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El cielo estaba nublado y parecía arremeter poderosamente con su aliento todo lo que encontraba en el camino. La gente intentaba protegerse para no ser golpeada por cualquier objeto que violentamente mandaba por los aires. El mar se sacudía y los barcos se agitaban con él pero el Capitán Berbeno no le temía al viento ni a los horribles tornados que se podían formar en alta mar. Era un hombre de mediana edad, quizás unos cincuenta, muy valiente pero su valentía la pagaba con su estupidez. Sin embargo no era el único idiota que quería salir a navegar con ese clima. Ryan subió al barco creyendo, y teniendo muchas esperanzas, de que la marejada terminaría pronto. Tenía prisa. Hace unos días le había llegado una extraña orden de buscar a una pirata que podía tener información valiosa, de momento no era nada más que un rumor pero los superiores estaban ansiosos de saber si era verdad o no por lo que mandaron al chico a inspeccionar.
El barco era de lo más normal. Madera café un poco sucia, dos velas enormes de color pastel y la figura de un cerdo comiendo una manzana. Eran simplemente unos mercaderes que deambulaban de isla en isla comprando lo mejor y vendiendo lo peor a un altísimo precio que la gente pagaba gustosamente; la ignorancia termina siendo muy pero muy cara. Todo indicaba que no soportaría la ventisca que arremetería pero los valerosos hombres no le temían. La soberbia del hombre no tenía límites.
Ryan se encontraba un poco nervioso y algo abrigado, a pesar de que su cuerpo era casi inmune al frio le gustaba verse bien y con esa enorme chaqueta café acompañada con pieles sintéticas creía verse de lo más cool. Sacó un cigarrillo y lo prendió con dificultad con todo el movimiento. Miró al cielo.
“Si fuera creyente de algo... este sería un buen momento para rezar. Pero la verdad es que no creía en nada.”
El barco zarpó con algunas dificultades pero nada del otro mundo, no hasta el momento. Pasaron unos minutos cuando el viento se puso aún más violento. El capitán del barco seguía muy confiado mientras que su navegante le suplicaba que se devolvieran y esperaran hasta que la tormenta pasara. Entre eso Ryan escuchó la conversación y sin valorar su vida se entrometió en la conversación.
-Lo siento, muchacho. He pagado por este viaje y exijo llegar a tiempo.
-¡No te preocupes, chico! Llegarás a tiempo, este barco es inun...
Una fuerte ola sacudió con violencia al barco. Todos arriba de él se agitaron e incluso hubo unos que se desmayaron del susto. El capitán comenzó a dudar de si realmente llegarían, era un hombre de palabra pero empezó a valorar su vida. Le pidió al navegante que voltearan, regresarían al puerto lo más pronto posible y esperarían unas cuantas horas para que la tormenta cesara. Sin embargo el cometido fue muy tarde, nuevamente una ola y esta vez de mayor tamaño golpeó con furia el barco mandándolo despedido hasta una enorme roca.
Ryan despertó en una extraña isla, el cielo estaba despejado y no había rastro del barco. ¿Dónde se encontraba? Se levantó agitado atento a cualquier cosa. Lo único que vio fue a una chica, un poco más allá, y la verdad no le importó en nada saber si estaba viva o no. Sin embargo se replanteó la idea y fue a verla, no sabía quién era ella y ni siquiera la había visto en el barco. Se paró frente a ella y le dio una patada para despertarla, sacó un cigarrillo –que milagrosamente no se mojaron– y lo encendió.
-Eh, muchacha. Despierta, te recomiendo que lo hagas luego – dijo viendo una enorme criatura que estaba dentro del bosque.
Esta parecía un verdadero dinosaurio de color negro como la noche y unos afilados dientes. Era realmente grande, muy grande; quizá llegaba a medir treinta metros. Ryan la miró con algo de terror, si se topaba con una de esas sería comida. Nadie se querría comer a Ryan, ni siquiera intentarlo.
El barco era de lo más normal. Madera café un poco sucia, dos velas enormes de color pastel y la figura de un cerdo comiendo una manzana. Eran simplemente unos mercaderes que deambulaban de isla en isla comprando lo mejor y vendiendo lo peor a un altísimo precio que la gente pagaba gustosamente; la ignorancia termina siendo muy pero muy cara. Todo indicaba que no soportaría la ventisca que arremetería pero los valerosos hombres no le temían. La soberbia del hombre no tenía límites.
Ryan se encontraba un poco nervioso y algo abrigado, a pesar de que su cuerpo era casi inmune al frio le gustaba verse bien y con esa enorme chaqueta café acompañada con pieles sintéticas creía verse de lo más cool. Sacó un cigarrillo y lo prendió con dificultad con todo el movimiento. Miró al cielo.
“Si fuera creyente de algo... este sería un buen momento para rezar. Pero la verdad es que no creía en nada.”
El barco zarpó con algunas dificultades pero nada del otro mundo, no hasta el momento. Pasaron unos minutos cuando el viento se puso aún más violento. El capitán del barco seguía muy confiado mientras que su navegante le suplicaba que se devolvieran y esperaran hasta que la tormenta pasara. Entre eso Ryan escuchó la conversación y sin valorar su vida se entrometió en la conversación.
-Lo siento, muchacho. He pagado por este viaje y exijo llegar a tiempo.
-¡No te preocupes, chico! Llegarás a tiempo, este barco es inun...
Una fuerte ola sacudió con violencia al barco. Todos arriba de él se agitaron e incluso hubo unos que se desmayaron del susto. El capitán comenzó a dudar de si realmente llegarían, era un hombre de palabra pero empezó a valorar su vida. Le pidió al navegante que voltearan, regresarían al puerto lo más pronto posible y esperarían unas cuantas horas para que la tormenta cesara. Sin embargo el cometido fue muy tarde, nuevamente una ola y esta vez de mayor tamaño golpeó con furia el barco mandándolo despedido hasta una enorme roca.
Ryan despertó en una extraña isla, el cielo estaba despejado y no había rastro del barco. ¿Dónde se encontraba? Se levantó agitado atento a cualquier cosa. Lo único que vio fue a una chica, un poco más allá, y la verdad no le importó en nada saber si estaba viva o no. Sin embargo se replanteó la idea y fue a verla, no sabía quién era ella y ni siquiera la había visto en el barco. Se paró frente a ella y le dio una patada para despertarla, sacó un cigarrillo –que milagrosamente no se mojaron– y lo encendió.
-Eh, muchacha. Despierta, te recomiendo que lo hagas luego – dijo viendo una enorme criatura que estaba dentro del bosque.
Esta parecía un verdadero dinosaurio de color negro como la noche y unos afilados dientes. Era realmente grande, muy grande; quizá llegaba a medir treinta metros. Ryan la miró con algo de terror, si se topaba con una de esas sería comida. Nadie se querría comer a Ryan, ni siquiera intentarlo.
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Estaba enfadada. Estaba definitivamente enfadada.
Ese maldito viejo y sus estúpidas misiones aleatorias.
No eres lo suficientemente fuerte, decía. Necesitas entrenar en ambientes hostiles, decía. Así que súbete a ese barco, a ver dónde te lleva, y luego apáñatelas para volver, decía...
Me había colado como polizona en el barco sin muchos problemas, ya que se trataba de un barco de mercancías o algo por el estilo, así que no contaba con la misma seguridad que un barco pirata, o un barco de la marina, o un barco de mercenarios.
Y ahora me encontraba en la bodega del barco mercante, encajada entre varias cajas e intentando evitar que los golpes súbitos y los movimientos bruscos no me rompiesen las costillas.
Desde la bodega no podía ver el exterior, y tampoco quería arriesgarme a salir de allí porque prefería evitar conflictos innecesarios, pero por los bruscos vaivenes del barco podía intuir que el tiempo no acompañaba. O eso, o el navegante tenía tantos conocimientos de navegación como yo.
Un movimiento mucho más brusco que los demás hizo que se me cayesen varias cajas encima, y me empujó hacia adelante sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Debía haber sido una ola bastante fuerte, así que la marejada estaba dificultando las maniobras del barco. Probablemente las nubes negras que había visto antes de colarme al interior de la nave se habían convertido en una tempestad de la que no cualquier navegante puede salir airoso.
Un nuevo golpe arrastró la embarcación con brusquedad y las cajas se resbalaron por el suelo de madera, arrastrándome hasta una esquina con ellas. La pared que tenía a mis espaldas emitió un desagradable crujido entonces, justo antes de romperse. Para cuando pude darme la vuelta para ver lo que había sucedido, un aluvión de agua me salpicó la cara.
Con una nueva ola violenta, las cajas me empujaron hacia el agujero que se había formado, así que me agarré a una como si mi vida dependiese de ello y salí al mar.
Porque mi vida dependía de ello. No podía nadar, y el agua salada del mar me debilitaba considerablemente. No me encontraba en el mejor escenario posible, precisamente.
Maldiciendo al viejo en mi cabeza, me situé sobre la caja y me agarré con fuerza a la mojada y resbalosa madera, intentando no salir disparada debido al fuerte oleaje que arrastraba la caja hacia un lugar desconocido.
Me sentía impotente, y no podía hacer más que sujetarme y esperar que la caja llegase a tierra firme. Si me llevaba mar adentro, estaba acabada.
El oleaje me bañó y me empapó de arriba abajo, al tiempo que luchaba por no perder la poca fuerza que me quedaba.
Tras unos minutos borrosos y un remolino de lluvia, viento, olas y sacudidas, la caja fue propulsada hacia tierra firme y caí de bruces sobre lo que parecía ser arena mojada.
Ah, me había salvado de milagro. Menos mal...
Agotada, debilitada, empapada y mentalmente exhausta, me rendí a los brazos de Morfeo y perdí el conocimiento.
Desperté al notar que alguien me golpeaba el costado, y pude oír una voz lejana.
Tenía la boca pastosa y con sabor a sal, el pelo apelmazado y olía a salitre que tiraba para atrás. Abrí los ojos para encontrarme boca abajo sobre la arena, y me incorporé con cuidado mirando a mi alrededor, antes de escupir agua salada.
La caja no estaba por ninguna parte. Probablemente el fuerte oleaje se la había llevado mar adentro de nuevo. Y yo estaba en lo que parecía una playa, o una ensenada. Una ensenada natural creada por el oleaje y la constante erosión de las rocas.
A mis espaldas, el mar, que todavía parecía algo enfadado, aunque desde luego no tanto como yo. Delante de mí, algún tipo de bosque selvático que me hizo pensar que me encontraba en una isla de clima tropical. A mi izquierda, la ensenada se extendía a lo largo de la costa y efectuaba una curva un poco más allá que me obligaría a internarme en la selva. Y, a mi derecha, olor a tabaco procedente del cigarrillo que se estaba fumando un joven, probablemente el que me había pegado.
Me incorporé y me limpié la arena de los pantalones cortos.
- ¿Te parece esa manera de despertar a la gente? ¿Quién te crees que eres, para ir dando patadas por ahí? -salté antes de fulminarlo con la mirada. Pero el joven rubio estaba mirando fijamente hacia otra parte.
Seguí su mirada hacia el interior de la selva, para toparme con una criatura reptiliana enorme, cubierta de brillantes escamas negras. Debía medir al menos treinta metros, tenía una construcción ósea robusta y equilibrada y la boca repleta de afilados dientes. Nunca había visto a una criatura así.
-¡Oh, enorme y preciosa criatura! -exclamé, emocionada, extendiendo mis brazos hacia ella-. Nunca había visto algo como tú. ¿Eres carnívora? ¿O quizá herbívora? ¿Has venido siguiendo nuestro olor? Entonces debes ser carnívora. Carnívora, enorme y preciosa... ¿Estás en la cima alimenticia de esta isla? Oh, si pudiera diseccionarte... -continué, dejándome llevar por mi sed de conocimientos innata. Pero no era momento de quedarse allí parada viendo cómo esa enorme y hermosa criatura se acercaba, ¿no?-. Ah, acabo de recordar que no me gustan los reptiles. No eres más que un lagarto enorme, ahora que te miro bien... -añadí, antes de estremecerme-. Ha sido un placer conocerte, pero esto no va a funcionar. No soy yo, eres tú. ¡Bye bye! -terminé hablando con rapidez, antes de echar a correr todo lo rápido que me dejaban mis piernas en dirección a mi derecha.
Una vez allí tenía que meterme en el bosque, y la maleza y la vegetación podían servirme de ayuda para escapar de ese asqueroso y enorme bicho. Desde luego, quedarse en campo abierto y con el mar a mis espaldas como única vía de escape no era buena idea. Así que eché a correr, ignorando completamente al rubiales fumador. Si se quedaba allí me venía de perlas, porque podía entretener al bicho lo suficiente como para darme tiempo y esconderme en alguna parte. ¿Eso significaba usarlo como carnada? Bueno, me había pegado una patada, así que no me caía bien.
Que no sea capaz de sentir dolor no implica que no me salgan moretones. O que no sienta el golpe.
Se merecía un castigo por ser maleducado. Aunque tenía que ser muy valiente o muy idiota, o las dos cosas, para quedarse y luchar contra semejante bicho.
Pude escuchar al enorme animal emitiendo un rugido de enfado, probablemente molesto al ver que su presa huía de él.
"Tú no eres el único que tiene hambre, lagarto gigante asqueroso. Me rugen las tripas...", pensé para mis adentros, ya internándome en la selva.
Ese maldito viejo y sus estúpidas misiones aleatorias.
No eres lo suficientemente fuerte, decía. Necesitas entrenar en ambientes hostiles, decía. Así que súbete a ese barco, a ver dónde te lleva, y luego apáñatelas para volver, decía...
Me había colado como polizona en el barco sin muchos problemas, ya que se trataba de un barco de mercancías o algo por el estilo, así que no contaba con la misma seguridad que un barco pirata, o un barco de la marina, o un barco de mercenarios.
Y ahora me encontraba en la bodega del barco mercante, encajada entre varias cajas e intentando evitar que los golpes súbitos y los movimientos bruscos no me rompiesen las costillas.
Desde la bodega no podía ver el exterior, y tampoco quería arriesgarme a salir de allí porque prefería evitar conflictos innecesarios, pero por los bruscos vaivenes del barco podía intuir que el tiempo no acompañaba. O eso, o el navegante tenía tantos conocimientos de navegación como yo.
Un movimiento mucho más brusco que los demás hizo que se me cayesen varias cajas encima, y me empujó hacia adelante sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Debía haber sido una ola bastante fuerte, así que la marejada estaba dificultando las maniobras del barco. Probablemente las nubes negras que había visto antes de colarme al interior de la nave se habían convertido en una tempestad de la que no cualquier navegante puede salir airoso.
Un nuevo golpe arrastró la embarcación con brusquedad y las cajas se resbalaron por el suelo de madera, arrastrándome hasta una esquina con ellas. La pared que tenía a mis espaldas emitió un desagradable crujido entonces, justo antes de romperse. Para cuando pude darme la vuelta para ver lo que había sucedido, un aluvión de agua me salpicó la cara.
Con una nueva ola violenta, las cajas me empujaron hacia el agujero que se había formado, así que me agarré a una como si mi vida dependiese de ello y salí al mar.
Porque mi vida dependía de ello. No podía nadar, y el agua salada del mar me debilitaba considerablemente. No me encontraba en el mejor escenario posible, precisamente.
Maldiciendo al viejo en mi cabeza, me situé sobre la caja y me agarré con fuerza a la mojada y resbalosa madera, intentando no salir disparada debido al fuerte oleaje que arrastraba la caja hacia un lugar desconocido.
Me sentía impotente, y no podía hacer más que sujetarme y esperar que la caja llegase a tierra firme. Si me llevaba mar adentro, estaba acabada.
El oleaje me bañó y me empapó de arriba abajo, al tiempo que luchaba por no perder la poca fuerza que me quedaba.
Tras unos minutos borrosos y un remolino de lluvia, viento, olas y sacudidas, la caja fue propulsada hacia tierra firme y caí de bruces sobre lo que parecía ser arena mojada.
Ah, me había salvado de milagro. Menos mal...
Agotada, debilitada, empapada y mentalmente exhausta, me rendí a los brazos de Morfeo y perdí el conocimiento.
Desperté al notar que alguien me golpeaba el costado, y pude oír una voz lejana.
Tenía la boca pastosa y con sabor a sal, el pelo apelmazado y olía a salitre que tiraba para atrás. Abrí los ojos para encontrarme boca abajo sobre la arena, y me incorporé con cuidado mirando a mi alrededor, antes de escupir agua salada.
La caja no estaba por ninguna parte. Probablemente el fuerte oleaje se la había llevado mar adentro de nuevo. Y yo estaba en lo que parecía una playa, o una ensenada. Una ensenada natural creada por el oleaje y la constante erosión de las rocas.
A mis espaldas, el mar, que todavía parecía algo enfadado, aunque desde luego no tanto como yo. Delante de mí, algún tipo de bosque selvático que me hizo pensar que me encontraba en una isla de clima tropical. A mi izquierda, la ensenada se extendía a lo largo de la costa y efectuaba una curva un poco más allá que me obligaría a internarme en la selva. Y, a mi derecha, olor a tabaco procedente del cigarrillo que se estaba fumando un joven, probablemente el que me había pegado.
Me incorporé y me limpié la arena de los pantalones cortos.
- ¿Te parece esa manera de despertar a la gente? ¿Quién te crees que eres, para ir dando patadas por ahí? -salté antes de fulminarlo con la mirada. Pero el joven rubio estaba mirando fijamente hacia otra parte.
Seguí su mirada hacia el interior de la selva, para toparme con una criatura reptiliana enorme, cubierta de brillantes escamas negras. Debía medir al menos treinta metros, tenía una construcción ósea robusta y equilibrada y la boca repleta de afilados dientes. Nunca había visto a una criatura así.
-¡Oh, enorme y preciosa criatura! -exclamé, emocionada, extendiendo mis brazos hacia ella-. Nunca había visto algo como tú. ¿Eres carnívora? ¿O quizá herbívora? ¿Has venido siguiendo nuestro olor? Entonces debes ser carnívora. Carnívora, enorme y preciosa... ¿Estás en la cima alimenticia de esta isla? Oh, si pudiera diseccionarte... -continué, dejándome llevar por mi sed de conocimientos innata. Pero no era momento de quedarse allí parada viendo cómo esa enorme y hermosa criatura se acercaba, ¿no?-. Ah, acabo de recordar que no me gustan los reptiles. No eres más que un lagarto enorme, ahora que te miro bien... -añadí, antes de estremecerme-. Ha sido un placer conocerte, pero esto no va a funcionar. No soy yo, eres tú. ¡Bye bye! -terminé hablando con rapidez, antes de echar a correr todo lo rápido que me dejaban mis piernas en dirección a mi derecha.
Una vez allí tenía que meterme en el bosque, y la maleza y la vegetación podían servirme de ayuda para escapar de ese asqueroso y enorme bicho. Desde luego, quedarse en campo abierto y con el mar a mis espaldas como única vía de escape no era buena idea. Así que eché a correr, ignorando completamente al rubiales fumador. Si se quedaba allí me venía de perlas, porque podía entretener al bicho lo suficiente como para darme tiempo y esconderme en alguna parte. ¿Eso significaba usarlo como carnada? Bueno, me había pegado una patada, así que no me caía bien.
Que no sea capaz de sentir dolor no implica que no me salgan moretones. O que no sienta el golpe.
Se merecía un castigo por ser maleducado. Aunque tenía que ser muy valiente o muy idiota, o las dos cosas, para quedarse y luchar contra semejante bicho.
Pude escuchar al enorme animal emitiendo un rugido de enfado, probablemente molesto al ver que su presa huía de él.
"Tú no eres el único que tiene hambre, lagarto gigante asqueroso. Me rugen las tripas...", pensé para mis adentros, ya internándome en la selva.
- Off rol:
Aún no me han validado el diario pero deberían hacerlo tarde o temprano, así que actúo como si fuese usuaria de akuma.
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Imponente se alzaba la enorme bestia, enfadad con todo. Sus rugidos eran como escandalosos truenos y su caminata parecía un verdadero terremoto que arremetía violentamente contra el suelo. No había razón alguna para quedarse luchando contra algo tan grande, además, no tenía ganas de luchar contra esa cosa; por otra parte vio como la chica que había pateado anteriormente corría despavorida. Le parecía un tanto... extraña. ¿Su diálogo con la criatura? Vamos, que eso no es normal. Apagó el cigarro y emprendió la huida de su vida.
Se adentró a la espesa vegetación de la selva esperando perder a la bestia y efectivamente fue así. Era tiempo para replantearse la situación y analizar en que estaba, quizás saber un donde ya que el “porque” no era necesario: era más que obvio. Su misión desde luego había fracasado... o eso creía. Primero que todo debía saber lo elemental de la isla en donde se encontraba, por supuesto que estaba en una isla; eso era más que obvio. Segundo, el tipo de vegetación y el clima. Hacía calor y parecía algo tropical, más que nada selva. Tercero y no menos importante: el tipo de comida; recorrió en busca de frutas para entender en donde se encontraba pero no encontró nada más que bananas y más bananas. Quizás más en el corazón de la isla las cosas serían distintas. Cuarto, y lo esencial, los peligros a los que se enfrentaba y con peligros quiere decir criaturas como la enorme bestia que se alzaba violentamente hacia él.
Había otros detalles que rescatar. Como por ejemplo la muchacha, si era la única sobreviviente del barco debía buscarla y hacerle unas cuantas preguntas; quizás tenía información valiosa y eso, sobre todo para un hombre como Ryan, le serviría suficiente para entender algunas cosas. La comida no le preocupaba mucho la verdad; su cuerpo era fuerte y resistente, su metabolismo era muy lento y había comido hace unas horas atrás por lo que no necesitaría comer dentro de unos cuantos días y con solo una fruta podía recuperar sus energías. Pero la sangre... oh, querida y escasa sangre. ¿Dónde la encontraría? Sabía que la sangre animal le ayudaba pero no tanto como la sangre humana que es lo que más necesitaba, su cuerpo se lo exigía. Por suerte aún tenía la chica que hasta ese momento no la veía de otra forma que no fuera como un banco de sangre.
-Mierda... varado en esta isla sin suficientes cigarrillos ni hierba. ¿Qué haré? – preguntó mientras caminaba, probablemente en círculos – ¡¡¡Maldición!!!
Siguió avanzando hasta encontrarse con lo que parecía ser una enorme tortuga. Tenía el tamaño de una casa, unos enormes ojos cansados y un bigote blanco... espera, ¿un bigote blanco? ¡Sí! Tenía un bigote blanco la misteriosa criatura. Esta miró al muchacho y no solo tenía bigote sino que también tenía una pipa que sujetaba con sus extrañas patas, que por casualidad no tenían pulgares así que... hay cosas que sencillamente se desprenden de nuestro entendimiento. En fin, era una enorme pipa de madera y por el olor que emanaba el humo no podía ser nada más que hierba. ¿Acaso estaba en el infierno? ¿En el cielo? ¡No lo sabía pero le encantaba! Jamás había visto una tortuga fumando, de hecho jamás había visto una tortuga de ese tamaño y menos con un bigote como ese.
-¡Eh, humano! – dijo con voz ronca – ¿Quieres un poco?
Ryan la quedó mirando fascinado. No se encantaba con muchas cosas pero sencillamente no había que decir nada... era fabulosa.
-Te acepto unas cuantas quemadas, Tortuga-sama.
Hay que entender que Ryan jamás usa los honoríficos japoneses pero por lo fascinado que estaba en ese momento lo usó casi alabando a la enorme tortuga.
-¿Cómo te llamas? – Preguntó ella.
Aún no lo había asimilado del todo. ¿Una tortuga parlanchina que fumaba hierba y usaba un bigote? ¡Algo raro sucedía en esa isla! Tenía que descubrirlo todo.
-¿Cómo hablas? ¿Qué eres? Me llamo Ryan, pero me puedes llamar R. ¿Cuál es tu nombre?
-¿Mi nombre? Soy Tortuga. Los nombres nos encierran en algo que realmente no somos... somos más que un nombre, más que una definición.
La tortuga tenía los ojos increíblemente rojos, al igual que su nuevo amigo. Quedaron charlando un rato hasta que el muchacho le contó todo lo que había sucedido; la tortuga le advirtió que tuviera cuidado ya que en esa isla había mucho tipo de criaturas y la gran mayoría eran hostiles ante cualquier criatura. Ryan le pidió que lo acompañara y esta accedió con felicidad, era un ser extremadamente relajado y alegre. Además contaba chistes muy buenos. El chico se subió al caparazón de esta y empezaron a caminar en busca de la chica. A pesar del mito que se cree generalmente que las tortugas son seres muy lentos, Tortuga desafiaba y rompía ese mito; avanzaba muy rápido la verdad.
Finalmente encontraron a la chica que, por alguna casualidad de la vida, no estaba a más de quince minutos de donde estaba Ryan. El chico, mientras tomaba algo de agua, la miró y le habló.
-¡Eh! Tú – la apuntó con el dedo – Tengo que hacerte unas cuantas preguntas. ¿Quién eres y por qué estabas en el barco? No te vi en el barco y créeme, los vi a todos e incluso recuerdo todos sus rostros... pero tú simplemente no estabas. ¿Quién eres? – La mirada de Ryan se puso seria.
Se bajó de la tortuga y se puso en posición de defensa esperando cualquier ataque repentino de la muchacha. La miró directamente a los ojos y podía ver algo en ella que no le gustaba mucho, era una verdadera niña. Sacó un cigarrillo, se lo llevó a la boca y lo encendió. Antes de un buen combate siempre era recomendable fumar un cigarrillo, receta propia del no Doctor Ryan.
Se adentró a la espesa vegetación de la selva esperando perder a la bestia y efectivamente fue así. Era tiempo para replantearse la situación y analizar en que estaba, quizás saber un donde ya que el “porque” no era necesario: era más que obvio. Su misión desde luego había fracasado... o eso creía. Primero que todo debía saber lo elemental de la isla en donde se encontraba, por supuesto que estaba en una isla; eso era más que obvio. Segundo, el tipo de vegetación y el clima. Hacía calor y parecía algo tropical, más que nada selva. Tercero y no menos importante: el tipo de comida; recorrió en busca de frutas para entender en donde se encontraba pero no encontró nada más que bananas y más bananas. Quizás más en el corazón de la isla las cosas serían distintas. Cuarto, y lo esencial, los peligros a los que se enfrentaba y con peligros quiere decir criaturas como la enorme bestia que se alzaba violentamente hacia él.
Había otros detalles que rescatar. Como por ejemplo la muchacha, si era la única sobreviviente del barco debía buscarla y hacerle unas cuantas preguntas; quizás tenía información valiosa y eso, sobre todo para un hombre como Ryan, le serviría suficiente para entender algunas cosas. La comida no le preocupaba mucho la verdad; su cuerpo era fuerte y resistente, su metabolismo era muy lento y había comido hace unas horas atrás por lo que no necesitaría comer dentro de unos cuantos días y con solo una fruta podía recuperar sus energías. Pero la sangre... oh, querida y escasa sangre. ¿Dónde la encontraría? Sabía que la sangre animal le ayudaba pero no tanto como la sangre humana que es lo que más necesitaba, su cuerpo se lo exigía. Por suerte aún tenía la chica que hasta ese momento no la veía de otra forma que no fuera como un banco de sangre.
-Mierda... varado en esta isla sin suficientes cigarrillos ni hierba. ¿Qué haré? – preguntó mientras caminaba, probablemente en círculos – ¡¡¡Maldición!!!
Siguió avanzando hasta encontrarse con lo que parecía ser una enorme tortuga. Tenía el tamaño de una casa, unos enormes ojos cansados y un bigote blanco... espera, ¿un bigote blanco? ¡Sí! Tenía un bigote blanco la misteriosa criatura. Esta miró al muchacho y no solo tenía bigote sino que también tenía una pipa que sujetaba con sus extrañas patas, que por casualidad no tenían pulgares así que... hay cosas que sencillamente se desprenden de nuestro entendimiento. En fin, era una enorme pipa de madera y por el olor que emanaba el humo no podía ser nada más que hierba. ¿Acaso estaba en el infierno? ¿En el cielo? ¡No lo sabía pero le encantaba! Jamás había visto una tortuga fumando, de hecho jamás había visto una tortuga de ese tamaño y menos con un bigote como ese.
-¡Eh, humano! – dijo con voz ronca – ¿Quieres un poco?
Ryan la quedó mirando fascinado. No se encantaba con muchas cosas pero sencillamente no había que decir nada... era fabulosa.
-Te acepto unas cuantas quemadas, Tortuga-sama.
Hay que entender que Ryan jamás usa los honoríficos japoneses pero por lo fascinado que estaba en ese momento lo usó casi alabando a la enorme tortuga.
-¿Cómo te llamas? – Preguntó ella.
Aún no lo había asimilado del todo. ¿Una tortuga parlanchina que fumaba hierba y usaba un bigote? ¡Algo raro sucedía en esa isla! Tenía que descubrirlo todo.
-¿Cómo hablas? ¿Qué eres? Me llamo Ryan, pero me puedes llamar R. ¿Cuál es tu nombre?
-¿Mi nombre? Soy Tortuga. Los nombres nos encierran en algo que realmente no somos... somos más que un nombre, más que una definición.
La tortuga tenía los ojos increíblemente rojos, al igual que su nuevo amigo. Quedaron charlando un rato hasta que el muchacho le contó todo lo que había sucedido; la tortuga le advirtió que tuviera cuidado ya que en esa isla había mucho tipo de criaturas y la gran mayoría eran hostiles ante cualquier criatura. Ryan le pidió que lo acompañara y esta accedió con felicidad, era un ser extremadamente relajado y alegre. Además contaba chistes muy buenos. El chico se subió al caparazón de esta y empezaron a caminar en busca de la chica. A pesar del mito que se cree generalmente que las tortugas son seres muy lentos, Tortuga desafiaba y rompía ese mito; avanzaba muy rápido la verdad.
Finalmente encontraron a la chica que, por alguna casualidad de la vida, no estaba a más de quince minutos de donde estaba Ryan. El chico, mientras tomaba algo de agua, la miró y le habló.
-¡Eh! Tú – la apuntó con el dedo – Tengo que hacerte unas cuantas preguntas. ¿Quién eres y por qué estabas en el barco? No te vi en el barco y créeme, los vi a todos e incluso recuerdo todos sus rostros... pero tú simplemente no estabas. ¿Quién eres? – La mirada de Ryan se puso seria.
Se bajó de la tortuga y se puso en posición de defensa esperando cualquier ataque repentino de la muchacha. La miró directamente a los ojos y podía ver algo en ella que no le gustaba mucho, era una verdadera niña. Sacó un cigarrillo, se lo llevó a la boca y lo encendió. Antes de un buen combate siempre era recomendable fumar un cigarrillo, receta propia del no Doctor Ryan.
- Off:
- Está bien, no te preocupes. Yo tengo pensando hacer exactamente lo mismo, ya debería tener la fruta pero pasaron muchas cosas... entonces tuve que hacer un segundo diario (en el primero saqué un 10 xD) así que no hay problema.
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Me sumergí en las profundidades de la selva corriendo hacia lo desconocido, y recordando con ironía que, muchas veces, es mejor malo conocido que bueno por conocer.
Después de todo, si aquel lagarto gigante estaba tan cerca de la costa, probablemente habría muchos más como él. Y, viviendo en el mundo en que vivimos, me espero cualquier cosa. Es una de las cosas buenas de este mundo, siempre hay cosas que descubrir, nuevas criaturas que conocer, nuevas islas que explorar.
¿Pero qué narices era aquel enorme lagarto negro? Parecía algún tipo de... ¿dinosaurio? La vegetación con la que me cruzaba al correr no parecía tan antigua. Así que aquello no era Little Garden, eso desde luego. Además, era poco probable que el barco, que había zarpado del North Blue, hubiese ido a terminar en la Grand Line. Para eso habría que cruzar el Calm Belt y, si lo hubiéramos hecho, estaríamos todos muertos.
Si una criatura tan grande podía sobrevivir en aquella isla, nada me decía que no hubiese más criaturas de ese tipo. Además, sus escamas eran negras, no se habían adaptado a los tonos verdes y marrones de la selva para camuflarse y sobrevivir... porque probablemente con ese tamaño no le hacía falta.
Bajé el ritmo poco a poco y pasé de correr a caminar, examinando con detenimiento las plantas con las que me iba encontrando. Tenía hambre... Si pudiese encontrar algo que comer...
Me topé entonces con un árbol repletito de bananas y, sin mejor opción que esa, me subí a una rama y me senté allí. Cogí una y la examiné con cuidado. Al comprobar que se trataba de una banana normal, decidí que valía la pena probarla.
"El potasio es bueno para recuperarse después de hacer ejercicio. Tras todo el ajetreo de la tormenta, no me vendrá mal. Ahora que lo pienso, ¿qué fue de la tormenta? Ni que estuviésemos en Grand Line, menudo clima más cambiante..."
Me quedé allí sentada un rato, meditando acerca de todo lo que había sucedido y tratando de encontrar explicaciones. La isla tenía clima tropical pero no parecía habitada. No era probable que estuviese habitada con semejante bicho pululando por la costa.
Si era una isla deshabitada, no había manera de salir. No podía pedirle ayuda a los habitantes, ni robar un barco.
Ah, el maleducado de las patadas debía haber estado en el mismo barco que yo. Eso explicaría su presencia en la isla. ¿Quizá tenga conocimientos de carpintería o navegación?
"Me conviene acercarme a él y averiguarlo. Puede serme útil, quizá pueda convencerlo de que me saque de aquí. Mmm... ¿tendré que utilizar la estrategia básica de la lolita en apuros? Supongo que iré improvisando conforme a sus reacciones... A todo esto, ¿habrá sobrevivo o se lo habrá comido el lagarto? Mmm... Espero que siga vivo...", pensé, al tiempo que sentía como entraba en modo pesimista.
Meneé la cabeza con brusquedad para salir de él y me bajé del árbol de un salto, dispuesta a buscar a aquel maleducado.
Pude notar vibraciones en el suelo, que me alertaron de que una criatura de tamaño considerable se desplazaba un poco más allá, a mi izquierda, así que me quedé muy quieta procurando no hacer ruido hasta que pasó de largo.
Quizá era el lagarto gigante, o quizá era otro bicho gigante...
Después de unos minutos caminando, fui a parar a un claro en la selva, y miré al cielo en un intento por adivinar la hora, siguiendo la posición del sol. Pero estaba nublado. Emití un suspiro resignado y me acerqué a examinar unas setas que había un poco más allá.
Las setas eran grandes, con el sombrero de color azul salpicado de lunares rojos. Los insectos se arremolinaban a su alrededor por algún motivo, y... la seta... la seta se sacudía. ¡La seta se sacudía!
Me agaché para verla mejor y la observé fijamente. Parecía que aquella seta de colores llamativos se meneaba cada vez que los bichos rozaban su parte inferior o caminaban sobre ella. Aquello... podía ser...
Acerqué con cuidado la mano y le acaricié la parte interior del sombrero con cuidado. La seta se estremeció en respuesta.
"¡La seta tiene cosquillas!", exclamé para mis adentros. Si pudiera hacer crecer una de estas en mi laboratorio... Ah, que ya no tengo laboratorio.
Me deprimí y me tapé la cabeza con ambas manos, entrando de nuevo en modo pesimista.
Escuché la maleza moverse un poco más allá y al alzar de nuevo la cabeza pude ver al maleducado acompañado de una tortuga gigante.
"¡La tortuga tiene bigote y pipa!", salté, levantándome de golpe para encararlos. Quería examinar mejor a la tortuga, pero el maleducado me hacía preguntas.
-¿Que quién soy yo? ¿Que de dónde vengo? ¿Por qué debería responder a tus preguntas? Si tanto quieres saberlo... Arrodíllate y suplica clemencia por tus pecados, maleducado maleante -exclamé con condescendencia, cruzándome de brazos con altanería y fulminándolo con la mirada, al tiempo que me acercaba poco a poco a la tortuga para tocarle el caparazón.
Era un caparazón de verdad, sólido. Pero el animal tenía bigote y llevaba pipa.
- ¡Kame Sennin! -no pude evitar exclamar, dándole unas palmaditas en el caparazón.
"¿Estaré soñando? ¿El golpe que recibí al aterrizar en tierra firme me noqueó y me dejó en coma? ¿O quizá estoy padeciendo alucinaciones? Quizá el aire de esta isla provoca alucinaciones al ser respirado, no puedo descartarlo... Parece que el maleducado también ve a la tortuga. Es complicado que los dos veamos las mismas alucinaciones, así que he de suponer que la tortuga es real. Tan real como el lagarto gigante. Dinosaurios, setas con cosquillas, tortugas que fuman pipa... ¿Dónde he ido a parar? ¿Al Mundo de las Maravillas?"
Después de todo, si aquel lagarto gigante estaba tan cerca de la costa, probablemente habría muchos más como él. Y, viviendo en el mundo en que vivimos, me espero cualquier cosa. Es una de las cosas buenas de este mundo, siempre hay cosas que descubrir, nuevas criaturas que conocer, nuevas islas que explorar.
¿Pero qué narices era aquel enorme lagarto negro? Parecía algún tipo de... ¿dinosaurio? La vegetación con la que me cruzaba al correr no parecía tan antigua. Así que aquello no era Little Garden, eso desde luego. Además, era poco probable que el barco, que había zarpado del North Blue, hubiese ido a terminar en la Grand Line. Para eso habría que cruzar el Calm Belt y, si lo hubiéramos hecho, estaríamos todos muertos.
Si una criatura tan grande podía sobrevivir en aquella isla, nada me decía que no hubiese más criaturas de ese tipo. Además, sus escamas eran negras, no se habían adaptado a los tonos verdes y marrones de la selva para camuflarse y sobrevivir... porque probablemente con ese tamaño no le hacía falta.
Bajé el ritmo poco a poco y pasé de correr a caminar, examinando con detenimiento las plantas con las que me iba encontrando. Tenía hambre... Si pudiese encontrar algo que comer...
Me topé entonces con un árbol repletito de bananas y, sin mejor opción que esa, me subí a una rama y me senté allí. Cogí una y la examiné con cuidado. Al comprobar que se trataba de una banana normal, decidí que valía la pena probarla.
"El potasio es bueno para recuperarse después de hacer ejercicio. Tras todo el ajetreo de la tormenta, no me vendrá mal. Ahora que lo pienso, ¿qué fue de la tormenta? Ni que estuviésemos en Grand Line, menudo clima más cambiante..."
Me quedé allí sentada un rato, meditando acerca de todo lo que había sucedido y tratando de encontrar explicaciones. La isla tenía clima tropical pero no parecía habitada. No era probable que estuviese habitada con semejante bicho pululando por la costa.
Si era una isla deshabitada, no había manera de salir. No podía pedirle ayuda a los habitantes, ni robar un barco.
Ah, el maleducado de las patadas debía haber estado en el mismo barco que yo. Eso explicaría su presencia en la isla. ¿Quizá tenga conocimientos de carpintería o navegación?
"Me conviene acercarme a él y averiguarlo. Puede serme útil, quizá pueda convencerlo de que me saque de aquí. Mmm... ¿tendré que utilizar la estrategia básica de la lolita en apuros? Supongo que iré improvisando conforme a sus reacciones... A todo esto, ¿habrá sobrevivo o se lo habrá comido el lagarto? Mmm... Espero que siga vivo...", pensé, al tiempo que sentía como entraba en modo pesimista.
Meneé la cabeza con brusquedad para salir de él y me bajé del árbol de un salto, dispuesta a buscar a aquel maleducado.
Pude notar vibraciones en el suelo, que me alertaron de que una criatura de tamaño considerable se desplazaba un poco más allá, a mi izquierda, así que me quedé muy quieta procurando no hacer ruido hasta que pasó de largo.
Quizá era el lagarto gigante, o quizá era otro bicho gigante...
Después de unos minutos caminando, fui a parar a un claro en la selva, y miré al cielo en un intento por adivinar la hora, siguiendo la posición del sol. Pero estaba nublado. Emití un suspiro resignado y me acerqué a examinar unas setas que había un poco más allá.
Las setas eran grandes, con el sombrero de color azul salpicado de lunares rojos. Los insectos se arremolinaban a su alrededor por algún motivo, y... la seta... la seta se sacudía. ¡La seta se sacudía!
Me agaché para verla mejor y la observé fijamente. Parecía que aquella seta de colores llamativos se meneaba cada vez que los bichos rozaban su parte inferior o caminaban sobre ella. Aquello... podía ser...
Acerqué con cuidado la mano y le acaricié la parte interior del sombrero con cuidado. La seta se estremeció en respuesta.
"¡La seta tiene cosquillas!", exclamé para mis adentros. Si pudiera hacer crecer una de estas en mi laboratorio... Ah, que ya no tengo laboratorio.
Me deprimí y me tapé la cabeza con ambas manos, entrando de nuevo en modo pesimista.
Escuché la maleza moverse un poco más allá y al alzar de nuevo la cabeza pude ver al maleducado acompañado de una tortuga gigante.
"¡La tortuga tiene bigote y pipa!", salté, levantándome de golpe para encararlos. Quería examinar mejor a la tortuga, pero el maleducado me hacía preguntas.
-¿Que quién soy yo? ¿Que de dónde vengo? ¿Por qué debería responder a tus preguntas? Si tanto quieres saberlo... Arrodíllate y suplica clemencia por tus pecados, maleducado maleante -exclamé con condescendencia, cruzándome de brazos con altanería y fulminándolo con la mirada, al tiempo que me acercaba poco a poco a la tortuga para tocarle el caparazón.
Era un caparazón de verdad, sólido. Pero el animal tenía bigote y llevaba pipa.
- ¡Kame Sennin! -no pude evitar exclamar, dándole unas palmaditas en el caparazón.
"¿Estaré soñando? ¿El golpe que recibí al aterrizar en tierra firme me noqueó y me dejó en coma? ¿O quizá estoy padeciendo alucinaciones? Quizá el aire de esta isla provoca alucinaciones al ser respirado, no puedo descartarlo... Parece que el maleducado también ve a la tortuga. Es complicado que los dos veamos las mismas alucinaciones, así que he de suponer que la tortuga es real. Tan real como el lagarto gigante. Dinosaurios, setas con cosquillas, tortugas que fuman pipa... ¿Dónde he ido a parar? ¿Al Mundo de las Maravillas?"
NGC 1672
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¿Escuchó bien? ¿La pequeñita estaba tratando de hacer que la persona que desafió la máxima autoridad se arrodillara frente a ella y todo por haberla pateado “dulcemente”? Además de eso ignoró por completo las preguntas que le hizo las cuales definirían sus actos. Piensa, piensa y piensa. No querría hacer un acto sin antes haberlo meditado, si atacaba a la chica por insolente... ¿dónde la atacaría? ¿Y por qué? Tenía que pensar, quizás había mejores trucos que podía emplear para obtener información. Encendió un cigarrillo y todo el humo se lo lanzó en la cara como gesto de provocación.
-Simplemente deberías hacerlo. En estos momentos no estás en la posición de no cooperar, eres pequeña y completamente idiota si crees que podrás sobrevivir sola. Te vi, niña, te vi comiendo aquella banana como si fuera lo primero que comes en bastante tiempo.
Le dio otra fumada al cigarrillo.
-Las probabilidades de que sobrevivas sola son las mismas que tiene un dodo de volar: cero.
Siguió fumando con tranquilidad mientras conversaba con Tortuga. Era un ser sumamente carismático que entendía todo tipo de problemas y solo se limitaba a escuchar y no comentar nada; un psicólogo innato. Le contó cosas sobre la isla, horripilantes cosas empezando por anunciar que la única forma de salir era usando a la bestia. Había que domarla o algo por el estilo, por suerte, dijo él, había muchas bestias como ella en la isla y no todas eran agresivas. De hecho la criatura que vieron no era más que un décimo de los peligros que encomendaba aquella maldita isla. Por muy sabia que pareciera la tortuga algo no le calzaba al muchacho de cabellos rubios. ¿Cómo la domesticarían? ¿Y cómo navegarían con ella hasta un puerto decente? No lo sabía. Debía buscar otras respuestas, más alternativas e irse por la segura inmediatamente.
Ryan le tiró una barra de chocolate a la chica. La había encontrado en la playa justo cuando el barco naufragó y por suerte de ella, al chico no le gustaban las cosas dulces. Miró el cielo y vio que estaba oscureciendo, aquel lugar era bueno para pasar la noche. De alguna forma parecía ser lo suficientemente seguro y no quería desperdiciar tiempo en buscar otro; fue en busca de ramas secas y algunas piedras para hacer fuego. También fue en busca de agua del río que había a un par de kilómetros de donde estaban ellos; su oído era bueno. Al llegar, producto de la fricción entre ambas rocas, pudo encender las ramas secas para así hacer una pequeña fogata. Usó el mismo recipiente, que más que nada parecía una calavera de una bestia, para calentar el agua la cual revolvía con un pedazo de palo previamente limpiado.
Buscó algunos hongos para poner a hervir y con ayuda de la tortuga pudo diferenciar entre cuáles podían ser comestibles y cuáles no. El sol se estaba poniendo por lo que fue rápidamente hasta la orilla del mar en donde la tortuga le ayudó con la captura de algunos peces. Al llegar nuevamente a su “campamento” improvisado, lavó el pescado y lo cortó de tal forma que quedaran cuadraditos. Los echó al agua y un sabroso olor comenzó a surgir. También encontró algunos polvos los cuales, si tenían el procedimiento correcto –simplemente tenían que ser sometidos a altas temperaturas–, servían de condimento. La química que aprendió finalmente le había servido.
-Bien... solo faltan algunos minutos – dijo tras probar el estofado de pescado, algo sumamente improvisado.
Finalmente el tiempo ayudó en la cocción del estofado de pescado y hongos. Ahora tenían otro problema: ¿en qué lo comerían? Estaba sumamente caliente por lo que no podrían comerlo directamente, necesitarían alguna especie de cuenco o algo similar. Ryan buscó por todos lados hasta que finalmente encontró el caparazón de una tortuga de orejas rojas muerta y con una afilada piedra pudo improvisar lo que parecía ser una cuchara. Solo había un pote por lo que se tendrían que turnar para comer. El chico le lanzó su improvisación a la chica.
-Ten – le dijo secamente –. Yo no tengo hambre, puedo aguantar un buen rato.
Esperó que la muchacha comiera, mientras tanto fue en busca de algunas ramas y hojas para usarlas de almohada y ropas por si en la noche hacía frio ya que la temperatura comenzó a descender. La tortuga le advirtió que las noches podían ser condenadamente heladas así que necesitaría protegerse del frío y de los “raptores”.
-¿Raptores? – Le preguntó con curiosidad.
-Sí, R. Son criaturas peligrosas de tamaño pequeño... su mordida puede ser mortalmente venenosa. Así que te recomiendo que si ves una, no dudes en matarla.
Por muy relajada que parecía ser Tortuga era alguien que decía las cosas sin pensarlo dos veces. La selva simplemente mostraba como era la naturaleza de cada individuo. Y así mostró el de Ryan, en el que si bien pareció ser amable no lo hizo nada más porque necesitaba de la chica... o eso se había dicho para autoconvencerse.
Recordó un momento en el que junto a Levi habían salido a inspeccionar unas ruinas y se quedaron atascados en la jungla. Estuvieron bastante tiempo buscando una salida, desde ese momento aprendió algunas cosas de supervivencia además de todos los datos que tenía en su cabeza. Aunque el estofado de pescado y hongos fue totalmente improvisado no tenía tan mal sabor para los pocos condimentos que tenía a mano; muchos creen que sobrevivir en la selva es llegar y cazar lo primero que tienes en frente. No señor, no lo es. Si tienes suerte, en un día puedes cazar una criatura gastando unas cinco o seis horas donde tienes que ser sigiloso y muy paciente. En el primer día no tenían ese tiempo para salir de cacería.
Los problemas comenzaron cuando el ansia de sangre del muchacho comenzó a aparecer. No había bebido en tres días y su cuerpo se lo demandaba, si alguna criatura saltaba para cazarlos le haría un gran favor. Mientras tanto no podía correr al cuello de la muchacha y simplemente succionarla hasta dejarla seca; tampoco podía morder a la tortuga, quien sabe que le haría a sus dientes. La naturaleza bestial del muchacho estaba dando luz pero lo pudo contener pero, ¿qué? ¿Por cuánto tiempo podría contenerlo? ¿Hasta la mañana tal vez? ¿Un poco más? Necesitaba despejar su mente.
-Me llaman Ryan – dijo con incomodidad, sacando pensamientos oscuros de su mente –. Mañana exploraremos la isla, necesitamos saber en dónde estamos parados.
La luna se alzaba gloriosa y elegantemente en el estrellado cielo oscuro. La temperatura comenzó a descender y el fuego apenas calentaba los pobres cuerpos, pero vamos... que el muchacho era un vampiro. No sufren por cosas como esas, pero... ¿y la chica qué? ¿También lo era? Ryan echó más ramas secas para aumentar la llama del fuego a ver si lograba calentar algo más. Apoyó la espalda en la pata de la tortuga y se tapó con unas enormes ramas que había limpiado anteriormente.
-Simplemente deberías hacerlo. En estos momentos no estás en la posición de no cooperar, eres pequeña y completamente idiota si crees que podrás sobrevivir sola. Te vi, niña, te vi comiendo aquella banana como si fuera lo primero que comes en bastante tiempo.
Le dio otra fumada al cigarrillo.
-Las probabilidades de que sobrevivas sola son las mismas que tiene un dodo de volar: cero.
Siguió fumando con tranquilidad mientras conversaba con Tortuga. Era un ser sumamente carismático que entendía todo tipo de problemas y solo se limitaba a escuchar y no comentar nada; un psicólogo innato. Le contó cosas sobre la isla, horripilantes cosas empezando por anunciar que la única forma de salir era usando a la bestia. Había que domarla o algo por el estilo, por suerte, dijo él, había muchas bestias como ella en la isla y no todas eran agresivas. De hecho la criatura que vieron no era más que un décimo de los peligros que encomendaba aquella maldita isla. Por muy sabia que pareciera la tortuga algo no le calzaba al muchacho de cabellos rubios. ¿Cómo la domesticarían? ¿Y cómo navegarían con ella hasta un puerto decente? No lo sabía. Debía buscar otras respuestas, más alternativas e irse por la segura inmediatamente.
Ryan le tiró una barra de chocolate a la chica. La había encontrado en la playa justo cuando el barco naufragó y por suerte de ella, al chico no le gustaban las cosas dulces. Miró el cielo y vio que estaba oscureciendo, aquel lugar era bueno para pasar la noche. De alguna forma parecía ser lo suficientemente seguro y no quería desperdiciar tiempo en buscar otro; fue en busca de ramas secas y algunas piedras para hacer fuego. También fue en busca de agua del río que había a un par de kilómetros de donde estaban ellos; su oído era bueno. Al llegar, producto de la fricción entre ambas rocas, pudo encender las ramas secas para así hacer una pequeña fogata. Usó el mismo recipiente, que más que nada parecía una calavera de una bestia, para calentar el agua la cual revolvía con un pedazo de palo previamente limpiado.
Buscó algunos hongos para poner a hervir y con ayuda de la tortuga pudo diferenciar entre cuáles podían ser comestibles y cuáles no. El sol se estaba poniendo por lo que fue rápidamente hasta la orilla del mar en donde la tortuga le ayudó con la captura de algunos peces. Al llegar nuevamente a su “campamento” improvisado, lavó el pescado y lo cortó de tal forma que quedaran cuadraditos. Los echó al agua y un sabroso olor comenzó a surgir. También encontró algunos polvos los cuales, si tenían el procedimiento correcto –simplemente tenían que ser sometidos a altas temperaturas–, servían de condimento. La química que aprendió finalmente le había servido.
-Bien... solo faltan algunos minutos – dijo tras probar el estofado de pescado, algo sumamente improvisado.
Finalmente el tiempo ayudó en la cocción del estofado de pescado y hongos. Ahora tenían otro problema: ¿en qué lo comerían? Estaba sumamente caliente por lo que no podrían comerlo directamente, necesitarían alguna especie de cuenco o algo similar. Ryan buscó por todos lados hasta que finalmente encontró el caparazón de una tortuga de orejas rojas muerta y con una afilada piedra pudo improvisar lo que parecía ser una cuchara. Solo había un pote por lo que se tendrían que turnar para comer. El chico le lanzó su improvisación a la chica.
-Ten – le dijo secamente –. Yo no tengo hambre, puedo aguantar un buen rato.
Esperó que la muchacha comiera, mientras tanto fue en busca de algunas ramas y hojas para usarlas de almohada y ropas por si en la noche hacía frio ya que la temperatura comenzó a descender. La tortuga le advirtió que las noches podían ser condenadamente heladas así que necesitaría protegerse del frío y de los “raptores”.
-¿Raptores? – Le preguntó con curiosidad.
-Sí, R. Son criaturas peligrosas de tamaño pequeño... su mordida puede ser mortalmente venenosa. Así que te recomiendo que si ves una, no dudes en matarla.
Por muy relajada que parecía ser Tortuga era alguien que decía las cosas sin pensarlo dos veces. La selva simplemente mostraba como era la naturaleza de cada individuo. Y así mostró el de Ryan, en el que si bien pareció ser amable no lo hizo nada más porque necesitaba de la chica... o eso se había dicho para autoconvencerse.
Recordó un momento en el que junto a Levi habían salido a inspeccionar unas ruinas y se quedaron atascados en la jungla. Estuvieron bastante tiempo buscando una salida, desde ese momento aprendió algunas cosas de supervivencia además de todos los datos que tenía en su cabeza. Aunque el estofado de pescado y hongos fue totalmente improvisado no tenía tan mal sabor para los pocos condimentos que tenía a mano; muchos creen que sobrevivir en la selva es llegar y cazar lo primero que tienes en frente. No señor, no lo es. Si tienes suerte, en un día puedes cazar una criatura gastando unas cinco o seis horas donde tienes que ser sigiloso y muy paciente. En el primer día no tenían ese tiempo para salir de cacería.
Los problemas comenzaron cuando el ansia de sangre del muchacho comenzó a aparecer. No había bebido en tres días y su cuerpo se lo demandaba, si alguna criatura saltaba para cazarlos le haría un gran favor. Mientras tanto no podía correr al cuello de la muchacha y simplemente succionarla hasta dejarla seca; tampoco podía morder a la tortuga, quien sabe que le haría a sus dientes. La naturaleza bestial del muchacho estaba dando luz pero lo pudo contener pero, ¿qué? ¿Por cuánto tiempo podría contenerlo? ¿Hasta la mañana tal vez? ¿Un poco más? Necesitaba despejar su mente.
-Me llaman Ryan – dijo con incomodidad, sacando pensamientos oscuros de su mente –. Mañana exploraremos la isla, necesitamos saber en dónde estamos parados.
La luna se alzaba gloriosa y elegantemente en el estrellado cielo oscuro. La temperatura comenzó a descender y el fuego apenas calentaba los pobres cuerpos, pero vamos... que el muchacho era un vampiro. No sufren por cosas como esas, pero... ¿y la chica qué? ¿También lo era? Ryan echó más ramas secas para aumentar la llama del fuego a ver si lograba calentar algo más. Apoyó la espalda en la pata de la tortuga y se tapó con unas enormes ramas que había limpiado anteriormente.
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El maleducado se puso a fumar y me lanzó todo el humo a la cara a propósito. Definitivamente era maleducado. Y, con ese tipo de personas, me costaba evadir mi personalidad narcisista. Sólo por ser de pequeña estatura, aquel tipo me estaba subestimando. Casi estaba acostumbrada a ello y, en muchas ocasiones, me servía de excusa para acentuar mi acto de lolita en apuros, pero normalmente la gente se portaba de manera más... educada.
Disipé la nube de humo con una mano y volví a fulminarlo con la mirada, antes de cruzarme de brazos y esbozar una sonrisa maliciosa.
-Comprendo. Tu pequeño orgullo se ha visto herido por las palabras afiladas de una joven de menor estatura que tú, y te has molestado. Estoy acostumbrada a este tipo de situaciones. ¿Cuántos berries necesitas? Probablemente con eso debería bastar para sanar tu herido orgullo -le dije, volviendo a mi postura condescendiente.
¿Indefensa? ¿Una niña pequeña indefensa? Podría arrancarle la cabeza de un sólo bocado. A estas alturas, cualquier aventurero debería saber que las apariencias engañan, ¿no? Y, sin embargo, este fumador con actitud de superioridad estaba juzgándome por mis apariencias. Craso error.
- Estoy de acuerdo contigo, no obstante, en que deberíamos cooperar si queremos salir de aquí. No convirtamos nuestra estancia aquí en una batalla de egos -al tiempo que terminaba esa frase, la tortuga empezó a hablar con el maleducado-. ¡La tortuga habla! -exclamé con sorpresa.
La tortuga gigante habladora con bigotes empezó a compartir con nosotros entonces información acerca de la isla. ¿Había que domesticar a la bestia para salir? ¿Qué bestia? ¿El lagarto negro gigante? ¿Acaso aquella criatura sabía nadar, y podía llevarlos a la isla habitada más cercana? ¿O quizá con "bestia" se refería a sí misma? Las palabras de la tortuga eran directas pero ambiguas.
El maleducado me tiró algo entonces, que atrapé en el aire casi por instinto. Pude ver que se trataba de una chocolatina.
¿Me estaba dando una chocolatina? ¿Por qué? ¿Para compensar su actitud anterior? ¿Era esa su manera de ser amable?
Tras lanzarme la barra de chocolate se marchó sin mediar palabra, así que aproveché para examinar el claro y asegurarme de que se trataba de un lugar seguro.
Hacía rato que no sentía vibraciones en el suelo, y tampoco se producía un ruido excesivo en la maleza, así que no debía haber ninguna criatura gigante cerca. Los únicos habitantes de aquel claro parecían ser los insectos que hacían cosquillas a las extrañas setas saltarinas, y la vegetación. Estaría a salvo allí, al menos por el momento.
"Teniendo en cuenta que sólo pasaron escasos minutos desde que el barco zarpó hasta que nos estrellamos, no debemos estar muy lejos del Reino de Koun. Quizá esto sea algún islote deshabitado cercano a la isla. Quizá podría apañármelas para llegar a la isla más cercana sin necesidad de la ayuda del maleducado. Pero, sin saber en qué dirección debo ir, sería arriesgado. Podría salir en la dirección que no es, perderme y cansarme antes de llegar a tierra firme. Quizá desde la ensenada a donde fuimos a parar pueda irse a Koun, o quizá la tormenta nos hizo dar vueltas y terminamos en otro lado de la isla... Por ahora, lo importante es conocer bien la isla, adaptarse a ella y sobrevivir la noche. Mañana será otro día.", medité, mirando al cielo y fijándome en que se estaba haciendo de noche.
Si las criaturas gigantes eran más activas durante el día, eso significaba que no supondrían un problema durante la noche. Pero, de todas maneras, me venía bien tener la compañía del maleducado, para poder turnarnos y hacer guardia mientras el otro dormía. Esa sería la estrategia más inteligente en aquel momento.
Continué examinando la vegetación del claro, identificando algunas especies de árboles y arbustos, y también algunas flores. Aquella era sin duda una isla de clima tropical, lo que implicaba vegetación tropical. Probablemente las noches no serían especialmente frías, así que no corría peligro de congelarme. Podía incluso utilizar algunas de las hojas más grandes para confeccionar una manta improvisada, pero no me hacía falta. Si el maleducado tenía frío, que se hiciese una él mismo.
Al rato, el rubio y la tortuga volvieron, y el primero se puso a preparar la cena. No era nada hablador... Y, si no hablas, no puedo averiguar suficientes datos como para analizarte y saber cómo actuar en consecuencia. Sin embargo, si era yo la que empezaba la conversación, cabía la posibilidad de que revelase demasiados datos. Lo más plausible era mentir descaradamente, pero nada me aseguraba que él no estuviese haciendo lo mismo.
Emití un suspiro de resignación y me senté cerca del fuego para ver cómo el joven terminaba de cocinar una especie de estofado de pescado y setas.
A los pocos minutos, me lanzó un cuenco improvisado, fabricado con los restos mortales de una tortuga pequeña. ¿Con esto... la tortuga gigante no se enfadaría? La miré para ver su reacción, pero no parecía importarle. De hecho, nada parecía importarle. A saber qué tenía esa pipa suya...
El maleducado aseguró no tener hambre y me instó a comer primero, así que le hice caso. Sin embargo, él probablemente llevaba más tiempo sin comer que yo. ¿Seguro que no tenía hambre? Quizá tenía un metabolismo extraño, o quizá simplemente se estaba haciendo el duro delante de la chica.
La tortuga continuó sus historias, alertándonos de que debíamos guardarnos del frío y de los raptores. El frío me daba igual, yo era incapaz de sentir frío y, al ser una isla tropical y húmeda, la diferencia de temperaturas entre el día y la noche sería suave.
¿Pero qué era aquello de "raptores"?
- ¿Raptores? ¿De velocirraptores? Si hay lagartos gigantes, cabe la posibilidad de que haya lagartos carroñeros como los velocirraptores, pero... Bueno, no creo que sean el peor de nuestros problemas -le resté importancia con una ligera sonrisa, para luego pasarle el "bol" al maleducado-. Tú también deberías comer algo. Es recomendable que hagamos guardias y durmamos por turnos, para mantenernos alerta durante la noche -opiné, mirando el crepitante fuego.
Finalmente, el maleducado se presentó como Ryan.
¿Qué hacer? ¿Debería decirle mi verdadero nombre? Verdadero nombre... Ni que yo tuviese de eso. A veces me hago reír a mí misma con pensamientos tan estúpidos. Pero el nombre puede ser algo muy poderoso, encierra un gran valor. Con sólo tu nombre, los espías pueden averiguar tus movimientos del pasado, y predecir los del futuro. Incluso analizar tu personalidad. Precisamente por eso había abandonado mi nombre tantos años atrás.
- Puedes llamarme Bianca -me inventé sobre la marcha-. Estoy de acuerdo, debemos saber todo lo que podamos sobre la isla. El conocimiento es poder, después de todo.
Tras aquello, me ofrecí a hacer la primera guardia con la excusa de que él había ido a buscar la comida para ambos y era mi turno de hacer algo. Así que me quedé sentada al lado de la pequeña fogata al tiempo que el fuego se apagaba poco a poco. Me abracé las rodillas y me quedé mirando al cielo nublado, agudizando mis sentidos al máximo por si se acercaba alguna criatura.
Tras un par de horas meditando y vigilando, me entró el sueño, y creí conveniente despertar al maleducado Ryan para descansar un poco mientras él vigilaba. Sin embargo, antes de poder hacer siquiera el amago de despertarlo, escuché un ruido procedente de mi derecha. Miré hacia allí al momento, intentando escrutar algo en la oscura noche. El fuego ya se había apagado, y el cielo seguía nublado, así que la luz era mínima.
Pude ver a un par de criaturas adentrarse en el claro, y sacudí el hombro de Ryan para despertarlo.
¿Serían aquellos los famosos raptores?
Me levanté despacio y me llevé las manos a la espalda, donde guardaba mi pack de shurikens, colocándome en posición defensiva, al tiempo que las criaturas se acercaban a nosotros.
Disipé la nube de humo con una mano y volví a fulminarlo con la mirada, antes de cruzarme de brazos y esbozar una sonrisa maliciosa.
-Comprendo. Tu pequeño orgullo se ha visto herido por las palabras afiladas de una joven de menor estatura que tú, y te has molestado. Estoy acostumbrada a este tipo de situaciones. ¿Cuántos berries necesitas? Probablemente con eso debería bastar para sanar tu herido orgullo -le dije, volviendo a mi postura condescendiente.
¿Indefensa? ¿Una niña pequeña indefensa? Podría arrancarle la cabeza de un sólo bocado. A estas alturas, cualquier aventurero debería saber que las apariencias engañan, ¿no? Y, sin embargo, este fumador con actitud de superioridad estaba juzgándome por mis apariencias. Craso error.
- Estoy de acuerdo contigo, no obstante, en que deberíamos cooperar si queremos salir de aquí. No convirtamos nuestra estancia aquí en una batalla de egos -al tiempo que terminaba esa frase, la tortuga empezó a hablar con el maleducado-. ¡La tortuga habla! -exclamé con sorpresa.
La tortuga gigante habladora con bigotes empezó a compartir con nosotros entonces información acerca de la isla. ¿Había que domesticar a la bestia para salir? ¿Qué bestia? ¿El lagarto negro gigante? ¿Acaso aquella criatura sabía nadar, y podía llevarlos a la isla habitada más cercana? ¿O quizá con "bestia" se refería a sí misma? Las palabras de la tortuga eran directas pero ambiguas.
El maleducado me tiró algo entonces, que atrapé en el aire casi por instinto. Pude ver que se trataba de una chocolatina.
¿Me estaba dando una chocolatina? ¿Por qué? ¿Para compensar su actitud anterior? ¿Era esa su manera de ser amable?
Tras lanzarme la barra de chocolate se marchó sin mediar palabra, así que aproveché para examinar el claro y asegurarme de que se trataba de un lugar seguro.
Hacía rato que no sentía vibraciones en el suelo, y tampoco se producía un ruido excesivo en la maleza, así que no debía haber ninguna criatura gigante cerca. Los únicos habitantes de aquel claro parecían ser los insectos que hacían cosquillas a las extrañas setas saltarinas, y la vegetación. Estaría a salvo allí, al menos por el momento.
"Teniendo en cuenta que sólo pasaron escasos minutos desde que el barco zarpó hasta que nos estrellamos, no debemos estar muy lejos del Reino de Koun. Quizá esto sea algún islote deshabitado cercano a la isla. Quizá podría apañármelas para llegar a la isla más cercana sin necesidad de la ayuda del maleducado. Pero, sin saber en qué dirección debo ir, sería arriesgado. Podría salir en la dirección que no es, perderme y cansarme antes de llegar a tierra firme. Quizá desde la ensenada a donde fuimos a parar pueda irse a Koun, o quizá la tormenta nos hizo dar vueltas y terminamos en otro lado de la isla... Por ahora, lo importante es conocer bien la isla, adaptarse a ella y sobrevivir la noche. Mañana será otro día.", medité, mirando al cielo y fijándome en que se estaba haciendo de noche.
Si las criaturas gigantes eran más activas durante el día, eso significaba que no supondrían un problema durante la noche. Pero, de todas maneras, me venía bien tener la compañía del maleducado, para poder turnarnos y hacer guardia mientras el otro dormía. Esa sería la estrategia más inteligente en aquel momento.
Continué examinando la vegetación del claro, identificando algunas especies de árboles y arbustos, y también algunas flores. Aquella era sin duda una isla de clima tropical, lo que implicaba vegetación tropical. Probablemente las noches no serían especialmente frías, así que no corría peligro de congelarme. Podía incluso utilizar algunas de las hojas más grandes para confeccionar una manta improvisada, pero no me hacía falta. Si el maleducado tenía frío, que se hiciese una él mismo.
Al rato, el rubio y la tortuga volvieron, y el primero se puso a preparar la cena. No era nada hablador... Y, si no hablas, no puedo averiguar suficientes datos como para analizarte y saber cómo actuar en consecuencia. Sin embargo, si era yo la que empezaba la conversación, cabía la posibilidad de que revelase demasiados datos. Lo más plausible era mentir descaradamente, pero nada me aseguraba que él no estuviese haciendo lo mismo.
Emití un suspiro de resignación y me senté cerca del fuego para ver cómo el joven terminaba de cocinar una especie de estofado de pescado y setas.
A los pocos minutos, me lanzó un cuenco improvisado, fabricado con los restos mortales de una tortuga pequeña. ¿Con esto... la tortuga gigante no se enfadaría? La miré para ver su reacción, pero no parecía importarle. De hecho, nada parecía importarle. A saber qué tenía esa pipa suya...
El maleducado aseguró no tener hambre y me instó a comer primero, así que le hice caso. Sin embargo, él probablemente llevaba más tiempo sin comer que yo. ¿Seguro que no tenía hambre? Quizá tenía un metabolismo extraño, o quizá simplemente se estaba haciendo el duro delante de la chica.
La tortuga continuó sus historias, alertándonos de que debíamos guardarnos del frío y de los raptores. El frío me daba igual, yo era incapaz de sentir frío y, al ser una isla tropical y húmeda, la diferencia de temperaturas entre el día y la noche sería suave.
¿Pero qué era aquello de "raptores"?
- ¿Raptores? ¿De velocirraptores? Si hay lagartos gigantes, cabe la posibilidad de que haya lagartos carroñeros como los velocirraptores, pero... Bueno, no creo que sean el peor de nuestros problemas -le resté importancia con una ligera sonrisa, para luego pasarle el "bol" al maleducado-. Tú también deberías comer algo. Es recomendable que hagamos guardias y durmamos por turnos, para mantenernos alerta durante la noche -opiné, mirando el crepitante fuego.
Finalmente, el maleducado se presentó como Ryan.
¿Qué hacer? ¿Debería decirle mi verdadero nombre? Verdadero nombre... Ni que yo tuviese de eso. A veces me hago reír a mí misma con pensamientos tan estúpidos. Pero el nombre puede ser algo muy poderoso, encierra un gran valor. Con sólo tu nombre, los espías pueden averiguar tus movimientos del pasado, y predecir los del futuro. Incluso analizar tu personalidad. Precisamente por eso había abandonado mi nombre tantos años atrás.
- Puedes llamarme Bianca -me inventé sobre la marcha-. Estoy de acuerdo, debemos saber todo lo que podamos sobre la isla. El conocimiento es poder, después de todo.
Tras aquello, me ofrecí a hacer la primera guardia con la excusa de que él había ido a buscar la comida para ambos y era mi turno de hacer algo. Así que me quedé sentada al lado de la pequeña fogata al tiempo que el fuego se apagaba poco a poco. Me abracé las rodillas y me quedé mirando al cielo nublado, agudizando mis sentidos al máximo por si se acercaba alguna criatura.
Tras un par de horas meditando y vigilando, me entró el sueño, y creí conveniente despertar al maleducado Ryan para descansar un poco mientras él vigilaba. Sin embargo, antes de poder hacer siquiera el amago de despertarlo, escuché un ruido procedente de mi derecha. Miré hacia allí al momento, intentando escrutar algo en la oscura noche. El fuego ya se había apagado, y el cielo seguía nublado, así que la luz era mínima.
Pude ver a un par de criaturas adentrarse en el claro, y sacudí el hombro de Ryan para despertarlo.
¿Serían aquellos los famosos raptores?
Me levanté despacio y me llevé las manos a la espalda, donde guardaba mi pack de shurikens, colocándome en posición defensiva, al tiempo que las criaturas se acercaban a nosotros.
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Un abrumador sentimiento de culpa envolvió el corazón del aventurero. Se encontraba, dentro de su retorcida mente, en un prado en el que había un delgado río y al otro extremo se encontraba el cuerpo de una mujer cuyo rostro estaba tapado por un velo negro. Lentamente el prado comenzó a quemarse y el cielo se colocó rojo mientras que el río de agua se trasformó en nada más que sangre. Del otro lado la mujer le pronunciaba unas cuantas palabras al principio ilegibles, y luego sin sentido. No comprendía lo que tenía que buscar... ni tampoco lo que debía hacer.
Despertó agitado por el toque de hombro de la chica. Tal cual si fuera un gato con rabia retrocedió en posición defensiva observando todo lo que tenía en frente pero nada había cambiado. Su corazón palpitaba a mil por hora y tenía el rostro sudado hasta que finalmente se calmó. Pero fue despertado por una razón mayor; las criaturas osaron atacar a quienes no debían. Vio como la chica sacaba un pack de extrañas herramientas que jamás pensó en usar alguna vez en su vida. ¿Con que lucharía Ryan? La verdad no tenía sus armas a mano, casi nunca andaba con ellas. Oh... pero sí que tenía sus armas.
Al abrir bien sus ojos y haber despertado completamente pudo comprender lo que sucedía. Lo que dijo Tortuga era cierto y fueron atacados aquella noche por criaturas jamás vistas antes; se trataba de criaturas pequeñas (no más de sesenta centímetros de altura) con un aspecto de reptil, algo así una extraña mezcla entre un dinosaurio y un dragón. Pero de dragón que no tenía nada. Las bestias se abalanzaron soltando chillidos; eran veloces y atacaban en manada. Una de ellas saltó directamente a por Ryan pero el muchacho la agarró quebrándole el cuello mientras las garras del chico se clavaban en otra criatura. El hedor a sangre lo volvía loco por lo que no pudo evitar abalanzarse hacia una criatura y succionar toda su sangre; al principio le ardió como si se tratara de algo más que sangre pero con el tiempo, casi de forma inmediata, su cuerpo se adaptó y finalmente pudo recuperar todas sus fuerzas. Eran criaturas débiles de aspecto rudo cuyos cuerpos eran sumamente blandos, si bien eran veloces parecía que fueran verdaderos seres retardados.
La noche estaba terminando. La luna estaba juntándose con el sol cuando Ryan tomó algunas cosas y decidió que tenían que empezar a moverse; necesitaban trabajar. Si la noche anterior fueron atacados por esas criaturas, ¿qué será de hoy? ¿y del día de mañana? No podían darse el lujo de perder más tiempo, quizás no todos eran débiles como los Raptores. Examinó su propio cuerpo buscando alguna herida abierta o alguna mordida para comprobar si efectivamente fue envenenado pero para alivio personal, no lo fue. Ryan hizo una especie de bolsa con unas lianas que encontró las cuales cortó con una afilada piedra; dentro de esta guardó sus artilugios rústicos con los que podía cocinar. Realmente solo lo hacía para mantener con vida a la chica, su cuerpo completamente alterado no necesitaba consumir alimentos con tanta recurrencia.
-Descansa un rato – le dijo a la chica sin mirarla –. Iré a buscar agua e intentar cazar algo. Mientras tanto busca todo lo que creas necesario, nos marcharemos en dos horas. En dos horas aquí mismo – le recordó a la chica.
No tenías que ser un experto en bestias para saber que si te comes algo que es venenoso, terminarás muerto. Tenían carne de esas criaturas pero nadie les aseguraba que no les daría una infección o peor aún, envenenamiento de carácter mortal. No podía arriesgarse a perder su vida solo por eso; improvisó un arco y partió su rumbo. La caza resultó ser de lo más aburrido del mundo, no había muchas criaturas dignas de ser “emparedado” para el muchacho por lo que solo encontró algunas ardillas y criaturas catalogadas como indefensas ternuras. ¿Qué le importaba al chico? Nada la verdad; las limpió y las colgó en un pedazo de madera anteriormente purificado en fuego. Aún le quedaba tiempo por lo que fue al mar a “conservar” la carne que había conseguido; sabía que no tenía sal para hacer perdurar el alimento ni mucho menos un refrigerador pero el mar tenía sal, y mucha, por lo que de algo le ayudaría. Además, mezclado junto a unos polvos que encontró, le ayudaría.
Transcurridas las dos horas se juntó con la muchacha en el campamento improvisado. Su idea era buscar los puntos fuertes de la isla y encontrar alguna escapatoria, no podían estar toda su vida allí. Ryan pensó que lo más importante era conocer el corazón de la isla que por alguna razón le daba mala espina, pero era lo más necesario e importante. Partió hacia allá a todo ritmo esperando no encontrarse con violentas criaturas. Pasaron las horas y por lo que podía inferir el reloj marcaría eso de las cinco de la tarde, les quedaban unas cuantas horas más de sol por lo que debían seguir avanzando.
Mientras avanzaban se adelantó para ver lo que había en frente. Pudo ver un lugar extremadamente distinto a lo que era toda la isla. De solo mirarlo infundía un terror alucinante en la mente del muchacho, jamás había visto algo así. ¿Qué era? ¿Una especie de adoración a qué? No sabía nada, solo que estando cerca sentía escalofríos. Volvió al lugar en donde dejó a la chica.
-Acamparemos aquí – le dijo con algo de miedo en su voz –. Mañana seguiremos.
Cocinó la carne con la fogata que hizo y esperó hasta que tuviera un sabor agradable. La cortó y le dio un pedazo a la chica mientras que el otro pedazo se lo daba a Tortuga quien decidió acompañarlos hasta allí. “Generalmente como solo pescado pero una ardilla... interesante, muy interesante” fue lo que dijo la criatura de caparazón. Ryan no tenía hambre y no quería comer, sacó un cigarro, lo encendió y lo fumó lejos de lo que parecía ser el campamento. ¿Qué era aquello que había allí?
“Tengo un severo presentimiento de aquello... como si me sintiera endemoniadamente atraído hacia allí. Además de todo... ¡ARGH! ¡Ese olor a muerte... me enloquece!”
Se acercó a la chica y la miró completamente serio.
-Hay un páramo congelado en frente – dijo mirando el fuego – y puedo oler... muerte. Si queremos descubrir que está pasando, debemos ir allí. La aparición de la enorme criatura, las bestias acechadoras y ahora esto. ¿Dónde mierda estamos?
No estaba de ánimo para jugar, simplemente en ese entonces no. No cuando algo le preocupaba lo suficiente como para asustarse de perder su propia vida.
Despertó agitado por el toque de hombro de la chica. Tal cual si fuera un gato con rabia retrocedió en posición defensiva observando todo lo que tenía en frente pero nada había cambiado. Su corazón palpitaba a mil por hora y tenía el rostro sudado hasta que finalmente se calmó. Pero fue despertado por una razón mayor; las criaturas osaron atacar a quienes no debían. Vio como la chica sacaba un pack de extrañas herramientas que jamás pensó en usar alguna vez en su vida. ¿Con que lucharía Ryan? La verdad no tenía sus armas a mano, casi nunca andaba con ellas. Oh... pero sí que tenía sus armas.
Al abrir bien sus ojos y haber despertado completamente pudo comprender lo que sucedía. Lo que dijo Tortuga era cierto y fueron atacados aquella noche por criaturas jamás vistas antes; se trataba de criaturas pequeñas (no más de sesenta centímetros de altura) con un aspecto de reptil, algo así una extraña mezcla entre un dinosaurio y un dragón. Pero de dragón que no tenía nada. Las bestias se abalanzaron soltando chillidos; eran veloces y atacaban en manada. Una de ellas saltó directamente a por Ryan pero el muchacho la agarró quebrándole el cuello mientras las garras del chico se clavaban en otra criatura. El hedor a sangre lo volvía loco por lo que no pudo evitar abalanzarse hacia una criatura y succionar toda su sangre; al principio le ardió como si se tratara de algo más que sangre pero con el tiempo, casi de forma inmediata, su cuerpo se adaptó y finalmente pudo recuperar todas sus fuerzas. Eran criaturas débiles de aspecto rudo cuyos cuerpos eran sumamente blandos, si bien eran veloces parecía que fueran verdaderos seres retardados.
La noche estaba terminando. La luna estaba juntándose con el sol cuando Ryan tomó algunas cosas y decidió que tenían que empezar a moverse; necesitaban trabajar. Si la noche anterior fueron atacados por esas criaturas, ¿qué será de hoy? ¿y del día de mañana? No podían darse el lujo de perder más tiempo, quizás no todos eran débiles como los Raptores. Examinó su propio cuerpo buscando alguna herida abierta o alguna mordida para comprobar si efectivamente fue envenenado pero para alivio personal, no lo fue. Ryan hizo una especie de bolsa con unas lianas que encontró las cuales cortó con una afilada piedra; dentro de esta guardó sus artilugios rústicos con los que podía cocinar. Realmente solo lo hacía para mantener con vida a la chica, su cuerpo completamente alterado no necesitaba consumir alimentos con tanta recurrencia.
-Descansa un rato – le dijo a la chica sin mirarla –. Iré a buscar agua e intentar cazar algo. Mientras tanto busca todo lo que creas necesario, nos marcharemos en dos horas. En dos horas aquí mismo – le recordó a la chica.
No tenías que ser un experto en bestias para saber que si te comes algo que es venenoso, terminarás muerto. Tenían carne de esas criaturas pero nadie les aseguraba que no les daría una infección o peor aún, envenenamiento de carácter mortal. No podía arriesgarse a perder su vida solo por eso; improvisó un arco y partió su rumbo. La caza resultó ser de lo más aburrido del mundo, no había muchas criaturas dignas de ser “emparedado” para el muchacho por lo que solo encontró algunas ardillas y criaturas catalogadas como indefensas ternuras. ¿Qué le importaba al chico? Nada la verdad; las limpió y las colgó en un pedazo de madera anteriormente purificado en fuego. Aún le quedaba tiempo por lo que fue al mar a “conservar” la carne que había conseguido; sabía que no tenía sal para hacer perdurar el alimento ni mucho menos un refrigerador pero el mar tenía sal, y mucha, por lo que de algo le ayudaría. Además, mezclado junto a unos polvos que encontró, le ayudaría.
Transcurridas las dos horas se juntó con la muchacha en el campamento improvisado. Su idea era buscar los puntos fuertes de la isla y encontrar alguna escapatoria, no podían estar toda su vida allí. Ryan pensó que lo más importante era conocer el corazón de la isla que por alguna razón le daba mala espina, pero era lo más necesario e importante. Partió hacia allá a todo ritmo esperando no encontrarse con violentas criaturas. Pasaron las horas y por lo que podía inferir el reloj marcaría eso de las cinco de la tarde, les quedaban unas cuantas horas más de sol por lo que debían seguir avanzando.
Mientras avanzaban se adelantó para ver lo que había en frente. Pudo ver un lugar extremadamente distinto a lo que era toda la isla. De solo mirarlo infundía un terror alucinante en la mente del muchacho, jamás había visto algo así. ¿Qué era? ¿Una especie de adoración a qué? No sabía nada, solo que estando cerca sentía escalofríos. Volvió al lugar en donde dejó a la chica.
-Acamparemos aquí – le dijo con algo de miedo en su voz –. Mañana seguiremos.
Cocinó la carne con la fogata que hizo y esperó hasta que tuviera un sabor agradable. La cortó y le dio un pedazo a la chica mientras que el otro pedazo se lo daba a Tortuga quien decidió acompañarlos hasta allí. “Generalmente como solo pescado pero una ardilla... interesante, muy interesante” fue lo que dijo la criatura de caparazón. Ryan no tenía hambre y no quería comer, sacó un cigarro, lo encendió y lo fumó lejos de lo que parecía ser el campamento. ¿Qué era aquello que había allí?
“Tengo un severo presentimiento de aquello... como si me sintiera endemoniadamente atraído hacia allí. Además de todo... ¡ARGH! ¡Ese olor a muerte... me enloquece!”
Se acercó a la chica y la miró completamente serio.
-Hay un páramo congelado en frente – dijo mirando el fuego – y puedo oler... muerte. Si queremos descubrir que está pasando, debemos ir allí. La aparición de la enorme criatura, las bestias acechadoras y ahora esto. ¿Dónde mierda estamos?
No estaba de ánimo para jugar, simplemente en ese entonces no. No cuando algo le preocupaba lo suficiente como para asustarse de perder su propia vida.
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Los famosos "raptores" eran lagartos de tamaño mediano, que habían evolucionado para sostenerse sobre las patas traseras. No eran extremadamente grandes, pero se movían de manera ligeramente caótica y atacaban en manada, lo que dificultaba el prever sus movimientos.
Unos cuantos se acercaron al maleducado, que se estaba tomando su tiempo el despertar, mientras otros tres se centraron en mí. Tenía conmigo unos cuantos shurikens en las manos como única defensa. No quería arriesgarme a utilizar las pistolas, porque el sonido podía atraer a más criaturas, y prefería ahorrarme esa molestia.
Lancé un par de shurikens a la criatura que tenía frente a mí, para comprobar la dureza de su piel, y esbocé una sonrisa de satisfacción al ver que los filos se clavaban sin mucha dificultad y le causaban heridas en el cuello. El animal empezó a chillar y se abalanzó sobre mí con furia, así que me alejé de un salto y continué lanzando shurikens.
Si no recordaba mal, aquellos lagartos tenían veneno, por lo que era mejor mantenerse a una distancia segura.
Por tanto, continué mi estrategia de alejarme y lanzar shurikens desde la distancia. Para cuando me quedé sin ellos, las criaturas estaban desangrándose en el suelo.
Recuperé los shurikens y los limpié antes de volver a guardarlos, para luego emitir un suspiro de cansancio.
Ya se estaba haciendo de día, así que había pasado la noche en vela.
"Necesito café..."
El maleducado se había librado de otros tantos raptores con aparente facilidad. ¿Cómo se las había apañado para pelear sin armas? No había podido verlo porque estaba centrada en no ser mordida por aquellas criaturas.
El tipo recogió sus cosas en una bolsa improvisada y se marchó acordando unilateralmente que nos encontraríamos en ese mismo lugar dos horas más tarde.
Yo no tenía nada que buscar, así que me acerqué a los raptores muertos y los examiné aprovechando la luz del día. Habían sido mordidos y apuñalados, y uno de ellos parecía más arrugado y delgado y mostraba marcas de colmillos, casi como si le hubieran... succionado la sangre.
Examiné el cadáver con cautela y pude comprobar, diseccionando una pequeña parte con mi bisturí, que efectivamente no tenía rastro alguno de sangre en su cuerpo. ¿Qué demonios había pasado?
¿Quién era ese rubio maleducado? Casi no había comido nada y parecía mostrar signos de hambre ni frío... ¿Sería un vampiro?
No, un vampiro se vería afectado negativamente por la luz del sol, y Ryan no parecía darle importancia.
Me senté apoyando la espalda contra un árbol y me comí la chocolatina que me había dado el día anterior, teorizando sobre las posibilidades más y menos razonables, más y menos disparatadas, que se me ocurrían para explicar esa habilidad. Cerré los ojos en un intento de descansar, pero no pude dormirme.
Un rato después nos reunimos y comenzamos a explorar la isla.
Nos adentramos en la selva poco a poco, y me mantuve alerta a los sonidos y vibraciones circundantes, pero ninguna criatura grande se cruzó en nuestro camino. Pude ver lagartijas y lagartos de tamaño normal correteando por los troncos de los árboles, y algunos roedores saltando de aquí para allá. En general, la selva parecía normal, lo que la convertía en un ejemplo de "no te fíes de las apariencias".
Por la tarde, me detuve a descansar un rato, beber agua dulce y tomar un par de frutas carnosas para hidratarme, y Ryan aprovechó para hacer una avanzadilla. Lo esperé en el lugar acordado y me entretuve examinando la flora y fauna local.
Tras unos minutos, el joven regresó con rostro alterado. ¿Quizá el sol empezaba a hacer efecto y realmente era un vampiro? No, el resto del día había estado perfectamente. Entonces...
"¿Qué habrá visto?"
Cenamos acompañados de Kame Sennin, o quizá es más adecuado decir que yo cené acompañada de Kane Sennin, porque todo lo que hizo el rubio maleducado fue fumarse un cigarro.
Después de cenar, se acercó a mí con semblante serio, así que decidí prestarle atención.
Parecía alterado.
- Mmm... Así que un páramo congelado con olor a muerte... Bueno, no me importa explorarlo, quizá sea allí donde resida la criatura que vino a darnos la bienvenida cuando llegamos a la isla. Pero, antes de nada... ¿Por qué no me explicas cómo te las apañaste para vencer a los raptores? Parecía como si te los hubieras cargado a mordiscos. Y no comes, y tampoco pareces tener necesidad de beber. Más que "¿dónde mierda estamos?" yo me pregunto "¿Qué mierda eres?" -le dije, esbozando una ligera sonrisa amenazadora y mirándolo fijamente a los ojos.
Puede que yo no estuviese dispuesta a compartir información con él, pero me intrigaban especialmente sus habilidades. Si me respondía, quizá incluso le hablaría de las mías. Cabía la posibilidad de que las necesitase, si íbamos a enfrentarnos a ese bicho. Así que tendría que acabar mostrándoselas tarde o temprano.
- Escucha, si queremos salir de aquí, necesitamos compartir información. Puede que seas reacio a contármelo a mí, una completa desconocida, y lo comprendo. Estoy igual que tú. Pero necesitamos saber lo que podemos hacer para conseguir vencer y domar a esa criatura, ¿no? Tenemos que cooperar. Así que, si tú me cuentas tus habilidades... yo estoy dispuesta a hablarte sobre las mías -ofrecí a continuación, tornándome seria.
Teníamos tiempo para hablar antes de ir a investigar el páramo al día siguiente.
Y esperaba al menos poder descansar unas cuantas horas esa noche, para estar en forma.
Unos cuantos se acercaron al maleducado, que se estaba tomando su tiempo el despertar, mientras otros tres se centraron en mí. Tenía conmigo unos cuantos shurikens en las manos como única defensa. No quería arriesgarme a utilizar las pistolas, porque el sonido podía atraer a más criaturas, y prefería ahorrarme esa molestia.
Lancé un par de shurikens a la criatura que tenía frente a mí, para comprobar la dureza de su piel, y esbocé una sonrisa de satisfacción al ver que los filos se clavaban sin mucha dificultad y le causaban heridas en el cuello. El animal empezó a chillar y se abalanzó sobre mí con furia, así que me alejé de un salto y continué lanzando shurikens.
Si no recordaba mal, aquellos lagartos tenían veneno, por lo que era mejor mantenerse a una distancia segura.
Por tanto, continué mi estrategia de alejarme y lanzar shurikens desde la distancia. Para cuando me quedé sin ellos, las criaturas estaban desangrándose en el suelo.
Recuperé los shurikens y los limpié antes de volver a guardarlos, para luego emitir un suspiro de cansancio.
Ya se estaba haciendo de día, así que había pasado la noche en vela.
"Necesito café..."
El maleducado se había librado de otros tantos raptores con aparente facilidad. ¿Cómo se las había apañado para pelear sin armas? No había podido verlo porque estaba centrada en no ser mordida por aquellas criaturas.
El tipo recogió sus cosas en una bolsa improvisada y se marchó acordando unilateralmente que nos encontraríamos en ese mismo lugar dos horas más tarde.
Yo no tenía nada que buscar, así que me acerqué a los raptores muertos y los examiné aprovechando la luz del día. Habían sido mordidos y apuñalados, y uno de ellos parecía más arrugado y delgado y mostraba marcas de colmillos, casi como si le hubieran... succionado la sangre.
Examiné el cadáver con cautela y pude comprobar, diseccionando una pequeña parte con mi bisturí, que efectivamente no tenía rastro alguno de sangre en su cuerpo. ¿Qué demonios había pasado?
¿Quién era ese rubio maleducado? Casi no había comido nada y parecía mostrar signos de hambre ni frío... ¿Sería un vampiro?
No, un vampiro se vería afectado negativamente por la luz del sol, y Ryan no parecía darle importancia.
Me senté apoyando la espalda contra un árbol y me comí la chocolatina que me había dado el día anterior, teorizando sobre las posibilidades más y menos razonables, más y menos disparatadas, que se me ocurrían para explicar esa habilidad. Cerré los ojos en un intento de descansar, pero no pude dormirme.
Un rato después nos reunimos y comenzamos a explorar la isla.
Nos adentramos en la selva poco a poco, y me mantuve alerta a los sonidos y vibraciones circundantes, pero ninguna criatura grande se cruzó en nuestro camino. Pude ver lagartijas y lagartos de tamaño normal correteando por los troncos de los árboles, y algunos roedores saltando de aquí para allá. En general, la selva parecía normal, lo que la convertía en un ejemplo de "no te fíes de las apariencias".
Por la tarde, me detuve a descansar un rato, beber agua dulce y tomar un par de frutas carnosas para hidratarme, y Ryan aprovechó para hacer una avanzadilla. Lo esperé en el lugar acordado y me entretuve examinando la flora y fauna local.
Tras unos minutos, el joven regresó con rostro alterado. ¿Quizá el sol empezaba a hacer efecto y realmente era un vampiro? No, el resto del día había estado perfectamente. Entonces...
"¿Qué habrá visto?"
Cenamos acompañados de Kame Sennin, o quizá es más adecuado decir que yo cené acompañada de Kane Sennin, porque todo lo que hizo el rubio maleducado fue fumarse un cigarro.
Después de cenar, se acercó a mí con semblante serio, así que decidí prestarle atención.
Parecía alterado.
- Mmm... Así que un páramo congelado con olor a muerte... Bueno, no me importa explorarlo, quizá sea allí donde resida la criatura que vino a darnos la bienvenida cuando llegamos a la isla. Pero, antes de nada... ¿Por qué no me explicas cómo te las apañaste para vencer a los raptores? Parecía como si te los hubieras cargado a mordiscos. Y no comes, y tampoco pareces tener necesidad de beber. Más que "¿dónde mierda estamos?" yo me pregunto "¿Qué mierda eres?" -le dije, esbozando una ligera sonrisa amenazadora y mirándolo fijamente a los ojos.
Puede que yo no estuviese dispuesta a compartir información con él, pero me intrigaban especialmente sus habilidades. Si me respondía, quizá incluso le hablaría de las mías. Cabía la posibilidad de que las necesitase, si íbamos a enfrentarnos a ese bicho. Así que tendría que acabar mostrándoselas tarde o temprano.
- Escucha, si queremos salir de aquí, necesitamos compartir información. Puede que seas reacio a contármelo a mí, una completa desconocida, y lo comprendo. Estoy igual que tú. Pero necesitamos saber lo que podemos hacer para conseguir vencer y domar a esa criatura, ¿no? Tenemos que cooperar. Así que, si tú me cuentas tus habilidades... yo estoy dispuesta a hablarte sobre las mías -ofrecí a continuación, tornándome seria.
Teníamos tiempo para hablar antes de ir a investigar el páramo al día siguiente.
Y esperaba al menos poder descansar unas cuantas horas esa noche, para estar en forma.
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Finalmente la situación se tornaba más interesante de lo normal. La pequeña molestia que tenía en frente suyo parecía ser lo suficientemente hábil e inteligente para darse cuenta de lo que tenía frente a sus propios ojos. ¿Había estudiado los cadáveres para intentar conocer sus habilidades? Eso era algo asombroso, digno de respetar. El antropólogo la miró directamente a los ojos mientras la escuchaba sin prestar mucha atención. Lo más importante en ese momento no era saber que tenía a su lado, sino era entender como un lugar tan escalofriante podía provocar tanto terror.
El muchacho la siguió mirando pensando en que decir.
“¿Qué le digo a la niña? ¿Qué soy una puta máquina carente de necesidades básicas? ¿Qué soy una monstruosidad que solo se alimenta de sangre? ¡Vamos! Tengo que inventarle algo... o simplemente decirle la verdad a medias...”
Apagó el cigarro y se acercó a ella. Se sentó y comió un poco de carne.
-Si tienes dudas, es porque estás pensando. Lo dijo un gran científico al cual admiro muchísimo. El páramo congelado esconde algo más que solo una bestia, normalmente nada puede infundir un terror así en los corazones de las personas.
Tomó un poco de agua y cogió otro trozo de carne, realmente no tenía hambre pero el sabor estaba bueno; habían estado un par de días en una isla desconocida que les daba buenos alimentos.
-Al preguntarme que soy, me estás ofendiendo – le dijo con seriedad – así que te recomiendo que cuides tus palabras muchacha. Y estás equivocada en algo, yo sí como y sí bebo. Solo que lo hago en un ritmo completamente distinto. Mi cuerpo fue alterado desde un principio, soy una creación del Gobierno. Algo así como una máquina de guerra, ¿sabes? Mis órganos son fuertes y mi metabolismo es lento, no necesito comer ni beber en días y mi cuerpo sigue funcionando bien.
Le había dicho una gran verdad y en realidad eso era algo que le daba lo mismo ocultar o no. Esbozó una sonrisa maliciosa; con esa información la muchacha tendría suficiente sobre que pensar para no descubrir su verdadera identidad, su verdadero poder. Estaba completamente seguro que ella tampoco era alguien débil, ya va solo por el hecho de que no se había cagado en sus pantalones mientras vio a la enorme criatura aquel primer día.
Formuló con precisión sus preguntas intentando usar las palabras más sutiles pero ciertamente ella no le caía bien, para nada. Ni siquiera se acordaba de su nombre si es que alguna vez se lo dijo, estaba trabajando con ella por mero interés; digno de él. Pero también, de manera contradictoria, era cierto que sentía algún interés especial por la muchacha. Al verla una gran cantidad de recuerdos sucumbían en su mente, como aquellos tiempos en donde vivía plácidamente con Levi.
-Y la verdad me da igual saber lo que eres o quién eres – mintió –, por mí que te quedes callada todo el camino. No necesitamos ser amigos, si encuentro información que considero valiosa, la compartiré. Si no, no preguntes – estaba siendo vulgarmente molesto con ella como autodefensa personal –. Tampoco creo que la bestia sea la solución, no la domaremos. Debe haber otra forma.
El tiempo hizo de lo suyo y finalmente amaneció. El muchacho se levantó y se lavó la cara con el agua que tenían, luego fue a buscar más y cogió algunas bayas para la chica que aún seguía durmiendo. Hizo guardia toda la noche anterior por lo que no había dormido y no sentía ningún tipo de cansancio, tenía la intención de recorrer el páramo congelado y encontrar algún tipo de prueba o información. Despertó a la chica, esta vez de forma más dulce que la anterior por lo que solo le tocó el hombro para moverla ligeramente.
Caminaron hasta allí y a medida que se acercaban vieron un lugar increíblemente aterrador. Había un castillo de roca negra que se alzaba majestuosamente entre medio de la nada; tenía un aspecto lúgubre con gárgolas en la cima y torres puntiagudas. Tenía una enorme puerta de madera que se veía desgastada por el pasar del tiempo y puente flotante que llegaba hasta ella. Ryan, armándose de valor, cruzó el puente sin dudarlo y abrió la puerta pareciendo ser que estaba abierta desde un principio. Recorrió sigilosamente la estructura intentando encontrar algo de información útil, debían aprovechar la luz del sol; el castillo tenía un enorme hueco en el techo por lo que la luz se filtraba por él.
Al llegar a una sala llena de misteriosos cofres encontró un libro bastante... singular. Tenía la tapa completamente congelada pero era dura, como si se tratase de algún metal. Lo abrió con mucha fuerza y pudo ver algunas imágenes y palabras en él. Estaba escrito en un idioma completamente distinto pero lo que descubrió fue muy interesante. Pudo descifrar apenas unas cuantas palabras y ahí entendió por qué le daba tanto miedo. Se acercó a la chica con el libro en la mano.
-Purgatorio – dijo de la nada –. Así se llama la isla, tiene un nombre bastante... especial. No es como si estuviéramos muertos, no te preocupes. Pude descifrar algunas palabras pero no mucho, está completamente desgastado y quien lo escribió no se dedicaba precisamente a escribir libros. Pero entendiendo un poco... no, olvídalo. ¿Qué piensas tú?
Le preguntó mientras alzaba su vista al cielo. Algo le daba mala espina de aquel lugar tan... lúgubre. Era espantoso, el hedor a muerte cada vez se sentía más; el miedo se esparcía por las paredes del castillo. ¿Qué era ese lugar?
El muchacho la siguió mirando pensando en que decir.
“¿Qué le digo a la niña? ¿Qué soy una puta máquina carente de necesidades básicas? ¿Qué soy una monstruosidad que solo se alimenta de sangre? ¡Vamos! Tengo que inventarle algo... o simplemente decirle la verdad a medias...”
Apagó el cigarro y se acercó a ella. Se sentó y comió un poco de carne.
-Si tienes dudas, es porque estás pensando. Lo dijo un gran científico al cual admiro muchísimo. El páramo congelado esconde algo más que solo una bestia, normalmente nada puede infundir un terror así en los corazones de las personas.
Tomó un poco de agua y cogió otro trozo de carne, realmente no tenía hambre pero el sabor estaba bueno; habían estado un par de días en una isla desconocida que les daba buenos alimentos.
-Al preguntarme que soy, me estás ofendiendo – le dijo con seriedad – así que te recomiendo que cuides tus palabras muchacha. Y estás equivocada en algo, yo sí como y sí bebo. Solo que lo hago en un ritmo completamente distinto. Mi cuerpo fue alterado desde un principio, soy una creación del Gobierno. Algo así como una máquina de guerra, ¿sabes? Mis órganos son fuertes y mi metabolismo es lento, no necesito comer ni beber en días y mi cuerpo sigue funcionando bien.
Le había dicho una gran verdad y en realidad eso era algo que le daba lo mismo ocultar o no. Esbozó una sonrisa maliciosa; con esa información la muchacha tendría suficiente sobre que pensar para no descubrir su verdadera identidad, su verdadero poder. Estaba completamente seguro que ella tampoco era alguien débil, ya va solo por el hecho de que no se había cagado en sus pantalones mientras vio a la enorme criatura aquel primer día.
Formuló con precisión sus preguntas intentando usar las palabras más sutiles pero ciertamente ella no le caía bien, para nada. Ni siquiera se acordaba de su nombre si es que alguna vez se lo dijo, estaba trabajando con ella por mero interés; digno de él. Pero también, de manera contradictoria, era cierto que sentía algún interés especial por la muchacha. Al verla una gran cantidad de recuerdos sucumbían en su mente, como aquellos tiempos en donde vivía plácidamente con Levi.
-Y la verdad me da igual saber lo que eres o quién eres – mintió –, por mí que te quedes callada todo el camino. No necesitamos ser amigos, si encuentro información que considero valiosa, la compartiré. Si no, no preguntes – estaba siendo vulgarmente molesto con ella como autodefensa personal –. Tampoco creo que la bestia sea la solución, no la domaremos. Debe haber otra forma.
El tiempo hizo de lo suyo y finalmente amaneció. El muchacho se levantó y se lavó la cara con el agua que tenían, luego fue a buscar más y cogió algunas bayas para la chica que aún seguía durmiendo. Hizo guardia toda la noche anterior por lo que no había dormido y no sentía ningún tipo de cansancio, tenía la intención de recorrer el páramo congelado y encontrar algún tipo de prueba o información. Despertó a la chica, esta vez de forma más dulce que la anterior por lo que solo le tocó el hombro para moverla ligeramente.
Caminaron hasta allí y a medida que se acercaban vieron un lugar increíblemente aterrador. Había un castillo de roca negra que se alzaba majestuosamente entre medio de la nada; tenía un aspecto lúgubre con gárgolas en la cima y torres puntiagudas. Tenía una enorme puerta de madera que se veía desgastada por el pasar del tiempo y puente flotante que llegaba hasta ella. Ryan, armándose de valor, cruzó el puente sin dudarlo y abrió la puerta pareciendo ser que estaba abierta desde un principio. Recorrió sigilosamente la estructura intentando encontrar algo de información útil, debían aprovechar la luz del sol; el castillo tenía un enorme hueco en el techo por lo que la luz se filtraba por él.
Al llegar a una sala llena de misteriosos cofres encontró un libro bastante... singular. Tenía la tapa completamente congelada pero era dura, como si se tratase de algún metal. Lo abrió con mucha fuerza y pudo ver algunas imágenes y palabras en él. Estaba escrito en un idioma completamente distinto pero lo que descubrió fue muy interesante. Pudo descifrar apenas unas cuantas palabras y ahí entendió por qué le daba tanto miedo. Se acercó a la chica con el libro en la mano.
-Purgatorio – dijo de la nada –. Así se llama la isla, tiene un nombre bastante... especial. No es como si estuviéramos muertos, no te preocupes. Pude descifrar algunas palabras pero no mucho, está completamente desgastado y quien lo escribió no se dedicaba precisamente a escribir libros. Pero entendiendo un poco... no, olvídalo. ¿Qué piensas tú?
Le preguntó mientras alzaba su vista al cielo. Algo le daba mala espina de aquel lugar tan... lúgubre. Era espantoso, el hedor a muerte cada vez se sentía más; el miedo se esparcía por las paredes del castillo. ¿Qué era ese lugar?
- Off:
- La isla se llama Purgatorio pero prefiero que dependa de ti si es más "literalmente" un purgatorio o si es mero adorno. Te dejo a ti la opción de que sea una batalla contra enormes bestias o una batalla contra algo más oscuro y las bestias son meros guardianes de la isla xD
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El maleducado respondió a mi pregunta con calma y seriedad, y se reveló a sí mismo como una máquina del Gobierno Mundial, una creación artificial. No había oído nada al respecto en mi temporada trabajando para el Gobierno, pero no me extrañaba nada que existiese un hombre artificial. Después de todo, había presenciado con mis propios ojos cómo se creaba una pistola capaz de hacerte explotar desde dentro valiéndose exclusivamente de la resonancia de las ondas ultrasónicas que enviaba al objetivo.
Además, después de vivir una vida como la mía, casi nada me sorprendía ya. Lo cual resultaba molesto, porque hacía mi vida más aburrida. Probablemente por eso ansiaba con tanto ahínco nuevos conocimientos y experiencias.
- Te has vuelto más interesante de golpe. Me gustaría poder interrogarte acerca de todo lo que sabes sobre el procedimiento que llevaron a cabo para crearte, pero no disponemos de ese tiempo. Concuerdo contigo en que no tenemos por qué hacernos amigos, sólo me refería a un mero intercambio de información que pueda resultarnos útil en la situación en la que nos encontramos. Yo soy científica, dedico mi vida a investigar, acumular la mayor cantidad de conocimientos posible y explorar lo desconocido -conté entonces. Decir que era científica no implicaba que trabajase para el Gobierno, podía trabajar por mi cuenta o para alguna entidad privada, así que tampoco estaba desvelando información tan importante. No, lo importante era mejor guardármelo. Nunca sabes cuándo puedes necesitar un buen as en la manga-. No deberíamos descartar domar a la bestia así como así, pero quizá podríamos buscar otra manera de salir de la isla que no conlleve un riesgo tan alto. Ya que mañana exploraremos el páramo helado, será mejor que descansemos -decidí entonces, tumbándome en el suelo.
Cerré los ojos dando por terminada la conversación, y me quedé meditando hasta que finalmente me dormí. A la mañana siguiente, me encontré unas bayas delante de mí, que el joven probablemente habría recolectado para el desayuno. Las olisqueé y examiné para comprobar que no eran venenosas, y decidí comerlas.
Cuando terminé el improvisado y ligero desayuno, retomamos nuestro camino, y no tardamos en llegar al páramo. La diferencia de temperatura entre la circunferencia exterior de la isla y su zona más profunda debía ser bastante grande, permitiendo la coexistencia de una selva tropical y un paraje congelado como aquel.
Sin embargo, a pesar de las advertencias del maleducado, no noté ningún tipo de miedo o pavor revolviendo mis entrañas al ver aquello. Quizá porque he visto cosas peores.
Ciertamente, olía a sangre, muerte y desolación. Parecía un terreno maldito y abandonado hacía muchas generaciones. En el medio de la explanada de hielo se erguía un castillo solitario de construcción probablemente gótica, erigido con piedras oscuras que casi parecían de procedencia volcánica, con las inconfundibles cúpulas puntiagudas y esbeltas. No había indicios previos de vida humana en aquel lugar, así que probablemente estaría abandonado.
El muchacho parecía asustado con sólo estar allí, pero tomó la iniciativa de cruzar el puente colgante que unía el páramo con el castillo, el cual estaba ubicado en un alto y rodeado de grandes socavones. Al pasar los el puente examiné la depresión para calcular la distancia hasta el fondo. Probablemente si un humano normal se caía desde allí, le esperaba una muerte segura. El fondo estaba plagado de estalactitas de hielo afiladas como cuchillos.
Pero, por suerte o por desgracia, ninguno de los dos entraba dentro de la descripción de “humano normal”.
Me interné con cautela en el interior de la enorme estructura abandonada, examinando las rocas, las paredes y la construcción en general. Me llamó entonces la atención una palabra pronunciada por mi compañero, que me hizo acercarme a él para coger el libro que tenía entre sus manos.
Purgatorio.
Tomé el libro entre mis manos y lo examiné. Aquella escritura resultaba incomprensible para mí, que contaba con escasos conocimientos de historia. Nunca me había parecido necesaria. Pero, con aquella palabra, fui capaz de elaborar una teoría acerca del lugar.
- Probablemente este islote tenga relación con alguna cultura antigua, ya desaparecida. La diferencia de temperatura entre el exterior y el interior de la isla, la población de lagartos gigantes o venenosos, animales parlanchines y otras criaturas extraordinarias, la existencia de este castillo, que parece que fue ubicado aquí a propósito, y la palabra “purgatorio”… Todos esos datos me hacen pensar que esta isla fue utilizada como penitencia. Quizá se enviaba aquí a los delincuentes o los pecadores, como castigo para pagar por lo que habían hecho. Quizá tenía que ver con algún tipo de ritual de una antigua cultura olvidada. Lo único que puedo intuir a raíz de todo esto es que, en este castillo, o bien vivía el “castigador”, o acogía a los “penitentes”. También cabe la posibilidad de que se desterrase a alguien a este lugar. En resumen, debemos andarnos con cuidado. Puede que haya trampas ocultas en el castillo -relaté con frialdad, al tiempo que pasaba con cuidado las páginas del extraño libro.
Avancé unos pasos por el vestíbulo carente de techo y comencé a investigar los alrededores.
- ¿Te apetece explorar el castillo para ver si hay algo de valor, o que pueda servirnos para salir de aquí? ¿O estás demasiado asustado? -pregunté a continuación, dedicándole a mi compañero una sonrisa maliciosa.
Sí, yo no tenía miedo de aquello. Eso significaba que fuese algo bueno. El miedo es bueno. Es una reacción natural del cuerpo, que te pone alerta, te agudiza los sentidos y te prepara para huir o pelear. Quizá estaba confiándome demasiado.
Pero no creía que una isla de un mar pudiese suponer un peligro para mí.
Estaba preparándome para ir al Nuevo Mundo, después de todo.
Si no era capaz de afrontar los peligros de una isla de un mar cardinal, entonces todo mi entrenamiento no habría servido para nada.
Y mi abuelo se reiría en mi cara. Y, ah, eso sí que no.
Además, después de vivir una vida como la mía, casi nada me sorprendía ya. Lo cual resultaba molesto, porque hacía mi vida más aburrida. Probablemente por eso ansiaba con tanto ahínco nuevos conocimientos y experiencias.
- Te has vuelto más interesante de golpe. Me gustaría poder interrogarte acerca de todo lo que sabes sobre el procedimiento que llevaron a cabo para crearte, pero no disponemos de ese tiempo. Concuerdo contigo en que no tenemos por qué hacernos amigos, sólo me refería a un mero intercambio de información que pueda resultarnos útil en la situación en la que nos encontramos. Yo soy científica, dedico mi vida a investigar, acumular la mayor cantidad de conocimientos posible y explorar lo desconocido -conté entonces. Decir que era científica no implicaba que trabajase para el Gobierno, podía trabajar por mi cuenta o para alguna entidad privada, así que tampoco estaba desvelando información tan importante. No, lo importante era mejor guardármelo. Nunca sabes cuándo puedes necesitar un buen as en la manga-. No deberíamos descartar domar a la bestia así como así, pero quizá podríamos buscar otra manera de salir de la isla que no conlleve un riesgo tan alto. Ya que mañana exploraremos el páramo helado, será mejor que descansemos -decidí entonces, tumbándome en el suelo.
Cerré los ojos dando por terminada la conversación, y me quedé meditando hasta que finalmente me dormí. A la mañana siguiente, me encontré unas bayas delante de mí, que el joven probablemente habría recolectado para el desayuno. Las olisqueé y examiné para comprobar que no eran venenosas, y decidí comerlas.
Cuando terminé el improvisado y ligero desayuno, retomamos nuestro camino, y no tardamos en llegar al páramo. La diferencia de temperatura entre la circunferencia exterior de la isla y su zona más profunda debía ser bastante grande, permitiendo la coexistencia de una selva tropical y un paraje congelado como aquel.
Sin embargo, a pesar de las advertencias del maleducado, no noté ningún tipo de miedo o pavor revolviendo mis entrañas al ver aquello. Quizá porque he visto cosas peores.
Ciertamente, olía a sangre, muerte y desolación. Parecía un terreno maldito y abandonado hacía muchas generaciones. En el medio de la explanada de hielo se erguía un castillo solitario de construcción probablemente gótica, erigido con piedras oscuras que casi parecían de procedencia volcánica, con las inconfundibles cúpulas puntiagudas y esbeltas. No había indicios previos de vida humana en aquel lugar, así que probablemente estaría abandonado.
El muchacho parecía asustado con sólo estar allí, pero tomó la iniciativa de cruzar el puente colgante que unía el páramo con el castillo, el cual estaba ubicado en un alto y rodeado de grandes socavones. Al pasar los el puente examiné la depresión para calcular la distancia hasta el fondo. Probablemente si un humano normal se caía desde allí, le esperaba una muerte segura. El fondo estaba plagado de estalactitas de hielo afiladas como cuchillos.
Pero, por suerte o por desgracia, ninguno de los dos entraba dentro de la descripción de “humano normal”.
Me interné con cautela en el interior de la enorme estructura abandonada, examinando las rocas, las paredes y la construcción en general. Me llamó entonces la atención una palabra pronunciada por mi compañero, que me hizo acercarme a él para coger el libro que tenía entre sus manos.
Purgatorio.
Tomé el libro entre mis manos y lo examiné. Aquella escritura resultaba incomprensible para mí, que contaba con escasos conocimientos de historia. Nunca me había parecido necesaria. Pero, con aquella palabra, fui capaz de elaborar una teoría acerca del lugar.
- Probablemente este islote tenga relación con alguna cultura antigua, ya desaparecida. La diferencia de temperatura entre el exterior y el interior de la isla, la población de lagartos gigantes o venenosos, animales parlanchines y otras criaturas extraordinarias, la existencia de este castillo, que parece que fue ubicado aquí a propósito, y la palabra “purgatorio”… Todos esos datos me hacen pensar que esta isla fue utilizada como penitencia. Quizá se enviaba aquí a los delincuentes o los pecadores, como castigo para pagar por lo que habían hecho. Quizá tenía que ver con algún tipo de ritual de una antigua cultura olvidada. Lo único que puedo intuir a raíz de todo esto es que, en este castillo, o bien vivía el “castigador”, o acogía a los “penitentes”. También cabe la posibilidad de que se desterrase a alguien a este lugar. En resumen, debemos andarnos con cuidado. Puede que haya trampas ocultas en el castillo -relaté con frialdad, al tiempo que pasaba con cuidado las páginas del extraño libro.
Avancé unos pasos por el vestíbulo carente de techo y comencé a investigar los alrededores.
- ¿Te apetece explorar el castillo para ver si hay algo de valor, o que pueda servirnos para salir de aquí? ¿O estás demasiado asustado? -pregunté a continuación, dedicándole a mi compañero una sonrisa maliciosa.
Sí, yo no tenía miedo de aquello. Eso significaba que fuese algo bueno. El miedo es bueno. Es una reacción natural del cuerpo, que te pone alerta, te agudiza los sentidos y te prepara para huir o pelear. Quizá estaba confiándome demasiado.
Pero no creía que una isla de un mar pudiese suponer un peligro para mí.
Estaba preparándome para ir al Nuevo Mundo, después de todo.
Si no era capaz de afrontar los peligros de una isla de un mar cardinal, entonces todo mi entrenamiento no habría servido para nada.
Y mi abuelo se reiría en mi cara. Y, ah, eso sí que no.
- OFF:
- Ok, déjamelo a mí. ¿Qué tal si las bestias son los guardianes, pero ya no tienen nada que guardar? Trampas varias por todas partes y artefactos hechos especialmente para asustar y castigar a los “penitentes”, y a mayores los lagartos gigantes.
Perdón por no postear antes, ayer estuve ocupada xD
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La información que entregaba la muchacha no resultaba importante para el soberbio hombre de cabellos rubios. Por lo menos la muchacha era inteligente y comprendía perfectamente que la necesidad de sociabilizar se quedaba tras, justo en un mundo inocente y ajeno a problemas reales. Miró por una vez más aquel espantoso lugar al que se sintió atraído como un drogadicto a la cocaína, irónico ¿no? El miedo que le provocaba era algo... que le hacía sentir vivo, cuando realmente nunca lo estuvo. ¿O sí?
La muchacha preguntó algunas cosas además de efectuar una teoría que si bien, parecía coherente algo no calzaba. ¿Un castillo lleno de trampas? Tenía sentido siempre y cuando hubiera algo que proteger y todo indicaba que no había absolutamente nada que proteger, era un sitio abandonado cubierto por la inmundicia del hedor a miedo. Debía haber algo más y eso era lo que despertó por completo el interés de Ryan. Tenía que inspeccionar el lugar y descubrir cosas, descubrir algo o tener alguna pista para entender lo que sucedía.
Miró a su “compañera”.
-No me preocupan las trampas, niña. Hay cosas... más preocupantes. Cuando dije que había hedor a muerte, no me refería a algo metafórico. En fin, parece buena idea explorar el castillo – la fulminó con la mirada tras la última pregunta –. Y no subestimes lo que un hombre asustado puede lograr.
Avanzó por el vestíbulo hasta llegar a una extraña puerta de madera bien podrida que se encontraba en la pared derecha. Al entrar se encontraba un cuarto, helado y cubierto de hielo, y dentro de él un precioso cofre de madera bordado con toques metálicos. Se acercó a él y lo miró con deseo, como si lo hubiese hipnotizado. Mientras se acercaba una voz en su cabeza resonó advirtiéndole que no se acercara; dio un paso más y una decena de flechas fueron lanzadas desde los costados de la habitación. Por suerte ninguna dio en el cuerpo de Ryan. Pero, ¿qué fue esa voz que escuchó? Parecía tan familiar.
Sacó el penúltimo cigarrillo que tenía en la cajetilla y lo encendió con cuidado. No quería provocar un “accidente”. Tras prenderlo, inhaló una relajante quemada sintiendo como el corrosivo humo bajaba por su garganta hasta depositarse en sus pulmones para luego ser exhalado con elegancia. Exactamente así era como lo hacía, siempre. Era un proceso que se debía repetir con elegancia o si no, no lo hacía. Salió del cuarto perdiendo por completo el interés en aquel cofre bien adornado.
-Una trampa, ¿eh? – dijo sin mirar a su compañera – Parece que tenías razón sobre eso. ¿Tendrás razón sobre algo más?
Tras soltar aquella pregunta maliciosa siguió por el pasillo hasta llegar a lo que parecía ser un trono. El castillo era realmente enorme y de lo que había conocido de él, aquella sala era de donde se sentía un profundo sentimiento de odio y miedo. Comenzó a explorarla cuando de repente sintió como si algo lo mirara, no entendía que era pues si era algo vivo hubiese escuchado sus latidos. ¿Una sombra? Sí, definitivamente eso fue lo que vio arrastrándose por detrás del trono. ¿Valía la pena ir a ver? Ryan se acercó a él con mucho cuidado y de un movimiento brusco depositó su mirada en la parte trasera del asiento real pero no encontró nada.
-Debió haber sido mi imaginación.
Siguió su camino mientras fumaba de su cigarrillo. Contaminaba todo el lugar con el humo que emanaba de la droga. Mientras caminaba se percató que realmente no estaban solos. Nuevamente vio una sombra, la contempló posándose delante de un cuadro de una mujer de unos cuarenta años cuyo pelo violeta era realmente hermoso. Ryan, curioso, se acercó a este en posición defensiva esperando un presunto ataque. Olfateó con delicadeza la pintura y notó que olía a sangre humana. ¿Qué sucedió allí? Un fuerte sonido lo sacó de su trance al escuchar como un libro se caía.
-¡¿Quién es?! – Dijo con furia.
Escuchó algunos pasos alejarse y una risa femenina. ¿Habrá sido su compañera? Quizá se equivocó de cigarrillo y estaba consumiendo algún alucinógeno, aunque era muy poco probable. Cogió el libro y comenzó a leerlo. Tras dar vuelta unas páginas se dio cuenta de algunas cosas que sucedieron en el castillo negro y que en realidad sus vidas corrían peligro. Corrió agitado hasta su compañera deseoso de contarle su hallazgo cuando fue interrumpido nuevamente por la sombra que ya no parecía ser tan sombra.
Ryan estuvo dispuesto a luchar pero esa... cosa desapareció sin dejar rastro dejándole el camino libre al muchacho. ¿Qué significaba todo eso? Se posó al lado de la chica.
-Eh, tengo que decirte algo. Este lugar se llama Purgatorio y no es porque presuntos penitentes llegaban a ser castigados por una entidad superior, no. Tú eres la científica, espero que entiendas esto. Un fuerte campo enérgico se posa sobre esta isla, es tan fuerte, así como un campo electromagnético con una gravedad completamente única, que ata las almas de las personas que murieron aquí. Es lo que dice el diario de la Duquesa Vela Croix, espero que se equivoque... porque solo hay un tipo de alma que puede ser atada de esa forma.
La muchacha preguntó algunas cosas además de efectuar una teoría que si bien, parecía coherente algo no calzaba. ¿Un castillo lleno de trampas? Tenía sentido siempre y cuando hubiera algo que proteger y todo indicaba que no había absolutamente nada que proteger, era un sitio abandonado cubierto por la inmundicia del hedor a miedo. Debía haber algo más y eso era lo que despertó por completo el interés de Ryan. Tenía que inspeccionar el lugar y descubrir cosas, descubrir algo o tener alguna pista para entender lo que sucedía.
Miró a su “compañera”.
-No me preocupan las trampas, niña. Hay cosas... más preocupantes. Cuando dije que había hedor a muerte, no me refería a algo metafórico. En fin, parece buena idea explorar el castillo – la fulminó con la mirada tras la última pregunta –. Y no subestimes lo que un hombre asustado puede lograr.
Avanzó por el vestíbulo hasta llegar a una extraña puerta de madera bien podrida que se encontraba en la pared derecha. Al entrar se encontraba un cuarto, helado y cubierto de hielo, y dentro de él un precioso cofre de madera bordado con toques metálicos. Se acercó a él y lo miró con deseo, como si lo hubiese hipnotizado. Mientras se acercaba una voz en su cabeza resonó advirtiéndole que no se acercara; dio un paso más y una decena de flechas fueron lanzadas desde los costados de la habitación. Por suerte ninguna dio en el cuerpo de Ryan. Pero, ¿qué fue esa voz que escuchó? Parecía tan familiar.
Sacó el penúltimo cigarrillo que tenía en la cajetilla y lo encendió con cuidado. No quería provocar un “accidente”. Tras prenderlo, inhaló una relajante quemada sintiendo como el corrosivo humo bajaba por su garganta hasta depositarse en sus pulmones para luego ser exhalado con elegancia. Exactamente así era como lo hacía, siempre. Era un proceso que se debía repetir con elegancia o si no, no lo hacía. Salió del cuarto perdiendo por completo el interés en aquel cofre bien adornado.
-Una trampa, ¿eh? – dijo sin mirar a su compañera – Parece que tenías razón sobre eso. ¿Tendrás razón sobre algo más?
Tras soltar aquella pregunta maliciosa siguió por el pasillo hasta llegar a lo que parecía ser un trono. El castillo era realmente enorme y de lo que había conocido de él, aquella sala era de donde se sentía un profundo sentimiento de odio y miedo. Comenzó a explorarla cuando de repente sintió como si algo lo mirara, no entendía que era pues si era algo vivo hubiese escuchado sus latidos. ¿Una sombra? Sí, definitivamente eso fue lo que vio arrastrándose por detrás del trono. ¿Valía la pena ir a ver? Ryan se acercó a él con mucho cuidado y de un movimiento brusco depositó su mirada en la parte trasera del asiento real pero no encontró nada.
-Debió haber sido mi imaginación.
Siguió su camino mientras fumaba de su cigarrillo. Contaminaba todo el lugar con el humo que emanaba de la droga. Mientras caminaba se percató que realmente no estaban solos. Nuevamente vio una sombra, la contempló posándose delante de un cuadro de una mujer de unos cuarenta años cuyo pelo violeta era realmente hermoso. Ryan, curioso, se acercó a este en posición defensiva esperando un presunto ataque. Olfateó con delicadeza la pintura y notó que olía a sangre humana. ¿Qué sucedió allí? Un fuerte sonido lo sacó de su trance al escuchar como un libro se caía.
-¡¿Quién es?! – Dijo con furia.
Escuchó algunos pasos alejarse y una risa femenina. ¿Habrá sido su compañera? Quizá se equivocó de cigarrillo y estaba consumiendo algún alucinógeno, aunque era muy poco probable. Cogió el libro y comenzó a leerlo. Tras dar vuelta unas páginas se dio cuenta de algunas cosas que sucedieron en el castillo negro y que en realidad sus vidas corrían peligro. Corrió agitado hasta su compañera deseoso de contarle su hallazgo cuando fue interrumpido nuevamente por la sombra que ya no parecía ser tan sombra.
Ryan estuvo dispuesto a luchar pero esa... cosa desapareció sin dejar rastro dejándole el camino libre al muchacho. ¿Qué significaba todo eso? Se posó al lado de la chica.
-Eh, tengo que decirte algo. Este lugar se llama Purgatorio y no es porque presuntos penitentes llegaban a ser castigados por una entidad superior, no. Tú eres la científica, espero que entiendas esto. Un fuerte campo enérgico se posa sobre esta isla, es tan fuerte, así como un campo electromagnético con una gravedad completamente única, que ata las almas de las personas que murieron aquí. Es lo que dice el diario de la Duquesa Vela Croix, espero que se equivoque... porque solo hay un tipo de alma que puede ser atada de esa forma.
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Precisión
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Agudeza
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El joven se molestó por mis palabras maliciosas, tal y como esperaba. Tener miedo no era malo, efectivamente. Pero a partir de cierto punto, el miedo te paraliza. Todo es bueno en su justa medida. Pasé un dedo por una puerta para arrastrar una capa de polvo considerablemente gruesa, lo miré con indiferencia y me limpié en el pantalón. Aquel sitio llevaba abandonado mucho tiempo. O quien vivía ahí no se preocupaba de reconstruir las zonas destruidas, o limpiar.
El maleducado desapareció de mi vista unos segundos, pero no le di importancia y continué mi cuidadoso examen. El suelo estaba cubierto de nieve, así que no podía saber con seguridad dónde estaba pisando. Quizá algún paso en falso activaría una trampa que me cortaría en dos. Si es que realmente había trampas en aquel lugar.
El joven salió entonces de uno de los cuartos que daba al vestíbulo, y me advirtió que efectivamente había trampas. Esbocé una sonrisa prepotente ante su intento de comentario hiriente. Yo no solía equivocarme. No al 100%, al menos.
Nos separamos entonces, sin mediar palabra. Al tiempo que él avanzaba por el pasillo, yo me dirigí a la escalinata retorcida que ascendía hasta el piso superior y examiné la escalera con atención antes de atreverme a subir un par de escalones, asegurándome de que todavía soportaba peso. Estaba fabricada de madera y, con la nieve, el frío y la humedad, era bastante probable que estuviese podrida. Emanaba el característico olor de la madera podrida, después de todo. Pero mi cuerpo era pequeño y ligero, así que ascendí hasta el segundo piso sin problemas e investigué el pasillo.
El suelo allí estaba recubierto de una alfombra roja y alargada, y de las paredes colgaban cuadros deprimentes y antiguos, con escenas tenebrosas y personas pálidas de ojos muertos. Había varias puertas que probablemente llevarían a los dormitorios y baños. Del techo colgaban lámparas de araña recubiertas de polvo, que se habían convertido en hogar los animales que le daban nombre.
Pude escuchar entonces un grito procedente del piso inferior, y bajé a paso rápido para ver qué había sucedido. ¿Habría activado alguna trampa sin querer? Ryan se acercó a mí a toda prisa entonces, y me desveló el resto de lo que había descifrado.
Parpadeé, sin comprender. Entendía perfectamente la parte del campo electromagnético propio. Aquello no era muy atípico en nuestro mundo. De hecho, las islas del Grand Line tienen su propio campo electromagnético, lo que inutiliza las brújulas normales y obliga a utilizar Log Pose. Con las de Nuevo Mundo, de donde yo procedía, los campos electromagnéticos eran mucho más fuertes y se entremezclaban entre sí, haciendo necesaria la utilización de otro dispositivo de navegación. ¿Pero fantasmas? ¿En serio?
-Por favor… Efectivamente soy científica. Y, precisamente por eso, no creo en la existencia de algo tan surrealista y ególatra como el alma. ¿Un campo electromagnético que atrapa almas aquí? No me hagas reír. Fantasmas, eh… Y la duquesa Vela Croix… Debo admitir que esto se vuelve más interesante por momentos. Subamos al piso de arriba, a ver si podemos averiguar algo más -insté, ya dirigiéndome al piso superior.
Al llegar al pie de las escaleras dispuesta a subir y mirar hacia arriba casi inconscientemente, pude ver una sombra en el medio y medio de la escalinata. Me detuve para mirarla fijamente. Tenía silueta humanoide, pero parecía traslúcida. ¿Sería eso lo que había visto Ryan? ¿Lo que lo había asustado tanto?
La silueta parecía enfadada, porque apretó sus puños semitransparentes y dio un pisotón con su pie inexistente, antes de lanzarse escaleras abajo emitiendo un grito lúgubre. El “fantasma” se abalanzó sobre mí y me atravesó, para luego desaparecer con un nuevo grito.
“En momentos así, me gustaría poder sentir. ¿Quizá al ser atravesada habría sentido frío? ¿O quizá otra cosa? Nunca lo sabré.”, pensé, volviéndome para mirar el lugar donde la sombra había desaparecido.
¿Estaba asustada? En absoluto. Fantasmas, poltergeist, todas esas cosas eran tan sólo producto de una imaginación fértil y la falta de explicaciones más convincentes. Los científicos nos encargábamos de eliminar todas esas patrañas y dar una explicación lógica y racional a los supuestos “sucesos sobrenaturales” que existían en el planeta. Aunque, por supuesto, había todavía muchas cosas que no podíamos explicar.
Y yo estaba deseosa de poder explicar aquella.
Dejándome llevar por mi ansia de conocimiento, subí las escaleras a toda prisa y avancé por el pasillo para investigar las habitaciones.
Me dirigía directamente a la del fondo del pasillo cuando las lámparas de araña empezaron a balancearse sobre sus soportes sin necesidad de viento y las puertas empezaron a abrirse y cerrarse por sí solas.
Campos electromagnéticos, ¿eh?...
Avancé por la alfombra de rojo apagado por los años, hasta que ésta sufrió un tirón que casi me hace caer. Pegué un salto y me subí a la barandilla de las escaleras con mis pequeños pies para ver cómo la alfombra desaparecía hacia el otro lado del pasillo, como si alguien se la estuviese llevando.
Sin prestar atención a las distracciones innecesarias, continué mi camino hacia el cuarto que tenía enfrente e intenté abrir la puerta, pero no se abría. Coloqué mi mano sobre el picaporte y emití una ráfaga de hielo que lo congeló, junto a la madera adyacente. Seguidamente le di una patada, reventando la cerradura y abriendo pudiendo ver al fin la misteriosa habitación a la que, al parecer, los “fantasmas” no querían que nos acercásemos.
Se trataba de una alcoba. Un dormitorio con mobiliario muy antiguo cubierto de una gruesa capa de polvo, de estilo victoriano. Probablemente el dormitorio principal del castillo. De la enorme cama con dosel colgaban oscuras cortinas de color violeta palidecido por los años, el mismo color de las cortinas que tapaban las ventanas del cuarto y no dejaban pasar más que un atisbo de luz.
Al atravesar el umbral de la puerta, pude sentir una fuerza invisible empujándome en dirección contraria. Luché contra ella, pero fue más fuerte que yo y terminó por tirarme al suelo. Me caí de culo y me quedé allí estupefacta, al tiempo que escuchaba una voz femenina riendo con aire divertido.
¡Esa zorra me estaba troleando!
El maleducado desapareció de mi vista unos segundos, pero no le di importancia y continué mi cuidadoso examen. El suelo estaba cubierto de nieve, así que no podía saber con seguridad dónde estaba pisando. Quizá algún paso en falso activaría una trampa que me cortaría en dos. Si es que realmente había trampas en aquel lugar.
El joven salió entonces de uno de los cuartos que daba al vestíbulo, y me advirtió que efectivamente había trampas. Esbocé una sonrisa prepotente ante su intento de comentario hiriente. Yo no solía equivocarme. No al 100%, al menos.
Nos separamos entonces, sin mediar palabra. Al tiempo que él avanzaba por el pasillo, yo me dirigí a la escalinata retorcida que ascendía hasta el piso superior y examiné la escalera con atención antes de atreverme a subir un par de escalones, asegurándome de que todavía soportaba peso. Estaba fabricada de madera y, con la nieve, el frío y la humedad, era bastante probable que estuviese podrida. Emanaba el característico olor de la madera podrida, después de todo. Pero mi cuerpo era pequeño y ligero, así que ascendí hasta el segundo piso sin problemas e investigué el pasillo.
El suelo allí estaba recubierto de una alfombra roja y alargada, y de las paredes colgaban cuadros deprimentes y antiguos, con escenas tenebrosas y personas pálidas de ojos muertos. Había varias puertas que probablemente llevarían a los dormitorios y baños. Del techo colgaban lámparas de araña recubiertas de polvo, que se habían convertido en hogar los animales que le daban nombre.
Pude escuchar entonces un grito procedente del piso inferior, y bajé a paso rápido para ver qué había sucedido. ¿Habría activado alguna trampa sin querer? Ryan se acercó a mí a toda prisa entonces, y me desveló el resto de lo que había descifrado.
Parpadeé, sin comprender. Entendía perfectamente la parte del campo electromagnético propio. Aquello no era muy atípico en nuestro mundo. De hecho, las islas del Grand Line tienen su propio campo electromagnético, lo que inutiliza las brújulas normales y obliga a utilizar Log Pose. Con las de Nuevo Mundo, de donde yo procedía, los campos electromagnéticos eran mucho más fuertes y se entremezclaban entre sí, haciendo necesaria la utilización de otro dispositivo de navegación. ¿Pero fantasmas? ¿En serio?
-Por favor… Efectivamente soy científica. Y, precisamente por eso, no creo en la existencia de algo tan surrealista y ególatra como el alma. ¿Un campo electromagnético que atrapa almas aquí? No me hagas reír. Fantasmas, eh… Y la duquesa Vela Croix… Debo admitir que esto se vuelve más interesante por momentos. Subamos al piso de arriba, a ver si podemos averiguar algo más -insté, ya dirigiéndome al piso superior.
Al llegar al pie de las escaleras dispuesta a subir y mirar hacia arriba casi inconscientemente, pude ver una sombra en el medio y medio de la escalinata. Me detuve para mirarla fijamente. Tenía silueta humanoide, pero parecía traslúcida. ¿Sería eso lo que había visto Ryan? ¿Lo que lo había asustado tanto?
La silueta parecía enfadada, porque apretó sus puños semitransparentes y dio un pisotón con su pie inexistente, antes de lanzarse escaleras abajo emitiendo un grito lúgubre. El “fantasma” se abalanzó sobre mí y me atravesó, para luego desaparecer con un nuevo grito.
“En momentos así, me gustaría poder sentir. ¿Quizá al ser atravesada habría sentido frío? ¿O quizá otra cosa? Nunca lo sabré.”, pensé, volviéndome para mirar el lugar donde la sombra había desaparecido.
¿Estaba asustada? En absoluto. Fantasmas, poltergeist, todas esas cosas eran tan sólo producto de una imaginación fértil y la falta de explicaciones más convincentes. Los científicos nos encargábamos de eliminar todas esas patrañas y dar una explicación lógica y racional a los supuestos “sucesos sobrenaturales” que existían en el planeta. Aunque, por supuesto, había todavía muchas cosas que no podíamos explicar.
Y yo estaba deseosa de poder explicar aquella.
Dejándome llevar por mi ansia de conocimiento, subí las escaleras a toda prisa y avancé por el pasillo para investigar las habitaciones.
Me dirigía directamente a la del fondo del pasillo cuando las lámparas de araña empezaron a balancearse sobre sus soportes sin necesidad de viento y las puertas empezaron a abrirse y cerrarse por sí solas.
Campos electromagnéticos, ¿eh?...
Avancé por la alfombra de rojo apagado por los años, hasta que ésta sufrió un tirón que casi me hace caer. Pegué un salto y me subí a la barandilla de las escaleras con mis pequeños pies para ver cómo la alfombra desaparecía hacia el otro lado del pasillo, como si alguien se la estuviese llevando.
Sin prestar atención a las distracciones innecesarias, continué mi camino hacia el cuarto que tenía enfrente e intenté abrir la puerta, pero no se abría. Coloqué mi mano sobre el picaporte y emití una ráfaga de hielo que lo congeló, junto a la madera adyacente. Seguidamente le di una patada, reventando la cerradura y abriendo pudiendo ver al fin la misteriosa habitación a la que, al parecer, los “fantasmas” no querían que nos acercásemos.
Se trataba de una alcoba. Un dormitorio con mobiliario muy antiguo cubierto de una gruesa capa de polvo, de estilo victoriano. Probablemente el dormitorio principal del castillo. De la enorme cama con dosel colgaban oscuras cortinas de color violeta palidecido por los años, el mismo color de las cortinas que tapaban las ventanas del cuarto y no dejaban pasar más que un atisbo de luz.
Al atravesar el umbral de la puerta, pude sentir una fuerza invisible empujándome en dirección contraria. Luché contra ella, pero fue más fuerte que yo y terminó por tirarme al suelo. Me caí de culo y me quedé allí estupefacta, al tiempo que escuchaba una voz femenina riendo con aire divertido.
¡Esa zorra me estaba troleando!
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La soberbia de la muchacha le pasaría la cuenta, eso era lo que pensaba el androide. Tras la explicación que Ryan le pudo dar frente a lo que estaba sucediendo ella respondió con sus fundamentos científicos afirmando la inexistencia de entidades completamente desconocidas y de orígenes inexplicables; sin embargo, en un mundo como ese, ¿cómo explicarías tantas cosas? ¿La aparición de las frutas del diablo y sus efectos en las personas? ¿La fuerza de voluntad que es capaz de lograr cosas inimaginables? La ciencia, ciertamente, se estaba quedando atrás frente a tantas situaciones y fenómenos a los cuales aún no tenía explicación.
El muchacho dio vuelta la mirada hasta encontrarse con una silueta que bajaba velozmente por las escaleras hasta pasar por el cuerpo de la muchacha. ¿Qué diablos fue eso? No asustó para nada a Ryan pero sí le causó curiosidad; aquel lugar era sumamente desconocido y esperaba encontrar algunas respuestas a medida que fuera entendiendo un poco más lo que estaba sucediendo. Intentó darle una explicación más consistente al evento ocurrido pero no lo logró, además tampoco le importaba mucho específicamente eso. Quería saber el tema de las almas y de la explicación que entregaba el diario.
Subió por las escaleras hasta la planta superior y los eventos ocurridos le llamaron la atención. Las lámparas de araña se movían violentamente al son de una desconocida pero lúgubre canción que no se podía oír pero sí escuchar con el corazón; las puertas se abrían y cerraban furiosamente como si fueran empujadas todas al mismo tiempo. ¿Qué sucedía allí? Un campo electromagnético... Ryan no estaba seguro de sí podía producir aquello, debía haber otro tipo de fuerza que no estaba considerando.
El muchacho caminó por detrás de su compañera hasta que esta llegó a una puerta que estaba fuertemente cerrada. Mientras caminaba pudo ver una situación igual de curiosa que lo que sucedía: una ráfaga de hielo apareció en la puerta de madera junto a su cerradura. ¿Eso era normal? Quiero decir, ¿eso debía suceder? Ryan intentó darle una explicación y la más certera fue que probablemente se encontraba frente a una chica con poderes peculiares. Aún no sabía nada de ella y lentamente comenzó a llamarle la atención. Tras la apertura de la puerta una fuerza invisible comenzó a luchar contra la invasión de su compañera que, desesperadamente, intentaba entrar pero el resultado fue más bien vergonzoso para ella pues se cayó de culo al suelo. Tras la cómica caída una voz femenina se escuchó, más bien fue una risa. Una burla.
El chico rubio se acercó a su compañera y le tendió la mano para levantarla. Las “voces” que pudo escuchar gracias a su haki le sirvieron para protegerse de unos proyectiles, parecidos a estacas de hielo, que salieron desde la habitación las cuales quedaron incrustadas en el brazo derecho de Ryan. Sintió apenas un pequeño dolor, se las arrancó y un pequeño brote de sangre chorreó por el brazo del chico. Si se prestaba atención, las esquirlas no iban hacia el androide sino que apuntaban hacia la chica que fue recientemente humillada. Sin embargo, después de unos segundos, las heridas en el brazo del chico se recuperaron casi de forma instantánea.
-¿Qué eres? – preguntó con imponencia.
Lentamente una figura femenina se fue materializando en la habitación de aspecto victoriano. Tenía el pelo ondulado, aparentemente sucio y de color negro; unos ojos negros que no miraban con nada más que furia y odio. La figura llevaba un vestido blanco completamente rasgado, sus uñas largas y negras; iba descalza y llevaba cadenas atadas a sus tobillos. Tenía un aspecto lúgubre, terrorífico y siniestro además de malvado.
-¡La hija de la Duquesa, ¿eh?! – Vociferó con rabia – Pensábamos que la habíamos asesinado, sí sí sí sí, eso hicimos. ¡¿Cómo?! ¡Dime!
Ryan no entendía nada. Claramente su compañera no era la hija de ninguna duquesa y lo lógico es que se trataba de una entidad desconocida que desafió a la lógica y razón humana llegando a niveles completamente distintos. Si podían existir las frutas del diablo, ¿por qué no espíritus furiosos? Después de todo el mundo era amplio, lo suficientemente vasto para encontrarse con cosas como aquellas.
El chico se aproximó dando unos cuantos pasos pero la entidad salió disparada por la ventana de la habitación. Y otra voz femenina se escuchó riendo con más ahínco
-¿Estás bien? – Le preguntó el chico sin simular preocupación puesto que, de primera, se podía notar preocupado.
Sacó otra cajetilla de cigarros que tenía guardada por ahí y encendió uno. Estaba un poco alterado por lo sucedido e intentaba encontrarle alguna lógica aunque no llegaría a nada si después de todo ya estaban en peligro. Además, lo peor de todo es que no encontraban ninguna forma de salir de la isla. Pensó en encontrar una torre lo suficientemente alta como para ver donde se encontraban y hacer algunas señas pero su efectividad era tan alta como la de los políticos en el Gobierno.
Entró a la habitación y encontró otras notas pero esta vez se las entregó a la pequeña dándole los “honores”. Dio otra fumada y le sonrió a la chica. Luego se retiró llegando a las escaleras y encontrándose con algo... espeluznante.
“Si lo que estoy viendo es cierto... estamos en serios problemas. Por fin entiendo lo que está sucediendo, este lugar llamado Purgatorio es sumamente peligroso. ¡Vamos, hombre, que un Caballero de Armadura sin rostro no es algo normal! Le tengo que avisar a Bianca.”
Intentó caminar disimuladamente hacia donde estaba la chica, la miró y suspiró.
-Tenemos un problema allá abajo. Esta mierda de Castillo es como la de los cuentos... eso de cuentos encantados, de fantasmas y Caballeros Andantes. Solo que este caballero andante está algo... muerto por así decirlo.
El muchacho dio vuelta la mirada hasta encontrarse con una silueta que bajaba velozmente por las escaleras hasta pasar por el cuerpo de la muchacha. ¿Qué diablos fue eso? No asustó para nada a Ryan pero sí le causó curiosidad; aquel lugar era sumamente desconocido y esperaba encontrar algunas respuestas a medida que fuera entendiendo un poco más lo que estaba sucediendo. Intentó darle una explicación más consistente al evento ocurrido pero no lo logró, además tampoco le importaba mucho específicamente eso. Quería saber el tema de las almas y de la explicación que entregaba el diario.
Subió por las escaleras hasta la planta superior y los eventos ocurridos le llamaron la atención. Las lámparas de araña se movían violentamente al son de una desconocida pero lúgubre canción que no se podía oír pero sí escuchar con el corazón; las puertas se abrían y cerraban furiosamente como si fueran empujadas todas al mismo tiempo. ¿Qué sucedía allí? Un campo electromagnético... Ryan no estaba seguro de sí podía producir aquello, debía haber otro tipo de fuerza que no estaba considerando.
El muchacho caminó por detrás de su compañera hasta que esta llegó a una puerta que estaba fuertemente cerrada. Mientras caminaba pudo ver una situación igual de curiosa que lo que sucedía: una ráfaga de hielo apareció en la puerta de madera junto a su cerradura. ¿Eso era normal? Quiero decir, ¿eso debía suceder? Ryan intentó darle una explicación y la más certera fue que probablemente se encontraba frente a una chica con poderes peculiares. Aún no sabía nada de ella y lentamente comenzó a llamarle la atención. Tras la apertura de la puerta una fuerza invisible comenzó a luchar contra la invasión de su compañera que, desesperadamente, intentaba entrar pero el resultado fue más bien vergonzoso para ella pues se cayó de culo al suelo. Tras la cómica caída una voz femenina se escuchó, más bien fue una risa. Una burla.
El chico rubio se acercó a su compañera y le tendió la mano para levantarla. Las “voces” que pudo escuchar gracias a su haki le sirvieron para protegerse de unos proyectiles, parecidos a estacas de hielo, que salieron desde la habitación las cuales quedaron incrustadas en el brazo derecho de Ryan. Sintió apenas un pequeño dolor, se las arrancó y un pequeño brote de sangre chorreó por el brazo del chico. Si se prestaba atención, las esquirlas no iban hacia el androide sino que apuntaban hacia la chica que fue recientemente humillada. Sin embargo, después de unos segundos, las heridas en el brazo del chico se recuperaron casi de forma instantánea.
-¿Qué eres? – preguntó con imponencia.
Lentamente una figura femenina se fue materializando en la habitación de aspecto victoriano. Tenía el pelo ondulado, aparentemente sucio y de color negro; unos ojos negros que no miraban con nada más que furia y odio. La figura llevaba un vestido blanco completamente rasgado, sus uñas largas y negras; iba descalza y llevaba cadenas atadas a sus tobillos. Tenía un aspecto lúgubre, terrorífico y siniestro además de malvado.
-¡La hija de la Duquesa, ¿eh?! – Vociferó con rabia – Pensábamos que la habíamos asesinado, sí sí sí sí, eso hicimos. ¡¿Cómo?! ¡Dime!
Ryan no entendía nada. Claramente su compañera no era la hija de ninguna duquesa y lo lógico es que se trataba de una entidad desconocida que desafió a la lógica y razón humana llegando a niveles completamente distintos. Si podían existir las frutas del diablo, ¿por qué no espíritus furiosos? Después de todo el mundo era amplio, lo suficientemente vasto para encontrarse con cosas como aquellas.
El chico se aproximó dando unos cuantos pasos pero la entidad salió disparada por la ventana de la habitación. Y otra voz femenina se escuchó riendo con más ahínco
-¿Estás bien? – Le preguntó el chico sin simular preocupación puesto que, de primera, se podía notar preocupado.
Sacó otra cajetilla de cigarros que tenía guardada por ahí y encendió uno. Estaba un poco alterado por lo sucedido e intentaba encontrarle alguna lógica aunque no llegaría a nada si después de todo ya estaban en peligro. Además, lo peor de todo es que no encontraban ninguna forma de salir de la isla. Pensó en encontrar una torre lo suficientemente alta como para ver donde se encontraban y hacer algunas señas pero su efectividad era tan alta como la de los políticos en el Gobierno.
Entró a la habitación y encontró otras notas pero esta vez se las entregó a la pequeña dándole los “honores”. Dio otra fumada y le sonrió a la chica. Luego se retiró llegando a las escaleras y encontrándose con algo... espeluznante.
“Si lo que estoy viendo es cierto... estamos en serios problemas. Por fin entiendo lo que está sucediendo, este lugar llamado Purgatorio es sumamente peligroso. ¡Vamos, hombre, que un Caballero de Armadura sin rostro no es algo normal! Le tengo que avisar a Bianca.”
Intentó caminar disimuladamente hacia donde estaba la chica, la miró y suspiró.
-Tenemos un problema allá abajo. Esta mierda de Castillo es como la de los cuentos... eso de cuentos encantados, de fantasmas y Caballeros Andantes. Solo que este caballero andante está algo... muerto por así decirlo.
- Off:
- Ya tengo pensado la forma en que saldremos de la isla, o al menos es una idea. El Castillo no es más que una creación de un usuario de una fruta del diablo; tiene la habilidad de sacar cosas de los libros. De ese modo se explican los fantasmas, el olor a muerte, el caballero andante putrefacto que apareció, las enormes bestias y la tortuga con bigote. Es el que se encuentra en el Castillo y derrotándolo nos dará un barco para salir de la isla xD Esa es mi idea, no sé de que otra forma podemos desenvolver el tema dándole un toque más OP
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Me quedé allí sentada en el suelo, momentáneamente atónita. Me costaba especialmente asimilar ese tipo de situaciones. No, las asimilaba perfectamente. El problema no era asimilarlas, era asumirlas.
Recopilemos la información de la que disponía. Había lagartos gigantes, tortugas parlantes, dinosaurios venenosos poco peligrosos y setas con cosquillas. La isla parecía tener un clima claramente tropical y las noches eran cálidas en el interior de la selva, pero en el centro había un páramo congelado que no pegaba nada con el resto de la isla. En medio de ese páramo, se alzaba un castillo de construcción victoriana medio derruido, y en él parecían habitar fantasmas. Había una duquesa, libros, cosas que se movían solas… Y aquel olor.
“Nada de esto tiene sentido. Tiene que haber algo que lo conecte todo… Estoy pasando algo por alto…”
Al tiempo que pensaba aquello, una figura se materializó en el interior de la habitación y soltó una frase desconcertante. ¿La hija de la duquesa? ¿Se creían que yo era la hija de la tal duquesa? Tras aquellas palabras la figura desapareció atravesando la ventana como si fuese intangible.
Me froté la zona afectada por el golpe con un gruñido, preguntándome por enésima vez por qué tengo esa manía si no siento dolor, antes de levantarme.
—Pues claro que estoy bien –le espeté al muchacho, ligeramente molesta. Aunque no estaba molesta con él. Estaba frustrada conmigo misma por no ser capaz de encontrar una respuesta lógica a todo lo que sucedía a mi alrededor.
Entré al cuarto al fin y empecé a abrir los cajones de la cómoda y las mesitas de noche, en busca de algo que pudiese servirme como información. Aquella era la alcoba de una mujer, sin lugar a dudas. La ropa de la cómoda era de mujer, y había además objetos de maquillaje y peinado claramente femeninos. ¿Sería el cuarto de la duquesa Vela Croix, o quizá de su hija supuestamente asesinada por fantasmas?
Ryan me entregó unos papeles entonces con cierta indiferencia, antes de marcharse. Lo seguí con la mirada hasta que desapareció de mi campo de visión, preguntándome qué narices pasaba con aquella persona. Estaba acostumbrada a analizar a los demás y buscar sus puntos débiles para poder ganarme su simpatía y confianza con la mayor facilidad posible, pero aquel muchacho era totalmente imposible para mí. Prácticamente no hablaba, era demasiado independiente y parecía estar encerrado dentro de sí mismo.
Aunque no lo culpaba por no confiar en mí. Yo tampoco lo habría hecho de estar en su lugar.
Leí las notas, que estaban escritas en un idioma comprensible, por una vez.
Había dos tipos distintos de escritura. Algunas notas tenían uno, otras tenían el otro. Se trataba de cartas, probablemente. Cartas de amor intercambiadas en secreto entre dos amantes. Por el contenido, se intuía que alguien no estaba precisamente de acuerdo con su lío amoroso. Quizá una de las escrituras pertenecía a la hija de la duquesa. Quizá ese amor no aceptado por su familia tenía algo que ver con su muerte. Pero…
“¿Con quién narices se iba a cartear viviendo en el medio de la nada? Esto no tiene sentido. A menos que estas cartas sean de antes de venir a vivir aquí. ¿Quizá vino aquí como penitencia por ese amor, y se llevó las cartas consigo para consolarse y recordar tiempos mejores? Pero, si esta isla es el lugar donde enviaban a los penitentes, entonces no tiene sentido que le dejasen conservar las cartas de su amado. Esto sigue sin tener sentido. Me falta algo… Algo… con lo que pueda atar todos los cabos sueltos y formar una teoría sólida y racional…”, meditaba, releyendo las cartas a toda velocidad en un fútil intento de encontrar algo que me hubiese pasado por alto.
Me faltaba una pieza para solucionar el rompecabezas. Algo oculto a plena vista. Y Ryan me dio la respuesta que necesitaba.
Volvió a entrar al cuarto con aspecto alarmado, aunque intentó calmarse a sí mismo antes de hablar. Un movimiento inteligente, teniendo en cuenta que podíamos estar siendo observados.
Una armadura sin vida, o un caballero muerto. Eso me importaba poco. La parte importante de sus palabras había sido otra.
-¡Eso es! ¡Eso es! -exclamé, ligeramente eufórica, sujetándolo por los hombros un segundo, para luego soltarlo y comenzar a caminar por la habitación con nerviosismo-. ¡Esa era la respuesta que estaba buscando! ¿Cómo no pude verlo antes? ¿Cómo se me pasó por alto? ¡Pues claro! Nada de esto tenía sentido, ni el más mínimo. Y, sin embargo, ahí estaba. La respuesta estaba ahí todo el tiempo. ¿Dinosaurios, setas con cosquillas, tortugas que hablan y fuman pipa? ¡Por favor! ¿Cómo va a haber semejante diversidad en una isla de este tamaño? ¡Eso es! ¡Es todo un cuento! ¡Sólo era un cuento! -exclamé con satisfacción, antes de echarme a reír. Terminé mi carcajada de manera súbita, para volverme seria otra vez-. Pero espera. Si esto es un cuento, ¿cuál es la explicación? ¿Traumatismo craneoencefálico? ¿Alucinaciones? ¿Coma? ¿Una isla artificial creada como un parque de atracciones basado en cuentos, que luego fue abandonada a su suerte? Siguen faltándome respuestas… ¿Qué decías de un caballero muerto? -recordé entonces.
Al tiempo que pronunciaba esa pregunta, una mole de al menos dos metros de alto se presentaba en el umbral de la alcoba. Ocupaba la puerta a lo largo y a lo ancho. Su cuerpo estaba casi completamente cubierto por una armadura, pero las juntas dejaban entrever la carne ennegrecida, y el casco dejaba a la luz el rostro carcomido. Pude ver claramente como un gusano salía del rabillo de su ojo, reptaba por su glóbulo ocular y volvía a meterse en su cerebro por el lagrimal. Sí, ese caballero estaba muerto. Llevaba muerto mucho tiempo. Tanto que los insectos lo habían convertido en su hogar, y se estaban alimentando de él. Además, olía a putrefacción y muerte. El ser dio un par de pasos para entrar a la alcoba, donde se situó en posición ofensiva, alzando su espadón hacia nosotros. Era enorme, era demasiado grande. No teníamos vía de escape. Si saltábamos por la ventana, sólo nos esperaban las afiladas estalactitas de hielo del fondo del foso. Era la única puerta. Pero él debía ser lento. Esa armadura y esa espada tenían que pesar.
Y yo era pequeña y rápida. A pesar de que no me gustaba especialmente que me tratasen como a una niña por mi aspecto, debo admitir que tenía sus ventajas.
Así que me tiré al suelo con rapidez para derrapar y escurrirme por el hueco entre sus piernas hacia el pasillo, antes de coger a Hikari, apuntar al hueco que dejaba su nuca al descubierto y disparar. Pude ver cómo la bala se quedaba pegada a su piel con éxito, y eché a correr hacia la otra punta del pasillo todavía empuñando el arma al tiempo que el caballero se daba media vuelta con cierta lentitud. Probablemente ni había notado el disparo.
La mole comenzó a caminar hacia mí con paso decidido, momento en el que decidí que Ryan estaba a una distancia medianamente segura, y apreté el botón oculto de la empuñadura.
La bala estalló, haciendo que su casco saliese disparado, y le arrancó un buen trozo de carne y hueso por el camino.
Pero aquello no lo detuvo.
No, por supuesto que no lo detuvo, estaba muerto.
Idiota, idiota Haruka.
La única manera de detener a un zombie es arrancarle las extremidades para que deje de moverse. Supongo que no me quedaba más remedio que hacer eso.
Recopilemos la información de la que disponía. Había lagartos gigantes, tortugas parlantes, dinosaurios venenosos poco peligrosos y setas con cosquillas. La isla parecía tener un clima claramente tropical y las noches eran cálidas en el interior de la selva, pero en el centro había un páramo congelado que no pegaba nada con el resto de la isla. En medio de ese páramo, se alzaba un castillo de construcción victoriana medio derruido, y en él parecían habitar fantasmas. Había una duquesa, libros, cosas que se movían solas… Y aquel olor.
“Nada de esto tiene sentido. Tiene que haber algo que lo conecte todo… Estoy pasando algo por alto…”
Al tiempo que pensaba aquello, una figura se materializó en el interior de la habitación y soltó una frase desconcertante. ¿La hija de la duquesa? ¿Se creían que yo era la hija de la tal duquesa? Tras aquellas palabras la figura desapareció atravesando la ventana como si fuese intangible.
Me froté la zona afectada por el golpe con un gruñido, preguntándome por enésima vez por qué tengo esa manía si no siento dolor, antes de levantarme.
—Pues claro que estoy bien –le espeté al muchacho, ligeramente molesta. Aunque no estaba molesta con él. Estaba frustrada conmigo misma por no ser capaz de encontrar una respuesta lógica a todo lo que sucedía a mi alrededor.
Entré al cuarto al fin y empecé a abrir los cajones de la cómoda y las mesitas de noche, en busca de algo que pudiese servirme como información. Aquella era la alcoba de una mujer, sin lugar a dudas. La ropa de la cómoda era de mujer, y había además objetos de maquillaje y peinado claramente femeninos. ¿Sería el cuarto de la duquesa Vela Croix, o quizá de su hija supuestamente asesinada por fantasmas?
Ryan me entregó unos papeles entonces con cierta indiferencia, antes de marcharse. Lo seguí con la mirada hasta que desapareció de mi campo de visión, preguntándome qué narices pasaba con aquella persona. Estaba acostumbrada a analizar a los demás y buscar sus puntos débiles para poder ganarme su simpatía y confianza con la mayor facilidad posible, pero aquel muchacho era totalmente imposible para mí. Prácticamente no hablaba, era demasiado independiente y parecía estar encerrado dentro de sí mismo.
Aunque no lo culpaba por no confiar en mí. Yo tampoco lo habría hecho de estar en su lugar.
Leí las notas, que estaban escritas en un idioma comprensible, por una vez.
Había dos tipos distintos de escritura. Algunas notas tenían uno, otras tenían el otro. Se trataba de cartas, probablemente. Cartas de amor intercambiadas en secreto entre dos amantes. Por el contenido, se intuía que alguien no estaba precisamente de acuerdo con su lío amoroso. Quizá una de las escrituras pertenecía a la hija de la duquesa. Quizá ese amor no aceptado por su familia tenía algo que ver con su muerte. Pero…
“¿Con quién narices se iba a cartear viviendo en el medio de la nada? Esto no tiene sentido. A menos que estas cartas sean de antes de venir a vivir aquí. ¿Quizá vino aquí como penitencia por ese amor, y se llevó las cartas consigo para consolarse y recordar tiempos mejores? Pero, si esta isla es el lugar donde enviaban a los penitentes, entonces no tiene sentido que le dejasen conservar las cartas de su amado. Esto sigue sin tener sentido. Me falta algo… Algo… con lo que pueda atar todos los cabos sueltos y formar una teoría sólida y racional…”, meditaba, releyendo las cartas a toda velocidad en un fútil intento de encontrar algo que me hubiese pasado por alto.
Me faltaba una pieza para solucionar el rompecabezas. Algo oculto a plena vista. Y Ryan me dio la respuesta que necesitaba.
Volvió a entrar al cuarto con aspecto alarmado, aunque intentó calmarse a sí mismo antes de hablar. Un movimiento inteligente, teniendo en cuenta que podíamos estar siendo observados.
Una armadura sin vida, o un caballero muerto. Eso me importaba poco. La parte importante de sus palabras había sido otra.
-¡Eso es! ¡Eso es! -exclamé, ligeramente eufórica, sujetándolo por los hombros un segundo, para luego soltarlo y comenzar a caminar por la habitación con nerviosismo-. ¡Esa era la respuesta que estaba buscando! ¿Cómo no pude verlo antes? ¿Cómo se me pasó por alto? ¡Pues claro! Nada de esto tenía sentido, ni el más mínimo. Y, sin embargo, ahí estaba. La respuesta estaba ahí todo el tiempo. ¿Dinosaurios, setas con cosquillas, tortugas que hablan y fuman pipa? ¡Por favor! ¿Cómo va a haber semejante diversidad en una isla de este tamaño? ¡Eso es! ¡Es todo un cuento! ¡Sólo era un cuento! -exclamé con satisfacción, antes de echarme a reír. Terminé mi carcajada de manera súbita, para volverme seria otra vez-. Pero espera. Si esto es un cuento, ¿cuál es la explicación? ¿Traumatismo craneoencefálico? ¿Alucinaciones? ¿Coma? ¿Una isla artificial creada como un parque de atracciones basado en cuentos, que luego fue abandonada a su suerte? Siguen faltándome respuestas… ¿Qué decías de un caballero muerto? -recordé entonces.
Al tiempo que pronunciaba esa pregunta, una mole de al menos dos metros de alto se presentaba en el umbral de la alcoba. Ocupaba la puerta a lo largo y a lo ancho. Su cuerpo estaba casi completamente cubierto por una armadura, pero las juntas dejaban entrever la carne ennegrecida, y el casco dejaba a la luz el rostro carcomido. Pude ver claramente como un gusano salía del rabillo de su ojo, reptaba por su glóbulo ocular y volvía a meterse en su cerebro por el lagrimal. Sí, ese caballero estaba muerto. Llevaba muerto mucho tiempo. Tanto que los insectos lo habían convertido en su hogar, y se estaban alimentando de él. Además, olía a putrefacción y muerte. El ser dio un par de pasos para entrar a la alcoba, donde se situó en posición ofensiva, alzando su espadón hacia nosotros. Era enorme, era demasiado grande. No teníamos vía de escape. Si saltábamos por la ventana, sólo nos esperaban las afiladas estalactitas de hielo del fondo del foso. Era la única puerta. Pero él debía ser lento. Esa armadura y esa espada tenían que pesar.
Y yo era pequeña y rápida. A pesar de que no me gustaba especialmente que me tratasen como a una niña por mi aspecto, debo admitir que tenía sus ventajas.
Así que me tiré al suelo con rapidez para derrapar y escurrirme por el hueco entre sus piernas hacia el pasillo, antes de coger a Hikari, apuntar al hueco que dejaba su nuca al descubierto y disparar. Pude ver cómo la bala se quedaba pegada a su piel con éxito, y eché a correr hacia la otra punta del pasillo todavía empuñando el arma al tiempo que el caballero se daba media vuelta con cierta lentitud. Probablemente ni había notado el disparo.
La mole comenzó a caminar hacia mí con paso decidido, momento en el que decidí que Ryan estaba a una distancia medianamente segura, y apreté el botón oculto de la empuñadura.
La bala estalló, haciendo que su casco saliese disparado, y le arrancó un buen trozo de carne y hueso por el camino.
Pero aquello no lo detuvo.
No, por supuesto que no lo detuvo, estaba muerto.
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La única manera de detener a un zombie es arrancarle las extremidades para que deje de moverse. Supongo que no me quedaba más remedio que hacer eso.
- INFO:
Habilidades especiales o destacables: Hikari ha sido modificada para utilizar unas balas especiales –munición de 10mm-. Cuando estas balas se disparan se incrustan o pegan al objetivo y luego explotan por control remoto apretando un gatillo oculto de la pistola. Las explosiones emiten una luz blanca y pueden cegar a los oponentes circundantes –además de herir al objetivo-, y de ahí viene el nombre de la pistola.
Mecanismos: Gatillo oculto para explosión por control remoto, escondido en la empuñadura.
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Bien, la chica era rápida y su estilo de pelea era inteligente además de eficaz... para alguien vivo. Mejor dejemos a los no muertos en el único de esa índole que estaba presente: Ryan. Vio todo lo que sucedía e incluso la compasión que tuvo su compañera para no estallar la bala cuando él estaba al lado de la horripilante criatura. Su armadura negra como la noche y sus movimientos torpes y pesados hacían de ella una verdadera mole capaz de reventarlos si conectaba un ataque pero era lenta. Esta bestia se enfocó en la chica pero nuestro querido amigo no dejaría que la atacara sin más y darle la espalda en señal de arrogancia.
Le daba exactamente mostrar sus poderes ante la muchacha que, además, parecía no importarle nada. Si tenía que pelear contra ella, lo haría sin ningún problema y si ella comenzaba a tenerlos con Ryan no dudaría en apartarla de su camino y eso solo podía significar una cosa. Un aura terrorífica y negra rodeó el cuerpo del muchacho hasta que este comenzó a cambiar lentamente. Su cabello cambió de color a un pálido grisáceo y se alargó; sus ojos se tornaron rojos y bajo ellos se encontraba un tatuaje del mismo color. Enormes colmillos crecieron en su boca mientras que sus manos y brazos se envolvían con unas garras negras. Lo único que emanaba de su cuerpo era maldad pura y deseos de eliminar al caballero que tenía en frente de él.
Con un rápido movimiento se colocó en su espalda y enterró sus enormes garras en la criatura la cual no soltó ni un grito de dolor, de hecho lo único que hizo fue darse vuelta y atacar a su agresor con su enorme arma. Si sus movimientos eran lentos, ahora lo eran más considerando la sobrenatural velocidad del vampiro. Esquivó el ataque de la bestia y clavó sus garras a la altura del cuello despojando la armadura negra que tenía allí dejando la piel muerta al aire. Finalmente con ambas manos jaló fuertemente del brazo de la criatura para apartárselo de su cuerpo y lanzarlo varios metros más allá. La bestia estaba acabada pero no sería él quien la finalizara.
Sintió una presencia. Una oscura y poderosa presencia que se acercaba al castillo negro, tenía un olor muy extraño que jamás había sentido; sus sentidos eran incluso más agudos que antes por lo que el hedor a sangre lo estaba volviendo loco pero digamos que no en el mal sentido. El olor a sangre del ambiente lo estaba desenfrenando haciendo que perdiera el control y quisiera atacar a su compañera. Dio un enorme salto hacia la muchacha con la intención de clavar sus enormes colmillos en el pequeño y cálido cuello de Bianca pero se detuvo; al llegar a ella y estar solo unos pocos centímetros alejado de su cuello detuvo todo movimiento y su transformación completa desapareció volviendo a la normalidad.
Miró aterrorizado a la chica, no por ella sino por él mismo. Era difícil combatir el ansía de sangre que sufría cuando se transformaba completamente, más aún con ese hostil ambiente en donde todo era muerte y alimento para vampiros.
-Lo siento(te la kreiste we) – dijo sin mirarla –.
Salió de ese lugar hasta perderse en el primer piso mientras esperaba la oscura presencia que amenazaba con destruir todo lo que había allí. En un principio creyó que no se trataba de nada más que de su imaginación por estar transformado completamente pero luego entendió que el sentimiento aún seguía y cada vez era más fuerte. ¿De quién se trataría? No lo sabía, pero sí sabía que sus enemigos no se terminaban. Otro caballero encantado de armadura, esta vez, dorada apareció; era completamente distinto al anterior: tenía una gran armadura dorada con un león en el pecho. Su cabello rubio y bien peinado lo hacían lucir extremadamente bien además de una espada cuya funda estaba forjada con oro. Era de la altura de Ryan y llevaba una barba naciente. Se acercó y lo miró con asco.
El caballero sacó su espada.
-¡Prepárate para pelear, maldita bestia! – dijo en tono heroico.
Ryan sabía que sería una lucha de la cual no podía zafarse así que no le quedó otra que seguir el juego de la bestia. La muchacha tenía razón con su teoría: todos eran casi sacados de un cuento. Espera, ¿qué? El muchacho comenzó a pensar. Si todo aquello parecía tanto un cuento debía haber alguien que controlara todo ese mundo ficticio y solo conocía una forma de poder crear todo eso: Frutas del Diablo. ¡Se lo tenía que comentar a su compañera! Sin embargo antes de poder voltear el Caballero de la Armadura de Oro se abalanzó violentamente hacia Ryan intentando clavar la espada en su abdomen pero fue detenida por las manos desnudas del muchacho haciendo que estas sangraran.
-Está bien – anunció con maldad en su tono –. Bailemos, escoria.
Ryan empujó al hombre tomando la espada y lanzándolo varios metros al aire, mientras este estaba depositado en el aire el vampiro de un salto lo alcanzó y le propinó un fuerte golpe que fue reducido a nada por la fuerte armadura de su enemigo. Ambos cayeron y el caballero contraatacó con una fuerte embestida que casi botó al chico pero no fue lo suficientemente fuerte; el hombre de oro sin tener tiempo a reaccionar no pudo esquivar la mordida de su adversario. Ryan clavó sus enormes colmillos en el cuello de su víctima y comenzó a drenar la sangre así sanándose de sus heridas y recuperando sus fuerzas. Después de haberlo tenido así unos cuantos minutos su víctima cayó débil al suelo sin la fuerza para mantenerse de pie ni para levantar su espada.
-Si caigo, ambos caemos – dijo como si fuera un discurso preparado –. ¡Cae, bestia!
Quiso clavarle la espada al chico en todo el corazón pero antes de poder levantarla su cabeza estaba rodando por el suelo. Qué lástima, toda su armadura se empañó de sangre. Ryan esperó que la muchacha se desocupara con su mascota para contarle su descubrimiento.
-Así que Frutas del Diablo, ¿eh?
Le daba exactamente mostrar sus poderes ante la muchacha que, además, parecía no importarle nada. Si tenía que pelear contra ella, lo haría sin ningún problema y si ella comenzaba a tenerlos con Ryan no dudaría en apartarla de su camino y eso solo podía significar una cosa. Un aura terrorífica y negra rodeó el cuerpo del muchacho hasta que este comenzó a cambiar lentamente. Su cabello cambió de color a un pálido grisáceo y se alargó; sus ojos se tornaron rojos y bajo ellos se encontraba un tatuaje del mismo color. Enormes colmillos crecieron en su boca mientras que sus manos y brazos se envolvían con unas garras negras. Lo único que emanaba de su cuerpo era maldad pura y deseos de eliminar al caballero que tenía en frente de él.
Con un rápido movimiento se colocó en su espalda y enterró sus enormes garras en la criatura la cual no soltó ni un grito de dolor, de hecho lo único que hizo fue darse vuelta y atacar a su agresor con su enorme arma. Si sus movimientos eran lentos, ahora lo eran más considerando la sobrenatural velocidad del vampiro. Esquivó el ataque de la bestia y clavó sus garras a la altura del cuello despojando la armadura negra que tenía allí dejando la piel muerta al aire. Finalmente con ambas manos jaló fuertemente del brazo de la criatura para apartárselo de su cuerpo y lanzarlo varios metros más allá. La bestia estaba acabada pero no sería él quien la finalizara.
Sintió una presencia. Una oscura y poderosa presencia que se acercaba al castillo negro, tenía un olor muy extraño que jamás había sentido; sus sentidos eran incluso más agudos que antes por lo que el hedor a sangre lo estaba volviendo loco pero digamos que no en el mal sentido. El olor a sangre del ambiente lo estaba desenfrenando haciendo que perdiera el control y quisiera atacar a su compañera. Dio un enorme salto hacia la muchacha con la intención de clavar sus enormes colmillos en el pequeño y cálido cuello de Bianca pero se detuvo; al llegar a ella y estar solo unos pocos centímetros alejado de su cuello detuvo todo movimiento y su transformación completa desapareció volviendo a la normalidad.
Miró aterrorizado a la chica, no por ella sino por él mismo. Era difícil combatir el ansía de sangre que sufría cuando se transformaba completamente, más aún con ese hostil ambiente en donde todo era muerte y alimento para vampiros.
-Lo siento
Salió de ese lugar hasta perderse en el primer piso mientras esperaba la oscura presencia que amenazaba con destruir todo lo que había allí. En un principio creyó que no se trataba de nada más que de su imaginación por estar transformado completamente pero luego entendió que el sentimiento aún seguía y cada vez era más fuerte. ¿De quién se trataría? No lo sabía, pero sí sabía que sus enemigos no se terminaban. Otro caballero encantado de armadura, esta vez, dorada apareció; era completamente distinto al anterior: tenía una gran armadura dorada con un león en el pecho. Su cabello rubio y bien peinado lo hacían lucir extremadamente bien además de una espada cuya funda estaba forjada con oro. Era de la altura de Ryan y llevaba una barba naciente. Se acercó y lo miró con asco.
El caballero sacó su espada.
-¡Prepárate para pelear, maldita bestia! – dijo en tono heroico.
Ryan sabía que sería una lucha de la cual no podía zafarse así que no le quedó otra que seguir el juego de la bestia. La muchacha tenía razón con su teoría: todos eran casi sacados de un cuento. Espera, ¿qué? El muchacho comenzó a pensar. Si todo aquello parecía tanto un cuento debía haber alguien que controlara todo ese mundo ficticio y solo conocía una forma de poder crear todo eso: Frutas del Diablo. ¡Se lo tenía que comentar a su compañera! Sin embargo antes de poder voltear el Caballero de la Armadura de Oro se abalanzó violentamente hacia Ryan intentando clavar la espada en su abdomen pero fue detenida por las manos desnudas del muchacho haciendo que estas sangraran.
-Está bien – anunció con maldad en su tono –. Bailemos, escoria.
Ryan empujó al hombre tomando la espada y lanzándolo varios metros al aire, mientras este estaba depositado en el aire el vampiro de un salto lo alcanzó y le propinó un fuerte golpe que fue reducido a nada por la fuerte armadura de su enemigo. Ambos cayeron y el caballero contraatacó con una fuerte embestida que casi botó al chico pero no fue lo suficientemente fuerte; el hombre de oro sin tener tiempo a reaccionar no pudo esquivar la mordida de su adversario. Ryan clavó sus enormes colmillos en el cuello de su víctima y comenzó a drenar la sangre así sanándose de sus heridas y recuperando sus fuerzas. Después de haberlo tenido así unos cuantos minutos su víctima cayó débil al suelo sin la fuerza para mantenerse de pie ni para levantar su espada.
-Si caigo, ambos caemos – dijo como si fuera un discurso preparado –. ¡Cae, bestia!
Quiso clavarle la espada al chico en todo el corazón pero antes de poder levantarla su cabeza estaba rodando por el suelo. Qué lástima, toda su armadura se empañó de sangre. Ryan esperó que la muchacha se desocupara con su mascota para contarle su descubrimiento.
-Así que Frutas del Diablo, ¿eh?
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Akuma no mi
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Al tiempo que me enfrentaba a la mole zombie con armadura y conseguía arrancarle el casco y un trozo de cabeza de cuajo, mi compañero sufría una alteración física que me resultó ligeramente familiar.
Su aspecto cambió, aunque de manera más ligera de lo que lo hacía el mío cuando entraba en forma híbrida. Sin embargo, aquello sólo significaba una cosa: ese tipo era tan usuario de akuma no mi tipo zoan como yo. Y se lo había guardado para él todo ese tiempo.
Esbocé una ligera sonrisa al tiempo que observaba cómo el ahora notablemente rápido maleducado se encaraba directamente con la enorme y lenta mole recubierta de metal.
Consiguió deshacerse de la molesta armadura usando tan sólo sus manos, para a continuación arrancarle de cuajo el brazo que portaba el espadón.
¿Cuánta fuerza ganaba exactamente al transformarse aquella criatura? ¿Y de qué zoan se trataba? O quizá estaba asumiendo cosas demasiado pronto, y su transformación corporal y aumento de agilidad y fuerza se debían a experimentos llevados a cabo por el Gobierno Mundial. No sería una idea descabellada.
Sin previo aviso, al tiempo que cavilaba sobre las posibles teorías que explicaban las recién descubiertas habilidades del maleducado, el chico se abalanzó sobre mí de un salto con sus afiladas fauces abiertas.
Con tan sólo las pistolas en las manos, lo único que pude hacer casi como acto reflejo fue apuntar a su mandíbula con el cañón, al tiempo que me atenazaba una extraña tensión en el estómago.
Eso no me lo esperaba.
De cerca, pude ver los ojos rojos del muchacho, los tatuajes que había aparecido casi por arte de magia sobre su rostro y los afilados colmillos que habían sustituido a sus otrora normales dientes. ¿Qué era aquello?
Acaricié el gatillo de Yami con rapidez, preparada para disparar, pero el muchacho se alejó de mí volviendo a su estado anterior.
Tras disculparse a toda velocidad, huyó de la escena como alma que lleva el diablo.
Parpadeé, al tiempo que mi cerebro funcionaba a toda velocidad y me daba teorías. Casi podía imaginarme los engranajes de mi cerebro girando a máxima revolución, y las piezas soltando vapor y silbando por la velocidad… A veces tengo demasiada imaginación.
—No tengo tiempo para esto –suspiré, saliendo de mi estado de trance meditativo. El gigantón sin brazo se acercaba a mí emitiendo un grito con lo que le quedaba de cabeza. Debí haber apuntado mejor para volarle las cuerdas vocales y así ahorrarme ese ruido molesto… Pero no soy tiradora, exactamente. Guardé las pistolas y me llevé las manos a las botas, de donde saqué el par de dagas que había robado a algún científico descuidado. Seguidamente me subí a la barandilla para evitar la manaza que intentaba apresarme entre sus gordos y grandotes dedos, y desde ahí me impulsé hacia arriba y adelante, aterrizando sobre la chepa de la enorme criatura. Le faltaba un brazo, y estaba tan musculado que no podía abrazarse a sí mismo, así que aquel era sin duda su punto ciego. En serio, ¿cómo hacen los musculitos para lavarse la espalda? Si no se llegan. Y hablando de ciego… tampoco tenía ojos. En resumen, el maleducado me lo había puesto relativamente fácil. Ejecuté un par de cortes sobre el brazo que todavía seguía anexionado al cuerpo, y las ráfagas de aire que soltaron las dagas ayudaron a hacer los cortes más profundos. Seguidamente me di la vuelta para quedar boca abajo, al tiempo que el zombie se sacudía intentando deshacerse de mí y, recordando con ironía la escena de la caja, me sujeté con las piernas y un brazo como buenamente pude. El zombie aprovechó ese momento para agarrarme un pie con su brazo e intentó alejarme de él emitiendo un grito casi triunfal, pero mis movimientos fueron más rápidos, así que pude cortarle la parte trasera de las rodillas con la mano libre. Sus rodillas fallaron y la criatura cayó al suelo con un grito sordo, soltándome el pie.
Cambié de armas para volver a coger a Hikari, y efectué cuatro disparos rápidos apuntando a sus articulaciones y su pecho.
Antes de que pudiese levantarse, volví a saltar hacia la barandilla y me tiré desde allí hacia el piso inferior, pulsando el botón que activó las balas y las hizo explotar.
Parte de la carne me acompañó en mi viaje hacia el piso de abajo.
Aterricé flexionando las piernas antes de llegar al suelo para minimizar el impacto y quedando en posición gatuna, y pude ver cómo el maleducado remataba a otro enemigo. Me incorporé y me limpié sin mucho éxito los pantalones, para luego mirar al muchacho.
—Frutas del Diablo, ¿eh?-repetí, todavía empuñando a Hikari con la diestra. El tipo había estado a punto de atacarme antes y nada me decía que no volviese a intentarlo. Sin embargo, no lo apunté con la pistola directamente. No quería resultar ofensiva-. Siempre son las frutas del diablo. Aunque parece que algunos las controlan mejor que otros. Últimamente parecen una plaga, hay usuarios de fruta hasta en la sopa. Recuerdo que hace no tanto era algo excepcional… ¿Y bien? ¿Cuál es tu fruta? ¿Has averiguado algo acerca de la identidad del Cuentacuentos? –pregunté con una media sonrisa condescendiente, examinando los alrededores con la mirada, alerta ante nuevos enemigos.
Fantasmas, escenas aparentemente sobrenaturales, caballeros muertos, castillos góticos, tragedias amorosas, asesinatos…
Desde luego, el Cuentista tenía una imaginación notable. O muchos libros a su disposición.
Tras aquellas palabras continué explorando la planta baja, sin perder de vista al maleducado de dientes afilados. Entré a un cuarto que no había inspeccionado antes y me encontré con lo que parecía una bodega, llena de barriles con pinta de llevar mucho tiempo ahí. El suelo estaba recubierto de madera y, al caminar sobre él, pude escuchar un sonido diferente. Pateé el suelo hasta encontrar el origen y levanté la raída y polvorienta alfombra para encontrar una trampilla. La abrí con cuidado y pude ver unas escaleras que descendían hacia un piso que debía estar construido bajo la roca del páramo congelado.
Miré a mi compañero para cruzarme los labios con el dedo índice en señal de silencio, y comencé a descender.
“¿Dónde estás, Cuentacuentos? ¿Estás por aquí? ¿O quizá sólo nos esperan más trampas y criaturas mágicas? No quería admitirlo pero… hasta me lo estoy pasando bien.”, pensé para mis adentros al tiempo que bajaba las escaleras, sin poder evitar esbozar una ligera sonrisa divertida.
Aquello se ponía interesante.
¿El Cuentacuentos quería jugar? Pues no le iba a decir que no a eso.
Su aspecto cambió, aunque de manera más ligera de lo que lo hacía el mío cuando entraba en forma híbrida. Sin embargo, aquello sólo significaba una cosa: ese tipo era tan usuario de akuma no mi tipo zoan como yo. Y se lo había guardado para él todo ese tiempo.
Esbocé una ligera sonrisa al tiempo que observaba cómo el ahora notablemente rápido maleducado se encaraba directamente con la enorme y lenta mole recubierta de metal.
Consiguió deshacerse de la molesta armadura usando tan sólo sus manos, para a continuación arrancarle de cuajo el brazo que portaba el espadón.
¿Cuánta fuerza ganaba exactamente al transformarse aquella criatura? ¿Y de qué zoan se trataba? O quizá estaba asumiendo cosas demasiado pronto, y su transformación corporal y aumento de agilidad y fuerza se debían a experimentos llevados a cabo por el Gobierno Mundial. No sería una idea descabellada.
Sin previo aviso, al tiempo que cavilaba sobre las posibles teorías que explicaban las recién descubiertas habilidades del maleducado, el chico se abalanzó sobre mí de un salto con sus afiladas fauces abiertas.
Con tan sólo las pistolas en las manos, lo único que pude hacer casi como acto reflejo fue apuntar a su mandíbula con el cañón, al tiempo que me atenazaba una extraña tensión en el estómago.
Eso no me lo esperaba.
De cerca, pude ver los ojos rojos del muchacho, los tatuajes que había aparecido casi por arte de magia sobre su rostro y los afilados colmillos que habían sustituido a sus otrora normales dientes. ¿Qué era aquello?
Acaricié el gatillo de Yami con rapidez, preparada para disparar, pero el muchacho se alejó de mí volviendo a su estado anterior.
Tras disculparse a toda velocidad, huyó de la escena como alma que lleva el diablo.
Parpadeé, al tiempo que mi cerebro funcionaba a toda velocidad y me daba teorías. Casi podía imaginarme los engranajes de mi cerebro girando a máxima revolución, y las piezas soltando vapor y silbando por la velocidad… A veces tengo demasiada imaginación.
—No tengo tiempo para esto –suspiré, saliendo de mi estado de trance meditativo. El gigantón sin brazo se acercaba a mí emitiendo un grito con lo que le quedaba de cabeza. Debí haber apuntado mejor para volarle las cuerdas vocales y así ahorrarme ese ruido molesto… Pero no soy tiradora, exactamente. Guardé las pistolas y me llevé las manos a las botas, de donde saqué el par de dagas que había robado a algún científico descuidado. Seguidamente me subí a la barandilla para evitar la manaza que intentaba apresarme entre sus gordos y grandotes dedos, y desde ahí me impulsé hacia arriba y adelante, aterrizando sobre la chepa de la enorme criatura. Le faltaba un brazo, y estaba tan musculado que no podía abrazarse a sí mismo, así que aquel era sin duda su punto ciego. En serio, ¿cómo hacen los musculitos para lavarse la espalda? Si no se llegan. Y hablando de ciego… tampoco tenía ojos. En resumen, el maleducado me lo había puesto relativamente fácil. Ejecuté un par de cortes sobre el brazo que todavía seguía anexionado al cuerpo, y las ráfagas de aire que soltaron las dagas ayudaron a hacer los cortes más profundos. Seguidamente me di la vuelta para quedar boca abajo, al tiempo que el zombie se sacudía intentando deshacerse de mí y, recordando con ironía la escena de la caja, me sujeté con las piernas y un brazo como buenamente pude. El zombie aprovechó ese momento para agarrarme un pie con su brazo e intentó alejarme de él emitiendo un grito casi triunfal, pero mis movimientos fueron más rápidos, así que pude cortarle la parte trasera de las rodillas con la mano libre. Sus rodillas fallaron y la criatura cayó al suelo con un grito sordo, soltándome el pie.
Cambié de armas para volver a coger a Hikari, y efectué cuatro disparos rápidos apuntando a sus articulaciones y su pecho.
Antes de que pudiese levantarse, volví a saltar hacia la barandilla y me tiré desde allí hacia el piso inferior, pulsando el botón que activó las balas y las hizo explotar.
Parte de la carne me acompañó en mi viaje hacia el piso de abajo.
Aterricé flexionando las piernas antes de llegar al suelo para minimizar el impacto y quedando en posición gatuna, y pude ver cómo el maleducado remataba a otro enemigo. Me incorporé y me limpié sin mucho éxito los pantalones, para luego mirar al muchacho.
—Frutas del Diablo, ¿eh?-repetí, todavía empuñando a Hikari con la diestra. El tipo había estado a punto de atacarme antes y nada me decía que no volviese a intentarlo. Sin embargo, no lo apunté con la pistola directamente. No quería resultar ofensiva-. Siempre son las frutas del diablo. Aunque parece que algunos las controlan mejor que otros. Últimamente parecen una plaga, hay usuarios de fruta hasta en la sopa. Recuerdo que hace no tanto era algo excepcional… ¿Y bien? ¿Cuál es tu fruta? ¿Has averiguado algo acerca de la identidad del Cuentacuentos? –pregunté con una media sonrisa condescendiente, examinando los alrededores con la mirada, alerta ante nuevos enemigos.
Fantasmas, escenas aparentemente sobrenaturales, caballeros muertos, castillos góticos, tragedias amorosas, asesinatos…
Desde luego, el Cuentista tenía una imaginación notable. O muchos libros a su disposición.
Tras aquellas palabras continué explorando la planta baja, sin perder de vista al maleducado de dientes afilados. Entré a un cuarto que no había inspeccionado antes y me encontré con lo que parecía una bodega, llena de barriles con pinta de llevar mucho tiempo ahí. El suelo estaba recubierto de madera y, al caminar sobre él, pude escuchar un sonido diferente. Pateé el suelo hasta encontrar el origen y levanté la raída y polvorienta alfombra para encontrar una trampilla. La abrí con cuidado y pude ver unas escaleras que descendían hacia un piso que debía estar construido bajo la roca del páramo congelado.
Miré a mi compañero para cruzarme los labios con el dedo índice en señal de silencio, y comencé a descender.
“¿Dónde estás, Cuentacuentos? ¿Estás por aquí? ¿O quizá sólo nos esperan más trampas y criaturas mágicas? No quería admitirlo pero… hasta me lo estoy pasando bien.”, pensé para mis adentros al tiempo que bajaba las escaleras, sin poder evitar esbozar una ligera sonrisa divertida.
Aquello se ponía interesante.
¿El Cuentacuentos quería jugar? Pues no le iba a decir que no a eso.
NGC 1672
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Ya había demostrado la mayoría de sus poderes aunque el verdadero residía en el odio que mantenía en su ennegrecido corazón. ¿Había una verdadera razón para seguir jugando allí? Ya se había aburrido, había hecho todo lo que podía hacer. Descubrió lo suficiente para salir de allí pero aquello no indicaba que sería fácil. El ego le impedía reconocer peligro ante aquella minúscula criatura que le hacía preguntas y más preguntas, le empezaba a dar jaqueca. Su paciencia se había acabado con el estúpido Caballero de Armadura Dorada, le había arrebatado la vida a algo “inanimado”; según sus creencias técnicamente no había arrebatado nada, no liberó ningún alma. Al menos eso creía.
Estaba seguro de decir toda la verdad, ya le daba igual. Si perteneciera al Gobierno, ya habría intentado capturarlo. De todas maneras estaba dispuesto a luchar en caso que la muchacha levantar armas contra él; aparte quería presumir.
-Sí, siempre son las frutas. Aunque no todos quisimos comer una – dijo sin mirar a la chica –. Digamos que comí algo que me permite morder a la gente.
Lo pensó bien. No quería revelar su verdadero poder, aún no confiaba en ella; no confiaba en nadie. Vio como la chica descendía, pero la detuvo con palabras para advertirle de lo que vivirían.
-Estas creaciones son producto del poder de una fruta del diablo – mencionó –. Por lo que he entendido la fruta tiene el poder para sacar personajes de cuentos. ¿Viste el anterior? Recuerdo haber leído sobre un personaje así. Si tengo razón, nuestro oponente será sumamente fuerte.
Tras mencionar dichas palabras comenzó a descender con precaución. Había olor a humedad y a medida que descendía la temperatura comenzaba a aumentar gradualmente; al llegar al final de la escalera se podía ver un extraño pasaje. Ya no estaba congelado como todo lo que estaba arriba, de hecho estaba iluminado con unas pocas antorchas y se podía escuchar el caminar de pequeños roedores que habitaban el lugar. ¿Qué comían? No tenía idea y tampoco quería averiguarlo. Era un dato muy... extra.
Siguió avanzando sin ánimo de entablar conversación con la susodicha. A medida que avanzaba una luz se fue revelando hasta que llegaron a lo que parecía ser... ¿una cúpula? Era un lugar completamente redondo, con los pilares sujetando un pesado techo. En el centro de la edificación había una mesa de piedra con inscripciones ilegibles, se podía ver que en ella sangre había sido derramada. De primeras no se podía notar a nadie, ni siquiera una presencia pero por cada paso que Ryan daba una pesada presencia se hacía notar. Como si se tratara de una película una figura completamente encapuchada apareció y se presentó con un nombre tan extraño que escribirlo era imposible así que... simplemente él era el Cuentacuentos.
Quizás Ryan se estaba apresurando con la conclusión de que él era a quien estaban buscando. Estaba listo para atacar cuando el tintineo de huesos lo sacó de su concentración. Inmediatamente después del sonido unos cuantos esqueletos abundaron la zona; cada uno de ellos iba armado hasta los dientes: algunos con arco y otros con espadas. Otros, con aspecto más de gladiadores, tenían escudos y lanzas. Miró a su compañera.
-Este no es la persona a la que buscamos – recalcó –. Esto es Nigromancia, puedo sentirla.
Había tenido experiencias similares con la muerte por lo que la identificaría en cualquier lado. ¿Por qué no eran criaturas sacadas de cuentos? Simplemente lo sabía, de hecho el único allí que estaba sacado de un cuento era el hombre de la capucha. Ya se estaba hartando de las inútiles e interminables batallas por lo que le ordenó a su compañera que siguiera el camino hasta encontrar a quien estaban buscando y exigirle algo que los sacara de la isla. Esperando que la chica hiciera caso arremetió contra uno de los esqueletos que dio un enorme salto hacia donde estaba él; lo paró de seco en el aire agarrando su cráneo y haciéndolo estallar contra el suelo.
-¡Ve! – gritó furioso.
Después del grito todos los esqueletos se abalanzaron hacia él. Analizó la situación y a pesar de estar en desventaja numérica había algo que aprovecharía. Al derrotar al Nigromante todas las invocaciones dejarían el mundo vivo nuevamente, así que él era su objetivo. Solo que lo difícil era llegar hasta él. ¿Cómo lo haría? Tuvo que contener la batalla contra el montón de esqueletos, ganar el suficiente tiempo para que su compañera pudiera avanzar sin dificultad alguna.
Un esqueleto lancero arremetió contra el vampiro pero fue lento: muy lento. Además de usar Haki, aprovechó sus inmensas habilidades sobrehumanas para colocarse detrás de la criatura y desarmarla de un solo puñetazo. Lucho contra las feroces criaturas el tiempo suficiente para concluir que la chica ya estaba fuera del peligro de la cúpula. El Nigromante no dejaba de animar las criaturas para hacerlas luchar contra él pero si fuera por tiempo: Ryan tenía todo el tiempo del mundo.
-¡No puedes ganar esta batalla! – vociferó siniestramente la criatura encapuchada.
Ryan se abalanzó impulsándose con la fuerza de sus piernas. Llegó hasta estar al lado de la figura y le golpeó. Sin embargo el Nigromante detuvo el golpe solo con su mano derecha y mandó a volar al muchacho quien chocó contra el suelo sin ser lastimado. El vampiro se sorprendió al notar la potencia y fuerza de la figura que parecía tener un aspecto débil. ¿Cómo le derrotaría? No lo sabía, pero tenía que aguantar lo suficiente para que su compañera derrotara al Cuentacuentos.
Intentó nuevamente arremetiendo contra la poderosa creación. ¿De qué libro lo habrá sacado? ¡Eso no era importante! Cargó con toda la fuerza de su cuerpo intentando clavar sus garras en la figura pero esta se defendió con agilidad. Ambos intercambiaron golpes hasta que Ryan consiguió dar uno en la cara del sujeto quitándole la capucha y al ver el rostro descubierto sus ojos se abrieron de par en par: tenía el mismo aspecto que él.
Estaba seguro de decir toda la verdad, ya le daba igual. Si perteneciera al Gobierno, ya habría intentado capturarlo. De todas maneras estaba dispuesto a luchar en caso que la muchacha levantar armas contra él; aparte quería presumir.
-Sí, siempre son las frutas. Aunque no todos quisimos comer una – dijo sin mirar a la chica –. Digamos que comí algo que me permite morder a la gente.
Lo pensó bien. No quería revelar su verdadero poder, aún no confiaba en ella; no confiaba en nadie. Vio como la chica descendía, pero la detuvo con palabras para advertirle de lo que vivirían.
-Estas creaciones son producto del poder de una fruta del diablo – mencionó –. Por lo que he entendido la fruta tiene el poder para sacar personajes de cuentos. ¿Viste el anterior? Recuerdo haber leído sobre un personaje así. Si tengo razón, nuestro oponente será sumamente fuerte.
Tras mencionar dichas palabras comenzó a descender con precaución. Había olor a humedad y a medida que descendía la temperatura comenzaba a aumentar gradualmente; al llegar al final de la escalera se podía ver un extraño pasaje. Ya no estaba congelado como todo lo que estaba arriba, de hecho estaba iluminado con unas pocas antorchas y se podía escuchar el caminar de pequeños roedores que habitaban el lugar. ¿Qué comían? No tenía idea y tampoco quería averiguarlo. Era un dato muy... extra.
Siguió avanzando sin ánimo de entablar conversación con la susodicha. A medida que avanzaba una luz se fue revelando hasta que llegaron a lo que parecía ser... ¿una cúpula? Era un lugar completamente redondo, con los pilares sujetando un pesado techo. En el centro de la edificación había una mesa de piedra con inscripciones ilegibles, se podía ver que en ella sangre había sido derramada. De primeras no se podía notar a nadie, ni siquiera una presencia pero por cada paso que Ryan daba una pesada presencia se hacía notar. Como si se tratara de una película una figura completamente encapuchada apareció y se presentó con un nombre tan extraño que escribirlo era imposible así que... simplemente él era el Cuentacuentos.
Quizás Ryan se estaba apresurando con la conclusión de que él era a quien estaban buscando. Estaba listo para atacar cuando el tintineo de huesos lo sacó de su concentración. Inmediatamente después del sonido unos cuantos esqueletos abundaron la zona; cada uno de ellos iba armado hasta los dientes: algunos con arco y otros con espadas. Otros, con aspecto más de gladiadores, tenían escudos y lanzas. Miró a su compañera.
-Este no es la persona a la que buscamos – recalcó –. Esto es Nigromancia, puedo sentirla.
Había tenido experiencias similares con la muerte por lo que la identificaría en cualquier lado. ¿Por qué no eran criaturas sacadas de cuentos? Simplemente lo sabía, de hecho el único allí que estaba sacado de un cuento era el hombre de la capucha. Ya se estaba hartando de las inútiles e interminables batallas por lo que le ordenó a su compañera que siguiera el camino hasta encontrar a quien estaban buscando y exigirle algo que los sacara de la isla. Esperando que la chica hiciera caso arremetió contra uno de los esqueletos que dio un enorme salto hacia donde estaba él; lo paró de seco en el aire agarrando su cráneo y haciéndolo estallar contra el suelo.
-¡Ve! – gritó furioso.
Después del grito todos los esqueletos se abalanzaron hacia él. Analizó la situación y a pesar de estar en desventaja numérica había algo que aprovecharía. Al derrotar al Nigromante todas las invocaciones dejarían el mundo vivo nuevamente, así que él era su objetivo. Solo que lo difícil era llegar hasta él. ¿Cómo lo haría? Tuvo que contener la batalla contra el montón de esqueletos, ganar el suficiente tiempo para que su compañera pudiera avanzar sin dificultad alguna.
Un esqueleto lancero arremetió contra el vampiro pero fue lento: muy lento. Además de usar Haki, aprovechó sus inmensas habilidades sobrehumanas para colocarse detrás de la criatura y desarmarla de un solo puñetazo. Lucho contra las feroces criaturas el tiempo suficiente para concluir que la chica ya estaba fuera del peligro de la cúpula. El Nigromante no dejaba de animar las criaturas para hacerlas luchar contra él pero si fuera por tiempo: Ryan tenía todo el tiempo del mundo.
-¡No puedes ganar esta batalla! – vociferó siniestramente la criatura encapuchada.
Ryan se abalanzó impulsándose con la fuerza de sus piernas. Llegó hasta estar al lado de la figura y le golpeó. Sin embargo el Nigromante detuvo el golpe solo con su mano derecha y mandó a volar al muchacho quien chocó contra el suelo sin ser lastimado. El vampiro se sorprendió al notar la potencia y fuerza de la figura que parecía tener un aspecto débil. ¿Cómo le derrotaría? No lo sabía, pero tenía que aguantar lo suficiente para que su compañera derrotara al Cuentacuentos.
Intentó nuevamente arremetiendo contra la poderosa creación. ¿De qué libro lo habrá sacado? ¡Eso no era importante! Cargó con toda la fuerza de su cuerpo intentando clavar sus garras en la figura pero esta se defendió con agilidad. Ambos intercambiaron golpes hasta que Ryan consiguió dar uno en la cara del sujeto quitándole la capucha y al ver el rostro descubierto sus ojos se abrieron de par en par: tenía el mismo aspecto que él.
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Precisión
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Entendí al instante las palabras del maleducado y no le pedí mayores explicaciones. Yo tampoco había ingerido aquella fruta del diablo por motu propio, después de todo. Al igual que yo no tenía intención ni ganas de contarle mi historia, suponía que él tampoco.
Seguidamente resaltó lo obvio, provocando que pusiese los ojos en blanco.
"Pues claro que se trata del poder de una akuma, ¿es que no me has oído mencionar al Cuentacuentos?", pensé con resignación, al tiempo que comenzaba a bajar las escaleras seguida por el rubiales.
El pasadizo subterráneo fue a dar a una habitación redonda, iluminada por antorchas, que contaba con varias columnas cilíndricas para soportar el peso del piso superior. A primera vista, aquel lugar parecía un santuario utilizado para entregar sacrificios de sangre y quizá llevar a cabo tradiciones con pinta satánica.
Una figura salió de entre las sombras entonces y pronunció unas palabras que no llegué a comprender. Quizá se estaba presentando o quizá estaba invocando al demonio. En un cuarto como ese me esperaba cualquier cosa.
Unos segundos más tarde la segunda opción se volvió más plausible, al tiempo que un montón de esqueletos armados aparecían en la sala dispuestos a crujirnos vivos.
- Nigromancia, ¿dices? -suspiré mirando de reojo a mi compañero-. El señor Cuentacuentos tiene unos gustos literarios muy tétricos... -me limité a comentar, al tiempo que me llevaba las manos a las pistolas y posaba mis orbes sobre el Nigromante.
El maleducado me sugirió amablemente que siguiera adelante, así que acepté su oferta. No tenía ganas de pelear contra seres muertos a los que no podía vencer. Y atacar al Nigromante parecía tarea difícil, me daba pereza.
Así que di un salto para subirme sobre el altar ayudándome de las cabezas de los esqueletos que se habían abalanzado sobre mí para darme impulso y, desde allí, me impulsé hacia el otro lado de la habitación, creando una ligera ráfaga de viento y nieve que tumbó a los, por desgracia para ellos, poco pesados esqueletos que se acercaban a por mí.
Aproveché esa oportunidad para salir del cuarto por la otra puerta y avancé por el pasillo que se extendía ante mí a todo correr, mirando hacia atrás en repetidas ocasiones para asegurarme de que no me seguían. Pero los esqueletos debían estar muy ocupados con el rubio como para hacerle caso a la chiquilla menuda que acababa de huir.
Craso error.
Esbocé una sonrisa de satisfacción al toparme al final del corredor con una puerta doble de madera maciza que, a simple vista, parecía bastante pesada. Había runas, grabados e inscripciones adornando la superficie, pero no pude descifrar ninguna.
Nada más tocar la madera con las yemas de los dedos, las puertas cedieron casi por arte de magia y se abrieron de par en par emitiendo un sonoro y desagradable chirrido. Probablemente llevaban tiempo sin echarles tres en uno.
Fui momentáneamente cegada por la luz del otro lado, y parpadeé en repetidas ocasiones para adaptar la vista y observar dónde me encontraba. El viento me azotó el rostro y me revolvió el pelo con ferocidad, y miré a mi alrededor con sorpresa.
¿Había salido al exterior?
No exactamente.
Me encontraba en una explanada de piedra congelada, que contaba con un cenador de piedra caliza en lo alto de la colina.
Se trataba del "jardín" trasero del castillo gótico.
Me acerqué al cenador con cautela para encontrarme con un hombre joven vestido con un abrigo de invierno de color blanco como la nieve, sentado a la mesa y leyendo un libro al tiempo que se tomaba un té con postura elegante.
Parpadeé de nuevo al ver que me dedicaba una sonrisa amable y cerraba el libro.
- Buenos días. Bienvenida. ¿Te apetece un té? -me ofreció, señalando la tetera que había sobre la mesa, que todavía echaba humo. Me quedé de pie, con las manos rodeando la empuñadura de las pistolas y lo miré fijamente.
- Así que tú eres el Cuentacuentos. ¿Te has aburrido de jugar? -solté con cinismo en la voz.
- En absoluto. Me estabais divirtiendo mucho. Hacía mucho tiempo que no podía jugar. Empezaba a aburrirme y, de pronto, veo a un par de ingenuos jóvenes adentrándose en la selva. Me habéis entretenido bastante.
- Pero es hora de terminar el juego -dije con seriedad, dando un paso hacia atrás, en guardia. El albino asintió con una nueva sonrisa, para dejar la taza sobre la mesa del cenador y levantarse.
Dio un par de pasos en mi dirección al tiempo que se sacaba una navaja plegable del bolsillo con la mano libre y pasaba páginas del libro con la otra, sin mirarme. Probablemente debería haberlo atacado en ese momento aprovechando que no me prestaba atención, pero me pudo la curiosidad. Quería saber cómo se las apañaba para sacar personajes fantásticos de los libros.
El joven tocó una página con sus dedos y sus ojos brillaron. La página también comenzó a brillar, y de ella salieron varias criaturas.
Sin pensarlo, me transformé a mi forma híbrida, y el muchacho me miró con sorpresa.
El rubiales ya no estaba allí, así que podía mostrar mi verdadero poder.
Mi cuerpo creció al tiempo que se cubría completamente de escamas blancas, el pelo de mi cabeza fue absorbido para dar paso a los cuernos cubiertos, mis uñas se transformaron en garras y mis colmillos crecieron ligeramente.
Una vez en esa forma, emití una bocanada de aire gélido para subir el ya húmedo ambiente, lo que aumentaba mis habilidades de hielo, y me dispuse a pelear.
Las criaturas que habían salido del libro me resultaban familiares. Una de ellas era el fantasma de la duquesa Vela Croix, que me miraba con sonrisa condescendiente. Otro era un joven pálido y con las ropas harapientas y desgarradas, que tenía una cuerda colgando del cuello, al que enseguida reconocí como el amante suicida. El otro era un caballero, esta vez vivo, de armadura de bronce y un enorme hacha entre las manos.
Recordé entonces de qué me sonaba el nombre de la duquesa, y la tragedia amorosa. Yo había leído ese libro.
El fantasma de la duquesa se abalanzó sobre mí y me atravesó de nuevo, pero esta vez lo hizo mucho más despacio. Mi cuerpo se paralizó completamente y no pude hacer más que dejarme, al tiempo que observaba la sonrisa de superioridad de mi oponente.
- Los fantasmas tienen el poder de congelar a aquellos a los que atraviesan. ¿Lo sabías? -comentó el Cuentacuentos.
Esbocé una sonrisa y formé unas bolas de hielo entre mis garras, que enseguida lancé al verdadero enemigo, ignorando a los demás. El joven las esquivó con pericia, y me observó atónito.
- Buen intento. Pero el frío es mi rollo -dije, antes de esquivar por los pelos el hachazo del caballero.
La armadura de bronce, sin embargo, podía convertirse en su enemiga, ya que volvía sus movimientos lentos.
Me coloqué a su espalda con facilidad y coloqué las palmas de mis manos sobre el metal, congelándolo ligeramente, para luego romper con mis garras la zona del cuello y meter la mano. Aquello no lo había probado antes pero, si podía congelar el picaporte de una puerta, ¿por qué no la carne humana? El frío se expandió por el cuerpo del caballero de fantasía, que se estremeció involuntariamente y terminó por caer de bruces al suelo, paralizado.
Me miré las garras con rostro de aprobación, antes de posar mi vista en el enemigo.
Estaba pasando hojas de nuevo, ahora frenéticamente, probablemente en la búsqueda de alguna otra criatura con la que entretenerme. Pero no iba a dejar que eso sucediese.
Me abalancé a toda velocidad sobre él, pero el joven consiguió esquivarme. Provoqué una ráfaga de nieve entonces y, al estar tan cerca de mí, el muchacho no pudo sujetar el libro, que salió volando.
Di un salto hacia él al mismo tiempo que mi enemigo, y me vi retenida por las débiles manos del suicida, que se había mantenido quieto hasta entonces. El fantasma de la duquesa también trató de coger el libro, pero sus intangibles manos lo atravesaron.
Al ver que el Cuentacuentos alargaba su mano hacia la obra literaria y estaba más cerca de conseguirlo que yo, creé una nueva ráfaga de nieve ayudándome de la humedad del ambiente, y congelé las páginas.
Para cuando el libro cayó al suelo, estaba mojado, congelado y empezando a pudrirse.
Seguidamente resaltó lo obvio, provocando que pusiese los ojos en blanco.
"Pues claro que se trata del poder de una akuma, ¿es que no me has oído mencionar al Cuentacuentos?", pensé con resignación, al tiempo que comenzaba a bajar las escaleras seguida por el rubiales.
El pasadizo subterráneo fue a dar a una habitación redonda, iluminada por antorchas, que contaba con varias columnas cilíndricas para soportar el peso del piso superior. A primera vista, aquel lugar parecía un santuario utilizado para entregar sacrificios de sangre y quizá llevar a cabo tradiciones con pinta satánica.
Una figura salió de entre las sombras entonces y pronunció unas palabras que no llegué a comprender. Quizá se estaba presentando o quizá estaba invocando al demonio. En un cuarto como ese me esperaba cualquier cosa.
Unos segundos más tarde la segunda opción se volvió más plausible, al tiempo que un montón de esqueletos armados aparecían en la sala dispuestos a crujirnos vivos.
- Nigromancia, ¿dices? -suspiré mirando de reojo a mi compañero-. El señor Cuentacuentos tiene unos gustos literarios muy tétricos... -me limité a comentar, al tiempo que me llevaba las manos a las pistolas y posaba mis orbes sobre el Nigromante.
El maleducado me sugirió amablemente que siguiera adelante, así que acepté su oferta. No tenía ganas de pelear contra seres muertos a los que no podía vencer. Y atacar al Nigromante parecía tarea difícil, me daba pereza.
Así que di un salto para subirme sobre el altar ayudándome de las cabezas de los esqueletos que se habían abalanzado sobre mí para darme impulso y, desde allí, me impulsé hacia el otro lado de la habitación, creando una ligera ráfaga de viento y nieve que tumbó a los, por desgracia para ellos, poco pesados esqueletos que se acercaban a por mí.
Aproveché esa oportunidad para salir del cuarto por la otra puerta y avancé por el pasillo que se extendía ante mí a todo correr, mirando hacia atrás en repetidas ocasiones para asegurarme de que no me seguían. Pero los esqueletos debían estar muy ocupados con el rubio como para hacerle caso a la chiquilla menuda que acababa de huir.
Craso error.
Esbocé una sonrisa de satisfacción al toparme al final del corredor con una puerta doble de madera maciza que, a simple vista, parecía bastante pesada. Había runas, grabados e inscripciones adornando la superficie, pero no pude descifrar ninguna.
Nada más tocar la madera con las yemas de los dedos, las puertas cedieron casi por arte de magia y se abrieron de par en par emitiendo un sonoro y desagradable chirrido. Probablemente llevaban tiempo sin echarles tres en uno.
Fui momentáneamente cegada por la luz del otro lado, y parpadeé en repetidas ocasiones para adaptar la vista y observar dónde me encontraba. El viento me azotó el rostro y me revolvió el pelo con ferocidad, y miré a mi alrededor con sorpresa.
¿Había salido al exterior?
No exactamente.
Me encontraba en una explanada de piedra congelada, que contaba con un cenador de piedra caliza en lo alto de la colina.
Se trataba del "jardín" trasero del castillo gótico.
Me acerqué al cenador con cautela para encontrarme con un hombre joven vestido con un abrigo de invierno de color blanco como la nieve, sentado a la mesa y leyendo un libro al tiempo que se tomaba un té con postura elegante.
Parpadeé de nuevo al ver que me dedicaba una sonrisa amable y cerraba el libro.
- Buenos días. Bienvenida. ¿Te apetece un té? -me ofreció, señalando la tetera que había sobre la mesa, que todavía echaba humo. Me quedé de pie, con las manos rodeando la empuñadura de las pistolas y lo miré fijamente.
- Así que tú eres el Cuentacuentos. ¿Te has aburrido de jugar? -solté con cinismo en la voz.
- En absoluto. Me estabais divirtiendo mucho. Hacía mucho tiempo que no podía jugar. Empezaba a aburrirme y, de pronto, veo a un par de ingenuos jóvenes adentrándose en la selva. Me habéis entretenido bastante.
- Pero es hora de terminar el juego -dije con seriedad, dando un paso hacia atrás, en guardia. El albino asintió con una nueva sonrisa, para dejar la taza sobre la mesa del cenador y levantarse.
Dio un par de pasos en mi dirección al tiempo que se sacaba una navaja plegable del bolsillo con la mano libre y pasaba páginas del libro con la otra, sin mirarme. Probablemente debería haberlo atacado en ese momento aprovechando que no me prestaba atención, pero me pudo la curiosidad. Quería saber cómo se las apañaba para sacar personajes fantásticos de los libros.
El joven tocó una página con sus dedos y sus ojos brillaron. La página también comenzó a brillar, y de ella salieron varias criaturas.
Sin pensarlo, me transformé a mi forma híbrida, y el muchacho me miró con sorpresa.
El rubiales ya no estaba allí, así que podía mostrar mi verdadero poder.
Mi cuerpo creció al tiempo que se cubría completamente de escamas blancas, el pelo de mi cabeza fue absorbido para dar paso a los cuernos cubiertos, mis uñas se transformaron en garras y mis colmillos crecieron ligeramente.
Una vez en esa forma, emití una bocanada de aire gélido para subir el ya húmedo ambiente, lo que aumentaba mis habilidades de hielo, y me dispuse a pelear.
Las criaturas que habían salido del libro me resultaban familiares. Una de ellas era el fantasma de la duquesa Vela Croix, que me miraba con sonrisa condescendiente. Otro era un joven pálido y con las ropas harapientas y desgarradas, que tenía una cuerda colgando del cuello, al que enseguida reconocí como el amante suicida. El otro era un caballero, esta vez vivo, de armadura de bronce y un enorme hacha entre las manos.
Recordé entonces de qué me sonaba el nombre de la duquesa, y la tragedia amorosa. Yo había leído ese libro.
El fantasma de la duquesa se abalanzó sobre mí y me atravesó de nuevo, pero esta vez lo hizo mucho más despacio. Mi cuerpo se paralizó completamente y no pude hacer más que dejarme, al tiempo que observaba la sonrisa de superioridad de mi oponente.
- Los fantasmas tienen el poder de congelar a aquellos a los que atraviesan. ¿Lo sabías? -comentó el Cuentacuentos.
Esbocé una sonrisa y formé unas bolas de hielo entre mis garras, que enseguida lancé al verdadero enemigo, ignorando a los demás. El joven las esquivó con pericia, y me observó atónito.
- Buen intento. Pero el frío es mi rollo -dije, antes de esquivar por los pelos el hachazo del caballero.
La armadura de bronce, sin embargo, podía convertirse en su enemiga, ya que volvía sus movimientos lentos.
Me coloqué a su espalda con facilidad y coloqué las palmas de mis manos sobre el metal, congelándolo ligeramente, para luego romper con mis garras la zona del cuello y meter la mano. Aquello no lo había probado antes pero, si podía congelar el picaporte de una puerta, ¿por qué no la carne humana? El frío se expandió por el cuerpo del caballero de fantasía, que se estremeció involuntariamente y terminó por caer de bruces al suelo, paralizado.
Me miré las garras con rostro de aprobación, antes de posar mi vista en el enemigo.
Estaba pasando hojas de nuevo, ahora frenéticamente, probablemente en la búsqueda de alguna otra criatura con la que entretenerme. Pero no iba a dejar que eso sucediese.
Me abalancé a toda velocidad sobre él, pero el joven consiguió esquivarme. Provoqué una ráfaga de nieve entonces y, al estar tan cerca de mí, el muchacho no pudo sujetar el libro, que salió volando.
Di un salto hacia él al mismo tiempo que mi enemigo, y me vi retenida por las débiles manos del suicida, que se había mantenido quieto hasta entonces. El fantasma de la duquesa también trató de coger el libro, pero sus intangibles manos lo atravesaron.
Al ver que el Cuentacuentos alargaba su mano hacia la obra literaria y estaba más cerca de conseguirlo que yo, creé una nueva ráfaga de nieve ayudándome de la humedad del ambiente, y congelé las páginas.
Para cuando el libro cayó al suelo, estaba mojado, congelado y empezando a pudrirse.
- Off:
¿Un post más y terminamos?
Así acabo con el Cuentacuentos y tú con el Nigromante, nos reunimos, encontramos el barco en que vino el Cuentacuentos a la isla, nos marchamos y cerramos tema.
NGC 1672
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Akuma no mi
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Un espejismo tal vez. O una ilusión. Al ver su propio rostro calcado en el de la figura retrocedió unos cuantos pasos por el asombro pero no se dejó llevar por la emoción del momento, no tanto como para no poder defenderse del puñetazo del Nigromante. Lo esquivó con facilidad y guardó distancia de por lo menos unos cinco metros intentando comprender lo que estaba sucediendo. Debía ser un poderoso guerrero de un libro con la habilidad de la Nigromancia a menos que... ¿un híbrido? ¿Qué pasaba si el Cuentacuentos era capaz de mezclar personajes o incluso hacer los suyos propios? Cualquiera de las dos teorías resultaban brutales pues entonces el poder del hombre era inmensurable.
Tras abandonar sus pensamientos cargó con violencia hacia el Nigromante, esta vez intentando acabar con él con sus propias garras. Intercambiaron golpes hasta que uno de ellos impactó fuertemente en el cuello de la criatura. Esta última retrocedió con un grito de furia y una extraña aura comenzó a salir de su cuerpo; el ejército de muertos vivientes dio a lugar. Sin embargo si solo hubiesen sido zombies, las cosas no serían difíciles; una enorme criatura, de alrededor de unos 8 metros y una gran masa, surgió gracias al poder de él. Tenía unos enormes ojos, era calvo y más bien parecía un monstruo de piel pálida; en sus manos llevaba dos enormes cadenas que en su final calcaban dos guadañas. Esta enorme masa de crueldad avanzó por la cúpula y cargó rápidamente hacia el vampiro que apenas pudo esquivarlo.
-Me estás jodiendo...
Intentó golpearlo con todas sus fuerzas pero apenas resultó herida. Esta criatura lo tomó y con su enorme fuerza lo hizo estrellarse contra el suelo; Ryan sintió por un segundo como su mente se desconectaba del cuerpo. Se levantó con mucho esfuerzo y recibió un duro golpe por parte del Nigromante. La bestia nuevamente arremetió contra el vampiro pero esta vez pudo esquivarla con mucho esfuerzo; sus movimientos comenzaban a ser un poco más lentos debido al cansancio acumulado. Por suerte las heridas superficiales de Ryan se curaron al instante, ventajas de ser vampiro.
Analizó la situación, la tenía muy difícil. Estaba luchando contra dos enormes fuerzas y él solo tenía el poder de sus garras, si hubiese llevado consigo las Hojas Gemelas las cosas habrían sido un poco distintas. La enorme invocación cargó nuevamente hacia Ryan pero se detuvo de llano al notar la presencia del vampiro tras solar un grito de frustración. Acto seguido la invocación se desplomó y el Nigromante perdió el control sobre ella a lo que volvió a ser nada más que un charco de masa deforme.
-Así que Haki del Rey, ¿no? – vociferó la criatura con desencanto.
Era cierto. Hace algún tiempo lo había despertado pero no tenía idea de cómo usarlo por lo que simplemente salía cuando quería salir. De cualquier forma le ayudó lo suficiente para poder enfrentar al Nigromante; por lo menos también se veía algo más agotado. Ryan cargó contra él usando las últimas fuerzas que le quedaban y el Nigromante, con un acto desesperado, también cagó. Ambas fuerzas chocaron pero la ganadora fue la del vampiro original; justo en el momento en que ambas fuerzas iban a chocar, Ryan extendió sus garras y se las clavó a la altura del corazón desplomando el cuerpo de la bestia.
El cuerpo del vampiro cayó cansado al suelo e intentó retomar el aire. Aún la pelea no terminaba y necesitaba mover sus piernas para ir a ayudar a la muchacha. Se levantó y se dirigió hacia el cadáver, clavó sus enormes colmillos y comenzó a beber de su sangre antes de que se secara completamente. Parte de sus fuerzas se repusieron para seguir con la lucha. Caminó despreocupadamente hasta llegar a lo que parecía ser el jardín del castillo; en la cima había un cenador; gracias a la vista de vampiro que Ryan poseía pudo ver un hombre de cabello blanco luchando junto a la pequeña e irritante niña.
-Aquí vamos de nuevo...
Ryan llegó justo en el momento en el que el Cuentacuentos parecía que iba a coger otro de sus libros pero este le pateó la mano; ya las cosas se habían complicado para él. La muchacha había congelado uno de sus libros y había derrotado a una de sus invocaciones. Todo parecía ir acorde al plan, aparentemente el hombre de cabello blanco se veía muy débil. Sin embargo lo que más le causó impresión al chico fue la apariencia bestial que la chica llevaba por lo que pudo deducir que también era una usuaria de alguna fruta del diablo. No le quiso dar importancia ya que después de todo, esas cosas jamás le interesaron. No del todo al menos.
-Tú encárgate del Cuentacuentos – dijo Ryan –, yo te cubriré las espaldas y acabaré con el suicida.
Dicho y hecho. Ryan cubrió las espaldas de la chica, cualquiera que fuera el movimiento que ella haría su espalda estaría asegurada. El débil suicida quiso tener su momento de fama pero fue detenido por la incomparable fuerza vampírica del muchacho de cabellos rubios; de todas formas él no había comenzado la batalla y sentía que su misión no era terminarla. Simplemente le ayudaría, le facilitaría las cosas a la muchacha de aspecto extraño. Tras tantas cosas que sucedieron e investigaron Ryan veía una salida al verdadero mundo, después de tanto tiempo allí, al lado de criaturas fantásticas y maravillosas, te podías volver loco. Hay cosas que jamás deben sustituir la realidad.
Tras abandonar sus pensamientos cargó con violencia hacia el Nigromante, esta vez intentando acabar con él con sus propias garras. Intercambiaron golpes hasta que uno de ellos impactó fuertemente en el cuello de la criatura. Esta última retrocedió con un grito de furia y una extraña aura comenzó a salir de su cuerpo; el ejército de muertos vivientes dio a lugar. Sin embargo si solo hubiesen sido zombies, las cosas no serían difíciles; una enorme criatura, de alrededor de unos 8 metros y una gran masa, surgió gracias al poder de él. Tenía unos enormes ojos, era calvo y más bien parecía un monstruo de piel pálida; en sus manos llevaba dos enormes cadenas que en su final calcaban dos guadañas. Esta enorme masa de crueldad avanzó por la cúpula y cargó rápidamente hacia el vampiro que apenas pudo esquivarlo.
-Me estás jodiendo...
Intentó golpearlo con todas sus fuerzas pero apenas resultó herida. Esta criatura lo tomó y con su enorme fuerza lo hizo estrellarse contra el suelo; Ryan sintió por un segundo como su mente se desconectaba del cuerpo. Se levantó con mucho esfuerzo y recibió un duro golpe por parte del Nigromante. La bestia nuevamente arremetió contra el vampiro pero esta vez pudo esquivarla con mucho esfuerzo; sus movimientos comenzaban a ser un poco más lentos debido al cansancio acumulado. Por suerte las heridas superficiales de Ryan se curaron al instante, ventajas de ser vampiro.
Analizó la situación, la tenía muy difícil. Estaba luchando contra dos enormes fuerzas y él solo tenía el poder de sus garras, si hubiese llevado consigo las Hojas Gemelas las cosas habrían sido un poco distintas. La enorme invocación cargó nuevamente hacia Ryan pero se detuvo de llano al notar la presencia del vampiro tras solar un grito de frustración. Acto seguido la invocación se desplomó y el Nigromante perdió el control sobre ella a lo que volvió a ser nada más que un charco de masa deforme.
-Así que Haki del Rey, ¿no? – vociferó la criatura con desencanto.
Era cierto. Hace algún tiempo lo había despertado pero no tenía idea de cómo usarlo por lo que simplemente salía cuando quería salir. De cualquier forma le ayudó lo suficiente para poder enfrentar al Nigromante; por lo menos también se veía algo más agotado. Ryan cargó contra él usando las últimas fuerzas que le quedaban y el Nigromante, con un acto desesperado, también cagó. Ambas fuerzas chocaron pero la ganadora fue la del vampiro original; justo en el momento en que ambas fuerzas iban a chocar, Ryan extendió sus garras y se las clavó a la altura del corazón desplomando el cuerpo de la bestia.
El cuerpo del vampiro cayó cansado al suelo e intentó retomar el aire. Aún la pelea no terminaba y necesitaba mover sus piernas para ir a ayudar a la muchacha. Se levantó y se dirigió hacia el cadáver, clavó sus enormes colmillos y comenzó a beber de su sangre antes de que se secara completamente. Parte de sus fuerzas se repusieron para seguir con la lucha. Caminó despreocupadamente hasta llegar a lo que parecía ser el jardín del castillo; en la cima había un cenador; gracias a la vista de vampiro que Ryan poseía pudo ver un hombre de cabello blanco luchando junto a la pequeña e irritante niña.
-Aquí vamos de nuevo...
Ryan llegó justo en el momento en el que el Cuentacuentos parecía que iba a coger otro de sus libros pero este le pateó la mano; ya las cosas se habían complicado para él. La muchacha había congelado uno de sus libros y había derrotado a una de sus invocaciones. Todo parecía ir acorde al plan, aparentemente el hombre de cabello blanco se veía muy débil. Sin embargo lo que más le causó impresión al chico fue la apariencia bestial que la chica llevaba por lo que pudo deducir que también era una usuaria de alguna fruta del diablo. No le quiso dar importancia ya que después de todo, esas cosas jamás le interesaron. No del todo al menos.
-Tú encárgate del Cuentacuentos – dijo Ryan –, yo te cubriré las espaldas y acabaré con el suicida.
Dicho y hecho. Ryan cubrió las espaldas de la chica, cualquiera que fuera el movimiento que ella haría su espalda estaría asegurada. El débil suicida quiso tener su momento de fama pero fue detenido por la incomparable fuerza vampírica del muchacho de cabellos rubios; de todas formas él no había comenzado la batalla y sentía que su misión no era terminarla. Simplemente le ayudaría, le facilitaría las cosas a la muchacha de aspecto extraño. Tras tantas cosas que sucedieron e investigaron Ryan veía una salida al verdadero mundo, después de tanto tiempo allí, al lado de criaturas fantásticas y maravillosas, te podías volver loco. Hay cosas que jamás deben sustituir la realidad.
Invitado
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El albino se guardaba un as bajo la manga, o más bien otro libro en el bolsillo derecho de su abrigo. Para cuando pude verlo, ya lo estaba sacando y no me dio tiempo a reaccionar a la velocidad suficiente.
Alargué mi mano de afiladas garras hacia él, pero dio un ágil salto hacia atrás al tiempo que alejaba el libro de mí con una sonrisa de suficiencia en el rostro. Sólo tenía que abrir una página y tocarla antes de que yo lo alcanzase, y habría ganado la jugada.
Sin embargo, alguien apareció a toda prisa entonces y le arrebató el libro, destruyéndolo en el acto.
El maleducado debía haber terminado con los juguetitos del Cuentacuentos, porque ahora se colocaba a mis espaldas para darme libertad de movimientos. No pude evitar soltar un pequeño suspiro de alivio, antes de abalanzarme de nuevo sobre el Cuentancuentos.
Me atacó apuntando con su navaja de barbero hacia mí, pero en mi forma híbrida fui lo suficientemente rápida como para esquivar el tajo que iba directo a mi abdomen con un giro, no sin antes aferrarme a su brazo con mis garras y clavarlas en su carne, provocando que abriera la mano y soltara la navaja con un grito de dolor.
El Cuentacuentos se alejó de mí hasta estar a una distancia prudente y se sujetó el brazo ahora herido y sangrante con la mano buena al tiempo que me miraba con odio en los ojos. Por mi parte, aproveché su huida para patear la navaja lo más lejos posible, impidiendo así que la recuperase.
Con Ryan todavía defendiendo mis espaldas, me lancé nuevamente hacia mi oponente y nos enzarzamos en un intercambio de puñetazos y golpes bajos intentando derribar al otro, pero el Cuentacuentos era tan hábil como yo, estando casi a mi altura, y la mayor parte de los movimientos de cada uno fueron anulados por el otro. Sin embargo, al tener un brazo herido, pude asestarle algún que otro puñetazo.
Me golpeó en la boca del estómago, pero la ropa y las escamas me protegieron parcialmente del golpe, así que le devolví el puñetazo con un gancho de izquierda que lo obligó a dar un par de pasos hacia atrás y le dejó la barbilla enrojecida. Probablemente tendría un moratón luego. Seguidamente, alargó su brazo derecho hacia mí con intención de ejecutar otro puñetazo, pero en esta ocasión fui más rápida. Le sujeté el brazo con la garra izquierda y tiré de él hacia mí para colocar la palma en posición recta, con las afiladas garras juntas y tensas, recubrirla de haki de armadura y dar un golpe seco hacia delante apuntando a su tórax.
Las garras se clavaron y atravesaron la ropa y la carne con facilidad, causándole una herida grave. El Cuentacuentos emitió un gruñido de dolor antes de escupir sangre por la boca y esbozar una ligera sonrisa con esfuerzo.
- Habéis ganado el juego... -susurró, antes de perder el conocimiento.
Saqué la mano de sus entrañas y su cuerpo cayó inmediatamente al suelo sin oponer resistencia. Por su lado, Ryan había terminado con el debilucho suicida y también había conseguido derrotar al caballero de la armadura, que se deshacían en cachitos hasta desaparecer.
Volví a mi forma humana con un suspiro y hundí la mano ensangrentada en la nieve para limpiarla un poco.
Tras aquella batalla, los cimientos del castillo comenzaron a temblar.
-Si el castillo entero fue creado por el Cuentacuentos, debemos marcharnos lo antes posible. No sabemos qué habrá cuando desaparezca -sugerí, ya echando a correr colina abajo.
Para cuando nos alejamos del castillo, no quedaban rastros de él.
El páramo congelado también desapareció, para ser sustituido por la selva tropical que debía ocupar la isla.
No nos costó demasiado encontrar el barco en el que el Cuentacuentos había llegado hasta allí, ya que habíamos explorado previamente varias partes de la costa y nos quedaba poco terreno por explorar.
Nos subimos al barco sin mediar palabra y zarpamos de vuelta al Reino de Koun.
Me sentía agotada después de tanto ejercicio y tan poca comida, y estaba deseando llegar a algún lugar donde poder comer algo decente y dormir en una camita blandita.
Cuando llegamos a Koun, nos separamos.
- Bueno, ha sido... mmm... productivo, trabajar contigo -le dije al maleducado cuando nos despedimos.
Tras caminar unos metros, me detuve y me miré la mano derecha, que todavía tenía algunos restos de sangre.
"No lo maté... ¿Por qué no lo maté? ¿Qué me ha pasado? ¿Estoy... cambiando?", me pregunté con aflicción.
Había herido de gravedad al Cuentacuentos, pero había apuntado a un punto no vital de su abdomen, a sabiendas de que la herida sería grave, pero no mortal. ¿Por qué? ¿Quería que el Cuentacuentos siguiese con vida?
Ciertamente me había divertido, pero... ¿Me estaba ablandando? Normalmente no me habría importado matarlo.
Aquella acción marcaría mi futuro más de lo que podía imaginarme en aquellos momentos, y sería el primer paso para un cambio que todavía era incapaz de discernir. Pero eso... es una historia para otra ocasión.
La aventura en la isla tropical había terminado.
Ahora debía apañármelas para volver al Calm Belt.
Alargué mi mano de afiladas garras hacia él, pero dio un ágil salto hacia atrás al tiempo que alejaba el libro de mí con una sonrisa de suficiencia en el rostro. Sólo tenía que abrir una página y tocarla antes de que yo lo alcanzase, y habría ganado la jugada.
Sin embargo, alguien apareció a toda prisa entonces y le arrebató el libro, destruyéndolo en el acto.
El maleducado debía haber terminado con los juguetitos del Cuentacuentos, porque ahora se colocaba a mis espaldas para darme libertad de movimientos. No pude evitar soltar un pequeño suspiro de alivio, antes de abalanzarme de nuevo sobre el Cuentancuentos.
Me atacó apuntando con su navaja de barbero hacia mí, pero en mi forma híbrida fui lo suficientemente rápida como para esquivar el tajo que iba directo a mi abdomen con un giro, no sin antes aferrarme a su brazo con mis garras y clavarlas en su carne, provocando que abriera la mano y soltara la navaja con un grito de dolor.
El Cuentacuentos se alejó de mí hasta estar a una distancia prudente y se sujetó el brazo ahora herido y sangrante con la mano buena al tiempo que me miraba con odio en los ojos. Por mi parte, aproveché su huida para patear la navaja lo más lejos posible, impidiendo así que la recuperase.
Con Ryan todavía defendiendo mis espaldas, me lancé nuevamente hacia mi oponente y nos enzarzamos en un intercambio de puñetazos y golpes bajos intentando derribar al otro, pero el Cuentacuentos era tan hábil como yo, estando casi a mi altura, y la mayor parte de los movimientos de cada uno fueron anulados por el otro. Sin embargo, al tener un brazo herido, pude asestarle algún que otro puñetazo.
Me golpeó en la boca del estómago, pero la ropa y las escamas me protegieron parcialmente del golpe, así que le devolví el puñetazo con un gancho de izquierda que lo obligó a dar un par de pasos hacia atrás y le dejó la barbilla enrojecida. Probablemente tendría un moratón luego. Seguidamente, alargó su brazo derecho hacia mí con intención de ejecutar otro puñetazo, pero en esta ocasión fui más rápida. Le sujeté el brazo con la garra izquierda y tiré de él hacia mí para colocar la palma en posición recta, con las afiladas garras juntas y tensas, recubrirla de haki de armadura y dar un golpe seco hacia delante apuntando a su tórax.
Las garras se clavaron y atravesaron la ropa y la carne con facilidad, causándole una herida grave. El Cuentacuentos emitió un gruñido de dolor antes de escupir sangre por la boca y esbozar una ligera sonrisa con esfuerzo.
- Habéis ganado el juego... -susurró, antes de perder el conocimiento.
Saqué la mano de sus entrañas y su cuerpo cayó inmediatamente al suelo sin oponer resistencia. Por su lado, Ryan había terminado con el debilucho suicida y también había conseguido derrotar al caballero de la armadura, que se deshacían en cachitos hasta desaparecer.
Volví a mi forma humana con un suspiro y hundí la mano ensangrentada en la nieve para limpiarla un poco.
Tras aquella batalla, los cimientos del castillo comenzaron a temblar.
-Si el castillo entero fue creado por el Cuentacuentos, debemos marcharnos lo antes posible. No sabemos qué habrá cuando desaparezca -sugerí, ya echando a correr colina abajo.
Para cuando nos alejamos del castillo, no quedaban rastros de él.
El páramo congelado también desapareció, para ser sustituido por la selva tropical que debía ocupar la isla.
No nos costó demasiado encontrar el barco en el que el Cuentacuentos había llegado hasta allí, ya que habíamos explorado previamente varias partes de la costa y nos quedaba poco terreno por explorar.
Nos subimos al barco sin mediar palabra y zarpamos de vuelta al Reino de Koun.
Me sentía agotada después de tanto ejercicio y tan poca comida, y estaba deseando llegar a algún lugar donde poder comer algo decente y dormir en una camita blandita.
Cuando llegamos a Koun, nos separamos.
- Bueno, ha sido... mmm... productivo, trabajar contigo -le dije al maleducado cuando nos despedimos.
Tras caminar unos metros, me detuve y me miré la mano derecha, que todavía tenía algunos restos de sangre.
"No lo maté... ¿Por qué no lo maté? ¿Qué me ha pasado? ¿Estoy... cambiando?", me pregunté con aflicción.
Había herido de gravedad al Cuentacuentos, pero había apuntado a un punto no vital de su abdomen, a sabiendas de que la herida sería grave, pero no mortal. ¿Por qué? ¿Quería que el Cuentacuentos siguiese con vida?
Ciertamente me había divertido, pero... ¿Me estaba ablandando? Normalmente no me habría importado matarlo.
Aquella acción marcaría mi futuro más de lo que podía imaginarme en aquellos momentos, y sería el primer paso para un cambio que todavía era incapaz de discernir. Pero eso... es una historia para otra ocasión.
La aventura en la isla tropical había terminado.
Ahora debía apañármelas para volver al Calm Belt.
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