Alice Branwen
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– Así que esto es Water Seven – murmuró la albina. Ciertamente, los rumores que había escuchado sobre la isla no eran exagerados. A su modo, las construcciones imponían. En cuanto al porqué la agente se encontraba en aquella isla, luego del combate en Marineford, a la peliblanca le entró curiosidad por ver otra gran instalación del gobierno mundial. Enies Lobby era un buen lugar para visitar, he ahí el porque de su paseo por Water Seven. La isla se encontraba cerca de Enies, por lo que se decidió por venir y hacer un poco de turismo por la zona.
Alice suspiró y se ató una coleta púrpura. Por ese día, llevaba una playera azul con tirantes y unos leggins negros. Eran bastante cómodos, la verdad, aunque prefería su conjunto de combate por todo lo demás. Los CP no eran tan laxos para vestirse, no como los marines, al menos. Ver a mujeres con esos trajes y capas... No, se estremecía de tan solo pensar en eso. Ella estaba contenta con su forma de vestir y nada lo cambiaría (salvo que no tuviera nada más que ponerse). La joven agente suspiró y siguió paseando por las abultadas calles, sin tener un destino claro en mente de momento.
Alice suspiró y se ató una coleta púrpura. Por ese día, llevaba una playera azul con tirantes y unos leggins negros. Eran bastante cómodos, la verdad, aunque prefería su conjunto de combate por todo lo demás. Los CP no eran tan laxos para vestirse, no como los marines, al menos. Ver a mujeres con esos trajes y capas... No, se estremecía de tan solo pensar en eso. Ella estaba contenta con su forma de vestir y nada lo cambiaría (salvo que no tuviera nada más que ponerse). La joven agente suspiró y siguió paseando por las abultadas calles, sin tener un destino claro en mente de momento.
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El siguiente destino del luchador era la isla de los carpinteros, en la que pretendía adquirir comida para su viaje por el mundo. Después debía dirigirse hacia isla Banaro, donde se suponía que un poderoso criminal estaba haciendo de las suyas. Su objetivo sería hacerle sentir el dolor mediante sus puños. El mundo continuaba podrido y lleno de idiotas que no entendían lo que era la verdadera justicia. Pocos podían entender su punto de mira, pero por el momento continuaba caminando de forma calmada por aquellas calles de la ciudad. El ambiente estaba bastante limpio, y el olor al agua del mar entraba por sus fosas nasales. Soltó un pequeño suspiro notando una agradable sensación de alivio. Se relamió un poco y empezó a pensar en lo que iba a comprar. Muchos agentes ya sabrían sobre él, pues desde que dijo ser hijo de Drake, el CP no paraba de espiarle.
Ese día no llevaba su kimono habitual, más bien una sudadera de color negro, la cual disponía de una capucha que no llevaba puesta. En la parte inferior llevaba unos pantalones de combate del mismo color, siendo estos bastante flexibles. En sus pies calzaba unas botas de talla alta, y en su espalda podía verse un enorme bastón de madera. También portaba una mochila. Su mirada era calmada en todo momento y andaba a un ritmo tranquilo. Una ligera brisa de viento ondeó sus cabellos entonces. Ya estaba despeinado, pero aquello lo empeoró bastante más. No tardó en mostrar una sonrisa ladeada para después estirarse un poco. Al parecer el día estaba siendo bastante perfecto. No tardó entonces en ver una tienda al final de la calle, la cual parecía no solo de comestibles, también de comida preparada. Tenía un poco de dinero y a lo mejor iba siendo hora de comer algo.
Continuó caminando hasta que frente a él pasó una muchacha de cabellos blancos como la nieve y ojos azulados. Él simplemente le entró un poco de curiosidad ver a alguien con ese cabello y lo siguiente que hizo fue activar su haki de observación. Detectó una fuerza similar a la suya y por ello sonrió de lado. Hacía tiempo que no encontraba a nadie con un poder de ese tipo. Se frenó entonces en seco, mirando al suelo y esperando a que ella estuviese cerca. Una vez pasó por su lado, habló en un tono un poco siniestro.
- Impresionante. Debo admitir que tu poder es algo peculiar…
Una vez dijo aquello, empezó a aplaudir de forma fuerte, pero lenta. Las palmadas que daba contra sus manos llamaron la atención de algunas personas, pero él no pensaba quedarse de pie. Lo siguiente que hizo fue mirarla a los ojos, sonriéndole de forma un poco temible. Después caminó unos metros más hasta sentarse en el puesto de comida. Se quedó callado mientras crujía despacio los huesos de sus nudillos. Ahora solo faltaba ver la reacción de aquella peliblanca a la que le había hablado.
Ese día no llevaba su kimono habitual, más bien una sudadera de color negro, la cual disponía de una capucha que no llevaba puesta. En la parte inferior llevaba unos pantalones de combate del mismo color, siendo estos bastante flexibles. En sus pies calzaba unas botas de talla alta, y en su espalda podía verse un enorme bastón de madera. También portaba una mochila. Su mirada era calmada en todo momento y andaba a un ritmo tranquilo. Una ligera brisa de viento ondeó sus cabellos entonces. Ya estaba despeinado, pero aquello lo empeoró bastante más. No tardó en mostrar una sonrisa ladeada para después estirarse un poco. Al parecer el día estaba siendo bastante perfecto. No tardó entonces en ver una tienda al final de la calle, la cual parecía no solo de comestibles, también de comida preparada. Tenía un poco de dinero y a lo mejor iba siendo hora de comer algo.
Continuó caminando hasta que frente a él pasó una muchacha de cabellos blancos como la nieve y ojos azulados. Él simplemente le entró un poco de curiosidad ver a alguien con ese cabello y lo siguiente que hizo fue activar su haki de observación. Detectó una fuerza similar a la suya y por ello sonrió de lado. Hacía tiempo que no encontraba a nadie con un poder de ese tipo. Se frenó entonces en seco, mirando al suelo y esperando a que ella estuviese cerca. Una vez pasó por su lado, habló en un tono un poco siniestro.
- Impresionante. Debo admitir que tu poder es algo peculiar…
Una vez dijo aquello, empezó a aplaudir de forma fuerte, pero lenta. Las palmadas que daba contra sus manos llamaron la atención de algunas personas, pero él no pensaba quedarse de pie. Lo siguiente que hizo fue mirarla a los ojos, sonriéndole de forma un poco temible. Después caminó unos metros más hasta sentarse en el puesto de comida. Se quedó callado mientras crujía despacio los huesos de sus nudillos. Ahora solo faltaba ver la reacción de aquella peliblanca a la que le había hablado.
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Mientras caminaba, algunas hombres se lanzaban miradas raras, incluso más de una mujer en alguna ocasión. Eso poco le importaba Alice, ya estaba más que acostumbrada a recibir ese tipo de miradas, aunque no entendía mucho el porqué. La albina no ha tenido una vida fácil; los primeros quince años de su vida fue encerrada por su padre en la casa y pocas veces podía interactuar con otras personas, por no decir nunca. Luego, cuando escapó, fue atrapada por unos nobles y fue enviada a un campo de concentración. Allí conoció a su pequeña, pero aquella persona también le fue arrebatada de sus manos. Sumando todo eso, era de esperarse que la joven no identificase las expresiones de los demás. En aquello era chistoso; la joven podía ser muy sociable cuando quería, y lograba identificar expresiones humanas solo cuando ella tomaba el control de la situación y conversación. Pese a su personalidad, era alguien muy inocente en ese aspecto, o así lo daba entender al resto de las personas.
Una ondeada de viento sacudió su cabello, a lo que la albina suspiró de forma contenta. El día era perfecto, no hacía ni mucho calor o frío. Odiaba el calor con toda su alma, pero ella suponía que era un defecto de su fruta. Los osos polares no sobrevivían en temperaturas altas, por lo que también puede ser una razón del porqué le gusta tanto el frío. Luego de lo ocurrido en Sarem, la albina no pisaría una isla tipo desierto en un largo tiempo. Tal vez uno de esos día visite la isla navideña o el Reino Sakura. Sería la primera vez que visite un lugar orientado al frío, lo que sería un gran cambio respecto a su rutina (aunque rara vez salía de la agencia, solo cuando era por una misión o le invitaban, la verdad).
– Impresionante. Debo admitir que tu poder es algo peculiar… –
Una voz le sacó de sus pensamientos. Al mirar, vio que se trataba de un tipo pelinegro despeinado. Le sonreía de una forma rara y a la vez peculiar. De todas formas, era distinto a la que las personas le sonreían a la joven, lo cual suponía era un pequeño cambio. Alice ladeó su cabeza, algo confundida por la situación. Le costó un poco darse cuenta que las palabras del chico eran dirigidas a ella, y cuando lo hizo, mostró una mirada perpleja. ¿Como pudo sentir su poder? Lo único que se le ocurría era... Por supuesto, haki de observación. Realmente era un poder útil, y esperaba con ansias el día que su mentor decidiera entrenarle en ese arte.
Ahora que el chico tenía la atención de la peliblanca, miró con cuidado las facciones del hombre. Tardó un poco en enterarse de donde había visto su rostro antes, y al enterarse, parpadeó. Supuestamente aquella persona había sido encarcelada por culpa de las acciones, o eso había leído. No era un caso donde tuviera que meter sus narices, en todo caso. Fue por esa misma razón que solo le había echado una mirada rápida al expediente.
Por otro lado, no solo le había reconocido por ese caso. Las características del pelinegro coincidían con las de Zero, una persona del cual Eichi le había hablado a través de correspondencia. Vio como se sentaba en un puesto de comida que se encontraba más adelante, a lo que simplemente se encogió de hombros. No tenía nada que hacer y, además, le estaba entrando hambre. Rápidamente se acercó al asiento vacío de al lado e intentó establecer una conversación.
– Esto... ¿Tu nombre por casualidad es Zero? – Inmediatamente se apresuró a agregar algo antes que el pelinegro malinterpretara las cosas. – Mi nombre es Alice, Eichi-kun me habló de ti – se explicó, sin usar el mote que le tenía al pelirrojo en caso de que el otro no entendiese.
Una ondeada de viento sacudió su cabello, a lo que la albina suspiró de forma contenta. El día era perfecto, no hacía ni mucho calor o frío. Odiaba el calor con toda su alma, pero ella suponía que era un defecto de su fruta. Los osos polares no sobrevivían en temperaturas altas, por lo que también puede ser una razón del porqué le gusta tanto el frío. Luego de lo ocurrido en Sarem, la albina no pisaría una isla tipo desierto en un largo tiempo. Tal vez uno de esos día visite la isla navideña o el Reino Sakura. Sería la primera vez que visite un lugar orientado al frío, lo que sería un gran cambio respecto a su rutina (aunque rara vez salía de la agencia, solo cuando era por una misión o le invitaban, la verdad).
– Impresionante. Debo admitir que tu poder es algo peculiar… –
Una voz le sacó de sus pensamientos. Al mirar, vio que se trataba de un tipo pelinegro despeinado. Le sonreía de una forma rara y a la vez peculiar. De todas formas, era distinto a la que las personas le sonreían a la joven, lo cual suponía era un pequeño cambio. Alice ladeó su cabeza, algo confundida por la situación. Le costó un poco darse cuenta que las palabras del chico eran dirigidas a ella, y cuando lo hizo, mostró una mirada perpleja. ¿Como pudo sentir su poder? Lo único que se le ocurría era... Por supuesto, haki de observación. Realmente era un poder útil, y esperaba con ansias el día que su mentor decidiera entrenarle en ese arte.
Ahora que el chico tenía la atención de la peliblanca, miró con cuidado las facciones del hombre. Tardó un poco en enterarse de donde había visto su rostro antes, y al enterarse, parpadeó. Supuestamente aquella persona había sido encarcelada por culpa de las acciones, o eso había leído. No era un caso donde tuviera que meter sus narices, en todo caso. Fue por esa misma razón que solo le había echado una mirada rápida al expediente.
Por otro lado, no solo le había reconocido por ese caso. Las características del pelinegro coincidían con las de Zero, una persona del cual Eichi le había hablado a través de correspondencia. Vio como se sentaba en un puesto de comida que se encontraba más adelante, a lo que simplemente se encogió de hombros. No tenía nada que hacer y, además, le estaba entrando hambre. Rápidamente se acercó al asiento vacío de al lado e intentó establecer una conversación.
– Esto... ¿Tu nombre por casualidad es Zero? – Inmediatamente se apresuró a agregar algo antes que el pelinegro malinterpretara las cosas. – Mi nombre es Alice, Eichi-kun me habló de ti – se explicó, sin usar el mote que le tenía al pelirrojo en caso de que el otro no entendiese.
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El chico no tardó mucho en ser atendido por el camarero, un hombre bastante gordo, de cabellera larga castaña y ojos verdes. Vestía con un delantal blanco, el cual estaba manchado de distintas salsas. Los ojos del cazador se clavaron en los de aquel tipo y siguiente que hizo fue mostrar una sonrisa siniestra. Esperaba que la comida no estuviese como el vendedor, o de lo contrario iba a tener que reclamar. De hecho, iba a hacer aquellos por las buenas, pues estaba en un sitio que podía ser un verdadero peligro. Sabía de sobra que el CP continuaba tras él y eso en verdad no le hacía ninguna gracia. El tipo gordo le miró a de forma tranquila, haciéndole un gesto con la cabeza para que pidiese lo que gustara. Eso mismo fue lo que hizo el moreno de la sudadera negra.
- Me gustaría comer uno de los boles de arroz con atún, carne y queso que pone en la carta. El tamaño XXL por favor. Póngame también una botella de agua fría y el salero al lado si no le importa.
El amor de Zero por las comidas saladas era impresionante. También se había asegurado de pedir solo cosas que le pudiesen aportar proteínas. No necesitaba grasas en su dieta y aunque pudiese ser una tontería, para él no lo era. Debido a que continuaba con su haki de observación activado, pudo notar la presencia de la mujer de antes acercarse. No miró hacia ella, simplemente continuó observando al frente. Su expresión era sádica cuanto menos. Parecía que ese aspecto era más parecido a Slayer que a Drake. Notó la pequeña vibración de su asiento cuando la chica se sentó al lado. Entonces la miró con toda la calma del mundo. Le encantaba aquel poder que estaba sintiendo cerca de él. Quería notar sus huesos fulminados por semejante sensación.
La chica no tardó en decir su nombre y eso le hizo ponerse alerta al máximo. No era tan famoso como para que le reconocieran los ciudadanos normales ¿Una agente del gobierno? Pensó mientras mostraba una sonrisa más siniestra. Después escuchó que el pelirrojo le había hablado de él. No entendía que relación tenían, ni siquiera lo que Eichi le habría dicho. Después de que había asesinado al jefe, de todo podía esperarse. Entonces asintió despacio a las palabras de la albina, clavando sus oscuros ojos en los de ella.
- Alice… Hermoso nombre para alguien con semejante poder. Si mi compañero te ha hablado de mí, espero que no haya sino nada con lo que no esté de acuerdo.
Dijo en un tono calmado, mostrando una mirada bastante tétrica. El hombre entonces dejó el enorme cuenco a su vista, y el chico no tardó en empezar a comer despacio. Disfrutaba de cada grano de arroz. El sabor era increíble. De repente, volvió a mirar a la peliblanca a los ojos, mostrando aquella mirada siniestra que solía tener siempre que hablaba con alguien fuerte.
- Deberíamos conocernos mejor, Alice. Tú sabes de mí, pero yo no sé de ti. No me parece nada justo…
- Me gustaría comer uno de los boles de arroz con atún, carne y queso que pone en la carta. El tamaño XXL por favor. Póngame también una botella de agua fría y el salero al lado si no le importa.
El amor de Zero por las comidas saladas era impresionante. También se había asegurado de pedir solo cosas que le pudiesen aportar proteínas. No necesitaba grasas en su dieta y aunque pudiese ser una tontería, para él no lo era. Debido a que continuaba con su haki de observación activado, pudo notar la presencia de la mujer de antes acercarse. No miró hacia ella, simplemente continuó observando al frente. Su expresión era sádica cuanto menos. Parecía que ese aspecto era más parecido a Slayer que a Drake. Notó la pequeña vibración de su asiento cuando la chica se sentó al lado. Entonces la miró con toda la calma del mundo. Le encantaba aquel poder que estaba sintiendo cerca de él. Quería notar sus huesos fulminados por semejante sensación.
La chica no tardó en decir su nombre y eso le hizo ponerse alerta al máximo. No era tan famoso como para que le reconocieran los ciudadanos normales ¿Una agente del gobierno? Pensó mientras mostraba una sonrisa más siniestra. Después escuchó que el pelirrojo le había hablado de él. No entendía que relación tenían, ni siquiera lo que Eichi le habría dicho. Después de que había asesinado al jefe, de todo podía esperarse. Entonces asintió despacio a las palabras de la albina, clavando sus oscuros ojos en los de ella.
- Alice… Hermoso nombre para alguien con semejante poder. Si mi compañero te ha hablado de mí, espero que no haya sino nada con lo que no esté de acuerdo.
Dijo en un tono calmado, mostrando una mirada bastante tétrica. El hombre entonces dejó el enorme cuenco a su vista, y el chico no tardó en empezar a comer despacio. Disfrutaba de cada grano de arroz. El sabor era increíble. De repente, volvió a mirar a la peliblanca a los ojos, mostrando aquella mirada siniestra que solía tener siempre que hablaba con alguien fuerte.
- Deberíamos conocernos mejor, Alice. Tú sabes de mí, pero yo no sé de ti. No me parece nada justo…
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Mientras esperaba respuesta del pelinegro, la joven comenzó a inspeccionar el local. No era muy grande que digamos, y la joven dudaba que vendieran una gran variedad de postres en aquel lugar. De todas formas, para asegurarse, tomó la carta y le echó una mirada rápida. Cierto objeto llamó su atención. Al mirarlo, su dos cejas de alzaron. Puede que no lo demostrase, pero por dentro estaba babeando al ver el manjar que servían allí. Rápidamente, dejó la carta en el mostrador y llamó al encargado para tomar su orden.
– Un cheescake de frutilla por favor – El hombre gordo asintió y se marchó, no sin antes darle una mirada a la peliblanca. La joven frunció el ceño ante eso, pero luego, simplemente, se encogió de hombros. Esa persona le daba mala espina, pero poco y nada podía hacer sin pruebas.
Unos segundos más tarde, el hombro volvió y dejó la porción frente a la chica. Ésta tomó un cubierto y lentamente se llevó un pedazo a la boca. Lo saboreó durante un minuto entero y luego asintió. No era el mejor que había probado, pero pasaba por esa vez. Ya iría a una repostería especializada más adelante para darse un festín. Lo mejora era que pese a que comiese muchos dulces, la peliblanca rara vez engordaba, por alguna razón que desconocía.
En eso, la joven escuchó las palabras del pelinegro. Se ruborizó un poco ante el cumplido, y luego escuchó sobre lo de que él no sabía nada de ella. El sonrojo desapareció y una mirada pensativa se apoderó de su rostro. Meditó durante unos segundos sobre que haría y luego suspiró. Al fin y al cabo, ella había metido sus narices en un asunto que no le correspondía, por lo que consideraba justo contarle algo de su pasado a cambio. Alice pidió un vaso con agua y comenzó su pequeño relato.
– Pues, yo nací en la nobleza, aunque de la sección más baja. Por lo que eramos tratados como un poco mejor que las clases baja y media. –Pausó su relato para tomar un sorbo y luego prosiguió. – Mi padre se casó con mi madre solo por el estatus social que eso conllevaba, aunque él no sabía no ganaría casi nada con eso. Al final, se desquitó conmigo y mi hermano, por lo que decidí huir de casa – la albina se trabó un poco y prosiguió. – Cuento corto, sucedió algo que llevo a que me uniera al gobierno dos años atrás por una razón en específica. – Concluyó con su relato. Lo cierto era que no estaba preparada para contar cosas de lo que sucedió entre su escape y su unión al gobierno. Eran heridas mentales que quizás nunca sanarían, y ella sabía muy bien que si se lo guardaba para ella sería algo malo a largo plazo, pero simplemente no estaba preparada.
– Un cheescake de frutilla por favor – El hombre gordo asintió y se marchó, no sin antes darle una mirada a la peliblanca. La joven frunció el ceño ante eso, pero luego, simplemente, se encogió de hombros. Esa persona le daba mala espina, pero poco y nada podía hacer sin pruebas.
Unos segundos más tarde, el hombro volvió y dejó la porción frente a la chica. Ésta tomó un cubierto y lentamente se llevó un pedazo a la boca. Lo saboreó durante un minuto entero y luego asintió. No era el mejor que había probado, pero pasaba por esa vez. Ya iría a una repostería especializada más adelante para darse un festín. Lo mejora era que pese a que comiese muchos dulces, la peliblanca rara vez engordaba, por alguna razón que desconocía.
En eso, la joven escuchó las palabras del pelinegro. Se ruborizó un poco ante el cumplido, y luego escuchó sobre lo de que él no sabía nada de ella. El sonrojo desapareció y una mirada pensativa se apoderó de su rostro. Meditó durante unos segundos sobre que haría y luego suspiró. Al fin y al cabo, ella había metido sus narices en un asunto que no le correspondía, por lo que consideraba justo contarle algo de su pasado a cambio. Alice pidió un vaso con agua y comenzó su pequeño relato.
– Pues, yo nací en la nobleza, aunque de la sección más baja. Por lo que eramos tratados como un poco mejor que las clases baja y media. –Pausó su relato para tomar un sorbo y luego prosiguió. – Mi padre se casó con mi madre solo por el estatus social que eso conllevaba, aunque él no sabía no ganaría casi nada con eso. Al final, se desquitó conmigo y mi hermano, por lo que decidí huir de casa – la albina se trabó un poco y prosiguió. – Cuento corto, sucedió algo que llevo a que me uniera al gobierno dos años atrás por una razón en específica. – Concluyó con su relato. Lo cierto era que no estaba preparada para contar cosas de lo que sucedió entre su escape y su unión al gobierno. Eran heridas mentales que quizás nunca sanarían, y ella sabía muy bien que si se lo guardaba para ella sería algo malo a largo plazo, pero simplemente no estaba preparada.
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El luchador contempló cómo la albina pedía algo raro que parecía oler dulce. Él no había probado algo así y por ello se quedó mirándolo con calma. Se estaba debatiendo entre robarlo o simplemente pedir uno. Se llevó la mano al bolsillo y se dio cuenta que de billetes había pasado a monedas. Por el momento no tenía nada y su próxima presa estaba un poco lejos. Incluso ese tal Peste Blanca al que estaba investigando, estaría bastante lejos de allí. El moreno estaba en una encrucijada y lo siguiente que hizo fue cruzarse de brazos. Miró unos momentos su delicioso cuento de arroz y comenzó a comer de nuevo. Ese rico sabor le alejaba del postre que se había pedido aquella chica con nivel de poder interesante.
Entonces la albina comenzó a contarle su historia, algo que él nunca habría pensado. A lo mejor pudo seleccionar las palabras adecuadas. Entrecerró los ojos entendiendo todo lo que decía a la perfección, pues a diferencia de su padre, él era muy listo. Cuando ella dijo ser del gobierno, una sonrisa siniestra se formó en su mente, pues al parecer sus pensamientos estaban confirmados. Era un luchador brillante en muchos aspectos. La historia de la chica le hizo pensar un poco en sí mismo, pues también había huido de caso, pero para hacerse un cazador como lo fue su madre hacía tiempo. El moreno entonces miró a la joven a los ojos fijamente, mostrando una sonrisa siniestra ante todo.
- Gracias por haber depositado esa confianza en mí. Soy sincero y te diré que el gobierno me parece una basura, pero no sus miembros, creo que ya me entiendes. Algunos métodos son correctos, pero otros me dan asco. De todas formas no estamos aquí para hablar de trabajo, Alice-chan…
Con toda la cara del mundo, el luchador cogió una pequeña cuchara que había a su lado y trató de coger un pedazo del pastel de ella. Si lo lograba, lo metería no en su boca, más bien lo acercaría a la de ella como si quisiera darle de comer. Zero era un tipo raro de cojones, pero sabía perfectamente lo que hacía. Mostró una sonrisa de nuevo y lo siguiente que hizo fue colocar su mano en el brazo de la peliblanca con toda la calma del mundo.
- Vaya, de modo que estas son las armas que usas para infundir tu poder. Me gustaría recibir un buen golpe de ellos…
La última frase la dijo un poco más bajo y mostrando una expresión increíblemente temible. Sus ojos se abrieron y mostró sus dientes de forma algo amenazante. Ese chico era un amante de los combates y de sentir la fuerza en sus propias carnes. Después de eso volvería a mirar a la chica y señalaría su postre.
- ¿Me das un poco? Aaaaaaaa….
Dijo abriendo la boca para que se lo diera. Si, Zero tenía una personalidad fuera de lo común.
Entonces la albina comenzó a contarle su historia, algo que él nunca habría pensado. A lo mejor pudo seleccionar las palabras adecuadas. Entrecerró los ojos entendiendo todo lo que decía a la perfección, pues a diferencia de su padre, él era muy listo. Cuando ella dijo ser del gobierno, una sonrisa siniestra se formó en su mente, pues al parecer sus pensamientos estaban confirmados. Era un luchador brillante en muchos aspectos. La historia de la chica le hizo pensar un poco en sí mismo, pues también había huido de caso, pero para hacerse un cazador como lo fue su madre hacía tiempo. El moreno entonces miró a la joven a los ojos fijamente, mostrando una sonrisa siniestra ante todo.
- Gracias por haber depositado esa confianza en mí. Soy sincero y te diré que el gobierno me parece una basura, pero no sus miembros, creo que ya me entiendes. Algunos métodos son correctos, pero otros me dan asco. De todas formas no estamos aquí para hablar de trabajo, Alice-chan…
Con toda la cara del mundo, el luchador cogió una pequeña cuchara que había a su lado y trató de coger un pedazo del pastel de ella. Si lo lograba, lo metería no en su boca, más bien lo acercaría a la de ella como si quisiera darle de comer. Zero era un tipo raro de cojones, pero sabía perfectamente lo que hacía. Mostró una sonrisa de nuevo y lo siguiente que hizo fue colocar su mano en el brazo de la peliblanca con toda la calma del mundo.
- Vaya, de modo que estas son las armas que usas para infundir tu poder. Me gustaría recibir un buen golpe de ellos…
La última frase la dijo un poco más bajo y mostrando una expresión increíblemente temible. Sus ojos se abrieron y mostró sus dientes de forma algo amenazante. Ese chico era un amante de los combates y de sentir la fuerza en sus propias carnes. Después de eso volvería a mirar a la chica y señalaría su postre.
- ¿Me das un poco? Aaaaaaaa….
Dijo abriendo la boca para que se lo diera. Si, Zero tenía una personalidad fuera de lo común.
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Mientras esperaba respuesta del pelinegro, la albina tomó un sorbo de su agua. Notaba como el líquido helado baja por su garganta y suspiró al sentir los refrescante que era el agua. Al cabo de unos segundos, dejó el vaso en el mostrador y estiró sus brazos. Era en eso, cuando escuchó respuesta de Zero. La albina arqueó una ceja ante tal osadas palabras y una pequeña risilla se le escapó. Muy pocas personas se atrevían a decir de frente lo que pensaban del gobierno por miedo a represalias. Por supuesto la albina no diría nada contradictorio después de oír aquello. Cada persona tenía su propia opinión, y ella tampoco tendría cara para reclamar. La joven agente suspiró e hizo un además con la mano, indirectamente diciéndole al pelinegro que no le importaba.
– Esta bien, es refrescante oír la opinión de la gente. Se muy bien que el gobierno es basura, pero tengo mis razones. De todas formas, no estoy aquí por trabajo, así que dejemos ese tema de lado – dijo Alice mientras tomaba otra rebanada de su cheescake.
En eso, notó como Zero iba a intentar robar de su postre con una cuchara. Alice frunció el ceño al notar aquello y apartó su plato, fuera del alance de las manos del pelinegro.
– Mío. – La peliblanca agente fulminó ligeramente con la mirada a Zero mientras un pequeño puchero aparecía en su rostro. No le gustaba mucho que le quitasen pedazos de sus postres.
En eso, sintió que Zero le toca el brazo, a lo que la joven se estremeció por inercia y apartó ligeramente el brazo. No es que no estuviera acostumbrada al contacto físico. La cosa era que la mayoría de las cosas malas que le han ocurrido en su vida, ya sea psicológica y físicamente, han sido por culpa de figuras masculinas. Es por esa razón que le costaba establecer contacto con personas del sexo opuesto más allá de una conversación casual. Obviamente, eso no incluía a Eichi y a su hermano, por razones obvias.
– Lo siento por eso. No... estoy acostumbrada al contacto físico fuera de una pelea –
El comentario de las armas no lo entendió mucho, pero intuía que tenía que ver algo en el sentido de las peleas. La joven albina suspiró un poco, sin perder su sonrisa característica. No le gustaba mucho pelear, la verdad. Tan solo se hacía más fuerte para proteger a sus seres queridos, nada más. La única forma que la joven luchara, era en misiones o entrenamientos que no atenten mucho con la integridad física de los participantes.
La joven miró como Zero abría la boca y hacía un sonido muy familiar. Alice ladeó la cabeza a un lado y luego suspiró. Por aquella vez, haría una excepción. Además, el pastel no era uno de esos que se ven en resposteria, por lo que lo dejará pasar por ese día sin que le rogaran con esos ojos de borregos.
– Usualmente no hago esto, pero – Alice tomó la cuchara y depositó el contenido en la boca del pelinegro. – ¿Te gustó? – La albina intuía que la respuesta no sería favorable. Por lo que pudo observar, Zero era, al parecer, alguien que le gustaba mucho lo salado, aunque podía equivocarse.
– Esta bien, es refrescante oír la opinión de la gente. Se muy bien que el gobierno es basura, pero tengo mis razones. De todas formas, no estoy aquí por trabajo, así que dejemos ese tema de lado – dijo Alice mientras tomaba otra rebanada de su cheescake.
En eso, notó como Zero iba a intentar robar de su postre con una cuchara. Alice frunció el ceño al notar aquello y apartó su plato, fuera del alance de las manos del pelinegro.
– Mío. – La peliblanca agente fulminó ligeramente con la mirada a Zero mientras un pequeño puchero aparecía en su rostro. No le gustaba mucho que le quitasen pedazos de sus postres.
En eso, sintió que Zero le toca el brazo, a lo que la joven se estremeció por inercia y apartó ligeramente el brazo. No es que no estuviera acostumbrada al contacto físico. La cosa era que la mayoría de las cosas malas que le han ocurrido en su vida, ya sea psicológica y físicamente, han sido por culpa de figuras masculinas. Es por esa razón que le costaba establecer contacto con personas del sexo opuesto más allá de una conversación casual. Obviamente, eso no incluía a Eichi y a su hermano, por razones obvias.
– Lo siento por eso. No... estoy acostumbrada al contacto físico fuera de una pelea –
El comentario de las armas no lo entendió mucho, pero intuía que tenía que ver algo en el sentido de las peleas. La joven albina suspiró un poco, sin perder su sonrisa característica. No le gustaba mucho pelear, la verdad. Tan solo se hacía más fuerte para proteger a sus seres queridos, nada más. La única forma que la joven luchara, era en misiones o entrenamientos que no atenten mucho con la integridad física de los participantes.
La joven miró como Zero abría la boca y hacía un sonido muy familiar. Alice ladeó la cabeza a un lado y luego suspiró. Por aquella vez, haría una excepción. Además, el pastel no era uno de esos que se ven en resposteria, por lo que lo dejará pasar por ese día sin que le rogaran con esos ojos de borregos.
– Usualmente no hago esto, pero – Alice tomó la cuchara y depositó el contenido en la boca del pelinegro. – ¿Te gustó? – La albina intuía que la respuesta no sería favorable. Por lo que pudo observar, Zero era, al parecer, alguien que le gustaba mucho lo salado, aunque podía equivocarse.
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Aquella chica tomó su postre de forma posesiva, lanzándole al joven una mirada bastante seria y afirmando que aquella comida era suya. Los oscuros ojos del luchador se abrieron un poco más, y mostró una sonrisa sádica. Al parecer la muy avariciosa no quería compartir aquella comida. Debía de ser una persona egoísta por su dinero a juzgar por su forma de ser. El guepardo entonces volvió a tomar un poco de su delicioso arroz. Para él, tenía que ser el alimento número uno del mundo. Lo que había pedido era su dieta básicamente, hidratos de carbono y proteínas. La razón principal por la que tenía aquel musculoso cuerpo era ese tipo de alimentos. Se sentía orgulloso de ellos y no tenía problema alguno con ingerirlos cada día. Para una vez que intentaba innovar y la chica resultaba ser la mujer más codiciosa del mundo. A lo mejor se merecía una buena onda de choque y todo.
Cuando apartó el brazo, la mirada de Zero se puso un poco seria. Tal vez por muy fuerte que fuese esa persona, no merecía continuar hablando con él. Era gracioso, pues fue ella quien le siguió al puesto de comida. Al menos tuvo la decencia de darle un poco después de todo. La verdad es que el sabor era bastante bueno, pero nada comparado con su precioso arroz. El luchador entonces se quedó mirándola con una expresión tranquila. Era el momento de decirle unas cuantas cosas a aquella muchacha. Como siempre, era sincero con todo el mundo y no le importaba quedar mal. Iba a decirle todo lo que pensaba de la actitud que había estado viendo de ella en ese momento. Si se lo tomaba a mal, le pensaba dar lo mismo, pues él no solía entristecerse por nadie. Ninguna persona se había merecido aquel trato por su parte y ese podía ser el motivo de que fuese tan engreído.
- Veo ya la codicia es algo que forma parte de ti. Puedo comprarte más postres de estos sin problema, no soy un tacaño, solo quería probarlo. En cuanto a eso que dices, me temo que somos de ligas totalmente distintas. El contacto físico fuera de una pelea no es malo, al menos no por mi parte. No me interesa tu cuerpo de esa forma que seguramente pienses y por supuesto, no voy a intentar dañarte. No sé qué te habrán dicho en tu basura de organización, pero deberías aprender a confiar más en los demás.
Una vez dijo aquello, el chico se terminó su comida como si nada. A continuación le pidió al camarero que le pusiera un perrito caliente envuelto en bacón frito con una ración de patatas. Tenía curiosidad por probar plato desde hacía tiempo. El joven metió la mano en su mochila, sacando unos nunchakus de color negro y hechos de un metal increíblemente duro. Los puso sobre la mesa mientras continuaba buscando algo. Finalmente encontró su manual “Zan Nin Na” en el cual estaban todas las técnicas de su padre. Su objetivo era mejorarlas y por ello empezó a echarle un vistazo por encima. No tardó en encontrar una que le hizo sonreír de lado. “Demonio Perfecto”. No tardó mucho en relamerse y saber que debía aprender aquel poder cuanto antes. Después volvió a mirar a la peliblanca con una expresión siniestra como de costumbre.
- Espero que no te importe que lea un poco. En este manual está la información necesaria para destruir montañas de un golpe y la verdad es que necesito estudiarlo bien. Mi propia justicia será la que arregle las cosas de este mundo.
Mencionó al mismo tiempo que continuaba echándole una ojeada al libro. En ese momento, el camarero dejó sobre la barra su pedido y el chico lo tomó con una mano. Sin pensárselo lo mordió de forma calmada, notando un sabor un poco fuerte. El aceite sobraba para su gusto, pero la carne tenía una textura perfecta y con eso le bastaba. Mientras masticaba continuaba leyendo de forma calmada. Después se relamió un poco.
Cuando apartó el brazo, la mirada de Zero se puso un poco seria. Tal vez por muy fuerte que fuese esa persona, no merecía continuar hablando con él. Era gracioso, pues fue ella quien le siguió al puesto de comida. Al menos tuvo la decencia de darle un poco después de todo. La verdad es que el sabor era bastante bueno, pero nada comparado con su precioso arroz. El luchador entonces se quedó mirándola con una expresión tranquila. Era el momento de decirle unas cuantas cosas a aquella muchacha. Como siempre, era sincero con todo el mundo y no le importaba quedar mal. Iba a decirle todo lo que pensaba de la actitud que había estado viendo de ella en ese momento. Si se lo tomaba a mal, le pensaba dar lo mismo, pues él no solía entristecerse por nadie. Ninguna persona se había merecido aquel trato por su parte y ese podía ser el motivo de que fuese tan engreído.
- Veo ya la codicia es algo que forma parte de ti. Puedo comprarte más postres de estos sin problema, no soy un tacaño, solo quería probarlo. En cuanto a eso que dices, me temo que somos de ligas totalmente distintas. El contacto físico fuera de una pelea no es malo, al menos no por mi parte. No me interesa tu cuerpo de esa forma que seguramente pienses y por supuesto, no voy a intentar dañarte. No sé qué te habrán dicho en tu basura de organización, pero deberías aprender a confiar más en los demás.
Una vez dijo aquello, el chico se terminó su comida como si nada. A continuación le pidió al camarero que le pusiera un perrito caliente envuelto en bacón frito con una ración de patatas. Tenía curiosidad por probar plato desde hacía tiempo. El joven metió la mano en su mochila, sacando unos nunchakus de color negro y hechos de un metal increíblemente duro. Los puso sobre la mesa mientras continuaba buscando algo. Finalmente encontró su manual “Zan Nin Na” en el cual estaban todas las técnicas de su padre. Su objetivo era mejorarlas y por ello empezó a echarle un vistazo por encima. No tardó en encontrar una que le hizo sonreír de lado. “Demonio Perfecto”. No tardó mucho en relamerse y saber que debía aprender aquel poder cuanto antes. Después volvió a mirar a la peliblanca con una expresión siniestra como de costumbre.
- Espero que no te importe que lea un poco. En este manual está la información necesaria para destruir montañas de un golpe y la verdad es que necesito estudiarlo bien. Mi propia justicia será la que arregle las cosas de este mundo.
Mencionó al mismo tiempo que continuaba echándole una ojeada al libro. En ese momento, el camarero dejó sobre la barra su pedido y el chico lo tomó con una mano. Sin pensárselo lo mordió de forma calmada, notando un sabor un poco fuerte. El aceite sobraba para su gusto, pero la carne tenía una textura perfecta y con eso le bastaba. Mientras masticaba continuaba leyendo de forma calmada. Después se relamió un poco.
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Alice parpadeó un poco al escuchar las palabras y se dudó por algunos segundos en que responder. Desde un principio le había parecido que el pelinegro era una persona demasiado directa y honesta, pero solo ahora sabía hasta que punto. La joven agente suspiró un poco y se frotó la parte posterior de su cabeza con molestia. No le molestaba que le dijesen las cosas bien claras en su cara, de hecho lo apreciaba. Uno aprendía cada día y a todas horas. Incluso de una simple conversación se podía sacar una valiosa lección, ya sea para la vida u otro tema. La joven tomó su vaso y bebió otro sorbo de aquel líquido, luego volvió a suspirar.
– Lo siento por eso, no tenía idea que a la gente le molestaba eso – la albina tomó una pausa y su sonrisa desapareció. Una mirada seria se cruzó por su rostro y volvió a hablar. – Dejemos algo en claro. Lo que dice la organización sobre sus creencias me da exactamente lo mismo. Yo baso mi ideología bajo mis propias creencias y experiencias, nunca he dejado que me convenzan de su justicia, y dudo que lo hagan. Lo del contacto físico venía desde antes que me uniera al gobierno, una cosa no tiene nada que ver con la otra. – Todo eso lo dijo en tono gélido, luego volvió a sonreír, como si la conversación de antes no hubiera tenido lugar.
La albina ocultaba sus verdaderas emociones detrás de una máscara. Era tan buena que hasta ella misma se convencía que esa "Alice" era la real. Esa fue la primera vez que había perdido parte de su compostura en mucho tiempo, y por dentro se maldecía por eso. Hizo esa máscara para protegerse emocionalmente de los demás, pero ahora veía que no era tan perfecta como ella creía. Alice suspiró un poco y le volvió a hablar al pelinegro. No tenía caso lamentarse de lo ocurrido. Lo hecho, echo estaba. No tenía caso frustrarse por algo así.
– No me importa que leas, y... – la albina dudó por unos segundos y desvió la mirada hacia otro lado. – De verdad lo siento por lo de antes. – finalizó la peliblanca mientras comía otro pedazo de su tarta para calmar sus nervios.
– Lo siento por eso, no tenía idea que a la gente le molestaba eso – la albina tomó una pausa y su sonrisa desapareció. Una mirada seria se cruzó por su rostro y volvió a hablar. – Dejemos algo en claro. Lo que dice la organización sobre sus creencias me da exactamente lo mismo. Yo baso mi ideología bajo mis propias creencias y experiencias, nunca he dejado que me convenzan de su justicia, y dudo que lo hagan. Lo del contacto físico venía desde antes que me uniera al gobierno, una cosa no tiene nada que ver con la otra. – Todo eso lo dijo en tono gélido, luego volvió a sonreír, como si la conversación de antes no hubiera tenido lugar.
La albina ocultaba sus verdaderas emociones detrás de una máscara. Era tan buena que hasta ella misma se convencía que esa "Alice" era la real. Esa fue la primera vez que había perdido parte de su compostura en mucho tiempo, y por dentro se maldecía por eso. Hizo esa máscara para protegerse emocionalmente de los demás, pero ahora veía que no era tan perfecta como ella creía. Alice suspiró un poco y le volvió a hablar al pelinegro. No tenía caso lamentarse de lo ocurrido. Lo hecho, echo estaba. No tenía caso frustrarse por algo así.
– No me importa que leas, y... – la albina dudó por unos segundos y desvió la mirada hacia otro lado. – De verdad lo siento por lo de antes. – finalizó la peliblanca mientras comía otro pedazo de su tarta para calmar sus nervios.
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El moreno escuchó las palabras de la albina con toda la calma del mundo, justo para después cerrar el manual que estaba leyendo. Ya sabía bastante sobre el entrenamiento que debía realizar para mejorar sus capacidades físicas. De modo que lo del contacto no tenía que ver con un acto egoísta y ególatra… Eso le hizo sonreír de lado. Al parecer había pensado mal de la chica, pero sin duda alguna podía rectificar con tranquilidad. Su mirada estaba centrada ahora en la de aquella chica que comía a su lado aquel dulce. No tenía nada más que decirle, pero de repente notó un olor que no le gustó nada de nada. Era similar al de los borrachos de los bares. Olía al alcohol y encima mugre.
Un tipo de unos dos metros comenzó a acercarse a ellos. Tenía una barba considerable y además de vestir con solo un pantalón, algunas moscas revoloteaban a su alrededor. El luchador habría pasado del tema si solo hubiese sido aquello, pero de repente pudo ver a aquel hombre acercarse a un niño de la zona. Centró entonces su haki de observación en él, y pudo ver lo que planeaba unos cuatro segundos antes. Sin esperar, se levantó de su asiento y trotó hacia él. Aquel tipo metió la mano en su bolsillo, sacando un cuchillo de tamaño normal. Antes de que ese payaso secuestrase al crío, el guepardo ya se había colocado frente a él. El extraño barbudo frunció entonces el ceño, tratando de darle una puñalada en el pecho.
- Zan nin na… ¡Extreme Kid!
Zero gritó con fuerza aquellas palabras para después saltar con una potencia considerable. De un movimiento giratorio, impactó su pierna derecha en el rostro de su rival, tirándolo al suelo de forma violenta. El hombre frunció el ceño al mismo tiempo que trataba de colocarse en pie, pero entonces le esperó una ráfaga de puñetazos que lo dejó en un estado pésimo. El cazador terminó la faena con un violento codazo en la boca del estómago de su rival. El criminal quedó tirado en el suelo, indefenso. Trató de arrastrarse por el suelo mientras recuperaba el aire, pero una patada violenta de Zero lo terminó de dejar inconsciente. Fue entonces cuando el chico miró a la peliblanca de forma siniestra.
- ¿No lo arrestaras?
Un tipo de unos dos metros comenzó a acercarse a ellos. Tenía una barba considerable y además de vestir con solo un pantalón, algunas moscas revoloteaban a su alrededor. El luchador habría pasado del tema si solo hubiese sido aquello, pero de repente pudo ver a aquel hombre acercarse a un niño de la zona. Centró entonces su haki de observación en él, y pudo ver lo que planeaba unos cuatro segundos antes. Sin esperar, se levantó de su asiento y trotó hacia él. Aquel tipo metió la mano en su bolsillo, sacando un cuchillo de tamaño normal. Antes de que ese payaso secuestrase al crío, el guepardo ya se había colocado frente a él. El extraño barbudo frunció entonces el ceño, tratando de darle una puñalada en el pecho.
- Zan nin na… ¡Extreme Kid!
Zero gritó con fuerza aquellas palabras para después saltar con una potencia considerable. De un movimiento giratorio, impactó su pierna derecha en el rostro de su rival, tirándolo al suelo de forma violenta. El hombre frunció el ceño al mismo tiempo que trataba de colocarse en pie, pero entonces le esperó una ráfaga de puñetazos que lo dejó en un estado pésimo. El cazador terminó la faena con un violento codazo en la boca del estómago de su rival. El criminal quedó tirado en el suelo, indefenso. Trató de arrastrarse por el suelo mientras recuperaba el aire, pero una patada violenta de Zero lo terminó de dejar inconsciente. Fue entonces cuando el chico miró a la peliblanca de forma siniestra.
- ¿No lo arrestaras?
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Luego de esas palabras, el local se quedó en silencio. La albina agradeció internamente eso y consiguió poner devuelta la máscara a su lugar, como si nada de lo anterior hubiese ocurrido. En eso, un olor horrendo inundó el sector. La joven percibió muy bien eso gracias a su olfato mejorado. Eran ocasiones como esas que la joven maldecía el hecho de ser usuaria zoan. El hedor era terrible, una mezcla extraña entre alcohol y mugre. La joven agente empezó a mirar hacia lo lados para ubicar de quien provenía tal peste. Al encontrar su objetivo, su ceño se frunció aún más y sus ojos se volvieron fríos como un tempano de hielo.
Se trataba de un tipo de dos metros de alto. Tenía mucha barba y, además, moscas revoloteaban cerca de su descubierto torso. Aquello era lo de menos. No, lo que en verdad le enfureció, fue lo que sucedió a continuación. El horrible hombre se acercó a uno niño que se encontraba en el sector. No tenía idea de lo que planeaba, pero no debía ser nada bueno por la expresión de su rostro. Alice rechinó los dientes y se paró de su asiento, dispuesta a interceptar al sujeto... Aunque no hubo necesidad. Zero se levantó de su asiento y fue, con una velocidad sorprendente, hacia donde se encontraba el tipo. Miró con asombro durante algunos segundos, pero luego recordó la situación en la que se encontraba y espabiló.
– Señor, llame a los Marines más cercanos. Es una orden del gobierno – el dueño tragó en seco y asintió.
Alice se dirigió hacia donde se estaba dando la pelea, pero al llegar, esta ya había terminado. La peliblanca suspiró y esposó al hombre, para luego limpiarse las manos con un desinfectante que sacó de su bolso.
– No te preocupes. La marine llegará... justo ahora – respondió Alice ante la pregunta del pelinegro.
La marine, al llegar, fue hacia donde se encontraba el sujeto y se lo llevaron, no sin antes decirle a la albina que llevara un informe hacia el cuartel de la ciudad. Alice refunfuñó con molestia, pero asintió de mala gana. Lo más que odiaba de su trabajo, era el papeleo. Debía usar un esfuerzo sobrehumano para no quemar los informes.
– Creo que fue una suerte – le dijo a Zero una vez que le dio un dulce al niño y lo escoltó hacia sus padres. – Técnicamente, nadie vio que el hombre fuera a lastimar al pequeño. No creo que el haki sirva de testimonio – Alice rodó sus ojos y prosiguió. – Era un hombre buscado, por lo que no creo que esos bastardos pongan queja alguna. Quedarían como hipócritas si lo hicieran... más de lo que ya son – terminó de explicarle a Zero. Alice tomó una pausa y se inclinó respetuosamente ante el hombre. – Gracias por salvar al pequeño. Como no tengo haki, no estaba segura del todo, aunque igual estaba preparada para intervenir antes que el maldito hiciese algo – luego de decir aquello, la albina recuperó su postura y se cruzó de hombros. Mientras esperaba respuesta del pelinegro, la joven veía con una sonrisa como los padres del pequeño lo consolaban.
Se trataba de un tipo de dos metros de alto. Tenía mucha barba y, además, moscas revoloteaban cerca de su descubierto torso. Aquello era lo de menos. No, lo que en verdad le enfureció, fue lo que sucedió a continuación. El horrible hombre se acercó a uno niño que se encontraba en el sector. No tenía idea de lo que planeaba, pero no debía ser nada bueno por la expresión de su rostro. Alice rechinó los dientes y se paró de su asiento, dispuesta a interceptar al sujeto... Aunque no hubo necesidad. Zero se levantó de su asiento y fue, con una velocidad sorprendente, hacia donde se encontraba el tipo. Miró con asombro durante algunos segundos, pero luego recordó la situación en la que se encontraba y espabiló.
– Señor, llame a los Marines más cercanos. Es una orden del gobierno – el dueño tragó en seco y asintió.
Alice se dirigió hacia donde se estaba dando la pelea, pero al llegar, esta ya había terminado. La peliblanca suspiró y esposó al hombre, para luego limpiarse las manos con un desinfectante que sacó de su bolso.
– No te preocupes. La marine llegará... justo ahora – respondió Alice ante la pregunta del pelinegro.
La marine, al llegar, fue hacia donde se encontraba el sujeto y se lo llevaron, no sin antes decirle a la albina que llevara un informe hacia el cuartel de la ciudad. Alice refunfuñó con molestia, pero asintió de mala gana. Lo más que odiaba de su trabajo, era el papeleo. Debía usar un esfuerzo sobrehumano para no quemar los informes.
– Creo que fue una suerte – le dijo a Zero una vez que le dio un dulce al niño y lo escoltó hacia sus padres. – Técnicamente, nadie vio que el hombre fuera a lastimar al pequeño. No creo que el haki sirva de testimonio – Alice rodó sus ojos y prosiguió. – Era un hombre buscado, por lo que no creo que esos bastardos pongan queja alguna. Quedarían como hipócritas si lo hicieran... más de lo que ya son – terminó de explicarle a Zero. Alice tomó una pausa y se inclinó respetuosamente ante el hombre. – Gracias por salvar al pequeño. Como no tengo haki, no estaba segura del todo, aunque igual estaba preparada para intervenir antes que el maldito hiciese algo – luego de decir aquello, la albina recuperó su postura y se cruzó de hombros. Mientras esperaba respuesta del pelinegro, la joven veía con una sonrisa como los padres del pequeño lo consolaban.
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El luchador observó a la chica arrestar a aquel tipo con buena agilidad. Eso le hizo mostrar una sonrisa siniestra, pues se imaginaba así mismo luchando por librarse de la cárcel y matándose a golpes con agentes del gobierno. Era algo demasiado delicioso y ojalá pudiese cumplirse sin peligro alguno. Eso pensó el moreno por unos momentos, pero después de unos segundos decidió continuar con lo que estaba haciendo. Charlar con la mujer del cabello blanco. Se acercó a ella y alzó una ceja al escuchar sus palabras. Si ese tipo tenía un precio, quería su parte como era normal. Su trabajo de cazador no era nada fácil y no estaba para dejar ir escapar a las presas. Justo entonces se colocó frente a uno de aquellos marines que planeaban llevarse el cuerpo así de buenas. No iba a consentir perder nada de dinero. Su gesto fue serio cuando le habló a aquel tipo.
- Me temo que este humilde cazador quiere el dinero que le corresponde.
Dijo mostrando su licencia. Entonces aquel marine soltó un suspiro, para después entregarle una bolsa con 500.000 berries. Era lo que le correspondía después de ver su rango. El moreno sonrió de lado y después de unos momentos guardó aquella cantidad en su bolsillo. Lo siguiente que hizo fue caminar hacia la posición de la joven albina. Al escuchar los agradecimientos negó un poco con la cabeza, para después relamerse despacio. Su mirada siniestra continuaba en su rostro en todo momento. Era como si siempre tuviese aquella expresión de psicópata con él. Tampoco podía cambiar su cara de ninguna forma. No lo consideraba ninguna desventaja. Se relamió de nuevo un poco y después soltó una pequeña carcajada frente a la chica de los cabellos blancos.
- No debes agradecerme nada. No me considero un buen tipo, solo un cazador hambriento de fuerza, poder y ganas de mostrar su poder al mundo. Soy Zero Lars, también conocido como el lobo rojo.
Una vez dijo aquello, le dio la espalda a la albina y mostró una expresión sádica. A lo mejor era el momento de largarse de una jodida vez de ese sitio. Había perdido de repente el interés en aquella persona, pues si no podía pelear con ella, y nada le atraía. Ladeó un momento la cabeza y entonces levantó su mano con calma.
- Creo que marcho…
- Me temo que este humilde cazador quiere el dinero que le corresponde.
Dijo mostrando su licencia. Entonces aquel marine soltó un suspiro, para después entregarle una bolsa con 500.000 berries. Era lo que le correspondía después de ver su rango. El moreno sonrió de lado y después de unos momentos guardó aquella cantidad en su bolsillo. Lo siguiente que hizo fue caminar hacia la posición de la joven albina. Al escuchar los agradecimientos negó un poco con la cabeza, para después relamerse despacio. Su mirada siniestra continuaba en su rostro en todo momento. Era como si siempre tuviese aquella expresión de psicópata con él. Tampoco podía cambiar su cara de ninguna forma. No lo consideraba ninguna desventaja. Se relamió de nuevo un poco y después soltó una pequeña carcajada frente a la chica de los cabellos blancos.
- No debes agradecerme nada. No me considero un buen tipo, solo un cazador hambriento de fuerza, poder y ganas de mostrar su poder al mundo. Soy Zero Lars, también conocido como el lobo rojo.
Una vez dijo aquello, le dio la espalda a la albina y mostró una expresión sádica. A lo mejor era el momento de largarse de una jodida vez de ese sitio. Había perdido de repente el interés en aquella persona, pues si no podía pelear con ella, y nada le atraía. Ladeó un momento la cabeza y entonces levantó su mano con calma.
- Creo que marcho…
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La albina parpadeó al ver como el pelinegro le pedía el dinero de la recompensar a los marines, y luego suspiró. Se le había olvidado por completo que Zero era un cazador debido a todo lo sucedido. Arqueó una ceja al escuchar las palabras del cazador y se cruzó de brazos. ¿Hambriento de poder y fuerza? Podía ser... pero no hubiera ganado nada con intervenir en eso. No sabía que el tipo era un criminal y, aún así, decidió ayudar al niño sin recibir nada a cambio. ¿Esas eran las acciones de una persona así? Puede que no... o puede que se este haciendo para mantener su fachada de cazador. Alice suspiró y luego miró fijamente al hombre. Podría pasar más tiempo intentando descubrir sus verdaderas intenciones, pero, en eso, un sonido raro vino de su bolso. Parpadeó y se dio cuenta de que se trataba de un DDM. Dudó o no si contestar, sabiendo muy bien que solo podía ser una persona. Suspiró y contestó al recibo.
– Alice... ¡¿Se puede saber donde carajos estás?! – gritó Lorenz.
La peliblanca se estremeció y recordó lo que debía hacer. Debió haberse reportado hace una hora en el barco para volver a la agencia. Sinceramente no se había dado cuenta del tiempo que había transcurrido desde su charla con el pelinegro. Suspiró pesadamente y respondió.
– Voy para allá ahora mismo – sin esperar respuesta, colgó.
Sabía muy bien que su maestro estaba enojada con ella, y eso le ponía incómoda. Lorenz era un tipo calmado la mayoría de las veces... pero cuando le sacaban de sus cabales, era una de las personas más peligrosas con las que podías encontrarte. Sabía muy bien lo que le esperaba cuando volviese al barco, y parte de ella le decía que huyera en un barco turista hasta que la tormenta pasase, pero no lo haría. Debía afrontar sus actos con la cara en alto. Además... puede que no fuera tan malo. Escuchó las palabras de Zero y asintió.
– Yo también marcho. Hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, Zero-san – esperaría respuesta del pelinegro y luego saldría a toda máquina hacia el puerto, aunque daba lo mismo. Ya podía ver como el próximo entrenamiento se duplicaría.
– Alice... ¡¿Se puede saber donde carajos estás?! – gritó Lorenz.
La peliblanca se estremeció y recordó lo que debía hacer. Debió haberse reportado hace una hora en el barco para volver a la agencia. Sinceramente no se había dado cuenta del tiempo que había transcurrido desde su charla con el pelinegro. Suspiró pesadamente y respondió.
– Voy para allá ahora mismo – sin esperar respuesta, colgó.
Sabía muy bien que su maestro estaba enojada con ella, y eso le ponía incómoda. Lorenz era un tipo calmado la mayoría de las veces... pero cuando le sacaban de sus cabales, era una de las personas más peligrosas con las que podías encontrarte. Sabía muy bien lo que le esperaba cuando volviese al barco, y parte de ella le decía que huyera en un barco turista hasta que la tormenta pasase, pero no lo haría. Debía afrontar sus actos con la cara en alto. Además... puede que no fuera tan malo. Escuchó las palabras de Zero y asintió.
– Yo también marcho. Hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, Zero-san – esperaría respuesta del pelinegro y luego saldría a toda máquina hacia el puerto, aunque daba lo mismo. Ya podía ver como el próximo entrenamiento se duplicaría.
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Zero mostró una sonrisa ladeada y simplemente alzó la mano despidiéndose de la chica. Sus pasos empezaron a alejarle de la zona y su mirada continuó siendo calmada. Ya que se había alimentado y cobrado un poco, tenía la intención de ir a Banaro. Allí debía estar el tipo que perseguía y podría hacerse con más berries. La albina había resultado ser una persona interesante, pero el que la cosa no hubiese terminado en un combate, le había desilusionado un poco. El luchador siempre quería enfrentarse a todo el mundo y probar sus habilidades bélicas de la mejor forma posible. Soltó una pequeña carcajada y continuó alejándose.
- Creo que voy a llevarme un tazón de arroz para el camino…
Pensó mientras se llevaba la mano derecha a la barbilla. Entonces escuchó un sonido raro en su mochila. Era como si… un Den den mushi estuviese sonando. Entonces metió la mano en ella y sacó aquel objeto. Se quedó mirándolo durante unos momentos y finalmente colgó. No tenía ganas de ponerse a hablar en aquel momento. El mundo estaba lleno de pesados y seguramente era… Un momento… Él solo le había dado el número a Nostariel. Entonces soltó una pequeña risa. Ya volvería a llamar, si es que era ella. Se relamió despacio y continuó caminando con calma.
Finalmente pudo comprar el delicioso arroz y pagar un poco de dinero a unos pescadores para que le acercaran. Era una verdadera suerte que esos tipos fuesen de camino y eso le hizo perder muy poco dinero. Pensaba ganarlo capturando a la presa que debía de estar en aquella isla. El día finalmente iba a terminar de buena forma y eso provocó que el guepardo soltase una pequeña carcajada al mismo tiempo que miraba el mar.
- Todo está saliendo a la perfección…
- Creo que voy a llevarme un tazón de arroz para el camino…
Pensó mientras se llevaba la mano derecha a la barbilla. Entonces escuchó un sonido raro en su mochila. Era como si… un Den den mushi estuviese sonando. Entonces metió la mano en ella y sacó aquel objeto. Se quedó mirándolo durante unos momentos y finalmente colgó. No tenía ganas de ponerse a hablar en aquel momento. El mundo estaba lleno de pesados y seguramente era… Un momento… Él solo le había dado el número a Nostariel. Entonces soltó una pequeña risa. Ya volvería a llamar, si es que era ella. Se relamió despacio y continuó caminando con calma.
Finalmente pudo comprar el delicioso arroz y pagar un poco de dinero a unos pescadores para que le acercaran. Era una verdadera suerte que esos tipos fuesen de camino y eso le hizo perder muy poco dinero. Pensaba ganarlo capturando a la presa que debía de estar en aquella isla. El día finalmente iba a terminar de buena forma y eso provocó que el guepardo soltase una pequeña carcajada al mismo tiempo que miraba el mar.
- Todo está saliendo a la perfección…
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