Aysel Kadhalain
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Akuma no mi
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Una chica de cabellos dorados suspiró con resignación. Su cuerpo se mecía con el suave trote del caballo. De vez en cuando miraba hacia atrás, desasosegada. A su lado, en otro semental, viajaba un hombre de cabellos negros como el carbón. Era robusto y mucho más grande que la rubia, pero a diferencia de la mujer, tan solo se dedicaba a mirarla de reojo cuando esta estaba despistada.
-Tengo calor – Dijo la mujer, quejándose.
-Si te intento ayudar te acabaría dando más calor – Respondió el hombre con una sonrisa lasciva.
La rubia rodó los ojos y espoleó al caballo para dejar atrás a su compañero. El moreno, suspirando, hizo lo mismo para alcanzarla.
-¡Kenneth! - Gritó la rubia deteniendo su caballo y señalando hacia el bosque-. Mira...
Kenneth era el nombre del espadachín y al escuchar el grito de su acompañante se alarmó. Este llegó hasta su lado en un abrir y cerrar de ojos y, al ver la devastación que había ante él, se quedó perplejo. El suelo tenía huellas enormes, los árboles estaban partidos por la mitad y había un gran número de hojas quemadas. Tuvo suerte quién fuera que lo hizo de no expandirse el fuego, pues estaba todo mojado y húmedo.
-¿Habrá sido un wyvern? - Inquirió la mujer.
-No creo, fíjate en el tamaño de las marcas. Ha tenido que ser algo el doble de grande, Maeve.
La rubia miró por los alrededores, tratando de buscar algún rastro que poder seguir. Sus ojos eran diferentes a los de Kenneth, tenían un color plateado y, el iris, forma de gato.
-¿Eso no es sangre? - Señaló.
Kenneth bajó el pequeño terraplén de un salto con el caballo para acercarse y Maeve lo siguió. Quería comprobar de cerca qué era. El espadachín bajó de su semental y se acercó hasta el pequeño charco de sangre. Las gotas de color carmín se esparcían por las briznas de hierba. Kenneth la tocó y esta se esparció por la yema de sus dedos, aún estaba húmeda.
-Ha ocurrido hace poco, no debería estar muy lejos lo que fue atacado. Maeve, ¿puedes encontrar algún rastro?
La rubia asintió. Mantuvo los ojos abiertos todo el rato, pero no logró encontrar nada.
-Es como si se hubiese marchado volando – Comentó la rubia.
-Aunque lo hiciese, debería seguir dejando un rastro de sangre.
Maeve paseó por la zona, investigando. Pasó la mano por las hojas y ramas quemadas sintiendo su calor; estas aún soltaban humo. Sacudió el hollín y siguió mirando. Finalmente, encontró un objeto metálico medio enterrado. Lo sacó y le limpió la tierra.
-Kenneth – Dijo mientras se dirigía para enseñársela -. Es la punta de una flecha de plata.
El espadachín la tomó entre sus ásperas manos y la observó durante un buen rato.
-Aquí se ha librado una buena batalla – Musitó.
-Pero... ¿cómo? Solo hemos encontrado un pedazo de arma, no hay heridos; simplemente un poco de sangre.
Kenneth rio.
-¿Y se supone que tu eres la experta? - Ante el comentario Maeve se cruzó de brazos, molesta -. Las batallas no tienen por qué ser grandes y sangrientas, no tienen por qué dejar huella – Ella iba a interrumpirlo, pero él se adelantó -. Quiénes lo hicieron, si fueron pocos, eran poderosos.
Kenneth miró al cielo y guardó silencio.
-Debemos irnos. Escucho caballos de la cacería venir hacia aquí.
-¿Han encontrado nuestro rastro tan pronto? - Inquirió preocupada mientras cogía las riendas de su caballo.
Kenneth subió a su semental después de que Maeve se acomodase en su caballo. Ambos espolearon a sus caballos galoparon hasta perder aquella zona de vista. Gracias al oído aguzado del espadachín descubrieron que el camino no era seguro, así que tuvieron que continuar a través del bosque. Al menos allí no llamarían la atención.
Aquel bosque destruido era igual que uno que se habían encontrado anteriormente. Aztlán escondía miles de secretos y leyendas y, la mayoría de ellas, reales. La pareja cabalgó por todo el bosque hasta llegar a una zona habitada. Desde lo alto de la colina, observaron el poblado.
Maeve detuvo su caballo tirando de las riendas hacia atrás con fuerza.
-Kenneth, no – La rubia con tan solo mirar a los ojos del chico ya sabía sus intenciones.
-Oh vamos, no podemos hacerlo solos. Somos dos, ellos un centenar. Por muy fuerte que seamos, tenemos que ser precavidos.
La rubia sonrió.
-Es una locura pedir ayuda, dudo que alguien quiera involucrarse a nuestra causa. No compartimos los mismos objetivos.
-Le recompensaremos.
-¿Con qué? ¿Con dinero? Te recuerdo que apenas tenemos.
Kenneth se quedó mirándola, perdido en sus preciosos ojos plateados. Unas palmadas de la chica bastaron para que se despejase.
-Podemos... darle una parte de nuestro tesoro.
-¡Ni hablar! - Replicó la chica -. No podemos dárselo, lo necesito, lo necesitamos... Llevamos demasiado tiempo en esto, no lo estropees.
Kenneth suspiró y golpeó los estribos de su semental. Bajó la colina con paso lento, observando sus gentes. La rubia lo siguió desde atrás y, al ver los numerosos comentarios y miradas de la gente, se puso una capucha pasar desapercibida, sus ojos llamaban la atención y a ella no le gustaba ser vista. El espadachín, en cambio, avanzaba con paso decidido sin prestar atención a los cuchicheos. Estaba acostumbrado a estar en la boca de la gente, pero le preocupaba Maeve, ella no soportaba las situaciones así.
Ambos llegaron a un cuartel marine.
-¿Aquí? - Inquirió la chica bajándose del caballo al mismo tiempo que Kenneth -. Esto es una locura... - Murmuró por lo bajo.
El espadachín le dijo que él se encargaría de todo y, finalmente, entró al cuartel.
(…)
La teniente comandante estaba recogiendo los papeles que Jason había dejado en la mesa. Estaba todo tan desordenado que se estresaba. El cabo, Jason, había llegado con dos tazas de café humeante y, detrás de él, lo seguía Aslaug. La señora Austen al verla se alegró y esbozó una sonrisa de oreja a oreja. Les mandó tomar asiento y ella se acomodó en su sillón. Cogió la taza de Jason y le pegó un buen sorbo, aguantando la alta temperatura.
Aslaug llevaba otra taza consigo y se sentó al lado del recluta.
-¿Qué te trae por aquí? - Inquirió la marine.
-Quería saber como estabais, hacía mucho que no sabía de vosotros – La pequeña se ruborizó.
La teniente sonrió. Se dio cuenta de que Aslaug mejoró el dialecto y los modales, ya no era una pequeña salvajilla. Los tres estuvieron hablando sobre las primeras misiones, aconsejándose entre sí y escuchando las pequeñas historietas de la teniente, la cual las contaba como si fuese una anciana. Aslaug no se había reído tanto en su vida, pero los momentos buenos tuvieron que acabar puesto que un recluta llamó a la puerta y entró a toda prisa. Su cometido era avisar de que unos desconocidos querían hablar con alguien importante que se encontrase en el cuartel en ese momento. La teniente pidió que pasasen.
Kenneth y Maeve entraron.
-Perdón por molestar, pero me preguntaba si podrían ayudarnos.
-¿Qué necesitáis? - Inquirió seriamente la teniente.
-Somos cazadores, estamos haciendo una búsqueda muy importante, ¿podrían prestarnos algunos hombres? Corremos peligro de que nos ataquen, solo somos dos y nuestros enemigos demasiados.
-Dejadme vuestras identificaciones – Le pidió la marine.
Ambos sacaron sus carnet de cazadores y se lo entregaron. La teniente lo miró un por uno y se lo devolvió.
-¿Qué es esa búsqueda?
En ese momento, Maeve miró a Kenneth como nunca antes lo había hecho. No quería que supieran cual era su objetivo. Tenía miedo de que intentasen quitárselo.
-Es... un criminal que cobija un gran tesoro. Repartirlo entre los pueblos de Aztlán sería un gran mérito.
La marine arqueó las cejas y rebuscó en su cajón unos carteles de Se Busca. Kenneth sabía cual era el criminal de Aztlán y, antes de que la marine preguntase, él se lo dijo. El buscado resultó ser Artai el Deshonrado. Un infame revolucionario norteño con una gran recompensa por los numerosos actos vandálicos contra el gobierno y la gran fortuna que había amasado en saqueos a su propio pueblo.
La teniente encontró el cartel del criminal y lo miró. La verdad es que su recompensa era bastante alta. Lo guardó.
-Está bien, prepararé un pequeño escuadrón de reclutas. Jason, Aslaug, vosotros iréis con ellos para mantenerme informada de la situación. Si hay problemas tan solo tenéis que localizarme por Den Den Mushi.
En el rostro de Maeve se formó una sonrisa al ver que tendrían ayuda.
-Si no es molestia... me gustaría que partiésemos lo antes posible – Pidió el cazador.
-Bien, mandaré preparar todo. En menos de una hora estaréis fuera de aquí.
Y así fue. La teniente mandó preparar las armas necesarias a un escuadrón de ocho reclutas así como caballos para aligerar el paso. Kenneth estuvo hablando con ella en privado, explicándole los movimientos que iban a hacer y hacia dónde se dirigirían. Mientras tanto, Maeve observó como preparaban todo. Aslaug estaba un poco nerviosa ya que era su primera misión en Aztlán, tan solo había tenido oportunidad de hacerse valer en Water Seven.
Cuando todo estaba preparado y Aslaug estaba a punto de subir a su caballo apareció Shiro ladrando. El semental se había estremecido al ver al huargo. Aslaug lo mandó callar y este hizo caso. El pequeño animal había crecido desde la última vez, ahora le llegaba por encima de la rodilla. Ya no era un cachorrito que necesitaba recibir mimos todo el rato.
Aslaug se planteó durante un momento sobre si llevarlo o no, pero finalmente acabó cediendo.
-Está bien, sígueme – Le ordenó.
El huargo dio un salto contento y no se separó del caballo de su dueña en todo el camino. Siempre alerta para evitar que algo malo le pasara a su ama.
(...)
El camino era de difícil acceso. A los caballos les costaba subir las empinadas cuestas de los parajes de Aztlán. Aslaug aun no tenía mucha práctica llevando caballos, pero Jason, durante el camino, le había enseñado lo mínimo. Cuando lograron llegar a un sitio llano, Aslaug adelantó a los otros reclutas que seguían a la pareja de cazadores. Ella se interpuso en medio para que le respondiesen las dudas que tenía.
Maeve la miró de reojo y no dijo nada.
-¿Tan malo es ese señor para querer capturarlo? - Inquirió con ingenuidad.
-Sí – Respondió Maeve sin dejar de mirar al frente. Aslaug la miró un rato, fijándose en sus ojos. La rubia se sentía incómoda cuando hacían eso. Después, miró a Kenneth.
-Pequeña, ese al que tu llamas señor es un ser muuuy malvado – Exageró mientras esbozaba una sonrisa. La muchacha hizo lo mismo.
Maeve al ver a los dos, suspiró con resignación y aligeró el paso, dejándolos atrás.
-¿He dicho algo malo?
-No, tranquila, es solo que está cansada...
Aslaug la miró en la lejanía. Amargada, pensó.
Después de un largo día de travesía sin incidentes llegó la noche. El escuadrón y los cazadores prepararon unas tareas para que todos las pudiesen cumplir. Un pequeño refugio para pasar la noche, un fuego acogedor y algo de leña. La recluta estuvo recogiendo leña con Jason durante un par de horas, al menos nadie pasaría frío. Le gustaba sentirse realizada. Shiro también le ayudaba, cuando dejaba de vaguear le traía alguna rama pequeña en la boca; aunque era poca ayuda, ella se lo acababa agradeciendo.
Regresaron al pequeño campamento que habían montado. En cuanto llegó, Aslaug dejó la leña en el suelo y atizó un poco el fuego; se sentó frente a este y acercó sus manos para calentarlas. Las noches en Aztlán eran demasiado frías en aquella época, aunque la recluta no había tenido oportunidad de sentirlas hasta ahora. El huargo se acurrucó junto a ella, jugando con un hueso. La recluta miró a Maeve y Kenneth, los cuales parecían estar discutiendo. Maeve se fijó en que no era un lugar adecuado y cogió de la mano al espadachín. La recluta los perdió de vista cuando se adentraron al bosque.
-Hemos mentido a las autoridades... No quiero ser una fugitiva – Exclamó enfadada. Kenneth puso sus manos sobre los hombros de la chica para que esta se tranquilizase.
-Tranquila, después de conseguir el ingrediente que nos falta haremos como que nos perdimos, nadie se dará cuenta.
-¿Y qué pasará después? ¿Nos quedaremos de brazos cruzados esperando a que se vayan esos marines?
-Iremos a por Artai. Recuerda que sus hombres nos persiguen porque el también busca lo mismo. ¡Es la excusa perfecta!
Maeve seguía intranquila. Kenneth, en cambio, se volvió serio. Miró hacia la zona del campamento y vio a Aslaug corretear con Shiro por la zona. El espadachín mandó callar a la cazadora.
-¿Nos habrá escuchado? - Susurró Maeve agarrándole el brazo.
En cuanto la recluta se topó con ellos se quedó mirándolos. La verdad es que aquella pareja le resultaba demasiado extraña, pero el señor le caía bien.
-¿Qué estáis tramando? - Inquirió con una sonrisilla burlona.
La pequeña se cruzó de brazos. Tenía cierta confianza para entablar conversación como si nada. Cuando Aslaug caminaba hacia ellos Jason le gritó. Ambos suspiraron aliviados. La pequeña, rauda y veloz, corrió hacia donde estaba él, con Shiro siguiéndole por detrás. Los cazadores abandonaron el bosque y regresaron al campamento junto con los demás marines. Todos estaban alrededor de la hoguera, disfrutando del apacible calor que propiciaba esta. Maeve se sentó al lado de Aslaug y comió un poco de pan. Tenía la mirada perdida en las crepitantes llamas. El fulgor del fuego se reflejaba en su platina mirada.
La recluta mordía un pedazo de pan con queso, ensimismada en los ojos de Maeve. La cazadora salió de su trance y movió la cabeza suavemente de un lado a otro en señal de negación. Pasó la mano por la frente y cerró los ojos. Kenneth pasó su brazo por el hombro de la chica y la apegó a él. Entrecerrando los ojos.
-¿Te encuentras mal? - Le preguntó Aslaug tocándole en el hombro.
Maeve se separó del espadachín y la miró. Sonrió dulcemente y negó con la cabeza. Pasó su mano por uno de los mechones de Aslaug y esta miró un poco confusa lo que hacía.
-Es que... siempre he deseado tener una hija para poder hacerle trenzas en el pelo – De sus ojos parecía que iban a brotar lágrimas, pero Maeve trataba de contenerlas-. ¿Me permites?
Aslaug asintió y le dio la espalda. La cazadora entrelazó sus manos en el suave cabello de Aslaug. Con delicadeza, comenzó a hacer pequeñas trenzas. Después, cuando hubo terminado, le dijo que se encontraba preciosa. A Aslaug le hubiese gustado mirarse en un espejo, pero no tenía nada a mano. De todas formas, permaneció con ellas el resto de la noche.
Todos se habían retirado ya a dormir en sus tiendas de campaña, pero la recluta no lograba conciliar el sueño. Acarició la cabeza de Shiro y este movió sus orejas felizmente, se estaba quedando dormido. Tras esto, salió afuera y se tumbó junto a la hoguera, dónde solo quedaban brasas. Maeve le había dado pena con aquel comentario, incluido el trato. Pobrecilla, pensó, ojalá tenga una hija pronto y se le quite esa tristeza. Aslaug era muy ignorante cuando decía algo y ella no conocía lo malo de la situación.
El cielo estaba completamente estrellado. El brillo de la luna permitía ver con claridad lo que había. Aslaug suspiró, desde su isla las estrellas del firmamento eran mucho más grandes. Desde allí abajo no podían apreciar la belleza que resplandecían. Pensó en su familia, ¿qué estarían haciendo ahora? Los echaba de menos.
-¿Qué haces aquí? - En cuanto Aslaug escuchó la voz de Jason se acomodó en el suelo. El recluta se sentó a su lado.
-No podía dormir – La recluta se abrazó a sus piernas y miró al marine con una sonrisa.
-Ya somos dos... - Rio-. Tengo ganas de encontrar pronto a Artai; provengo del norte y he vivido sus saqueos.
-¿Por qué hace eso? - Inquirió con ingenuidad.
-Hay personas que nacen siendo malvadas. Ese tipo de gente es basura que no merece existir, después hay personas malas que redimen todo lo malo que han hecho. Esos dos grupos merecen la muerte para obtener su perdón.
Aslaug se quedó sin palabras. Un silencio sepulcral se cernía sobre los dos. El sonido de los grillos era lo único que los acompañaba aquella noche, pero este se vio roto por cierta tienda de campaña. Aslaug ladeó la cabeza, mirando hacia la tienda de Maeve y Kenneth. De allí no paraban de salir gemidos. La muchacha arqueó las cejas y luego miró a Jason.
-¿Les pasa algo?
-Están liberando tensiones, nada más.
El recluta rio y se puso de pie, estirando los brazos y bostezando. Esbozó una sonrisa y se quedó mirando a Aslaug.
-Esto... ¿te apetece bailar?
-¿Bailar? ¿Ahora? – Preguntó con timidez, aunque estaba un poco confusa con aquella pregunta tan directa-. Pero si no tenemos música... y creo que no es el momento adecuado.
-Hablas mucho – Sonrió-. Imagínatela.
Tras eso, el recluta cogió la mano de Aslaug con suavidad y la ayudó a levantarse del suelo. Una vez arriba, la rodeó con su brazo por la cintura. Le sacaba por lo menos dos cabezas. La recluta estaba muy sonrojada. Nunca antes había bailado así, solo conocía las danzas de su tribu. Cada vez que daba un paso mal no paraba de pedir perdón. Jason se acercó a su oído y entre susurros le dedicó unas palabras.
-Relájate.
Una vuelta y otra más. Aslaug cerró los ojos y dejó que su cuerpo se moviera como ella quería. En su mente se imaginó la dulce melodía que había escuchado hace tiempo, una mujer con violín en la calle había interpretado tal canción. Al cabo de un rato Jason tarareó una canción y ella no pudo evitar reírse. A pesar de que los gemidos habían terminado hace rato, para ambos era un momento mágico y Aslaug no quería que terminase. Jason le hizo dar otra vuelta más y luego la apegó a él. Perdieron la noción del tiempo bailando bajo la luz de la luna.
Finalmente, la soltó con delicadeza.
-Será mejor que vayas a dormir o si no mañana no rendirás.
Aslaug aún no se había recuperado de aquel momento que la había marcado. Lo que había empezado con una charla sobre un criminal había acabado con un baile. Demasiadas emociones en tan poco tiempo. Lo único que pudo hacer fue asentir la cabeza con una sonrisa tímida y meterse corriendo en la tienda toda avergonzada y feliz. Tenía los mofletes tan rojos que parecían casi del color de sus marcas de maquillaje.
(…)
Estaba amaneciendo. Aún no era de día cuando las voces de afuera despertaron a Aslaug. Bostezó y frotó los ojos. Shiro también estaba despierto. La muchacha salió para ver que ocurría y se encontró con la pareja y varios reclutas. Al parecer estaban preparando la travesía hacia el norte. La recluta se acercó para ver los mapas y se quedó perpleja al descubrir como era la isla de Aztlán; enorme.
-¿No nos desviaremos mucho del camino?
-No tenemos un camino fijo, Artai está escondido en estas zonas de aquí – Señaló en el mapa-. La última vez que tuvimos un encuentro con él fue en Las Tres Rocas. Según nuestras fuentes, huyó hacia el norte de Dos Torres después de enviar a sus hombres para deshacerse de nosotros. Nos enfrentamos a algunos, pero tuvimos suerte de escapar.
-Eso está a tres días de camino, como mucho dos si no paramos nada – Dijo Jason de brazos cruzados. Puso las manos sobre el mapa y señaló el camino real-. Si vamos rectos puede que adelantemos mucho más, nos llevará directos.
-No podemos – Dijo Maeve de repente-. Si avistan a un escuadrón de marines dirigirse hacia el norte no tardarán en avisar a Artai para que se esconda de nuevo. Ahora que tenemos su pista no podemos perderla.
-Jason, tienen razón, atravesar los bosques será lo mejor – Comentó un marine.
El cabo suspiró con resignación y asintió. Harían como ellos quería, pero creía que seguía teniendo razón. Aslaug aún no entendía muy bien las estratagemas que preparaban para ir contra Artai, tan solo se dedicaba a seguirles la corriente.
En lo que tardaron de preparar las cosas para continuar su camino había amanecido. Los caballos cabalgaban con furia, haciendo resonar con fuerza sus pezuñas al chocar contra la tierra. Aslaug agarraba tan fuertemente las riendas que se le quedaba la marca en las manos, le asustaba caerse del caballo.
El escuadrón se detuvo.
Maeve avanzó un poco para ver lo que había. Era lo mismo que el bosque anterior, medio destrozado, pero esta vez sin la hojarasca quemada y con animales muertos. Maeve miró a Kenneth de reojo y él se dio cuenta de lo que pensaba; sin embargo, el espadachín estaba preocupado. Demasiados bosques destrozados de esta manera, estaba claro que los hombres de Artai estaban más cerca de su objetivo que ellos.
-Tenemos que continuar – Dijo seriamente.
Aslaug se quedó atrás mirando la devastación. No podía creer que alguien tan malvado hiciese daño a la naturaleza y la fauna que vivía en ese hábitat. En su tribu era sagrado proteger a la madre naturaleza al igual que los animales, los cuales eran el símbolo de cada clan.
Llevaban más de un día de camino sin incidentes. Aslaug estaba cansada de tanto cabalgar, tenía ganas de tumbarse en un buen colchón y dormir un pedazo, no estaba habituada a seguir el ritmo de los otros. Habían llegado a la zona de Dos Torres, era una zona de difícil acceso sobre todo para ir con animales, pero lograron subirla. Recibía el nombre porque habías dos montañas paralelas con dos torreones abandonados. Antaño fueron guaridas de soldados, hoy no son más que ruinas. Aslaug estaba ensimismada en la belleza que poseían, tan decoradas por fuera... ¿cómo podían permitir abandonar algo así? La gente de la tierra no tenía aprecio por nada según ella.
Llegaron a un pequeño sendero que atravesaba Dos Torres, al menos habían dejado atrás la gran entrada peligrosa. La recluta ya se sentía mucho más tranquila, allí arriba una caída podía provocar la muerte. Espoleó a su caballo y fue junto a Maeve y Kenneth.
-¿Falta mucho? Estoy cansada.
Kenneth la miró de reojo.
-Pueees... Aun quedan un par de dias, pero tranquila, descansaremos dentro de poco.
Aslaug agachó la cabeza como si fuese a dormir y después la levantó poco a poco, mirando hacia el horizonte. No había más que montañas... Aminoró el paso hasta quedarse de las últimas en la fila de los marines.
-¿Por qué nos habrán mandado una niña? - Inquirió Ken en susurros a Maeve.
-No es una niña, si no no estaría aquí.
Maeve también estaba cansada, pero sabía que no faltaba mucho para llegar a su objetivo, después de aquello descansarían e irían con fuerzas a por Artai. Tenía resentimiento hacia él por haberlos perseguido, pero fue su amigo una vez. El escuadrón continuó su camino hasta llegar a una zona montañosa llena de cuevas. Jason fue aminorando el paso, esperando por Aslaug.
El escuadrón se encontró con el camino cortado. Grandes cantidades de árboles tiradas en el suelo y un gran rastro de sangre se extendía hacia el bosque. Los cazadores emprendieron el camino, siguiendo el rastro de sangre. Ver toda esa sangre le provocaba dolor a la recluta, fuera quién fuera no aguantaría mucho dada la gran cantidad de sangre. El rastro continuó durante un buen rato hasta que llegaron a una zona llena de cuevas. La sangre allí estaba impregnada hasta en las rocas.
-Deberíamos continuar el camino – Replicó Jason.
Su comentario pasó inadvertido y mientras el escuadrón observaba el lugar, un gran rugido hizo que todos se sorprendiesen. Siguieron el sonido y atravesaron una cueva hasta llegar al borde de un precipicio. Todos se asombraron al ver la gran bestia tumbada al lado de su nido, rugiendo de dolor. Aslaug se inundó de pena, no podía ver a un animal sufriendo y aquel estaba lleno de heridas por el cuello, las alas... El ser majestuoso que era el dragón de plata tenía sus escamas apagadas, ya no emitía su reluciente color platino. Ahora no era más que una bestia sin fuerzas y al borde de la muerte. La recluta nunca había visto un ser tan mágico como los dragones, pero no podía expresar felicidad al verlo así.
Todos bajaron de los caballos y , salvo Maeve, sacaron sus armas por miedo a que los atacase.
Maeve soltó las riendas y cogió su arco. Tensando una flecha de plata. Aslaug, rauda y veloz, corrió hacia ella y le arrancó el arco, tirándoselo al suelo.
-¡¿Pero qué haces?! - Estaba enfadada.
Kenneth con la espada a dos manos, se acercó con cuidado al dragón. La bestia, respirando agitadamente, lo miró con pena. Este levantó el arma y lo miró con pena. Cerró los ojos y respiró profundamente.
-Lo siento – Susurró el espadachín.
Jason había agarrado a Aslaug por el brazo para impedir que se entrometiera, pero esta lo empujó y corrió hacia allí. Estiró los brazos jadeando por el spring que hizo.
-¡Basta! ¡Está herido!
Él bajó la espada.
-¡Mátalo! - Gritó Maeve furiosa-. ¡Mátalo ahora! ¡Recuerda que así podré ser madre! ¡Kenneth! - Sollozó-. Kenneth...
El espadachín la miró con ternura, memorizando cada detalle de su rostro y después negó con la cabeza suavemente. Tiró la espada al suelo y fue hacia Maeve. Ella, con los ojo cubiertos de lágrimas, agarró las riendas y se dio la vuelta, galopando y dejando todo atrás. El espadachín se mantuvo impasivo viéndola irse hasta que la perdió de vista. Recogió su arco y lo puso a la espalda. Después, su espada.
El resto de marines estaban perplejos por la situación esperpéntica.
Aslaug se dio la vuelta y miró al dragón plateado. En sus ojos se reflejaba el dolor de las heridas, ella se acercó y este levantó su cabeza levemente, como si tratase de hacerle una reverencia. La marine dio unos pasos hacia atrás por miedo, pero después llevó su mano hacia la frente del dragón. Al posarla, ambos cerraron los ojos. Aslaug apartó la mano y la bestia, emitiendo numerosos rugidos de dolor acabó por poner fin a su vida. La pequeña se sentía mal por no haber podido salvar su vida; miró el nido y dentro de él se encontraban dos grandes huevos.
-No puedo dejarlos aquí - Musitó.
Se acercó al enorme nido. Shiro la siguió. El huargo olisqueó los huevos e incluso llegó a lamer uno. Aslaug le apartó el hocico y cogió los dos, pesaban bastante. Logró salir del nido sin tropezarse, pero antes de llegar al escuadrón se le cayó uno al suelo. Dio un grito asustada al ver el líquido desparramándose por el suelo; por lo que observó el dragón del interior aún estaba sin formar. La torpeza de la muchacha era legendaria. Jason la miró sorprendido al ver el escándalo que hizo. Aslaug agarró bien el otro huevo y fue junto a Kenneth y los demás.
-Se ha ido – Replicó.
-Bueno... siempre puedes ir tras ella. Nosotros continuaremos con la búsqueda de Artai.
-No, os acompañaré. Él junto con sus hombres le ha hecho esto al dragón - Lo señaló-, pero no ha podido contra él.
-Entonces debemos continuar lo antes posible – Comentó Jason.
Kenneth miró de nuevo al horizonte tratando de contener sus emociones.
-Durante el camino la encontraremos – Las palabras de la recluta fueron claras y concisas acompañadas de una sonrisa contagiosa que se traspasó a Kenneth; este le revolvió el pelo.
Tras aquello, Aslaug guardó con cuidado su huevo de dragón en la bandolera del caballo. El escuadrón partió hacia el norte de nuevo.
-Tengo calor – Dijo la mujer, quejándose.
-Si te intento ayudar te acabaría dando más calor – Respondió el hombre con una sonrisa lasciva.
La rubia rodó los ojos y espoleó al caballo para dejar atrás a su compañero. El moreno, suspirando, hizo lo mismo para alcanzarla.
-¡Kenneth! - Gritó la rubia deteniendo su caballo y señalando hacia el bosque-. Mira...
Kenneth era el nombre del espadachín y al escuchar el grito de su acompañante se alarmó. Este llegó hasta su lado en un abrir y cerrar de ojos y, al ver la devastación que había ante él, se quedó perplejo. El suelo tenía huellas enormes, los árboles estaban partidos por la mitad y había un gran número de hojas quemadas. Tuvo suerte quién fuera que lo hizo de no expandirse el fuego, pues estaba todo mojado y húmedo.
-¿Habrá sido un wyvern? - Inquirió la mujer.
-No creo, fíjate en el tamaño de las marcas. Ha tenido que ser algo el doble de grande, Maeve.
La rubia miró por los alrededores, tratando de buscar algún rastro que poder seguir. Sus ojos eran diferentes a los de Kenneth, tenían un color plateado y, el iris, forma de gato.
-¿Eso no es sangre? - Señaló.
Kenneth bajó el pequeño terraplén de un salto con el caballo para acercarse y Maeve lo siguió. Quería comprobar de cerca qué era. El espadachín bajó de su semental y se acercó hasta el pequeño charco de sangre. Las gotas de color carmín se esparcían por las briznas de hierba. Kenneth la tocó y esta se esparció por la yema de sus dedos, aún estaba húmeda.
-Ha ocurrido hace poco, no debería estar muy lejos lo que fue atacado. Maeve, ¿puedes encontrar algún rastro?
La rubia asintió. Mantuvo los ojos abiertos todo el rato, pero no logró encontrar nada.
-Es como si se hubiese marchado volando – Comentó la rubia.
-Aunque lo hiciese, debería seguir dejando un rastro de sangre.
Maeve paseó por la zona, investigando. Pasó la mano por las hojas y ramas quemadas sintiendo su calor; estas aún soltaban humo. Sacudió el hollín y siguió mirando. Finalmente, encontró un objeto metálico medio enterrado. Lo sacó y le limpió la tierra.
-Kenneth – Dijo mientras se dirigía para enseñársela -. Es la punta de una flecha de plata.
El espadachín la tomó entre sus ásperas manos y la observó durante un buen rato.
-Aquí se ha librado una buena batalla – Musitó.
-Pero... ¿cómo? Solo hemos encontrado un pedazo de arma, no hay heridos; simplemente un poco de sangre.
Kenneth rio.
-¿Y se supone que tu eres la experta? - Ante el comentario Maeve se cruzó de brazos, molesta -. Las batallas no tienen por qué ser grandes y sangrientas, no tienen por qué dejar huella – Ella iba a interrumpirlo, pero él se adelantó -. Quiénes lo hicieron, si fueron pocos, eran poderosos.
Kenneth miró al cielo y guardó silencio.
-Debemos irnos. Escucho caballos de la cacería venir hacia aquí.
-¿Han encontrado nuestro rastro tan pronto? - Inquirió preocupada mientras cogía las riendas de su caballo.
Kenneth subió a su semental después de que Maeve se acomodase en su caballo. Ambos espolearon a sus caballos galoparon hasta perder aquella zona de vista. Gracias al oído aguzado del espadachín descubrieron que el camino no era seguro, así que tuvieron que continuar a través del bosque. Al menos allí no llamarían la atención.
Aquel bosque destruido era igual que uno que se habían encontrado anteriormente. Aztlán escondía miles de secretos y leyendas y, la mayoría de ellas, reales. La pareja cabalgó por todo el bosque hasta llegar a una zona habitada. Desde lo alto de la colina, observaron el poblado.
Maeve detuvo su caballo tirando de las riendas hacia atrás con fuerza.
-Kenneth, no – La rubia con tan solo mirar a los ojos del chico ya sabía sus intenciones.
-Oh vamos, no podemos hacerlo solos. Somos dos, ellos un centenar. Por muy fuerte que seamos, tenemos que ser precavidos.
La rubia sonrió.
-Es una locura pedir ayuda, dudo que alguien quiera involucrarse a nuestra causa. No compartimos los mismos objetivos.
-Le recompensaremos.
-¿Con qué? ¿Con dinero? Te recuerdo que apenas tenemos.
Kenneth se quedó mirándola, perdido en sus preciosos ojos plateados. Unas palmadas de la chica bastaron para que se despejase.
-Podemos... darle una parte de nuestro tesoro.
-¡Ni hablar! - Replicó la chica -. No podemos dárselo, lo necesito, lo necesitamos... Llevamos demasiado tiempo en esto, no lo estropees.
Kenneth suspiró y golpeó los estribos de su semental. Bajó la colina con paso lento, observando sus gentes. La rubia lo siguió desde atrás y, al ver los numerosos comentarios y miradas de la gente, se puso una capucha pasar desapercibida, sus ojos llamaban la atención y a ella no le gustaba ser vista. El espadachín, en cambio, avanzaba con paso decidido sin prestar atención a los cuchicheos. Estaba acostumbrado a estar en la boca de la gente, pero le preocupaba Maeve, ella no soportaba las situaciones así.
Ambos llegaron a un cuartel marine.
-¿Aquí? - Inquirió la chica bajándose del caballo al mismo tiempo que Kenneth -. Esto es una locura... - Murmuró por lo bajo.
El espadachín le dijo que él se encargaría de todo y, finalmente, entró al cuartel.
(…)
La teniente comandante estaba recogiendo los papeles que Jason había dejado en la mesa. Estaba todo tan desordenado que se estresaba. El cabo, Jason, había llegado con dos tazas de café humeante y, detrás de él, lo seguía Aslaug. La señora Austen al verla se alegró y esbozó una sonrisa de oreja a oreja. Les mandó tomar asiento y ella se acomodó en su sillón. Cogió la taza de Jason y le pegó un buen sorbo, aguantando la alta temperatura.
Aslaug llevaba otra taza consigo y se sentó al lado del recluta.
-¿Qué te trae por aquí? - Inquirió la marine.
-Quería saber como estabais, hacía mucho que no sabía de vosotros – La pequeña se ruborizó.
La teniente sonrió. Se dio cuenta de que Aslaug mejoró el dialecto y los modales, ya no era una pequeña salvajilla. Los tres estuvieron hablando sobre las primeras misiones, aconsejándose entre sí y escuchando las pequeñas historietas de la teniente, la cual las contaba como si fuese una anciana. Aslaug no se había reído tanto en su vida, pero los momentos buenos tuvieron que acabar puesto que un recluta llamó a la puerta y entró a toda prisa. Su cometido era avisar de que unos desconocidos querían hablar con alguien importante que se encontrase en el cuartel en ese momento. La teniente pidió que pasasen.
Kenneth y Maeve entraron.
-Perdón por molestar, pero me preguntaba si podrían ayudarnos.
-¿Qué necesitáis? - Inquirió seriamente la teniente.
-Somos cazadores, estamos haciendo una búsqueda muy importante, ¿podrían prestarnos algunos hombres? Corremos peligro de que nos ataquen, solo somos dos y nuestros enemigos demasiados.
-Dejadme vuestras identificaciones – Le pidió la marine.
Ambos sacaron sus carnet de cazadores y se lo entregaron. La teniente lo miró un por uno y se lo devolvió.
-¿Qué es esa búsqueda?
En ese momento, Maeve miró a Kenneth como nunca antes lo había hecho. No quería que supieran cual era su objetivo. Tenía miedo de que intentasen quitárselo.
-Es... un criminal que cobija un gran tesoro. Repartirlo entre los pueblos de Aztlán sería un gran mérito.
La marine arqueó las cejas y rebuscó en su cajón unos carteles de Se Busca. Kenneth sabía cual era el criminal de Aztlán y, antes de que la marine preguntase, él se lo dijo. El buscado resultó ser Artai el Deshonrado. Un infame revolucionario norteño con una gran recompensa por los numerosos actos vandálicos contra el gobierno y la gran fortuna que había amasado en saqueos a su propio pueblo.
La teniente encontró el cartel del criminal y lo miró. La verdad es que su recompensa era bastante alta. Lo guardó.
-Está bien, prepararé un pequeño escuadrón de reclutas. Jason, Aslaug, vosotros iréis con ellos para mantenerme informada de la situación. Si hay problemas tan solo tenéis que localizarme por Den Den Mushi.
En el rostro de Maeve se formó una sonrisa al ver que tendrían ayuda.
-Si no es molestia... me gustaría que partiésemos lo antes posible – Pidió el cazador.
-Bien, mandaré preparar todo. En menos de una hora estaréis fuera de aquí.
Y así fue. La teniente mandó preparar las armas necesarias a un escuadrón de ocho reclutas así como caballos para aligerar el paso. Kenneth estuvo hablando con ella en privado, explicándole los movimientos que iban a hacer y hacia dónde se dirigirían. Mientras tanto, Maeve observó como preparaban todo. Aslaug estaba un poco nerviosa ya que era su primera misión en Aztlán, tan solo había tenido oportunidad de hacerse valer en Water Seven.
Cuando todo estaba preparado y Aslaug estaba a punto de subir a su caballo apareció Shiro ladrando. El semental se había estremecido al ver al huargo. Aslaug lo mandó callar y este hizo caso. El pequeño animal había crecido desde la última vez, ahora le llegaba por encima de la rodilla. Ya no era un cachorrito que necesitaba recibir mimos todo el rato.
Aslaug se planteó durante un momento sobre si llevarlo o no, pero finalmente acabó cediendo.
-Está bien, sígueme – Le ordenó.
El huargo dio un salto contento y no se separó del caballo de su dueña en todo el camino. Siempre alerta para evitar que algo malo le pasara a su ama.
(...)
El camino era de difícil acceso. A los caballos les costaba subir las empinadas cuestas de los parajes de Aztlán. Aslaug aun no tenía mucha práctica llevando caballos, pero Jason, durante el camino, le había enseñado lo mínimo. Cuando lograron llegar a un sitio llano, Aslaug adelantó a los otros reclutas que seguían a la pareja de cazadores. Ella se interpuso en medio para que le respondiesen las dudas que tenía.
Maeve la miró de reojo y no dijo nada.
-¿Tan malo es ese señor para querer capturarlo? - Inquirió con ingenuidad.
-Sí – Respondió Maeve sin dejar de mirar al frente. Aslaug la miró un rato, fijándose en sus ojos. La rubia se sentía incómoda cuando hacían eso. Después, miró a Kenneth.
-Pequeña, ese al que tu llamas señor es un ser muuuy malvado – Exageró mientras esbozaba una sonrisa. La muchacha hizo lo mismo.
Maeve al ver a los dos, suspiró con resignación y aligeró el paso, dejándolos atrás.
-¿He dicho algo malo?
-No, tranquila, es solo que está cansada...
Aslaug la miró en la lejanía. Amargada, pensó.
Después de un largo día de travesía sin incidentes llegó la noche. El escuadrón y los cazadores prepararon unas tareas para que todos las pudiesen cumplir. Un pequeño refugio para pasar la noche, un fuego acogedor y algo de leña. La recluta estuvo recogiendo leña con Jason durante un par de horas, al menos nadie pasaría frío. Le gustaba sentirse realizada. Shiro también le ayudaba, cuando dejaba de vaguear le traía alguna rama pequeña en la boca; aunque era poca ayuda, ella se lo acababa agradeciendo.
Regresaron al pequeño campamento que habían montado. En cuanto llegó, Aslaug dejó la leña en el suelo y atizó un poco el fuego; se sentó frente a este y acercó sus manos para calentarlas. Las noches en Aztlán eran demasiado frías en aquella época, aunque la recluta no había tenido oportunidad de sentirlas hasta ahora. El huargo se acurrucó junto a ella, jugando con un hueso. La recluta miró a Maeve y Kenneth, los cuales parecían estar discutiendo. Maeve se fijó en que no era un lugar adecuado y cogió de la mano al espadachín. La recluta los perdió de vista cuando se adentraron al bosque.
-Hemos mentido a las autoridades... No quiero ser una fugitiva – Exclamó enfadada. Kenneth puso sus manos sobre los hombros de la chica para que esta se tranquilizase.
-Tranquila, después de conseguir el ingrediente que nos falta haremos como que nos perdimos, nadie se dará cuenta.
-¿Y qué pasará después? ¿Nos quedaremos de brazos cruzados esperando a que se vayan esos marines?
-Iremos a por Artai. Recuerda que sus hombres nos persiguen porque el también busca lo mismo. ¡Es la excusa perfecta!
Maeve seguía intranquila. Kenneth, en cambio, se volvió serio. Miró hacia la zona del campamento y vio a Aslaug corretear con Shiro por la zona. El espadachín mandó callar a la cazadora.
-¿Nos habrá escuchado? - Susurró Maeve agarrándole el brazo.
En cuanto la recluta se topó con ellos se quedó mirándolos. La verdad es que aquella pareja le resultaba demasiado extraña, pero el señor le caía bien.
-¿Qué estáis tramando? - Inquirió con una sonrisilla burlona.
La pequeña se cruzó de brazos. Tenía cierta confianza para entablar conversación como si nada. Cuando Aslaug caminaba hacia ellos Jason le gritó. Ambos suspiraron aliviados. La pequeña, rauda y veloz, corrió hacia donde estaba él, con Shiro siguiéndole por detrás. Los cazadores abandonaron el bosque y regresaron al campamento junto con los demás marines. Todos estaban alrededor de la hoguera, disfrutando del apacible calor que propiciaba esta. Maeve se sentó al lado de Aslaug y comió un poco de pan. Tenía la mirada perdida en las crepitantes llamas. El fulgor del fuego se reflejaba en su platina mirada.
La recluta mordía un pedazo de pan con queso, ensimismada en los ojos de Maeve. La cazadora salió de su trance y movió la cabeza suavemente de un lado a otro en señal de negación. Pasó la mano por la frente y cerró los ojos. Kenneth pasó su brazo por el hombro de la chica y la apegó a él. Entrecerrando los ojos.
-¿Te encuentras mal? - Le preguntó Aslaug tocándole en el hombro.
Maeve se separó del espadachín y la miró. Sonrió dulcemente y negó con la cabeza. Pasó su mano por uno de los mechones de Aslaug y esta miró un poco confusa lo que hacía.
-Es que... siempre he deseado tener una hija para poder hacerle trenzas en el pelo – De sus ojos parecía que iban a brotar lágrimas, pero Maeve trataba de contenerlas-. ¿Me permites?
Aslaug asintió y le dio la espalda. La cazadora entrelazó sus manos en el suave cabello de Aslaug. Con delicadeza, comenzó a hacer pequeñas trenzas. Después, cuando hubo terminado, le dijo que se encontraba preciosa. A Aslaug le hubiese gustado mirarse en un espejo, pero no tenía nada a mano. De todas formas, permaneció con ellas el resto de la noche.
Todos se habían retirado ya a dormir en sus tiendas de campaña, pero la recluta no lograba conciliar el sueño. Acarició la cabeza de Shiro y este movió sus orejas felizmente, se estaba quedando dormido. Tras esto, salió afuera y se tumbó junto a la hoguera, dónde solo quedaban brasas. Maeve le había dado pena con aquel comentario, incluido el trato. Pobrecilla, pensó, ojalá tenga una hija pronto y se le quite esa tristeza. Aslaug era muy ignorante cuando decía algo y ella no conocía lo malo de la situación.
El cielo estaba completamente estrellado. El brillo de la luna permitía ver con claridad lo que había. Aslaug suspiró, desde su isla las estrellas del firmamento eran mucho más grandes. Desde allí abajo no podían apreciar la belleza que resplandecían. Pensó en su familia, ¿qué estarían haciendo ahora? Los echaba de menos.
-¿Qué haces aquí? - En cuanto Aslaug escuchó la voz de Jason se acomodó en el suelo. El recluta se sentó a su lado.
-No podía dormir – La recluta se abrazó a sus piernas y miró al marine con una sonrisa.
-Ya somos dos... - Rio-. Tengo ganas de encontrar pronto a Artai; provengo del norte y he vivido sus saqueos.
-¿Por qué hace eso? - Inquirió con ingenuidad.
-Hay personas que nacen siendo malvadas. Ese tipo de gente es basura que no merece existir, después hay personas malas que redimen todo lo malo que han hecho. Esos dos grupos merecen la muerte para obtener su perdón.
Aslaug se quedó sin palabras. Un silencio sepulcral se cernía sobre los dos. El sonido de los grillos era lo único que los acompañaba aquella noche, pero este se vio roto por cierta tienda de campaña. Aslaug ladeó la cabeza, mirando hacia la tienda de Maeve y Kenneth. De allí no paraban de salir gemidos. La muchacha arqueó las cejas y luego miró a Jason.
-¿Les pasa algo?
-Están liberando tensiones, nada más.
El recluta rio y se puso de pie, estirando los brazos y bostezando. Esbozó una sonrisa y se quedó mirando a Aslaug.
-Esto... ¿te apetece bailar?
-¿Bailar? ¿Ahora? – Preguntó con timidez, aunque estaba un poco confusa con aquella pregunta tan directa-. Pero si no tenemos música... y creo que no es el momento adecuado.
-Hablas mucho – Sonrió-. Imagínatela.
Tras eso, el recluta cogió la mano de Aslaug con suavidad y la ayudó a levantarse del suelo. Una vez arriba, la rodeó con su brazo por la cintura. Le sacaba por lo menos dos cabezas. La recluta estaba muy sonrojada. Nunca antes había bailado así, solo conocía las danzas de su tribu. Cada vez que daba un paso mal no paraba de pedir perdón. Jason se acercó a su oído y entre susurros le dedicó unas palabras.
-Relájate.
Una vuelta y otra más. Aslaug cerró los ojos y dejó que su cuerpo se moviera como ella quería. En su mente se imaginó la dulce melodía que había escuchado hace tiempo, una mujer con violín en la calle había interpretado tal canción. Al cabo de un rato Jason tarareó una canción y ella no pudo evitar reírse. A pesar de que los gemidos habían terminado hace rato, para ambos era un momento mágico y Aslaug no quería que terminase. Jason le hizo dar otra vuelta más y luego la apegó a él. Perdieron la noción del tiempo bailando bajo la luz de la luna.
Finalmente, la soltó con delicadeza.
-Será mejor que vayas a dormir o si no mañana no rendirás.
Aslaug aún no se había recuperado de aquel momento que la había marcado. Lo que había empezado con una charla sobre un criminal había acabado con un baile. Demasiadas emociones en tan poco tiempo. Lo único que pudo hacer fue asentir la cabeza con una sonrisa tímida y meterse corriendo en la tienda toda avergonzada y feliz. Tenía los mofletes tan rojos que parecían casi del color de sus marcas de maquillaje.
(…)
Estaba amaneciendo. Aún no era de día cuando las voces de afuera despertaron a Aslaug. Bostezó y frotó los ojos. Shiro también estaba despierto. La muchacha salió para ver que ocurría y se encontró con la pareja y varios reclutas. Al parecer estaban preparando la travesía hacia el norte. La recluta se acercó para ver los mapas y se quedó perpleja al descubrir como era la isla de Aztlán; enorme.
-¿No nos desviaremos mucho del camino?
-No tenemos un camino fijo, Artai está escondido en estas zonas de aquí – Señaló en el mapa-. La última vez que tuvimos un encuentro con él fue en Las Tres Rocas. Según nuestras fuentes, huyó hacia el norte de Dos Torres después de enviar a sus hombres para deshacerse de nosotros. Nos enfrentamos a algunos, pero tuvimos suerte de escapar.
-Eso está a tres días de camino, como mucho dos si no paramos nada – Dijo Jason de brazos cruzados. Puso las manos sobre el mapa y señaló el camino real-. Si vamos rectos puede que adelantemos mucho más, nos llevará directos.
-No podemos – Dijo Maeve de repente-. Si avistan a un escuadrón de marines dirigirse hacia el norte no tardarán en avisar a Artai para que se esconda de nuevo. Ahora que tenemos su pista no podemos perderla.
-Jason, tienen razón, atravesar los bosques será lo mejor – Comentó un marine.
El cabo suspiró con resignación y asintió. Harían como ellos quería, pero creía que seguía teniendo razón. Aslaug aún no entendía muy bien las estratagemas que preparaban para ir contra Artai, tan solo se dedicaba a seguirles la corriente.
En lo que tardaron de preparar las cosas para continuar su camino había amanecido. Los caballos cabalgaban con furia, haciendo resonar con fuerza sus pezuñas al chocar contra la tierra. Aslaug agarraba tan fuertemente las riendas que se le quedaba la marca en las manos, le asustaba caerse del caballo.
El escuadrón se detuvo.
Maeve avanzó un poco para ver lo que había. Era lo mismo que el bosque anterior, medio destrozado, pero esta vez sin la hojarasca quemada y con animales muertos. Maeve miró a Kenneth de reojo y él se dio cuenta de lo que pensaba; sin embargo, el espadachín estaba preocupado. Demasiados bosques destrozados de esta manera, estaba claro que los hombres de Artai estaban más cerca de su objetivo que ellos.
-Tenemos que continuar – Dijo seriamente.
Aslaug se quedó atrás mirando la devastación. No podía creer que alguien tan malvado hiciese daño a la naturaleza y la fauna que vivía en ese hábitat. En su tribu era sagrado proteger a la madre naturaleza al igual que los animales, los cuales eran el símbolo de cada clan.
Llevaban más de un día de camino sin incidentes. Aslaug estaba cansada de tanto cabalgar, tenía ganas de tumbarse en un buen colchón y dormir un pedazo, no estaba habituada a seguir el ritmo de los otros. Habían llegado a la zona de Dos Torres, era una zona de difícil acceso sobre todo para ir con animales, pero lograron subirla. Recibía el nombre porque habías dos montañas paralelas con dos torreones abandonados. Antaño fueron guaridas de soldados, hoy no son más que ruinas. Aslaug estaba ensimismada en la belleza que poseían, tan decoradas por fuera... ¿cómo podían permitir abandonar algo así? La gente de la tierra no tenía aprecio por nada según ella.
Llegaron a un pequeño sendero que atravesaba Dos Torres, al menos habían dejado atrás la gran entrada peligrosa. La recluta ya se sentía mucho más tranquila, allí arriba una caída podía provocar la muerte. Espoleó a su caballo y fue junto a Maeve y Kenneth.
-¿Falta mucho? Estoy cansada.
Kenneth la miró de reojo.
-Pueees... Aun quedan un par de dias, pero tranquila, descansaremos dentro de poco.
Aslaug agachó la cabeza como si fuese a dormir y después la levantó poco a poco, mirando hacia el horizonte. No había más que montañas... Aminoró el paso hasta quedarse de las últimas en la fila de los marines.
-¿Por qué nos habrán mandado una niña? - Inquirió Ken en susurros a Maeve.
-No es una niña, si no no estaría aquí.
Maeve también estaba cansada, pero sabía que no faltaba mucho para llegar a su objetivo, después de aquello descansarían e irían con fuerzas a por Artai. Tenía resentimiento hacia él por haberlos perseguido, pero fue su amigo una vez. El escuadrón continuó su camino hasta llegar a una zona montañosa llena de cuevas. Jason fue aminorando el paso, esperando por Aslaug.
El escuadrón se encontró con el camino cortado. Grandes cantidades de árboles tiradas en el suelo y un gran rastro de sangre se extendía hacia el bosque. Los cazadores emprendieron el camino, siguiendo el rastro de sangre. Ver toda esa sangre le provocaba dolor a la recluta, fuera quién fuera no aguantaría mucho dada la gran cantidad de sangre. El rastro continuó durante un buen rato hasta que llegaron a una zona llena de cuevas. La sangre allí estaba impregnada hasta en las rocas.
-Deberíamos continuar el camino – Replicó Jason.
Su comentario pasó inadvertido y mientras el escuadrón observaba el lugar, un gran rugido hizo que todos se sorprendiesen. Siguieron el sonido y atravesaron una cueva hasta llegar al borde de un precipicio. Todos se asombraron al ver la gran bestia tumbada al lado de su nido, rugiendo de dolor. Aslaug se inundó de pena, no podía ver a un animal sufriendo y aquel estaba lleno de heridas por el cuello, las alas... El ser majestuoso que era el dragón de plata tenía sus escamas apagadas, ya no emitía su reluciente color platino. Ahora no era más que una bestia sin fuerzas y al borde de la muerte. La recluta nunca había visto un ser tan mágico como los dragones, pero no podía expresar felicidad al verlo así.
Todos bajaron de los caballos y , salvo Maeve, sacaron sus armas por miedo a que los atacase.
Maeve soltó las riendas y cogió su arco. Tensando una flecha de plata. Aslaug, rauda y veloz, corrió hacia ella y le arrancó el arco, tirándoselo al suelo.
-¡¿Pero qué haces?! - Estaba enfadada.
Kenneth con la espada a dos manos, se acercó con cuidado al dragón. La bestia, respirando agitadamente, lo miró con pena. Este levantó el arma y lo miró con pena. Cerró los ojos y respiró profundamente.
-Lo siento – Susurró el espadachín.
Jason había agarrado a Aslaug por el brazo para impedir que se entrometiera, pero esta lo empujó y corrió hacia allí. Estiró los brazos jadeando por el spring que hizo.
-¡Basta! ¡Está herido!
Él bajó la espada.
-¡Mátalo! - Gritó Maeve furiosa-. ¡Mátalo ahora! ¡Recuerda que así podré ser madre! ¡Kenneth! - Sollozó-. Kenneth...
El espadachín la miró con ternura, memorizando cada detalle de su rostro y después negó con la cabeza suavemente. Tiró la espada al suelo y fue hacia Maeve. Ella, con los ojo cubiertos de lágrimas, agarró las riendas y se dio la vuelta, galopando y dejando todo atrás. El espadachín se mantuvo impasivo viéndola irse hasta que la perdió de vista. Recogió su arco y lo puso a la espalda. Después, su espada.
El resto de marines estaban perplejos por la situación esperpéntica.
Aslaug se dio la vuelta y miró al dragón plateado. En sus ojos se reflejaba el dolor de las heridas, ella se acercó y este levantó su cabeza levemente, como si tratase de hacerle una reverencia. La marine dio unos pasos hacia atrás por miedo, pero después llevó su mano hacia la frente del dragón. Al posarla, ambos cerraron los ojos. Aslaug apartó la mano y la bestia, emitiendo numerosos rugidos de dolor acabó por poner fin a su vida. La pequeña se sentía mal por no haber podido salvar su vida; miró el nido y dentro de él se encontraban dos grandes huevos.
-No puedo dejarlos aquí - Musitó.
Se acercó al enorme nido. Shiro la siguió. El huargo olisqueó los huevos e incluso llegó a lamer uno. Aslaug le apartó el hocico y cogió los dos, pesaban bastante. Logró salir del nido sin tropezarse, pero antes de llegar al escuadrón se le cayó uno al suelo. Dio un grito asustada al ver el líquido desparramándose por el suelo; por lo que observó el dragón del interior aún estaba sin formar. La torpeza de la muchacha era legendaria. Jason la miró sorprendido al ver el escándalo que hizo. Aslaug agarró bien el otro huevo y fue junto a Kenneth y los demás.
-Se ha ido – Replicó.
-Bueno... siempre puedes ir tras ella. Nosotros continuaremos con la búsqueda de Artai.
-No, os acompañaré. Él junto con sus hombres le ha hecho esto al dragón - Lo señaló-, pero no ha podido contra él.
-Entonces debemos continuar lo antes posible – Comentó Jason.
Kenneth miró de nuevo al horizonte tratando de contener sus emociones.
-Durante el camino la encontraremos – Las palabras de la recluta fueron claras y concisas acompañadas de una sonrisa contagiosa que se traspasó a Kenneth; este le revolvió el pelo.
Tras aquello, Aslaug guardó con cuidado su huevo de dragón en la bandolera del caballo. El escuadrón partió hacia el norte de nuevo.
- Peticiones:
- -Un huevo de dragón plateado.
-Una cosita cute del moderador (?).
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Buenos días/tardes/noches, según seas más del Pokemon Sol o del Luna. Tanto en una dimensión como en otra, yo seré quien se encargue de corregirte hoy. Podría decir que no muerdo... Pero lo hago. Mucho. ¿Qué te voy a contar? Sea como sea, ponte el cinturón, átate con una cuerda y prepárate, porque se avecinan curvas.
Aish... Pequeña Aslaug. ¿Qué voy a hacer contigo? Si bien la historia no ha estado del todo mal, he encontrado algunos fallos en esta que me han enturbiado bastante, pero ya hablaremos de esto un poco más adelante. Para empezar, vamos a hacer un repaso exhaustivo a la narración que, si bien no ha sido horrible, me ha resultado bastante pobre.
El primer problema con el que me he podido encontrar han sido las repeticiones. Bien... Eres libre de hacer Ctrl + F y poner en el buscador las palabras "Kenneth", "Maeve" y "Caballo". Te será fácil encontrar zonas concretas en las que se repiten hasta la saciedad, apenas habiendo líneas entre repetición y repetición. Casi parecía que quisieras a conciencia que me aprendiera los nombres de los personajes o que recordara el hecho de que iban cabalgando. Hay muchas formas de referirse a alguien sin tener que decir su nombre, e incluso hay momentos en los que es innecesario indicarlo para saber que te estás refiriendo a esa persona en concreto, se deja ver por el simple desarrollo de la narración. En el caso de "Aslaug" es mucho más exagerado, pues desde que hace aparición su nombre aparece en casi todos los párrafos... Y en alguno más de una vez, pese a su escasa longitud.
Por otro lado, me ha dado la sensación de que la historia se estaba contando con muuucha dejadez. No sé, escasa descripción en los momentos importantes, tanto en lo que es el entorno como en las reacciones de los propios personajes. Incluso está expuesto de tal forma que parece que estés recitándolo de memoria. Casi sonaba frío y todo. La verdad, me ha chocado bastante sabiendo como sé de qué forma escribes.
Dejando de lado estos problemas... Si bien he visto alguna que otra falta por ahí, no hay grandes fallos ni zonas ilegibles, pero una buena revisión podría haber servido para solventarlos fácilmente. Supongo que un despiste lo tiene cualquiera, de todos modos. Pese a esto, sí que cabe destacar que he encontrado algún que otro error en cuanto a mezclas de tiempo. Ten cuidado con estas cosas la próxima vez.
Bueno, concluyendo con este tema, pasemos a lo que realmente importa: la historia y el desarrollo de esta.
Como ya he comentado antes, no está del todo mal. No es lo más original del mundo, pero se deja leer. ¿He visto quizá algo de inspiración en The Witcher? No importa. El caso es que hay determinados momentos que... Me fallan. La mayoría de ellos en relación a cómo se comportan los personajes. Te pondré unos cuantos ejemplos rápidos:
- La espontaneidad con la que Maeve dice que no puede tener hijos. No tiene nada que ver con lo que está sucediendo en ese momento, y no solo eso, sino que encima se lo dice a alguien a quien apenas conoce desde hace unas horas (que sí, es una niña y quiere ser madre, pero igualmente...) y de forma tan brusca que por un momento ni siquiera me lo he creído, pensando que era alguna clase de truco para intentar engañar a Aslaug y ganarse su confianza. Es... No sé, no tengo palabras.
- La forma en la que actúan tanto Maeve como Kenneth ante la inminente muerte del dragón. Vale, a Kenneth le da pena el bicho... ¿Pero no es más creíble que le preocupe el estado de su pareja y sus sentimientos más que la vida del dragón? Todo esto sin contar que el dragón muere unas pocas líneas más abajo, por lo que bien podrían haber esperado a que muriera y coger lo que necesitasen de él. Pero no, mejor me enfado, no respiro y me voy con mi caballo lejos de aquí. Okey (?).
Esta no la explico, la muestro:
Así que... Los gemidos de los otros dos de fondo hacían que el momento fuera mágico. Bien. No voy a ser yo quien se meta en sus gustos, supongo.
- La reacción de Aslaug cuando se le cae uno de los huevos. Es decir... Está preocupadísima por el pobre dragón plateado, le aterra la idea de dejar los huevos allí solos con su madre/padre (who knows) muerto/a, se los intenta llevar y, ante el hecho de que uno de ellos se le caiga, se rompa y deje ver el cuerpo aún sin formar de una de las crías, simplemente da un gritito y sigue con su camino junto al otro huevo. No sé, algo de remordimientos, culpa o tristeza por la pobre criatura habría sido algo más coherente, siendo como es el personaje, ¿no?
Hay alguno más, pero creo que estos son los más remarcables. La verdad, me he sentido un poco desilusionado según me he ido encontrando con estas cosas. He leído otros diarios tuyos y eran bastante mejores que este, para ser franco. Así que, sintiéndolo mucho...
Tu nota es un 6, porque pese a los fallos no es lo más horrible del mundo y se ha dejado leer. Mucho me temo que no puedo concederte el huevo de dragón, así que me toca denegarlo.
¿Mi consejo? Corrige el diario, porque la idea no es mala y podría ser una lectura mucho mejor que la actual. Reconstrúyelo, esmérate más en la narración, corrige los fallos y vuelve a subirlo, pero esta vez bien. Tú puedes llegar más lejos, y lo sabes tan bien como yo. No es la primera vez que te corrijo, al fin y al cabo, ¿no?
Y eso es todo. Ya lo sabes, pero te lo recuerdo: tienes derecho a una segunda corrección si no estás de acuerdo, o bien, a editar el diario para que vuelva a pasarme por aquí en otro momento, intentando mejorar tu nota. Sea lo que sea, puedes pedir ambas cosas respondiendo en este mismo tema.
Buenos días/tardes/noches.
PS: La cosa cute del moderador me la guardo para cuando volvamos a vernos en la segunda ronda.
Aish... Pequeña Aslaug. ¿Qué voy a hacer contigo? Si bien la historia no ha estado del todo mal, he encontrado algunos fallos en esta que me han enturbiado bastante, pero ya hablaremos de esto un poco más adelante. Para empezar, vamos a hacer un repaso exhaustivo a la narración que, si bien no ha sido horrible, me ha resultado bastante pobre.
El primer problema con el que me he podido encontrar han sido las repeticiones. Bien... Eres libre de hacer Ctrl + F y poner en el buscador las palabras "Kenneth", "Maeve" y "Caballo". Te será fácil encontrar zonas concretas en las que se repiten hasta la saciedad, apenas habiendo líneas entre repetición y repetición. Casi parecía que quisieras a conciencia que me aprendiera los nombres de los personajes o que recordara el hecho de que iban cabalgando. Hay muchas formas de referirse a alguien sin tener que decir su nombre, e incluso hay momentos en los que es innecesario indicarlo para saber que te estás refiriendo a esa persona en concreto, se deja ver por el simple desarrollo de la narración. En el caso de "Aslaug" es mucho más exagerado, pues desde que hace aparición su nombre aparece en casi todos los párrafos... Y en alguno más de una vez, pese a su escasa longitud.
Por otro lado, me ha dado la sensación de que la historia se estaba contando con muuucha dejadez. No sé, escasa descripción en los momentos importantes, tanto en lo que es el entorno como en las reacciones de los propios personajes. Incluso está expuesto de tal forma que parece que estés recitándolo de memoria. Casi sonaba frío y todo. La verdad, me ha chocado bastante sabiendo como sé de qué forma escribes.
Dejando de lado estos problemas... Si bien he visto alguna que otra falta por ahí, no hay grandes fallos ni zonas ilegibles, pero una buena revisión podría haber servido para solventarlos fácilmente. Supongo que un despiste lo tiene cualquiera, de todos modos. Pese a esto, sí que cabe destacar que he encontrado algún que otro error en cuanto a mezclas de tiempo. Ten cuidado con estas cosas la próxima vez.
Bueno, concluyendo con este tema, pasemos a lo que realmente importa: la historia y el desarrollo de esta.
Como ya he comentado antes, no está del todo mal. No es lo más original del mundo, pero se deja leer. ¿He visto quizá algo de inspiración en The Witcher? No importa. El caso es que hay determinados momentos que... Me fallan. La mayoría de ellos en relación a cómo se comportan los personajes. Te pondré unos cuantos ejemplos rápidos:
- La espontaneidad con la que Maeve dice que no puede tener hijos. No tiene nada que ver con lo que está sucediendo en ese momento, y no solo eso, sino que encima se lo dice a alguien a quien apenas conoce desde hace unas horas (que sí, es una niña y quiere ser madre, pero igualmente...) y de forma tan brusca que por un momento ni siquiera me lo he creído, pensando que era alguna clase de truco para intentar engañar a Aslaug y ganarse su confianza. Es... No sé, no tengo palabras.
- La forma en la que actúan tanto Maeve como Kenneth ante la inminente muerte del dragón. Vale, a Kenneth le da pena el bicho... ¿Pero no es más creíble que le preocupe el estado de su pareja y sus sentimientos más que la vida del dragón? Todo esto sin contar que el dragón muere unas pocas líneas más abajo, por lo que bien podrían haber esperado a que muriera y coger lo que necesitasen de él. Pero no, mejor me enfado, no respiro y me voy con mi caballo lejos de aquí. Okey (?).
Esta no la explico, la muestro:
A pesar de que los gemidos habían terminado hace rato, para ambos era un momento mágico y Aslaug no quería que terminase.
- Spoiler:
Así que... Los gemidos de los otros dos de fondo hacían que el momento fuera mágico. Bien. No voy a ser yo quien se meta en sus gustos, supongo.
- La reacción de Aslaug cuando se le cae uno de los huevos. Es decir... Está preocupadísima por el pobre dragón plateado, le aterra la idea de dejar los huevos allí solos con su madre/padre (who knows) muerto/a, se los intenta llevar y, ante el hecho de que uno de ellos se le caiga, se rompa y deje ver el cuerpo aún sin formar de una de las crías, simplemente da un gritito y sigue con su camino junto al otro huevo. No sé, algo de remordimientos, culpa o tristeza por la pobre criatura habría sido algo más coherente, siendo como es el personaje, ¿no?
Hay alguno más, pero creo que estos son los más remarcables. La verdad, me he sentido un poco desilusionado según me he ido encontrando con estas cosas. He leído otros diarios tuyos y eran bastante mejores que este, para ser franco. Así que, sintiéndolo mucho...
Tu nota es un 6, porque pese a los fallos no es lo más horrible del mundo y se ha dejado leer. Mucho me temo que no puedo concederte el huevo de dragón, así que me toca denegarlo.
¿Mi consejo? Corrige el diario, porque la idea no es mala y podría ser una lectura mucho mejor que la actual. Reconstrúyelo, esmérate más en la narración, corrige los fallos y vuelve a subirlo, pero esta vez bien. Tú puedes llegar más lejos, y lo sabes tan bien como yo. No es la primera vez que te corrijo, al fin y al cabo, ¿no?
Y eso es todo. Ya lo sabes, pero te lo recuerdo: tienes derecho a una segunda corrección si no estás de acuerdo, o bien, a editar el diario para que vuelva a pasarme por aquí en otro momento, intentando mejorar tu nota. Sea lo que sea, puedes pedir ambas cosas respondiendo en este mismo tema.
Buenos días/tardes/noches.
PS: La cosa cute del moderador me la guardo para cuando volvamos a vernos en la segunda ronda.
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