Eichi Tsukasa
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Sonidos de utensilios se oían en la cocina en la que se encontraba el joven pelirrojo, los cocineros iban de un lado a otro haciendo las comidas y atendiendo a los clientes, normalmente por estas horas el baratie pasa lleno. Si no fuera porque el restaurante se hallaba en un barco en medio del mar, este lugar pasaría saturado las veinticuatro horas del día. Eichi tomó aire y suspiró, se acomodó corbata negra junto a su traje que usa para ocasiones formales (una camisa roja, corbata negra y sus pantalones de siempre).
-Vamos Eichi, tu puedes. Hoy quizás puedas terminar con la apuesta-. El joven murmuró para sí mismo, se arremangó las mangas y salió de la cocina para comenzar un nuevo día de trabajo; mientras, pensó en como acabó trabajando en este lugar como garzón. Hace unos días atrás, el pelirrojo vino a esta isla en busca de aprendizajes culinarios, y de quien sería mejor aprender que del dueño del mejor restaurante del mar del este. El caso es que debido a su personalidad, Eichi tuvo varios problemas para convencer al dueño, hasta que cierto día este se aburrió y decidió hacerle un trato al joven príncipe. Si lograba atender a quinientos clientes seguidos en menos de dos meses y conseguir dejarlos satisfechos, este lo aceptaría como aprendiz. En sí, era una tarea complicada, más si consideramos la personalidad del pelirrojo.
Eichi accedió a la propuesta, para sorpresa del dueño, y comenzó ese mismo día. Para su desconcierto, el joven pelirrojo atendía bien, demasiado bien. Es como si se convirtiera en una persona distinta, el propietario le preguntó como es que alguien tan tímido como el podía atender a una multitud así sin sufrir algún tipo de crisis. Eichi respondió que era una habilidad suya, cuando se concentraba demasiado en algo, tendía a comenzar a ignorar todo lo demás que no tuviera que ver con ese asunto en cuestión, normalmente convirtiéndose en alguien opuesto a su personalidad tímida temporalmente. El dueño, sorprendido, le dijo que lo aceptaba como aprendiz, a lo que el tímido chico se negó, diciendo que todo lo tenía que hacer a la perfección, y cumplir un trato al pie de la letra caía en esa categoría. Eso terminó por ganarse el respeto del propietario.
El pelirrojo salió de sus pensamientos, ya abría otro lugar donde podría perderse en su pequeño mundo. Cerró los ojos, se concentró en su tarea, y entró en la Zona. Años de práctica hicieron que Eichi pudiera entrar en este estado fácilmente. Se acercó a una mesa donde había una mujer, un adolescente y un hombre. -Buenas tardes, ¿Que es lo que desean comer estimados?-. Mientras que le ofrecía a la supuesta familia una sonrisa cortés, sin notar el sonrojo de la joven.
-Vamos Eichi, tu puedes. Hoy quizás puedas terminar con la apuesta-. El joven murmuró para sí mismo, se arremangó las mangas y salió de la cocina para comenzar un nuevo día de trabajo; mientras, pensó en como acabó trabajando en este lugar como garzón. Hace unos días atrás, el pelirrojo vino a esta isla en busca de aprendizajes culinarios, y de quien sería mejor aprender que del dueño del mejor restaurante del mar del este. El caso es que debido a su personalidad, Eichi tuvo varios problemas para convencer al dueño, hasta que cierto día este se aburrió y decidió hacerle un trato al joven príncipe. Si lograba atender a quinientos clientes seguidos en menos de dos meses y conseguir dejarlos satisfechos, este lo aceptaría como aprendiz. En sí, era una tarea complicada, más si consideramos la personalidad del pelirrojo.
Eichi accedió a la propuesta, para sorpresa del dueño, y comenzó ese mismo día. Para su desconcierto, el joven pelirrojo atendía bien, demasiado bien. Es como si se convirtiera en una persona distinta, el propietario le preguntó como es que alguien tan tímido como el podía atender a una multitud así sin sufrir algún tipo de crisis. Eichi respondió que era una habilidad suya, cuando se concentraba demasiado en algo, tendía a comenzar a ignorar todo lo demás que no tuviera que ver con ese asunto en cuestión, normalmente convirtiéndose en alguien opuesto a su personalidad tímida temporalmente. El dueño, sorprendido, le dijo que lo aceptaba como aprendiz, a lo que el tímido chico se negó, diciendo que todo lo tenía que hacer a la perfección, y cumplir un trato al pie de la letra caía en esa categoría. Eso terminó por ganarse el respeto del propietario.
El pelirrojo salió de sus pensamientos, ya abría otro lugar donde podría perderse en su pequeño mundo. Cerró los ojos, se concentró en su tarea, y entró en la Zona. Años de práctica hicieron que Eichi pudiera entrar en este estado fácilmente. Se acercó a una mesa donde había una mujer, un adolescente y un hombre. -Buenas tardes, ¿Que es lo que desean comer estimados?-. Mientras que le ofrecía a la supuesta familia una sonrisa cortés, sin notar el sonrojo de la joven.
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Vuelta al curro de nuevo. Nada más llegar de la maldita isla nevada, el pobre agente ya era mandado a otra misión. Troy estaba replanteándose lo de tomar unas buenas vacaciones. No veía justo la manía que tenía el jodido gobierno con estar trabajando cada cinco minutos. Encima su puesto ya era lo suficiente alto como para ser considerado una pieza principal. Era una lástima que lo vigilaran cada dos por tres. No se fiaban de él, al menos no desde que, trató de convertir Enies Lobby en la mansión playboy. Una verdadera lástima, el gobierno y las prostitutas podían ser compatibles. Al menos los demás agentes no compartían su opinión, lo que era un poco patético. La diversión debía de ser parte de la vida, pero el mundo estaba hecho una mierda y por ello ya nadie podía fiarse. Tal vez por eso estaba todo el día a su bola y tratando de aprovechar cada momento.
Ese día llevaba puesta una camisa roja de manga corta, justo debajo de su chaqueta negra. También portaba unos pantalones de color negro y unos elegantes zapatos. En la cintura ocultaba dos fundas dónde portaba sus pistolas de oro. Dentro de su ropa portaba también su puñal de kairouseki y algunas dagas más. En los ojos llevaba unas gafas de Sol, teniendo estas un extraño color rojizo. En la boca un cigarro como de costumbre, el cual estaba encendido. Aspiraba el humo con calma y lo echaba después con la misma parsimonia. En ese momento miró a su alrededor, estaba en el restaurante marino. Pero su misión no era allí, iba a tomarse un pequeño descanso antes de proseguir y por ello decidió ir allí. Había escogido una mesa un poco alejada de las demás, estando bastante sólo de hecho. Entonces pudo ver el cartel de que se prohibía fumar, soltó un leve suspiro y apagó su precioso cigarro. Era una pena, pero no había otra opción.
En ese momento pudo ver a un chico de cabellos rojizos, atender una de las mesas. En ella había una pequeña familia. Se dio cuenta de que aquella persona era joven, pero decidió no darle importancia. Tenía una camisa roja puesta, aunque la suya era algo más oscura que la del camarero. Lo que sí hizo Castor, fue colocarse en pie. Notaba unas cuantas miradas sobre él y no sabía el por qué de la situación. Se ajustó bien el traje y tomó la carta despacio, volviéndose a sentar. Entonces vio una de las opciones. Un trozo de pan crujiente y encima queso fundido con un trozo de salmón ahumado. Sus ojos se volvieron como estrellas y no tardó en relamerse. Entonces levantó la mano con toda la osadía del mundo. Cuando llegase un camarero, fuese quien fuese, le diría lo que deseaba tomar. – Quiero una copa de champan junto con el número catorce de desayunos. Además, una señorita que no esté muy liada y de buenos senos. – Diría lo último guiñándole un ojo, si era mujer haría lo mismo. Después soltaría un suspiro y metería ambas manos en los bolsillos.
Ese día llevaba puesta una camisa roja de manga corta, justo debajo de su chaqueta negra. También portaba unos pantalones de color negro y unos elegantes zapatos. En la cintura ocultaba dos fundas dónde portaba sus pistolas de oro. Dentro de su ropa portaba también su puñal de kairouseki y algunas dagas más. En los ojos llevaba unas gafas de Sol, teniendo estas un extraño color rojizo. En la boca un cigarro como de costumbre, el cual estaba encendido. Aspiraba el humo con calma y lo echaba después con la misma parsimonia. En ese momento miró a su alrededor, estaba en el restaurante marino. Pero su misión no era allí, iba a tomarse un pequeño descanso antes de proseguir y por ello decidió ir allí. Había escogido una mesa un poco alejada de las demás, estando bastante sólo de hecho. Entonces pudo ver el cartel de que se prohibía fumar, soltó un leve suspiro y apagó su precioso cigarro. Era una pena, pero no había otra opción.
En ese momento pudo ver a un chico de cabellos rojizos, atender una de las mesas. En ella había una pequeña familia. Se dio cuenta de que aquella persona era joven, pero decidió no darle importancia. Tenía una camisa roja puesta, aunque la suya era algo más oscura que la del camarero. Lo que sí hizo Castor, fue colocarse en pie. Notaba unas cuantas miradas sobre él y no sabía el por qué de la situación. Se ajustó bien el traje y tomó la carta despacio, volviéndose a sentar. Entonces vio una de las opciones. Un trozo de pan crujiente y encima queso fundido con un trozo de salmón ahumado. Sus ojos se volvieron como estrellas y no tardó en relamerse. Entonces levantó la mano con toda la osadía del mundo. Cuando llegase un camarero, fuese quien fuese, le diría lo que deseaba tomar. – Quiero una copa de champan junto con el número catorce de desayunos. Además, una señorita que no esté muy liada y de buenos senos. – Diría lo último guiñándole un ojo, si era mujer haría lo mismo. Después soltaría un suspiro y metería ambas manos en los bolsillos.
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Luego de tomar la orden de la familia, el pelirrojo se disponía a volver a la cocina nuevamente para decirle a los chefs que prepararan el nuevo pedido, cuando de repente un tipo con camisa roja(de un color mas oscuro que la suya) se levantó de su siento con un aire que despedí algo de arrogancia. El tipo se ajustó el traje y tomó la carta despacio, volviéndose a sentar. Antes de que el joven príncipe pudiera moverse, el hombre levantó su mano y la agitó. El pelirrojo supuso que era para llamar a un camarero para que este pudiera pedir su orden. Eichi meditó que haría, si el atendería a ese sujeto o algún compañero suyo lo haría. En eso notó que en su libreta de ordenes, que le fue dada por el dueño personalmente para que llevara las cuentas de las quinientas solicitudes de clientes, salía que la familia al cuál le había tomado el pedido recién era la número cuatrocientos noventa y nueve.
Eichi abrió los ojos de par en par sorprendido y fijó su vista nuevamente en el sujeto. Era el, esa persona sería su pase a ser el aprendiz del propietario del baratie. En eso se dio cuenta que uno de sus compañeros se comenzó a acercarse a la mesa del tipo. Rápidamente el pelirrojo se aceró al otro mozo y le tomó el hombro. -Espera ... yo tomaré su orden-. Eichi le dijo a su compañero con voz fría y determinada, sin notar el estremecimiento por parte del otro al notar la intensidad de su voz. Ignorando al otro mozo, el joven príncipe se acercó a paso decidido a la mesa del tipo, repitiéndose en su mente una y otra vez que el sería su pasaje al aprendizaje, sin darse cuenta de que cada vez entraba más y más a su estado de concentración. Esta era la primera vez, desde que abandonó su reino, que se hundía tanto en la "Zona".
El pelirrojo llegó a la mesa del sujeto, que seguía agitando su mano en el aire, y este inmediatamente dijo su orden. -Quiero una copa de champan junto con el número catorce de desayunos. Además, una señorita que no esté muy liada y de buenos senos-. El joven camarero solo arqueó una ceja y simplemente sonrió cortesmente y dijo con voz fría. -Como no señor, enseguida traeré su orden. En cuanto a lo último... Me temo que poco podría hacer yo si usted no puede-. Sin esperar respuesta, Eichi escribió la orden en su libreta, se inclinó respetuosamente y puso marcha en dirección a la cocina. En el trayecto, los demás mozos se alejaron de él con algo de terror al sentir su aura. Si bien conocían como se ponía el pelirrojo cuando se concentraba en algo, esta era la primera vez que observaban tal radical cambió en su persona.
Al pelirrojo no le importaba nada lo demás, en su mente solo tenía la orden de completar el pedido cueste lo que cueste. Al llegar a la cocina, fue hacia el primer chef que encontró, recitó la orden que le había pedido el señor de antes y sin más volvió a salir. Una vez afuera, Eichi finalmente se relajó y todo rastro de la zona desapareció, par alivio de los demás camareros y clientes. El joven príncipe se quejó en su mente al recordar lo último que la había dicho al al tipo de la camisa roja. -Espero que no se haya molestado por eso-. Murmuró en voz baja y temerosa.
Eichi abrió los ojos de par en par sorprendido y fijó su vista nuevamente en el sujeto. Era el, esa persona sería su pase a ser el aprendiz del propietario del baratie. En eso se dio cuenta que uno de sus compañeros se comenzó a acercarse a la mesa del tipo. Rápidamente el pelirrojo se aceró al otro mozo y le tomó el hombro. -Espera ... yo tomaré su orden-. Eichi le dijo a su compañero con voz fría y determinada, sin notar el estremecimiento por parte del otro al notar la intensidad de su voz. Ignorando al otro mozo, el joven príncipe se acercó a paso decidido a la mesa del tipo, repitiéndose en su mente una y otra vez que el sería su pasaje al aprendizaje, sin darse cuenta de que cada vez entraba más y más a su estado de concentración. Esta era la primera vez, desde que abandonó su reino, que se hundía tanto en la "Zona".
El pelirrojo llegó a la mesa del sujeto, que seguía agitando su mano en el aire, y este inmediatamente dijo su orden. -Quiero una copa de champan junto con el número catorce de desayunos. Además, una señorita que no esté muy liada y de buenos senos-. El joven camarero solo arqueó una ceja y simplemente sonrió cortesmente y dijo con voz fría. -Como no señor, enseguida traeré su orden. En cuanto a lo último... Me temo que poco podría hacer yo si usted no puede-. Sin esperar respuesta, Eichi escribió la orden en su libreta, se inclinó respetuosamente y puso marcha en dirección a la cocina. En el trayecto, los demás mozos se alejaron de él con algo de terror al sentir su aura. Si bien conocían como se ponía el pelirrojo cuando se concentraba en algo, esta era la primera vez que observaban tal radical cambió en su persona.
Al pelirrojo no le importaba nada lo demás, en su mente solo tenía la orden de completar el pedido cueste lo que cueste. Al llegar a la cocina, fue hacia el primer chef que encontró, recitó la orden que le había pedido el señor de antes y sin más volvió a salir. Una vez afuera, Eichi finalmente se relajó y todo rastro de la zona desapareció, par alivio de los demás camareros y clientes. El joven príncipe se quejó en su mente al recordar lo último que la había dicho al al tipo de la camisa roja. -Espero que no se haya molestado por eso-. Murmuró en voz baja y temerosa.
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La mala suerte acompañaba al asesino. Al parecer le había tocado el camarero de cabellos rojos, y encima no le iba a traer a la mujer. Era normal, no estaba en el prostíbulo, más bien en un sitio de lujo dónde debía comportarse. Era difícil para él hacer tal cosa, de modo que simplemente soltó una leve carcajada ante las palabras del chico. Tenía valor y aquello le molaba, tal vez después se lo llevaba de putas con él. Aunque lo probable era que no aceptase, era un desconocido al fin y al cabo. En ese momento se dio cuenta de que él tenía una misión y no pudo evitar soltar un suspiro enorme. La pereza le invadía y no tenía ganas de irse hasta aquella isla del Este a investigar sobre unos asesinatos. La gente era tonta, si un tipo mataba en un lugar, se iría a otro después, siendo imposible seguirle la pista. Vivian en un jodido mundo repleto de islas, no en una pequeña ciudad. Él como gorosei se podía ocupar de que idioteces así no pasaran, pero aún tenía mucho camino por delante hasta llegar a aquel ansiado puesto que deseaba con todas sus fuerzas.
Castor estuvo callado todo el tiempo, manteniendo los ojos cerrados y concentrado. Ese tipo no podía estar pensando en nada bueno. De hecho, a su derecha había una chica rubia de ojos azules junto a su pareja. La tipa estaba buenísima, él pretendía adivinar si llevaba bragas o de lo contrario portaba un tanga de leopardo. Era el debate interno que estaba teniendo en esos momentos y por ello, lo estaba pasando bastante mal. Cualquier persona que se metiera en su mente, saldría corriendo de ella. Era un jodido loco pese a dónde estaba y solo se ponía serio cuando había vidas en peligro. Mientras tanto, resultaba ser un peligro social para las demás personas del mundo. Abrió los ojos, mirando de forma muy descarada a la muchacha, la cual llevaba un escote de infarto. Aquello le hizo suspirar, al mismo tiempo que no pudo evitar decir en voz alta. – Joder, luego se quejan de que las violan. – El silencio invadió el lugar entonces, mirando el tipo hacia él. Era un hombre delgado, de cabellos rubios y ojos verdes. Poseía una barba prominente y además se colocó en pie mirándole, de forma amenazadora, como si estuviese invitándole a levantarse. La mujer simplemente se rió mirando a otro lado.
Troy no pudo evitar sonreírle de forma enfermiza para después levantar unos centímetros su chaqueta, mostrándole al rubito una de sus pistolas doradas. En ese momento el hombre simplemente miró a otro lado y se sentó. No era tan tonto al parecer, sabía que pocas personas podían contra una bala. Entonces el agente simplemente pasó de aquellos dos y se volvió a poner en pie. Vio como una pareja abandonaba el local tras pagar, se acercó a la mesa en la que habían estado y pudo ver un bol de aceitunas. Se habían dejado cuatro. – Hostia, que bien. – Dijo con una sonrisa de oreja a oreja para después comerse dos con toda la calma del mundo. Después volvió a su sitio y se sentó, esperando a que llegase su deliciosa comida. Activó su mantra empezando a detectar muchísimas presencias. Su control sobre el haki de observación era impresionante y no creía poder hacerlo más perfecto de lo que ya era. Entonces clavó su mirada en el pelirrojo de antes, dedicándole una sonrisa un poco siniestra. El asesino no planeaba nada malo, pero no podía evitar mirar de aquella forma a la gente. – ¡Qué guapo eres, coño! – Gritó en un arrebato de locura para hacerle una broma al chico. Después simplemente esperó a que su plato apareciese de una vez.
Castor estuvo callado todo el tiempo, manteniendo los ojos cerrados y concentrado. Ese tipo no podía estar pensando en nada bueno. De hecho, a su derecha había una chica rubia de ojos azules junto a su pareja. La tipa estaba buenísima, él pretendía adivinar si llevaba bragas o de lo contrario portaba un tanga de leopardo. Era el debate interno que estaba teniendo en esos momentos y por ello, lo estaba pasando bastante mal. Cualquier persona que se metiera en su mente, saldría corriendo de ella. Era un jodido loco pese a dónde estaba y solo se ponía serio cuando había vidas en peligro. Mientras tanto, resultaba ser un peligro social para las demás personas del mundo. Abrió los ojos, mirando de forma muy descarada a la muchacha, la cual llevaba un escote de infarto. Aquello le hizo suspirar, al mismo tiempo que no pudo evitar decir en voz alta. – Joder, luego se quejan de que las violan. – El silencio invadió el lugar entonces, mirando el tipo hacia él. Era un hombre delgado, de cabellos rubios y ojos verdes. Poseía una barba prominente y además se colocó en pie mirándole, de forma amenazadora, como si estuviese invitándole a levantarse. La mujer simplemente se rió mirando a otro lado.
Troy no pudo evitar sonreírle de forma enfermiza para después levantar unos centímetros su chaqueta, mostrándole al rubito una de sus pistolas doradas. En ese momento el hombre simplemente miró a otro lado y se sentó. No era tan tonto al parecer, sabía que pocas personas podían contra una bala. Entonces el agente simplemente pasó de aquellos dos y se volvió a poner en pie. Vio como una pareja abandonaba el local tras pagar, se acercó a la mesa en la que habían estado y pudo ver un bol de aceitunas. Se habían dejado cuatro. – Hostia, que bien. – Dijo con una sonrisa de oreja a oreja para después comerse dos con toda la calma del mundo. Después volvió a su sitio y se sentó, esperando a que llegase su deliciosa comida. Activó su mantra empezando a detectar muchísimas presencias. Su control sobre el haki de observación era impresionante y no creía poder hacerlo más perfecto de lo que ya era. Entonces clavó su mirada en el pelirrojo de antes, dedicándole una sonrisa un poco siniestra. El asesino no planeaba nada malo, pero no podía evitar mirar de aquella forma a la gente. – ¡Qué guapo eres, coño! – Gritó en un arrebato de locura para hacerle una broma al chico. Después simplemente esperó a que su plato apareciese de una vez.
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Eichi se contrajo al escuchar al hombre de rojo decir ese comentario fuera de lugar sobre la mujer. Al ver que el hombre que la acompañaba se paro amenazante, el pelirrojo temía que el restaurante se convirtiera en una una pelea callejera. En eso, el tipo le mostró algo al enfurecido caballero. Desde este lugar no puede observar muy bien que es, que sea lo que sea, hizo su trabajo de asustar al otro, haciendo que se sentara nuevamente en su mesa. El joven príncipe continuo con su labor de observación de aquél sujeto, hasta que un llamado desde dentro de la cocina, le hicieron notar que la comida de la familia de antes ya estaba lista. Suspiró con pesadez, entró a la cocina para recibir los alimentos y salió nuevamente para ir en dirección a la mesa de la familia. No hubo necesidad de entrar en su estado esta vez, simplemente se acercó, dejó los alimentos y se marchó, no sin antes decirle en voz baja a la familia que disfrutara de la comida.
El pelirrojo se marchó mientras que bailaba feliz internamente, fue una pequeña victoria haber podido hablar con personas sin estar en la Zona y sin sufrir algún tipo de crisis. Ese era un paso más hacia su objetivo final. Tan absorto y feliz estaba en sus pensamientos, que no notó la mirada del hombre de antes hasta que fue demasiado tarde. -¡Qué guapo eres, coño!-. El grito de aquél sujeto hizo que se tropezara, aunque pudo mantenerse de pie. Tímidamente dirigió su vista hacia la mesa del tipo, y al ver que este lo miraba con una expresión algo enfermiza, hizo que rápidamente desviara sus ojos hacia otro lugar, mientras un estremecimiento recorrió su cuerpo. Antes de que pudiera hacer otra cosa, un gritó desde la cocina le alertaron de que la comida del sujeto estaba lista.
Eichi cerró sus ojos y tomó una bocanada de aire. Al abrirlos, por su brillo se puede notar que el tipo tímido se había ido y nuevamente el sujeto frío de antes ocupaba su lugar. Sin decir nada, repitió el mismo procedimiento de antes: entrar a la cocina, tomar los alimentos y salir. El pelirrojo se acercó la mesa del tipo y dejó la caliente comida enfrente de el. -Aquí tiene, que disfrute de la comida.- Levantó el rostro y se preparó para marcharse, pero vio algo que en el reflejo de la ventana que hizo que diera un paso atrás en señal de sorpresa. Su ojo derecho, que debería ser de un color carmesí, ahora era mitad dorado. Tal fue la sorpresa, que por desgracio perdió en control y salió de la Zona, viendo por el rabillo del ojo hacia la ventana, notando que nuevamente era rojo completo. Eichi tragó en seco, debía salir inmediatamente de ahí antes de que tuviera un ataque de crisis.
El pelirrojo se marchó mientras que bailaba feliz internamente, fue una pequeña victoria haber podido hablar con personas sin estar en la Zona y sin sufrir algún tipo de crisis. Ese era un paso más hacia su objetivo final. Tan absorto y feliz estaba en sus pensamientos, que no notó la mirada del hombre de antes hasta que fue demasiado tarde. -¡Qué guapo eres, coño!-. El grito de aquél sujeto hizo que se tropezara, aunque pudo mantenerse de pie. Tímidamente dirigió su vista hacia la mesa del tipo, y al ver que este lo miraba con una expresión algo enfermiza, hizo que rápidamente desviara sus ojos hacia otro lugar, mientras un estremecimiento recorrió su cuerpo. Antes de que pudiera hacer otra cosa, un gritó desde la cocina le alertaron de que la comida del sujeto estaba lista.
Eichi cerró sus ojos y tomó una bocanada de aire. Al abrirlos, por su brillo se puede notar que el tipo tímido se había ido y nuevamente el sujeto frío de antes ocupaba su lugar. Sin decir nada, repitió el mismo procedimiento de antes: entrar a la cocina, tomar los alimentos y salir. El pelirrojo se acercó la mesa del tipo y dejó la caliente comida enfrente de el. -Aquí tiene, que disfrute de la comida.- Levantó el rostro y se preparó para marcharse, pero vio algo que en el reflejo de la ventana que hizo que diera un paso atrás en señal de sorpresa. Su ojo derecho, que debería ser de un color carmesí, ahora era mitad dorado. Tal fue la sorpresa, que por desgracio perdió en control y salió de la Zona, viendo por el rabillo del ojo hacia la ventana, notando que nuevamente era rojo completo. Eichi tragó en seco, debía salir inmediatamente de ahí antes de que tuviera un ataque de crisis.
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Al castaño le hizo gracia ver como el pelirrojo casi se pegaba el golpe de su vida. De hecho soltó una leve carcajada para después volver a lo suyo. Metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña carpeta, la cual puso a un lado de la mesa y se puso a leer. En ella había indicaciones sobre la isla a la que debía de ir y sobre las personas asesinadas. Entonces le dio uno de sus típicos ataques de risa tontos. Empezó a descojonarse mientras miraba aquel papel, en el que hablaba de gente fallecida. Las personas del restaurante lo miraban como si de un chalado se tratara. Las madres incluso prohibían a sus hijos acercarse. Otros pensaban que estaba borracho, pero no era así. Trató de controlarse aguantando la respiración, pero al ver que se ahogaba, le volvió a dar la risa. Estuvo así unos momentos hasta que finalmente se cayó y se puso a mirar aquella carpeta con calma. El primer asesinado era un tipo de treinta años llamado “Tudijo”. Con ese nombre era normal que hubiese muerto, era raro de cojones. El asesino entonces soltó un suspiro par después guardar el informe y remangarse un poco, debido al calor que hacía en aquel sitio.
Su haki le dijo que una presencia ya conocida se acercaba. Entonces se dio cuenta de que era el chico, el cual tenía un ojo de cada color. No pudo evitar mostrar aquella sonrisa enfermiza al mirarle. Le puso su plato sobre la mesa y lo primero que hizo fue tomar el champan. Le dio un trago, disfrutando de su sabor. Justo después miró la comida, parecía estar deliciosa y mordió el trozo de pan. El salmón estaba riquísimo y el queso fundido le daba un toque excelente. Una sensación de vitalidad y gusto recorrió al agente. No tenía mucho tiempo para comer debido al trabajo y cuando lo hacía solo ingería bocadillos. Estaba un poco cansado de aquello y ahora estaba disfrutando de una deliciosa comida. Iba a quedarse allí bastante rato, era un lugar magnifico para estar. El gran reto era que no lo echaran, o al menos no les convenía si no querían que les cerrasen el chiringuito. El castaño podía ser muy cabrón con las personas que trataban de joderle. De todas formas todo estaba bien por el momento, no había que ponerse a malas. Tenía que comer sin armarla y punto, demasiado complicado para él. Siempre estaba metiéndose en líos.
En ese momento se dio cuenta de que el ojo del pelirrojo había cambiado de color cual bola de discoteca. – Eso mola mucho ¿cómo cambias el color del ojo? Oh espera, vamos siéntate, tomate algo tú también. – Dijo invitándole con toda la calma del mundo, dándole lo mismo que estuviera trabajando. Sin esperar respuesta, tomó un trozo de la tostada, de al menos dos centímetros. Lo tiró a la rubia de antes, encajándolo en su escote con una puntería muy buena. La chica lo notó y se sonrojó, alertando a su macho. El tipo se giró cabreado y en ese momento, Castor señaló al pelirrojo. – Señor camarero, tenga un poco de vergüenza, hombre. – El cabrón mostró después una sonrisa calmada. Aquel rubio se puso en pie y empezó a caminar hacia el chico. Aquello se iba a poner muy interesante. Él mientras tanto se puso a mirar a la rubia. – Perdone al personal, es que usted levanta pasiones con esas peras ¿Podría morder una? – Un guantazo precioso, fue lo que se llevó el pobre asesino, el cual cayó de la silla con la mano de aquella chica en su mejilla. El escozor era notorio, pero en pleno suelo empezó a descojonarse de nuevo.
Su haki le dijo que una presencia ya conocida se acercaba. Entonces se dio cuenta de que era el chico, el cual tenía un ojo de cada color. No pudo evitar mostrar aquella sonrisa enfermiza al mirarle. Le puso su plato sobre la mesa y lo primero que hizo fue tomar el champan. Le dio un trago, disfrutando de su sabor. Justo después miró la comida, parecía estar deliciosa y mordió el trozo de pan. El salmón estaba riquísimo y el queso fundido le daba un toque excelente. Una sensación de vitalidad y gusto recorrió al agente. No tenía mucho tiempo para comer debido al trabajo y cuando lo hacía solo ingería bocadillos. Estaba un poco cansado de aquello y ahora estaba disfrutando de una deliciosa comida. Iba a quedarse allí bastante rato, era un lugar magnifico para estar. El gran reto era que no lo echaran, o al menos no les convenía si no querían que les cerrasen el chiringuito. El castaño podía ser muy cabrón con las personas que trataban de joderle. De todas formas todo estaba bien por el momento, no había que ponerse a malas. Tenía que comer sin armarla y punto, demasiado complicado para él. Siempre estaba metiéndose en líos.
En ese momento se dio cuenta de que el ojo del pelirrojo había cambiado de color cual bola de discoteca. – Eso mola mucho ¿cómo cambias el color del ojo? Oh espera, vamos siéntate, tomate algo tú también. – Dijo invitándole con toda la calma del mundo, dándole lo mismo que estuviera trabajando. Sin esperar respuesta, tomó un trozo de la tostada, de al menos dos centímetros. Lo tiró a la rubia de antes, encajándolo en su escote con una puntería muy buena. La chica lo notó y se sonrojó, alertando a su macho. El tipo se giró cabreado y en ese momento, Castor señaló al pelirrojo. – Señor camarero, tenga un poco de vergüenza, hombre. – El cabrón mostró después una sonrisa calmada. Aquel rubio se puso en pie y empezó a caminar hacia el chico. Aquello se iba a poner muy interesante. Él mientras tanto se puso a mirar a la rubia. – Perdone al personal, es que usted levanta pasiones con esas peras ¿Podría morder una? – Un guantazo precioso, fue lo que se llevó el pobre asesino, el cual cayó de la silla con la mano de aquella chica en su mejilla. El escozor era notorio, pero en pleno suelo empezó a descojonarse de nuevo.
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Todo pasó muy rápido. Mientras al pelirrojo le estaba comenzando a dar un ataque de crisis, el muy hijo de puta que estaba atendiendo antes le invitó a sentarse, ignorando totalmente que se encontrara en horas de trabajo. Acto seguido, el castaño tomó un poco del pan de antes y lo tiró hacia una mujer rubia, cayendo justo en su escote. Eichi solo podía mirar sorprendido como el hijo de puta comenzó a reírse mientras que culpaba al pelirrojo por lo del pan. El hombre que la acompañaba, su pareja se imaginaba el joven, se levanto con una mirada llena de furia y se dirigió hacia donde estaba el pelirrojo. Antes de que pudiera hacer algo, el rubio alzó su puño y lo estrelló directamente en el rostro del pobre príncipe. Eichi cayó al suelo adolorido, mientras que los clientes y mozos solo podía observar con horror lo que estaba sucediendo delante de sus ojos.
El pelirrojo se quejaba de dolor en el suelo, mientras que veía con desesperación como el rubio se acercaba para darle una paliza. Eichi sabía que podía encargarse sin problemas de ese hombre, pero el se prometió a si mismo que no usaría su fuerza en personas comunes y corrientes. El príncipe cerró los ojos con resignación, mientras esperaba su destino. Pero luego de unos milisegundos, abrió los ojos en sorpresa al oír una voz en lo profundo de su mente. -Eso lo prometiste tu ...No te preocupes, te sacaré de esta-. Acto seguido, el mundo de pelirrojo se oscureció por completo.
El rubio se detuvo en frente del pelirrojo caído, alzó su puño nuevamente pero se detuvo en seco al oír como Eichi comenzó a reírse. No era una risa desquiciada, más bien era lenta y que te dejaba los huesos helados. El joven príncipe levantó la vista y el hombre tuvo que dar un paso atrás en señal de miedo y sorpresa. El ojo derecho del pelirrojo era totalmente dorado ahora, mientras que el izquierdo estaba a mitad de camino. Eichi se paró y se sacudió el polvo de la ropa, luego comenzó a acercarse a paso lento hacia el hombre atemorizado. Este no pudo hacer otra cosa mas que seguir a alejándose. Finalmente, el rubio llegó a una pared de tanto alejarse y antes de que se diera cuenta Eichi lo tenía contra el muro, mientras que puso un par de tijeras en su cuello que había sacado del bolsillo trasero de sus pantalones.
El hombre miro atemorizado el rostro de su captor, este se le quedó mirando por unos segundos fijamente hasta que sonrío cortesmente, algo que lo hacía ver más terrorífco debido a sus ojos. -¿Qué sucede?-. El pelirrojo comenzó a hablar con un tono frío y ligero-. ¿Donde quedó esa valentía de antes?-. El pobre hombre se aterrorizó aún más, hasta que finalmente cayo inconsciente. Eichi cambió su sonrisa a una mueca de disgusto y soltó al hombre. -Repugnante-. El pelirrojo suspiró, se dio la vuelta y fijó su mirada en la temerosa multitud. El joven sonrío por un momentos y hablo, sabiendo muy bien que le quedaba tiempo. -Suficiente show por una noche, así que ... ¿Alguien podría capturar mi cuerpo? Caeré inconsciente ... En este momento-. Los ojos del pelirrojo rodaron y la oscuridad lo engulló, no sabiendo nada más de lo que ocurría a su alrededor.
El pelirrojo se quejaba de dolor en el suelo, mientras que veía con desesperación como el rubio se acercaba para darle una paliza. Eichi sabía que podía encargarse sin problemas de ese hombre, pero el se prometió a si mismo que no usaría su fuerza en personas comunes y corrientes. El príncipe cerró los ojos con resignación, mientras esperaba su destino. Pero luego de unos milisegundos, abrió los ojos en sorpresa al oír una voz en lo profundo de su mente. -Eso lo prometiste tu ...No te preocupes, te sacaré de esta-. Acto seguido, el mundo de pelirrojo se oscureció por completo.
El rubio se detuvo en frente del pelirrojo caído, alzó su puño nuevamente pero se detuvo en seco al oír como Eichi comenzó a reírse. No era una risa desquiciada, más bien era lenta y que te dejaba los huesos helados. El joven príncipe levantó la vista y el hombre tuvo que dar un paso atrás en señal de miedo y sorpresa. El ojo derecho del pelirrojo era totalmente dorado ahora, mientras que el izquierdo estaba a mitad de camino. Eichi se paró y se sacudió el polvo de la ropa, luego comenzó a acercarse a paso lento hacia el hombre atemorizado. Este no pudo hacer otra cosa mas que seguir a alejándose. Finalmente, el rubio llegó a una pared de tanto alejarse y antes de que se diera cuenta Eichi lo tenía contra el muro, mientras que puso un par de tijeras en su cuello que había sacado del bolsillo trasero de sus pantalones.
El hombre miro atemorizado el rostro de su captor, este se le quedó mirando por unos segundos fijamente hasta que sonrío cortesmente, algo que lo hacía ver más terrorífco debido a sus ojos. -¿Qué sucede?-. El pelirrojo comenzó a hablar con un tono frío y ligero-. ¿Donde quedó esa valentía de antes?-. El pobre hombre se aterrorizó aún más, hasta que finalmente cayo inconsciente. Eichi cambió su sonrisa a una mueca de disgusto y soltó al hombre. -Repugnante-. El pelirrojo suspiró, se dio la vuelta y fijó su mirada en la temerosa multitud. El joven sonrío por un momentos y hablo, sabiendo muy bien que le quedaba tiempo. -Suficiente show por una noche, así que ... ¿Alguien podría capturar mi cuerpo? Caeré inconsciente ... En este momento-. Los ojos del pelirrojo rodaron y la oscuridad lo engulló, no sabiendo nada más de lo que ocurría a su alrededor.
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El agente del CP continuaba tirado en el suelo, riéndose sin parar y sin poder evitarlo. Era demasiado gracioso para ser verdad. El tipo se había levantado, encima iba a por el pelirrojo. Su pequeña mentira había sido un éxito, tanto que por un momento había olvidado totalmente el guantazo que se había llevado. El dolor ya no estaba en su cuerpo, tan solo tenía ganas de que el espectáculo pudiese continuar. Iba a ser lo más gracioso del mundo, sobre todo cuando el castaño se pusiese a bailar sobre la mesa. Eso se lo estaba pensando muchísimo, tampoco quería montar un escándalo. Era gracioso, pues el que ya había montado era más que suficiente. El pobre camarero estaba en líos por su culpa. No pensaba hacer nada encima, los problemas debía tragárselos otra persona que no estuviese implicado con el gobierno mundial. Por ello había preparado todo aquello.
El chico no tardó en llevarse un buen puñetazo. Cayó al suelo, pero al enorme grandullón pareció no bastarle. Se acercó de nuevo hasta él y entonces el chico comenzó a reír de forma siniestra. La reacción de Troy fue la de empezar a descojonarse también, formando una risa doble junto con la del chico. El chaval acorraló al hombre y sacó un arma blanca. En un acto reflejo, el trajeado metió la mano en su funda derecha, sacando su pistola y apuntando al chico por detrás. No pensaba dejar que nadie muriese, pero entonces el rubio se desmayó, cosa que le provocaría el miedo de la situación. Lo mejor fue cuando el camarero también cayó al suelo, diciendo antes unas palabras que dejaron al agente, un poco confuso. Entonces el castaño se acercó a él, comprobando que de verdad estaba en el séptimo sueño. Una sonrisa surgió de su rostro y en ese momento un camarero se acercó al cuerpo.
El asesino sonrió de lado y se puso en medio, mirando a aquel hombre de forma divertida. – Yo me haré cargo de él, prosigan atendiendo clientes. – El otro tipo resultaba ser bastante alto y fortachón. De hecho se negó y miró a Castor de forma enfurecida, ya que sabía lo que había pasado. – ¿Quién coño te crees que eres? – Una sonrisa ladeada se formó en el rostro del tipo. En ese momento el loco metió la mano derecha en su bolsillo, buscando una cosa. Justo después sacó una tarjeta con su nombre, foto y documentación. El camarero enmudeció entonces, no podía creerse lo que estaba viendo. – Castor Troy, agente del gobierno mundial, Cipher Pol ocho. Además ese chico es mi sobrino, no te pongas tan valiente. – El tipo entonces se echó hacia atrás, asintiendo con la cabeza y prefiriendo no meterse en líos con él. Troy soltó un suspiro y miró el cuerpo inconsciente del chico. Una pequeña sonrisa surgió de sus labios, después sacó un cigarro y se lo llevó a la boca. Con su mechero lo encendió y después dio una enorme calada en mitad del restaurante.
Finalmente tomó el cuerpo del chico y lo puso sobre su hombro izquierdo, empezando a caminar a la salida. Entró en su pequeño barco por la tablilla y tumbó al chico en la cubierta. Soltó el ancla y puso rumbo a su objetivo. No tardó mucho en sentarse en la borda, de forma que su espalda quedase pegada a la madera y el mar justo a su lado izquierdo. Así podía mirar al chico y controlarlo, solo faltaba que despertara. Cuando lo hiciera, ya iban a estar muy lejos de allí. De hecho cayó en la cuenta de que estaba secuestrándolo, pero no iba a dejarlo en ese antro de locos. Lo mejor es que él fue el liante de todo.
El chico no tardó en llevarse un buen puñetazo. Cayó al suelo, pero al enorme grandullón pareció no bastarle. Se acercó de nuevo hasta él y entonces el chico comenzó a reír de forma siniestra. La reacción de Troy fue la de empezar a descojonarse también, formando una risa doble junto con la del chico. El chaval acorraló al hombre y sacó un arma blanca. En un acto reflejo, el trajeado metió la mano en su funda derecha, sacando su pistola y apuntando al chico por detrás. No pensaba dejar que nadie muriese, pero entonces el rubio se desmayó, cosa que le provocaría el miedo de la situación. Lo mejor fue cuando el camarero también cayó al suelo, diciendo antes unas palabras que dejaron al agente, un poco confuso. Entonces el castaño se acercó a él, comprobando que de verdad estaba en el séptimo sueño. Una sonrisa surgió de su rostro y en ese momento un camarero se acercó al cuerpo.
El asesino sonrió de lado y se puso en medio, mirando a aquel hombre de forma divertida. – Yo me haré cargo de él, prosigan atendiendo clientes. – El otro tipo resultaba ser bastante alto y fortachón. De hecho se negó y miró a Castor de forma enfurecida, ya que sabía lo que había pasado. – ¿Quién coño te crees que eres? – Una sonrisa ladeada se formó en el rostro del tipo. En ese momento el loco metió la mano derecha en su bolsillo, buscando una cosa. Justo después sacó una tarjeta con su nombre, foto y documentación. El camarero enmudeció entonces, no podía creerse lo que estaba viendo. – Castor Troy, agente del gobierno mundial, Cipher Pol ocho. Además ese chico es mi sobrino, no te pongas tan valiente. – El tipo entonces se echó hacia atrás, asintiendo con la cabeza y prefiriendo no meterse en líos con él. Troy soltó un suspiro y miró el cuerpo inconsciente del chico. Una pequeña sonrisa surgió de sus labios, después sacó un cigarro y se lo llevó a la boca. Con su mechero lo encendió y después dio una enorme calada en mitad del restaurante.
Finalmente tomó el cuerpo del chico y lo puso sobre su hombro izquierdo, empezando a caminar a la salida. Entró en su pequeño barco por la tablilla y tumbó al chico en la cubierta. Soltó el ancla y puso rumbo a su objetivo. No tardó mucho en sentarse en la borda, de forma que su espalda quedase pegada a la madera y el mar justo a su lado izquierdo. Así podía mirar al chico y controlarlo, solo faltaba que despertara. Cuando lo hiciera, ya iban a estar muy lejos de allí. De hecho cayó en la cuenta de que estaba secuestrándolo, pero no iba a dejarlo en ese antro de locos. Lo mejor es que él fue el liante de todo.
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El pelirrojo parpadeo al verse en vuelto en oscuridad, lo último que recordaba era que estaba a punto de recibir una paliza por parte del rubio al cual el sujeto cabrón de antes había enfurecido, y que luego había culpado al joven Eichi. Suspiró de forma pesada y comenzó a observar sus alrededores. Se mirara por donde se mirara, en este sitio no había nada más que penumbras. El chico frunció el ceño y se disponía a caminar por ese lúgubre lugar, pero en eso un mano apareció en su hombro. Sorprendido, Eichi se giró rápidamente para encarar a quien sea que estuviera ahí con el, solo para quedar atónito al ver la persona. Era una copia igual a Eichi salvo a unas diferencias: el color de ojos del sujeto eran de un profundo dorado en contraste a sus orbes carmesí y su expresión era todo lo contrario, la nueva presencia tenía una mueca de ligera arrogancia y además sus ojos brillaban peligrosamente. El pelirrojo miró sorprendido al tipo, era una persona que conocía muy bien y que para su conocimiento debería estar muerta. -Imposible... ¿Hermano? No- los ojos del joven príncipe se estrecharon peligrosamente, una de las pocas ocasiones donde daba notar su enojo -Dime, ¿Quién eres y por qué te haces pasar por mi hermano?-. La copia solo de rió un poco y simplemente puso sus dedos en la frente de Eichi. -Todo a su debido tiempo. Aun es muy pronto que sepas de mi-. Antes de que el chico pudiera seguir cuestionandole, este se esfumó y un brilló intenso iluminó el lugar. Por segunda vez en poco tiempo, Eichi no supo nada más.
Cuando el pelirrojo abrió los ojos, lo primero que notó fue el intenso sol. Inmediatamente los cerró en señal de molestia al llegarle los rayos de este. Eichi puso una mano en su frente y se levantó con cuidado. Lentamente abrió sus orbes, dio un bostezo y miró a su alrededor, mientras pensaba en el sueño raro que tuvo sobre su hermano, o quien el creía era su hermano. Casi se cae de espaldas al ver que solo había mar sus lados. Clavó su mirada al frente y se estremeció visiblemente al ver al castaño que lo metió en el lío de antes. -¿Q...Qué ha pasado? ¿Por qué no estamos en el baratie?-. Le preguntó con miedo y algo de tartamudez al hombre, mientras pensaba que rayos de había metido ahora.
Cuando el pelirrojo abrió los ojos, lo primero que notó fue el intenso sol. Inmediatamente los cerró en señal de molestia al llegarle los rayos de este. Eichi puso una mano en su frente y se levantó con cuidado. Lentamente abrió sus orbes, dio un bostezo y miró a su alrededor, mientras pensaba en el sueño raro que tuvo sobre su hermano, o quien el creía era su hermano. Casi se cae de espaldas al ver que solo había mar sus lados. Clavó su mirada al frente y se estremeció visiblemente al ver al castaño que lo metió en el lío de antes. -¿Q...Qué ha pasado? ¿Por qué no estamos en el baratie?-. Le preguntó con miedo y algo de tartamudez al hombre, mientras pensaba que rayos de había metido ahora.
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El loco miraba al mar, con una expresión bastante tranquila. Aquello era bastante extraño en él, era como si estuviese recordando algo. Sus orígenes eran totalmente desconocidos, tan solo el asesino los conocía. No los había mencionado mucho, no eran algo que le atrajera, por decirlo de alguna manera. Entonces una expresión un poco deprimida surgió de él. Estaba pensando en el pobre puticlud de la isla de Jurney. Había cerrado debido a la mala seguridad que poseía. La preciosa Blanca se habría ido a trabajar a otro sitio, le iba a costar dar con ella y eso no le hacía gracia. Las curvas de aquella morena de ojos verdes eran demasiado buenas. Encima su felina forma de moverse era muy provocadora. Un completo con ella solía valer unos diez mil berries, cosa que el castaño pagaba con los fondos del gobierno. Merecía la pena y por ello ahora estaba un poco mal.
No había otro motivo. Troy era una persona bastante peculiar, no había dos como él en todo el mundo. De hecho cuando se mosqueaba resultaba ser una persona totalmente distinta. Recordó cuando tuvo el problema con Aomine, al cual apuntó por la espalda y le amenazó sin miedo alguno. Pese a la diferencia de poder, estaba muy convencido de sus acciones. Por algo continuaba tirándole los tejos a Milena y CK, tenía la esperanza de montarse un trío con ellas. Parecía algo imposible, pero él no iba a perder aquella bonita ilusión. En ese momento, tuvo que salir de sus bonitos pensamientos. El chico estaba despertando y aquello significaba, que el asesino debía de estar preparado para mentirle. Su pregunta hizo sonreír de lado al agente del gobierno, el cual se colocó en pie y se acercó con toda la calma del mundo. Introdujo las manos en sus bolsillos y se relamió despacio. La situación iba a ser muy divertida, pero debía de currarse bien la excusa.
Se llevó la mano a la cabeza y negó un par de veces, fingiendo estar un poco decepcionado. Se le daba bastante bien hacer aquel tipo de cosas. Por nada era uno de los mejores en su campo, el espionaje. – Chico, te he sacado de un buen lio. Ese hombre rubio era un noble mundial. Yo he hablado a tu favor y te he librado de la cárcel. – Hizo una pausa pequeña para después caminar un momento hasta el mástil, dónde había una pequeña placa de madera. La abrió enseguida, sacando una botella de ron y abriéndola despacio. Le dio un enorme trago, notando como el alcohol le bajaba por la garganta de forma rápida. – Además me ha molado el salmón, por lo que te llevas mi aprobación como cliente. Sin embargo, uno de los camareros me dijo que te llevara conmigo. En la isla a la que voy, hay un viejo compañero del dueño del Baratie, llamado Jorge el churumbel. Quieren que hables con él. – Vaya mentira se había inventado el cabrón. Se le daba de lujo hacer aquel tipo de cosas. No tardó mucho en tenderle la botella al chico de cabellos rojizos. – Él te hablará sobre un tema que no quisieron decirme. Pero ahora bebe un poco y disfrutemos del viaje. – Una sonrisa siniestra se formó en el rostro del asesino, realmente se lo pasaba bomba con aquello.
No había otro motivo. Troy era una persona bastante peculiar, no había dos como él en todo el mundo. De hecho cuando se mosqueaba resultaba ser una persona totalmente distinta. Recordó cuando tuvo el problema con Aomine, al cual apuntó por la espalda y le amenazó sin miedo alguno. Pese a la diferencia de poder, estaba muy convencido de sus acciones. Por algo continuaba tirándole los tejos a Milena y CK, tenía la esperanza de montarse un trío con ellas. Parecía algo imposible, pero él no iba a perder aquella bonita ilusión. En ese momento, tuvo que salir de sus bonitos pensamientos. El chico estaba despertando y aquello significaba, que el asesino debía de estar preparado para mentirle. Su pregunta hizo sonreír de lado al agente del gobierno, el cual se colocó en pie y se acercó con toda la calma del mundo. Introdujo las manos en sus bolsillos y se relamió despacio. La situación iba a ser muy divertida, pero debía de currarse bien la excusa.
Se llevó la mano a la cabeza y negó un par de veces, fingiendo estar un poco decepcionado. Se le daba bastante bien hacer aquel tipo de cosas. Por nada era uno de los mejores en su campo, el espionaje. – Chico, te he sacado de un buen lio. Ese hombre rubio era un noble mundial. Yo he hablado a tu favor y te he librado de la cárcel. – Hizo una pausa pequeña para después caminar un momento hasta el mástil, dónde había una pequeña placa de madera. La abrió enseguida, sacando una botella de ron y abriéndola despacio. Le dio un enorme trago, notando como el alcohol le bajaba por la garganta de forma rápida. – Además me ha molado el salmón, por lo que te llevas mi aprobación como cliente. Sin embargo, uno de los camareros me dijo que te llevara conmigo. En la isla a la que voy, hay un viejo compañero del dueño del Baratie, llamado Jorge el churumbel. Quieren que hables con él. – Vaya mentira se había inventado el cabrón. Se le daba de lujo hacer aquel tipo de cosas. No tardó mucho en tenderle la botella al chico de cabellos rojizos. – Él te hablará sobre un tema que no quisieron decirme. Pero ahora bebe un poco y disfrutemos del viaje. – Una sonrisa siniestra se formó en el rostro del asesino, realmente se lo pasaba bomba con aquello.
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Eichi se quedó mirando por unos segundos fijamente al castaño, mientras que repasaba en su mente la explicación que le había dicho. El sujeto le dijo que aquél hombre que estaba a punto de darle una paliza anteriormente, era un noble mundial. El pelirrojo entrecerró los ojos cuando escuchó la última parte. ¿A qué se refería con salvarlo de la cárcel? Lo último que recordaba el joven fue caer inconsciente luego el primer golpe de aquél rubio, y luego despertar en medio del mar junto un tipo que definitivamente le faltaba un tornillo... O dos. Eichi siguió escuchando la explicación del demente, y a cada palabra que pronunciaba, más se le arqueaba la ceja. Enserio, ¿a caso creía este tipo que era un idiota? Saiba o el resto de sus compañeros definitivamente no mandaría a alguien inexperto y que ni siquiera pertenece al restaurante de forma oficial a un tipo de encargo como ese. Además ...¿Jorge el churumbel? ¿Es enserio?
– Eso... es una mentira ¿no? – comenzó en el pelirrojo a hablar el voz baja, mientras que negaba con la cabeza ante la oferta de sea lo que sea que tenga esa botella– En primer lugar, ese tipo no era un noble mundial. Créeme... he lidiado lo suficiente con tipos como esos para que me dure un eternidad. En en cuanto a lo otro, estoy seguro que Saiba o el resto no mandarían a que un completo desconocido me lleve a hacer un encargo. Y en todo caso, no formo parte del restaurante de forma oficial, así que definitivamente no mandarían a alguien como yo a una tare así –. Luego de terminar, el barco nuevamente quedó en silencio, y es en eso que el pelirrojo se dio cuenta de algo. ¿De donde salió toda esa confianza? Por alguna razón, ese sentimiento de inseguridad al hablar había desaparecido, o al menos no estaba al nivel de antes. Es en eso que una risa se escuchó en su mente.
– Hum, interesante. Al parecer la posesión de antes en el restaurante tuvo algunas secuelas en tu personalidad. Relájate, en algunas horas volverás a ser el de antes–. Esa voz... Era la misma que había escuchado en su sueño. Eso significa ¿no fue imaginación suya entonces? Eichi suspiró con pesadez, ya lidiaría con ese producto de su imaginación mas tarde. Ahora lo importante era averiguar que es lo que tramaba este tipo. El pelirrojo entrecerró los ojos, el castaño y la voz de su mente hablaron algo de lo que paso en el restaurante. Pero, estaba inconsciente. Era imposible que el joven pudiera haber hecho algo ¿no?. Eichi dudó sobre su próxima pregunta por algunos segundos, pero luego negó con la cabeza. Tiene que enterarse si o si de lo que sucedió. – ¿Qué sucedió haya en el Baratie? Lo último que recuerdo es quedar inconsciente luego del golpe que me dieron –. Inconscientemente el pelirrojo tensó su cuerpo, mientras que esperaba la respuesta de aquél hombre.
– Eso... es una mentira ¿no? – comenzó en el pelirrojo a hablar el voz baja, mientras que negaba con la cabeza ante la oferta de sea lo que sea que tenga esa botella– En primer lugar, ese tipo no era un noble mundial. Créeme... he lidiado lo suficiente con tipos como esos para que me dure un eternidad. En en cuanto a lo otro, estoy seguro que Saiba o el resto no mandarían a que un completo desconocido me lleve a hacer un encargo. Y en todo caso, no formo parte del restaurante de forma oficial, así que definitivamente no mandarían a alguien como yo a una tare así –. Luego de terminar, el barco nuevamente quedó en silencio, y es en eso que el pelirrojo se dio cuenta de algo. ¿De donde salió toda esa confianza? Por alguna razón, ese sentimiento de inseguridad al hablar había desaparecido, o al menos no estaba al nivel de antes. Es en eso que una risa se escuchó en su mente.
– Hum, interesante. Al parecer la posesión de antes en el restaurante tuvo algunas secuelas en tu personalidad. Relájate, en algunas horas volverás a ser el de antes–. Esa voz... Era la misma que había escuchado en su sueño. Eso significa ¿no fue imaginación suya entonces? Eichi suspiró con pesadez, ya lidiaría con ese producto de su imaginación mas tarde. Ahora lo importante era averiguar que es lo que tramaba este tipo. El pelirrojo entrecerró los ojos, el castaño y la voz de su mente hablaron algo de lo que paso en el restaurante. Pero, estaba inconsciente. Era imposible que el joven pudiera haber hecho algo ¿no?. Eichi dudó sobre su próxima pregunta por algunos segundos, pero luego negó con la cabeza. Tiene que enterarse si o si de lo que sucedió. – ¿Qué sucedió haya en el Baratie? Lo último que recuerdo es quedar inconsciente luego del golpe que me dieron –. Inconscientemente el pelirrojo tensó su cuerpo, mientras que esperaba la respuesta de aquél hombre.
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Castor no pudo evitar soltar una leve carcajada cuando lo escuchó decir aquellas palabras. Al parecer el chico no era para nada tonto y encima tenía conocimiento de los nobles mundiales, o al menos de cómo se comportaban. Lo de la cárcel había sido un poco cierto en la explicación del castaño, pues el chico había estado a punto de cometer un asesinato. El loco tenía el dedo ligero y seguro que habría apretado el gatillo antes de que pasara nada. Su haki de observación estaba a un nivel ridículamente absurdo. Podía prever cualquier cosa de sus adversarios y además reconocer cualquier aura. Era un tipo listo a fin de cuentas, usaba sus conocimientos para su propio interés. Pero aquello era un pequeño secreto, en realidad era todo un estratega y solía tener siempre las cosas bajo control. El gobierno no sabía a quién tenía trabajando con ellos. Él era toda una ventaja para el propio CP.
El trajeado se puso en pie, escuchando las últimas palabras dichas por el pelirrojo y arqueando la ceja derecha. No entendía la pregunta, tal vez el joven había eliminado aquel recuerdo de su mente al no querer aceptar un posible delito. De todas formas, el asesino iba a tener la amabilidad de recordárselo incluso con un aviso de encarcelamiento. – Eres un tío listo, pero, lo de la cárcel no es una mentira, todo lo demás sí. – Una leve sonrisa apareció en su rostro al decir aquello. Su tono parecía más siniestro, sobre todo por qué cuando hablaba, no podía evitar mirar al chico de forma tenebrosa. Era como si estuviese a punto de lanzarse a por él a rajarle la cabeza o algo, cosa que el castaño nunca haría. Tan solo asesinaba a criminales o a cualquier tío desnudo que se le acercase, okamas incluidos. El cielo comenzó a nublarse un poco. Aquel barco era bastante resistente, por lo que no habría problema alguno si se liaba a llover.
Castor se quitó la chaqueta, quedando con la camisa roja como única prenda superior. Entonces pudieron verse dos preciosas pistolas de oro en su cintura. Por todo el cuerpo tenía puñales escondidos, el que más destacaba era uno que llevaba en una funda. Su material era kaiouseki puro y debía asegurarse de que su piel no entrara en contacto con él. A continuación miró al chico de forma sonriente y le mostró una pequeña placa. – Cuando el gorila te tumbó, sacaste unas tijeras y las colocaste en su cuello, amenazándole de muerte. Se cagó de miedo y tú quedaste fuera de juego. Sin embargo, el cañón de mi pistola ya te estaba apuntando. Por eso dije que lo de la cárcel no era del todo mentira. Podría considerarlo un intento de asesinato, de hecho hay más de veinte testigos. – El asesino volvió a guardar la placa y se puso a mirar al mar. – Cipher Pol ocho, Castor Troy. Debo ir a una isla por unos asuntos, allí te soltaré. Considera esto, un arresto temporal. – Dijo entonces mientras se giraba y le guiñaba un ojo con toda la calma del mundo.
El trajeado se puso en pie, escuchando las últimas palabras dichas por el pelirrojo y arqueando la ceja derecha. No entendía la pregunta, tal vez el joven había eliminado aquel recuerdo de su mente al no querer aceptar un posible delito. De todas formas, el asesino iba a tener la amabilidad de recordárselo incluso con un aviso de encarcelamiento. – Eres un tío listo, pero, lo de la cárcel no es una mentira, todo lo demás sí. – Una leve sonrisa apareció en su rostro al decir aquello. Su tono parecía más siniestro, sobre todo por qué cuando hablaba, no podía evitar mirar al chico de forma tenebrosa. Era como si estuviese a punto de lanzarse a por él a rajarle la cabeza o algo, cosa que el castaño nunca haría. Tan solo asesinaba a criminales o a cualquier tío desnudo que se le acercase, okamas incluidos. El cielo comenzó a nublarse un poco. Aquel barco era bastante resistente, por lo que no habría problema alguno si se liaba a llover.
Castor se quitó la chaqueta, quedando con la camisa roja como única prenda superior. Entonces pudieron verse dos preciosas pistolas de oro en su cintura. Por todo el cuerpo tenía puñales escondidos, el que más destacaba era uno que llevaba en una funda. Su material era kaiouseki puro y debía asegurarse de que su piel no entrara en contacto con él. A continuación miró al chico de forma sonriente y le mostró una pequeña placa. – Cuando el gorila te tumbó, sacaste unas tijeras y las colocaste en su cuello, amenazándole de muerte. Se cagó de miedo y tú quedaste fuera de juego. Sin embargo, el cañón de mi pistola ya te estaba apuntando. Por eso dije que lo de la cárcel no era del todo mentira. Podría considerarlo un intento de asesinato, de hecho hay más de veinte testigos. – El asesino volvió a guardar la placa y se puso a mirar al mar. – Cipher Pol ocho, Castor Troy. Debo ir a una isla por unos asuntos, allí te soltaré. Considera esto, un arresto temporal. – Dijo entonces mientras se giraba y le guiñaba un ojo con toda la calma del mundo.
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Mientras mas tiempo escuchaba la explicación de aquél loco, más irritado se ponía el pelirrojo. En primer lugar no recordaba nada de lo que había descrito el hombre. Por lo general, él era una persona de lo más pacífica, y de todas formas, su personalidad evitaba que pudiera entrar en conflicto con alguna persona (por su parte por lo menos), y escuchar al sujeto hablar de como amenacé a ese rubio con un par de tijeras, era desconcertante por no decirlo de otro modo. Eichi meditó un par de segundos su accionar en aquél restaurante, su memoria de aquél evento seguía siendo borrosa, pero al escuchar al castaño, comenzó a recordar algunas cosas. Normalmente, Eichi encontraría raro su comportamiento en el barco flotante, pero dado lo que ha pasando estos últimos minutos, el pelirrojo tenía una vaga idea de quien era el culpable. – Tu... Fuiste el culpable de lo que paso. ¿No? –. Aunque él lo haya dicho de esa forma, Eichi sabía que en verdad era una pregunta con afirmación de por medio.
No escuchó respuesta de su otro yo, pero la ligera risa que se escucho por su mente fue más que confirmación. El pelirrojo suspiró y siguió prestando atención al loco. Cuanto este reveló que su nombre era Castor Troy, y que además era parte de la CP 8, el pelirrojo abrió los ojos mas de lo normal, y luego volvieron a la normalidad. El pelirrojo se hubiera sorprendido más, pero esa no era la primera vez que había conocido a un agente del gobierno. Actualmente su reino era independiente del gobierno mundial, pero mantenían buena relación con ellos. Algunas veces al año, representantes del gobierno iban a la isla para un reunión con su padre para reafirmar dicha relación, y en una ocasión cuando aun vivía ahí, pudo ver que uno de los representantes era de la Cipher Pol.
Eichi suspiró y dirigió su atención a Castor nuevamente, meditando su próximo accionar. El pelirrojo suspiró, aquél castaño tuvo la cortesía de presentarse, por lo que suponía que el debía hacer lo mismo. – En primer lugar, eso no fue intento de asesinato. Existe algo llamado intimidación, ¿sabes?. Nosotros no matamos porque se nos de la gana. –el pelirrojo tomó aire y siguió con su explicación, sin darse cuenta que se había referido a si mismo como si fuera más de una persona – De todas formas, mi nombre es Eichi ... Tsukasa –. Ya estaba hecho, por primera vez desde que abandonó su hogar, había usado su nombre completo. Eichi no tenía miedo de que el CP hiciera la conexión con la familia que gobierna Pendragon en el Mar del Este. Algo le decía que a Castor le importaría un rábano que el fuera parte de la nobleza, y eso es algo que él apreciaría mucho.
Solo esperaba que no se le diera la idea de secuestrarle nuevamente y llevarlo hacia allá, el pelirrojo aún no estaba listo par volver.
No escuchó respuesta de su otro yo, pero la ligera risa que se escucho por su mente fue más que confirmación. El pelirrojo suspiró y siguió prestando atención al loco. Cuanto este reveló que su nombre era Castor Troy, y que además era parte de la CP 8, el pelirrojo abrió los ojos mas de lo normal, y luego volvieron a la normalidad. El pelirrojo se hubiera sorprendido más, pero esa no era la primera vez que había conocido a un agente del gobierno. Actualmente su reino era independiente del gobierno mundial, pero mantenían buena relación con ellos. Algunas veces al año, representantes del gobierno iban a la isla para un reunión con su padre para reafirmar dicha relación, y en una ocasión cuando aun vivía ahí, pudo ver que uno de los representantes era de la Cipher Pol.
Eichi suspiró y dirigió su atención a Castor nuevamente, meditando su próximo accionar. El pelirrojo suspiró, aquél castaño tuvo la cortesía de presentarse, por lo que suponía que el debía hacer lo mismo. – En primer lugar, eso no fue intento de asesinato. Existe algo llamado intimidación, ¿sabes?. Nosotros no matamos porque se nos de la gana. –el pelirrojo tomó aire y siguió con su explicación, sin darse cuenta que se había referido a si mismo como si fuera más de una persona – De todas formas, mi nombre es Eichi ... Tsukasa –. Ya estaba hecho, por primera vez desde que abandonó su hogar, había usado su nombre completo. Eichi no tenía miedo de que el CP hiciera la conexión con la familia que gobierna Pendragon en el Mar del Este. Algo le decía que a Castor le importaría un rábano que el fuera parte de la nobleza, y eso es algo que él apreciaría mucho.
Solo esperaba que no se le diera la idea de secuestrarle nuevamente y llevarlo hacia allá, el pelirrojo aún no estaba listo par volver.
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Castor permanecía tranquilo escuchando al otro chico. Su mirada era un poco más calmada pues estaba pillando confianza con él. Las personas que ya le conocían se daban cuenta de que tampoco era para tanto, salvo cuando el daba la venada. Entonces podía ser el hombre más impredecible del planeta y eso podía poner nervioso a cualquiera. De hecho en esos mismos momentos su mente ya estaba maquinando algo raro y por ello mostró una sonrisa enfermiza. Era demasiado amplia y sus ojos estaban casi cerrados, era un mal augurio. Lo siguiente que miró fue una gaviota colocarse sobre el mástil del barco. La sonrisa se amplió demasiado, dando a entender que lo que planeaba era con aquella ave de plumas blancas y pico amarillo. Su lengua salió de su boca, mirando a su pequeña presa, debía devorarla cuanto antes. Tal vez le tildaban de loco, pero pasar sus dientes por su carne debía de ser un placer. Encima si la cocinaba… un momento, pensó entonces que el chico trabajaba en un restaurante. La felicidad le invadió de nuevo entonces.
Pudo escuchar cómo el chico decía que para ellos no era intento de asesinato, entonces el castaño arqueó una ceja y se puso frente a él, clavando una rodilla en el suelo. – Nosotros lo llamamos también amenaza o alteración del orden público, pero no te preocupes. No pienso decir nada. – Dijo de forma un poco siniestra, para después colocarse en pie y estirarse un poco. Se estaba empezando a sentir un poco aburrido y el ejercicio era lo mejor para esos casos. Miró a la gaviota de forma sonriente y cuando estuvo a punto de atacarla, escuchó las palabras del joven. Le miró con seriedad y dio un par de pasos hacia él, ese apellido no era normal. De modo que se cruzó de brazos y después suspiró. – ¿Dónde está Eichi? ¡En tsukasa! – El tipo comenzó a descojonarse al decirle aquello, llevándose la mano derecha al pecho y echándose hacia atrás. No quería caer al agua debido al ataque de risa, pero consideraba su chiste una obra de arte. De hecho las lágrimas estuvieron a punto de salirle. Controló su ataque de locura y le miró de nuevo. – Es broma, pero joder ¿No había otro apellido? – Troy no estaba enterado de nada de familias de nobles, siempre iba a su bola.
En ese momento estiró su mano derecha hacia al frente, empezando a generar plata por ella. En poco tiempo formó un pequeño puñal totalmente plateado. Mostró una sonrisa amable y de repente la cambió a una enfermiza. Lanzó su arma con una precisión muy buena hacia el ave. El filo le atravesó el pecho, haciéndola caer a la cubierta. El choque provocó que más sangre comenzara a salir del cuerpo inerte del animal. Castor la cogió despacio para después mirar al pelirrojo de forma calmada. – ¿Tú eras del restaurante no? Hazla a la pimienta tío. – Le dijo de forma calmada mientras se relamía. El animal tenía el ojo blanco y además el pico abierto. Aquello provocó que el asesino la cogiera del cuello y comenzara a fingir que el animal hablaba. – ¡Ellas las prefieren muy muy gordas! ¡Gorgas de las buenas y muy gordas! – De nuevo el chalado comenzó a reírse con el pequeño espectáculo que estaba montando. Después le arrojó el animal a los pies del chico. – Anda hazle caso a tu tito y comamos. En el interior tengo unas botellas de un vino delicioso. Falta una putilla. – Dijo con un tono entristecido y miraba a varios sitios, buscando una en mitad del mar.
Pudo escuchar cómo el chico decía que para ellos no era intento de asesinato, entonces el castaño arqueó una ceja y se puso frente a él, clavando una rodilla en el suelo. – Nosotros lo llamamos también amenaza o alteración del orden público, pero no te preocupes. No pienso decir nada. – Dijo de forma un poco siniestra, para después colocarse en pie y estirarse un poco. Se estaba empezando a sentir un poco aburrido y el ejercicio era lo mejor para esos casos. Miró a la gaviota de forma sonriente y cuando estuvo a punto de atacarla, escuchó las palabras del joven. Le miró con seriedad y dio un par de pasos hacia él, ese apellido no era normal. De modo que se cruzó de brazos y después suspiró. – ¿Dónde está Eichi? ¡En tsukasa! – El tipo comenzó a descojonarse al decirle aquello, llevándose la mano derecha al pecho y echándose hacia atrás. No quería caer al agua debido al ataque de risa, pero consideraba su chiste una obra de arte. De hecho las lágrimas estuvieron a punto de salirle. Controló su ataque de locura y le miró de nuevo. – Es broma, pero joder ¿No había otro apellido? – Troy no estaba enterado de nada de familias de nobles, siempre iba a su bola.
En ese momento estiró su mano derecha hacia al frente, empezando a generar plata por ella. En poco tiempo formó un pequeño puñal totalmente plateado. Mostró una sonrisa amable y de repente la cambió a una enfermiza. Lanzó su arma con una precisión muy buena hacia el ave. El filo le atravesó el pecho, haciéndola caer a la cubierta. El choque provocó que más sangre comenzara a salir del cuerpo inerte del animal. Castor la cogió despacio para después mirar al pelirrojo de forma calmada. – ¿Tú eras del restaurante no? Hazla a la pimienta tío. – Le dijo de forma calmada mientras se relamía. El animal tenía el ojo blanco y además el pico abierto. Aquello provocó que el asesino la cogiera del cuello y comenzara a fingir que el animal hablaba. – ¡Ellas las prefieren muy muy gordas! ¡Gorgas de las buenas y muy gordas! – De nuevo el chalado comenzó a reírse con el pequeño espectáculo que estaba montando. Después le arrojó el animal a los pies del chico. – Anda hazle caso a tu tito y comamos. En el interior tengo unas botellas de un vino delicioso. Falta una putilla. – Dijo con un tono entristecido y miraba a varios sitios, buscando una en mitad del mar.
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Si la vida fuera un anime, Eichi tendría una gota enorme en la cabeza mientras veía al agente del gobierno. Por sus interacciones hasta ahora, el pelirrojo sabía que al tipo le faltaban algunos tornillos; pero nunca creyó, que sería tan excéntrico. El sabía muy bien que su nombre era un juego de palabras, pero hasta ahora, ninguna persona se ha atrevido a decirle eso su familiar en la cara. No es como si al pelirrojo le importara mucho de todas formas, aunque nunca lo diría frente a su familia. Que los bajaran de su trono de vez en cuando es bueno, y por eso el joven príncipe estaba agradecido con Castor Troy. – Aunque sea un idiota. – Pensó el pelirrojo, mientras veía sin expresión alguna en su rostro el espectáculo que estaba forma ese tío con una gaviota que acababa de matar; si que estaba chalado.
Observó al pájaro que estaba tirado en la cubierta, suspiró y lo tomó del cuello. – Muy bien, pero aviso que no soy bueno cocinando; aún. – Luego de decir aquello, se marchó al interior del barco, en búsqueda de la cocina. Por suerte, el barco no era tan grande; le costó poco encontrar el lugar de trabajo. Con la gaviota aun en mano, se acercó hasta la mesa y depositó a la gaviota en esta. Se dirigió al estante, sacó una fuente, y al fin comenzó a cocinar.
Le tomó unos treinta minutos en terminar de preparar la comida, sirvió la gaviota horneada a la pimienta en la mesa, y sacó una botella de vino que había en una de las cajas. Tomó dos copas de la repisa, y las puso en la mesa también. Arqueo una ceja mientras miraba la etiqueta del vino; para ser loco, tenía un buen sentido para escoger una buena botella de alcohol. Tomo una bocada de aire, y gritó; fue lo suficientemente fuerte para que se escuchara en cubierta. – La comida esta lista. – Mientras tanto, tomó la botella, y vertió su contenido en las copas de vidrio.
Observó al pájaro que estaba tirado en la cubierta, suspiró y lo tomó del cuello. – Muy bien, pero aviso que no soy bueno cocinando; aún. – Luego de decir aquello, se marchó al interior del barco, en búsqueda de la cocina. Por suerte, el barco no era tan grande; le costó poco encontrar el lugar de trabajo. Con la gaviota aun en mano, se acercó hasta la mesa y depositó a la gaviota en esta. Se dirigió al estante, sacó una fuente, y al fin comenzó a cocinar.
Le tomó unos treinta minutos en terminar de preparar la comida, sirvió la gaviota horneada a la pimienta en la mesa, y sacó una botella de vino que había en una de las cajas. Tomó dos copas de la repisa, y las puso en la mesa también. Arqueo una ceja mientras miraba la etiqueta del vino; para ser loco, tenía un buen sentido para escoger una buena botella de alcohol. Tomo una bocada de aire, y gritó; fue lo suficientemente fuerte para que se escuchara en cubierta. – La comida esta lista. – Mientras tanto, tomó la botella, y vertió su contenido en las copas de vidrio.
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El chico había ido a cocinar el animal, tal y como le había pedido el loco. Castor se quedó en la cubierta, mirando el mar con toda la calma del mundo. No se imaginaba secuestrando pelirrojos por el mundo pero, la verdad es que había sido gracioso y por ello empezó a reírse él solo. En ese momento le pasó por la mente la pregunta clave ¿Cuánto le mediría el pene? A saber pero si resultaba ser una seta, el cachondeo iba a ser épico. Desde que vio a aquella bola de sebo en su primera misión, tenía un jodido trauma. Era como un caracol pero sin antenas, mezcla de color marrón con sustancia transparente. Un pensamiento precioso teniendo en cuenta que iban a comer dentro de poco. Pero su mente podía soportarlo. A fin y al cabo, era el gran Castor Troy. Con ese sencillo pensamiento, arreglaba todos los problemas que se le presentaban. Era un cachondo de la vida y no podía evitarlo.
Durante aquellos treinta minutos, estuvo planeando maldades que hacer. De hecho el comunicador no tardó mucho en sonar. Cuando lo cogió mostró una expresión enfermiza pese que no podían verle. – Aquí el precioso agente sesenta y nueve. – Dijo en un tono que intentaba ser seductor. En ese momento escuchó una voz femenina que le hizo abrir los ojos como platos. – Troy, diríjase hacia el punto zeta cuando llegue. – Entonces el castaño empezó a saltar mientras imitaba el sonido de un bisonte en celo. – ¡Groooooon! ¡Grooooon! ¡Moza! – Se dio cuenta de que ya habían colgado y por ello soltó un inmenso suspiro. De hecho se miró unos momentos el pantalón y todo iba bien. Su arma estaba contenta y eso era bueno. Debía conocer a la dueña de aquella dulce voz de melocotón en aceite de oliva.
Cuando escuchó la voz del pelirrojo entró en la cocina, bailando al ritmo de los chasquidos de sus dedos. Movió la cabeza de un lado a otro y empezó a hace un ritmo extraño con la boca. – ¡Tsukasa! ¡Es azul como el mar azul! ¡Tú y yo! ¡Beberemos los dos! – Tomó la copa dándole un trago enorme y después se sentó en la mesa. Sus ojos se clavaron en el chico de forma salvaje. Mostraba una sonrisa que podía helar incluso a un muerto. – Puedo estar horas comiendo una perita. Dime ¿Te gustan las peritas? ¿O los rábanos? ¿Eres llano monte o monte llano? – Dijo entonces el agente mientras se relamía y le miraba, deseoso de saber sus respuestas. Ya le estaba dando otro puto ataque de los suyos. En los que se le iba la cabeza y empezaba a hacer el ganso. Y eso que no estaba en su casa, como el apellido del pelirrojo. – ¿Tienes hongos en el culo? – Preguntó también mientras miraba la comida y simplemente hacía salir un cuchillo de plata de sus dedos. Después formó un tenedor también.
Durante aquellos treinta minutos, estuvo planeando maldades que hacer. De hecho el comunicador no tardó mucho en sonar. Cuando lo cogió mostró una expresión enfermiza pese que no podían verle. – Aquí el precioso agente sesenta y nueve. – Dijo en un tono que intentaba ser seductor. En ese momento escuchó una voz femenina que le hizo abrir los ojos como platos. – Troy, diríjase hacia el punto zeta cuando llegue. – Entonces el castaño empezó a saltar mientras imitaba el sonido de un bisonte en celo. – ¡Groooooon! ¡Grooooon! ¡Moza! – Se dio cuenta de que ya habían colgado y por ello soltó un inmenso suspiro. De hecho se miró unos momentos el pantalón y todo iba bien. Su arma estaba contenta y eso era bueno. Debía conocer a la dueña de aquella dulce voz de melocotón en aceite de oliva.
Cuando escuchó la voz del pelirrojo entró en la cocina, bailando al ritmo de los chasquidos de sus dedos. Movió la cabeza de un lado a otro y empezó a hace un ritmo extraño con la boca. – ¡Tsukasa! ¡Es azul como el mar azul! ¡Tú y yo! ¡Beberemos los dos! – Tomó la copa dándole un trago enorme y después se sentó en la mesa. Sus ojos se clavaron en el chico de forma salvaje. Mostraba una sonrisa que podía helar incluso a un muerto. – Puedo estar horas comiendo una perita. Dime ¿Te gustan las peritas? ¿O los rábanos? ¿Eres llano monte o monte llano? – Dijo entonces el agente mientras se relamía y le miraba, deseoso de saber sus respuestas. Ya le estaba dando otro puto ataque de los suyos. En los que se le iba la cabeza y empezaba a hacer el ganso. Y eso que no estaba en su casa, como el apellido del pelirrojo. – ¿Tienes hongos en el culo? – Preguntó también mientras miraba la comida y simplemente hacía salir un cuchillo de plata de sus dedos. Después formó un tenedor también.
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Eichi miró sin expresión al castaño, luego suspiró. Como lo supuso, Castor estaba haciendo metáforas raras con su apellido. Algo de un mar azul, o que sabía el. Era lo mejor para su salud mental, ignorarlo cuando se ponía de esa forma. Silenciosamente, mandé un rezo secreto para sus compañeros que lo tienen que soportar día a día. Los respetos del pelirrojo hacia la Cipher Pol, habían aumentando considerablemente esa tarde. Es en eso, cuando Castor dijo algo que hirió algo del orgullo de Eichi. Preguntó, que si le gustaban las peritas o los rabános; monte llano o llano monte. Una vena se marco en la frente del pelirrojo ante aquellas palabras. – No preguntes idioteces, soy perfectamente heterosexual con libido. Muchas gracias. – Eichi resopló, el no era su hermano por el amor a kami. Esa sonrisa podía atemorizar a alguien normal; pero el no era alguien normal que digamos, había enfrentado a la muerte y sobrevivió.
Tomo otro sorbo del vino; pero tuvo que evitar esculpirlo que escuchar la nueva pregunta de aquél agente. ¿Joder, era enserio aquello? Puso su mano en la frente, y con la otra cogió una servilleta. Se limpió los restos del brebaje que quedaban en sus labios, para luego depositarlo en la mesa nuevamente. Es hombre debía ser idiota, no había otra explicación. – No voy a responder a eso. – Eichi bufó, quedándose en silencio nuevamente. Por el rabillo del ojo, vio como el agente convocó algo en su mano; un cuchillo de plata. Abrió los ojos un poco mas de lo normal, y fijó su vista en aquél objeto. ¿Una akuma no mi? Qué interesante, hasta ahora su única interacción con aquella fruta, había sido con la suya ... Y francamente, el pelirrojo deseaba olvidar esa experiencia, y la clase de "poder" que le había brindado. Se estremeció, estúpida memoria absoluta; podía considerarse como un don y una maldición.
Suspiró, dejando de pensar en eso. En lugar de aquello, empezó a recordad tiempos con su hermano. El era una de las pocas personas que recocieron su existencia, siendo las otras su antiguo maestro y su caballero de honor. Aunque antes de que se hubiera marchado de Pedragon, el antiguo caballero de su hermano también había empezado a ayudarlo, incluso, varias veces lo protegió de sus abusivos familiares. Volvió a suspirar, y dirigió su atención al agente de la CP. – Oye, una pregunta. ¿Cuanto queda por llegar? – De verdad, quería bajarse de ese barco pronto. Si no moría en este viaje, Saiba se encargaría de exterminar su existencia luego cuando volviera.
Tomo otro sorbo del vino; pero tuvo que evitar esculpirlo que escuchar la nueva pregunta de aquél agente. ¿Joder, era enserio aquello? Puso su mano en la frente, y con la otra cogió una servilleta. Se limpió los restos del brebaje que quedaban en sus labios, para luego depositarlo en la mesa nuevamente. Es hombre debía ser idiota, no había otra explicación. – No voy a responder a eso. – Eichi bufó, quedándose en silencio nuevamente. Por el rabillo del ojo, vio como el agente convocó algo en su mano; un cuchillo de plata. Abrió los ojos un poco mas de lo normal, y fijó su vista en aquél objeto. ¿Una akuma no mi? Qué interesante, hasta ahora su única interacción con aquella fruta, había sido con la suya ... Y francamente, el pelirrojo deseaba olvidar esa experiencia, y la clase de "poder" que le había brindado. Se estremeció, estúpida memoria absoluta; podía considerarse como un don y una maldición.
Suspiró, dejando de pensar en eso. En lugar de aquello, empezó a recordad tiempos con su hermano. El era una de las pocas personas que recocieron su existencia, siendo las otras su antiguo maestro y su caballero de honor. Aunque antes de que se hubiera marchado de Pedragon, el antiguo caballero de su hermano también había empezado a ayudarlo, incluso, varias veces lo protegió de sus abusivos familiares. Volvió a suspirar, y dirigió su atención al agente de la CP. – Oye, una pregunta. ¿Cuanto queda por llegar? – De verdad, quería bajarse de ese barco pronto. Si no moría en este viaje, Saiba se encargaría de exterminar su existencia luego cuando volviera.
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Una sonrisa se formó de repente en el rostro del asesino. Aquel pelirrojo no quería responderle a lo que le había dicho. La explicación estaba clara, las personas que dejaban sin responder algo, es que deseaban ocultarlo. Castor tomó como un sí aquello. El pobre chico tenía setas en el culo, y eso podía ser un poco desagradable. A lo mejor tenía complejo y todo. El castaño en ese momento le miró de forma enfermiza, abriendo los ojos de forma exagerada. Se relamió después, comenzando a jugar con el tenedor de plata. No sabía cómo ayudar al chico con su pobre enfermedad. A su mente llegó una buena idea. Debía de decírsela, era su querido sobrino desde ese día, y debía de cuidar de él. Pocos tenían el privilegio de que aquel castaño les cuidase, o más bien la suerte, visto lo visto. Era el maldito Castor Troy, podía darse el lujo de liarla a su paso.
En ese momento el chico le hizo una pregunta. Tenía ganas de llegar por lo visto. A lo mejor quería echarse crema en las setas de su ano, o eso pensaba el loco. Tomó un enorme trago del vino, y después se relamió mientras le miraba despacio. – No lo sé, asómate, y míralo tú mismo. Pero antes debo decirte una cosa. – Tomó sus cubiertos, y empezó a comer tranquilamente. El sabor de aquel animal era delicioso. Sus ojos se cerraron y, él comenzó a experimentar una enorme sensación de placer. Abrió sus azulados orbes, y los clavó en el pelirrojo. Después de eructar sin educación alguna, le señaló con su dedo índice, usando la mano derecha. – No debes preocuparte por los hongos de tu culo. Tan solo dúchate más a menudo, y frótalos con champo del bueno. Puedo recomendarte uno buenísimo, una yonqui estuvo a punto de pegármelos a mí. – Una vez dijo aquello, continuó comiendo tranquilamente.
No tardó mucho en terminar, mirando un poco a su alrededor por sí había postre. Al darse cuenta de que no lo había, soltó un enorme suspiro, mirando de nuevo al chico. – Anda, hazme unas magdalenas de chocolate, y un café. – Pensaba que continuaba en el restaurante, y que el chico era su camarero. Nada más decirlo, sacó de su chaqueta un puñal precioso. Uno veinticinco centímetros de hoja hecha de kairouseki. Tenía el símbolo del gobierno grabado en el mango. Lo miró unos momentos, y comenzó a limpiarlo después, usando un pequeño pañuelo que había sobre la mesa. – Por cierto ¿Cuánto te mide? – Preguntó con confianza a su sobrino. Realmente estaba como una jodida cabra pero, muchos querríamos un tito así. Sonrió sin motivo alguno y comenzó a reírse como un jodido loco. Estaba acordándose de cuando se llevó a unas putillas a Enies Lobby, una historia preciosa que algún día le contaría a su sobrino. Pero por el momento, debía centrarse en su postre. A saber qué pasaba ahora. Todo dependía del pelirrojo con setas en el culo.
En ese momento el chico le hizo una pregunta. Tenía ganas de llegar por lo visto. A lo mejor quería echarse crema en las setas de su ano, o eso pensaba el loco. Tomó un enorme trago del vino, y después se relamió mientras le miraba despacio. – No lo sé, asómate, y míralo tú mismo. Pero antes debo decirte una cosa. – Tomó sus cubiertos, y empezó a comer tranquilamente. El sabor de aquel animal era delicioso. Sus ojos se cerraron y, él comenzó a experimentar una enorme sensación de placer. Abrió sus azulados orbes, y los clavó en el pelirrojo. Después de eructar sin educación alguna, le señaló con su dedo índice, usando la mano derecha. – No debes preocuparte por los hongos de tu culo. Tan solo dúchate más a menudo, y frótalos con champo del bueno. Puedo recomendarte uno buenísimo, una yonqui estuvo a punto de pegármelos a mí. – Una vez dijo aquello, continuó comiendo tranquilamente.
No tardó mucho en terminar, mirando un poco a su alrededor por sí había postre. Al darse cuenta de que no lo había, soltó un enorme suspiro, mirando de nuevo al chico. – Anda, hazme unas magdalenas de chocolate, y un café. – Pensaba que continuaba en el restaurante, y que el chico era su camarero. Nada más decirlo, sacó de su chaqueta un puñal precioso. Uno veinticinco centímetros de hoja hecha de kairouseki. Tenía el símbolo del gobierno grabado en el mango. Lo miró unos momentos, y comenzó a limpiarlo después, usando un pequeño pañuelo que había sobre la mesa. – Por cierto ¿Cuánto te mide? – Preguntó con confianza a su sobrino. Realmente estaba como una jodida cabra pero, muchos querríamos un tito así. Sonrió sin motivo alguno y comenzó a reírse como un jodido loco. Estaba acordándose de cuando se llevó a unas putillas a Enies Lobby, una historia preciosa que algún día le contaría a su sobrino. Pero por el momento, debía centrarse en su postre. A saber qué pasaba ahora. Todo dependía del pelirrojo con setas en el culo.
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Era oficial; el pelirrojo prefería tirarse al mar que pasar un segundo más en compañía de aquél loco de mierda. Cuando este mencionó algo sobre en champú o sobre si tenía setas en el culo, además de que le hiciera un postre; fue la guinda que rebalsó la torta. – Por qué mejor, no haces tus propias cosas. – Una vez que dijo eso, el pelirrojo bufó; tomó la botella, y se marcho hacia la cubierta. Justo antes de salir por la puerta, escuchó al loco preguntarle algo acerco del tamaño de su "amigo". A Eichi se le petó el ojo luego de aquello, se dio la vuelta, y tiró la botella de vino con todas sus fuerzas a la cabeza del agente. Sin esperar para ver el resultado, Eichi dio media vuelta y se marchó de aquél lugar. Tampoco era que el pelirrojo creía que podía darle; era CP8 después de todo. Si no lo hacía pues... Eichi supondría que era un idiota.
Una vez afuera, fue a la baranda de aquél barco, y se puso a disfrutar de la brisa marina. El sonido de los oleajes, el contacto del viento con su piel; y el olor marino, lo relajaban inmensamente. Por el rabillo del ojo, observó algo que capto su atención. Colgando de un mástil, había un pequeño bote colgando de unas sogas. Curioso, se acercó a verlo más a fondo. Al llegar, notó que habían dos remos dentro de aquél objeto; y que además, solo cabía una persona dentro. Cautelosamente, dirigió su mirada hacia la entrada que iba a la cocina. Al ver que Castor seguía abajo, prosiguió con su plan. Rápidamente se colocó encima del bote, y soltó su seguro. Se estremeció al sonido de la barca al impactar con el agua. Rápidamente se repuso, se transformó en su forma híbrida, y empezó a remar con toda la velocidad que pudiera. Aquél sonido, más que seguro alertó al loco, por lo que tenía que alejarse lo más posible de ahí.
Una vez afuera, fue a la baranda de aquél barco, y se puso a disfrutar de la brisa marina. El sonido de los oleajes, el contacto del viento con su piel; y el olor marino, lo relajaban inmensamente. Por el rabillo del ojo, observó algo que capto su atención. Colgando de un mástil, había un pequeño bote colgando de unas sogas. Curioso, se acercó a verlo más a fondo. Al llegar, notó que habían dos remos dentro de aquél objeto; y que además, solo cabía una persona dentro. Cautelosamente, dirigió su mirada hacia la entrada que iba a la cocina. Al ver que Castor seguía abajo, prosiguió con su plan. Rápidamente se colocó encima del bote, y soltó su seguro. Se estremeció al sonido de la barca al impactar con el agua. Rápidamente se repuso, se transformó en su forma híbrida, y empezó a remar con toda la velocidad que pudiera. Aquél sonido, más que seguro alertó al loco, por lo que tenía que alejarse lo más posible de ahí.
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El castaño continuaba comiendo con toda la calma del mundo, cuando de repente escuchó las palabras del chico. No pudo evitar mostrar una sonrisa calmada, para después continuar relamiendo lo último que quedaba. El pelirrojo se iba a la cubierta pero, el haki del asesino le avisó de la estupidez del chico. – Bueno, yo creo que eso es pasarse. – Mencionó al mismo tiempo que sacaba una de sus preciosas pistolas doradas. Apuntó al chico y disparó a la botella en cuanto ésta había abandonado la mano de su lanzador. El recipiente explotó en pedazos, los cristales salieron disparados por toda la cocina. El líquido cayó en el suelo, formando un leve charco rojizo. El loco sonrió de lado y volvió a meter el arma en su funda. Después caminó hasta la mesa y se limpió con una servilleta. Aquello había podido ser un intento de asesinato. Encima lo del restaurante podía haber terminado en un homicidio.
Decidió hablar con él, pudo comprobar que el chico escapaba, pues su aura se alejaba. Corrió a la cubierta, y pudo ver que había robado un bote de su barco. Joder, encima robando. Soltó un suspiro y pudo ver que estaba mezclado con una especie de pájaro. De modo que era un usuario. Podía sobrevolarle y hundirlo con un par de rankyakus. Acabar con su vida no era difícil pero, iba a darle una oportunidad de vivir. Tomó su comunicador, y mostró una sonrisa simple mientras llamaba a sus superiores. – Aquí Castor. Un chico pelirrojo ha intentado reventarme la cabeza con una botella de cristal. Además me ha robado un bote. Ha escapado y es un usuario. Responde al nombre de Eichi Tsukasa, ponedle un precio bonito. Finalizó la misión y vuelvo a la base. – Una vez dijo aquello, colgó y miró como el chico se iba alejando despacio. Al menos el pato estaba muy rico.
Decidió hablar con él, pudo comprobar que el chico escapaba, pues su aura se alejaba. Corrió a la cubierta, y pudo ver que había robado un bote de su barco. Joder, encima robando. Soltó un suspiro y pudo ver que estaba mezclado con una especie de pájaro. De modo que era un usuario. Podía sobrevolarle y hundirlo con un par de rankyakus. Acabar con su vida no era difícil pero, iba a darle una oportunidad de vivir. Tomó su comunicador, y mostró una sonrisa simple mientras llamaba a sus superiores. – Aquí Castor. Un chico pelirrojo ha intentado reventarme la cabeza con una botella de cristal. Además me ha robado un bote. Ha escapado y es un usuario. Responde al nombre de Eichi Tsukasa, ponedle un precio bonito. Finalizó la misión y vuelvo a la base. – Una vez dijo aquello, colgó y miró como el chico se iba alejando despacio. Al menos el pato estaba muy rico.
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