Once Upon a Time [Priv. Pasado][Azula & Alexandra]

"Fuck fuck fuck fuck fuck..." Nerviosa, me dediqué a mirar constantemente el reloj de la pared del camarote, preguntándome por qué razón se habrían retrasado los tripulantes durante el transporte de cargamento. Por culpa de ese pequeño detalle, era más que seguro que iba a llegar tarde a mi citación con Azula... ¡la cual llevaba organizada desde hacía una semana! Realmente esperaba que no se fuera a molestar conmigo, me sabría horrible causar una impresión tan mala de mí.

Ahora que lo pienso... Nunca he coincidido demasiado con la Princesa del Rayo. Conocía un poco por encima sus ficha técnica del CP, y había oído los rumores acerca de ella y su hermano... Pero poco más sabía acerca de la agente, y aquel misterio que la rodeaba era a la vez emocionante y aterrador. Tal vez fuera su forma de sonreír, que me recordaba tanto a la que uso yo cuando no llevo peluca, pero algo en su actitud no me terminaba de cuadrar del todo. Bueno, seguramente solo fueran paranoias mías, así que tampoco me iba a preocupar demasiado. Al fin y al cabo no siempre me puedo fiar de mis corazonadas.

Al fin, escuché el aviso que dieron en cubierta de que habíamos llegado y estábamos listos para desembarcar. Rápidamente arreglé mis ropas y me aseguré de tener la peluca ajustada, tenía que dar un buen aspecto como mínimo. En el Imperio de Reddo Teikoku tenía entendido que se valoraba la tradicionalidad, por lo que en lugar de optar por mis vestimentas "modernas", decidí como excepción encargar algo un poco más propio de la cultura, si bien por suerte o por desgracia era bastante más atrevido que de costumbre.

Aspecto:

En cuanto puse un pie en tierra, lo que vi me dejó asombrada. No solo el enorme castillo que se alzaba imponente a la vista, sino la cantidad de gente que transitaba las calles del puerto... ¿Y los guardias? Parecían estar esperándome específicamente a mí, y eso me puso nerviosa. Más aún a escuchar sus palabras:

- Señorita Alexandra, su alteza la espera en el castillo. Acompáñenos, por favor.

Vaya, desde luego no todos los días encuentras a un hombre dispuesto a tratarte de esa forma tan servicial, pero habían cosas mejores de las que preocuparse. Como el hecho de que por su tono, podía intuir que la espera no había sido especialmente corta. Suspirando, intenté dar una imagen lo mas digna posible, y sin evidente prisa pero también sin pausa, caminé junto a los hombres rumbo a palacio. Por el camino la gente que alcanzaba a mirarme, curiosa y atraida, no tardaba en hacer reverencias como si yo fuera una noble más. Quise morderme el labio, decirles que se levantaran... Pero, ¿qué derecho tenía? Ninguno, así que solo podía resignarme en mi frustración y dejarles seguir su cultura.

Poco a poco por el camino fui recuperando la compostura, relajándome cada vez más, y hasta me pude permitir sentirme irremediablemente fascinada por el estilo de los edificios y muebles, llegando en algún momento a sorprenderme a mí misma con la boca abierta de par en par. Especialmente cuando pude entrar al propio castillo en sí mismo, que gozaba de una exquisitez como no había visto nunca en ningún otro sitio. "¿Cómo puede alguien vivir con todo este lujo sin dejarse llevar por la presión o la codicia?" Pensé, asombrada.

- Por aquí, señorita. - Me indicó un guardia al darse cuenta de que me había detenido a admirar un jarrón.

Los cuatro hombres me terminaron de escoltar hasta una puerta, tras la cual asumía que se encontraría la princesa Azula. "Oh mierda..." Pensé, al darme cuenta del dilema moral en el que me encontraba. "¿Debo tratarla como una princesa, o como mi compañera de división?" No quería ser maleducada, pero... En fin, no tenía tiempo de meditar sobre ello mucho más, el incómodo silencio y la espera me estaban matando, y podía asumir que a la otra mujer todavía más. Carraspeando al no encontrar un buen lugar en la puerta deslizante donde tocar, pregunté en voz alta:

- Buenaaas... ¿Se puede? Azula-san, lamento el retraso, soy yo, Alex.

La puerta se abrió de golpe, sacándome un suspiro de sobresalto que si no hubiera controlado mejor, habría sido perfectamente un chillido. Al otro lado se encontraba la princesa, sonriente pero también evidentemente impaciente. Hubiera deseado que me tragara la tierra por la vergüenza, pero en su lugar simplemente sonreí de vuelta y... ¿recibí un abrazo?

Por si mi cara no lo había expresado con claridad, ojos abiertos como platos y labios congelados en una sonrisa incluidos, estaba tremendamente confusa. No se me antojaba que Azula fuera tan... cariñosa, a falta de un adjetivo mejor. No me molestaba su repentina confianza, más bien al contrario, pero se me hizo algo chocante en ese momento. Si no la conociera mejor, habría comprobado rápidamente que no hubiera un puñal clavado en mi espalda por mi osadía de retrasarme a aquella citación.

En cuanto me recuperé del shock, le devolví el abrazo de forma amigable, si bien también algo torpe por la confusión. Si a mi compañera le había resultado molesto, no lo indicó en lo más mínimo, y en su lugar me apremió a pasar al interior del cuarto, cerrando la puerta luego con el sirviente de antes aún respetuosamente inclinado en el pasillo. Solo entonces pude escuchar vagamente lo que supuse que serían sus pasos al alejarse y dejarnos a solas a ambas.

De nuevo, me sentí algo abrumada por la elegancia y evidente riqueza de la familia real, reflejada en todos y cada uno de los detalles infinitamente hermosos del cuarto y sus decoraciones. Tanto, que apenas me di cuenta de que Azula ya había tomado asiento y me ofreció algo de té. No me encontraba segura de que con el fuerte olor a incienso se pudiera disfrutar de un té sin perder parte del sabor, pero por educación decidí aceptar la oferta.

- Aburrido, para qué mentir. - Reconocí. - Salvo por el contratiempo que causó la ralentización del viaje, no ocurrió nada de interés ni dispuse de compañía con la que tener una agradable charla. - Dándome cuenta de que seguramente eso sería justamente lo mismo por lo que habría pasado ella durante la espera, me apresuré a añadir: - Espero poder compensar dicho retraso de alguna forma, de verdad que lo siento.

Técnicamente la culpa no había sido mía, pero no pensaba decir eso directamente. Sería como intentar excusarme de forma cobarde e irresponsable, intentando eludir las consecuencias de algo que podía haber evitado de una forma u otra. Cuando se trataba de la realeza, lo mejor era simplemente asentir si se determinaba que la responsabilidad de un error era tuya, y afrontar las consecuencias. No obstante, Azula en particular parecía interesada en otro asunto en esos momentos, por lo que no mencioné de nuevo el tema y le dí un sorbo en silencio al té mientras la princesa hablaba. Un buen té, debía reconocer, incluso para tener su sabor eclipsado por el incienso que embriagaba mi olfato.

No pude evitar sonreír amargamente ante las palabras de mi interlocutora. Me encontraba realmente feliz de que hubiera decidido abrirse a mí de aquella forma, pero incluso aquella confianza resultaba demasiado buena para ser cierta. A pesar de que deseaba con toda mi alma consolar inmediatamente a mi compañera, no podía evitar sentirme arrinconada. "Me pones en un compromiso..." Pensé, eligiendo con cuidado las palabras que iba a pronunciar:

- Azula-san, es todo un honor para mí que me tengas en tan alta estima. Me sorprende que no tengas a nadie así ya en tu vida, pero imagino que como princesa las cosas no habrán sido siempre fáciles. - Me relamí los labios, algo nerviosa. - Yo personalmente siempre te aprecié como compañera, pero debo reconocer que este paso es algo que nunca preví. Si bien me encantará poder ser considerada tu amiga, no puedo evitar pensar que tal vez mereces algo mejor, alguien mejor, más cercano a ti y que te conozca de verdad. Yo... creo que sabes que no siempre soy tan social. - Solté por fin.

El tema de mi trastorno psicológico siempre fue algo delicado y de lo que prefería evitar hablar con otras personas. Por muy acostumbrada que estuviera a ello, seguía siendo algo que en más de una ocasión me había traído problemas, especialmente a la hora de ganarme la confianza o amistad de otros compañeros de la Agencia.

- No quisiera dar ahora la imagen de "chica buena", para luego cuando me vuelva mi otra yo tratarte de forma indiferente o incluso borde. - "Es algo que sin duda ocurriría tarde o temprano considerando que compartimos División, así que una misión podría bastar para echar por tierra una relación tan estrecha." Pensé, aunque no lo dije en voz alta. - Sentiría como que te estoy traicionando...

A pesar de que no abandoné mi sonrisa en ningún momento, claramente la idea no me resultaba agradable, si mi tono y expresión facial eran indicios de algo. Pero, ¿qué otra cosa podía decir? No quería perder la confianza de Azula de una forma tan brusca, y menos teniendo en cuenta lo que me había dicho sobre ella misma. Convertirme en alguien tan cercano a ella para luego "abandonarla", aunque no fuera exactamente así, no ayudaría en nada a nadie, solo aportaría una razón para hacer creer a la princesa que realmente no encontraría nunca a nadie que la apreciase de verdad. Y eso era lo último que deseaba, realmente esperaba y quería que ella encontrase a alguien así, alguien que considerar una verdadera amiga. Simplemente no me veía a mí misma tomando ese papel, no siendo quien soy, y cómo soy.

Esperé expectante la reacción de la princesa. ¿Cómo se lo tomaría? Si consideraba que la había ofendido, tenía todo el derecho a ello, pero no podía tomar el riesgo. Lo mejor era exponer las cartas sobre la mesa desde el principio, que ella entendiera lo que me estaba pidiendo y lo que ello supondría. Sorpresa o no, seguía pareciéndome algo cruel, pero si aun así decidía darme un voto de confianza, al menos lo haría sabiendo dónde se estaba metiendo de antemano. Tendría la conciencia tranquila. Ambas la tendríamos.