Habiendo Odén ¿Quién necesita chorizo? [Némesis-Thairos] [Privado-Pasado]

Ese jodido departamento de investigación era una tortura de las grandes. El enorme rubio no llevaba allí ni dos horas y ya se había aburrido con tanto científico por allí. Tan solo había capullos con batas blancas y que además no sabían divertirse para nada. Pese a que tenía pocos días libres, ya se había pedido uno así de buenas. Esta persona no solo era un flojo de cuidado, además tan solo pensaba en liarla o entrenarse. Muchos podían preguntarse quién sería tan idiota de tratar de ser un guardián del departamento y no querer mover ni un dedo. Pues este hombre se llamaba Sousuke D. Némesis y su actual objetivo era llegar a lo más alto de su jerarquía. Muchos  no iban a confiar en él como era normal pero su historia estaba a punto de comenzar en aquella isla.

Se había desplazado hasta aquella isla controlada por la marina y donde todos los jóvenes justicieros empezaban sus caminos. Tenía un poco de curiosidad por ver cómo eran las tabernas, calles y bosques de aquel sitio pues parecía un lugar increíble. Tal vez resultaba ser el infierno para los delincuentes pero siempre solía haber paz por allí o al menos eso había escuchado. Había llegado remando en un simple bote de madera para ejercitar sus brazos de paso, aquello podía ser malo pues luego iba a tener que volver rápido. Si podía acoplarse al barco de alguien también lo iba a hacer. Su carrera no había hecho más que comenzar y ya estaba saltándose las primeras lecciones. El tener que seguir órdenes no iba con él y esperaba poder ascender lo antes posible realizando misiones importantes.

Era un tipo alto llegando perfectamente a los tres metros de altura, su cuerpo era musculoso y definido. Vestía ese día con una camisa morada de manga corta por el estúpido calor que hacía en aquella isla del Este. Portaba un pantalón largo de color negro y unas botas militares. El pelo de este tipo era rubio y pinchudo, sus ojos verdosos aceitunados. En su espalda llevaba una mochila grisácea dónde guardaba sus cosas. Su expresión en ese momento era tranquila y parecía estar de buen humor al sentir el aire fresco en su rostro. Se había asegurado de dejar el bote a salvo tras unas piedras y ahora había empezado su camino.

Caminaba tranquilamente por las calles del sitio viendo  a los marines pasar de un lado a otro y a las personas normales comprando en las tiendas. Los mercaderes de los distintos puestos gritaban vendiendo sus productos, los músicos daban espectáculos y los juglares contaban historias a cambio de pocos berries. Parecía ser un sitio lleno de paz y tranquilidad, el rubio se empezaba a aburrir un poco y además notaba las distintas miradas en él. Ser un semigigante no era fácil pero había que admitir que tampoco difícil. Tenía una fuerza considerable que le servía en muchos casos para acabar saliéndose con la suya. En ese momento se dio cuenta de que un puesto estaba abriendo sus puertas “Puesto de Ramen New World” no pudo evitar sonreír de lado y empezar a caminar hacia él para ver de qué se trataba. Tal vez había platos deliciosos y al rubio le estaba dando mucha hambre, por desgracia no tenía ni un duro y como mucho se iba a poner a oler y mirar. Pobre Némesis.

El barco en el que viajaba Thairos desembarcó en la isla Yotsuba, concretamente en el puerto de la única ciudad. El muchacho había conseguido convencer a unos marines para que lo llevasen a aquella isla prometiéndoles mujeres y bebida. El muchacho no mentía pero si no lo conseguía no le importaba mucho. Bajó de un salto del barco momentos antes de que éste echase el ancla. Casi cae al agua pero mantuvo el equilibrio y no cayó. Cuando se adentró un poco más en el muelle suspiró. Caer al agua no era una opción muy buena, al menos ya no. Ahí se encontraba el muchacho, destacaba entre todas las personas debido a su peculiar color de pelo. Vestía con su queridísima chaqueta de color verde, su camiseta de color blanco, unos pantalones de color marrón y unas zapatillas de color negro. En la cabeza llevaba unas gafas algo raras que le servían para poder ver más lejos. Colocó sus manos en su cintura dejando ver que llevaba unos guantes de color azul con los dedos cortados. Miró hacia la ciudad que se erigía frente a él, se ajustó las gafas y sonrió. Era hora de continuar su aventura.

Recientemente se había unido a un gremio de cazadores bastante prometedor y había escogido su primera misión. Le asignaron un compañero de misión, pero decidieron separarse para abarcar más rango de búsqueda. Tenía que cazar a un semigigante que iba sembrando el terror allá por donde pasaba. Thairos pensaba que no iba a estar en aquella isla, pero despejar las dudas era lo mejor que podía hacer. Podía ver muchos jóvenes que se dirigían casi todos en una misma dirección, probablemente para alistarse a la marina. La mayoría estaban muy contentos. Salió del muelle andando tranquilamente y observó todo lo que le rodeaba. Había puestos de comida, mercaderes y muchas personas pululando por ahí pensando en qué comer o qué comprar. Las mujeres de aquella ciudad no estaban nada mal bajo el punto de vista del chico. Aquel muchacho era muy ligón y siempre buscaba a alguna chica que llevarse con él para divertirse. Vio un grupo de jovencitas en una esquina hablando y riendo, Thairos decidió acercarse a aquel grupito para presentarse.

-Buenas señoritas.- Thairos se apoyó en la pared de al lado de aquellas muchachas y todas se giraron para ver quién era el que estaba hablando. A más de una le entró por el ojo el muchacho así que se mostraron bastante receptivas ante Thairos. -Oh, hola pelirrojo.- La más bonita de todas contestó al muchacho, sin duda era la más extrovertida de aquellas cuatro mujeres. Aquella muchacha tenía una preciosa melena de color negro y unos ojos verdes intensos. Thairos casi se desmaya al ver tal belleza ante él. Se acercó al grupo de chicas sonriendo ampliamente. -¿Queréis ir a algún lugar a divertirse con un famoso cazador como yo?- Thairos se señaló con el pulgar de la mano derecha mientras sonreía. Las cuatro chicas empezaron a reír de manera pícara y después de unos segundos debatiendo accedieron a ir con el muchacho, además la chica con el pelo oscuro se acercó al pelirrojo a escuchar que era famoso. -Con que un cazador famoso ¿eh?- El muchacho sabía perfectamente que ese día iba a tener tema con alguna de aquellas preciosidades. Antes de irse con las chicas algo llamó la atención del muchacho. Un enorme hombre destacaba entre todas las personas que estaban ahí. Parecía un semigigante y él estaba buscando uno. La cara de Thairos cambió drásticamente y se puso bastante serio. Podría ser la persona que estaba buscando. De todos modos no tenía el cartel a mano ya que se le había olvidado cogerlo y lo tendría su compañero.

-Chicas, mejor lo dejamos para otro día.- Thairos ignoró a las muchachas y se fue en busca de aquel tipo que se encontraba husmeando en un puesto de comida. Aquellas chicas se enfadaron bastante y después de llamar de varias maneras a Thairos se fueron. El pelirrojo una vez que estaba tras la espalda de aquel tipo se echó una mano a la zona más baja de su espalda. ¡Eh! ¡Tú! Quieto ahí.- El muchacho alzó la voz para que aquel hombre lo escuchase perfectamente.

Por fin después de unos momentos el puesto quedó abierto y el dueño empezó a cocinar platos de ramen y de odén.  El olor que desprendían aquellos hermosos platos hacían que el pobre iniciado en el departamento científico sintiera ganas de llorar. Era una sensación demasiado horrible el no poder comer como era debido. Sentía impotencia y realmente las ganas de hincharse a comer y luego irse sin pagar eran demasiado tentadoras. No podía empezar a liarla y mucho menos en una isla que estaba repleta de marines hasta arriba. Era un suicidio hacer aquello y posiblemente se estaba jugando la carrera. No podía joder todo antes de empezar y por ello tuvo el poder de pararse a tiempo antes de cometer una locura. Sin embargo aquel maldito olor del demonio continuaba penetrando sus fosas nasales, provocándole e incitándole al hurto.

El dueño empezó a mirarle un poco preocupado pues la idea de que un semigigante le mirase de aquella forma no le agradaba. Era una persona mayor llegando a los sesenta años fácilmente. Sus cabellos eran largos y plateados mientras que sus ojos poseían un tono azulado como el mismísimo cielo. Sus ropas consistían en una bata blanca un poco extraña y unas sandalias. Además ese día el hombre no llevaba ropa interior. Cada vez terminaba más platos pero empezaba a pensar que Némesis quería comérselo a él debido a la mirada que éste tenía. No tardó mucho en agarrar el cuchillo de cocina y colocárselo debajo de la manga de forma muy descarada. De todas formas era algo que le daba igual al rubio pues tan solo se dedicaba a mirar de forma suplicante los platos que allí había. Era demasiado tentador y empezó a notar un inmenso temblor por todo el cuerpo. La tentación era poderosa y se había apoderado de él totalmente.

En aquel momento escuchó unas palabras a su espalda y no pudo evitar abrir los ojos como platos. No era posible que le hubiesen pillado incluso antes de actuar y no pudo evitar sentir el miedo por todo su enorme ser. Ahora debatía consigo mismo entre salir corriendo o suplicar perdón. A lo mejor a su espalda estaba un almirante o un cargo alto, debía comprobarlo de alguna manera y entonces se fue dando la vuelta despacio. Pudo ver entonces a un chico de cabellos rojos observándole. Su altura era la típica de las personas de la isla pero el que tuviera una mano oculta le hacía sentirse un poco incómodo. Némesis clavó sus verdosos ojos en los del chico y simplemente sonrió de forma ladeada para después dar un par de pasos hacia él. Le miró de forma calmada y simplemente lazó la mano hacia arriba haciendo una especie de gesto militar. – ¡Saludos, señor! ¡Novato del departamento científico del gobierno, Sousuke D. Némesis presentándose! – Dijo ahora mientras ponía una expresión seria.

Estaba presentándose claramente pues pensaba que aquel tipo era un marine o algo por el estilo, entonces fue cuando su estómago hizo un ruido parecido al de un gruñido. Al parecer el hambre se estaba apoderando de él pero no podía dejarse llevar por aquello frente a aquel Vice-Almirante pelirrojo. Némesis pensaba que mínimo tendría aquel rango pues le había hablado con una autoridad impresionante pese a la diferencia de tamaños. El vendedor de ramen al ver aquello empezó a suspirar y a poner sus productos a la venta. En ese momento dos ciudadanos se sentaron pidiendo dos platos de odén, afirmando que estaban hartos de comer chorizo de las tiendas normales. La envidia corroía totalmente al pobre asesino que continuaba firme.

Aquel tipo enorme resultó ser un miembro del gobierno. Thairos parecía algo tonto al pensar que su presa estaría en aquella isla y quitó su mano de la espalda. No pensaba que estuviese mintiendo ya que era muy lógico que aquel tipo dijese la verdad. Pero era algo raro que un hombre tan grande fuese uno de los rangos más bajos de su jerarquía. No todo era portento físico por lo visto y ahí estaba la muestra. Dijo que era parte del departamento científico del gobierno y Thairos volvió a divagar en sus pensamientos. ¿Un científico de tres malditos metros? ¿Eso cabe en un laboratorio? Ya que se había presentado ante él, el pelirrojo no iba a ser mucho menos. -Mi nombre es Thairos Furei, futuro Rey Cazador así que quédate con mi nombre porque vas a escuchar muchas veces de mí.-

Thairos no pudo evitar escuchar el sonido que provenía de la tripa del semigigante. -Perdona por haber sido tan brusco antes. Te confundí con un criminal. Veo que tienes hambre… Te compensaré tal afrenta entonces.- El pelirrojo hizo un gesto con la cabeza señalando el puesto de ramen. Había visto como el hombre estaba mirando la comida que estaba preparando el señor del puesto y seguramente no tendría ningún duro. Thairos se acercó al puesto y se sentó en un taburete esperando a que aquel hombre hiciese lo mismo. Lo cierto es que no sabía cómo lo iba a hacer ya que aquel tipo era enorme y los taburetes en comparación con su cuerpo eran bastante pequeños. El muchacho cuando se sentó pidió que le sirviese un plato de udón y una bebida bien fría. Miró hacia Némesis sonriendo ampliamente. -Vamos que no te de corte. Somos colegas.-

Dios se le había aparecido al enorme rubio pues aquel chico no era un marine al parecer. El gran Vice-Almirante resultaba ser un pequeño cazador que se llamaba Thairos. Aquello hizo al enorme tipo el hombre más feliz del mundo entero. No iba a ser arrestado por mirar de forma lasciva la comida de aquel puesto. De hecho el generoso muchacho le estaba invitando a comer y se sentó en uno de aquellos pequeños asientos. Estaba un poco nervioso por ser la primera vez que hablaba con alguien que no fuese de su familia o un superior. Debía de centrarse y dejarse de tonterías.

Juntó varios asientos y se pudo a su lado con la cabeza agachada, notaba la mirada del dueño clavada en él y parecía tenerle un poco de manía y todo. Aquel chico pretendía ser rey cazador y el rubio no quería cortarle las alas pero que le invitase le hacía feliz. En ese momento cogió un bote de palillos y sacó un total de dieciséis. Los colocó sobre la mesa y sonrió de lado, no sabía por qué había elegido aquel número pero ahora le daba lo mismo. Escuchó el pedido del chico y sonrió de lado escuchándolo.

El enorme tipo ahora miró al chico. – ¡Me la has colado antes, primo! ¡Pues en ese caso de lo agradezco! Me acabas de salvar la vida. – Pidió con toda la calma del mundo tres platos de udón y dos de ramen de ternera. Además también eligió una enorme botella de agua fresca, se iba a poner las botas como era debido. – Yo soy Némesis como ya dije, y seré el director general de todo el departamento científico. – Dicho aquello sonrió de lado para notar cómo el dueño le iba poniendo los distintos platos frente a sus ojos. – !Itadakimasu! – Gritó entonces relamiéndose.

Era asombrosa la cantidad de comida que había pedido aquel hombre. No era para menos ya que era enorme. Por suerte Thairos llevaba bastante dinero encima asique pagar no iba a ser ningún problema. De todos modos esperaba que no fuese muy caro aquel puesto, era un puesto de comida al fin y al cabo, no debería serlo. Némesis mencionó que quería llegar a lo más alto de su rango y el pelirrojo no pudo evitar sonreír al escuchar aquello. Le gustaban las personas con fuertes ambiciones en la vida, siempre que no fuese hacer daño a los demás claro está. Thairos miró su plato de udón mientras se relamía, sólo lo había probado una vez y aquella vez le gustó bastante. Esperó a que enfriase un poco ya que estaba hirviendo y agarró dos palillos. Comenzó a comer los fideos tranquilamente, de vez en cuando agarraba un pedazo de ternera y lo masticaba felizmente. Sin duda aquel plato estaba bastante bueno, el hombre sabía perfectamente lo que hacía.

-Y bueno… Némesis ¿no estás un poco lejos de donde deberías estar? Que yo sepa en ésta isla no está el departamento científico.- Thairos estaba intrigado por aquel hombre. No parecía ningún científico que haya conocido nunca. Los tipos que conocía de aquel departamento eran muy raros, extravagantes y la mayoría unos chalados. Sin duda lo de extravagante encajaba a la perfección con la pinta del rubio, pero su personalidad no era la que era de esperar en un científico. Además, aquellas personas solían tener bastante dinero entre manos para sus investigaciones que eran subvencionadas por el gobierno. Aquel tipo no tenía nada de dinero, a la vista estaba ya que estaba siendo invitado por Thairos. Otra cosa que no podía dejar de obviar era su estatura. Nunca vio un semigigante, pero se lo esperaba de otra manera. Él creía que todos los gigantes y semigigantes eran hombres gordos con barba, trenzas y cascos con cuernos. Por alguna razón pensaba así.

-¿No conoces a ninguno de tu… especie?-

El enorme guardián del departamento empezó a comer de forma rápida mientras disfrutaba del sabor de aquellos platos. Había que admitir que el dueño era un capullo integral que le había juzgado por su aspecto pero sin duda tenía talento para hacer aquellas cosas. El sabor de la ternera en la sopa de los fideos era perfecta y la textura de éstos maravillosa. Enormes cantidades de alimento entraban por la boca de Némesis de forma exagerada y en menos de un minuto ya se había tragado un tazón de ramen entero. Empezó a toser un poco debido a que casi se había atragantado pero entonces bebió de su botella de agua sintiendo como el refrescante líquido inundaba su garganta de forma suave. Una vez hubo absorbido media botella soltó una pequeña carcajada y acercó hasta él su otro bol. Era el momento de continuar con aquella sabrosa comida.

En ese momento escuchó las palabras del pelirrojo y no pudo evitar sonreír de lado mientras continuaba comiendo fideos con los palillos, los cuáles cogía con mucha dificultad debido al tamaño de sus manos. Cuando hubo tomado unos pocos más se quedó mirándole con una sonrisa tranquila para después contestarle con calma. – Mi departamento está muy cerca de aquí de modo que no te preocupes. Pero me daba mucha pereza y me he pillado el día libre. Si vieras lo aburrido que es, solo hay tipos con lentes, batas y hablando sobre elementos y números. De hecho algunos decían cosas sobre teorías del universo y estupideces. – Continuó comiendo felizmente hasta haberse terminado el plato de ramen. También había oído la pregunta sobre los de su raza y no pudo evitar sonreír de forma calmada para después mirarle.

Sus ojos mostraban una expresión bastante amable y tranquila. – Pues claro que he visto a muchos de mi especie. Mi madre, mi tío, mi primo y algunos más. Todos viven en Water Seven y son ciudadanos honrados. – Dijo aquello de forma tranquila para después continuar comiendo un plato de aquellos. Justo en ese momento dos personas entraron al puesto con fusiles en sus manos y apuntando al dueño. – La caja registrador, ahora. – No dijeron mucho más pero parecían pasar totalmente de los clientes. Eran gemelos, ambos morenos y con gafas. Parecían ser altos y además no paraban de sonreír en todo momento, uno de ellos parecía ser el más calmado mientras el otro no. En la camiseta de uno ponía Shatere y en la del otro Ho.

Aquel enorme hombre mencionó que si conocía a más como él. Thairos se emocionó puesto que podría ser alguno de sus conocidos el tipo que conocía. La cara del pelirrojo cambió completamente cuando escuchó que empezó a hablar de su familia. El asesino se sintió algo decepcionado porque al parecer no lo conocería. -¿Eres de Water Seven? ¡Yo igual! Pero nunca te vi por ahí.- Thairos se alegró bastante al escuchar que aquel tipo era de su isla de origen. Thairos sintió que aquello hizo que se acercasen más entre ellos dos. Némesis comía como una maldita bestia y el joven se quedó mirando varios segundos como tragaba. Era todo un espectáculo

Thairos degustaba su rico plato de udón cuando por el rabillo del ojo vio como unos tipos se acercaron al puesto y apuntaron con sus armas al chef. No parecían demasiado listos pues, aunque Némesis fuese débil o no, físicamente imponía muchísimo. Pasaron de los clientes y volvieron a repetir que le diese la caja registradora. Thairos giró completamente la cabeza para mirarlos sonriendo. -Caballeros, están molestado la hora de mi almuerzo. Por favor, iros de aquí. Será mejor para todos que…- El pelirrojo hablaba tranquilamente hacia aquellos dos cuando uno de ellos se giró hacia a él apuntándolo con su fusil. En su camiseta ponía “Ho”, sería su nombre. -Cállate payaso, contigo no va la cosa.- La cara del asesino cambió de repente a una mucho más seria. Él le estaba hablando con toda la educación del mundo y éste era un maleducado. Thairos se levantó y miró a Ho, era bastante alto. -¡Oh! Discúlpeme señor, perdone mi intromisión.- El maleante se rió nuevamente del pelirrojo y volvió a girarse para mirar al señor del puesto. Una vez hecho aquello Thairos rápidamente salió hacia Ho, que era el que más cerca estaba. No le daba tiempo a agarrar ninguna de sus armas e intentó darle un puñetazo en el estómago. El puño del muchacho cambió repentinamente de forma, sus nudillos parecían haberse unido y acabaron todos en una sola punta. Cuando el puñetazo impactó en el cuerpo de aquel malhechor éste se encorvó. A su vez cuando Ho se incorporó para apuntar y disparar su arma. El asesino se dio cuenta de lo que intentaba y le dio con su puño acabado en punta en el cañón del fusil consiguiendo doblarlo un poco. Ho no reaccionó a tiempo y apretó el gatillo. Como consecuencia el arma estalló haciéndole bastantes heridas en las manos a su atacante. Thairos se defendió como pudo de aquella explosión.

Una vez hecho aquello miró a Ho y sonrió ampliamente como si no hubiese hecho absolutamente nada. -Oh vaya, tu juguetito se rompió… Creo que es mi culpa.- Después de decir aquello soltó una carcajada y esperó a ver qué hacía ese sujeto contra él.

Ese chico también era de la isla de los carpinteros y aquello solo significaba una cosa, eran paisanos. El rubio se alegró bastante al escuchar sus palabras y tras continuar comiendo unos momentos más se quedó mirándolo. Había ignorado totalmente a aquellos tontos que sin duda alguna iban de chulos por tener armas en sus manos. No recordaba ver tampoco al pelirrojo por su isla de origen. Tal vez vivían en zonas opuestas y por ello no se habían encontrado. De todas formas Némesis no solía salir mucho y siempre se solía quedar en casa durmiendo o jugando al escondite con su perro. De hecho recordó que una vez se asomó por la ventana y vio a dos tipos morenos partiéndose de risa tras haber derrotado a unos capullos que estaban armándola. En Water seven había personas para todo, desde astilleros impresionantes hasta muchos forasteros que iban a liarla. Por suerte debido a la posición en la que se hallaba la isla, no iban muchos criminales.

En ese momento el pelirrojo se colocó en pie y de un golpe dejó el arma de uno de aquellos tipos totalmente inservible. Aquello le hizo sonreír y después se puso en pie con toda la calma del mundo mientras analizaba despacio la situación. Al parecer el paisano podía vencer con facilidad a aquellos idiotas pero se dio cuenta de que el otro tipo estaba sacando su arma. No pensaba dejarle reaccionar y sin pensárselo tomó el banco de madera dónde había que sentarse para comer. Sin piedad ninguna, lo estampó contra aquel hombre, que notó aquel objeto partirse contra su propio pecho. Debido al impacto cayó de espaldas al suelo empezando a gritar de dolor. Némesis sonrió de lado colocándole el pie sobre el pecho para después hacer fuerza. Su peso hizo que se mantuviese inmóvil y no pudiese dar por culo como había intentado hacer.

El rubio volvió a mirar al pelirrojo con toda la tranquilidad del mundo. Ho no parecía un tipo poderoso pero su mirada parecía un poco de enfado y era normal tras haberle estallado un fusil en las manos. – ¡Pues no solía salir mucho por la isla! De todas formas me alegro de haber encontrado un paisano. – Dijo entonces mientras mostraba una sonrisa amplia y observaba a aquel chico. El otro tipo tosió un poco mientras sentía la impotencia de ser aplastado y no poder moverse. El peso de Némesis era bastante elevado al ser un musculoso mastodonte pero no pensaba apartarse. De hecho ahora tomó su tazón con la mano y empezó a comer con tranquilidad mientras observaba a los otros dos mirarse.

Némesis también reaccionó antes aquel par de idiotas. Consiguió neutralizar al otro sin mucho esfuerzo y Thairos miró al rubio mientras éste seguía comiendo. Ho que estaba completamente negro debido a la explosión gritó alertando al asesino. El pelirrojo se giró completamente mientras veía como Ho lanzaba un puñetazo a la cara de éste. Thairos no hizo nada para defenderse y el golpe le impactó de lleno en la cara. El asesino se movió un par de metros debido a la potencia del golpe, pero parecía como si no le hubiese hecho nada. Ho mientras tanto se miró el puño y vio como tenía muñeca desencajada. Al ver aquello empezó a notar un intenso dolor y después comenzó a gritar. Lo que hizo Thairos fue sencillo, simplemente añadió más grosor a los huesos de la zona a la que iba a ir el golpe. El muchacho miró a Ho sonriendo, aquel golpe le dolió bastante pero quién se llevó el mayor daño fue aquel tipo. Ho vio cómo su compañero estaba en el suelo atrapado por el semi gigante y luego observó como el pelirrojo sonreía felizmente después de haberse llevado tal golpe. Aquellos dos personajes eran sumamente extraños. Al final Ho optó por salir corriendo y dejar a su compañero en la estocada. El pelirrojo vio como el otro corría como si no hubiese mañana agarrándose la muñeca.

-Yo estaba casi todo el día en la calle haciendo el idiota… Seguro que nos divertiríamos si nos hubiésemos hecho amigos.- El pelirrojo empezó a reírse bastante mientras se sentó en su asiento nuevamente. Él ya había acabado de comer, pero Némesis seguía ahí. Aquel tipo parecía un pozo sin fondo. Esperaba que no fuese muy caro comer allí y mucho menos después de haber salvado el local. El chef se acercó a la posición de aquellos dos sonriendo y frotándose las manos mientras sonreía. -Caballeros, gracias por haber salvado mi modesto negocio… No sabría qué hubiese pasado si no llegáis a estar aquí. De modo que os lo agradeceré con una bonita barra libre. ¡Pedid lo que queráis!-

Los ojos del asesino brillaron y miró rápidamente a su compañero. Estaba muy contento de haber logrado aquello y después de mirar a Némesis pidió. -¡Pues quiero un cueco de Odén, Udón, uno de cerdo y que lleve algo de naruto!-

El cabrón del otro tipo había salido corriendo tras haber dejado allí abandonado al otro. Eso era ser un cobarde de los grandes y no debía de estar muy satisfecho con ello. De todas formas el otro no iba a tener la suerte de librarse pues Némesis no era una hermanita de la caridad. Le miró a los ojos con una sonrisa tranquila para después soltar un suspiro. Inmediatamente levantó un poco el pie para tratar de darle algo de esperanza, pero entonces le pegó una patada en la cabeza. La fuerza de aquel maganto fue enorme pero tampoco se pasó pues no iba a matarlo sin motivo alguno. El atracar un sitio estaba mal pero la muerte era algo que sobraba a su parecer. Comportarse como animales era algo que le ponía enfermo y deseaba cambiarlo de alguna forma.

Entonces se quedó mirando el cuerpo un poco extrañado pues aquellos capullos le sonaban de algo. Entonces cayó en la cuenta de que había visto sus cabezas en un cartel y cayó en la cuenta de que era un tipo muy buscado. De hecho él y su hermano estaban valorados en cuarentaicinco millones cada uno y ahora tenían a aquel capullo allí atrapado. El tendero encima se puso en modo generoso y les invitó a barra libre. No era un mal precio para agradecerles aquella ayuda y entonces el rubio se sentó pidiendo un plato de odén. Se puso a comer también disfrutando de aquella delicia cuando de repente miró a su compañero de forma tranquila. – Eso no me cabe duda, tronco. Por cierto esos capullos estaban valorados en… – No pudo terminar la frase debido a que escuchó unas voces y parecía que iban contra ellos.

En ese momento el otro hermano había vuelto pero con dos tipos más y encima parecían ir armados con espadas y demás. El rubio se quedó impresionado al ver semejante escuadrón. Aquel enfermo había ido a pedir ayuda a sus amigos y tan solo mostraba más cobardía pero también algo de solidaridad por su hermano. Entonces el tendero alzó una ceja y lanzó una sartén con toda su fuerza, impactando con ella en la frente de uno de los enemigos, el cual cayó al suelo inconsciente. Encima aquel objeto había parecido ponerse de un tono morado azabache, cosa que hizo al rubio flipar un poco. – Hijo puta el viejo… – Mencionó mientras aquel tipo continuaba cocinando con una sonrisa ladeada. Se la había dado con queso a todos ocultando su poder de aquella forma.

Aquellos dos tipos estaban bastante contentos con la comida gratis que le había ofrecido aquel hombre del local. No había resultado ser unos tipos demasiado peligrosos, pero aun así molestaron. Némesis empezó a hablar antes de que le trajeran el plato que había pedido, no obstante fue interrumpido por algo. Se escuchó algunas voces, parecían enfadados por alguna razón. Thairos se giró para mirar lo que estaba pasando para llevarse una pequeña sorpresa. El idiota que había salido corriendo había vuelto con dos tíos más y parecían muy enfadados. El pelirrojo se levantó nuevamente del asiento y les miró. No por ser más iban a ser mejores. De pronto una sartén a gran velocidad pasó por el lado derecho del cazador. Se quedó impresionado por la velocidad que había tomado aquel objeto. Dicha sartén impactó sobre la cara de uno de aquellos tipos y acabó por dejarlo tirado en el suelo. Thairos se giró y vio al hombre del puesto de comida sonriendo. Aquel hombre tenía cierta destreza.

Los bandidos no se acobardaron porque uno de ellos había caído tan rápido. Es más, se cabrearon más y aumentaron el ritmo que llevaban. Si bien los hermanos tenían letras en las camisetas con sus probables nombres, el tipo nuevo tenía en su camiseta la palabra “Chinsi”. Aquel hombre llevaba una espada algo desgastada sobre el hombro e iba sonriendo mientras caminaba. -Espero que sea interesante.- El tipo parecía bastante confiado. Era de una estatura normal, pelo negro, ni delgado ni gordo y además en su muñeca derecha tenía una pulsera curiosa.

Thairos deformó nuevamente su puño derecho mientras que con el otro agarraba su puñal. Se abalanzó directamente a por Ho mientras el asesino sonreía ampliamente. Sin duda se estaba divirtiendo bastante con aquella situación. Por lo que estaba diciendo Némesis antes aquellos cuatro tenían recompensa por sus cabezas. Cosa que el pelirrojo no había notado, no había visto aquellos carteles ya que probablemente serían nuevos aún. Gracias a aquello el asesino se emocionó más aún ya que sería un paso más para su ambicioso objetivo. Ho seguía con su muñeca desencajada no obstante iba a pelear. Cuando Thairos se acercó a aquel hombre le propinó un ataque a la boca del estómago para aturdirlo. Una vez hecho aquello con su daga atravesó el hombro contrario al de la mano inutilizada. Quería conseguir que los brazos de su oponente quedasen inutilizados para que no pudiese pelear bien. Cuando lo consiguió, Ho pudo reaccionar debido al dolor que estaba soportando y lanzó una patada al costado del asesino. Thairos no pudo esquivarlo debido a la proximidad con Ho y acabó recibiendo el golpe. Eso hizo que el muchacho se desplazase unos metros hacia la dirección de la patada.

El golpe de Ho no fue demasiado potente así que no daño mucho al asesino. Thairos se dispuso a cargar contra su enemigo nuevamente. Esta vez iba a intentar algo que no sabía si iba a funcionar. Cuando se colocó en frente de su adversario realizó una finta para atacar al costado con su puño modificado. Una vez que hizo aquello y paralizó momentáneamente propinó un ataque directo a la nuca para dejarlo inconsciente. El pelirrojo lo consiguió, hizo que aquel criminal cayese redondo al suelo. Por el momento estaba bien, Thairos no era una persona que mataba a la gente salvo en caso extremo. Tenía ganas de ver a Némesis de nuevo en acción así que agarró el cuerpo de Ho y lo arrastró para que no molestase. -Uff espero que merezca la pena.-

Némesis continuaba flipando con el ataque del dueño del puesto, ese hombre parecía ser un poderoso guerrero. Seguramente había pertenecido a la marina, gobierno o alguna banda fuerte. Era un tipo admirable y el rubio agradecía no haber tenido que pelear contra él. Si ambos hubiesen chocado, el pobre guardián habría acabado por los suelos. Su curiosidad sobre aquel tipo ahora era enorme pero debía centrarse y dejar de pensar en aquello. Podía haber tiempo después para hablar con él. Soltó un suspiro y después miró a los nuevos que habían llegado. Habiendo uno menos ya solo quedaban dos y encima Thairos ya estaba combatiendo contra el anterior. De modo que a él le tocaba el nuevo que había aparecido con el capullo de Ho. En la camiseta ponía Chinsi y aquello le dio muy mala espina al asesino del departamento.

Miró la pulsera que tenía, en la cual ponía “I love Yaoi”. Una gotita de sudor cayó por la cabeza de aquel semigigante que enseguida dio un paso atrás. Después de unos momentos, el pelirrojo había terminado su combate contra aquel capullo. Era el turno del rubio y ahora se quitó su mochila, sacando de ella un guantelete negro con tres cuchillas en los nudillos centrales. Se lo puso y mostró una media sonrisa para después lanzar un golpe peligroso hacia el chico nuevo. Logró hacerle una fea herida en el abdomen pero éste lanzó una daga contra Némesis a una velocidad moderada. El chico pudo meter en medio su arma a tiempo para bloquearlo pero entonces aquel capullo le lanzó un segundo objeto filoso que le hizo una herida en el hombro derecho. Un poco de sangre empezó a fluir de aquella zona y el enorme asesino no pudo evitar mostrar una sonrisa siniestra.

Era su momento de atacar y no pensaba contenerse. Se lanzó a por su oponente y lanzó un ataque con sus cuchillas a toda velocidad hacia su pecho. El enemigo se movió de forma hábil pero no lo suficiente y se llevó una herida media en el hombro. Némesis no le dejó respirar y a continuación alzó la pierna impactándole una patada en la cara y dejándolo allí tirado. Mostró una sonrisa de satisfacción y cuando miró a su presa se dio cuenta de que estaba inconsciente. Su papel había terminado y en ese momento miró a su compañero. – Lo que te decía es que los hermanos valen cuarentaicinco millones. Estos dos me suenan, creo que eran veinticinco… – Se quedó pensativo mirando los cuerpos, hasta que de repente miró el reloj del puesto de comida. Sus ojos se abrieron como platos y en ese momento gritó. – ¡A la polla! ¡Que no llego al departamento! ¡Nos vemos, hermano! – Dijo de forma amable para después salir corriendo.

No tardó en llegar a su bote y tras echarlo al mar, se subió y comenzó a remar lo más rápido posible. Recordaba que debía de llegar a la otra isla antes del anochecer. Si llegaba tarde podían echarlo y aquello no podía ser. Todo el dinero que había dejado allí tirado en forma de cuerpos, lo dejaría en manos del pelirrojo para que ascendiese. Podía considerarlo un regalo de un paisano pero ahora Némesis no estaba para pensar en aquello. Remaba como alma que llevaba el diablo mientras el sudor caía por su rostro, se lo había pasado bastante bien. Además había hecho un nuevo amigo y que además era un paisano de su isla. Esperaba volver a verlo en otra ocasión pero en ese momento debía correr.

Tanto Thairos como Némesis habían acabado con aquellos cuatro individuos. Cuando el rubio había terminado, se acercó al pelirrojo y éste le dijo que valían bastante dinero. Al asesino se le dibujó una sonrisa de alegría en la cara. Eran cuatro y eso creaba una suma bastante bonita. Con aquello podría seguir escalando en la jerarquía de los cazadores. Cada aventura que tenía era un paso más para lograr su objetivo. Se estaba haciendo tarde y Némesis recordó que tenía trabajo que hacer. Se despidió del pelirrojo y echó a correr. Thairos se quedó algo perplejo por la repentina marcha del semi gigante. -¡Adiós colega! ¡Nos volveremos a ver!-

Su nuevo amigo se había marchado ya y tenía a los cuatro criminales tirados en el suelo. El pelirrojo se quedó mirando el estado en el que se encontraban y colocó sus manos sobre su cadera. Suspiró y a continuación se recolocó las gafas que llevaba en la cabeza. Miró a su alrededor y pudo ver como varias personas le miraban. Unas le sonreían plácidamente debido al servicio que había hecho al acabar con aquellos maleantes, mientras que otras tenían cara de preocupación. Al asesino no le importó demasiado aquello puesto que había conseguido noquear a dos de ellos e iba a cobrar sus bonitas recompensas.

El atardecer estaba cayendo en aquella isla y el pelirrojo no encontraba lo que estaba buscando. Se estaba haciendo tarde. Volvió a echar otro vistazo rápidamente y vio algo que le llamó la atención. Vio a un hombre echado en una pared con una carreta bastante grande a su lado. Se acercó a aquel tipo y le miró sonriente. -Señor, le compro la carreta.- El hombre miró al muchacho algo sorprendido. Era una carreta ya algo vieja y no pensaba que alguien le iba a ofrecer dinero por ella. -Te la dejo por cinco mil berris muchacho.- No sabía si le iba a dar ese precio, pero de todos modos probó suerte. El pelirrojo echó mano a su bolsillo sacando un saco repleto de dinero. El hombre se quedó asombrado al ver aquello. Thairos empezó a contar dinero hasta llegar al dinero que pedía el hombre. -Tome señor, aquí tiene.- El asesino se acercó al hombre y le dio el dinero gustosamente. Después de aquello empezó a tirar de la carreta tan tranquilamente mientras que el individuo al que se la había comprado aún no salía de su asombro.

Se acercó con la carreta hacia donde estaban los cuerpos de aquellos cuatro, que aún seguían inconscientes. Se acercó al puesto de comida en el que había sucedido todo y consiguió de manos del dueño unas cuerdas para atar a aquellos cuatro. Una vez que los ató debidamente los cargó encima de su nueva adquisición. Cuando ya estaban los cuatro subidos, Thairos empezó a empujar el carro buscando la oficina más próxima de la marina. Las personas que estaban por ahí vieron todo lo sucedido. Acabaron por pensar que el asesino era una persona muy extraña, pero buen tipo. La silueta del muchacho poco a poco iba desapareciendo por aquella calle mientras caía la noche.