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Balagus
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Nuestra vieja embarcación crujió, a modo de protesta, al ser finalmente amarrada en el pequeño pueblo de Utazake. El atardecer caía, lento y perezoso, sobre la frondosa isla, y recordar que posiblemente no fuera a disfrutarla no mejoraba en absoluto mi humor.
Las intenciones de Syxel eran, según nos explicó cuando fijamos el nuevo rumbo, hacerse con un nuevo barco, uno mayor y más capacitado para dar soporte a nuestra tripulación, que con la reciente adición de Dharkel se había empezado a volver demasiado extensa. El mendigo, aunque todavía se mostraba desconfiado hacia sus nuevos compañeros, y en especial hacia mí, había conseguido hacer buenas migas con alguno de los reclutas y, por mis sospechas, con Jish. Saber que esos dos podían juntarse no resultó ser un pensamiento tranquilizador en absoluto.
Nassor, el supuesto segundo al mando de Silver, estaba en aquella isla. Llevaba, de hecho, un tiempo ya infiltrado en una banda pirata local, más concretamente en su navío, informando a nuestro capitán con absoluta discreción. Nadie en el barco, salvo el jefe, sabía de esto, y era por eso que me estaba preocupando. Normalmente nos habría informado antes de sus planes, de sus intenciones, y no habría esperado hasta el maldito momento de atracar antes de iniciar la operación en sí.
Miré hacia la población local. A simple vista era un pueblo pequeño de pescadores y gentes simples. Muy simples. Unos pocos postes de luz esparcidos en unas pocas plazas, cerca de las únicas casas de piedra que podían encontrarse, iluminaban ya a duras penas los alrededores, complementados con altas antorchas fijas en el suelo. El resto de casas parecían más una serie de chozas apiñadas que un verdadero pueblo, con la salvedad de varios edificios de adobe y paja de dos o tres plantas, que por su aspecto debían ser lugares de encuentro. Las calles no estaban siquiera adoquinadas, salvo la principal, que lucía con todo el orgullo que era capaz de reunir una calzada de piedras de río que habían visto días mucho más limpios.
Recortada contra el cielo, ya nocturno, del oeste, una casa de gran tamaño se erguía sobre los acantilados. Por su forma, parecía estar hecha de madera, y por la iluminación que dejaban entrever las ventanas, en su interior había bastante actividad.
Retorné mi atención hacia la cubierta, donde ya se habían reunido todos frente al capitán. Tal vez aquel sitio pudiera haberme llegado a gustar algún día, salvo por un extraño presentimiento que me auguraba una operación de robo de un barco no tan sencilla como se había planteado.
Con la mano derecha, recogí mi capucha de lobo cercana y me la puse, mientras daba un buen mordisco a la pierna de ternera que sostenía con la izquierda y que estaba por terminarme. Avancé unos pasos hasta situarme cerca del corro, pues Silver ya había salido y se disponía a, con suerte, explicar su misterioso plan a su tripulación.
Las intenciones de Syxel eran, según nos explicó cuando fijamos el nuevo rumbo, hacerse con un nuevo barco, uno mayor y más capacitado para dar soporte a nuestra tripulación, que con la reciente adición de Dharkel se había empezado a volver demasiado extensa. El mendigo, aunque todavía se mostraba desconfiado hacia sus nuevos compañeros, y en especial hacia mí, había conseguido hacer buenas migas con alguno de los reclutas y, por mis sospechas, con Jish. Saber que esos dos podían juntarse no resultó ser un pensamiento tranquilizador en absoluto.
Nassor, el supuesto segundo al mando de Silver, estaba en aquella isla. Llevaba, de hecho, un tiempo ya infiltrado en una banda pirata local, más concretamente en su navío, informando a nuestro capitán con absoluta discreción. Nadie en el barco, salvo el jefe, sabía de esto, y era por eso que me estaba preocupando. Normalmente nos habría informado antes de sus planes, de sus intenciones, y no habría esperado hasta el maldito momento de atracar antes de iniciar la operación en sí.
Miré hacia la población local. A simple vista era un pueblo pequeño de pescadores y gentes simples. Muy simples. Unos pocos postes de luz esparcidos en unas pocas plazas, cerca de las únicas casas de piedra que podían encontrarse, iluminaban ya a duras penas los alrededores, complementados con altas antorchas fijas en el suelo. El resto de casas parecían más una serie de chozas apiñadas que un verdadero pueblo, con la salvedad de varios edificios de adobe y paja de dos o tres plantas, que por su aspecto debían ser lugares de encuentro. Las calles no estaban siquiera adoquinadas, salvo la principal, que lucía con todo el orgullo que era capaz de reunir una calzada de piedras de río que habían visto días mucho más limpios.
Recortada contra el cielo, ya nocturno, del oeste, una casa de gran tamaño se erguía sobre los acantilados. Por su forma, parecía estar hecha de madera, y por la iluminación que dejaban entrever las ventanas, en su interior había bastante actividad.
Retorné mi atención hacia la cubierta, donde ya se habían reunido todos frente al capitán. Tal vez aquel sitio pudiera haberme llegado a gustar algún día, salvo por un extraño presentimiento que me auguraba una operación de robo de un barco no tan sencilla como se había planteado.
Con la mano derecha, recogí mi capucha de lobo cercana y me la puse, mientras daba un buen mordisco a la pierna de ternera que sostenía con la izquierda y que estaba por terminarme. Avancé unos pasos hasta situarme cerca del corro, pues Silver ya había salido y se disponía a, con suerte, explicar su misterioso plan a su tripulación.
- Aclaración:
- Modero y narro en el mismo post. Balagus actuará en todo momento de acuerdo a las circunstancias.
Jish
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Cerca del castillo de proa permanecíamos apiñados, acuclillados junto al mamparo. Los dos dados repiquetearon sobre los tablones mojados, rebotaron contra el mamparo y, al detenerse, mostraron un doble uno: Ojos de Serpiente, una tirada perdedora.
- ¡Mierda! - siseé con enojo, los reclutas rieron entre dientes y sisearon para manifestar su diversión. Las manos de Dharkel descendieron para recoger las monedas- Otra tirada- refunfuñé- Todos estos bamboleos y subidas y bajadas están estropeando los dados.
Algunos de los reclutas se removieron, apoyándose en los talones y refunfuñaron. Uno de ellos, un veterano que tenía un solo ojo y media nariz, inclinó la cabeza con temor.
- La mayoría de nosotros tenemos que hacer guardia, si la Intendente nos ve…
- ¡No si yo digo lo contrario! - espeté- Continuaremos hasta que yo lo decida, es una orden.
Los piratas se miraron unos a otros y se encogieron de hombros. Se depositaron las monedas sobre la cubierta y recogí los dados. Aquello de contar con el respaldo del capitán tenía sus ventajas.
Yo ya había perdido casi todo mi dinero, al igual que el resto de marineros. La suerte Dharkel parecía sobrenatural, sin embargo, ya habíamos comprobado los dados y no estaban trucados. No paso mucho tiempo hasta que poco a poco nos fuimos desbandando y volviendo a nuestros quehaceres cotidianos. Al fin y al cabo, ya no nos quedaba dinero que apostar.
Me dirigí hacia el mendigo, poniendo discretamente la palma de mi mano hacia arriba.
- ¿Mi parte?- sugerí en tono inocente muy poco convincente.
- ¡Mierda! - siseé con enojo, los reclutas rieron entre dientes y sisearon para manifestar su diversión. Las manos de Dharkel descendieron para recoger las monedas- Otra tirada- refunfuñé- Todos estos bamboleos y subidas y bajadas están estropeando los dados.
Algunos de los reclutas se removieron, apoyándose en los talones y refunfuñaron. Uno de ellos, un veterano que tenía un solo ojo y media nariz, inclinó la cabeza con temor.
- La mayoría de nosotros tenemos que hacer guardia, si la Intendente nos ve…
- ¡No si yo digo lo contrario! - espeté- Continuaremos hasta que yo lo decida, es una orden.
Los piratas se miraron unos a otros y se encogieron de hombros. Se depositaron las monedas sobre la cubierta y recogí los dados. Aquello de contar con el respaldo del capitán tenía sus ventajas.
Yo ya había perdido casi todo mi dinero, al igual que el resto de marineros. La suerte Dharkel parecía sobrenatural, sin embargo, ya habíamos comprobado los dados y no estaban trucados. No paso mucho tiempo hasta que poco a poco nos fuimos desbandando y volviendo a nuestros quehaceres cotidianos. Al fin y al cabo, ya no nos quedaba dinero que apostar.
Me dirigí hacia el mendigo, poniendo discretamente la palma de mi mano hacia arriba.
- ¿Mi parte?- sugerí en tono inocente muy poco convincente.
Dharkel Asrai Nymraif
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Akuma no mi
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Las semanas que llevaba a bordo de aquella maltrecha embarcación habían hecho que mi estómago dejase de resentirse ante el más mínimo movimiento. Me había dado tiempo a estudiar a la tripulación casi en su totalidad, al menos superficialmente. Mi veredicto era que salgo algún tripulante perteneciente a la chusma, como yo mismo me calificaba, el resto eran demasiado serios o estaban amargados. Quizás sería fruto de llevar mucho tiempo en el mar, lo cual podía comprenderlo. A mí tampoco me gustaba viajar.
Airok había intentado sonsacarme información acerca de cómo me había infiltrado con tanta facilidad en el barco, pero mis respuestas fueron ambiguas. “Es fácil cuando nadie te presta atención. Ventajas de ser un mendigo” – decía. No podía darle la información real. Todavía no me terminaba de fiar de aquella mujer y de hacerlo podría ponerme en un grave peligro. Cuanto más lejos estuviese el kairoseki de mi cuerpo, mejor.
Para mi sorpresa había encontrado alguien con quién podía seguir ejerciendo mi noble oficio. Un gancho y cuyo cargo actual podría darme cierta ventaja. Más me valía mantenerle en nómina todo el tiempo que pudiese. Era difícil encontrar a alguien de fiar, y aunque aún estuviese a prueba cumplía su papel a la perfección.
Jish seguía intentando ganar una tirada poniendo todo tipo de excusas sin demasiado fundamento, pero que parecían funcionar, animando al resto a seguir apostando sus bienes por escasos que éstos fuesen. Por suerte, nadie parecía haber reparado en nosotros. No tenía muy claro si las apuestas iban en contra o no de los principios de la banda, pero daba igual. Si nadie abría la boca los superiores no tenían por qué enterarse.
Cuando finalmente fueron desplumados y volvieron a sus quehaceres Jish se dirigió hacia mí, tendiendo discretamente la palma de su mano y demandando su parte. Una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro a la par que depositaba un porcentaje bastante suculento de las ganancias en su mano. Había hecho un magnífico trabajo y merecía ser retribuido apropiadamente. Si algo había aprendido, es que no debía ser tacaño a la hora de repartir. Eso podía ocasionar que la relación timador-gancho se erosionase y por lo general nunca acababa bien.
- Nos espera un gran futuro juntos – comenté en voz baja y teniendo especial cuidado de que no hubiese algún observador que se pasase de curioso y pudiese delatarnos. Al fin y al cabo, no era del todo ético timar a tus propios compañeros y el negocio debía seguir en marcha -. ¿Qué te parece si repetimos la jugada en tierra? Siempre y cuando el capitán no nos eche en falta – puntualicé mientras me ponía en pie.
Al parecer la gente se estaba reuniendo en cubierta para escuchar el plan de Syxel, por lo que pusimos rumbo hacia el barullo. Solo esperaba que no me tocase desenfundar mi arma, pues ello implicaría combatir y la pereza era real. Por no hablar de las pocas ganas que tenía de poseer una recompensa sobre mi cabeza. Llegado el momento, tendría que preguntarle al medio gigante si había alguna bolsa de sobra en la cocina con la que poder ocultar mi rostro. Si iba a pasar mucho tiempo con ellos más me valía crear una doble identidad. Agenciarme una máscara sería mi siguiente objetivo.
Airok había intentado sonsacarme información acerca de cómo me había infiltrado con tanta facilidad en el barco, pero mis respuestas fueron ambiguas. “Es fácil cuando nadie te presta atención. Ventajas de ser un mendigo” – decía. No podía darle la información real. Todavía no me terminaba de fiar de aquella mujer y de hacerlo podría ponerme en un grave peligro. Cuanto más lejos estuviese el kairoseki de mi cuerpo, mejor.
Para mi sorpresa había encontrado alguien con quién podía seguir ejerciendo mi noble oficio. Un gancho y cuyo cargo actual podría darme cierta ventaja. Más me valía mantenerle en nómina todo el tiempo que pudiese. Era difícil encontrar a alguien de fiar, y aunque aún estuviese a prueba cumplía su papel a la perfección.
Jish seguía intentando ganar una tirada poniendo todo tipo de excusas sin demasiado fundamento, pero que parecían funcionar, animando al resto a seguir apostando sus bienes por escasos que éstos fuesen. Por suerte, nadie parecía haber reparado en nosotros. No tenía muy claro si las apuestas iban en contra o no de los principios de la banda, pero daba igual. Si nadie abría la boca los superiores no tenían por qué enterarse.
Cuando finalmente fueron desplumados y volvieron a sus quehaceres Jish se dirigió hacia mí, tendiendo discretamente la palma de su mano y demandando su parte. Una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro a la par que depositaba un porcentaje bastante suculento de las ganancias en su mano. Había hecho un magnífico trabajo y merecía ser retribuido apropiadamente. Si algo había aprendido, es que no debía ser tacaño a la hora de repartir. Eso podía ocasionar que la relación timador-gancho se erosionase y por lo general nunca acababa bien.
- Nos espera un gran futuro juntos – comenté en voz baja y teniendo especial cuidado de que no hubiese algún observador que se pasase de curioso y pudiese delatarnos. Al fin y al cabo, no era del todo ético timar a tus propios compañeros y el negocio debía seguir en marcha -. ¿Qué te parece si repetimos la jugada en tierra? Siempre y cuando el capitán no nos eche en falta – puntualicé mientras me ponía en pie.
Al parecer la gente se estaba reuniendo en cubierta para escuchar el plan de Syxel, por lo que pusimos rumbo hacia el barullo. Solo esperaba que no me tocase desenfundar mi arma, pues ello implicaría combatir y la pereza era real. Por no hablar de las pocas ganas que tenía de poseer una recompensa sobre mi cabeza. Llegado el momento, tendría que preguntarle al medio gigante si había alguna bolsa de sobra en la cocina con la que poder ocultar mi rostro. Si iba a pasar mucho tiempo con ellos más me valía crear una doble identidad. Agenciarme una máscara sería mi siguiente objetivo.
Nassor
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Akuma no mi
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Tras adentrarse en la floresta, se aseguró de que nadie lo había seguido por enésima vez, a pesar de que había sido extremadamente cuidadoso al irse. Llevaban semanas preparando aquel golpe y no era el momento de cagarla... el más mínimo fallo implicaría que todo el plan se iría al garete y tendrían que hacerlo por las malas, o incluso que renunciar a su objetivo. El guerrero iba tapado bajo una capa de viaje marrón, con la capucha echada, y bajo esta un atuendo típico de pirata que constaba de una camisa blanca deshilachada, un chaleco marrón, pantalones holgados y botas. Al cinto llevaba una espada corta. No se sentía cómodo con aquella indumentaria y prefería ir con sus habituales ropas de habitante del desierto y los pies descalzos, pero cuando tocaba pasar desapercibido había que hacer sacrificios. Con un suspiro se quitó el calzado y dejó que sus pies tocasen el frío y reconfortante suelo del bosque. Esbozó una ligera sonrisa y volvió a otear entre los árboles, comprobando que estaba solo. Algo más relajado pero sin bajar la guardia, comenzó a caminar por el bosque dejándose impregnar por el aroma de este. Si no fuese por la misión que tenía, se habría transformado y hubiese aprovechado para explorar aquel lugar y disfrutar de la naturaleza salvaje de aquella isla. No era un mal lugar.
- Lástima que no vaya a poder echarle un ojo más de cerca.
En las últimas semanas había estado demasiado ocupado con el plan. Tras observar las acciones de aquellos piratas había determinado que estaban preparando alguna clase de expedición. Estaban comprando material de minería y cosas similares, pero pese a tener de sobra aún no se habían decidido a adentrarse en las cuevas. Tras vigilarlos durante unas semanas, decidió realizar un aproximamiento más directo y se había enrolado en la tripulación como grumete. Al principio lo habían mirado con desconfianza y sometido a una estricta vigilancia, pero se las había apañado para no llamar la atención. Realmente no había tenido que hacer nada salvo andarse con ojo la vez que se había escabullido para llamar a Syxel e informar que estaría desaparecido una semana o dos hasta que se relajara la vigilancia sobre él. Había aprovechado ese tiempo para enterarse de qué estaba ocurriendo, pues pese a los intentos de secretismo de su capitán y oficiales los piratas eran unos chismosos y en cuanto bebían un poco de grog se les aflojaba la lengua. Al parecer habían llegado siguiendo una historia de que en las viejas minas de Utakaze el Yonkou Émile ocultaba un tesoro. A Nassor aquello le parecían patrañas, ¿por qué iba un hombre como aquel con islas en el Nuevo Mundo y mejores lugares en aquella misma isla a dejar sus riquezas donde cualquiera podía entrar a buscarlas? Parecían más bien habladurías o rumores infundados, pero fuera lo que fuera aquello les daba una oportunidad de oro para llevar a cabo su plan. Sacó el den den mushi y llamó, asegurándose una última vez de que estaba solo.
- Capitán, es el momento. Esta noche irán a las cuevas. El barco está anclado a medio kilómetro al sudoeste de Utakaze, en una cala. En total hay cinco personas que realmente deban preocuparnos: el capitán, el subcapitán, el contramaestre y otros dos marineros, uno alto de pelo negro y otro corpulento y calvo. No tengo claro si esos dos estarán en el barco, pero como mínimo el capitán y el contramaestre irán a las cuevas. Del segundo al mando no sé nada de sus intenciones.
Acto seguido se calló y esperó a la respuesta de Syxel. Escuchó sus palabras en silencio y frunció el ceño. No le gustaba que se fuera por su cuenta y que no fueran a pelear juntos, pero tampoco iba a cuestionar a su capitán. Menos a meterse entre un hombre y sus asuntos. Si tenía que ajustar cuentas con aquel pirata, ¿quién era él para decirle que no? Se limitó a suspirar con desaprobación y contestar:
- Dile a tu gente que cuando lleguen a la zona tengan cuidado, que probablemente habrá piratas festejando cerca de la playa. Suelen pasarse hasta tarde dándole a la botella y cantando junto a las hogueras. Sin embargo si los sortean, encontrarán botes en la playa. Yo estaré esperando en cubierta y si me hacen una señal de luz con una lámpara o algo, les descolgaré una cuerda para que suban al barco.
- Lástima que no vaya a poder echarle un ojo más de cerca.
En las últimas semanas había estado demasiado ocupado con el plan. Tras observar las acciones de aquellos piratas había determinado que estaban preparando alguna clase de expedición. Estaban comprando material de minería y cosas similares, pero pese a tener de sobra aún no se habían decidido a adentrarse en las cuevas. Tras vigilarlos durante unas semanas, decidió realizar un aproximamiento más directo y se había enrolado en la tripulación como grumete. Al principio lo habían mirado con desconfianza y sometido a una estricta vigilancia, pero se las había apañado para no llamar la atención. Realmente no había tenido que hacer nada salvo andarse con ojo la vez que se había escabullido para llamar a Syxel e informar que estaría desaparecido una semana o dos hasta que se relajara la vigilancia sobre él. Había aprovechado ese tiempo para enterarse de qué estaba ocurriendo, pues pese a los intentos de secretismo de su capitán y oficiales los piratas eran unos chismosos y en cuanto bebían un poco de grog se les aflojaba la lengua. Al parecer habían llegado siguiendo una historia de que en las viejas minas de Utakaze el Yonkou Émile ocultaba un tesoro. A Nassor aquello le parecían patrañas, ¿por qué iba un hombre como aquel con islas en el Nuevo Mundo y mejores lugares en aquella misma isla a dejar sus riquezas donde cualquiera podía entrar a buscarlas? Parecían más bien habladurías o rumores infundados, pero fuera lo que fuera aquello les daba una oportunidad de oro para llevar a cabo su plan. Sacó el den den mushi y llamó, asegurándose una última vez de que estaba solo.
- Capitán, es el momento. Esta noche irán a las cuevas. El barco está anclado a medio kilómetro al sudoeste de Utakaze, en una cala. En total hay cinco personas que realmente deban preocuparnos: el capitán, el subcapitán, el contramaestre y otros dos marineros, uno alto de pelo negro y otro corpulento y calvo. No tengo claro si esos dos estarán en el barco, pero como mínimo el capitán y el contramaestre irán a las cuevas. Del segundo al mando no sé nada de sus intenciones.
Acto seguido se calló y esperó a la respuesta de Syxel. Escuchó sus palabras en silencio y frunció el ceño. No le gustaba que se fuera por su cuenta y que no fueran a pelear juntos, pero tampoco iba a cuestionar a su capitán. Menos a meterse entre un hombre y sus asuntos. Si tenía que ajustar cuentas con aquel pirata, ¿quién era él para decirle que no? Se limitó a suspirar con desaprobación y contestar:
- Dile a tu gente que cuando lleguen a la zona tengan cuidado, que probablemente habrá piratas festejando cerca de la playa. Suelen pasarse hasta tarde dándole a la botella y cantando junto a las hogueras. Sin embargo si los sortean, encontrarán botes en la playa. Yo estaré esperando en cubierta y si me hacen una señal de luz con una lámpara o algo, les descolgaré una cuerda para que suban al barco.
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Akuma no mi
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Desde que divisamos la isla en el horizonte me retiré a mi camarote. Donde, a excepción de un par de visitas de Airok y Balagus para consultar algún que otro tema, permanecí a solas mientras trataba de poner en orden mis ideas. No había recibido noticias de Nassor en varias semanas, y aunque mi confianza en él era plena, no podía obviar el hecho de que le había enviado a meterse en la boca del lobo.
Dada la importancia de lo que teníamos entre manos, y la gran influencia que tendría en nuestro futuro el resultado de lo que íbamos a hacer, no quería dejar ni un solo detalle al azar. Por ello enterarme de que esos imbéciles habían decidido dirigirse a Kurohana no hizo más que complicarlo todo. Nos dirigíamos al territorio de un maldito Yonkou, y tenía que ser precisamente de él. Ya nos conocimos en el pasado, y por lo tanto sabía de primera mano lo peligroso que podía llegar a ser. Además, había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, y teniendo en cuenta todo lo ocurrido desde entonces, quizás volver a verle no sería la mejor de las ideas. Aunque por suerte era muy poco probable que estuviese allí, o al menos eso esperaba.
Y por si todo eso fuera poco, entre la falta de información y el lugar al que nos dirigíamos, me vi obligado a mantener en secreto muchos detalles a la tripulación. Nunca cuestionaban mis decisiones, pero tampoco me sentía cómodos ocultándoles ese tipo de cosas.
Cuando finalmente el pequeño aparato sobre la mesa comenzó a sonar me levanté de la cama de un salto, agradeciendo que algo me distrajese del caos de mis pensamientos, y lo descolgué. Tras oír la voz de mi compañero al otro lado, pude respirar algo más tranquilo.
- Te has tomado tu tiempo - comencé. Su respuesta fue directa, proporcionando tanta información como había podido reunir. Una muy valiosa que nos haría todo mucho más fácil. Y a juzgar por su tono, no disponía de mucho tiempo, así que tampoco me entretuve. - Estamos a un par de horas de la costa, atracaremos algo más al norte. Se bien que lo que te voy a pedir no es fácil, pero quiero que tú te encargues de tomar el barco. Te enviaré los hombres que necesites. - Nassor no dijo nada, pero podía imaginar lo que se le estaría pasando por la cabeza. - Tengo asuntos personales que resolver con ese cabrón, así que también me dirigiré a las cuevas. - El silencio se mantuvo durante unos segundos, y luego volvió a hablar, dándome algunos consejos. - Les avisaré de eso. Y cuando terminemos con esto, lo celebraremos y os contaré todo, te doy mi palabra.
Finalizada la conversación me tomé unos minutos más para terminar de aclarar algunos puntos del plan en mi cabeza. Mientras, me acerqué al estante donde guardaba mis armas. Paseé los dedos lentamente por sus empuñaduras, barajando las opciones. En pocos meses había reunido una colección considerable, lo cual hizo que se me escapase una pequeña sonrisa de satisfacción. Detuve mi mano sobre una muy especial, Shusui. Una de mis adquisiciones más recientes, y sin duda alguna una de las más especiales. Satisfecho con mi decisión, la tomé y me ceñí la empuñadura al cinturón. Luego me puse el abrigo y me dispuse a reunirme con la tripulación. El juego estaba a punto de comenzar.
Dada la importancia de lo que teníamos entre manos, y la gran influencia que tendría en nuestro futuro el resultado de lo que íbamos a hacer, no quería dejar ni un solo detalle al azar. Por ello enterarme de que esos imbéciles habían decidido dirigirse a Kurohana no hizo más que complicarlo todo. Nos dirigíamos al territorio de un maldito Yonkou, y tenía que ser precisamente de él. Ya nos conocimos en el pasado, y por lo tanto sabía de primera mano lo peligroso que podía llegar a ser. Además, había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, y teniendo en cuenta todo lo ocurrido desde entonces, quizás volver a verle no sería la mejor de las ideas. Aunque por suerte era muy poco probable que estuviese allí, o al menos eso esperaba.
Y por si todo eso fuera poco, entre la falta de información y el lugar al que nos dirigíamos, me vi obligado a mantener en secreto muchos detalles a la tripulación. Nunca cuestionaban mis decisiones, pero tampoco me sentía cómodos ocultándoles ese tipo de cosas.
Cuando finalmente el pequeño aparato sobre la mesa comenzó a sonar me levanté de la cama de un salto, agradeciendo que algo me distrajese del caos de mis pensamientos, y lo descolgué. Tras oír la voz de mi compañero al otro lado, pude respirar algo más tranquilo.
- Te has tomado tu tiempo - comencé. Su respuesta fue directa, proporcionando tanta información como había podido reunir. Una muy valiosa que nos haría todo mucho más fácil. Y a juzgar por su tono, no disponía de mucho tiempo, así que tampoco me entretuve. - Estamos a un par de horas de la costa, atracaremos algo más al norte. Se bien que lo que te voy a pedir no es fácil, pero quiero que tú te encargues de tomar el barco. Te enviaré los hombres que necesites. - Nassor no dijo nada, pero podía imaginar lo que se le estaría pasando por la cabeza. - Tengo asuntos personales que resolver con ese cabrón, así que también me dirigiré a las cuevas. - El silencio se mantuvo durante unos segundos, y luego volvió a hablar, dándome algunos consejos. - Les avisaré de eso. Y cuando terminemos con esto, lo celebraremos y os contaré todo, te doy mi palabra.
Finalizada la conversación me tomé unos minutos más para terminar de aclarar algunos puntos del plan en mi cabeza. Mientras, me acerqué al estante donde guardaba mis armas. Paseé los dedos lentamente por sus empuñaduras, barajando las opciones. En pocos meses había reunido una colección considerable, lo cual hizo que se me escapase una pequeña sonrisa de satisfacción. Detuve mi mano sobre una muy especial, Shusui. Una de mis adquisiciones más recientes, y sin duda alguna una de las más especiales. Satisfecho con mi decisión, la tomé y me ceñí la empuñadura al cinturón. Luego me puse el abrigo y me dispuse a reunirme con la tripulación. El juego estaba a punto de comenzar.
Anon K. Noah
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Akuma no mi
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Cuando el pequeño grupo de pardillos acabó desplumado por el último miembro adquirido de nuestra tripulación, los tres integrantes del mismo se alejaron refunfuñando algo acerca de la insensatez de Jish y su incapacidad para saber cuándo retirarse. Pasaron por mi lado apenas prestándome atención, momento tras el cual procedí a girar la misma esquina pero en dirección contraria, hacia donde aún estaban los dos estafadores. Entre carcajadas vagamente disimuladas, sorprendí a Jish aún con la mano estirada y pidiendo su parte a Dharkel, aunque cuando vio que se trataba de mí y no de otro se relajó enseguida.
- ¿Sabéis? Por divertido que resulte esto, si siempre hacéis lo mismo acabarán sospechando. - Les comenté con una sonrisa. - No sé cómo trucais los dados, pero deberíais hacerlo de forma que el nuevo también pierda de vez en cuando, ya sabeis,, que parezca que pueden ganar las apuestas.
Así es, yo también tomaba parte en aquella jugada. No cobraba por ello, no me interesaba en absoluto, simplemente disfrutaba demasiado viendo cómo los otros infelices acababan en la ruina, me parecía entretenido. Y para evitar que mi nueva fuente de diversión se viera saboteada, hacía las veces de vigía aprovechando mi vista agudizada y mi ligero control del Haki de observación. Así no podían haber interrupciones repentinas. Era un trato justo, ¿no? Yo los cubría y ellos evitaban que me pasara los viajes aburrido como un presidiario. Intercambio equivalente y esas cosas.
Poco duró la reunión, de todas formas, ya que pronto salió Syxel de su camarote anunciando noticias, aunque si eran buenas o malas aún no estaba yo del todo seguro. Mientras esperaba a que diera su discursito de turno, reanudé mis tareas como navegante del navío, las cuales apenas solían requerir mi atención salvo en momentos como aquel para atracar. Dando un par de sencillas órdenes y al timón de forma personal, acabé deteniendo el barco cerca de la costa de aquella isla de aspecto tenebroso.
- Vale... - Dije cuando pude regresar al medio de la cubierta y atender como todo el mundo a las palabras del capitán. - ¿Entonces cómo queda la cosa? ¿Arrasa con lo que veas y generoso no seas? Que alguien me haga un resumen que creo que me perdí la mitad de la conversación, plis.
- ¿Sabéis? Por divertido que resulte esto, si siempre hacéis lo mismo acabarán sospechando. - Les comenté con una sonrisa. - No sé cómo trucais los dados, pero deberíais hacerlo de forma que el nuevo también pierda de vez en cuando, ya sabeis,, que parezca que pueden ganar las apuestas.
Así es, yo también tomaba parte en aquella jugada. No cobraba por ello, no me interesaba en absoluto, simplemente disfrutaba demasiado viendo cómo los otros infelices acababan en la ruina, me parecía entretenido. Y para evitar que mi nueva fuente de diversión se viera saboteada, hacía las veces de vigía aprovechando mi vista agudizada y mi ligero control del Haki de observación. Así no podían haber interrupciones repentinas. Era un trato justo, ¿no? Yo los cubría y ellos evitaban que me pasara los viajes aburrido como un presidiario. Intercambio equivalente y esas cosas.
Poco duró la reunión, de todas formas, ya que pronto salió Syxel de su camarote anunciando noticias, aunque si eran buenas o malas aún no estaba yo del todo seguro. Mientras esperaba a que diera su discursito de turno, reanudé mis tareas como navegante del navío, las cuales apenas solían requerir mi atención salvo en momentos como aquel para atracar. Dando un par de sencillas órdenes y al timón de forma personal, acabé deteniendo el barco cerca de la costa de aquella isla de aspecto tenebroso.
- Vale... - Dije cuando pude regresar al medio de la cubierta y atender como todo el mundo a las palabras del capitán. - ¿Entonces cómo queda la cosa? ¿Arrasa con lo que veas y generoso no seas? Que alguien me haga un resumen que creo que me perdí la mitad de la conversación, plis.
Syxel
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En cuanto hube puesto un pie en cubierta todas las miradas se clavaron en mí, dejando a un lado lo que estuviesen haciendo. Caminé despacio, con la mano apoyada sobre la empuñadura de mi espada, paseando la mirada entre mis compañeros. Esperaban respuestas, y ya era hora de dar algunas.
- Caballeros - subí el tono lo suficiente para que todos pudiesen oírme, pero sin llegar a gritar. - En los últimos meses nuestro número se ha incrementado considerablemente. Y aunque esta embarcación ha sido una fiel compañera durante mucho tiempo, creo que ya va siendo hora de buscar algo que se encuentre a nuestra altura. - Hice una breve pausa para escuchar como los hombres asentían con algo de entusiasmo. - Nos esperan grandes cosas, y si queremos ser los mejores, ¡debemos tener lo mejor! Podríamos comprar un nuevo barco, pero está claro que ese no es nuestro estilo. - Algunas risas resonaron entre la multitud, comenzaban a animarse. - Lo he pensado mucho y creo que he dado con la opción perfecta. La nave que buscamos es una joya que dejará en ridículo a cualquier otra que encontremos.
De un salto me subí a la baranda, sujetándome de un cabo para ayudarme a mantener el equilibrio. - Y al tomarla, no solo tendremos el mejor barco del North Blue… ¡sino que nos aseguraremos de que todo el mundo en este jodido mar conozca nuestro nombre! - Parecía que mis palabras habían conseguido animarles, o al menos eso me dieron a entender sus gritos de aprobación. Estaban sedientos de fama y botín, y eso pensaba darles.
Tras bajar del improvisado escenario me dirigí al centro de la cubierta, donde mis compañeros de mayor confianza aún aguardaban mis instrucciones, esperando que fuese algo más específico. Me tomé un momento, esperando a que todos se reuniesen frente a mí, para luego continuar.
- Airok, Noah, quiero que os llevéis a Jish y a unos cuantos hombres más. Debéis seguir la costa hacia el sur. Por lo que me ha dicho Nassor, la mayoría estarán acampados en la playa. Si conseguís evitarlos y haceros con un par de botes podréis llegar hasta su barco sin que os descubran. Debéis reuniros con él a bordo, y una vez allí tomar el barco causándole el menor daño posible.
Habiendo dado las primeras instrucciones, esperé que me confirmasen haber entendido lo que debían hacer o que preguntasen cualquier duda. Luego llamé la atención de Roger y Blackberry. Se trataba de dos de los miembros más veteranos de la tripulación. Dos hombres que una y otra vez me habían demostrado ser dignos de confianza, y ya era hora de darles algo de responsabilidad.
- Quiero que vosotros dos os quedéis aquí, junto al resto de nuestros hombres. Necesitamos tomar su barco, pero tampoco podemos permitirnos perder este. Si por un casual las cosas no saliesen como he planeado, no nos convendría quedarnos tirados en esta isla. Y la tripulación que buscamos no es la única que atraca por aquí, así que nunca se sabe lo que puede ocurrir. Confió en que sepáis manejar la situación hasta que regresemos.
Por último, me dirigí a Balagus, Taito y Dharkel.
- Vosotros tres vendréis conmigo. Su capitán se dirige a las cuevas, y tengo cuentas que saldar con él. - Me percaté de que Dharkel me dirigió una mirada cargada de reticencia. Durante nuestro viaje ya me había planteado sus preocupaciones, y las tenía muy en cuenta. - Tranquilo, tengo en mente algo muy concreto para ti.
- Caballeros - subí el tono lo suficiente para que todos pudiesen oírme, pero sin llegar a gritar. - En los últimos meses nuestro número se ha incrementado considerablemente. Y aunque esta embarcación ha sido una fiel compañera durante mucho tiempo, creo que ya va siendo hora de buscar algo que se encuentre a nuestra altura. - Hice una breve pausa para escuchar como los hombres asentían con algo de entusiasmo. - Nos esperan grandes cosas, y si queremos ser los mejores, ¡debemos tener lo mejor! Podríamos comprar un nuevo barco, pero está claro que ese no es nuestro estilo. - Algunas risas resonaron entre la multitud, comenzaban a animarse. - Lo he pensado mucho y creo que he dado con la opción perfecta. La nave que buscamos es una joya que dejará en ridículo a cualquier otra que encontremos.
De un salto me subí a la baranda, sujetándome de un cabo para ayudarme a mantener el equilibrio. - Y al tomarla, no solo tendremos el mejor barco del North Blue… ¡sino que nos aseguraremos de que todo el mundo en este jodido mar conozca nuestro nombre! - Parecía que mis palabras habían conseguido animarles, o al menos eso me dieron a entender sus gritos de aprobación. Estaban sedientos de fama y botín, y eso pensaba darles.
Tras bajar del improvisado escenario me dirigí al centro de la cubierta, donde mis compañeros de mayor confianza aún aguardaban mis instrucciones, esperando que fuese algo más específico. Me tomé un momento, esperando a que todos se reuniesen frente a mí, para luego continuar.
- Airok, Noah, quiero que os llevéis a Jish y a unos cuantos hombres más. Debéis seguir la costa hacia el sur. Por lo que me ha dicho Nassor, la mayoría estarán acampados en la playa. Si conseguís evitarlos y haceros con un par de botes podréis llegar hasta su barco sin que os descubran. Debéis reuniros con él a bordo, y una vez allí tomar el barco causándole el menor daño posible.
Habiendo dado las primeras instrucciones, esperé que me confirmasen haber entendido lo que debían hacer o que preguntasen cualquier duda. Luego llamé la atención de Roger y Blackberry. Se trataba de dos de los miembros más veteranos de la tripulación. Dos hombres que una y otra vez me habían demostrado ser dignos de confianza, y ya era hora de darles algo de responsabilidad.
- Quiero que vosotros dos os quedéis aquí, junto al resto de nuestros hombres. Necesitamos tomar su barco, pero tampoco podemos permitirnos perder este. Si por un casual las cosas no saliesen como he planeado, no nos convendría quedarnos tirados en esta isla. Y la tripulación que buscamos no es la única que atraca por aquí, así que nunca se sabe lo que puede ocurrir. Confió en que sepáis manejar la situación hasta que regresemos.
Por último, me dirigí a Balagus, Taito y Dharkel.
- Vosotros tres vendréis conmigo. Su capitán se dirige a las cuevas, y tengo cuentas que saldar con él. - Me percaté de que Dharkel me dirigió una mirada cargada de reticencia. Durante nuestro viaje ya me había planteado sus preocupaciones, y las tenía muy en cuenta. - Tranquilo, tengo en mente algo muy concreto para ti.
Aridam H. Taito
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- ¿Y dices que entonces te salvó la vida?
Estaba en cubierta, hablando con Roger, el hermano de Noah. A diferencia del segundo, este tritón era bastante más razonable, y parecía alguien con quien podía llegar a llevarme bien. Sus historias de los años que pasó en "el Coliseo" podían llegar a ser perturbadoras, pero él las contaba con indiferencia como si no fueran más que anécdotas del pasado. Yo... sentí un poco de envidia, lo reconozco. Que fuera capaz de sobreponerse a experiencias tan traumáticas hablaba de su fuerza de voluntad mucho mejor que cualquier otra cosa. Esa capacidad de seguir adelante pese a habar visto y vivido cosas que habrían quebrado a cualquier hombre... Daba mucho que pensar. Me hacía dudar de si realmente sería el hermano del sádico gyojin peliblanco, hermanos de sangre digo. Y me inspiraba, me hacía desear poder adquirir esa entereza yo mismo.
Pero lo más sorprendente de todo era que alguien como él estuviera siguiendo a alguien como Syxel. No es que no viera al peliblanco como un digno capitán, pero me costaba entender por qué lo primero que había decidido Roger nada más salir de aquel infierno fue ponerse al cuidado del pirata. Hubiera tenido más sentido que se hubiera ido de nuevo a su isla natal, que dijera que se iría a vivir todo lo que no había vivido estando allí encerrado, pero en su lugar se unió a la tripulación recién formada de Syxel. Por eso, a pesar de saber que dichas memorias no serían agradables de recordar, continué indagando sobre lo ocurrido en Cliff Island, hasta poder llegar a una conclusión. De momento había entendido dos factores: la confianza puesta en un hombre que salvó tu vida, y la falta de otro propósito al cual aferrarse. No había que ser un genio para empezar a encajar las piezas del puzzle.
Mas no tuve tiempo de continuar con mi "investigación", pues el aludido capitán salió de su camarote anunciando el comienzo de nuestra próxima "aventura." Esta vez se trataba de saldar unas cuentas personales, y de paso adquirir una nueva y mejorada embarcación. Al escuchar esto acaricié con cierta ternura el mástil de nuestro actual barco, como despidiéndome de una amante.
- Has hecho un buen trabajo, amigo. - Susurré. - Pero adonde vamos no aguantarías los peligros allí presentes. Es momento de que nos separemos, por tu bien y por el nuestro.
Un par de palmadas en la madera fue lo último que le dediqué antes de reunirme con el resto. Desde luego, para ser un barco pequeño había aguantado muy bien nuestras locuras y viajes, y merecía un respeto equivalente. Por desgracia, aquel cascarón de nuez no duraría un asalto contra el extraño mar del Grand Line. Aunque nuestro capitán le dijera a la tripulación que el cambio sería en pos de grandeza y ello los motivara, para mí la razón era completamente distinta. De todas formas no es como si pudiera culparlos, ninguno de ellos comprendía el amor por la madera, no tenían el grado de implicación necesario para poder hacer de la carpintería su oficio, como yo. Les dejaría celebrar la obtención de un nuevo botín, y lamentaría el abandono del que fue nuestro hogar durante meses, si no años en el caso de algunos, por mí y por todos ellos en compensación.
Volviendo al tema importante, la misión. Según oí, Roger y Blackberry se quedarían a cargo de la seguridad del navío, cosa que me tranquilizó, mientras Jish, Airok y Noah se infiltraban en el del enemigo. Podía entender hasta cierto punto que fueran Jish y Airok, y por qué no debíamos ir Balagus o yo mismo... ¿Pero Noah?
- ¿Seguro que es buena idea mandar al más destructivo de todos nosotros a infiltrarse en el barco enemigo, sin provocar daños en el proceso? - Pregunté, mosqueado. - ¿No sería mejor mandar a Dharkel, que ya demostró en su momento tener bastante habilidad colándose sin ser visto en sitios vigilados? - A pesar de la pulla indirecta (aún no terminaba de fiarme del ex-polizón), Syxel aseguró que tenía algo concreto en mente para el friegacubiertas, por lo que ese asunto quedó zanjado. - Pero sigo sin tener del todo claro que el Gyojin sea la mejor baza para...
- Tranquilo. - Me interrumpió Roger. - Si no confías en él, confía en mí. No habrá problemas al respecto. - Me aseguró con una sonrisa.
- Hum... No sé cómo puedes asegurar eso conociéndole como le conoces... Pero te tomo la palabra. Pareces bastante seguro. - Murmuré, sin dejar de fruncir el ceño. Aunque fuera su hermano, Roger también era el menos permisivo con Noah, y si se metía en líos era el primero en echarle la bronca... Bueno, a menos que fuera colándose en la despensa. Entonces el primero era Balagus. Si Roger creía que el otro tritón estaría a la altura, debía de tener algo concreto en mente también. - De acuerdo pues. ¡A las cuevas! - Exclamé haciendo chocar mis puños con motivación.
Para que todo saliera bien, debíamos dar lo mejor de nosotros, y ser capaces de confiar en que el resto también lo haría. Así que una vez despejadas las dudas más inquietantes no quedaban razones para preocuparse. El resto de asuntos los iríamos resolviendo sobre la marcha, a medida que fueran surgiendo (si lo hacían, claro).
Estaba en cubierta, hablando con Roger, el hermano de Noah. A diferencia del segundo, este tritón era bastante más razonable, y parecía alguien con quien podía llegar a llevarme bien. Sus historias de los años que pasó en "el Coliseo" podían llegar a ser perturbadoras, pero él las contaba con indiferencia como si no fueran más que anécdotas del pasado. Yo... sentí un poco de envidia, lo reconozco. Que fuera capaz de sobreponerse a experiencias tan traumáticas hablaba de su fuerza de voluntad mucho mejor que cualquier otra cosa. Esa capacidad de seguir adelante pese a habar visto y vivido cosas que habrían quebrado a cualquier hombre... Daba mucho que pensar. Me hacía dudar de si realmente sería el hermano del sádico gyojin peliblanco, hermanos de sangre digo. Y me inspiraba, me hacía desear poder adquirir esa entereza yo mismo.
Pero lo más sorprendente de todo era que alguien como él estuviera siguiendo a alguien como Syxel. No es que no viera al peliblanco como un digno capitán, pero me costaba entender por qué lo primero que había decidido Roger nada más salir de aquel infierno fue ponerse al cuidado del pirata. Hubiera tenido más sentido que se hubiera ido de nuevo a su isla natal, que dijera que se iría a vivir todo lo que no había vivido estando allí encerrado, pero en su lugar se unió a la tripulación recién formada de Syxel. Por eso, a pesar de saber que dichas memorias no serían agradables de recordar, continué indagando sobre lo ocurrido en Cliff Island, hasta poder llegar a una conclusión. De momento había entendido dos factores: la confianza puesta en un hombre que salvó tu vida, y la falta de otro propósito al cual aferrarse. No había que ser un genio para empezar a encajar las piezas del puzzle.
Mas no tuve tiempo de continuar con mi "investigación", pues el aludido capitán salió de su camarote anunciando el comienzo de nuestra próxima "aventura." Esta vez se trataba de saldar unas cuentas personales, y de paso adquirir una nueva y mejorada embarcación. Al escuchar esto acaricié con cierta ternura el mástil de nuestro actual barco, como despidiéndome de una amante.
- Has hecho un buen trabajo, amigo. - Susurré. - Pero adonde vamos no aguantarías los peligros allí presentes. Es momento de que nos separemos, por tu bien y por el nuestro.
Un par de palmadas en la madera fue lo último que le dediqué antes de reunirme con el resto. Desde luego, para ser un barco pequeño había aguantado muy bien nuestras locuras y viajes, y merecía un respeto equivalente. Por desgracia, aquel cascarón de nuez no duraría un asalto contra el extraño mar del Grand Line. Aunque nuestro capitán le dijera a la tripulación que el cambio sería en pos de grandeza y ello los motivara, para mí la razón era completamente distinta. De todas formas no es como si pudiera culparlos, ninguno de ellos comprendía el amor por la madera, no tenían el grado de implicación necesario para poder hacer de la carpintería su oficio, como yo. Les dejaría celebrar la obtención de un nuevo botín, y lamentaría el abandono del que fue nuestro hogar durante meses, si no años en el caso de algunos, por mí y por todos ellos en compensación.
Volviendo al tema importante, la misión. Según oí, Roger y Blackberry se quedarían a cargo de la seguridad del navío, cosa que me tranquilizó, mientras Jish, Airok y Noah se infiltraban en el del enemigo. Podía entender hasta cierto punto que fueran Jish y Airok, y por qué no debíamos ir Balagus o yo mismo... ¿Pero Noah?
- ¿Seguro que es buena idea mandar al más destructivo de todos nosotros a infiltrarse en el barco enemigo, sin provocar daños en el proceso? - Pregunté, mosqueado. - ¿No sería mejor mandar a Dharkel, que ya demostró en su momento tener bastante habilidad colándose sin ser visto en sitios vigilados? - A pesar de la pulla indirecta (aún no terminaba de fiarme del ex-polizón), Syxel aseguró que tenía algo concreto en mente para el friegacubiertas, por lo que ese asunto quedó zanjado. - Pero sigo sin tener del todo claro que el Gyojin sea la mejor baza para...
- Tranquilo. - Me interrumpió Roger. - Si no confías en él, confía en mí. No habrá problemas al respecto. - Me aseguró con una sonrisa.
- Hum... No sé cómo puedes asegurar eso conociéndole como le conoces... Pero te tomo la palabra. Pareces bastante seguro. - Murmuré, sin dejar de fruncir el ceño. Aunque fuera su hermano, Roger también era el menos permisivo con Noah, y si se metía en líos era el primero en echarle la bronca... Bueno, a menos que fuera colándose en la despensa. Entonces el primero era Balagus. Si Roger creía que el otro tritón estaría a la altura, debía de tener algo concreto en mente también. - De acuerdo pues. ¡A las cuevas! - Exclamé haciendo chocar mis puños con motivación.
Para que todo saliera bien, debíamos dar lo mejor de nosotros, y ser capaces de confiar en que el resto también lo haría. Así que una vez despejadas las dudas más inquietantes no quedaban razones para preocuparse. El resto de asuntos los iríamos resolviendo sobre la marcha, a medida que fueran surgiendo (si lo hacían, claro).
Airok Bonny
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Tal y como había sido mi rutina diaria durante aquellas semanas, empecé el día en mi camarote limpiando y poniendo a punto mis pistolas. Nunca se sabía qué podría pasar o cuando podrían ser utilizadas y, lo mejor, era evitar que explotasen en la propia mano en lugar de disparar por estar sucias o con pólvora atascada en el pedernal.
Durante los primeros días había intentado sonsacar información a Dharkel sobre el cómo se había colado pero no conseguía más que evasivas y respuestas que no llevaban a nada, lo que me hacía desear arrancarle la cabeza. Las semanas siguientes, las pasé viendo cómo él y Jish apostaban a los dados con el resto de la tripulación ganándoles casi todas las veces y arruinándoles por completo.
"Inútiles, está claro que tiene un As en la manga y por eso gana siempre... si no, ¿por qué su primera propuesta nada más dirigirse a mi fue echar una partida?" Era tan evidente que me parecía incluso divertido que ninguno se diera cuenta, pero no iba a ser yo quien desvelase el secreto.
Aquel día, me había levantado bastante temprano a pesar de a penas haber salido de mi camarote. Sabía que quedaban pocas horas para llegar a puerto y necesitaba prepararme bien para lo que pudiera pasar. Dos pistolas perfectamente limpias, dos dagas en perfectas condiciones y bien escondidas en las botas y un corset duro y de buena calidad a modo de coraza, que sabía que no era infalible, pero protegía bastante más que una simple blusa.
Nada más subir a cubierta lo vi, Syxel encaramado a una barandilla gritando como si le fuera la vida en ello con uno de sus discursos.
- Y al tomarla, no solo tendremos el mejor barco del North Blue… ¡sino que nos aseguraremos de que todo el mundo en este jodido mar conozca nuestro nombre! -
"No sé cómo no me extraña en absoluto" pensé mientras caminaba hacia el centro de la cubierta.
Sabía desde hacía tiempo que íbamos a aquella isla con intención de conseguir un nuevo barco, pero la verdad es que no sabía mucho más. Durante toda la travesía no había mediado con Syxel más palabras de lo necesario en asuntos del barco o la tripulación, nunca me había preocupado que no me contase algo, tarde o temprano siempre lo dice a quien ha de saberlo y, por lo visto, era el momento de que todos supiésemos que íbamos a robar un barco.
Las instrucciones fueron claras para todos, yo junto con Jish (como era de esperar) y Noah (algo que me sorprendió) debíamos ir con la mayor cautela hasta tomar el barco junto con Nassor. Mientras, Taito hizo un comentario sobre por qué iba conmigo Noah en lugar de Dharkel... No tengo muy claro aún si en aquel momento se dio o no cuenta de mi mirada alguno de los presentes, pero sinceramente en una misión como aquella lo menos que necesitaba a mi lado era alguien que, no solo era escurridizo para colarse, sino lo era también para evadir las respuestas. Lo menos que me aportaba era confianza, y prefería sin duda mucho más a Noah a mi lado.
Una vez estuvieron bien divididos los grupos, me dirigí a mis compañeros
-- Sobra decir que dirigiré nuestro grupo hasta la playa, al coger los botes y zarpar, haremos señas a Nassor para que nos suba a bordo. A partir de ese momento, dirigirá él la operación. ¿Entendido? -- Nunca he sido de dar demasiadas explicaciones por lo que supuse que con aquellas palabras sería más que suficiente.
Nassor llevaba bastante tiempo en aquel barco y con su tripulación, por lo que conocería los escondites de aquel lugar y el modo de proceder mucho mejor que cualquiera de nosotros. Pese a que era algo más que obvio el hecho de que él nos dirigiría en ese momento, vi necesario especificarlo, por si acaso.
Balagus
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El grupo de expedición de las cuevas se había preparado y pertrechado adecuadamente para explorar las cavernosas profundidades, y esperaban a la orden de su capitán para comenzar. Él, no obstante, sintió una pequeña molestia en el cerebro, un mal presentimiento sin fundamento que se había instalado en su cabeza cual okupa ilegal en la azotea de casa. Con una única y rápida orden, mandó a su segundo de a bordo regresar y comprobar que todos los grumetes estuvieran alerta, incluyendo a Nassor entre ellos. El subordinado aceptó a regañadientes las órdenes e inició el camino de vuelta con paso firme, mientras sus compañeros se internaban en las húmedas entrañas de la tierra.
Tal y como el espía había informado a su propio capitán, las playas bullían con la actividad de borrachos y prostitutas, pero la fiesta distaba mucho de perder fuerza, pues desde la gran casa de madera de los acantilados, un gran contingente de marineros y piratas, inmersos en un rango de ebriedad pasmosamente amplio, empezaron a salir del edificio, tambaleándose camino abajo mientras desaparecían las últimas luces del atardecer.
Sus ruidosas y desastrosamente desafinadas canciones no tenían la suficiente potencia como para llegar hasta nuestra posición, al menos no tanta como para que nos hicieran mirar hacia su dirección. Menos aún cuando Syxel decidió hacer acto de presencia al fin y explicar su tan bien guardado plan.
Puse los ojos en blanco y gruñí levemente. Aunque entendía lo necesario de toda la parafernalia y los adornos que el capitán estaba usando en su discursito, pues el resto de la tripulación necesitaban un buen incentivo para enfrentarse a la muerte, nada me impedía aburrirme soberanamente con ellos y prestar atención sólo a los detalles importantes: íbamos a conseguir un barco.
"Eres un experto en hablar sin decir nada, Syxel..."
El no tener que poner la mayor parte de mi mente escuchando al jefe me permitió advertir un movimiento interesante en el castillo de popa del navío: un pequeño grupo de grumetes, con gestos ariscos y poco afables, abandonando la estructura, con Jish, Dharkel y Noah detrás de ellos.
Entrecerré los ojos, desconfiado. Se habían ido a reunir, precisamente, los tres tipos en los que menos confiaba de aquel maldito barco. Y se habían ido a reunir en el sitio más aventajado de toda la cubierta. Mi cerebro pareció decidir de inmediato, y antes de que yo siquiera lo pensara, que tenía que informarme más sobre el tema.
A mi alrededor, otros reclutas fueron finalizando el proceso de atraque, al tiempo que Syxel iba haciendo grupos de acción hasta, finalmente detenerse cerca de Taito, Dharkel y yo. Aparentemente, quería que fuéramos con él a las cuevas a c errar viejos rencores con el capitán de la banda a la que pretendíamos asaltar. Si bien el desharrapado se mostró disconforme con la decisión, yo tampoco podía decir que me gustara acompañar al sujeto. Y bien mirado, así podría tenerle un ojo echado.
El grupo se disolvió a medida que cada uno recogía su equipo y se juntaba con sus compañeros, momento que aproveché para abordar a uno de los reclutas que había visto bajar del castillo de popa.
- No tengas tanta prisa. -Le espeté, volteándolo bruscamente con mi manaza sobre su hombro y brazo.- Vas a decirme ahora mismo qué hacías allá arriba hace unos minutos.
El chico, joven e impresionable, no tardó un segundo en desembuchar la información requerida entre nerviosos balbuceos y múltiples intentos de convencerme de que no tuvo nada que ver. Aunque consiguió mantener la compostura, al menos en lo que a postura y temblores se trataba, sus ojos brillaban con el miedo de quienes sabían el punto hasta el que podía llegar mi ira. Especialmente cuando se me engañaba o algún gyojin tragaldabas se colaba en la despensa o en la cocina.
Cuando hubo terminado, bufé sonoramente y le di la vuelta de nuevo con un empujón, dándole a entender que, por el momento, no iba a tomar ninguna acción importante contra él. Al fin y al cabo, estábamos a punto de comenzar una operación importante que requeriría de todos nuestros efectivos.
Dirigiéndome a la barandilla de cubierta, recogí mis hachas, depositadas allí, y salté directamente al muelle. La distancia no era tan acusada para mí, e igualmente nunca me había fiado de las tablas y escaleras que se usaban en los puertos: todas demasiado endebles.
No muy lejos de mi posición estaban de nuevo Dharkel, y Jish, aparentemente terminando una pequeña discusión antes de separarse. Según se daban la espalda, les alcancé por detrás y les detuve con mis manos, sujetándolos por el hombro a ambos.
- Después de esto vamos a tener una pequeña charla vosotros dos, yo y el capitán. -Les informé en lo que era una amenaza poco velada y tan susurrada como mi potente voz me permitía.- Hasta entonces, yo haría todo lo posible por ganarme la simpatía de vuestro benefactor.
Y sin dejarles responder, les liberé de un empujón para hacer espacio entre ellos y seguir a mi jefe, que amenazaba con dejarnos atrás.
Tal y como el espía había informado a su propio capitán, las playas bullían con la actividad de borrachos y prostitutas, pero la fiesta distaba mucho de perder fuerza, pues desde la gran casa de madera de los acantilados, un gran contingente de marineros y piratas, inmersos en un rango de ebriedad pasmosamente amplio, empezaron a salir del edificio, tambaleándose camino abajo mientras desaparecían las últimas luces del atardecer.
Sus ruidosas y desastrosamente desafinadas canciones no tenían la suficiente potencia como para llegar hasta nuestra posición, al menos no tanta como para que nos hicieran mirar hacia su dirección. Menos aún cuando Syxel decidió hacer acto de presencia al fin y explicar su tan bien guardado plan.
Puse los ojos en blanco y gruñí levemente. Aunque entendía lo necesario de toda la parafernalia y los adornos que el capitán estaba usando en su discursito, pues el resto de la tripulación necesitaban un buen incentivo para enfrentarse a la muerte, nada me impedía aburrirme soberanamente con ellos y prestar atención sólo a los detalles importantes: íbamos a conseguir un barco.
"Eres un experto en hablar sin decir nada, Syxel..."
El no tener que poner la mayor parte de mi mente escuchando al jefe me permitió advertir un movimiento interesante en el castillo de popa del navío: un pequeño grupo de grumetes, con gestos ariscos y poco afables, abandonando la estructura, con Jish, Dharkel y Noah detrás de ellos.
Entrecerré los ojos, desconfiado. Se habían ido a reunir, precisamente, los tres tipos en los que menos confiaba de aquel maldito barco. Y se habían ido a reunir en el sitio más aventajado de toda la cubierta. Mi cerebro pareció decidir de inmediato, y antes de que yo siquiera lo pensara, que tenía que informarme más sobre el tema.
A mi alrededor, otros reclutas fueron finalizando el proceso de atraque, al tiempo que Syxel iba haciendo grupos de acción hasta, finalmente detenerse cerca de Taito, Dharkel y yo. Aparentemente, quería que fuéramos con él a las cuevas a c errar viejos rencores con el capitán de la banda a la que pretendíamos asaltar. Si bien el desharrapado se mostró disconforme con la decisión, yo tampoco podía decir que me gustara acompañar al sujeto. Y bien mirado, así podría tenerle un ojo echado.
El grupo se disolvió a medida que cada uno recogía su equipo y se juntaba con sus compañeros, momento que aproveché para abordar a uno de los reclutas que había visto bajar del castillo de popa.
- No tengas tanta prisa. -Le espeté, volteándolo bruscamente con mi manaza sobre su hombro y brazo.- Vas a decirme ahora mismo qué hacías allá arriba hace unos minutos.
El chico, joven e impresionable, no tardó un segundo en desembuchar la información requerida entre nerviosos balbuceos y múltiples intentos de convencerme de que no tuvo nada que ver. Aunque consiguió mantener la compostura, al menos en lo que a postura y temblores se trataba, sus ojos brillaban con el miedo de quienes sabían el punto hasta el que podía llegar mi ira. Especialmente cuando se me engañaba o algún gyojin tragaldabas se colaba en la despensa o en la cocina.
Cuando hubo terminado, bufé sonoramente y le di la vuelta de nuevo con un empujón, dándole a entender que, por el momento, no iba a tomar ninguna acción importante contra él. Al fin y al cabo, estábamos a punto de comenzar una operación importante que requeriría de todos nuestros efectivos.
Dirigiéndome a la barandilla de cubierta, recogí mis hachas, depositadas allí, y salté directamente al muelle. La distancia no era tan acusada para mí, e igualmente nunca me había fiado de las tablas y escaleras que se usaban en los puertos: todas demasiado endebles.
No muy lejos de mi posición estaban de nuevo Dharkel, y Jish, aparentemente terminando una pequeña discusión antes de separarse. Según se daban la espalda, les alcancé por detrás y les detuve con mis manos, sujetándolos por el hombro a ambos.
- Después de esto vamos a tener una pequeña charla vosotros dos, yo y el capitán. -Les informé en lo que era una amenaza poco velada y tan susurrada como mi potente voz me permitía.- Hasta entonces, yo haría todo lo posible por ganarme la simpatía de vuestro benefactor.
Y sin dejarles responder, les liberé de un empujón para hacer espacio entre ellos y seguir a mi jefe, que amenazaba con dejarnos atrás.
Dharkel Asrai Nymraif
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Cuando Syxel terminó de hacerse el chulo dando un discurso motivacional pero insustancial no pude evitar tornar los ojos en blanco. “¿En serio pretende darse a conocer tan pronto? No fue eso lo que acordamos…” – pensé mientras intentaba recordar los términos de nuestro acuerdo. Aunque hubiese ciertos vacíos legales le había dejado bien claro que me negaba a hacerme famoso, por mucho que mi apariencia dijese lo contrario.
Más tarde llegaron las instrucciones a cada miembro de la tripulación y… ¡Sorpresa! El capitán lo había vuelvo a hacer. Había vuelvo a incumplir parte de nuestro acuerdo que dictaba que no desenfundaría mi arma ni haría el amago de ello a menos que fuese absolutamente necesario. No pude evitar mirarle con reticencia. ¿Estaría incumpliendo el tratado para ponerme a prueba una vez más? ¿O realmente fue tan ebrio cuando lo discutimos que apenas recordaba nada? Por eso no me gustaba mezclar negocios y placer, aunque muchas veces era inevitable. Sus últimas palabras tampoco me tranquilizaron. No me gustaba que los planes no estuviesen estudiados y atados al dedillo y mucho menos tener que realizar algo “concreto” y desconocer el qué. Quizás, después de todo, sólo se estaba burlando de mí. Tan solo el rubio se había dignado a hacer referencia a mis inigualables técnicas para la infiltración, inútilmente. No obstante, en mi interior agradecía el comentario.
- Me cago en la puta… - murmuré mientras abandonaba la cubierta y me dirigía hacia los camarotes de la tripulación junto con otros tantos.
Si iba a ir al lado del medio gigante, el rubiales y el que a primera vista me parecía un temerario no me bastaría con llevar un par de armas comunes por si acaso. Debía sacar el “arsenal pesado”. Me dirigí hacia mi improvisada hamaca y saqué la reliquia de entre los trapos sucios en los cuales la ocultaba. La ajusté al cinto y traté de ocultarla bajo la capa. Las dagas estaban en las botas, la mochila a mi espalda y un palo recto de madera de dos metros de longitud en mi mano. Ahora solo me quedaba un pequeño detalle… Ocultar mi rostro.
- ¡Tsss! ¿Sabes si Balagus tiene algún saco de sobra en la cocina?
- ¿Quién sabe lo que hay en esa cocina? Es mejor no acercarse a ella… - respondió con un ligero temblor. Podía verse el miedo en sus ojos.
- Tú y yo no hemos tenido esta conversación – dije mientras le lanzaba una de las monedas ganadas recientemente. – Por el bien de ambos…
Vigilando que nadie me prestase demasiada atención, puse mis pies en dirección al lugar prohibido. Una vez frente a la puerta hice uso de aquella magia espiritual que me habían enseñado y que llamaban haki del observador para comprobar que no hubiese nadie en su interior. Una vez verificada la inexistencia de presencias en el área me colé en su interior. No buscaba nada sofisticado ni delicado, con una simple bolsa de esparto me valía. Para mi suerte encontré un par de ellas vacías. Así una de las dagas con la zurda y tras hacerle un par de agujeros a modos de ojos la guardé hecha una pelota en uno de los bolsillos de la capa.
Finalmente salí y me reuní con Jish fuera del barco, pero no sin antes tumbarme en el suelo y besar la tierra. Había sido un largo viaje marítimo y lo necesitaba, aunque en mi interior me decía que no estaríamos más de veinticuatro horas en aquella isla. Quizás, llegado el momento, me separaría de ellos para poder disfrutar durante un tiempo de la bendita tierra. No podía asegurarlo con precisión. El plan más a largo plazo que tenía era continuar respirando el segundo siguiente.
- Parece que tendrá que ser en otra ocasión… - le comenté a mi compañero de timos varios con un cierto tono de indignación. – Tienes suerte, te ha tocado la parte fácil. Quitando que te toca seguir las órdenes de Airok, claro – puntualicé.
Tras finalizar la charla trivial y sin demasiado sentido Balagus nos enganchó del hombro, impidiendo nuestro escape. Aquello se estaba convirtiendo en una rutina molesta. Si quería tener impedimenta de movilidad no habría abandonado mi último hogar…
- Perdona, pero el musgo también tiene derecho a vivir – comenté nuevamente con indignación haciendo referencia a las finas capas de mugre que habían comenzado a aflorar en todo el barco antes incluso de mi incorporación a la tripulación. – En todo caso la culpa la tiene él. Lo heredé en esas condiciones – dije intentando desentenderme del tema. Mi agenda estaba demasiado apretada y no tenía tiempo para nimiedades como mantener el barco limpio. Y mucho menos si nos íbamos a deshacer de él.
Más tarde llegaron las instrucciones a cada miembro de la tripulación y… ¡Sorpresa! El capitán lo había vuelvo a hacer. Había vuelvo a incumplir parte de nuestro acuerdo que dictaba que no desenfundaría mi arma ni haría el amago de ello a menos que fuese absolutamente necesario. No pude evitar mirarle con reticencia. ¿Estaría incumpliendo el tratado para ponerme a prueba una vez más? ¿O realmente fue tan ebrio cuando lo discutimos que apenas recordaba nada? Por eso no me gustaba mezclar negocios y placer, aunque muchas veces era inevitable. Sus últimas palabras tampoco me tranquilizaron. No me gustaba que los planes no estuviesen estudiados y atados al dedillo y mucho menos tener que realizar algo “concreto” y desconocer el qué. Quizás, después de todo, sólo se estaba burlando de mí. Tan solo el rubio se había dignado a hacer referencia a mis inigualables técnicas para la infiltración, inútilmente. No obstante, en mi interior agradecía el comentario.
- Me cago en la puta… - murmuré mientras abandonaba la cubierta y me dirigía hacia los camarotes de la tripulación junto con otros tantos.
Si iba a ir al lado del medio gigante, el rubiales y el que a primera vista me parecía un temerario no me bastaría con llevar un par de armas comunes por si acaso. Debía sacar el “arsenal pesado”. Me dirigí hacia mi improvisada hamaca y saqué la reliquia de entre los trapos sucios en los cuales la ocultaba. La ajusté al cinto y traté de ocultarla bajo la capa. Las dagas estaban en las botas, la mochila a mi espalda y un palo recto de madera de dos metros de longitud en mi mano. Ahora solo me quedaba un pequeño detalle… Ocultar mi rostro.
- ¡Tsss! ¿Sabes si Balagus tiene algún saco de sobra en la cocina?
- ¿Quién sabe lo que hay en esa cocina? Es mejor no acercarse a ella… - respondió con un ligero temblor. Podía verse el miedo en sus ojos.
- Tú y yo no hemos tenido esta conversación – dije mientras le lanzaba una de las monedas ganadas recientemente. – Por el bien de ambos…
Vigilando que nadie me prestase demasiada atención, puse mis pies en dirección al lugar prohibido. Una vez frente a la puerta hice uso de aquella magia espiritual que me habían enseñado y que llamaban haki del observador para comprobar que no hubiese nadie en su interior. Una vez verificada la inexistencia de presencias en el área me colé en su interior. No buscaba nada sofisticado ni delicado, con una simple bolsa de esparto me valía. Para mi suerte encontré un par de ellas vacías. Así una de las dagas con la zurda y tras hacerle un par de agujeros a modos de ojos la guardé hecha una pelota en uno de los bolsillos de la capa.
Finalmente salí y me reuní con Jish fuera del barco, pero no sin antes tumbarme en el suelo y besar la tierra. Había sido un largo viaje marítimo y lo necesitaba, aunque en mi interior me decía que no estaríamos más de veinticuatro horas en aquella isla. Quizás, llegado el momento, me separaría de ellos para poder disfrutar durante un tiempo de la bendita tierra. No podía asegurarlo con precisión. El plan más a largo plazo que tenía era continuar respirando el segundo siguiente.
- Parece que tendrá que ser en otra ocasión… - le comenté a mi compañero de timos varios con un cierto tono de indignación. – Tienes suerte, te ha tocado la parte fácil. Quitando que te toca seguir las órdenes de Airok, claro – puntualicé.
Tras finalizar la charla trivial y sin demasiado sentido Balagus nos enganchó del hombro, impidiendo nuestro escape. Aquello se estaba convirtiendo en una rutina molesta. Si quería tener impedimenta de movilidad no habría abandonado mi último hogar…
- Perdona, pero el musgo también tiene derecho a vivir – comenté nuevamente con indignación haciendo referencia a las finas capas de mugre que habían comenzado a aflorar en todo el barco antes incluso de mi incorporación a la tripulación. – En todo caso la culpa la tiene él. Lo heredé en esas condiciones – dije intentando desentenderme del tema. Mi agenda estaba demasiado apretada y no tenía tiempo para nimiedades como mantener el barco limpio. Y mucho menos si nos íbamos a deshacer de él.
Jish
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En cuanto acabó el discurso de Syxel fui de los primeros en darse a la fuga del maltrecho barco. Al fin y al cabo, era cierto en parte, el navío se nos había quedado pequeño. Estar hacinado durante días con tanta gente no era algo positivo ni para la moral ni para la salud.
Dharkel bajo poco después, lo mire de reojo mientras hacía cosas raras en el suelo. Simplemente me limité a observarlo con curiosidad. Nunca había visto a un hombre profesar tanta devoción por un simple trozo de tierra…
No tardó mucho en percatarse de mi presencia, parecía molesto por la decisión de Syxel. Me limité a encogerme de hombros cuando confesó que mi parte era más sencilla que la suya. Apenas llevaba unas semanas con nosotros por lo que no me costó demasiado suponer que no estaba familiarizado con la incoherencia de la tripulación.
Sentí entonces un peso muerto en el hombro, me pilló tan de improvisto que tuve que concentrarme para mantener el equilibrio. Al parecer Balagus sabía algo, estaba claro que uno de los reclutas se había ido de la lengua… Supuse que era una venganza, al fin y al cabo él había sido el artista con los dados.
El mendigo aprovecho y arremetió contra mí intentando excusarse. No fue un bonito gesto de camaradería, pero al menos no soltó prenda sobre la partida en la cubierta.
- Bueno era madera barata, no es tanto una cuestión del mantenimiento en si mismo, sino de la calidad. No se puede tener todo en esta vida- me excusé, sin demasiado fundamento.
Aprovechando que esos dos irían juntos hacia las cuevas me escaqueé discretamente hacia Airok. No parecía de mucho mejor humor que ayer, ni que anteayer, ni que la semana pasada… Al menos ella si conocía su papel lo cual era un pequeño consuelo.
Me tapé la boca, con naturalidad, para tapar un fingido bostezo.
- ¿Pero tú has visto a ese tío? - inquirí mientras hacia un gesto con la barbilla para señalar a Noah- Tiene pinta de que nos la va a liar en cuanto uno de esos piratas beodos lo miré de reojo. Como se sienta inútil despídete del sigilo, es un gyojin… imagino que no necesita muchas razones para odiarnos, como raza- aclaré.
Podía verlo en su cara, estaba perdido, no había escuchado ninguna de las palabras del capitán. No podía culparle por ello, Syxel se estaba empezando a acostumbrar a dar discursos incoherentes y su condición de capitán nos obligaba a fingir atención. Las últimas semanas sin Nassor parecían haber sido el detonante para que comenzara a sermonearnos por casi cualquier cosa. Al parecer el contramaestre era el único que había tenido el valor para cuestionar su elocuencia. Ese hombre, por el bien de nuestra salud mental, tenía que regresar a la tripulación a cualquier precio.
Dharkel bajo poco después, lo mire de reojo mientras hacía cosas raras en el suelo. Simplemente me limité a observarlo con curiosidad. Nunca había visto a un hombre profesar tanta devoción por un simple trozo de tierra…
No tardó mucho en percatarse de mi presencia, parecía molesto por la decisión de Syxel. Me limité a encogerme de hombros cuando confesó que mi parte era más sencilla que la suya. Apenas llevaba unas semanas con nosotros por lo que no me costó demasiado suponer que no estaba familiarizado con la incoherencia de la tripulación.
Sentí entonces un peso muerto en el hombro, me pilló tan de improvisto que tuve que concentrarme para mantener el equilibrio. Al parecer Balagus sabía algo, estaba claro que uno de los reclutas se había ido de la lengua… Supuse que era una venganza, al fin y al cabo él había sido el artista con los dados.
El mendigo aprovecho y arremetió contra mí intentando excusarse. No fue un bonito gesto de camaradería, pero al menos no soltó prenda sobre la partida en la cubierta.
- Bueno era madera barata, no es tanto una cuestión del mantenimiento en si mismo, sino de la calidad. No se puede tener todo en esta vida- me excusé, sin demasiado fundamento.
Aprovechando que esos dos irían juntos hacia las cuevas me escaqueé discretamente hacia Airok. No parecía de mucho mejor humor que ayer, ni que anteayer, ni que la semana pasada… Al menos ella si conocía su papel lo cual era un pequeño consuelo.
Me tapé la boca, con naturalidad, para tapar un fingido bostezo.
- ¿Pero tú has visto a ese tío? - inquirí mientras hacia un gesto con la barbilla para señalar a Noah- Tiene pinta de que nos la va a liar en cuanto uno de esos piratas beodos lo miré de reojo. Como se sienta inútil despídete del sigilo, es un gyojin… imagino que no necesita muchas razones para odiarnos, como raza- aclaré.
Podía verlo en su cara, estaba perdido, no había escuchado ninguna de las palabras del capitán. No podía culparle por ello, Syxel se estaba empezando a acostumbrar a dar discursos incoherentes y su condición de capitán nos obligaba a fingir atención. Las últimas semanas sin Nassor parecían haber sido el detonante para que comenzara a sermonearnos por casi cualquier cosa. Al parecer el contramaestre era el único que había tenido el valor para cuestionar su elocuencia. Ese hombre, por el bien de nuestra salud mental, tenía que regresar a la tripulación a cualquier precio.
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Antes de desembarcar me dirigí una vez más a algunos de mis compañeros, para ultimar detalles y repartir instrucciones algo más específicas, aunque nada de especial relevancia. Tras eso, y asegurándome de que no me olvidaba nada, me acerqué a la baranda y recorrí el tablón para encontrarme con mis compañeros ya en tierra.
Me tomé unos segundos para recordar mi última estancia en aquel lugar, con la mirada perdida hacia el interior de la isla. Al menos ya la conocía bastante bien, por lo que llegar a las minas que buscábamos no nos resultaría complicado, aun sin un mapa. Así pues eché a andar en dirección a las mismas, siguiendo la línea de costa hasta que tuvimos que separarnos de esta y adentrarnos en la espesa jungla.
No sabíamos lo que nos encontraríamos por el camino, y no podíamos obviar los peligros propios de la isla, así que avanzábamos alerta y en formación. Con Balagus a la cabeza abriendo paso entre la vegetación, Dharkel y yo marchábamos en el centro y Taito cubría nuestra retaguardia. Sin dejar de mirar a mi alrededor ni por un instante, me dirigí a nuestro más reciente recluta.
- No he olvidado nuestro acuerdo. - Le dejé claro. - No tendrás que pelear si no quieres. Pero según tengo entendido los hombres que perseguimos se dirigen a las minas en busca de un posible tesoro escondido. No puedo saber con seguridad de donde proviene su información, o hasta qué punto puede ser cierta. Pero si resulta serlo, un saqueador nos vendría bien, ¿no crees?
Habiéndole tranquilizado con respecto a las preocupaciones que supuse tendría, elevé ligeramente el tono para que los otros dos también pudiesen escucharme.
- El hombre al que busco me robó algo muy importante para mí, y pienso recuperarlo. No me agrada la idea de arrastraros en algo personal, pero por lo que me ha dicho Nassor no irá solo, y no puedo saber cuántos hombres le acompañan.
Me tomé unos segundos para recordar mi última estancia en aquel lugar, con la mirada perdida hacia el interior de la isla. Al menos ya la conocía bastante bien, por lo que llegar a las minas que buscábamos no nos resultaría complicado, aun sin un mapa. Así pues eché a andar en dirección a las mismas, siguiendo la línea de costa hasta que tuvimos que separarnos de esta y adentrarnos en la espesa jungla.
No sabíamos lo que nos encontraríamos por el camino, y no podíamos obviar los peligros propios de la isla, así que avanzábamos alerta y en formación. Con Balagus a la cabeza abriendo paso entre la vegetación, Dharkel y yo marchábamos en el centro y Taito cubría nuestra retaguardia. Sin dejar de mirar a mi alrededor ni por un instante, me dirigí a nuestro más reciente recluta.
- No he olvidado nuestro acuerdo. - Le dejé claro. - No tendrás que pelear si no quieres. Pero según tengo entendido los hombres que perseguimos se dirigen a las minas en busca de un posible tesoro escondido. No puedo saber con seguridad de donde proviene su información, o hasta qué punto puede ser cierta. Pero si resulta serlo, un saqueador nos vendría bien, ¿no crees?
Habiéndole tranquilizado con respecto a las preocupaciones que supuse tendría, elevé ligeramente el tono para que los otros dos también pudiesen escucharme.
- El hombre al que busco me robó algo muy importante para mí, y pienso recuperarlo. No me agrada la idea de arrastraros en algo personal, pero por lo que me ha dicho Nassor no irá solo, y no puedo saber cuántos hombres le acompañan.
Airok Bonny
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Había vuelto a mi camarote a por un par de bolas de plata más de las que ya tenía. Toda munición era poca y para lo que íbamos a hacer, más valía que sobrara.
Al salir, casi todos los reclutas estaban ya prácticamente en tierra preparándose para partir a la misión de cada uno. Entre los grupos formados, pude ver a Balagus hablando con la peor pareja de toda la tripulación: Jish y Dharkel. Cómo detestaba que estuviesen juntos a escondidas y hablando de sus cosas, no podían planear nunca nada bueno por lo que aquella relación me molestaba sobremanera. Parecía que había aparecido el aliado perfecto para Jish y sus líos.
Una vez estuve en tierra, eché un vistazo general buscando a mi equipo, con la intención de que se acercasen a mí lo antes posible. El primero en llegar fue Jish, el cual comenzó a intentar advertirme de las torpes habilidades de sigilo del gyojin, algo que me pareció completamente fuera de lugar.
-- Lo que me preocupa aquí es tu relación con Dharkel. No tengo idea de qué puñetas estáis tramando pero así sea que me lo digas tú o que lo averigue por ahí, te aseguro que no quedará en nada--
Sin escuchar lo que fuera que me quisiese contestar, me dirigí al resto del grupo que iba llegando a cuenta gotas, y dando dos palmadas los obligué a apurar el paso.
-- Venga señoras, no tenemos todo el día. -- Con un suspiro de desesperación, conseguí que los últimos reclutas echaran a correr -- A ver, es simple. Una vez lleguemos al campamento no quiero oír el ruido de una mosca. El que respire más fuerte de lo normal que se tape la boca. El que descubra nuestra posición antes de que yo lo diga se las verá conmigo. -- Le dediqué una firme mirada a Noah. Aunque confiaba que estaría a la altura, debía de asegurarme que nada se me fuera de las manos.
Me di media vuelta y comencé a caminar hacia nuestro destino a la vez que seguí hablando.
-- Una vez lleguemos, no daré ningún tipo de instrucción así que escuchadme bien. -- Hice una pausa hasta que todos estuvieron lo bastante atentos -- Una vez consigamos una buena posición a distancia prudente, Jish y Jonny -- Uno de los reclutas más escurridizos -- irán a reconocer la zona y acercarse un poco más para conseguir un bote en el que todos podamos subir y que no levante sospechas mientras lo tomamos. Cuando ellos vuelvan, a mi señal, nos dirigiremos hacia el bote elegido.--
De nuevo me volví a girar para dar la última indicaciones.
-- Si no hay más remedio que actuar, quiero que sea con dagas, cuchillos, espadas o ahogados con cuerdas, me da igual, pero no quiero escuchar un sólo disparo o grito cuando estemos allí. ¿Entendido?--
Una vez me aseguré de que todos asentían con la cabeza y me habían escuchado, reanudé la marcha hasta nuestro destino. Todo podría salir o muy bien, o demasiado mal... no había un punto medio y dependía de mí llevar un nuevo barco a nuestra tripulación.
Al salir, casi todos los reclutas estaban ya prácticamente en tierra preparándose para partir a la misión de cada uno. Entre los grupos formados, pude ver a Balagus hablando con la peor pareja de toda la tripulación: Jish y Dharkel. Cómo detestaba que estuviesen juntos a escondidas y hablando de sus cosas, no podían planear nunca nada bueno por lo que aquella relación me molestaba sobremanera. Parecía que había aparecido el aliado perfecto para Jish y sus líos.
Una vez estuve en tierra, eché un vistazo general buscando a mi equipo, con la intención de que se acercasen a mí lo antes posible. El primero en llegar fue Jish, el cual comenzó a intentar advertirme de las torpes habilidades de sigilo del gyojin, algo que me pareció completamente fuera de lugar.
-- Lo que me preocupa aquí es tu relación con Dharkel. No tengo idea de qué puñetas estáis tramando pero así sea que me lo digas tú o que lo averigue por ahí, te aseguro que no quedará en nada--
Sin escuchar lo que fuera que me quisiese contestar, me dirigí al resto del grupo que iba llegando a cuenta gotas, y dando dos palmadas los obligué a apurar el paso.
-- Venga señoras, no tenemos todo el día. -- Con un suspiro de desesperación, conseguí que los últimos reclutas echaran a correr -- A ver, es simple. Una vez lleguemos al campamento no quiero oír el ruido de una mosca. El que respire más fuerte de lo normal que se tape la boca. El que descubra nuestra posición antes de que yo lo diga se las verá conmigo. -- Le dediqué una firme mirada a Noah. Aunque confiaba que estaría a la altura, debía de asegurarme que nada se me fuera de las manos.
Me di media vuelta y comencé a caminar hacia nuestro destino a la vez que seguí hablando.
-- Una vez lleguemos, no daré ningún tipo de instrucción así que escuchadme bien. -- Hice una pausa hasta que todos estuvieron lo bastante atentos -- Una vez consigamos una buena posición a distancia prudente, Jish y Jonny -- Uno de los reclutas más escurridizos -- irán a reconocer la zona y acercarse un poco más para conseguir un bote en el que todos podamos subir y que no levante sospechas mientras lo tomamos. Cuando ellos vuelvan, a mi señal, nos dirigiremos hacia el bote elegido.--
De nuevo me volví a girar para dar la última indicaciones.
-- Si no hay más remedio que actuar, quiero que sea con dagas, cuchillos, espadas o ahogados con cuerdas, me da igual, pero no quiero escuchar un sólo disparo o grito cuando estemos allí. ¿Entendido?--
Una vez me aseguré de que todos asentían con la cabeza y me habían escuchado, reanudé la marcha hasta nuestro destino. Todo podría salir o muy bien, o demasiado mal... no había un punto medio y dependía de mí llevar un nuevo barco a nuestra tripulación.
Nassor
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Colgó y se guardó el den den mushi entre las ropas, para a continuación comenzar a caminar de vuelta a la playa. El paseo fue corto, pero a él se le hizo eterno. A partir de aquel día no habría vuelta atrás; se uniría a la banda de Syxel y se convertiría en un pirata. ¿Estaba haciendo lo correcto? Gente como Syxel o Hinori le habían enseñado que a diferencia de lo que llevaba toda su vida creyendo, los piratas no eran monstruos sin corazón. Pero tampoco eran buenos y eso lo sabía bien. ¿Sin embargo qué diferencia había entre matar por dinero como llevaba haciendo hasta entonces a matar bajo las órdenes de su capitán? Podía justificarlo con que mataba a criminales y gente cruel, pero sabía que eran simples excusas. Y ahora que había probado el amargo sabor de la esclavitud, llevaba ya un tiempo pensándolo: las leyes, la civilización, el gobierno... eran todo excusas. Cada cuál debía vivir sus propios ideales y sueños y defenderlos a sangre y hierro, pues nadie lo haría por uno mismo. No había buenos o malos. Aquellos a quienes había considerado defensores de la paz toleraban la existencia de la esclavitud y los otros a los que había considerado malvados criminales eran quienes lo habían liberado. Junto con Syxel le esperaba una vida de libertad y aventuras surcando los mares... tan sólo esperaba no haberse equivocado.
- ¡Eh! ¿Quién eres? Ah... el nuevo.
Un pirata se le había acercado apuntándole con una pistola, bajándola al reconocerlo. Tenía la cara sonrojada y apestaba a alcohol. Parecía que habían empezado la fiesta temprano.
- Sí. Tan sólo daba un paseo.
- Como sea. No te alejes ni hagas cosas raras, novato. Estamos en territorio de un Yonkou y no queremos provocar a la persona equivocada por error.
Con un leve y seco asentimiento de cabeza, Nassor continuó su camino. Por un instante se planteó el silenciarlo rápidamente para ir eliminando a posibles enemigos, pero se quitó la idea de la cabeza. Un paso en falso antes de tiempo echaría el plan a perder. Salió del bosque con él y pasó entre las fogatas de bucaneros que festajaban y bebían. Algunos trataron de llamarlo a voces para que se uniera a la fiesta, pero el pelirrojo se limitó a rechazarlas con un gesto y continuó su camino.
- El capitán me ha ordenado vigilar - se limitó a decir.
- ¿Y qué? ¡Olvida a ese viejo perro! ¿Quién va a molestarnos esta noche? Nadie sería tan idiota como para montar escándalo en esta isla.
"Yo conozco a un idiota capaz de eso y de más" pensó, conteniendo un suspiro. Pero en fin, era su capitán y lo había elegido voluntariamente. Si había decidido seguir a un idiota por su propio pie, no tenía derecho a reprocharle nada. ¿Y quién era más tonto? ¿El tonto o el que decide obedecerle? Esbozando una media sonrisa, empujó uno de los botes al agua y se subió de un salto, haciendo que se tambaleara. Remó hasta el barco con tosquedad y se dirigió a la escalera de mano. No la habían retirado pese a que fuese una idea estúpida no hacerlo por comodidad. Hizo gestos a los piratas en cubierta para que le ayudaran a subir el bote, y estos le tiraron cabos que Nassor ató a la barca. Mientras los hombres tiraban de estos para subirla a cubierta, el pelirrojo se encaramó a la escalera y ascendió. Ahora tocaba esperar al resto. Tan sólo esperaba que Syxel les hubiera explicado bien el plan.
- ¡Eh! ¿Quién eres? Ah... el nuevo.
Un pirata se le había acercado apuntándole con una pistola, bajándola al reconocerlo. Tenía la cara sonrojada y apestaba a alcohol. Parecía que habían empezado la fiesta temprano.
- Sí. Tan sólo daba un paseo.
- Como sea. No te alejes ni hagas cosas raras, novato. Estamos en territorio de un Yonkou y no queremos provocar a la persona equivocada por error.
Con un leve y seco asentimiento de cabeza, Nassor continuó su camino. Por un instante se planteó el silenciarlo rápidamente para ir eliminando a posibles enemigos, pero se quitó la idea de la cabeza. Un paso en falso antes de tiempo echaría el plan a perder. Salió del bosque con él y pasó entre las fogatas de bucaneros que festajaban y bebían. Algunos trataron de llamarlo a voces para que se uniera a la fiesta, pero el pelirrojo se limitó a rechazarlas con un gesto y continuó su camino.
- El capitán me ha ordenado vigilar - se limitó a decir.
- ¿Y qué? ¡Olvida a ese viejo perro! ¿Quién va a molestarnos esta noche? Nadie sería tan idiota como para montar escándalo en esta isla.
"Yo conozco a un idiota capaz de eso y de más" pensó, conteniendo un suspiro. Pero en fin, era su capitán y lo había elegido voluntariamente. Si había decidido seguir a un idiota por su propio pie, no tenía derecho a reprocharle nada. ¿Y quién era más tonto? ¿El tonto o el que decide obedecerle? Esbozando una media sonrisa, empujó uno de los botes al agua y se subió de un salto, haciendo que se tambaleara. Remó hasta el barco con tosquedad y se dirigió a la escalera de mano. No la habían retirado pese a que fuese una idea estúpida no hacerlo por comodidad. Hizo gestos a los piratas en cubierta para que le ayudaran a subir el bote, y estos le tiraron cabos que Nassor ató a la barca. Mientras los hombres tiraban de estos para subirla a cubierta, el pelirrojo se encaramó a la escalera y ascendió. Ahora tocaba esperar al resto. Tan sólo esperaba que Syxel les hubiera explicado bien el plan.
Anon K. Noah
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- Nii-san. - Me dijo Roger acercándose a mí, entre risas. - Tan atento como siempre por lo que veo.
- Hermano... - Respondí yo poniendo los ojos en blanco. - La atención es para cosas importantes, y los discursos no son importantes. Sabes que cuando alguien habla mucho mi cabeza deja de prestarle atención por reflejo, no vaya a acabar doliéndome. - Terminé sumándome a las carcajadas del tritón más joven. - ¿Te importa? - Inquirí entonces enarcando una ceja.
- Esto... - Comenzó a pensar él. - Tres grupos, uno para las cuevas, otro cuidando el barco y otro a buscar el nuevo barco. Te toca en el tercero.
- Ah, si, lo del barco nuevo... Me suena que el capi me había dicho algo al respecto, pero nunca me dio detalles. - Comenté encogiéndome de hombros. - ¿Quién va conmigo?
- ¡Te lo pasarás bien! ¡Te toca seguir a Airok! - Como si fuera el mejor chiste del mundo (y mi cara entonces debió de serlo) el enorme gyojin redobló las carcajadas mientras se alejaba.
- Que cabrón... - Musité, entendiendo por fin por qué se había molestado en venir a atender mi capricho. Seguro que se iba a pasar el resto del día imaginándose las broncas por las que tendría que pasar.
Echándome la mano a la cara me di la vuelta justo cuando vi que mi hermano se aproximaba a Taito. El revolucionario aún no terminaba de caerme del todo bien, pero parecía que él y Roger hacían buenas migas, así que no dije nada y me separé, buscando a la mujer que sería la causa de mis calamidades con casi total seguridad.
Para cuando llegué a encontrarla, ya estaba en la costa fuera del barco junto a Jish y otros reclutas. Llegué a escuchar vagamente ciertas pullas que el "ayudante" de la intendente lanzó hacia mi dirección, pero salvo por una mirada de soslayo no le dediqué respuesta. No lo consideraba tan interesante como para que mereciera la pena perder mi tiempo discutiendo con él sobre quién me caía bien o mal, además de que si se ponía tonto siempre podía hacerle chantaje amenazando con irme de la lengua sobre su camaradería con Dharkel y lo que hacían juntos a espaldas del resto. Me sabría mal por el mendigo... Nah, a quién quiero engañar, lo haría sin dudarlo si fuera necesario. Si no lo había hecho todavía era simplemente porque no le vi ningún propósito, y era demasiado vago para chivarme por chivarme.
Hablando del tema, Airok precisamente le respondió a Jish con algo muy cercano a lo que tenía yo en mente, por lo que no pude evitar esbozar una sonrisa de suficiencia mientras me aseguraba de que mi espadón estuviera bien sujeto en las correas a mi espalda, y que mis cantimploras estuvieran llenas de agua. Tras escuchar las instrucciones que dio la mujer, y algún otro resumen que le pedí a un recluta llamado Jonny sobre lo que había dicho Syxel, me quedó más claro cuál iba a ser mi papel.
- No te preocupes, evitaré hacer acto de aparición hasta que se me necesite. - Tranquilicé a la autoproclamada líder del grupo. - Me meteré en el agua y os seguiré a varios metros de la costa, allí es difícil que me distingan y puedo ser mucho más rápido que por tierra si la cosa se pone fea. - Esto último lo dije sonriendole con sorna directamente a Jish, como diciendo "Si la cagas, allí estaré yo. Y sé que la vas a cagar." - Eficiencia, factor sorpresa, y no tengo que hacer nada si no me llaman. Es perfecto. - Terminé dando mi conclusión mientras ponía carita inocente.
- Hermano... - Respondí yo poniendo los ojos en blanco. - La atención es para cosas importantes, y los discursos no son importantes. Sabes que cuando alguien habla mucho mi cabeza deja de prestarle atención por reflejo, no vaya a acabar doliéndome. - Terminé sumándome a las carcajadas del tritón más joven. - ¿Te importa? - Inquirí entonces enarcando una ceja.
- Esto... - Comenzó a pensar él. - Tres grupos, uno para las cuevas, otro cuidando el barco y otro a buscar el nuevo barco. Te toca en el tercero.
- Ah, si, lo del barco nuevo... Me suena que el capi me había dicho algo al respecto, pero nunca me dio detalles. - Comenté encogiéndome de hombros. - ¿Quién va conmigo?
- ¡Te lo pasarás bien! ¡Te toca seguir a Airok! - Como si fuera el mejor chiste del mundo (y mi cara entonces debió de serlo) el enorme gyojin redobló las carcajadas mientras se alejaba.
- Que cabrón... - Musité, entendiendo por fin por qué se había molestado en venir a atender mi capricho. Seguro que se iba a pasar el resto del día imaginándose las broncas por las que tendría que pasar.
Echándome la mano a la cara me di la vuelta justo cuando vi que mi hermano se aproximaba a Taito. El revolucionario aún no terminaba de caerme del todo bien, pero parecía que él y Roger hacían buenas migas, así que no dije nada y me separé, buscando a la mujer que sería la causa de mis calamidades con casi total seguridad.
Para cuando llegué a encontrarla, ya estaba en la costa fuera del barco junto a Jish y otros reclutas. Llegué a escuchar vagamente ciertas pullas que el "ayudante" de la intendente lanzó hacia mi dirección, pero salvo por una mirada de soslayo no le dediqué respuesta. No lo consideraba tan interesante como para que mereciera la pena perder mi tiempo discutiendo con él sobre quién me caía bien o mal, además de que si se ponía tonto siempre podía hacerle chantaje amenazando con irme de la lengua sobre su camaradería con Dharkel y lo que hacían juntos a espaldas del resto. Me sabría mal por el mendigo... Nah, a quién quiero engañar, lo haría sin dudarlo si fuera necesario. Si no lo había hecho todavía era simplemente porque no le vi ningún propósito, y era demasiado vago para chivarme por chivarme.
Hablando del tema, Airok precisamente le respondió a Jish con algo muy cercano a lo que tenía yo en mente, por lo que no pude evitar esbozar una sonrisa de suficiencia mientras me aseguraba de que mi espadón estuviera bien sujeto en las correas a mi espalda, y que mis cantimploras estuvieran llenas de agua. Tras escuchar las instrucciones que dio la mujer, y algún otro resumen que le pedí a un recluta llamado Jonny sobre lo que había dicho Syxel, me quedó más claro cuál iba a ser mi papel.
- No te preocupes, evitaré hacer acto de aparición hasta que se me necesite. - Tranquilicé a la autoproclamada líder del grupo. - Me meteré en el agua y os seguiré a varios metros de la costa, allí es difícil que me distingan y puedo ser mucho más rápido que por tierra si la cosa se pone fea. - Esto último lo dije sonriendole con sorna directamente a Jish, como diciendo "Si la cagas, allí estaré yo. Y sé que la vas a cagar." - Eficiencia, factor sorpresa, y no tengo que hacer nada si no me llaman. Es perfecto. - Terminé dando mi conclusión mientras ponía carita inocente.
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Akuma no mi
Varios
Los dos grupos de asaltantes nos habíamos puesto en marcha en dirección sur, dejando el pueblo a nuestras espaldas y tomando rutas distintas, pero paralelas, pues los objetivos que perseguíamos no estaban muy alejados el uno del otro.
El grupo de Airok, tras ponerse de acuerdo e intercambiar múltiples puyas en todas direcciones, inició su marcha por la costa. A un par de kilómetros de playa podía distinguirse sin problemas el principio de los altos acantilados en cuyas cuevas estaba fondeado el imponente barco a robar.
Mas entre los ladrones y su objetivo mediaban una docena de hogueras sobre la arena, surtidas con carnes a la brasa y rodeadas por generosas cantidades de bebidas alcohólicas, entre unos 6 y 10 piratas por fogata que iniciaban su travesía por las aguas de la ebriedad, y varias mujeres de mala reputación y peor gracia. La noche aún no había caído lo suficiente como para que su oscuridad cubriera al grupo, y las miradas de los locales todavía no se habían enturbiado lo suficiente como para pasarles por alto.
A lo largo de la arena, no obstante, sí que había numerosos botes volcados y algún que otro carromato cargado de botellas y viandas, y a excepción de algún pirata con un sentido del deber que realizaba viajes entre maldiciones de una hoguera a otra haciendo guardia y reprendiendo a sus compañeros, no parecía haber vigías en absoluto. Las únicas embarcaciones que parecían estar de pie sobre el agua, en condiciones de navegar, o lo suficientemente aisladas como para manipularlas sin llamar la atención, estaban al otro lado de las playas.
El trayecto mi grupo, por el contrario, parecía abrirse mucho más tranquilo, a pesar de mi imponente y delatora presencia en cabeza. Con Syxel conmigo, sabía que no tenía que preocuparme por los vigías enemigos, pues tenía un don para encontrarlos antes que ellos a nosotros. Por fortuna, y para mi desconocimiento, el camino estaba libre a excepción de la tupida maleza y los árboles a través de los cuales, yo sabía guiarlos con rapidez.
Nuestro objetivo, una serie de aberturas naturales en los acantilados, permanecía vigilado por media docena de guardias malhumorados, no sólo por sus obligaciones, sino por carecer de la cantidad de ron y carne asada que estimaban como necesaria para cumplir con su cometido. Entre nuestra posición y la suya apenas distaba un kilómetro y medio, por lo que era sumamente complicado que alguno de los bandos consiguiera ver al otro.
Silver quiso explicarle algo que no alcancé a escuchar a nuestro compañero, mas, si mi instinto no me fallaba y yo había aprendido lo suficiente sobre aquel cobarde cubierto de harapos, deduce que tendría algo que ver con mancharse las manos en una lucha.
"Que tengamos que hacer de niñeras para semejante deshonra..."
Acto seguido, el capitán quiso aclararnos también por qué estábamos haciendo lo que hacíamos. Aunque sus razones eran perfectamente válidas para mí, no me ahorré en dedicarle una mirada severa sin detenerme ni girar más que mi cabeza.
- Cuando quieras algo de mí, me lo dices directamente, Syxel. -Le respondí gravemente.- No te andes con explicaciones ni excusas conmigo. Si creo que es justo lo que pretendes, sabes que apoyaré sin dudarlo.
Lo que dijeran Dharkel o Silver a partir de ahí me fue de poca o ninguna importancia. Regresé mis sentidos al frente mientras buscaba, paso a paso, el camino más seguro, hasta que los tres paramos en seco al oír un extraño jaleo unos metros más adelante, tras la maleza. Un pirata local había sobrepasado los límites de lo aconsejable con la bebida y se afanaba por desvestir torpemente a la fulana, igualmente ebria, sobre la que se encontraba en mitad del follaje tropical.
Ninguno de los dos pareció advertir nuestra presencia, delatada por el movimiento de las hojas, cuando nos acercamos a comprobar la situación. Durante unos segundos me sentí tentado de sacar mi arco y disparar, pero preferí no arriesgar nuestra misión por un asunto tan trivial y continué adelante, dando un rodeo para evitar a la pareja en mitad de la vegetación de la playa.
Al menos esa fue mi intención hasta que surgieron más voces de la nada, también claramente afectadas por el alcohol pero en mucho menor grado. Lo que en un primer momento fueron improperios y adjetivos despectivos hacia el tipo en el suelo, se tornaron preguntas algo alarmadas exigiendo saber nuestra identidad o, al menos, la de quien fuera que estuviera ocupando nuestro mismo espacio entre las plantas. Casi al final de mi vista periférica pude encontrar el brillo de unas antorchas.
Esta vez sí volví a preparar el arco, esperando a que Silver se pusiera en acción. Por las voces, sólo habían venido dos tipos más. Si actuábamos con la suficiente rapidez y si al mendigo no le daba por acojonarse, podíamos acabar con ellos y con la mujer antes de que cundiera ninguna alarma.
Mientras tanto, Nassor regresó al barco para esperar a sus aliados. Aquel era el único lugar donde no se festejaba, y estaba vigilado, si bien no por muchos piratas, sí por los más comprometidos y graves de la tripulación. El subcapitán estaba a medio camino ya del navío, y algunos de los circunspectos vigías más veteranos echaban miradas desconfiadas al grumete, dudando de la veracidad de sus palabras e intenciones. Por norma general, el capitán dejaba que los nuevos se divirtieran en la playa mientras que los antiguos tripulantes cuidaban el barco.
Sin embargo, aquel chico parecía tener algo especial, y ellos no eran quienes para dudar de su capitán, después de todo. Pero eso no evitó que más de un par de ojos mantuvieran a Nassor vigilado a cada paso que daba.
Bajo tierra, el pequeño pero poderoso grupo de piratas ya se había adentrado entre los túneles y cruzado un río subterráneo terriblemente frío. A pesar de portar un mapa, las galerías profundas no habían sido dibujadas, y a cada bifurcación le hacían una muesca en la piedra, difícilmente perceptible a no ser que se supiera cómo eran y dónde estaban. También dejaron algunas trampas tras de sí, como cepos y explosivos de presión pequeños.
El grupo de Airok, tras ponerse de acuerdo e intercambiar múltiples puyas en todas direcciones, inició su marcha por la costa. A un par de kilómetros de playa podía distinguirse sin problemas el principio de los altos acantilados en cuyas cuevas estaba fondeado el imponente barco a robar.
Mas entre los ladrones y su objetivo mediaban una docena de hogueras sobre la arena, surtidas con carnes a la brasa y rodeadas por generosas cantidades de bebidas alcohólicas, entre unos 6 y 10 piratas por fogata que iniciaban su travesía por las aguas de la ebriedad, y varias mujeres de mala reputación y peor gracia. La noche aún no había caído lo suficiente como para que su oscuridad cubriera al grupo, y las miradas de los locales todavía no se habían enturbiado lo suficiente como para pasarles por alto.
A lo largo de la arena, no obstante, sí que había numerosos botes volcados y algún que otro carromato cargado de botellas y viandas, y a excepción de algún pirata con un sentido del deber que realizaba viajes entre maldiciones de una hoguera a otra haciendo guardia y reprendiendo a sus compañeros, no parecía haber vigías en absoluto. Las únicas embarcaciones que parecían estar de pie sobre el agua, en condiciones de navegar, o lo suficientemente aisladas como para manipularlas sin llamar la atención, estaban al otro lado de las playas.
El trayecto mi grupo, por el contrario, parecía abrirse mucho más tranquilo, a pesar de mi imponente y delatora presencia en cabeza. Con Syxel conmigo, sabía que no tenía que preocuparme por los vigías enemigos, pues tenía un don para encontrarlos antes que ellos a nosotros. Por fortuna, y para mi desconocimiento, el camino estaba libre a excepción de la tupida maleza y los árboles a través de los cuales, yo sabía guiarlos con rapidez.
Nuestro objetivo, una serie de aberturas naturales en los acantilados, permanecía vigilado por media docena de guardias malhumorados, no sólo por sus obligaciones, sino por carecer de la cantidad de ron y carne asada que estimaban como necesaria para cumplir con su cometido. Entre nuestra posición y la suya apenas distaba un kilómetro y medio, por lo que era sumamente complicado que alguno de los bandos consiguiera ver al otro.
Silver quiso explicarle algo que no alcancé a escuchar a nuestro compañero, mas, si mi instinto no me fallaba y yo había aprendido lo suficiente sobre aquel cobarde cubierto de harapos, deduce que tendría algo que ver con mancharse las manos en una lucha.
"Que tengamos que hacer de niñeras para semejante deshonra..."
Acto seguido, el capitán quiso aclararnos también por qué estábamos haciendo lo que hacíamos. Aunque sus razones eran perfectamente válidas para mí, no me ahorré en dedicarle una mirada severa sin detenerme ni girar más que mi cabeza.
- Cuando quieras algo de mí, me lo dices directamente, Syxel. -Le respondí gravemente.- No te andes con explicaciones ni excusas conmigo. Si creo que es justo lo que pretendes, sabes que apoyaré sin dudarlo.
Lo que dijeran Dharkel o Silver a partir de ahí me fue de poca o ninguna importancia. Regresé mis sentidos al frente mientras buscaba, paso a paso, el camino más seguro, hasta que los tres paramos en seco al oír un extraño jaleo unos metros más adelante, tras la maleza. Un pirata local había sobrepasado los límites de lo aconsejable con la bebida y se afanaba por desvestir torpemente a la fulana, igualmente ebria, sobre la que se encontraba en mitad del follaje tropical.
Ninguno de los dos pareció advertir nuestra presencia, delatada por el movimiento de las hojas, cuando nos acercamos a comprobar la situación. Durante unos segundos me sentí tentado de sacar mi arco y disparar, pero preferí no arriesgar nuestra misión por un asunto tan trivial y continué adelante, dando un rodeo para evitar a la pareja en mitad de la vegetación de la playa.
Al menos esa fue mi intención hasta que surgieron más voces de la nada, también claramente afectadas por el alcohol pero en mucho menor grado. Lo que en un primer momento fueron improperios y adjetivos despectivos hacia el tipo en el suelo, se tornaron preguntas algo alarmadas exigiendo saber nuestra identidad o, al menos, la de quien fuera que estuviera ocupando nuestro mismo espacio entre las plantas. Casi al final de mi vista periférica pude encontrar el brillo de unas antorchas.
Esta vez sí volví a preparar el arco, esperando a que Silver se pusiera en acción. Por las voces, sólo habían venido dos tipos más. Si actuábamos con la suficiente rapidez y si al mendigo no le daba por acojonarse, podíamos acabar con ellos y con la mujer antes de que cundiera ninguna alarma.
Mientras tanto, Nassor regresó al barco para esperar a sus aliados. Aquel era el único lugar donde no se festejaba, y estaba vigilado, si bien no por muchos piratas, sí por los más comprometidos y graves de la tripulación. El subcapitán estaba a medio camino ya del navío, y algunos de los circunspectos vigías más veteranos echaban miradas desconfiadas al grumete, dudando de la veracidad de sus palabras e intenciones. Por norma general, el capitán dejaba que los nuevos se divirtieran en la playa mientras que los antiguos tripulantes cuidaban el barco.
Sin embargo, aquel chico parecía tener algo especial, y ellos no eran quienes para dudar de su capitán, después de todo. Pero eso no evitó que más de un par de ojos mantuvieran a Nassor vigilado a cada paso que daba.
Bajo tierra, el pequeño pero poderoso grupo de piratas ya se había adentrado entre los túneles y cruzado un río subterráneo terriblemente frío. A pesar de portar un mapa, las galerías profundas no habían sido dibujadas, y a cada bifurcación le hacían una muesca en la piedra, difícilmente perceptible a no ser que se supiera cómo eran y dónde estaban. También dejaron algunas trampas tras de sí, como cepos y explosivos de presión pequeños.
Airok Bonny
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Mientras caminábamos, contemplaba la propuesta de Noah de infiltrarse por mar, pero no podía dejarlo solo a su suerte ni haciendo lo que quisiera. Tendría que estar todo demasiado bien estructurado así que, por el momento, Noah seguiría por tierra hasta nuevo aviso.
Una vez llegamos, me detuve a una distancia bastante mayor de la que esperaba. La oscuridad no era suficiente, por lo que debíamos de planear nuestros movimientos desde bastante más lejos de lo que en un inicio pretendía. La luz de las fogatas alumbraban bastante a través de la vegetación tras la que nos ocultábamos como buenamente podíamos, por lo decidí enviar a Jish y a Jonny a observar.
-- Por el amor de una madre, que no os vea nadie-- le dije al oído a Jish agarrándolo del brazo justo antes de que se fuera y tirando un poco hacia el suelo para que fuesen agachados o reptando si era necesario.
Tras unos minutos, Jish volvió con la información que necesitábamos. Nos encontrábamos agachados y agrupados lo más juntos posible para susurrar absolutamente todo lo que se hablaba y no se decía ninguna palabra que no fuera estrictamente necesaria. El éxito de aquella misión dependía del sigilo y no podíamos permitirnos ser vistos por cualquier borracho que se alejase un poco de las fogatas para pasear.
Una vez Jish terminó de dar los detalles de la cantidad de grupos, carpas, fogatas y botes disponibles, me dispuse a hablar, aunque sin un plan demasiado claro.
-- Bien, Noah puede ir por mar sin ser visto hasta la otra punta y separar uno de los botes a un lugar apartado y más escondido para poder tomarlo sin problema. La cosa es que está en la otra punta de la playa -- todo esto lo iba describiendo en la tierra con un palo, para que quedase bien claro por si alguno no lograba escucharme por lo bajo que hablaba -- deberemos ir todos rodeando la playa por la maleza. Tardaremos en llegar bastante más que Noah, ya que para que no nos vean tendremos que alejarnos del límite de la playa--
Me detuve unos instantes, aquel plan nos haría perder demasiado tiempo que quizás no tuviéramos, ya que no tenía ni idea de la situación actual de Noah ni el cómo estaría preparando el terreno. Pocas veces había hecho aquello, pero conocía a Jish de hacía bastante tiempo como para pedir una segunda opinión. Le dediqué una mirada directa.
-- A no ser que haya una idea más rápida, creo que ésta es la más segura --
Una vez llegamos, me detuve a una distancia bastante mayor de la que esperaba. La oscuridad no era suficiente, por lo que debíamos de planear nuestros movimientos desde bastante más lejos de lo que en un inicio pretendía. La luz de las fogatas alumbraban bastante a través de la vegetación tras la que nos ocultábamos como buenamente podíamos, por lo decidí enviar a Jish y a Jonny a observar.
-- Por el amor de una madre, que no os vea nadie-- le dije al oído a Jish agarrándolo del brazo justo antes de que se fuera y tirando un poco hacia el suelo para que fuesen agachados o reptando si era necesario.
Tras unos minutos, Jish volvió con la información que necesitábamos. Nos encontrábamos agachados y agrupados lo más juntos posible para susurrar absolutamente todo lo que se hablaba y no se decía ninguna palabra que no fuera estrictamente necesaria. El éxito de aquella misión dependía del sigilo y no podíamos permitirnos ser vistos por cualquier borracho que se alejase un poco de las fogatas para pasear.
Una vez Jish terminó de dar los detalles de la cantidad de grupos, carpas, fogatas y botes disponibles, me dispuse a hablar, aunque sin un plan demasiado claro.
-- Bien, Noah puede ir por mar sin ser visto hasta la otra punta y separar uno de los botes a un lugar apartado y más escondido para poder tomarlo sin problema. La cosa es que está en la otra punta de la playa -- todo esto lo iba describiendo en la tierra con un palo, para que quedase bien claro por si alguno no lograba escucharme por lo bajo que hablaba -- deberemos ir todos rodeando la playa por la maleza. Tardaremos en llegar bastante más que Noah, ya que para que no nos vean tendremos que alejarnos del límite de la playa--
Me detuve unos instantes, aquel plan nos haría perder demasiado tiempo que quizás no tuviéramos, ya que no tenía ni idea de la situación actual de Noah ni el cómo estaría preparando el terreno. Pocas veces había hecho aquello, pero conocía a Jish de hacía bastante tiempo como para pedir una segunda opinión. Le dediqué una mirada directa.
-- A no ser que haya una idea más rápida, creo que ésta es la más segura --
Dharkel Asrai Nymraif
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Exhalé el humo a la par que exhibía un fingido gesto de indignación. Me agradaba que Syxel no me hiciese luchar, pero más me agradaba que por fin alguien reconociese mis exquisitas habilidades en el arte de la sustracción de bienes ajenos. No obstante, aunque la idea de un viejo tesoro escondido me emocionase, tener que ser partícipe en una venganza personal… no estaba entre mis prioridades. Su último comentario me dio a entender que, básicamente, estábamos allí para limpiar los alrededores, el capitán sería cosa suya. Eso explicaría por qué Balagus nos acompañaba, aparte de para abrir un camino entre la vegetación. Con un poco de suerte me limitaría a mirar cómo se hacían cargo del trabajo sucio.
El camino transcurrió en relativo silencio, arropados con el abrigo del atardecer. Tan solo el ruido de las pisadas, las ramas partidas y la luz del cigarro prendido podrían delatarnos. Aquello no fue un problema hasta que advertimos una pareja intentando torpemente quitarse la ropa. Me quedé expectante, apoyado sobre un árbol cercano que me daba buena visibilidad de la jugada. Di un par de caladas sin intentar si quiera esconderme. Los colores de la capa y su suciedad me daban toda la cobertura que necesitaba.
- Vaya novato… - musité.
Otro par de voces me hicieron agacharme casi instantáneamente, bajando el cigarro para que su luz no me delatase. Estas voces no tardaron en unirse a la pareja. Una mente perversa sólo habría pensado en una cosa, pero no era el momento. Me debía a mi tripulación, o al menos eso intentaba pensar.
Desde mi actual posición tan sólo podía ver a Taito. Me había quedado rezagado y había perdido de vista a Balagus y a Syxel. No tendrían que estar muy lejos y solo esperaba que supiesen seguirme el juego en cuanto la luz de las antorchas me iluminase. Dejé a los pies del árbol el palo, la mochila y la katana, y saqué mi preciada lata de limosnas. Acto seguido, y tras hacerle un gesto al rubiales me encaminé hacia los piratas atravesando la maleza con paso tambaleante.
- Aaayyy que…hip… bien que os encuentro…hip. No tendrás…hip… un beri suerto o argo…hip… premoh – dije poniendo la lata entre ellos y yo. Fui moviendo mis erráticos pasos en dirección contraria hacia donde se suponía que tenían que estar mis compañeros, de tal forma que pudiesen cogerles por la espalda y eliminarlos fácilmente.
- ¿Eh? ¿Quién eres tú, puto mendigo? ¡Largo de aquí! – increpó uno de ellos.
- Y un…hip ¿sigarrito? – pregunté. La paciencia de aquellos hombres se estaba empezando a acabar. Sólo esperaba que la carga llegase pronto o me tocaría hacer de cebo y correr. La vida literalmente me iría en ello.
El camino transcurrió en relativo silencio, arropados con el abrigo del atardecer. Tan solo el ruido de las pisadas, las ramas partidas y la luz del cigarro prendido podrían delatarnos. Aquello no fue un problema hasta que advertimos una pareja intentando torpemente quitarse la ropa. Me quedé expectante, apoyado sobre un árbol cercano que me daba buena visibilidad de la jugada. Di un par de caladas sin intentar si quiera esconderme. Los colores de la capa y su suciedad me daban toda la cobertura que necesitaba.
- Vaya novato… - musité.
Otro par de voces me hicieron agacharme casi instantáneamente, bajando el cigarro para que su luz no me delatase. Estas voces no tardaron en unirse a la pareja. Una mente perversa sólo habría pensado en una cosa, pero no era el momento. Me debía a mi tripulación, o al menos eso intentaba pensar.
Desde mi actual posición tan sólo podía ver a Taito. Me había quedado rezagado y había perdido de vista a Balagus y a Syxel. No tendrían que estar muy lejos y solo esperaba que supiesen seguirme el juego en cuanto la luz de las antorchas me iluminase. Dejé a los pies del árbol el palo, la mochila y la katana, y saqué mi preciada lata de limosnas. Acto seguido, y tras hacerle un gesto al rubiales me encaminé hacia los piratas atravesando la maleza con paso tambaleante.
- Aaayyy que…hip… bien que os encuentro…hip. No tendrás…hip… un beri suerto o argo…hip… premoh – dije poniendo la lata entre ellos y yo. Fui moviendo mis erráticos pasos en dirección contraria hacia donde se suponía que tenían que estar mis compañeros, de tal forma que pudiesen cogerles por la espalda y eliminarlos fácilmente.
- ¿Eh? ¿Quién eres tú, puto mendigo? ¡Largo de aquí! – increpó uno de ellos.
- Y un…hip ¿sigarrito? – pregunté. La paciencia de aquellos hombres se estaba empezando a acabar. Sólo esperaba que la carga llegase pronto o me tocaría hacer de cebo y correr. La vida literalmente me iría en ello.
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Avancé junto a Jonny hasta uno de los botes volcados. Ambos nos mantuvimos sentados, de espaldas contra la embarcación durante algunos minutos. Se escuchaba un tumulto por toda la playa, a veces incluso se escuchaban pasos que se arrastraban torpemente a escasos metros del bote. Pasados unos instantes, con la certeza de que no había nadie cerca, Jonny alzó discretamente la cabeza sobre la quilla de la barca. Su cara se estaba poniendo pálida por momentos.
Ligeramente molesto, fruncí el ceño y decidí valorar yo mismo la situación. Esperé durante algunos segundos, para asegurarme de que era seguro y me asomé hacia el otro lado. Pude contar seis hogueras y más de cincuenta piratas, sumados a los efectivos que habría en el propio barco… El número de aquella tripulación daba verdadero pánico, podrían sumar con facilidad unos sesenta o setenta hombres concentrados tan solo en esta zona de la isla.
Esperamos un instante más para asegurarnos de que nadie reparaba en nuestra paciencia y abandonamos las proximidades del campamento de aquellos hombres. En apenas unos minutos recorrimos la distancia que nos separaba de nuestro grupo y al igual que el resto nos pusimos de cuclillas para comentar lo que habíamos averiguado. Nosotros apenas superábamos la veintena, no había mucho que hacer realmente, salvo evitar un enfrentamiento directo.
Airok una vez más consultó con desdén mi opinión, sin embargo, ya había aprendido a jugar demasiado bien a su juego. Bastaba simplemente con no cuestionar su autoridad y disponer de un plan de contingencia por si el suyo fracasaba. De aquella manera, ninguno de los dos resultábamos perjudicados por las decisiones del otro.
- ¿Y qué quieres que te diga? Tu plan es razonable, no tenemos ninguna necesidad de arriesgarnos a poner un pie en la arena. Lo que realmente me preocupa es que ese circo de ahí adelante se mueva hacia el interior de la isla – confesé, mientras me encogía de hombros perezosamente – Confió en que podamos infiltrarnos en el barco sin complicaciones, pero no confió en que el grupo de Syxel haga lo propio con su parte. Una pelea entre capitanes no deja de ser una pelea de egos, al fin y al cabo, apostaría mi brazo izquierdo a que antes de que todo esto acabe media isla sabrá de su enfrentamiento - comenté esta vez serio.
Ligeramente molesto, fruncí el ceño y decidí valorar yo mismo la situación. Esperé durante algunos segundos, para asegurarme de que era seguro y me asomé hacia el otro lado. Pude contar seis hogueras y más de cincuenta piratas, sumados a los efectivos que habría en el propio barco… El número de aquella tripulación daba verdadero pánico, podrían sumar con facilidad unos sesenta o setenta hombres concentrados tan solo en esta zona de la isla.
Esperamos un instante más para asegurarnos de que nadie reparaba en nuestra paciencia y abandonamos las proximidades del campamento de aquellos hombres. En apenas unos minutos recorrimos la distancia que nos separaba de nuestro grupo y al igual que el resto nos pusimos de cuclillas para comentar lo que habíamos averiguado. Nosotros apenas superábamos la veintena, no había mucho que hacer realmente, salvo evitar un enfrentamiento directo.
Airok una vez más consultó con desdén mi opinión, sin embargo, ya había aprendido a jugar demasiado bien a su juego. Bastaba simplemente con no cuestionar su autoridad y disponer de un plan de contingencia por si el suyo fracasaba. De aquella manera, ninguno de los dos resultábamos perjudicados por las decisiones del otro.
- ¿Y qué quieres que te diga? Tu plan es razonable, no tenemos ninguna necesidad de arriesgarnos a poner un pie en la arena. Lo que realmente me preocupa es que ese circo de ahí adelante se mueva hacia el interior de la isla – confesé, mientras me encogía de hombros perezosamente – Confió en que podamos infiltrarnos en el barco sin complicaciones, pero no confió en que el grupo de Syxel haga lo propio con su parte. Una pelea entre capitanes no deja de ser una pelea de egos, al fin y al cabo, apostaría mi brazo izquierdo a que antes de que todo esto acabe media isla sabrá de su enfrentamiento - comenté esta vez serio.
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Cuando oí a aquellos hombres instintivamente me agaché, tratando de ocultarme mejor entre la vegetación, aunque al parecer ya era tarde. Aunque no nos hubiesen visto aún, habían descubierto nuestra presencia. Y si no queríamos delatarnos antes de lo previsto debíamos actuar rápido.
En primer lugar, hice un barrido de las cercanías con el haki de observación, asegurándome con ello de que, además de nosotros, tan solo había otras cuatro presencias cercanas. Y por lo que pude sentir ninguna que pudiese suponernos un problema real, más allá de descubrirnos, claro está.
Durante los siguientes segundos, mientras dos de las presencias se iban acercando peligrosamente a nuestra posición, fui barajando diferentes opciones en mi cabeza. Si atacábamos de frente cualquiera de ellos tendría tiempo de gritar, poniendo sobre aviso a cualquiera que le oyese, así que esa opción estaba descartada. Con el paso sombrío podría situarme a sus espaldas, y si era lo suficientemente rápido podía encargarme de dos de ellos mientras Balagus, que ya había preparado su arco, daba cuenta del tercero. Sin duda parecía la mejor opción, y me disponía a compartirla con mi compañero cuando algo, o más bien alguien, captó la atención de nuestros objetivos.
Perplejo contemplé como Dharkel se presentaba frente a ellos, simulando un evidente estado de ebriedad. Sin duda aquello debió de poner de los nervios a Balagus, pero yo apenas pude contener una carcajada por lo absurdo de la situación.
“Veamos cómo te desenvuelves”. Pensé con curiosidad.
No estoy seguro de si lo hizo aposta, pero mientras hablaba se fue moviendo y consiguió que le siguiesen con la mirada, haciendo que quedasen de espaldas a nosotros. Momento que aprovechamos sin dudarlo ni un instante.
Taito y yo surgimos de entre la maleza, prácticamente al mismo tiempo, situándonos enseguida tras sus espaldas. Sin hacer el más mínimo ruido rodeé a uno de ellos con el brazo izquierdo, cubriendo su boca con una mano, mientras con la otra deslizaba la hoja de mi puñal por su cuello. Le sujeté durante unos segundos más para evitar que intentase gritar mientras se ahogaba. Cuando lo solté, pude comprobar que mi compañero había hecho lo propio con el otro tipo.
Dirigí entonces la mirada al tercero de ellos, el borracho que se encontraba junto a la fulana. Este trató de ponerse en pie mientras se subía los pantalones. Pero antes de que pudiese hacer alguna de las dos cosas, una flecha, o lo que a mi vista parecía más una lanza por su tamaño, impactó contra su pecho lanzándole más de un metro hacia atrás.
Solo quedaba aquella mujer. Y no sé si se encontraba demasiado asustada, demasiado borracha, o quizás ambas, pero por suerte para nosotros no se atrevió a decir ni una palabra, o a tan siquiera moverse del sitio. Guardé el puñal y me acerqué a ella lentamente, mostrando las manos vacías para no alarmarla aún más.
- Lo siento señorita, pero no puedo dejar que nos descubran.
Un par de minutos más tarde, Balagus ya se había encargado de atarla y amordazarla debidamente. Habiéndonos encargado del primer obstáculo, estábamos listos para continuar con nuestro camino.
En primer lugar, hice un barrido de las cercanías con el haki de observación, asegurándome con ello de que, además de nosotros, tan solo había otras cuatro presencias cercanas. Y por lo que pude sentir ninguna que pudiese suponernos un problema real, más allá de descubrirnos, claro está.
Durante los siguientes segundos, mientras dos de las presencias se iban acercando peligrosamente a nuestra posición, fui barajando diferentes opciones en mi cabeza. Si atacábamos de frente cualquiera de ellos tendría tiempo de gritar, poniendo sobre aviso a cualquiera que le oyese, así que esa opción estaba descartada. Con el paso sombrío podría situarme a sus espaldas, y si era lo suficientemente rápido podía encargarme de dos de ellos mientras Balagus, que ya había preparado su arco, daba cuenta del tercero. Sin duda parecía la mejor opción, y me disponía a compartirla con mi compañero cuando algo, o más bien alguien, captó la atención de nuestros objetivos.
Perplejo contemplé como Dharkel se presentaba frente a ellos, simulando un evidente estado de ebriedad. Sin duda aquello debió de poner de los nervios a Balagus, pero yo apenas pude contener una carcajada por lo absurdo de la situación.
“Veamos cómo te desenvuelves”. Pensé con curiosidad.
No estoy seguro de si lo hizo aposta, pero mientras hablaba se fue moviendo y consiguió que le siguiesen con la mirada, haciendo que quedasen de espaldas a nosotros. Momento que aprovechamos sin dudarlo ni un instante.
Taito y yo surgimos de entre la maleza, prácticamente al mismo tiempo, situándonos enseguida tras sus espaldas. Sin hacer el más mínimo ruido rodeé a uno de ellos con el brazo izquierdo, cubriendo su boca con una mano, mientras con la otra deslizaba la hoja de mi puñal por su cuello. Le sujeté durante unos segundos más para evitar que intentase gritar mientras se ahogaba. Cuando lo solté, pude comprobar que mi compañero había hecho lo propio con el otro tipo.
Dirigí entonces la mirada al tercero de ellos, el borracho que se encontraba junto a la fulana. Este trató de ponerse en pie mientras se subía los pantalones. Pero antes de que pudiese hacer alguna de las dos cosas, una flecha, o lo que a mi vista parecía más una lanza por su tamaño, impactó contra su pecho lanzándole más de un metro hacia atrás.
Solo quedaba aquella mujer. Y no sé si se encontraba demasiado asustada, demasiado borracha, o quizás ambas, pero por suerte para nosotros no se atrevió a decir ni una palabra, o a tan siquiera moverse del sitio. Guardé el puñal y me acerqué a ella lentamente, mostrando las manos vacías para no alarmarla aún más.
- Lo siento señorita, pero no puedo dejar que nos descubran.
Un par de minutos más tarde, Balagus ya se había encargado de atarla y amordazarla debidamente. Habiéndonos encargado del primer obstáculo, estábamos listos para continuar con nuestro camino.
Aridam H. Taito
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Tras seguir a mi grupo isla adentro, parecía que las cosas iban a salir de mal en peor. A pesar de ocultarnos en la maleza, el ruido que causó esta al moverse nos delató, levantando las sospechas de nuestros objetivos: un par de guardias se acercaban a nuestra posición y prono la operación entera se vería comprometida.
Para rematar la faena, Dharkel, que se había quedado rezagado, tomó cartas en el asunto a su manera, y no se le ocurrió otra cosa que salir con sus pintas de desarrapado fingiendo ser un borracho en busca de limosna. ¿En serio? ¿Un borracho perdido aquí en medio de la nada? ¿Quién se tragaría esa patraña?
A pesar de todo, el choque mental pareció ser efectivo al menos en parte, pues los estupefactos guardias en lugar de matarlo inmediatamente le dieron algunos segundos de cuartel, e incluso apartaron la vista de los matojos para poder vigilar al recién aparecido. Parecía que no todo estaba perdido, después de todo. Solo teníamos que aprovechar la oportunidad antes de que se escapara de entre nuestras manos. Con premura, salí con todo el sigilo que alguien como yo podía reunir, compensando la falta de este con mi velocidad para llegar al guardia de la izquierda antes de que pudiera girarse. Comprobé con alivio que Syxel también había pillado el cambio de planes rápido, y para cuando le partí el cuello al pobre alma desgraciada entre mis enormes brazos, el otro tenía un cuchillo en su garganta silenciando sus quejidos.
- Que tu alma se reencarne en lo que merezcas ser... - Musité tras dejar en el suelo el cadaver. Tenía entendido que esta gente no merecía compasión, pero si por un casual el Karma no estaba de acuerdo, esperaba que en su próxima vida encontrara la paz en un oficio más indulgente.
Aparte de aquellos dos guardias, había también otro individuo junto a una fulana, de los cuales Balagus y Syxel se encargaron (especialmente el primero), dejándonos vía libre para acercarnos a las cuevas.
- Cuando vayamos a entrar, dejadme ir delante. - Propuse. - Ese tipo de sitios suelen ser algo laberínticos, y perdernos puede ser un verdadero problema. - Luego miré al capitán, que me dedicó una mirada dubitativa. Comprensible. - Sé que en la superficie no soy el más indicado para orientarnos, pero créeme, bajo tierra estoy como en casa. - Sonreí con fiereza. - Me volví estudioso de este tipo de temas en pro de serle útil a la Revolución, y ahora puedo seros útil a vosotros.
Si ninguno de los presentes se oponía, lideraría la marcha por las minas con ayuda de las indicaciones de Syxel sobre qué buscábamos. Por desgracia mi habilidad no sería suficiente para detectar trampas sobre la marcha, en caso de haberlas, pero puede que el ojo avizor de mis compañeros (y llevar un paso algo más lento que de costumbre) compensara. Aunque, de todas formas, ¿quién pondría trampas en una mina perdida de la mano de Budha como aquella? Pero en fin, nunca se puede ser lo suficientemente cauteloso. O paranoico, llámalo como quieras. Aun así mi mayor preocupación, más que las teóricas trampas, era si el enorme semigigante cabría en aquellos túneles. De lejos, la entrada parecía amplia y segura (al menos no pude distinguir a nadie desde mi posición), pero nada nos decía que una vez dentro no se fueran a estrechar los canales.
- Balagus... - Comencé, no muy seguro de cómo entablar conversación con el hombre de pocas palabras. -... Si te ves incómodo ahí dentro avísame y buscaré una ruta alternativa. - Solté. Algo me decía que con él era mejor ir directo al grano.
Para rematar la faena, Dharkel, que se había quedado rezagado, tomó cartas en el asunto a su manera, y no se le ocurrió otra cosa que salir con sus pintas de desarrapado fingiendo ser un borracho en busca de limosna. ¿En serio? ¿Un borracho perdido aquí en medio de la nada? ¿Quién se tragaría esa patraña?
A pesar de todo, el choque mental pareció ser efectivo al menos en parte, pues los estupefactos guardias en lugar de matarlo inmediatamente le dieron algunos segundos de cuartel, e incluso apartaron la vista de los matojos para poder vigilar al recién aparecido. Parecía que no todo estaba perdido, después de todo. Solo teníamos que aprovechar la oportunidad antes de que se escapara de entre nuestras manos. Con premura, salí con todo el sigilo que alguien como yo podía reunir, compensando la falta de este con mi velocidad para llegar al guardia de la izquierda antes de que pudiera girarse. Comprobé con alivio que Syxel también había pillado el cambio de planes rápido, y para cuando le partí el cuello al pobre alma desgraciada entre mis enormes brazos, el otro tenía un cuchillo en su garganta silenciando sus quejidos.
- Que tu alma se reencarne en lo que merezcas ser... - Musité tras dejar en el suelo el cadaver. Tenía entendido que esta gente no merecía compasión, pero si por un casual el Karma no estaba de acuerdo, esperaba que en su próxima vida encontrara la paz en un oficio más indulgente.
Aparte de aquellos dos guardias, había también otro individuo junto a una fulana, de los cuales Balagus y Syxel se encargaron (especialmente el primero), dejándonos vía libre para acercarnos a las cuevas.
- Cuando vayamos a entrar, dejadme ir delante. - Propuse. - Ese tipo de sitios suelen ser algo laberínticos, y perdernos puede ser un verdadero problema. - Luego miré al capitán, que me dedicó una mirada dubitativa. Comprensible. - Sé que en la superficie no soy el más indicado para orientarnos, pero créeme, bajo tierra estoy como en casa. - Sonreí con fiereza. - Me volví estudioso de este tipo de temas en pro de serle útil a la Revolución, y ahora puedo seros útil a vosotros.
Si ninguno de los presentes se oponía, lideraría la marcha por las minas con ayuda de las indicaciones de Syxel sobre qué buscábamos. Por desgracia mi habilidad no sería suficiente para detectar trampas sobre la marcha, en caso de haberlas, pero puede que el ojo avizor de mis compañeros (y llevar un paso algo más lento que de costumbre) compensara. Aunque, de todas formas, ¿quién pondría trampas en una mina perdida de la mano de Budha como aquella? Pero en fin, nunca se puede ser lo suficientemente cauteloso. O paranoico, llámalo como quieras. Aun así mi mayor preocupación, más que las teóricas trampas, era si el enorme semigigante cabría en aquellos túneles. De lejos, la entrada parecía amplia y segura (al menos no pude distinguir a nadie desde mi posición), pero nada nos decía que una vez dentro no se fueran a estrechar los canales.
- Balagus... - Comencé, no muy seguro de cómo entablar conversación con el hombre de pocas palabras. -... Si te ves incómodo ahí dentro avísame y buscaré una ruta alternativa. - Solté. Algo me decía que con él era mejor ir directo al grano.
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No se le había escapado el detalle de que lo vigilaban, pero que lo hubiesen parado ya era buena señal. Mientras nadie se metiera en su camino podría llegar al barco a esperar al resto y si las cosas se torcían ya improvisaría algo. Un poco de desconfianza era inevitable, y era mejor aquello a haberse acercado silenciosamente a los botes y arriesgarse a la posibilidad de que lo pillaran in fraganti, con lo que la desconfianza hubiese pasado a sospechas de una traición. Y aquellos piratas no parecían de los que preguntaban antes de disparar. Comenzó a hacer una ronda por babor, el lado que daba a la playa, pendiente de cualquier señal de que estuvieran ya acercándose. "Esta táctica hubiese sido imposible en un barco marine. Demos gracias a la descoordinación y falta de disciplina de los piratas." En el barco él no pensaba ser tan displicente hacia la seguridad; si tocaba hacer rondas, se ocuparía de que hubiese horarios para llevar un control de quién estaba en cada momento. No era algo en absoluto complicado de hacer y lo único que le preocupaba al respecto era que sus compañeros no pensaran como él y decidieran pasarse la mínima disciplina que pretendía imponer por el forro del pantalón.
Mientras hacía el recorrido, decidió ponerse a hacer algo productivo. Llevaba un tiempo ya entrenando las mismas viejas técnicas de siempre y aún no se había atrevido a seguir entrenando movimientos más avanzados del Nakizuna, hasta hacía unos días en que había estado practicando aquel ejercicio. Había estudiado en qué consistían, pero su adiestramiento no había terminado para cuando dejó Arabasta, con lo que nunca había llegado a estudiarlos. Sacando uno de sus lápices, comenzó a dibujarse con el carboncillo líneas en el brazo derecho, flechas que iban en dirección a la mano, convergiendo en esta. Luego trazó otras similares pero que iban desde el dorso hacia la los nudillos. No cumplían una función real salvo servir de guía mental para el ejercicio que iba a realizar. Se concentró, imaginándose que la energía de su cuerpo comenzaba a fluir hacia su brazo siguiendo el trazado de las líneas y liberándose a través de los dedos. Ya tenía cierta soltura empleando su energía corporal gracias a otras técnicas que dominaba, así que aunque no hubo una reacción visible, a los pocos segundos comenzó a notar un cosquilleo en el brazo.
- Espero que no se olviden de lo que dije - murmuró, en un tono casi inaudible
Le preocupaba que no le hicieran la señal que había pedido. Si confirmaba que eran ellos los que venían en el bote podía irse anticipando a su llegada y eliminar silenciosamente a un guardia o dos. En otro caso, un bote yendo hacia él podría ser tanto el resto de la banda como más enemigos, lo que supondría problemas. Por no hablar de que tendría que reaccionar diferente en ambos casos, pero tampoco merecía la pena darle vueltas a un problema que tal vez no ocurriría. ¿Por qué tendría que preocuparse de que Syxel no hubiese av...? "Vale sí, debería preocuparme seriamente." pensó, conteniendo un suspiro. Se apoyó contra la pared del castillo de popa, observando la costa mientras aprovechaba para seguir canalizando energía. La técnica que intentaba dominar era relativamente sencilla una vez se le pillaba el truco; consistía en amplificar y canalizar la propia electricidad del cuerpo, envolviendo una extremidad en rayos. Si lograba pillarle el truco pronto, aún estaba a tiempo de aprovecharla en la batalla que se avecinaba. En fin, si nada ocurría, siempre tenía sus trucos de siempre. Y tenía una nueva forma de la akuma no mi que aún no había podido probar en combate. Aquel sería un buen momento.
Mientras hacía el recorrido, decidió ponerse a hacer algo productivo. Llevaba un tiempo ya entrenando las mismas viejas técnicas de siempre y aún no se había atrevido a seguir entrenando movimientos más avanzados del Nakizuna, hasta hacía unos días en que había estado practicando aquel ejercicio. Había estudiado en qué consistían, pero su adiestramiento no había terminado para cuando dejó Arabasta, con lo que nunca había llegado a estudiarlos. Sacando uno de sus lápices, comenzó a dibujarse con el carboncillo líneas en el brazo derecho, flechas que iban en dirección a la mano, convergiendo en esta. Luego trazó otras similares pero que iban desde el dorso hacia la los nudillos. No cumplían una función real salvo servir de guía mental para el ejercicio que iba a realizar. Se concentró, imaginándose que la energía de su cuerpo comenzaba a fluir hacia su brazo siguiendo el trazado de las líneas y liberándose a través de los dedos. Ya tenía cierta soltura empleando su energía corporal gracias a otras técnicas que dominaba, así que aunque no hubo una reacción visible, a los pocos segundos comenzó a notar un cosquilleo en el brazo.
- Espero que no se olviden de lo que dije - murmuró, en un tono casi inaudible
Le preocupaba que no le hicieran la señal que había pedido. Si confirmaba que eran ellos los que venían en el bote podía irse anticipando a su llegada y eliminar silenciosamente a un guardia o dos. En otro caso, un bote yendo hacia él podría ser tanto el resto de la banda como más enemigos, lo que supondría problemas. Por no hablar de que tendría que reaccionar diferente en ambos casos, pero tampoco merecía la pena darle vueltas a un problema que tal vez no ocurriría. ¿Por qué tendría que preocuparse de que Syxel no hubiese av...? "Vale sí, debería preocuparme seriamente." pensó, conteniendo un suspiro. Se apoyó contra la pared del castillo de popa, observando la costa mientras aprovechaba para seguir canalizando energía. La técnica que intentaba dominar era relativamente sencilla una vez se le pillaba el truco; consistía en amplificar y canalizar la propia electricidad del cuerpo, envolviendo una extremidad en rayos. Si lograba pillarle el truco pronto, aún estaba a tiempo de aprovecharla en la batalla que se avecinaba. En fin, si nada ocurría, siempre tenía sus trucos de siempre. Y tenía una nueva forma de la akuma no mi que aún no había podido probar en combate. Aquel sería un buen momento.
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A pesar de la insistencia de Airok por mantenerme cerca, bastaron un par de convincentes argumentos de por qué era mala idea quedarme con el grupo (particularmente que si me quedaba en tierra mucho rato me secaría y deshidrataría) para lograr algo de vista gorda. Seguí al grupo nadando cerca de la costa, donde ellos me pudieran ver si sabían dónde buscarme, una auténtica molestia personalmente pero al menos mejor que ir a pata innecesariamente. Y más discreta de cara a la galería.
Al llegar a la "zona de control", como había decidido bautizar mentalmente a aquella parte del plan, Jish y otro recluta se separaron del grupo para ir a avistar cuán despejado estaba el camino. Cuando regresaron me reintegré en silencio con el grupo, aún chorreando agua aunque eso me preocupaba poco. Al parecer la cosa no estaba precisamente en las mejores condiciones para hacer lo que teníamos pensado en un principio, y la Intendente rápidamente trazó un plan alternativo.
- Vale, pero si tardáis demasiado en llegar asumiré que os ha pasado algo y saldré a buscaros. Lo último que nos hace falta es que os pillen y no esté ahí para "ayudar." - Sonreí con ironía. En mi idioma eso quería decir que no pensaba quedarme aburrido y esperando a que me hicieran un bukkake mientras el resto se divertía peleando.
Una vez aclarado todo, y mientras el grupo se internaba en la vegetación rumbo al lugar acordado, yo volví a zambullirme en el mar y comencé a recorrer la periferia de la isla a gran velocidad. Esta vez me mantuve lejos de la costa y a buena profundidad para evitar que me vieran, pero la curva que tracé fue básicamente la misma solo que más grande. Cuando calculé que ya había pasado de largo de la zona de las hogueras y los botes, surgí de nuevo a la superficie y oteé la situación.
No parecía haber nadie. Podía ver las luces de las hogueras a lo lejos, y un poco más cerca, entre el jaleo y yo, estaba el ansiado premio. Algo más lento y en silencio, nadé hacia el bote más cercano mientras usaba mi recién entrenado Haki de Observación para asegurarme de que no hubiera realmente nadie que pudiera poner en entredicho la discreción de la misión.
Una vez llegado a donde estaba amarrado el cascarón de nuez, dado que no tenía tiempo ni paciencia para deshacer el nudo (que era bastante intrincado), directamente corté la cuerda con mis dientes, en algo parecido a un mordisco. Las afiladas puntas óseas de tiburon rasgaron fácilmente el material sin hacer ni un sonido, y a pesar de estar evitando una confrontación directa no pude evitar sentirme hasta un poco orgulloso y todo. Si al final hasta se podría decir que tenía capacidad para el sigilo, soy un puto máquina.
Lo único que quedaba era... hundirme en las aguas de nuevo para sujetar el bote desde abajo, y deslizarlo lentamente para no llamar la atención hasta detrás de la curva de la costa, lejos de miradas indiscretas, donde si todo había ido bien encontraría a Airok, Jish y el resto, o al menos no tendría que esperar demasiado por ellos.
Al llegar a la "zona de control", como había decidido bautizar mentalmente a aquella parte del plan, Jish y otro recluta se separaron del grupo para ir a avistar cuán despejado estaba el camino. Cuando regresaron me reintegré en silencio con el grupo, aún chorreando agua aunque eso me preocupaba poco. Al parecer la cosa no estaba precisamente en las mejores condiciones para hacer lo que teníamos pensado en un principio, y la Intendente rápidamente trazó un plan alternativo.
- Vale, pero si tardáis demasiado en llegar asumiré que os ha pasado algo y saldré a buscaros. Lo último que nos hace falta es que os pillen y no esté ahí para "ayudar." - Sonreí con ironía. En mi idioma eso quería decir que no pensaba quedarme aburrido y esperando a que me hicieran un bukkake mientras el resto se divertía peleando.
Una vez aclarado todo, y mientras el grupo se internaba en la vegetación rumbo al lugar acordado, yo volví a zambullirme en el mar y comencé a recorrer la periferia de la isla a gran velocidad. Esta vez me mantuve lejos de la costa y a buena profundidad para evitar que me vieran, pero la curva que tracé fue básicamente la misma solo que más grande. Cuando calculé que ya había pasado de largo de la zona de las hogueras y los botes, surgí de nuevo a la superficie y oteé la situación.
No parecía haber nadie. Podía ver las luces de las hogueras a lo lejos, y un poco más cerca, entre el jaleo y yo, estaba el ansiado premio. Algo más lento y en silencio, nadé hacia el bote más cercano mientras usaba mi recién entrenado Haki de Observación para asegurarme de que no hubiera realmente nadie que pudiera poner en entredicho la discreción de la misión.
Una vez llegado a donde estaba amarrado el cascarón de nuez, dado que no tenía tiempo ni paciencia para deshacer el nudo (que era bastante intrincado), directamente corté la cuerda con mis dientes, en algo parecido a un mordisco. Las afiladas puntas óseas de tiburon rasgaron fácilmente el material sin hacer ni un sonido, y a pesar de estar evitando una confrontación directa no pude evitar sentirme hasta un poco orgulloso y todo. Si al final hasta se podría decir que tenía capacidad para el sigilo, soy un puto máquina.
Lo único que quedaba era... hundirme en las aguas de nuevo para sujetar el bote desde abajo, y deslizarlo lentamente para no llamar la atención hasta detrás de la curva de la costa, lejos de miradas indiscretas, donde si todo había ido bien encontraría a Airok, Jish y el resto, o al menos no tendría que esperar demasiado por ellos.
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Con la lenta caída de la tarde, el tropel de bucaneros salidos del gran edificio de madera sobre los acantilados de la población descendieron hacia los muelles, en dirección a la costa. A pesar de lo nutrido del grupo de piratas, entre treinta y cuarenta borrachos tambaleantes, nadie pareció darle importancia a la nueva embarcación desgastada amarrada en el puerto. Por lo que a ellos les correspondía, aquel borrón recortado contra los últimos rayos del ocaso bien podían ser una montaña de maderos o un almacén abandonado.
Por fortuna, los tripulantes que habían sido puestos al cargo de la vigilancia del navío de nuestra banda tuvieron la suficiente sangre fría y sentido común como para ocultarse y esperar a que la amenaza pasara, siempre atentos ante la posibilidad de tener que abandonarla precipitadamente y avisar a su capitán del cambio de planes.
Tal giro en los acontecimientos no fue necesario, no obstante, y los centinelas sólo tuvieron que emboscar y eliminar silenciosamente a cuatro idiotas rezagados y especialmente beodos que subieron a la embarcación con tal de encontrar más alcohol. Desgraciadamente, el resto de la fiestera procesión había tomado rumbo a la playa, al sur, y por tanto a nuestra posición.
El grupo de Jish y de Airok era el que más peligraba, pues habían encarado su ruta con mucha más calma de la prevista y necesitaban decidirse por un curso de acción pronto si no querían verse envueltos en un importante gentío capaz, o no, de reconocerlos como extraños y de acabar con todo el plan. De una forma u otra, la providente casualidad pareció abrirse ante ellos al forzar a dos de los "vigías" que iban de hoguera en hoguera a acudir a la llamada de la naturaleza junto al mar, cubiertos hasta las rodillas por el agua.
Agua por la que Noah nadó tranquila pero velozmente, y afortunadamente a una distancia de quienes vaciaban la vejiga. Mientras llegaba hasta los botes sin ser descubierto y conseguía hacerse con uno en buen estado, Airok y su grupo decidieron tomar la ruta más segura a través de la escasa vegetación más cercana a la costa, que les condujo con seguridad hasta la mitad del camino. Allí, para su sorpresa, un pequeño grupo de cinco lobos habían descendido en busca de comida, y el encontrarse de frente con tan nutrido grupo de gente se detuvieron en seco, gruñendo a los extraños y cerrándoles el paso.
Los problemas en el plan parecían no acabarse con todas estas eventualidades, pues el gyojin, que empezaba a impacientarse, vio cómo una pareja compuesta por uno de los piratas y su prostituta se acercaban, sensiblemente ebrios, hacia su posición, buscando el cobijo de la oscuridad para saciar su sed carnal. Mucho más ocultos, fuera del alcance visual de Noah y viceversa, y mucho más sobrios, dos grumetes buscaban también saciar sus ansias carnales reprimidas durante ya bastante tiempo por temor a las reacciones de sus compañeros.
Para Nassor, la situación no parecía querer otorgarle más que un breve respiro: los centinelas del barco pirata le seguían la pista, mas la futilidad de sus esfuerzos y el aburrimiento les hicieron desistir rápido. El subcapitán, regresado a cubierta al fin, fue una sorpresa que el infiltrado logró ocultar, acompañada de un subsiguiente cambio desagradable de planes cuando el oficial le mandó pasar un reconocimiento rutinario de los camarotes mientras él mismo le sustituía en cubierta.
En la ruta a través de la vegetación, hacia las entradas a las cavernas mismas, mi grupo logró hacerse cargo sin mayores complicaciones de la eventualidad surgida: la repentina actuación de Dharkel, si bien resultó providencial, me hizo fruncir el ceño y escupir al suelo con desagrado mientras tensaba el arco y preparaba el tiro.
"¿Qué clase de hombre se degrada a sí mismo de semejante manera? Es indignante que un tipo así..."
Mis pensamientos se cortaron de golpe en cuanto Syxel y Taito actuaron con sigilo, dando cuenta rápida de dos de los intrusos. El tercero, tendido en el suelo, reaccionó con cierto retraso y torpeza, intentando levantarse y buscando en su turbio cerebro cómo se usaba la lengua para gritar de sorpresa y alarma.
Sonreí en mi interior, pues al tenerle levantado mi tiro era más limpio y sencillo. Antes siquiera de que pudiera entender cómo empezar a dar voces, mi flecha, demasiado grande para él, lo ensartó sin problemas por todo el pecho y lo catapultó a corta distancia por los aires.
Resuelto el problema, me dispuse a mover los tres cadáveres a la vez para ocultarlos, mientras Silver se afanaba en disculparse a la mujer semidesnuda. De inmediato puse los ojos en blanco y bufé con desprecio, pues no entendía semejantes miramientos por una mera fulana tan poco agradable a la vista. Tan pronto como dejé los cuerpos sin vida apartados y bien cubiertos por la maleza, agarré a la última testigo y la golpeé con un cabezazo en su frente, tal y como solía hacer para dejar inconscientes a los humanoides.
Tras atar de pies y manos nuestro último problema con soga traída del barco, amordazarla con sus propios ropajes sucios y esconderla, me puse a la altura de mis compañeros con un par de zancadas. Ahora parecía ser Taito el que lideraba la expedición, exponiéndonos que era el más indicado para el trayecto subterráneo. Tan pronto como pudimos ver las aberturas del acantilado frente a nosotros, el revolucionario quiso informarme de su disposición por encontrar rutas suficientemente amplias para mí.
- Las entrañas de la tierra no me asustan. -Afirmé con seguriad, y algo divertido por la preocupación que el hombre mostraba hacia mí.- Si tenemos que cambiar la ruta, será porque no podremos llevarnos la roca por delante. Y ahora en marcha, tenemos unos tipos de los que encargarnos. -Sentencié, señalando a tres centinelas apostados en los salientes.
Desde nuestra posición, permanecíamos a cubierto de sus miradas, pero avanzar tan sólo dos metros significaría ser detectados. Tras unos rápidos vistazos, reuní de nuevo al grupo.
- Puedo acabar con dos de ellos, los que están más alto, antes de que el tercero se dé cuenta y alerte a sus compañeros. -Informé, tras hacer unos cálculos mentales sobre mi experiencia como cazador.- Tenéis que encargaros del tercero por vuestra cuenta. No creo que esta vez funcione... ese truco. -Miré de forma acusatoria a Dharkel con mis últimas palabras.
Volví mis ojos a los tres vigías: el primero estaba a unos tres metros del suelo, fácil de alcanzar para mí pero no para mis compañeros. Los otros dos se posicionaban a cinco y seis metros, subiendo por la empinada cuesta hasta la cueva. Una vez nos hubimos puesto de acuerdo, tomamos nuestras posiciones y nos dispusimos a atacar.
Por fortuna, los tripulantes que habían sido puestos al cargo de la vigilancia del navío de nuestra banda tuvieron la suficiente sangre fría y sentido común como para ocultarse y esperar a que la amenaza pasara, siempre atentos ante la posibilidad de tener que abandonarla precipitadamente y avisar a su capitán del cambio de planes.
Tal giro en los acontecimientos no fue necesario, no obstante, y los centinelas sólo tuvieron que emboscar y eliminar silenciosamente a cuatro idiotas rezagados y especialmente beodos que subieron a la embarcación con tal de encontrar más alcohol. Desgraciadamente, el resto de la fiestera procesión había tomado rumbo a la playa, al sur, y por tanto a nuestra posición.
El grupo de Jish y de Airok era el que más peligraba, pues habían encarado su ruta con mucha más calma de la prevista y necesitaban decidirse por un curso de acción pronto si no querían verse envueltos en un importante gentío capaz, o no, de reconocerlos como extraños y de acabar con todo el plan. De una forma u otra, la providente casualidad pareció abrirse ante ellos al forzar a dos de los "vigías" que iban de hoguera en hoguera a acudir a la llamada de la naturaleza junto al mar, cubiertos hasta las rodillas por el agua.
Agua por la que Noah nadó tranquila pero velozmente, y afortunadamente a una distancia de quienes vaciaban la vejiga. Mientras llegaba hasta los botes sin ser descubierto y conseguía hacerse con uno en buen estado, Airok y su grupo decidieron tomar la ruta más segura a través de la escasa vegetación más cercana a la costa, que les condujo con seguridad hasta la mitad del camino. Allí, para su sorpresa, un pequeño grupo de cinco lobos habían descendido en busca de comida, y el encontrarse de frente con tan nutrido grupo de gente se detuvieron en seco, gruñendo a los extraños y cerrándoles el paso.
Los problemas en el plan parecían no acabarse con todas estas eventualidades, pues el gyojin, que empezaba a impacientarse, vio cómo una pareja compuesta por uno de los piratas y su prostituta se acercaban, sensiblemente ebrios, hacia su posición, buscando el cobijo de la oscuridad para saciar su sed carnal. Mucho más ocultos, fuera del alcance visual de Noah y viceversa, y mucho más sobrios, dos grumetes buscaban también saciar sus ansias carnales reprimidas durante ya bastante tiempo por temor a las reacciones de sus compañeros.
Para Nassor, la situación no parecía querer otorgarle más que un breve respiro: los centinelas del barco pirata le seguían la pista, mas la futilidad de sus esfuerzos y el aburrimiento les hicieron desistir rápido. El subcapitán, regresado a cubierta al fin, fue una sorpresa que el infiltrado logró ocultar, acompañada de un subsiguiente cambio desagradable de planes cuando el oficial le mandó pasar un reconocimiento rutinario de los camarotes mientras él mismo le sustituía en cubierta.
En la ruta a través de la vegetación, hacia las entradas a las cavernas mismas, mi grupo logró hacerse cargo sin mayores complicaciones de la eventualidad surgida: la repentina actuación de Dharkel, si bien resultó providencial, me hizo fruncir el ceño y escupir al suelo con desagrado mientras tensaba el arco y preparaba el tiro.
"¿Qué clase de hombre se degrada a sí mismo de semejante manera? Es indignante que un tipo así..."
Mis pensamientos se cortaron de golpe en cuanto Syxel y Taito actuaron con sigilo, dando cuenta rápida de dos de los intrusos. El tercero, tendido en el suelo, reaccionó con cierto retraso y torpeza, intentando levantarse y buscando en su turbio cerebro cómo se usaba la lengua para gritar de sorpresa y alarma.
Sonreí en mi interior, pues al tenerle levantado mi tiro era más limpio y sencillo. Antes siquiera de que pudiera entender cómo empezar a dar voces, mi flecha, demasiado grande para él, lo ensartó sin problemas por todo el pecho y lo catapultó a corta distancia por los aires.
Resuelto el problema, me dispuse a mover los tres cadáveres a la vez para ocultarlos, mientras Silver se afanaba en disculparse a la mujer semidesnuda. De inmediato puse los ojos en blanco y bufé con desprecio, pues no entendía semejantes miramientos por una mera fulana tan poco agradable a la vista. Tan pronto como dejé los cuerpos sin vida apartados y bien cubiertos por la maleza, agarré a la última testigo y la golpeé con un cabezazo en su frente, tal y como solía hacer para dejar inconscientes a los humanoides.
Tras atar de pies y manos nuestro último problema con soga traída del barco, amordazarla con sus propios ropajes sucios y esconderla, me puse a la altura de mis compañeros con un par de zancadas. Ahora parecía ser Taito el que lideraba la expedición, exponiéndonos que era el más indicado para el trayecto subterráneo. Tan pronto como pudimos ver las aberturas del acantilado frente a nosotros, el revolucionario quiso informarme de su disposición por encontrar rutas suficientemente amplias para mí.
- Las entrañas de la tierra no me asustan. -Afirmé con seguriad, y algo divertido por la preocupación que el hombre mostraba hacia mí.- Si tenemos que cambiar la ruta, será porque no podremos llevarnos la roca por delante. Y ahora en marcha, tenemos unos tipos de los que encargarnos. -Sentencié, señalando a tres centinelas apostados en los salientes.
Desde nuestra posición, permanecíamos a cubierto de sus miradas, pero avanzar tan sólo dos metros significaría ser detectados. Tras unos rápidos vistazos, reuní de nuevo al grupo.
- Puedo acabar con dos de ellos, los que están más alto, antes de que el tercero se dé cuenta y alerte a sus compañeros. -Informé, tras hacer unos cálculos mentales sobre mi experiencia como cazador.- Tenéis que encargaros del tercero por vuestra cuenta. No creo que esta vez funcione... ese truco. -Miré de forma acusatoria a Dharkel con mis últimas palabras.
Volví mis ojos a los tres vigías: el primero estaba a unos tres metros del suelo, fácil de alcanzar para mí pero no para mis compañeros. Los otros dos se posicionaban a cinco y seis metros, subiendo por la empinada cuesta hasta la cueva. Una vez nos hubimos puesto de acuerdo, tomamos nuestras posiciones y nos dispusimos a atacar.
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