Alex Thawne
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fuerza
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Capítulo 1: Son of the sea
La luz de la luna llena iluminaba la nieve que poblaba el suelo en las afueras de la aldea de Aluki. El camino, el único lugar donde la nieve había sido retirada, mostraba una tierra poco transitada. El camino llevaba hasta la playa, donde había un pequeño puerto vigilado por los guardias de Aluki. Por lo general las noches eran tranquilas, sin embargo aquella luna era una excepción.
Dos guardias armados con lanzas caminaban a toda prisa por la senda. Los acompañaba un tercer guardia que cargaba en brazos a una mujer. Los guardias llevaban puestas armaduras ligeras con abrigos azules con pelo de lobo blanco por encima y sus yelmos se asemejaban a la cabeza de un lobo. La mujer iba vestida con un enorme anorak azul, con el mismo pelo blanco que lucían las armaduras de los guardias en las mangas y la capucha. La mujer tenía una mano puesta sobre su vientre hinchado y respiraba con dificultad. Estaba pariendo.
- ¡Abrid las puertas! -gritó uno de los guardias cuando llegaron a Aluki.
La aldea, si es que se la podía seguir llamando así después de tantos años de fortificación, estaba rodeada por un muro que cerraba su círculo al final del camino en un enorme portón con torres de vigilancia a los lados. Un guardia, llamado por el grito del primero, se asomó por una de estas. Todo se puso en movimiento muy deprisa. Varios guardias se movilizaron y abrieron las puertas. Por fin pudieron entrar, siendo la puerta cerrada tras ellos enseguida. Varios guardias se acercaron a ellos, acompañándolos hasta el cuartel de la guardia que había cerca del portón.
- ¿Qué ocurre?
- Es Luava… está de parto.
- Pero… Aún no es…
- ¡Exacto! ¡Hay que darse prisa! ¡Traed todo lo necesario!
El guardia dejó a Luava en una de las camas del cuartel y la colocó en posición. Pronto casi todos los que estaban de guardia nocturna estaban movilizándose de un lado a otro, trayendo hasta la mujer un recipiente con agua caliente y un pañuelo húmedo. A enormes zancadas entró en la habitación un guardia con el yelmo sujeto bajo su brazo. Tenía el pelo castaño, rapado por los lados y la parte trasera, con la parte superior recogida en un moño sobre la coronilla.
- ¿Que demonios…? ¡Luava!
- ¡Capitán Nanuq!
El capitán se arrodilló junto a Luava, dejando en el suelo su yelmo. La mujer le dio la mano con fuerza, pero si hizo daño al soldado este no lo mostró.
- Tres meses antes de lo previsto… Maldita sea, el padre no era humano. Deberíamos haber estado preparados para algo así. ¡Traed las raíces!
Los gritos de la mujer resonaban por el cuartel, cargados de dolor y quejidos. Uno de los guardias llegó a la habitación corriendo, llevando un bol de madera con un extraño líquido espeso de color marrón. Nanuq cogió el bol y, con cuidado, lo vertió en el interior de la boca de la mujer.
- Está empezando -anunció el médico.
Nanuq siempre estaría agradecido de aquel día en que la issumatark, la jefa de la aldea, decidiese llenar el plantel de la guardia de algo más que soldados que solo sabían luchar. El parto duró horas. Si bien las raíces habían conseguido calmar el dolor de Luava, sus gritos y quejidos persistían. Nanuq se mantenía a su lado, intentando calmarla. Eran las nueve de la noche cuando la mujer llegó, pero no fue hasta las cuatro de la madrugada que el llanto de un nuevo ser vivo recién llegado al mundo empezó a sonar.
Los gritos de Luava cesaron, siendo convertidos en profundas inspiraciones y largos suspiros. Nanuq sintió como la presión que apretaba su mano se aflojaba. El capitán se sintió liberado y aliviado por cómo había salido todo. El médico, tras haber limpiado al recién nacido y haberlo separado del todo del interior de su madre, se lo acercó a esta cubierto en una gruesa manta azul. La madre, llorosa, cogió al niño en brazos.
- Hola… Alexander Thawne… -susurró.
Nanuq observó a Luava un segundo, desconcertado.
- ¿Alexander? Que nombre más… extraño. No creo que pegue con el resto de la tribu…
- Es lo que quería Gulliver, Nanuq… Ponerle el nombre de su abuelo…
Nanuq suspiró. Gulliver Thawne, el capitán pirata que, escondiéndose de la marina y el gobierno mundial, hizo de la isla de Aluki su hogar durante varios meses, en los cuales no pudo evitar enamorarse de una habitante de la aldea. Luava no tendría más de diecinueve años. Era una joven ambiciosa, de cabellos castaños y largos, de piel morena como el resto de habitantes.
Si bien el muchacho, Alexander, parecía humano… Tenía claramente rasgos heredados de la mayor peculiaridad de su padre. Su piel era morena como los del resto de la tribu y su madre, sin embargo su tono era más rojizo que el de sus congéneres. Si bien Nanuq no había asistido muchos partos, sabía que Alexander era ligeramente más grande de lo que debía ser un niño recién nacido. Sin embargo, lo que más llamaba la atención sobre el muchacho, era lo que lucía en su cuello.
A cada lado de su cuello lucían tres delgadas líneas paralelas. Nanuq tuvo que asegurarse, pero era lo que se temía. Las líneas eran aberturas en su piel, tal como ellos solían tener. Sí… aquel niño era como su padre. Un gyojin.
La delicada voz de Luava entonaba una suave nana tradicional de Aluki. El niño, escuchando la tranquilizadora voz de su madre, calmaba su llanto.
- Serás un gran hombre… Saldrás a la mar, tendrás aventuras, amigos… Y te convertirás en uno de los mayores hombres libres… uno de los mejores piratas que ha puesto pie en el mar… Las aguas del futuro son tuyas, Alex Thawne… Como las de ahora son de tu padre.
Capítulo 2: Gulliver Thawne, the Great Pirate
El chico sentía el agua a su alrededor. Siempre se había sentido más cómodo bajo las mareas que en tierra, con sus compañeros de la guardia. Su cuerpo se movía veloz y ágil por el agua, buceando como si de un pez se tratase. Miró hacia arriba, viendo como la luz del sol penetraba por la superficie acuática y entraba en el mar, dando luz a sus aventuras. Lo mejor de todo es que no necesitaba subir, pues podía respirar bajo el agua como un pez más. Alex siempre tuvo claro, desde el momento número uno, que su lugar era el mar. Y que tarde o temprano se embarcaría en una de las mayores aventuras jamás escritas.
Alex volvió a centrar su atención en el coral y las algas del arrecife. Los peces que la habitaban nadaban entre ellas, algunos acercándose al chico atraídos por su presencia. El chico empezó a nadar hasta la superficie, sacando por fin la cabeza del agua. En el momento en que lo hizo pudo escuchar los gritos de Nanuq.
- ¡Alex!
Miró hacia la playa. Estaba muy lejos. Como siempre, el chico se había alejado más de lo previsto mientras nadaba. Volvió a sumergirse y, nadando todo lo rápido que pudo, llegó de nuevo a la playa, saliendo de esta chorreando. Llevaba tan solo los pantalones que solían ir debajo de la coraza que servía de armadura para los miembros de la guardia. Alex se acercó hasta sus ropas, que las había dejado amontonadas cerca de la playa, mientras Nanuq se acercaba hasta él.
- Nunca te entenderé. El agua está helada.
- No para mí -dijo encogiéndose de hombros.
- Sí sí, ya lo sé… Vamos, vístete. Mañana llegará el invitado y debemos ensayar los modales.
Alex asintió. Intentó sacudirse de encima todo el agua que pudo y, con cuidado, empezó a vestirse. Llevaba puestas las ropas ligeras propias de los espadachines de la guardia, los miembros de la división de combate cercano. Llevaba puesto un abrigo azul oscuro con pelo de lobo ártico en los hombros y mangas, con broches que sugerían símbolos que representaban a Aluki. Sobre su espalda llevaba una capa gruesa con una capucha con forma de cabeza de lobo. Además, sujeta con correas de cuero, llevaba una espada cuyo mango asomaba por su hombro derecho. Como toque final a su preparación, sacó del bolsillo una cinta negra. Con ambas manos se cogió el largo pelo y lo recogió en una coleta en la coronilla. Como era un peinado tradicional en la isla, tenía los laterales y la parte trasera de la cabeza afeitados, quedando la parte superior con pelo largo que sujetaba tras la nuca.
El chico llevaba entrenándose para formar parte de la guardia de Aluki desde que tenía recuerdo, durante casi toda la totalidad de los diecinueve años de su vida. Vivía y crecía en los cuarteles. Nanuq era como su padre y el resto de guardias como sus tíos y hermanos. No tenía más familia. Según el propio Nanuq, el parto fue demasiado complicado para su madre y murió poco después, cayendo enferma de forma precipitada y sin que nadie lo supiese hasta el último momento.
- No quería que el último recuerdo que tuviese Alex de mí… fuese alguien triste y débil… -fueron sus últimas palabras según Nanuq.
Aunque Alex no conseguía recordar absolutamente nada sobre ella, lo cual le apenaba. Sin embargo, cuando el chico preguntaba al capitán sobre su padre, poco podía sacar de él. No porque no quisiera contárselo, sino porque poco sabía. Por lo visto su madre llevó aquel fugaz romance como un secreto la mayor parte del tiempo, evitando contar demasiadas cosas. Tan sólo sabía dos cosas sobre su padre. Que era un capitán pirata y que, al igual que él, no era humano.
- Vamos, recita -dijo Nanuq en el camino de regreso a Aluki.
- ¿En serio? Ya te lo sabes…
- Pero debo asegurarme de que tú lo sepas, Alex. Recita.
Alex suspiró mientras caminaba.
- Mi espada es el trueno y mi lanza el rayo. Mi fuerza es la tormenta y mi inteligencia la lluvia. Todo lo que soy y todo lo que hago es, y siempre será, para proteger a la princesa Yue. Soy un miembro de la guardia, el lobo que se mueve en manada, la espada blanca oculta entre la nieve.
Nanuq asintió orgulloso. Era un hombre ligeramente estricto en lo que entrenamiento se refería. Cada día los miembros de la guardia debían recitar al menos una vez el juramento. Su cometido era, y siempre iba a ser, proteger a la princesa Yue de cualquier mal. Alex sonrió por lo bajo. Si bien la princesa no solía salir del castillo, cada vez que al chico le tocaba la guardia en el interior de este, ella hacía pequeñas escapadas de sus deberes para verse con él. Tenían la misma edad y, desde que Alex tenía uso de razón, habían sido siempre amigos.
Conforme empezaban a acercarse a la aldea la nieve era cada vez más abundante en el suelo, habiendo sido apartada del camino para poder pasar sin problema. Alex entró en el cuartel detrás de Nanuq, aunque este se despidió de él y se dirigió a otro lado. El chico aún debía prepararse para el ensayo. Se dirigió a la habitación de armas y se acercó a su propio armario, abriéndolo con la llave que portaba colgando del cuello. En su interior una larga lanza descansaba apoyada contra la pared del fondo del armario. Justo donde empezaba la hoja llevaba colgada una borla de pelo blanco y azul claro, similar a la paleta de colores que tenían los uniformes. El chico cogió la lanza y después un yelmo con aspecto de lobo que descansaba en el fondo. Se puso el yelmo en la cabeza y, tras ello, se colocó la capucha de lobo sobre esta.
Salió de la habitación de armas a toda prisa, para ver como el resto de soldados, ya ataviados como él, parecían moverse hacia su mismo destino. Salió junto a todos ellos, los cuales se detuvieron justo enfrente del cuartel, quedando firmes y lanza en mano en una formación militar mientras que Nanuq estaba de pie frente a ellos. Detrás de Nanuq se encontraba levantado un pequeño asentamiento. Cuatro pequeños pilares de madera aguantaban una tela, formando una especie de tienda de campaña completamente abierta. En su interior, sentada de piernas cruzadas, estaba la princesa Yue.
Llevaba un largo vestido blanco, grueso como abrigo y con capucha. Su pelo era blanco como la nieve, recogido en una coleta alta y trenzas a los lados. A cada lado del asentamiento había un guardia fuertemente armado, dispuesto a proteger a la princesa. La chica, de piel morena y ojos azules, pareció escudriñar entre los soldados hasta ver a Alex. Sonrió y alzó una mano cubierta por un grueso guante azul. El chico le devolvió la sonrisa, pero enseguida volvió a ponerse firme, al ver que Nanuq empezaba a hablar.
- Como sabéis… mañana tenemos una visita muy especial. Un Dragón Celestial nos hará una visita desde Mariejoa. Por lo visto, ha recibido cierta curiosidad por los rumores sobre la belleza de la Princesa Yue y el por qué la llaman La Princesa Luna. Muchos ya conocéis mi opinión sobre estos… Tenryuubitos. No comparto su visión y… lo cierto es que sus costumbres me repugnan. Pero Aluki debe seguir siendo pacífica y mantener lazos protectores con el Gobierno Mundial, así que… Cuando llegue mañana nadie le mirará a la cara. Seréis soldados y miraréis al frente, haréis vuestro cometido vigilando en vuestro puesto hasta que haya visto a la princesa y se haya marchado. ¿Entendido?
La formación de soldados estalló en un sonoro “¡Entendido, capitán!” que hizo que la pobre muchacha peliblanca se sobresaltase, para después reprimir una carcajada por su pequeño susto.
Las próximas dos horas pasaron con Nanuq dando pequeños recordatorios sobre postura y haciendo preguntas para probar que los soldados estaban preparados para el acontecimiento de mañana. Cuando hubieron terminado, se formó una fila frente a la princesa. Cada soldado que pasaba delante de ella se arrodillaba apoyado en su lanza e inclinaba la cabeza, para después marcharse. Cuando Alex lo hizo no pudo evitar dedicarle a su amiga una sonrisa de oreja a oreja, lo cual hizo que Nanuq suspirara y se llevase la mano a la cara en signo de desesperación.
- ¡¡KAHAHAHA!!
Aquella extraña risa hizo que, cualquier ruido que pudiese haber entre los soldados, se disipara por completo. Todo el mundo miró directo hacia la entrada de la aldea. Los soldados que protegían a la princesas se colocaron delante de la pequeña tienda y blandieron sus lanzas hacia el extraño. Alex lo miró también.
Aquel hombre, si es que se le podía llamar así, medía casi el triple que cualquier ser humano que hubiese en aquella isla, incluso Alex que era bastante alto para su edad. Sus hombros eran anchos y su cuerpo daba a entender que escondía una fuerte musculatura debajo de aquel grueso abrigo negro. Su piel era roja, su pelo negro, largo y rizado. En cuanto Alex vio su cuello y su dentadura supo de qué se trataba. Aunque nunca había visto uno en su vida, tenía algo que él también y era imposible de pasar por alto. Agallas. Aquel ser era un tritón.
- Has vuelto… -dijo Nanuq, indicando con un gesto a los soldados que todo estaba en orden y que debían bajar las armas.
Solo entonces Alex se fijó en que aquel tritón no estaba solo. No era ni de lejos tan alto como el tritón, y tenía aspecto humano a diferencia de este. Era un hombre delgado y de piel oscura, con el pelo corto y la cabeza casi afeitada por completo, a excepción de la parte superior. Llevaba un parche cubriendo su ojo izquierdo. Vestía con una camiseta normal de color morado y, sobre esta, una enorme chaqueta negra con hombreras y cuello alto.
- Pues claro. Tengo derecho a conocer a mi hijo, ¿no? -contestó el tritón, con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando sus colmillos.
- Por supuesto… Pero, ¿Por qué has decidido tardar diecinueve años?
Alex, poco a poco, fue atando cabos. Sus ojos se abrieron como platos. Lentamente se puso de pie, apartando la mirada de su amiga. Empezó a caminar hacia el tritón, sin embargo fue parado. Miró hacia atrás para ver a Yue agarrándole la muñeca.
- Alex… No… Podría ser…
Alex miró de nuevo al tritón. Se mantuvo firme junto a Yue, la cual se había puesto de pie. No apartó la mirada del gyojin, el cual seguía observando a Nanuq sin cesar, esperando a que este le indique cual de todos era su hijo. La princesa se colocó delante de Alex y alzó la voz.
- No sé quién sois, pero este es mi reino. Soy la Princesa Yue, Hija de la Luna y heredera de Aluki.
El tritón desvió su mirada a la princesa. Dio un paso adelante, lo que provocó que absolutamente todos los soldados del lugar, excepto Alex, dirigieran las puntas de sus lanzas hacia él. El gyojin se detuvo y después miró a su compañero.
- Tú eres el diplomático, Allan.
El hombre de tez oscura suspiró. Se colocó delante del tritón y, con una voz alta y clara, se dirigió a la princesa.
- Alteza… Mi nombre es Allan Smithee, soy el oficial de cubierta del Sea Dragon. Este hombre, el cual carece de modales y me disculpo por ello, es el capitán de los Piratas Dragón, Gulliver Thawne.
- ¡¡KAHAHAHA!!
Los murmullos empezaron a invadir la multitud. Alex soltó su lanza y esta cayó al suelo, provocando un ruido metálico. No había duda alguna ya. La princesa miró a su amigo con una mano en el pecho y rostro de preocupación por él. El chico, entonces, se colocó delante de la princesa. Se quitó la capucha de lobo y después el yelmo, tirándolo al suelo. El pirata de tez oscura lo miró y, al verle el cuello, pareció atar cabos enseguida. Se hizo a un lado y el tritón se acercó a Alex.
- P… ¿Padre? -dijo Alex, con un hilo de voz.
- ¡Increíble! -gritó de golpe Gulliver -¡Otro hijo!
- Espera, ¿Otro? -preguntó Nanuq, dando un paso al frente, pero Gulliver lo ignoró.
- ¡Genial! ¡Ven, te enseñaré mi barco!
El tritón estiró un brazo hacia delante con el propósito de coger la, desde su punto de vista, pequeña muñeca del muchacho. Sin embargo, con la velocidad del rayo, Nanuq se había plantado justo delante del chico y había clavado su propia lanza en el suelo, dirigiendo al tritón una mirada desafiante. Gulliver apartó la mano y miró a Nanuq.
- Luava no fue la única, entonces…-pronunció casi en un susurro.
- No… Pero sí que fue muy importante para mí, Nanuq.
- Te creería si hubieses estado aquí para verla morir… o para cuidar a tu hijo.
El tritón abrió la boca para contestar, pero no pareció encontrar palabra. Agachó la cabeza en silencio y miró a su subcapitán. El hombre simplemente suspiró. Sabía que el soldado tenía razón. Nanuq se dio la vuelta y miró a Alex, poniendo una mano en su hombro.
- Alex… Si quieres hablar con tu padre no te lo voy a impedir. Es tu decisión.
El muchacho asintió. Miró una vez más a Yue, la cual asintió también. El chico, nervioso, miró al enorme tritón que era su padre. Gulliver le devolvió la mirada con una sonrisa y, dándose la vuelta, le indicó con un gesto que lo siguiera. El chico cogió de nuevo su lanza y emprendió la marcha. No tardaron en encontrarse fuera de la aldea, de camino a puerto. El enorme triton iba un par de pasos por delante, mientras que Alex caminaba detrás, junto a Allan.
- Nanuq tenía razón, Alex -le dijo el pirata-. Tu padre es… bueno… Es difícil de explicar. No está hecho para ser padre, pero puedo asegurarte que es uno de los mejores hombres que jamás se ha echado a la mar. ¿Te han contado lo que son los piratas, no?
El muchacho asintió. Estaba nervioso y confuso al mismo tiempo. Todo aquello estaba pasando demasiado rápido y empezaba a cuestionarse si estaba soñando.
- Nanuq me ha contado lo que pensaba mamá sobre los piratas. Algunos buenos, otros malos… pero que todos compartían una misma cualidad. Hombres libres, que rompían sus propias cadenas.
Allan sonrió, rascándose la nariz.
- Acertado. Tu padre fue quien rompió mis cadenas. Fue cuando empezamos nuestra aventura como piratas… Tu padre y yo estuvimos a punto de ser esclavos. Yo estaba en un barco de vendedores, encadenado en la bodega. Atacaron mi barco durante uno de mis viajes y me robaron como si de mercancía se tratase. Y de golpe se abre la puerta… y meten dentro a ese hombre. Lo primero que me pregunté es cómo demonios habían conseguido reducir a alguien de ese tamaño. Se lo preguntó a tu padre y su respuesta fue: “Necesitaba un barco en el que poder dormir y viajar a la siguiente isla” con una sonrisa de oreja a oreja. No pude evitar sino reírme en aquella situación, justo cuando había perdido la esperanza de volver a reír en mi vida. Y… así fue. Nada más llegar a aquella isla, tu padre se las arregló para alborotar a todos los mercantes de esclavos. Controlaba el agua con sus manos, la usaba como si fuese un arma. Las esposas eran inútiles en él. Uno a uno todos cayeron y… tu padre nos liberó a todos. Algunos se fueron a sus casas, con sus familias… otros decidimos acompañar a este hombre en su aventura.
Alex agachó la cabeza. Su padre… un pirata. Durante muchísimo tiempo, por todo lo que Nanuq le había contado sobre su madre y su punto de vista de la piratería, había querido ser uno de ellos. Un hombre libre que saliese al mar con el único propósito de vivir aventuras con una familia. Sin embargo… su padre le estaba enseñando un lado de la piratería que no conocía. Eran hombres que no se apegaban a las cadenas, pero… No todas las cadenas son malas. El hombre que tenía delante había dejado a su madre atrás mientras moría y había tardado diecinueve años en volver para ver a su hijo. ¿Por qué?
Abrió la boca para formular aquella pregunta a Allan, sin embargo un grito femenino lo detuvo.
- ¡¡CAPITÁAAAAAAN!!
Justo en el puerto donde hará unas horas Alex se estaba bañando, descansaba ahora un barco bastante pequeño, cuyos mástiles se alzaban orgullosos, aunque no había bandera que ondeara al viento. La chica que había gritado estaba sentada al borde del castillo de cubierta, junto a otra muchacha. La gritona saltó y cayó al suelo de pie. Tenía la piel pálida e iba vestida de rojo, con una larga cabellera negra cuyo flequillo abierto le daba a su cara la forma de un corazón. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de su aspecto era que su mano izquierda era de un metal broncíneo con un cristal verde a la altura de la muñeca. Era una cyborg. Por su parte, la chica que aún estaba sentada en el barco tenía el pelo corto y castaño, la piel morena y, a diferencia de su compañera, tenía un cuerpo más atlético y trabajado. Vestía con una camiseta de tirantes verde y unos pantalones algo raídos. No parecía que estuviese cuidando mucho su aspecto.
La morena corrió hasta su capitán y lo abrazó, a la altura de la cintura, para después soltarse y mirar a Alex con una sonrisa. Si bien la chica parecía entusiasta, sus actos no la sacaban de tener una imagen elegante. Tendió su mano no-cyborg al chico.
- Hola, me llamo Asami.
- Alex -contestó dándole la mano.
Aquella bienvenida le hizo sonreír. La otra chica los miraba desde lo alto y no parecía querer bajar.
- ¿¡Va todo bien, Theo!? -gritó el tritón.
- ¡Hasta qué has venido, sí! -respondió la castaña desde lo alto.
Alex pudo notar como las mejillas de Asami se tornaban ligeramente más rojas ante el comentario de la chica. El chico miró entonces el barco. Desde el momento en que le puso ojos encima algo le escamaba.
- ¿Esto es el Sea Dragon? -preguntó, con una mano en la barbilla.
- No -contestó Asami, con un tono orgulloso en su voz-. Llevo trabajando en esta preciosidad desde hace unas semanas, aunque hará unos días tuvimos que parar los últimos detalles para traerlo hasta aquí. ¿Te gusta?
- ¿Dónde está el Sea Dragon? -preguntó el chico, acercándose al barco y posando un pie sobre la pasarela para subir.
Asami pasó corriendo por su izquierda, seguida por Allan y Gulliver, que subieron al barco.
- El Sea Dragon está al otro lado de la isla -dijo Gulliver, mientras Alex terminaba de subir al barco-. Sabemos que mañana estarán aquí los de la Marina, así que no podemos dejarlo a la vista. Sin embargo no hay problema con dejar este aquí, creo yo. ¿Te gusta o no?
El chico miró a su alrededor. Quedaban un par de hombres tratando el castillo del barco con unas lijadoras, puliendo los últimos detalles. La chica castaña, Theo, se colocó junto a su padre y se cruzó de brazos, con una sonrisa en el rostro.
- Sí… -la boca del chico empezó a ensancharse en una amplia sonrisa-. Es genial.
- ¿Podéis… dejarnos a solas? -dijo el tritón a sus tripulantes.
Asami asintió y, rodeando a Theo con un brazo, se la llevó hasta el interior del barco. Allan hizo un gesto con la mano a su capitán y se dirigió hacia la zona del timón. Gulliver miró a su hijo y después se llevó la mano a la cabeza. Se sentó en el suelo, quedando casi a la altura de su hijo.
- Escucha… Cuando me fui… Luava… quiero decir, tu madre… Estaba embarazada. Tu madre sabía que la vida del pirata no… no puede tener cadenas que lo aten… Ella lo entendió cuando me fui… Pero no podía irme sin más… Le pedí un pequeño favor a Nanuq antes de irme…
- ¿Un favor? - el chico escuchaba con atención al tritón.
- Sí. Le pedí que me mantuviese informado por carta sobre la condición de Luava y la… tuya. No estaba obligado a hacerlo, de hecho no le hacía gracia la idea… pero lo hizo, por Luava. Eran como hermanos… Cuando recibí la carta que me notificó de tu nacimiento y su… muerte… me abordó la tristeza… y luego… el miedo. Desde entonces fui posponiendo el momento de verte, aunque Nanuq me insistía en sus cartas que debía ir… Tenía miedo de decepcionarte. Sobre todo por las cosas que Nanuq me contaba de ti. Decía que avanzabas genial en tus entrenamientos, que eras uno de los soldados de la guardia con mejor potencial… Pero también me decía que querías ser un pirata.
Alex se sentó en el suelo, mirando a su padre, con la lanza posada sobre sus piernas. El tritón miró al suelo, suspirando. El chico podía notar en su voz que se estaba esforzando demasiado en abrirse de aquel modo. Si su padre era como él, era un hombre testarudo.
- Tenía miedo de romper tus aspiraciones. De que relacionaras la piratería con la cobardía de la que hice gala al… marcharme. Estaba increíblemente orgulloso de ti, no te lo puedes ni imaginar. El mísero hecho de pensar que podrías dejar de ver a los piratas con esos ojos… me rompía el alma en mil pedazos.
- ¿Por qué ahora? -preguntó Alex por fin.
El tritón lo miró, algo sorprendido por su pregunta.
- Theo… La conocí hace poco. Ella me convenció.
- ¿No es de tu tripulación?
- No, está aquí de forma temporal. Es… una invitada especial, como tú. Ella me convenció de que no podía seguir huyendo de una posibilidad remota. Así que por eso me decidí a venir aquí, no sin antes pedir que te construyan un regalo, claro.
- ¿Regalo?
La tristeza del tritón pareció desvanecerse cuando sonrió. Se levantó y dio una vuelta sobre si mismo.
- ¡Este es tu regalo! ¡El Leviatán! ¡KAHAHAHA!
El chico se levantó, con la boca abierta de la sorpresa. Aquel barco, que habían empezado a construir hace poco… era para él. El Leviatán. El chico se acercó hasta el mástil y posó una mano en la madera de este, sintiendo su suave tacto acabado y lijado, totalmente liso.
- No… -susurró.
- ¿Qué? -preguntó el capitán pirata, algo confuso.
- No… Los piratas no dan regalos…
- No… Pero los padres sí, Alex…
El chico miró a su padre desafiante y alzó su lanza hacia él. La punta de la lanza miraba al rostro impasible del capitán, el cual miraba a su hijo, confuso. Alex sonrió sin dejar de mirar a su padre de modo desafiante.
- Un pirata toma sus posesiones. No voy a llevarme este barco sin luchar por él… Como un pirata de verdad.
El rostro de sorpresa de Gulliver se fue tornando lentamente en una sonrisa, hasta que el pirata estalló en una de sus fuertes y características carcajadas. Aquello provocó que Asami, Theo y Allan volviesen a cubierta y observasen el panorama. El pirata miró a sus tripulantes.
- ¿Habéis visto? Me reta por el barco. ¡Cómo un pirata de verdad!
Allan sonrió.
- Eres igual que tu padre, muchacho…
- Asami… Serás mi campeona. No te pases con él, que al menos tenga la oportunidad de ganar.
La morena dio un paso adelante, con una sonrisa en el rostro, mientras se tocaba la mano de metal. Movió los dedos de este y, al hacerlo, unas chispas de electricidad recorrieron el metal de la mano. El tritón se movió hasta detrás de todos los que observaban el panorama y se sentó en el suelo, observando por vez primera a su hijo combatir.
El chico giró la lanza en el aire y la colocó detrás de él, sujeta con la mano derecha y colocándose en posición de combate. Fue el primero en atacar. Dio un paso adelante dirigiendo un barrido horizontal con la lanza. La chica se movió hacia atrás para esquivarlo, a lo que el muchacho no perdió un solo segundo y dio un ataque directo con su arma. La chica, casi bailando, esquivaba todos y cada uno de los ataques del lancero. El muchacho sabía que, de combatir al cien por cien, no tendría una sola oportunidad contra la cyborg. Era una pirata más experimentada que él, pero aquello no le detuvo. Se lo estaba pasando bien… debía aprovechar a su favor cualquier cosa.
La chica parecía reacia a atacar. Tampoco era como si se estuviera dejando ganar, pues de ser así se habría dejado golpear ya y habría caído al suelo, permitiendo que el muchacho se marchase con orgullo y un barco nuevo. No, su padre tenía la confianza de que Alex podría sobrepasar sus defensas y hacerla caer.
En uno de sus esquives, la chica saltó a un lado haciendo un pequeño cruce de pies. El chico, entonces, giró sobre si mismo y colocó la lanza justo a los pies de la muchacha la cual, esperando un ataque, se preparó para hacer el mismo juego de pies. Sin embargo, el chico levantó la lanza, provocando que la morena tropezara y cayera al suelo. Se mantuvo quieto, mirando a su oponente, respirando y jadeando del cansancio. La muchacha lo miró y sonrió. Gulliver estalló a carcajadas y aplausos.
- Bien, bien. Al menos te has ganado el barco como querías.
El chico adoptó una postura relajada entonces, mientras la muchacha se levantaba y le ponía una mano en el hombro al chico. Casi todos los tripulantes parecían contentos con lo que acababa de ocurrir. Alex sonreía mientras lo rodeaban, lo felicitaban y le decían que la vida del pirata era maravillosa. Mientras tanto, el muchacho se fijó en su padre, el cual lo observaba desde detrás de su multitud, con una sonrisa en el rostro.
- Llevaremos el Leviatán junto al Sea Dragon- dijo Asami cuando todo se hubo calmado-. Cuando estés dispuesto a irte podrás marcharte. ¿Qué tal se te da navegar?
- Nanuq era explorador en su juventud, por lo que decidió enseñarme lo básico debido a que siempre he querido ser pirata… Pero… ¿Ya podré navegar yo solo?
Asami asintió con una sonrisa.
- Está preparado para ser fácil de navegar de forma sencilla cuando uno viaja solo. Aunque lo mejor será que encuentres una tripulación pronto.
El chico asintió con una amplia sonrisa. Casi no podía creerse lo que estaba ocurriendo. Iba a cumplir su sueño de convertirse en un pirata, hacerse a la mar con su propia tripulación, conquistar el Grand Line y llegar a lo más alto. Sí, lo había decidido. Conocía su meta, su sueño. Era algo que debía conseguir. Convertirse en el tercer Rey de los Piratas.
Capítulo 3: A day to remember
Las primeras luces del alba tocaron la gélida nieve de los caminos, aunque su calor no fue suficiente para derretirla. Alex se levantó, entusiasmado. Era tal su emoción y cansancio al llegar a casa que, después de contárselo todo a Nanuq, cayó dormido en su catre. Había decidido cumplir su deber como guardia el día de la visita del Tenryuubito y, después de despedirse de Yue, marcharse como completo pirata. Nanuq ya estaba dando gritos entre los dormitorios, pues el Dragón Celestial estaba a punto de llegar.
Alex se colocó la armadura. Nanuq lo había asignado como uno de los escoltas que acompañaría al Tenryuubito hasta la aldea y después el palacio. Cuando hubo colocado su espada enfundada a su espalda y llevando la lanza en mano, salió corriendo hacia puerto junto a un pequeño destacamento de cinco soldados, los cuales parecían bastante inquietos, y Nanuq.
Conforme se acercaban al puerto, Alex divisaba a lo lejos un enorme barco de bandera blanca, con una gaviota azul en medio y la palabra “Marine” escrita en letras azules. Se mantuvo de pie observando el barco mientras varios reclutas de la marina empezaban a bajar de la pasarela y colocarse en fila. Finalmente, de lo más alto empezó a bajar la figura más alta que Alex había visto jamás. Incluso más alta que su padre. Lo primero que pensó es que se trataba de otro tritón, sin embargo pronto descartó aquella teoría.
El hombre tenía la piel oscura y el pelo blanco. Vestía con un traje negro y una larga chaqueta blanca con hombreras militares. A su lado había un joven vestido de negro con una pistola en la cintura, con las mangas recogidas y, alrededor de la cabeza, una extravagante escafandra que parecía aislarlo del aire exterior. El hombre alto empezó a bajar la pasarela, la cual parecía torcerse bajo su peso, seguido del hombre más pequeño. El joven miraba a su alrededor, casi con cara de asco.
- Hola, soy el Almirante Shirosai, de la marina -dijo el gigante, con un tono respetuoso-. Soy el escolta de Nagato-sama.
Nanuq hizo una reverencia.
- Yo soy Nanuq, capitán de la guardia de Aluki y protector de la Princesa Yue.
Tal como le habían informado el día anterior, Alex evitaba mirar a los ojos al tal Nagato, sin embargo no pudo evitar clavar su vista en su rostro durante un segundo. Un segundo en el que pudo notar que aquel hombre tenía poco de celestial.
- Que puto frío hace en esta isla de mierda, joder -dijo con tono despectivo, pateando la nieve-. ¿Cómo podéis vivir aquí? Estáis como putas cabras. Bueno, ¿Y la princesa?
Alex apretó con fuerza el mango de su lanza. Debía controlarse. Nanuq hizo un gesto y empezó a caminar hacia la aldea. El marine, el tenryubito y los soldados los siguieron. El chico mantenía la vista al frente, ignorando los despectivos comentarios que soltaba el dragón celestial hacia las vestimentas de los guardias o el frío que hiciese en el lugar.
La aldea, de forma excepcional, estaba vacía. Todos los habitantes habían sido informados de la llegada del tenryuubito y se les había pedido que no salieran de sus casas. Las calles estaban habitadas tan sólo por los miembros de la guardia, armados con sus lanzas y espadas.
Llegaron a las puertas de palacio. Al llegar, Nagato se dirigió a su escolta el gigante a gritos.
- Escucha, viejo. Quiero ver a la princesa a solas.
Alex escudriñó el rostro del almirante. El mísero hecho de estar en aquel lugar no parecía hacerle mucha gracia. Sin embargo, no le quedaba otra que asentir. El marine miró a Nanuq.
- Capitán, Nagato-sama desea ver a la princesa a solas. Le pedimos que por favor retire sus tropas.
- No creo que…
- Capitán… -repitió Shirosai, esta vez con un tono casi de súplica-. Las órdenes de un dragón celestial deben obedecerse, se lo pido por favor.
Alex pudo jurar que oyó a Nagato reírse por lo bajo. Nanuq suspiró y, clavando su mirada en el chico, el cual estaba el último en la fila de la escolta, dijo:
- Está bien, no entrará nadie.
El moreno notó como los ojos del capitán se deslizaban hacia la derecha. Sabía lo que quería decir. Mientras Nagato se disponía a abrir la puerta, Alex empezó a caminar hacia la derecha, intentando que ni el marine ni el tenryuubito se diesen cuenta. Rodeó el castillo y empezó a caminar por el lado de este hasta que encontró la ventana que correspondía al vestíbulo. Saltó por esta, sorteando las cortinas y, enseguida, se escondió tras una de las columnas. Estaba en un amplio vestíbulo con una alfombra roja en medio que se dirigía hasta un trono donde Yue estaba sentada. Alex pudo ver como los últimos guardias del interior, bajo órdenes de Nanuq desde fuera, se marchaban. El chico saltó de columna en columna, se escondite en escondite, hasta llegar a la columna que estaba más cercana a Yue.
Se asomó tras esta y miró a la princesa, la cual parecía nerviosa, sobre todo después de la partida de los guardias. La albina miró a un lado y sus ojos se clavaron en él. Alex se llevó un dedo a los labios, pidiéndole que no revelara su paradero. La chica pareció tranquilizarse. La puerta se abrió.
- Vaya puta mierda de castillo… -dijo el tenryuubito mientras se acercaba al trono-. Al menos la princesa es mona.
- Hola -dijo Yue-. Soy Yue, princesa de Aluki, hija de la luna y…
- Me importa una mierda, la verdad. Todos esos títulos falsos… Hija de la luna, por favor. Solo los Tenryuubito podemos venir desde tan alto.
La muchacha pareció tragar saliva. Alex sujetaba con fuerza la lanza, apretando los dientes de la rabia.
- ¿Cual es el motivo de su visita, Nagato-sama?
- Nada en concreto. Habían rumores sobre la princesa Yue, la mayor belleza del North Blue y quería saber cuán ciertos son.
- Me halagáis -dijo la princesa, por cortesía.
- No deberías sentirte halagada, niña. Sinceramente… no los veo tan ciertos. Eres mona, sí… pero poco más. En fin, supongo que servirás. ¿Vienes al barco?
- ¿Disculpa? -dijo la chica, llevándose la mano al pecho.
- Me he quedado sin esclava personal y no encontraba ninguna chica bonita en el mercado de Shabaody. Es obvio que tú no vendrás mal. Vamos, levántate y vamos al barco. Allí te pondrán los grilletes.
- No… -la chica se puso de pie. Su mano temblaba.
Nagato soltó una risa y se llevó la mano a la cintura. Sacó la pistola de su funda y, ni corto ni perezoso, apuntó a la princesa.
- No era una petición. Es una orden de tu líder superior.
- N… no…
- Entonces… muere…
- ¡¡NO!! -Alex gritó, saliendo de la columna.
Corrió hacia Nagato y lo embistió en el hombro. Este fue empujado hacia atrás y maldijo al aire. Entonces apuntó a Alex con la pistola. Sin embargo, Alex corrió hacia delante, embistiendo con la lanza. La bala chocó contra la columna y la pistola humeaba. Los ojos del dragón celestial estaban abiertos de par en par. Alex estaba pegado a su cuerpo, sujetando con fuerza la lanza. De la espalda de Nagato salía, manchada de sangre, la punta de su arma, decorada con una borla de pelo ahora ensangrentada.
Alex soltó la lanza. El Tenryuubito cayó hacia atrás y golpeó el suelo. Yue miraba horrorizada mientras el chico respiraba con profundidad.
- ¡Alex! -Nanuq se acercó a él. El muchacho no oyó la puerta, por lo que pensó que entró por la ventana, como él -. ¿Qué ha pasado?
- Levantó un arma… iba a… disparar a la princesa…
- Coge esto -tendió su lanza a Alex. Sin pensarlo, el muchacho cogió la lanza y miró a su capitán-. Se llama… Niho rei. Cuida bien de ella, ¿de acuerdo? Está… está viva. No dejes que muera sin mí.
Alex no sabía qué demonios estaba pasando, pero se lo empezaba a figurar cuando vio que Nanuq colocaba las manos en la lanza clavada en el cadáver. La puerta se abrió de golpe y, a grandes zancadas, el almirante marine se colocó junto a ellos, rodeado de reclutas que los apuntaban con sus rifles.
- ¡¿Qué ha ocurrido?!
- Lo siento, almirante -dijo Nanuq, sacando la lanza del cadáver-. Pero hice mis votos hace años. Tan solo protegía a la princesa.
- Eres… ¿Eres consciente de lo que esto conlleva?
Nanuq asintió. Alex sentía como la lanza de Nanuq temblaba en su mano. El arma estaba… ¿Triste?
- Lo soy. Como responsable de este crimen, me entrego pacíficamente.
- ¡¡Nanuq!! -gritó Alex, pero este lo calló con una mirada.
- Lamento que esto haya salido así, almirante…
- No lo hagas, Capitán. Tan solo cumpliste con tu deber -miró a los reclutas-. Arrestadle.
Dos reclutas se acercaron a Nanuq. Uno de ellos le quitó la lanza ensangrentada de las manos y le desabrochó la correa que sujetaba la espada en su espalda. El otro colocó unos gruesos grilletes en sus manos. Alex observó cómo se llevaban a su capitán, impotente.
Capítulo 4: All alone
Alex miraba al horizonte desde un acantilado. El sol empezaba a ponerse justo donde el mar se juntaba con el aire. Llevaba allí desde el momento en que se habían llevado a Nanuq en barco. Tenía la lanza de su capitán en su regazo. La miró, confuso. El capitán le había dicho que la lanza estaba viva. ¿A qué se refería? Acarició el mango con cuidado y susurró:
- Niho rei…
La lanza empezó a temblar. Pronto se vio rodeada de humo y, cuando esta se hubo disipado, la lanza ya no estaba allí. En su lugar había un pequeño dinosaurio amarillento y de ojos verdes. El dinosaurio miró a Alex a los ojos y, enseguida, se puso a llorar. Alex se levantó de golpe y el dinosaurio cayó al suelo. El dinosaurio miró hacia el mar y gritó, soltando un rugido lleno de tristeza y dolor.
- Niho rei… ¿Echas de menos a Nanuq?
El animal lo miró y, con lágrimas en los ojos, asintió. Alex se agachó y se acercó al dinosaurio para mirarlo con cuidado. La bestia le devolvió la mirada, húmeda y llena de lágrimas.
- ¿Cómo puede ser…? - Alex dio un golpecito al dinosaurio en el pecho con un dedo-. Eres una lanza, ¿no?
El animal mordió el dedo del chico. Se levantó de golpe, gritando por el dolor y agitando la mano, pero el dinosaurio no se soltaba.
- ¡Suelta! ¡Suelta! ¡Yo cuidaré de ti, pero suelta!
El dinosaurio lo soltó y cayó al suelo de pie. Lo miró con los ojos abiertos mientras Alex se frotaba el dedo mordisqueado. Entonces abrió la boca y dejó escapar un pequeño gruñido de alegría. Alex sonrió y le acarició la cabeza al animal.
- Niho… sígueme.
Capítulo 5: Kaizoku-o ni ore wa naru!
Los Piratas Dragón ya habían dejado la isla. Alex se encontraba en la cubierta del Leviatán, desatando cabos y moviendo algunos postes que correspondían al mástil central. Desde el suelo lo observaba Niho, el cual parecía bastante entusiasmado. Desde puerto lo observaba la princesa Yue, con el rostro ligeramente apenado. La princesa subió la pasarela y pisó la cubierta del barco, mientras el muchacho bajaba de la red de cuerdas y saltaba al suelo.
- ¿De verdad te marchas?
- Sí… Llevo queriendo hacerme a la mar desde que tengo memoria, Yue… Es mi sueño. Un explorador, que lee cada señal, siguiendo las historias de antiguos aventureros… Encontrando una nueva isla cada vez que navega… -tomó una bocanada de aire, llenando sus pulmones del aire del mar-. Es mi mundo, Yue.
La chica asintió con una sonrisa algo apenada.
- ¿Volverás?
- ¡Por supuesto! Cuando sea el Rey de los Piratas volveré, te lo prometo.
La sonrisa de la muchacha se ensanchó. Tras dar un último abrazo a su amigo, bajó del barco y se dirigió de nuevo a la aldea. El muchacho suspiró. Se acercó a la mochila que había cogido llena de víveres y que había dejado al pie del mástil central. La abrió y sacó de esta un pedazo de tela enrollado. Empezó a escalar por la red de cuerda hasta llegar a lo alto del mástil y la cofa. Con cuidado, ató la tela negra al punto más alto y, cuando hubo terminado, tiró de la cuerda.
La bandera negra que lucía un cráneo que guiñaba un ojo y tenía una lanza tras él ondeó al viento por primera vez. Alex bajó y se dirigió raudo al timón mientras el viento empezaba a empujar la enorme vela. El barco empezaba a alejarse de Aluki. Las aventuras de los Piratas del Leviatán habían comenzado por fin.
Alex Thawne
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- Repetir facción Pirata
- El Leviatán, un barco pequeño y normal, que tiene capacidad para cuatro tripulantes.
- Niho Rei, una lanza calidad Ryo Wazamono que tiena la Kyoryu kyoryu no mi: Modelo Tiranosaurio-rex.
Forma Lanza
Forma T-rex
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Alex, Alex, Alex... Disfruta del chocolate caliente en esta agradable tarde invernal. Seré breve con tu diario así que allá vamos:
No tengo mucho que resaltar por encima. Ha sido una historia buena, con sus momentos románticos. Reconozco que a mi me pierde eso. De todas formas ha sido muy simple para mi gusto, aunque eso no quiere decir que esté mal, Bien escrita, coherente, concisa, directa a lo que quieres contar sin rodeos.; sin embargo, quiero comentarte un problema que tienes con las repeticiones de los nombres, hay un montón de maneras para referirse a ellos o también alguna palabra suelta que me la he encontrado hasta tres veces en un pequeño párrafo.
En fin, tienes un 8,7 y te llevas todo lo que pides.
Si no estás conforme puedes pedir segunda moderación~
No tengo mucho que resaltar por encima. Ha sido una historia buena, con sus momentos románticos. Reconozco que a mi me pierde eso. De todas formas ha sido muy simple para mi gusto, aunque eso no quiere decir que esté mal, Bien escrita, coherente, concisa, directa a lo que quieres contar sin rodeos.; sin embargo, quiero comentarte un problema que tienes con las repeticiones de los nombres, hay un montón de maneras para referirse a ellos o también alguna palabra suelta que me la he encontrado hasta tres veces en un pequeño párrafo.
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