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Hacía un día perfecto en la isla de Baterilla. La científica se había desplazado hacia allí para tomarse un par de días libres. Tenía bastantes líos últimamente y necesitaba desconectar una temporada. Con la tontería de su investigación, los imbéciles que se había cargado en la isla de Satán y el viaje que tenía planeado, estaba que no daba pie con bola. En ese momento estaba sentada en una pequeña terraza, en la cual podía verse la playa debido a lo cerca que estaba. El sitio que ocupaba era para tres personas mínimo, pero al estar sola, no tenía más remedio que sentarse allí. El olor a tostadas, bacón y demás desayunos, llegaba a su olfato. Eran las nueve de la mañana y una hora muy buena para comer. El interior del bar estaba totalmente lleno y había tenido la suerte de pillar aquel sitio.
Llevaba una coleta alta, dejando la otra mitad de su pelo suelto y un par de mechones cayendo sobre sus hombros. Vestía con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones rojizos, los cuales poseían unos dibujos de llamas. En la cintura llevaba una vaina, en la que estaba su katana. En los pies llevaba unas sandalias. En su bolsillo derecho un pequeño comunicador y en el izquierdo, el dinero para pagar lo que tomase. En ese momento el camarero, el cual era un chico joven de cabellos rubios y ojos azulados, se acercó con una sonrisa a ella. Después de unos segundos le pidió lo que quería tomar. – Un vaso de leche y un par de tostadas con manquilla. – El camarero asintió y después se fue a por el pedido de la chica.
Milena soltó un pequeño suspiro para después entrecerrar los ojos. Cada vez había más personas haciendo cola y ella continuaba sola con aquel par de asientos a su lado. Tan solo esperaba que no se le sentara al lado un criminal, vándalo o niño pequeño. Tenía mala suerte para aquellas cosas y siempre solía pasarle lo peor.
Llevaba una coleta alta, dejando la otra mitad de su pelo suelto y un par de mechones cayendo sobre sus hombros. Vestía con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones rojizos, los cuales poseían unos dibujos de llamas. En la cintura llevaba una vaina, en la que estaba su katana. En los pies llevaba unas sandalias. En su bolsillo derecho un pequeño comunicador y en el izquierdo, el dinero para pagar lo que tomase. En ese momento el camarero, el cual era un chico joven de cabellos rubios y ojos azulados, se acercó con una sonrisa a ella. Después de unos segundos le pidió lo que quería tomar. – Un vaso de leche y un par de tostadas con manquilla. – El camarero asintió y después se fue a por el pedido de la chica.
Milena soltó un pequeño suspiro para después entrecerrar los ojos. Cada vez había más personas haciendo cola y ella continuaba sola con aquel par de asientos a su lado. Tan solo esperaba que no se le sentara al lado un criminal, vándalo o niño pequeño. Tenía mala suerte para aquellas cosas y siempre solía pasarle lo peor.
Eichi Tsukasa
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Eichi sentía que podía maldecir en voz alta en aquél momento. El pelirrojo se encontraba en la isla baterilla, dentro del Mar del Sur, debido a que sus investigaciones lo llevaron hasta este lugar. Por desgracia, solo fue una pista falsa, y nuevamente se encontró con un callejón sin salida, por no decirlo de otro modo. Era irritante por no decirlo a menos. – Vaya, eso es nuevo. Nunca te había visto tan irritado desde el entrenamiento con Saiba –. Una voz divertida se escuchó en su mente. Eichi suspiró un poco, no solo su día tenia que ser horrible, si no que además su "hermano" tenía que molestarle justo ahora. Era una genialidad, además de ser un completo retardado social y un tímido, tuvo que añadir a a esa indeseada bipolaridad. El joven príncipe aun no sabía en que momento fue que desarrolló esa personalidad, solo sabía que se manifestó cierto día (mientras menos recuerde al cabrón de ese día, mejor) y que además, cada vez que toma control de su cuerpo, este sufre perdida parcial de memoria sobre los eventos que sucedían cuando no estaba consciente. Para no crear confusiones, Eichi decidió nombrar a su otra personalidad Akashi debido al gran parecido que tenía con su difunto hermano.
El pelirrojo decidió ignorar a la voz por el momento, y miró a sus alrededores. Si bien hoy no ha sido su mejor día, eso no quita el hecho de que el clima que había era muy agradable, por lo que decidió buscar algún bar donde tomar algo refrescante. Finalmente encontró un local a unos pocos metros de distancia, pero tuvo que estremecerse al ver lo lleno que estaba. Eichi dudó por algunos segundos, hasta que se le ocurrió una idea para que no le diera un ataque de crisis. Tomó los audífonos de su cuello y se los puso, poniendo la música al máximo nivel posible. Suspiró, se aproximó al establecimiento y entró. Se quedó en la entrada durante algunos segundos, mientras que tomaba que botaba aire para calmarse. Con la mirada buscó algún lugar que tuviera menos gente que la que tiene enfrente, sabiendo muy bien que la música solo sería un distractor por solo unos pocos minutos.
Suspiró de alivio al posar sus ojos en una especie de terraza, que por como se veía desde acá estaba vacía. Rápidamente se movió agilmente entre la multitud (bendito sea su entrenamiento) hasta que pudo llegar a su objetivo. Finalmente pudo relajarse, pero en eso se dio cuenta que cuenta que sus pensamientos de antes estaban errados. Había una persona en la terraza, se trataba de una mujer pelirroja. Vestía con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones rojizos, los cuales poseían unos dibujos de llamas. En la cintura llevaba una vaina, en la que tenía una espada suponía el pelirrojo. Eichi cerró los ojos, y tuvo que resistir golpearse la cara. Ya era bastante malo que fuera un retardado social (aunque había mejorado bastante estos meses), si no que además tenía que estar a solas con una mujer hermosa. Gracias a su memoria, el pelirrojo recordaba que sus únicas interacciones con el sexo opuesto, fueron su madre y las mujeres ocasionales a las que tuvo que atender en sus meses de trabajo. Suspiró en señal de derrota, sabiendo muy bien que la escogería a ella por sobre el tumulto de allá atrás.
– Buenas tardes, ¿podría sentarme en uno de las sillas de al lado? –. Preguntó el pelirrojo en voz baja y cortés, mientras que se quitaba sus fonos. Si bien era un local abierto y cada uno podía sentarse donde quisiera, no había nada de malo preguntar antes de sentarse y poner incomoda a otra persona. Mentalmente, el pelirrojo se aplaudió a sí mismo, para la diversión de Akashi. El entrenamiento con Saiba, y sus meses de servicio en el baratie hicieron maravillas con su personalidad.
El pelirrojo decidió ignorar a la voz por el momento, y miró a sus alrededores. Si bien hoy no ha sido su mejor día, eso no quita el hecho de que el clima que había era muy agradable, por lo que decidió buscar algún bar donde tomar algo refrescante. Finalmente encontró un local a unos pocos metros de distancia, pero tuvo que estremecerse al ver lo lleno que estaba. Eichi dudó por algunos segundos, hasta que se le ocurrió una idea para que no le diera un ataque de crisis. Tomó los audífonos de su cuello y se los puso, poniendo la música al máximo nivel posible. Suspiró, se aproximó al establecimiento y entró. Se quedó en la entrada durante algunos segundos, mientras que tomaba que botaba aire para calmarse. Con la mirada buscó algún lugar que tuviera menos gente que la que tiene enfrente, sabiendo muy bien que la música solo sería un distractor por solo unos pocos minutos.
Suspiró de alivio al posar sus ojos en una especie de terraza, que por como se veía desde acá estaba vacía. Rápidamente se movió agilmente entre la multitud (bendito sea su entrenamiento) hasta que pudo llegar a su objetivo. Finalmente pudo relajarse, pero en eso se dio cuenta que cuenta que sus pensamientos de antes estaban errados. Había una persona en la terraza, se trataba de una mujer pelirroja. Vestía con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones rojizos, los cuales poseían unos dibujos de llamas. En la cintura llevaba una vaina, en la que tenía una espada suponía el pelirrojo. Eichi cerró los ojos, y tuvo que resistir golpearse la cara. Ya era bastante malo que fuera un retardado social (aunque había mejorado bastante estos meses), si no que además tenía que estar a solas con una mujer hermosa. Gracias a su memoria, el pelirrojo recordaba que sus únicas interacciones con el sexo opuesto, fueron su madre y las mujeres ocasionales a las que tuvo que atender en sus meses de trabajo. Suspiró en señal de derrota, sabiendo muy bien que la escogería a ella por sobre el tumulto de allá atrás.
– Buenas tardes, ¿podría sentarme en uno de las sillas de al lado? –. Preguntó el pelirrojo en voz baja y cortés, mientras que se quitaba sus fonos. Si bien era un local abierto y cada uno podía sentarse donde quisiera, no había nada de malo preguntar antes de sentarse y poner incomoda a otra persona. Mentalmente, el pelirrojo se aplaudió a sí mismo, para la diversión de Akashi. El entrenamiento con Saiba, y sus meses de servicio en el baratie hicieron maravillas con su personalidad.
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El pedido de la chica no tardó en llegar demasiado. De hecho, el camarero apenas había tardado nada. Aquello le gustó bastante, pues tener que esperar era un suplicio la mayoría de las veces. Además, aquel camarero no paraba de mirarla y perfectamente podía ser el motivo por la poca tardanza. No era algo que la molestara mucho, acostumbrada estaba a aquel tipo de cosas. Solía seducir a muchísimos piratas para matarlos en el momento previo al coito. Era un método realmente sucio, pero muy efectivo y lo importante era conseguir la muerte del oponente, a cualquier precio. Por desgracia, el camarero no era un bucanero y no podía matarlo y menos delante de todas aquellas personas. Aunque en la intimidad podía atravesarle su espada en el corazón y después meterlo en una taquilla. Había muchísimas posibilidades y por ello no se rayaba en lo suyo.
Tomó una tostada con cuidado para después darle un bocado. La crujiente sensación era muy buena y encima el sabor magnífico. Se notaba que tenía una cantidad de sal perfecta y además el pan era recién hecho. Ese sitio era de los buenos. Decidió probar la leche y por ello le dio un leve trago. El cola cao que llevaba le dio un sabor buenísimo, además estaba caliente, casi ardiendo y eso lo adoraba ella. Había acertado con el sitio y no se arrepentía de haber ido. Entrecerró los ojos despacio y pudo notar como una brisa agradable removía sus cabellos. No había tenido un descanso así en años y por ello estaba disfrutándolo mucho. Tal vez esa noche se desmadraba y se iba de fiesta y todo, cualquier cosa podía pasar con aquella pelirroja. Era muy impredecible y siempre solía hacer lo que le daba la gana. Por ello estaba tranquila y segura de sí misma.
Entonces una voz la sacó de sus pensamientos. Abrió los ojos despacio y pudo ver a un chico de cabellos rojos como ella. La expresión de la científica no cambió lo más mínimo y por ello simplemente soltó un suspiro. Echó un vistazo a su alrededor y al ver que no había más sitio, simplemente deslizó su pie hasta la silla, sacándola un poco. De aquella forma quería decirle que se sentara sin problemas. – No hay problema, el bar no es mío. – Dijo en un tono siniestro para después darle otro mordisco a su desayuno. Entonces el camarero acudió con una expresión mucho más seria que la anterior, preguntándole al chico sobre lo que deseaba tomar. La pelirroja notó aquello y simplemente sonrió de lado para después cruzarse de brazos. El hombre estaba muy molesto por algo y Milena sospechaba por dónde iban los tiros. Aquello le iba a resultar bastante divertido.
Tomó una tostada con cuidado para después darle un bocado. La crujiente sensación era muy buena y encima el sabor magnífico. Se notaba que tenía una cantidad de sal perfecta y además el pan era recién hecho. Ese sitio era de los buenos. Decidió probar la leche y por ello le dio un leve trago. El cola cao que llevaba le dio un sabor buenísimo, además estaba caliente, casi ardiendo y eso lo adoraba ella. Había acertado con el sitio y no se arrepentía de haber ido. Entrecerró los ojos despacio y pudo notar como una brisa agradable removía sus cabellos. No había tenido un descanso así en años y por ello estaba disfrutándolo mucho. Tal vez esa noche se desmadraba y se iba de fiesta y todo, cualquier cosa podía pasar con aquella pelirroja. Era muy impredecible y siempre solía hacer lo que le daba la gana. Por ello estaba tranquila y segura de sí misma.
Entonces una voz la sacó de sus pensamientos. Abrió los ojos despacio y pudo ver a un chico de cabellos rojos como ella. La expresión de la científica no cambió lo más mínimo y por ello simplemente soltó un suspiro. Echó un vistazo a su alrededor y al ver que no había más sitio, simplemente deslizó su pie hasta la silla, sacándola un poco. De aquella forma quería decirle que se sentara sin problemas. – No hay problema, el bar no es mío. – Dijo en un tono siniestro para después darle otro mordisco a su desayuno. Entonces el camarero acudió con una expresión mucho más seria que la anterior, preguntándole al chico sobre lo que deseaba tomar. La pelirroja notó aquello y simplemente sonrió de lado para después cruzarse de brazos. El hombre estaba muy molesto por algo y Milena sospechaba por dónde iban los tiros. Aquello le iba a resultar bastante divertido.
Eichi Tsukasa
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Eichi se estremeció al oír la voz de aquella pelirroja, era un tono siniestro y algo sensual, algo que el joven príncipe no había oído nunca en su vida. El pelirrojo dudo por un momento, viendo la silla que le había tendido la mujer, pero luego suspiró con resignación y se sentó. El joven aun tenía signos de desconformidad, aunque mucho menores a medida que pasaba el rato. Por eso mismo hacía todo lo posible para no ver a aquella belleza, si no estaba seguro que su incomodidad volvería. Eichi nuevamente dio un gracias mentalmente a su entrenamiento y a su periodo de trabajador en el baratie, estaba seguro que si hubiera sido el pelirrojo de unos meses atrás, este sería un manojo de nervios, a penas podría balbucear palabras y literalmente podría hasta haberse desmayado. En fin, no hay razón para perderse en el pasado y es mejor que vivir en la actualidad, eso es un dicho que le había servido muy bien este último tiempo.
El silencio perduró por unos segundos más, pero al cabo de un rato vino un mozo para pedir el pedido de Eichi. Para el desconcierto del joven, el camarero llevaba una expresión seria fuera de lo común. En sus meses de servicio en el baratie, él había visto como sus compañeros, si bien se tomaban enserio su trabajo, atendían a sus clientes con amabilidad y una sonrisa. El chico dudó por unos momentos, para luego suspirar. Era mejor salir de este rollo ahora, antes de que pase algo... Aunque Eichi no tenga idea del por que. – Me gustaría un refresco de cola por favor, el más grande que tenga... Y harto hielo –. Después de todo, era un día demasiado caluroso para capearlo sin algo frío para tomar. Por esa misma razón, el pelirrojo había decidido a abandonar su atuendo habitual para usar uno mas casual y de verano. Llevaba una pollera roja encima, con un una especie de logotipo negro al frente. Abajo llevaba sus pantalones negros ajustados de siempre, y en su cuello su pendiente plateado que no se quitaba nunca. Además de sus audífonos claro está.
El mozo asintió en silencio y se retiró, su mirada gélida nunca abandonó su rostro. Eichi parpadeo en confusión y se encogió de hombros, no era como si a él le incumbiera lo que le pasara de todas formas. Nuevamente se formó en silencio, aunque solo duro un minuto hasta que fue interrumpido nuevamente por el camarero. Sin decir palabra alguna, este le entregó el líquido frío al joven príncipe y se retiró, no sin antes fulminar con la mirada al pelirrojo. Eichi se preguntaba que es lo que tenía ese hombre con él, pero luego suspiro. Llevo el vaso a sus labios y bebió, mientras que una expresión de placer apareció en su rostro al ingerir aquél delicioso brebaje. Akashi, quien había visto todo el intercambio desde la mente del chico, solo pudo reírse de lo acontecido. A veces la contraparte tímida era demasiado inocente para su propio bien.
El silencio perduró por unos segundos más, pero al cabo de un rato vino un mozo para pedir el pedido de Eichi. Para el desconcierto del joven, el camarero llevaba una expresión seria fuera de lo común. En sus meses de servicio en el baratie, él había visto como sus compañeros, si bien se tomaban enserio su trabajo, atendían a sus clientes con amabilidad y una sonrisa. El chico dudó por unos momentos, para luego suspirar. Era mejor salir de este rollo ahora, antes de que pase algo... Aunque Eichi no tenga idea del por que. – Me gustaría un refresco de cola por favor, el más grande que tenga... Y harto hielo –. Después de todo, era un día demasiado caluroso para capearlo sin algo frío para tomar. Por esa misma razón, el pelirrojo había decidido a abandonar su atuendo habitual para usar uno mas casual y de verano. Llevaba una pollera roja encima, con un una especie de logotipo negro al frente. Abajo llevaba sus pantalones negros ajustados de siempre, y en su cuello su pendiente plateado que no se quitaba nunca. Además de sus audífonos claro está.
El mozo asintió en silencio y se retiró, su mirada gélida nunca abandonó su rostro. Eichi parpadeo en confusión y se encogió de hombros, no era como si a él le incumbiera lo que le pasara de todas formas. Nuevamente se formó en silencio, aunque solo duro un minuto hasta que fue interrumpido nuevamente por el camarero. Sin decir palabra alguna, este le entregó el líquido frío al joven príncipe y se retiró, no sin antes fulminar con la mirada al pelirrojo. Eichi se preguntaba que es lo que tenía ese hombre con él, pero luego suspiro. Llevo el vaso a sus labios y bebió, mientras que una expresión de placer apareció en su rostro al ingerir aquél delicioso brebaje. Akashi, quien había visto todo el intercambio desde la mente del chico, solo pudo reírse de lo acontecido. A veces la contraparte tímida era demasiado inocente para su propio bien.
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La chica permanecía tranquila mientras desayunaba de forma tranquila y sin prestar atención a nadie. Estaba absorta en sus pensamientos y por ello ahora parecía estar en otro mundo. Sus rojizos ojos miraban la playa como si nunca más fuese a hacerlo. Su expresión era de estar totalmente en las nubes. De hecho estaba pensando en cosas relacionadas con sus experimentos. Lo encontrado en isla Satán le abría varias puertas para investigar ciertas cosas y por ello parecía estar un poco motivada. Entonces fue cuando negó varias veces con la cabeza. Estaba de vacaciones y no debía de pensar en cosas relacionadas con el condenado trabajo. Tenía en su poder aquella fruta del diablo que no había ingerido por el momento y que tal vez se atrevía a hacer en cuanto pudiese. A lo mejor se arrepentía pero por otra parte podía darle un poder sobrenatural que la ayudara a joder más a sus oponentes. Eran muchas las ideas que la pelirroja tenía en mente.
El pedido del chico la sacó de sus pensamientos y le miró despacio. Cualquiera podía decir que era su hermano pequeño debido al parecido. Los colores que llevaba le molaban a la chica y sus cabellos también. Era como una versión suya en hombre y por ello se relamió despacio. Pero al parecer le faltaba el salvajismo que poseía ella. Mordió de nuevo su tostada y continuó mirándolo con un descaro enorme. Masticaba despacio y se relamía cuando terminaba, para quitar la mantequilla de sus comisuras. El sabor de aquel pedazo de pan era cada vez mejor y estaba pensando en pedir otro. Pero tener que ver la cara del camarero era un suplicio, con ese enfado que poseía daba hasta pereza enfadarle más. Si no había hecho nada ya era que no iba a hacerlo por mucho que se le provocara. Aunque tal vez la chica se estaba equivocando. Lo que sintió a continuación la hizo mirar hacia atrás y sacar su espada a una velocidad impresionante. Un tipo había estirado su mano hacia ella, lo había detectado con facilidad y de hecho ahora la hoja de sus katana estaba en el cuello del hombre. No poseía pelo y sus ojos eran azulados, de cuerpo delgado y altura baja. – Si no hubiese tanta gente, te cortaría las cabezas. – Dijo con un tono siniestro para después enfundar su arma. El tipo salió corriendo entre quejas, el miedo había podido con él y eso era normal, Milena imponía mucho.
Se giró de nuevo suspirando y se dio cuenta dónde había puesto la pierna sin querer. Justo en la entrepierna del pelirrojo, además la sandalia había caído con el movimiento, quedando entonces su pie descalzo. Un escalofrío la recorrió entonces y no pudo evitar sonrojarse un poco por la vergüenza. Entonces el camarero vino de nuevo y tuvo que quedarse quieta mientras miraba a otro lado. Si se movía el tipo podía mirar y verla descalza. Entonces el capullo miró de todas formas y al ver aquello frunció el ceño. – Señorita, un poco de respeto en el bar. Hay personas y encima usted con su hermano haciendo esas cosas, vergüenza debería darle a sus padres. – La chica entonces alzó una ceja para después tragar saliva, finalmente se colocó en pie mirándole de forma seria, después impactó su puño imbuido en un color negro metálico en la cara de aquel tipo, tirándolo al suelo. – Mis padres murieron, gilipollas. Además no es mi hermano, es mi chico y me lo tiro cuándo y dónde quiero. – Dijo aquello de nuevo para librarse de posibles rumores. Entonces tiró la mesa al suelo de una patada y empezó a caminar hacia la playa, chasqueando la lengua por el mosqueo.
El pedido del chico la sacó de sus pensamientos y le miró despacio. Cualquiera podía decir que era su hermano pequeño debido al parecido. Los colores que llevaba le molaban a la chica y sus cabellos también. Era como una versión suya en hombre y por ello se relamió despacio. Pero al parecer le faltaba el salvajismo que poseía ella. Mordió de nuevo su tostada y continuó mirándolo con un descaro enorme. Masticaba despacio y se relamía cuando terminaba, para quitar la mantequilla de sus comisuras. El sabor de aquel pedazo de pan era cada vez mejor y estaba pensando en pedir otro. Pero tener que ver la cara del camarero era un suplicio, con ese enfado que poseía daba hasta pereza enfadarle más. Si no había hecho nada ya era que no iba a hacerlo por mucho que se le provocara. Aunque tal vez la chica se estaba equivocando. Lo que sintió a continuación la hizo mirar hacia atrás y sacar su espada a una velocidad impresionante. Un tipo había estirado su mano hacia ella, lo había detectado con facilidad y de hecho ahora la hoja de sus katana estaba en el cuello del hombre. No poseía pelo y sus ojos eran azulados, de cuerpo delgado y altura baja. – Si no hubiese tanta gente, te cortaría las cabezas. – Dijo con un tono siniestro para después enfundar su arma. El tipo salió corriendo entre quejas, el miedo había podido con él y eso era normal, Milena imponía mucho.
Se giró de nuevo suspirando y se dio cuenta dónde había puesto la pierna sin querer. Justo en la entrepierna del pelirrojo, además la sandalia había caído con el movimiento, quedando entonces su pie descalzo. Un escalofrío la recorrió entonces y no pudo evitar sonrojarse un poco por la vergüenza. Entonces el camarero vino de nuevo y tuvo que quedarse quieta mientras miraba a otro lado. Si se movía el tipo podía mirar y verla descalza. Entonces el capullo miró de todas formas y al ver aquello frunció el ceño. – Señorita, un poco de respeto en el bar. Hay personas y encima usted con su hermano haciendo esas cosas, vergüenza debería darle a sus padres. – La chica entonces alzó una ceja para después tragar saliva, finalmente se colocó en pie mirándole de forma seria, después impactó su puño imbuido en un color negro metálico en la cara de aquel tipo, tirándolo al suelo. – Mis padres murieron, gilipollas. Además no es mi hermano, es mi chico y me lo tiro cuándo y dónde quiero. – Dijo aquello de nuevo para librarse de posibles rumores. Entonces tiró la mesa al suelo de una patada y empezó a caminar hacia la playa, chasqueando la lengua por el mosqueo.
Eichi Tsukasa
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Cierto altercado provocó que el chico abriera los ojos para ver que era pasaba. Giró su rostro a la derecha y observó como un tipo pelado, bajo y de ojos azules tendía su mano hacia la pelirroja, para toquetearla suponía el. Entrecerró los ojos, y se disponía a avisarle a la chica lo que el tipo raba haciendo, pero lo que sucedió después lo dejó con la boca abierta. La mujer sacó su katana de la vaina, y la puso en el cuello de aquél tipo. La pelirroja amenazó a al infortunado con una voz siniestra que le heló hasta el alma, el tipo puso cara de miedo y salió corriendo del lugar. Si el pelirrojo no estuviera paralizado, probablemente se hubiera reído. En eso notó que accidentalmente, el pie de la mujer había llegado a parar directamente en su entrepierna causando un sonrojo monumental en el rostro del joven príncipe, las risas de Akashi no ayudaban en lo más mínimo en esta situación.
Antes de que él pudiera decir algo, el camarero de antes apareció en el umbral de la terraza. – Señorita, un poco de respeto en el bar. Hay personas y encima usted con su hermano haciendo esas cosas, vergüenza debería darle a sus padres –. Eichi iba a corregir al camarero de que no eran hermanos, pero en eso sintió una presión asesina que venía de la pelirroja. A una velocidad inhumana, la chica chocó su puño negro en la cara de aquél tipo. Los ojos del chico se abrieron de par en par, reconociendo aquella técnica. Después de ese infernal entrenamiento, era imposible no reconocer Haki Armadura cuando alguien lo usa. Eichi iba a decir algo, ero la pelirroja habló con una voz siniestra otra vez. – Mis padres murieron, gilipollas. Además no es mi hermano, es mi chico y me lo tiro cuándo y dónde quiero –. En otra situación, Eichi se hubiera sonrojado hasta dejar en vergüenza su cabellera, pero lo que dijo hizo que recordara la muerte de su hermano hace nueve años atrás, y debido a su memoria edítica, cada vez que recordaba algo, lo hacía con las emociones que sintió en aquél momento. El pelirrojo se extrañó sentir el mismo tipo de dolor que estaba experimentando en su vinculo con su contraparte, pero debido al caos de sus emociones no le prestó demasiada atención.
El pelirrojo vio como la hermosa mujer salió de allí en dirección a la playa, sin antes tirar la mesa. Eichi lentamente volteó su mirada hacia el camarero, que milagrosamente aun estaba consciente. Se acercó hasta él, este de forma arrogante estiró la mano hacia el pelirrojo para que lo levantara, pero recibió el shock de su vida cuando el joven príncipe vertió el líquido de cola sobre su cabeza. Se paró enojado para encararle, pero terminó paralizándose del miedo al recibir una gélida mirada por parte del pelirrojo. Este abrió su boca, y con voz tétrica dijo solo una palabra, que bastó para que el hombre saliera corriendo del miedo. – Vete –. El joven príncipe bufó molesto, y en eso se fijo por el rabillo del ojo como unos cuatro tipos persiguieron y acorralaron a la belleza pelirroja. Eichi estaba molesto, y por el vínculo con su homólogo, pudo notar levemente como este sentía la misma emoción que él. Al ser polos opuestos, sus personalidades chocaban constantemente, por lo que era una sorpresa ver como las emociones caóticas de ambos se sincronizaban, y solo con recordar la muerte de su hermano gemelo. El pelirrojo sonrío oscuramente y se dirigió hacia donde estaban los cuatro hombres acosando a la mujer de antes, en su mente solo existía la orden de que tenía que liberar tensión por cualquier medio posible, y esos tipos servirían bien para el papel. Sin darse cuenta, este entró en la zona y un brillo dorado comenzó a rodear su orbe derecho.
El pelirrojo llegó hasta donde estaban los cinco y pateo al mas cercano de ellos en la parte superior del muslo. Antes de que los otros pudieran hacer algo, Eichi ágilmente comenzó a despacharse al resto. Era como si estuviera danzando. Al cabo de unos minutos, los cuatro acosadores se encontraban tendidos en el suelo gimiendo de dolor. Levantaron la vista, solo para encontrarse con la mirada oscura y salvaje del pelirrojo. Este los miró y sonrío de forma tétrica. –BUUUUH –. Los cuatro gritaron como niñitas, y salieron corriendo como si el mismo diablo en persona fuera detrás de ellos. Eichi suspiró y suavizó su mirada, aunque debido al mar de emociones que estaba sintiendo, el salvajismo no había desaparecido del todo. Fijó sus, ahora heterocromáticos, ojos en la belleza pelirroja. – Mis disculpas por eso. Se muy bien que podrías haberte encargado de ellos viendo el show de antes en el bar. Realmente necesitaba liberar tensión luego de los que dijiste, y esos cuatro de antes fueron los afortunados –. Una cosa era segura, esta persona dejó de tener la personalidad de Eichi como lo que sucedió en el baratie meses atrás, pero al contrario de aquello, tampoco se podía decir que Akashi era el que estaba de pie delante de la pelirroja. Que solo uno de sus ojos fuera dorado lo delataba, era como si esta persona fuera una mezcla perfecta de ambas. El pelirrojo no se enteraría de como pudo entrar a este estado en un largo tiempo.
Antes de que él pudiera decir algo, el camarero de antes apareció en el umbral de la terraza. – Señorita, un poco de respeto en el bar. Hay personas y encima usted con su hermano haciendo esas cosas, vergüenza debería darle a sus padres –. Eichi iba a corregir al camarero de que no eran hermanos, pero en eso sintió una presión asesina que venía de la pelirroja. A una velocidad inhumana, la chica chocó su puño negro en la cara de aquél tipo. Los ojos del chico se abrieron de par en par, reconociendo aquella técnica. Después de ese infernal entrenamiento, era imposible no reconocer Haki Armadura cuando alguien lo usa. Eichi iba a decir algo, ero la pelirroja habló con una voz siniestra otra vez. – Mis padres murieron, gilipollas. Además no es mi hermano, es mi chico y me lo tiro cuándo y dónde quiero –. En otra situación, Eichi se hubiera sonrojado hasta dejar en vergüenza su cabellera, pero lo que dijo hizo que recordara la muerte de su hermano hace nueve años atrás, y debido a su memoria edítica, cada vez que recordaba algo, lo hacía con las emociones que sintió en aquél momento. El pelirrojo se extrañó sentir el mismo tipo de dolor que estaba experimentando en su vinculo con su contraparte, pero debido al caos de sus emociones no le prestó demasiada atención.
El pelirrojo vio como la hermosa mujer salió de allí en dirección a la playa, sin antes tirar la mesa. Eichi lentamente volteó su mirada hacia el camarero, que milagrosamente aun estaba consciente. Se acercó hasta él, este de forma arrogante estiró la mano hacia el pelirrojo para que lo levantara, pero recibió el shock de su vida cuando el joven príncipe vertió el líquido de cola sobre su cabeza. Se paró enojado para encararle, pero terminó paralizándose del miedo al recibir una gélida mirada por parte del pelirrojo. Este abrió su boca, y con voz tétrica dijo solo una palabra, que bastó para que el hombre saliera corriendo del miedo. – Vete –. El joven príncipe bufó molesto, y en eso se fijo por el rabillo del ojo como unos cuatro tipos persiguieron y acorralaron a la belleza pelirroja. Eichi estaba molesto, y por el vínculo con su homólogo, pudo notar levemente como este sentía la misma emoción que él. Al ser polos opuestos, sus personalidades chocaban constantemente, por lo que era una sorpresa ver como las emociones caóticas de ambos se sincronizaban, y solo con recordar la muerte de su hermano gemelo. El pelirrojo sonrío oscuramente y se dirigió hacia donde estaban los cuatro hombres acosando a la mujer de antes, en su mente solo existía la orden de que tenía que liberar tensión por cualquier medio posible, y esos tipos servirían bien para el papel. Sin darse cuenta, este entró en la zona y un brillo dorado comenzó a rodear su orbe derecho.
El pelirrojo llegó hasta donde estaban los cinco y pateo al mas cercano de ellos en la parte superior del muslo. Antes de que los otros pudieran hacer algo, Eichi ágilmente comenzó a despacharse al resto. Era como si estuviera danzando. Al cabo de unos minutos, los cuatro acosadores se encontraban tendidos en el suelo gimiendo de dolor. Levantaron la vista, solo para encontrarse con la mirada oscura y salvaje del pelirrojo. Este los miró y sonrío de forma tétrica. –BUUUUH –. Los cuatro gritaron como niñitas, y salieron corriendo como si el mismo diablo en persona fuera detrás de ellos. Eichi suspiró y suavizó su mirada, aunque debido al mar de emociones que estaba sintiendo, el salvajismo no había desaparecido del todo. Fijó sus, ahora heterocromáticos, ojos en la belleza pelirroja. – Mis disculpas por eso. Se muy bien que podrías haberte encargado de ellos viendo el show de antes en el bar. Realmente necesitaba liberar tensión luego de los que dijiste, y esos cuatro de antes fueron los afortunados –. Una cosa era segura, esta persona dejó de tener la personalidad de Eichi como lo que sucedió en el baratie meses atrás, pero al contrario de aquello, tampoco se podía decir que Akashi era el que estaba de pie delante de la pelirroja. Que solo uno de sus ojos fuera dorado lo delataba, era como si esta persona fuera una mezcla perfecta de ambas. El pelirrojo no se enteraría de como pudo entrar a este estado en un largo tiempo.
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Con un exagerado y sonoro bosteza me desperté mientras estiraba piernas y brazos hasta más no poder que en aquel caso fue poco. Me encontraba en un pequeño bote de mala madera que flotaba de milagro. Me levante con los ojos entre cerrados molestos por el sol que hacia esa mañana y estirando los brazos por completo aprovechando la inmensidad terrenal del lugar. Di un paso hacia delante olvidando mi posición y caí estrepitosamente de bruces contra la arena.
-Ooohh... mierda... Demasiado sol y demasiados golpes para tan temprana hora.-
Tras un rato tumbado en la arena decidí levantarme. Con la mano en la cabeza y maldiciendo mi estampa por lo bajo miré la barca en la que había dormido.
-Jooder... Tengo que dejar de viajar de esta manera.-
Una vez más me encontraba en un playa desconocida, por lo menos esta vez había despertado al llegar y no cuando estaba a la deriva. Me di la vuelta esperando a que esta no fuera una isla deshabitada. Por suerte me encontraba en una isla habitada, aun desconocía cual era, pero por lo menos tenia lugares donde comer algo. Di la vuelta y empece a andar dirección a la población mientras buscaba en mis bolsillos (que no eran pocos) algo que no fueran tuercas y herramientas y me ayudara a pagarme la comida. Mi vestimenta no era la más adecuada para un día tan pésimo como aquel, demasiado calor para una gran chaqueta y unos pantalones largos.
No ande mucho hasta que un improvisado espectáculo llamó mi atención. Un joven pelirrojo ahuyentaba a palos a cuatro hombres que al parecer molestaban a una chica de cabellos de igual color. Sonriente me acerque a aquel joven y le estreché la mano con gran velocidad.
-Si señor, todo un caballero, de los que ya no quedan. Y dígame, ¿en qué isla nos encontramos? Vaya, una cosa más: ¿ese ojo es tuyo o lo has conseguido en algún lado?-
-Ooohh... mierda... Demasiado sol y demasiados golpes para tan temprana hora.-
Tras un rato tumbado en la arena decidí levantarme. Con la mano en la cabeza y maldiciendo mi estampa por lo bajo miré la barca en la que había dormido.
-Jooder... Tengo que dejar de viajar de esta manera.-
Una vez más me encontraba en un playa desconocida, por lo menos esta vez había despertado al llegar y no cuando estaba a la deriva. Me di la vuelta esperando a que esta no fuera una isla deshabitada. Por suerte me encontraba en una isla habitada, aun desconocía cual era, pero por lo menos tenia lugares donde comer algo. Di la vuelta y empece a andar dirección a la población mientras buscaba en mis bolsillos (que no eran pocos) algo que no fueran tuercas y herramientas y me ayudara a pagarme la comida. Mi vestimenta no era la más adecuada para un día tan pésimo como aquel, demasiado calor para una gran chaqueta y unos pantalones largos.
No ande mucho hasta que un improvisado espectáculo llamó mi atención. Un joven pelirrojo ahuyentaba a palos a cuatro hombres que al parecer molestaban a una chica de cabellos de igual color. Sonriente me acerque a aquel joven y le estreché la mano con gran velocidad.
-Si señor, todo un caballero, de los que ya no quedan. Y dígame, ¿en qué isla nos encontramos? Vaya, una cosa más: ¿ese ojo es tuyo o lo has conseguido en algún lado?-
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Milena caminaba tranquilamente hacia la playa. Aquel payaso la había puesto de un humor de perros y necesitaba desahogarse. De hecho estaba pensando en liarse a puñetazos con las rocas de la zona, pero no quería joderse los nudillos. Necesitaba sus manos para trabajar y experimentar en sus cosas. Perderlas no estaba en sus planes y por ello pensó mejor en hacer otra cosa. No tardó en soltar un largo suspiro para después llevarse la mano derecha a la cabeza. Cerró los ojos despacio, notando una leve brisa que meció sus cabellos despacio. Aquel viento también trajo un olor asqueroso. Era como alcohol mezclado con humo y un poco de mugre. Precisamente había soplado desde su espalda, por lo que sospechó que lo que olía de esa forma estaba tras ella. A lo mejor solo era su imaginación y la mala leche que poseía le hacía sentir de aquella forma tan molesta. No era la primera vez que le pasaba aquello y por ello no le importaba.
Miró un poco de reojo y pudo ver a un par de personas tras ella. Se dio la vuelta inmediatamente y entonces se dio cuenta de que se trataban de cuatro. La miraban de forma lasciva y con expresiones extrañas. Ella en ese momento, lejos de asustarse, mostró una sonrisa sádica y siniestra mientras sacaba su katana. Al final iba a poder disfrutar de una buena diversión. Ya estaba pensando si cortarles la cabeza o el cuello, iba a ser realmente divertido. Justo en ese momento el pelirrojo de antes apareció moliendo a golpes a la mayoría, haciendo que ella frunciera el ceño. Su diversión había sido interrumpida por el chico y además la había ayudado sin permiso alguno. Aquello provocó que apretara los puños con rabia. No quería que los demás se preocupasen por ella y menos por ser una mujer. De todas formas iba a darle una oportunidad. A lo mejor no lo había hecho por eso y tenía cuentas pendientes con ellos. Todo era posible en aquel mundo de locos y payasos. Entonces aquel chico dijo aquellas palabras y lo entendió todo, quería liberarse de las tensiones como ella.
En aquel momento apareció otro tipo de la nada, el cual corrió hacia el pelirrojo y dijo unas palabras que hicieron a Milena apretar los dientes. Eso de todo un caballero se solía decir cuando se ayudaba a una dama o algo por el estilo. Las venas de la frente de la pelirroja se marcaron de forma exagerada y entonces apuntó con su arma a los dos. – Nada de caballero, podía haberme ocupado yo sola. Una insinuación más de ese tipo y me lio a cortar arterias. – Dijo aquellas palabras entrecerrando los ojos y mirándolo de forma un poco siniestra. Las palabras del desconocido la habían sacado de sus casillas y a lo mejor la había tomado con el otro sin motivo. Soltó un enorme suspiro y se dio cuenta de que uno de aquellos capullos venía por más. Esta vez traía un bate de madera y aquello alegró el día a la científica. Esperó a que estuviese cerca y de un rápido movimiento cortó su brazo. La sangre salió despedida hasta la cara de la chica. – ¡Hahahahahahaha! – Una carcajada enfermiza salió de la boca de Milena, justo después giró sobre sí misma y de una patada tiró al tipo al suelo. El hombre empezó a suplicar por su vida de forma un poco patética. – Has tratado de atacar a una científica del gobierno mundial. Acabas de cometer un delito que te convierte en crimina y yo odio a los criminales… – Tras decir aquello clavó su arma en la garganta de su presa. El líquido carmesí invadió las ropas de la joven, la cual sostenía su arma con ambas manos y reía de forma siniestra, viendo como la vida de su presa finalizaba.
Miró un poco de reojo y pudo ver a un par de personas tras ella. Se dio la vuelta inmediatamente y entonces se dio cuenta de que se trataban de cuatro. La miraban de forma lasciva y con expresiones extrañas. Ella en ese momento, lejos de asustarse, mostró una sonrisa sádica y siniestra mientras sacaba su katana. Al final iba a poder disfrutar de una buena diversión. Ya estaba pensando si cortarles la cabeza o el cuello, iba a ser realmente divertido. Justo en ese momento el pelirrojo de antes apareció moliendo a golpes a la mayoría, haciendo que ella frunciera el ceño. Su diversión había sido interrumpida por el chico y además la había ayudado sin permiso alguno. Aquello provocó que apretara los puños con rabia. No quería que los demás se preocupasen por ella y menos por ser una mujer. De todas formas iba a darle una oportunidad. A lo mejor no lo había hecho por eso y tenía cuentas pendientes con ellos. Todo era posible en aquel mundo de locos y payasos. Entonces aquel chico dijo aquellas palabras y lo entendió todo, quería liberarse de las tensiones como ella.
En aquel momento apareció otro tipo de la nada, el cual corrió hacia el pelirrojo y dijo unas palabras que hicieron a Milena apretar los dientes. Eso de todo un caballero se solía decir cuando se ayudaba a una dama o algo por el estilo. Las venas de la frente de la pelirroja se marcaron de forma exagerada y entonces apuntó con su arma a los dos. – Nada de caballero, podía haberme ocupado yo sola. Una insinuación más de ese tipo y me lio a cortar arterias. – Dijo aquellas palabras entrecerrando los ojos y mirándolo de forma un poco siniestra. Las palabras del desconocido la habían sacado de sus casillas y a lo mejor la había tomado con el otro sin motivo. Soltó un enorme suspiro y se dio cuenta de que uno de aquellos capullos venía por más. Esta vez traía un bate de madera y aquello alegró el día a la científica. Esperó a que estuviese cerca y de un rápido movimiento cortó su brazo. La sangre salió despedida hasta la cara de la chica. – ¡Hahahahahahaha! – Una carcajada enfermiza salió de la boca de Milena, justo después giró sobre sí misma y de una patada tiró al tipo al suelo. El hombre empezó a suplicar por su vida de forma un poco patética. – Has tratado de atacar a una científica del gobierno mundial. Acabas de cometer un delito que te convierte en crimina y yo odio a los criminales… – Tras decir aquello clavó su arma en la garganta de su presa. El líquido carmesí invadió las ropas de la joven, la cual sostenía su arma con ambas manos y reía de forma siniestra, viendo como la vida de su presa finalizaba.
Eichi Tsukasa
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Aquella situación le hubiera dado un gran dolor de cabeza, si es que no lo tuviera ya debido a los sentimientos conflictivos del pelirrojo. Luego de lidiar en esa panda de idiotas, un tipo algo anticuado se le acercó, y antes que se diera cuenta, le estrechó la mano rápidamente al joven príncipe. – Si señor, todo un caballero, de los que ya no quedan. Y dígame, ¿en qué isla nos encontramos? Vaya, una cosa más: ¿ese ojo es tuyo o lo has conseguido en algún lado?. – Eichi dio un ligero paso hacia atrás cuando el sujeto misterioso dijo eso. Algo le decía, y porque tenía una ligera sospecha de su personalidad, que eso fue algo incorrecto de decir frente a esa pelirroja. En efecto, Eichi vio como unas venas aparecieron en la frente de la mujer y, acto seguido, apunto con su espada al pobre diablo de antes. Era una suerte que se había corrido para atrás antes de que sucediera eso. – Nada de caballero, podía haberme ocupado yo sola. Una insinuación más de ese tipo y me lío a cortar arterias. –. El pelirrojo se masajeó la cien ante lo ultimo dicho, si esa mujer era como "esa" persona, definitivamente Eichi tendría una tarde pesada.
Por el rabillo del ojo vio, como uno de los capullos de antes, se acercaba hasta nosotros con un bate de madera. Pensó en intervenir, pero al ver la sonrisa sádica que portaba la pelirroja, decidió que se mantendría al margen esta vez... Además le picaba la curiosidad al ver que haría la joven. Justo cuando llegó hasta nuestra posición, la pelirroja, con un movimiento que sería invisible para una persona normal, cortó el brazo de aquél hombre. La sangre le salpicó en la cara, y esta lejos de horrorizarse, empezó a reírse enfermizamente. Aquél tipo empezó a suplicar por su vida, mientras Eichi se debatía internamente (agregando otro debate al ya existente sobre su crisis emocional) si le ayudaba o no. Al final eligió que no, el capullo intentó atentar contra la vida de una persona, por lo que no van en contra de sus morales precisamente... Aunque prácticamente no tenga ninguno en el estado que se encuentra. El pelirrojo arqueó una ceja cuando la pelirroja reveló que era una científica del gobierno, definitivamente aquél tipo podía considerarse como chiste pasado.
Eichi no se inmutó cuando la mujer clavo su espada en la garganta del hombre, tan solo puso su mano en la cara y suspiró pesadamente. Esa mujer definitivamente era una copia exacta de Mónica, tenían el mismo tipo de manías. Eso y sin mencionar el sadismo... Aunque Mónica es mas yandere. Viendo que el espectáculo había terminado, el pelirrojo parpadeo y sonrío salvajemente. – Bueno... Eso fue anti climático, aunque – Dirigió sus ojos bicolores hacia la mujer psicópata – ¿no fuiste algo hipócrita con lo que dijiste? Odias criminales, pero haber golpeado a ese viejo en el restaurante con haki armadura podría haberte convertido en uno. Los civiles no son muy resistente que digamos... Aunque ese idiota se lo merecía. – Esto ultimo lo dijo con una mira fría y una sonrisa algo demente, duró un segundo hasta que volvió a su expresión de antes. Si, el pobre chico tenía un lío en su subconsciente, y tardaría un buen rato en volver a la normalidad. – Por cierto, mi nombre es Eichi Tsukasa. – Normalmente no diría su apellido, pero viendo que muchas lo consideran un juego de palabras, decidió hacer una excepción para poder relajar el ambiente.
Por el rabillo del ojo vio, como uno de los capullos de antes, se acercaba hasta nosotros con un bate de madera. Pensó en intervenir, pero al ver la sonrisa sádica que portaba la pelirroja, decidió que se mantendría al margen esta vez... Además le picaba la curiosidad al ver que haría la joven. Justo cuando llegó hasta nuestra posición, la pelirroja, con un movimiento que sería invisible para una persona normal, cortó el brazo de aquél hombre. La sangre le salpicó en la cara, y esta lejos de horrorizarse, empezó a reírse enfermizamente. Aquél tipo empezó a suplicar por su vida, mientras Eichi se debatía internamente (agregando otro debate al ya existente sobre su crisis emocional) si le ayudaba o no. Al final eligió que no, el capullo intentó atentar contra la vida de una persona, por lo que no van en contra de sus morales precisamente... Aunque prácticamente no tenga ninguno en el estado que se encuentra. El pelirrojo arqueó una ceja cuando la pelirroja reveló que era una científica del gobierno, definitivamente aquél tipo podía considerarse como chiste pasado.
Eichi no se inmutó cuando la mujer clavo su espada en la garganta del hombre, tan solo puso su mano en la cara y suspiró pesadamente. Esa mujer definitivamente era una copia exacta de Mónica, tenían el mismo tipo de manías. Eso y sin mencionar el sadismo... Aunque Mónica es mas yandere. Viendo que el espectáculo había terminado, el pelirrojo parpadeo y sonrío salvajemente. – Bueno... Eso fue anti climático, aunque – Dirigió sus ojos bicolores hacia la mujer psicópata – ¿no fuiste algo hipócrita con lo que dijiste? Odias criminales, pero haber golpeado a ese viejo en el restaurante con haki armadura podría haberte convertido en uno. Los civiles no son muy resistente que digamos... Aunque ese idiota se lo merecía. – Esto ultimo lo dijo con una mira fría y una sonrisa algo demente, duró un segundo hasta que volvió a su expresión de antes. Si, el pobre chico tenía un lío en su subconsciente, y tardaría un buen rato en volver a la normalidad. – Por cierto, mi nombre es Eichi Tsukasa. – Normalmente no diría su apellido, pero viendo que muchas lo consideran un juego de palabras, decidió hacer una excepción para poder relajar el ambiente.
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Tras mis palabras el joven dio un paso atrás y se aparto como si yo fuera un tipo raro, vale que no era común llegar de la nada y elogiar a un desconocido, pero en este extraño mundo, ¿existe una definición de lo que es normal? Tras el breve periodo filosófico volví a la realidad en donde la joven pelirroja estaba molesta por mis palabras y de forma brusca contaba que no le era necesaria la ayuda de nadie. Toda un mujer guerrera. Me di la vuelta observando su expresión la cual no era precisamente amistosa y que me infundía ese tipo de pensamiento que te decía: "Tonterías ninguna a no ser que tengas ganas de irte al otro barrio". Pero claro, siendo mi caso era dificil mantener la boca cerrada; por suerte, antes de que pudiera decir nada que asegurase mi muerte un hombre de aspecto horrible se acerco portando un bate.
-¿Pero que pasa aquí? No he visto a nadie alegre desde que he pisado tierra.
Y como si lo dicho fuera una plegaria, cuando el hombre estuvo lo suficientemente cerca su brazo le fue arrebatado con un limpio corte propinado por la pelirroja. El brazo amputado en el suelo, mucha sangre y una sonora carcajada. La operación me dejo embobado mirando a la chica como si de un milagro se tratase, por si aquello no fuera suficiente, le arrebato la vida al matón ferozmente hundiendo su espada en la garganta de aquel pobre desgraciado. "Quien fuera esa espada" pensé mientras seguía hipnotizado por la majestuosidad de aquella joven. Era espectacular y caótica. Única.
Aquel chico hizo acto de presencia y al fin habló. "¿Anti que?... ¿Hipócrita?... ¿Que viejo?" Creo que me había perdido en la conversación. Finalmente entendí algo de todo lo que dijo, Eichi Tsukasa dijo que se llamaba. Debido a que no entendí nada de lo que había dicho excepto su nombre, y si no recuerdo mal, mis preguntas no fueron contestadas... decidí empezar de nuevo, así que muy felizmente, como siempre, me dirigí al joven para reiniciar la conversación.
- Bonito nombre Eichi, pero como, no se si os habéis dado cuenta, yo acabo de aparecer de la nada y desde que he llegado solo he visto violencia y ninguna sonrisa, excepto la cara de satisfacción de la sádica esta- señalando a la pelirroja -aun no se donde me hallo, así que lo preguntare de nuevo esperando que sea la ultima vez: ¿En qué parte del mundo estoy? y no vengas con tonterías por favor, especifica.- Se que hablo bastante rápido, pero también vocalizo así que espero que el tipo este procese igual de rápido.
Pero aparte de hablar rápido también pensaba rápido y me acorde de algo igual o más importante que mi paradero. -Hablando de la pelirroja- me di la vuelta para mirarla con una complaciente sonrisa y cambiando el chip al de caballero. -Y dígame señorita... ¿Cómo se llama? Pues dudo que sea del agrado de ambos que la esté llamando pelirroja. Oh pero que tonto- dije eliminando el chip de caballero y girándome para hablar de nuevo con al joven -En cuanto a lo del ojo...-
-¿Pero que pasa aquí? No he visto a nadie alegre desde que he pisado tierra.
Y como si lo dicho fuera una plegaria, cuando el hombre estuvo lo suficientemente cerca su brazo le fue arrebatado con un limpio corte propinado por la pelirroja. El brazo amputado en el suelo, mucha sangre y una sonora carcajada. La operación me dejo embobado mirando a la chica como si de un milagro se tratase, por si aquello no fuera suficiente, le arrebato la vida al matón ferozmente hundiendo su espada en la garganta de aquel pobre desgraciado. "Quien fuera esa espada" pensé mientras seguía hipnotizado por la majestuosidad de aquella joven. Era espectacular y caótica. Única.
Aquel chico hizo acto de presencia y al fin habló. "¿Anti que?... ¿Hipócrita?... ¿Que viejo?" Creo que me había perdido en la conversación. Finalmente entendí algo de todo lo que dijo, Eichi Tsukasa dijo que se llamaba. Debido a que no entendí nada de lo que había dicho excepto su nombre, y si no recuerdo mal, mis preguntas no fueron contestadas... decidí empezar de nuevo, así que muy felizmente, como siempre, me dirigí al joven para reiniciar la conversación.
- Bonito nombre Eichi, pero como, no se si os habéis dado cuenta, yo acabo de aparecer de la nada y desde que he llegado solo he visto violencia y ninguna sonrisa, excepto la cara de satisfacción de la sádica esta- señalando a la pelirroja -aun no se donde me hallo, así que lo preguntare de nuevo esperando que sea la ultima vez: ¿En qué parte del mundo estoy? y no vengas con tonterías por favor, especifica.- Se que hablo bastante rápido, pero también vocalizo así que espero que el tipo este procese igual de rápido.
Pero aparte de hablar rápido también pensaba rápido y me acorde de algo igual o más importante que mi paradero. -Hablando de la pelirroja- me di la vuelta para mirarla con una complaciente sonrisa y cambiando el chip al de caballero. -Y dígame señorita... ¿Cómo se llama? Pues dudo que sea del agrado de ambos que la esté llamando pelirroja. Oh pero que tonto- dije eliminando el chip de caballero y girándome para hablar de nuevo con al joven -En cuanto a lo del ojo...-
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La asesina continuaba mirando cómo la sangre de aquel idiota convertía la arena de marrón a roja. Era una escena preciosa y le molaba muchísimo. No tardó mucho en relamerse incluso. Su capacidad con la espada era perfecta. Si los otros tipos hubiesen ido también, los habría cortado en pedazos y habría mezclado sus cuerpos. Después podría haber jugado a los puzles con ellos y de esa forma divertirse un poco. No era difícil de divertir. El buen sexo duro, las muertes violentas y la marcha eran sus temas favoritos. Vivía la vida al máximo y aprovechaba su posición en el gobierno para poder realizar actos que no podría siendo ciudadana. Por ejemplo el haber matado a aquel payaso. Se defendió simplemente pero incluso cuando las personas normales se defendían, podían acusarlas de violencia. Era injusto y por ello no iba a ser la tonta a la que acusaran.
Terminó de limpiar su espada y justo antes de meterla en su funda, escuchó como el pelirrojo la llamaba hipócrita. Los ojos de ella se entrecerraron y se clavaron fijamente en los de él. No iba a ponerse a hablar de moral y de temas relacionados con el desahogo. De hecho le cansaba hablar de aquello. Simplemente le apuntó con su katana, emitiendo una sonrisa siniestra y un poco sádica. – Eres un poco aburrido diciendo eso. Me esperaba algo más excitante. Pero vuelve a llamarme hipócrita y te entierro en la colina. – Una vez amenazó a aquel chico, miró al que había llegado y para colmó escuchó algo que la hizo fruncir el ceño. Le había dicho “la sádica esta”. Ese tipo de comentario la había hecho apretar los puños. Esos dos estaban chalados, hablando así con una armada peligrosa al lado. Encima ella no había usado ni el cinco por ciento de su poder. Entonces le pidió el nombre y en lugar de mirarla, se giró de nuevo hacia el otro chico.
No podía creerse aquello. Si estaba hablando con ella era con ella y por ello y sumado a lo de la sádica esta, imbuyó su pierna derecha en haki armadura. Lanzó una patada con fuerza, buscando la espalda de aquel tipo y de forma recta. Planeaba de esa forma que cayese de culo. Le diera o no, los miraría a los dos. – Os doy dos opciones. La primera es que me mostréis lo que valéis en un combate. La segunda es que os disculpéis ante vuestra nueva diosa. – Dijo en un tono siniestro. No les había dicho el nombre ni siquiera ni pensaba hacerlo por el momento. Si accedían se sentaría en la arena y ordenaría un masaje. Si se negaban simplemente les daría unos cortes por aburrimiento
Terminó de limpiar su espada y justo antes de meterla en su funda, escuchó como el pelirrojo la llamaba hipócrita. Los ojos de ella se entrecerraron y se clavaron fijamente en los de él. No iba a ponerse a hablar de moral y de temas relacionados con el desahogo. De hecho le cansaba hablar de aquello. Simplemente le apuntó con su katana, emitiendo una sonrisa siniestra y un poco sádica. – Eres un poco aburrido diciendo eso. Me esperaba algo más excitante. Pero vuelve a llamarme hipócrita y te entierro en la colina. – Una vez amenazó a aquel chico, miró al que había llegado y para colmó escuchó algo que la hizo fruncir el ceño. Le había dicho “la sádica esta”. Ese tipo de comentario la había hecho apretar los puños. Esos dos estaban chalados, hablando así con una armada peligrosa al lado. Encima ella no había usado ni el cinco por ciento de su poder. Entonces le pidió el nombre y en lugar de mirarla, se giró de nuevo hacia el otro chico.
No podía creerse aquello. Si estaba hablando con ella era con ella y por ello y sumado a lo de la sádica esta, imbuyó su pierna derecha en haki armadura. Lanzó una patada con fuerza, buscando la espalda de aquel tipo y de forma recta. Planeaba de esa forma que cayese de culo. Le diera o no, los miraría a los dos. – Os doy dos opciones. La primera es que me mostréis lo que valéis en un combate. La segunda es que os disculpéis ante vuestra nueva diosa. – Dijo en un tono siniestro. No les había dicho el nombre ni siquiera ni pensaba hacerlo por el momento. Si accedían se sentaría en la arena y ordenaría un masaje. Si se negaban simplemente les daría unos cortes por aburrimiento
Eichi Tsukasa
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Eichi arqueo una ceja ante las palabras de la pelirroja, sin perder su sonrisa salvaje. ¿Luchar, o disculparse y hacerle un masaje? Era un pregunta tonta. El pelirrojo no tenía ganas de pelear, además, en su estado actual no duraría ni cinco segundos. – Ciertamente, me disculpo por mi osadía, megami-chan. Con lo del masaje... No tengo ningún problema. – Luego de decir aquello, el joven príncipe se colocó detrás de la pelirroja, y empezó con el masaje. Era una suerte que su primer maestro le enseñó a como hacerlo, ni idea del porque lo hizo; pero viendo ahora, tenía que admitir que fue buena idea. Antes de empezar, el pelirrojo decidió contestar las preguntas del otro sujeto. – Estamos en Baterilla, una isla dentro del South Blue. En cuanto a lo de mi ojo...Eso me lo reservaré para mi mismo. – Eichi colocó ambas manos en la espalda de la pelirroja. – Ahora, pido un poco de silencio de tu parte ... Quien quiera que seas; necesitaré concentración para esto. – Luego de decir eso, el chico comenzó con su magia.
Lo primero que hizo Eichi, fue amasar los músculos y piel del cuerpo de la mujer con la yema de los dedos. Extendió los brazos; y comenzó a amasar mediante círculos desde la cintura, hasta llegar a los hombros, mientras que pasaba por los distintos puntos de la columna vertebral. Luego de eso, el joven pelirrojo puso sus manos en forma de "L", es decir, cada dedo pulgar a 90º con respecto a los otros 4 dedos de la mano (los cuales se encuentran juntos). Movió los los cuatro dedos de una mano en dirección al dedo pulgar de la mano opuesta. Aquello lo hizo con presión, y fue educiendo la distancia de manera gradual entre el dedo pulgar y el dedo índice. El movimiento fue hecho de manera alterna, es decir, intercambio las manos como si se tratara del movimiento de un limpiaparabrisas. El primer movimiento; y segundo, fueron hechos tres veces cada uno en la espalda de la mujer.
Una vez que los músculos fueron trabajados, comenzó con la tercera parte del masaje. Eichi colocó los brazos rectos; y puños en la espalda de la pelirroja, deslizó los nudillos desde la cintura de la mujer, hasta la parte de arriba. Luego de pasar de repetir ese movimiento unas tres veces, arrastró los nudillos hacia atrás con ligereza; insistió en las partes mas contracturadas que encontró, especialmente en los hombros. Luego de terminar con la parte izquierda de la espalda, repitió aquél mismo proceso con la derecha. Luego de aquello, el pelirrojo comenzó a hacer presión en la columna de la científica con los dedos pulgares. Para ello, extendió ambos dedos entre la columna vertebral y los omóplatos; y ejerció una presión mantenida con uno de los pulgares, desde la cadera hasta la cabeza. A continuación, Eichi repitió el mismo procedimiento de los pulgares; pero esta vez, con ambos dedos a cada lado de la espalda y haciendo el movimiento en dirección opuesta. Es decir, esta vez fue desde la cabeza, hasta los hombros de la mujer.
Para ir terminando con el masaje, el pelirrojo hizo unos giros colocando ambas manos en la parte baja de la columna vertebral. Eichi deslizó una man hasta el; y la otra hacia el lado opuesto ejerciendo un poco de presión. Aquél movimiento, lo repitió unas tres veces, llegando hasta los hombros y volviendo a bajar. El ultimo paso, consistió en extender los dedos de ambas manos y deslizar las yemas de estos alrededor de toda la espalda de la pelirroja. El movimiento bajó su rapidez a medida que pasaba el tiempo, y cada vez se hizo mas superficial, como si las manos estuvieran flotando. Una vez que llegó hasta los hombros, el pelirrojo retiró sus manos, y relajó sus hombros. – Bueno, creo que con eso terminamos. Hubiera sido mas eficaz si hubiera sido en una camilla ... Y con menos ropa. – Dijo aquello sin ningún tipo de perversión o malicia en su voz. Realmente, Eichi amaba su personalidad actual; era una lastima que no duraría luego de este día.
Lo primero que hizo Eichi, fue amasar los músculos y piel del cuerpo de la mujer con la yema de los dedos. Extendió los brazos; y comenzó a amasar mediante círculos desde la cintura, hasta llegar a los hombros, mientras que pasaba por los distintos puntos de la columna vertebral. Luego de eso, el joven pelirrojo puso sus manos en forma de "L", es decir, cada dedo pulgar a 90º con respecto a los otros 4 dedos de la mano (los cuales se encuentran juntos). Movió los los cuatro dedos de una mano en dirección al dedo pulgar de la mano opuesta. Aquello lo hizo con presión, y fue educiendo la distancia de manera gradual entre el dedo pulgar y el dedo índice. El movimiento fue hecho de manera alterna, es decir, intercambio las manos como si se tratara del movimiento de un limpiaparabrisas. El primer movimiento; y segundo, fueron hechos tres veces cada uno en la espalda de la mujer.
Una vez que los músculos fueron trabajados, comenzó con la tercera parte del masaje. Eichi colocó los brazos rectos; y puños en la espalda de la pelirroja, deslizó los nudillos desde la cintura de la mujer, hasta la parte de arriba. Luego de pasar de repetir ese movimiento unas tres veces, arrastró los nudillos hacia atrás con ligereza; insistió en las partes mas contracturadas que encontró, especialmente en los hombros. Luego de terminar con la parte izquierda de la espalda, repitió aquél mismo proceso con la derecha. Luego de aquello, el pelirrojo comenzó a hacer presión en la columna de la científica con los dedos pulgares. Para ello, extendió ambos dedos entre la columna vertebral y los omóplatos; y ejerció una presión mantenida con uno de los pulgares, desde la cadera hasta la cabeza. A continuación, Eichi repitió el mismo procedimiento de los pulgares; pero esta vez, con ambos dedos a cada lado de la espalda y haciendo el movimiento en dirección opuesta. Es decir, esta vez fue desde la cabeza, hasta los hombros de la mujer.
Para ir terminando con el masaje, el pelirrojo hizo unos giros colocando ambas manos en la parte baja de la columna vertebral. Eichi deslizó una man hasta el; y la otra hacia el lado opuesto ejerciendo un poco de presión. Aquél movimiento, lo repitió unas tres veces, llegando hasta los hombros y volviendo a bajar. El ultimo paso, consistió en extender los dedos de ambas manos y deslizar las yemas de estos alrededor de toda la espalda de la pelirroja. El movimiento bajó su rapidez a medida que pasaba el tiempo, y cada vez se hizo mas superficial, como si las manos estuvieran flotando. Una vez que llegó hasta los hombros, el pelirrojo retiró sus manos, y relajó sus hombros. – Bueno, creo que con eso terminamos. Hubiera sido mas eficaz si hubiera sido en una camilla ... Y con menos ropa. – Dijo aquello sin ningún tipo de perversión o malicia en su voz. Realmente, Eichi amaba su personalidad actual; era una lastima que no duraría luego de este día.
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La chica se disponía a limpiar la sangre de su katana cuando se sintió ofendida por las palabras del joven pelirrojo, al parecer que le llamaran hipócrita no era de su agrado. La pelirroja puso su espada frente al joven y le amenazo de manera algo violenta. Como me gustaba esa chica. Por si sus duras palabras hacia el pelirrojo no fueran suficiente, lo de "sádica" no le hizo mucha gracia, aunque yo solo me llevé una mirada de muerte súbita. Hizo oídos sordos a mi pregunta, pero decidió darme una contestación no verbal. Aquella loca metalizo su pierna y la dirigió con fuerza hacia mi, a pesar de mi intento por esquivarla no pude adelantarme a su movimiento y me dio de lleno en el costado derecho.
-Os doy dos opciones. La primera es que me mostréis lo que valéis en un combate. La segunda es que os disculpéis ante vuestra nueva diosa.- dijo mientras me encontraba arrodillado y tosiendo.
Con la tontería me dio por reírme, aquella chica era genial. O yo masoquista.- Al parecer hay un problema.- me levante sin perder la sonrisa -Pues no me disculpare, no es mi estilo. Y aunque puede parecer ofensivo mi comentario dudo que sea mentira. Aparte de todo ello, doy masajes de pena, acabarías peor.- Empecé a sacudirme la arena de los pantalones cuando vi que el joven pelirrojo decidió darle el masaje, contesto a mis preguntas y me mando callar.
-¿Pero qué? ¿En serio se lo vas a dar? Jo tío... Espera ¿Baterilla? ¿Cuánto tiempo estuve navegando? Bueno, irrelevante. Oye pelirroja, quitando lo dicho antes, la única opción que queda es un combate, pero viendo esa patada- "y el hecho de los coladito que me tienes" -prefiero negarme.-
No se si aquel chico era prudente, un tonto o la joven tenia un gran poder de persuasión, pero le pensaba pedir que me diera a mi el siguiente masaje. Me daba pena por el chaval pero me costaba mantenerme en silencio. -Eso de que seas mi nueva diosa... no me importaría alabarte de vez en cuando cual divinidad, pero últimamente me he planteado tomar como dioses a los mitológicos. Si si, ya se que parece algo propio de un loco, lo que me hecha para atrás. Pero ¿porqué no? mola la idea de tener un dios diferente para cada cosa, los dioses clásicos me fascinan... Creo que me estoy yendo por las ramas, ¿tenéis comida?
-Os doy dos opciones. La primera es que me mostréis lo que valéis en un combate. La segunda es que os disculpéis ante vuestra nueva diosa.- dijo mientras me encontraba arrodillado y tosiendo.
Con la tontería me dio por reírme, aquella chica era genial. O yo masoquista.- Al parecer hay un problema.- me levante sin perder la sonrisa -Pues no me disculpare, no es mi estilo. Y aunque puede parecer ofensivo mi comentario dudo que sea mentira. Aparte de todo ello, doy masajes de pena, acabarías peor.- Empecé a sacudirme la arena de los pantalones cuando vi que el joven pelirrojo decidió darle el masaje, contesto a mis preguntas y me mando callar.
-¿Pero qué? ¿En serio se lo vas a dar? Jo tío... Espera ¿Baterilla? ¿Cuánto tiempo estuve navegando? Bueno, irrelevante. Oye pelirroja, quitando lo dicho antes, la única opción que queda es un combate, pero viendo esa patada- "y el hecho de los coladito que me tienes" -prefiero negarme.-
No se si aquel chico era prudente, un tonto o la joven tenia un gran poder de persuasión, pero le pensaba pedir que me diera a mi el siguiente masaje. Me daba pena por el chaval pero me costaba mantenerme en silencio. -Eso de que seas mi nueva diosa... no me importaría alabarte de vez en cuando cual divinidad, pero últimamente me he planteado tomar como dioses a los mitológicos. Si si, ya se que parece algo propio de un loco, lo que me hecha para atrás. Pero ¿porqué no? mola la idea de tener un dios diferente para cada cosa, los dioses clásicos me fascinan... Creo que me estoy yendo por las ramas, ¿tenéis comida?
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Al parecer el chico pelirrojo era el más listo de los dos. El otro no quiso disculparse y por ello se iba a llevar una buena. El que se portó como era debido, fue el otro. Ella se sentó y cerró los ojos, dispuesta a recibir aquel masaje. Encima de nuevo el otro chico dijo “¿En serio se lo vas a dar? Jo tío…” ¿De qué iba? Era como si le molestase. Dejó de pensar en él y cerró los ojos despacio. Empezó a sentir las manos del pelirrojo en su piel y decidió dejarse hacer. La verdad es que sus movimientos eran muy buenos y no tenía queja de nada. De hecho, no pudo evitar soltar un leve jadeo en algunas ocasiones debido a lo bien que se sentía. Ahora pasó lo mejor, el otro hombre dijo que adoraba a otros dioses y cosas de ese tipo. Estaba como una cabra. Era impresionante que quedasen personas así en el mundo. Ella creía que Castor era el mayor enfermo del planeta, pero empezaba a sospechar que no era de ese modo. Aquel chico se estaba jugando la vida y no parecía tenerle miedo a la muerte, ni siquiera respeto, al menos eso parecía.
Impresionante, el loco les pedía comida. Eso ya era una cara impresionante, no solo no se disculpaba por haberla llamado sádica, no luchaba y encima pedía cosas. En ese momento, el pelirrojo se levantó y ella soltó un suspiro. Había estado bastante bien, pero lo que más gracia le hizo, fueron sus palabras. – Estaría bien, sobre todo lo de menos ropa. Pero, cuidado si tocas algo que no debes o acabarás como este hombre. – Dijo señalando al otro. Era el momento de enseñarles al menos un poco de modales. A nadie en su sano juicio se le podía ocurrir la idea de ir llamando sádica a la gente y menos a la que te puede partir en dos. Ella no sabía si él era muy fuerte pero, confiaba en su poder totalmente. Mostró una sonrisa ladeada y después se relamió. Miró al chico de los ojos de cada color y después le habló en un tono serio. – Procura no meterte o terminará igual. Los espadachines tenemos un honor muy grande y no querrías comprobar la rabia de uno. – Al parecer iba totalmente en serio. Si se metía, lo partiría en dos sin pensárselo ni un momento.
La pelirroja avanzó un poco y desenfundó su preciosa espada. – Estilo del rayo, Furasshu… – Una vez dijo aquello, se desplazó hacia su oponente a una velocidad de libro. Usó toda su velocidad para ello. Sin pensárselo, lanzó un poderoso tajo imbuido en haki armadura, tratando de cortarle en el hombro. No iba a matar pero si le daba con todo, tal vez le cortaba el brazo entero o se llevaba una buena herida. Le diese o no, dejaría a su paso un rastro de rayos verdosos, los cuáles dejarían un sonido metálico en el ambiente. A continuación le miraría de forma seria. – Estoy harta de estupideces. Si alguno tiene más cosas que decir, que lo haga ahora. Debo irme ya y no quiero tener que matar a nadie. – Mencionó con un tono siniestro. Ya solo faltaba ver quién más iba a decirle algo. Depende de lo que fuera se iría o no. Además esperaba haber podido hacer mella en el otro chico, si no conseguía nada, ya volvería a intentarlo. Eso de que la llamaran “la sádica esta” no era de su agrado y debía hacerse respetar ante todos. Por ser mujer no iba a callarse nada.
Impresionante, el loco les pedía comida. Eso ya era una cara impresionante, no solo no se disculpaba por haberla llamado sádica, no luchaba y encima pedía cosas. En ese momento, el pelirrojo se levantó y ella soltó un suspiro. Había estado bastante bien, pero lo que más gracia le hizo, fueron sus palabras. – Estaría bien, sobre todo lo de menos ropa. Pero, cuidado si tocas algo que no debes o acabarás como este hombre. – Dijo señalando al otro. Era el momento de enseñarles al menos un poco de modales. A nadie en su sano juicio se le podía ocurrir la idea de ir llamando sádica a la gente y menos a la que te puede partir en dos. Ella no sabía si él era muy fuerte pero, confiaba en su poder totalmente. Mostró una sonrisa ladeada y después se relamió. Miró al chico de los ojos de cada color y después le habló en un tono serio. – Procura no meterte o terminará igual. Los espadachines tenemos un honor muy grande y no querrías comprobar la rabia de uno. – Al parecer iba totalmente en serio. Si se metía, lo partiría en dos sin pensárselo ni un momento.
La pelirroja avanzó un poco y desenfundó su preciosa espada. – Estilo del rayo, Furasshu… – Una vez dijo aquello, se desplazó hacia su oponente a una velocidad de libro. Usó toda su velocidad para ello. Sin pensárselo, lanzó un poderoso tajo imbuido en haki armadura, tratando de cortarle en el hombro. No iba a matar pero si le daba con todo, tal vez le cortaba el brazo entero o se llevaba una buena herida. Le diese o no, dejaría a su paso un rastro de rayos verdosos, los cuáles dejarían un sonido metálico en el ambiente. A continuación le miraría de forma seria. – Estoy harta de estupideces. Si alguno tiene más cosas que decir, que lo haga ahora. Debo irme ya y no quiero tener que matar a nadie. – Mencionó con un tono siniestro. Ya solo faltaba ver quién más iba a decirle algo. Depende de lo que fuera se iría o no. Además esperaba haber podido hacer mella en el otro chico, si no conseguía nada, ya volvería a intentarlo. Eso de que la llamaran “la sádica esta” no era de su agrado y debía hacerse respetar ante todos. Por ser mujer no iba a callarse nada.
- Técnicas:
- Estilo Del Rayo: Furasshu. : [Ámbito Desplazamiento]: Milena es capaz una vez cada tres post de desplazarse en cualquier dirección a 15 M/S. Cuando lo ha hecho, deja un rastro de electricidad color verdosa que realiza un sonido metálico (Aura)
Haki armd Nivel 2
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”Y ya estoy perdido” – pensé mientras caminaba por la playa de Baterilla. Por lo que sabía, era una de las islas bajo el mando de la revolución algo que, personalmente, no me gustaba mucho. Eran impredecibles y si me topaba con ellos, era probable que me atacaran. Por lo que había escuchado y entendido, consideraban a todos sus enemigos. Luchaban solos contra el mundo, literalmente. ¿Qué hacía ahí yo? Pues… Estaba en una isla cercana y se me habían acabado los suministros. La idea era reponer algunos, pero… ¿Encontraría algo? Con algo de suerte, sí. Con un algo de mala suerte, me iba a morir de hambre e iba a ser comida para reyes del mar. ”Un final horrible para alguien” – iba con mi mantra activado y de alguna forma, sentía la increíble presencia de Milena no muy lejos desde yo estaba. ”Quizás llego más rápido a ella volando” – tan rápido lo pensé, me surgieron dos alas en mis espaldas y empecé el vuelo.
–Siento otras dos presencias con ella, pero son tan débiles que dan pena – susurraba mientras las usaba como referencia. Estarían a unos cien o doscientos metros desde yo estaba. Mi corazón iba latiendo con fuerza… – No ha pasado ni un mes y ya me la encontré de nuevo. El destino es caprichoso, a veces. – Tenía interés en saber por qué estaba aquí, alguna misión, quizás. Pero… ¿Dónde encajaban las otras dos presencias? ¿Enemigos? Muy débiles. ¿Prisioneros? No parecían estar en combate y alguien con tan bajo poder era nada. No servía para nada, una simple basura que, seguramente, había empezado hace nada su viaje.
– ¿Qué…? – susurré al ver la escena. ¿Qué estaba pasando? Aceleré mi ritmo y, en el aire, saqué mis dos espadas. Aprovechando la gravedad y el descenso, logré interponerme a tiempo para salvar aquel pobre tipo. Mis espadas chocaron con la de ella y salieron chispas, a la par, se generó un poderoso viento entre nosotros. Sonreí de medio lado mientras clavaba mis ojos en los suyos. – Buenas, Milena. – ¿Por qué lo había salvado? Ni siquiera yo lo había entendido del todo. Pena, lástima… ¿Compasión? Quizás. Podía estar interfiriendo en alguna misión de ella, en su trabajo, pero por lo que había alcanzado a escuchar de su conversación, no era nada por el estilo. – No preguntes qué hago aquí, que ni yo lo sé. Ahora… Vamos. – Estaba seguro que iba a estar confundida ante tal hecho, había aparecido, literalmente, de la nada. No le iba a dar mucho margen de reacción y si no oponía resistencia, la agarraría por la cintura, la subiría a mi hombro y alzaría vuelo de nuevo.
– Al parecer, no puedes estar en algún sitio sin tener problemas. A este paso, ¿quién cuidará de quién? – Le iba a decir diera o no resultado mi plan. La conocía bastante bien como para decir que no iba a frenar hasta ver a ese tipo muerto o con algunas partes menos. Si no resultaba, me quedaría con la guardia en alto para evitar su ataque. ”Con lo furiosa que esta…” – mi mantra se había centrado en ella. Después de todo, los otros dos poco podrían hacer y más les valía no estar aquí si empezábamos un combate. ¿Qué iba a suceder ahora?
–Siento otras dos presencias con ella, pero son tan débiles que dan pena – susurraba mientras las usaba como referencia. Estarían a unos cien o doscientos metros desde yo estaba. Mi corazón iba latiendo con fuerza… – No ha pasado ni un mes y ya me la encontré de nuevo. El destino es caprichoso, a veces. – Tenía interés en saber por qué estaba aquí, alguna misión, quizás. Pero… ¿Dónde encajaban las otras dos presencias? ¿Enemigos? Muy débiles. ¿Prisioneros? No parecían estar en combate y alguien con tan bajo poder era nada. No servía para nada, una simple basura que, seguramente, había empezado hace nada su viaje.
– ¿Qué…? – susurré al ver la escena. ¿Qué estaba pasando? Aceleré mi ritmo y, en el aire, saqué mis dos espadas. Aprovechando la gravedad y el descenso, logré interponerme a tiempo para salvar aquel pobre tipo. Mis espadas chocaron con la de ella y salieron chispas, a la par, se generó un poderoso viento entre nosotros. Sonreí de medio lado mientras clavaba mis ojos en los suyos. – Buenas, Milena. – ¿Por qué lo había salvado? Ni siquiera yo lo había entendido del todo. Pena, lástima… ¿Compasión? Quizás. Podía estar interfiriendo en alguna misión de ella, en su trabajo, pero por lo que había alcanzado a escuchar de su conversación, no era nada por el estilo. – No preguntes qué hago aquí, que ni yo lo sé. Ahora… Vamos. – Estaba seguro que iba a estar confundida ante tal hecho, había aparecido, literalmente, de la nada. No le iba a dar mucho margen de reacción y si no oponía resistencia, la agarraría por la cintura, la subiría a mi hombro y alzaría vuelo de nuevo.
– Al parecer, no puedes estar en algún sitio sin tener problemas. A este paso, ¿quién cuidará de quién? – Le iba a decir diera o no resultado mi plan. La conocía bastante bien como para decir que no iba a frenar hasta ver a ese tipo muerto o con algunas partes menos. Si no resultaba, me quedaría con la guardia en alto para evitar su ataque. ”Con lo furiosa que esta…” – mi mantra se había centrado en ella. Después de todo, los otros dos poco podrían hacer y más les valía no estar aquí si empezábamos un combate. ¿Qué iba a suceder ahora?
- Resumen:
- Ushio llega a tiempo para salvar a Trinidad y detener el ataque de Milena
Eichi Tsukasa
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El joven príncipe parpadeo al ver que la pelirroja sacaba su espada de la cintura. Por lo que le había dicho, la mujer pensaba en atacar al otro sujeto; algo sobre enseñarle modales o que sabía él. Lo único que sabía, es que no se metería en aquél problema. No es que las palabras de la pelirroja le hubieran asustado ni nada por el estilo; simplemente, él no tenía ninguna motivación para salvar al hombre. Eichi vio interesado como la pelirroja se disponía atacar; y así sucedió. Luego de decir el nombre de aquél golpe, la mujer desapareció de su vista, dejando atrás un rastro verdoso. Abrió los ojos sorprendidos; y dirigió su vista hasta donde se encontraba el otro tipo, esperando tan solo ver su cuerpo tendido en el suelo.
Lo que vio, lo sorprendió aún más. Un tipo pelinegro había aparecido de la nada, deteniendo el ataque de la pelirroja. Sus espadas al chocar sacaron chispas, incluso, se generó un viento alrededor de ellos. El brillo salvaje de los ojos del chico desapareció, dejando solo una mirada seria. Estos tipos... No era normales, e incluso el lo sabía. Si intenta luchar con algunos de esos dos, posiblemente acabaría muerto en menos de cinco segundos, o menos viendo que el estado de Eichi no era de los mejores por el momento.
El pelirrojo arqueó una ceja al escuchar hablar al nuevo tipo, deduciendo tres cosas. Una, él y la pelirroja se conocían; dos, posiblemente tenían algún tipo de relación; y tres, el nombre de la mujer era Milena. Guardaría ese dato, después de todo, aquella mujer era una científica del gobierno. Posiblemente, podía serle útil a él mas adelante. Por ahora, se retiraría de aquél lugar que pronto de convertiría en un zona de guerra. – Bueno, fue un placer Milena-San. Me retiró por el momento y – se detuvo a medio camino, dirigiendo su vista a la nueva presencia – también es un placer chico guapo, aunque no te conozca. – Luego de haber dicho aquello, colocó sus manos en el bolsillo, e hizo algo que normalmente no haría en presencia de otros.
El tema de su akuma era un tópico sensible para él, siendo uno de los "afortunados" que habían recibido un poder "estúpido". Aunque, el pelirrojo debía admitir que tenía sus usos; eso sí, antes muerto que mostrarse en su forma completa ante otras personas. Aquél bochorno lo perseguiría por toda la vida. Cerró los ojos, y se concentró. Inmediatamente, comenzó a notar los efectos: había crecido un metro; sus ojos, se habían rasgado; sus pies, se convirtieron en patas de una especie de pato mezcladas con avestruz; una cola salió de su retaguardia, aunque no se notaba por estar oculta bajo su pantalón; y por último, plumas aparecieron por su cuerpo, sin que estas se notaran por culpa de sus ropas.
Sonriendo, salió corriendo de aquél lugar, no sin antes darle una palmada al recién llegado en el culo, mientras una sonrisa perversa aparecía en su rostro. No tardó en llegar a la terraza del restaurante de antes gracias a su velocidad duplicada; para su sorpresa, el camarero de antes seguía tendido en el suelo, aunque se estaba empezando a despertar. Este, al ver al pelirrojo de antes, palideció y comenzó a tartamudear. – Relajate – comenzó a hablar el pelirrojo – no vengo a causar problemas, tan solo quiero pedir otra bebida. – El hombre tragó en seco, asintió, y salió corriendo del lugar queriendo alejarse de aquél demonio. Eichi sonrió, se sentó en una de las mesas, y deshizo la transformación. Miró hacia la playa interesado, desde aquél lugar podía ver a los tres de antes perfectamente; estaba interesado, lo que sucedería a continuación.
Lo que vio, lo sorprendió aún más. Un tipo pelinegro había aparecido de la nada, deteniendo el ataque de la pelirroja. Sus espadas al chocar sacaron chispas, incluso, se generó un viento alrededor de ellos. El brillo salvaje de los ojos del chico desapareció, dejando solo una mirada seria. Estos tipos... No era normales, e incluso el lo sabía. Si intenta luchar con algunos de esos dos, posiblemente acabaría muerto en menos de cinco segundos, o menos viendo que el estado de Eichi no era de los mejores por el momento.
El pelirrojo arqueó una ceja al escuchar hablar al nuevo tipo, deduciendo tres cosas. Una, él y la pelirroja se conocían; dos, posiblemente tenían algún tipo de relación; y tres, el nombre de la mujer era Milena. Guardaría ese dato, después de todo, aquella mujer era una científica del gobierno. Posiblemente, podía serle útil a él mas adelante. Por ahora, se retiraría de aquél lugar que pronto de convertiría en un zona de guerra. – Bueno, fue un placer Milena-San. Me retiró por el momento y – se detuvo a medio camino, dirigiendo su vista a la nueva presencia – también es un placer chico guapo, aunque no te conozca. – Luego de haber dicho aquello, colocó sus manos en el bolsillo, e hizo algo que normalmente no haría en presencia de otros.
El tema de su akuma era un tópico sensible para él, siendo uno de los "afortunados" que habían recibido un poder "estúpido". Aunque, el pelirrojo debía admitir que tenía sus usos; eso sí, antes muerto que mostrarse en su forma completa ante otras personas. Aquél bochorno lo perseguiría por toda la vida. Cerró los ojos, y se concentró. Inmediatamente, comenzó a notar los efectos: había crecido un metro; sus ojos, se habían rasgado; sus pies, se convirtieron en patas de una especie de pato mezcladas con avestruz; una cola salió de su retaguardia, aunque no se notaba por estar oculta bajo su pantalón; y por último, plumas aparecieron por su cuerpo, sin que estas se notaran por culpa de sus ropas.
Sonriendo, salió corriendo de aquél lugar, no sin antes darle una palmada al recién llegado en el culo, mientras una sonrisa perversa aparecía en su rostro. No tardó en llegar a la terraza del restaurante de antes gracias a su velocidad duplicada; para su sorpresa, el camarero de antes seguía tendido en el suelo, aunque se estaba empezando a despertar. Este, al ver al pelirrojo de antes, palideció y comenzó a tartamudear. – Relajate – comenzó a hablar el pelirrojo – no vengo a causar problemas, tan solo quiero pedir otra bebida. – El hombre tragó en seco, asintió, y salió corriendo del lugar queriendo alejarse de aquél demonio. Eichi sonrió, se sentó en una de las mesas, y deshizo la transformación. Miró hacia la playa interesado, desde aquél lugar podía ver a los tres de antes perfectamente; estaba interesado, lo que sucedería a continuación.
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La hora del masaje finalizó aunque al contrario de lo que se suele decir este no relajo mucho a la pelirroja. Se levantó aun enfadada conmigo y mencionó algo del honor de los espadachines, lo que me hizo pensar que no se yo si todos los espadachines son honorables, según decía mi tía Rosa: "Hay de todo en la villa del Señor". Que sabia era esa mujer, y que buenas hacia las galletas. Se la echaba de menos. La pelirroja vino hacia mi y desenvainó su espada "Esto no tiene buena pinta. Me preguntaba cual seria su limite de aguante". Ya pude comprobar su rapidez y cariño que mostraba a la hora de rebanar miembros como correr por arena no se me da bien solo me quedaban dos opciones: Ponerme firme y dejar que hiciera lo que quisiera hacer (si fuera lo mismo en otra situación...) o luchar, y claro, debido a mis leves instintos masoquistas no me iba a quedar quieto.
Me puse frente a ella, sonreí y metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta donde portaba las pistolas (necesitaba pillar una fundas). Las cogí con suavidad y apunte hacia delante, no me importaría decorar mi gabardina con una par de agujeros.
-¡Listo! ¿Y tu?- dije conociendo mi leve desventaja.
La joven se puso ante mi y dijo algo que no pude descifrar y en un abrir y cerrar de ojos se abalanzó sobre mi. Me di cuenta que en milésimas de segundo esa espada estaría atravesando mi piel. Cuando pensaba que aquellos preciosos rayos verdes seria lo ultimo que vería algo se interpuso en mi desastroso final salvándome de este. Una hombre trajeado se coloco entre la parca y yo y le hablo llamándola por el nombre de Milena. A juzgar por sus palabras se conocían bien y mi salvador (el cual, olvide decir que, de su espalda salían dos preciosas alas) cogió a la chica de la cintura y ascendió volando con la intención de llevársela consigo. Me quedé embobado mirando hacia arriba pero no les miraba a ellos, no miraba nada. Me di cuenta de lo que podría haber pasado, de mi lentitud y mi falta de fuerza. Volví a la tierra lleno de rabia y de alegría a la vez. Saqué las pistolas de los bolsillos y empecé a disparar al suelo mientras gritaba. Tras gastar un par de cartuchos, estire los brazos y respiré hondo.
-Mucho mejor, ya estoy tranquilo.-sonreí y guarde de nuevo las pistolas.
El chico masajista se despido de la parca y del alado en plan: "Somos super amiguos". Tras aquello el joven sufrió una extraña transformación y salio corriendo, vi que se dirigía al restaurante y como me pareció una buena idea le seguí. Al llegar vi como un camarero salia corriendo aterrorizado ante el pelirrojo.
-¿Ornitofobia?-
Con la gracia ya servida me senté junto al joven y al palpar mis bolsillos y ver que estaba tan pobre como de costumbre eché un vistazo a mi alrededor y vi en la mesa de al lado bebidas las cuales cogí mientras su comprador me miraba muy antipático. Le tranquilicé diciendo que a la próxima invitaba yo y le ofrecí uno de los refrescos a mi compañero. Levanté la copa -Por una mierda de día.- y le di un buen trago. -Por cierto. Llámame Trinidad.- dije extendiendo la mano al pelirrojo.
Me puse frente a ella, sonreí y metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta donde portaba las pistolas (necesitaba pillar una fundas). Las cogí con suavidad y apunte hacia delante, no me importaría decorar mi gabardina con una par de agujeros.
-¡Listo! ¿Y tu?- dije conociendo mi leve desventaja.
La joven se puso ante mi y dijo algo que no pude descifrar y en un abrir y cerrar de ojos se abalanzó sobre mi. Me di cuenta que en milésimas de segundo esa espada estaría atravesando mi piel. Cuando pensaba que aquellos preciosos rayos verdes seria lo ultimo que vería algo se interpuso en mi desastroso final salvándome de este. Una hombre trajeado se coloco entre la parca y yo y le hablo llamándola por el nombre de Milena. A juzgar por sus palabras se conocían bien y mi salvador (el cual, olvide decir que, de su espalda salían dos preciosas alas) cogió a la chica de la cintura y ascendió volando con la intención de llevársela consigo. Me quedé embobado mirando hacia arriba pero no les miraba a ellos, no miraba nada. Me di cuenta de lo que podría haber pasado, de mi lentitud y mi falta de fuerza. Volví a la tierra lleno de rabia y de alegría a la vez. Saqué las pistolas de los bolsillos y empecé a disparar al suelo mientras gritaba. Tras gastar un par de cartuchos, estire los brazos y respiré hondo.
-Mucho mejor, ya estoy tranquilo.-sonreí y guarde de nuevo las pistolas.
El chico masajista se despido de la parca y del alado en plan: "Somos super amiguos". Tras aquello el joven sufrió una extraña transformación y salio corriendo, vi que se dirigía al restaurante y como me pareció una buena idea le seguí. Al llegar vi como un camarero salia corriendo aterrorizado ante el pelirrojo.
-¿Ornitofobia?-
Con la gracia ya servida me senté junto al joven y al palpar mis bolsillos y ver que estaba tan pobre como de costumbre eché un vistazo a mi alrededor y vi en la mesa de al lado bebidas las cuales cogí mientras su comprador me miraba muy antipático. Le tranquilicé diciendo que a la próxima invitaba yo y le ofrecí uno de los refrescos a mi compañero. Levanté la copa -Por una mierda de día.- y le di un buen trago. -Por cierto. Llámame Trinidad.- dije extendiendo la mano al pelirrojo.
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La chica pudo ver, cómo su objetivo metía las manos en los bolsillos. Aquello le hizo fruncir el ceño más. Consideraba aquellas cosas artimañas, objetos para los cobardes, puede que escondiera cuchillos o pistolas. Su honor de espadachín estaba en juego y, ahora no iba a tener piedad. Justo estaba a punto de cumplir su objetivo, cuando de repente notó una sensación incómoda. Fue como si la frenasen. Su espada había chocado con otra persona, estaba muerto, fuese quién fuese. Apretó los dientes, mosqueada, y miró con rabia al responsable. Sus ojos se abrieron como platos al ver quién había sido. Ushio estaba allí pero, no sólo eso. Había defendido a ese hombre de ella. Era imposible que hubiese reaccionado a su velocidad y, mucho más imposible que no hubiese caído al suelo. No parecía tener haki como ella, y además la fuerza de la chica era considerable. No lo entendía, debería haber salido rodando como mínimo. El destino había sido muy injusto, además no le había visto llegar, y la playa era enorme.
Olvidó aquello, lo importante es que había ayudado a un tipo que atentaba contra la vida de la pelirroja y, encima la había faltado llamándola sádica ¿De qué iba Ushio? Milena frunció el ceño al verle sonreír. Encima el otro tío sacó pistolas, disparando al suelo varias veces. Podría haberse llevado un tiro al ser frenada, y lo peor es que podría haber perdido la vida. Entonces el moreno trató de agarrarla por la cintura. Ella simplemente hizo acoplo de todas sus fuerzas, y lo apartó de ella, mirándole con rabia. No pensaba irse volando con él, estaba dolida al ver como su pareja había salvado a otra persona. Encima había sido un poco humillante que la parase de esa forma, había resultado humillante para la científica. En ese momento pudo ver como el pelirrojo y el pistolero se iban. Estuvo a punto de lanzarles una onda cortante a cada uno pero, ahora no estaba moqueada con ellos. Sus venas se marcaron un poco, y estuvo a punto de morderse la lengua de forma violenta. De hecho, a los pocos segundos lo hizo. Salió un poco de sangre de ella. Estaba conteniéndose las ganas de cortarle un brazo al moreno por lo que había hecho.
Se dio la vuelta, agachando la cabeza, y apretando el mango de su espada. – ¿Qué crees que has hecho? ¿Sabes lo que acabas de hacer? – Dijo mientras cortaba las palabras de vez en cuando. Su cuerpo entero temblaba debido al cabreo que tenía encima. No tardó mucho en lanzar una onda contra una enorme piedra, haciéndola añicos al momento. Después impactó su puño contra el suelo, clavándose la arena en los nudillos y comenzando a sangrar por el puño. Trataba de contener las lágrimas debido al dolor que sentía, el interno más que el externo. La persona a la que quería había defendido a otro antes que a ella. – Me faltan al respeto en el bar, me faltan el respeto en la playa, no se disculpan. Cuando voy a defenderme, bajas del cielo, y en lugar de ayudar a tu novia, ayudas a un hombre con dos pistolas. Podría estar muerta ahora mismo. Encima me humillas, parando mi espada con la tuya, dejándome como una idiota… – Se notaba que estaba a punto de romper a llorar. Bastante mal lo había pasado para que le pasara aquello.
Milena entrecerró los ojos con rabia, mordiéndose más fuerte debido al odio que estaba sintiendo. Su respiración se agitó un poco, se estaba poniendo demasiado nerviosa. – Te dije que respetaras mi trabajo. He dejado de zorrear por ti, he pagado mis bebidas en lugar de dejar que me inviten. A cambio recibido esto… – La chica chasqueó la lengua para después clavarse de rodillas en el suelo, dándole la espalda. Sin pensárselo se dio un cabeza contra el suelo. – ¡Joder! – El líquido carmesí empezó a bajar por frente hasta la nariz. Después de aquello se puso en pie, notando una lágrima bajar por su mejilla. – No sé cómo vas a arreglar esto, pero por ahora déjame sola. – Una vez dijo aquello, comenzó a caminar, alejándose del bar y del sitio. Iba en dirección a un pequeño bosque. Pobre de aquel que dijera de seguirla, en ese estado podía asesinar incluso a un marine frente a un Almirante. El mosqueo que tenía era impresionante.
Olvidó aquello, lo importante es que había ayudado a un tipo que atentaba contra la vida de la pelirroja y, encima la había faltado llamándola sádica ¿De qué iba Ushio? Milena frunció el ceño al verle sonreír. Encima el otro tío sacó pistolas, disparando al suelo varias veces. Podría haberse llevado un tiro al ser frenada, y lo peor es que podría haber perdido la vida. Entonces el moreno trató de agarrarla por la cintura. Ella simplemente hizo acoplo de todas sus fuerzas, y lo apartó de ella, mirándole con rabia. No pensaba irse volando con él, estaba dolida al ver como su pareja había salvado a otra persona. Encima había sido un poco humillante que la parase de esa forma, había resultado humillante para la científica. En ese momento pudo ver como el pelirrojo y el pistolero se iban. Estuvo a punto de lanzarles una onda cortante a cada uno pero, ahora no estaba moqueada con ellos. Sus venas se marcaron un poco, y estuvo a punto de morderse la lengua de forma violenta. De hecho, a los pocos segundos lo hizo. Salió un poco de sangre de ella. Estaba conteniéndose las ganas de cortarle un brazo al moreno por lo que había hecho.
Se dio la vuelta, agachando la cabeza, y apretando el mango de su espada. – ¿Qué crees que has hecho? ¿Sabes lo que acabas de hacer? – Dijo mientras cortaba las palabras de vez en cuando. Su cuerpo entero temblaba debido al cabreo que tenía encima. No tardó mucho en lanzar una onda contra una enorme piedra, haciéndola añicos al momento. Después impactó su puño contra el suelo, clavándose la arena en los nudillos y comenzando a sangrar por el puño. Trataba de contener las lágrimas debido al dolor que sentía, el interno más que el externo. La persona a la que quería había defendido a otro antes que a ella. – Me faltan al respeto en el bar, me faltan el respeto en la playa, no se disculpan. Cuando voy a defenderme, bajas del cielo, y en lugar de ayudar a tu novia, ayudas a un hombre con dos pistolas. Podría estar muerta ahora mismo. Encima me humillas, parando mi espada con la tuya, dejándome como una idiota… – Se notaba que estaba a punto de romper a llorar. Bastante mal lo había pasado para que le pasara aquello.
Milena entrecerró los ojos con rabia, mordiéndose más fuerte debido al odio que estaba sintiendo. Su respiración se agitó un poco, se estaba poniendo demasiado nerviosa. – Te dije que respetaras mi trabajo. He dejado de zorrear por ti, he pagado mis bebidas en lugar de dejar que me inviten. A cambio recibido esto… – La chica chasqueó la lengua para después clavarse de rodillas en el suelo, dándole la espalda. Sin pensárselo se dio un cabeza contra el suelo. – ¡Joder! – El líquido carmesí empezó a bajar por frente hasta la nariz. Después de aquello se puso en pie, notando una lágrima bajar por su mejilla. – No sé cómo vas a arreglar esto, pero por ahora déjame sola. – Una vez dijo aquello, comenzó a caminar, alejándose del bar y del sitio. Iba en dirección a un pequeño bosque. Pobre de aquel que dijera de seguirla, en ese estado podía asesinar incluso a un marine frente a un Almirante. El mosqueo que tenía era impresionante.
Hayden Ashworth
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Baterilla. Un buen sitio para relajarse. El dragón había decidido comer malvaviscos de una bolsa en el tejado de un restaurante que había cerca de la playa. Estaba tranquilo y relajado, tumbado bocarriba y lanzando los malvaviscos al aire, abriendo la boca y quemándolos con una llamarada antes de que entrasen en ésta y los masticara. Iba vestido de forma casual, pues no estaba de servicio, llevando una sudadera roja y negra de mangas algo cortas, más o menos a la altura del codo, sobre una camiseta blanca de manga larga, con pantalones marrones y anchos, y guantes negros sin dedos en las manos. Llevaba el largo pelo recogido en una coleta tras su cabeza y el flequillo suelto sobre la frente.
El sonido de las olas lo relajaba y casi estaba a punto de dormirse entre malvavisco y malvavisco, cuando de golpe voces y discusiones lo despertaron. Abrió un ojo, el que tenía aún su alrededor intacto, y escuchó con atención. De golpe, la discusión paró cuando escuchó el ruido del chocar de dos espadas. Soltó una risa floja al escuchar la voz de Ushio. Era un mundo pequeño, sin duda. Tras eso, escuchó los gritos de una mujer, cuyo contenido le daba a entender que era pareja de su hermano. No podía dejar aquello así, no señor.
Se puso de pie y tiró la bolsa de malvaviscos al suelo. Se asomó por el borde del tejado del edificio, viendo que quedaban allí Ushio y otras dos personas, mientras que la muchacha que había estado gritando se alejaba dirección al bosque. Saltó del edificio y cayó al suelo de pie, flexionando ambas rodillas y posiblemente levantando polvo. Se irguió enseguida y se crujió el cuello con un movimiento.
- No sé qué has hecho, hermanito, pero debes aprender a tratar con las mujeres -dijo saludando con la mano.
Dicho aquello, empezó a caminar siguiendo a la pelirroja. Tal vez podría hablar con ella y conocerla. Eran familia, después de todo. No intentó ocultarlo, pues quería que fuese tan obvio como la luz del día que la estaba siguiendo y ésta se diese cuenta.
El sonido de las olas lo relajaba y casi estaba a punto de dormirse entre malvavisco y malvavisco, cuando de golpe voces y discusiones lo despertaron. Abrió un ojo, el que tenía aún su alrededor intacto, y escuchó con atención. De golpe, la discusión paró cuando escuchó el ruido del chocar de dos espadas. Soltó una risa floja al escuchar la voz de Ushio. Era un mundo pequeño, sin duda. Tras eso, escuchó los gritos de una mujer, cuyo contenido le daba a entender que era pareja de su hermano. No podía dejar aquello así, no señor.
Se puso de pie y tiró la bolsa de malvaviscos al suelo. Se asomó por el borde del tejado del edificio, viendo que quedaban allí Ushio y otras dos personas, mientras que la muchacha que había estado gritando se alejaba dirección al bosque. Saltó del edificio y cayó al suelo de pie, flexionando ambas rodillas y posiblemente levantando polvo. Se irguió enseguida y se crujió el cuello con un movimiento.
- No sé qué has hecho, hermanito, pero debes aprender a tratar con las mujeres -dijo saludando con la mano.
Dicho aquello, empezó a caminar siguiendo a la pelirroja. Tal vez podría hablar con ella y conocerla. Eran familia, después de todo. No intentó ocultarlo, pues quería que fuese tan obvio como la luz del día que la estaba siguiendo y ésta se diese cuenta.
- vestimenta de Zuko:
Abby
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Las olas rompían contra el mascarón de proa. La cubierta se llenaba de agua por momentos y los tripulantes del barco se veían agobiados por tales circunstancias. Era difícil mantener el equilibrio con una tormenta de tal calibre. A ratos miraba por la escotilla para ver cómo estaba todo, pero al parecer la tormenta seguía sobre nosotros. Ninguna isla hacia nuestro alrededor. No me gustaba nada esta situación. Los barcos del imperio eran ligeros, fuertes y poderosos, sin embargo, no invencibles. Ante una situación así temía que pudiésemos chocar contra algún arrecife y provocar nuestra muerte.
Salí del camarote y fui a la sala de máquinas. Allí se encontraban varios soldados con unos mapas. En cuanto me vieron hicieron una reverencia y continuaron mirando los papeles. Me acerqué a ellos y me quedé mirando cómo debatían. Tras unos minutos analizando la situación observé el mapa, no había mucha distancia desde nuestra situación hasta la isla en la que podríamos parar.
-Cambiad el rumbo, nos desviaremos un poco hasta la isla Baterilla. Será un pequeño descanso. - Dije, señalando el mapa con el dedo índice. Los soldados obedecieron, pero solo uno se atrevió a cuestionarme. Cuando todos se retiraron este habló.
-Princesa, es peligroso cambiar el rumbo en estas condiciones, si me permite...
-Dígame una cosa, ¿quién gobierna el barco, la marea o yo? - Pregunté con una mirada intimidante. En sus ojos podía ver el miedo crecer. El soldado bajó la cabeza, arrepentido de lo que había dicho y, con cierto tartamudeo, pronunció "usted". - Bien. - Sonreí. - Espero que haya quedado claro lo que quiero. Porque si no, no me quedaría más remedio que enviarlo con la marea, dado que le hace más caso a ella que a mí.
Tras aquello, regresé a mi camarote, a la espera de llegar a aquella isla. No tardamos mucho tiempo, quizás menos de una hora. Un halo de luz entró por el gran ventanal, me asomé y, fuera, había una gran cielo azul. La velocidad del barco había disminuido notablemente así que no me quedaba más remedio que salir a cubierta. Una vez en el exterior contemplé Baterilla, una isla bastante hermosa y con unos paisajes extravagantes.
Ya estábamos atracando así que esperé a que terminase todo. Le di las indicaciones necesarias a todos los soldados sobre lo que debían hacer aquí y bajé. Caminé con parsimonia, hoy iba a tener un día relajado y no quería alterarme por nada. Además, la gente exterior del imperio debían conocer a una princesa humilde, y quien mejor que yo para eso.
Tras un largo recorrido apreciando los detalles más nimios del lugar llegué a una zona bastante transitada. Sin embargo, unos gritos llamaron mi atención. No presté atención a las personas que se alejaban, dado que mis ojos se habían quedado fijados en una cara muy conocida. Mi querido hermanito el bastardo se encontraba aquí. ¡Qué maravillosa sorpresa! Esto iba a ser divertido, pensé mientras me acercaba a él con una gran sonrisa.
Salí del camarote y fui a la sala de máquinas. Allí se encontraban varios soldados con unos mapas. En cuanto me vieron hicieron una reverencia y continuaron mirando los papeles. Me acerqué a ellos y me quedé mirando cómo debatían. Tras unos minutos analizando la situación observé el mapa, no había mucha distancia desde nuestra situación hasta la isla en la que podríamos parar.
-Cambiad el rumbo, nos desviaremos un poco hasta la isla Baterilla. Será un pequeño descanso. - Dije, señalando el mapa con el dedo índice. Los soldados obedecieron, pero solo uno se atrevió a cuestionarme. Cuando todos se retiraron este habló.
-Princesa, es peligroso cambiar el rumbo en estas condiciones, si me permite...
-Dígame una cosa, ¿quién gobierna el barco, la marea o yo? - Pregunté con una mirada intimidante. En sus ojos podía ver el miedo crecer. El soldado bajó la cabeza, arrepentido de lo que había dicho y, con cierto tartamudeo, pronunció "usted". - Bien. - Sonreí. - Espero que haya quedado claro lo que quiero. Porque si no, no me quedaría más remedio que enviarlo con la marea, dado que le hace más caso a ella que a mí.
Tras aquello, regresé a mi camarote, a la espera de llegar a aquella isla. No tardamos mucho tiempo, quizás menos de una hora. Un halo de luz entró por el gran ventanal, me asomé y, fuera, había una gran cielo azul. La velocidad del barco había disminuido notablemente así que no me quedaba más remedio que salir a cubierta. Una vez en el exterior contemplé Baterilla, una isla bastante hermosa y con unos paisajes extravagantes.
Ya estábamos atracando así que esperé a que terminase todo. Le di las indicaciones necesarias a todos los soldados sobre lo que debían hacer aquí y bajé. Caminé con parsimonia, hoy iba a tener un día relajado y no quería alterarme por nada. Además, la gente exterior del imperio debían conocer a una princesa humilde, y quien mejor que yo para eso.
Tras un largo recorrido apreciando los detalles más nimios del lugar llegué a una zona bastante transitada. Sin embargo, unos gritos llamaron mi atención. No presté atención a las personas que se alejaban, dado que mis ojos se habían quedado fijados en una cara muy conocida. Mi querido hermanito el bastardo se encontraba aquí. ¡Qué maravillosa sorpresa! Esto iba a ser divertido, pensé mientras me acercaba a él con una gran sonrisa.
-Vaya, vaya.
Eichi Tsukasa
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Eichi sonrió de lado, mientras observaba el lugar en la playa del cual había llegado. La situación cambió bastante; luego de que el pelinegro detuviera el ataque de Milena, ambos empezaron a discutir, al menos eso parecía para el pelirrojo desde donde se encontraba. Si bien su visión era un poco mejor que la media, eso no quitaba el hecho de que sería dificultoso para cualquier persona ver a veinte metros de distancia. – Y para colmo. – Pensó el pelirrojo, divertido, mientras observaba como el tipo que estuvo a punto de morir debido a un corte de la pelirroja, se acercaba hasta la terraza. El capillo empezó a balbucear cosas sin sentido, luego tomó unos refrescos de la mesa de al lado, tendiéndole uno al pelirrojo. Este se encogió de hombros, y aceptó. En eso, el tipo se presentó como Trinidad. – Un gusto, creo que ya conoces mi nombre por lo de antes. – Respondió tranquilamente Eichi, mientras que bebía el líquido de su vaso en un trago.
Al ver que su envase estaba vació, frunció un poco el ceño. Entre todo el jaleo de la tarde, no había podido relajarse como el quisiera. Encima el calor que hacia lo ponía de mal humor. Movió sus ojos bicolores por la playa, en busca de algo que pudiera usar para capear aquél clima. Cuando su vista se clavó en un pequeño puesto de helados a unos metros de distancia, sus ojos se iluminaron. Se transformó rápidamente en la híbrida, disponiéndose a marcharse; pero no sin antes decirle algo a Trinidad. – Fue un placer Trinidad y.... Te recomiendo que te alejes un poco de este lugar; tengo el presentimiento que pronto se convertirá en una zona de guerra. – Sin nada más que decir, Eichi marchó a toda velocidad, no sin antes ver por el rabillo del ojo como un hombre se había acercado al pelinegro. Eichi arqueó una ceja al notar cierta similitudes entre los dos. ¿Parientes? Eso aquello no lo sabía el joven príncipe, y tampoco estaba interesado del todo. Por ahora, solo quería comprar un helado.
Por haber llegado a esa velocidad, el vendedor se asustó un poco. Al observar que solo se trataba de un cliente, aunque de uno muy raro, se calmó un poco. – Me gustaría un helado de vainilla por favor – Luego de que le tendieran el postre, Eichi pagó y se marchó por donde vino. Pauso al segundo, cuando observó a la distancia, que el sujeto misterioso de antes había desaparecido. Por otro lado, un nueva presencia se hizo presente. Se trataba de una mujer pelinegra, que también compartía algunas similitudes con el pelinegro y el tipo misterioso. Eichi se encogió de hombros, mientras observaba desde donde estaba, que era lo que sucedería. No era de su incumbencia de todos modos.
Al ver que su envase estaba vació, frunció un poco el ceño. Entre todo el jaleo de la tarde, no había podido relajarse como el quisiera. Encima el calor que hacia lo ponía de mal humor. Movió sus ojos bicolores por la playa, en busca de algo que pudiera usar para capear aquél clima. Cuando su vista se clavó en un pequeño puesto de helados a unos metros de distancia, sus ojos se iluminaron. Se transformó rápidamente en la híbrida, disponiéndose a marcharse; pero no sin antes decirle algo a Trinidad. – Fue un placer Trinidad y.... Te recomiendo que te alejes un poco de este lugar; tengo el presentimiento que pronto se convertirá en una zona de guerra. – Sin nada más que decir, Eichi marchó a toda velocidad, no sin antes ver por el rabillo del ojo como un hombre se había acercado al pelinegro. Eichi arqueó una ceja al notar cierta similitudes entre los dos. ¿Parientes? Eso aquello no lo sabía el joven príncipe, y tampoco estaba interesado del todo. Por ahora, solo quería comprar un helado.
Por haber llegado a esa velocidad, el vendedor se asustó un poco. Al observar que solo se trataba de un cliente, aunque de uno muy raro, se calmó un poco. – Me gustaría un helado de vainilla por favor – Luego de que le tendieran el postre, Eichi pagó y se marchó por donde vino. Pauso al segundo, cuando observó a la distancia, que el sujeto misterioso de antes había desaparecido. Por otro lado, un nueva presencia se hizo presente. Se trataba de una mujer pelinegra, que también compartía algunas similitudes con el pelinegro y el tipo misterioso. Eichi se encogió de hombros, mientras observaba desde donde estaba, que era lo que sucedería. No era de su incumbencia de todos modos.
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¿Qué había hecho? Era. Un. Idiota. La había cagado y lo noté al instante, había salvado a la persona equivocada y todo por ser un… ¿Qué? ¿Buena persona? Quizás, pero… ¿La puse sobre Milena? ”Imbécil” – escuché algunos disparos desde mi espalda y luego noté que tanto él, como el otro idiota que estaba cerca, se iban al restaurant. Guardé mis dos espadas y me quedé en un silencio sepulcral. Escuché todas y cada una de sus palabras, la conocía mejor que nadie y, aunque trataba de ocultarlo, notaba que esta dolida. ”¿Qué esperabas” – estaba tan congelado, sintiéndome tan idiota y odiándome a mí mismo, que apenas pude reaccionar al ver como ella se hacía daño. ”Idiota” – apreté mi puño derecho con fuerza. Solo me había puesto una condición, solo una y… La había incumplido, aparte, ese miserable la había humillado. ”¿Por qué tuve que llegar tarde?” – no tenía idea que hacer y… La noté marcharse.
– Reacciona – susurré, tratando de volver en mí mismo. No tenía idea como haría para que ella me perdonara, era una situación diferente a cualquier otra y... Todo estaba en mi contra. Ella había sido clara, quería que la dejara sola… – Claro que no lo haré. – Estaba a nada de empezar a caminar… Correr, mejor dicho, cuando noté que una poderosa presencia, pero conocida, se acercaba. ”¿En serio?” – fruncí el ceño al ver que era, nada menos que Zuko. ¿Qué hacía aquí? No me dio tiempo a responderle, solo dijo una que otra cosa sobre que no sabía tratar a las mujeres y se fue… Tras Milena. ”No jodas…” – No quería que él metiera las narices en este asunto, aparte, ni siquiera quería que ella supiera que tenía un hermano. ”Dos, de hecho” – Lo vi alejarse y era mi turno… O esa era la idea.
No pude dar ni un paso cuando sentí otra presencia muy fuerte dirigiéndose hacia donde estaba. ”Solo ignórala, idiota” – empecé a caminar, siguiendo a Milena. Pero… Tuve que frenar al acto… ”No puedo tener tanta mala suerte” – De la nada, había aparecido Azula. No era el momento ni las condiciones para una reunión familiar y su presencia solo significaba problemas. Se quedó de pie, frente a mí, con una sonrisa. ¿Qué tan cruel era el destino? Primero, había salvado al idiota equivocado, segundo; mi novia se había enfadado conmigo, tercero; llegó Zuko y, para el broche de oro, hacia acto de presencia, Azula. ”Ya no puede ser peor” – tenía que pensar en alguna forma para pasar sobre mi hermana mayor y arreglar mis cosas con Milena. ”¿Y Zuko?” – ya pensaría en algo… De reojo notaba que el restaurant estaba a nuestra derecha… ”No queda otra alternativa”
– No es el mejor momento para hablar, Azu – saqué mis dos espadas y las imbuí en fuego… No podía decir que la conocía, era tan o más impredecible que Milena en ese sentido, pero… Contaba que tuviera algo de bondad en su corazón. – Si me disculpas, tengo algo que arreglar y tú, por ahora, no eres mi prioridad – lancé dos ondas de fuego, ¿destino? Aquel restaurant, si tenía suerte, no frenaba mi ataque y mataba al imbécil que había humillado a la pelirroja. Mis ondas, al momento de impactar con lo que sea, generarían una poderosa explosión de, al menos, unos treinta y cinco metros, aunque podían ser más. – Nos vemos, hermanita. – Pasara lo que pasara, empecé a correr siguiendo a mi novia. ”No pienso perderte por algo como esto” – pensé mientras me internaba en el bosque.
– Es lo más importante que tengo en mi vida – susurré mientras seguía su presencia. No podía estar muy lejos, en parte. – No la puedo perder… – si todo había resultado, Azula se habría quedado atrás… En teoría, no podía asegurar nada, pero, parte de mi interior, muy en el interior, confiaba en que ella haría lo correcto y salvaría a esas personas. – Ya no pienses en eso. – Quizás ya era tarde para distraer a Zuko, al menos, para tener el tiempo suficiente para llegar antes que él con Milena. Aunque, yo iba corriendo… Quizás ya lo había superado y todo. ”¿Cómo pude ser tan idiota?” – me sentía una basura, un imbécil, un bueno para nada, un tonto… ”¿Qué debería decirle…?” – corté una rama que se interponía en mi camino y salté unas raíces que estaban expuestas. ”Estoy cerca…” – mi respiración era entrecortada y sentía como mi corazón se apretaba. ”¿Qué debo hacer ahora?” – frené mi marcha y con mi puño derecho golpee un árbol.
– Milena… – no tenía idea si había llegado o no antes que Zuko, en esos momentos, solo existía la pelirroja. – Ni siquiera sé cómo pedirte perdón, ni siquiera sé si lo merezco o no, pero… – tomé algo de aire. Todo me había cansado, el salvar a un idiota, el usar una de mis técnicas, correr como loco por el bosque y, sumado al agotamiento sentimental… Necesitaba un respiro. – Solo sé una cosa… Y es que eres lo más importante que tengo en mi vida – mi tono era serio y mis ojos la miraban fijamente. – Desde que te conocí que mi vida tiene, al menos, un sentido lógico – quizás me atacaba, quizás no hacía nada y solo me ignoraba. Fuera cual fuera su reacción, estaba preparado para todo. Si levantaba su arma, no la iba a esquivar… – Aunque, claro, las palabras no pueden decirlo todo y un simple lo siento no es suficiente – no tenía idea si iba a funcionar, pero… Tampoco podía hacer otra cosa. ”Te lo mereces, idiota” – suspiré con pesadez. ”¿Qué querrán ellos?” – aún tenía que encargarme de Zuko que, quizás había escuchado todo lo que había dicho, y de Azula. No quería que la conocieran o que ella los conociera…. ”El destino es cruel, ¿no?” – en cierta forma, si me atacaba me daría lo mismo, estaba en su derecho. Si me ignoraba, era más de lo mismo. Me merecía eso y más. – Pero, no te dejaré sola. Ni ahora, ni nunca. – Finalicé. ¿Qué es lo que iba a pasar? ¿Qué influencia tendrían Zuko y Azula en todo esto? ¿Qué es lo que me deparaba el futuro? Pero… Más importante, ¿qué es lo que respondería ella o que haría?... Guardé silencio y solo esperaría su respuesta.
– Reacciona – susurré, tratando de volver en mí mismo. No tenía idea como haría para que ella me perdonara, era una situación diferente a cualquier otra y... Todo estaba en mi contra. Ella había sido clara, quería que la dejara sola… – Claro que no lo haré. – Estaba a nada de empezar a caminar… Correr, mejor dicho, cuando noté que una poderosa presencia, pero conocida, se acercaba. ”¿En serio?” – fruncí el ceño al ver que era, nada menos que Zuko. ¿Qué hacía aquí? No me dio tiempo a responderle, solo dijo una que otra cosa sobre que no sabía tratar a las mujeres y se fue… Tras Milena. ”No jodas…” – No quería que él metiera las narices en este asunto, aparte, ni siquiera quería que ella supiera que tenía un hermano. ”Dos, de hecho” – Lo vi alejarse y era mi turno… O esa era la idea.
No pude dar ni un paso cuando sentí otra presencia muy fuerte dirigiéndose hacia donde estaba. ”Solo ignórala, idiota” – empecé a caminar, siguiendo a Milena. Pero… Tuve que frenar al acto… ”No puedo tener tanta mala suerte” – De la nada, había aparecido Azula. No era el momento ni las condiciones para una reunión familiar y su presencia solo significaba problemas. Se quedó de pie, frente a mí, con una sonrisa. ¿Qué tan cruel era el destino? Primero, había salvado al idiota equivocado, segundo; mi novia se había enfadado conmigo, tercero; llegó Zuko y, para el broche de oro, hacia acto de presencia, Azula. ”Ya no puede ser peor” – tenía que pensar en alguna forma para pasar sobre mi hermana mayor y arreglar mis cosas con Milena. ”¿Y Zuko?” – ya pensaría en algo… De reojo notaba que el restaurant estaba a nuestra derecha… ”No queda otra alternativa”
– No es el mejor momento para hablar, Azu – saqué mis dos espadas y las imbuí en fuego… No podía decir que la conocía, era tan o más impredecible que Milena en ese sentido, pero… Contaba que tuviera algo de bondad en su corazón. – Si me disculpas, tengo algo que arreglar y tú, por ahora, no eres mi prioridad – lancé dos ondas de fuego, ¿destino? Aquel restaurant, si tenía suerte, no frenaba mi ataque y mataba al imbécil que había humillado a la pelirroja. Mis ondas, al momento de impactar con lo que sea, generarían una poderosa explosión de, al menos, unos treinta y cinco metros, aunque podían ser más. – Nos vemos, hermanita. – Pasara lo que pasara, empecé a correr siguiendo a mi novia. ”No pienso perderte por algo como esto” – pensé mientras me internaba en el bosque.
– Es lo más importante que tengo en mi vida – susurré mientras seguía su presencia. No podía estar muy lejos, en parte. – No la puedo perder… – si todo había resultado, Azula se habría quedado atrás… En teoría, no podía asegurar nada, pero, parte de mi interior, muy en el interior, confiaba en que ella haría lo correcto y salvaría a esas personas. – Ya no pienses en eso. – Quizás ya era tarde para distraer a Zuko, al menos, para tener el tiempo suficiente para llegar antes que él con Milena. Aunque, yo iba corriendo… Quizás ya lo había superado y todo. ”¿Cómo pude ser tan idiota?” – me sentía una basura, un imbécil, un bueno para nada, un tonto… ”¿Qué debería decirle…?” – corté una rama que se interponía en mi camino y salté unas raíces que estaban expuestas. ”Estoy cerca…” – mi respiración era entrecortada y sentía como mi corazón se apretaba. ”¿Qué debo hacer ahora?” – frené mi marcha y con mi puño derecho golpee un árbol.
– Milena… – no tenía idea si había llegado o no antes que Zuko, en esos momentos, solo existía la pelirroja. – Ni siquiera sé cómo pedirte perdón, ni siquiera sé si lo merezco o no, pero… – tomé algo de aire. Todo me había cansado, el salvar a un idiota, el usar una de mis técnicas, correr como loco por el bosque y, sumado al agotamiento sentimental… Necesitaba un respiro. – Solo sé una cosa… Y es que eres lo más importante que tengo en mi vida – mi tono era serio y mis ojos la miraban fijamente. – Desde que te conocí que mi vida tiene, al menos, un sentido lógico – quizás me atacaba, quizás no hacía nada y solo me ignoraba. Fuera cual fuera su reacción, estaba preparado para todo. Si levantaba su arma, no la iba a esquivar… – Aunque, claro, las palabras no pueden decirlo todo y un simple lo siento no es suficiente – no tenía idea si iba a funcionar, pero… Tampoco podía hacer otra cosa. ”Te lo mereces, idiota” – suspiré con pesadez. ”¿Qué querrán ellos?” – aún tenía que encargarme de Zuko que, quizás había escuchado todo lo que había dicho, y de Azula. No quería que la conocieran o que ella los conociera…. ”El destino es cruel, ¿no?” – en cierta forma, si me atacaba me daría lo mismo, estaba en su derecho. Si me ignoraba, era más de lo mismo. Me merecía eso y más. – Pero, no te dejaré sola. Ni ahora, ni nunca. – Finalicé. ¿Qué es lo que iba a pasar? ¿Qué influencia tendrían Zuko y Azula en todo esto? ¿Qué es lo que me deparaba el futuro? Pero… Más importante, ¿qué es lo que respondería ella o que haría?... Guardé silencio y solo esperaría su respuesta.
- Resumen:
- Un poco de relleno, ataque al restaurant para, en teoría, distraer a Azula. Hablar con Milena, sin saber si Zuko llega antes que él a donde está.
- Técnica usada:
- SHIGURE SOEN RYU: SECOND OFENSIVE FORM: BLAST:
- Usando sus dos espadas, Ushio es capaz de crear dos poderosas ondas de corte hechas de fuego. Éstas tienen la cualidad de que cuando impacten con algo, generan una poderosa explosión de fuego.
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Pues en verdad no, no recuerdo el nombre del chico pelirrojo, ni siquiera si lo había nombrado ya, pero dada su contestación he de imaginar que si. Bueno, lo seguiré llamando pelirrojo. Bebía mi refresco, y aunque feliz, pensaba en lo sucedido, en lo que hubiera podido ser y no fue. Maldita sea. Desconecté mis pensamientos cuando un individuo salto del tejado del restaurante a la playa y se dirigió al lugar de la faena, la cual miré con atención. Vi como la chica tras golpear la tierra (hoy se la teníamos jurada a esa playa) se largo hacia el bosque con paso ligero. El saltarín llego hasta donde se encontraba mi salvador, lo saludo y empezó a seguir a la pelirroja. Cuando me giré para comentar lo sucedido con el joven, este se estaba levantando dispuesto a irse. No le pregunté a donde, este me aconsejo que me fuera por el futuro de la situación.
-Tu tranquilo. Me gusta ver la guerra en primera fila.- comente terminando la bebida.
La cosa se estaba poniendo aburrida y ya no me quedaba nada que hacer en aquel bar, o dicho de otras palabras, no me quedaba ni dinero ni clientes que me invitaran, las mesas de mi alrededor se habían vaciado. Cansado del silencio y del sol decidí volver a la playa a conocer a mi héroe. Me dispuse a salir de la terraza del restaurante cuando vi como una hermosa chica se acercaba al hombre alado lo que hizo que me detuviera y me fijara mejor. Esa le dijo algo pero el chico paso de ella, parecía bastante cansado y agobiado, puede que por lo sucedido con la pelirroja. De repente el pelinegro saco sus dos espadas "¿Acaso pretendía pelearse con la recién llegada?". Un fuego rodeo ambas espadas, se preparó y lanzó dos ondas dirección al restaurante. Mis ojos se abrieron de par en par con las pupilas fijas en el fuego que buscaba mi muerte (pues dudo que el alado se la tuviera jugada a alguno de estos turistas). Mi instinto me hizo empezar a correr en dirección contaría saltando por encima de todas las mesas hasta entrar dentro del restaurante. Aparte a un par de clientes, salté apoyándome en la barra y atravesé la ventana que comunicaba con la cocina justo cuando las ondas chocaron con la pared exterior del local al intentar entrar al restaurante. Caí de espaldas y me cubrí la cara con los brazos cuando la combustión paso por encima dejando un bonito color negro en el techo.
Salí de la cocina y me asome al bar viendo como estaba todo destruido y quemado, algunos clientes incinerados y el resto corría despavorido. El que parecía el dueño del bar lloraba arrodillado en una esquina. Lo único que pude hacer fue acercarme, tocarle el hombro y disculparme; al fin y al cabo puede que yo tuviera algo de culpa, pero solo algo. Mientras salia del bar fui mirando haber si podía beneficiarme de algo, pero todo lo que valía la pena y no pertenecía a un vivo estaba calcinado. Salí a la terraza donde había más de lo mismo y eche una mirada a la playa donde esperaba encontrarme al destructor con la intención de cantarle las cuarenta. "Primero la sádica y ahora el novio. Tal para cual, el caso era acabar con un pobre pistolero.". En la playa solo se encontraba la joven que había llegado por ultimo a la fiesta y debido a que parecía conocer al destructor decidí hablar con ella. Una vez más sabia que mis posibilidades de vencer eran más bien pocas, pero, una vez más, no podía quedarme de brazos cruzados.
-Oye tu.- me dirigí a la chica al encontrarme a pocos metros de esta, y al ver su belleza olvide al alado.- eh... Hola. Si lo se. Te preguntaras como he sobrevivido a eso de ahí atrás. Bueno, soy un tipo dificil de matar.- alardee para dar una buena impresión.
-Tu tranquilo. Me gusta ver la guerra en primera fila.- comente terminando la bebida.
La cosa se estaba poniendo aburrida y ya no me quedaba nada que hacer en aquel bar, o dicho de otras palabras, no me quedaba ni dinero ni clientes que me invitaran, las mesas de mi alrededor se habían vaciado. Cansado del silencio y del sol decidí volver a la playa a conocer a mi héroe. Me dispuse a salir de la terraza del restaurante cuando vi como una hermosa chica se acercaba al hombre alado lo que hizo que me detuviera y me fijara mejor. Esa le dijo algo pero el chico paso de ella, parecía bastante cansado y agobiado, puede que por lo sucedido con la pelirroja. De repente el pelinegro saco sus dos espadas "¿Acaso pretendía pelearse con la recién llegada?". Un fuego rodeo ambas espadas, se preparó y lanzó dos ondas dirección al restaurante. Mis ojos se abrieron de par en par con las pupilas fijas en el fuego que buscaba mi muerte (pues dudo que el alado se la tuviera jugada a alguno de estos turistas). Mi instinto me hizo empezar a correr en dirección contaría saltando por encima de todas las mesas hasta entrar dentro del restaurante. Aparte a un par de clientes, salté apoyándome en la barra y atravesé la ventana que comunicaba con la cocina justo cuando las ondas chocaron con la pared exterior del local al intentar entrar al restaurante. Caí de espaldas y me cubrí la cara con los brazos cuando la combustión paso por encima dejando un bonito color negro en el techo.
Salí de la cocina y me asome al bar viendo como estaba todo destruido y quemado, algunos clientes incinerados y el resto corría despavorido. El que parecía el dueño del bar lloraba arrodillado en una esquina. Lo único que pude hacer fue acercarme, tocarle el hombro y disculparme; al fin y al cabo puede que yo tuviera algo de culpa, pero solo algo. Mientras salia del bar fui mirando haber si podía beneficiarme de algo, pero todo lo que valía la pena y no pertenecía a un vivo estaba calcinado. Salí a la terraza donde había más de lo mismo y eche una mirada a la playa donde esperaba encontrarme al destructor con la intención de cantarle las cuarenta. "Primero la sádica y ahora el novio. Tal para cual, el caso era acabar con un pobre pistolero.". En la playa solo se encontraba la joven que había llegado por ultimo a la fiesta y debido a que parecía conocer al destructor decidí hablar con ella. Una vez más sabia que mis posibilidades de vencer eran más bien pocas, pero, una vez más, no podía quedarme de brazos cruzados.
-Oye tu.- me dirigí a la chica al encontrarme a pocos metros de esta, y al ver su belleza olvide al alado.- eh... Hola. Si lo se. Te preguntaras como he sobrevivido a eso de ahí atrás. Bueno, soy un tipo dificil de matar.- alardee para dar una buena impresión.
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La pelirroja continuaba caminando con una expresión seria en el rostro. El líquido carmesí continuaba bajando por su frente. Sus ojos mostraban odio. Era el momento, quería tener el poder para arrasar con todo. En cuanto volviese a su base, comería aquella fruta del diablo. Iba a arriesgarse. Era la última vez que una presa se le escapaba por culpa de terceros. Sus pasos eran bastante rápidos. No tardó mucho en meterse dentro del bosque. Allí pensaba tumbarse un rato ella sola. No quería saber nada de nadie, y menos después del cabreo que llevaba. Las venas de su frente estaban bastante marcadas, todo debido a la rabia que sentía. El corazón le latía bastante rápido, necesitaba relajarse o le iba a dar algo. Sus pulsaciones iban disparadas. Tampoco pensaba mucho en su salud. Si le pasaba algo, le iba a dar lo mismo. El dolor no era algo que le importase experimentar de vez en cuando. Siempre había tenido que soportarlo desde pequeña, por lo que ya pasaba de todo.
En ese momento escuchó una tremenda explosión. Miró hacia atrás, pudiendo ver como el restaurante estaba ardiendo. Ahora no había testigos, podía ir, y rematar a aquel tipo con pistolas. Chasqueó la lengua, y entonces vio a un tipo de unos metros. La estaba siguiendo. La pelirroja entonces llevó la mano derecha a su katana. Le daba lo mismo tener que usarla. Trató de activar su aura de velocidad, pero no pudo hacerlo. Aquello la hizo fruncir el ceño. Su poder no estaba renovado. Todo por culpa del moreno. De todas formas, le quedaba poco para tenerlo operativo de nuevo. Entonces podría usar su bestial velocidad de nuevo. Miró con seriedad a aquel tipo que se acercaba a ella. Parecía ser moreno, pero vestía con ropas normales. A lo mejor era un hombre que estaba de paso. Si osaba pararse a su lado, trataría de partirlo en dos. Continuaba más mosqueada que un demonio. Su respiración poco a poco, iba mejorando bastante. A lo mejor era por eso que, estaba tranquilizándose. Pero después del odio, viene la indiferencia, y las locuras.
Entonces apareció Ushio. Joder, ella había dicho que quería estar sola. No era muy complicado, encima no la hacían caso. Cuando empezó a hablarle, sacó su espada, imbuyéndola en haki armadura, y lanzándose contra el chico. Se disponía a cortarle un brazo, o al menos a intentarlo, cuando de repente escuchó sus palabras. Se frenó en seco y dirigió una infernal mirada al hombre de los dos metros, por si había hecho algo. Entonces se dio la vuelta de nuevo, soltando un potente suspiro. No podía creer lo que había escuchado de parte del pirata. En ese momento escondió su arma, y apretó los puños. – Mi orgullo continua herido. Quiero una disculpa de ese pistolero, y ver en su cuerpo el corte que evitaste, a la misma potencia que iba. Después quiero un abrazo… – Una vez dijo lo último, cerró los ojos, sentándose en una enorme roca y agachando la cabeza. No iba a permitir que su presa se fuera de rositas. Después le dirigió una mirada al enorme hombre de dos metros que estaba allí. – Un ciudadano normal, no se acercaría a mí después de lo pasado ¿Quién eres? – Dijo entonces de forma seria, notando como la sangre goteaba desde su barbilla al cuello.
En ese momento escuchó una tremenda explosión. Miró hacia atrás, pudiendo ver como el restaurante estaba ardiendo. Ahora no había testigos, podía ir, y rematar a aquel tipo con pistolas. Chasqueó la lengua, y entonces vio a un tipo de unos metros. La estaba siguiendo. La pelirroja entonces llevó la mano derecha a su katana. Le daba lo mismo tener que usarla. Trató de activar su aura de velocidad, pero no pudo hacerlo. Aquello la hizo fruncir el ceño. Su poder no estaba renovado. Todo por culpa del moreno. De todas formas, le quedaba poco para tenerlo operativo de nuevo. Entonces podría usar su bestial velocidad de nuevo. Miró con seriedad a aquel tipo que se acercaba a ella. Parecía ser moreno, pero vestía con ropas normales. A lo mejor era un hombre que estaba de paso. Si osaba pararse a su lado, trataría de partirlo en dos. Continuaba más mosqueada que un demonio. Su respiración poco a poco, iba mejorando bastante. A lo mejor era por eso que, estaba tranquilizándose. Pero después del odio, viene la indiferencia, y las locuras.
Entonces apareció Ushio. Joder, ella había dicho que quería estar sola. No era muy complicado, encima no la hacían caso. Cuando empezó a hablarle, sacó su espada, imbuyéndola en haki armadura, y lanzándose contra el chico. Se disponía a cortarle un brazo, o al menos a intentarlo, cuando de repente escuchó sus palabras. Se frenó en seco y dirigió una infernal mirada al hombre de los dos metros, por si había hecho algo. Entonces se dio la vuelta de nuevo, soltando un potente suspiro. No podía creer lo que había escuchado de parte del pirata. En ese momento escondió su arma, y apretó los puños. – Mi orgullo continua herido. Quiero una disculpa de ese pistolero, y ver en su cuerpo el corte que evitaste, a la misma potencia que iba. Después quiero un abrazo… – Una vez dijo lo último, cerró los ojos, sentándose en una enorme roca y agachando la cabeza. No iba a permitir que su presa se fuera de rositas. Después le dirigió una mirada al enorme hombre de dos metros que estaba allí. – Un ciudadano normal, no se acercaría a mí después de lo pasado ¿Quién eres? – Dijo entonces de forma seria, notando como la sangre goteaba desde su barbilla al cuello.
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Me crucé de brazos y me detuve al escuchar a Ushio. Siempre era un buen momento para hablar con la familia, pensé. ¿Qué iba a hacer? El hecho de que sacase las espadas no me gustaba y más en un lugar como este. Por un momento creí que me atacaría nada más verme, lo cual sería un poco desagradable, pero su ataque se dirigió hacia aquel restaurante. Este chico era un idiota sin remedio. ¿Cómo atacaba un lugar así en público? Imbécil... corrí hasta él, pero escapó, aunque antes pude escuchar sus palabras. Sonreí. Ahora me tocaba arreglar todo esto, el restaurante estaba en llamas, por suerte no había gente cerca herida.
Miré por los lados en busca de gente que necesitase ayuda, por suerte solo había un hombre pelirrojo alejado de la zona, lo observé durante unos segundos hasta que un muchacho trató de captar mi atención. Me giré y arqueé una ceja. ¿A qué venía aquel comentario? No me importaba para nada si había sobrevivido o muerto, yo solo cumplía el deber de proteger, aunque esto me hizo pensar.
No había nadie en la zona que viese el ataque que había hecho el estúpido de Ushio, tan solo aquel pelirrojo y este muchacho. Quizás tratase con él más tarde si decidía meterse en mis planes, pero esperaba que no, y yo que quería ser hoy humilde. Después de analizar al hombre con la mirada creí que sería buena idea usar lo que había pensado. Una vez el chico terminó de hablar intenté no reírme, aquello último había sido demasiado gracioso. Zuko le hubiese puesto en su sitio, pero era una lástima que no estuviese aquí así que me tocaba hacerlo a mí.
-¿Quieres que comprobemos de verdad si eres difícil de matar o no? - Apreté el puño. - Te has metido en un buen lío, chico. Estás en el centro de todo este caos. ¿Crees que vas a salir indemne de esto? Te recomiendo que te quedes aquí, o sino me veré obligada a detenerte por no acatar las órdenes de una agente del gobierno y quien dice detener a lo mejor se me escapa un matar, piénsatelo. - Dije con una dulce sonrisa.
Quería que sintiese miedo. De vez en cuando echaba miradas de reojo al hombre pelirrojo. En mis ojos se podía entender que no quería que ayudase al chico a defenderse. Con mis influencias le podrían caer al que me habló unos buenos millones, además si se enfadaba y me atacaba se llevaría una lección. Todo iba como planeaba, que bien sentaba cuando las cosas iban a tu favor. Solo esperaba que regresara Ushio, tenía muchas cosas que... hablar con él.
Miré por los lados en busca de gente que necesitase ayuda, por suerte solo había un hombre pelirrojo alejado de la zona, lo observé durante unos segundos hasta que un muchacho trató de captar mi atención. Me giré y arqueé una ceja. ¿A qué venía aquel comentario? No me importaba para nada si había sobrevivido o muerto, yo solo cumplía el deber de proteger, aunque esto me hizo pensar.
No había nadie en la zona que viese el ataque que había hecho el estúpido de Ushio, tan solo aquel pelirrojo y este muchacho. Quizás tratase con él más tarde si decidía meterse en mis planes, pero esperaba que no, y yo que quería ser hoy humilde. Después de analizar al hombre con la mirada creí que sería buena idea usar lo que había pensado. Una vez el chico terminó de hablar intenté no reírme, aquello último había sido demasiado gracioso. Zuko le hubiese puesto en su sitio, pero era una lástima que no estuviese aquí así que me tocaba hacerlo a mí.
-¿Quieres que comprobemos de verdad si eres difícil de matar o no? - Apreté el puño. - Te has metido en un buen lío, chico. Estás en el centro de todo este caos. ¿Crees que vas a salir indemne de esto? Te recomiendo que te quedes aquí, o sino me veré obligada a detenerte por no acatar las órdenes de una agente del gobierno y quien dice detener a lo mejor se me escapa un matar, piénsatelo. - Dije con una dulce sonrisa.
Quería que sintiese miedo. De vez en cuando echaba miradas de reojo al hombre pelirrojo. En mis ojos se podía entender que no quería que ayudase al chico a defenderse. Con mis influencias le podrían caer al que me habló unos buenos millones, además si se enfadaba y me atacaba se llevaría una lección. Todo iba como planeaba, que bien sentaba cuando las cosas iban a tu favor. Solo esperaba que regresara Ushio, tenía muchas cosas que... hablar con él.
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