El reino medieval ( Privado/ Pasado Shiro Senju y Ciaran Ehre )

El sol resplandecía a primera hora de la mañana, poco a poco me estaba aproximando a Skyros. Skyros era una isla situada en el North Blue famosa por encontrarse todavía en la Edad Media junto con Hallstat, mi isla natal. Me encontraba en un barco rumbo hacia allí para , principalmente, patrullar por la isla y asistir a los ciudadanos en la medida de lo posible. Me dolían las piernas de estar todo el rato sentada mirando fijamente el tranquilo mar, necesitaba con urgencia salir a tierra firme a estirar las piernas. Habían sido varias horas de viaje desde el cuartel de la Marina situado en este mar y ya incluso me estaba mareando un poco de ver el ir y venir de las olas.

Pasada una hora, el barco atracó en el muelle y desembarqué a paso ligero ya que no quería estar más tiempo en ese barco. Pasando el camino de los muelles, me adentré en una pequeña plaza que tenía un par de bancos y habían muchos árboles por doquier. En el parque, muchos niños jugaban y corrían de un lado a otro. Un ligero soplo de aire me despeinó un poco mi precioso cabello rubio, lo cual me molestó un poco y tuve que volver a peinarme con un peine que saqué de mi bolsa. Al parecer esta zona estaba tranquila y no había ningún indicio de peligro o mal comportamiento, sonreí un poco ante esta buena noticia. Me senté en un banco que tenía al lado y puse mi espadón a mi lado para ponerme a ver el paisaje.

-Dios, no había dormido tan mal desde hacía años- dije en voz baja. Había pasado una mala noche durmiendo en una posada de la isla Skyros, ya que no tenía mucho dinero y no podía permitirme una habitación y camas de buena calidad. Por alguna razón empecé a odiar esa isla. Me levanté de la cama y me acerqué a un espejo que había cerca, tenía unas ojeras más negras que la misma noche. Dejé escapar un leve suspiro de resignación y me lavé la cara en un cubo de agua que estaba al lado de mi cama, que estaba más fría que el hielo. Por lo menos, Utsuro no había controlado mi cuerpo desde hacía un par de días pero no podía confiarme demasiado, el mal nunca descansa incluso cuando lo llevas dentro.

Me puse algo de ropa limpia, bajé las escaleras y fui a pedirle algo al posadero para desayunar ya que me moría de hambre. Le dije que me diera un plato de huevos revueltos con bacon y un vaso de leche para acompañar esa deliciosa comida. Dicho esto, el posadero entró en la cocina y salió unos minutos después con el plato de comida y el vaso de leche los cuales desprendían un suave y rico olor. Empecé a comer, el comedor tenía poca gente pero por lo que vi habían un grupo de marineros del muelle y gente de fuera. Al acabar de comer, subí a mi habitación para coger mi espada y atarmela al cinto. No podía salir sin mi apreciada katana, ya que sentía mucho aprecio a ella porque era lo único que me quedaba de mi familia. Un par de furtivas lágrimas empezaron a caer de mi rostro al recordar lo sucedido aquella trágica noche en la que Utsuro se apoderó de mi cuerpo y mató a mi familia. Miré por la ventana y me limpié las lágrimas con la manga. Ahora era un fugitivo me gustara o no, tenía que seguir viviendo y encontrar una forma de controlar a Utsuro y redimirme por lo sucedido. Con una forzada sonrisa, salí a la calle a dar un paseo por aquella ciudad.

Al parecer me había quedado sopa después de relajarme tanto, el banco en el que estaba y la tranquilidad que se podía respirar en el aire hicieron que me quedara dormida durante un par de minutos. Sin embargo, me desperté rápidamente empapada en sudor  después de sufrir una pesadilla en la que me encontraba en mitad de un poblado en llamas. Hacía tiempo que no tenía esa pesadilla, aproximadamente unos dos meses desde que no la sufría. Se me había quedado grabado el trauma de presenciar la destrucción de mi pueblo en la mente, soñandolo cada cierto tiempo y despertando gritando y llorando. Es extraño que es esta ocasión no se diera ese caso.

Me incliné hacia delante, sujetándome la cabeza con ambas manos y dejé escapar un suspiro. - Otra vez el mismo sueño... debo aprender a retener ese doloroso recuerdo de mi inconsciente.- Dije a la vez que me intentaba secar el sudor con el brazo. Un par de niños que andaban pululando alrededor se me quedaron mirando, con una cierta cara de preocupación. No tuve otra que dedicarles la mejor sonrisa que poseía para indicarles que todo iba bien y funcionó, ya que me devolvieron la sonrisa y siguieron jugando a la pelota. Finalmente me levanté, tomé mi espada y la puse en la vaina que tenía en la espalda. Decidí que ir a dar un paseo por las calles del centro sería lo mejor para tomar un poco el aire y calmarme un poco. Empecé a caminar y antes de irme, los niños de antes se despidieron con la mano y yo hice lo mismo. Hecho esto, me metí por una calle transitada de gente rumbo al mercado.

Mientras iba andando por las calles, un ligero aroma a pan recién salido del horno logró penetrar por mis oficios nasales. Y no pude evitar dirigir mis pasos hacia la panadería más cercana, la cual estaba repleta de gente comprando pan y bollos. Miré el escaparate y se me hizo la boca agua, habían muchos tipos de pasteles, dulces y demás tipos de dulces. Ya que ante mí estaban tantos tipos de dulces que parecían tener toda la pinta de estar deliciosos, no pude evitar entrar en la pastelería a comprar unos cuantos y contentan a mi estómago con dichos dulces. Me puse en la cola y esperé a que fuese mi turno, la gente me miraba raro debido a la máscara negra que llevaba en la cara pero la llevaba puesta para que los que estaban buscando mi cabeza para cobrarla, no se diesen cuenta de mi verdadera identidad.

Estando esperando mi turno en la fila, empecé a sufrir un ligero dolor de cabeza que fue aumentando a más. No era posible... no podía ser que me pasase eso justo en ese momento, rodeado de civiles. Utsuro estaba despertando y estaba tomando el control de mi cuerpo poco a poco para cometer algún fatal acto. Intenté abandonar la tienda antes de que fuese tarde... pero fue en balde. Mi visión se tornó borrosa hasta perder la conciencia.

Skyros era una ciudad muy hermosa para ser una isla en plena Edad Medieval, con sólo mirar los edificios, la vestimenta de la gente que iba paseando por sus transitadas calles... todo me recordaba a Hallstat. Sentía el peso de la melancolía invadir mi corazón y no pude evitar dejar escapar una débil sonrisa que se dibujó en mis finos labios. Sin darme cuenta, el cielo se nubló y empezaron a caer unas cuantas gotas de lluvia que se fueron convirtiendo, de poco a poco, en lluvia. La gente de la calle empezó a correr a algún lugar para refugiarse de la lluvia mientras que yo, en cambio, me quedé quieta un momento disfrutando del frío abrazo de la lluvia mientras escuchaba el sonido de las gotas de agua golpear mi armadura.

Me gustaba el tacto de la lluvia por mi rostro, me daba una sensación de pura tranquilidad. Seguí caminando por las ahora vacías calles, andando bajo la lluvia sin rumbo alguno. Después de transitar un par de calles, me fijé en que no era la única que estaba disfrutando de un paseo bajo la lluvia, ya que un hombre venía caminando hacia mi dirección. Pero sin embargo... me producía una mala sensación. Llevaba una máscara negra y en su mano llevaba una katana... cubierta de sangre. Me puse en lo peor , desenvainé mi espada y me puse en guardia aguardando el movimiento de aquel hombre.

-Finalmente he conseguido despertar y tomar el cuerpo de este idiota para masacrar a esta gente... ¡JAJAJAJAJA!. Shiro, ya sabes que no puedes escapar de mí ni mucho menos intentar detenerme.- Dije sin parar de reírme. Me encontraba en la panadería en el que el muy tonto de mi otro yo se encontraba hace unos instantes. Nada más recuperar el control del cuerpo, desenvainé mi katana y masacré a la gen te de la panadería que eran como unas 10 o 12 personas, no estaba seguro. Me dispuse a contar los cadáveres de la gente que había matado en el local, no sin antes robarles todo lo que tenían encima y también vaciar la caja registradora. - Me encanta el olor de la carne muerta por la mañana y el tintineo de los dulces berries- dije sin parar de sonreír con una sonrisa fría.

Me dispuse a salir de la panadería ya que ya no tenía nada más que hacer allí. Me dispuse a mirar por la calle de arriba a abajo, para ver si había más gente a la que matar. Sin embargo, estaba lloviendo y seguramente se habían ido corriendo a sus casas. Chasqueé la lengua en señal de desagrado, quería llevarme algunos más por delante antes de que Shiro volviera a recuperar el control. Empecé a caminar bajo la lluvia con la katana empapada en sagre en mi mano. Pero para mi alegría, logré divisar calle arriba a una mujer rubia bastante alta que portaba una gran espada a su espalda. Sonreí y empecé a caminar hacia ella. Al parecer, descubrió mis intenciones puesto que desenvainó su espada y se puso en guardia. Parecía que las cosas iban a ponerse muy interesantes. Empecé a correr hacia ella, salté y la intenté atacar desde arriba. Al parecer estaba bien entrenada, pues consiguió parar mi espada con la hoja de su espadón. Justo cuando iba a ponerme en serio, mi visión se fue poniendo borrosa y a dolerme a horrores la cabeza. Maldito Shiro, estaba volviendo a despertar. No pude hacer nada y perdí la consciencia...

Me quedé mirando a ese hombre a la vez que sostenía mi arma y esperaba que viniese a por mí. Aquel extraño enmascarado, empezó a correr hacia mí a una considerable velocidad. El hombre saltó y se abalanzó sobre mí atacando con su espada, pero por fortuna, logré parar su ataque a tiempo utilizando toda mi fuerza para ampliar la velocidad y lograr detener el golpe. Intercambiamos nuestras miradas hasta que el enmascarado se hizo hacia atrás, llevándose una mano hacia la cabeza en señal de dolor. Parecía que estaba sufriendo un gran dolor en la cabeza y de repente cayó al suelo. Era extraño, un hombre que vino a matarme que se desmaya por un simple dolor de cabeza. La lluvia seguía cayendo con fuerza sobre nuestros cuerpos. Me preguntaba de donde procedía la sangre de esa espada y las ropas que portaba mi atacante, hasta que ví un delgado rastro el cual seguí y me llevó hasta una panadería. No pude evitar llevarme una mano a la boca y casi no pude controlar la rabia que sentía en ese momento. Ante mí, habían una decena de cadáveres por toda la panadería con numerosos cortes en sus cuerpos.

Seguramente los había matado el hombre contra el que me enfrenté... odiaba más que nada a las personas como esas. Personas que matan para saciar su sed de sangre. Una increíble furia se apoderó de mí y salí afuera a dar muerte a aquel cruel hombre que había matado a esas inocentes personas a sangre fría. Pero ante mi sorpresa, ya no estaba allí. El muy malnacido seguramente aprovechó para escapar cuando recuperó la conciencia. - Algún día te encontraré y te haré pagar por tus actos, por suerte el mundo es como un pañuelo y nos nuestros caminos se cruzarán algún día-. Dije con odio a la vez que miré al cielo y la lluvia me empapaba el rostro.