decolorado con el paso del tiempo, dando pie a un blanco roto bastante deteriorado e incluso con un ligero toque marrón producto de la suciedad y poca renovación de los exteriores de las casas. Los tejados de color rojo tenían algo de moho, un verde oscuro que bien podía parecer negro incluso, y en las ventanas unos barrotes negros impedían el acceso o la salida a las viviendas. En otras palabras, era un pueblo con casas viejas y pocos cuidados, una vergüenza para el gobierno desde mi punto de vista.
- Este pueblo es lo primero que se ve nada más llegar a esta isla, ¿Cómo puede el gobierno permitir este descuido por parte del cuartel?- Dije en voz baja para que solo me escuchase mi acompañante.
Mi acompañante era Friedrich Lanxerot Tesla, o eso decía el informe. Él había sido una nueva incorporación procedente del mar del norte, algo que me sorprendió al leerlo, no suelen verse a personas procedentes de dicho mar. Lanxerot acabó siendo mi compañero en esta visita por ordenes directas, solicité visitar un nuevo cuartel para conocer las instalaciones y me aceptaron de mala gana, ya que no tiene nada que ver con mi trabajo, más a cambio me obligaron a elegir entre varios miembros de los más novatos en la actualidad, con idea de que este conociese también el funcionamiento de un cuartel al tiempo que esperaban unas clases gratuitas por mi parte de lo que fuese, el Chiper Pol últimamente quiere crear súper agentes desde que son nuevos miembros de la agencia.
Al principio me negué a aceptar semejante chantaje, sin embargo mi deseo de conocer todos los cuarteles era mayor que mi orgullo, por lo que finalmente accedí a hacerlo. En cuanto a elegir mi acompañante fue fácil una vez que vi su ficha, no obstante antes tuve que contemplar varias fichas, cada cual más deprimente que la anterior, parecía que eran hombres desesperados y que no servían para nada, apuntados a la agencia con la única intención de asegurarse un empleo y un suelo, el único que fue capaz de llamar mi atención fue Lanxerot, su forma de mirar a la cámara a la hora de la fotografía me decía algo que necesitaba comprobar por mi mismo, podía ser un joven interesante.
- ¿Sabe?- Pregunté rápido saliendo así de mis propios pensamientos dirigiéndome a mi nuevo compañero. - Hace un tiempo relativamente corto estuve en el cuartel marine del norte, vamos, que estuve en sus tierras es lo que quise decirle. Desde luego son bastante bonitas, y las instalaciones marines no tenían nada que enviar a las de Enies Loby, sin duda el gobierno hizo buen trabajo en el mar del norte con su cuartel... ¿Cómo son el resto de las islas? Tengo entendido que son famosas por su belleza y nobleza.
La información es poder, y desde luego yo quería poder, conocer cada esquina de este mundo, ya fuese de un cuartel alejado de la mano de dios, de una pequeña isla deshabitada o de un poderoso reino con todo tipo de privilegios, conociendo cada dato del mundo podía pensar mejor los planes que pudiese llegar a elaborar en un tiempo lejano, más vale estar preparado para lo peor, pues algo me dice que mis planes van a ser forzados a adelantarse sin estar aún preparado para esto.
Adam
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Mire el reloj, marcaban las diez menos veinte, era hora de ponerme en marcha. Me levante de la revuelta y desecha cama, me había costado conciliar el sueño la noche anterior. Me puse enfrente al espejo, de torso para arriba desnudo, tan solo llevaba esos pantalones vaqueros oscuros algo arrugados de haber dormido con ellos.
-Asquerosos viajes -musité mirándome al espejo antes de comenzar a lavarme.
Abrí el grifo de bronce y comencé a llenar mis manos de agua, la cual me eche en repetidas ocasiones a la cara, lavándola y despertándome por completo, luego con una sola mano me lave el sobaco opuesto a esta en dos ocasiones repitiendo el protocolo con el otro restante. Luego mojándome las manos comencé a hacer círculos con estas en el brazo opuesto, de manera semejante a cuando lo hice con los sobacos y posteriormente el pecho y el cuello.
Una vez aseado me puse una camisa de color blanco, limpia, sin arrugas, y luego la americana que la había dejado en la silla junto a una corbata de tono rojizo que se encontraba a su lado, la cual cogí con mi mano izquierda antes de situarme delante del espejo, donde me la coloque religiosamente.
Este era un rito que repetía todas las mañanas, parecía casi una adoración al físico, aunque yo simplemente lo consideraba higiene, acto seguido salí a la cubierta lo cual no me llevo mucho tiempo. Una vez allí mire el horizonte se veía el puerto no tardaríamos mucho en llegar a puerto.
Hacía un día despejado, aunque el sol no quemaba mi cuida y blanquecina piel, ahora que lo pensaba se me había olvidado echarme mis habituales cremas. Resignado, mire el cielo azul, ni una sula nube, tan solo un par en estratos altos.
-“Dichosos despistes” -pensé yo mientras me encendía uno de los pitillos rubios de mi petaca.
Comencé a andar por la cubierta, cuando quise darme cuenta estaba junto con el compañero de esta “misión”, su nombre León Zaid. Era un hombre de cabellos largos, alto, con un aspecto que imponía en cierta manera y además vestía de una forma elegante, algo más clasista que mi persona, pero que continuaba funcionando igual. El cual de repente arrancó a hablar:
-Este pueblo es lo primero que se ve nada más llegar a esta isla, ¿Cómo puede el gobierno permitir este descuido por parte del cuartel? - dijo con un tono de voz moderado.
-Tras lo que ocurrió en Loguetown, veo que cualquier cosa es posible de parte de este gobierno, esperemos que los acontecimientos no se precipiten demasiado pronto-dije yo a mi compañero, aunque desconocía si este entendería el sentido de mis palabras.
La verdad es que el lugar estaba algo descuidado, las casa mal pintadas parecían caerse a cachos y el lugar estaba rodeado de un ambiente casi gótico algo tétrico, pero me apresure a no juzgar el lugar, ignorando por un instante continué en mirar la panorámica durante unos instantes.
-¿Sabe? - Pregunté rápido saliendo así de mis propios pensamientos dirigiéndome a mi nuevo compañero. -Hace un tiempo relativamente corto estuve en el cuartel marine del norte, vamos, que estuve en sus tierras es lo que quise decirle. Desde luego son bastante bonitas, y las instalaciones marines no tenían nada que enviar a las de Enies Loby, sin duda el gobierno hizo buen trabajo en el mar del norte con su cuartel... ¿Cómo son el resto de las islas? Tengo entendido que son famosas por su belleza y nobleza -finalizo el hombre.
-Hace tiempo que no he estado en el Norte, aún así sabemos hacer las cosas bien, Señor Zaid, aunque si me permite me tomaré licencias para llamarle León, aunque creo que antes deberíamos presentarnos formalmente mi nombre es Friedrich Lanxerot Tesla, aunque puedes llamarme Lanxe o Lanxerot como más gusteís -le dije con una sonrisa algo estúpida en la cara, tal vez algo forzada, aunque eso no se notaría demasiado.
Di las últimas caladas a mi pitillo y lo tire por la borda a la espera de que mi compañero decidiera que hacer.
-Asquerosos viajes -musité mirándome al espejo antes de comenzar a lavarme.
Abrí el grifo de bronce y comencé a llenar mis manos de agua, la cual me eche en repetidas ocasiones a la cara, lavándola y despertándome por completo, luego con una sola mano me lave el sobaco opuesto a esta en dos ocasiones repitiendo el protocolo con el otro restante. Luego mojándome las manos comencé a hacer círculos con estas en el brazo opuesto, de manera semejante a cuando lo hice con los sobacos y posteriormente el pecho y el cuello.
Una vez aseado me puse una camisa de color blanco, limpia, sin arrugas, y luego la americana que la había dejado en la silla junto a una corbata de tono rojizo que se encontraba a su lado, la cual cogí con mi mano izquierda antes de situarme delante del espejo, donde me la coloque religiosamente.
Este era un rito que repetía todas las mañanas, parecía casi una adoración al físico, aunque yo simplemente lo consideraba higiene, acto seguido salí a la cubierta lo cual no me llevo mucho tiempo. Una vez allí mire el horizonte se veía el puerto no tardaríamos mucho en llegar a puerto.
Hacía un día despejado, aunque el sol no quemaba mi cuida y blanquecina piel, ahora que lo pensaba se me había olvidado echarme mis habituales cremas. Resignado, mire el cielo azul, ni una sula nube, tan solo un par en estratos altos.
-“Dichosos despistes” -pensé yo mientras me encendía uno de los pitillos rubios de mi petaca.
Comencé a andar por la cubierta, cuando quise darme cuenta estaba junto con el compañero de esta “misión”, su nombre León Zaid. Era un hombre de cabellos largos, alto, con un aspecto que imponía en cierta manera y además vestía de una forma elegante, algo más clasista que mi persona, pero que continuaba funcionando igual. El cual de repente arrancó a hablar:
-Este pueblo es lo primero que se ve nada más llegar a esta isla, ¿Cómo puede el gobierno permitir este descuido por parte del cuartel? - dijo con un tono de voz moderado.
-Tras lo que ocurrió en Loguetown, veo que cualquier cosa es posible de parte de este gobierno, esperemos que los acontecimientos no se precipiten demasiado pronto-dije yo a mi compañero, aunque desconocía si este entendería el sentido de mis palabras.
La verdad es que el lugar estaba algo descuidado, las casa mal pintadas parecían caerse a cachos y el lugar estaba rodeado de un ambiente casi gótico algo tétrico, pero me apresure a no juzgar el lugar, ignorando por un instante continué en mirar la panorámica durante unos instantes.
-¿Sabe? - Pregunté rápido saliendo así de mis propios pensamientos dirigiéndome a mi nuevo compañero. -Hace un tiempo relativamente corto estuve en el cuartel marine del norte, vamos, que estuve en sus tierras es lo que quise decirle. Desde luego son bastante bonitas, y las instalaciones marines no tenían nada que enviar a las de Enies Loby, sin duda el gobierno hizo buen trabajo en el mar del norte con su cuartel... ¿Cómo son el resto de las islas? Tengo entendido que son famosas por su belleza y nobleza -finalizo el hombre.
-Hace tiempo que no he estado en el Norte, aún así sabemos hacer las cosas bien, Señor Zaid, aunque si me permite me tomaré licencias para llamarle León, aunque creo que antes deberíamos presentarnos formalmente mi nombre es Friedrich Lanxerot Tesla, aunque puedes llamarme Lanxe o Lanxerot como más gusteís -le dije con una sonrisa algo estúpida en la cara, tal vez algo forzada, aunque eso no se notaría demasiado.
Di las últimas caladas a mi pitillo y lo tire por la borda a la espera de que mi compañero decidiera que hacer.
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Se veía que mi acompañante en el día de hoy era bastante orgulloso sobre su mar de origen, algo que me gustaba bastante, estar orgulloso del lugar de donde uno procede es bueno, señal de que has querido al lugar y sobretodo has sido feliz aunque fuese un poco, yo mismo era feliz de mi pasado a pesar de las desgracias vividas, y aunque aún no regresé a Alabasta para solventar los problemas que tenía pendiente sin duda estaba deseando hacerlo en cuando tuviese la oportunidad.
En el camino al cuartel tuvimos que atravesar el pequeño pueblo, el cuál a pesar de no tener tan buena pinta como el cuartel del norte tampoco era tan malo como me había parecido a primera vista, y su población estaba contenta con el sitio, supongo que el vivir de una manera más sencilla te hace en cierto modo más feliz, valorar todo más que si fuese un sitio lleno de comodidades y riquezas.
En ese instante caí en que no había respondido a Lanxerot, con lo cuál comencé a hablar con él planeando una especie de reunión informal para conocernos mejor dirigiéndome a una pequeña taberna del pueblo, al ser temprano imagino que no habría mucho escándalo, solo unas personas del pueblo tomando el café de la mañana planteándose los quehaceres del día.
- Tiene usted razón señor Lanxerot, si no le incomoda le llamaré así. Para compensarlo le invitaré a tomar un café en este lugar, o alguna bebida espirituosa si así lo prefiere usted, tiene vía libre para elegir jajajaja.
Sin presentarme aún adecuadamente entré en el lugar seguido por mi compañero y me senté en una mesa cercana a la chimenea, donde encendí un nuevo cigarro aspirando con fuerza en la primera calada, tal y como habituaba a hacer para inflar mis pulmones de humo blanco como entrante.
- Verá, mi nombre como bien sabe usted ya es León, León Zaid, y puede llamarme como desee mientras no varíe de mi nombre original. Entré en el cuerpo hace cosa de 4 años, aunque no empecé a realizar misiones propiamente dichas hasta hace... cosa de un año, hasta esa etapa estuve realizando continuos entrenamientos para mejorar, y ahora formo parte del Chiper Pol 8, aunque estoy entrenando a consciencia últimamente con idea de ascender al menos un rango más antes de que acabe el año que recién acaba de comenzar.- Dejé una pausa larga debido a la llegada del camarero, al cuál le ordené un café solo en taza pequeña, dejando a mi compañero la elección de su bebida.
Una vez llegó mi café y el pedido de Lanxerot di un trago sintiendo como el cálido líquido negro que era el café recorría toda mi garganta haciéndome sentir realmente despierto, sin duda hoy empezaba el día con energías y ganas de moverme.
- Bueno señor Lanxerot, ¿Cuál es su historia? Todos hemos entrado al cuerpo por una u otra razón y me gustaría saber cuál es la suya, aunque bueno, para no ser mal educado empezaré yo con la mía. - Dije riendo un poco segundos antes de dar un segundo sorbo al café. - Verá, provengo de una familia adinerada que tuvo varios asesinatos, por lo que si quería poder hacer algo para la familia tenía que hacerme más fuerte que aquellos que han asesinado a los míos, y no se me ocurrió un lugar mejor para hacerme más fuerte que el cuerpo de agentes del gobierno, al tiempo que realizo un servicio bueno para todo el mundo, matando así dos pájaros de un tiro. A decir verdad ya podría dedicarme solo a mi familia y sus negocios, pero le cogí cierto gusto a realizar misiones para el gobierno y ser su representante en algunas ocasiones, conozco mundo, recorro alguna que otra aventura y por el camino conozco a personas interesantes jajaja, ¿Será usted una de esas personas? - Pregunté divertido dando una calada al cigarro que precedió a una gran bocanada de humo blanco al tiempo que iba soltando las cenizas en el cenicero de la mesa.
En el camino al cuartel tuvimos que atravesar el pequeño pueblo, el cuál a pesar de no tener tan buena pinta como el cuartel del norte tampoco era tan malo como me había parecido a primera vista, y su población estaba contenta con el sitio, supongo que el vivir de una manera más sencilla te hace en cierto modo más feliz, valorar todo más que si fuese un sitio lleno de comodidades y riquezas.
En ese instante caí en que no había respondido a Lanxerot, con lo cuál comencé a hablar con él planeando una especie de reunión informal para conocernos mejor dirigiéndome a una pequeña taberna del pueblo, al ser temprano imagino que no habría mucho escándalo, solo unas personas del pueblo tomando el café de la mañana planteándose los quehaceres del día.
- Tiene usted razón señor Lanxerot, si no le incomoda le llamaré así. Para compensarlo le invitaré a tomar un café en este lugar, o alguna bebida espirituosa si así lo prefiere usted, tiene vía libre para elegir jajajaja.
Sin presentarme aún adecuadamente entré en el lugar seguido por mi compañero y me senté en una mesa cercana a la chimenea, donde encendí un nuevo cigarro aspirando con fuerza en la primera calada, tal y como habituaba a hacer para inflar mis pulmones de humo blanco como entrante.
- Verá, mi nombre como bien sabe usted ya es León, León Zaid, y puede llamarme como desee mientras no varíe de mi nombre original. Entré en el cuerpo hace cosa de 4 años, aunque no empecé a realizar misiones propiamente dichas hasta hace... cosa de un año, hasta esa etapa estuve realizando continuos entrenamientos para mejorar, y ahora formo parte del Chiper Pol 8, aunque estoy entrenando a consciencia últimamente con idea de ascender al menos un rango más antes de que acabe el año que recién acaba de comenzar.- Dejé una pausa larga debido a la llegada del camarero, al cuál le ordené un café solo en taza pequeña, dejando a mi compañero la elección de su bebida.
Una vez llegó mi café y el pedido de Lanxerot di un trago sintiendo como el cálido líquido negro que era el café recorría toda mi garganta haciéndome sentir realmente despierto, sin duda hoy empezaba el día con energías y ganas de moverme.
- Bueno señor Lanxerot, ¿Cuál es su historia? Todos hemos entrado al cuerpo por una u otra razón y me gustaría saber cuál es la suya, aunque bueno, para no ser mal educado empezaré yo con la mía. - Dije riendo un poco segundos antes de dar un segundo sorbo al café. - Verá, provengo de una familia adinerada que tuvo varios asesinatos, por lo que si quería poder hacer algo para la familia tenía que hacerme más fuerte que aquellos que han asesinado a los míos, y no se me ocurrió un lugar mejor para hacerme más fuerte que el cuerpo de agentes del gobierno, al tiempo que realizo un servicio bueno para todo el mundo, matando así dos pájaros de un tiro. A decir verdad ya podría dedicarme solo a mi familia y sus negocios, pero le cogí cierto gusto a realizar misiones para el gobierno y ser su representante en algunas ocasiones, conozco mundo, recorro alguna que otra aventura y por el camino conozco a personas interesantes jajaja, ¿Será usted una de esas personas? - Pregunté divertido dando una calada al cigarro que precedió a una gran bocanada de humo blanco al tiempo que iba soltando las cenizas en el cenicero de la mesa.
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Atravesé el pueblo junto con mi preparado compañero, fuimos a simple avanzando analizando el lugar, a fin de cuentas estábamos de inspección. El lugar no parecía tan viejo ni en tal mal estado como habría cabido esperar, quien sabe, tal vez era una estrategia militar del Oeste. Mi compañero por el camino pareció arreglar, la leve falta de descortesía invitándome a un café, pagando su deuda con creces.
Ambos entramos en una taberna cercana, la cual tenía un aspecto pequeño y tal vez acogedor, aunque alguien con claustrofobia lo sufriría ahí dentro, lo primero que me llamo la atención fueron las vigas de madera y el aspecto del edificio, con un aspecto algo medieval, me atrevería a decir que tenía al menos doscientos o incluso trescientos años. Aunque sinceramente afirmar eso sería aventurarme demasiado. Lo segundo que más llamo mi atención fue el gran número de pequeños ventanucos, tal vez hubiera tenido más sentido hacer menos ventanas algo más grandes.
Sin más miramientos entramos en el local y nos sentamos cerca de una chimenea, aunque esta estaba apagada, cosa que lamente ya que me gustaba mucho ver el fuego, el acto de ver una llama bailando era algo que me excitaba de una forma muy extraña.
El hombre se encendió un cigarro y comenzó a contarme su ingreso en la Cipher Pol, al parecer había pasado una gran cantidad de años entrenando antes de comenzar con su particular carrera meteórica, sus propósitos eran alcanzar el rango de Cipher Pol 9 en poco menos de un año, algo sin duda ambicioso. Aunque al parecer tenía también otros planes no tan claros ajenos a la institución, aunque puede ser que quisiera dar esa impresión. Parecía un hombre inteligente, sabio y prudente. Por último pidió que me presentara como es debido, justo en el mismo instante que un camarero traía los cafés.
Di un sorbo al delicioso y cargado café antes de comenzar mi historia:
-Veo que es un hombre con las ideas claras- le dije sonriendo -Sinceramente no me considero interesante, aunque creo que usted será un buen juez para decidirlo. Yo ingrese en el cuerpo cuando aún era un adolescente, el caso es que la gran mayoría de trabajos que tuve fueron de escolta y según crecí tuve que llevar a cabo alguna infiltración, trabajaba con una compañera su nombre era Amelie, una chica ruda con carácter, una diva para cualquier hombre del Norte...ella era lo poseedora de mi corazón, por muy profesional que fuera era algo que no iba a cambiar. La verdad es que no tardo mucho tiempo en convertirse en mi prometida...Puedo llegar a ser muy insistente y soy una persona que suele proponerse lo que propone. Amelie...-le decía a mi compañero antes de entrar en una especie de limbo, sin duda aquella gran cantidad de recuerdos que me inundaba...Una larga sucesión de recuerdos paso ante mis ojos, nuestro primer trabajo, nuestra primera mirada, nuestro primer beso, la primera caricia...Cuanto tiempo estuve en en silencio no fui capaz de medirlo, tan solo recordé lo mucho que le echaba de menos.
Tras la breve ida de la olla continué hablando con mi compañero, no antes de hacer una leve expresión de asombro parecida a cuando un alumno se despierta en una clase por una pregunta de un profesor.
-El caso es que en una misión de escolta, una de protocolo, el barco naufrago y yo desaparecí de esta faz de la tierra durante nada menos que nueve años, finalmente tras recuperar mi identidad y hacer una prueba de mis habilidades fui readmitido en el cuerpo, aunque omitiré esos aburridos detalles si me lo permite -le dije al hombre finalizando mi historia.
Yo me encendí otro pitillo rubio, ¿Sería el tercero del día? Ya había perdido la cuenta, el caso es que mientras ambos nos tomábamos los cafés decidí preguntar:
-Pero lo más importante es, ¿Qué tabaco prefiere usted? El rubio o el negro. He oído que que el rubio, mi preferido por cierto, es el más perjudicial, pero puede que usted tenga otras preferencias, jejeje-le dije riéndome cambiado el tema de conversacional a algo más trivial.
Ambos entramos en una taberna cercana, la cual tenía un aspecto pequeño y tal vez acogedor, aunque alguien con claustrofobia lo sufriría ahí dentro, lo primero que me llamo la atención fueron las vigas de madera y el aspecto del edificio, con un aspecto algo medieval, me atrevería a decir que tenía al menos doscientos o incluso trescientos años. Aunque sinceramente afirmar eso sería aventurarme demasiado. Lo segundo que más llamo mi atención fue el gran número de pequeños ventanucos, tal vez hubiera tenido más sentido hacer menos ventanas algo más grandes.
Sin más miramientos entramos en el local y nos sentamos cerca de una chimenea, aunque esta estaba apagada, cosa que lamente ya que me gustaba mucho ver el fuego, el acto de ver una llama bailando era algo que me excitaba de una forma muy extraña.
El hombre se encendió un cigarro y comenzó a contarme su ingreso en la Cipher Pol, al parecer había pasado una gran cantidad de años entrenando antes de comenzar con su particular carrera meteórica, sus propósitos eran alcanzar el rango de Cipher Pol 9 en poco menos de un año, algo sin duda ambicioso. Aunque al parecer tenía también otros planes no tan claros ajenos a la institución, aunque puede ser que quisiera dar esa impresión. Parecía un hombre inteligente, sabio y prudente. Por último pidió que me presentara como es debido, justo en el mismo instante que un camarero traía los cafés.
Di un sorbo al delicioso y cargado café antes de comenzar mi historia:
-Veo que es un hombre con las ideas claras- le dije sonriendo -Sinceramente no me considero interesante, aunque creo que usted será un buen juez para decidirlo. Yo ingrese en el cuerpo cuando aún era un adolescente, el caso es que la gran mayoría de trabajos que tuve fueron de escolta y según crecí tuve que llevar a cabo alguna infiltración, trabajaba con una compañera su nombre era Amelie, una chica ruda con carácter, una diva para cualquier hombre del Norte...ella era lo poseedora de mi corazón, por muy profesional que fuera era algo que no iba a cambiar. La verdad es que no tardo mucho tiempo en convertirse en mi prometida...Puedo llegar a ser muy insistente y soy una persona que suele proponerse lo que propone. Amelie...-le decía a mi compañero antes de entrar en una especie de limbo, sin duda aquella gran cantidad de recuerdos que me inundaba...Una larga sucesión de recuerdos paso ante mis ojos, nuestro primer trabajo, nuestra primera mirada, nuestro primer beso, la primera caricia...Cuanto tiempo estuve en en silencio no fui capaz de medirlo, tan solo recordé lo mucho que le echaba de menos.
Tras la breve ida de la olla continué hablando con mi compañero, no antes de hacer una leve expresión de asombro parecida a cuando un alumno se despierta en una clase por una pregunta de un profesor.
-El caso es que en una misión de escolta, una de protocolo, el barco naufrago y yo desaparecí de esta faz de la tierra durante nada menos que nueve años, finalmente tras recuperar mi identidad y hacer una prueba de mis habilidades fui readmitido en el cuerpo, aunque omitiré esos aburridos detalles si me lo permite -le dije al hombre finalizando mi historia.
Yo me encendí otro pitillo rubio, ¿Sería el tercero del día? Ya había perdido la cuenta, el caso es que mientras ambos nos tomábamos los cafés decidí preguntar:
-Pero lo más importante es, ¿Qué tabaco prefiere usted? El rubio o el negro. He oído que que el rubio, mi preferido por cierto, es el más perjudicial, pero puede que usted tenga otras preferencias, jejeje-le dije riéndome cambiado el tema de conversacional a algo más trivial.
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Lanxerot se pidió un café bastante cargado al igual que yo, el mismo que el mío, por lo que una de dos, tenía mis mismo gusto para el café o buscaba desesperadamente ganar mi amistad recurriendo a semejantes estratagemas baratas, algo que realmente me importaba poco, pues no me fijaba en esos detalles para hacerme más o menos amigo de una persona precisamente.
Al parecer la historia de mi nuevo compañero era interesante y romántica, con pequeños trabajos para la agencia, y muy pocas infiltraciones, pero perdidamente enamorado de su compañera. Pude notar en sus palabras que estaba nervioso al recordarla pues se confundía varias veces sin darse cuenta, y no solo estaba nervioso, sino que traerle esos recuerdos provocó en él una nostalgia bastante palpable, quizás había tocado una fibra demasiado sensible para Lanxerot, por lo que sería mejor cambiar de tema, sin embargo pronto continuó hablando para proseguir con la historia, a la cuál atendí dando un nuevo sorbo de café pensando en que si no me daba prisa se iba a enfriar.
Interesante sin duda, estaba con un hombre que pasó 9 años desaparecido y regresó al cuerpo, pero para mi curiosidad había algo más que no contó, Amelie, ¿Qué sucedió con esta? Sin duda que no comentase que pasó con su relación era algo que quería saber, no obstante sabía lo doloroso que podía ser la historia y prefería no realizar una sola pregunta sobre esta mujer. Lanxerot quería cambiar de tema con una pregunta sobre cigarros, ante lo cual sonreí encendiendo un cigarro en mi boca y dejando la caja de cigarros en la mesa.
Acto seguido miré al camarero y pedí dos vasos de ron, ambos habíamos vivido algo duro relacionado con una mujer, aunque no supiese su historia completa, y era un buen momento para abrirme a él con una buena copa de ron y una buena cantidad de humo blanco saliendo de mis inflados pulmones.
- Raysa... ese era el nombre de la primera mujer que conocí a fondo... nos conocimos en el cuerpo del Cipher Pol también, eramos parte de un proyecto de futuras promesas de la agencia, tenían idea de coger a cinco jóvenes miembros destacados y entrenarlos durante tres años de manera rigurosa, un proyecto de que en el futuro formásemos un Cipher Pol 9 de excelencia, el mejor que nunca existió, sin embargo... algo ocurrió... allí estaba el que fue mi mejor amigo y rival, y la mujer de la que me enamoré... todos nos hicimos muy amigos bajo el mando de un alto cargo, sin embargo la tragedia llegó en nuestra tercera misión de práctica, una misión falsa en donde uno de nosotros traicionó al resto sin esperarlo ninguno... todos están muertos ahora y yo soy el único superviviente y el que mató al traidor, no sin llevarme antes una herida de bala en el estómago que casi me cuesta la vida...
Llegó en ese preciso instante el ron con 3 cubitos pequeños de hielo y lo bebí de golpe levantándome del asiento con una lágrima imposible de contener cayendo sobre uno de mis ojos, consciente de esto oculté este lado del rostro y dando una larga calada que acabó el cigarro pagué al camarero y me marché expulsando una gran y espesa nube de humo blanco.
- Ya hemos perdido mucho tiempo, vamos Lanxerot, seguro que encontramos algo interesante.
Al parecer la historia de mi nuevo compañero era interesante y romántica, con pequeños trabajos para la agencia, y muy pocas infiltraciones, pero perdidamente enamorado de su compañera. Pude notar en sus palabras que estaba nervioso al recordarla pues se confundía varias veces sin darse cuenta, y no solo estaba nervioso, sino que traerle esos recuerdos provocó en él una nostalgia bastante palpable, quizás había tocado una fibra demasiado sensible para Lanxerot, por lo que sería mejor cambiar de tema, sin embargo pronto continuó hablando para proseguir con la historia, a la cuál atendí dando un nuevo sorbo de café pensando en que si no me daba prisa se iba a enfriar.
Interesante sin duda, estaba con un hombre que pasó 9 años desaparecido y regresó al cuerpo, pero para mi curiosidad había algo más que no contó, Amelie, ¿Qué sucedió con esta? Sin duda que no comentase que pasó con su relación era algo que quería saber, no obstante sabía lo doloroso que podía ser la historia y prefería no realizar una sola pregunta sobre esta mujer. Lanxerot quería cambiar de tema con una pregunta sobre cigarros, ante lo cual sonreí encendiendo un cigarro en mi boca y dejando la caja de cigarros en la mesa.
Acto seguido miré al camarero y pedí dos vasos de ron, ambos habíamos vivido algo duro relacionado con una mujer, aunque no supiese su historia completa, y era un buen momento para abrirme a él con una buena copa de ron y una buena cantidad de humo blanco saliendo de mis inflados pulmones.
- Raysa... ese era el nombre de la primera mujer que conocí a fondo... nos conocimos en el cuerpo del Cipher Pol también, eramos parte de un proyecto de futuras promesas de la agencia, tenían idea de coger a cinco jóvenes miembros destacados y entrenarlos durante tres años de manera rigurosa, un proyecto de que en el futuro formásemos un Cipher Pol 9 de excelencia, el mejor que nunca existió, sin embargo... algo ocurrió... allí estaba el que fue mi mejor amigo y rival, y la mujer de la que me enamoré... todos nos hicimos muy amigos bajo el mando de un alto cargo, sin embargo la tragedia llegó en nuestra tercera misión de práctica, una misión falsa en donde uno de nosotros traicionó al resto sin esperarlo ninguno... todos están muertos ahora y yo soy el único superviviente y el que mató al traidor, no sin llevarme antes una herida de bala en el estómago que casi me cuesta la vida...
Llegó en ese preciso instante el ron con 3 cubitos pequeños de hielo y lo bebí de golpe levantándome del asiento con una lágrima imposible de contener cayendo sobre uno de mis ojos, consciente de esto oculté este lado del rostro y dando una larga calada que acabó el cigarro pagué al camarero y me marché expulsando una gran y espesa nube de humo blanco.
- Ya hemos perdido mucho tiempo, vamos Lanxerot, seguro que encontramos algo interesante.
Adam
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Era poco común que Friederich se confesará ante un sujeto como el compañero, aún así había algo en la mirada de aquel hombre. El hombre parecía estar analizando una y cada una de mis palabras. Era un hombre con modales, eso se podía apreciar viendo como sostenía la taza y bebía. Cumplía con el protocolo a la perfección. La verdad es que disfrutaba enormemente fijándome en esa pequeña cantidad de destalles, los cuales podían decir muchas cosas, aunque decían que el buen detective era aquel que no se dejaba guiar por la primera pista que encontraba, lo mejor era buscar evidencias de que esta no era un pista falsa primero, analizar sistemáticamente y sobretodo ser racional. Ese era el procedimiento de Lanxerot.
Mientras todo estos pensamientos nublaban las vista de Lanxerot el hombre arranco a pedir dos vasos de ron y hablar de lo que parecía su entrenamiento, aunque no quedaba muy claro la cosa. Era una historia que se parecía con cierto matiz a la mía, siempre la misma historia, una primera chica y....Pum, uno hombre desde dentro desata el mal. Un vecino, un compañero, un rival, un amigo o un hermano...daba igual, todos podían hacer daño, heridas que jamás se curarían.
El hombre termino su historia levantándose rápidamente, no si antes beberse de un trago el whisky que había bebido. Yo di un sorbo al vaso y tras saborear de que este no era de mi gusto me levante acompañando y escuchando el último comentario antes de abandonar el sitio:
-Espere, deseo hacer una cosa antes de marchar, espéreme fuera si desee...-le dije mientras me dirigía a uno de los baños.
Entre en unos de los baños y tras lavarme las manos y la cara, y secármelas con una toalla anexa próxima, anormalmente limpia, salí fuer a y pregunte al un joven de la barra, joven el cual me recordaba a mi de joven:
-Hijo, ven un momento...-le dije mientras me apoyaba de espalda en la barra -Soy un adinerado hombre de negocios, y comprenderá que deseo hacer aquí negocios. Por favor...Disimule, sea discreto, y escríbame el nombre del hombre con el que deseo contactar en este papel, luego indíqueme como ir al lugar más turístico de la ciudad- le dije susurrando esto último, una vez que el joven se acerco.
Había conseguido que ninguno de los presentes se hubiera enterado de mis propósitos, y eso era lo que buscaba. El hombre escribió disimuladamente uno nombre, pareciendo como si estuviera dibujando un mapa, y me indico tal como le había indicado el lugar más turístico del lugar. La plaza del pueblo cerca del cuartel.
Tras esta acción fui a reunirme con mi compañero:
-Me parece que vamos a tener que hablar con el Comodoro Chalmers- le dije confirmando las sospechas del gobierno, sobre los corruptos movimientos del comodoro de la isla.
Mientras todo estos pensamientos nublaban las vista de Lanxerot el hombre arranco a pedir dos vasos de ron y hablar de lo que parecía su entrenamiento, aunque no quedaba muy claro la cosa. Era una historia que se parecía con cierto matiz a la mía, siempre la misma historia, una primera chica y....Pum, uno hombre desde dentro desata el mal. Un vecino, un compañero, un rival, un amigo o un hermano...daba igual, todos podían hacer daño, heridas que jamás se curarían.
El hombre termino su historia levantándose rápidamente, no si antes beberse de un trago el whisky que había bebido. Yo di un sorbo al vaso y tras saborear de que este no era de mi gusto me levante acompañando y escuchando el último comentario antes de abandonar el sitio:
-Espere, deseo hacer una cosa antes de marchar, espéreme fuera si desee...-le dije mientras me dirigía a uno de los baños.
Entre en unos de los baños y tras lavarme las manos y la cara, y secármelas con una toalla anexa próxima, anormalmente limpia, salí fuer a y pregunte al un joven de la barra, joven el cual me recordaba a mi de joven:
-Hijo, ven un momento...-le dije mientras me apoyaba de espalda en la barra -Soy un adinerado hombre de negocios, y comprenderá que deseo hacer aquí negocios. Por favor...Disimule, sea discreto, y escríbame el nombre del hombre con el que deseo contactar en este papel, luego indíqueme como ir al lugar más turístico de la ciudad- le dije susurrando esto último, una vez que el joven se acerco.
Había conseguido que ninguno de los presentes se hubiera enterado de mis propósitos, y eso era lo que buscaba. El hombre escribió disimuladamente uno nombre, pareciendo como si estuviera dibujando un mapa, y me indico tal como le había indicado el lugar más turístico del lugar. La plaza del pueblo cerca del cuartel.
Tras esta acción fui a reunirme con mi compañero:
-Me parece que vamos a tener que hablar con el Comodoro Chalmers- le dije confirmando las sospechas del gobierno, sobre los corruptos movimientos del comodoro de la isla.
León Zaid
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Akuma no mi
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Antes de marcharme dejando tras de mi esa enorme cantidad de humo mi compañero me informó de que iba a hacer una cosa más antes de partir, ante lo cual asentí decidiendo esperarle fuera, apoyado en la fachada de la cafetería perdiéndome en mis pensamientos brevemente.
Ya fuera dejé mi espalda caer sobre la pared del lugar acabando el cigarro con una nueva y última calada, sonriendo ante la pregunta que ahora recordaba sobre si fumaba rubio o negro, siendo sincero jamás había comprado un solo cigarro en toda mi vida, suelo pedirlos especialmente desde una zona del nuevo mundo, al fin y al cabo viene a ser una compra de cigarros de todas formas, si, pero no son unos cigarros normales, ya que estaban hecho con unas hiervas especiales, desconocía sobre el tema, la verdad, pero sabía que fumar esos cigarros le trasmitían una paz y una serenidad que realmente me costaría alcanzar en algunas situaciones dramáticas.
Sacando un nuevo cigarro de esta hierva para colocarlo en mis labios y prenderle fuego a la punta me dejé llevar por los recuerdos, pensando en Raysa. Había superado ya lo de su muerte, y hasta había reconstruido mi vida nuevamente, tanto tras su muerte como persona hasta en lo sentimental conociendo ahora a Kidah, desde luego esta última era fantástica, capaz de arriesgar tanto por mi a pesar de todo, era una pirata que tras conocerme y sin decirme nada decidió incorporarse al Cipher Pol por estar conmigo, nada le importaba perder su libertad, su forma de vivir o sus sueños, todo había sido renunciado por mi, por estar más cerca de mi. ¿Podré algún día devolverle todo lo que hizo por mi? Desde luego que la amaría, la cuidaría y daría la vida por ella, pero nada de eso tenía comparación con su arriesgada apuesta, dudo alcanzar siquiera a igualar su sacrificio por mi.
- Raysa... ¿Dónde estás? - Pensé mirando al cielo dando la primera calada al cigarro. - Espero que estés bien cuidando de los chicos ¿Si? Quiero verles a todos bien sanos y fuertes cuando vaya con ustedes, sobretodo felices, pero aún me queda mucho para ir a visitaros... ¿Recuerdas esa chica de la que te hablé? Kidah, pues si has estado atenta supongo que viste todo lo que hizo por mi... estoy seguro de que te caería genial, es estupenda... Pero oe, no te pongas celosa, hay León para los dos jajajaja, bueno... fuera las bromas supongo que lo entiendes, y hasta te alegrarás por esto... - Mis pensamientos fueron entonces interrumpidos por mi compañero, quien había llegado a mi posición tras no encontrarme dentro con una frase que me sorprendió un poco.
- ¿Comodoro Chalmers? Buena investigación novato, me has sorprendido... - Dije riendo un poco y dándole una suave palmada en la espalda a modo de felicitación. - ¿Y qué tenemos de él? ¿Nos dará información o sospecha usted de corrupción? O mejor aún... ¿Será un infiltrado revolucionario? - Pregunté con un tono animado, la verdad es que esa pequeña charla con Raysa aunque fuese mental me había animado.
Por el camino fuimos hablando del tema sobre posibles hipótesis y planes a llevar a cabo dependiendo de que ocurriese, el chico aún no era gran cosa, a decir verdad podría derribarle sin querer incluso, pero desde luego su metodología y personalidad me agradaba, podría llegar a ser un gran miembro de la agencia en el futuro, y un mejor aún compañero, era agradable estar trabajando con él a decir verdad.
Finalmente llegamos al lugar indicado, la gran plaza delante del cuartel, donde había mucho comercio a decir verdad, agricultores, artesanos, pescadores y un único carnicero era lo que más destacaba además de varios niños jugando entre ellos a juegos que parecían divertidos por sus gritos y risas.
- ¿Sabes algo de ese tipo para identificarlo? - Pregunté sonriente mirándole de reojo. - Pues empieza a buscar. - Acto seguido me adelanté hasta llegar a la altura de un marine de bajo rango que patrullaba el lugar.
- Hola, buenas tardes soldado, mi nombre es León Zaid y trabajo para el Cipher Pol 8 ¿Podría indicarme la ubicación del comodoro Chalmers? Tenemos que entregar una carta de gran importancia en persona y darle un mensaje, en el cuartel me dijeron que no estaba allí, sino que andaría por la plaza.
El soldado se recompuso y me indicó como llegar a una casa cercana, donde estaría el comodoro, agradecido me despedí y regresé con mi camarada.
- La casa detrás de la carnicería... ¿Qué habilidades de combate tienes chico? Es conveniente saberlo antes de elaborar el plan.
Ya fuera dejé mi espalda caer sobre la pared del lugar acabando el cigarro con una nueva y última calada, sonriendo ante la pregunta que ahora recordaba sobre si fumaba rubio o negro, siendo sincero jamás había comprado un solo cigarro en toda mi vida, suelo pedirlos especialmente desde una zona del nuevo mundo, al fin y al cabo viene a ser una compra de cigarros de todas formas, si, pero no son unos cigarros normales, ya que estaban hecho con unas hiervas especiales, desconocía sobre el tema, la verdad, pero sabía que fumar esos cigarros le trasmitían una paz y una serenidad que realmente me costaría alcanzar en algunas situaciones dramáticas.
Sacando un nuevo cigarro de esta hierva para colocarlo en mis labios y prenderle fuego a la punta me dejé llevar por los recuerdos, pensando en Raysa. Había superado ya lo de su muerte, y hasta había reconstruido mi vida nuevamente, tanto tras su muerte como persona hasta en lo sentimental conociendo ahora a Kidah, desde luego esta última era fantástica, capaz de arriesgar tanto por mi a pesar de todo, era una pirata que tras conocerme y sin decirme nada decidió incorporarse al Cipher Pol por estar conmigo, nada le importaba perder su libertad, su forma de vivir o sus sueños, todo había sido renunciado por mi, por estar más cerca de mi. ¿Podré algún día devolverle todo lo que hizo por mi? Desde luego que la amaría, la cuidaría y daría la vida por ella, pero nada de eso tenía comparación con su arriesgada apuesta, dudo alcanzar siquiera a igualar su sacrificio por mi.
- Raysa... ¿Dónde estás? - Pensé mirando al cielo dando la primera calada al cigarro. - Espero que estés bien cuidando de los chicos ¿Si? Quiero verles a todos bien sanos y fuertes cuando vaya con ustedes, sobretodo felices, pero aún me queda mucho para ir a visitaros... ¿Recuerdas esa chica de la que te hablé? Kidah, pues si has estado atenta supongo que viste todo lo que hizo por mi... estoy seguro de que te caería genial, es estupenda... Pero oe, no te pongas celosa, hay León para los dos jajajaja, bueno... fuera las bromas supongo que lo entiendes, y hasta te alegrarás por esto... - Mis pensamientos fueron entonces interrumpidos por mi compañero, quien había llegado a mi posición tras no encontrarme dentro con una frase que me sorprendió un poco.
- ¿Comodoro Chalmers? Buena investigación novato, me has sorprendido... - Dije riendo un poco y dándole una suave palmada en la espalda a modo de felicitación. - ¿Y qué tenemos de él? ¿Nos dará información o sospecha usted de corrupción? O mejor aún... ¿Será un infiltrado revolucionario? - Pregunté con un tono animado, la verdad es que esa pequeña charla con Raysa aunque fuese mental me había animado.
Por el camino fuimos hablando del tema sobre posibles hipótesis y planes a llevar a cabo dependiendo de que ocurriese, el chico aún no era gran cosa, a decir verdad podría derribarle sin querer incluso, pero desde luego su metodología y personalidad me agradaba, podría llegar a ser un gran miembro de la agencia en el futuro, y un mejor aún compañero, era agradable estar trabajando con él a decir verdad.
Finalmente llegamos al lugar indicado, la gran plaza delante del cuartel, donde había mucho comercio a decir verdad, agricultores, artesanos, pescadores y un único carnicero era lo que más destacaba además de varios niños jugando entre ellos a juegos que parecían divertidos por sus gritos y risas.
- ¿Sabes algo de ese tipo para identificarlo? - Pregunté sonriente mirándole de reojo. - Pues empieza a buscar. - Acto seguido me adelanté hasta llegar a la altura de un marine de bajo rango que patrullaba el lugar.
- Hola, buenas tardes soldado, mi nombre es León Zaid y trabajo para el Cipher Pol 8 ¿Podría indicarme la ubicación del comodoro Chalmers? Tenemos que entregar una carta de gran importancia en persona y darle un mensaje, en el cuartel me dijeron que no estaba allí, sino que andaría por la plaza.
El soldado se recompuso y me indicó como llegar a una casa cercana, donde estaría el comodoro, agradecido me despedí y regresé con mi camarada.
- La casa detrás de la carnicería... ¿Qué habilidades de combate tienes chico? Es conveniente saberlo antes de elaborar el plan.
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Akuma no mi
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Mi compañero me dio unas palmadillas en la espalda, mientras me preguntaba la verdad es que bastante alegre, tal vez incluso emocionado, tal vez la melancolía de sus historias le abrían traído dulces recuerdos o tal vez fuera aquel whisky, el misterio no quedaba claro. Aún así no era del todo de mi desagrado, aunque en el fondo me doliese que me tratase de algún modo como mi superior. Aunque me doliese esa era la realidad, él estaba mucho más preparado que yo y yo aún no me había recuperado del todo, mi vuelta a casa había sido turbia, dolorosa, había experimentado cosas durante esos nueves años que ningún entrenamiento físico podía proporcionar.
-"Parece que mi compañero tiene un cierto odio particular a la revolución" -pensé mientras sonreía un poco al ver los halagos del compañero.
Acompañe a mi compañero recordando todo tipo de cosas, aquel traumático viaje, mi desaparición, aquella isla, y los sucesos de estas que quería mantener incluso ocultos dentro de mis pensamientos, y más aún sabiendo que existían habilidades como los hakis u otras más dolorosas menos ortodoxas.
-Creo que maneja los asuntos turbios de la ciudad -dije tras procurar que nadie nos observaba, antes de decirlo -Aún así son conjeturas, preferiría hablar con el comodoro asolas con él -le dije a mi compañero mientras daba una calada al ya muy chamuscado pitillo -Pero no en calidad de agente, sino como supuesto empresario, como alguien que consulta las condiciones legales de la isla, sus aranceles y ese tipo de cosas. Es un farol, pero funcionará, los corruptos suelen estar cegados por una codicia sin fin... -le dije a mi compañero exponiéndole mi plan.
No tardamos en llegar a la plaza, donde mi compañero me mando a buscar información sobre el comodoro, en la plaza había lo típico, el cuartel y algún que otro puesto y casuchas varias. Mi compañero se alejo un poco preguntando a un marine de bajo rango tras identificarse.
-“Se identifica como agente con mucha alegría, al parecer a no somos una organización tan secreta como pensaba” -meditaba yo mientras me acercaba yo a una de las casas.
Mi compañero me hizo un gesto para que me acercara, mientras yo me acerque con mucha lentitud, no es que quisiera hacerle esperar, solamente estaba tratando de pensar un nuevo plan pero la verdad es que estaba en blanco.
Mi compañero se limito a preguntar mis habilidades en combate:
-No estoy precisamente en mi mejor momento... -le dije mientras me levantaba la camisa y enseñaba que tenía todo el torso vendado -Pero aún puedo pelear dije mientras le enseñaba mis pistolas en sendas sobaqueras de cuero -También se un poco de artes marciales-finalice ocultando mis anteriores armas.
Tan solo esperaba que mi rival no me viera como un lisiado sino como un agente capaz de proporcionarle una cobertura adecuada.
-"Parece que mi compañero tiene un cierto odio particular a la revolución" -pensé mientras sonreía un poco al ver los halagos del compañero.
Acompañe a mi compañero recordando todo tipo de cosas, aquel traumático viaje, mi desaparición, aquella isla, y los sucesos de estas que quería mantener incluso ocultos dentro de mis pensamientos, y más aún sabiendo que existían habilidades como los hakis u otras más dolorosas menos ortodoxas.
-Creo que maneja los asuntos turbios de la ciudad -dije tras procurar que nadie nos observaba, antes de decirlo -Aún así son conjeturas, preferiría hablar con el comodoro asolas con él -le dije a mi compañero mientras daba una calada al ya muy chamuscado pitillo -Pero no en calidad de agente, sino como supuesto empresario, como alguien que consulta las condiciones legales de la isla, sus aranceles y ese tipo de cosas. Es un farol, pero funcionará, los corruptos suelen estar cegados por una codicia sin fin... -le dije a mi compañero exponiéndole mi plan.
No tardamos en llegar a la plaza, donde mi compañero me mando a buscar información sobre el comodoro, en la plaza había lo típico, el cuartel y algún que otro puesto y casuchas varias. Mi compañero se alejo un poco preguntando a un marine de bajo rango tras identificarse.
-“Se identifica como agente con mucha alegría, al parecer a no somos una organización tan secreta como pensaba” -meditaba yo mientras me acercaba yo a una de las casas.
Mi compañero me hizo un gesto para que me acercara, mientras yo me acerque con mucha lentitud, no es que quisiera hacerle esperar, solamente estaba tratando de pensar un nuevo plan pero la verdad es que estaba en blanco.
Mi compañero se limito a preguntar mis habilidades en combate:
-No estoy precisamente en mi mejor momento... -le dije mientras me levantaba la camisa y enseñaba que tenía todo el torso vendado -Pero aún puedo pelear dije mientras le enseñaba mis pistolas en sendas sobaqueras de cuero -También se un poco de artes marciales-finalice ocultando mis anteriores armas.
Tan solo esperaba que mi rival no me viera como un lisiado sino como un agente capaz de proporcionarle una cobertura adecuada.
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Mi joven compañero me sorprendía, tenía desde luego cualidades para llegar a ser una persona de gran importante en el cuerpo de la Cipher Pol. Siendo tan solo un novato ya había recabado una información importante, útil, y ahora se presentaba para entrar de lleno a una misión de infiltración, algo bastante arriesgado.
- Bueno... a decir verdad no debería dejarte hacer esa misión, una infiltración de estas características requiere una gran habilidad, sangre fría y ser muy calculador, en raras ocasiones se les permite tener dicha misión a un novato del cuerpo... - Tome aire mirando al cielo y cerré los ojos recordando a mis maestros, el primero seguramente preferiría hacer un escándalo, mientras que el segundo no le dejaría hacerlo ni de broma, al menos no hasta estar más seguro de sus capacidades. Sin embargo, yo no era como ellos, así que no tomaría las mismas decisiones. - Joven... adelante, vas a llevar a cabo esa misión.
Pasó el tiempo en nuestros caminos, y una vez que supimos de su localización nos dirigimos a un lugar donde no había nadie a nuestro alrededor, allí le quité sus pistolas, guardándolas yo.
- Podrían cachearte, y de hacerlo descubrirían tus armas... en caso de peligro dependes únicamente de tu combate cuerpo a cuerpo, que a pesar de ser mermado por las heridas debería de ser suficiente... por mi parte no te preocupes, estaré cerca, si noto alguna novedad allí donde estás entrare de inmediato. - Dije poniéndole mi mano sobre su hombro.- Ánimo Lanxerot... confío en tus habilidades, demuestra todo lo que vales.
Dejé que mi compañero se fuese y me dirigí a una tienda de accesorios que había al lado de la casa del comodoro, emblemas marines, libros, y diversa cantidad de objetos bastante curiosos. Hacía como que los miraba, sin embargo estaba prestando toda mi atención y mi haki de observación en mi compañero, un movimiento brusco en él o en los de su alrededor podría significar que le han descubierto, y eso era algo que no iba a dejar que sucediese.
- Disculpe caballero. - Dije mirando al dependiente. - Veo aquí un libro que hace referencia a un vice-almirante Legan Legim... disculpe mi ignorancia, pero... ¿No es Legan Legim uno de los piratas más poderosos en este mundo?
- Así es joven. - Dijo el anciano acercándose a mi. - Sin embargo, él es hijo del hombre que ves ilustrado en la contraportada, el vice-almirante Legan Legim... él es un héroe de la marina, hasta fue promocionado más de una vez a almirante, sin embargo nunca aceptó el puesto.
- Vaya... desconocía esto... - Respondí observando al hombre de la contraportada. - Realmente parecía fuerte... ¿Qué fue de él?
- Eso, amigo mío, nadie lo sabe... en una de las grandes guerras de Marinenford, simplemente desapareció. La teoría más aceptada es que cayó al mar, y se hundió, no obstante... desconfío mucho de esa teoría... él era uno de los hombres más poderosos de la época, una era gloriosa para la marina... el almirante en flota Asensi, discípulo de Borsalino Kizaru... Corleone, el almirante de oro, discípulo de Asensi, y el Vice-Almirante Legan Legim, discípulo de Corleone... y no estaban solos... Haruto Shoda por ejemplo también estaba con ellos, y eran apoyados por el shichibukai Baix incondicionalmente... aaah... que tiempos eran esos joven... - Dijo el anciano emitiendo un leve suspiro. - Ya le digo... la época dorada de la marina, nadie les podía toser...
- Vaya... ¿Conoció usted a estos hombres? En persona me refiero.- Pregunté curioso.
- Si, si, si... a todos y cada uno de ellos... cuando había tiempo de paz visitaban varios cuarteles del mar del este... ellos decían que habían comenzado sus carreras cuando la marina estaba endeble, sin poder alguno contra los piratas, y que a base de luchar apostando sus vidas se habían convertido en hombres de guerra... amaban desconectar viniendo a los cuatro mares para respirar la paz y tranquilidad que disfrutábamos...
- Vaya... esa es una buena historia... ¿Sabe? Comprare el libro del vice-almirante, me gustaría saber con detalles todo sobre su vida. - Dije con una sonrisa enseñándole al dueño la contraportada del libro. - ¿Quién sabe? Lo mismo leyendo su vida se me pega algo y logro ser un héroe también ¿No?
El anciano se quedó mirándome un rato y sacudió la cabeza agitado con una risa yendo a la caja registradora.
- Por un momento... acabo de verle a él en ti... tenéis cierto parecido físico si mi memoria no me falla... pero olvídalo jajajaja, ya tengo una edad y se me empieza a ir la cabeza.
La compra se realizó y se despidió de mi sonriente. Con el libro en la mano salí de la tienda y me apoyé en la pared, viendo el rostro del hombre de la contraportada, buscando el parecido que podía tener conmigo, pero no lo encontraba, quizás porque a pesar de todo lo sucedido aún tenía mis sentidos puestos en Lanxerot, sería bueno leerlo en profundidad más adelante.
- Bueno... a decir verdad no debería dejarte hacer esa misión, una infiltración de estas características requiere una gran habilidad, sangre fría y ser muy calculador, en raras ocasiones se les permite tener dicha misión a un novato del cuerpo... - Tome aire mirando al cielo y cerré los ojos recordando a mis maestros, el primero seguramente preferiría hacer un escándalo, mientras que el segundo no le dejaría hacerlo ni de broma, al menos no hasta estar más seguro de sus capacidades. Sin embargo, yo no era como ellos, así que no tomaría las mismas decisiones. - Joven... adelante, vas a llevar a cabo esa misión.
Pasó el tiempo en nuestros caminos, y una vez que supimos de su localización nos dirigimos a un lugar donde no había nadie a nuestro alrededor, allí le quité sus pistolas, guardándolas yo.
- Podrían cachearte, y de hacerlo descubrirían tus armas... en caso de peligro dependes únicamente de tu combate cuerpo a cuerpo, que a pesar de ser mermado por las heridas debería de ser suficiente... por mi parte no te preocupes, estaré cerca, si noto alguna novedad allí donde estás entrare de inmediato. - Dije poniéndole mi mano sobre su hombro.- Ánimo Lanxerot... confío en tus habilidades, demuestra todo lo que vales.
Dejé que mi compañero se fuese y me dirigí a una tienda de accesorios que había al lado de la casa del comodoro, emblemas marines, libros, y diversa cantidad de objetos bastante curiosos. Hacía como que los miraba, sin embargo estaba prestando toda mi atención y mi haki de observación en mi compañero, un movimiento brusco en él o en los de su alrededor podría significar que le han descubierto, y eso era algo que no iba a dejar que sucediese.
- Disculpe caballero. - Dije mirando al dependiente. - Veo aquí un libro que hace referencia a un vice-almirante Legan Legim... disculpe mi ignorancia, pero... ¿No es Legan Legim uno de los piratas más poderosos en este mundo?
- Así es joven. - Dijo el anciano acercándose a mi. - Sin embargo, él es hijo del hombre que ves ilustrado en la contraportada, el vice-almirante Legan Legim... él es un héroe de la marina, hasta fue promocionado más de una vez a almirante, sin embargo nunca aceptó el puesto.
- Vaya... desconocía esto... - Respondí observando al hombre de la contraportada. - Realmente parecía fuerte... ¿Qué fue de él?
- Eso, amigo mío, nadie lo sabe... en una de las grandes guerras de Marinenford, simplemente desapareció. La teoría más aceptada es que cayó al mar, y se hundió, no obstante... desconfío mucho de esa teoría... él era uno de los hombres más poderosos de la época, una era gloriosa para la marina... el almirante en flota Asensi, discípulo de Borsalino Kizaru... Corleone, el almirante de oro, discípulo de Asensi, y el Vice-Almirante Legan Legim, discípulo de Corleone... y no estaban solos... Haruto Shoda por ejemplo también estaba con ellos, y eran apoyados por el shichibukai Baix incondicionalmente... aaah... que tiempos eran esos joven... - Dijo el anciano emitiendo un leve suspiro. - Ya le digo... la época dorada de la marina, nadie les podía toser...
- Vaya... ¿Conoció usted a estos hombres? En persona me refiero.- Pregunté curioso.
- Si, si, si... a todos y cada uno de ellos... cuando había tiempo de paz visitaban varios cuarteles del mar del este... ellos decían que habían comenzado sus carreras cuando la marina estaba endeble, sin poder alguno contra los piratas, y que a base de luchar apostando sus vidas se habían convertido en hombres de guerra... amaban desconectar viniendo a los cuatro mares para respirar la paz y tranquilidad que disfrutábamos...
- Vaya... esa es una buena historia... ¿Sabe? Comprare el libro del vice-almirante, me gustaría saber con detalles todo sobre su vida. - Dije con una sonrisa enseñándole al dueño la contraportada del libro. - ¿Quién sabe? Lo mismo leyendo su vida se me pega algo y logro ser un héroe también ¿No?
El anciano se quedó mirándome un rato y sacudió la cabeza agitado con una risa yendo a la caja registradora.
- Por un momento... acabo de verle a él en ti... tenéis cierto parecido físico si mi memoria no me falla... pero olvídalo jajajaja, ya tengo una edad y se me empieza a ir la cabeza.
La compra se realizó y se despidió de mi sonriente. Con el libro en la mano salí de la tienda y me apoyé en la pared, viendo el rostro del hombre de la contraportada, buscando el parecido que podía tener conmigo, pero no lo encontraba, quizás porque a pesar de todo lo sucedido aún tenía mis sentidos puestos en Lanxerot, sería bueno leerlo en profundidad más adelante.
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- Visitando la ciudad del pecado. [Privado León Zaid & Aki D. Arlia]
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