Comienza La Batalla En Alta Mar. [Moderado Nivel 3] [Misa Amane]

– Bueno, puede ser peor, ¿no? – susurró mientras salía de la ducha. – Al menos, no tengo que conversar con un almirante – de uno de sus cajones sacó toda su ropa: una camiseta negra con mangas largas y un pantalón de un tono blanco. .– Pensé que me iba a llegar una bronca enorme por casi destruir Marineford con mi pelea – se vio en el espejo y se peinó con una coleta alta. Finalmente, se colocó su gabardina. . – Creo que puedo hacer esto y hacerlo bien. Tú puedes, Misa. – Salió de su habitación con tranquilidad y empezó a caminar por los pasillos del buque, rumbo al comedor. Ahí, en ese mismo lugar, se iba a celebrar una pequeña comida en su honor, por su participación en Marineford.

”No es necesario todo esto” – estaba nerviosa e incómoda. Iba en un barco acompañada por un vicealmirante. Estaban celebrando su actuación en Marineford. La noticia no tardó en volar libre como el viento y llegar a casi toda la Marina. No le gustaba que le dieran esa atención y menos si ella había sido la causante de todo eso. De no ser porqué le habían robado las pastillas, nada de eso hubiera pasado. ”Pero lo hecho, hecho está” – pensó para relajarse. Pero no, no era su barco habitual o sus hombres. Ni siquiera estaba Xemnas cerca. Estaba ante solo desconocidos y eso la ponía algo tímida. Además, era la tercera de mayor rango; estaba el vicealmirante Linen y un comodoro. ”Al menos, hay tranquilidad”

El ambiente era grato y alegre, mas ella no podía desenvolverse con naturalidad. Algunas conversaciones las terminaba solamente con monólogos e incluso, a veces, solo con gestos. ”Solo quiero llegar” – suspiró con calma y se empezó a servir en un plato. Lo primero que hizo fue agarrar un pedazo de pollo, luego las verduras y para el final, las patatas. No le gustaban mucho los mariscos, así que decidió no incluirlos en su plato. Se sirvió un poco de agua y empezó a comer de manera tranquila, sin emitir palabra. Alzó el vaso cuando el vicealmirante la felicitaba por su hazaña. ¿Qué podría decir? ”Solo hice mi trabajo, ¿no?” – había actuado en base a sus principios y valores, así que no se arrepentía de nada. Suspiró con calma, se limpió con la servilleta la boca y tomó agua.

– Gracias, vicealmirante – dijo con una suave sonrisa. . – Y a todos. Muchas gracias.

Una vez acabó su plato, se paró de la silla y salió a cubierta. Necesitaba un poco de aire fresco y quizás ver las estrellas y la Luna le hacían mejor. ”¿Qué estarás haciendo, Xemnas?” – se sentó en la baranda del barco, mirando al océano. Jugaba con sus pies y daba suaves patadas al aire. Su mirada estaba clavada en el horizonte y esos minutos a solas le iban a servir… Para algo. ”Lo de Marineford fue el punto de partida” – tenía que seguir subiendo. Había observado que le faltaba mucho camino por delante. ”Entre más rangos suba, más recursos tendré. Es mi única oportunidad”

La noche era bastante tranquila y el ambiente igual. El resto de sus compañeros seguían compartiendo, pero ella, poco a poco, se iba desconectando de su alrededor. Solo tenía su haki activado, por si las moscas. Estaban en el mar y cualquier peligro era posible, no podía darse el lujo de bajar la guardia. Suspiró con calma y siguió jugando con sus piernas. ”¿Qué haré cuándo llegue?” – era lo único en lo que pensaba. Quizá se podía a entrenar o solo se tomaba un par de días de descanso. No tenía muy claro que debía hacer, pero tampoco le interesaba. ¿Qué le podría interesar en una noche tan tranquila? Quizá ese ataque que estaba previendo… ”Mierda” – se echó para atrás y su cabeza dio un fuerte golpe en el suelo. ”Auch” – se levantó enseguida mientras miraba que sus compañeros se preparaban para la batalla.

– ¿Cuernos plateados? – susurró mientras veía la bandera de aquel barco que había aparecido, igual que el tipo que intentó golpearla, de la nada. – No parecen ser la flota principal. Menuda mala suerte. – Con su mano se tocó la cabeza, se alivió de no sentir sangre.

Miró a aquel sujeto y lo analizó. Poseía un casco negro, una armadura y unas botas a propulsión. ”Supongo que no es usuario, después de todo, salió del agua” – sintió tranquilidad al saber que ese ataque pudo haberla alcanzando de no ser por su haki. ”Gracias al cielo lo domino, en cierto grado” – un segundo era la diferencia entre la vida y la muerte y ella estaba agradecida de tenerlo a su favor. ”Un capitán, un comodoro y un vicealmirante, más todo el poder de fuego del buque… Tenemos todo a nuestro favor.” – no era la que estaba a cargo, así que solo iba a esperar alguna orden. Pero, de momento, se iba a encargar de ese maldito que la había llamado “sucia perra”.

– Yo me encargaré de él, si no es mucho problema. – Dijo con una suave sonrisa.

Dio un paso al frente. ”Lo tiraré de vuelta a su barco” – sin pensarlo lanzó dos ondas de choque. Las dos iban directo a él. Una de ella iba a explotar a escasos metros de aquel sujeto, seguiría sus movimientos y trataría de conectar un poderoso puñetazo en su rostro, claramente, imbuido en su poderoso haki armadura. Esperaría al resultado de su ataque y las órdenes para seguir moviéndose, pero la idea de abordar al otro barco era absurdamente tentadora.

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– Solo espero que no me lo pongas tan fácil. – Dijo la capitana con una sonrisa llena de confianza.

Había escuchado el sonido de su brazo izquierdo quebrándose y no pudo evitar… Sorprenderse, al parecer, sobrepasar esa armadura no iba a ser tan difícil como se lo imaginó en un comienzo o bien, ese tipo solo se estaba haciendo el duro. Se quedó observando la situación y chocó sus puños con emoción. Vio a su enemigo golpear el suelo del barco y formar un enorme agujero, no parecía ser lo suficiente como para hundir al barco, pero si era su objetivo entonces debía, definitivamente, hacer del barco enemigo su nuevo campo de batalla. No podían darse el lujo de perder su buque. Su haki le previno del ataque de su oponente. No lo pensó dos veces y en sus pies generó una explosión para alejarse de ese sujeto lo antes posible. Lo había logrado, a medias… Una de las espinas de su enemigo la habían alcanzado a rozar en su rostro. ”Por un pelo” – pensó.

Su gabardina ondeó con el viento y se levantó del suelo. Había medido su poder como para no hacerle más daño al buque, así que no había problema en ello… Solo debía encontrar la forma de sacar a ese sujeto de su medio de transporte. ”No quiero usar mis pastillas. No todavía, no parece ser el capitán y quiero reservar mis fuerzas. Deberé hacer que él salga sin mostrar toda mi fuerza, es lo único que puedo hacer” – pensó mientras miraba de forma seria a su enemigo. Entonces, sintió como el mar temblaba y eso la hizo ponerse mucho más en guardia. ¿Qué carajos pasaba ahora? La respuesta no tardó en salir del océano. Un enorme Rey Marino había aparecido, aunque había algo raro en él. ¿Qué eran esas heridas y esos engranajes? Se dio cuenta de que su enemigo también tenía uno de esos en su brazo izquierdo. ¿Qué significaba todo eso? ”¿Será posible que…? – sonrió con calma y empezó a caminar hacia su enemigo.

– Yo me encargaré de él. Ustedes hagan algo con el Rey Marino – calló unos segundos. ¿No se estaba dando demasiada importancia? No estaba a cargo, pero ni el comodoro ni el vicealmirante estaban haciendo algo. – Si mi teoría no me falla, esos engranajes pueden ser la clave. Destrúyanlos. – Ordenó.

Lo siguiente que hizo fue imbuir su pierna derecha y su brazo izquierdo en haki armadura. Debía comprobar su teoría y viendo que el rey marino iba a ser contenido por sus hombres, ella solo tenía que encargarse del enmascarado. Aceleró de la nada y recorrió la corta distancia entre ellos en apenas unos pasos. Hizo un amago con su brazo derecho de que iba a lanzar un golpe directo a su rostro, para, con agilidad, moverse al lado contrario y tratar de conectar un poderoso puñetazo en su brazo izquierdo… Buscando aquel engranaje. Con su pierna derecha, intentaría golpear su pecho y, con ambos golpes, generaría explosiones en su cuerpo. ”Espero que sea suficiente como para mandarlo lejos de aquí”

¿Cómo era posible? Sus nudillos dolieron al impactar esos engranajes e incluso se sintió debilitada. ¿Cómo era posible eso? ¿Kairoseki? No, no tenía sentido. Si fuera ese material controlarlos sería imposible. ¿Qué estaba pasando? No tenía mucho tiempo para pensar, el tipo de una sola patada reventó el mástil y este cayó al mar. ¿Seguía vivo? ¿Sería posible matar a alguien así? Su resistencia era enorme, pero eso solo significaba una cosa… Debía aumentar el ritmo. De su bolsillo izquierdo de su gabardina, sacó una píldora blanca. Dudó unos segundos de si eso sería suficiente, pero la situación se estaba volviendo complicada y muchos de los reclutas estaban muriendo. Ya no iba a perder más el tiempo.

– ¡Es suficiente! – Gritó, mientras se tragaba la píldora blanca. Un aura blanca la rodeó y sintió como es que su poder aumentaba.

Su haki le previno de las acciones de su rival, pero ahora ya no la lograría tocar. No dejaría que esas cosas la tocaran y menos si ahora veía un extraño líquido verde en esas púas. Esperó unos momentos y cuando él estuvo lo suficientemente cerca, ella desapareció y apareció a unos metros detrás de su espalda, totalmente ilesa. Vio al Rey Marino clavar una lanza en la cubierta y empezar a soltar un extraño material viscoso de color morado. ¿Cuántos trucos tenía esa cosa? No lo sabía y no lo quería averiguar. ”No sé si funcionará, pero debo intentarlo. No me rompí los nudillos, así que puedo seguir luchando.” – se dijo con calma. Seguramente su enemigo estaría confundido por no poder verla y nada le había indicado que él tuviera mantra.

No le pensaba dar tiempo a darse cuenta de lo que estaba pasando. Volvió a desaparecer, y aunque se girara a no, lanzaría una poderosa patada directa, imbuida en Haki, a su pecho. Esta vez, buscaría que el mismo diera en uno de los engranajes del Rey del Mar y que ambos se destruyeran o, al menos, que el de su enemigo lo hiciera. Ya se podría encargar de esa serpiente estúpidamente molesta luego. Para darle más potencia a su golpe, había generado una poderosa explosión en el lugar de impacto. Si todo funcionaba y ese tipo salía volando, buscaría conectar una onda de choque explosiva, esta vez buscaría el engranaje de su enemigo.

– ¡Todos aléjense del Rey del Mar! – gritó a toda voz. – Y que alguien empieza a usar los cañones. Hundamos ese barco enemigo – su voz era bastante seria y era una de las pocas veces que se le veía así. – Es hora de acabar con ellos y que hagan aparición los protagonistas principales.

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La estaba cagando. No había tenido en cuenta el daño de su propio barco. ¿Qué demonios estaba pensando? Debía hacer mejor las cosas… Así nunca lo alcanzaría. ¿Qué haría Xemnas en una situación así? Probablemente lanzarse él solo y defender a los que quedaban. ¿Era la mejor opción? También podía pedir refuerzos, pero… ¿Llegarían a tiempo? No tenía idea que tan lejos estaban de alguna isla o si había un buque cercano. Al menos, ya se había encargado de la primera marioneta, quedaba el rey del mar y ese iba a ser su siguiente paso, pero su haki le advirtió de una poderosa presencia proveniente del interior del barco. No era ni el vicealmirante o el comodoro… Era un enemigo. ¿Desde cuándo estaba ahí dentro? Tragó saliva de forma nerviosa, hace un rato que ya no sentía sus presencias. ¿Estarían muertos? Si ese era el caso, las cosas habían cambiado totalmente.

– Al habla la capitana Amane Misa – dijo a la par que sacaba su den den mushi. – Pido con urgencia a cualquier buque cercano, que venga a mi posición. Estamos en una batalla sin cuartel ante una de las divisiones de los Cuernos Plateados – tomó una ligera pausa, lo sentía cerca, cada vez más. – Debemos estar a unos 7 kilómetros al oeste de Arabasta. Necesitamos ayuda de inmediato – tomó una ligera pausa. – El vicealmirante Linen ha muerto en batalla. – Finalizó.

Lo vio salir del interior del barco. Su cuerpo estaba tenso y se preguntaba cuánto más resistiría el buque o si sería capaz de aguantar toda la pelea. ¿Sería el capitán? No podía evitar pensar que había más tipos fuertes y si solo quedaba ella… Tendría que luchar hasta acabarlos, aún si eso significaba tener que perder su vida. Sería un logro para la marina si una de las divisiones de los Cuernos Plateados dejaba de estar en el mar. Suspiró con calma, la pastilla blanca aún estaba haciendo efecto y eso le daría la ventaja por un rato. Usar las otras dos, en una situación donde no sabía si sus enemigos habían acabado, sería un suicidio. Tendría que aguantar con eso de momento o hasta averiguar si no había más tipos fuertes.

Apenas pudo hacer algo para evitar que ese tipo partiera en dos a varios de sus marines. Ni siquiera había visto cuando es que había sacado su espada. ¿Era tan rápido que sus ojos apenas lograban seguirle el paso? Imposible… Ese tipo era diferente a cualquiera que había enfrentado. Lo vio pisar el veneno y vio que no le hacía efecto, quizá era la armadura o que era él el que estaba detrás de todo eso. ”Si ese sujeto acabó con el vicealmirante y el comodoro… ¿Qué oportunidad tengo yo? No he logrado hacer nada bien…” – sintió como es que su cuerpo empezaba a temblar. ¿Miedo? Quizá. Se dio un fuerte golpe en su rostro para despertar, no era el momento para empezar a dudar. Menos ahora que era cuando más la necesitaban.

– No sé cuánto más resistirá este barco, pero te acabaré antes de que se hunda. No te permitiré tocar a nadie, no te permitiré dañar a nadie más. – Guardó silencio y miró a los pocos reclutas que quedaban. No podía mandarlos al otro barco sin algún plan, pero… Dejarlos ahí sería hacer que los mataran. Chasqueó con la lengua. ¿Mandarlos a un lugar donde no sabía si había más gente o dejarlos en un lugar donde iban a morir si se interponían en el medio? ¿Qué debía hacer? ¿Qué carajos tenía que hacer? El vicealmirante había muerto, igual que el comodoro… Solo ella quedaba. Los pocos que quedaban con vida estaban aterrados.

– Lo siento, chicos… Por mi culpa todos están pasando por esto – les dijo, sin quitarle la mirada a su enemigo. Su haki estaba solo enfocado en él. ”¿Por qué no respondieron el fuego con fuego? ¿Por qué no usaron sus cañones?” – suspiró con calma, la decisión era difícil… Pero debía tomar una y ya tenía una. – Pero les tengo que pedir que resistan hasta que lleguen los refuerzos. Denme espacio para luchar y no intervengan, vigilen el barco enemigo y si se asoma el rey del mar – chocó sus puños y generó una ligera explosión. – Si no notan movimientos pasados unos minutos, deberán abordarlo e investigarlo. Con su poder no me sorprendería si viaja solo – dio un paso hacia adelante. No dejaría que ese sujeto les pusiera una mano encima. – Los protegeré aunque me cueste la vida. – No hizo ningún ataque, tenía que ganar tiempo hasta que los refuerzos que ella pidió llegaran. Solo esperaba que el buque aguantara hasta ese entonces, sino… Tendrían que mover la lucha al barco enemigo y eso podría ser una gran desventaja.

Las cosas estaban saliendo mal… Demasiado mal. Se le estaba yendo de las manos y ese tipo era bastante fuerte. Su aura se lo decía y se notaba demasiado seguro de sí mismo. ¿Qué debería hacer? ¿Cómo derrotarlo? Estaba protegido por ese ácido y no estaba del todo segura si su haki podría defenderla de eso. ¿Qué debería hacer? De reojo miraba a los pocos reclutas que quedaban con vida, estaban aterrados y pensar en la posibilidad de fallar era latente. ¿Debería rendirse? ¿Debería dejar atrás su orgullo? Su vida por la de los otros, no sonaba mal y podría, incluso, obtener más tiempo para que llegaran los refuerzos. Además, su píldora blanca ya había dejado de hacer efecto.

Observó al espadachín mover su arma, pero… Uno de sus hombres cayó con el cuello cortado. Lo había visto, estaba segura de eso. Ese malnacido no había sacado su espada. ¿Cómo lo estaba haciendo? Escuchó sus palabras. ¿Nadie podría derrotarlo? Estaba segura que Xemnas podría hacerlo y ni sudaría en hacerlo. Vio al enorme rey marino salir de nuevo del agua. ”Esto se está complicado demasiado. Tengo que pensar en algo” – dio un par de pasos hacia atrás. ¿Razón? Su calzado empezaba a derretirse. Lo dejó hablar. ¿Rendirse? Era una de las opciones, pero nada le aseguraba que no mataría a sus hombres… A los pocos que quedaban. ”A la mierda. Tengo que arriesgarme” – suspiró y activó su busoushoku en sus dos piernas, el color morado metálico se hizo presente y todas sus extremidades inferiores estaban protegidas. Era una armadura, a fin de cuentas, quizás podía soportar el ácido el tiempo suficiente. Al menos, hasta derrotarlo.

Su haki le advirtió de las intenciones de ese sujeto con máscara rara. Un ataque con un látigo. ¿Acaso no usaba su espada? Se movió a un lado con rapidez, esquivándolo por los pelos. Sintió el roce en su cuerpo y un ligero corte asomó entre sus ropas y su piel. No era profundo y tampoco es que le imposibilitara el avanzar. De su gabardina sacó su píldora café y se la llevó a su boca. Tan rápido como tragó, un aura del mismo tono la rodeó. Aunque eso no fue todo lo que hizo, iba a llevar a su cuerpo cerca de su límite. ”Tengo que ganar. Si lo derroto, el Rey Marino dejará de ser un problema. No puedo enfrentar a los dos al mismo tiempo.” – sus pupilas desaparecieron y la empezó a rodear un aura dorada. Su estilo de las sombras estaba activado.

– No me importa que mi cuerpo salga destruido de esta batalla, pero te derrotaré así sea lo último que haga.

Desapareció. Su velocidad era asombrosa y no tardó nada en llegar a dónde él estaba. Cargó su brazo en su busoushoku e intentó conectar un poderoso gancho en su hígado, diera o no diera, intentaría conectar una patada en sus costillas. Terminaría con un puñetazo en su rostro, todo recubierto en su haki. Luego de eso, retrocedería lo suficiente como para estar fuera del alcance de ese ácido y ver si es que sus piernas no habían salido lastimadas. ¿Qué tanto soportaría? ¿Si lo derrotaba el ácido frenaría su avance? ¿Cuánto tardarían los refuerzos en llegar? El tiempo límite era lo que el buque pudiera soportar. Su técnica y su píldora, esperaba, resistieran lo suficiente como para acabar todo esto.

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Lo derrotó. Lo había hecho, debía estar feliz, pero las cosas no habían salido como ella pensaba. ¿Por qué el Rey Marino no se detenía? ¿Quién era el que estaba detrás de todo esto? Sus pies le dolían mucho, pero, quizás, de no ser por el haki hubiera sido mucho peor. Se quedó mirando todo con calma… Sentía como es que todo empezaba pasar más lento. Ni siquiera pudo reaccionar al ver cómo es que la bestia se terminaba de cenar a los tres hombres que quedaban con vida. Era todo, la siguiente era ella. ¿Qué más podía hacer? ¿Luchar? Ya había derrotado a dos de esos sujetos, pero aún no lograba detener al rey marino. Suspiró de forma pesada.

El monstruo de un poderoso colazo, partió el buque en dos. De forma casi instintiva, se movió a una pequeña saliente que veía cerca. ¿Podría sobrevivir? Ahora estaba sola y los refuerzos hacían fama por su ausencia. ¿En serio vendrían? ¿Qué tan lejos estaban? ¿Lograría soportar hasta que ellos llegaran? Su buque no iba a durar más de un minuto y ella tendría que ir al barco enemigo. Estaba muy cansada, física y mentalmente. Esto era la vida real, esto era el ver como sus hombres morían. Su corazón estaba apretado y solo quería que todo acabara. ¿Qué debería hacer? Su cuerpo no iba a aguantar mucho más, pero tampoco quería que todo acabara de esa forma. Sus piernas le dolían demasiado y, seguramente, terminaría con más de una quemadura de gravedad.

– ¡Detente! ¡Por favor! – Gritó. Había sentido la presencia del vicealmirante… Seguía vivo. El rey marino ya había alzado su cola. No podía salvarlo y luego pasar al otro barco. ¿Qué más tenía que pasar? Sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo evitar mirar a otro lado. De un gran salto, aterrizó en la cubierta del barco enemigo.

Escuchó la voz del rey marino. ¿En serio? Ya estaba totalmente loca. Había visto los hilos rojos, pero se volvieron invisibles camino al barco. Dudaba mucho que el rey atacara su propio barco y pusiera en riesgo la vida de su amo, así que podía tener unos minutos de paz y tranquilidad. De todos modos, estaba preparada para lo que sea que pasara. Ya no tenía nada que perder, ya no tenía nada que defender. Su barco y sus hombres habían muerto. Soltó un largo y pesado suspiro.

– Da la cara. Solo quedamos tú y yo – dijo en voz alta. Si iba a morir, al menos, quería conocer el rostro del hombre o mujer que acabó con su vida. – Ven y enfréntame de forma directa. No seas cobarde. – Lanzó su gabardina lejos y se preparó para todo. Inclusive si el Rey Marino empezaba a atacar a su propio barco.

Las cosas no salieron bien, del principio que todo empezó mal. Todo por estar ella ahí, seguramente, el vicealmirante hubiera manejado todo de mejor manera. ¿Y planeaba seguir subiendo? ¿En serio? El dolor en sus pies ni siquiera era su principal importancia. Todos a su mando murieron, todos sus compañeros. Su mirada estaba clavada al frente, esperando que el responsable de todo esto diera la cara. Escuchó sus palabras y no pudo evitar negar con la cabeza. ¿En serio se creía la gran cosa si solo usaba a otros para luchar? ”Egocéntrico y cobarde” – pensó. Su mantra estaba activado y el rey marino parecía no hacer ningún movimiento. Era mejor así y, de todos modos, dudaba que su enemigo quisiera hundir el último barco que quedaba.

– Es inútil. – Susurró.

No se movió, ni siquiera se inmutó al ver las ametralladoras, de hecho, tan rápido las vio fue que creó una poderosa barrera de su haki. Las balas no tardaron en llegar, pero su barrera era más fuerte y detuvo todas y cada una. Se tiró al suelo, estaba exhausta. Las dos intensas peleas, sin descanso y el cansancio mental la estaban dejando sin energías. Apoyó sus dos manos en la cubierta del barco, necesitaba unos cuantos minutos o segundos. Sentía sus músculos agarrotados y al ver sus pies sabía que no podría luchar en buenas condiciones. Estaba perdida, no veía forma de ganar e iba sintiendo como es que su haki armadura estaba llegando al límite.

– ¿Sabes? Eres bastante egocéntrico para ser tan cobarde – dijo con una sonrisa. – Venenos, ametralladoras, usar un rey marino, a otras personas… Sí, son tácticas cobardes – suspiró con calma. Se llevó a la boca una píldora verde, con suerte, eso ayudaría a curar sus heridas. Aunque sabía que sus quemaduras estaban fuera de su alcance. – No te equivoques, te felicito, acabaste con todo un buque tú solo, pero… ¿Cómo puedes darte el lujo de festejar si eres un cobarde?

Se levantó del suelo y se apoyó en la baranda. Había visto los hilos rojos de las ametralladoras, y dudaba que esas eran todas las balas que podían disparar. Tenía que estar alerta a todo, pero… ¿Para qué? Solo le quedaba aguantar hasta que él o ella decidiera salir de su escondite. Estaba atrapada y ya estaba pensando en que los refuerzos llegarían tarde.

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– En la marina somos una familia – empezó a decir. – Nos protegemos entre todos y cada uno tiene un rol fundamental – continuó. ¿Qué debería hacer? Ya casi no le quedaban fuerzas y sentía cómo es que su cuerpo llegaba al límite. No solo eso, estaba devastada por el hecho de no poder proteger a sus hombres o al vicealmirante. – Y tú me la arrebataste frente a mis ojos. ¿Todo por qué? ¿Por una estúpida e inconvincente enemistad entre piratas y marines? Cada uno tiene su concepto de justicia, cada uno, dependiendo de lo que te ha marcado, tiene su propia ley o creencias – no quería ganar tiempo, solo estaba siendo sincera consigo misma. – Niños que nunca han visto la paz y niños que nunca han visto la guerra tienen sus propias ideas, conceptos o creencias de qué es la justicia – tomó una ligera pausa. Seguía atenta a las ametralladoras, pero todo indicaba que tenía unos segundos. – Pero claro, no eres lo suficientemente inteligente para entender todo esto – apretó su puño derecho. Ya solo quedaban ella y su enemigo que, a ratos, parecía que no tenía fin. Como si se enfrentara a un ejército infinito ella sola. – Y todo nos lleva a esto. Una lucha mortal entre tú y yo, donde, lamentablemente, tiene que haber un ganador… – una última pausa. – Y ese no serás tú. – Finalizó con convicción y determinación.

Entrecerró sus ojos al ver la puerta abrirse. ¿Sería el responsable? ¿Otra marioneta? Vio salir a una mujer de cabellos morados y una máscara. No podía decir, con certeza o seguridad, que no fuera un títere, después de todo, sus enemigos anteriores también tenían una presencia. Una voluntad que podía ser escuchada con su mantra. Estaba cansada de luchar, de seguir con esto… La habían superado y no veía posible una victoria, por mucho que demostrara firmeza en sus palabras. La verdad era innegable, tenía miedo. Vio la katana… ¿Sería un combate cercano? Todo el mundo sabía que un luchador no podía vencer a un espadachín en su territorio. La miró a sus orbes rojizos y sintió un leve viento pasar entre ellas. ¿Qué más podía hacer? Escuchó sus palabras y no pudo evitar sonreír. Solo quedaban dos minutos y todo habría acabado. La observó colocar las manos en la cubierta y notó que un humo pestilente empezaba a salir. No tenía que ser un genio, era veneno. ”Ya me están aburriendo sus venenos” – pensó mientras se ponía un poco más seria.

Su mantra le advirtió de todo lo que iba a suceder en unos segundos. Tenía una idea de cómo despejar el veneno, pero también era bastante peligroso llevarlo a cabo. Usar su fruta en un lugar como ese era una apuesta. Miró ambas torretas, pero para no seguir llevando su haki al límite, esta vez, generó una pequeña explosión en sus pies y la impulsó con bastante fuerza hacia atrás. Luego de eso, rodó por el suelo para luego empezar a levantarse. Su cuerpo, como esperaba, tenía más de una herida. Algunas balas habían logrado rozarla y sentía tanto las quemaduras como los cortes en este. Escupió sangre a un lado y miró a su enemiga. La niebla se iba acercando a ella, pero no la consideraba un peligro… O no tanto. Escuchó como una de las torretas se hundía en el mar, una menos. La otra podría destruirla con su fuerza, pero… En esas circunstancias, ya no confiaba más en ella.

Suspiró. No quedaba otra alternativa, tenía que arriesgarse. Una onda de un color rojizo se formó en su puño derecho. Golpeó con esta el aire y esta salió disparada hacía su enemigo, pero, de forma intencional, hizo que esta se desviara hacía arriba y la hizo estallar. Con suerte, lograría disipar la niebla con eso y también distraer a su rival. También, esperaba, que hacerlo de esa forma no terminara de dañar más el barco. Mientras la otra explotaba, había golpeado también el aire generando tres poderosas ondas directo a ella.

– ¿Dos minutos? – le dijo con una sonrisa. – Es más que suficiente como para terminar contigo.

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Misa jadeaba, le costaba respirar y era aún más difícil mantenerse en pie. ¿Qué la hacía mantenerse erguida frente a su enemigo? ¿Orgullo? ¿Ego? ¿Instinto de sobrevivencia? ¿Una mezcla de las tres? Era difícil saberlo a esas alturas… El humo tardó un poco disiparse y seguía atenta a cada cosa que pasara con su mantra. ¿Qué hubiera pasado si no lo tenía? Posiblemente, hubiera muerto con el primer ataque. Suspiró e intentó, en vano, regularizar su respiración. Sentía su cuerpo pesado, como si no fuera el de ella, como si tuviera ropa más pesada que antes. ”Ya quiero que acabe esta pesadilla” – pensó con una, totalmente, fingida sonrisa de victoria. ¿Si era ella el último enemigo? Sería un final digno, ya no podía más. Su cuerpo le dolía horrores y si se seguía alargando esto, lentamente, iba a caer inconsciente.

– No jodas… – Susurró.

Sus ojos se entrecerraron y sintió un balde de agua fría caerle encima. ¿Acaso no iba a tener fin? Un enorme escalofrío recorrió todo su cuerpo. Aunque, por lo menos, se había deshecho de las torretas, escuchó un rugido del océano y supuso que el Rey Marino ya no estaría molestando. La mujer espadachín tampoco era un problema. Solo quedaban ella y un mocoso de unos diecisiete años. Su pelo era rubio; igual que el de ella. Sus ojos, azules, mostraban una gran maldad. ¿Él era el causante de todo esto? ”Su poder es increíble…” – se dijo mientras se preparaba para el, quizás, último asalto. SI no era el último… Perdería. Apenas podía seguir en pie, tenía que acabar con todo esto. Quería venganza, sí… Pero era un niño. Por un instante, recordó a Xemnas… Pensó, por unos segundos, ¿qué haría él en su situación? ¿Sería capaz de perdonarlo? ”Él y yo somos diferentes… No puedo matarlo” – se autoconfirmó.

– No… No puedo matarte. Eres solo un niño… – Le dijo algo dubitativa.

Quizás podía salvarlo y guiarlo por el buen camino… ”No puedo ser tan ingenua” – su mantra le advirtió de las intenciones del mocoso. Por sus palabras, él también estaba en las últimas. Ambos estaban en su límite, pero Misa había logrado descansar un par de minutos, lo suficiente para poder seguir usando su Busoushoku. Se llevó una de sus píldoras blancas a su boca y con eso esperaba poder llevar su cuerpo a romper cada barrera. Un aura del mismo color no tardó en rodearla. Estaba lista. Lo vio venir… Esperó unos segundos antes de moverse, con velocidad, a un lado. Aun así, pese a todo, las heridas en sus pies la hicieron algo lenta y recibió un corte en la zona de sus costillas. Gritó del dolor al sentir la electricidad recorrer todo su cuerpo y no pudo evitar colocar una rodilla en el suelo. Era el fin… ¿Un empate?

– ¿Eh? – Susurró.

Vio el brillo rojizo salir de su cuerpo y su mirada fue de terror. ¡Se iba a autodestruir! Hizo un esfuerzo sobrehumano y logró levantarse, ignorando todo el dolor que sentía, corrió hacía él. Imbuyó todo su cuerpo en su Busoushoku, su velocidad, pese a todo, seguía siendo lo suficiente y la distancia entre él y ella era bastante poca.

– Sí, es el fin – empezó a decir mientras que con una mano y si llegaba a tiempo, lo agarraría de uno de sus pies. – Diste una buena pelea y te felicito por eso, tenías otras opciones y decidiste morir… ¡Pero no me llevarás contigo! – Gritó. Usando la poca fuerza que le quedaba, giraría unos segundos antes de lanzarlo con fuerza en diagonal al océano. Si no lo lograba, solo le quedaba hacer una poderosa barrera con su Haki y… Rezar por caer en algo que flotara. Era un todo o nada y se estaba jugando la vida, pero tampoco tenía la fuerza mental suficiente para pensar en algo mejor. ”Lo siento….” – pensó.

No pudo evitar soltarlo al sentir dolor en su mano al ponerla sobre el pie de su enemigo. ¿Qué carajos? ¿Sus ropas también estaban imbuidas en veneno? ¿Acaso tenía inmunidad a estos? No era el momento de pensar… aunque claro, no tenía las fuerzas mentales como para hacer algo así. Si no era una bomba, entonces… Era su fin. No iba a poder hacer mucho más, su cuerpo estaba en su límite y su vista estaba borrosa. Además, una de sus manos no le respondía y se estaba preguntando si se quedaría así o solo era temporal. El contacto fue más bien corto, pero no podía asegurar nada hasta que todo esto acabara. ”Ni siquiera sé si podré contraatacar” – pensó. ¿Qué debería hacer de ahora en adelante? Veía el barco más y más cerca, pero todo parecía indicar que todo se iba a acabar antes de que ellos llegaran. Iba a acabar ya sea con su victoria o, por qué no, su derrota y eventual muerte. Negó con la cabeza, no era el momento de pensar en eso.

Lo observaba y, a diferencia de ella, sabía que solo estaba agotado. No era él el que luchaba y tampoco era él el que sufrió todas las heridas de sus marionetas. Ella, en cambio, había estado luchando sin parar hasta este momento. ”Esto es malo…” – solo le iba quedando una opción… Una única y arriesgada opción. ”Si llevo mi cuerpo al límite en este estado, ni yo sé que podría pasar, pero en esta situación…” – podía usar la píldora negra más su técnica especial y, de esa forma, sentenciar el combate de una buena vez. No estaba en las mejores condiciones, pero tampoco tenía nada que perder. Tenía sus temores, en su estado, nadie sabía lo que pasaría. Además, no contaba con un mano y, seguramente, solo podría atacar una vez más. No tenía tiempo para dudar, lo vio apuntarla con sus cuchillas. ”No parecen estar envenenadas, pero puede ser un veneno con efecto tardío. Sea como sea, no tengo tiempo para dudar.” – confirmó su idea en su cabeza y solo se quedó esperando.


Sintió una poderosa presencia acercarse por su espalda y no pudo evitar sentir miedo. Si era una marioneta más del crío ese, significaría el final. ”Por favor… No” – lo vio y no pudo evitar sonreír de satisfacción, era un marine y su rango era de un comodoro. Escuchó sus palabras, pero no era que le importara mucho si era o no su apariencia verdadera. ¿A quién carajos le importaba algo así en ese momento? Más importante, ¿por qué no lo atacaba? ¿No planeaba interferir? La luz roja le hizo centrar su atención en su rival. Era hora, llevó su pastilla negra a su boca y un aura del mismo color la envolvió, pero eso no era todo, activó, también, su estilo de las sombras y creció hasta alcanzar el metro con ochenta. Sus pupilas desaparecieron y un aura de color dorada se combinó con la negra. ”Es la segunda vez que usó esta combinación” – se recordó con cierta gracia. Su mantra le advirtió de las intenciones de su enemigo.

– Es un todo o nada… – Susurró.

Imbuyó todo su cuerpo en su poderoso armamento y también había generado una barrera de su Haki. No esperaba poder detenerlo con eso, solo quería ganar tiempo, así que en cuanto lo vio cerca y que no podría evitar su barrera, se movió, con gran velocidad, unos metros más atrás. Con eso, por suerte, había logrado esquivar su ataque y había salido indemne de este. ”Ahora” – no le iba a dar el tiempo suficiente como para pensar, ni siquiera le daría tiempo a reaccionar. Ni siquiera le importó el hecho de que volviera a ser un niño. No tenía tiempo para perder, en su estado actual, no sabría cuánto iba a durar consciente. Desapareció para aparecer justo al frente de su rival, su velocidad, pese a sus pies heridos, seguía siendo bastante y esperaba poder pillarlo por sorpresa. Intentó impactar una poderosa patada en sus costillas, con el único fin de poder quebrárselas y también, gracias a su habilidad especial, lograr quemarlo al imbuir estas en fuego. Le diera o no, seguiría con un poderoso puñetazo directo a su rostro. Sus guantes especiales, iban a generar una poderosa onda de viento cortante y la velocidad de esta no iba a ser para nada menor, sin contar con la electricidad de estos. Además, tenían la capacidad de cortar el acero. Si aun así, no lograba darle, intentaría conectar un puñetazo en su abdomen. Luego de todo eso, se alejaría unos pasos atrás.

– Si no cae… Acabalo… Yo ya no puedo más… – Le comentó al comodoro.

Cosas Usadas:

Se había terminado. Al fin, se había terminado. Su técnica y su píldora dejaron de hacer efecto y cayó, derrotada, al suelo. Su brazo había sufrido un gran daño, pero, por suerte, ya venían los médicos del otro buque a ayudarla. Había reconocido al que era su rival, un tipo de menos de doscientos millones de recompensa y que le había costado mucho derrotar. No pudo evitar sentirse inútil ante ese hecho. ¿Por qué? Sencillo, fueron sus malas decisiones y su imprudencia lo que le habían costado todo. Apenas ella había sobrevivido y era lo que más le dolía… Nuevamente, no había capaz de proteger a nadie. Su cuerpo no le respondía y el equipo médico estaba muy preocupado de su brazo, lo cual era lógico… Si no paraban esa hemorragia, su vida acabaría en cuestión de minutos. Por suerte, eran rápidos y buenos, con mucho esfuerzo, luego de desinfectar con alcohol, ”Si hay algo bueno en que me duela todo, es que esto no va a doler como verdaderamente debe” – pensó mientras los veía cocer toda la herida. Una cicatriz iba a quedar en ese lugar, pero poco y nada le importaba. Escuchó lo que el nuevo sujeto había dicho y, de no ser porque no se podía mover mucho, habría asentido con la cabeza.

– Entendido. – Fue todo lo que se dignó a decir.

Ni siquiera lo había visto, nada, pero por su tono… No debía ser nada bueno. ”¿Quién carajos dice estas aguas, de todos modos?” – pensó mientras la empezaban a mover en una camilla, directo a la enfermería donde terminarían por curarla. En esta, cortaron todas sus prendas por la mitad y quedó solo con ropa interior. Los médicos la atendían con rapidez, algunos se dedicaban a mejorar los puntos de su brazo derecho, otros se preocupaban de las heridas leves, como algunos cortes y una que otra quemadura y, finalmente, había dos que se encargaban de sus pies. Era doctora, sabía que la recuperación iba a ser dolorosa y que le iba a costar caminar un tiempo, pero era lo que se había ganado… Lo justo y necesario. Luego de unos largos y tendidos diez o veinte minutos, terminaron con todo lo que tenían que hacer. Le dejaron un cambio de ropa a un lado y, también, unas muletas.

– Oye… Necesito que me hagas un favor – le comentó a la única enfermera que se había quedado con ella. – Si me quiero mover, tendrás que darme una inyección de adrenalina. Sé que es raro, pero me necesitan y esas cosas – le sonrió con dulzura. – Por favor.

– ¿No eres del tipo de persona qué hace lo que quiere? – Le preguntó ella mientras buscaba la dichosa adrenalina.

– No puedo darme ese lujo ahora… – Comentó con un tono un poco triste.

– Listo – la enfermera, sin que ella se diera cuenta, ya le había dado la inyección. – ¿Puedes moverte sola o necesitas ayuda? Nadie te juzgara si necesitas ayuda.

– No te preocupes, estaré bien. – Le respondió la capitana. Su cuerpo estaba en su totalidad cubierto de vendas, salvo su rostro. Se vistió, agarró las muletas, se acomodó un poco la escayola y empezó a caminar.

El camino al despacho de aquel sujeto fue largo. No porque no tuviera prisa, de hecho, en otras ocasiones, seguramente, inventaría alguna excusa para evitar esa conversación, pero… No podía hacerlo. Había sido la responsable directa de las muertes de sus compañeros y de un vicealmirante. Si la llegaban a expulsar, no sería una sorpresa… ”Aunque eso de tener wanted, sería una mierda, pero es el precio que uno debe pagar, ¿no?” – pensó algo deprimida. Le gustaba la Marina, podía hacer y deshacer a su antojo, podía estar con su novio, tener aventuras interesantes y defender lo que ella creía correcto. ”Pero hoy todo fue mi culpa” – se dijo. Sus ojos estaban vidriosos y tuvo que detenerse, apoyarse en una pared y darse fuerzas para no llorar. ”Solo enfréntalo, vive con ello y supéralo.” – suspiró de forma pesada.

– Aunque me pregunto si es del Cipher Pol… – susurró. – Si es así, puede que no sea lo que estoy pensando. – Ni siquiera tocó la puerta, nada. Total, era ella a quien esperaba.

– Siento el retraso – le comentó. – Entonces… ¿Qué quieres saber? – Le preguntó. Era hora de enfrentar la verdad.