Teravan Zallen
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Fuego de Obsidiana [Privado] [Pasado] [Teravan Zallen - Alexandra Silvercat] {Lun 5 Sep 2016 - 0:56}
El horizonte se dibujaba como una línea entrecortada, dividida en difusos trazos cobalto interrumpidos por los anaranjados destellos que el sol del ocaso se atrevía a introducir en el agua. Dos amantes reencontrándose de forma ingenua e inocente, demasiado torpes para que sus actos se acometiesen con dulzura y precisión. Mas en ello constaba el arte, ¿no es así? En conseguir que una fina línea, difusa como las líneas del viento, consiguiese evocar el más cálido de los recuerdos. Teravan nunca se consideró a sí mismo un verdadero artista. Dibujaba para otras personas, y no para él mismo, por lo que no podía encontrarse con el arte nunca. Había dedicado demasiado tiempo a una sola persona, la persona que había hecho arte de su arte y música de su pintura. La misma joven que había transformado en sinfonías sus bodegones y en sonatas sus retratos.
Pero ella ya no existía.
Una lágrima se deslizó por su rostro. Ni siquiera pensó en limpiar su rastro, pues, en cierto modo, era lo único que le quedaba. Cada lágrima contenía una parte de aquellas notas que sonaban incesantemente en su corazón. No podía estar triste, pues tenía un cometido que cumplir. Algo para que todo eso mereciese la pena. Había encontrado un cabo cuyo final portaba la fuente de su más profundo pesar. Y sin duda alguna tiraría, tiraría hasta que sus dedos ardiesen tanto como su corazón lo hacía.
Sin embargo, la espera era lo peor. Tenía que pasar una semana en el Cheff Nadador, aguardando la llegada de una persona que se mostraría ante él. Tenía plena fe en que ello sucediese, pues era su única salida. Decidió que era mejor la esperanza que la desesperación.
Siempre se sentaba en la misma mesa, completamente solo, y pedía lo mismo: té con limón. Al principio no le gustaba, lo tomaba en honor al recuerdo, mas poco a poco se iba acostumbrado al gusto. Tampoco habría disfrutado de ninguna bebida en ese momento. Observó que no quedaba nada en la jarra y decidió que se levantaría a por más.
Pero en cuanto consiguió erguirse, el mareo consiguió hacer que se apoyase en la mesa.
- Demonios... - Susurró con impotencia. - Qué despreciable.
Pero ella ya no existía.
Una lágrima se deslizó por su rostro. Ni siquiera pensó en limpiar su rastro, pues, en cierto modo, era lo único que le quedaba. Cada lágrima contenía una parte de aquellas notas que sonaban incesantemente en su corazón. No podía estar triste, pues tenía un cometido que cumplir. Algo para que todo eso mereciese la pena. Había encontrado un cabo cuyo final portaba la fuente de su más profundo pesar. Y sin duda alguna tiraría, tiraría hasta que sus dedos ardiesen tanto como su corazón lo hacía.
Sin embargo, la espera era lo peor. Tenía que pasar una semana en el Cheff Nadador, aguardando la llegada de una persona que se mostraría ante él. Tenía plena fe en que ello sucediese, pues era su única salida. Decidió que era mejor la esperanza que la desesperación.
Siempre se sentaba en la misma mesa, completamente solo, y pedía lo mismo: té con limón. Al principio no le gustaba, lo tomaba en honor al recuerdo, mas poco a poco se iba acostumbrado al gusto. Tampoco habría disfrutado de ninguna bebida en ese momento. Observó que no quedaba nada en la jarra y decidió que se levantaría a por más.
Pero en cuanto consiguió erguirse, el mareo consiguió hacer que se apoyase en la mesa.
- Demonios... - Susurró con impotencia. - Qué despreciable.
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Un ambiente como el del Cheff Nadador no lo conseguía cualquier restaurante. Aquella atmósfera de clase alta, camareros serviciales, el suave aroma de la comida no llegaba a ser inapreciable, pero tampoco era demasiado fuerte... El número de locales que podían emitir aquella sensación de lujo sin llegar a espantar a clientes algo menos pudientes, se contaban con los dedos de la mano. No me extrañaba que se dijera que aquella isla artificial podía competir en calidad con el Baratie.
Y por supuesto, decidí que tenía que ver eso con mis propios ojos.
Por suerte o por desgracia, mi presencia en misiones para la Cypher Police era en ese momento innecesaria, así que tenía algo de tiempo libre. Y dado que estaba demasiado cansada como para entrenar, y carecía de la inspiración necesaria para componer, pensé que era un buen momento para explorar. Apenas tardé un par de días en organizar una reserva y dar el viaje como una civil más, lo cual me sorprendió bastante, pero no me quejé al respecto. Y debo decir que la primera impresión no me decepcionó, tal como describí antes. Incluso si hubiera ido sin peluca, no podría haber evitado sonreír ante la perspectiva de un buen plato cocinado profesionalmente, para variar.
Antes de entrar comprobé que mi vestido luciera correctamente. Nada excesivamente destacable, tan solo un traje de alquiler apropiado para la ocasión, al menos desde mi punto de vista. Me desagradaba un poco la idea de llevar una falda tan larga y poco práctica, pero me tragué aquella emoción y decidí hacerlo igualmente. Puede que no fuera obligatorio vestir de manera elegante, pero tenía la sensación de que me mirarían mal de lo contrario.
Después de probar la carne servida allí, acompañada con un poco de ensalada y vino, no pude sino suspirar satisfecha. Casi había merecido la pena, incluso el rojizo líquido de la copa me había parecido exquisito (y eso que no me suele gustar para nada, aunque tocaba hacer una excepción). Sin embargo, solamente aquello no era excusa suficiente para hacer el viaje y los gastos, por mucho que me doliera reconocerlo. Se acercaba mucho a serlo... pero le faltaba algo. Quizá simplemente fuera mi falta de interés culinario, o mi falta de cultura gastronómica, pero al final no consideré que saborear aquellos alimentos fuera una razón de peso válida para realizar (o repetir) aquella visita.
Así pues, algo desilusionada, decidí buscar alternativas. Recorrí el salón entero con la mirada, buscando algo con lo que distraerme y hacer tiempo durante un rato. Sería un desperdicio irse tan pronto, así que al menos aprovecharía para investigar un poco el lugar.
Una de las opciones que me planteé fue aproximarme a escuchar más de cerca a la banda que tocaba música en una esquina, deleitando los oídos de los comensales con aquella tranquila melodía similar al jazz. Tal vez podía pasar un tiempo disfrutando de aquel estilo, o incluso estudiar la posibilidad de tocar yo misma algo... Pero rápidamente descarté aquel ensueño por razones obvias, y seguí observando.
Entonces lo vi: Ligeramente apartada de las mesas y cocina, sorprendentemente vacía, había una zona de ocio con diversos tipos de entretenimiento disponibles. La pega era que estaba junto a la "zona de fumadores", pero solo con ver la de aparatos presentes fue suficiente para llamar mi atención. Pasando de largo del billar, me acerqué a una sofisticada mesa de aspecto moderno y tecnológico.
Era un ajedrez electrónico. Un-jodido-ajedrez-electrónico. ¿Estaban de coña? Aquello me parecía lo más molón que había visto en años, y no tenía ni idea de a quién se le había ocurrido la idea de inventarlo. Pero sí sabía quién iba a probarlo.
Tras sentarme en uno de los dos taburetes disponibles, e introducir una moneda en la ranura, la mesa se iluminó descubriendo una pantalla dentro del cristal, representando el tablero de cuadros transparentes y azules con las figuras de las piezas colocadas. Aquel despliegue me dejó sin habla y con la boca abierta, más aún cuando vi la opción "Jugador contra máquina." ¿Entonces podía jugar una partida yo sola? Bueno, dado que no parecía que hubiera nadie más cerca con quien competir... Sí, claro, ¿por qué no intentarlo?
... Oh, vaya. Me había hecho el Jaque al Pastor. Que me encantase aquel aparato me había hecho distraerme por completo, hasta el punto de que por experimentar sobre cómo se movían las piezas, no le había prestado atención a las jugadas en sí mismas. En apenas un par de turnos, la IA de aquella mesa demostró ser mejor que muchas personas contra las que había jugado en el pasado. No obstante, y aunque aquello me resultó fascinante y digno de más exploración, pensé que tener a una persona de verdad al otro lado tampoco estaría tan mal.
Y por supuesto, decidí que tenía que ver eso con mis propios ojos.
Por suerte o por desgracia, mi presencia en misiones para la Cypher Police era en ese momento innecesaria, así que tenía algo de tiempo libre. Y dado que estaba demasiado cansada como para entrenar, y carecía de la inspiración necesaria para componer, pensé que era un buen momento para explorar. Apenas tardé un par de días en organizar una reserva y dar el viaje como una civil más, lo cual me sorprendió bastante, pero no me quejé al respecto. Y debo decir que la primera impresión no me decepcionó, tal como describí antes. Incluso si hubiera ido sin peluca, no podría haber evitado sonreír ante la perspectiva de un buen plato cocinado profesionalmente, para variar.
Antes de entrar comprobé que mi vestido luciera correctamente. Nada excesivamente destacable, tan solo un traje de alquiler apropiado para la ocasión, al menos desde mi punto de vista. Me desagradaba un poco la idea de llevar una falda tan larga y poco práctica, pero me tragué aquella emoción y decidí hacerlo igualmente. Puede que no fuera obligatorio vestir de manera elegante, pero tenía la sensación de que me mirarían mal de lo contrario.
Después de probar la carne servida allí, acompañada con un poco de ensalada y vino, no pude sino suspirar satisfecha. Casi había merecido la pena, incluso el rojizo líquido de la copa me había parecido exquisito (y eso que no me suele gustar para nada, aunque tocaba hacer una excepción). Sin embargo, solamente aquello no era excusa suficiente para hacer el viaje y los gastos, por mucho que me doliera reconocerlo. Se acercaba mucho a serlo... pero le faltaba algo. Quizá simplemente fuera mi falta de interés culinario, o mi falta de cultura gastronómica, pero al final no consideré que saborear aquellos alimentos fuera una razón de peso válida para realizar (o repetir) aquella visita.
Así pues, algo desilusionada, decidí buscar alternativas. Recorrí el salón entero con la mirada, buscando algo con lo que distraerme y hacer tiempo durante un rato. Sería un desperdicio irse tan pronto, así que al menos aprovecharía para investigar un poco el lugar.
Una de las opciones que me planteé fue aproximarme a escuchar más de cerca a la banda que tocaba música en una esquina, deleitando los oídos de los comensales con aquella tranquila melodía similar al jazz. Tal vez podía pasar un tiempo disfrutando de aquel estilo, o incluso estudiar la posibilidad de tocar yo misma algo... Pero rápidamente descarté aquel ensueño por razones obvias, y seguí observando.
Entonces lo vi: Ligeramente apartada de las mesas y cocina, sorprendentemente vacía, había una zona de ocio con diversos tipos de entretenimiento disponibles. La pega era que estaba junto a la "zona de fumadores", pero solo con ver la de aparatos presentes fue suficiente para llamar mi atención. Pasando de largo del billar, me acerqué a una sofisticada mesa de aspecto moderno y tecnológico.
Era un ajedrez electrónico. Un-jodido-ajedrez-electrónico. ¿Estaban de coña? Aquello me parecía lo más molón que había visto en años, y no tenía ni idea de a quién se le había ocurrido la idea de inventarlo. Pero sí sabía quién iba a probarlo.
Tras sentarme en uno de los dos taburetes disponibles, e introducir una moneda en la ranura, la mesa se iluminó descubriendo una pantalla dentro del cristal, representando el tablero de cuadros transparentes y azules con las figuras de las piezas colocadas. Aquel despliegue me dejó sin habla y con la boca abierta, más aún cuando vi la opción "Jugador contra máquina." ¿Entonces podía jugar una partida yo sola? Bueno, dado que no parecía que hubiera nadie más cerca con quien competir... Sí, claro, ¿por qué no intentarlo?
... Oh, vaya. Me había hecho el Jaque al Pastor. Que me encantase aquel aparato me había hecho distraerme por completo, hasta el punto de que por experimentar sobre cómo se movían las piezas, no le había prestado atención a las jugadas en sí mismas. En apenas un par de turnos, la IA de aquella mesa demostró ser mejor que muchas personas contra las que había jugado en el pasado. No obstante, y aunque aquello me resultó fascinante y digno de más exploración, pensé que tener a una persona de verdad al otro lado tampoco estaría tan mal.
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Un camarero se acercó a él, preocupado por su bienestar. - Estoy bien, no se preocupes. Gracias por su ayuda. - Mintió con una falsa sonrisa. No recordaba la última vez que había dormido, pero eso era un signo preocupante. Necesitaba distraerse, para abandonar la sensación de malestar en la que estaba sumido permanentemente. Decidió acercarse a la zona de ocio, aunque el sencillo patrón de las máquinas de ajedrez ya no suponía un reto para él. Su padre había sido un gran aficionado y le había enseñado desde que era un niño, sin embargo, nunca le había interesado especialmente el juego. La sonrisa de su padre cuando era vencido había sido suficiente.
Caminó con desgana, esbozando una sonrisa en el rostro. Era forzada, mas su madre le había enseñado que mientras sonriese las cosas solo podían ir a mejor. Emitió una leve carcajada, llena de sarcasmo. ¿Acaso su sonrisa podría llevarle al pasado? Al menos así evitaba las miradas incómodas de la gente que le rodeaba. Tal vez no le costase tanto olvidar si no estuviese rodeado de parejas felices, sin embargo, se alegraba de que fuese el único sumido en la desesperación, aunque en ocasiones tuviese que acallar brotes de envidia enfermiza.
Cuando llegó a la sala de juegos se dio cuenta del extraño silencio que inundaba la sala. Era de esperar, pues a esa hora nadie se dedicaba al juego. La mayoría estaba comiendo o disfrutando del postre, tal vez con una taza de té al lado, mientras charlaban de sus cosas. Por lo que podía observar, también estaba repleta la sala de fumadores, así que tarde o temprano acudiría la gente a la sala de juego. Se sentó en uno de los taburetes del ajedrez electrónico, enfrente de una mujer pelirroja que miraba absorta a la mesa. Si se había percatado de su presencia, no lo había mostrado en absoluto.
Introdujo una moneda y el familiar sonido fue emitido por la máquina. Inició una partida en solitario, contra la inteligencia artificial del dispositivo. Había aprendido a controlarla a la perfección desde el segundo día, puesto que se había molestado en probar todas las opciones. Sabía, de ese modo, que se podía retar a la persona de enfrente, puesto que su descubrimiento tuvo como consecuencia un incómodo momento que tardaría en olvidar. También se podía observar cualquier partida de la mesa como un espectador, así como sugerir movimientos o jugadas. Al parecer, se le daba bien la tecnología, puesto que no había visto a nadie utilizar el resto de características, con excepción de los retos.
Escogió la máxima dificultad y presionó el botón de modo holográfico, tras lo cual el dispositivo solicitó la introducción de otra moneda. Teravan la introdujo y el tablero se materializó encima de la mesa. Al principio le pareció magia, pero descubrió que era tan solo un juego de luces bien llevado a cabo, puesto que su mano atravesaba las piezas como si no estuviesen allí. De todas formas, se observaba mucho mejor la partida desde una perspectiva isométrica.
Empezaba él, por lo que realizó el mismo movimiento que de costumbre. La máquina respondió como había hecho siempre, mas tras un par de jugadas, cambió de estrategia. El método de aprendizaje de la inteligencia artificial era asombroso. La partida parecía estar reñida, pero Teravan se mantenía impasible. Un par de recién llegados se acercaron a mirar, impresionados por la habilidad del joven trajeado. Sus movimientos eran precisos y carentes de duda, sin apenas tiempo para pensarlos. La partida terminó tras unas siete jugadas, con el muchacho como vencedor y la pantalla de victoria a la altura de la cabeza. Estiró la mano para asirla con orgullo, mas solo encontró aire. Costaba acostumbrarse a la sensación.
Caminó con desgana, esbozando una sonrisa en el rostro. Era forzada, mas su madre le había enseñado que mientras sonriese las cosas solo podían ir a mejor. Emitió una leve carcajada, llena de sarcasmo. ¿Acaso su sonrisa podría llevarle al pasado? Al menos así evitaba las miradas incómodas de la gente que le rodeaba. Tal vez no le costase tanto olvidar si no estuviese rodeado de parejas felices, sin embargo, se alegraba de que fuese el único sumido en la desesperación, aunque en ocasiones tuviese que acallar brotes de envidia enfermiza.
Cuando llegó a la sala de juegos se dio cuenta del extraño silencio que inundaba la sala. Era de esperar, pues a esa hora nadie se dedicaba al juego. La mayoría estaba comiendo o disfrutando del postre, tal vez con una taza de té al lado, mientras charlaban de sus cosas. Por lo que podía observar, también estaba repleta la sala de fumadores, así que tarde o temprano acudiría la gente a la sala de juego. Se sentó en uno de los taburetes del ajedrez electrónico, enfrente de una mujer pelirroja que miraba absorta a la mesa. Si se había percatado de su presencia, no lo había mostrado en absoluto.
Introdujo una moneda y el familiar sonido fue emitido por la máquina. Inició una partida en solitario, contra la inteligencia artificial del dispositivo. Había aprendido a controlarla a la perfección desde el segundo día, puesto que se había molestado en probar todas las opciones. Sabía, de ese modo, que se podía retar a la persona de enfrente, puesto que su descubrimiento tuvo como consecuencia un incómodo momento que tardaría en olvidar. También se podía observar cualquier partida de la mesa como un espectador, así como sugerir movimientos o jugadas. Al parecer, se le daba bien la tecnología, puesto que no había visto a nadie utilizar el resto de características, con excepción de los retos.
Escogió la máxima dificultad y presionó el botón de modo holográfico, tras lo cual el dispositivo solicitó la introducción de otra moneda. Teravan la introdujo y el tablero se materializó encima de la mesa. Al principio le pareció magia, pero descubrió que era tan solo un juego de luces bien llevado a cabo, puesto que su mano atravesaba las piezas como si no estuviesen allí. De todas formas, se observaba mucho mejor la partida desde una perspectiva isométrica.
Empezaba él, por lo que realizó el mismo movimiento que de costumbre. La máquina respondió como había hecho siempre, mas tras un par de jugadas, cambió de estrategia. El método de aprendizaje de la inteligencia artificial era asombroso. La partida parecía estar reñida, pero Teravan se mantenía impasible. Un par de recién llegados se acercaron a mirar, impresionados por la habilidad del joven trajeado. Sus movimientos eran precisos y carentes de duda, sin apenas tiempo para pensarlos. La partida terminó tras unas siete jugadas, con el muchacho como vencedor y la pantalla de victoria a la altura de la cabeza. Estiró la mano para asirla con orgullo, mas solo encontró aire. Costaba acostumbrarse a la sensación.
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Como respondiendo a una llamada para cumplir mis deseos, un hombre de aspecto galante pasó cerca mío y se sentó justo enfrente. Al principio pensé que se había animado a jugar conmigo, a pesar de ser una desconocida, pero rápidamente me di cuenta de mi error cuando vi que no me estaba prestando tanta atención. Era normal, supongo, pero por alguna razón me sentí molesta. ¿Tan antisocial era que prefería a la máquina antes que a otro posible jugador? ¿O es que me había visto perder contra la IA y pensaba que no merecía la pena siquiera perder su tiempo conmigo?
Picada, presté atención a lo que estaba haciendo él, buscando de forma involuntaria cualquier pequeño fallo que pudiera cometer... Y desde ahí no pude sino aumentar mi asombro a cada minuto que pasaba. Era un poco engreído optar directamente por la máxima dificultad, o al menos eso pensé antes de ver que el hombre claramente tenía mucha experiencia a sus espaldas. No solo había activado alguna opción que hacía que el tablero se dispusiera en 3D, lo cual de por sí ya era bastante curioso, sino que además realizó sus turnos de forma impecable y dinámica.
Incluso en los momentos en los que parecía que algo le había sorprendido ligeramente, no perdió la calma ni la velocidad y continuó jugando como si nada. Al final, pudo apoderarse de la victoria tan fácilmente como un niño comprando un caramelo. El hecho de que no se hubiera percatado de la inexistencia física del premio y hubiese tratado de cogerlo, casi resultaba anticlimático en aquella situación.
Suspirando, me volví a apoyar en el pequeño espaldar del taburete con expresión de insatisfacción. El elegante caballero había excedido mis expectativas y lo había hecho de forma impecable, no dejándome ni una sola oportunidad de descubrir sus debilidades. "Ahora entiendo que fuera de sobrado: se lo puede permitir..." Pensé, frunciendo el ceño.
No me sentía muy cómoda en su presencia. Ahora que me fijaba, tenía un ambiente depresivo a su alrededor muy extraño, a pesar de que acababa de dar un espectáculo de superioridad que inflaría a cualquier otro con ego. Decidí echar un par de partidas más para no perder la oportunidad de seguir probando aquella máquina, y luego me iría...
- Mierda... - murmuré para mis adentros. Desde luego no era mi mejor día: acababa de darle por error al botón de "Jugador vs Jugador", enviándole una petición de reto que no pretendía a aquel sentando enfrente de mí. Por si eso solo no fuera suficiente bochorno, intercalé miradas apuradas entre la mesa, que preparaba el tablero, y mi oponente... Que no podía ser otro que el hombre de aspecto sofisticado con el que quería evitar contacto. - De perdidos al río...
Tenía bastante claro que aquella la iba a perder. Poseía algo de experiencia jugando, pero no estaba segura de estar a la altura del genio de mi rival. No obstante, por lo menos trataría de ponérselo difícil. Dado que el reto lo había lanzado yo, la iniciativa se la habían dado a él, tocándome a mí las fichas oscuras. Y jugar a la defensiva era mi especialidad, por lo que solamente tendría que esperar a que cometiera algún error. La pregunta que me hacía era: "¿Llegaría a cometer algún error?"
Picada, presté atención a lo que estaba haciendo él, buscando de forma involuntaria cualquier pequeño fallo que pudiera cometer... Y desde ahí no pude sino aumentar mi asombro a cada minuto que pasaba. Era un poco engreído optar directamente por la máxima dificultad, o al menos eso pensé antes de ver que el hombre claramente tenía mucha experiencia a sus espaldas. No solo había activado alguna opción que hacía que el tablero se dispusiera en 3D, lo cual de por sí ya era bastante curioso, sino que además realizó sus turnos de forma impecable y dinámica.
Incluso en los momentos en los que parecía que algo le había sorprendido ligeramente, no perdió la calma ni la velocidad y continuó jugando como si nada. Al final, pudo apoderarse de la victoria tan fácilmente como un niño comprando un caramelo. El hecho de que no se hubiera percatado de la inexistencia física del premio y hubiese tratado de cogerlo, casi resultaba anticlimático en aquella situación.
Suspirando, me volví a apoyar en el pequeño espaldar del taburete con expresión de insatisfacción. El elegante caballero había excedido mis expectativas y lo había hecho de forma impecable, no dejándome ni una sola oportunidad de descubrir sus debilidades. "Ahora entiendo que fuera de sobrado: se lo puede permitir..." Pensé, frunciendo el ceño.
No me sentía muy cómoda en su presencia. Ahora que me fijaba, tenía un ambiente depresivo a su alrededor muy extraño, a pesar de que acababa de dar un espectáculo de superioridad que inflaría a cualquier otro con ego. Decidí echar un par de partidas más para no perder la oportunidad de seguir probando aquella máquina, y luego me iría...
- Mierda... - murmuré para mis adentros. Desde luego no era mi mejor día: acababa de darle por error al botón de "Jugador vs Jugador", enviándole una petición de reto que no pretendía a aquel sentando enfrente de mí. Por si eso solo no fuera suficiente bochorno, intercalé miradas apuradas entre la mesa, que preparaba el tablero, y mi oponente... Que no podía ser otro que el hombre de aspecto sofisticado con el que quería evitar contacto. - De perdidos al río...
Tenía bastante claro que aquella la iba a perder. Poseía algo de experiencia jugando, pero no estaba segura de estar a la altura del genio de mi rival. No obstante, por lo menos trataría de ponérselo difícil. Dado que el reto lo había lanzado yo, la iniciativa se la habían dado a él, tocándome a mí las fichas oscuras. Y jugar a la defensiva era mi especialidad, por lo que solamente tendría que esperar a que cometiera algún error. La pregunta que me hacía era: "¿Llegaría a cometer algún error?"
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Precisión
Intelecto
Agudeza
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Era extraño, hacía tiempo que no recibía ninguna clase de reto, y menos si acaba de terminar una partida en máxima dificultad. La mujer pelirroja situada enfrente suya, al parecer, sí que había reparado en su presencia. Incluso le debió haber prestado atención mientras jugaba. Era indudablemente hermosa, como pudo apreciar con tan solo un vistazo, y si le había retado en esas circunstancias, debía estar muy segura de sí misma. Teravan aceptó sin mucha emoción, no le importaba en absoluto la victoria, puesto que su habilidad en el ajedrez no era algo que valorase por encima de ninguna otra cosa. Sin embargo, tenía cierta curiosidad por saber qué le deparaba aquella partida.
Inició con un Jaque al Pastor, moviendo el peón correspondiente, tan solo para valorar si su oponente era una principiante. Al parecer se conocía la jugada, puesto que lo cortó desde el primer momento. A partir de entonces inició una estrategia de tanteo, simplemente moviendo fichas a posiciones relativamente aleatorias para conocer cómo respondía su contrincante. Su respuesta fue completamente defensiva, evitando exponer a sus fichas valiosas. Seguramente estaría esperando a algo en concreto para tomar la iniciativa. No era una partida del todo apasionante, sin embargo, era hermosa. Parecía un baile demasiado lento como para poder ser apasionado. Como si dos desconocidos tomasen sus manos e iniciasen un vals que para nada estaba destinado a ellos. A pesar de todo, Teravan no pudo evitar sonreír. Tal vez porque le gustaba observar el rostro de su oponente con cada movimiento imprevisto. Aunque probablemente fuese por cómo le recordaba aquella mujer al fruto de sus pesadillas.
Los recuerdos empezaron a aflorar en su mente. Pareció ver en sus ojos el mismo brillo que tanto tiempo había contemplado en secreto, pero pensó que solo era su imaginación. Era una persona inteligente, puesto que su defensiva era impenetrable. Seguramente la partida terminaría en tablas, aunque, con cada ficha que eliminaba su oponente, un brillo de satisfacción cruzaba sus facciones. Decidió que no le importaba en absoluto ganar a aquella persona, por lo que cuando casi tenía la estrategia perfecta, expuso a su rey, listo para ser eliminado, en lo que parecía más un descuido que una derrota voluntaria. No creyó que dejándole ganar abiertamente conseguiría su propósito, sin embargo, podría darse cuenta ligeramente si era una persona avispada.
La partida terminó y la pantalla de victoria apareció en el lado opuesto, algo a lo que no estaba acostumbrado. Al ver el rostro de la muchacha, no pudo evitar sonreír, del mismo modo que no pudo evitar derramar una lágrima, fruto de la intensa similitud de la situación. La gente empezó a acudir, asombrada ante lo que acababa de pasar, pues se había ganado la fama de imbatible en aquellos días. Empezaron a elogiarla, tanto a su aspecto como a su habilidad o a su inteligencia, preguntándole cómo demonios había conseguido ganarle. Teravan echó un último vistazo al rostro de la pelirroja mientras abandonaba la sala lentamente, sumiéndose en el oscuro abismo que, una vez más, había conseguido apoderarse de él.
Inició con un Jaque al Pastor, moviendo el peón correspondiente, tan solo para valorar si su oponente era una principiante. Al parecer se conocía la jugada, puesto que lo cortó desde el primer momento. A partir de entonces inició una estrategia de tanteo, simplemente moviendo fichas a posiciones relativamente aleatorias para conocer cómo respondía su contrincante. Su respuesta fue completamente defensiva, evitando exponer a sus fichas valiosas. Seguramente estaría esperando a algo en concreto para tomar la iniciativa. No era una partida del todo apasionante, sin embargo, era hermosa. Parecía un baile demasiado lento como para poder ser apasionado. Como si dos desconocidos tomasen sus manos e iniciasen un vals que para nada estaba destinado a ellos. A pesar de todo, Teravan no pudo evitar sonreír. Tal vez porque le gustaba observar el rostro de su oponente con cada movimiento imprevisto. Aunque probablemente fuese por cómo le recordaba aquella mujer al fruto de sus pesadillas.
Los recuerdos empezaron a aflorar en su mente. Pareció ver en sus ojos el mismo brillo que tanto tiempo había contemplado en secreto, pero pensó que solo era su imaginación. Era una persona inteligente, puesto que su defensiva era impenetrable. Seguramente la partida terminaría en tablas, aunque, con cada ficha que eliminaba su oponente, un brillo de satisfacción cruzaba sus facciones. Decidió que no le importaba en absoluto ganar a aquella persona, por lo que cuando casi tenía la estrategia perfecta, expuso a su rey, listo para ser eliminado, en lo que parecía más un descuido que una derrota voluntaria. No creyó que dejándole ganar abiertamente conseguiría su propósito, sin embargo, podría darse cuenta ligeramente si era una persona avispada.
La partida terminó y la pantalla de victoria apareció en el lado opuesto, algo a lo que no estaba acostumbrado. Al ver el rostro de la muchacha, no pudo evitar sonreír, del mismo modo que no pudo evitar derramar una lágrima, fruto de la intensa similitud de la situación. La gente empezó a acudir, asombrada ante lo que acababa de pasar, pues se había ganado la fama de imbatible en aquellos días. Empezaron a elogiarla, tanto a su aspecto como a su habilidad o a su inteligencia, preguntándole cómo demonios había conseguido ganarle. Teravan echó un último vistazo al rostro de la pelirroja mientras abandonaba la sala lentamente, sumiéndose en el oscuro abismo que, una vez más, había conseguido apoderarse de él.
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Precisión
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"Me subestima." Pasó por mi cabeza cuando me fijé en la clase de táctica que pensaba emplear. Y ciertamente, si yo fuera una experta y me las viera con un novato, también abriría por el Pastor. Sin embargo, no pensaba caer dos veces seguidas en el mismo truco, y se lo dejé claro en mi respuesta.
Los siguientes movimientos fueron erráticos cuanto menos. Pude ver cierto sentido de la experimentación en sus jugadas, como si me estuviera probando a ver cómo reaccionaba. Yo por mi parte comencé a construir una fortaleza imaginaria, defendiendo cada ataque que podía y cerrando los huecos que veía. Hasta que no enroqué no me sentí segura, y pude comenzar a analizar la situación con un poco más de visión de futuro.
Me di cuenta de que en realidad estaba en un aprieto. Según qué jugadas, el hombre podría fácilmente amenazar varias piezas importantes al mismo tiempo, obligándome a sacrificar unas para salvar a las otras... Pero en su lugar, optó por hacer movimientos aparentemente pasivos, avanzando lentamente como la marea de una playa. Y mi castillo de arena se erguía, desafiante. A pesar de que vi clara mi derrota en algunos turnos más, mi competitividad me impidió rendirme y decidí vender cara la victoria. Cada pequeña ventaja que pude obtener era una satisfacción, y cada sorpresa era una breve pausa para replantear mi estrategia.
Sin embargo, algo no me cuadraba. Dado que aquello no podían ser fallos, lo único que se me ocurrió fue que se tratara de cebos. Tal vez me estuviera atrayendo hacia una trampa, pero por más que miraba era incapaz de verla. Resignada, decidí arriesgarme... Y tres turnos más tarde, estaba haciendo Jaque Mate. ¿Qué?
Miré con incredulidad y acusación al caballero, que simplemente sonreía. A mi alrededor se desató el caos, y para cuando pude excusarme y liberarme de tanta gente alabándome, el hombre ya se había ido. Me pareció ver la puerta de la sala cerrarse, por lo que seguramente aún estaba a tiempo de alcanzarlo, y no dudé en tomar la oportunidad.
Cuando lo vi de espaldas, caminando con un aire pesado a su alrededor, me acerqué con rabia y sin disimulo hasta plantarme justo delante. Con las manos en las caderas y una expresión a medio camino entre el enfado y la estupefacción, le espeté:
- Te has dejado ganar. - Aquello me molestaba bastante, y necesitaba saber... - Podrías haber acabado en cualquier momento, pero no lo hiciste. ¿Por qué? - No pensaba marcharme sin una respuesta, así que me crucé de brazos y esperé a que me dijera algo arrogante como "Tenías cara de perder a menudo" o "Me aburrías."
Por si aún no se ha notado, no me importa demasiado ganar o perder. Pero no me gusta que me subestimen. Y dado que me gustan los retos, odio cuando me regalan algo de forma tan evidente. Más le valía al hombre tener una buena excusa, o me aseguraría personalmente de que tuviéramos una revancha.
Los siguientes movimientos fueron erráticos cuanto menos. Pude ver cierto sentido de la experimentación en sus jugadas, como si me estuviera probando a ver cómo reaccionaba. Yo por mi parte comencé a construir una fortaleza imaginaria, defendiendo cada ataque que podía y cerrando los huecos que veía. Hasta que no enroqué no me sentí segura, y pude comenzar a analizar la situación con un poco más de visión de futuro.
Me di cuenta de que en realidad estaba en un aprieto. Según qué jugadas, el hombre podría fácilmente amenazar varias piezas importantes al mismo tiempo, obligándome a sacrificar unas para salvar a las otras... Pero en su lugar, optó por hacer movimientos aparentemente pasivos, avanzando lentamente como la marea de una playa. Y mi castillo de arena se erguía, desafiante. A pesar de que vi clara mi derrota en algunos turnos más, mi competitividad me impidió rendirme y decidí vender cara la victoria. Cada pequeña ventaja que pude obtener era una satisfacción, y cada sorpresa era una breve pausa para replantear mi estrategia.
Sin embargo, algo no me cuadraba. Dado que aquello no podían ser fallos, lo único que se me ocurrió fue que se tratara de cebos. Tal vez me estuviera atrayendo hacia una trampa, pero por más que miraba era incapaz de verla. Resignada, decidí arriesgarme... Y tres turnos más tarde, estaba haciendo Jaque Mate. ¿Qué?
Miré con incredulidad y acusación al caballero, que simplemente sonreía. A mi alrededor se desató el caos, y para cuando pude excusarme y liberarme de tanta gente alabándome, el hombre ya se había ido. Me pareció ver la puerta de la sala cerrarse, por lo que seguramente aún estaba a tiempo de alcanzarlo, y no dudé en tomar la oportunidad.
Cuando lo vi de espaldas, caminando con un aire pesado a su alrededor, me acerqué con rabia y sin disimulo hasta plantarme justo delante. Con las manos en las caderas y una expresión a medio camino entre el enfado y la estupefacción, le espeté:
- Te has dejado ganar. - Aquello me molestaba bastante, y necesitaba saber... - Podrías haber acabado en cualquier momento, pero no lo hiciste. ¿Por qué? - No pensaba marcharme sin una respuesta, así que me crucé de brazos y esperé a que me dijera algo arrogante como "Tenías cara de perder a menudo" o "Me aburrías."
Por si aún no se ha notado, no me importa demasiado ganar o perder. Pero no me gusta que me subestimen. Y dado que me gustan los retos, odio cuando me regalan algo de forma tan evidente. Más le valía al hombre tener una buena excusa, o me aseguraría personalmente de que tuviéramos una revancha.
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Salió sin hacer demasiado ruido, intentando pasar desapercibido. La gente le miraba con estupefacción, esperando seguramente una expresión de enfado o derrota. Su asombro al ver el rostro de suficiencia que tomaba no pasaba inadvertido para Teravan. Al cerrar la puerta de la sala, se derrumbó, apoyándose durante un momento en la pared, mantener las apariencias podía resultar difícil en algunas ocasiones. El recuerdo de la muchacha rondaba aún su cabeza cuando cerraba los ojos, aunque, pensando con franqueza, su parecido no era tan elevado como pudo pensar en un principio. Era tan solo los gestos y la forma de actuar lo que le desconcertaba.
Tras recuperar la compostura, un momento después, siguió caminando. No tenía un rumbo fijo, pues su plan consistía más bien en deambular, sumido en sus pensamientos. La puesta de sol se podía observar desde su situación, y los tonos anaranjados intentaban sugerirle que no todo era tan malo como él pensaba, tal vez aún quedase un poco de esperanza. Mas esa sensación se diluyó como el tiente en el agua cristalina. Bajó la vista, debido al picor de ojos, y cuando estaba a punto de reanudar su marcha, una persona se puso en su camino, interrumpiéndole el paso.
El cabello anaranjado despuntaba destellos procedentes de la luz del sol que se colaba por la ventana. Tuvo el impulso de cerrar los ojos, mas algo dentro de él se lo impedía. Sentía la necesidad de observar, como si cualquier momento que se perdiese pudiese ser crucial para comprender. Pero, ¿qué necesitaba comprender? ¿A ella? ¿O a sí mismo? Realmente no importaba. Tal vez solo necesitase observar algo bello que hiciese contraste con toda la oscuridad que reinaba a su alrededor. Tal vez la luz de sus ojos, o esos pequeños destellos en sus pómulos pudiesen llegar hasta algún resquicio de su alma.
- Incluso enfadada es increíblemente hermosa. - Pensó inocentemente, sin tener ninguna idea de por qué ese pensamiento cruzaba por su mente en un momento como aquel. Estaba visiblemente molesta, pues seguramente se había dado cuenta de que el último movimiento había sido a propósito. Había tenido la esperanza de que no le sentase tan mal como en un primer momento había pensado. Decidió que la mejor solución era decirle la verdad.
- Lo... Lo siento... - No pudo evitar tartamudear, pues las palabras se agolpaban en su garganta. - Pen... Pensé que te debías sentir sola si me habías pedido una partida. Y... Bueno... Después de ganarme, ahora todo el mundo querrá jugar contigo. Ahora eres bastante popular. - Sonrió con inocencia. Nunca se le había dado bien hablar con chicas. Era evidente el por qué. - Siento si te ha molestado... - Añadió, con abatimiento. Ese definitivamente no era su día.
Tras recuperar la compostura, un momento después, siguió caminando. No tenía un rumbo fijo, pues su plan consistía más bien en deambular, sumido en sus pensamientos. La puesta de sol se podía observar desde su situación, y los tonos anaranjados intentaban sugerirle que no todo era tan malo como él pensaba, tal vez aún quedase un poco de esperanza. Mas esa sensación se diluyó como el tiente en el agua cristalina. Bajó la vista, debido al picor de ojos, y cuando estaba a punto de reanudar su marcha, una persona se puso en su camino, interrumpiéndole el paso.
El cabello anaranjado despuntaba destellos procedentes de la luz del sol que se colaba por la ventana. Tuvo el impulso de cerrar los ojos, mas algo dentro de él se lo impedía. Sentía la necesidad de observar, como si cualquier momento que se perdiese pudiese ser crucial para comprender. Pero, ¿qué necesitaba comprender? ¿A ella? ¿O a sí mismo? Realmente no importaba. Tal vez solo necesitase observar algo bello que hiciese contraste con toda la oscuridad que reinaba a su alrededor. Tal vez la luz de sus ojos, o esos pequeños destellos en sus pómulos pudiesen llegar hasta algún resquicio de su alma.
- Incluso enfadada es increíblemente hermosa. - Pensó inocentemente, sin tener ninguna idea de por qué ese pensamiento cruzaba por su mente en un momento como aquel. Estaba visiblemente molesta, pues seguramente se había dado cuenta de que el último movimiento había sido a propósito. Había tenido la esperanza de que no le sentase tan mal como en un primer momento había pensado. Decidió que la mejor solución era decirle la verdad.
- Lo... Lo siento... - No pudo evitar tartamudear, pues las palabras se agolpaban en su garganta. - Pen... Pensé que te debías sentir sola si me habías pedido una partida. Y... Bueno... Después de ganarme, ahora todo el mundo querrá jugar contigo. Ahora eres bastante popular. - Sonrió con inocencia. Nunca se le había dado bien hablar con chicas. Era evidente el por qué. - Siento si te ha molestado... - Añadió, con abatimiento. Ese definitivamente no era su día.
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Mi rabia se descompuso tan pronto como vino, en cuanto escuché al hombre hablar con aquel deje de timidez en su voz. Me chocaba la imagen mental que me había hecho de él por sus acciones, con lo que daban a entender sus palabras. Yo más que nadie debía haber sabido que no hay que juzgar a un libro por su tapa, y sin embargo me había cegado por ser tan superficial. De repente la que se avergonzó fui yo, por haber actuado de manera tan explosiva en el calor del momento, cuando probablemente eso no ayudaba para nada a dar una buena imagen.
- No, lo siento yo por ser tan inmadura. - Dije, acompañando las palabras con una ligera reverencia. - Asumí erróneamente que se trataba de una burla, cuando tus intenciones eran nobles, y me disculpo por ello. No obstante... - Añadí apresuradamente. -... Y aunque agradezco el gesto, no me considero tan importante como para merecer esa clase de popularidad. - Me planteé si decirle que lo del reto había sido un accidente, pero mejor decidí salir por otro lado: - De todas formas, ¿qué crees que habría ocurrido después? En cuanto perdiera un par de veces más, se darían cuenta del engaño. - Encogiéndome de hombros, le sonreí con dulzura. - Oh, que desconsiderada soy, ni siquiera me he presentado. Me llamo Alexandra. - Dije estirando una mano hacia adelante. Esperaba un apretón amistoso, aunque sospechaba que el saludo sería diferente. - Un placer.
Fuera cual fuera su respuesta, pensaba aprovechar que había roto un poco el hielo para conocer mejor a aquella persona. Su aura de tristeza me decía que tal vez no desease mi compañía, pero mi curiosidad era aún mayor, y aquel hombre despedía misterio por todos lados.
- ¿Te apetece tomar algo mientras me cuentas un poco más sobre ti? Ahora que nos hemos presentado, sería una desconsideración por mi parte marcharme sin conocernos mejor, ¿no crees? - Insistí.
Estaba poniendo excusas bastante pobres, y lo sabía. Pero no se me ocurría otra forma de llamar su atención y conseguir algo de su tiempo. Ni siquiera estaba segura de que intentar seducirle fuera buena idea. Así que mejor jugaría mi papel de dama, que parecía ser lo más apropiado, y rezaría para que funcionase. Tal vez un té con pastas... Sí, me ayudarían a bajar el almuerzo, y el hombre tenía pinta de ser alguien que apreciaba esa clase de modales.
Pero antes que nada, debía esperar a su respuesta.
- No, lo siento yo por ser tan inmadura. - Dije, acompañando las palabras con una ligera reverencia. - Asumí erróneamente que se trataba de una burla, cuando tus intenciones eran nobles, y me disculpo por ello. No obstante... - Añadí apresuradamente. -... Y aunque agradezco el gesto, no me considero tan importante como para merecer esa clase de popularidad. - Me planteé si decirle que lo del reto había sido un accidente, pero mejor decidí salir por otro lado: - De todas formas, ¿qué crees que habría ocurrido después? En cuanto perdiera un par de veces más, se darían cuenta del engaño. - Encogiéndome de hombros, le sonreí con dulzura. - Oh, que desconsiderada soy, ni siquiera me he presentado. Me llamo Alexandra. - Dije estirando una mano hacia adelante. Esperaba un apretón amistoso, aunque sospechaba que el saludo sería diferente. - Un placer.
Fuera cual fuera su respuesta, pensaba aprovechar que había roto un poco el hielo para conocer mejor a aquella persona. Su aura de tristeza me decía que tal vez no desease mi compañía, pero mi curiosidad era aún mayor, y aquel hombre despedía misterio por todos lados.
- ¿Te apetece tomar algo mientras me cuentas un poco más sobre ti? Ahora que nos hemos presentado, sería una desconsideración por mi parte marcharme sin conocernos mejor, ¿no crees? - Insistí.
Estaba poniendo excusas bastante pobres, y lo sabía. Pero no se me ocurría otra forma de llamar su atención y conseguir algo de su tiempo. Ni siquiera estaba segura de que intentar seducirle fuera buena idea. Así que mejor jugaría mi papel de dama, que parecía ser lo más apropiado, y rezaría para que funcionase. Tal vez un té con pastas... Sí, me ayudarían a bajar el almuerzo, y el hombre tenía pinta de ser alguien que apreciaba esa clase de modales.
Pero antes que nada, debía esperar a su respuesta.
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Observó estupefacto cómo su expresión se suavizaba. Parecía arrepentida, lo cual hizo que Teravan se sintiese mal consigo mismo. ¿Por qué siempre causaba malas impresiones? Iba a responder que una persona como ella sí se merecía esa popularidad, que había sido la mejor oponente que había tenido esos días, que pensaba que podía ganar a casi todas las personas de aquel local. Sin embargo, las palabras se atropellaron tanto en su mente que no eran capaces de salir al exterior. Tan solo la miraba con asombro, mientras ella posaba sus enormes ojos en él. ¿Cómo podía tener una mirada tan intensa?
Una sonrisa dulce asomó en su rostro. Si pensaba que antes brillaba, ahora entonces tenía necesariamente que refulgir. No era necesario prestar mucha atención, pero algo en esa mujer era especial, algo le transmitía calma y le decía que podía confiar en ella. Se sintió embriagado por el sentimiento de calidez que emitía, sin embargo, no era capaz de permitir que esa sensación pudiese apreciarse hacia el exterior.
- Te... Teravan. Sí, mi nombre es Teravan. - Hacía tanto tiempo que no hablaba con nadie que su voz le sonaba extraña, pastosa. Incluso su propio nombre sonaba extraño. Como si un lejano recuerdo se interpusiese en su memoria. Parecían tan lejanos aquellos días en los que todo era normal... Le estrechó la mano, notando la suavidad de su piel y la dulzura de su gesto. Sus ojos empezaron a humedecerse mientras notaba el sutil apretón que le brindaba. Era como una brisa en otoño, refrescante a la par que sofocante. No sabía cuánto tiempo llevaba sujetándole la mano, mas cuando volvió en sí, se sonrojó mientras retiraba con delicadeza la suya.
Le propuso tomar algo para conocerse mejor. Espera... ¿qué? ¿Con él? No estaba preparado y sus palabras le habían pillado por sorpresa. Sí, sí y, desde luego, sí. Definitivamente. Claro que quería tomar algo con ella. Era encantadora, ¿quién rechazaría una proposición como esa? ¿Y por qué seguía callado?
- Claro, por supuesto. - Dijo demasiado rápido, retractándose al momento. Adoptó un gesto arrepentido, pensando que tal vez había sido demasiado entusiasta. Dios... debía parecer un niño. - Digo... será un placer, sin duda. - Añadió, sin arreglarlo demasiado. Desde luego, no se le daba bien tratar con las mujeres.
Una sonrisa dulce asomó en su rostro. Si pensaba que antes brillaba, ahora entonces tenía necesariamente que refulgir. No era necesario prestar mucha atención, pero algo en esa mujer era especial, algo le transmitía calma y le decía que podía confiar en ella. Se sintió embriagado por el sentimiento de calidez que emitía, sin embargo, no era capaz de permitir que esa sensación pudiese apreciarse hacia el exterior.
- Te... Teravan. Sí, mi nombre es Teravan. - Hacía tanto tiempo que no hablaba con nadie que su voz le sonaba extraña, pastosa. Incluso su propio nombre sonaba extraño. Como si un lejano recuerdo se interpusiese en su memoria. Parecían tan lejanos aquellos días en los que todo era normal... Le estrechó la mano, notando la suavidad de su piel y la dulzura de su gesto. Sus ojos empezaron a humedecerse mientras notaba el sutil apretón que le brindaba. Era como una brisa en otoño, refrescante a la par que sofocante. No sabía cuánto tiempo llevaba sujetándole la mano, mas cuando volvió en sí, se sonrojó mientras retiraba con delicadeza la suya.
Le propuso tomar algo para conocerse mejor. Espera... ¿qué? ¿Con él? No estaba preparado y sus palabras le habían pillado por sorpresa. Sí, sí y, desde luego, sí. Definitivamente. Claro que quería tomar algo con ella. Era encantadora, ¿quién rechazaría una proposición como esa? ¿Y por qué seguía callado?
- Claro, por supuesto. - Dijo demasiado rápido, retractándose al momento. Adoptó un gesto arrepentido, pensando que tal vez había sido demasiado entusiasta. Dios... debía parecer un niño. - Digo... será un placer, sin duda. - Añadió, sin arreglarlo demasiado. Desde luego, no se le daba bien tratar con las mujeres.
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- Teravan... Es un nombre elegante, apropiado para alguien elegante. - Cumplimenté.
Su vergüenza se tornó en efusividad con sorpresiva rapidez, lo cual hizo que una pequeña carcajada escapara de mis labios. Aquel hombre... Teravan parecía no estar demasiado acostumbrado a tratar con el sexo femenino. Aunque con las pintas de depresivo que tenía antes, sospeché que no estaba acostumbrado a tratar con nadie, en realidad. O tal vez algo ocurriera que le hiciese encerrarse en su "caparazón"... Las posibilidades eran muchas, y el momento para preguntar aún no era propicio.
Con cierta parsimonia, ambos nos dirigimos a la mesa libre más cercana y tomamos asiento, tras lo cual y poco tiempo después se acercó un camarero a tomar nota de lo que fuéramos a pedir. Tras ojear que en la carta tuvieran lo que yo quería, la dejé a un lado de la mesa y suspiré.
- Yo quisiera un té Gua Pian, gracias. - Aquella marca de té verde oriental tenía un sabor único que llevaba tiempo deseando probar. Aunque tenía entendido que podía ser un poco fuerte, así que añadí: - Y un poco de leche si no le importa. - Luego miré a mi compañero moreno cediéndole la palabra: - ¿Qué pedirás, Teravan?
Sonriendo, asentí ante la petición del hombre, y agregué que trajeran también algunos dulces para acompañar si no era mucha molestia, tras lo cual el camarero confirmó los pedidos una vez más y se marchó. Una vez en "soledad" (teniendo en cuenta el gentío que había repartido por las otras mesas), me relajé y observé con intensidad al caballero sentado enfrente mío, totalmente calmada. Lo que había pedido él era un buen indicativo de la clase de persona que era, y me alegré de haberme equivocado en un principio. Los tipos que van de duros tienen su propio appeal, pero yo prefería tratar con gente educada y galante como él... Si bien aún me hacía gracia su inocencia.
Crucé las manos sobre la mesa, apoyando los codos en esta y mi barbilla sobre mis dedos, y desde esa posición sonreí y le pregunté al hombre lo que llevaba tiempo deseando saber:
- Bueno, Teravan... ¿Qué me puedes contar sobre tí? ¿Cómo acabaste siendo el campeón local de Ajedrez electrónico? - Bromeé. - Es decir, ¿qué te trajo al Cheff Nadador? Aparte del ambiente y la calidad del servicio, por supuesto. - Aclaré.
Su vergüenza se tornó en efusividad con sorpresiva rapidez, lo cual hizo que una pequeña carcajada escapara de mis labios. Aquel hombre... Teravan parecía no estar demasiado acostumbrado a tratar con el sexo femenino. Aunque con las pintas de depresivo que tenía antes, sospeché que no estaba acostumbrado a tratar con nadie, en realidad. O tal vez algo ocurriera que le hiciese encerrarse en su "caparazón"... Las posibilidades eran muchas, y el momento para preguntar aún no era propicio.
Con cierta parsimonia, ambos nos dirigimos a la mesa libre más cercana y tomamos asiento, tras lo cual y poco tiempo después se acercó un camarero a tomar nota de lo que fuéramos a pedir. Tras ojear que en la carta tuvieran lo que yo quería, la dejé a un lado de la mesa y suspiré.
- Yo quisiera un té Gua Pian, gracias. - Aquella marca de té verde oriental tenía un sabor único que llevaba tiempo deseando probar. Aunque tenía entendido que podía ser un poco fuerte, así que añadí: - Y un poco de leche si no le importa. - Luego miré a mi compañero moreno cediéndole la palabra: - ¿Qué pedirás, Teravan?
Sonriendo, asentí ante la petición del hombre, y agregué que trajeran también algunos dulces para acompañar si no era mucha molestia, tras lo cual el camarero confirmó los pedidos una vez más y se marchó. Una vez en "soledad" (teniendo en cuenta el gentío que había repartido por las otras mesas), me relajé y observé con intensidad al caballero sentado enfrente mío, totalmente calmada. Lo que había pedido él era un buen indicativo de la clase de persona que era, y me alegré de haberme equivocado en un principio. Los tipos que van de duros tienen su propio appeal, pero yo prefería tratar con gente educada y galante como él... Si bien aún me hacía gracia su inocencia.
Crucé las manos sobre la mesa, apoyando los codos en esta y mi barbilla sobre mis dedos, y desde esa posición sonreí y le pregunté al hombre lo que llevaba tiempo deseando saber:
- Bueno, Teravan... ¿Qué me puedes contar sobre tí? ¿Cómo acabaste siendo el campeón local de Ajedrez electrónico? - Bromeé. - Es decir, ¿qué te trajo al Cheff Nadador? Aparte del ambiente y la calidad del servicio, por supuesto. - Aclaré.
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- Un té negro Earl Grey de larga maduración con pétalos de lilas. - Dijo sin que le temblase la voz, era una de sus mezclas favoritas. - Solo. - Añadió, por si acaso. La mezcla que su acompañante había pedido era bastante fuerte, seguramente por eso había pedido leche. Sin embargo, él tenía una sorpresa preparada para ella. Su conocimiento del arte del té resultaba útil en algunas ocasiones, y esta podía ser una de ellas.
Esa mujer había logrado que se relajase. Tras ver su sonrisa ya no estaban rondándole la cabeza los problemas que habían reinado en sus pensamientos. Sin embargo, las preguntas, por desgracia, volvieron a traer las nubes a su isla. Su rostro se ensombreció ante la necesidad de recordar a su familia y, sobre todo, de recordar a Elizabeth. - Mi padre me enseñó. Siempre le había gustado el juego, pero disfrutaba más enseñándome. No tardé mucho en superarle y, desde entonces, descubrí que soy un gran jugador. Mis amigos y el resto de personas se negaron a jugar conmigo, porque siempre les ganaba. Bueno... todas menos una... - Una lágrima quería salir de sus ojos, mas él hizo todo lo posible por no permitirlo. Sin embargo, no pudo evitar que estos se humedeciesen visiblemente.
Tras un tiempo callado, consiguiendo recomponerse, prosiguió. - Mi padre estaba muy orgulloso de mis habilidades, jugar me recuerda a él, y eso me reconforta. Creo... Creo que le habría gustado. - Sonrió con nostalgia, una sonrisa amarga cargada de pétalos caídos. - Al parecer estaba más orgulloso de lo que solía mostrar. - Añadió con un susurro. El camarero se acercó con lo que habían pedido. Esperó a que se fuese, y una vez se hubo alejado, sacó una bolsa de su chaqueta. - Permíteme, esto mejorará mucho el sabor. - Echó unos cuantos pétalos de diferentes colores en el difusor, situado encima de la jarra, tras lo cual cerró la tapa, aplastando el contenido para que se esparciese el líquido. El aroma mejoró instantáneamente.
Se sirvió su té, mientras pensaba en la pregunta más dolorosa. ¿Qué hacía allí? Ni él mismo lo sabía. Seguía una vana esperanza con la ansiedad de no saber qué hacer a continuación. Con el único objetivo de no caer en la desesperada incertidumbre. - Es una larga historia... Puede decirse que estoy intentando expiarme... - Se calló de repente, sintiendo vergüenza. - No es nada interesante, perdona. Son cosas que seguramente no deseas escuchar. Disculpa mi grosería. - Añadió con un gesto de la cabeza, abatido.
- Como puedes ver, no soy una persona muy interesante. - Le miró con el mismo gesto de interés, buscando olvidar, buscando tapar los agujeros que se habían abierto dentro de él. No se dio cuenta hasta ese instante que una lágrima estaba surcando su rostro. La limpió con urgencia, puesto que no quería causar compasión en aquella mujer, que se estaba tomando tantas molestias en alegrarle. - ¿Qué hay de ti? Seguro que tienes grandes historias que contar. - Le había mentido, en los últimos meses había sufrido suficientes acontecimientos para llenar un libro, sin embargo, no quería aburrir a aquella mujer con su dolor.
Esa mujer había logrado que se relajase. Tras ver su sonrisa ya no estaban rondándole la cabeza los problemas que habían reinado en sus pensamientos. Sin embargo, las preguntas, por desgracia, volvieron a traer las nubes a su isla. Su rostro se ensombreció ante la necesidad de recordar a su familia y, sobre todo, de recordar a Elizabeth. - Mi padre me enseñó. Siempre le había gustado el juego, pero disfrutaba más enseñándome. No tardé mucho en superarle y, desde entonces, descubrí que soy un gran jugador. Mis amigos y el resto de personas se negaron a jugar conmigo, porque siempre les ganaba. Bueno... todas menos una... - Una lágrima quería salir de sus ojos, mas él hizo todo lo posible por no permitirlo. Sin embargo, no pudo evitar que estos se humedeciesen visiblemente.
Tras un tiempo callado, consiguiendo recomponerse, prosiguió. - Mi padre estaba muy orgulloso de mis habilidades, jugar me recuerda a él, y eso me reconforta. Creo... Creo que le habría gustado. - Sonrió con nostalgia, una sonrisa amarga cargada de pétalos caídos. - Al parecer estaba más orgulloso de lo que solía mostrar. - Añadió con un susurro. El camarero se acercó con lo que habían pedido. Esperó a que se fuese, y una vez se hubo alejado, sacó una bolsa de su chaqueta. - Permíteme, esto mejorará mucho el sabor. - Echó unos cuantos pétalos de diferentes colores en el difusor, situado encima de la jarra, tras lo cual cerró la tapa, aplastando el contenido para que se esparciese el líquido. El aroma mejoró instantáneamente.
Se sirvió su té, mientras pensaba en la pregunta más dolorosa. ¿Qué hacía allí? Ni él mismo lo sabía. Seguía una vana esperanza con la ansiedad de no saber qué hacer a continuación. Con el único objetivo de no caer en la desesperada incertidumbre. - Es una larga historia... Puede decirse que estoy intentando expiarme... - Se calló de repente, sintiendo vergüenza. - No es nada interesante, perdona. Son cosas que seguramente no deseas escuchar. Disculpa mi grosería. - Añadió con un gesto de la cabeza, abatido.
- Como puedes ver, no soy una persona muy interesante. - Le miró con el mismo gesto de interés, buscando olvidar, buscando tapar los agujeros que se habían abierto dentro de él. No se dio cuenta hasta ese instante que una lágrima estaba surcando su rostro. La limpió con urgencia, puesto que no quería causar compasión en aquella mujer, que se estaba tomando tantas molestias en alegrarle. - ¿Qué hay de ti? Seguro que tienes grandes historias que contar. - Le había mentido, en los últimos meses había sufrido suficientes acontecimientos para llenar un libro, sin embargo, no quería aburrir a aquella mujer con su dolor.
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Me dolió un poco ver cómo la expresión de Teravan pasaba de animado a deprimido por culpa de mi pregunta. Parecía que había removido en las aguas equivocadas, y me arrepentí de ello. No obstante, cuando comenzó con su relato no lo interrumpí, sino que presté incluso más atención como muestra de respeto... A pesar de que había tomado mi primera pregunta de manera literal, lo cual en sí mismo me habría hecho gracia en otras circunstancias.
El hombre habló, soportando su dolor interno de forma visible en sus lágrimas, las cuales amenazaban con abandonar la comisura de sus ojos en cualquier momento. Me compadecí de aquel individuo, que parecía haber pasado por varias experiencias difíciles. Esto me hizo pensar en mi propio pasado, aunque el hecho de que tuviera lagunas en mi memoria no ayudaban en absoluto.
Para cambiar un poco de aires, la llegada del camarero con los tés ayudó a relajar la atmósfera que se estaba formando, y tras agradecerle el servicio me dispuse a tomar un pequeño sorbo para comprobar qué tan fuerte podía llegar a ser, antes de decidir cuánta leche le pondría finalmente. Sin embargo Teravan me sorprendió una vez más, haciendo gala de su experiencia con la cálida bebida y asegurando que aquellos pétalos mejorarían el sabor. Bueno, yo quería probar "ese té", aún no me había planteado siquiera cómo podía mejorar si ni siquiera sabía cómo era el original, pero le dejé hacerlo porque sospechaba que eso no lo sabía él.
Tras apreciar el aroma y deleitarme con el sabor, seguí escuchando las palabras del hombre mientras realizaba pequeños ajustes en su intensidad usando el producto lácteo. Aunque debía reconocer que no estaba nada mal así tal cual como me lo presentaron.
De repente Teravan dijo unas palabras que hicieron que algo conectara en mi mente. Al escuchar "expiarme" tuve un flashback de mis tiempos en la Abadía, y las raíces religiosas que tanto me costó enterrar comenzaron a aflorar de nuevo. Antes de que pudiera darme cuenta, una voz que no parecía la mía escapó de mis labios en forma de susurro:
- ¿Buscas expiación, Teravan? Dime, ¿has pecado? - En cuanto recuperé mis sentidos, noté mis mejillas ruborizarse, y fingí no haber dicho nada. Esperaba que el hombre no me hubiera oído, o que lo desestimara como una alucinación auditiva causada por los fantasmas de su pasado.
Entonces pasó a ser mi turno. Era normal, no podía pretender preguntar sin parar como una inquisidora sin decir nada sobre mí, aunque en este caso prefería escuchar antes que hablar. Era lo justo, así que procedí a contestar al hombre que me miraba con anhelo, ocultando su tristeza:
- Te equivocas en una cosa, y es que a mí me ha parecido fascinante. - Sonreí de nuevo. - Tal vez desde dentro no te parezca algo interesante, pero eso le pasa a todo el mundo. Y como alguien que tiene un punto de vista externo, puedo asegurarte que tu historia me atrae, saca lo peor de mi curiosidad y me hace desear seguir escuchándote. - Tras una breve pausa para que pudiera encajar mi razonamiento, proseguí: - En cuanto a mí, no soy la excepción. Si me preguntas, no considero que ninguna de mis historias sea tan importante como para merecer ser contada... - Al menos no lo era ninguna historia que pudiera contarle a alguien como él. Mis anécdotas como agente debían seguir siendo secretas. -... Y en realidad, ni siquiera recuerdo bien mi infancia. - Reconocí con expresión dolida.
Era como un bloqueo. Cada vez que trataba de acceder a recuerdos específicos, que tenía la total convicción de tener, mi mente se quedaba en blanco y me "echaba" de aquel, dejándome a las puertas. Como una broma pesada, no podía pasar de un déjà vu, teniendo la sensación de saber que he pasado por algo pero sin poder realmente dar con ello. Ocultando mi exasperación, suspiré y tomé otro trago de té.
- Recuerdo nacer en un ambiente pobre, con una familia humilde y sin apenas ningún amigo. - Comencé. Tal vez si buscaba el principio del hilo y tiraba, encontrase respuestas. - Apenas con cinco años perdí de vista a mi hermano mayor, que fue adoptado por una familia más pudiente. Y poco después acabé yo misma internada en una escuela, lejos de mis padres. Dios, apenas puedo imaginar cómo eran sus caras... - Aquella revelación me golpeó como una patada, y solté una lágrima yo también. - Ni siquiera sé cómo empezar a buscarlos, o si seguirán sanos y salvos... - Frustrada, quise cambiar de tema con rapidez: - En la escuela no se estaba tan mal. Allí hice mis primeras amistades, y las abadesas me trataban como a una hija, o al menos eso quiero recordar. Ángela... - Ahí estaba de nuevo. El nombre que no paraba de rondar mi cabeza, pero que no conseguía relacionar con nada ni nadie. Bloqueada, hice un ademán para que Teravan lo ignorase. - No era una vida divertida ni interesante, que yo recuerde. Fui educada, sí, pero poco más. Mi vida era una rutina de estudios y religión, y nunca pasó nada digno de contar.
Cuando hube terminado mi versión de los hechos, mi ensombrecido rostro se iluminó de nuevo. Ahí podía verse con claridad: mi sonrisa, aparentemente natural, no era más que un acto reflejo muy entrenado. A diferencia de mi nuevo conocido, no mostraba mis tristes cavilaciones ni desprendía un aura oscura de pesadez, sino que aparentaba despreocupación y le ponía a mal tiempo buena cara. Mi convicción era que no sería capaz de encontrar la verdadera felicidad si pasaba todo el tiempo amargada, que así solo lograría amargar también al resto de personas que se me acercaran.
"De acuerdo." Pensé. "A ver qué mas puedo preguntarle, intentando no volver a tocar temas sensibles... De hecho, me pregunto si es siquiera posible que en su estado me responda a nada, sin dejar de pensar en lo que sea que le atormenta..."
- Té negro Earl Grey de larga maduración con pétalos de lilas. - Recité. - Es una combinación bastante específica. ¿Algo que comentar? ¿Tal vez cómo la descubriste, o por qué elegiste esa en particular?
El hombre habló, soportando su dolor interno de forma visible en sus lágrimas, las cuales amenazaban con abandonar la comisura de sus ojos en cualquier momento. Me compadecí de aquel individuo, que parecía haber pasado por varias experiencias difíciles. Esto me hizo pensar en mi propio pasado, aunque el hecho de que tuviera lagunas en mi memoria no ayudaban en absoluto.
Para cambiar un poco de aires, la llegada del camarero con los tés ayudó a relajar la atmósfera que se estaba formando, y tras agradecerle el servicio me dispuse a tomar un pequeño sorbo para comprobar qué tan fuerte podía llegar a ser, antes de decidir cuánta leche le pondría finalmente. Sin embargo Teravan me sorprendió una vez más, haciendo gala de su experiencia con la cálida bebida y asegurando que aquellos pétalos mejorarían el sabor. Bueno, yo quería probar "ese té", aún no me había planteado siquiera cómo podía mejorar si ni siquiera sabía cómo era el original, pero le dejé hacerlo porque sospechaba que eso no lo sabía él.
Tras apreciar el aroma y deleitarme con el sabor, seguí escuchando las palabras del hombre mientras realizaba pequeños ajustes en su intensidad usando el producto lácteo. Aunque debía reconocer que no estaba nada mal así tal cual como me lo presentaron.
De repente Teravan dijo unas palabras que hicieron que algo conectara en mi mente. Al escuchar "expiarme" tuve un flashback de mis tiempos en la Abadía, y las raíces religiosas que tanto me costó enterrar comenzaron a aflorar de nuevo. Antes de que pudiera darme cuenta, una voz que no parecía la mía escapó de mis labios en forma de susurro:
- ¿Buscas expiación, Teravan? Dime, ¿has pecado? - En cuanto recuperé mis sentidos, noté mis mejillas ruborizarse, y fingí no haber dicho nada. Esperaba que el hombre no me hubiera oído, o que lo desestimara como una alucinación auditiva causada por los fantasmas de su pasado.
Entonces pasó a ser mi turno. Era normal, no podía pretender preguntar sin parar como una inquisidora sin decir nada sobre mí, aunque en este caso prefería escuchar antes que hablar. Era lo justo, así que procedí a contestar al hombre que me miraba con anhelo, ocultando su tristeza:
- Te equivocas en una cosa, y es que a mí me ha parecido fascinante. - Sonreí de nuevo. - Tal vez desde dentro no te parezca algo interesante, pero eso le pasa a todo el mundo. Y como alguien que tiene un punto de vista externo, puedo asegurarte que tu historia me atrae, saca lo peor de mi curiosidad y me hace desear seguir escuchándote. - Tras una breve pausa para que pudiera encajar mi razonamiento, proseguí: - En cuanto a mí, no soy la excepción. Si me preguntas, no considero que ninguna de mis historias sea tan importante como para merecer ser contada... - Al menos no lo era ninguna historia que pudiera contarle a alguien como él. Mis anécdotas como agente debían seguir siendo secretas. -... Y en realidad, ni siquiera recuerdo bien mi infancia. - Reconocí con expresión dolida.
Era como un bloqueo. Cada vez que trataba de acceder a recuerdos específicos, que tenía la total convicción de tener, mi mente se quedaba en blanco y me "echaba" de aquel, dejándome a las puertas. Como una broma pesada, no podía pasar de un déjà vu, teniendo la sensación de saber que he pasado por algo pero sin poder realmente dar con ello. Ocultando mi exasperación, suspiré y tomé otro trago de té.
- Recuerdo nacer en un ambiente pobre, con una familia humilde y sin apenas ningún amigo. - Comencé. Tal vez si buscaba el principio del hilo y tiraba, encontrase respuestas. - Apenas con cinco años perdí de vista a mi hermano mayor, que fue adoptado por una familia más pudiente. Y poco después acabé yo misma internada en una escuela, lejos de mis padres. Dios, apenas puedo imaginar cómo eran sus caras... - Aquella revelación me golpeó como una patada, y solté una lágrima yo también. - Ni siquiera sé cómo empezar a buscarlos, o si seguirán sanos y salvos... - Frustrada, quise cambiar de tema con rapidez: - En la escuela no se estaba tan mal. Allí hice mis primeras amistades, y las abadesas me trataban como a una hija, o al menos eso quiero recordar. Ángela... - Ahí estaba de nuevo. El nombre que no paraba de rondar mi cabeza, pero que no conseguía relacionar con nada ni nadie. Bloqueada, hice un ademán para que Teravan lo ignorase. - No era una vida divertida ni interesante, que yo recuerde. Fui educada, sí, pero poco más. Mi vida era una rutina de estudios y religión, y nunca pasó nada digno de contar.
Cuando hube terminado mi versión de los hechos, mi ensombrecido rostro se iluminó de nuevo. Ahí podía verse con claridad: mi sonrisa, aparentemente natural, no era más que un acto reflejo muy entrenado. A diferencia de mi nuevo conocido, no mostraba mis tristes cavilaciones ni desprendía un aura oscura de pesadez, sino que aparentaba despreocupación y le ponía a mal tiempo buena cara. Mi convicción era que no sería capaz de encontrar la verdadera felicidad si pasaba todo el tiempo amargada, que así solo lograría amargar también al resto de personas que se me acercaran.
"De acuerdo." Pensé. "A ver qué mas puedo preguntarle, intentando no volver a tocar temas sensibles... De hecho, me pregunto si es siquiera posible que en su estado me responda a nada, sin dejar de pensar en lo que sea que le atormenta..."
- Té negro Earl Grey de larga maduración con pétalos de lilas. - Recité. - Es una combinación bastante específica. ¿Algo que comentar? ¿Tal vez cómo la descubriste, o por qué elegiste esa en particular?
Teravan Zallen
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Se quedó atónito ante el cambio de expresión de su acompañante. Su semblante no admitía tono de discusión, puesto que la seriedad intimidatoria que había tomado era completamente disuasoria. Formuló una simple pregunta, a la que Teravan se vio obligado a responder en cuanto el rostro de la mujer volvió a su expresión original. - Siento... Siento que podría haber hecho algo más. Tan solo soy un cobarde, y por ello he perdido. He perdido todo cuanto me importaba. - Reconoció dolorosamente. Había intentado evitar hacerse esa pregunta a sí mismo, a pesar de que le rondaba a todas horas sus pensamientos. ¿Qué había hecho mal? Darse cuenta de ello detonó toda la rabia que había acumulado todos esos días, haciendo que su respiración se volviese trabajosa, obligándose a permanecer impasible.
Escuchó la historia de su acompañante, mientras esta le daba pie a seguir hablando de él mismo. Intentaba desviar la conversación de su pasado que, a todas luces, era tan doloroso como el suyo. Observó atónito cómo el sufrimiento atravesaba el rostro de la mujer para, un momento después, deshacerse en una sonrisa llena de convicción. ¿Estaba fingiendo? ¿O es que realmente tenía esa fuerza de voluntad para seguir adelante? Era una persona admirable, digna de confianza. Probablemente comprendía cómo se sentía, y comprendía que el camino que estaba tomando era el menos indicado. Un camino de dolor y sufrimiento con una desembocadura de miras estrechas y alto calado. Tuvo el impulso de limpiar el rastro que había dejado la lágrima por su rostro, de abrazarla y contarle todo lo que había pasado, mas lo reprimió completamente.
Ella había confiado en él. Teravan no podía ayudarla, puesto que no había ayuda posible para sus problemas. No hay forma de solucionar el pasado sino actuando en el presente haciendo honor a las personas que han depositado en ti sus esperanzas. Aquella mujer le había ayudado a comprender eso. El muchacho mostraba un aspecto de completa fascinación. Una sonrisa alcanzó su rostro, esta vez sincera y alegre. Podía ver que todo lo que estaba haciendo cobraba algún sentido si podía tener a su lado a personas como ella. Quería contarle todo, quería que supiese hasta el más mínimo detalle de lo que le había sucedido pero ¿y si se asustaba? ¿Y si de verdad pensaba que era un cobarde? ¿Y si le parecía que estaba exagerando y el problema no era tan grande? El miedo le atenazaba la garganta. Le oprimía el pecho quitándole el aire, haciendo que su respiración fuese irregular.
Sintió el impulso de levantarse, sintió las ganas de abandonarlo todo. De dejar a aquella mujer en la mesa e irse a un lugar muy lejano, donde ella no pudiese verle nunca más. Sintió que no merecía su atención, que no merecía sus palabras ni su confianza. Sintió...
- ¿Acaso piensas huir eternamente? - Dijo una familiar voz en su cabeza. Su rostro se quedó impasible, impresionado. Negó lentamente con la cabeza, tras lo cual, estuvo lleno de determinación.
- Lo siento... - Dijo, esperando una respuesta de su interlocutora. - Siento que tengas que insistir tanto. Siento que mis respuestas sean tan evasivas, y siento no haber confiado en ti. - Bajó la cabeza, arrepentido por sus palabras, ¿acaso no podía dejar de disculparse. - Interrúmpeme en el momento en que quieras dejar de escuchar. - Añadió, sin mostrar duda en su voz.
- Nací en una familia noble, en una isla repleta de gente adinerada. Tuve una educación de alta clase, por eso se me dan bien artes como el té, el ajedrez o la música y el baile. Mi infancia transcurrió con relativa tranquilidad, aunque nunca tuve muchos amigos. Tal vez fuese por las rencillas existentes entre las familias o porque no les agradaba, como persona, a pesar de hacer todo lo posible por encajar. Sin embargo, había una persona diferente. - Hizo una pausa, soportando el dolor de sus palabras. - Solo son recuerdos... - Susurró, con rabia. - Su nombre era Selene. Una mujer a la que me has recordado y que hizo que mi vida cobrase un tono diferente cada vez que estaba conmigo. Comprendía todo cuanto sentía, compartiendo mi dolor con el de ella. - Evitó decirle lo perdidamente enamorado que estaba de ella, aunque seguramente se intuyese por el brillo de sus ojos y su forma de hablar. Así como que ese amor era el único sentimiento que no compartía.
- Ella era todo lo que me importaba, junto con mi familia. - Añadió, soportando las lágrimas. Debía de estar dando un espectáculo deplorable. - El 13 de diciembre del año pasado, todo eso desapareció. No tuve la fuerza para hacer pagar al responsable por sus actos. Sé que la venganza no me devolverá mi pasado, sin embargo... Es lo único que me queda. - Su rostro había mudado a un tinte frío, desprovisto de cualquier emoción. Tal vez esa fuese la respuesta.
Escuchó la historia de su acompañante, mientras esta le daba pie a seguir hablando de él mismo. Intentaba desviar la conversación de su pasado que, a todas luces, era tan doloroso como el suyo. Observó atónito cómo el sufrimiento atravesaba el rostro de la mujer para, un momento después, deshacerse en una sonrisa llena de convicción. ¿Estaba fingiendo? ¿O es que realmente tenía esa fuerza de voluntad para seguir adelante? Era una persona admirable, digna de confianza. Probablemente comprendía cómo se sentía, y comprendía que el camino que estaba tomando era el menos indicado. Un camino de dolor y sufrimiento con una desembocadura de miras estrechas y alto calado. Tuvo el impulso de limpiar el rastro que había dejado la lágrima por su rostro, de abrazarla y contarle todo lo que había pasado, mas lo reprimió completamente.
Ella había confiado en él. Teravan no podía ayudarla, puesto que no había ayuda posible para sus problemas. No hay forma de solucionar el pasado sino actuando en el presente haciendo honor a las personas que han depositado en ti sus esperanzas. Aquella mujer le había ayudado a comprender eso. El muchacho mostraba un aspecto de completa fascinación. Una sonrisa alcanzó su rostro, esta vez sincera y alegre. Podía ver que todo lo que estaba haciendo cobraba algún sentido si podía tener a su lado a personas como ella. Quería contarle todo, quería que supiese hasta el más mínimo detalle de lo que le había sucedido pero ¿y si se asustaba? ¿Y si de verdad pensaba que era un cobarde? ¿Y si le parecía que estaba exagerando y el problema no era tan grande? El miedo le atenazaba la garganta. Le oprimía el pecho quitándole el aire, haciendo que su respiración fuese irregular.
Sintió el impulso de levantarse, sintió las ganas de abandonarlo todo. De dejar a aquella mujer en la mesa e irse a un lugar muy lejano, donde ella no pudiese verle nunca más. Sintió que no merecía su atención, que no merecía sus palabras ni su confianza. Sintió...
- ¿Acaso piensas huir eternamente? - Dijo una familiar voz en su cabeza. Su rostro se quedó impasible, impresionado. Negó lentamente con la cabeza, tras lo cual, estuvo lleno de determinación.
- Lo siento... - Dijo, esperando una respuesta de su interlocutora. - Siento que tengas que insistir tanto. Siento que mis respuestas sean tan evasivas, y siento no haber confiado en ti. - Bajó la cabeza, arrepentido por sus palabras, ¿acaso no podía dejar de disculparse. - Interrúmpeme en el momento en que quieras dejar de escuchar. - Añadió, sin mostrar duda en su voz.
- Nací en una familia noble, en una isla repleta de gente adinerada. Tuve una educación de alta clase, por eso se me dan bien artes como el té, el ajedrez o la música y el baile. Mi infancia transcurrió con relativa tranquilidad, aunque nunca tuve muchos amigos. Tal vez fuese por las rencillas existentes entre las familias o porque no les agradaba, como persona, a pesar de hacer todo lo posible por encajar. Sin embargo, había una persona diferente. - Hizo una pausa, soportando el dolor de sus palabras. - Solo son recuerdos... - Susurró, con rabia. - Su nombre era Selene. Una mujer a la que me has recordado y que hizo que mi vida cobrase un tono diferente cada vez que estaba conmigo. Comprendía todo cuanto sentía, compartiendo mi dolor con el de ella. - Evitó decirle lo perdidamente enamorado que estaba de ella, aunque seguramente se intuyese por el brillo de sus ojos y su forma de hablar. Así como que ese amor era el único sentimiento que no compartía.
- Ella era todo lo que me importaba, junto con mi familia. - Añadió, soportando las lágrimas. Debía de estar dando un espectáculo deplorable. - El 13 de diciembre del año pasado, todo eso desapareció. No tuve la fuerza para hacer pagar al responsable por sus actos. Sé que la venganza no me devolverá mi pasado, sin embargo... Es lo único que me queda. - Su rostro había mudado a un tinte frío, desprovisto de cualquier emoción. Tal vez esa fuese la respuesta.
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Demasiado tarde como para retractarme, vi cómo mi pregunta causaba que algo dentro de Teravan se rompiese. ¿Había vuelto a inquirir sobre algo que no debía? Habría dicho que la expresión del hombre me asustaba, pero realmente parecía él más asustado que yo, y la tensión de sus puños no se me pasó desapercibida. Tenía toda la pinta de pensar en huir, en largarse y escapar de aquella incómoda situación... Y sin embargo aguantó hasta el final, por fin tranquilizándose al (supuse) llegar a algún tipo de resolución consigo mismo.
Luego se disculpó. No entendí por qué quería disculparse, ya que en nuestro lugar cualquier otro habría hecho lo mismo. Él desconfió de una desconocida, y yo... Yo había sido una cotilla. Joder, si alguien tenía que disculparse era yo, pero Teravan no me dio la oportunidad, pues comenzó a hablar de nuevo.
- Interrúmpeme en el momento en que quieras dejar de escuchar. - Dijo entre otras cosas, aunque yo no respondí nada. No tenía intención de hacerlo, ya que deseaba escuchar aquello que tanto le había costado reconocer. Mi arrepentimiento por ser tan egoísta podía llegar después.
Mientras relató su historia en detalle, pude ver multitud de sentimientos conflictivos cruzar su rostro, desde la pena hasta la rabia, llegando finalmente al amor. Él no había dicho nada sobre eso, pero podía verlo en sus ojos, en su sonrisa: estaba apasionado por aquella mujer llamada Selene, cosas como esas no se podían esconder de una mujer como yo. Dijo que yo le recordaba a ella, y al principio me sorprendió aquella declaración tan espontánea, aunque luego cobró más sentido cuando me paré a pensar. "Por eso me cuenta todo esto. Por eso no me evitó de la misma forma en la que evita al resto de personas..."
Me tranquilicé al darme cuenta también de que el amor que sentía por ella era incondicional. Se notaba que aquella mujer era la única que tenía cabida en su corazón, y por mucho parecido que tuviera yo con ella, nunca la reemplazaría. Por eso sentí el dolor de Teravan como mío, cuando vi llegar el giro que iban a tomar los acontecimientos. El rastro llevaba tiempo siendo visible, conduciendo a la catastrófica conclusión, y la cara de tristeza que adoptó el caballero antes de proseguir fue la última pista que necesitaba.
Por un lado, sentí la necesidad de levantarme y abrazar al hombre. Había pasado por algo que nadie nunca debía pasar, jamás. Una pérdida así no se olvida, y no podía culparle por albergar el deseo que todo hombre en su sano juicio descubriría en la misma situación. Es cierto que no compartía aquella visión, y mi opinión respecto a la venganza era, como mucho, pobremente tolerante... Pero claro, yo no había sentido eso nunca, y por esto tampoco podía juzgar a nadie por buscarla. Lo que sí podía hacer era aconsejar, repetir lo mismo que me dijeron a mí muchas veces por si ayudaba, aunque aquel problema no fuera para nada conmigo.
- Siempre hay alternativas. - Haciendo de tripas corazón, pensé que tal vez aquella fuera la razón de que estuviera en aquel momento en aquel lugar. Tal vez el Destino me había guiado hasta allí para poder ofrecer consuelo a un alma descarriada. - La venganza solo ofrece una paz corta, temporal. Y luego te deja vacío por dentro. - Inclinándome hacia adelante, posé mis manos con suavidad sobre las suyas, y lo miré a los ojos con seriedad. - ¿Qué harías después? Cuando cumplieras ese propósito... ¿Qué te quedaría?
No sabía la clase de respuesta que se estaba formulando en su mente, pero sí sabía que solo con eso no lograría convencerlo. El desastre ocurrió hace suficiente tiempo, como para que Teravan tuviera ocasiones de sobra para mentalizarse y sellar su determinación. Sin embargo, también ocurrió hace tan poco que aún era un rescoldo caliente en su corazón, algo ardiente que le impulsaba a perseguir aquel vano sueño de venganza. Aún no había tenido ocasión de sentar la cabeza y pensar con frialdad, y eso era lo que necesitaba... Al menos en mi opinión.
- El pasado no hay que olvidarlo, pues de él aprendemos mucho más de lo que piensas. Pero sí hay que dejarlo atrás, reconocer que ya ha ocurrido y dejar de lamentarse por ello. Vivir en el pasado no es vivir. Vivir en el presente es sobrevivir. Pero ampliar las miras hacia un futuro mejor... Estoy convencida de que así es como se alcanza la felicidad. Siempre hay ocasión de redimirse. - Añadí. - Cuando has tocado fondo, solo se puede seguir hacia arriba. - Sonreí. Quizás estaba siendo demasiado idealista, demasiado optimista. Quizás nada de lo que dijera pudiera hacerle cambiar de opinión. Pero eso no significaba que no tuviese el derecho a intentarlo, el derecho a desear que aquel hombre también encontrara algo mejor a lo que aferrarse. - Si lo que buscas es Justicia, puedo ayudarte... - Dije de forma misteriosa. No quería dar demasiados detalles aún. -... Pero si aun así no puedo cambiar tu forma de pensar, tendrás que pasar la experiencia por ti mismo, y sufrir las consecuencias. Al final, sólo alcanzarás el arrepentimiento.
Vaya, me había desahogado. Retirándome de nuevo en mi asiento, suspiré. No estaba acostumbrada a tratar con ese tipo de situaciones, pero esperaba no haberla empeorado.
Luego se disculpó. No entendí por qué quería disculparse, ya que en nuestro lugar cualquier otro habría hecho lo mismo. Él desconfió de una desconocida, y yo... Yo había sido una cotilla. Joder, si alguien tenía que disculparse era yo, pero Teravan no me dio la oportunidad, pues comenzó a hablar de nuevo.
- Interrúmpeme en el momento en que quieras dejar de escuchar. - Dijo entre otras cosas, aunque yo no respondí nada. No tenía intención de hacerlo, ya que deseaba escuchar aquello que tanto le había costado reconocer. Mi arrepentimiento por ser tan egoísta podía llegar después.
Mientras relató su historia en detalle, pude ver multitud de sentimientos conflictivos cruzar su rostro, desde la pena hasta la rabia, llegando finalmente al amor. Él no había dicho nada sobre eso, pero podía verlo en sus ojos, en su sonrisa: estaba apasionado por aquella mujer llamada Selene, cosas como esas no se podían esconder de una mujer como yo. Dijo que yo le recordaba a ella, y al principio me sorprendió aquella declaración tan espontánea, aunque luego cobró más sentido cuando me paré a pensar. "Por eso me cuenta todo esto. Por eso no me evitó de la misma forma en la que evita al resto de personas..."
Me tranquilicé al darme cuenta también de que el amor que sentía por ella era incondicional. Se notaba que aquella mujer era la única que tenía cabida en su corazón, y por mucho parecido que tuviera yo con ella, nunca la reemplazaría. Por eso sentí el dolor de Teravan como mío, cuando vi llegar el giro que iban a tomar los acontecimientos. El rastro llevaba tiempo siendo visible, conduciendo a la catastrófica conclusión, y la cara de tristeza que adoptó el caballero antes de proseguir fue la última pista que necesitaba.
Por un lado, sentí la necesidad de levantarme y abrazar al hombre. Había pasado por algo que nadie nunca debía pasar, jamás. Una pérdida así no se olvida, y no podía culparle por albergar el deseo que todo hombre en su sano juicio descubriría en la misma situación. Es cierto que no compartía aquella visión, y mi opinión respecto a la venganza era, como mucho, pobremente tolerante... Pero claro, yo no había sentido eso nunca, y por esto tampoco podía juzgar a nadie por buscarla. Lo que sí podía hacer era aconsejar, repetir lo mismo que me dijeron a mí muchas veces por si ayudaba, aunque aquel problema no fuera para nada conmigo.
- Siempre hay alternativas. - Haciendo de tripas corazón, pensé que tal vez aquella fuera la razón de que estuviera en aquel momento en aquel lugar. Tal vez el Destino me había guiado hasta allí para poder ofrecer consuelo a un alma descarriada. - La venganza solo ofrece una paz corta, temporal. Y luego te deja vacío por dentro. - Inclinándome hacia adelante, posé mis manos con suavidad sobre las suyas, y lo miré a los ojos con seriedad. - ¿Qué harías después? Cuando cumplieras ese propósito... ¿Qué te quedaría?
No sabía la clase de respuesta que se estaba formulando en su mente, pero sí sabía que solo con eso no lograría convencerlo. El desastre ocurrió hace suficiente tiempo, como para que Teravan tuviera ocasiones de sobra para mentalizarse y sellar su determinación. Sin embargo, también ocurrió hace tan poco que aún era un rescoldo caliente en su corazón, algo ardiente que le impulsaba a perseguir aquel vano sueño de venganza. Aún no había tenido ocasión de sentar la cabeza y pensar con frialdad, y eso era lo que necesitaba... Al menos en mi opinión.
- El pasado no hay que olvidarlo, pues de él aprendemos mucho más de lo que piensas. Pero sí hay que dejarlo atrás, reconocer que ya ha ocurrido y dejar de lamentarse por ello. Vivir en el pasado no es vivir. Vivir en el presente es sobrevivir. Pero ampliar las miras hacia un futuro mejor... Estoy convencida de que así es como se alcanza la felicidad. Siempre hay ocasión de redimirse. - Añadí. - Cuando has tocado fondo, solo se puede seguir hacia arriba. - Sonreí. Quizás estaba siendo demasiado idealista, demasiado optimista. Quizás nada de lo que dijera pudiera hacerle cambiar de opinión. Pero eso no significaba que no tuviese el derecho a intentarlo, el derecho a desear que aquel hombre también encontrara algo mejor a lo que aferrarse. - Si lo que buscas es Justicia, puedo ayudarte... - Dije de forma misteriosa. No quería dar demasiados detalles aún. -... Pero si aun así no puedo cambiar tu forma de pensar, tendrás que pasar la experiencia por ti mismo, y sufrir las consecuencias. Al final, sólo alcanzarás el arrepentimiento.
Vaya, me había desahogado. Retirándome de nuevo en mi asiento, suspiré. No estaba acostumbrada a tratar con ese tipo de situaciones, pero esperaba no haberla empeorado.
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El inicio del discurso de la pelirroja lo había esperado. En una gran cantidad de libros hablan sobre la venganza, y cómo esta trae desgracia a todos los que se ven involucrados. Pensó en todas las novelas que había leído de niño, donde el protagonista acababa agonizando al final por haber desperdiciado su vida persiguiendo un objetivo que no merecía la pena. Ese mismo objetivo corroía ahora mismo sus entrañas. Sabía que aquella mujer tenía razón, y que seguramente hablaba desde la experiencia. Sin embargo, no podía aceptar lo que decía. Su alma ya estaba rota, era como un muñeco al que le faltaban los ojos, demasiado deshilachado para volver a ser utilizado.
- Busco expiarme... - Dijo con un susurro lleno de impotencia. Lleno de rabia. Emitiendo el mismo sonido gutural que una bestia acorralada y herida. - No puedo arreglar lo que hice, pero no tengo elección. - Añadió tras una pausa, con una voz calmada. Le asustaba la frialdad que estaban adquiriendo sus emociones y sus pensamientos, frialdad que incluso transmitía a sus palabras. A pesar de que su rabia fuese intensa y pasional, resultaba hacia sus adentros como el dibujo de una hoguera. Cálido, salvaje... pero al mismo tiempo frío y calculado. El repiqueteo incesante de las campanas de su odio hacían mella en su espíritu, moldeando su mente de un modo que él no controlaba. - Es la única forma en la que podré vivir conmigo mismo.
¿Qué haría después? Teravan aún no se había atrevido a formularse esa pregunta. Lo único que deseaba, por encima de todo, era reunirse con ella para poder confesarse, para poder decirle todo lo que sentía. Quería redimir su cobardía expresando su amor hacia ella, su admiración y la devoción que le profesaba desde hacía años. Pero ya era tarde, pues nada podría cumplir ese deseo, nadie podría ayudarle.
- Construimos el presente a través del pasado. Todo se fundamenta en algo. Todo tiene una base. Si permitimos que nuestra base sea de arcilla, no podremos seguir construyendo, pues llegaría un punto en el que todo se rompería. - Sonrió con amargura ante las palabras de ánimo de la mujer, pensando en todas las molestias que se estaba tomando con él. - Tienes razón, sin embargo, no puedes ayudarme. Jamás podré redimirme. No podemos cambiar el pasado. - Pensó si era realmente justicia lo que buscaba, si de verdad quería hacer pagar al culpable por una razón de orden o de moralidad. - No puedo aceptar tu ayuda. El miedo me ha metido en esta situación, y ahora no tengo nada por lo que luchar. Tan solo tengo algo que destruir. - Añadió, desolado. - Soy un alma rota, Alexandra. Ya no hay nada... nadie que me ate aquí. - Respondió mirando al techo. - No tengo nada por lo que luchar.
- Dime... ¿Alguna vez has amado a alguien tanto como para destruirte por dentro? ¿Has tenido que reconstruirte con el único objetivo de volver a hacer feliz a aquella persona? Si alguna vez te pasa, por favor, será lo único que te pida que hagas por mí. La única forma de la que podrás ayudarme. Díselo... díselo antes de que sea tarde. - No pudo contener las lágrimas. Sonreía.
- Busco expiarme... - Dijo con un susurro lleno de impotencia. Lleno de rabia. Emitiendo el mismo sonido gutural que una bestia acorralada y herida. - No puedo arreglar lo que hice, pero no tengo elección. - Añadió tras una pausa, con una voz calmada. Le asustaba la frialdad que estaban adquiriendo sus emociones y sus pensamientos, frialdad que incluso transmitía a sus palabras. A pesar de que su rabia fuese intensa y pasional, resultaba hacia sus adentros como el dibujo de una hoguera. Cálido, salvaje... pero al mismo tiempo frío y calculado. El repiqueteo incesante de las campanas de su odio hacían mella en su espíritu, moldeando su mente de un modo que él no controlaba. - Es la única forma en la que podré vivir conmigo mismo.
¿Qué haría después? Teravan aún no se había atrevido a formularse esa pregunta. Lo único que deseaba, por encima de todo, era reunirse con ella para poder confesarse, para poder decirle todo lo que sentía. Quería redimir su cobardía expresando su amor hacia ella, su admiración y la devoción que le profesaba desde hacía años. Pero ya era tarde, pues nada podría cumplir ese deseo, nadie podría ayudarle.
- Construimos el presente a través del pasado. Todo se fundamenta en algo. Todo tiene una base. Si permitimos que nuestra base sea de arcilla, no podremos seguir construyendo, pues llegaría un punto en el que todo se rompería. - Sonrió con amargura ante las palabras de ánimo de la mujer, pensando en todas las molestias que se estaba tomando con él. - Tienes razón, sin embargo, no puedes ayudarme. Jamás podré redimirme. No podemos cambiar el pasado. - Pensó si era realmente justicia lo que buscaba, si de verdad quería hacer pagar al culpable por una razón de orden o de moralidad. - No puedo aceptar tu ayuda. El miedo me ha metido en esta situación, y ahora no tengo nada por lo que luchar. Tan solo tengo algo que destruir. - Añadió, desolado. - Soy un alma rota, Alexandra. Ya no hay nada... nadie que me ate aquí. - Respondió mirando al techo. - No tengo nada por lo que luchar.
- Dime... ¿Alguna vez has amado a alguien tanto como para destruirte por dentro? ¿Has tenido que reconstruirte con el único objetivo de volver a hacer feliz a aquella persona? Si alguna vez te pasa, por favor, será lo único que te pida que hagas por mí. La única forma de la que podrás ayudarme. Díselo... díselo antes de que sea tarde. - No pudo contener las lágrimas. Sonreía.
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La comisura de mis labios amenazó con deformarse, rompiendo la ilusión de alegría que intentaba mantener, para dar paso a una amargura que hacía tiempo que no sentía. A pesar de mis esfuerzos, Teravan estaba demasiado hondo en su pozo de miseria como para ser rescatado. Podría haberlo ayudado, si se dejase ayudar... Pero la forma en la que rechazaba mis ánimos era, si bien educada, también implacable.
El hombre que tenía enfrente ya no era un hombre completo. Era tan solo una cáscara vacía y sin propósito, cegado por sus instintos, que se refugiaba en las sombras de su propia desesperación como si fuera un escudo, cubriéndole ante la luz de la amabilidad. De nuevo, algo en mi cabeza conectó con un chasquido inidentificable, y una palabra cruzó mi mente: maldad. Aquel era un hombre que haría lo que fuera por conseguir su venganza, era el nacimiento de un individuo con nada más que oscuridad en su corazón. Asustada, me replanteé si estaría en mis manos la capacidad de salvar su alma.
"Debo hacerlo." Pensé entonces. "Tengo que hacerlo. Si no lo intento, será como si hubiera ayudado a su perdición. Pero, ¿cómo?"
Mis cavilaciones se vieron interrumpidas por sus últimas reflexiones, las cuales zumbaron en mis oídos durante algunos segundos adicionales, como el eco de una canción lejana. ¿Yo? ¿Amor? Había tonteado con muchos hombres, y con aún más mujeres, pero no consideraba que hubiera nunca amado a alguien de esa forma... Excepto a una. Había un caso especial, sin contar el amor fraternal que sentía por mis allegados, una persona cuyo nombre evocaba la vaga sensación de haberla querido como a nadie. Y lo que más me dolía era precisamente no poder ni recordar su cara. ¿Cómo se suponía que debía buscar pistas sobre alguien cuyo físico desconocía, cuya personalidad seguramente hubiera cambiado, y cuyo nombre solo conocía por casualidad? Debían de haber miles de Ángelas ahí fuera, como para encontrar particularmente a la que yo buscaba. Por eso había parado, por eso había decidido darle un nuevo sentido a mi vida que no fuera perseguir la ilusión de alguien que está demasiado lejos, porque de lo contrario me habría vuelto completamente loca.
- Quizás ya sea demasiado tarde, me temo. - Murmuré, arrugando la cara en una mueca ácida. - Pero... Eso no significa que sea el fin del mundo. - Enfaticé, con convicción. - Esa persona habría deseado que yo siguiera mi vida, de eso estoy completamente segura. Se le partiría el corazón si me viera desperdiciar todo lo que tengo por delante, en pos de un fantasma.
Estaba harta de aquella actitud derrotista, y me levanté, atrayendo la curiosidad de las personas a mi alrededor. Pensaba lanzar mi ultimátum, y abandonar aquel agujero negro que no haría sino arrastrarme con él de continuar alimentándolo. Exasperada, me costó controlar mi voz para que no saliera en forma de gritos, pues al fin y al cabo no se lo merecía. Y sin embargo, estaba a punto de estallar.
- ¡Dime! ¡¿Qué crees que habría deseado Selene?! - Exclamé. - ¿Crees que estaría orgullosa de ver cómo ahogas tus penas en busca de satisfacción personal? ¿Crees que ella te habría alentado para que continuaras por ese camino de discordia? - Estaba empezando a temblar de la rabia, y gesticulé de forma exagerada para que no se notase. - Si ella hubiera estado en tu lugar... ¡¿Crees que seguiría el mismo curso de acción que tú?! Si pudiera hablar contigo, mandarte un mensaje... ¿Te pediría que la vengaras, o que encontrases un nuevo sueño? - Me detuve,y el temblor que recorría mi cuerpo de los pies a la cabeza se hizo evidente. - Júramelo. Júrame que no hay otra solución. Asegúrame por lo que más quieras que pase lo que pase no encontrarás la paz de otra forma, que no hay nada ni nadie por lo que merezca la pena luchar. Que incluso si buscases, no encontrarías un nuevo propósito. Júrame que estas tan consumido que ni un fénix renacería de tus cenizas... Y me marcharé. - Concluí. - Si tan podrido te has vuelto que en vez de dejarte curar, infectarías a otros, me alejaré y abandonaré yo también. Tiraré la toalla y trataré de olvidar que esto nunca ocurrió.
Un brillo surcó mis pestañas, mientras una solitaria lágrima se derramaba por mi mejilla. Lloraba por la pena, porque alguien como él no se merecía vivir de aquella forma. Lloraba por el dolor, porque su pérdida había sido completamente injusta (o al menos eso creía yo). Lloraba por la rabia, la impotencia de querer ayudar a alguien que devolvía pinchadas las pelotas que le pasaba. Y sin embargo, no perdía la esperanza, y mis ojos refulgían con vida.
- ¡PERO! - Grité, estampando mis manos sobre la mesa. De casualidad no tiré nada al suelo, aunque el temblor hizo tintinear la porcelana de las tazas contra los platillos. Creo que alguien detrás mío dio un respingo sorprendido. - Si eres incapaz... Si en realidad sabes que hay salvación... Si dejas de negar el resquicio de luz que asoma en tu interior, y aceptas que hay alternativas... Entonces ten por seguro que no te librarás de mí en tu vida. - Sonreí, desafiante. - Porque pienso perseguirte y asegurarme de que consigues expiarte, pase lo que pase. ¡Me tendrás encima tan insistentemente, que desearás no haberme conocido!
Creo que a lo mejor esa última parte la estaba exagerando un poco... Bueno vale, bastante. Pero en el calor del momento no me paré a pensar, tan solo dije lo que sentía, sin tapujos.
- Ahora, ¡responde! - Le insté, golpeando la mesa de nuevo, y mirando fijamente al hombre a los ojos. Respondiera lo que me respondiera, lo que debía asegurarme era de que lo hiciera con sinceridad. Por mucho que me dijera una cosa, si veía que estaba mintiendo tomaría medidas al respecto. - ¿Seguirás por ese camino llano pero sin salida? ¿O vendrás a la ruta llena de obstáculos que apunta al horizonte?
El hombre que tenía enfrente ya no era un hombre completo. Era tan solo una cáscara vacía y sin propósito, cegado por sus instintos, que se refugiaba en las sombras de su propia desesperación como si fuera un escudo, cubriéndole ante la luz de la amabilidad. De nuevo, algo en mi cabeza conectó con un chasquido inidentificable, y una palabra cruzó mi mente: maldad. Aquel era un hombre que haría lo que fuera por conseguir su venganza, era el nacimiento de un individuo con nada más que oscuridad en su corazón. Asustada, me replanteé si estaría en mis manos la capacidad de salvar su alma.
"Debo hacerlo." Pensé entonces. "Tengo que hacerlo. Si no lo intento, será como si hubiera ayudado a su perdición. Pero, ¿cómo?"
Mis cavilaciones se vieron interrumpidas por sus últimas reflexiones, las cuales zumbaron en mis oídos durante algunos segundos adicionales, como el eco de una canción lejana. ¿Yo? ¿Amor? Había tonteado con muchos hombres, y con aún más mujeres, pero no consideraba que hubiera nunca amado a alguien de esa forma... Excepto a una. Había un caso especial, sin contar el amor fraternal que sentía por mis allegados, una persona cuyo nombre evocaba la vaga sensación de haberla querido como a nadie. Y lo que más me dolía era precisamente no poder ni recordar su cara. ¿Cómo se suponía que debía buscar pistas sobre alguien cuyo físico desconocía, cuya personalidad seguramente hubiera cambiado, y cuyo nombre solo conocía por casualidad? Debían de haber miles de Ángelas ahí fuera, como para encontrar particularmente a la que yo buscaba. Por eso había parado, por eso había decidido darle un nuevo sentido a mi vida que no fuera perseguir la ilusión de alguien que está demasiado lejos, porque de lo contrario me habría vuelto completamente loca.
- Quizás ya sea demasiado tarde, me temo. - Murmuré, arrugando la cara en una mueca ácida. - Pero... Eso no significa que sea el fin del mundo. - Enfaticé, con convicción. - Esa persona habría deseado que yo siguiera mi vida, de eso estoy completamente segura. Se le partiría el corazón si me viera desperdiciar todo lo que tengo por delante, en pos de un fantasma.
Estaba harta de aquella actitud derrotista, y me levanté, atrayendo la curiosidad de las personas a mi alrededor. Pensaba lanzar mi ultimátum, y abandonar aquel agujero negro que no haría sino arrastrarme con él de continuar alimentándolo. Exasperada, me costó controlar mi voz para que no saliera en forma de gritos, pues al fin y al cabo no se lo merecía. Y sin embargo, estaba a punto de estallar.
- ¡Dime! ¡¿Qué crees que habría deseado Selene?! - Exclamé. - ¿Crees que estaría orgullosa de ver cómo ahogas tus penas en busca de satisfacción personal? ¿Crees que ella te habría alentado para que continuaras por ese camino de discordia? - Estaba empezando a temblar de la rabia, y gesticulé de forma exagerada para que no se notase. - Si ella hubiera estado en tu lugar... ¡¿Crees que seguiría el mismo curso de acción que tú?! Si pudiera hablar contigo, mandarte un mensaje... ¿Te pediría que la vengaras, o que encontrases un nuevo sueño? - Me detuve,y el temblor que recorría mi cuerpo de los pies a la cabeza se hizo evidente. - Júramelo. Júrame que no hay otra solución. Asegúrame por lo que más quieras que pase lo que pase no encontrarás la paz de otra forma, que no hay nada ni nadie por lo que merezca la pena luchar. Que incluso si buscases, no encontrarías un nuevo propósito. Júrame que estas tan consumido que ni un fénix renacería de tus cenizas... Y me marcharé. - Concluí. - Si tan podrido te has vuelto que en vez de dejarte curar, infectarías a otros, me alejaré y abandonaré yo también. Tiraré la toalla y trataré de olvidar que esto nunca ocurrió.
Un brillo surcó mis pestañas, mientras una solitaria lágrima se derramaba por mi mejilla. Lloraba por la pena, porque alguien como él no se merecía vivir de aquella forma. Lloraba por el dolor, porque su pérdida había sido completamente injusta (o al menos eso creía yo). Lloraba por la rabia, la impotencia de querer ayudar a alguien que devolvía pinchadas las pelotas que le pasaba. Y sin embargo, no perdía la esperanza, y mis ojos refulgían con vida.
- ¡PERO! - Grité, estampando mis manos sobre la mesa. De casualidad no tiré nada al suelo, aunque el temblor hizo tintinear la porcelana de las tazas contra los platillos. Creo que alguien detrás mío dio un respingo sorprendido. - Si eres incapaz... Si en realidad sabes que hay salvación... Si dejas de negar el resquicio de luz que asoma en tu interior, y aceptas que hay alternativas... Entonces ten por seguro que no te librarás de mí en tu vida. - Sonreí, desafiante. - Porque pienso perseguirte y asegurarme de que consigues expiarte, pase lo que pase. ¡Me tendrás encima tan insistentemente, que desearás no haberme conocido!
Creo que a lo mejor esa última parte la estaba exagerando un poco... Bueno vale, bastante. Pero en el calor del momento no me paré a pensar, tan solo dije lo que sentía, sin tapujos.
- Ahora, ¡responde! - Le insté, golpeando la mesa de nuevo, y mirando fijamente al hombre a los ojos. Respondiera lo que me respondiera, lo que debía asegurarme era de que lo hiciera con sinceridad. Por mucho que me dijera una cosa, si veía que estaba mintiendo tomaría medidas al respecto. - ¿Seguirás por ese camino llano pero sin salida? ¿O vendrás a la ruta llena de obstáculos que apunta al horizonte?
Teravan Zallen
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Escuchó la respuesta a su petición y, al instante, supo que había tocado una fibra sensible. Tal vez no debería haber dicho eso, puesto que resultó una arrogancia por su parte. No era el único que había tenido un pasado doloroso. Miró de nuevo a su interlocutora, que permanecía callada, pensativa y visiblemente alterada. Tenía razón cuando decía que esa persona no querría que tirase su vida por la borda, buscando una venganza que no le devolverá lo que había perdido.
Tenía la intención de responder, mas no encontraba las palabras adecuadas para expresarse. Su ayuda le había abierto los ojos en cierta forma, aunque eso no era suficiente. No iba a seguir ese camino por él mismo, sino por alguien más. era una especie de redención, como bien había dicho anteriormente. Una forma de que no se sintiese mal al pensar en sus seres queridos, de que tuviese claro que no tendría su desprecio si hubiesen seguido vivos.
Sin embargo, no tuvo oportunidad de responder. Su acompañante se levantó de un golpe, provocando un gran estruendo. La taza vacía que estaba frente a él se volcó, añadiendo dramatismo a la escena. Entonces empezó a gritarle. Le hablaba con rabia, como si de verdad todo eso fuese importante para ella. Anteriormente había pensado que quizás toda la conversación fuese para satisfacer su curiosidad, mas cada vez tenía más claro que no era así, era algo mucho más personal. Le recordó a Selene, y si de verdad ella habría querido eso. Una dolorosa imagen le vino a la mente, una imagen en la que se mezclaban los rostros de Alexandra y su vieja amiga.
- Oye, Tera. - Dijo con inocencia la muchacha. - ¿Qué harías si yo desapareciese? - Añadió tras una pausa. - Te buscaría. Claro. - Respondió Teravan con una sonrisa, con una voz aguda que había olvidado haber tenido. - Ya sabes a qué me refiero, idiota. A esas situaciones... en las que no podrías buscarme. - Parecía preocupada, como si estuviese hablando con una pequeña ave y no quisiese asustarla. La imagen cambió ligeramente, y de repente estaba mirándola a los ojos, repletos de lágrimas. - Por favor, prométeme que estarás bien. Pase lo que pase.
Había olvidado ese recuerdo, que yacía en su memoria desde hacía muchos, muchos años, sin salir a la luz. Sí que se parecían... La amenaza de que se iría aterrorizó a Teravan, que temía destruir lo que aquella mujer intentaba hacer por él. Le recordaba tanto a Selene... Sin embargo, no era por eso por lo que quería permanecer junto a ella. Era como un ángel, en sí mismo, sin necesidad de recuerdos externos. Negó con la cabeza, incapaz de pensar con claridad, como acto reflejo.
Lloró, sollozó como si hubiese presenciado un desastre. Como si acabase de ver lo que había sufrido un tiempo atrás. Como si toda la tensión quisiese salir de repente por un hueco minúsculo. Alzó la vista de nuevo, y su mirada se encontró con la de Alexandra. Deseó tanto abrazarla que si no estuviese sentado lo habría hecho sin dudarlo.
Alzó la mano hacia ella, como si intentase sujetar un poco de luz, tímidamente. - Ayúdame. - Añadió, con una sonrisa. - Por favor.
Tenía la intención de responder, mas no encontraba las palabras adecuadas para expresarse. Su ayuda le había abierto los ojos en cierta forma, aunque eso no era suficiente. No iba a seguir ese camino por él mismo, sino por alguien más. era una especie de redención, como bien había dicho anteriormente. Una forma de que no se sintiese mal al pensar en sus seres queridos, de que tuviese claro que no tendría su desprecio si hubiesen seguido vivos.
Sin embargo, no tuvo oportunidad de responder. Su acompañante se levantó de un golpe, provocando un gran estruendo. La taza vacía que estaba frente a él se volcó, añadiendo dramatismo a la escena. Entonces empezó a gritarle. Le hablaba con rabia, como si de verdad todo eso fuese importante para ella. Anteriormente había pensado que quizás toda la conversación fuese para satisfacer su curiosidad, mas cada vez tenía más claro que no era así, era algo mucho más personal. Le recordó a Selene, y si de verdad ella habría querido eso. Una dolorosa imagen le vino a la mente, una imagen en la que se mezclaban los rostros de Alexandra y su vieja amiga.
- Oye, Tera. - Dijo con inocencia la muchacha. - ¿Qué harías si yo desapareciese? - Añadió tras una pausa. - Te buscaría. Claro. - Respondió Teravan con una sonrisa, con una voz aguda que había olvidado haber tenido. - Ya sabes a qué me refiero, idiota. A esas situaciones... en las que no podrías buscarme. - Parecía preocupada, como si estuviese hablando con una pequeña ave y no quisiese asustarla. La imagen cambió ligeramente, y de repente estaba mirándola a los ojos, repletos de lágrimas. - Por favor, prométeme que estarás bien. Pase lo que pase.
Había olvidado ese recuerdo, que yacía en su memoria desde hacía muchos, muchos años, sin salir a la luz. Sí que se parecían... La amenaza de que se iría aterrorizó a Teravan, que temía destruir lo que aquella mujer intentaba hacer por él. Le recordaba tanto a Selene... Sin embargo, no era por eso por lo que quería permanecer junto a ella. Era como un ángel, en sí mismo, sin necesidad de recuerdos externos. Negó con la cabeza, incapaz de pensar con claridad, como acto reflejo.
Lloró, sollozó como si hubiese presenciado un desastre. Como si acabase de ver lo que había sufrido un tiempo atrás. Como si toda la tensión quisiese salir de repente por un hueco minúsculo. Alzó la vista de nuevo, y su mirada se encontró con la de Alexandra. Deseó tanto abrazarla que si no estuviese sentado lo habría hecho sin dudarlo.
Alzó la mano hacia ella, como si intentase sujetar un poco de luz, tímidamente. - Ayúdame. - Añadió, con una sonrisa. - Por favor.
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Triunfante, mi sonrisa se ensanchó de lado a lado de la cara con tanta intensidad que se mostraba mi dentadura. Al mismo tiempo, y contrariando la felicidad que sentía, mis ojos en cambio se enrojecieron por las lágrimas que no pude contener. Mi mano fue sujeta débilmente por el caballero, y me aseguré de apretar con firmeza y de transmitirle el calor que sus fríos dedos añoraban.
A nuestro alrededor se desató un caos. Todo el restaurante se había quedado mudo y expectante con mi numerito, y al ver que finalmente la situación había terminado bien, el resto de personas también se emocionaron aunque no tenían ni idea de la mitad de lo que estábamos hablando. Las mujeres lloraban y los hombres aplaudían, algunos incluso levantándose del asiento. Y entre el ruido se podían distinguir algunas palabras de ánimo anónimas.
- ¡No te rindas! - Dijo un hombre al lado nuestro.
- ¡Sigue adelante! - Exclamó otro al fondo.
- Encuentra un propósito... - Alentó suavemente una mujer cercana.
De repente, toda aquella gente que no conocía de nada se había volcado verbalmente sobre Teravan, deseándole suerte y pidiéndole que continuara viviendo con esperanza. Me resultó completamente imposible ignorarlos, y al darme cuenta de la locura que acababa de cometer no pude sino encogerme en el sitio avergonzada. Sin embargo, aún sujetaba la mano temblorosa del hombre frente a mí, al cual pude sonreír en medio de mi rubor. Silenciosamente, mis labios formaron la palabra "Perdón", pues no esperaba llamar tanto la atención, y ahora parecía que se iba a comer él casi toda. Para alguien que ha perdido la costumbre de tratar con gente, debía de ser chocante como poco.
En parte, también estaba un poco molesta. Según tenía entendido, Teravan llevaba pasando un tiempo allí, y ya empezaba a ser reconocido. La amabilidad con la que lo trataban los presentes... Esa no era la amabilidad que le prestas a un desconocido. Y sin embargo, si lo habían visto hundido y depresivo, ¿por qué no habían hecho nada antes? ¿Por qué no se le había acercado nadie salvo yo? La respuesta debía de estar en alguna parte de la naturaleza humana, pero eso no me hacía mosquearme menos por ello. Me parecía injusto que Teravan hubiera tenido que esperar tanto hasta que alguien le abriera los ojos, solo porque el resto era incapaz de reaccionar sin una chispa primero.
Tirando ligeramente de la mano del hombre, le ayudé a levantarse y nos alejé del sitio, abrumada por la presión. Temerosa de que aquella reacción tuviera un impacto negativo, quise separar a Teravan de la multitud, antes de que se cerrase, y nos llevé hasta una terraza al aire libre al otro lado del contructo. Vernos alejarnos hizo que el populacho se calmara, y no nos siguió, para mi alivio, y aunque el escándalo había atraído la curiosidad del resto de visitantes, en aquel rincón del restaurante no sabían lo que había ocurrido exactamente, por lo que rápidamente dejaron de prestarnos atención.
- Esto... vaya, eso ha sido inesperado. - Mascullé, acalorada. - Discúlpame, Teravan. He sido egoísta, e indiscreta.
La terraza abierta era bastante amplia, y tenía unas vistas al mar de lujo. Encima, el cielo se estaba tornando entre una mezcla de rosado y naranja por el atardecer, y debajo, el mar fluía en calma despuntando destellos turquesa. "¿Atardecer?" Pensé. "Hala, el tiempo pasa más rápido de lo que esperaba..."
A nuestro alrededor se desató un caos. Todo el restaurante se había quedado mudo y expectante con mi numerito, y al ver que finalmente la situación había terminado bien, el resto de personas también se emocionaron aunque no tenían ni idea de la mitad de lo que estábamos hablando. Las mujeres lloraban y los hombres aplaudían, algunos incluso levantándose del asiento. Y entre el ruido se podían distinguir algunas palabras de ánimo anónimas.
- ¡No te rindas! - Dijo un hombre al lado nuestro.
- ¡Sigue adelante! - Exclamó otro al fondo.
- Encuentra un propósito... - Alentó suavemente una mujer cercana.
De repente, toda aquella gente que no conocía de nada se había volcado verbalmente sobre Teravan, deseándole suerte y pidiéndole que continuara viviendo con esperanza. Me resultó completamente imposible ignorarlos, y al darme cuenta de la locura que acababa de cometer no pude sino encogerme en el sitio avergonzada. Sin embargo, aún sujetaba la mano temblorosa del hombre frente a mí, al cual pude sonreír en medio de mi rubor. Silenciosamente, mis labios formaron la palabra "Perdón", pues no esperaba llamar tanto la atención, y ahora parecía que se iba a comer él casi toda. Para alguien que ha perdido la costumbre de tratar con gente, debía de ser chocante como poco.
En parte, también estaba un poco molesta. Según tenía entendido, Teravan llevaba pasando un tiempo allí, y ya empezaba a ser reconocido. La amabilidad con la que lo trataban los presentes... Esa no era la amabilidad que le prestas a un desconocido. Y sin embargo, si lo habían visto hundido y depresivo, ¿por qué no habían hecho nada antes? ¿Por qué no se le había acercado nadie salvo yo? La respuesta debía de estar en alguna parte de la naturaleza humana, pero eso no me hacía mosquearme menos por ello. Me parecía injusto que Teravan hubiera tenido que esperar tanto hasta que alguien le abriera los ojos, solo porque el resto era incapaz de reaccionar sin una chispa primero.
Tirando ligeramente de la mano del hombre, le ayudé a levantarse y nos alejé del sitio, abrumada por la presión. Temerosa de que aquella reacción tuviera un impacto negativo, quise separar a Teravan de la multitud, antes de que se cerrase, y nos llevé hasta una terraza al aire libre al otro lado del contructo. Vernos alejarnos hizo que el populacho se calmara, y no nos siguió, para mi alivio, y aunque el escándalo había atraído la curiosidad del resto de visitantes, en aquel rincón del restaurante no sabían lo que había ocurrido exactamente, por lo que rápidamente dejaron de prestarnos atención.
- Esto... vaya, eso ha sido inesperado. - Mascullé, acalorada. - Discúlpame, Teravan. He sido egoísta, e indiscreta.
La terraza abierta era bastante amplia, y tenía unas vistas al mar de lujo. Encima, el cielo se estaba tornando entre una mezcla de rosado y naranja por el atardecer, y debajo, el mar fluía en calma despuntando destellos turquesa. "¿Atardecer?" Pensé. "Hala, el tiempo pasa más rápido de lo que esperaba..."
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En cuanto la gente comenzó a participar, Teravan se dio cuenta de que les estaba observando toda la sala. Sintió vergüenza, puesto que no estaba acostumbrado a exponerse ni a permitir que la gente conociese sus sentimientos. Además, se dio cuenta de que todas esas personas debían de haber sido conscientes del sufrimiento por el que pasaba día tras día. Sin embargo, la sonrisa de Alexandra le reconfortó. Miraba con expresión de disculpa mientras le arrastraba lejos de toda la multitud. Agradeció de corazón ese gesto y se dejó arrastrar, pues aunque con eso descendiese a lo más profundo del Tártaro, habría merecido la pena.
Se detuvo cuando llegaron a una terraza bañada por el atardecer. El aire fresco inundó sus pulmones, que ardían al contacto con el aire. No se había dado cuenta de lo exhausto que estaba, ni siquiera de cuánto tiempo había pasado sin dormir. Alzó la vista, sobrecogiéndose con cada milímetro que observaba. El contorno de la mujer se dibujaba contra la luz, mientras destellos anaranjados teñían cada una de sus facciones. Su cabello parecía en realidad una leve aureola rodeando su figura, con carácter suave e inocente. Sus rasgos se adivinaban como letras de un tomo que nadie se había atrevido a leer, demasiado complicado como para llamar la atención. Era una vista simple, con la sencillez del viento arrastrando las hojas, bello como el agua descendiendo sobre la arena.
Le miraba de perfil, mientras Teravan sostenía su mirada, sonriendo. Hacía tiempo que había dejado de contener sus lágrimas, que descendían en un ancho torrente a través de sus mejillas. Notó el sabor salado en la comisura de sus labios, humedecidos y brillantes. Sintió que caía, por lo que se apoyó en la balaustrada, mientras se llevaba la otra mano al rostro. Comenzó a reír, primero con suavidad, derivando estas en unas medias carcajadas, de carácter nostálgico. Se acercó como pudo a su acompañante, con la mano apoyada, mientras los destellos del cabello de Alexandra guiaban su camino.
- Se me han ocurrido muchas palabras para describirte, y estoy seguro de que egoísta no está entre ellas. - Respondió cuando estuvo lo bastante cerca. No controlaba del todo sus movimientos, pero logró apoyarse con naturalidad. Miró a los ojos de la muchacha, que brillaban por la humedad de las lágrimas que había derramado. Pudo apreciar su perfume, embriagador e intrigante, ¿o tan solo se lo estaba imaginando? Intentó acercarse un paso más, pero la rodilla dejó de aportar fuerza y cayó hacia adelante, donde estaba la muchacha. La abrazó, mas no solo para evitar la caída, sino porque sentía que ambos lo necesitaban. Cuando todo cae y nada queda mas los espíritus de dos personas heridas, es el apoyo lo que nos impulsa a salir adelante. ¿Qué es lo que hace que una vida merezca la pena? ¿Para qué sirven los objetivos, sino para llevarnos a momentos que merezca la pena recordar? Le vino a la mente el rostro de su madre, y se dio cuenta de que estaba llorando en el hombro de la mujer, y apretó más el rostro contra ella, rodeándola con los brazos.
- Gracias... - Dijo, susurrando entre lágrimas.
Se detuvo cuando llegaron a una terraza bañada por el atardecer. El aire fresco inundó sus pulmones, que ardían al contacto con el aire. No se había dado cuenta de lo exhausto que estaba, ni siquiera de cuánto tiempo había pasado sin dormir. Alzó la vista, sobrecogiéndose con cada milímetro que observaba. El contorno de la mujer se dibujaba contra la luz, mientras destellos anaranjados teñían cada una de sus facciones. Su cabello parecía en realidad una leve aureola rodeando su figura, con carácter suave e inocente. Sus rasgos se adivinaban como letras de un tomo que nadie se había atrevido a leer, demasiado complicado como para llamar la atención. Era una vista simple, con la sencillez del viento arrastrando las hojas, bello como el agua descendiendo sobre la arena.
Le miraba de perfil, mientras Teravan sostenía su mirada, sonriendo. Hacía tiempo que había dejado de contener sus lágrimas, que descendían en un ancho torrente a través de sus mejillas. Notó el sabor salado en la comisura de sus labios, humedecidos y brillantes. Sintió que caía, por lo que se apoyó en la balaustrada, mientras se llevaba la otra mano al rostro. Comenzó a reír, primero con suavidad, derivando estas en unas medias carcajadas, de carácter nostálgico. Se acercó como pudo a su acompañante, con la mano apoyada, mientras los destellos del cabello de Alexandra guiaban su camino.
- Se me han ocurrido muchas palabras para describirte, y estoy seguro de que egoísta no está entre ellas. - Respondió cuando estuvo lo bastante cerca. No controlaba del todo sus movimientos, pero logró apoyarse con naturalidad. Miró a los ojos de la muchacha, que brillaban por la humedad de las lágrimas que había derramado. Pudo apreciar su perfume, embriagador e intrigante, ¿o tan solo se lo estaba imaginando? Intentó acercarse un paso más, pero la rodilla dejó de aportar fuerza y cayó hacia adelante, donde estaba la muchacha. La abrazó, mas no solo para evitar la caída, sino porque sentía que ambos lo necesitaban. Cuando todo cae y nada queda mas los espíritus de dos personas heridas, es el apoyo lo que nos impulsa a salir adelante. ¿Qué es lo que hace que una vida merezca la pena? ¿Para qué sirven los objetivos, sino para llevarnos a momentos que merezca la pena recordar? Le vino a la mente el rostro de su madre, y se dio cuenta de que estaba llorando en el hombro de la mujer, y apretó más el rostro contra ella, rodeándola con los brazos.
- Gracias... - Dijo, susurrando entre lágrimas.
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- Algún día me contarás qué palabras se te han ocurrido entonces. - Dije entre risas. Un poco de autoestima como recompensa por subir la de otro no es mala recompensa, supongo.
Ahora la pregunta era: ¿Exactamente qué debía hacer para ayudar a Teravan? Le había prometido que haría todo lo posible, pero un paso en falso sería retroceder todo el camino hecho, así que tenía que pensarlo muy bien. Tal vez pudiera comenzar menguando sus deseos de venganza mediante la Justicia. Si hablaba con un par de contactos en el Gobierno, tal vez me dieran carta blanca para buscar y juzgar a la persona que mi nuevo amigo había mencionado, aquel que le había arrebatado a su amada.
¿Y después? No soy psicóloga, pero conozco a algunos. Tal vez un poco de terapia para ayudarle a superar su miedo a la sociedad, y reinsertarlo en ella... Sí, podría funcionar. Tal vez si eliminamos las emociones negativas en su corazón, las positivas tomen fuerza. Aunque claro, para empezar Teravan debe hacer el esfuerzo de querer cambiar. Me dijo que aceptaría ayuda, pero obviamente una rehabilitación de este calibre no llevaría poco tiempo, al menos eso suponía yo. Así que el hombre que ahora estaba a mi lado, sonriente y lacrimoso, tendría que mantener una mentalidad fuerte todo el tiempo. Por suerte, me había fijado en que no era una persona impaciente como yo, así que eso sería un punto a su favor.
También podría presentarle a algunos amigos, sacarlo de fiesta, llevarlo a lugares bonitos... Hacer que experimentase cosas nuevas, fascinantes y hermosas, cosas que le ayuden a re-descubrir la pasión por la vida y que le den un propósito. Tal vez se le ocurra que su nuevo sueño es explorar el mundo en toda su extensión, o ayudar a otras personas con problemas, o tal vez simplemente quiera una aventura o dos. "Nunca lo sabré hasta que no lo intente." Pensé, encogiéndome de hombros.
En ese momento, Teravan se acercó trastabillando hasta mí, o al menos me pareció ver que se tropezaba y caía sobre mis hombros. No estaba segura de si realmente le habían fallado las piernas por alguna razón, o si simplemente buscaba una excusa para abrazarme, pero después de la sorpresa inicial, simplemente lo acogí entre mis brazos y lo consolé con dulzura.
- Shh... Ya está, ya pasó. - Susurré en su oído. Me pregunté si así era como se sentían las madres con sus hijos, y no me disgustó la sensación. - Desahógate todo lo que quieras, estoy aquí para eso. Llora... solloza hasta que no te queden lágrimas de dolor, y entonces sonríe y llora de alegría. - Sonreí yo también, aunque él no lo viera. - Tienes una segunda oportunidad, y quiero que vivas para aprovecharla. Así es como podrás expiarte de verdad.
Aquel día conocí a dos hombres. El primero era una cáscara sin relleno, una carcasa vacía y deambulante. El segundo, se llamaba Teravan.
Ahora la pregunta era: ¿Exactamente qué debía hacer para ayudar a Teravan? Le había prometido que haría todo lo posible, pero un paso en falso sería retroceder todo el camino hecho, así que tenía que pensarlo muy bien. Tal vez pudiera comenzar menguando sus deseos de venganza mediante la Justicia. Si hablaba con un par de contactos en el Gobierno, tal vez me dieran carta blanca para buscar y juzgar a la persona que mi nuevo amigo había mencionado, aquel que le había arrebatado a su amada.
¿Y después? No soy psicóloga, pero conozco a algunos. Tal vez un poco de terapia para ayudarle a superar su miedo a la sociedad, y reinsertarlo en ella... Sí, podría funcionar. Tal vez si eliminamos las emociones negativas en su corazón, las positivas tomen fuerza. Aunque claro, para empezar Teravan debe hacer el esfuerzo de querer cambiar. Me dijo que aceptaría ayuda, pero obviamente una rehabilitación de este calibre no llevaría poco tiempo, al menos eso suponía yo. Así que el hombre que ahora estaba a mi lado, sonriente y lacrimoso, tendría que mantener una mentalidad fuerte todo el tiempo. Por suerte, me había fijado en que no era una persona impaciente como yo, así que eso sería un punto a su favor.
También podría presentarle a algunos amigos, sacarlo de fiesta, llevarlo a lugares bonitos... Hacer que experimentase cosas nuevas, fascinantes y hermosas, cosas que le ayuden a re-descubrir la pasión por la vida y que le den un propósito. Tal vez se le ocurra que su nuevo sueño es explorar el mundo en toda su extensión, o ayudar a otras personas con problemas, o tal vez simplemente quiera una aventura o dos. "Nunca lo sabré hasta que no lo intente." Pensé, encogiéndome de hombros.
En ese momento, Teravan se acercó trastabillando hasta mí, o al menos me pareció ver que se tropezaba y caía sobre mis hombros. No estaba segura de si realmente le habían fallado las piernas por alguna razón, o si simplemente buscaba una excusa para abrazarme, pero después de la sorpresa inicial, simplemente lo acogí entre mis brazos y lo consolé con dulzura.
- Shh... Ya está, ya pasó. - Susurré en su oído. Me pregunté si así era como se sentían las madres con sus hijos, y no me disgustó la sensación. - Desahógate todo lo que quieras, estoy aquí para eso. Llora... solloza hasta que no te queden lágrimas de dolor, y entonces sonríe y llora de alegría. - Sonreí yo también, aunque él no lo viera. - Tienes una segunda oportunidad, y quiero que vivas para aprovecharla. Así es como podrás expiarte de verdad.
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