Dharkel Asrai Nymraif
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Enlace de la misión.
Maldije para mis adentros, acordándome de todas y cada una de las ramas familiares de los que nos habían metido en aquella situación, empezando por la mía propia. Si seguíamos dando vueltas por el mar y fiándonos de aquella extraña brújula, sería cuestión de tiempo que aquel navío fuese nuestro ataúd. Y por si aquella situación no fuese lo suficientemente estresante, el tabaco y el alcohol se habían acabado. Estar sobrio era lo último que necesitaba. Un extraño tic, el cual achaqué a la ansiedad provocada por la falta de tabaco, me hacía rozar el dedo pulgar contra el índice de manera compulsiva.
- ¡¿Spack?! ¡¿Dónde diablos se ha metido esa rata?! – la niebla me impedía encontrar a aquel pequeño ser.
Cuando finalmente di con él, le senté frente a mi y saqué tres vasos opacos y una bola. Llevaba varios días intentando entrenarle para sustituir a Jish como gancho, aunque sin demasiado éxito. Los animales no eran mi especialidad. De conseguirlo, no solo me saldría mucho más económico, sino que me ahorraría sus comentarios sobre la forma de proceder. Quizás aquella actitud no le entusiasmase demasiado a Syxel, pero tampoco tenía por qué enterarse. Y quién sabía. Quizás algún día el entrenamiento diese sus frutos y aquel mono en lugar de masturbarse y lanzar excrementos haría algo útil.
Varias horas después, para mi regocijo interno conseguimos salir de la molesta bruma. Corrí hacia el castillo de proa y entrecerré los ojos, observando el horizonte. ¿Aquello era tierra? ¿O se trataría de alguna ilusión óptica? Fuese cual fuese el caso, y como era costumbre en mí para honrar a la Diosa, deslicé una moneda entre mis dedos y la lancé al mar.
- Participantes:
- Syxel
- Nassor
- Dharkel
- Airok
- Brynn
- Nailah
- Syxel
- Moderacion:
- Los rumores de una antigua isla en cuyas profundidades más remotas se encontraban grandes tesoros equiparables al mismísimo One Piece habían llegado a los oídos de Jigoku no Kaizoku. Algunos habían afirmado orgullosos haber estado en la legendaria isla, incluso haberse hecho con un pedacito del tesoro. Otros les tachaban de mentirosos, escépticos. Tras varios días de búsqueda incansable finalmente dieron con uno de los hombres que había afirmado hacía más de treinta años haberlo encontrado, ahora despreciado y excluido de la sociedad. Al ver la motivación de los jóvenes, éste les confió su más preciada posesión. Un eternal pose desgastado y en cuyas inscripciones apenas se podía leer Tocchi Teikkou.
Lleváis varias semanas en el mar y aunque vuestra despensa está bien provista de alimentos, el agua empieza a escasear. El alcohol simplemente desapareció un par de lunas atrás. Una espesa niebla se extiende varios kilómetros y a pesar de ser de día apenas podéis ver a más de diez metros de distancia, dificultando enormemente la navegación. Después de varias horas sin ningún incidente reseñable salís de aquella bruma. A lo lejos podéis observar algo que sobresale del mar. Un ojo hábil y bien entrenado podrá discernir que se tratan de manglares.
Maldije para mis adentros, acordándome de todas y cada una de las ramas familiares de los que nos habían metido en aquella situación, empezando por la mía propia. Si seguíamos dando vueltas por el mar y fiándonos de aquella extraña brújula, sería cuestión de tiempo que aquel navío fuese nuestro ataúd. Y por si aquella situación no fuese lo suficientemente estresante, el tabaco y el alcohol se habían acabado. Estar sobrio era lo último que necesitaba. Un extraño tic, el cual achaqué a la ansiedad provocada por la falta de tabaco, me hacía rozar el dedo pulgar contra el índice de manera compulsiva.
- ¡¿Spack?! ¡¿Dónde diablos se ha metido esa rata?! – la niebla me impedía encontrar a aquel pequeño ser.
Cuando finalmente di con él, le senté frente a mi y saqué tres vasos opacos y una bola. Llevaba varios días intentando entrenarle para sustituir a Jish como gancho, aunque sin demasiado éxito. Los animales no eran mi especialidad. De conseguirlo, no solo me saldría mucho más económico, sino que me ahorraría sus comentarios sobre la forma de proceder. Quizás aquella actitud no le entusiasmase demasiado a Syxel, pero tampoco tenía por qué enterarse. Y quién sabía. Quizás algún día el entrenamiento diese sus frutos y aquel mono en lugar de masturbarse y lanzar excrementos haría algo útil.
Varias horas después, para mi regocijo interno conseguimos salir de la molesta bruma. Corrí hacia el castillo de proa y entrecerré los ojos, observando el horizonte. ¿Aquello era tierra? ¿O se trataría de alguna ilusión óptica? Fuese cual fuese el caso, y como era costumbre en mí para honrar a la Diosa, deslicé una moneda entre mis dedos y la lancé al mar.
Brynn
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- Pues claro que se ha perdido, ¿no ves su cara? Menudo inútil -espeté ante el comentario agresivo del mendigo.
Llevaba un tiempo tanteando al supuesto “navegante” de la tripulación, ojeando sus negligencias y su aparente poca experiencia en el cargo y más tiempo llevaba aún esperando un comentario despectivo hacia él para poder soltar lo que estaba viendo. Acercándome al tripulante del timón, le susurré unas cálidas palabras para después dirigirme a la barandilla y ojear la marea.
- Como encallemos por tu culpa, te rebano el pescuezo lentamente.
Apoyado en la suave madera, todo parecía más calmado. Bien es cierto que la tempestad iba por dentro, pero intenté echarla a un lado para pensar en qué me había hecho unirme a aquella panda de maleantes en una nueva intrépida aventura.
Dinero. Llevaba una vida entera persiguiéndolo, ya fuera realizando tareas ilegales como robos o asesinatos, o en busca de tesoros que nunca estaban donde la gente “los había visto”. Y era por aquello que los testimonios de la gente a favor del tesoro me parecían cada vez un motivo mayor de incredulidad. Sin embargo, algunos miembros de la tripulación tenían dibujado el símbolo del berri en sus ojos, motivo por el cual incitaron al resto a viajar en aquella aventura. Y vaya si lo hicieron… Y por ende yo también.
Si bien una aventura nunca está de más, el motivo de un nuevo flamante tesoro, al cual equiparaban con otras innumerables fortunas históricas -de las cuales no había gran certeza más allá de las historietas contadas en tugurios de mala muerte-, era más que suficiente para mover el culo de la gran mayoría de tripulantes de aquella excéntrica banda.
Me quedé un rato mirando al gigante, esta vez sentado y apoyado sobre una parte de la barandilla. Si bien me producía bastante curiosidad, aún no había entablado conversación con él, al igual que con casi nadie de la banda. De hecho, ¿Qué se pensarían que hacía allí? Me habían salvado den un barco marine, pero no estaba muy claro ni qué hacía allí, ni si iba a continuar por esos lares. El tiempo diría, pero sobre todo, tendría que poner en una balanza los beneficios que pudiese sacar de ir en un grupo tan numeroso, con tanto renombre en el mundo de la piratería y, sobre todo, la fé que tuviese en aquellos tipos, que por el momento era más bien nula.
Una espesa niebla hizo acto de presencia, lo cual me preocupó bastante. Dada la ineptitud del navegante, quizá era lo único que necesitaba para matarnos a todos. Seguro que no veía dos metros más allá del barco y acabábamos chocándonos con algo. No había duda de que aquello sucedería. Sin embargo, aquél clima era el idóneo para dar una cabezada y esperar que los dioses se apiadaran de mí. Y, de no hacerlo, no dudaría en salir volando y alejarse de todo aquello. Quizá, después de todo, fuese lo más sensato.
Llevaba un tiempo tanteando al supuesto “navegante” de la tripulación, ojeando sus negligencias y su aparente poca experiencia en el cargo y más tiempo llevaba aún esperando un comentario despectivo hacia él para poder soltar lo que estaba viendo. Acercándome al tripulante del timón, le susurré unas cálidas palabras para después dirigirme a la barandilla y ojear la marea.
- Como encallemos por tu culpa, te rebano el pescuezo lentamente.
Apoyado en la suave madera, todo parecía más calmado. Bien es cierto que la tempestad iba por dentro, pero intenté echarla a un lado para pensar en qué me había hecho unirme a aquella panda de maleantes en una nueva intrépida aventura.
Dinero. Llevaba una vida entera persiguiéndolo, ya fuera realizando tareas ilegales como robos o asesinatos, o en busca de tesoros que nunca estaban donde la gente “los había visto”. Y era por aquello que los testimonios de la gente a favor del tesoro me parecían cada vez un motivo mayor de incredulidad. Sin embargo, algunos miembros de la tripulación tenían dibujado el símbolo del berri en sus ojos, motivo por el cual incitaron al resto a viajar en aquella aventura. Y vaya si lo hicieron… Y por ende yo también.
Si bien una aventura nunca está de más, el motivo de un nuevo flamante tesoro, al cual equiparaban con otras innumerables fortunas históricas -de las cuales no había gran certeza más allá de las historietas contadas en tugurios de mala muerte-, era más que suficiente para mover el culo de la gran mayoría de tripulantes de aquella excéntrica banda.
Me quedé un rato mirando al gigante, esta vez sentado y apoyado sobre una parte de la barandilla. Si bien me producía bastante curiosidad, aún no había entablado conversación con él, al igual que con casi nadie de la banda. De hecho, ¿Qué se pensarían que hacía allí? Me habían salvado den un barco marine, pero no estaba muy claro ni qué hacía allí, ni si iba a continuar por esos lares. El tiempo diría, pero sobre todo, tendría que poner en una balanza los beneficios que pudiese sacar de ir en un grupo tan numeroso, con tanto renombre en el mundo de la piratería y, sobre todo, la fé que tuviese en aquellos tipos, que por el momento era más bien nula.
Una espesa niebla hizo acto de presencia, lo cual me preocupó bastante. Dada la ineptitud del navegante, quizá era lo único que necesitaba para matarnos a todos. Seguro que no veía dos metros más allá del barco y acabábamos chocándonos con algo. No había duda de que aquello sucedería. Sin embargo, aquél clima era el idóneo para dar una cabezada y esperar que los dioses se apiadaran de mí. Y, de no hacerlo, no dudaría en salir volando y alejarse de todo aquello. Quizá, después de todo, fuese lo más sensato.
Airok Bonny
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Si había algo que había aprendido de aquel cobarde durante mi infancia había sido saber llevar y administrar un inventario comercial que se pudiera revisar para llevar un control de posibles errores, y aquel momento, estaba siendo un error inmenso.
Podría hacer fácilmente una hora que llevábamos allí sentados, uno frente al otro, yo con mis libros de cuentas y él con sus mapas desplegados sobre la mesa revisándolos una y otra vez y haciendo cálculos mientras le hablaba.
-- Por no querer desviarte media milla ahora los tripulantes están secos, ya me dirás si les quieres dar agua de mar -- Sentada en una silla no paraba de mirar y releer las páginas manuscritas de aquel libro
-- Podremos abastecernos en cuanto lleguemos a Tocchi Teikkou -- Dijo mientras no quitaba vista de los mapas.
-- Sí, dentro de a saber cuando ... no hay recursos para otra semana más... -- me incliné un poco hacia adelante y puse mi dedo sobre el mapa mientras hablaba -- Si nos desviamos aquí un poco podremos llegar a una ruta comercial e interceptar un buque en este punto --
En ese momento, Syxel cómo no, aprovechó para clavar sus ojos en mi escote sin siquiera la decencia de disimularlo, pero no pude evitar sonreír con complicidad por un instante.
-- Que te jodan, Syx -- Dije inmediatamente después y di unos golpecitos en el mapa con el dedo -- Atiende a lo que te digo maldita sea, a este paso vamos a llegar con la mitad de las fuerzas --
Entonces me devuelve la sonrisa y se pone en pie. Haciendo caso omiso a lo que le decía, se dirigió hacia su abrigo para ponérselo y mientras se lo colocaba me volvió a mirar y dijo en tono chulesco.
-- Me temo que ya es tarde para un desvío, hemos llegado --
Rápidamente me levanté hacia la puerta ya un poco menos amistosa que hacía un rato. Me había repetido que estábamos a punto de llegar unas cien veces desde que le dije por primera vez que deberíamos ir a un puerto cercano para repostar antes de seguir, y ya llevábamos días sin nada para mojar la garganta. Decidida a descubrir de nuevo que me estaba vacilando, abrí la puerta del camarote y salí antes que él, que por el contrario se estaba tomando su tiempo para ello. Mi sorpresa al divisar tierra fue tal que me vi obligada a respirar hondo.
Syxel finalmente salió de su camarote y se colocó junto a mi, mirándome de reojo con cara divertida mientras se colocaba los puños del abrigo esperando a que el mono se le acercara corriendo.
-- Que te jodan, Syx -- Dije sin dejar de mirar al horizonte con el ceño ligeramente fruncido
Entonces el mono se le enganchó a los hombros y finalmente Syxel caminó hacia adelante comenzando a comunicar el procedimiento a seguir. El mono se giró mientras se alejaba haciéndome una mueca típica de un niño pequeño, lo cual respondí con un gesto entre asco y desprecio hacia el bicho. Acto seguido se dio media vuelta y comenzó a menear el culo con una especie de baile. "Ya te pillaré un día" pensé.
Nailah
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Nailah estaba sentada en la escalera que llevaba a popa. La pirata se entretenía sacado el filo de Mordedura de Víbora y volviendo a esconderlo. Debía conseguir cuanto antes ese veneno especial para su hoja. Quería que quien lo tocase, al mínimo contacto con la piel sufriese las consecuencias rápidamente. Era un buen día, el sol brillaba en el punto más álgido y las gaviotas graznaban con fuerza.
La muchacha alzó la cabeza y miró el mar en su inmensidad. ¿Cuánto tiempo llevaban sin pisar tierra? Quería llegar a alguna isla pronto y despejarse de todo el ambiente del barco. Guardó a Mordedura y entrelazó sus manos hasta que escuchó abrirse la puerta de popa. Se giró y vio a su capitán acompañado de la pelirroja.
Solo conocía su nombre, Airok Bonny y hasta el momento no tuvo ningún solo momento para charlar con ella. Solo sabía de su faceta mandona, pero no le importaría conocerla más a fondo. A fin de cuentas, debía socializar con la gente de su banda. Con el que más contacto había tenido hasta ahora resultó ser el capitán, pero había algo que no terminaba de cuajar en el Pandora.
La luz del sol se fue desvaneciendo poco a poco para dar paso a una niebla espesa. Que cambios de tiempo más extraños, pensó Nailah extrañada. A lo mejor la niebla era una especie de alerta para que no siguiesen ese camino. Sin embargo, aquellos pensamientos pesimistas desaparecieron en cuanto vio que se dirigían a comunicar algo en la cubierta; se levantó y bajó las escaleras envainando su arma en el cinturón. Miró hacia el frente y la tierra yacía ante ella. En su rostro se dibujó una sonrisa de felicidad y se acercó a la barandilla, alzando los pies para verla más de cerca. ¡Tierra, al fin! Pensó emocionada.
-¿Vamos a atracar... ahí? - Inquirió un poco confusa.
Si bien veían el pico de la isla, el resto estaba rodeado por la espesa niebla y, unos metros más allá del barco, ya no se veía el mar. ¿Sería una buena idea adentrarse? Pasase lo que pasase, confiaba en las habilidades de sus superiores.
La muchacha alzó la cabeza y miró el mar en su inmensidad. ¿Cuánto tiempo llevaban sin pisar tierra? Quería llegar a alguna isla pronto y despejarse de todo el ambiente del barco. Guardó a Mordedura y entrelazó sus manos hasta que escuchó abrirse la puerta de popa. Se giró y vio a su capitán acompañado de la pelirroja.
Solo conocía su nombre, Airok Bonny y hasta el momento no tuvo ningún solo momento para charlar con ella. Solo sabía de su faceta mandona, pero no le importaría conocerla más a fondo. A fin de cuentas, debía socializar con la gente de su banda. Con el que más contacto había tenido hasta ahora resultó ser el capitán, pero había algo que no terminaba de cuajar en el Pandora.
La luz del sol se fue desvaneciendo poco a poco para dar paso a una niebla espesa. Que cambios de tiempo más extraños, pensó Nailah extrañada. A lo mejor la niebla era una especie de alerta para que no siguiesen ese camino. Sin embargo, aquellos pensamientos pesimistas desaparecieron en cuanto vio que se dirigían a comunicar algo en la cubierta; se levantó y bajó las escaleras envainando su arma en el cinturón. Miró hacia el frente y la tierra yacía ante ella. En su rostro se dibujó una sonrisa de felicidad y se acercó a la barandilla, alzando los pies para verla más de cerca. ¡Tierra, al fin! Pensó emocionada.
-¿Vamos a atracar... ahí? - Inquirió un poco confusa.
Si bien veían el pico de la isla, el resto estaba rodeado por la espesa niebla y, unos metros más allá del barco, ya no se veía el mar. ¿Sería una buena idea adentrarse? Pasase lo que pasase, confiaba en las habilidades de sus superiores.
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