Eichi Tsukasa
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El pelirrojo se frotó las manos mientras se encontraba mirando uno de los famoso jardines de aquella isla. Gazia... debía admitir que aquella porción de tierra era muy distinta a otras que había visitado. No sabía muy bien en que sentido, pero se podía respirar un aire diferente que en otros lugares. Eichi dio con esta isla de pura casualidad, como todas las veces, vaya. Luego de su encuentro con el agente Taiga, el pelirrojo había decidido retirarse a un sector que no estuviera concentrado de trabajadores del gobierno. Por lo que pudo averiguar, Gazia tenía conflictos con esto debido a un ataque a su emperatriz hace tiempo. Supo de inmediato que aquella isla era perfecta para descansar un rato y pensar en lo que debía hacer ahora.
Taiga... debía admitir, que ese encuentro ,fue un buen golpe para afrontar la realidad en la que se encontraba. Hasta ese día, no había pensando mucho en el precio que tenía por su cabeza, simplemente asumía que nadie iría por alguien con tan poca recompensa como él... Se equivocó rotundamente. O el gobierno estaba muy necesitado de prestigio para mantener su imagen, o simplemente criminal que veía, criminal que debían cazar, aunque, la verdad, no sabía si el agente estaba hablando enserio sobre arrestarlo o no. No le pareció un tipo serio a primeras cuentas, algo relajado y sin importarle nada (por lo que pudo observar de la escena con los boxers). En fin, la cosa era que, gracias a ese encuentro, ahora iba mas precavido por si otro indeseado intentaba mandarlo a prisión por una tontería como esa.
– Bah, no vale la pena pensar mucho en eso ahora – el pelirrojo susurró y estiró sus brazos.
Parpadeó un par de veces y miró al cielo. La noche era bonita y estrellada, como pocas veces se podía ver. Musitó algo por lo bajo y se sentó bajo la copa de un árbol, al tiempo que pensaba en cosas sin importancia. Se supone que en esa isla vivieron dioses en antaño, y por eso se le concedió el apodo de jardín de los dioses. Cualquier persona se reiría de eso, pero el pelirrojo no era una cualquiera. El mismo creía en dioses, o dios para ser mas específico. Seiryu era un dios venerado en sus tierras, y se dice que residía, durmiendo, en la montaña más alta de Péndragon, aunque nadie lo sabía con exactitud. Esa zona era demasiado peligrosa, y todos los que se adentraban allí terminaban muriendo.
– Seiryu, ¿eh?– dijo el pelirrojo con una sonrisa. Mientras contemplaba el cielo, pensaba en que realmente le encantaría conocer a aquella divinidad.
Taiga... debía admitir, que ese encuentro ,fue un buen golpe para afrontar la realidad en la que se encontraba. Hasta ese día, no había pensando mucho en el precio que tenía por su cabeza, simplemente asumía que nadie iría por alguien con tan poca recompensa como él... Se equivocó rotundamente. O el gobierno estaba muy necesitado de prestigio para mantener su imagen, o simplemente criminal que veía, criminal que debían cazar, aunque, la verdad, no sabía si el agente estaba hablando enserio sobre arrestarlo o no. No le pareció un tipo serio a primeras cuentas, algo relajado y sin importarle nada (por lo que pudo observar de la escena con los boxers). En fin, la cosa era que, gracias a ese encuentro, ahora iba mas precavido por si otro indeseado intentaba mandarlo a prisión por una tontería como esa.
– Bah, no vale la pena pensar mucho en eso ahora – el pelirrojo susurró y estiró sus brazos.
Parpadeó un par de veces y miró al cielo. La noche era bonita y estrellada, como pocas veces se podía ver. Musitó algo por lo bajo y se sentó bajo la copa de un árbol, al tiempo que pensaba en cosas sin importancia. Se supone que en esa isla vivieron dioses en antaño, y por eso se le concedió el apodo de jardín de los dioses. Cualquier persona se reiría de eso, pero el pelirrojo no era una cualquiera. El mismo creía en dioses, o dios para ser mas específico. Seiryu era un dios venerado en sus tierras, y se dice que residía, durmiendo, en la montaña más alta de Péndragon, aunque nadie lo sabía con exactitud. Esa zona era demasiado peligrosa, y todos los que se adentraban allí terminaban muriendo.
– Seiryu, ¿eh?– dijo el pelirrojo con una sonrisa. Mientras contemplaba el cielo, pensaba en que realmente le encantaría conocer a aquella divinidad.
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Una figura caminaba por aquellos parajes. Era muy extraño que alguien como él estuviese en ese sitio, pero cuando una persona no tenía a donde ir, viajaba por el mundo sin rumbo fijo. Era justo lo que le pasaba al luchador de las pesadillas. Tener que estar en el barco no iba mucho con su estilo, pues escuchar las burradas de Émile no siempre era bueno para su propia salud. Desde hacía tiempo había dejado de matar por mero placer y ahora tan solo buscaba redimirse de alguna forma. Ganar la aprobación de Dexter era otro de los motivos por el que continuaba entrenando. Deseaba vencerlo y demostrarle que pese a ser más fuerte, no pensaba matarle nunca. El cadejo odiaba que el jodido dragón pensase de él como un maldito psicópata más. No era Kogáto ni mucho menos, era muy distinto a aquel cabrón al que quería masacrar. Él solo mataba para defenderse.
Aquel jardín parecía un lugar magnifico para descansar un poco y admirar sus hermosos paisajes, pero incluso la belleza del mundo rechazaba al cadejo. Esperaba que nadie le atacase a llantos y a gritos de que se largase, o tendría que liarse a golpes de nuevo antes de tiempo. El perro del diablo comenzó a caminar entonces hacia aquel sitio, observando su espectacular y curioso estilo. Su expresión fue seria en todo momento, pues no sabía poner otra expresión. El cadejo llevaba ese día un pantalón largo de color blanco y unas botas de acero del mismo tono. Dejaba ver su musculoso cuerpo y aquel tatuaje de media luna oscura en la zona de su corazón. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos activó su haki de observación. Pudo detectar entonces una presencia más fuerte que las demás que había en ese lugar. Estaba lejos de la suya, pero eso era algo que le daba igual sinceramente.
El lobo del terror decidió continuar con la caminata, hasta que vio a aquella persona allí. Sus ojos se abrieron un poco más de la cuenta al darse cuenta de que se trataba de Akashi. Su viejo rival estaba en la isla como él y la verdad es que llevaba mucho tiempo sin verle. El luchador comenzó a caminar hacia él con ambas manos en los bolsillos. Una vez llegó hasta su posición, se quedó mirándole con toda la calma del mundo. El usuario de la fruta de repeler parecía no estar muy en forma, pero eso le daba un poco igual. Simplemente estiró su mano hacia él y aunque no lo mostrase, se alegraba de ver por fin una cara conocida. Ahora solo faltaba que su viejo compañeros de combates estrechase su mano y hablasen juntos un poco. Era lo mínimo que podía pasar entre ellos.
- Tiempo sin verte, compañero. Dime, Akashi… ¿Cómo has estado este tiempo?
Dijo en un tono de voz serio. Recordó su primera vez peleando junto al pelirrojo en el puente de los esclavos y eso le hizo mostrar una sonrisa ladeada. Entonces algo extraño pasó. Su olor fue distinto del que recordaba y su aura parecía ser distinta. Ladeó un poco la cabeza y después de unos momentos se quedó mirándole fijamente ¿Había descubierto poderes para cambiar su presencia y olor? Kedra no podía creérselo, pero quizás podía ser verdad.
- ¿Akashi?
Aquel jardín parecía un lugar magnifico para descansar un poco y admirar sus hermosos paisajes, pero incluso la belleza del mundo rechazaba al cadejo. Esperaba que nadie le atacase a llantos y a gritos de que se largase, o tendría que liarse a golpes de nuevo antes de tiempo. El perro del diablo comenzó a caminar entonces hacia aquel sitio, observando su espectacular y curioso estilo. Su expresión fue seria en todo momento, pues no sabía poner otra expresión. El cadejo llevaba ese día un pantalón largo de color blanco y unas botas de acero del mismo tono. Dejaba ver su musculoso cuerpo y aquel tatuaje de media luna oscura en la zona de su corazón. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos activó su haki de observación. Pudo detectar entonces una presencia más fuerte que las demás que había en ese lugar. Estaba lejos de la suya, pero eso era algo que le daba igual sinceramente.
El lobo del terror decidió continuar con la caminata, hasta que vio a aquella persona allí. Sus ojos se abrieron un poco más de la cuenta al darse cuenta de que se trataba de Akashi. Su viejo rival estaba en la isla como él y la verdad es que llevaba mucho tiempo sin verle. El luchador comenzó a caminar hacia él con ambas manos en los bolsillos. Una vez llegó hasta su posición, se quedó mirándole con toda la calma del mundo. El usuario de la fruta de repeler parecía no estar muy en forma, pero eso le daba un poco igual. Simplemente estiró su mano hacia él y aunque no lo mostrase, se alegraba de ver por fin una cara conocida. Ahora solo faltaba que su viejo compañeros de combates estrechase su mano y hablasen juntos un poco. Era lo mínimo que podía pasar entre ellos.
- Tiempo sin verte, compañero. Dime, Akashi… ¿Cómo has estado este tiempo?
Dijo en un tono de voz serio. Recordó su primera vez peleando junto al pelirrojo en el puente de los esclavos y eso le hizo mostrar una sonrisa ladeada. Entonces algo extraño pasó. Su olor fue distinto del que recordaba y su aura parecía ser distinta. Ladeó un poco la cabeza y después de unos momentos se quedó mirándole fijamente ¿Había descubierto poderes para cambiar su presencia y olor? Kedra no podía creérselo, pero quizás podía ser verdad.
- ¿Akashi?
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El brazo del pelirrojo tembló ligeramente al escuchar el sonido de pasos acercándose. Se quedó sentado tranquilamente mientras esperaba que la persona se acercase. No sentía intención asesina alguna... de momento, por lo que se mantendría relajado por ahora. Eso no significaba que mantendría la guardia baja, sin embargo. El pelirrojo había aprendido mucho durante su travesía desde que abandonó su isla natal, y una lección bien importante que aprendió, fue que nunca bajaras tu guardia, incluso si estuvieras rodeado de camaradas o amigos. Era mejor prevenir que luego lamentar algo infortunado, después de todo. Castor, Drake, Slayer, Taiga, Ban... Si, eran unos bastardos (al menos el primero y el tercero), pero ayudaron en que pudiera agudizar sus sentidos de combate y mejoró bastante a la hora de pelear gracias a eso. Su último combate se lo demostró. Pese a que sujetos como Taiga no se inmutarían con eso, probablemente podría haber puesto en apuros a una persona como Ban.
Al escuchar el sonido de los pasos detenerse, el joven miró hacia arriba para ver de quien se trataba... Le reconoció en el acto. ¿Como no lo habría hecho? Tenía delante a un criminal que tenía cuatrocientos cincuenta y seis millones por su cabeza, y no solo eso. Tenía fama por asesinar a civiles por pura diversión, además pertenecía a la banda del reciente Yonkou, Emile. Al contrario de Hinori, que pertenecía a la banda de un Yonkou semi pacifista, Kedra era otra cosa. Si en verdad los rumores eran ciertos... Eso significaba que se encontraba en gran peligro. Dios, su suerte era horrible. Siempre que quería descansar, un tipo peligroso tenía que cruzarse en su camino. Ya iba en racha, y tenía la sensación que no iba a terminar nunca.
Eichi frunció el ceño al escuchar las palabras del pelinegro y de inmediato se tensó. Se levantó calmadamente de la base de árbol y estudió con más detenimiento al personaje que tenía enfrente. Le había llamado Akashi, y eso había prendido completamente sus alarmas. Que conociese ese nombre, significaban dos cosas. O conoció a su hermano antes de su muerte, cosa que dudaba, o tuvo alguna clase de encuentro con su yo alterno. Eso era más factible, viendo que, cuando el otro pelirrojo tomaba el control, terminaba arrojado a los más profundos abismos de su mente, y no se enteraba de nada del mundo exterior hasta que Akashi decidía devolverle el control de su cuerpo.
– Me temo – empezó a decir en un tono bajo y serio – que te has equivocado de persona. Mi nombre es Eichi, Kedra-san. – El pelirrojo se tensó y esperó la reacción del pelinegro. Los nakamas de un Yonkou podría llegar a ser muy impredecibles (si, incluso Hinori lo era en ocasiones), más si contamos que éste en cuestión pertenece a una de las bandas más peligrosas del mundo. Solo esperaba que no se armara un conflicto, porque en verdad dudaba que pudiera salir indemne como los que tuvo en los encuentros del pasado.
Al escuchar el sonido de los pasos detenerse, el joven miró hacia arriba para ver de quien se trataba... Le reconoció en el acto. ¿Como no lo habría hecho? Tenía delante a un criminal que tenía cuatrocientos cincuenta y seis millones por su cabeza, y no solo eso. Tenía fama por asesinar a civiles por pura diversión, además pertenecía a la banda del reciente Yonkou, Emile. Al contrario de Hinori, que pertenecía a la banda de un Yonkou semi pacifista, Kedra era otra cosa. Si en verdad los rumores eran ciertos... Eso significaba que se encontraba en gran peligro. Dios, su suerte era horrible. Siempre que quería descansar, un tipo peligroso tenía que cruzarse en su camino. Ya iba en racha, y tenía la sensación que no iba a terminar nunca.
Eichi frunció el ceño al escuchar las palabras del pelinegro y de inmediato se tensó. Se levantó calmadamente de la base de árbol y estudió con más detenimiento al personaje que tenía enfrente. Le había llamado Akashi, y eso había prendido completamente sus alarmas. Que conociese ese nombre, significaban dos cosas. O conoció a su hermano antes de su muerte, cosa que dudaba, o tuvo alguna clase de encuentro con su yo alterno. Eso era más factible, viendo que, cuando el otro pelirrojo tomaba el control, terminaba arrojado a los más profundos abismos de su mente, y no se enteraba de nada del mundo exterior hasta que Akashi decidía devolverle el control de su cuerpo.
– Me temo – empezó a decir en un tono bajo y serio – que te has equivocado de persona. Mi nombre es Eichi, Kedra-san. – El pelirrojo se tensó y esperó la reacción del pelinegro. Los nakamas de un Yonkou podría llegar a ser muy impredecibles (si, incluso Hinori lo era en ocasiones), más si contamos que éste en cuestión pertenece a una de las bandas más peligrosas del mundo. Solo esperaba que no se armara un conflicto, porque en verdad dudaba que pudiera salir indemne como los que tuvo en los encuentros del pasado.
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Los dorados y siniestros ojos del luchador continuaban clavados en los del chico pelirrojo, el cual parecía estar bastante a gusto bajo aquel árbol. Esperaba una respuesta rápida por su parte para no estar más tiempo allí quieto. A lo mejor podían tener un combate como los de antes o simplemente irse a comer algo a un sitio tranquilo. Muchas eran las posibilidades que se le estaban ocurriendo al pirata. Se mantuvo tranquilo en todo momento, como de costumbre. Era una de esas personas que no se ponía nerviosa ante nada. Sim embargo, el chico no le estaba dando la mano y eso le hizo pensar en varias cosas. Esperaba que no fuese ninguna de ellas, pues en ese caso iba a tener que cambiar de nuevo su faceta del mundo. El silencio reinó unos momentos, hasta que aquel chico pelirrojo se colocó en pie. El lobo del miedo le miró con calma, esperando sus palabras.
Cuando le dijo que se había equivocado, los ojos del luchador se abrieron un poco más de lo normal. No entendía lo que su compañero estaba diciendo. El pelirrojo era demasiado orgulloso y sabía que no permitiría hacerse pasar por nadie, pues le gustaba ser él, o eso pensaba el pirata. Nightmare ladeó un poco la cabeza y después de unos momentos, miró su propia mano. No pensaba retirarla y la mantenía extendida hacia aquella persona. Una leve brisa ondeó sus cabellos un poco, pero el lobo continuaba de la misma forma. El nombre que le había dicho era “Eichi”. No había oído hablar de alguien así en toda su vida y por ello soltó un pequeño suspiro. No se creía aquella tontería, o más bien no quería aceptarlo. Para una vez que encontraba a alguien con quién podría relajarse y resultaba ser todo lo contrario. Ahora iba a tenerse que quebrar la cabeza pensando en la situación.
- ¿Qué estás diciendo, Akashi? Está claro que eres tú. No te he olvidado en este tiempo y estoy seguro que tú tampoco lo has hecho. No me creo que no reconozcas a tu compañero de batalla.
El luchador alzó la ceja derecha entonces. El suelo empezó a temblar un poco, creándose algunas cortinas de humo negras alrededor de ellos dos. En poco tiempo surgieron un par de perros hechos de oscuridad y de rojizos ojos. Las bestias gruñeron un poco y rodearon a los dos. Empezaron a olisquear un poco al chico y tras unos momentos miraron a su dueño. Tras un sonido similar a un quejido, los animales se deshicieron en oscuridad. Kedra frunció un poco el ceño al ver aquello. De todas formas, quería comprobarlo hasta el último momento, por lo que mantuvo la mano extendida esperando a que la estrechase.
Cuando le dijo que se había equivocado, los ojos del luchador se abrieron un poco más de lo normal. No entendía lo que su compañero estaba diciendo. El pelirrojo era demasiado orgulloso y sabía que no permitiría hacerse pasar por nadie, pues le gustaba ser él, o eso pensaba el pirata. Nightmare ladeó un poco la cabeza y después de unos momentos, miró su propia mano. No pensaba retirarla y la mantenía extendida hacia aquella persona. Una leve brisa ondeó sus cabellos un poco, pero el lobo continuaba de la misma forma. El nombre que le había dicho era “Eichi”. No había oído hablar de alguien así en toda su vida y por ello soltó un pequeño suspiro. No se creía aquella tontería, o más bien no quería aceptarlo. Para una vez que encontraba a alguien con quién podría relajarse y resultaba ser todo lo contrario. Ahora iba a tenerse que quebrar la cabeza pensando en la situación.
- ¿Qué estás diciendo, Akashi? Está claro que eres tú. No te he olvidado en este tiempo y estoy seguro que tú tampoco lo has hecho. No me creo que no reconozcas a tu compañero de batalla.
El luchador alzó la ceja derecha entonces. El suelo empezó a temblar un poco, creándose algunas cortinas de humo negras alrededor de ellos dos. En poco tiempo surgieron un par de perros hechos de oscuridad y de rojizos ojos. Las bestias gruñeron un poco y rodearon a los dos. Empezaron a olisquear un poco al chico y tras unos momentos miraron a su dueño. Tras un sonido similar a un quejido, los animales se deshicieron en oscuridad. Kedra frunció un poco el ceño al ver aquello. De todas formas, quería comprobarlo hasta el último momento, por lo que mantuvo la mano extendida esperando a que la estrechase.
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El pelirrojo frunció el ceño al ver que el pelinegro seguía insistiendo en el tema. En el pasado, el pelirrojo hubiera perdido la compostura fácilmente en situaciones como estas, lo que sucedió con Castor fue un claro ejemplo de lo inmaduro que era. Ahora era alguien mucho más calmado, y pensaba las cosas bien antes de hacerlas, incluso si tuviera que torcer la realidad para su beneficio y bienestar propio. Se quedó callado durante algunos segundos, mientras pensaba en que responderle exactamente a Kedra. No le gustaba mentir, de hecho lo detestaba, pero debía tomar medidas drásticas si quería salir en una pieza de la isla. El hombre que tenía en frente era cosa seria, el peor personaje con el que pudiera haberse encontrado.
– Estoy diciendo la verdad, mi nombre no es Akashi, es Eichi y... Te renosco, Kedra-san, sería un estúpido si no lo hiciera – respondió de vuelta el pelirrojo.
Eichi se tensó al ver como... ¿perros? Si, algo parecido a esos animales, se acercaban a él. El joven príncipe tensó sus músculos, preparándose para un conflicto, pero esos seres simplemente lo rodearon. Al cabo de un rato, estos se dirigieron a su dueño y desaparecieron, como si nunca hubieran estado allí. Frunció el ceño y pensó cuidadosamente sus próximas palabras. Se estaba jugando el pellejo, y debía ser astuto se quería sobrevivir.
– Reconozco que tenía un hermano gemelo llamado Akashi, pero murió hace un tiempo y no sé si se traten de la misma persona – dijo finalmente el príncipe de Péndragon. Técnicamente hablando, no había mentido en nada. Era verdad que tenía un hermano gemelo llamado Akashi y, aunque dudase que fuera la misma persona que Kedra conocía, eso no tenía que saberlo. Juegos de supervivencia como esos ya le estaban hartando. Un día... un misero día el joven pedía para relajarse. Los conflictos le seguían como moscas, al parecer. Eichi suspiró y le tendió la mano al criminal.
– Eichi Tsukasa, un placer, Kedra-san – se presentó cortésmente el joven, manteniendo la vista en frente en todo momento. Además se tener su guardia a toda máquina, claro está.
– Estoy diciendo la verdad, mi nombre no es Akashi, es Eichi y... Te renosco, Kedra-san, sería un estúpido si no lo hiciera – respondió de vuelta el pelirrojo.
Eichi se tensó al ver como... ¿perros? Si, algo parecido a esos animales, se acercaban a él. El joven príncipe tensó sus músculos, preparándose para un conflicto, pero esos seres simplemente lo rodearon. Al cabo de un rato, estos se dirigieron a su dueño y desaparecieron, como si nunca hubieran estado allí. Frunció el ceño y pensó cuidadosamente sus próximas palabras. Se estaba jugando el pellejo, y debía ser astuto se quería sobrevivir.
– Reconozco que tenía un hermano gemelo llamado Akashi, pero murió hace un tiempo y no sé si se traten de la misma persona – dijo finalmente el príncipe de Péndragon. Técnicamente hablando, no había mentido en nada. Era verdad que tenía un hermano gemelo llamado Akashi y, aunque dudase que fuera la misma persona que Kedra conocía, eso no tenía que saberlo. Juegos de supervivencia como esos ya le estaban hartando. Un día... un misero día el joven pedía para relajarse. Los conflictos le seguían como moscas, al parecer. Eichi suspiró y le tendió la mano al criminal.
– Eichi Tsukasa, un placer, Kedra-san – se presentó cortésmente el joven, manteniendo la vista en frente en todo momento. Además se tener su guardia a toda máquina, claro está.
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Kedra notó la mano de aquel chico estrechar la suya. En ese momento entendió todo. No se trataba de su compañero, no era su tacto, ni su olor, ni su aura. Era como si Akashi se hubiese desvanecido. Que dijese que tenía un hermano llamado así le hizo pensar que debía ser él. De todas formas, dejó de insistir. Su mano se convirtió en la de una serpiente negra de ojos dorados y quedó enroscada a la del chico. Se trataba de una ilusión provocada por su fruta, pero perfectamente real. El lobo le miró a los ojos entonces. Parecía muy calmado, pero sin duda alguna, el cabrón acojonaba a veces.
La víbora sacó la lengua y mostró sus colmillos, pero entonces se deshizo en una nube de humo pequeño y volvió a ser una mano. Terminó de estrecharla con el pelirrojo y después le miró con calma. Su expresión volvía a ser tan despreocupada como siempre. Quería darle un pequeño susto, pero poco más. El chico llamado Eichi tenía demasiado parecido físico con su viejo compañero y por eso tuvo aquel arrebato bromista con él. Soltó un nuevo suspiro y después se estiró con toda la calma del mundo. Terminó por tumbarse en el suelo cerrar los ojos tranquilamente.
- Vaya coincidencia entonces. Es normal que sepas de mí. Cuando uno tiene su foto en todas las carteras de los cazadores y no precisamente por amor, se acostumbra.
Una vez dijo aquello, arrancó un puñado de hierbas con la mano derecha y sin pensárselo se las lanzó al chico para mancharlo con ellas y un poco de tierra. Cuando el lobo se aburría solía hacer aquel tipo de cosas. Ushio sabía muy bien que cuando Kedra estaba cerca podrías terminar lleno de sangre de cabra o algo peor.
La víbora sacó la lengua y mostró sus colmillos, pero entonces se deshizo en una nube de humo pequeño y volvió a ser una mano. Terminó de estrecharla con el pelirrojo y después le miró con calma. Su expresión volvía a ser tan despreocupada como siempre. Quería darle un pequeño susto, pero poco más. El chico llamado Eichi tenía demasiado parecido físico con su viejo compañero y por eso tuvo aquel arrebato bromista con él. Soltó un nuevo suspiro y después se estiró con toda la calma del mundo. Terminó por tumbarse en el suelo cerrar los ojos tranquilamente.
- Vaya coincidencia entonces. Es normal que sepas de mí. Cuando uno tiene su foto en todas las carteras de los cazadores y no precisamente por amor, se acostumbra.
Una vez dijo aquello, arrancó un puñado de hierbas con la mano derecha y sin pensárselo se las lanzó al chico para mancharlo con ellas y un poco de tierra. Cuando el lobo se aburría solía hacer aquel tipo de cosas. Ushio sabía muy bien que cuando Kedra estaba cerca podrías terminar lleno de sangre de cabra o algo peor.
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Kedra estrechó la mano del joven pelirrojo, pero en eso ocurrió algo que no se esperaba. La mano del pelinegro, a sus ojos, se convirtió en una especie de serpiente negra con ojos dorados que se enroscó en la mano del príncipe de Péndragon. El animal sacó sus colmillos y miró de forma amenazante. Eichi se tensó, pero no hizo nada para intentar liberarse. No sabía si la serpiente era un indicio de que se libraría la buena en aquel lugar o no, pero de algo estaba seguro. No tenía la más mínima intención de averiguar si el veneno de aquel animal era lo suficientemente potente para matar a una persona o no. No era un estúpido para hacer algo ilógico como eso.
No hubo necesidad de tomar medidas drásticas, ya que la serpiente se deshizo en una nube de humo y volvió a ser la mano del pelinegro. Eichi, confundido, parpadeó ante ese hecho. ¿En verdad hubo una serpiente? ¿O solo fue obra de su imaginación? En fin, de todas formas la expresión de Kedra no denotaba intento asesino alguno, por lo que suponía que estaba a salvo... por el momento. Uno nunca sabía con los miembros de la banda de un Yonkou, por lo que, pese a que el otro estaba relajado, mantendría su guardia arriba en todo momento. El pelinegro se estiró y se acostó en el pasto. Al escuchar las palabras del hombre, arqueó una ceja y luego asintió.
– Conozco el sentimiento... en parte – era verdad, pero no llegaba al nivel del alguien tan buscado como la persona que tenía en frente. – Aunque es inusual ver al compañero de un Yonkou por estos lados – terminó de decir el pelirrojo mientras se acostaba en el pasto, esquivado el puñado de tierra y pasto en el proceso. Estaba demasiado perezoso por ese día, por lo que no le apetecía hacer nada. Tan solo dormir... Incluso si eso fuera al lado de alguien tan notorio como Kedra. Francamente, a él le daba lo mismo a esos extremos, tampoco juzgaba a las personas sin conocerlas.
No hubo necesidad de tomar medidas drásticas, ya que la serpiente se deshizo en una nube de humo y volvió a ser la mano del pelinegro. Eichi, confundido, parpadeó ante ese hecho. ¿En verdad hubo una serpiente? ¿O solo fue obra de su imaginación? En fin, de todas formas la expresión de Kedra no denotaba intento asesino alguno, por lo que suponía que estaba a salvo... por el momento. Uno nunca sabía con los miembros de la banda de un Yonkou, por lo que, pese a que el otro estaba relajado, mantendría su guardia arriba en todo momento. El pelinegro se estiró y se acostó en el pasto. Al escuchar las palabras del hombre, arqueó una ceja y luego asintió.
– Conozco el sentimiento... en parte – era verdad, pero no llegaba al nivel del alguien tan buscado como la persona que tenía en frente. – Aunque es inusual ver al compañero de un Yonkou por estos lados – terminó de decir el pelirrojo mientras se acostaba en el pasto, esquivado el puñado de tierra y pasto en el proceso. Estaba demasiado perezoso por ese día, por lo que no le apetecía hacer nada. Tan solo dormir... Incluso si eso fuera al lado de alguien tan notorio como Kedra. Francamente, a él le daba lo mismo a esos extremos, tampoco juzgaba a las personas sin conocerlas.
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Pues una reunión de vacas en toda regla. Dos flojos supremos se habían reunido en aquel sitio y eso solo quería decir una cosa. Era el momento de dormir. Los ojos del lobo negro se cerraron despacio mientras colocaba ambas manos en su pecho. Ese encuentro iba a ser demasiado épico para ser cierto. La historia de cómo dos morsas se durmieron en el mismo prado. Por el momento, es lo que parecía que iba a pasar. El luchador soltó un enorme bostezo y después empezó a acomodarse como si con él no fuese la cosa. Solo sabía que el pelirrojo también era buscado. Fue lo único que le quedó claro después de todo. Cualquier dormía cerca de él, pero las cosas eran así. La pereza legendaria del lobo era conocida en todos los mares.
- Despiértame a la hora de comer, me da demasiado palo moverme antes.
Dijo entonces. En ese momento se escuchó un sonido similar a un disparo y eso provocó que los ojos del monstruo se abriesen. Otro ruido parecido impactó a unos seis centímetros de él, y entonces pudo ver una bala. No tardó en imbuirse en haki armadura y sentir un impacto en el pecho. Aquel proyectil rebotó y él miró al pelirrojo. Parecía no tener nada que ver y por ello decidió no lanzarlo por los aires. Entonces vio un brillo en la ventana de un edificio. Un puto cazador seguramente, aunque su puntería había sido pésima. Su pulso estaría temblando y seguramente ahora sería mucho mayor.
- Eichi, ese tío me está disparando. Si no vas a por él, te disparará también…
Mencionó con la pereza que tenía en ese momento. Estaba demasiado lejos y si mandaba al otro sería mucho mejor. De todas formas, su haki era tan potente que repelía las balas, por lo el pelirrojo debería ir si no quería llevarse un balazo. A lo mejor era un marine haciendo el tonto o un agente del gobierno tratando de cargárselos.
- Despiértame a la hora de comer, me da demasiado palo moverme antes.
Dijo entonces. En ese momento se escuchó un sonido similar a un disparo y eso provocó que los ojos del monstruo se abriesen. Otro ruido parecido impactó a unos seis centímetros de él, y entonces pudo ver una bala. No tardó en imbuirse en haki armadura y sentir un impacto en el pecho. Aquel proyectil rebotó y él miró al pelirrojo. Parecía no tener nada que ver y por ello decidió no lanzarlo por los aires. Entonces vio un brillo en la ventana de un edificio. Un puto cazador seguramente, aunque su puntería había sido pésima. Su pulso estaría temblando y seguramente ahora sería mucho mayor.
- Eichi, ese tío me está disparando. Si no vas a por él, te disparará también…
Mencionó con la pereza que tenía en ese momento. Estaba demasiado lejos y si mandaba al otro sería mucho mejor. De todas formas, su haki era tan potente que repelía las balas, por lo el pelirrojo debería ir si no quería llevarse un balazo. A lo mejor era un marine haciendo el tonto o un agente del gobierno tratando de cargárselos.
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Muy bien... el joven debía admitir que ese encuentro era uno de los mas raros que había tenido en el último tiempo, por no decir el más. Un antiguo príncipe y un miembro de unas de las bandas más peligrosas del mundo... Si, cualquier que lo viera diría que es algo totalmente ridículo e impensado. Un encuentro que pasaría a la historia y que sería recordado hasta el fin de los tiempo. Como dos imbéciles salvaron el día mientras dormían, verdaderamente ridículo. Eichi tan solo se limitó asentir perezosamente ante la pregunta de Kedra mientras veía el cielo estrellado. Era algo raro, casi nunca se sentía así de flojo. Debía ser todo lo acumulado por lo ocurrido en los últimos meses. Al fin tenía tiempo para echarse y no hacer nada... y era muy bonito para ser cierto.
Irritado, se levantó del pasto. Hizo caso omiso a las palabras del pelinegro, de todas formas lo iba hacer. Activó su paso relámpago y pasó a forma luchadora. En menos de cinco segundos había roto la ventana y ya se encontraba detrás del hombre que intentó dispararles. No vio la ropa que traía el hombre. Tan solo quería acabar con esto rápido para volver al nirvana. Imbuyó su brazo en haki armadura y, antes que el sujeto pudiera darse cuenta, golpeó su cuello con la suficiente fuerza para dejarlo inconsciente por un buen tiempo. Así no jodería por el resto de esa noche, porque en verdad quería tener una siesta tranquila por un día.
Usando paso relámpago y su transformación, volvió hacia donde se encontraba Kedra, y ocurrió algo un poco chistoso. En pleno vuelo, el joven deshizo la transformación, cayendo de bruces al suelo mientras se protegía la cabeza. La altura no era tanto, por lo que solo recibió un dolor leve. Gruñó por lo bajo, pero se quedó en esa posición. Mucha pereza le daba llegar a tierra y volver a colocarse en posición para dormir, por lo que hizo lo más sencillo para volver a su estado de confort.
– Hecho – le dijo el joven a Kedra en un tono perezoso. Bostezó con fuerza y cerró los ojos. Era hora de dormir.
Irritado, se levantó del pasto. Hizo caso omiso a las palabras del pelinegro, de todas formas lo iba hacer. Activó su paso relámpago y pasó a forma luchadora. En menos de cinco segundos había roto la ventana y ya se encontraba detrás del hombre que intentó dispararles. No vio la ropa que traía el hombre. Tan solo quería acabar con esto rápido para volver al nirvana. Imbuyó su brazo en haki armadura y, antes que el sujeto pudiera darse cuenta, golpeó su cuello con la suficiente fuerza para dejarlo inconsciente por un buen tiempo. Así no jodería por el resto de esa noche, porque en verdad quería tener una siesta tranquila por un día.
Usando paso relámpago y su transformación, volvió hacia donde se encontraba Kedra, y ocurrió algo un poco chistoso. En pleno vuelo, el joven deshizo la transformación, cayendo de bruces al suelo mientras se protegía la cabeza. La altura no era tanto, por lo que solo recibió un dolor leve. Gruñó por lo bajo, pero se quedó en esa posición. Mucha pereza le daba llegar a tierra y volver a colocarse en posición para dormir, por lo que hizo lo más sencillo para volver a su estado de confort.
– Hecho – le dijo el joven a Kedra en un tono perezoso. Bostezó con fuerza y cerró los ojos. Era hora de dormir.
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El lobo observó la ridícula velocidad del pelirrojo para dirigirse hacia el idiota que atentaba contras sus vidas de forma ridícula. El sonido de los cristales rompiéndose le hizo sonreír de lado y supuso que ya todo había finalizado. No entendía la manía de tratar de dispararle a traición. Esos putos cazadores de recompensas eran un jodido estorbo. El cadejo los consideraba agentes de paisano, pues trataban de hacer lo mismo pero sin ser reconocidos. Tosió un poco más fuerte de lo normal y le vino a la mente la imagen de Kasai. Realmente odiaba a los putos cazadores de recompensas, incluido aquel molesto pistolero. Apretó el puño unos instantes y después de unos momentos soltó un bostezo enorme. La pereza se estaba apoderando de nuevo de él. No tenía ganas de nada salvo de tumbarse de nuevo en aquel cómodo sitio que había encontrado.
Pudo ver entonces el acto ridículo del pelirrojo cayendo al suelo. Aquello le hizo quedar pensativo unos momentos y después de unos instantes se colocó en pie. No podía creer que aquella morsa fuese igual de perezoso que él. Pudo verlo con los ojos cerrados y supuso que quería dormir. Él se agachó con toda la calma del mundo y trató de darle una colleja en el cogote con un poco de fuerza, pero sin pasarse. Volvía a aburrirse y aquello le pareció algo divertido. A continuación se estiró un poco y caminó hacia la ventana rota. De un potente salto pudo subir al segundo piso, agarrándose al marco con una mano y terminando de colarse. El tipo estaba inconsciente y supuso que el pelirrojo lo había derribado. Era un tipo de unos cuarenta años, bigote considerable y con un jodido sniper a su lado. Soltó un suspiro y se quedó mirando el cuerpo.
- No entiendo la manía de usar armas a distancia…
Una vez dijo aquello, metió la mano en los bolsillos de aquel hombre hasta sacar lo que buscaba. Frente a sus ojos tenía una licencia de cazador de nivel medio. Ese hombre pretendía darse una fiesta a su consta. Kedra tiró aquel permiso por la ventana y después de una patada partió el arma en dos. A continuación saltó de nuevo al prado y se acercó al pelirrojo con toda la calma del mundo. Le miró unos momentos y después se cruzó de brazos.
- Eichi ¿Qué tienes planeado en tu vida?
Pudo ver entonces el acto ridículo del pelirrojo cayendo al suelo. Aquello le hizo quedar pensativo unos momentos y después de unos instantes se colocó en pie. No podía creer que aquella morsa fuese igual de perezoso que él. Pudo verlo con los ojos cerrados y supuso que quería dormir. Él se agachó con toda la calma del mundo y trató de darle una colleja en el cogote con un poco de fuerza, pero sin pasarse. Volvía a aburrirse y aquello le pareció algo divertido. A continuación se estiró un poco y caminó hacia la ventana rota. De un potente salto pudo subir al segundo piso, agarrándose al marco con una mano y terminando de colarse. El tipo estaba inconsciente y supuso que el pelirrojo lo había derribado. Era un tipo de unos cuarenta años, bigote considerable y con un jodido sniper a su lado. Soltó un suspiro y se quedó mirando el cuerpo.
- No entiendo la manía de usar armas a distancia…
Una vez dijo aquello, metió la mano en los bolsillos de aquel hombre hasta sacar lo que buscaba. Frente a sus ojos tenía una licencia de cazador de nivel medio. Ese hombre pretendía darse una fiesta a su consta. Kedra tiró aquel permiso por la ventana y después de una patada partió el arma en dos. A continuación saltó de nuevo al prado y se acercó al pelirrojo con toda la calma del mundo. Le miró unos momentos y después se cruzó de brazos.
- Eichi ¿Qué tienes planeado en tu vida?
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Eichi bostezó y escuchó como Kedra se levantaba, aunque no hizo nada para detenerle... y pensaba que debió haberlo hecho. Sintió un dolor en la zona del cuello, aunque no era nada de otro mundo. Los de Drake y Saiba eran mucho peores. Perezosamente se levantó del suelo, quedando sentado, mientras veía lo que el famoso pirata haría a continuación. El pelinegro caminó hacia la ventana, y arqueó una ceja al ver que, de un salto, llegaba hasta el piso superior sin suponer esfuerzo alguno, al menos a sus ojos. No supo que era lo que haría, pero no le importaba mucho, la verdad. El podía ser una persona buena en algunos sentidos, pero no estaba tan jodido de la cabeza para preocuparse de personas que intentes matarlo.
Volvió a bosteza con fuerza y se fijó en que el hombre volvía al parque nuevamente. En vez de echarse al suelo, fue directamente hacia donde se encontraba el pelirrojo. Este arqueó una ceja, pero no hizo nada para huir. A esas alturas ya había notado que el famoso pirata no era tan hostil que digamos. Al escuchar su pregunta, parpadeó, se levantó y se cruzó de brazos. Pensó muy bien en que responder, aunque no tuvo que meditar mucho. La respuesta era más que obvia, considerando todo lo que había sucedido últimamente. Sus bicolores orbes brillaron con intensidad al mirar a los ojos de Kedra.
– Mi vida, ¿eh? – pausó un poco y luego prosiguió – Nada en especial, tan solo quiero... – una sonrisa maliciosa se formó en los labios del pelirrojo, dando entender que la influencia de Akashi era mucho más fuerte en ese momento. – Es una revolución. – Esa palabra por si sola no demostraba mucho, pero si se consideraban los orígenes del joven, tenía mucho sentido. Sus ojos volvieron a la normalidad y su semblante volvió a ser el de flojera de antes. – Y tu, Kedra-san. ¿Qué tienes pensado con tu vida? – le preguntó de frente el príncipe de Péndragon.
Volvió a bosteza con fuerza y se fijó en que el hombre volvía al parque nuevamente. En vez de echarse al suelo, fue directamente hacia donde se encontraba el pelirrojo. Este arqueó una ceja, pero no hizo nada para huir. A esas alturas ya había notado que el famoso pirata no era tan hostil que digamos. Al escuchar su pregunta, parpadeó, se levantó y se cruzó de brazos. Pensó muy bien en que responder, aunque no tuvo que meditar mucho. La respuesta era más que obvia, considerando todo lo que había sucedido últimamente. Sus bicolores orbes brillaron con intensidad al mirar a los ojos de Kedra.
– Mi vida, ¿eh? – pausó un poco y luego prosiguió – Nada en especial, tan solo quiero... – una sonrisa maliciosa se formó en los labios del pelirrojo, dando entender que la influencia de Akashi era mucho más fuerte en ese momento. – Es una revolución. – Esa palabra por si sola no demostraba mucho, pero si se consideraban los orígenes del joven, tenía mucho sentido. Sus ojos volvieron a la normalidad y su semblante volvió a ser el de flojera de antes. – Y tu, Kedra-san. ¿Qué tienes pensado con tu vida? – le preguntó de frente el príncipe de Péndragon.
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Kedra alzó la ceja izquierda cuando aquel chico dijo que pretendía una revolución. No tardó en soltar un pequeño suspiro y después darle la espalda. No entendía el motivo, pero algo le decía que planeaba actos violentos. No era nadie para echarle la bronca. Cuando le hizo la misma pregunta, el lobo permaneció callado. Cerró los ojos despacio y empezó a pensar en su destino. No tenía nada que hacer y sabía que su era había terminado. Lo último que hizo fue lucirse frente a la brigada Raven Silver del Cipher Pol, a los cuales masacró junto a su hermano en un combate mortal. Desde aquella vez, nadie sabía de él. No pudo evitar mostrar una sonrisa siniestra. El guardián del demonio, el perro del terror. Así era conocido mundialmente por servir a su capitán Émile. No tardó mucho en apretar los puños con fuerza.
A continuación, un aura oscura empezó a formarse a su alrededor. Sus ojos pasaron a un tono rojizo y sus dientes se afilaron. En poco tiempo su aspecto era el de un perro negro que caminó a cuatro patas hacia el pelirrojo. Le miró a los ojos con toda la calma del mundo. Su cola no se movía ni un poco y parecía estar en su propio mundo. Aquel perro parecía uno de aquellos seres de sombra que había creado anteriormente, pero bastante más grande y musculoso. La bestia abrió la boca lentamente, mostrando una lengua larga rodeada de dientes afilados. Finalmente volvió a la forma humana, quedando al lado de aquel chico y mostrándole una expresión calmada. Era el momento de realizar lo que había pensado. Sin previo aviso le dejó las cosas claras.
- Voy a enmendar mis errores. Quiero salvar a las personas que no han hecho nada malo, tirar abajo este gobierno corrupto y morir…
Era su objetivo. Una vez lograse eliminar al jodido gobierno pretendía despedirse de Dexter y finalmente terminar con su propia vida. Sabía que había causado un dolor indescriptible a las demás personas. Los gritos de las personas que había asesinado el torturaban cada noche. Niños pequeños, mujeres inocentes y algunos buenos hombres. Incluso la persona que amaba había desaparecido y seguramente muerto. No tenía nada en aquel mundo y por ello dijo aquello con toda la calma del mundo.
- Llegado el momento, yo mismo terminaré con la pesadilla.
A continuación, un aura oscura empezó a formarse a su alrededor. Sus ojos pasaron a un tono rojizo y sus dientes se afilaron. En poco tiempo su aspecto era el de un perro negro que caminó a cuatro patas hacia el pelirrojo. Le miró a los ojos con toda la calma del mundo. Su cola no se movía ni un poco y parecía estar en su propio mundo. Aquel perro parecía uno de aquellos seres de sombra que había creado anteriormente, pero bastante más grande y musculoso. La bestia abrió la boca lentamente, mostrando una lengua larga rodeada de dientes afilados. Finalmente volvió a la forma humana, quedando al lado de aquel chico y mostrándole una expresión calmada. Era el momento de realizar lo que había pensado. Sin previo aviso le dejó las cosas claras.
- Voy a enmendar mis errores. Quiero salvar a las personas que no han hecho nada malo, tirar abajo este gobierno corrupto y morir…
Era su objetivo. Una vez lograse eliminar al jodido gobierno pretendía despedirse de Dexter y finalmente terminar con su propia vida. Sabía que había causado un dolor indescriptible a las demás personas. Los gritos de las personas que había asesinado el torturaban cada noche. Niños pequeños, mujeres inocentes y algunos buenos hombres. Incluso la persona que amaba había desaparecido y seguramente muerto. No tenía nada en aquel mundo y por ello dijo aquello con toda la calma del mundo.
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Meditó las palabras del joven pirata mientras permanecía en silencio. No le conocía de nada salvo por los rumores, pero no le parecía que el pelinegro fuese mala gente. Por lo que sabía, Kedra se había ganado tal recompensa por actos violentos y asesinatos de civiles inocentes, aunque parecía que todo eso había quedado atrás. Ahora el hombre quería enmendar sus errores, por muy tardío que fuera. Eso quería decir que hasta el más bastardo de las personas podía cambiar con la motivación correcta. Suspiró y miró fijamente al joven de mirada perdida. El mismo sabía que el gobierno era corrupto, pero también tenía constancia que no todos los que pertenecían a ese cuerpo, eran así. Había gente inocente allí que trabaja día y día para cambiarlo todo, pero, a fin de cuentas, la mayoría ganaba.
Al ver su transformación, no dijo nada. Simplemente esperó que volviese a la humana para seguir escuchándolo. Al oír sus últimas palabras, supo de sobra lo que el hombre haría una vez que cumpliese sus objetivos.
– No tengo nada que recriminar, pero recuerda que no todo el gobierno son unos corruptos – se dio la vuelta y le tendió la mano. – Fue un gusto, Kedra-san, y recuerde que no todo está perdido. Incluso la más podrida de las almas, y no me refiero a usted, podría empezar una nueva vida. – Dicho eso, el príncipe se inclinó respetuosamente y esperó que el pirata dijera algo. Una vez hecho eso, se despediría y marcharía hasta un hotel para pasar la noche.
Luego de despedirse del lobo, caminó durante algunos minutos hasta que encontró un hospedaje barato. Pagó la noche y se dirigió a la habitación. Al llegar, notó que estaba limpia y que era de esas típicas encontradas en lugares tradicionales. Suspiró con fuerza y dejó sus cosas en el suelo, pero hizo una cosa antes de marcharse a dormir. Era algo que siempre hacía por si Alice necesitaba algo de él, aunque le sorprendió no ver un mensaje de ella, pero si de cierta persona que conocía. Titubeó por algunos segundos, recordando muy bien lo que había sucedido la última vez con Milena. Tomó el DDM y marcó uno de los dos números que conocía. ¿Qué podría salir mal?
Al ver su transformación, no dijo nada. Simplemente esperó que volviese a la humana para seguir escuchándolo. Al oír sus últimas palabras, supo de sobra lo que el hombre haría una vez que cumpliese sus objetivos.
– No tengo nada que recriminar, pero recuerda que no todo el gobierno son unos corruptos – se dio la vuelta y le tendió la mano. – Fue un gusto, Kedra-san, y recuerde que no todo está perdido. Incluso la más podrida de las almas, y no me refiero a usted, podría empezar una nueva vida. – Dicho eso, el príncipe se inclinó respetuosamente y esperó que el pirata dijera algo. Una vez hecho eso, se despediría y marcharía hasta un hotel para pasar la noche.
Luego de despedirse del lobo, caminó durante algunos minutos hasta que encontró un hospedaje barato. Pagó la noche y se dirigió a la habitación. Al llegar, notó que estaba limpia y que era de esas típicas encontradas en lugares tradicionales. Suspiró con fuerza y dejó sus cosas en el suelo, pero hizo una cosa antes de marcharse a dormir. Era algo que siempre hacía por si Alice necesitaba algo de él, aunque le sorprendió no ver un mensaje de ella, pero si de cierta persona que conocía. Titubeó por algunos segundos, recordando muy bien lo que había sucedido la última vez con Milena. Tomó el DDM y marcó uno de los dos números que conocía. ¿Qué podría salir mal?
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El lobo escuchó las palabras del pelirrojo y tras darle de nuevo la mano sonrió de lado. Sus palabras podían tener sentido para otro, pero él ya había causado demasiado terror. No tenía más motivos para seguir en aquel sitio. Sin Kira en su vida y con el cabreo de su amigo, todo estaba hecho. Había arreglado las cosas con Drake, de modo que todo estaba listo para terminar con el jodido gobierno. No tenía otro motivo por el que luchar. Era el momento de que el cadejo librase una última batalla mortal contra aquellos cabrones sin juicio. No soportaba a los imbéciles opresores.
Una terrible aura de oscuridad comenzó a rodearle mientras caminaba tranquilamente hacia la costa. Era el momento de largarse de aquel sitio de una vez. Se relamió despacio y lo siguiente que hizo fue soltar un pequeño bostezo. Metió la mano en su bolsillo y continuó caminando tranquilamente. Una leve brisa movió sus cabellos despacio. Sus ojos volvieron al tono dorado de siempre y su cuerpo pareció relajarse un poco. Quería terminar de dormir la siesta que no pudo por el puñetero tirador de la ventana. Aquel imbécil le había interrumpido su delicioso momento de gloria.
- Qué ganas de dormir…
Susurró al mismo tiempo que miraba un enorme barco anclado en el puerto junto a su pequeño bote. Con un poco de fuerte podía acoplarse sin permiso y dormirse en uno de los almacenes. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro y sin previo aviso se transformó en su aspecto completo. Empezó a correr a toda velocidad dispuesto a colarse. Empezaba una nueva forma de viajar gratis.
Una terrible aura de oscuridad comenzó a rodearle mientras caminaba tranquilamente hacia la costa. Era el momento de largarse de aquel sitio de una vez. Se relamió despacio y lo siguiente que hizo fue soltar un pequeño bostezo. Metió la mano en su bolsillo y continuó caminando tranquilamente. Una leve brisa movió sus cabellos despacio. Sus ojos volvieron al tono dorado de siempre y su cuerpo pareció relajarse un poco. Quería terminar de dormir la siesta que no pudo por el puñetero tirador de la ventana. Aquel imbécil le había interrumpido su delicioso momento de gloria.
- Qué ganas de dormir…
Susurró al mismo tiempo que miraba un enorme barco anclado en el puerto junto a su pequeño bote. Con un poco de fuerte podía acoplarse sin permiso y dormirse en uno de los almacenes. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro y sin previo aviso se transformó en su aspecto completo. Empezó a correr a toda velocidad dispuesto a colarse. Empezaba una nueva forma de viajar gratis.
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