¡Pervertido! [Amane - Madara]

Era impresionante el tiempo que llevaba ya el dragón negro sin moverse de su base. Había enviado a Nokotori y Qui Gon a seguir entrenando mientras él pasaba la noche en un pequeño hostal con chicas hermosas. Aquellas dos hermanas gemelas habían caído a él y seguramente por la fama más que nada. Pero vaya trío se marcó con ellas. Había gozado como nunca y después de haberlas dejado “incapacitadas” para moverse. Salió a dar una vuelta con una botella de ron y unas nubecitas que solía comprar para comerse. Era una vida fantástica y como de costumbre se había quedado dormido en un banco. Estaba roncando en un parque y aquello parecía una escena demasiado increíble para ver verdad. Le devastador era así y no podía evitarlo.

Llevaba puesta su camiseta de manga corta azul en la que se veía una famosa cantante del momento en ropa interior. Unos pantalones negros cortos de pijama y unas sandalias de madera. Cualquiera que le viese no podía creerse que fuera un Shichibukai. En su mano derecha mantenía agarrada su preciosa botella que estaba por la mitad. En el pecho tenía la bolsa de nubes y a su lado la guadaña… mierda pues iba a ser que no. Se la había dejado en la base pero de todas formas no la necesitaba. De un puñetazo podía mandar a volar a quién hiciese falta. De todas formas no parecía que fuese a despertar fácilmente. En aquel lugar tan solo había una fuente enorme, varios bancos y el suelo cubierto de verde césped. Vamos que tampoco estaba tan mal el sitio.

El moreno murmuraba algo en sueños hasta que giró sin darse cuenta y pegó el mayor de los golpes. La botella se había roto y había quedado lleno de alcohol totalmente pero ahora abrió los ojos despacio viendo la luz del Sol. Parecía que iba a levantarse pero ahora cerró los ojos y se abrazó al banco despacio. Hizo un sonido parecido al de un quejido perezoso. Estaba demasiado a gusto y a decir verdad no pensaba moverse de allí. La gente pasaba mirándolo de forma extraña y muchos niños incluso se escondían tras sus madres. Por el amor de Dios, si había hasta gente que le dejaba unas monedas en la bolsita de nubes. Era demasiado para ser verdad. Pobrecillo cuando metiera la mano en sus chuches y mordiera aquellas duras monedas. Por el momento estaba cómodo.

El shichibukai continuaba durmiendo de forma tranquila en aquella plaza. Estaba en la jodida gloria y allí se iba a quedar por el momento. Llevó la mano entre leves sueños a su bolsa de nubes y en un estado de despierto y sobado trató de llevarse una a la boca. Notó como partía algo de acero con los dientes y se dio cuenta de que se trataba de una jodida moneda. Aguantó las ganas de soltar un suspiro y simplemente cerró los ojos de nuevo. Se movía por el suelo de vez en cuando tratando de relajarse pero con el Sol dándole en todo el rostro era imposible. Se puso en pie suspirando y caminó hasta tirarse a la fuente y quedar sumergido. El agua no era salada y además apenas cubría. El sentir el frescor por todo su cuerpo era una sensación bastante cómodo y no le desagradaba estar de aquella forma. Mucho mejor que fuera con todo el calor, se estaba.

Había notado una presencia algo más potente que las demás pero le daba pereza ver de quién se trataba y por ello se quedó allí un poco más. Tras unos momentos notó que se estaba ahogando y aunque no le gustase la idea se vio obligado a salir de allí. Su pelo largo empezó a llenar el suelo de agua con forme iba caminando por la plaza alejándose de ella. Las personas continuaban mirándole de forma rara. Debía dirigirse a su base y por lo tanto comenzó a caminar hacia el bosque para atajar. Esperaba que sus chicos no la hubiesen liado mucho o de lo contrarío les iba a dar una buena colleja a cada uno de ellos. Bostezó con una expresión perezosa mientras ahora se frotaba el ojo derecho con el reverso de la mano. Cualquiera que le viese podría saber que era Madara pero era muy complicado no confundirle con un mendigo borracho por la forma que tenía de moverse. Menos mal que había recogido su guadaña explosiva o lo de contrario habría tenido que darse la vuelta.

En ese momento a unos metros frente a él pudo ver a una chica rubia caminar. Al menos esperaba que fuese una mujer y verla caminar de aquella forma le hacía pensar mejor que lo era. De hecho ahora continuó caminando quedando a unos cuatro metros detrás de ella y claramente mirándole todo el culo. – Vaya parte trasera, muñeca. No entiendo como cada vez las mujeres están más buenas. Si me das permiso te hago pasarlo en grande en mi cueva. – Dijo con toda la calma del mundo como si aquello para él fuese muy normal. Después aceleró hasta colocarse a su lado y continuar caminando. Se había tomado una confianza enorme. – Shichibukai Uchiha Madara a tu servicio, maravilla. – Se pasó la manos por ambos ojos terminando de espabilarse de una buena vez.

Vaya por Dios, al pobre le había tocado la rubia tonta. Si es que no había que fiarse de ellas, no solo tenía un aura ridículamente débil a su lado, además estaba en plan amargada. Seguramente no le habían dado lo suyo nunca. Le hicieron un poco de gracia sus palabras pues en aquella isla el dragón se llevaba a las que quería. Sin embargo esa chica no pudo responderle de forma amable, debía ponerse borde y usar un tono frío. Si de una colleja la mataba, era una cucaracha en la página de deportes. Además pudo ver como se daba la vuelta cambiando el rumbo a la plaza, no pensaba seguirla pues a pesar de ser un amante de las mujeres él nunca babeaba por ninguna. Si se ponían tontas a la primera las ignoraba.

Le dio un poco de risa ya que tal vez ella se pensaba que la iba a seguir o algo, se frenó mirando como avanzaba y simplemente se metió las manos en los bolsillos. – Tranquila fiera, no te pongas así. Mis métodos son perfectos, si estás amargada no la pagues conmigo. Además estás en mi isla, un poco de respeto. – Dicho aquello pegó su espalda a un árbol mirándola con toda la calma del mundo. Tenía una tranquilidad sobrehumana, era como el depredador que miraba a un simple insecto y ahora más que deseo por ella sentía pena. Tal vez violarla era buena opción y debía enseñarla a divertirse por una vez.

No le podía costar mucho. – Si quisiera llevarte a la cama solo tendría que secuestrarte, atarte un collar al cuello y cada mañana enseñarte lo que es placer y a quién debes sumisión. Sin embargo no eres una criminal y no suelo atacar a inocentes. – Entrecerró los ojos mientras ahora bostezaba y metía la mano en su bolsillo sacando un den den mushi. – Minerva preciosa, esta noche te haré una visita… – Dijo aquello tras llamar y una vez obtuvo respuesta sonrió de lado y colgó el comunicador mientras miraba a la rubia de nuevo. – Bueno mi querida y nueva esclava, dime hacia dónde vas. – Dijo guiñándole el ojo de forma provocativa buscando picarla un poco.

El moreno no pudo evitar mostrar una sonrisa cuando escuchó las palabras de la chica. Al parecer ella no era como las demás, de todas formas ya había perdido el interés. Ahora le decía que tenía otro rumbo. Si pensaba en obtener ayuda por su parte iba lista, Madara no era un alma de la caridad y siempre solía pedir dinero a cambio. Solo los de la isla se libraban de aquello y por ello vivían tranquilos. No pensaba guiarla al nuevo mundo sin un precio. Era su forma de ser y por ello disponía de una fortuna impresionante. La caza de criminales le molaba mucho, pero no se consideraba un cazador, pues realizaba todo tipo de trabajos. La vida de mercenario le gustaba demasiado y no pensaba renunciar a ella por nada del mundo.

De repente escuchó las palabras de la chica. No podía sentir cierta ironía en ellas, pero no tenía problemas en responderle, a inteligencia eran pocos los que podían vencerle y menos una persona como ella. Mostró una sonrisa siniestra para después soltar una leve carcajada. – Es sencillo. Cada ciudadano es libre de hacer lo que desee mientras cumpla la ley. Si cualquier idiota intenta atacar a cualquier persona inocente de Galuna, lo mataría. Les proveo protección y además obtengo liderazgo. Puedo ir a dónde desee y me hacen caso, pero pago y los trato como socios. Eso es ser un buen líder, rubita. Si necesitaran cualquier cosa, yo les ayudaría. – Una vez dijo aquello, la miró de forma tranquila. Madara podía parecer un simple borracho con aires de superioridad, pero era la pura verdad. Sabía reinar bastante bien y ganarse el cariño de las personas.

Entrecerró los ojos un momento y se quedó mirándola de nuevo. – Yo podría indicarte como llegar, pero no gratis. No eres una habitante de la isla, de modo que te costaría una suma de dinero de diez millones o un buen polvo. – Dijo lo último en un tono un poco bromista. Si colaba, colaba. El dragón negro era un buen amante para muchas de las chicas despechadas de la isla y por ello también se había ganado el cariño de las chicas. No estaba orgulloso de usar su entrepierna para temas de respeto, pero si no quedaba otra opción, era lo que había. Ahora solo faltaba la respuesta de aquella muchacha, la esperaba con ansias. Su espalda continuaba pegada al tronco de aquel árbol.

El moreno continuaba escuchando las palabras de la chica, allí echado en aquel cómodo árbol. Sus rojizos ojos estaban clavados en los azulados de ella. Resultaba ser muy intimidante debido a su forma de ser y su aspecto físico. Una leve brisa hizo su melena mecerse al viento. Entonces cerró los ojos unos momentos. Cuando todo se ponía oscuro le era mucho mejor, de hecho ya había combatido con los ojos cerrados, dejándose llevar solo por su haki y su olfato. Subestimaba demasiado a sus oponentes pero por ello era Uchiha Madara. Podía darse aquel lujo debido a su poder. El dragón negro de los Ouka entonces se relamió despacio, estaba claro que parecía en otro mundo pero escuchaba todas y cada una de las palabras de ella. De hecho dijo que no iba a pagar y que ya encontraría la forma. Pues si era así, no pensaba ceder e indicar nada, era demasiado listo para caer en trucos de caridad dando pena o algo así. Sus pensamientos fueron interrumpidos entonces.

Abrió los ojos al escuchar como una persona le saludaba. Era una chica de melena azulada y ojos dorados. Se trataba de la hija del dueño del local de comida rápida. Él simplemente le dedicó una sonrisa amable y la saludó también. Un par de tipis más le saludaron, entre los que estaban el dueño del banco y el del local de licores. Tenía buena relación con los ciudadanos de aquella isla del Norte. No era la primera vez que los protegía de los criminales o de los payasos que atentaban contra sus negocios. No iba a permitir que nadie le jodiera a él o a ellos. En ese momento escuchó las últimas palabras de la rubia y no pudo evitar soltar una leve carcajada. No pensaba decirle que se había quedado dormido. Por ello ahora clavó sus ojos en ella y mostró una sonrisa siniestra. – Arabasta fui invadida por un señor de la piratería y sus doscientos hombres. Me mandaron a hacer justicia… – Tampoco era mentira, pues fue lo que pasó dos días después de la guerra. Cosa que no pudo hacerse pública, pues el dragón no dejó a nadie con vida, tan solo a los ciudadanos y a su compañero Xemnas.

Una vez dijo aquello, separó su espalda del tronco y dio un par de pasos hacia ella. – No creo que te interese mucho, pero, todos murieron… – Cuando dijo aquello se cruzó de brazos. Estaba claro que el gobierno no iba a decirle nada por la batalla del Norte tras haberles salvado el culo a una de sus mejores islas. Además el devastador estaba siempre cumpliendo misiones y trabajos que dejaban a sus “jefes” como héroes. No podían quejarse de tener a un Shichibukai así entre sus filas. De hecho tras el abandono de Dexter y la muerte de Byakuro y Derian, Era el más fuerte de todos. Tal vez Yazori podía cambiar aquello, pero si estaban en el mismo bando no hacía falta combatir. Ahora el moreno miró a la chica. – ¿Quieres dar una vuelta por la isla? ¿Tomar algo? O ¿Quizás prefieres acción? – Dijo aquello último con un tono seductor y desafiante al mismo tiempo. De aquel modo podía interpretarse de dos maneras distintas y podría usar la excusa perfecta en caso de que ella dijera algo que no le gustase mucho a él.

El moreno sonrió de lado cuando la chica accedió a dar una vuelta. Al parecer el rumbo ya lo había decidido ella y era el puerto. Aquella isla era conocida por Madara al pie de la letra y por ello le resultaba imposible perderse en ella. Empezó a caminar junto a la rubia de forma calmada mientras dejaba ambas manos en los bolsillos. El tiempo parecía estar calmado y fue algo que al devastador no le moló nada. Estiró su mano hacia los cielos y éstos se oscurecieron al momento. Podía haber parecido algo realmente espeluznante pero, el moreno era capaz de hacer muchísimas cosas y entre ellas esa. Sonrió de lado sin esperar impresionarla ni mucho menos. Ahora no hacía calor y por ello era un tipo más feliz que antes. Se podía decir que usaba técnicas especiales para su beneficio propio. Aquello era difícil de ver en otro tipo y por ello era bastante raro.

De repente la chica le hizo una pregunta. Él mostró una expresión tranquila, cómo si le hubiese pedido la hora. En ese momento mostró una sonrisa siniestra. Era como si estuviese a punto de atacarla a ella. – Ofrezco rendición pero, si no aceptan a la primera mueren. No es mi culpa, no sobreviven ni aunque ataque con la mitad de mi fuerza. – Realmente era un monstruo y por ello era capaz de hacer lo que estaba diciendo. Rompía el titanio como si fuese mantequilla. Su capacidad destructiva era increíble y por ello era bastante temido en muchos sitios. Empezaba a notar el aroma del mar. Ya estaban llegando al puerto. Eso significaba que ella debía de estar a punto de irse de aquella isla. Entonces fue cuando se fijó en que había varios barcos de pescadores y chiquillos corriendo de un lado a otro. Mostró una sonrisa calmada y después la miró a ella despacio. Es que estaba buena con narices.

Una sonrisa amplia se formó en el rostro del moreno y trató de colocar su brazo derecho por la cintura de aquella mujer. Si lo lograba, iba a costarle apartar su mano o librarse del agarre de un tío que podía reventar edificios como si nada. – Bueno, mi linda y borde rubita. Ya hemos llegado al puerto y cómo puedes ver no te he violado ni atacado. No soy tan terrible como dicen los tipos de otras islas. Debo admitir que eres preciosa, pero te falta mucho por aprender. – Una vez dijo aquello, se quedó mirando al mar con toda la tranquilidad del mundo. Entrecerró los ojos despacio y simplemente volvió a hablarle, intentando pegarla un poco más a él, si es que lo había logrado. – Cuando estés en problemas, tan sólo tienes que llamarme. Acudiré a ayudarte. – Dicho aquello, con su mano libre trataría de meterle en el escote un papel con su número de teléfono y la dirección al nuevo mundo. Lo más importante ¿Cuándo diablos lo había escrito? Siempre llevaba un par de esos. Lo de la dirección no le tomó ni cinco segundos.

Notó la brisa ondular sus largos cabellos. Sus ojos rojizos observaban los barcos con una tranquilidad impresionante. En ese momento un hombre de cabellos blancos y de unos sesenta años se acercó a saludarle. – Yulio. Tú sueles pasar por el nuevo mundo ¿Te importaría llevar a esta belleza? – El hombre miró un poco desconfiado pero al verlo dicho el dragón, asintió con la cabeza. El devastador entonces mostró una sonrisa calmada y después la miró de nuevo. – No eres una chica fácil, pero eso solo hace que me gustes más. Ahora eres libre de hacer lo que desees, como si quieres darme un regalo de despedida. – Dijo guiñándole el ojo a modo de indirecta. Si colaba, colaba. La soltaría ya, si es que la había agarrado de primeras. Entonces se cruzó de brazos y la observó de forma tranquila. A veces las apariencias engañaban y el oscuro y tenebroso dragón negro, no era como decían ser. Tan sólo era bromista. También adoraba el dinero y el sexo, no había que mentir. Sobre todo las tabernas, amaba las tabernas. En ellas se pasaba las horas riendo con mujeres y hombres borrachos y de vez en cuando él era uno de ellos. Sin duda para ser uno de los Shichibukais más fuertes, si no, el que más, era un cachondo de los que no quedaban.

El moreno observó a la chica antes de irse. Ella había tomado el número sin queja y además le había dado un beso, aunque en la mejilla. Mostró una sonrisa ladeada y después estiró la mano, despidiéndola con calma. A decir verdad, tenía ganas de irse a ver a las preciosas gemelas. En cuanto el barco hubo abandonado el puerto, una sonrisa siniestra se formó en el rostro de aquel moreno. Era el momento de pasárselo bomba. Se dio la vuelta y comenzó a caminar despacio hasta una de las tabernas. Empezaba a sentir calor y lo mejor para aquello, era beber refrescos y de paso quitarse un poco de ropa. Era una idea fabulosa y por ello, decidió emplearla sin decir nada más.

Comenzó a caminar, alejándose tranquilamente del puerto, hasta que por fin llegó. Vio el cartel que indicaba el nombre del bar. Sonrió de lado y abrió la puerta con toda la calma del mundo. Las personas al verle entrar, comenzaron a saludarle de forma amable. Él correspondía dichos saludos y después se adentraba más. No vio a las chicas que buscaba pero pudo ver una preciosidad desconocida. Una chica morena de ojos verdes que, tomaba una copa de vino, sola en una esquina. Él sonrió de forma amplia y empezó a caminar hacia ella. El devastador pensaba pasárselo bien ese día a cualquier precio. No escatimaría en gastos. Era una de las ventajas de ser un tío rico.