Ban Midou IV
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La noche reinaba en aquella isla del Norte. El frío se hacía notar en la zona debido a los múltiples sonidos del viento mostrando su ira. Era como si todo aquel sitio estuviese desierto, salvo por un pequeño callejón de la ciudad. Podían verse siete personas y en medio de todas, un joven de cabellos castaños. El estilo de su pelo era pinchudo y parecía vestir con una chaqueta negra de tirantes, la cual mostraba sus brazos. Llevaba un pantalón del mismo tono y unos elegantes zapatos. En su mano derecha podía verse una katana plateada, mientras que en su boca había un cigarro encendido. Sus ojos azulados estaban tapados por unas gafas de Sol moradas y redondas. A su espalda llevaba otras dos fundas de espadas y seguramente más poderosas que la que actualmente estaba empuñando.
La situación era bastante tensa, pues los otros tipos lo observaban de forma bastante seria. Uno incluso se atrevió a sacar un revólver de su chaqueta, apuntando a su oponente con el gesto serio. Todos y cada uno de ellos eran enemigos del chico de la mafia de Il Bianco. Ban soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos empezó a caminar despacio hacia ellos. Algunos tiros comenzaron a escucharse en el silencio de la noche, haciendo que los gatos salvajes corriesen de un lado a otro. La situación parecía estar volviéndose un poco siniestra, pues aquellas personas de repente empezaron a gritar y lentamente los tiros fueron dejando de escucharse en las inmediaciones. Algo había pasado en aquel callejón y no parecía ser cualquier tontería, pues la cosa era bastante seria a decir verdad. El mundo de la mafia era terriblemente cruel en muchos aspectos.
Ban se hallaba intacto, con la mirada seria y la cabeza agachada. Parecía incómodo consigo mismo, pero era lo que tocaba. Sus ojos mostraban enfado y en su mejilla podía verse una pequeña gota de sangre. Sus brazos estaban repletos de ella y el color de su katana parecía rojo en lugar de plateado. Las personas que le apuntaban yacían en el suelo, asesinados a sangre fría y con cortes muy graves. Los pocos que quedaban vivos estaban muriendo desangrados e incluso algunos tenían el rostro derretido. El mafioso escupió a un lado y después de aquello miró hacia el cielo, frunciendo el ceño y mirándose en el reflejo de un pequeño charco de la zona. Se veía así mismo, pero con una diferencia notable. Era una bestia en el arte del asesinato y lentamente iba convirtiéndose en alguien mucho más peligroso. El poder de Ban crecía y nadie parecía poder detenerlo.
Eichi Tsukasa
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Pasos lentos se oían por esa solitaria calle. Todo se encontraba en penumbras, no se podía ver a ninguna alma por el lugar. La única excepción era un una figura cubierta de negro. Su rostro no era visible debido a la capucha que llevaba puesta, pero si se podía notar dos orbes que parecía como si brillasen a la luz de la luna. Estos eran de un color dorado intenso, como si de un halcón se tratase. El sujeto respondía al nombre, habitualmente, de Eichi Tsukasa, pero ahora era distinto. Luego del encuentro con Ban hace unas pocas semanas, el pelirrojo alterno consiguió hacerse con el control del cuerpo. Curiosamente, el príncipe no había intentado conseguir el control de nuevo. O le estaba dejando estirar las piernas por propia voluntad... o simplemente no podía. Ya daba lo mismo, mientras más tiempo estuviese afuera, mejor. Akashi sonrió siniestramente y miró al cielo, este se encontraba cubierto de estrellas.
– La luna es hermosa esta noche – murmuró fríamente el pelirrojo.
Akashi contempló el cielo durante algunos minutos más, y luego siguió caminando. ¿Destino? No tenía preferencias, la verdad. Simplemente se encontraba dando un paseo a la luz de la luna. Por lo que podía recordar acerca de su vida, Akashi solía dar estos paseos con Eichi cuando se encontraba vivo. El pelirrojo frunció el ceño y desvió la mirada, al tiempo que apretaba con fuerzas sus puños. Eichi aún no sabía la verdad acerca del origen de su contraparte, pero era mejor así de momento. No podría seguir haciéndose fuerte si se enteraba de todo. El ojidorado se aseguraría de que, cuando desaparezca, Eichi fuera un verdadero príncipe. Si tenía que sacrificar su vida para lograrlo, entonces que así fuese.
En eso, un ruido captó su atención. Akashi ladeó su cabeza a un lado y se acercó al origen de este para saber lo que sucedía. Al llegar, sus ojos se abrieron ligeramente al ver el espectáculo que tenía en frente. Varias personas se encontraban tiradas alrededor, y en el centro yacía una persona muy familiar. Estaba de espaldas, por lo que no podía verle bien el rostro. Akashi frunció levemente el ceño, luego sus cejas se alzaron al reconocer a la figura. Solo le había visto una vez por medio de su conexión con Eichi, y eso fue en Banaro. No prestó atención al segundo encuentro, así que no se enteró mucho de lo sucedido. Aunque suponía que la mano que tenía vendada, estuvo involucrada en eso.
Akashi adoptó una semblante neutral mientras vio como uno de los moribundos apuntaba a Midou con una pistola. Los ojos dorados del pelirrojo se volvieron fríos como el hielo y, antes que el sujeto pudiese disparar, aplastó la mano con su pie. El tipo gritó con toda su alma, pero el pelirrojo mantenía su mirada fija en el pelinegro.
– Odio a las personas que atacan a traición – Akashi se sacó la parte superior de la capucha y ladeó la cabeza hacia un lado. – ¿No lo cree así, Midou-san? – preguntó fríamente el joven príncipe. Se notaba demasiado el cambio de personalidad de Eichi a su contraparte.
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Ban se había percatado hacía un rato del capullo que continuaba despierto. El haki de observación del chico era básico, pero podía darse cuenta de aquellas cosas con facilidad. No pudo evitar mostrar una expresión algo seria cuando escuchó aquel grito. Una presencia más poderosa había aparecido y al darse la vuelta pudo ver al pelirrojo. Sin duda estaba listo para activar su habilidad de logia para evitar aquel disparo, pero le había ahorrado el trabajo. Midou se quedó mirando los cuerpos de nuevo y después de aquello se acercó despacio hacia donde estaba el chico de la cabellera rojiza. Lo había visto hacía unos días atrás y su mano lo había pagado caro por usar algo que no debía. Atacar al príncipe serpiente era desafiarle a que su oponente terminase cortado en pedazos. Él tenía aquella forma de pensar y por ello la seguía al pie de la letra.
Los azulados ojos de aquel chico se clavaron en los de la persona que tenía frente a él. Lo veía con una expresión bastante distinta a la que solía tener y por ello mostró una expresión confusa. Acaso ¿Había mejorado su poder mucho más y querría atacarle? Si era de esa forma, estaba muy confiado. El espadachín deslizó su katana por la funda hasta haberla metido en su sitio, realizando de nuevo aquel sonido metálico incómodo que solía hacer. Metió la mano en su bolsillo acariciando despacio el mechero plateado que llevaba siempre con él. Después de unos momentos se fijó en la mano del chico, la cual continuaba en un estado malo. Su culpa por haber intentado golpear al mafioso. Midou entonces soltó un pequeño suspiro y después le indicó con el dedo que esperase ahí sin moverse.
Se dirigió hacia el cuerpo de uno de aquellos tipos, el cual tenía una seria herida en el cuello y no había posibilidad de salvarlo. De todas formas, había dejado de respirar hacía unos momentos. El castaño metió la mano en su chaqueta y no tardó en sacar un sobre azulado, el cual ocultó en su propia ropa. Aquello pertenecía a Meneror y debía entregarlo cuanto antes. Lo que fuese no era asunto suyo. Entonces caminó de nuevo hasta donde estaba el hombre pollo y tranquilamente soltó una pequeña calada al aire. La verdad es que no se lo esperaba por aquella isla, era como si estuviese siguiéndole o algo por el estilo. Se llevó la mano derecha a la cabeza para rascarse un poco y después le habló con total tranquilidad.
- No esperaba verte de nuevo, Eichi ¿Cómo estás de la mano? – Dijo el mafioso mientras le observaba con calma y dispuesto a escucharlo. Al menos no iba a hacerle ese feo pues después de todo, Ban no se llevaba mal con él. Simplemente, solía ser así de arisco con casi todo el mundo.
Los azulados ojos de aquel chico se clavaron en los de la persona que tenía frente a él. Lo veía con una expresión bastante distinta a la que solía tener y por ello mostró una expresión confusa. Acaso ¿Había mejorado su poder mucho más y querría atacarle? Si era de esa forma, estaba muy confiado. El espadachín deslizó su katana por la funda hasta haberla metido en su sitio, realizando de nuevo aquel sonido metálico incómodo que solía hacer. Metió la mano en su bolsillo acariciando despacio el mechero plateado que llevaba siempre con él. Después de unos momentos se fijó en la mano del chico, la cual continuaba en un estado malo. Su culpa por haber intentado golpear al mafioso. Midou entonces soltó un pequeño suspiro y después le indicó con el dedo que esperase ahí sin moverse.
Se dirigió hacia el cuerpo de uno de aquellos tipos, el cual tenía una seria herida en el cuello y no había posibilidad de salvarlo. De todas formas, había dejado de respirar hacía unos momentos. El castaño metió la mano en su chaqueta y no tardó en sacar un sobre azulado, el cual ocultó en su propia ropa. Aquello pertenecía a Meneror y debía entregarlo cuanto antes. Lo que fuese no era asunto suyo. Entonces caminó de nuevo hasta donde estaba el hombre pollo y tranquilamente soltó una pequeña calada al aire. La verdad es que no se lo esperaba por aquella isla, era como si estuviese siguiéndole o algo por el estilo. Se llevó la mano derecha a la cabeza para rascarse un poco y después le habló con total tranquilidad.
- No esperaba verte de nuevo, Eichi ¿Cómo estás de la mano? – Dijo el mafioso mientras le observaba con calma y dispuesto a escucharlo. Al menos no iba a hacerle ese feo pues después de todo, Ban no se llevaba mal con él. Simplemente, solía ser así de arisco con casi todo el mundo.
Eichi Tsukasa
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El joven pelirrojo miraba tranquilamente como Midou guardaba su espada en la funda. Fue algo que duró solo un segundo, pero Akashi pudo ver con claridad que el hombre le echaba una mirada rápida a su mano inútil, aunque no dijo palabra alguna. Simplemente le hizo una ceña con la mano para que el príncipe no se moviera de donde estaba, a lo que éste arqueó una ceja. De todas formas, no tenía nada que hacer en este momento, por lo que le haría caso... por el momento. Observó curiosamente como el espadachín sacaba algo de entre las ropas de uno de los tipos muertos, pero al poco tiempo el joven perdió el interés. Era algo que no le incumbía, tampoco le interesaba mucho de todas formas. Akashi ladeó su cabeza hacia un lado y se cruzó de brazos mientras esperaba que el espadachín regresase. Tenía curiosidad para ver que era lo que hacía.
Akashi parpadeó al escuchar lo que dijo cuando regresó, y miró su mano vendada. Lo cierto era que el mismo no sabía como reaccionar, ya que fue Eichi quien casi termina perdiendo la mano. Aunque el capullo dejó que el se encargara de resistir el dolor. El pelirrojo ya se estaba haciendo una idea decente del porque su contraparte le cedió el control voluntaria, y eso que el pensaba que lo hizo como acto de buena fue. El príncipe de Pendrágon gruñó por lo bajo y suspiró. No había caso enfadarse con él, ya que su otro yo no estaba al tanto de lo que sucedía en la realidad. Supuso que se encontraba descansando, aunque no lo sabía del todo. Eichi no le había hablado desde que casi pierde la extremidad.
– Podré quitarme los puntos en un par de días más, pero no la podré usar en, a lo menos, una o dos semanas más – le respondió con sinceridad. Movió su mano dañada un poco y se estremeció al sentir una punzada de dolor. Por enésima vez aquella noche, el pelirrojo maldijo al estúpido de su contraparte. Akashi cerró sus orbes dorados y luego los abrió lentamente. Miró fijamente al espadachín y entrecerró sus ojos un poco. Era el Eichi quien conocía al tipo, por lo que no sabía como tratar con Midou. – Por cierto... Me temo que te has equivocado. Eichi es mi otra personalidad... pero ahora yo estoy al control. Mi nombre es Akashi. Un placer, Midou-san – saludó cordialmente el príncipe mientras se inclinaba un poco en señal de respeto.
Akashi parpadeó al escuchar lo que dijo cuando regresó, y miró su mano vendada. Lo cierto era que el mismo no sabía como reaccionar, ya que fue Eichi quien casi termina perdiendo la mano. Aunque el capullo dejó que el se encargara de resistir el dolor. El pelirrojo ya se estaba haciendo una idea decente del porque su contraparte le cedió el control voluntaria, y eso que el pensaba que lo hizo como acto de buena fue. El príncipe de Pendrágon gruñó por lo bajo y suspiró. No había caso enfadarse con él, ya que su otro yo no estaba al tanto de lo que sucedía en la realidad. Supuso que se encontraba descansando, aunque no lo sabía del todo. Eichi no le había hablado desde que casi pierde la extremidad.
– Podré quitarme los puntos en un par de días más, pero no la podré usar en, a lo menos, una o dos semanas más – le respondió con sinceridad. Movió su mano dañada un poco y se estremeció al sentir una punzada de dolor. Por enésima vez aquella noche, el pelirrojo maldijo al estúpido de su contraparte. Akashi cerró sus orbes dorados y luego los abrió lentamente. Miró fijamente al espadachín y entrecerró sus ojos un poco. Era el Eichi quien conocía al tipo, por lo que no sabía como tratar con Midou. – Por cierto... Me temo que te has equivocado. Eichi es mi otra personalidad... pero ahora yo estoy al control. Mi nombre es Akashi. Un placer, Midou-san – saludó cordialmente el príncipe mientras se inclinaba un poco en señal de respeto.
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Los ojos del mafioso se abrieron un poco más de la cuenta cuando escuchó las palabras del pelirrojo. Nunca había imaginado que fuese bipolar o algo por el estilo. Debía admitir que aquello le pilló por sorpresa, pero tampoco se extrañó. Ahora le era una situación un poco divertida, pues a lo mejor una personalidad le caía mucho mejor que la otra. Si era así, tendría que hacer aparecer con la que se sintiese menos incómodo. El chico de lava no sabía si el pollo dos punto cero tenía conocimientos sobre sus habilidades, pero decidió no decir nada de aquello. Entonces soltó otra enorme calada con su amado cigarro y después introdujo ambas manos en los bolsillos. Su objetivo estaba cumplido y no tenía nada más que hacer en aquella noche. Aunque todo había quedado muy sangriento y entonces algo se escuchó de fondo. Eran pasos que se dirigían hacia ellos.
- Lo mismo digo entonces, espero que seas más listo que el cazurro de tu otro ser. No solo le gusta tocarse pensando en mi cuerpo, además le da por atacar con las manos a los espadachines. – Dijo usando una ironía increíble.
En poco tiempo un grupo de marines aparecieron de la nada, apuntando con sus armas al mafioso. El castaño pudo darse cuenta de que el cabecilla parecía ser un hombre de dos metros de altura, rubio y de ojos verdes. No llevaba camiseta, dejando ver un cuerpo musculoso. En sus hombros llevaba una capa de teniente y aquello hizo al mafioso alzar una ceja. No sabía que ese tipo de idiotas merodease aquellas islas por la noche. Entonces fue cuando el tipo rubio frunció el ceño y alzó la voz de forma seria.
- Midou Ban, cien millones de recompensa por tu cabeza. Encima acabas de eliminar a seis civiles por lo que veo. Pon las manos en alto y ríndete, o deberé entregarte muerto a la justicia como es debido. – Mencionó aquella persona al mismo tiempo que hacía que un aura verdosa le recorriese.
El príncipe serpiente frunció el ceño un momento y después levantó las manos despacio, haciéndose la presa rendida mientras ojeaba al pelirrojo. Él tenía precio también por lo que había visto, pero aquellos tipos no le habían reconocido. El espadachín quería saber lo que pensaba hacer su pequeño luchador suicida. Entonces el mafioso lanzó una bola de magma a una velocidad enorme contra dos reclutas, tirándolos de espaldas y provocando que gritasen de dolor. Fue entonces cuando el teniente frunció el ceño y se lanzó por Ban, tratando de impactarle un puñetazo en el pecho, además, sus nudillos tomaron un tono negro. El chico supo al momento que se trataba de haki e interpuso a Cladón, su mandoble. El golpe le hizo retroceder un poco y a continuación chasqueó la lengua. Varios marines le apuntaban, peor él simplemente sonreía de lado.
- Estas son las cosas que me hacen sentirme vivo… – Dijo escupiendo lo poco que le quedaba de su cigarro y mostrando una sonrisa tétrica.
- Lo mismo digo entonces, espero que seas más listo que el cazurro de tu otro ser. No solo le gusta tocarse pensando en mi cuerpo, además le da por atacar con las manos a los espadachines. – Dijo usando una ironía increíble.
En poco tiempo un grupo de marines aparecieron de la nada, apuntando con sus armas al mafioso. El castaño pudo darse cuenta de que el cabecilla parecía ser un hombre de dos metros de altura, rubio y de ojos verdes. No llevaba camiseta, dejando ver un cuerpo musculoso. En sus hombros llevaba una capa de teniente y aquello hizo al mafioso alzar una ceja. No sabía que ese tipo de idiotas merodease aquellas islas por la noche. Entonces fue cuando el tipo rubio frunció el ceño y alzó la voz de forma seria.
- Midou Ban, cien millones de recompensa por tu cabeza. Encima acabas de eliminar a seis civiles por lo que veo. Pon las manos en alto y ríndete, o deberé entregarte muerto a la justicia como es debido. – Mencionó aquella persona al mismo tiempo que hacía que un aura verdosa le recorriese.
El príncipe serpiente frunció el ceño un momento y después levantó las manos despacio, haciéndose la presa rendida mientras ojeaba al pelirrojo. Él tenía precio también por lo que había visto, pero aquellos tipos no le habían reconocido. El espadachín quería saber lo que pensaba hacer su pequeño luchador suicida. Entonces el mafioso lanzó una bola de magma a una velocidad enorme contra dos reclutas, tirándolos de espaldas y provocando que gritasen de dolor. Fue entonces cuando el teniente frunció el ceño y se lanzó por Ban, tratando de impactarle un puñetazo en el pecho, además, sus nudillos tomaron un tono negro. El chico supo al momento que se trataba de haki e interpuso a Cladón, su mandoble. El golpe le hizo retroceder un poco y a continuación chasqueó la lengua. Varios marines le apuntaban, peor él simplemente sonreía de lado.
- Estas son las cosas que me hacen sentirme vivo… – Dijo escupiendo lo poco que le quedaba de su cigarro y mostrando una sonrisa tétrica.
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Akashi ladeó su cabeza a un lado y sonrío de forma algo maliciosa al escuchar la respuesta del espadachín. Sabía de sobra como se comportaba Eichi, eran la misma persona, al fin y al cabo. Tampoco es como si pudieran culpar al ojirojo por su conducta. Luego de todo lo que sucedió durante su infancia, era un milagro que no terminase tímido de por vida. Fue por esa razón que Akashi nació. Fue algo inconsciente que el original hizo para convertirse en una persona que no era. Lo irónico de todo esto, fue que el príncipe de Péndragon se hizo más daño a si mismo por crearle a el. Puesto que era una manifestación mental creada por la mismos rasgos del pelirrojo (por muy internos que hayan sido), Eichi nunca iba a madurar del todo hasta que el mismo desapareciera. De todas formas, la combinación ya estaba dando sus frutos y pronto el desaparecería. No se lo iba a dejar fácil a su contraparte, de todos modos. Debía demostrarle que podía valerse a si mismo y ser el gobernante que siempre debió haber sido. Era hora que saliera de las sombras de su hermano de una vez por todas.
Akashi frunció el ceño, sin embargo. Pese a la mejora que había demostrado su contraparte, aún no se encontraba listo para afrontar la guerra que sucedía en Péndragon. El hecho que casi perdiera la mano se lo demostraba. Aún era demasiado impulsivo para liderar, pero el potencial estaba. Solo quedaba que explotase, y el mismo se iba a encargar de eso en un futuro cercano. No le quedaba mucho tiempo, después de todo. Calculaba que solo restaba uno o dos años para que la fusión terminase. El resultado sería una combinación de ambos entes, cada uno equilibrándose entre ellos. Era por eso que Eici debía cambiar su mentalidad, pero que su psicología no quedara hecho un desastre luego de todo eso.
– Solo el tiempo lo dirá – pensó tranquilamente el príncipe.
En eso, su mantra, que había activado por si las moscas cuando Ban se le acercó, le avisó que unas personas se acercaban hasta su posición. Instintivamente, llevó volvió a ponerse la capucha cuando vio que se trataba de unos marines. Ahora su rostro se encontraba totalmente tapado, solo sus orbes dorados se veía. Pese a que el pelirrojo tenía poca recompensa, tenía dudas por si podían reconocerle o no. Hizo aquello para proteger su identidad. Era para prevenir más que para lamentar, después de todo.
– Menuda molestia – Akashi chasqueó su lengua y golpeó en el rostro a uno de los marines que intentó atacarle. Lo que faltaba, ahora pensaban que el pelirrojo estaba de lado del mafioso. El gobierno, en su mayoría, en verdad estaba formado por idiotas.
Akashi frunció el ceño, sin embargo. Pese a la mejora que había demostrado su contraparte, aún no se encontraba listo para afrontar la guerra que sucedía en Péndragon. El hecho que casi perdiera la mano se lo demostraba. Aún era demasiado impulsivo para liderar, pero el potencial estaba. Solo quedaba que explotase, y el mismo se iba a encargar de eso en un futuro cercano. No le quedaba mucho tiempo, después de todo. Calculaba que solo restaba uno o dos años para que la fusión terminase. El resultado sería una combinación de ambos entes, cada uno equilibrándose entre ellos. Era por eso que Eici debía cambiar su mentalidad, pero que su psicología no quedara hecho un desastre luego de todo eso.
– Solo el tiempo lo dirá – pensó tranquilamente el príncipe.
En eso, su mantra, que había activado por si las moscas cuando Ban se le acercó, le avisó que unas personas se acercaban hasta su posición. Instintivamente, llevó volvió a ponerse la capucha cuando vio que se trataba de unos marines. Ahora su rostro se encontraba totalmente tapado, solo sus orbes dorados se veía. Pese a que el pelirrojo tenía poca recompensa, tenía dudas por si podían reconocerle o no. Hizo aquello para proteger su identidad. Era para prevenir más que para lamentar, después de todo.
– Menuda molestia – Akashi chasqueó su lengua y golpeó en el rostro a uno de los marines que intentó atacarle. Lo que faltaba, ahora pensaban que el pelirrojo estaba de lado del mafioso. El gobierno, en su mayoría, en verdad estaba formado por idiotas.
Ban Midou IV
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Ban no pudo evitar quedarse algo impresionado cuando el chico impactó su puño contra uno de aquellos tipos. El mafioso también observó que se había tapado el rostro, pero acaso ¿Le estaba ayudando? No se esperó eso. Él continuó a lo suyo y se quedó mirando a aquel teniente con el ceño fruncido. El tipo gruñó lanzándose por él y echando su brazo hacia atrás, como si desease darle un enorme golpe. El espadachín ladeó la cabeza y mostró una sonrisa siniestra al mismo tiempo que desenvainaba a Azazel. Los luchadores no aprendían la lección de que era muy difícil vencer a un tipo armado usando los puños. Midou realizó dos rápidos movimientos, cortando el brazo de su oponente de forma sencilla y dejándolo tirado en el suelo. Acto seguido se quedó mirando al pelirrojo.
- Por muy bajo que sea el precio que tienes por tu cabeza, sigue siendo precio. De modo que si van a putearte dales algún motivo, no dejes que te jodan por tu cara. Quítate esa capucha y muéstrales el rostro de quién les va a joder a ellos.
Dijo en un tono calmado mientras observaba al tipo sin brazo fruncir el ceño. El rubio entonces se colocó de pie y escupió a un lado, jadeando y sintiendo que pronto iba a perder el conocimiento. Podía tener mucha más fuerza que Ban, pero había cometido la gilipollez del siglo y lo iba a pagar caro. El teniente entonces se abalanzó sobre el chico con el ceño fruncido, pero lo único que se llevó fue un corta en el pecho. Su puño impactó en Midou, tirándole al suelo y haciéndole soltar un quejido de dolor. Sin embargo, tras unos momentos, el alto cargo cayó al suelo. La pérdida de sangre había sido increíble. El resto de hombres no tardó en correr como gallinas, si es que el chico pollo había dejado alguno. El mafioso entonces ocultó su arma y soltó un suspiro mirando a Akashi.
- Soy el último de los Taketo… Y no puedo permitirme caer. Debo repoblar mi clan, aunque para ello necesitaré una moza en condiciones ¿A ti te va el rollo montaña alargada? – Le dijo con un tono serio, aunque estaba bromeando.
Esperaba que no se tomase aquello de tirarle los tejos en serio. Lo siguiente que hizo fue colocar la mano sobre el pecho del marine muerto y empezar a formar magma. El caliente líquido comenzó a derretir a su presa y a continuación formó una cortina de humo negro que se dirigió hacia el cielo de forma rápida. El castaño entonces soltó un suspiro.
- ¿Por qué me has ayudado?
- Por muy bajo que sea el precio que tienes por tu cabeza, sigue siendo precio. De modo que si van a putearte dales algún motivo, no dejes que te jodan por tu cara. Quítate esa capucha y muéstrales el rostro de quién les va a joder a ellos.
Dijo en un tono calmado mientras observaba al tipo sin brazo fruncir el ceño. El rubio entonces se colocó de pie y escupió a un lado, jadeando y sintiendo que pronto iba a perder el conocimiento. Podía tener mucha más fuerza que Ban, pero había cometido la gilipollez del siglo y lo iba a pagar caro. El teniente entonces se abalanzó sobre el chico con el ceño fruncido, pero lo único que se llevó fue un corta en el pecho. Su puño impactó en Midou, tirándole al suelo y haciéndole soltar un quejido de dolor. Sin embargo, tras unos momentos, el alto cargo cayó al suelo. La pérdida de sangre había sido increíble. El resto de hombres no tardó en correr como gallinas, si es que el chico pollo había dejado alguno. El mafioso entonces ocultó su arma y soltó un suspiro mirando a Akashi.
- Soy el último de los Taketo… Y no puedo permitirme caer. Debo repoblar mi clan, aunque para ello necesitaré una moza en condiciones ¿A ti te va el rollo montaña alargada? – Le dijo con un tono serio, aunque estaba bromeando.
Esperaba que no se tomase aquello de tirarle los tejos en serio. Lo siguiente que hizo fue colocar la mano sobre el pecho del marine muerto y empezar a formar magma. El caliente líquido comenzó a derretir a su presa y a continuación formó una cortina de humo negro que se dirigió hacia el cielo de forma rápida. El castaño entonces soltó un suspiro.
- ¿Por qué me has ayudado?
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Akashi escuchó las palabras de Midou, pero no dijo nada. Simplemente se cruzó de brazos y frunció el ceño. Si bien sus palabras tenían algún mérito, su caso era algo distinto al de él. Iba a explicárselo, pero supuso que era mejor terminar con toda la basura primera... Bueno, él lo haría. El príncipe de Péndragon simplemente sería un mero espectador de esa masacre. La primera vez que le ayudó, fue porque le habían atacado sin razón alguna. Su precio era una mierda, no alcanzaba ni para una cena lujosa. Al parecer, solamente le confundieron como un cómplice del mafioso y por eso le atacar. Él simplemente se defendió de eso y le dejó inconsciente. Si no hubiera sido por eso, dudaba si hubiera ayudado al espadachín o no. Era algo que no le concernía, después de todo.
Luego de todo eso, el chico se mantuvo calmado mientras miraba el clímax del conflicto. El teniente ya estaba en sus últimas. El haber perdido un brazo, le estaba jodiendo la vida. Por algunos instantes, el pelirrojo casi se apiado del marine. Siendo "casi" la palabra clave. Si bien nunca había perdido una extremidad, estuvo cerca con su mano. Aunque fue culpa de su contraparte, de todas formas. El seguía manteniendo su ritmo y cabeza despejada. Aprovechando que tenía la capucha puesta, el pelirrojo se despachó a otro marine que intentó atacarle. Los idiotas no aprendían, al parecer. Suspiró pesadamente y se colocó en posición de combate. Ya que estaba, supuso que podía liberar algo de tensión. Sin embargo, antes que pudiera luchar contra ellos, estos huyeron de forma despavorida.
Akashi suspiró pesadamente y se relajó, al tiempo que se descubrió el rostro una vez que se fijó que se encontraban solos nuevamente. Al escuchar las palabras de Ban, no pudo evitar ladear su cabeza a un lado en señal de confusión. Pese a que era alguien inteligente, no tenía idea de lo que quiso decir el espadachín con eso de montaña alargada. Era algo que ambas personalidades compartían: como relacionarse bien con las demás personas.
– ¿Por qué te salvé? – Akashi no dijo nada durante algunos segundos, al tiempo que pensaba en como responder. ¿La verdad o manipularla para su propio beneficio? – Digamos que no puedo imaginarte en una celda y dejémoslo así – respondió tranquilamente el pelirrojo. Técnicamente, no era una mentira. El príncipe en verdad no podía ver a alguien como Ban dentro de una cárcel. – Y lo que dijiste anteriormente... En mi caso, soy el príncipe de una nación que está tratando con el gobierno, pese a la guerra civil en la que se encuentran. No puedo darme el lujo de ganar mucha recompensa, no hasta liderar la rebelión de mi isla con éxito y me convierta en rey. – Al contrario de Eichi, el sabía muy bien como abordar ese tema. Como el príncipe que era, no dejaría que su tío se saliera con la suya. El era el heredero, solo él. A nadie más le pertenecía esa corona.
Luego de todo eso, el chico se mantuvo calmado mientras miraba el clímax del conflicto. El teniente ya estaba en sus últimas. El haber perdido un brazo, le estaba jodiendo la vida. Por algunos instantes, el pelirrojo casi se apiado del marine. Siendo "casi" la palabra clave. Si bien nunca había perdido una extremidad, estuvo cerca con su mano. Aunque fue culpa de su contraparte, de todas formas. El seguía manteniendo su ritmo y cabeza despejada. Aprovechando que tenía la capucha puesta, el pelirrojo se despachó a otro marine que intentó atacarle. Los idiotas no aprendían, al parecer. Suspiró pesadamente y se colocó en posición de combate. Ya que estaba, supuso que podía liberar algo de tensión. Sin embargo, antes que pudiera luchar contra ellos, estos huyeron de forma despavorida.
Akashi suspiró pesadamente y se relajó, al tiempo que se descubrió el rostro una vez que se fijó que se encontraban solos nuevamente. Al escuchar las palabras de Ban, no pudo evitar ladear su cabeza a un lado en señal de confusión. Pese a que era alguien inteligente, no tenía idea de lo que quiso decir el espadachín con eso de montaña alargada. Era algo que ambas personalidades compartían: como relacionarse bien con las demás personas.
– ¿Por qué te salvé? – Akashi no dijo nada durante algunos segundos, al tiempo que pensaba en como responder. ¿La verdad o manipularla para su propio beneficio? – Digamos que no puedo imaginarte en una celda y dejémoslo así – respondió tranquilamente el pelirrojo. Técnicamente, no era una mentira. El príncipe en verdad no podía ver a alguien como Ban dentro de una cárcel. – Y lo que dijiste anteriormente... En mi caso, soy el príncipe de una nación que está tratando con el gobierno, pese a la guerra civil en la que se encuentran. No puedo darme el lujo de ganar mucha recompensa, no hasta liderar la rebelión de mi isla con éxito y me convierta en rey. – Al contrario de Eichi, el sabía muy bien como abordar ese tema. Como el príncipe que era, no dejaría que su tío se saliera con la suya. El era el heredero, solo él. A nadie más le pertenecía esa corona.
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Ban notó una brisa un poco incómoda recorrerle y eso significaba que empezaba a hacer algo de frío. Aumentó un poco el poder su fruta a hizo que algunos chorros de magma bajaran por su cuerpo, sintiéndose mucho mejor. Él mismo era inmune a su elemento, pero eso no quería decir que no sintiese gusto al activar su poder. Quizás otra persona chillaría de dolor, pero él era alguien con una fruta demasiado útil. El único momento en el que maldijo su propia lava fue cuando tuvo que encender los cigarros con ella por culpa de Eichi, el cual tardaba mucho en devolverle su mechero. Entonces recordó aquellos tiempos y no pudo evitar sentir un poco de nostalgia. Era algo bastante curioso a decir verdad, pues no había pasado ni medio año, pero era lo que tocaba. Ahora su vida era distinta y todo por un gilipollas que traicionó a los suyos. Dejó de pensar en eso y desvió su mirada hacia el pelirrojo.
A lo mejor a él le jodía el frío un poco más y es que aquel sitio era algo cabroncete. Podía haber días que te dejaban asado de calor y otros que te congelaban hasta los huesos. De todas formas, ahora deberían irse de allí debido a lo pasado. Era curioso que en una sola noche hubiese despachado a seis mafiosos y a un jodido teniente. Ni él se lo creía, pero la estupidez del hombre era legendaria y eso se demostró cuando aquel estúpido le atacó a mano desnuda. El filo de Azazel fue lo suficiente potente como para cortarle, pues la calidad de la espada era magnifica. Una obra de arte mejorada por el herrero de los Taketo antes de ser asesinado por dos tiros en el pecho. Se llevó la mano derecha al pelo y se lo acarició despacio mientras soltaba un pequeño suspiro, esperando la respuesta de aquella persona que tenía frente a sus ojos. Debía admitir que en su estado actual tenía más luces e inteligencia, en el otro parecía un joven tonto y confiado. La prueba de ello era el estado de la mano del pollo. De hecho, se habría fijado seguro de que el marine de mayor rango había caído con el mismo truco que él lo hizo. Tal vez eso le serviría de lección para que dejase de hacerlo de una jodida vez.
- Dije ayudar, no salvar. Podría haberlos vencido yo solo. Eso de que no puedes verme en una celda es algo raro por tu parte. Supongo que si no deseas obtener precio no voy a obligarte, pero así infundirías más temor a esos capullos.
Nada más decir aquello se quedó mirando fijamente al pelirrojo con una expresión calmada en su rostro. No sabía qué hacer a continuación y viendo que algunos marines habían escapado, algo le decía que esos cabrones iban a volver con refuerzos. Lo siguiente que hizo el chico fue sacar un cigarro y llevárselo a la boca para después usar el mechero plateado para encenderlo. Soltó una enorme calada y debía admitir que se sintió bastante mejor. Sin duda el fumar era uno de los pocos placeres que le quedaban.
- Lo mejor será irse de aquí antes de que vengan más. En el puerto tengo el barco y además podremos estar más seguros con vías de escape. Vamos… – Dijo empezando a caminar rumbo al muelle.
A lo mejor a él le jodía el frío un poco más y es que aquel sitio era algo cabroncete. Podía haber días que te dejaban asado de calor y otros que te congelaban hasta los huesos. De todas formas, ahora deberían irse de allí debido a lo pasado. Era curioso que en una sola noche hubiese despachado a seis mafiosos y a un jodido teniente. Ni él se lo creía, pero la estupidez del hombre era legendaria y eso se demostró cuando aquel estúpido le atacó a mano desnuda. El filo de Azazel fue lo suficiente potente como para cortarle, pues la calidad de la espada era magnifica. Una obra de arte mejorada por el herrero de los Taketo antes de ser asesinado por dos tiros en el pecho. Se llevó la mano derecha al pelo y se lo acarició despacio mientras soltaba un pequeño suspiro, esperando la respuesta de aquella persona que tenía frente a sus ojos. Debía admitir que en su estado actual tenía más luces e inteligencia, en el otro parecía un joven tonto y confiado. La prueba de ello era el estado de la mano del pollo. De hecho, se habría fijado seguro de que el marine de mayor rango había caído con el mismo truco que él lo hizo. Tal vez eso le serviría de lección para que dejase de hacerlo de una jodida vez.
- Dije ayudar, no salvar. Podría haberlos vencido yo solo. Eso de que no puedes verme en una celda es algo raro por tu parte. Supongo que si no deseas obtener precio no voy a obligarte, pero así infundirías más temor a esos capullos.
Nada más decir aquello se quedó mirando fijamente al pelirrojo con una expresión calmada en su rostro. No sabía qué hacer a continuación y viendo que algunos marines habían escapado, algo le decía que esos cabrones iban a volver con refuerzos. Lo siguiente que hizo el chico fue sacar un cigarro y llevárselo a la boca para después usar el mechero plateado para encenderlo. Soltó una enorme calada y debía admitir que se sintió bastante mejor. Sin duda el fumar era uno de los pocos placeres que le quedaban.
- Lo mejor será irse de aquí antes de que vengan más. En el puerto tengo el barco y además podremos estar más seguros con vías de escape. Vamos… – Dijo empezando a caminar rumbo al muelle.
Eichi Tsukasa
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No es que fuera tan raro. Akashi ,simplemente, consideraba como un desperdicio que alguien como Midou se pudriera en prisión. El era la típica persona que podría dejar una huella, y el pelirrojo sentía curiosidad por ver hasta donde podría llegar el mafioso. Luego de rebuscar en las memorias de Eichi acerca del último encuentro, no podía negar que tenía varias preguntas ¿Dejaría que su propia oscuridad terminara por atraparlo? O... ¿Tal vez podría encontrar la luz que iluminara su oscuridad? Sea cual fuera el resultado, el príncipe de Péndragon esperaba ansiosamente el resultado. Una parte muy por dentro de él, también quería encontrar su propia respuesta. ¿Acaso la venganza era la única alternativa? ¿Eso no ocasionaría el odio siguiera expandiéndose? No... pensamientos así de inocentes no iban con él. Tenía claro cual era su objetivo, y nada podría hacerle cambiar de opinión. Acabaría con la guerra civíl de su nación, asesinaría a su tío por todo lo que había hecho y se convertiría en rey. Eso y... tenía que averiguar la conexión que tenía esa mujer con él. No podía sacarse las palabras de Tsubasa de la cabeza, pero daba igual por ahora. No se había encontrado con Sylvia nuevamente, así que no debía pensar en eso... por el momento.
– A veces odio mi vida – pensó el pelirrojo mientras suspiraba. Luego miró al pelinegro y agregó una cosa. – Puede ser, pero esos malditos aún no me dan una razón de peso para eso. Eso y... en mi estado mental actual, sería algo arriesgado de mi parte. Hasta que no consiga arreglar eso, debo mantener un perfil bajo – se explicó el príncipe.
Al escuchar la propuesta del pelinegro, Akashi se encogió de hombros y le siguió. No tenía nada que hacer, así que daba igual. Además, no podía negar que se encontraba interesado en el pelinegro. Era como un experimento que lo reflejaban un poco a él mismo. Miró unos momentos al espadachín y miró hacia un lado. Cerró sus ojos por unos momentos y suspiró. El era un príncipe, no podía sentir dudas por el mero hecho de querer preguntarle algo a alguien.
– Midou-san... ¿Me das un cigarrillo? – le preguntó el pelirrojo. Había oído que esas cosas calmaban el cuerpo y, francamente, necesitaba algo de eso. Últimamente sentía mucho estrés por el rollo de la guerra, el problema de personalidades, Tristán, Tsubasa y Sylvia.
– A veces odio mi vida – pensó el pelirrojo mientras suspiraba. Luego miró al pelinegro y agregó una cosa. – Puede ser, pero esos malditos aún no me dan una razón de peso para eso. Eso y... en mi estado mental actual, sería algo arriesgado de mi parte. Hasta que no consiga arreglar eso, debo mantener un perfil bajo – se explicó el príncipe.
Al escuchar la propuesta del pelinegro, Akashi se encogió de hombros y le siguió. No tenía nada que hacer, así que daba igual. Además, no podía negar que se encontraba interesado en el pelinegro. Era como un experimento que lo reflejaban un poco a él mismo. Miró unos momentos al espadachín y miró hacia un lado. Cerró sus ojos por unos momentos y suspiró. El era un príncipe, no podía sentir dudas por el mero hecho de querer preguntarle algo a alguien.
– Midou-san... ¿Me das un cigarrillo? – le preguntó el pelirrojo. Había oído que esas cosas calmaban el cuerpo y, francamente, necesitaba algo de eso. Últimamente sentía mucho estrés por el rollo de la guerra, el problema de personalidades, Tristán, Tsubasa y Sylvia.
Ban Midou IV
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Ban caminaba tranquilamente con aquel chico en mitad de la noche. Cualquiera que los viera diría que parecían un par de vándalos o eichíndalos, un chiste precioso. Midou soltó un suspiro mientras sus dos manos permanecían en sus bolsillos tranquilamente. Sabía que la jodida marina iba a tardar si estaban en otra isla, pero si una patrulla fuerte se hallaba por la zona, serían encontrados en muy poco tiempo y eso no hacía gracia al mafioso. El viento continuaba soplando y molestando, pero el hecho de que el mafioso estuviese usando lava en su cuerpo hacía otro efecto. Además, debido a la temperatura de aquel elemento, incluso el pelirrojo podría sentirse como el que estaba junto a una estufa. Al parecer aquella persona deseaba mantener un perfil bajo por el momento y era de entender. Parecía más un príncipe que el otro candidato, el pequeño pollo lanzado y loco.
Ban entonces escuchó la última pregunta que le había hecho aquel luchador y no pudo evitar cerrar los ojos, pues no se lo había esperado. Era la primera vez que alguien le pedía tabaco y por ello no sabía cómo reaccionar. Lo correcto era no ser avaricioso y por ello tomó el paquete, sacando uno y tendiéndoselo. Entonces Midou mostró una expresión de desconfianza impresionante y en lugar de ofrecerle el mechero, estiró un dedo hacia él y lo imbuyó en magma ardiendo. Ni de coña le volvía a dar el encendedor. A que saliese corriendo o se lo comiera… La vida le había enseñado a no prestar su mechero a los pollos y eso moriría con él.
- No quiero perder mi mechero de nuevo, de modo que siente el sabor del magma calentito. Si es la primera vez que vas a fumar, prepárate para toser, si no, nada.
En cuanto dijo aquello, el espadachín pudo ver el mar y en él su barco. Sonrió de lado con toda la calma del mundo y a continuación empezó a caminar hacia él. Miró un momento hacia atrás, observando la isla y mostrando una expresión siniestra. Midou había decidido dejarse consumir por la oscuridad, abrazarla y unirla a su corazón. Tenía planeado convertirse en la mano ejecuta de Meneror, la bestia ardiente que destruiría el mundo del gobierno. Entonces sin previo aviso se quedó mirando al pelirrojo con una sonrisa siniestra cuanto menos, incluso una especie de aura morada empezó a recorrerle. Era como si una maldad increíble se acumulase a sus espaldas. Lo siguiente que hizo fue soltar una leve carcajada, recordando los cuerpos muertos de aquellos mafiosos. Entonces estiró los brazos hacia abajo, formando dos chorros de magma que empezaron a quemar el suelo y a formar humo.
- Lee el periódico dentro de dos semanas exactamente, chico. Planeo hacer algo grande y realmente divertido. Pronto el mundo del gobierno conocerá la existencia del demonio púrpura.
Los azulados ojos del mafioso se abrieron algo más de la cuenta y lo siguiente que hizo fue relamerse despacio. Entró al barco seguido del pelirrojo y en cuanto llegaron a cubierta pudo verse aquel terrible espectáculo. Bastantes hombres trajeados yacían en el suelo con los cuellos cortados, los rostros quemados y las tripas fuera de sus cuerpos. Al menos habría unos veinte y todos parecían ser mafiosos. Entonces Ban se sentó en el filo de la borda y se quedó mirando al pelirrojo de forma calmada. A lo mejor cambiaba su forma de pensar sobre Midou, pero el chico se había vuelto muchísimo más cruel y violento desde lo pasado.
- ¿A dónde te diriges ahora, amigo? – Dijo el príncipe serpiente con un tono algo espeluznante y mostrando una mirada algo siniestra.
Ban entonces escuchó la última pregunta que le había hecho aquel luchador y no pudo evitar cerrar los ojos, pues no se lo había esperado. Era la primera vez que alguien le pedía tabaco y por ello no sabía cómo reaccionar. Lo correcto era no ser avaricioso y por ello tomó el paquete, sacando uno y tendiéndoselo. Entonces Midou mostró una expresión de desconfianza impresionante y en lugar de ofrecerle el mechero, estiró un dedo hacia él y lo imbuyó en magma ardiendo. Ni de coña le volvía a dar el encendedor. A que saliese corriendo o se lo comiera… La vida le había enseñado a no prestar su mechero a los pollos y eso moriría con él.
- No quiero perder mi mechero de nuevo, de modo que siente el sabor del magma calentito. Si es la primera vez que vas a fumar, prepárate para toser, si no, nada.
En cuanto dijo aquello, el espadachín pudo ver el mar y en él su barco. Sonrió de lado con toda la calma del mundo y a continuación empezó a caminar hacia él. Miró un momento hacia atrás, observando la isla y mostrando una expresión siniestra. Midou había decidido dejarse consumir por la oscuridad, abrazarla y unirla a su corazón. Tenía planeado convertirse en la mano ejecuta de Meneror, la bestia ardiente que destruiría el mundo del gobierno. Entonces sin previo aviso se quedó mirando al pelirrojo con una sonrisa siniestra cuanto menos, incluso una especie de aura morada empezó a recorrerle. Era como si una maldad increíble se acumulase a sus espaldas. Lo siguiente que hizo fue soltar una leve carcajada, recordando los cuerpos muertos de aquellos mafiosos. Entonces estiró los brazos hacia abajo, formando dos chorros de magma que empezaron a quemar el suelo y a formar humo.
- Lee el periódico dentro de dos semanas exactamente, chico. Planeo hacer algo grande y realmente divertido. Pronto el mundo del gobierno conocerá la existencia del demonio púrpura.
Los azulados ojos del mafioso se abrieron algo más de la cuenta y lo siguiente que hizo fue relamerse despacio. Entró al barco seguido del pelirrojo y en cuanto llegaron a cubierta pudo verse aquel terrible espectáculo. Bastantes hombres trajeados yacían en el suelo con los cuellos cortados, los rostros quemados y las tripas fuera de sus cuerpos. Al menos habría unos veinte y todos parecían ser mafiosos. Entonces Ban se sentó en el filo de la borda y se quedó mirando al pelirrojo de forma calmada. A lo mejor cambiaba su forma de pensar sobre Midou, pero el chico se había vuelto muchísimo más cruel y violento desde lo pasado.
- ¿A dónde te diriges ahora, amigo? – Dijo el príncipe serpiente con un tono algo espeluznante y mostrando una mirada algo siniestra.
Eichi Tsukasa
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Akashi contuvo la carcajada que amenazaba por salir de sus labios luego de aquel comentario del pelinegro. Había visto las memorias de Eichi y sabía exactamente porque el mafioso dijo eso. Su contraparte no le iba a entregar el mechero hasta que saliera de aquel estado depresivo, cosa que después terminó mal para el. Al parecer, el espadachín había aprendido a no prestarle más ese mechero al pelirrojo luego de eso, cosa que no le importaba, la verdad. El joven pelirrojo se encogió de hombros y aceptó el cigarrillo de Ban. Dudó por algunos segundos si llevarlo a sus labios o no, pero luego recordó que era un príncipe y se decidió por hacerlo. Desde que fue creado que no había huido a nada, ¿por qué debería hacerlo ahora, entonces? Se llevó el filtro a los labios, cerró los ojos e inhaló.
Bueno, debía darle la razón al espadachín por su comentario. Casi de forma instantánea, empezó a toser fuertemente debido al humo. Una mueca se formó en sus labios y fulminó con la mirada al cigarrillo. ¿Enserio no podría con algo tan simple como eso? No, se negaba aceptarlo. Un rey como él no se sometería ante nada, menos ante una mierda como esa. Luego del tercer intento, pudo acostumbrarse a la sensación del humo y ahora se encontraba más relajado. Al parecer era verdad que el cigarrillo podía ayudar contra el estrés, por lo que empezaría a fumar cuando se sintiera así. En eso, la mueca de antes volvió al recordar cierto detalles; el no era quien estaba al control. Oh bueno, no se podía tener todo en esta vida, pensó el pelirrojo.
–Jo, esa es una valiente declaración – comentó el pelirrojo mientras sonreía con algo de malicia e inhalaba humo de su cigarillo luego de escuchar lo que dijo el pelinegro. – Muy bien, tienes mi atención. Espero que lo que hagas sea lo suficiente caótico, últimamente las cosas han sido un poco aburridas – dijo mientras exhalaba el humo de antes. – Voy al South Blue, por cierto – se apresuró a agregar. Tenía que participar en una guerra en ese mar, por lo que le venía como anillo al dedo la propuesta del hombre.
Akashi cerró sus ojos, se terminó el cigarro y lo tiró al suelo, aplastando con su pie la colilla en el proceso. Subió tranquilamente al barco y miró de forma pensativa al espadachín. Luego de analizar lo que iba a decir durante algunos segundos, sonrío de forma algo siniestra y le habló en un tono calmado al mafioso.
– En dos o tres años más asegúrate de ver el periódico. Puede que el east blue tenga un nuevo gobernante – rió silenciosamente y se quedo mirando al espadachín, aún con aquella sonrisa siniestra en sus labios. El era la oscuridad y la contraparte de Eichi, por lo que era normal que se comportara de esa forma.
Bueno, debía darle la razón al espadachín por su comentario. Casi de forma instantánea, empezó a toser fuertemente debido al humo. Una mueca se formó en sus labios y fulminó con la mirada al cigarrillo. ¿Enserio no podría con algo tan simple como eso? No, se negaba aceptarlo. Un rey como él no se sometería ante nada, menos ante una mierda como esa. Luego del tercer intento, pudo acostumbrarse a la sensación del humo y ahora se encontraba más relajado. Al parecer era verdad que el cigarrillo podía ayudar contra el estrés, por lo que empezaría a fumar cuando se sintiera así. En eso, la mueca de antes volvió al recordar cierto detalles; el no era quien estaba al control. Oh bueno, no se podía tener todo en esta vida, pensó el pelirrojo.
–Jo, esa es una valiente declaración – comentó el pelirrojo mientras sonreía con algo de malicia e inhalaba humo de su cigarillo luego de escuchar lo que dijo el pelinegro. – Muy bien, tienes mi atención. Espero que lo que hagas sea lo suficiente caótico, últimamente las cosas han sido un poco aburridas – dijo mientras exhalaba el humo de antes. – Voy al South Blue, por cierto – se apresuró a agregar. Tenía que participar en una guerra en ese mar, por lo que le venía como anillo al dedo la propuesta del hombre.
Akashi cerró sus ojos, se terminó el cigarro y lo tiró al suelo, aplastando con su pie la colilla en el proceso. Subió tranquilamente al barco y miró de forma pensativa al espadachín. Luego de analizar lo que iba a decir durante algunos segundos, sonrío de forma algo siniestra y le habló en un tono calmado al mafioso.
– En dos o tres años más asegúrate de ver el periódico. Puede que el east blue tenga un nuevo gobernante – rió silenciosamente y se quedo mirando al espadachín, aún con aquella sonrisa siniestra en sus labios. El era la oscuridad y la contraparte de Eichi, por lo que era normal que se comportara de esa forma.
Ban Midou IV
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Lo del South Blue le vino de perlas al espadachín, pues él también iba hacia Baterilla. La cosa iba a resultar buena al fin y al cabo. Tendrían un entretenido viaje entonces. No pudo evitar reír un poco cuando el chico tosió con el humo como era normal. Sabía de sobra la reacción, pues había visto a mucha gente intentarlo a la primera y fracasar. Él volvió a aspirar humo y después terminó el suyo, tirando la colilla al puerto. No había que molestar al mar con aquello. A continuación se encaminó hacia el timón y puso el piloto automático mientras escuchaba las palabras del chico que iba con él. Iba a ser tremendamente caótico. Meneror le había dado una pista demasiado jugosa sobre la mafia que causó la muerte de toda su familia. Iba a estar un tiempo fuera y por ello mostró una expresión siniestra.
- Tan caótica hasta el punto de que una isla va a desaparecer de los mapas del mundo. Espero que mi cabeza no suba mucho por eso. – Mencionó soltando una ligera risa seria.
Entonces escuchó lo que dijo sobre el gobernante del East Blue. De modo que ese chico quería competir por el mar del Este. Parecía algo interesante, pero se aseguraría de leer dicho periódico en esos años entonces. Empezó a reír un poco y entonces sacó su katana Azazel. De un corte a una caja de madera, dejó salir unas cuantas botellas de plástico. Sabía muy bien lo que había en ellas, ron. Tomó dos y las abrió despacio. Él no solía beber, pero cuando estaba de mala leche o a punto de cometer una locura lo hacía. Le pasó una al chico e intentó alzarla para brindar con él si lo deseaba.
- Por el nuevo gobernante del East Blue y por el príncipe de los Taketo.
Dicho aquello trataría de chocar la botella con él y después empezar a beber sin control. Tomó un trago enorme y cuando por fin finalizó, mostró una sonrisa siniestra. Tiró aquel objeto a un lado y después se rascó la cabeza. La noche había sido productiva y se había llevado por delante a un teniente y todo. Sintió una satisfacción inundarle y entonces se volvió a sentar en la borda, mirando el mar de forma calmada.
- Tan caótica hasta el punto de que una isla va a desaparecer de los mapas del mundo. Espero que mi cabeza no suba mucho por eso. – Mencionó soltando una ligera risa seria.
Entonces escuchó lo que dijo sobre el gobernante del East Blue. De modo que ese chico quería competir por el mar del Este. Parecía algo interesante, pero se aseguraría de leer dicho periódico en esos años entonces. Empezó a reír un poco y entonces sacó su katana Azazel. De un corte a una caja de madera, dejó salir unas cuantas botellas de plástico. Sabía muy bien lo que había en ellas, ron. Tomó dos y las abrió despacio. Él no solía beber, pero cuando estaba de mala leche o a punto de cometer una locura lo hacía. Le pasó una al chico e intentó alzarla para brindar con él si lo deseaba.
- Por el nuevo gobernante del East Blue y por el príncipe de los Taketo.
Dicho aquello trataría de chocar la botella con él y después empezar a beber sin control. Tomó un trago enorme y cuando por fin finalizó, mostró una sonrisa siniestra. Tiró aquel objeto a un lado y después se rascó la cabeza. La noche había sido productiva y se había llevado por delante a un teniente y todo. Sintió una satisfacción inundarle y entonces se volvió a sentar en la borda, mirando el mar de forma calmada.
Eichi Tsukasa
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Akashi arqueó una ceja al escuchar las palabras del espadachín y una sonrisa divertida apareció en su rostro. ¿Desaparecer una isla entera? Sabía de sobra cuales eran las habilidades de Ban, por lo que esa declaración le extrañó un poco. Tal vez usaría su magma para prender toda la masa de tierra... a lo mejor era la explicación más probable. Si bien sabía que podía usar ese elemento, no tenía idea de cual era su rango de acción. A lo mejor podía extenderlo más allá de los encuentros anteriores y, simplemente, no lo quiso hacer con él. Si era así, entonces su límite debía ser digno de admiración... y eso significaría que aún le faltaba. Suspiró pesadamente, pero no dijo nada. Tenía dos años para separar la distancia, algo podría hacer enmendar eso. Lo primero... era deshacerse de esa mierda que tenía como fruta. Un rey como él se merecía algo mucho mejor que esa mierda. El solo hecho de usarlo, le daba un profundo asco. Debía aplaudirle a Eichi por eso; estaba tirando su orgullo a la basura para mejorar sus características físicas al usar esa mierda.
Observó tranquilamente como el pelinegro usaba su espada para abrir una caja. Ladeó su cabeza con curiosidad al ver su contenido. El solía tomar más vino que otra cosa, pero en ocasiones solía beber algo más fuerte. El pelirrojo se encogió de hombros y aceptó la botella por parte del espadachín. Acto seguido, la levantó en el aire y chocó la botella con la de Ban al escuchar sus palabras. Una sonrisa algo retorcida se formó en su rostro y empezó a beber del recipiente, aunque de forma más diga que el mafioso.
– La noche es hermosa – pensó algo distraído mientras veía el oscuro cielo.
Ya estaba dicho, y Eichi no podría retractarse ahora. Luego de esa guerra que ocurra en el sur, deberán volver a Péndragon para reclamar su trono y deshacerse de su tío. ¿Iba a matarlo? No, no lo haría. Por mucho que odiase a la mayoría de su familia, seguían siendo su propia sangre. Además, se rehusaba a rebajarse al mismo nivel que su padre. No los iba a matar, pero si los encerraría para toda la vida dentro de la cárcel debido a la traición cometida. Luego ya se encargaría de arreglar toda la isla, además... aún estaba el tema de "esa" persona. Esa rubia que acompañaba a Tsubasa era inusual y tenía un potencial enorme. No solo eso, sino que algo de ella se le hacía familiar.
– Bueno, ya sabré con el tiempo – Akashi se encogió de hombros y siguió bebiendo de su botella. Sería un largo viaje hacia el sur.
Observó tranquilamente como el pelinegro usaba su espada para abrir una caja. Ladeó su cabeza con curiosidad al ver su contenido. El solía tomar más vino que otra cosa, pero en ocasiones solía beber algo más fuerte. El pelirrojo se encogió de hombros y aceptó la botella por parte del espadachín. Acto seguido, la levantó en el aire y chocó la botella con la de Ban al escuchar sus palabras. Una sonrisa algo retorcida se formó en su rostro y empezó a beber del recipiente, aunque de forma más diga que el mafioso.
– La noche es hermosa – pensó algo distraído mientras veía el oscuro cielo.
Ya estaba dicho, y Eichi no podría retractarse ahora. Luego de esa guerra que ocurra en el sur, deberán volver a Péndragon para reclamar su trono y deshacerse de su tío. ¿Iba a matarlo? No, no lo haría. Por mucho que odiase a la mayoría de su familia, seguían siendo su propia sangre. Además, se rehusaba a rebajarse al mismo nivel que su padre. No los iba a matar, pero si los encerraría para toda la vida dentro de la cárcel debido a la traición cometida. Luego ya se encargaría de arreglar toda la isla, además... aún estaba el tema de "esa" persona. Esa rubia que acompañaba a Tsubasa era inusual y tenía un potencial enorme. No solo eso, sino que algo de ella se le hacía familiar.
– Bueno, ya sabré con el tiempo – Akashi se encogió de hombros y siguió bebiendo de su botella. Sería un largo viaje hacia el sur.
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