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Aquella figura observaba la ciudad desde lo alto de una pequeña catedral. La lluvia caía sin cesar y el frío era notorio, sin embargo, aquel ser no tenía algo así al estar caliente constantemente y no precisamente sexualmente. Dicho ser vestía con una túnica totalmente negra, la cual tenía una capucha incorporada. Poseía una máscara de color naranja, la cual dejaba ser un ojo rojizo. En su espalda un par de guadañas metidas en fundas en forma de L. En sus pies poseía unas sandalias y en sus bolsillos algunas rumbles. La bestia estaba suelta desde hacía tiempo y ahora estaba sobre aquella ciudad. Parecía estar masticando algo y tras unos momentos tiró una barrita de cereales a un lado. Estaba hecha de chocolate y trigo. Parecía un tío inofensivo y feliz.
El asesino venía del castillo Drum, donde tenía su antigua base y donde se había ocupado de recurar unas cuentas cosas. Como por ejemplo lo que había comido en ese momento. El demonio saltó entonces hacia el suelo, aterrizando de pie sin hacerse nada de daño gracias a su haki. Entonces empezó a caminar hacia una especie de edificio. En él se iba a celebrar una importante asamblea para elegir al próximo alcalde de la ciudad. El tipo era tan importante que habían enviado incluso marines a protegerlo, pues pudo ver barcos de la marina en el puerto. Sin pensarlo mucho, pateó la puerta tirándola a un lado y después entró. Todo estaba lleno de gente, habría unas cincuenta personas. Jin se quedó mirando a todos con una expresión calmada.
Los rostros eran de puro terror. El cuerpo de muchas personas se petrificó e incluso los marines se quedaron en blanco. El silencio se hizo cuando un tipo gordo iba a hablar por un micrófono, pero al parecer perdió las ganas. El moreno metió la mano en el bolsillo y sacó otra barrita de cereales. Muy despacio la fue abriendo, tomándose su tiempo bajo la mirada de todos. Una vez lo logró, se dio la vuelta dándole la espalda a la gente y alzando la máscara un momento. La metió en su boca y después se volvió a dar la vuelta. Observaba a los demás como meros insectos, esperando algo interesante. Fue entonces cuando alzó la voz de forma siniestra mientras daba un paso adelante.
- ¿Nadie me va a invitar a la asamblea ni a ofrecerme un té?
Mencionó al mismo tiempo que se cruzaba de brazos. Nadie hacía nada, el miedo los tenía paralizados y aquello era algo que empezaba a molestar al asesino, el cual permanecía quieto a la espera de que alguien tuviese iniciativa. Se iba a divertir muchísimo aquella noche. Pobre del que intentase correr o largarse. Incluso del imbécil que se pasara de listo. Se moría de risa por dentro al ver a varios tenientes con la cabeza agachada sin moverse, temblando de miedo por sus vidas.
El asesino venía del castillo Drum, donde tenía su antigua base y donde se había ocupado de recurar unas cuentas cosas. Como por ejemplo lo que había comido en ese momento. El demonio saltó entonces hacia el suelo, aterrizando de pie sin hacerse nada de daño gracias a su haki. Entonces empezó a caminar hacia una especie de edificio. En él se iba a celebrar una importante asamblea para elegir al próximo alcalde de la ciudad. El tipo era tan importante que habían enviado incluso marines a protegerlo, pues pudo ver barcos de la marina en el puerto. Sin pensarlo mucho, pateó la puerta tirándola a un lado y después entró. Todo estaba lleno de gente, habría unas cincuenta personas. Jin se quedó mirando a todos con una expresión calmada.
Los rostros eran de puro terror. El cuerpo de muchas personas se petrificó e incluso los marines se quedaron en blanco. El silencio se hizo cuando un tipo gordo iba a hablar por un micrófono, pero al parecer perdió las ganas. El moreno metió la mano en el bolsillo y sacó otra barrita de cereales. Muy despacio la fue abriendo, tomándose su tiempo bajo la mirada de todos. Una vez lo logró, se dio la vuelta dándole la espalda a la gente y alzando la máscara un momento. La metió en su boca y después se volvió a dar la vuelta. Observaba a los demás como meros insectos, esperando algo interesante. Fue entonces cuando alzó la voz de forma siniestra mientras daba un paso adelante.
- ¿Nadie me va a invitar a la asamblea ni a ofrecerme un té?
Mencionó al mismo tiempo que se cruzaba de brazos. Nadie hacía nada, el miedo los tenía paralizados y aquello era algo que empezaba a molestar al asesino, el cual permanecía quieto a la espera de que alguien tuviese iniciativa. Se iba a divertir muchísimo aquella noche. Pobre del que intentase correr o largarse. Incluso del imbécil que se pasara de listo. Se moría de risa por dentro al ver a varios tenientes con la cabeza agachada sin moverse, temblando de miedo por sus vidas.
Alice Branwen
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La albina suspiró mientras bebía un poco de su café caliente. A su alrededor varios marines y agentes, éstos últimos iban en cubierto, caminaban de aquí para allá. Aquel día se iba a celebrar una asamblea muy importante para elegir al próximo alcalde del pueblo. El candidato era importante, de modo que el gobierno había mandado un par de barcos de la marina para protegerlo. No solo ellos, además asignaron a un par de agentes para que vigilaran en las sombras por cualquier contratiempo, y la albina fue una de las "afortunadas". Al contrario de los demás, ella no se integró a lugares secretos para vigilar desde allí. En su opinión, la mejor manera era combinarse entre la multitud y observar desde allí. De ese modo tendría una visión más panorámica de todas las personas que se encontraban reunidas, cosa que era más complicada cuando te quedabas estable en un solo lugar.
Alice se encogió de hombros y miró su transparente reflejo en una de las ventanas. Ese día llevaba puesto un atuendo bastante simple: arriba portaba un suéter de color negro y abajo unos pantalones ajustados de color azul. Su cabello lo llevaba en una cola sujetada por un listón morado, dejando caer un flequillo por su frente. Para terminar, llevaba unas botas negras para la nieve. Afuera había un clima del demonio, razón por la cual traía puesta ropas tan abrigada. Podría transformarse en un oso polar y pasar todo el rato así, pero no lo veía del todo ético. A final de cuentas, la apariencia igual terminaba por importarle en algo.
En eso, una presencia abrumadora y amenazante se hizo presente en el lugar; no había que tener Kenbunshoku para sentir todo eso. Antes que pudiera investigar sobre eso, la puerta de la sala se abrió violentamente. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de la albina al reconocer a la figura que hizo acto de presencia en el lugar. Se trataba de una persona imponente, y esa máscara era reconocible en cualquier parte. Aunque, para la albina eso era un poco más personal. La última vez que se encontró con ese enmascarado, fue en el cuartel del norte cuando era conocido como el vicealmirante Aomine. En ese entonces esa persona le traía una sensación de mal augurio, pero nunca pensó que se trataría de Jin Surfer en realidad.
Al escuchar sus palabras, y al ver que toda la gente se encontraba paralizada debido al miedo, la joven agente se dispuso a actuar. Rápidamente se acercó al contenedor del té y vertió su contenido en una pequeña taza. Una vez eso, tomó el recipiente del azúcar y se acercó con ambas cosas hacia donde se encontraba el enmascarado. Ignoraba completamente el cuchicheo que se empezó a formar al ver como una persona se acercaba a tal temible hombre, puesto que no era verdad. ¿Valiente? Solo era razonable. ¿Sin miedo? Completamente falso. Por dentro parecía un manojo de nervios, pero por fuera se encontraba completamente relajada... salvo por un pequeño temblor que se podía notar de vez en cuando. Simplemente estaba yendo por la mejor ruta... si es que existía una; con esa persona cualquier cosa terminaba siendo inservible, a fin de cuentas.
– Cuanto tiempo... Aomine-san – le habló tranquilamente mientras le tendía la taza y el azúcar. – ¿Podrías no causar un masacre por este día, por favor? – Incluso para ella eso sonaba ridículo saliendo de sus labios. Sabía muy bien que, en un abrir y cerrar de ojos, la vida de las personas podría desaparecer, pero era mucho mejor seguir su juego de momento que no hacer nada... A quién querría engañar. Sería un milagro si pudiera ver la luz del sol nuevamente.
Alice se encogió de hombros y miró su transparente reflejo en una de las ventanas. Ese día llevaba puesto un atuendo bastante simple: arriba portaba un suéter de color negro y abajo unos pantalones ajustados de color azul. Su cabello lo llevaba en una cola sujetada por un listón morado, dejando caer un flequillo por su frente. Para terminar, llevaba unas botas negras para la nieve. Afuera había un clima del demonio, razón por la cual traía puesta ropas tan abrigada. Podría transformarse en un oso polar y pasar todo el rato así, pero no lo veía del todo ético. A final de cuentas, la apariencia igual terminaba por importarle en algo.
En eso, una presencia abrumadora y amenazante se hizo presente en el lugar; no había que tener Kenbunshoku para sentir todo eso. Antes que pudiera investigar sobre eso, la puerta de la sala se abrió violentamente. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de la albina al reconocer a la figura que hizo acto de presencia en el lugar. Se trataba de una persona imponente, y esa máscara era reconocible en cualquier parte. Aunque, para la albina eso era un poco más personal. La última vez que se encontró con ese enmascarado, fue en el cuartel del norte cuando era conocido como el vicealmirante Aomine. En ese entonces esa persona le traía una sensación de mal augurio, pero nunca pensó que se trataría de Jin Surfer en realidad.
Al escuchar sus palabras, y al ver que toda la gente se encontraba paralizada debido al miedo, la joven agente se dispuso a actuar. Rápidamente se acercó al contenedor del té y vertió su contenido en una pequeña taza. Una vez eso, tomó el recipiente del azúcar y se acercó con ambas cosas hacia donde se encontraba el enmascarado. Ignoraba completamente el cuchicheo que se empezó a formar al ver como una persona se acercaba a tal temible hombre, puesto que no era verdad. ¿Valiente? Solo era razonable. ¿Sin miedo? Completamente falso. Por dentro parecía un manojo de nervios, pero por fuera se encontraba completamente relajada... salvo por un pequeño temblor que se podía notar de vez en cuando. Simplemente estaba yendo por la mejor ruta... si es que existía una; con esa persona cualquier cosa terminaba siendo inservible, a fin de cuentas.
– Cuanto tiempo... Aomine-san – le habló tranquilamente mientras le tendía la taza y el azúcar. – ¿Podrías no causar un masacre por este día, por favor? – Incluso para ella eso sonaba ridículo saliendo de sus labios. Sabía muy bien que, en un abrir y cerrar de ojos, la vida de las personas podría desaparecer, pero era mucho mejor seguir su juego de momento que no hacer nada... A quién querría engañar. Sería un milagro si pudiera ver la luz del sol nuevamente.
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La mirada del asesino continuaba clavada en las temblorosas personas que había en el lugar. Pudo detectar a más de una llorarle a una especie de collar o rosario. El miedo se olía demasiado en aquel lugar cerrado. Fue entonces cuando el asesino sacó su guadaña dorada y de un rápido movimiento atravesó el pomo de la puerta, dejándolos a todos encerrados. Lo siguiente que hizo fue ocultar su arma y después permanecer calmado. Entonces detectó un olor que llevaba tiempo sin reconocer. Le traía leves recuerdos del cuartel del Norte y eso le hizo mostrar una sonrisa ladeada. Adoraba quedarse con los olores de las personas y después disfrutar atormentándolas. Finalmente pudo ver a la peliblanca que estuvo a sus órdenes. No pudo evitar alzar una ceja al ver cómo ella se acercaba a él con tanta confianza.
Se mantuvo en su posición hasta que observó a la chica servir un poco de té. Oh, al fin alguien con sentido del humor. Sin pensárselo tomó aquella taza y sirvió el azúcar, escuchando sus palabras y silbando tranquilamente. Entonces se quitó la máscara tranquilamente, desvelando su rostro ante todo el mundo. Sus rojizos ojos resultaban impactantes, mientras que la mitad de su rostro tenía algunas quemaduras. Regalo de Émile en el pasado. Entonces se llevó la bebida a sus labios y cerró los ojos despacio. Tras haberlo tragado del tirón se quedó mirando a un tipo que había en aquella sala. Notó el miedo en él, hasta el punto que un olor a caca fresca inundó la sala. Se había cagado. Entonces estiró su mano derecha hasta posarla en el cabello de la peliblanca, pobre de ella si no se dejaba.
- Alice, cuanto tiempo. Estoy aquí pasa causar una masacre de hecho. Tal vez por el momento me lo piense, pero solo debido a tu recibimiento.
¿Hablaba en serio? Pues sí. Estaba impresionado por la actitud calmada de la osa. De todas formas, tampoco había prisa por quemar a todo el mundo. Tenía todo el tiempo del mundo. Lo siguiente que hizo fue estirarse. Todo el mundo estaba en silencio y las votaciones se habían paralizado. Entonces decidió devolverle el favor a la albina, pero quizás haciéndola sentir mal por el resto de personas. El moreno guardó su máscara y se sentó en el escenario con una pequeña silla. Después indicó con el dedo a la agente que se sentase a un lado con otra.
- Vamos, ven aquí y cuéntame cómo te ha ido. Por cierto, llámame Vader. – Jin no tardó en mirar a uno de los marines de alto rango con una sonrisa un poco enfermiza. – Ponle a Alice lo que te pida para comer y espero que sea bien caro y rico. Por otra parte, quiero algo de ambiente, así que poned música de piano.
Mientras uno de aquellos tipos colocaba una máquina con música en la sala, otro de los tipos se acercó tembloroso a ellos con una libreta, preguntándole a la peliblanca y entre tartamudeos lo que deseaba tomar. Jin disfrutaría de aquello bastante, era demasiado delicioso ver a la gente sufrir así de tanto miedo. Tras aquello observaría a la joven con calma y después le pasaría el brazo por encima del hombro, con una confianza monstruosamente rara y al mismo tiempo muy peligrosa.
- Dime, mi pequeña ex compañera… – Dijo sonriendo de forma siniestra.
Se mantuvo en su posición hasta que observó a la chica servir un poco de té. Oh, al fin alguien con sentido del humor. Sin pensárselo tomó aquella taza y sirvió el azúcar, escuchando sus palabras y silbando tranquilamente. Entonces se quitó la máscara tranquilamente, desvelando su rostro ante todo el mundo. Sus rojizos ojos resultaban impactantes, mientras que la mitad de su rostro tenía algunas quemaduras. Regalo de Émile en el pasado. Entonces se llevó la bebida a sus labios y cerró los ojos despacio. Tras haberlo tragado del tirón se quedó mirando a un tipo que había en aquella sala. Notó el miedo en él, hasta el punto que un olor a caca fresca inundó la sala. Se había cagado. Entonces estiró su mano derecha hasta posarla en el cabello de la peliblanca, pobre de ella si no se dejaba.
- Alice, cuanto tiempo. Estoy aquí pasa causar una masacre de hecho. Tal vez por el momento me lo piense, pero solo debido a tu recibimiento.
¿Hablaba en serio? Pues sí. Estaba impresionado por la actitud calmada de la osa. De todas formas, tampoco había prisa por quemar a todo el mundo. Tenía todo el tiempo del mundo. Lo siguiente que hizo fue estirarse. Todo el mundo estaba en silencio y las votaciones se habían paralizado. Entonces decidió devolverle el favor a la albina, pero quizás haciéndola sentir mal por el resto de personas. El moreno guardó su máscara y se sentó en el escenario con una pequeña silla. Después indicó con el dedo a la agente que se sentase a un lado con otra.
- Vamos, ven aquí y cuéntame cómo te ha ido. Por cierto, llámame Vader. – Jin no tardó en mirar a uno de los marines de alto rango con una sonrisa un poco enfermiza. – Ponle a Alice lo que te pida para comer y espero que sea bien caro y rico. Por otra parte, quiero algo de ambiente, así que poned música de piano.
Mientras uno de aquellos tipos colocaba una máquina con música en la sala, otro de los tipos se acercó tembloroso a ellos con una libreta, preguntándole a la peliblanca y entre tartamudeos lo que deseaba tomar. Jin disfrutaría de aquello bastante, era demasiado delicioso ver a la gente sufrir así de tanto miedo. Tras aquello observaría a la joven con calma y después le pasaría el brazo por encima del hombro, con una confianza monstruosamente rara y al mismo tiempo muy peligrosa.
- Dime, mi pequeña ex compañera… – Dijo sonriendo de forma siniestra.
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Alice ladeó su cabeza a un lado al ver como el asesino se quitaba la máscara. Si no fuera porque el hombre era uno de los criminales más peligrosos del mundo, probablemente hubiera pensado que era guapo. En fin, al parecer acertó en su forma de actuar. Siempre era bueno mantener la compostura ante cualquier situación, eso lo había aprendido de la peor forma posible. El hecho que el criminal no fuese a causar una masacre de inmediato le alivió un poco, pero tampoco bajaría la guardia. Por como se dieron las cosas, ella era la única persona del lugar que podría evitar lo que sería una tragedia. Primera vez que cargaba con tanta presión. Literalmente las vidas de todas las personas del lugar las tenía en su hombro. Si ella caía... este pueblo podría irse al carajo. Si, no había presiones, pensó de forma sarcástica la albina.
La joven agente se estremeció al sentir la mano del asesino en su suave cabello, pero no dijo nada. Estaba caminando por una cuerda floja, cualquier acto irrespetuoso o desafiante podría ser el último de la noche. Al escuchar la petición del asesino, simplemente asintió en silencio. Tampoco era que estuviera en posición para rehusarse, de todas formas. Tranquilamente se sentó al lado de Vader y le dio una mirada de disculpa al pobre marine que fue elegido por el asesino. Éste negó varias veces por la cabeza, dando a entender que comprendía la situación. A su alrededor algunas personas hicieron lo mismo. Alice suspiró mentalmente de alivio por eso; menos mal que toda la gente entendió su plan. Lo negativo era... que si ella fallaba, todos los presentes morirían.
– Quiero un créme brûlée, por favor – le dijo tranquilamente al camarero improvisado.
El pobre hombre asintió y se fue como alma en pena en búsqueda del postre. Alice sintió como el asesino pasaba su brazo por su hombro, pero nuevamente no hizo nada para detenerlo. Solo se tensó durante algunos segundos, pero luego volvió a su expresión habitual.
– Nada del otro mundo, Vader-san. Solo haciendo misiones como una agente normal. No soy alguien que destaque mucho por la media, simplemente soy una persona del montón que se gana la vida trabajando – dijo cortésmente la joven. Bueno, no era del todo cierto. Si hubiera algo por destacar acerca de la albina, era su impresionante habilidad para mantener la calma en casi cualquier situación. Rara vez solía perder la compostura, y se notaba a kilómetros cuando se daba eso. Lo que sucedía actualmente, era una prueba de su fuerte mentalidad. – Y tu, ¿qué cuentas desde que abandonaste la marine, Vader-san? – preguntó de forma casual, al tiempo que intentaba relajarse un poco. Viendo la situación, no había otra cosa que pudiera hacer.
La joven agente se estremeció al sentir la mano del asesino en su suave cabello, pero no dijo nada. Estaba caminando por una cuerda floja, cualquier acto irrespetuoso o desafiante podría ser el último de la noche. Al escuchar la petición del asesino, simplemente asintió en silencio. Tampoco era que estuviera en posición para rehusarse, de todas formas. Tranquilamente se sentó al lado de Vader y le dio una mirada de disculpa al pobre marine que fue elegido por el asesino. Éste negó varias veces por la cabeza, dando a entender que comprendía la situación. A su alrededor algunas personas hicieron lo mismo. Alice suspiró mentalmente de alivio por eso; menos mal que toda la gente entendió su plan. Lo negativo era... que si ella fallaba, todos los presentes morirían.
– Quiero un créme brûlée, por favor – le dijo tranquilamente al camarero improvisado.
El pobre hombre asintió y se fue como alma en pena en búsqueda del postre. Alice sintió como el asesino pasaba su brazo por su hombro, pero nuevamente no hizo nada para detenerlo. Solo se tensó durante algunos segundos, pero luego volvió a su expresión habitual.
– Nada del otro mundo, Vader-san. Solo haciendo misiones como una agente normal. No soy alguien que destaque mucho por la media, simplemente soy una persona del montón que se gana la vida trabajando – dijo cortésmente la joven. Bueno, no era del todo cierto. Si hubiera algo por destacar acerca de la albina, era su impresionante habilidad para mantener la calma en casi cualquier situación. Rara vez solía perder la compostura, y se notaba a kilómetros cuando se daba eso. Lo que sucedía actualmente, era una prueba de su fuerte mentalidad. – Y tu, ¿qué cuentas desde que abandonaste la marine, Vader-san? – preguntó de forma casual, al tiempo que intentaba relajarse un poco. Viendo la situación, no había otra cosa que pudiera hacer.
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Jin mostró una expresión realmente enfermiza cuando aquel marine negó con la cabeza mirando a Alice. No era imbécil y sabía de sobra que estaban comunicándose con la mirada. Eso podía verlo hasta un novato en la marina. El moreno entonces extendió el brazo hacia delante y de la palma de su mano surgió una llamarada negra, la cual formó tres pinchos oscuros. El cuello, la frente y el corazón de aquel tipo fueron atravesados como si fuera un mero muñeco. La sangre empezó a surgir de repente de sus tres nuevos agujeros, sus ojos quedaron en blanco y murió al momento. Surfer entonces sonrió de lado y tiró el cuerpo al suelo, haciéndolo de forma tan fuerte que le echó la boca abajo. La gente miraba impotente y temblando de miedo ante aquello. El asesino entonces miró a la peliblanca.
- No me ha ido nada mal. Realizando masacres de esas que no te gustan, terminando con las vidas de miles de personas y quemando todo a mi paso.
Entonces el camarero llegó con el pedido de la chica, pero no le hizo nada, pues había cumplido la orden. Por el momento su vida estaba a salvo. El moreno entonces se quedó observando a la gente con una expresión siniestra en su rostro. Parecía un puto psicópata planeando su siguiente asesinato. En ese momento decidió jugar a un juego mucho más divertido. Se quedó mirando a la agente del CP y lo siguiente que hizo fue ampliar su sonrisa bastante más, siendo de esa forma un poco macabro.
- Contéstame a esto… ¿Crees que soy un jodido loco? ¿Piensas que lo que hago es de ser un cabrón? ¿Si fueras más fuerte que yo, me matarías o detendrías ahora? Si no eres sincera, morirá alguien del público.
Una vez dijo aquello continuó observando los ojos de la chica con los suyos rojizos. Sin miedo alguno, pegó su frente a la de ella, haciendo que sus ojos quedaran totalmente a milímetros. Su haki de observación estaba activado y pretendía que le respondiese así de pegados. Sabía que ella sabría que no tendría escapatoria si hacía algo raro. Jin entonces se mantuvo sonriente y esperando una respuesta de la chica.
- Por qué yo te considero mi amiga… ¿No me harías nada no? – Dijo con un tono siniestro.
- No me ha ido nada mal. Realizando masacres de esas que no te gustan, terminando con las vidas de miles de personas y quemando todo a mi paso.
Entonces el camarero llegó con el pedido de la chica, pero no le hizo nada, pues había cumplido la orden. Por el momento su vida estaba a salvo. El moreno entonces se quedó observando a la gente con una expresión siniestra en su rostro. Parecía un puto psicópata planeando su siguiente asesinato. En ese momento decidió jugar a un juego mucho más divertido. Se quedó mirando a la agente del CP y lo siguiente que hizo fue ampliar su sonrisa bastante más, siendo de esa forma un poco macabro.
- Contéstame a esto… ¿Crees que soy un jodido loco? ¿Piensas que lo que hago es de ser un cabrón? ¿Si fueras más fuerte que yo, me matarías o detendrías ahora? Si no eres sincera, morirá alguien del público.
Una vez dijo aquello continuó observando los ojos de la chica con los suyos rojizos. Sin miedo alguno, pegó su frente a la de ella, haciendo que sus ojos quedaran totalmente a milímetros. Su haki de observación estaba activado y pretendía que le respondiese así de pegados. Sabía que ella sabría que no tendría escapatoria si hacía algo raro. Jin entonces se mantuvo sonriente y esperando una respuesta de la chica.
- Por qué yo te considero mi amiga… ¿No me harías nada no? – Dijo con un tono siniestro.
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Alice se estremeció al ver como unos pinchos oscuros empalaban al hombre de antes. No... no merecía ese final, y lo peor fue que no pudo hacer nada. Si lo hubiera visto venir, era muy probable que hubiese intervenido, pero todo fue demasiado rápido para sus ojos. Fue en ese momento que se dio cuenta de su realidad. El asesino se encontraba a un nivel completamente distinto de todo lo que había visto en su vida. Era triste pensar que, si se ponía en plan homicida, no podría hacer nada para detenerlo. Era frustrante, y le hacía ver lo inepta que era en cuanto a poder respecta. Sus propias habilidades eran solo un poco superior por encima del promedio. Incluso en su pelea con Misa no tuvo la ventaja por poder físico. Simplemente hizo gala de su capacidad adaptadora y estratégica, pero eso no hubiera funcionado si la rubia hubiese poseído mantra en ese momento.
En eso, el marine convertido en camarero volvió con el pedido. Dejó el plato en la mesilla y se marchó rápidamente de allí. Alice podía entender eso; luego del episodio en el que un hombre murió por solo asentir, ya nadie se fiaba por hacer un movimiento innecesario. Lo único que podían hacer en una situación así... era rezar para que el pelinegro siguiera de buenas y no entrara en plan psicópata total. Antes que pudiera seguir pensando en eso, Surfer le preguntó unas cosas. Sus ojos se abrieron de par en par, mostrando una profunda preocupación y nerviosismo. Por primera vez en toda la noche, su semblante se había "agrietado" y podía verse un poco lo que en verdad sentía en este momento.
– Bueno – escuchó el comentario del pelinegro, pero lo ignoró. No era tan ingenua para tomar esa acotación como verdad. – No sé que decir acerca de las dos primeras preguntas – y no estaba esquivando la respuesta; en verdad no sabía como responder a eso. Una parte de mí cree que la haces por algo del pasado o simplemente tienes una enfermedad que te hace ser así, y la otra simplemente me dice que eres un loco y haces todo esto porque sí – respondió con honestidad. En cuanto a lo otro... eso lo debía saber incluso él. – Si tuviera el poder, cosa improbable que suceda en un futuro, te detendría... pero no te mataría. Mi propia moral e ingenuidad hace que no asesine a menos que sea como último recurso –
Sabía muy bien lo ingenua que era su forma de comportarse, pero así era ella. Puede que algún día sus seres queridos estarán en problemas y lo único que podría hacer para salvarlos, será matar a sus enemigos. Esperaba que no pasara eso, y si sucedía... algo le decía que tendría que botar sus ideales y abrazar más a su verdadera personalidad que permanecía oculta bajo su fachada de chica alegre y simpática. No es que fuera mala en verdad o algo por el estilo. Simplemente consideraba a su verdadera yo como alguien... más extremista para hacer las cosas. Por lo menos, no dudaría en matar como lo hacía ella con su fachada.
En eso, el marine convertido en camarero volvió con el pedido. Dejó el plato en la mesilla y se marchó rápidamente de allí. Alice podía entender eso; luego del episodio en el que un hombre murió por solo asentir, ya nadie se fiaba por hacer un movimiento innecesario. Lo único que podían hacer en una situación así... era rezar para que el pelinegro siguiera de buenas y no entrara en plan psicópata total. Antes que pudiera seguir pensando en eso, Surfer le preguntó unas cosas. Sus ojos se abrieron de par en par, mostrando una profunda preocupación y nerviosismo. Por primera vez en toda la noche, su semblante se había "agrietado" y podía verse un poco lo que en verdad sentía en este momento.
– Bueno – escuchó el comentario del pelinegro, pero lo ignoró. No era tan ingenua para tomar esa acotación como verdad. – No sé que decir acerca de las dos primeras preguntas – y no estaba esquivando la respuesta; en verdad no sabía como responder a eso. Una parte de mí cree que la haces por algo del pasado o simplemente tienes una enfermedad que te hace ser así, y la otra simplemente me dice que eres un loco y haces todo esto porque sí – respondió con honestidad. En cuanto a lo otro... eso lo debía saber incluso él. – Si tuviera el poder, cosa improbable que suceda en un futuro, te detendría... pero no te mataría. Mi propia moral e ingenuidad hace que no asesine a menos que sea como último recurso –
Sabía muy bien lo ingenua que era su forma de comportarse, pero así era ella. Puede que algún día sus seres queridos estarán en problemas y lo único que podría hacer para salvarlos, será matar a sus enemigos. Esperaba que no pasara eso, y si sucedía... algo le decía que tendría que botar sus ideales y abrazar más a su verdadera personalidad que permanecía oculta bajo su fachada de chica alegre y simpática. No es que fuera mala en verdad o algo por el estilo. Simplemente consideraba a su verdadera yo como alguien... más extremista para hacer las cosas. Por lo menos, no dudaría en matar como lo hacía ella con su fachada.
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De todo lo que podía haber dicho la chica, le dijo que tenía una enfermedad. Jin quedó impresionado al sentir aquellas palabras, pues no se las esperaba de nadie cuerdo frente a él. Esa peliblanca había realizado la mayor de las locuras, llamarle enfermo. Algo superior a insecto o idiota. El moreno fijó sus rojizos ojos en la mujer y permaneció callado unos momentos. Además tuvo la osadía de llamarle loco, pero ella había sido sincera. Sin embargo, lo de la enfermedad había sobrado totalmente. Surfer se pensó unos momentos qué hacer con ella y finalmente se colocó en pie. La observó despacio y acto seguido sacó su guadaña Traintor. Sin pensárselo ni un momento, lanzó una parada rápida y formó una onda verdosa. Dicha onda cortó en dos a más de diez personas que pilló en masa. Los ojos de dichos seres quedaron en blanco y terminaron formando charcos de sangre.
- ¿Una enfermedad? Me has llamado enfermo, pequeña. Al hombre del que depende tu vida… Creo que ahora no te queda otra opción que arreglarlo. Te daré cinco segundos para que me hagas cambiar de opinión respecto a matar a todos.
De repente, el asesino lanzó una terrible llamarada contra las puertas, prendiendo fuego a la madera y haciendo que el edificio quedase incendiado. Ahora iba a divertirse quemando a todo el mundo si la joven no hacía algo. A continuación se volvió a sentar en la silla tranquilamente y permaneció agarrando su guadaña, mostrando una sonrisa siniestra y observando a la chica albina. Las personas no gritaban por miedo, pero algunas habían empezado a llorar. Fue entonces cuando el asesino clavó sus rojizos ojos en la joven.
- Ya sabes, convénceme de alguna forma de que no querías decir eso y que en realidad piensas otra cosa, por tu bien… Ah y no podrás hablar, ni escribir, ni haces gestos o mímica. Solo con hechos.
Jin sabía de sobra que aquello podía ser imposible y tampoco existía una respuesta sobre lo que debía hacer para disculparse. Pero sería divertido ver lo que ocurría en aquel lugar. Se relamió despacio y entonces continuó mirando a la chica con una mirada calmada. No le había afectado mucho el comentario, pues él tenía su propio punto de vista y consideraba enfermos a los demás, no a él mismo. Ahora haría a la joven arrepentirse y deseaba saber qué haría. A lo mejor se ponía a suplicar de rodillas, debía de ser un espectáculo digno.
- ¿Una enfermedad? Me has llamado enfermo, pequeña. Al hombre del que depende tu vida… Creo que ahora no te queda otra opción que arreglarlo. Te daré cinco segundos para que me hagas cambiar de opinión respecto a matar a todos.
De repente, el asesino lanzó una terrible llamarada contra las puertas, prendiendo fuego a la madera y haciendo que el edificio quedase incendiado. Ahora iba a divertirse quemando a todo el mundo si la joven no hacía algo. A continuación se volvió a sentar en la silla tranquilamente y permaneció agarrando su guadaña, mostrando una sonrisa siniestra y observando a la chica albina. Las personas no gritaban por miedo, pero algunas habían empezado a llorar. Fue entonces cuando el asesino clavó sus rojizos ojos en la joven.
- Ya sabes, convénceme de alguna forma de que no querías decir eso y que en realidad piensas otra cosa, por tu bien… Ah y no podrás hablar, ni escribir, ni haces gestos o mímica. Solo con hechos.
Jin sabía de sobra que aquello podía ser imposible y tampoco existía una respuesta sobre lo que debía hacer para disculparse. Pero sería divertido ver lo que ocurría en aquel lugar. Se relamió despacio y entonces continuó mirando a la chica con una mirada calmada. No le había afectado mucho el comentario, pues él tenía su propio punto de vista y consideraba enfermos a los demás, no a él mismo. Ahora haría a la joven arrepentirse y deseaba saber qué haría. A lo mejor se ponía a suplicar de rodillas, debía de ser un espectáculo digno.
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La situación se había vuelto muy peligrosa de un momento a otro. No quería decir eso con ese comentario, pero Jin se las arregló para torcer las palabras de la albina y usarlos como excusa para seguir con su masacre. ¿Resultado? Diez o más personas penarían en su consciencia para el resto de su vida. Se sentía impotente porque no podía hacer nada para defenderse a sí misma o defender a las demás personas del lugar. Niños, ancianos, mujeres... todos morirán si no hacía algo para arreglarlo. No podía hablar, hacer gestos, escribir... Tan solo debía mostrar con hechos que en realidad pensaba otra cosa y que no era un enfermo... pese a que lo era. ¿Cómo iba hacer algo así? Lo único que se le ocurría, era imitar sus acciones o mostrar algo de admiración hacia él. Ella no era enferma, por lo que si hacía algo como eso era probable que Surfer desistiera viendo a alguien "cuerdo" haciendo algo parecido a sus locuras...
La cosa era, ¿qué podía hacer? Pese a que era miembro de la Cipher Pol y tenía permitido matar si la situación lo requería, ciertas cosas impedían que llevara a cabo tal acto. En primera, y obviamente, no tenía idea si esta situación contaba o no como extraordinaria. Si actuaba como tal, era probable que fuera expulsado del CP y que pillara precio por su cabeza. Lo otro era que... simplemente, su propia personalidad actual le impedía matar a un civil inocente. Si abandonara su fachada completamente, entonces podría hacerlo. Matar a uno para salvar a más... Si, era muy probable que esa fuera su ideología si decidía ocupar su verdadera personalidad. ¿Por qué no lo hacía? Le daba miedo que cambiara más de la cuenta si lo hacía, tan solo era eso.
Alice silenciosamente sacó uno de los tantos que tenía oculto entre sus ropas. Sus ojos no denotaban nada de lo que sentía en ese momento, tan solo una determinación impresionante para lo que iba hacer. Levantó su arma hacia uno de los civiles... solo para luego clavarla directamente en su estómago. Se aseguró en no apuntar a ningún signo vital, tampoco se atravesó con mucha profundidad. Pero joder, nunca había sentido un dolor tan agonizante como el de ahora. Ante la mirada atónita de todos, la albina clavó una rodilla en el suelo y miró hacia el suelo, mostrando una mirada de profundo dolor.
¿Acaso era loca por hacerse daño a sí misma? Podía ser... ¿Pero eso no era lo que Jin quería? Debía probarle que no era loco haciendo que ella misma cometiera una locura. Lo único que se le ocurrió, fue hacerse daño a si misma. No fue una de sus mejores ideas, pero esperaba que eso probara su punto. La desesperación tendía a hacer que la gente cometiera locuras para su supervivencia y de los demás. Además... al igual que esa horrenda quemadura que dañaba su rostro de forma irreparable, ella misma tendría una cicatriz que le marcaría para toda la vida. O a lo mejor lo estaba pensando demasiado y simplemente fue un acto de cobardía para escapar de la realidad. Quedar inconsciente y no ver lo que pasaría... A estas alturas, ya todo le daba igual. Funcionase o no lo que hizo, nada cambiaría los hechos, a fin de cuentas.
La cosa era, ¿qué podía hacer? Pese a que era miembro de la Cipher Pol y tenía permitido matar si la situación lo requería, ciertas cosas impedían que llevara a cabo tal acto. En primera, y obviamente, no tenía idea si esta situación contaba o no como extraordinaria. Si actuaba como tal, era probable que fuera expulsado del CP y que pillara precio por su cabeza. Lo otro era que... simplemente, su propia personalidad actual le impedía matar a un civil inocente. Si abandonara su fachada completamente, entonces podría hacerlo. Matar a uno para salvar a más... Si, era muy probable que esa fuera su ideología si decidía ocupar su verdadera personalidad. ¿Por qué no lo hacía? Le daba miedo que cambiara más de la cuenta si lo hacía, tan solo era eso.
Alice silenciosamente sacó uno de los tantos que tenía oculto entre sus ropas. Sus ojos no denotaban nada de lo que sentía en ese momento, tan solo una determinación impresionante para lo que iba hacer. Levantó su arma hacia uno de los civiles... solo para luego clavarla directamente en su estómago. Se aseguró en no apuntar a ningún signo vital, tampoco se atravesó con mucha profundidad. Pero joder, nunca había sentido un dolor tan agonizante como el de ahora. Ante la mirada atónita de todos, la albina clavó una rodilla en el suelo y miró hacia el suelo, mostrando una mirada de profundo dolor.
¿Acaso era loca por hacerse daño a sí misma? Podía ser... ¿Pero eso no era lo que Jin quería? Debía probarle que no era loco haciendo que ella misma cometiera una locura. Lo único que se le ocurrió, fue hacerse daño a si misma. No fue una de sus mejores ideas, pero esperaba que eso probara su punto. La desesperación tendía a hacer que la gente cometiera locuras para su supervivencia y de los demás. Además... al igual que esa horrenda quemadura que dañaba su rostro de forma irreparable, ella misma tendría una cicatriz que le marcaría para toda la vida. O a lo mejor lo estaba pensando demasiado y simplemente fue un acto de cobardía para escapar de la realidad. Quedar inconsciente y no ver lo que pasaría... A estas alturas, ya todo le daba igual. Funcionase o no lo que hizo, nada cambiaría los hechos, a fin de cuentas.
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Jin alzó una ceja al ver lo que estaba ocurriendo. La chica parecía estar como una jodida cabra, pues en lugar de hacer algo distinto, se atravesó así misma. Podía servir, pero Surfer no quería una herida, más bien una muerte. De modo que debería currárselo más y con aquello no se iba a dar por satisfecho. El asesino entonces se colocó en pie y ocultó su guadaña en la funda correspondiente, quedando una especie de “L” en su espalda. El moreno se relamió al ver las llamas avanzar y a las familias morirse de terror. La chica no había sabido proteger los cuerpos de aquellas almas en pena y ahora tenía muy poco tiempo, pues iba a decirle que con dos segundos tendría de sobra. Se rascó un poco la cabeza y caminó hasta colocarse delante de la muchacha de cabellos blancos.
Sin pensárselo estiró su mano hasta ella, tratando de agarrarla por la nuca de forma suave. Sabía que no se iba a resistir o podría ser asesinada. El asesino entonces la miró fijamente y empezó a acercarse a ella muy despacio. Todos quedaron algo impactados, hasta que finalmente los labios de Surfer quedaron a escasos milímetros de los de la joven. En aquella posición estaban realmente cerca y fue cuando el demonio se relamió despacio y habló despacio, pretendiendo que el aliento chocase en la boca de ella, pero sin llegar a hacer nada más. Además, su voz era muy siniestra.
- No me interesa verte herida, por ahora… Quiero la vida de alguien de las personas aquí presentes… Obedece a tu dueño… – Una vez dijo aquello la miraría a los ojos, iluminándolos en un tono dorado y tratando de intimidarla.
Nunca había probado hipnotizar a alguien, y sabía que no iba a funcionar, pero pretendía que ella obedeciese y aceptase aquellas palabras mediante el miedo. Además, llevó la mano al mango de su guadaña para meter un poco más de presión. Se separó despacio de ella y se volvió a sentar en la silla, estirando las manos hacia los lados y empezando a formar un aura oscura a su alrededor.
- ¿Harás caso a tú señor? O ¿Debo matarlos a todos? Respóndeme como es debido, Alice… – Dijo finalmente en un tono realmente inquietante y siniestro.
Sin pensárselo estiró su mano hasta ella, tratando de agarrarla por la nuca de forma suave. Sabía que no se iba a resistir o podría ser asesinada. El asesino entonces la miró fijamente y empezó a acercarse a ella muy despacio. Todos quedaron algo impactados, hasta que finalmente los labios de Surfer quedaron a escasos milímetros de los de la joven. En aquella posición estaban realmente cerca y fue cuando el demonio se relamió despacio y habló despacio, pretendiendo que el aliento chocase en la boca de ella, pero sin llegar a hacer nada más. Además, su voz era muy siniestra.
- No me interesa verte herida, por ahora… Quiero la vida de alguien de las personas aquí presentes… Obedece a tu dueño… – Una vez dijo aquello la miraría a los ojos, iluminándolos en un tono dorado y tratando de intimidarla.
Nunca había probado hipnotizar a alguien, y sabía que no iba a funcionar, pero pretendía que ella obedeciese y aceptase aquellas palabras mediante el miedo. Además, llevó la mano al mango de su guadaña para meter un poco más de presión. Se separó despacio de ella y se volvió a sentar en la silla, estirando las manos hacia los lados y empezando a formar un aura oscura a su alrededor.
- ¿Harás caso a tú señor? O ¿Debo matarlos a todos? Respóndeme como es debido, Alice… – Dijo finalmente en un tono realmente inquietante y siniestro.
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En medio de su dolor, la albina escuchaba pasos acercándose hasta donde se encontraba, pero a estas alturas poco le importaba; sabía de sobre de quien se trataba. Sintió como una mano le tomaba de la nuca y estiraba su cabeza hasta que sus ojos quedaran mirando fijamente hacia los del ex marine. Su cuerpo se estremeció violentamente al ver como los labios del asesino se acercaban más a los de ella, quedando de tal forma que la albina podía sentir su respiración directamente en su rostro. Desde ya hace un rato que perdió su compostura, ahora sus ojos denotaba miedo de la persona que tenía a escasos centímetros de su cara. Quería gritar, quería patearlo, quería irse... pero no podía. Su propio cuerpo no le respondía, era como si todos los músculos estuvieran entumecidos. Por supuesto, era algo mental que impedía que huyese de allí. El miedo, quizás, aunque bien poco le importaba. Su tiempo se estaba acabando rápidamente, y nada podría hacer al respecto.
La albina tragó en seco, sin saber que hacer. Al parecer tendría que abandonar su ideología y matar a alguien del lugar, pero no podría a menos que abandonara los sueños de su madre y de Irene, y eso era algo que no podía hacer. Notó como el pelinegro le soltaba y se volvía a sentar en su silla. Alice se levantó del suelo, ignorando completamente el dolor. Puede que fuera la adrenalina lo que hacía que siguiera en pie, o simplemente su propia fuerza de voluntad se lo impedía. Sacó el tanto de su estómago y tuvo que aguantarse las ganas de gritar mientras un poco de sangre caía el piso. La agente levantó temblorosamente su brazo y miró a alguien del público. Al parecer hasta aquí no más llegaría su mentalidad...
En eso, ocurrió algo que no se esperaba. Un señor de mediana edad se acercó corriendo hacia donde se encontraba la albina y, antes que ella pudiera darse cuenta, agarró sus manos y dirigió el arma a su corazón. Por qué... ¿Por qué hizo eso? El hombre sonrío y luego se desplomó en el suelo. Alice sostenía el tanto ensangriente en su mano, aún sin procesar del todo lo ocurrido. Indirectamente, había matado a alguien, y esa sonrisa... La albina miró hacia adelante y miró como una mujer con su hijo se acercaba hasta el cuerpo del hombre. Lo entendió... el esposo de la familia decidió sacrificarse para salvar a su familia. Que triste, que desmoralizadora escena, que...
– Qué imbecilidad más grande – se burló una voz imaginaria en lo profundo de su mente.
Sus ojos se abrieron con horror y negó lentamente con la cabeza. No, no iba a caer tan fácilmente. No luego de todo lo que había sufrido para llegar hasta aquí. Ignorando su herida, la albina se alejó de la familia y se acercó hasta donde se encontraba el pelinegro.
– ¿Fue eso suficiente? – dijo con voz neutral, manteniendo su rostro inexpresivo en todo momento. Usaba lo último que le quedaba para mantener su fachada intacta. Si toda su "máscara" era destruida, entonces ya no abría nada que contuviera a la verdadera Alice.
La albina tragó en seco, sin saber que hacer. Al parecer tendría que abandonar su ideología y matar a alguien del lugar, pero no podría a menos que abandonara los sueños de su madre y de Irene, y eso era algo que no podía hacer. Notó como el pelinegro le soltaba y se volvía a sentar en su silla. Alice se levantó del suelo, ignorando completamente el dolor. Puede que fuera la adrenalina lo que hacía que siguiera en pie, o simplemente su propia fuerza de voluntad se lo impedía. Sacó el tanto de su estómago y tuvo que aguantarse las ganas de gritar mientras un poco de sangre caía el piso. La agente levantó temblorosamente su brazo y miró a alguien del público. Al parecer hasta aquí no más llegaría su mentalidad...
En eso, ocurrió algo que no se esperaba. Un señor de mediana edad se acercó corriendo hacia donde se encontraba la albina y, antes que ella pudiera darse cuenta, agarró sus manos y dirigió el arma a su corazón. Por qué... ¿Por qué hizo eso? El hombre sonrío y luego se desplomó en el suelo. Alice sostenía el tanto ensangriente en su mano, aún sin procesar del todo lo ocurrido. Indirectamente, había matado a alguien, y esa sonrisa... La albina miró hacia adelante y miró como una mujer con su hijo se acercaba hasta el cuerpo del hombre. Lo entendió... el esposo de la familia decidió sacrificarse para salvar a su familia. Que triste, que desmoralizadora escena, que...
– Qué imbecilidad más grande – se burló una voz imaginaria en lo profundo de su mente.
Sus ojos se abrieron con horror y negó lentamente con la cabeza. No, no iba a caer tan fácilmente. No luego de todo lo que había sufrido para llegar hasta aquí. Ignorando su herida, la albina se alejó de la familia y se acercó hasta donde se encontraba el pelinegro.
– ¿Fue eso suficiente? – dijo con voz neutral, manteniendo su rostro inexpresivo en todo momento. Usaba lo último que le quedaba para mantener su fachada intacta. Si toda su "máscara" era destruida, entonces ya no abría nada que contuviera a la verdadera Alice.
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No podía creerlo, un idiota había decidido hacerse el héroe y antes de que Jin terminase con su vida, la peliblanca lo hizo sin miedo alguno. La persona yacía muerta en el suelo y el rostro del moreno pasó a mostrar una diversión impresionante. Aquello había sido demasiado delicioso para ser verdad y lo siguiente que hizo fue lanzar un cañonazo de llamas a presión contra una de las puertas, reventándola y permitiendo una salida. Con un gesto de cabeza ordenó que todo el mundo saliese de allí y así fue. Todo el mundo corría despavorido al mismo tiempo que el asesino se colocaba en pie y avanzaba despacio hacia donde la peliblanca, quedando frente a ella y mirándola a los ojos con una calma sobrehumana ¿Cómo podía haber tanta maldad en una persona? Jin se trataba del mismísimo infierno. Fue entonces cuando le dedicó a la joven una sonrisa siniestra.
- Has aprobado, Alice. Tenías razón en cuanto a lo de enfermo, puede que lo sea, pero también acertaste en lo otro. Yo fui hace tiempo el líder de Akatsuki, una de las más gloriosas bandas revolucionarias del momento. Tenía aliados, compañeros y colaboraba con los demás. Al cabo de los años, de las traiciones y demás, me volví un poco más independiente. Sin embargo, la humanidad entera atentó contra algo que me pertenecía y el cual nunca podré recuperar. Ahora deben sentir en sus huesos el fuego del odio y de la maldad.
Terminó diciendo mostrando una sonrisa maniática. A continuación se relamió despacio y acto seguido tomó su máscara naranja, colocándosela en el rostro y dejando a la vista su ojo rojizo. Ya no quedaba casi nadie en aquel lugar, tan solo los cadáveres. Sabía que aquello solo iba a contárselo a la albina, nadie más lo sabría de su boca. Tampoco pensaba desvelar aquella cosa que le arrebataron. Unas llamas oscuras recorrieron el cuerpo entero del asesino, dándole un toque bastante siniestro. Fue entonces cuando Jin le dio la espalda a la joven, mostrando una expresión seria y quedando quieto.
- Esa mirada que tienes, me encanta. Deberías estar más tiempo así, Alice. Este mundo no merece otra cosa que arder. Yo puedo ofrecerte el poder que necesitas para cumplir con tus objetivos… Estoy preparando algo que cambiará este mundo. Si deseas saber más sobre todo esto, estaré encantado de dejar que te unas a mi oscuridad. – Mencionó lanzándole un pequeño trozo de papel. – Es mi número, tienes una semana para pensarlo, pues lo cambiaré en poco tiempo. Si te niegas, la próxima vez que te vea, deberé terminar con tu vida.
- Has aprobado, Alice. Tenías razón en cuanto a lo de enfermo, puede que lo sea, pero también acertaste en lo otro. Yo fui hace tiempo el líder de Akatsuki, una de las más gloriosas bandas revolucionarias del momento. Tenía aliados, compañeros y colaboraba con los demás. Al cabo de los años, de las traiciones y demás, me volví un poco más independiente. Sin embargo, la humanidad entera atentó contra algo que me pertenecía y el cual nunca podré recuperar. Ahora deben sentir en sus huesos el fuego del odio y de la maldad.
Terminó diciendo mostrando una sonrisa maniática. A continuación se relamió despacio y acto seguido tomó su máscara naranja, colocándosela en el rostro y dejando a la vista su ojo rojizo. Ya no quedaba casi nadie en aquel lugar, tan solo los cadáveres. Sabía que aquello solo iba a contárselo a la albina, nadie más lo sabría de su boca. Tampoco pensaba desvelar aquella cosa que le arrebataron. Unas llamas oscuras recorrieron el cuerpo entero del asesino, dándole un toque bastante siniestro. Fue entonces cuando Jin le dio la espalda a la joven, mostrando una expresión seria y quedando quieto.
- Esa mirada que tienes, me encanta. Deberías estar más tiempo así, Alice. Este mundo no merece otra cosa que arder. Yo puedo ofrecerte el poder que necesitas para cumplir con tus objetivos… Estoy preparando algo que cambiará este mundo. Si deseas saber más sobre todo esto, estaré encantado de dejar que te unas a mi oscuridad. – Mencionó lanzándole un pequeño trozo de papel. – Es mi número, tienes una semana para pensarlo, pues lo cambiaré en poco tiempo. Si te niegas, la próxima vez que te vea, deberé terminar con tu vida.
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Alice dejó que sus piernas dejaran de sentir su peso y se desplomó en el piso. No lo podía creer... lo había conseguido. De alguna forma, evitó que una masacre en masa se diera en ese lugar. Si no fuera por las vidas que se perdieron, probablemente se hubiera echado a reír allí mismo debido a todo lo ocurrido. Fue su primera muerte... el rostro de ese hombre le perseguiría para toda la vida luego de lo que hizo. ¿Quién hubiera pensado que su idiotez hubiera funcionado? Los ojos de la albina se abrieron y alejó esos pensamientos negativos de su mente. Era la primera vez... que admitía que ella era una persona distorsionada. Años de abusos y luego lo sucedido en el campo de concentración... se viese por donde se viese, era imposible que la joven hubiera quedado sana mentalmente luego de eso. Puede que lo único que mantuviera su fe intacta en el mundo, era la promesa que le hizo a Irene y a su madre... Promesa que cada vez veía más distante, al igual que sus ideales.
Lágrimas empezaron a caer en su rostro al darse cuenta de su oscuridad. No era idiota, sabía muy bien que lo tenía. Bajo diez candados y esa fachada de niña buena, había un odio impresionante hacia los nobles por todo lo que le hicieron sufrir. ¿Cómo no podía sentirlo? Fue violada, torturada, trataron mal a una niña inocente... Si, mientras más empezaba a recordar eso, más sentía ganas de hacer sufrir a todos ellos por lo que le hicieron a ella y a Irene.
Mientras intentaba arreglar sus pensamientos, la albina escuchaba la relato de Jin con atención. Bueno, podría tener sentido que gracias a las traiciones el pelinegro terminase de esa forma, pero algo le decía que esa no era toda la historia. Al ver como le pasaba su número, sus ojos de abrieron de par en par. ¿Era enserio? ¿En verdad hizo lo que creía que hizo? Por qué... ¿Por qué ella? Su vida era normal luego de que Jin Surfer entrara en su vida. Gracias a él, su máscara fue destruido casi por completo y ahora se encontraba confusa por lo que debía hacer. Por un lado, estaba su promesa hacia esas dos personas, y por otro lado estaba la promesa por el poder para poder acabar con todos sus enemigos. En antaño, algo así le hubiera repulsado, pero ahora... Ahora la idea le tentaba, para su horror. Era por eso mismo que quería mantener su verdadero ser oculto para siempre. Nunca pensó que alguien la sacaría a flote en menos de una hora.
– Llévate el número, ya me lo memorice. Habrán sospechas si me lo quedo – murmuró en voz baja mientras sentía como iba perdiendo sus fuerzas debido a la perdida de sangre. – Lo voy a pensar, en una semana tendrás tu respuesta – fue lo último que dijo antes de caer ante los brazos de morfeo, y su cuerpo terminó por desplomarse ante los pies de Surfer. Su destino que antes estaba fijo, ahora tenía varias oportunidades y ventanas abiertas, y en una semana su vida cambiaría para mal... o para bien.
Lágrimas empezaron a caer en su rostro al darse cuenta de su oscuridad. No era idiota, sabía muy bien que lo tenía. Bajo diez candados y esa fachada de niña buena, había un odio impresionante hacia los nobles por todo lo que le hicieron sufrir. ¿Cómo no podía sentirlo? Fue violada, torturada, trataron mal a una niña inocente... Si, mientras más empezaba a recordar eso, más sentía ganas de hacer sufrir a todos ellos por lo que le hicieron a ella y a Irene.
Mientras intentaba arreglar sus pensamientos, la albina escuchaba la relato de Jin con atención. Bueno, podría tener sentido que gracias a las traiciones el pelinegro terminase de esa forma, pero algo le decía que esa no era toda la historia. Al ver como le pasaba su número, sus ojos de abrieron de par en par. ¿Era enserio? ¿En verdad hizo lo que creía que hizo? Por qué... ¿Por qué ella? Su vida era normal luego de que Jin Surfer entrara en su vida. Gracias a él, su máscara fue destruido casi por completo y ahora se encontraba confusa por lo que debía hacer. Por un lado, estaba su promesa hacia esas dos personas, y por otro lado estaba la promesa por el poder para poder acabar con todos sus enemigos. En antaño, algo así le hubiera repulsado, pero ahora... Ahora la idea le tentaba, para su horror. Era por eso mismo que quería mantener su verdadero ser oculto para siempre. Nunca pensó que alguien la sacaría a flote en menos de una hora.
– Llévate el número, ya me lo memorice. Habrán sospechas si me lo quedo – murmuró en voz baja mientras sentía como iba perdiendo sus fuerzas debido a la perdida de sangre. – Lo voy a pensar, en una semana tendrás tu respuesta – fue lo último que dijo antes de caer ante los brazos de morfeo, y su cuerpo terminó por desplomarse ante los pies de Surfer. Su destino que antes estaba fijo, ahora tenía varias oportunidades y ventanas abiertas, y en una semana su vida cambiaría para mal... o para bien.
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Jin estiró la mano hacia la peliblanca. Unas llamas negras salieron disparadas hacia ella, tomando la forma de lanzas y clavándose a dos centímetros de su cara. El suelo había quedado atravesado y la expresión del demonio no cambió ni un momento. Levantó entonces la mano y simplemente se quedó mirando a la chica dormir. No había nadie más en aquella zona y sabía que no iban a tardar mucho más en llegar los marines. Simplemente soltó un pequeño suspiro y después le dio la espalda al cuerpo de la agente. Simplemente comenzó a caminar hacia la salida mientras su rojizo ojo brillaba en la noche. Parecía como si estuviese planeando algo malo, pero iba a tener que esperar para ello. Tenía unos planes que ejecutar antes en la isla Surfer. Escupió a un lado y fue caminando tranquilamente.
Sus oscuros cabellos lentamente pasaron a ser un tono rojizo, al mismo tiempo que sus ojos tomaban un color del mismo tipo. De nuevo tomó el aspecto de Akashi. Era algo más alto, pero eso le daba lo mismo. Se quitó la máscara y se colocó la capucha. Entonces usó el geppou para salir volando por los cielos con una calma brutal. Ahora debía dirigirse hacia su siguiente objetivo, el puerto. No tardó mucho en divisarlo y ver que solo había dos o tres barcos. Le sería muy fácil llevarse uno para su viaje. Lo siguiente que hizo fue relamerse y aterrizar en la cubierta de uno. Miró un poco a su alrededor y volvió a su forma de Jin, colocándose la máscara primero.
- A jugar…
Dijo al mismo tiempo que sacaba su guadaña Traintor y después miraba a los pocos hombres que había. Le miraban con puro terror, pero ya era tarde para ellos. El asesino enmascarado comenzó a acercarse con una expresión siniestra. En poco tiempo, la cubierta estaba llena de cadáveres y el barco se alejaba de la isla. La diversión había sido agradable, pero era el momento de empezar a trabajar en serio.
Sus oscuros cabellos lentamente pasaron a ser un tono rojizo, al mismo tiempo que sus ojos tomaban un color del mismo tipo. De nuevo tomó el aspecto de Akashi. Era algo más alto, pero eso le daba lo mismo. Se quitó la máscara y se colocó la capucha. Entonces usó el geppou para salir volando por los cielos con una calma brutal. Ahora debía dirigirse hacia su siguiente objetivo, el puerto. No tardó mucho en divisarlo y ver que solo había dos o tres barcos. Le sería muy fácil llevarse uno para su viaje. Lo siguiente que hizo fue relamerse y aterrizar en la cubierta de uno. Miró un poco a su alrededor y volvió a su forma de Jin, colocándose la máscara primero.
- A jugar…
Dijo al mismo tiempo que sacaba su guadaña Traintor y después miraba a los pocos hombres que había. Le miraban con puro terror, pero ya era tarde para ellos. El asesino enmascarado comenzó a acercarse con una expresión siniestra. En poco tiempo, la cubierta estaba llena de cadáveres y el barco se alejaba de la isla. La diversión había sido agradable, pero era el momento de empezar a trabajar en serio.
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Alice abrió sus ojos, pero tuvo que volver a cerrarlos al verse enceguecida con una luz. Al cabo de unos segundos, volvió a abrirlos, pero esta vez de forma lenta. Ya completamente despierta, se dio cuenta que se trataba de la blancura del techo. Por algunos instantes se encontró en un estado de confusión, sin saber donde se estaba exactamente. La albina frunció el ceño e intentó levantarse de la cama en la que se encontraba tendida, aunque no pudo llevar a cabo su cometido. Un quejido escapó de sus labios al sentir un tremendo dolor en su zona abdominal. La agente levantó con dificultad las sábanas y parpadeó al ver el estado de su cuerpo. En su mayoría, todo se encontraba en óptimas condiciones... salvo una venda que cubría casi toda su zona abdominal, terminando justo a la altura de los pechos.
– Oh, veo que ya despertaste – dijo una voz familiar.
La albina parpadeó y buscó al propietario de aquellas palabras, aunque ya sabía de quien se trataba. Era su mentor y amigo, Lorenz, un agente de alto rango que se encargaba de las misiones peligrosas en la agencia a la cual pertenecían, además se iniciar a los principiantes. Fue la persona quien le encontró en primer lugar, y quien le introdujo entre los agentes pese a su avanzada edad. Los CP, por lo general, solían ser entrenados desde pequeños para las misiones especiales de aquella rama. Personas como Alice eran la excepción a la regla, pero tampoco es como si fuera la única persona. Había oído de casos similares, así que daba igual un poco a fin de cuentas. Eso sí, esos casos especiales solían tener más dificultades para ascender en un principio.
– Lorenz-san, ¿por qué se encuentra aquí? – preguntó algo confusa la albina, aunque igual se encontraba feliz por volver a ver a su mentor.
– ¿No recuerdas como terminaste así, Alice? – preguntó el pelinegro.
La peliblanca frunció el ceño y ladeó su cabeza hacia un lado. Lo último que recordaba fue una misión hacia el reino de Sakura y... Los ojos se la agente se abrieron como platos al ver varias imágenes que pasaron por su cabeza. La joven apretó sus puños con fuerza, y no pudo evitar bajar la cabeza en señal de impotencia. Lágrimas corrían por su rostro, y ella no hacía ninguna cosa para detenerlas. ¿Por qué debería? Todas esas personas muertas, familias destruidas... Todo por culpa de un hombre. No solo eso, además ese maldito sacó a la luz una parte de ella que prefería mantener bajo candado durante toda su vida. Ahora que las cadenas estaban rotas... quién sabe que es lo que sucedería con su personalidad de ahora en adelante.
– Hablaremos más adelante cuando te recuperes y proceses todo lo ocurrido – habló el pelinegro al notar el silencio de la mujer. – Alice... No te culpes de algo que tenías forma alguna de arreglar. Pese a la situación, lograste controlar todo para mantener la cantidad de víctimas en un número reducido. A veces... es necesario sacrificar a algunas personas para salvar a una gran cantidad – Lorenz suspiró y se dio la vuelta, dispuesto a marcharse. – Una cosa más. La agencia te recompensó por todo lo que hiciste... Espero que disfrutes tu nueva arma – terminó de decir mientras apuntaba a una espada que se encontraba apoyada en la pared. Sin nada más que decir, dejó a Alice sola con sus pensamientos. En alguna otra ocasión la joven hubiera admirado el arma, ¿pero ahora? Sus pensamientos se encontraban en otro lugar... y por primera vez desde que abandonó su prisión, estaba dudando de su ambición, metas y formas de llevarlo a cabo. Una cosa era segura; la joven no volvería a ser la misma de antes.
– Oh, veo que ya despertaste – dijo una voz familiar.
La albina parpadeó y buscó al propietario de aquellas palabras, aunque ya sabía de quien se trataba. Era su mentor y amigo, Lorenz, un agente de alto rango que se encargaba de las misiones peligrosas en la agencia a la cual pertenecían, además se iniciar a los principiantes. Fue la persona quien le encontró en primer lugar, y quien le introdujo entre los agentes pese a su avanzada edad. Los CP, por lo general, solían ser entrenados desde pequeños para las misiones especiales de aquella rama. Personas como Alice eran la excepción a la regla, pero tampoco es como si fuera la única persona. Había oído de casos similares, así que daba igual un poco a fin de cuentas. Eso sí, esos casos especiales solían tener más dificultades para ascender en un principio.
– Lorenz-san, ¿por qué se encuentra aquí? – preguntó algo confusa la albina, aunque igual se encontraba feliz por volver a ver a su mentor.
– ¿No recuerdas como terminaste así, Alice? – preguntó el pelinegro.
La peliblanca frunció el ceño y ladeó su cabeza hacia un lado. Lo último que recordaba fue una misión hacia el reino de Sakura y... Los ojos se la agente se abrieron como platos al ver varias imágenes que pasaron por su cabeza. La joven apretó sus puños con fuerza, y no pudo evitar bajar la cabeza en señal de impotencia. Lágrimas corrían por su rostro, y ella no hacía ninguna cosa para detenerlas. ¿Por qué debería? Todas esas personas muertas, familias destruidas... Todo por culpa de un hombre. No solo eso, además ese maldito sacó a la luz una parte de ella que prefería mantener bajo candado durante toda su vida. Ahora que las cadenas estaban rotas... quién sabe que es lo que sucedería con su personalidad de ahora en adelante.
– Hablaremos más adelante cuando te recuperes y proceses todo lo ocurrido – habló el pelinegro al notar el silencio de la mujer. – Alice... No te culpes de algo que tenías forma alguna de arreglar. Pese a la situación, lograste controlar todo para mantener la cantidad de víctimas en un número reducido. A veces... es necesario sacrificar a algunas personas para salvar a una gran cantidad – Lorenz suspiró y se dio la vuelta, dispuesto a marcharse. – Una cosa más. La agencia te recompensó por todo lo que hiciste... Espero que disfrutes tu nueva arma – terminó de decir mientras apuntaba a una espada que se encontraba apoyada en la pared. Sin nada más que decir, dejó a Alice sola con sus pensamientos. En alguna otra ocasión la joven hubiera admirado el arma, ¿pero ahora? Sus pensamientos se encontraban en otro lugar... y por primera vez desde que abandonó su prisión, estaba dudando de su ambición, metas y formas de llevarlo a cabo. Una cosa era segura; la joven no volvería a ser la misma de antes.
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