Amaiar Silverfang
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Al poner un pie en tierra firme, dí un largo suspiro de exasperación. Habíamos perdido bastante tiempo por culpa de una tormenta inesperada, y eso nos había puesto en desventaja en la persecución. No obstante, teníamos una última oportunidad, allí en la Ciudad de Jade de la isla de Johota.
- Soy el Capitán Silverfang, de la Marina. ¿Habéis visto a estos tipos?
En mi mano tenía las fotos de las personas a las que estábamos persiguiendo mi tripulación y yo: unos marines renegados que habían huido en grupo, llevándose con ellos secretos internos. Era de prioridad que los altos cargos más cercanos les siguieran la pista, y por suerte o por desgracia la responsabilidad me había caído encima, así que había puesto rumbo inmediato al punto de intercepción. Luego llegó la tormenta y... Bueno, aquí estamos, buscando pistas y preguntando a los civiles.
- Disculpe, señora, ¿ha visto a estos tipos?
Sin embargo no estaba dando muchos frutos la búsqueda... Al parecer los habitantes de la isla aún desconfiaban de los Marines, que durante tanto tiempo permitieron (hace años por suerte) que el gobierno otrora en poder fuese corrupto y explotara a los ciudadanos como si fueran esclavos. No culpaba a los lugareños, en su lugar yo también desconfiaría, pero en aquel momento me frustraba no poder hacer más que desperdigar a mis hombres y mujeres por el pueblo a reunir la información que pudieran.
Se suponía que nos volveríamos a encontrar en un rato de nuevo aquí, en puerto, para juntar las piezas del puzzle que consiguiéramos destapar, así que me llevé a un par de personas conmigo y me adentré más en el corazón de la ciudad minera, llena de artesanos y comerciantes de Jade. Tal vez con un pequeño soborno consiguiera que hablase alguno de ellos...
Entre los integrantes de mi tripulación se encontraba una persona peculiar. Una... ¿amiga? de Kimura, con el cuál había forjado una alianza hace poco. Al parecer él tenía sus propios asuntos, y me había pedido que protegiese personalmente a aquella chica que él no podía llevarse a sus misiones peligrosas. No pude rechazarle, no solo como aliado sino como amigo. Por cierto, ¿dónde estaba? Juraría que me estaba siguiendo hace nada...
- Soy el Capitán Silverfang, de la Marina. ¿Habéis visto a estos tipos?
En mi mano tenía las fotos de las personas a las que estábamos persiguiendo mi tripulación y yo: unos marines renegados que habían huido en grupo, llevándose con ellos secretos internos. Era de prioridad que los altos cargos más cercanos les siguieran la pista, y por suerte o por desgracia la responsabilidad me había caído encima, así que había puesto rumbo inmediato al punto de intercepción. Luego llegó la tormenta y... Bueno, aquí estamos, buscando pistas y preguntando a los civiles.
- Disculpe, señora, ¿ha visto a estos tipos?
Sin embargo no estaba dando muchos frutos la búsqueda... Al parecer los habitantes de la isla aún desconfiaban de los Marines, que durante tanto tiempo permitieron (hace años por suerte) que el gobierno otrora en poder fuese corrupto y explotara a los ciudadanos como si fueran esclavos. No culpaba a los lugareños, en su lugar yo también desconfiaría, pero en aquel momento me frustraba no poder hacer más que desperdigar a mis hombres y mujeres por el pueblo a reunir la información que pudieran.
Se suponía que nos volveríamos a encontrar en un rato de nuevo aquí, en puerto, para juntar las piezas del puzzle que consiguiéramos destapar, así que me llevé a un par de personas conmigo y me adentré más en el corazón de la ciudad minera, llena de artesanos y comerciantes de Jade. Tal vez con un pequeño soborno consiguiera que hablase alguno de ellos...
Entre los integrantes de mi tripulación se encontraba una persona peculiar. Una... ¿amiga? de Kimura, con el cuál había forjado una alianza hace poco. Al parecer él tenía sus propios asuntos, y me había pedido que protegiese personalmente a aquella chica que él no podía llevarse a sus misiones peligrosas. No pude rechazarle, no solo como aliado sino como amigo. Por cierto, ¿dónde estaba? Juraría que me estaba siguiendo hace nada...
Yoshi
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Iba la última cerrando el grupo que me habían asignado el cual estaba liderado por el capitán Silverfang, observaba en silencio como este iba preguntando uno a uno a la gente del pueblo si habían visto a unos marines renegados que estábamos buscando pero todos le daban una respuesta negativa.
Me intentaba mantener al margen de todo aquello lo máximo posible puesto que estaba algo enfadada, cosa bastante raro en mi pero no imposible. Estaba cabreada porque Kimura me había prácticamente obligado a ir con aquel nuevo aliado suyo a una misión pues tenía cosas "importantes" que hacer y no podía acompañarle, además mientras perseguíamos a los renegados de la misión pillamos una tormenta y los marines se habían conseguido escapar y por si todo eso no fuese suficiente todos aquellos habitantes desconfiaban de nosotros y no soltaban ni prenda.
Me detuve en seco, me distrajo un pequeño gato que me miraba desde un callejón, me encantaban aquellas bolitas de pelo. Olvidándome de mis múltiples enfados me acerqué a él agachada intentando no asustarle pero mi plan no funcionó, el gato escapó atemorizado y yo le seguí. Tras meterme en el callejón y girar por un par de estrellas calles el gatito desapareció y yo desilusionada decidí volver a reunirme con el equipo que me habían asignado pero me encontré con un pequeño problema, no tenía ni idea de donde estaba.
Algo me golpeó en la cabeza, me giré poniéndome en posición de combate ¿Me habían encontrado los renegados y querían pelea?
-Lo siento señorita no era mi intención hacerla daño, no nos haga nada por favor.- Me encontré apuntando con mi arco a un pequeño niño atemorizado que llevaba una pelota en las manos, así que era eso lo que me había golpeado. Me apresuré a guardar el arco y tranquilizar al muchacho y a otros dos niños que estaban con él. -Perdonadme pequeños no era mi intención asustaros.- Me agaché para ponerme a su altura aunque tampoco es que fuese muy alta así que no me costó demasiado. -Mirad os voy a enseñar una cosa muy chula para que veáis que no tenéis que tenerme miedo ¿Vale?.- Los niños asintieron al unísono y se acercaron a mi aún un poco asustados. Saqué un par de semillas y las puse en la palma de mi mano, las agité un poco y les pedí a los niños que me soplaran en la mano como si de un truco de magia se tratara, de pronto de las semillas comenzaron a nacer tres preciosas margaritas una blanca, otra violeta y otra azul, los chicos lanzaron una exclamación de sorpresa y me pidieron que les hiciera más y más trucos.
Me quedé jugando con ellos bastante tiempo hasta que recordé que a que había ido a aquella isla. -Oye pequeños ¿Podéis ayudarme con una cosa?- Los niños asintieron entusiasmados y yo saqué un par de fotos de los tipos a los que buscábamos. -¿Habéis visto a estos hombres? Son muy malos y mis amigos y yo somos los responsables de detenerlos.- Les expliqué amablemente, suponía que aquellos pequeños no tendrían tanto miedo de los marines como sus padres o como la gente mayor y por suerte así fue pues en seguida se pusieron a contarme que creían haber visto a aquella gente merodeando por las afueras del pueblo. -¡Sois geniales! Iremos allí de inmediato.- Me despedí de ellos y me fui dispuesta a contarle al Capitán Amaiar todo lo que me habían dicho los niños, pero recordé que estaba perdida. -Eeeh, pequeños estoy un poco perdida, necesito un último favor-
Con la ayuda de los tres niños conseguí encontrar al capitán y su grupo sin ningún problema y sin volver a perderme por el camino, mi mal humor se había acabado y cuando vi al peliblanco eché a correr hacía él seguida por mis nuevos amigos. -¡Amaiar he encontrado una pista!- Le grité hasta que llegué a donde estaba y paré en seco para recuperar aliento. -Mis pequeños amigos me han dicho que han visto a los renegados en un viejo molino a las afueras donde ellos suelen ir a jugar de vez en cuando, nos pueden llevar hasta allí.- Le expliqué a toda prisa contenta y orgullosa por mi descubrimiento.
Me intentaba mantener al margen de todo aquello lo máximo posible puesto que estaba algo enfadada, cosa bastante raro en mi pero no imposible. Estaba cabreada porque Kimura me había prácticamente obligado a ir con aquel nuevo aliado suyo a una misión pues tenía cosas "importantes" que hacer y no podía acompañarle, además mientras perseguíamos a los renegados de la misión pillamos una tormenta y los marines se habían conseguido escapar y por si todo eso no fuese suficiente todos aquellos habitantes desconfiaban de nosotros y no soltaban ni prenda.
Me detuve en seco, me distrajo un pequeño gato que me miraba desde un callejón, me encantaban aquellas bolitas de pelo. Olvidándome de mis múltiples enfados me acerqué a él agachada intentando no asustarle pero mi plan no funcionó, el gato escapó atemorizado y yo le seguí. Tras meterme en el callejón y girar por un par de estrellas calles el gatito desapareció y yo desilusionada decidí volver a reunirme con el equipo que me habían asignado pero me encontré con un pequeño problema, no tenía ni idea de donde estaba.
Algo me golpeó en la cabeza, me giré poniéndome en posición de combate ¿Me habían encontrado los renegados y querían pelea?
-Lo siento señorita no era mi intención hacerla daño, no nos haga nada por favor.- Me encontré apuntando con mi arco a un pequeño niño atemorizado que llevaba una pelota en las manos, así que era eso lo que me había golpeado. Me apresuré a guardar el arco y tranquilizar al muchacho y a otros dos niños que estaban con él. -Perdonadme pequeños no era mi intención asustaros.- Me agaché para ponerme a su altura aunque tampoco es que fuese muy alta así que no me costó demasiado. -Mirad os voy a enseñar una cosa muy chula para que veáis que no tenéis que tenerme miedo ¿Vale?.- Los niños asintieron al unísono y se acercaron a mi aún un poco asustados. Saqué un par de semillas y las puse en la palma de mi mano, las agité un poco y les pedí a los niños que me soplaran en la mano como si de un truco de magia se tratara, de pronto de las semillas comenzaron a nacer tres preciosas margaritas una blanca, otra violeta y otra azul, los chicos lanzaron una exclamación de sorpresa y me pidieron que les hiciera más y más trucos.
Me quedé jugando con ellos bastante tiempo hasta que recordé que a que había ido a aquella isla. -Oye pequeños ¿Podéis ayudarme con una cosa?- Los niños asintieron entusiasmados y yo saqué un par de fotos de los tipos a los que buscábamos. -¿Habéis visto a estos hombres? Son muy malos y mis amigos y yo somos los responsables de detenerlos.- Les expliqué amablemente, suponía que aquellos pequeños no tendrían tanto miedo de los marines como sus padres o como la gente mayor y por suerte así fue pues en seguida se pusieron a contarme que creían haber visto a aquella gente merodeando por las afueras del pueblo. -¡Sois geniales! Iremos allí de inmediato.- Me despedí de ellos y me fui dispuesta a contarle al Capitán Amaiar todo lo que me habían dicho los niños, pero recordé que estaba perdida. -Eeeh, pequeños estoy un poco perdida, necesito un último favor-
Con la ayuda de los tres niños conseguí encontrar al capitán y su grupo sin ningún problema y sin volver a perderme por el camino, mi mal humor se había acabado y cuando vi al peliblanco eché a correr hacía él seguida por mis nuevos amigos. -¡Amaiar he encontrado una pista!- Le grité hasta que llegué a donde estaba y paré en seco para recuperar aliento. -Mis pequeños amigos me han dicho que han visto a los renegados en un viejo molino a las afueras donde ellos suelen ir a jugar de vez en cuando, nos pueden llevar hasta allí.- Le expliqué a toda prisa contenta y orgullosa por mi descubrimiento.
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"¿Quién me mandaba a mí a aceptar hacer de niñera?" Pensé consternado, mientras buscaba por todas partes a aquella muchacha. Las reacciones del resto del grupo fueron variadas también: uno ni se inmutó, pensando seguramente que aún estaba buscando pistas; otro se extrañó, recordando que ya habíamos pasado antes por aquella calle; otro sonreía de forma simple, seguramente se había dado cuenta de quién faltaba y que la estábamos buscando; y un último hombre que no supe leer. ¿En qué estaría pensando?
No tuve tiempo de seguir analizando a mi grupo, tenía que encontrar a la pequeña antes de que se perdiera del todo. En ese momento, yo era tan responsable de su vida como de la mía misma... Y por suerte no tuve que hacer demasiados ajustes a nuestra ruta antes de escuchar un grito a lo lejos:
- ¡Amaiar he encontrado una pista!
- Esa voz... ¿Yoshi? ¿Pero qué...?
Extrañado, giré mi cabeza solo para ver a una pequeña mancha blanca y amarilla plantarse a mi lado repentinamente, mientras hablaba atropelladamente.
- Mis pequeños amigos me han dicho que han visto a los renegados en un viejo molino a las afueras donde ellos suelen ir a jugar de vez en cuando, nos pueden llevar hasta allí.
Sobresaltado, no supe muy bien cómo reaccionar y dije lo primero que se me pasó por la cabeza, igual de rápido que la pequeña:
- ¿Yoshi, te encuentras bien? ¿Te han hecho daño? ¿Fueron los renegados? No los perdonare... - Tras pararme a pensar, me dí cuenta de lo absurdo que sonaba cuando estaba preocupado, y recordé que aquella chica seguramente sabría cuidar mejor de sí misma que muchos de mis reclutas. Aún tenía muchas preguntas en la cabeza, pero por el momento estaba más tranquilo. Suspirando, rectifiqué: - Es decir... ¡Buen trabajo Yoshi! Nos reuniremos enseguida con el resto de las tropas y...
En ese momento sonó algo detrás mio. "¿Ahora qué?" Pensé, abrumado. Resultó ser el Den Den Mushi del tipo cuya cara no pude leer, que estaba recibiendo una transmisión. Por el tono, se trataba de otro de los grupos que había mandado a la ciudad. Tras descolgar y hablar durante unos momentos con ellos, volví a dirigirme a los hombres (y muchacha) que tenía al lado:
- Al parecer no somos los únicos que han descubierto algo. Una pareja de reclutas está inspeccionando un molino a las afueras, seguramente el que mencionó Yoshi. Al parecer vieron algo moverse dentro y señales de que los renegados que buscamos estuvieron por allí. - Sonreí aliviado. Parecía que al final todo se solucionaría antes de lo esperado. - Solicitan refuerzos para hacer la redada, todos los marines de la ciudad se dirigen allí ahora mismo. ¡Vamos, no hay tiempo que perder! - Enseñándole el dedo pulgar a la rubia en señal de "OK", le dirigí una sonrisa amable. - Diles a tus nuevos amigos que nos lleven, por favor.
No tuve tiempo de seguir analizando a mi grupo, tenía que encontrar a la pequeña antes de que se perdiera del todo. En ese momento, yo era tan responsable de su vida como de la mía misma... Y por suerte no tuve que hacer demasiados ajustes a nuestra ruta antes de escuchar un grito a lo lejos:
- ¡Amaiar he encontrado una pista!
- Esa voz... ¿Yoshi? ¿Pero qué...?
Extrañado, giré mi cabeza solo para ver a una pequeña mancha blanca y amarilla plantarse a mi lado repentinamente, mientras hablaba atropelladamente.
- Mis pequeños amigos me han dicho que han visto a los renegados en un viejo molino a las afueras donde ellos suelen ir a jugar de vez en cuando, nos pueden llevar hasta allí.
Sobresaltado, no supe muy bien cómo reaccionar y dije lo primero que se me pasó por la cabeza, igual de rápido que la pequeña:
- ¿Yoshi, te encuentras bien? ¿Te han hecho daño? ¿Fueron los renegados? No los perdonare... - Tras pararme a pensar, me dí cuenta de lo absurdo que sonaba cuando estaba preocupado, y recordé que aquella chica seguramente sabría cuidar mejor de sí misma que muchos de mis reclutas. Aún tenía muchas preguntas en la cabeza, pero por el momento estaba más tranquilo. Suspirando, rectifiqué: - Es decir... ¡Buen trabajo Yoshi! Nos reuniremos enseguida con el resto de las tropas y...
En ese momento sonó algo detrás mio. "¿Ahora qué?" Pensé, abrumado. Resultó ser el Den Den Mushi del tipo cuya cara no pude leer, que estaba recibiendo una transmisión. Por el tono, se trataba de otro de los grupos que había mandado a la ciudad. Tras descolgar y hablar durante unos momentos con ellos, volví a dirigirme a los hombres (y muchacha) que tenía al lado:
- Al parecer no somos los únicos que han descubierto algo. Una pareja de reclutas está inspeccionando un molino a las afueras, seguramente el que mencionó Yoshi. Al parecer vieron algo moverse dentro y señales de que los renegados que buscamos estuvieron por allí. - Sonreí aliviado. Parecía que al final todo se solucionaría antes de lo esperado. - Solicitan refuerzos para hacer la redada, todos los marines de la ciudad se dirigen allí ahora mismo. ¡Vamos, no hay tiempo que perder! - Enseñándole el dedo pulgar a la rubia en señal de "OK", le dirigí una sonrisa amable. - Diles a tus nuevos amigos que nos lleven, por favor.
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El capitán parecía bastante preocupado por mi desaparición y cuando me volví a presentar ante él tardó unos segundos hasta que pareció darse cuenta de lo que le había contado.
Pasó de las miles de preguntas de si estaba bien o si me había pasado algo a felicitarme por el trabajo bien hecho, en aquel momento me sentí muy orgullosa de recibir ese reconocimiento de él, no le conocía aún mucho pero las cosas que había oído sobre su persona hablaban por sí mismas. Iba a dar las órdenes pertinentes para ponernos en marcha cuando un Den Den mushi le interrumpió, todos nos quedamos en silencio y yo forcé mi oído para ver si escuchaba algo de la conversación aunque no entendí demasiado, el hombre de la otra línea parecía demasiado emocionado como para que pudiera comprenderle.
Cuando terminaron de hablar Amaiar se encargó de traducirme lo que yo no había logrado captar del todo, en resumen que habían descubierto la misma pista que yo del molino y que la patrulla que lo había encontrado necesitaba todos los refuerzos posibles pues había posibilidades de que los renegados estuviesen allí, si así era había que ponerse en marcha rápidamente ya que aquellos marines desertores eran bastante fuertes y aunque no dudaba de la valía de muchos de los marines que estaban en la isla necesitarían la máxima ayuda posible.
El peliblanco tuvo los mismos pensamientos que yo y tras sonreírme amablemente y hacerme un gesto de trabajo bien hecho me apremió a mí y a mis amigos para que llegar al molino y así lo hice casi con la misma energía que él dije emocionada. -¡Vamos chicos indicarnos el camino!- Y señalé una dirección al azar que por supuesto resultó ser la equivocada, si no hubiesen estado los niños conmigo me habría perdido de nuevo.
Llegamos a la zona del molino sin mucha dificultad como temía que las cosas allí se pusieran más peligrosas nada más llegar mandé a los pequeños volver a la ciudad donde estarían más seguros pero no sin antes despedirme de ellos. -Habéis sido de gran ayuda chicos, sois unos verdaderos héroes, estoy segura de que nos volveremos a ver pronto.- Les revolví el pelo y les di un par de monedas para que se comprasen algunos dulces, se lo merecían por todo lo que nos habían ayudados, después les vi marchar por donde habíamos venido.
El lugar estaba rodeado de marines todos habían recibido el aviso y acudido rápidamente allí, desde luego eficacia no les faltaba. Amaiar entró el primero en el molino y yo le seguí desde detrás de él, dentro no había nadie pero claramente era una base de operaciones, había armas de todo tipo y huecos que se habían usado claramente para dormir pero en aquellos momentos no había nadie. Me dio mala espina ¿Podía ser una trampa? No quería quedarme allí más tiempo de lo necesario, podían volver en cualquier momento o no volver nunca y era lo más probable si se habían enterado de que la marina había descubierto su escondrijo.
De todas formas daba igual lo que yo creía pues no estaba al mando así que por una vez en mucho tiempo decidí hacer caso a lo que mi superior dijera así que mientras inspeccionaba un diario de los rebeldes le dije en bajo. -¿Que quieres que hagamos ahora?- Lo dije por lo bajo para que nadie nos oyera, no quería que pensase que el robaba autoridad o algo por el estilo así que simplemente me quedé a esperar sus instrucciones.
Pasó de las miles de preguntas de si estaba bien o si me había pasado algo a felicitarme por el trabajo bien hecho, en aquel momento me sentí muy orgullosa de recibir ese reconocimiento de él, no le conocía aún mucho pero las cosas que había oído sobre su persona hablaban por sí mismas. Iba a dar las órdenes pertinentes para ponernos en marcha cuando un Den Den mushi le interrumpió, todos nos quedamos en silencio y yo forcé mi oído para ver si escuchaba algo de la conversación aunque no entendí demasiado, el hombre de la otra línea parecía demasiado emocionado como para que pudiera comprenderle.
Cuando terminaron de hablar Amaiar se encargó de traducirme lo que yo no había logrado captar del todo, en resumen que habían descubierto la misma pista que yo del molino y que la patrulla que lo había encontrado necesitaba todos los refuerzos posibles pues había posibilidades de que los renegados estuviesen allí, si así era había que ponerse en marcha rápidamente ya que aquellos marines desertores eran bastante fuertes y aunque no dudaba de la valía de muchos de los marines que estaban en la isla necesitarían la máxima ayuda posible.
El peliblanco tuvo los mismos pensamientos que yo y tras sonreírme amablemente y hacerme un gesto de trabajo bien hecho me apremió a mí y a mis amigos para que llegar al molino y así lo hice casi con la misma energía que él dije emocionada. -¡Vamos chicos indicarnos el camino!- Y señalé una dirección al azar que por supuesto resultó ser la equivocada, si no hubiesen estado los niños conmigo me habría perdido de nuevo.
Llegamos a la zona del molino sin mucha dificultad como temía que las cosas allí se pusieran más peligrosas nada más llegar mandé a los pequeños volver a la ciudad donde estarían más seguros pero no sin antes despedirme de ellos. -Habéis sido de gran ayuda chicos, sois unos verdaderos héroes, estoy segura de que nos volveremos a ver pronto.- Les revolví el pelo y les di un par de monedas para que se comprasen algunos dulces, se lo merecían por todo lo que nos habían ayudados, después les vi marchar por donde habíamos venido.
El lugar estaba rodeado de marines todos habían recibido el aviso y acudido rápidamente allí, desde luego eficacia no les faltaba. Amaiar entró el primero en el molino y yo le seguí desde detrás de él, dentro no había nadie pero claramente era una base de operaciones, había armas de todo tipo y huecos que se habían usado claramente para dormir pero en aquellos momentos no había nadie. Me dio mala espina ¿Podía ser una trampa? No quería quedarme allí más tiempo de lo necesario, podían volver en cualquier momento o no volver nunca y era lo más probable si se habían enterado de que la marina había descubierto su escondrijo.
De todas formas daba igual lo que yo creía pues no estaba al mando así que por una vez en mucho tiempo decidí hacer caso a lo que mi superior dijera así que mientras inspeccionaba un diario de los rebeldes le dije en bajo. -¿Que quieres que hagamos ahora?- Lo dije por lo bajo para que nadie nos oyera, no quería que pensase que el robaba autoridad o algo por el estilo así que simplemente me quedé a esperar sus instrucciones.
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En cuanto llegamos al lado de los reclutas que habían pedido ayuda (no sin dificultades, gracias al pésimo sentido de la orientación de Yoshi), descubrí que éramos los primeros en llegar. Ocultos tras unos setos, los hombres observaban el interior del molino con atención, esperando movimiento. Poco después de nosotros apareció otro grupo desde otra dirección, y luego otro, y otro más. Conté rápidamente que estábamos todos antes de dar la señal y ser el primero en entrar espada en mano.
Sin embargo, dentro no había nadie. Confuso y preocupado, por más que buscamos en aquel almacén improvisado no había ni un alma. Tampoco habían muchas pistas de dónde podían haber ido los renegados entre las pocas cosas que dejaron atrás. Me rasqué la cabeza, no muy seguro de lo que había pasado, cuando una vocecilla a mi lado me preguntó qué pensaba hacer ahora. Tan distraído estaba que por un momento pensé que era mi propio tren de pensamientos, y le respondí en voz alta sin dudarlo:
- Ahora terminaremos con el registro exhaustivo, y luego volveremos a puerto. Tienen que haber venido en alguna embarcación, pediré un permiso por DDM y nos pondremos a registrarlos todos hasta dar con el de los criminales.
El resto de marines a mi alrededor asintió, como si fuera el curso de acción más evidente, y entonces caí en que la voz no era la de mi mente, sino la de la muchacha rubia que estaba a mi lado. "¿Por qué habrá hablado tan bajito?" Me pregunté, esta vez sí en mi cabeza. "Con la sordera que me da a veces, lo mismo no la oía..."
- Yoshi, ¿alguna sugerencia? - Le pregunté directamente. - Cualquier cosa que tengas en mente, dilo sin dudarlo. Aprecio mucho los puntos de vista diferentes al mío. - Aseguré.
Apenas unos segundos más tarde, un enorme ruido se provocó fuera del Molino, en dirección a la ciudad. Alarmados, salimos en tromba a tiempo de ver una columna de humo alzándose sobre los tejados de las casas. BUM, otra explosión y otra columna de humo.
- ¡Moveos! - Grité, poniéndome a correr en dirección a la primera explosión. - ¡Vamos, vamos, vamos! - No pude pararme a mirar quiénes me seguían y quienes no, pero confiaba en que todos comprendieran la urgencia de la situación y tomaran las mejores decisiones posibles. Era de suma importancia y máxima prioridad salvar a los civiles, luego podríamos seguir persiguiendo a los renegados. Con suerte, otros buques de la Marina que venían hacia esta isla (dado que les indiqué antes de atracar dónde nos encontrábamos) nos ayudarían a lidiar con las circunstancias antes de que se nos fueran de las manos.
Sin embargo, dentro no había nadie. Confuso y preocupado, por más que buscamos en aquel almacén improvisado no había ni un alma. Tampoco habían muchas pistas de dónde podían haber ido los renegados entre las pocas cosas que dejaron atrás. Me rasqué la cabeza, no muy seguro de lo que había pasado, cuando una vocecilla a mi lado me preguntó qué pensaba hacer ahora. Tan distraído estaba que por un momento pensé que era mi propio tren de pensamientos, y le respondí en voz alta sin dudarlo:
- Ahora terminaremos con el registro exhaustivo, y luego volveremos a puerto. Tienen que haber venido en alguna embarcación, pediré un permiso por DDM y nos pondremos a registrarlos todos hasta dar con el de los criminales.
El resto de marines a mi alrededor asintió, como si fuera el curso de acción más evidente, y entonces caí en que la voz no era la de mi mente, sino la de la muchacha rubia que estaba a mi lado. "¿Por qué habrá hablado tan bajito?" Me pregunté, esta vez sí en mi cabeza. "Con la sordera que me da a veces, lo mismo no la oía..."
- Yoshi, ¿alguna sugerencia? - Le pregunté directamente. - Cualquier cosa que tengas en mente, dilo sin dudarlo. Aprecio mucho los puntos de vista diferentes al mío. - Aseguré.
Apenas unos segundos más tarde, un enorme ruido se provocó fuera del Molino, en dirección a la ciudad. Alarmados, salimos en tromba a tiempo de ver una columna de humo alzándose sobre los tejados de las casas. BUM, otra explosión y otra columna de humo.
- ¡Moveos! - Grité, poniéndome a correr en dirección a la primera explosión. - ¡Vamos, vamos, vamos! - No pude pararme a mirar quiénes me seguían y quienes no, pero confiaba en que todos comprendieran la urgencia de la situación y tomaran las mejores decisiones posibles. Era de suma importancia y máxima prioridad salvar a los civiles, luego podríamos seguir persiguiendo a los renegados. Con suerte, otros buques de la Marina que venían hacia esta isla (dado que les indiqué antes de atracar dónde nos encontrábamos) nos ayudarían a lidiar con las circunstancias antes de que se nos fueran de las manos.
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Amaiar se puso a dar órdenes en voz alta en respuesta a la pregunta que le había formulado, al parecer no le había molestado. Ordenó que tras terminar con el registro exhaustivo volviésemos al puerto que en alguna embarcación habían tenido que llegar y realmente no era mal plan aunque la idea de revisar uno a uno cada barco y preguntar a todos los que se hallaban por allí no me hiciera mucha gracia pero me parecía demasiado simple. Si no estaban allí a no ser que hubiesen escapado deberían estar por algún lugar de la isla o a lo mejor hasta volvían allí y podíamos pillarlos por sorpresa, si fuera yo dividiría a los marines en brigadas enviando una a la ciudad, otras dos a los alrededores del molino y el bosque, dejaría en el molino escondidos un par de hombres y siguiendo su plan el resto al puerto a preguntar y revisar embarcaciones.
Todos los marines asintieron al unísono, yo también lo hice aunque tardé un poco más que los demás, iba a seguir revisando los diarios de aquella gente cuando oí una voz detrás mío. Era el capitán quien llamándome por mi nombre me preguntó si tenía alguna sugerencia puesto que a él le gustaba conocer las distintas opiniones que todo el mundo pudiera tener, sin duda un rasgo envidiable aquel peliblanco cada vez me caía mejor. -Pues la verdad es que creo que deberías divid...- No me dio tiempo a explicarle el procedimiento que había pensado pues se oyó un gran ruido. Todos nos apresuramos a salir fuera del molino y contemplé con horror como la ciudad estaba cubierta en humo y las explosiones provenían de ella.
Los gritos de Amaiar se oyeron por encima de todo el ruido de las explosiones, sin perder tiempo puso a todo el mundo en marcha a la ciudad mientras gritaba que nos moviésemos ya. Comencé a correr a su lado todo lo que pude y gracias a esto llegué rápidamente a la zona urbana aunque casi no podía respirar, tenía que plantearme seriamente el dejar de fumar por que no podía seguir así.
El horror de la ciudad en la ciudad era evidente, la gente gritaba y se amontonaba por las calles y nosotros nos dividimos para ayudar a los civiles y llevarlos a puerto, me dediqué a seguir a mis compañeros tranquilizando a ancianos, a niños y a las personas desorientadas que me encontraban por la calle cuando vi con horror a uno de los niños que me había ayudado antes tirado en el suelo con la pierna sangrando, me acerqué a él a toda prisa y le cogí en brazos. -Son ellos.- Me susurró entre sollozos mientras le llevaba al puerto. -Son las personas malas que buscan, se han ido por allí.- Me indicó una dirección, aquel pequeño incluso herido había querido ayudarnos era simplemente precioso y triste a la vez, un nuevo odio hacía aquellos tipos afloró en mí.
Tras asegurarme que el pequeño estaba en buenas manos busqué al peliblanco mientras gritaba su nombre. -¡Amaiar! Son los renegados, están causando todo esto, se han ido por allí.- Le dije atropelladamente cuando le encontré indicándole con el dedo la misma dirección que me había dicho el niño o al menos creía que era la que me había dicho, esperaba que por una vez en mi vida tuviese razón en cuanto a direcciones se refería.
Todos los marines asintieron al unísono, yo también lo hice aunque tardé un poco más que los demás, iba a seguir revisando los diarios de aquella gente cuando oí una voz detrás mío. Era el capitán quien llamándome por mi nombre me preguntó si tenía alguna sugerencia puesto que a él le gustaba conocer las distintas opiniones que todo el mundo pudiera tener, sin duda un rasgo envidiable aquel peliblanco cada vez me caía mejor. -Pues la verdad es que creo que deberías divid...- No me dio tiempo a explicarle el procedimiento que había pensado pues se oyó un gran ruido. Todos nos apresuramos a salir fuera del molino y contemplé con horror como la ciudad estaba cubierta en humo y las explosiones provenían de ella.
Los gritos de Amaiar se oyeron por encima de todo el ruido de las explosiones, sin perder tiempo puso a todo el mundo en marcha a la ciudad mientras gritaba que nos moviésemos ya. Comencé a correr a su lado todo lo que pude y gracias a esto llegué rápidamente a la zona urbana aunque casi no podía respirar, tenía que plantearme seriamente el dejar de fumar por que no podía seguir así.
El horror de la ciudad en la ciudad era evidente, la gente gritaba y se amontonaba por las calles y nosotros nos dividimos para ayudar a los civiles y llevarlos a puerto, me dediqué a seguir a mis compañeros tranquilizando a ancianos, a niños y a las personas desorientadas que me encontraban por la calle cuando vi con horror a uno de los niños que me había ayudado antes tirado en el suelo con la pierna sangrando, me acerqué a él a toda prisa y le cogí en brazos. -Son ellos.- Me susurró entre sollozos mientras le llevaba al puerto. -Son las personas malas que buscan, se han ido por allí.- Me indicó una dirección, aquel pequeño incluso herido había querido ayudarnos era simplemente precioso y triste a la vez, un nuevo odio hacía aquellos tipos afloró en mí.
Tras asegurarme que el pequeño estaba en buenas manos busqué al peliblanco mientras gritaba su nombre. -¡Amaiar! Son los renegados, están causando todo esto, se han ido por allí.- Le dije atropelladamente cuando le encontré indicándole con el dedo la misma dirección que me había dicho el niño o al menos creía que era la que me había dicho, esperaba que por una vez en mi vida tuviese razón en cuanto a direcciones se refería.
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La ciudad había entrado en un estado de caos. Varios explosivos detonados en puntos estratégicos habían provocado el derrumbe de muchos edificios de gran tamaño, causando que los cascotes y escombros obstaculizaran las calles y frenaran el avance (o huída) de marines y civiles por igual. El humo invadía los pulmones de una forma un tanto agresiva, haciéndome pensar que tal vez los explosivos tuvieran algún tipo de reacción química premeditada en ellos.
- ¡No respiréis el humo, priorizad el rescate de los atrapados en las ruinas, vosotros cuatro conmigo! - Impartí instrucciones a los marines a mi alrededor, dándome cuenta en ese momento de que Yoshi no estaba cerca. - No puede ser que se haya perdido de nuevo... - Murmuré con cierta exasperación mientras improvisaba una máscara con trozo de tela que corté de un puesto de mercadillo próximo. No era la mejor solución, pero era la única que se me ocurría... Y pensando que tal vez Yoshi no se hubiera dado cuenta, corté otro trozo para cuando la encontrara.
Pasé unos minutos recorriendo las calles, buscando a los renegados y tratando de ayudar a los civiles en pánico que no sabían cómo actuar, quedándose paralizados en medio del camino. Al fin, unos buenos cuantos metros más allá pude detectar la presencia de la pequeña marine con mi Mantra, y aceleré el paso hasta dar con ella.
- ¡Amaiar! Son los renegados, están causando todo esto, se han ido por allí.
Lo primero que hizo al verme fue avisarme, y tras desviar la mirada hacia donde apuntaba pude determinar que en esa dirección estaba el puerto. "Bastardos, van a huir de nuevo..." Pensé mordiéndome el labio. Me encontraba en un dilema moral, quería correr hacia allí pero no podía abandonar a Yoshi. Le prometí a Kimura que cuidaría de ella, y parecía estar ayudando a un niño herido, muy loable por su parte. Frustrado, empecé a caminar en dirección a la muchacha, cuando una nueva explosión a mi espalda me lanzó de boca contra el suelo. "¿Pero qué...?"
Con la tela de mi chaqueta ennegrecida, la tierra despegándose de mi cara poco a poco, y una furia que no sabía que podía sentir, fui testigo de cómo una segunda ronda de explosivos sonaba por toda la ciudad. Por suerte la que había detonado a mi espalda estaba lejos, no me había hecho tanto daño, aunque cierto escozor en mi piel me indicó que algo de metralla o similar me había herido superficialmente. Uno de los cortes se lo llevó mi mejilla, que empezó a derramar sangre al pañuelo sobre mi boca haciendo parecer que era más de lo que realmente era. Ignorando el picor, corrí hacia la pareja de pequeños.
- ¡Yoshi! ¿Estás bien? - Pregunté preocupado al llegar a su lado, tendiéndole la tela que había cortado. - Ten, cúbrete con esto, no debemos respirar el humo directamente. Podría ponernos en peligro... - Dándome cuenta de que no tenía más tela para el chico, fruncí el ceño y me quité el que tenía yo. - Chico, sujeta esto sobre tu boca y nariz, y respira con calma. Te llevaremos a un lugar seguro y encontraremos a tu famila, ¿de acuerdo? - Le dije tratando de sonreír con amabilidad. Luego tosí un poco, antes de ponerme el brazo en la cara, tapando mis vías respiratorias con la manga como filtro. - Yoshi, llevaré al pequeño junto al grupo de evacuación. ¿Puedes adelantarte y ver qué ocurre por allá? - Dije señalando adonde me había señalado ella misma antes. - Estamos al lado del puerto, creo que los renegados quieren apropiarse de un barco y huir pero no puedo estar seguro. Además allí seguro que el aire es más limpio gracias a la brisa marina. ¿Te ves capaz de esperarme allí?
Si me decía que no, entonces dejaría que me acompañase, aunque probablemente eso sería perjudicial para la detención de los objetivos. Si no había nadie que informase al grupo de asalto en cuanto pudiera abrirse paso hacia allí, llegaríamos a ciegas y vulnerables a una emboscada... Eso suponiendo que no hubieran escapado para entonces.
- ¡No respiréis el humo, priorizad el rescate de los atrapados en las ruinas, vosotros cuatro conmigo! - Impartí instrucciones a los marines a mi alrededor, dándome cuenta en ese momento de que Yoshi no estaba cerca. - No puede ser que se haya perdido de nuevo... - Murmuré con cierta exasperación mientras improvisaba una máscara con trozo de tela que corté de un puesto de mercadillo próximo. No era la mejor solución, pero era la única que se me ocurría... Y pensando que tal vez Yoshi no se hubiera dado cuenta, corté otro trozo para cuando la encontrara.
Pasé unos minutos recorriendo las calles, buscando a los renegados y tratando de ayudar a los civiles en pánico que no sabían cómo actuar, quedándose paralizados en medio del camino. Al fin, unos buenos cuantos metros más allá pude detectar la presencia de la pequeña marine con mi Mantra, y aceleré el paso hasta dar con ella.
- ¡Amaiar! Son los renegados, están causando todo esto, se han ido por allí.
Lo primero que hizo al verme fue avisarme, y tras desviar la mirada hacia donde apuntaba pude determinar que en esa dirección estaba el puerto. "Bastardos, van a huir de nuevo..." Pensé mordiéndome el labio. Me encontraba en un dilema moral, quería correr hacia allí pero no podía abandonar a Yoshi. Le prometí a Kimura que cuidaría de ella, y parecía estar ayudando a un niño herido, muy loable por su parte. Frustrado, empecé a caminar en dirección a la muchacha, cuando una nueva explosión a mi espalda me lanzó de boca contra el suelo. "¿Pero qué...?"
Con la tela de mi chaqueta ennegrecida, la tierra despegándose de mi cara poco a poco, y una furia que no sabía que podía sentir, fui testigo de cómo una segunda ronda de explosivos sonaba por toda la ciudad. Por suerte la que había detonado a mi espalda estaba lejos, no me había hecho tanto daño, aunque cierto escozor en mi piel me indicó que algo de metralla o similar me había herido superficialmente. Uno de los cortes se lo llevó mi mejilla, que empezó a derramar sangre al pañuelo sobre mi boca haciendo parecer que era más de lo que realmente era. Ignorando el picor, corrí hacia la pareja de pequeños.
- ¡Yoshi! ¿Estás bien? - Pregunté preocupado al llegar a su lado, tendiéndole la tela que había cortado. - Ten, cúbrete con esto, no debemos respirar el humo directamente. Podría ponernos en peligro... - Dándome cuenta de que no tenía más tela para el chico, fruncí el ceño y me quité el que tenía yo. - Chico, sujeta esto sobre tu boca y nariz, y respira con calma. Te llevaremos a un lugar seguro y encontraremos a tu famila, ¿de acuerdo? - Le dije tratando de sonreír con amabilidad. Luego tosí un poco, antes de ponerme el brazo en la cara, tapando mis vías respiratorias con la manga como filtro. - Yoshi, llevaré al pequeño junto al grupo de evacuación. ¿Puedes adelantarte y ver qué ocurre por allá? - Dije señalando adonde me había señalado ella misma antes. - Estamos al lado del puerto, creo que los renegados quieren apropiarse de un barco y huir pero no puedo estar seguro. Además allí seguro que el aire es más limpio gracias a la brisa marina. ¿Te ves capaz de esperarme allí?
Si me decía que no, entonces dejaría que me acompañase, aunque probablemente eso sería perjudicial para la detención de los objetivos. Si no había nadie que informase al grupo de asalto en cuanto pudiera abrirse paso hacia allí, llegaríamos a ciegas y vulnerables a una emboscada... Eso suponiendo que no hubieran escapado para entonces.
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