Comic Sans
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Akuma no mi
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Allí estaba Sans, silbando de nuevo aquella cancioncita tan pegadiza. En la "isla inundada", como le gustaba al esqueleto llamarla, había un evento único y especial que no podía perderse, y por supuesto había conseguido excusa... es decir, permiso, para poder asistir al mismo. Pero no como espectador, no, ya que el evento en cuestión iba a ser una presentación de monólogos con los mejores comediantes del mundo. Así que Sans ardía en deseos por compararse con ellos usando sus horribles juegos de palabras y curioso aspecto. ¿Sería capaz de estar a la altura? Bueno, lo importante era intentarlo y participar, el resto vendría después.
Mientras pasaba por una calle, el olor de la comida en los improvisados tenderetes hizo que le rugieran los huesos a la altura de la tripa, y pensó en pedirse un buen perrito caliente. Aún quedaba rato antes de la presentación, por lo que así aprovecharía para ir ajustando el monólogo que había pensado para la ocasión. Aunque el ruido de la calle y la gente al pasar no ayudaban para nada...
Mientras pasaba por una calle, el olor de la comida en los improvisados tenderetes hizo que le rugieran los huesos a la altura de la tripa, y pensó en pedirse un buen perrito caliente. Aún quedaba rato antes de la presentación, por lo que así aprovecharía para ir ajustando el monólogo que había pensado para la ocasión. Aunque el ruido de la calle y la gente al pasar no ayudaban para nada...
Hacía pocas horas que Zane había desembarcado en wáter Seven, isla conocida por sus famosos carpinteros y la variedad de embarcaciones que allí creaban. Desde hacía semanas tenía ganas de estar allí, sobre todo desde que vio esa conferencia sobre autonavegación, que exponía que los navegantes ya no iban a ser necesarios. Algo que le ofendió, ya que él había dedicado muchos años de su vida a ello.
Deambulaba sin rumbo fijo, buscando un lugar donde poder pasar la noche por unos pocos berries. Se paraba en cada taberna, en cada hostal por el que pasaba, pero ninguna le daba cobijo por menos de mil quinientos berries la noche. Entonces lo vio, un cartel que ofrecía una cuantiosa suma de dinero si conseguía ganar un concurso de monólogos. Era curioso, porque el pelirrojo siempre había sido tachado de ser alguien muy zalamero, que se va por las ramas mientras habla, llegando al punto de ser incluso cómico. Y aquella era la oportunidad perfecta para comprobarlo.
—Así que a las diez de la noche —dijo Zane en voz baja para sí mismo.
“Habrá que hacer tiempo hasta entonces” —pensó.
De nuevo el joven navegante empezó a dar una vuelta por la isla, pero ésta vez por la zona más comercial. En ella había de todo, desde pastelerías a armerías, pasando por pescaderías y carnicerías al aire libre, y eso le recordaba a su hogar en el archipiélago. Entonces, tras un puesto de frutas y verduras la vio, la joven más bella que había visto en mucho tiempo, por no decir que en su vida. Iba a acercarse cuando un grupo de niños pasaron ante él corriendo, impidiéndole moverse. Y cuando quiso darse cuenta, la joven no estaba.
Deambulaba sin rumbo fijo, buscando un lugar donde poder pasar la noche por unos pocos berries. Se paraba en cada taberna, en cada hostal por el que pasaba, pero ninguna le daba cobijo por menos de mil quinientos berries la noche. Entonces lo vio, un cartel que ofrecía una cuantiosa suma de dinero si conseguía ganar un concurso de monólogos. Era curioso, porque el pelirrojo siempre había sido tachado de ser alguien muy zalamero, que se va por las ramas mientras habla, llegando al punto de ser incluso cómico. Y aquella era la oportunidad perfecta para comprobarlo.
—Así que a las diez de la noche —dijo Zane en voz baja para sí mismo.
“Habrá que hacer tiempo hasta entonces” —pensó.
De nuevo el joven navegante empezó a dar una vuelta por la isla, pero ésta vez por la zona más comercial. En ella había de todo, desde pastelerías a armerías, pasando por pescaderías y carnicerías al aire libre, y eso le recordaba a su hogar en el archipiélago. Entonces, tras un puesto de frutas y verduras la vio, la joven más bella que había visto en mucho tiempo, por no decir que en su vida. Iba a acercarse cuando un grupo de niños pasaron ante él corriendo, impidiéndole moverse. Y cuando quiso darse cuenta, la joven no estaba.
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