Amor a primera vista [Dafne & Gusi]

Era entretenido ver, una y otra vez, aquella pequeña nube blanca que salía con el calor de mi aliento. Intenté en varios momentos crear una especie de forma o figura, pero debido a que el vaho no era lo suficientemente denso, solo conseguía formar cosas inusuales y sin sentido. En ese momento, el barco dio una brusca embestida que hizo que me abalanzara contra mi escritorio y que algunos libros, que este tenía encima, se cayeran al suelo. Suspire fuerte por la nariz, dejando salir aquel humo blanco y me puse en pie en busca del culpable de aquel movimiento tan brusco he innecesario. Cogí el abrigo que había en la silla y me lo puse para evitar el gran cambio de temperatura que habría en el exterior.

Salí a cubierta, mientras me iba colocando un enorme abrigo e iba maldiciendo al aire, en busca de algún marine arrepentido. Una vez en el exterior, los reclutas que por allí estaban se pusieron firmes ante mi presencia.-¡Formen filas!- alcé la voz tan alto que cualquiera que estuviera fuera me hubiera escuchado, mientras observaba lo copos de nieve caer a mi alrededor. Espere unos segundos a que todos se colocaran y me puse a andar de un lado a otro, mientras iba observando a la panda de patanes que me había asignado la marina para esa misión.-¿Quién ha sido el responsable del enorme estruendo de hace unos minutos?- todos parecían mirarse entre ellos y ninguno contestaba. - Si nadie me dice quien ha sido el culpable, os haré a todos nadar en las frías aguas de este mar.- mi voz sonaba con rabia, autoritaria. Al imaginarme el castigo que iba a implantarle no pude evitar sentir más frio aun y me puse como loco a frotar mis brazos y manos para entrar en calor, mientras los iba mirando en busca de alguna mirada arrepentida.

Como veía que ninguno de los presentes parecía contestar, cogí un par de cuerdas y señale a los reclutas para que me acompañaran al borde de la barandilla.-Dado que ninguno es el culpable, tendréis que daros un chapuzón.- dije con una sonrisa maligna en el rostro. En ese momento, una voz sonó entre los reclutas.-¡Señor! Creo que el fuerte estruendo ha sido a causa del terreno, no por culpa de mis compañeros.- mire extrañado al recluta que tenía más cerca, el cual temblaba de miedo al pensar que le iba a tirar al frío mar, y seguí observando a mi alrededor, dándome cuenta que estábamos al lado de una isla.-Maldita sea, me estáis diciendo que hemos entallado.- golpeé la barandilla con rabia y mire algo cabreado a los reclutas, pero en ese momento, me percaté de la belleza que desprendía una de las reclutas y mi rabia se convirtió en asombro y fascinación. Me quedé mirando la isla que teníamos al lado y no pude evitar fijarme en sus montañas puntiagudas.

-¿Qué isla es esta?- pregunte a los reclutas.

-Señor, esta isla es conocida por el nombre de Sunö Shima– dijo uno de los reclutas menos aterrados, confirmando mis teorías.

-Bien, vamos a bajar un par de botes para desembarcar en esta isla.- volví a mirar a los reclutas, buscando con la mirada a aquella recluta tan hermosa.- Una vez en tierra firme os explicare la misión.-la encontré, no pude evitar quedarme callado, mientras la miraba fijamente.-¡Venga, soldados!¿Qué estáis esperando?-grité al darme cuenta de la situación tan extraña que había creado sin darme cuenta- Los reclutas empezaron a correr de un lado a otro, seguramente para desembarcar las botes, haciendo que perdiera de vista a aquella hermosa mujer.

*Sin duda alguna aquel día era muy tranquilo para Dafne, ya que, hacía buen tiempo y eso siempre le alegraba el corazón. Estaba situada en la proa del barco, sentada sobre un barril haciendo guardia, aunque parecía que dedicaba más tiempo a contar unas semillas verdes que tenía en la palma de su mano. Jugaba con ellas todos los días, como si de canicas se tratara.*

*Sin embargo Dafne siempre aceptaba las guardias debido a la molestia que le producían sus compañeros, siempre mirándola...siempre babeando. Era una mujer alta, de metro noventa y uno, delgada, de proporciones sesenta, noventa, sesenta. Su cabello era largo y rubio y sus ojos verdes intenso. Nunca vestía el uniforme Marine, ya que no lo toleraba por "incomodidad". En su lugar llevaba un vestido blanco rasgado, dejando ver sus blancas piernas y brazos. En su frente había una gema con el símbolo de la marina, en color azul claro. Sin duda alguna, parecía una dríade, por ello la apodaban "Dafne Dríade" a pesar de su corta estancia en la Marina*

*La paz se vio alterada cuando un gran estruendo detuvo el barco, y , mi superior el comandante Gusi hizo acto de presencia en cubierta bastante molesto, ordenándonos a todos formar en cubierta. Me dispuse corriendo, y me coloqué entre los marines en primera línea. El comandante parecía contrariado hasta que me enfocó con su mirada, me sentía incómoda y a la vez ruborizada. ¿Como debía actuar?¿Debía seguir quiera con la vista al frente?. Intenté por todos los medios que mi piel no se pusiera rosa por la "vergüenza", y lo logré de milagro.

*Parece que habíamos encallado cerca de Suno Shima, y el comandante nos ordenó rápidamente tomar los botes y disponernos para desembarcar. Dafne corrió hacia el bote Nº 15 y se sentó entre varios marines. Se sentía nerviosa, tanto, que con la prisa había olvidado coger su mosquete reglamentario marine. A pesar de eso, miró al frente y esperó que el jefe del bote, diera la orden de bajar cuando el comandante estuviera abordo, para así disponernos, a bajar a la isla. El tiempo se estaba tornando más caluroso y Dafne podía ver a lo lejos bosques, sin duda una gran sonrisa se reflejó en su rostro. No veía el momento de llegar.*

Me dirigí a mi despacho, mientras observaba ir de un lado a otro a los reclutas, en busca de un mapa de la zona. Cuando entre en mi lugar de trabajo, estuve unos minutos al calor de un calefactor, antes de desenchufarlo por completo, solo faltaba que me dejara aquel aparato infernal conectado y que todo el barco saliera ardiendo. Cogí los cuatro papeles que estaba buscando y volví a salir a cubierta. Para mi asombro, encontré a todos los reclutas en los diferentes botes del barco, a la espera de descender a mis órdenes.

-¿Pero que estáis haciendo?- no pude evitar preguntar al ver los botes repletos de gente- Los reclutas que se encuentren en los cinco primeros botes que se queden en el barco para el mantenimiento y que nadie nos lo robe.- no podía creer que todos los allí presente fueran tan estúpidos que ni se hubieran dado cuenta de la situación. Esperé a que bajaran de los botes y fui ordenando uno a uno, que los botes siguientes fueron descendiendo. Al final, me subí en el último bote (Nº 15) y ordene que descendieran.

Mientras íbamos bajando, a trompicones, no pude evitar fijarme en aquella bella recluta que destacaba entre el resto y no solo porque era la única mujer del bote, sino porque iba sin uniforme o abrigo, dado el frío que hacía. Me quite mi abrigo, a pesar del lugar y se lo entregue a la joven.

-Toma, póntelo. ¿Recluta...- esperé a que me dijera su nombre.-No me gusta que ninguno de mis hombres se ponga en peligro, aunque sea un catarro.

-Señor, pero si querías tirarnos al mar helado.- dijo uno de los reclutas del bote.

-Cállate.- todos empezaron a reír, incluso yo.

Una vez el bote se poso en el agua, soltaron las cuerdas de descenso y se pusieron a remar hasta la orilla, atravesando un agua helada que se iba desquebrajando a nuestro paso. Me hice una bola, para evitar que el poco calor corporal que tenía se marchara y frotaba mis brazos para entrar en calor. Nada más llegar a tierra firme, ayude a la bella recluta a bajar de la barca, mientras que reagrupaba a los reclutas en filas.

-Bien, soldados. Quiero que os dividáis en cuatro pelotones.- una vez estos se separaron, les fui entregando un mapa a cada pelotón.- En vuestras manos se encuentra unas rutas que debéis patrullar antes de mañana. Y ¿os preguntaréis que estamos buscando? Pues muy simple, soldados. Estamos buscando a los delincuentes que son tan listos de esconderse en esta isla. Parece que se piensan que la marina no se pasaría por aquí, algo ingenuo por su parte.- saque un den den mushi de la chaqueta.- Si alguna patrulla encuentra una base enemiga o algo sospechoso, quiero que se me informe antes de actuar. ¿Os ha quedado claro?- algunos todavía estaban mirando el mapa, dando la imagen de que no sabían ni lo que tenían entre manos, después todos se llevaron la mano a la frente y gritaron al unisonó: "sí, señor"

Las patrullas fueron partiendo en orden, mientras me fijaba en un recluta extremadamente gordo, le ordené que se acercara.- Soldado, entrégueme su abrigo.- el recluta no discutió mis palabras y me entrego su chaqueta, mostrándome que tenía otra del mismo tamaño debajo. -¿Cuantas chaquetas llevas puestas?- pregunte mientras me colocaba el abrigo, pensando que realmente le había pedido el abrigo porque con su grasa corporal estaría más caliente que yo.

-Cinco, señor.- abrí mucho los ojos y le hice un gesto con la mano para que volviera con su pelotón.

Decidí no alejarme mucho de la bella recluta y me incorpore a su patrulla, colocándome al lado suya en busca de algo de conversación.- Bueno, ¿qué hizo que te alistaras a la marina? ¿Cuál es tu meta en la vida? ¿Tienes novio?...-solté una pregunta detrás de otra tras sus respuestas en busca de conocer más a aquella joven tan pintoresca.

*El comandante pareció enfurecerse ante la idea de que los botes fueran totalmente llenos y que el barco no tuviera guardia, cosa lógica, a pesar de que ninguno por los nervio lo habíamos pensado. Dafne solo pudo suspirar ante el error cometido y mientras  algunos marines salían de los botes para hacer guardia, Dafne aprovechó para pedir prestado un mosquete marine para poder baja al menos con algo de protección. Esto se debía a que no le daría tiempo a ir a su camarote a buscar el arma, pues las órdenes eran claras y rápidas.*

*Cuando la guardia ya estaba asignada para el mantenimiento del barco,  embarqué nuevamente en el bote número 15 y comenzamos a bajar al mar helado. Hacía bastante frío , y mi piel intentando no ponerse azul fue tapada de imprevisto por un abrigo. Eral el abrigo del comandante, ni más ni menos, me había ofrecido eso a mi, una simple recluta. Mi sorpresa fue tal, que no pude pronunciar palabra alguna de la sorpresa. A pesar de eso, el comandante me preguntó por mi nombre*

-Dafne, recluta Dafne del pelotón cuarto de marines *Dijo mirando a su superior con tono tímido, de hecho, seguía rezando  hacia sus adentros para que la piel no le cambiara de color debido a su vergüenza.  Simplemente agarró el abrigo y se tapó los hombros hasta que finalmente tocaron tierra*

*Una vez en tierra, se nos dieron órdenes de patrullar los bosques cercanos para la captura de un grupo de bandidos. El Grupo de Dafne debatía el que hacer, pero ella, ignorando todo a su alrededor, sólo pudo observar el bosque con una gran curiosidad, como si le fuera familiar, es más, parecía deseosa de poder entrar allí, fuere cual fuere el peligro. Sus compañeros marines siempre la estaban viendo, cosa que no le gustaba, pues era la única mujer del pelotón.A los pocos minutos nos dieron la orden de marcha y me dispuse a caminar, pero, rápidamente me vi abordada por mi comandante que nos iba a acompañar a mi pelotón al interior.*

-Comandante *hice el pertinente saludo de respeto pero sin mover mi vista del bosque mientras caminábamos. A pesar de mi intriga, el comandante comenzó a hacerme preguntas.*

-Mi historia es larga comandante, y no creo que le sea de gran agrado *Dijo la muchacha en un tono bajo* -Mi meta, al menos de momento es que la marina cumpla la palabra que me dio de proteger a los más desfavorecidos y de aquellos que no pueden protegerse*Estas palabras ya las pronunció en un tono más alto, pero la última pregunta hizo detenerse a la "Dríada"*

-No, no tengo comandante. De momento, no hay nada que me llame la atención...pero creo que no es el momento de hablar de estos temas...y menos con un superior si me lo permite.

*Dafne se adelantó al comandante en la patrulla ¿Estaba incómoda? Era muy poco probable ya que sus mejillas se tornaron rosas por unos segundos para volver a ser blancas al poco tiempo*

Mi corazón se paro por unos segundos al observar como Dafne se alejaba de mí y se sentía ofendida por mi pregunta. Agache la cabeza, abatido por mi intento de conocerla más y entonces una mano amiga empezó a golpearme la espalda para animarme. Cuando mire a mi derecha, encontré a un recluta que no paraba de sonreírme de forma extraña. Aquella situación me perturbo tanto, que me aleje de él, mientras ponía una cara desagradable ¿De qué cojones se reía ese tipo? Nunca lo llegué a saber, pero debo decir que tuve pesadillas con esa sonrisa tan pervertida y perturbadora.

Seguí caminando, detrás del pelotón, observando cómo nos acercábamos a un espeso bosque nevado. La imagen que mostraba aquel inmenso lugar, con una suave capa de nieve por encima y una oscuridad propia del lugar, daba miedo a todo el que se adentraba. Nada más caminar entre los enormes arboles, de los cuales tenía que estirar todo el cuello para intentar vislumbrar la cima, una oscuridad nos rodeo por todos lados. Parecía que la luz del sol se estremecía al intentar atravesar las espesas hojas de las copas y una niebla tenebrosa inundaba el lugar, mientras las hojas secas y mojadas hacían un ruido singular bajo nuestros pies.

A cada paso que dábamos, adentrándonos cada vez más en ese extraño lugar, una sensación recorrió mi cuerpo. ¿Seríamos capaces de salir de ese extraño lugar? No sabía la respuesta, pero sabía orientarme bien por los bosques y esperaba que eso me fuera útil. Me acerque de nuevo a Dafne, después de pensármelo mucho, y me coloque a su lado.

-Lo siento si antes te he ofendido con mis palabras, no era mi intención.- me quede fascinado con su belleza.- Entiendo que los chicos se fijen demasiado en ti, incluso llegándo a ser groseros o incluso unos cerdos, pero mis intenciones no son así.- había escuchado a los reclutas hablar de ella y de una manera que no me gustaba.- Para mi todos vosotros sois más importantes que mi vida y no me importaría dar la mía para protegeros.- realmente solo quería protegerla a ella, pero no quería que pensará que era un gilipollas, aunque si la situación se ponía grave, siempre intentaba salvar el mayor número de vidas.- ¿Puedo hacerte otra pregunta? ¿Por qué te llaman Driada?- no terminaba de entender el significado de esa palabra y aun quería conocerla más.

Mientras caminábamos, cada vez más despacio, decidí sacar un truco de mi repertorio de cortejos, me agache para arrancar una de las flores de la zona y entregárselo. Eso siempre le gustaba a las mujeres, pero entonces comprendí que tal vez se ofendía de nuevo por arrancar la vida de una pobre flor. Al agacharme, improvise para atarme la bota, mientras pensaba si arrancar o no una de esas flores, cuando de repente me percaté de un rastro casi inverosímil a simple vista. Las plantas que estaban a pocos centímetros de las flores, estaban pisoteadas de una forma muy extraña, negando así la posibilidad de que hubiera sido algún tipo de animal.

-¡Chicos! Seguimos por aquí, creo que he encontrado una pista.- dije mientras me ponía en pie y señalaba a la oscuridad del bosque.

*Según fuimos caminando Dafne y el resto del grupo se  encontró con un bosque nevado. Este bosque provocó un gesto de pena en la cara de Dafne. Mientras se adentraban, ella se adleantó unos pocos metro de la patrulla, para acercarse a un árbol cualquiera. Colocó su mano sobre la corteza y dispuso su mirada hacia la copa, donde la luz apenas podía entrar. El bosque era lúgubre, y las hojas estaban esparcidas por el suelo, secas. Dafne se quedó unos segundos mirando a aquel árbol, quedándose atrás en el grupo, hasta que, un compañero marine de su división le llamó la atención*

-Dafne, te quedas atrás ¿pasa algo? No te retrases, hay que salir de este maldito bosque de una vez.

*Dafne siguió mirando al árbol, apenada, para luego mirar el resto de los árboles de su alrededor, y pronunció unas palabras sin quitar la vista de las copas*

-No está maldito...solo enfermo. *Dijo tras alejarse progresivamente del árbol y volviéndose a colocar junto a la patrulla*


*Pasados unos minutos, Dafne seguía caminando con la cabeza baja, como si estuviera preocupada. ¿Le preocupaba el bosque más que los bandidos que había que dar caza? Probablemente. Su mente estaba confusa y caminaba sin decir palabra alguna. En ese momento, su silencio se vio roto por la llegada nuevamente del comandante, que comenzó a hablar. Parecía preocuparse por mi, e incluso, hasta se disculpó por si sus palabras anteriores me hubieran podido ofender, la verdad es que era un caballero. Debía ser el primer superior que he visto, que trata  ta de cerca a sus subordinados. A pesar de todo, Dafne respondió sin quitar la vista del camino en el bosque por donde estaban transitando*

-Puede estar tranquilo comandante, me da igual lo que puedan decir el resto de marines de mi, pero le agradezco su preocupación, de veras. *Dijo la Dríada con tono afable, mientras escuchaba que el comandante tenía otra pregunta para mi, la de porqué me llamaban dríada.*

*Dafne tornó su rosto un poco más serio, sin embargo, no parecía incómoda con la pregunta. Simplemente agarró con más fuerza la correa de su mosquete reglamentario mientras miraba al comandante. Sus ojos verdes se clavaron en él para responder*

- Me llaman la "Dríada" porque así me han llamado mis paisanos de la isla que provengo, lamentablemente, su significado dista mucho de ser algo  de lo que me sienta orgullosa, pero al fin y al cabo, forma parte de mi. Es una larga historia comandante... llena de dolor, muerte...*Hace una pausa para ajustar bien la correa del mosquete, pues se le estaba escurriendo del hombro* - Me comparan con las Dríadas, seres mitológicos por su belleza y por ser espíritus protectores de lo natural, soy por decirlo así...la madre naturaleza, aunque maldita, por mi pasado.

*Dafne tras sus palabras esbozó una pequeña sonrisa inocente, como si de resignación fuera para  después ver como el comandante estaba parado, viendo algo en el suelo, parecían huellas, cuya forma había sido tomada a costa de aplastar varias plantas, cosa que no me gustaba. Dafne tras escuchar las órdenes del comandante y seguir a su lado, dijo*

-Comandante..si encontramos a esos maleantes...espero que les caiga todo el peso de la justicia, porque si no tendré a bien yo misma de tomar mis propias medidas. *Dafne nunca desobedecía una orden, pero no iba a tolerar que el bosque fuera mancillado por esos maleantes. Se apartó los dos mechones de pelo que le caían en la frente y continuó caminando*

Observé como la pregunta a Dafne le parecía recordar un pasado doloroso, agaché mi cabeza y recordé por un segundo lo duro que fue mi infancia. Volteé para observar al resto de reclutas, los cuales la mayoría eran hijos de ricos acaudalados que no sabían donde mandar a sus críos malcriados y el resto eran jóvenes que habían recibido una mala vida y habían decidido cambiar el mundo con sus propias manos. Tal vez Dafne, era uno de esos jóvenes que querían cambiar el mundo por si mismos.

-No te preocupes, esos malditos recibirán su castigo.- dije sonriendo a Dafne, mientras seguíamos el rastro. Caminé con precaución, en busca de trampas o algo inusual que nos pusiera en peligro, pero aquella patrulla era demasiado grande y no podía abarcar todos los lugares donde iban a pisar los reclutas. De repente, sonó un "chas" muy pronunciado, acompañado por el ruido de un objeto grande y pesado deslizándose en las alturas. Cuando me volteé por completo, en busca del recluta que había pisado la trampa, el cual no conseguí encontrar debido a la niebla y a la vegetación del lugar. En ese momento, vislumbre un enorme tronco, lleno de pinchos, cayendo precipitado contra mis hombres. Si no hacía algo, mis chicos acabarían aplastados y empalados por esa enorme cosa. Salté, con todas mis fuerzas, levitando por encima de mis hombres, mientras mi armadura iba cubriendo todo mi cuerpo. Me interpuse en la trayectoria de la trampa y aguante con fuerza, el impactó que estaba a punto de recibir. El tronco me golpeó con tal fuerza, que si no llega a ser porque clave las uñas, hubiera salido volando hasta el final de la isla. Intenté desviar el tronco con todas mis fuerzas, lanzándolo lejos de mis reclutas, pero cuando hice aquello algo me golpeó haciendo que saliera dando vueltas por el aire.

El enorme tronco cayó pesadamente contra el suelo, por suerte, nadie salió herido, pues mi intervención dio tiempo de sobra a los reclutas para retirarse. Mi cuerpo siguió dando vueltas, hasta que me golpeé con varios árboles que pararon mi trayectoria y me hicieran caer dolorosamente contra el suelo. Cuando intenté incorporarme, unos pasos acelerados se acercaron a mí, pensando que era uno de mi reclutas, alcé la vista para sonreírle, quitándome mi armadura. Para mi sorpresa me encontré a un tipo con un rifle, sin darme tiempo a hablar, me golpeó en la cara, dejándome inconsciente.

Cuando me volví a despertar, me percaté que mi cuerpo estaba al revés, atado por las manos y los pies, mientras veía las ropas de mis marines andar en línea recta, rodeados por unos tipos armados. ¿Qué había pasado? Intenté buscar la respuesta, pero en ese momento llegamos a una enorme fábrica vieja en medio de aquel enorme bosque. No pude evitar fijarme en la enorme cantidad de humo que emanaba de las chimeneas del lugar, haciéndome dar cuenta que lo que rodeaba el bosque no era niebla, sino contaminación.

-Señor, se ha despertado.- dijo el recluta más cercano a mí.

-¿Qué ha pasado?- dije preocupado, sin comprender nada.

-Todo paso muy rápido. Cuando cayó la trampa, alguien le disparo y sin darnos cuenta estábamos rodeados por un montón de hombres armados. Nos quitaron las armas y nos pusieron nuestras esposas.- el hombre alzó sus brazos para mostrarme que estaba esposado.-¿Qué debemos hacer, señor?

-No te preocupes, buscare una solución y os sacaré de aquí. Lo primero que debemos hacer es...- un fuerte golpe en la cabeza hizo que la oscuridad volviera a rodearme, hasta perder la consciencia y quedarme de nuevo dormido.

*Parecía que nos habían tendido una emboscada, cosa que me parece lógica a todos los niveles. Estábamos en un bosque donde no veíamos absolutamente nada, donde estábamos muy separados y el propio lugar era propicio para cualquier ataque, simplemente hizo falta que alguien prendiera la mecha a semejante bomba, cosa que ocurrió. A pesar de que las palabras del comandante me habían tranquilizado, no pude evitar preocuparme igualmente, aunque paradógicamente, no por mis compañeros marines.*

*Cuando la emboscada se dio, no tuvimos tiempo de reaccionar, solamente, nuestro comandante sacó el temperamento suficiente como para poder defendernos de las trampas que allí había a costa de su propia integridad. A pesar de su defensa cayó inconsciente mientras que le resto de marines, en el que me incluyo, disparábamos a la neblina, sin saber muy bien que estábamos haciendo. Mis ojos se posaron en el comandante cuando este cayó, pero a los pocos segundos, alguien me golpeó la cabeza por detrás, corriendo su misma suerte*


*Cuando desperté me encontraba sentada junto al resto de marines y encadenada por las muñecas. No sabía que pasaba, solo podía observar a mis compañeros entrar en fila india en una mugrosa fábrica escoltados por aquellos maleantes, que no dudaron en volver a golpear a mi comandante en cuanto este se había vuelto a despertar. Sin embargo todo esto quedó en un mero susto, cuando me di cuenta que aquel humo procedía no de la niebla...sino de la contaminación generada por la fábrica. En ese momento, los ojos de Dafne se abrieron como platos, se quedó en estado de "shock" sin poder moverse, interrumpiendo la fila. Estaba enfadada, tal era su enfado que su piel comenzó a tornarse de color rojo, que iba aumentando según su ira iba en aumento.*

*Los guardias comenzaron a sorprenderse de aquello, algunos se mostraban asustados, otros simplemente quedaron atónitos ante un color rojo cada vez más intenso. Tras pocos segundos Dafne miró a su alrededor, flores marchitas árboles muertos la rodeaban, un dolor que no podía aguantar*


*Pegó un gran grito de dolor que hizo estremece a todos los presentes, llegando hasta tal punto de molestia que uno de los maleantes, le golpeó con la culata de su arma en la cara, dejándola inconsciente en el suelo, volviendo el color blanco a su piel*

-¡¿Pero que demonios es esto?!* Se preguntó el que la había golpeado*

-No lo sé pero llevadla a la zona donde está su jefe *Dijo otro*

*Cogieron el cuerpo de Dafne y lo lanzaron cerca del comandante, inconsciente*

“Dios, ¿qué era ese maldito dolor de cabeza?” pensaba mientras abría poco a poco los ojos. Había una luz solar, que me cegaba si intentaba mirar más allá, al igual que un fuerte dolor de cabeza. Intenté no forzar la vista y centrarme más en las cosas cercanas a mí. Parecía que estaba tirado en un suelo de baldosas, frías y mojadas, aunque esto segundo era porque se me había caído la baba al dormir. Me incorporé para sentarme y encontré un cuerpo tirado a mi lado, al igual que la proximidad del techo o lo que parecía ser una placa de hierro demasiado próxima a mi cabeza. Mire a mi alrededor y encontré un montón de barrotes, volví a mirar de un lado a otro y deduje que me encontraba dentro de una celda o jaula, de un tamaño reducido, parecido más a un lugar para perros en vez de para humanos.

Di unos golpecitos en el trasero de la persona que había a mi lado y esta parecía emitir algo de ruido, al menos así daba a entender que no me habían encerrado con un cadáver. Seguí golpeando repetidamente ese trasero, blandito y esponjoso, el cual parecía fascinarme cuento más lo tocaba, cuando de repente, aquella persona se despertó. Me quedé terriblemente sorprendido al ver que se trataba de la recluta Dafne ¿Qué haría allí encerrada? ¿Donde estaban el resto de reclutas?¿Qué había pasado?

-¿Te encuentras bien?- no pude evitar preguntarle al ver un chorretón de sangre seca debajo de su nariz y un cardenal en el rostro, dejando las demás preguntas de lado. Espere que contestara, mientras ponía una cara de terrible preocupación. Después intenté vislumbrar donde nos encontrábamos a través de los barrotes, pero la luz del sol me hacía cerrar los ojos y llevarme la mano a la frente del enorme dolor que me provocaba. Entonces me percate de que en mi frente había un enorme chichón, al igual que algo de sangre seca que se adhería en mis manos al pasarla por mi rostro.

-Tenemos que escapar de aquí.-dije a Dafne, mientras me colocaba la mano a modo de visera y observaba donde nos encontrábamos. Estábamos al lado de un enorme ventanal, dentro de lo que parecía ser un gigantesco salón o despacho. En ese momento, un enorme tipo entro por una puerta que se veía a lo lejos. Cada paso que daba aquel ser emitía un sonido metálico al igual que el de mecanismos que no paraban de girar y chirriar.

-Vaya, pero mira lo que tenemos aquí. Un puñado de ratas de la marina.- la voz de aquel ser sonaba algo robótica, mientras emitía ruidos nada humanos. Aquel ser se asomo entre los barrotes, mostrando una sonrisa diabólica y un brazo metálico lleno de engranajes y oxido, que de vez en cuando emitía algo de vapor a presión.-No se que hacéis aquí, pero vais a morir.- el tipo golpeo la jaula con su brazo de hierro, doblando el techo de esta y haciendo que la estancia de mi compañera y mía fuera más diminuto. A aquel tipo parecía hacerle gracia y siguió golpeando la jaula, haciéndola cada vez más pequeña.

Pocos minutos después logré despertarme poco a poco. Para mi sorpresa noté que alguien me estaba dando golpecitos en el trasero, resultaba que era mi comandante. Ahora estábamos los dos encerrados en la misma jaula, que a decir verdad, era minúscula, lo cual me provocaba cierta sensación de ahogo. Por si esto  fuera poco noté mi cara dolorida, concretamente el pómulo, probablemente del objeto que me  golpeó antes, a pesar de todo, intenté limpiarme la sangre como pude con la mano disimuladamente.

Intenté levantarme poco a poco, pero la reducida dimensión de la jaula hacía que mi cabeza se diera con la parta alta de la misma, dando un leve quejido. Pasé mi mano por mi cabeza, para luego, escuchar las palabras de mi comandante. Se estaba preocupando por mi.


-Si comandante, me encuentro bien, algo dolorida en la cara. No recuerdo que ha pasado. ¿Usted está bien? Veo que se han cebado no menos con usted Dije señalándole sus golpes. - Estoy bajo sus órdenes ¿tiene alguna idea de como salir de qui?

Tras eso, mis ojo se posaron en la estancia donde estábamos, parecía un despacho. Nuestra calma se vio enturbiada por la entrada de un  hombre bastante corpulento y de voz robótica ¿Quién era? ¿Era el captor? ¿Un pirata tal vez?. No lo sabía, al menos yo, pero poco pude pensar porque aquel tipo claramente odiaba a los marines, comenzando a golpear nuestra jaula, cuyo techo, me golpeó en varias ocasiones por mi gran estatura, haciéndome que me enfadara progresivamente, tornándose mi piel de color rojo poco a poco.

-Espero que tenga alguna idea comandante, y rápida.

Dije intentando aguantar con mis delgados brazos el techo de la jaula ante los golpes de aquel ser.

No podía comprender que le estaba pasando a mi compañera, su piel cada vez se ponía más y más roja, parecía que estaba a punto de explotar. Además del hecho de que había un tipo enorme que no paraba de aporrear la jaula donde nos encontrábamos. Suspiré pesadamente al comprobar que Dafne parecía ponerse algo nerviosa con la situación y la dije: -Deberías mantener los nervios en situaciones como esta. Pues la ira o los nervios no nos dejan pensar con claridad.- cerré el puño y se lo mostré.- Mira atentamente.

Estiré el brazo entre los barrotes y aquel ruido incesante de golpes paro. ¿Qué había pasado? Era fácil de comprender. Todo hombre que se precie, por muy maquina que sea, siempre se dejara sus partes nobles intactas. Aquel peculiar tipo, al recibir el golpe se encogió, cayendo de rodillas al suelo mientras se sujetaba sus preciadas bolas ahora destrozadas. Saque mi otro brazo y lo agarré del cuello, acercándolo a las barras de la jaula de forma violenta.

-Amigo, te has metido en un lio. Mi compañera esta terriblemente cabreada con lo sucedido. Solo hay que ver el color rojo de su piel.- le sonreí con malicia.- Si vuelves a dar otro golpe en la jaula, ella explotara en mil pedazos. Llevándonos a los dos a una muerte segura.- el hombre parecía algo nervioso por mis palabras. Sin duda había dado resultado mi actuación, aunque en el fondo me preocupaba la extraña habilidad de Dafne, la cual no terminaba de entender.

Imbuí mi brazo en haki de armadura y golpeé la placa de hierro que se suponía que era el techo de la jaula. Esta se desprendió como una lata de sardinas. Me puse en pie, para estirarme por fin y ayude a Dafne a salir de la jaula.-Me esperaba que hubieras resulto tú la situación, pero no te preocupes. Ahora debemos encontrar a nuestros compañeros.-miré con una sonrisa diabólica a aquel tipo robótico que estaba a la defensiva y terriblemente asustado a la vez. -Dafne, te dejo que te encargues de él. Sácale toda la información que puedas y no dudes en ser cruel si es necesario.- dije acercándome al inmenso ventanal que me deslumbraba y observando el bosque a nuestro alrededor.

*No podía creer lo que estaba sucediendo,mi comandante, había abierto aquella jaula como si de una lata de sardinas se tratase. Me quede totalmente impresionada por unos segundos haciendo que mi furia se fuera y el tono de mi piel se volviera a poner blanco nuevamente. Me ayudó a salir de aquella jaula sin dudarlo, cosa que le agradecí con una sonrisa a pesar de que esta se tornó en pena cuando observé que no pude hacer nada para ayudar a mi comandante. Pude observar mi látigo de zarzas en la mesa de aquel ser robótico, así que asentí a mi comandante y me dispuse a coger mi látigo de zarzas, para luego mirar al ser robótico*

-Mi turno.. Dije caminando hacia aquel ser cuya pérdida de virilidad le había obligado a estar en el suelo como un gusano repugnante. Coloqué mi tacón sobre su pecho para inmovilizare.

-Yo en tu lugar no movería ni un solo brazo ni pierna, y como oses volver a tocarme, desearás que mi comandante te vuelva a dar en tu virilidad basura. Dije apretando con el tacón en su pecho ¿Te gusta golpear? que curioso, a mi también...

Lanzé mi látigo de zarza contra él, cogiéndole el cuello como si de un ahorcado se tratase. El ser robótico solo pudo llevar sus manos a la zarza del cuello, para gritar nuevamente, al clavarse las espinas para intentar liberarse. Dejé tirante el látigo, de manera que aquel ser quedara inmovilizado en el suelo, y en caso de que se moviera, solo tenía que tensar más el látigo. A pesar de todo mi piel se comenzó a tornar nuevamente roja mientras mi cabreo iba a más.

-¿Donde estamos?  ¿Porque contamináis? ¿Porque hacéis daño a inocentes y al bosque? Preguntaba esto mientras cegada por un ira apretaba cada vez más el látigo al cuello de aquel desgraciado mientras mi comandante miraba por el ventanal.

El lugar, desde donde yo observaba, era realmente precioso, a pesar de la contaminación y los árboles muertos que se veían cerca. Intenté orientarme como pude, haciendo un esfuerzo por recordar los picos de las montañas a lo lejos para hacerme una idea de donde se encontraba el barco. A simple vista no parecía que estábamos lejos de donde nos atacaron, incluso recordaba vagamente una fábrica abandonada, que debe ser el lugar donde nos encontrábamos. Eso explicaría porque nos localizaron con facilidad y nos atacaron con rapidez, seguramente tenían sensores por los alrededores para descubrir a los intrusos inesperados. Suspiré pesadamente. ¿Dónde estarán los demás reclutas? Me preguntaba una y otra vez para marcharnos de ese desagradable lugar.

Me volteé para observar cómo le iba a mi compañera y para mi asombro, esta parecía estar medio matando al hombre robótico. Aquel peculiar hombre solo le dio tiempo a responder a una pregunta de Dafne, diciendo "Suno Shima", que era la isla donde nos encontrábamos. Después mi compañera le apretó tanto el cuello con aquel látigo que apenas le dejaba respirar. Me acerque a ella y la agarré del brazo para que se calmara, si seguía así acabaría matando a ese hombre o lo que quiera que fuera.

-Tranquila, no ves que no le dejas hablar.- dije señalando al tipo que parecía estar adquiriendo un color morado en su rostro. Dafne parecía calmarse y aquel hombre empezó a toser y a recuperar su color de piel, aunque le sangraba el cuello a chorretones. No sabía de dónde había sacado aquella arma Dafne, pero sin duda sabía usarlo y era peligrosa con ella. Algo que me pareció realmente sexi. Aquel ser parecía que no podía hablar, por lo que se puso a señalar algo encima de un escritorio cercano a la celda. Me acerque a inspeccionar de que se trataba y lo único que encontré fue la figura de una quimera de oro y un montón de papeles en blanco. Volví a mirar al hombre sin comprender que tenía que buscar. El medio robot empezó a girar las manos, como si desenroscara el tapón de una botella. Agarré, sin comprenderlo muy bien, la cabeza de la quimera y la gire. De repente el suelo se empezó a temblar, mostrando unas escaleras oculta hacía un piso inferior y oscuro.

Mire extrañado las escaleras, sin saber si debía fiarme de aquel tipo o no. Tal vez aquel lugar era una trampa. En ese momento un sonido extraño llamó mi atención, cuando busque de que se trataba un misil estaba volando por el aire, procedente de aquel tipo. Su brazo estaba alzado y de él salía un humo seguramente del proyectil. Agarre de la cintura a Dafne y la lancé al agujero de la escalera, pues a pesar de estar cerca de la ventana no nos daría tiempo a escapar. Una luz brillante ilumino todo el lugar, creando una enorme explosión haciendo que el techo se precipitara encima de nosotros. Me volteaba para protegerme de los escombros que caían y para proteger el cuerpo de Dafne, mientras caíamos por aquel agujero oscuro. Recuerdo un montón de golpes y un impacto muy fuerte que me hizo perder la conciencia, o eso creo, ya que la oscuridad me rodeo por completo.

Cuando desperté mi respiración se notaba entrecortada y un dolor en la cabeza me hacía cerrar uno de los ojos. Maldita sea, no me dio tiempo a cubrirme con la armadura, pensaba mientras notaba mi cuerpo terriblemente dolorido. Solo espero que Dafne se encuentre bien.-¿Dafne, estas bien?- mi voz sonaba ronca y cansada ¿Qué me estaba pasando? Sentía un dolor molesto en el pecho y uno de mis brazos inmovilizados. Decidí liberar mi ámbito eléctrico y iluminar el lugar para encontrar a mi compañera. Cuando lo hice encontré la causante de mi dolor, una enorme roca que me tenía atrapado. Después busque desesperado el cuerpo de Dafne, pero solo encontraba rocas y rocas. Al final, cuando ya me estaba dando por vencido de no encontrarla, vislumbre uno de sus tacones enterrado entre varias rocas ¿La habrían aplastado? No podía creerlo, me negaba a creerlo.-¡DAFNE!¡DAFNE!- me puse a gritar desesperado mientras un hilo de lagrimas recorría mi rostro y me rasgaba el pecho y el brazo con intención de liberarme de esa enorme roca.-¡DAFNE, POR FAVOR!¡DIME ALGO!

Spoiler:

Parecía que mi enfado me había cegado completamente, y de no ser por mi comandante, probablemente hubiera matado a aquella escoria repugnante. Enrollé en látigo de zarzas en mi mano y lo colgué de mi cintura con una tira de cuero para después de aquellas palabras que expulsaba por su boca  le pegara un último taconazo en la cara para después irme al ventanal.

-Lo siento mi comandante - Dije en un tono totalmente falso, ya que deseaba que ese ser muriera con toda mi alma. A pesar de esto no pude seguir pensando en las miles de formas de hacerle daño, ya que unas escaleras, de un pasadizo secreto se abrieron ante nosotros. Para nuestra desgracia aquel ser había disparado un pequeño misil hacia nosotros.

-Pequeño hijo de p.... -Mis palabras se vieron ahogadas al ver al comandante cogerme para protegerme con su cuerpo de aquel impacto no sin antes lanzarme por le hueco de la escalera con el objetivo de salir bien parada.

Mi cierpo estaba recibiendo golpes por todos lados según íbamos cayendo por aquel túnel hacia abajo. Cuando todo aquel ruido cesó y el dolor aumentaba, me desperté rodeada y casi cubierta por escombros. Mis piernas estaban sepultadas en rocas por un lado, dejando solo ver mi tacón, pero por el otro lado mi cuerpo tenía rocas encima y me había aprisionado un brazo, dejándome el otro libre. La cabeza, afortunadamente estaba libre de escombros. Escuché al comandante gritar mi nombre, y con toda la fuerza de mi alma intenté responderle.

-Señor!, estoy aquí! estoy bien no se preocupe, solo alto inmovilizada pero tengo uno de mis brazos libres.

Intenté limpiarme la tierra de mi cara con la mano libre, viendo que esta estaba teñida de rojo, por lo visto tenía cortes en el brazo.

-¿Que hacemos señor? No puedo casi moverme.- Decía intentando quitarme algunas rocas con mi mano libre para poder liberarme la otra, sin embargo mis fuerzas flaqueaban, y mi saquito de hojas estaba sepultado , por tanto, no podía calmar el dolor que sentía en las piernas.

Tras aquella última frase, no pude continuar hablando por el cansancio. Sin embargo, en mi mente solo había un objetivo que me hacía respirar: " No puedo morir aqui, no aún".

¿Qué era eso que sonaba entre mis gritos? ¿La voz de Dafne? Sí, eso parecía. Me quede totalmente quieto, escuchando sus palabras, mientras sentía como poco a poco mi corazón se iba calmando y mis malos pensamientos iban desapareciendo. Después esa calma se transformo en rabia y en una ira descomunal. Maldita chatarra, si no hubiera lanzado ese cohete ahora Dafne y yo estaríamos riendo y tomando un café en la cubierta del barco (yo y mis fantasías de cita). Empecé a cargar mi energía eléctrica en la palma de mi mano, cargándola cada vez más y sintiendo como la piedra que me aprisionaba empezaba a calentarse, para a continuación empezar a desquebrajarse por todos lados.

Después simplemente me recubrí en haki mi otro brazo y golpee la roca con todas mis fuerzas, librándome de su peso y dejándome completamente libre, a excepción de unas cuantas rocas minúsculas que había encima de mi cuerpo. Me incorporé, o por lo menos lo intenté y me dirigí hacía donde suponía que estaba mi compañera, aunque en verdad iba casi arrastras. Nada más llegar a su lado, me desplome de rodillas y la agarre el rostro con las manos para comprobar que estaba bien y consciente, para mi desgracia parecía un poco aturdida y sin fuerzas.

-Dafne, voy a hacer algo que tal vez no te guste, pero al menos conseguiré que sigas consciente por unos minutos.- la coloque la mano en la clavícula y la libere una descarga moderada, lo suficientemente fuerte para ponerla alerta por mucho cansancio o sueño que tuviera.-Vamos a salir de aquí y a buscar a nuestros compañeros.- la sonreí, intentando demostrarla que tenía todo controlado, pero la verdad es que la situación se mostraba muy grave. Me coloqué en la enorme roca que la impedía mover las piernas y con todas mis fuerzas la intenté mover, algo que fue en vano. Aquel enorme trozo de techo era tan pesado que no podía ni moverlo un centímetro. -Espero no herirte con lo que estoy a punto de hacer.- empecé a cargar mis guantes, los cuales fueron adquiriendo un color rojizo intensó para después coger un color negro mate.- ¿Preparada? Unos, dos y ...- cargué mi brazo hacía detrás y lancé un puñetazo con mi guante. Nada más impactar una enorme explosión hizo que saliera disparado, observando como la enorme roca salía disparada en la otra dirección.

Mi pequeño recorrido aéreo fue detenido por una de las rocas cercanas, haciéndome sentir un dolor atroz en la espalda y rompiéndome alguna costilla, la cual se manifestó haciéndome sangrar por la boca. Todo el lugar empezó a temblar de manera poco segura. Levité hasta donde estaba Dafne, la cual parecía estar bien (por lo menos conservaba las piernas) y llena de polvo negro, seguramente de la piedra chamuscada. La agarré del brazo y casi como una llave de lucha, me la incorporé al hombro, agarrándola del trasero para que no se cayera.- Hay que salir de aquí, después ya miraremos la gravedad de nuestras heridas.

Levite todo lo rápido que pude por ese pasillo de escombros, mientras el techo volvía a desprenderse de nuevo, ocultando cada vez más la única salida que conocíamos. Pasado el terremoto, acabamos en un enorme pasillo oscuro y llano, sin ninguna puerta o ventana, solo kilómetros y kilómetros de oscuridad. Al ver que las piedras ya no caían sobre mi cabeza me deje caer al suelo, liberando el culo blandito de Dafne, el cual no pude disfrutar como hubiera deseado. Me tumbé en el suelo, apoyando la espalda en la pared y cogiendo aliento.- ¿Cómo te encuentras Dafne?- dije sonriendo como si no pasara nada.-Espero que esto no te eche para atrás. La vida de un marine es casi siempre así.- me lleve la mano al costado al notar un dolor punzante. En ese momento, empezó a sonar en la lejanía las voces de personas. ¿Serían enemigos o aliados? Solo había una forma de comprobarlo.

Me sentía como una auténtica inútil, había dejado que me golpearan ,secuestraran, engañaran y no contento  con todo ello ahora mis piernas estaban totalmente inutilizadas por aquellas rocas. En mi mente solo podía repetirme : idiota idiota te has dejado engañar , eres débil!. A pesar de mi agonía, mi comandante me intentó ayudar para liberarme las piernas, no sin antes darme un buen calambrazo para evitar que me desmayara por las heridas y el esfuerzo físico al intentar liberarme. El dolor del chispazo no fue nada comparado con el que tuve inicialmente, casi que hasta agradecí que me despertara, y a continuación, pude oír nuevamente sus palabras que decían que iba a intentar liberarme.

-Mi comandante haga lo que estime necesario, pero por favor quíteme estas rocas de encima -Decía entre lágrimas ante la impotencia de no poder hacerlo por mi misma. A los pocos segundos cogí algo de aire y respondí -Si, lista.

En el momento en que mi comandante hizo aquel esfuerzo para quitarme la piedra, solo pude contemplar un gran fulgor de luz y ver como la piedra salía disparada para un lado y mi comandante hacia el otro, propinándose un gran golpe, pero a pesar de todo, logró incorporarse y estar bien a pesar del hilo de sangre en su boca. ¿Como lo haría?, no lo sabía, pero por lo menos ya tenía las piernas libres.

Mi comandante no dudó en cogerme y intentar sacarme de aquel infierno rocoso, pero los continuos derrumbes solo nos provocaron una caída hacia un largo y oscuro pasillo. El comandante me soltó, apoyándome contra la pared sentada, cogí aire y respondí a sus palabras de preocupación.

- Creo que viva....- Dije suspirando mientras mi comandante me explicaba con calma y una gran sonrisa que la vida del marine. Pero creo que yo había sacado mi propia conclusión y más al ver las heridas que tenía mi superior , y todo por intentar salvarme a mi, una simple marine. ¿Que me estaba pasando? Siempre he odiado a los hombres y a su conducta anti-moral pero mi comandante me había cuidado, a mi, una mujer débil, que tuvo que ser rescatada cuando otros no dudarían en dejarla a su suerte...como hace años en mi hogar.

Me intenté levantar poco a poco y unas voces se escucharon al fondo del pasillo. Suspiré nuevamente.

-Por Rea, ¿ más enemigos?- Dije intentando coger mi látigo de espinas de mi cinturón mientas con una mano me apoyaba en la pared.- Mi comandante, déjeme a mi esta vez ayudarle yo a usted.

Me apreté la herida, en un intento de aliviar mi dolor, mientras observaba la valentía que desprendía la preciosa Dafne que cada vez me dejaba más asombrado de la fuerza de voluntad que podía demostrar. Me mantuve apoyado en la pared, sentado en el suelo, observando cómo tres siluetas, algo mal formes, se acercaban hacia nosotros.

-Dafne, mantén la calma. Es el mejor consejo que te puedo dar como superior.- en ese momento recordé la imagen en la que Dafne adquiría un color rojizo por toda su piel, lo cual no sabía lo peligroso que podía llegar a ser.

Un sonido mecánico y chirriante me hizo fruncir el ceño, haciéndome ponerme en pie con ayuda de la pared. Los pasos se acercaban y a mis ojos les costaba mirar más allá de la oscuridad. No activé mi electricidad en ningún momento, pues no quería delatar nuestra posición al enemigo, el que seguramente sospechaba que estábamos muertos o atrapados bajos los escombros. -Dafne, escóndete.- dije ocultándome detrás de un enorme escombro.

Las voces estaban tan cerca que ya se les distinguía con facilidad lo que hablaban.
-Te apuesto cien berries a que esos malditos marines ya están muertos.-dijo una voz aguda.
-Me niego a aceptar tu apuesta. Estoy seguro de que estarán muertos, bien aplastados, como insectos que son.- dijo aquella voz robótica tan familiar.
-Señor.- dijo una voz ronca.
-Lo sé, lo sé.- dijo la voz robótica, acompañado de un silencio tan fuerte y profundo, que me dio la sensación de que respiraba demasiado fuerte. Mantuve el aliento y espere a que los enemigos avanzaran, pero parecía que habían dejado de caminar. Me asomé con cuidado, con el corazón en el pecho y achiné los ojos en busca de poder ver algo a través de la oscuridad, pero aquellas siluetas que se acercaban habían desaparecido por completo. Miré extrañado a Dafne, sin comprender que había ocurrido.

-¿Donde están?- la pregunte con la esperanza de que ella se hubiera dado cuenta de lo ocurrido. Pero un sonido mecánico hizo voltearme, observando como de la oscuridad se materializaban tres figuras enormes. No me dio tiempo a reaccionar, cuando algo frio y duro me agarró del cuello y me alzó del suelo. Del final de aquella cosa que me agarraba se encendieron dos grandes focos, que iluminaron todo el lugar y me hicieron cerrar los ojos, hasta que se adaptaran a la fuerte luz.

Cuando pude abrir los ojos, corrobore lo que sospechaba, aquella cosa fría y dura era el brazo robótico del tipo del piso superior. No pude evitar sonreír al ver su horrenda cara y la enorme cicatriz que tenía en el cuello (provocada por el látigo de Dafne). Parecía que la explosión no había acabado con él, al igual que no acabo con nosotros. Desvíe la mirada para ver a Dafne y con sorpresa observé como un tipo con uno guantes de cuchillas (algo como Eduardo Mano tijeras) agarraba sutilmente el cuello y el costado de la joven.

-Mira que son escurridizas las cucarachas. Ni aplastándolas mueren.-dijo apretándome el cuello con aquel enorme brazo.

-Eso lo dirás por ti.- dije sonriéndole.- Dafne, no tengas miedo. Estos tipos son unos bocazas, podemos con ellos con facilidad.- desvié la mirada al tercer hombre, cubierto por una capucha negra, sin moverse ni decir ni una sola palabra. Era el que más preocupado me tenía y sospechaba que era el causante de su ataque inesperado. Tal vez nos enfrentábamos a un usuario y eso podía ser terriblemente peligroso.

Creía que la dosis de dolor y golpes estaba llegando a su fin, pero lamentablemente, eso era un sueño demasiado avaricioso por mi parte como para que fuera realidad, pues ahora se nos presentaban tres enemigos en la lejanía y oscuridad del pasillo. El comandante me dijo que me escondiera, cosa que hice rápidamente, detrás de un escombro procedente de una columna.

A lo lejos se podía escuchar como apostaban su asqueroso dinero por saber si estábamos muertos o no, yo simplemente pude pensar para mis adentros, cuando habló el primero era : Deberías apostar mejor.

Por un momentos aquellos pasos que tan nerviosa me estaban poniendo, debido a su cercanía cesaron. ¿Que había pasado?, mi comandante me miraba como buscando una respuesta a aquella pregunta, pero mi rostro se tornó igual de confuso que el de él, hasta que unos grandes focos seguidos de unas manos mecánicas apresaron a mi superior, no sin antes uno de esos maleante lograra agarrarme de improvisto por el cuello y cintura.

Estaba francamente cansada de que me golpearan, así que mi piel se volvió a tornar roja como la sangre. Analicé la situación visualmente mientras respondía a mi comandante.

-Hace tiempo que he dejado de tenerlo , señor.- Desvié mi vista al tercer hombre, encapuchado como no, que se situaba detrás de sus dos compañeros. Mi prioridad era el que me estaba sujetando, pero no pude evitar decirle al ser robótico las siguientes palabras:

-Tu no aprendes ¿no? -En ese momento de mi piel se puso color escarlata, haciendo que  aquel hombre que me había atrapado se comenzara a asustar, y yo, rápidamente intenté coger mi pequeño puñal florar del cinturón, pues las manos las tenía lo suficientemente libres como para poder actuar.

-¿Nunca te han dicho que no debes  tratar mal a una mujer?-Dije esto, levantando el brazo rápidamente y clavándole la daga en el ojo a aquella escoria, haciendo que me soltara mientras gritaba de dolor. Rápidamente saqué mi látigo de zarzas para lanzárselo contra  el cuello del ser robótico nuevamente, haciendo que este, soltara a mi comandante mientras colocaba sus manos robóticas a su cuello para liberarse de mi látigo.

-Te dije que ibas a pasarlo muy mal- Dije mientras le apretaba fuertemente el cuello con el látigo, no sin antes decirle al encapuchado.

-Ni te muevas o te juro que le sierro la garganta !-Dije furiosa- Malditos! sois unos malditos que matáis y hacéis daño a gente de bien!, una vez juré que nunca más me harían daño a mi ni a los que me importasen,así que señor queda usted arrestado por orden la marina!.

Apreté más el látigo mientras miraba ahora al ser robótico -En cuanto a ti...

Una sonrisa ilumino mi rostro, al observar como Dafne usaba el mismo método que yo, usar las palabras para desconcentrar al enemigo y hacerlos pensar en sus diminutos cráneos. Dafne reaccionó más rápido de lo que me esperaba, clavándole un puñal al tipo que la sostenía, haciendo que el pobre hombre gritara como un descosido. Casi al momento, de que aquel hombre se alejara unos centímetros de ella, esta lanzó su látigo a mi oponente robótico, haciendo que me soltara y me diera tiempo a sincronizarme con ella para lanzar unas dagas eléctricas contra el tipo de la capucha. El lanzamiento fue directo y veloz, pero algo dentro de mí decía que no iba a ser tan fácil vencerlo, pues las dagas desaparecieron.

Las palabras de Dafne amenazaban con fiereza al tipo encapuchado, pero aquel ser parecía no mostrar interés. Ni siquiera dijo una mísera palabra o se movió, lo que me indicaba que algo iba mal. Aquel ser se desmaterializo, dejando caer la capa que le cubría como si dentro no hubiera habido nadie. Me quede asombrado al no comprender que clase de poder tenía el adversario. Activé por instinto mi haki de observación y sentí la presencia de alguien al otro lado del túnel, a nuestras espaldas. Supuse al momento que se trataba de él.

Cuando me volteé, el tipo con el puñal en el ojo estaba a punto de atacar a Dafne ¿Cómo era posible que siguiera vivo?. -¡Cuidado, Dafne!- la grité para que se percatará del tipo, pues a pesar de que reaccioné lanzándome a por él, el ataque fue efectuado (lo puedes bloquear o recibirlo). Estampé a aquel tipo contra la pared y le golpeé, una y otra vez, en su rostro ya desfigurado y que se transformaba en otra cosa tras cada golpe, haciendo que el puñal se incrustara hasta el fondo de su cráneo. Sintiéndome mal por lo que hacía y por cada golpe que le daba, pero había atacado a mi nakama y eso solo podía pagarse con la muerte.

-Acaba con él.- dije a Dafne señalando al tipo robótico que me miraba con miedo al observarme destrozar a su compañero. Aquel tipo se puso de rodillas y suplico por su vida a Dafne, pero algo ocurrió. La voz grave que escuche en el túnel por primera vez, volvió a hablar.

-¿Cómo te puedes arrodillar ante un marine? Me das asco.- en ese momento, todo a nuestro alrededor se oscureció. Notando como una fuerte brisa de aire nos hacía desprendernos del suelo y dar vueltas por el aire sin control. Los escombros y los cuerpos inertes de los enemigos chocaban contra nosotros. Yo en un intentó en vano de encontrarme con mi compañera, agarré su látigo, clavándome sus púas y aferrándome con fuerza a él mientras lo acercaba hacía mí. A los pocos segundos, después de recibir un par de golpes más, conseguí tocar la suave y tersa piel de Dafne. La agarre con fuerza contra mi pecho para que no se escapara y intenté levitar al centro del huracán donde los escombros no nos golpearían.

-Dafne, cuando el huracán cesé, solo tendremos unos segundos para atacar al enemigo. Lo dejo en tus manos.- dije sintiendo un chorretón de sangre caer de mi frente y dejarme un sabor a oxido en la boca. Poco a poco la incesante corriente de aire fue cesando, dejado ver como la cortina de oscuridad iba cesando y las paredes del túnel se iban mostrando con el parpadeo del foco, el cual se encontraba tirado en el suelo, con el cuerpo del tipo robótico totalmente destrozado. No sabía si la causante había sido Dafne o los escombros, pero el caso es que aquel hombre había muerto de una manera nada agradable y nadie se merecía tal cosa.

La fiesta parecía que no había acabado. Después de lanzar toda mi furia contra aquella escoria robótica, parecía que uno de nuestro enemigos era una auténtica caja de sorpresas. Lamentablemente, al estar ocupada con aquella basura, no había podido ver como el otro forajido, al cual le había clavado mi puñal floral en el ojo, me atacaba, milagrosamente con nueva furia.

Me giré cuando mi comandante gritó para alertarme, lamentablemente, aquel forajido logró clavar una de sus cuchillas en mi barriga. Mis ojos se abrieron como platos, y un leve suspiro salió de mi boca, haciendo que mi mano intentara agarrar la cuchilla mientras que con la otra agarraba el hombro de aquel forajido. A los pocos segundos, mis ojos se cerraron para esbozar una mirada de odio, pero no pude golpearle, debido a que mi comandante se lanzó a por el y comenzara a pegarle hasta dejarlo irreconocible.

Tapé la herida con mi mano, mientras que me dirigía al tipo robótico con una cara de odio profundo, saqué mi látigo nuevamente y caminé poco a poco hacia él.

-Los marines no matáis a los prisioneros -Decía aquel ser inmundo ante mi, y en parte no le faltaba razón- Sois marines, debéis seguir las leyes.

*Me agaché hacia el ser robótico colocando mi cara casi a la par de la suya para responderle con total calma*

-Pero amigo mío, si ya sabes, que....la ley con sangre... entra...- Mi piel se tornó roja como la sangre, abrí mi boca y mordí la garganta de aquel ser robótico hasta hacerle sangre y de paso romperle algunos cables, para luego lanzarle el látigo al cuello nuevamente y mediante un giro de muñeca cercernarlo, dejando que la cabeza cayera al suelo.

Me limpié la boca con la mano que sostenía el látigo mientras que mi pierna derecha me falló, haciendo que casi me caiga, debido, a la herida de mi barriga, pues había hecho un gran esfuerzo.


Si todo esto fuera poco, una voz comenzó a hablar en el túnel, haciendo que nuestros pies se levantaran del suelo, y a pesar de intentar usar mi látigo para poder agarrarme al suelo, acabe volando junto a los brazos de mi comandante, que buscaba no otra cosa que protegerme. A pesar de todo mi comandante me expuso que solo tendríamos unos segundos para acabar con aquello. Yo solo puede responderle.

-Creo que no tendrá que preocuparse por esa escoria robótica más señor.


Al poco rato el huracán cesó y logré  tocar el suelo con la ayuda del comandante, a pesar de todo, no veía a nuestro enemigo encapuchado ¿Se habría ido?. Ahora solo me preocupaba  el poder salir de allí de una vez por todas.

-¿Ve algo comandante? ¿Se habrá ido? El huracán ha cesado.- Dije intentando mirar a través de lo que quedaba del túnel, hasta ver algo de luz.- Creo que volveremos a ver pronto a este hombre, tengo una extraña sensación señor.- Mis palabras se cortaron al ver  luz al final del pasillo y una pequeña brisa de aire rozó mi cara, lo que me hizo sonreír.

-Señor, creo que hay que ir por ahí -Dije señalandole hacia adelante-

Nada más poner los pies en tierra, hice un gesto a Dafne para que se mantuviera alerta, pues ante nosotros había desaparecido el tipo de la capucha. ¿Donde habría ido aquel hombre tan escurridizo? Tal vez, una vaga teoría rondo en mi cabeza, nos habría atacado con aquel extraño tornado para darle tiempo a escapar. La verdad que después de unos minutos de tensión, esperando un ataque sorpresa, no ocurrió nada. Por lo que decidí atender la herida que tenía Dafne en el vientre antes de avanzar.

Como no sabía mucho de primeros auxilios, simplemente tapone la herida con unas telas que había por allí, aunque podían ser las prendas de los enemigos, pero dado que estaba todo hecho girones era imposible de reconocer. Cuando terminamos de comprobar nuestras heridas, nos apoyamos uno en el hombro del otro y fuimos caminando por el oscuro pasillo que poco a poco se iba iluminando por una luz desconocida.

Parecía el final del túnel, por lo que aceleramos el paso y cuando estábamos a escasos metros de salir unas extrañas siluetas empezaron a aparecer. No pude evitar llevarme la mano a la frente al imaginarme que se trataban de más enemigos y lo muy cansado que me encontraba, pero la voz de un soldado me hizo alzar la vista.

-Teniente-comandante Gusi, ¿es usted?- dijo una voz que me sonaba familiar. Mire a las sombras fijamente, en busca de una pista de quien podría tratarse. Pero aquellas siluetas se movieron más rápido de lo que me imaginaba y me agarraron a mí y a Dafne, separándonos y haciendo que me preocupara por unos segundos, pero al ver las ropas de la marina cubriendo las pieles de esos hombres un ápice de relajación recorrió todo mi cuerpo y me quede dormido.

Cuando me desperté, me encontré en la cama de la enfermería del barco en el que habíamos llegado a la isla, con todo el cuerpo vendado y con Dafne al otro lado de la habitación, con la misma apariencia que yo. Me levante dolorido de la cama y observe el cuerpo de mi compañera, que parecía estar tan dañado como el mío. Suspiré pesadamente al pensar lo que había tenido que sufrir en esta misión y decidí salir de la habitación. Nada más salir por la puerta un marine me abordo, agarrándome como si me fuera a caer y mirándome con cara de preocupación.

-¿A dónde cree que va?- dijo aquel joven.

-A dar una paliza a esos que piensan que pueden joder a la marina y salir impugnes.- hubo un silencio extraño por parte del joven.

-Señor, la misión fue un éxito. Capturamos a todos los ladrones, además de los lideres, los cuales acabasteis usted y Dafne.- el joven siguió hablando de como transcurrió la misión hasta que nos encontraron, pero mi mente no paraba de pensar en el cabrón encapuchado y como había escapado ante mis ojos. Golpeé con rabia la pared del pasillo, haciendo que se astillara y me dirigí de nuevo a la cama de la enfermería para recuperar fuerzas, quedándome dormido y poniendo fin a mi calvario.