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Misa estaba en lo alto del mástil, viendo cómo se mostraba, ante aquel enorme buque de la marina, la isla a la que se dirigían. En su mano derecha portaba la carta que le había enviado a Azula… ¿Tras tiempo y no lo había olvidado? Aquella conversación que tuvieron en su barco no fue para nada agradable, entre tantas personas y, teniendo el poder del Gobierno Mundial, no pudo hacer otra cosa que aceptar. ¿Sería diferente ahora? Era miembro de la Marina y, además, traía noticias sobre su pequeño trato. ¿Sería suficiente para que la dejara en paz? Era posible, la verdad. Soltó un ligero suspiro y saltó a cubierta.
– ¿Quiere escolta, capitana? – Le preguntó un joven marine.
– No. Estaré bien sola – le dijo con calma. – Solo cuiden el barco. – El marine asintió y se fue a dar aquella pequeña orden.
Su buque no tardó en llegar a tierra. Notó que en el puerto, una que otra persona se acercaba a ver su barco. La bandera de la marina hondeaba con el viento, al igual que su capa de la marina. Su rango resaltaba en letras negras y se leía, “capitán”. ”¿No debería decir capitana?” – no le importaba la verdad. La carta seguía en su mano y notó que algunos guardias reales caminaban hacia su posición. Uno de ellos le pidió el pedazo de papel, se lo mostró y la empezaron a escoltar rumbo al palacio.
– Wow – mencionó impresionada. – Tan grande como su ego. – Susurró con calma mientras caminaba con ellos. No tardaron mucho en llegar. Al entrar, otra persona la guio a lo que sería el comedor y le indicó que se sentase en una silla.
– La princesa Azula no tardará en llegar. – Le dijo con una amable sonrisa.
– Aquí la espero, gracias. – Dejó su capa marine a un lado y notó como ella se iba. ¿Cómo iría la conversación?
– ¿Quiere escolta, capitana? – Le preguntó un joven marine.
– No. Estaré bien sola – le dijo con calma. – Solo cuiden el barco. – El marine asintió y se fue a dar aquella pequeña orden.
Su buque no tardó en llegar a tierra. Notó que en el puerto, una que otra persona se acercaba a ver su barco. La bandera de la marina hondeaba con el viento, al igual que su capa de la marina. Su rango resaltaba en letras negras y se leía, “capitán”. ”¿No debería decir capitana?” – no le importaba la verdad. La carta seguía en su mano y notó que algunos guardias reales caminaban hacia su posición. Uno de ellos le pidió el pedazo de papel, se lo mostró y la empezaron a escoltar rumbo al palacio.
– Wow – mencionó impresionada. – Tan grande como su ego. – Susurró con calma mientras caminaba con ellos. No tardaron mucho en llegar. Al entrar, otra persona la guio a lo que sería el comedor y le indicó que se sentase en una silla.
– La princesa Azula no tardará en llegar. – Le dijo con una amable sonrisa.
– Aquí la espero, gracias. – Dejó su capa marine a un lado y notó como ella se iba. ¿Cómo iría la conversación?
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Era un buen día. La princesa lo sabía perfectamente. Últimamente todas las cosas le estaban saliendo bien, un golpe de suerte quizás y esperaba que le durase mucho; sin embargo, hoy era un día diferente a los otros. Algo en su interior decía que iba a ser mucho mejor. Tal vez la visita de Misa tuviese algo que ver. Por desgracia, los planes que tenía para ella se habían desbarajustado. Cuando investigó para saber sobre su paradero no esperaba que hubiese acabado en la marina. Una cazarrecompensas en el gobierno, interesante. Ella no se habría fiado de meterla, pero no era quien gobernaba en el mundo, por desgracia.
La princesa colocó su armadura de cuero y se miró al espejo. Estaba tan radiante como siempre, su piel de porcelana destacaba ante su cabello azabache. Sonrió y cuando se dio la vuelta, la voz del reflejo le habló.
-¿Qué vas hacer?
Azula arqueó las cejas, confusa.
-Misa Amane, una desgraciada capitana de la marina.
-Primero tengo que hablar con ella. ¿Cómo se le ocurrió meterse al gobierno? A nadie le importa si un cazador desaparece, ¿pero un marine? Mueven el mundo por encontrar al culpable.
-Ten cuidado, han pasado más de dos años. Esto ya no es como antes, un mal paso y te arrepentirás.
-No me digas como... debo comportarme...
Azula soltó un bufido y salió de la habitación dando un portazo de golpe. Las sirvientas que estaban esperando al otro lado de la puerta se miraron y la siguieron por detrás, un poco asustadas. La princesa llegó en un momento a la sala del trono. Allí estaba la rubia esperando, mirando todo lo que había a su alrededor. Azula nada más verla, le dedicó una falsa sonrisa. Se sentó en el trono del emperador y la miró de arriba abajo.
-¿No vas hacerme una reverencia? Es una falta de respeto a la hija de un emperador.
La princesa colocó su armadura de cuero y se miró al espejo. Estaba tan radiante como siempre, su piel de porcelana destacaba ante su cabello azabache. Sonrió y cuando se dio la vuelta, la voz del reflejo le habló.
-¿Qué vas hacer?
Azula arqueó las cejas, confusa.
-Misa Amane, una desgraciada capitana de la marina.
-Primero tengo que hablar con ella. ¿Cómo se le ocurrió meterse al gobierno? A nadie le importa si un cazador desaparece, ¿pero un marine? Mueven el mundo por encontrar al culpable.
-Ten cuidado, han pasado más de dos años. Esto ya no es como antes, un mal paso y te arrepentirás.
-No me digas como... debo comportarme...
Azula soltó un bufido y salió de la habitación dando un portazo de golpe. Las sirvientas que estaban esperando al otro lado de la puerta se miraron y la siguieron por detrás, un poco asustadas. La princesa llegó en un momento a la sala del trono. Allí estaba la rubia esperando, mirando todo lo que había a su alrededor. Azula nada más verla, le dedicó una falsa sonrisa. Se sentó en el trono del emperador y la miró de arriba abajo.
-¿No vas hacerme una reverencia? Es una falta de respeto a la hija de un emperador.
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La joven marine, en un momento, se había parado y se tuvo que contener para no salir de ahí. No le gustaba estar en palacios o cosas parecidas. ”Maldición” – se agarró una mano que estaba temblando y pensó en irse, no se estaba sintiendo cómoda en aquel lugar. Además, era muy parecido al lugar donde había ocurrido todo su pasado. Suspiró con pesadez, su mantra estaba activado pues no se fiaba mucho de estar con ella y prefería mantener, al menos, la guardia elevada. ¿Cómo iría la conversación? ¿Le creería todo lo que había descubierto? Si no lo hacía, poco le interesaba, la verdad. Se libraría de su molesta presencia y ya no tendría que volver a verla. Además, ambas eran aliadas, ninguna podría tocarse uno al otro y eso, en cierta forma, le hacía agradecer el hecho de ser marine.
– Ahí viene. – Susurró mientras sentía una poderosa presencia. ¿Qué tanto habría cambiado tras dos años? En ese entonces no tenía su mantra, así que no podía saber si se había vuelto más fuerte o no. Si la comparaba con otras, no era mucho rival y casi se sentía en confianza de que podría vencer si la enfrentaba. ”¿Por qué pienso en ello?” – bien sabía que en este lugar, primero moriría antes de poder ponerle un dedo encima a ella. Se le quedó viendo con calma y escuchó sus palabras. No pudo evitar soltar una ligera risa mientras lo hacía. ¿Reverencia? Eso nunca iba a pasar.
– No lo haré – le dijo con una sonrisa. – Una reverencia es un acto de respeto y tú no tienes el mío – suspiró con calma y se relajó. Bien sabía que, si demostraba que ella la dominaba, era el final, pero era mucho más experimentada que antes… No iba a caer en sus juegos mentales. – En fin, debe ser muy importante si quieres hablar conmigo. Así que te escucho, Azu. – Le dijo con seguridad. Sabía de lo que quería hablar, pero de su parte, no iba a tocar el tema. Ni siquiera tenía la certeza de si le iba a creer o no. ”Es una situación complicada” – pensó.
– Ahí viene. – Susurró mientras sentía una poderosa presencia. ¿Qué tanto habría cambiado tras dos años? En ese entonces no tenía su mantra, así que no podía saber si se había vuelto más fuerte o no. Si la comparaba con otras, no era mucho rival y casi se sentía en confianza de que podría vencer si la enfrentaba. ”¿Por qué pienso en ello?” – bien sabía que en este lugar, primero moriría antes de poder ponerle un dedo encima a ella. Se le quedó viendo con calma y escuchó sus palabras. No pudo evitar soltar una ligera risa mientras lo hacía. ¿Reverencia? Eso nunca iba a pasar.
– No lo haré – le dijo con una sonrisa. – Una reverencia es un acto de respeto y tú no tienes el mío – suspiró con calma y se relajó. Bien sabía que, si demostraba que ella la dominaba, era el final, pero era mucho más experimentada que antes… No iba a caer en sus juegos mentales. – En fin, debe ser muy importante si quieres hablar conmigo. Así que te escucho, Azu. – Le dijo con seguridad. Sabía de lo que quería hablar, pero de su parte, no iba a tocar el tema. Ni siquiera tenía la certeza de si le iba a creer o no. ”Es una situación complicada” – pensó.
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La princesa quedó perpleja ante la contestación de la rubia. Esta llevó el dedo a los labios y le dio unos toquecitos, pensando en que decir. Mantuvo el silencio durante un buen rato, mirándola con una sonrisa que en el fondo expresaba maldad. Era muy difícil saber que pasaba por la cabeza de la princesa. Aquel comentario le había dolido, ¿acaso se estaba ablandando para no imponer respeto?
Se sintió muy ofendida ante aquella respuesta. Le habría encantado acercarse a ella y prenderle fuego, que ardiese lentamente. Desde luego, no se iría rápidamente de este mundo, no sin antes sufrir por las ofensas que había provocado y con su dignidad por los suelos. Era un buen plan, pero tenía un fallo. Ambas chicas eran del gobierno, en cierto modo tenían que ayudarse y no matarse, con lo cual resultaba difícil.
Azula no podía hacer nada en contra de la marine, ni ella tampoco. Se levantó del trono apresuradamente hasta quedarse frente a ella, sobrepasándola por los escalones que las separaban.
-Has cambiado mucho - Rio -. No has perdido el tiempo al parecer en médicos - La princesa solo trataba de picarla con facilidad -. ¿Tanta prisa tienes por hablar? Ni que estuvieses incómoda... Oh vamos, hay que disfrutar este encuentro; pocas veces nos vemos. Te ofrecería asiento, pero el suelo es el mejor lugar para ti en el palacio - La princesa tomó una pausa; su rostro feliz fue cambiando poco a poco a enfadado -. Ahora póstrate ante mí - Ordenó enfadada. Los guardias que había a lo largo de la sala miraron la escena, preparándose por si acaso la princesa corría peligro.
Azula no se movió, no al menos hasta que la marine hiciese lo que le ordenara.
-O haces la reverencia que me merezco o no te moverás de aquí y te advierto que soy muy paciente con la gente como tú.
Se sintió muy ofendida ante aquella respuesta. Le habría encantado acercarse a ella y prenderle fuego, que ardiese lentamente. Desde luego, no se iría rápidamente de este mundo, no sin antes sufrir por las ofensas que había provocado y con su dignidad por los suelos. Era un buen plan, pero tenía un fallo. Ambas chicas eran del gobierno, en cierto modo tenían que ayudarse y no matarse, con lo cual resultaba difícil.
Azula no podía hacer nada en contra de la marine, ni ella tampoco. Se levantó del trono apresuradamente hasta quedarse frente a ella, sobrepasándola por los escalones que las separaban.
-Has cambiado mucho - Rio -. No has perdido el tiempo al parecer en médicos - La princesa solo trataba de picarla con facilidad -. ¿Tanta prisa tienes por hablar? Ni que estuvieses incómoda... Oh vamos, hay que disfrutar este encuentro; pocas veces nos vemos. Te ofrecería asiento, pero el suelo es el mejor lugar para ti en el palacio - La princesa tomó una pausa; su rostro feliz fue cambiando poco a poco a enfadado -. Ahora póstrate ante mí - Ordenó enfadada. Los guardias que había a lo largo de la sala miraron la escena, preparándose por si acaso la princesa corría peligro.
Azula no se movió, no al menos hasta que la marine hiciese lo que le ordenara.
-O haces la reverencia que me merezco o no te moverás de aquí y te advierto que soy muy paciente con la gente como tú.
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La tensión aumentó de forma desagradable. ”Menudo lío” – todo sería diferente si nunca se hubieran conocido. ¿Qué debería hacer? Podía irse sin problemas, después de todo, no la podían tocar sin tener que perder todos los beneficios que el Gobierno Mundial les daba a esta isla. Además, no le gustaba estar en un palacio. No se sentía débil, pero si era un constante recordatorio del infierno que se había desatado en un lugar parecido. Suspiró con calma mientras veía cómo es que Azula se molestaba con su respuesta. ¿Tan fácil era? Se quedó tranquila, bastaba más que eso para siquiera poder intimidarla. La vio acercarse a ella y quedar apenas a unos peldaños de diferencia. Escuchó sus palabras e incluso notó que su rostro feliz, si es que tenía uno, pasaba a uno de enfado. Era una niña pequeña y que se creía superior a ella solo por ser una princesa. Observó los guardias que estaban ahí se preparaban en caso de que ella corriera peligro. ¿En serio creían que la iba a atacar? ”Tan idiotas como la princesa” – pensó.
– Claro que he cambiado – le respondió con una sonrisa, mirándola directamente a los ojos. Su sonrisa era una de pura confianza. – Ya no soy la niña que conociste antes – soltó un ligero suspiro mientras se controlaba. Aquella personalidad era la misma que tenía la reina de su isla, era desagradable. – Tú sigues siendo la misma niñita mimada de antes.
Sabía que la situación estaba a favor de ella, pero no se iba a postrar ante ella ni nadie. ¿Dónde quedaba su orgullo si hacía eso? No le iba a dar la clara señal de que era superior a ella cuando no lo era. Era una princesa, sí, pero no le interesaba. ¿Dónde quedaría su promesa si le hacía caso? Prefería morir a hacer algo como eso. Sus ojos mostraban determinación y esperaba que con eso entendiera que no iba hacerle caso. Se quedó en silencio mientras analizaba las últimas palabras de ella. Sería divertido ver cómo le prohibía algo a una capitana de la marina.
– No pienso perder mi tiempo contigo – le dijo con tranquilidad. – Tengo mil cosas mejores que hacer que estar aquí – no le quitaba la mirada a los guardias, solo por si acaso. – ¿En serio intentas prohibirle algo a una capitana? Dime, ¿qué me obliga a quedarme aquí? Para bien o para mal, somos del mismo bando y no puedes hacer nada ante eso – si ella hubiera tenido este poder cuando se encontraron… Todo sería mil veces diferente. – Si no quieres hablar, como decía tu carta, es mejor que me vaya. Es tu decisión – no le importaba mucho hablar con ella. – No te haré ninguna reverencia. Ni siquiera mereces ser una princesa con esa actitud. – Finalizó.
– Claro que he cambiado – le respondió con una sonrisa, mirándola directamente a los ojos. Su sonrisa era una de pura confianza. – Ya no soy la niña que conociste antes – soltó un ligero suspiro mientras se controlaba. Aquella personalidad era la misma que tenía la reina de su isla, era desagradable. – Tú sigues siendo la misma niñita mimada de antes.
Sabía que la situación estaba a favor de ella, pero no se iba a postrar ante ella ni nadie. ¿Dónde quedaba su orgullo si hacía eso? No le iba a dar la clara señal de que era superior a ella cuando no lo era. Era una princesa, sí, pero no le interesaba. ¿Dónde quedaría su promesa si le hacía caso? Prefería morir a hacer algo como eso. Sus ojos mostraban determinación y esperaba que con eso entendiera que no iba hacerle caso. Se quedó en silencio mientras analizaba las últimas palabras de ella. Sería divertido ver cómo le prohibía algo a una capitana de la marina.
– No pienso perder mi tiempo contigo – le dijo con tranquilidad. – Tengo mil cosas mejores que hacer que estar aquí – no le quitaba la mirada a los guardias, solo por si acaso. – ¿En serio intentas prohibirle algo a una capitana? Dime, ¿qué me obliga a quedarme aquí? Para bien o para mal, somos del mismo bando y no puedes hacer nada ante eso – si ella hubiera tenido este poder cuando se encontraron… Todo sería mil veces diferente. – Si no quieres hablar, como decía tu carta, es mejor que me vaya. Es tu decisión – no le importaba mucho hablar con ella. – No te haré ninguna reverencia. Ni siquiera mereces ser una princesa con esa actitud. – Finalizó.
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El vocabulario soez de Misa hacía daño a la princesa, tanto daño que le provocaba falsas muecas de tristeza. Qué mala era la marine con la princesa, cuando en primer momento Azula le ofreció ser su amiga, le ofreció ayudarla y le quitó de la cabeza la idea de venganza. Había gente a día de hoy que no sabía apreciar esos pequeños detalles. Era como una especie de cuento: "La princesa y la plebeya". En su día le dejó la corona y sentarse en un trono de oro macizo, ¿para qué? para acabar peleando como están ahora.
Misa era muy desagradecida, Azu nunca la trató mal y solo quería algo a cambio y a pesar de que no lo cumplió la dejó seguir viviendo. Quizás Misa era la clase de amiga que la princesa necesitaba, una mujer que rivalizase con ella y que no se dejase avasallar por el miedo. Eso era lo que le gustaba a Azula.
-Me haces daño, Misa - La voz de Azu era tan dulce y triste. - Yo solo quería tener una agradable charla contigo... y tu eres tan reacia. ¿Qué te ha pasado para tratarme así?
La princesa se sentó en el trono con una agradable sonrisa y miró al fondo de la sala. Las puertas que llevaban al exterior estaban cerradas.
-No te prohíbo nada, pero soy superior a ti, así que controla tus modales. No estás en una isla cualquiera, estás en un imperio bajo mis órdenes - Azula pensó un momento en sus palabras -. ¿No merezco ser una princesa? Tal vez... Yo no he deseado esta vida, pero estoy muy contenta con ella. Nací con suerte, no como otras.
Azula apoyó la muñeca en la mejilla.
-Si deseas irte, vete. No te lo prohibiré, pero primero tendrás que abrir esas compuertas a la fuerza - Señaló -. Te advierto, que si te marchas ahora tendrás un gran problema con los soldados. Es pena de muerte en el imperio tratar mal a una princesa. Y ellos son testigos de tus palabras.
La princesa miró a su sirvienta y esta asintió. Azula se levantó y se acercó hasta Misa. La agarró del brazo con suavidad.
-La sala del trono no es lugar para estas discusiones y no quiero importunar a mi padre con tonterías. Vayamos a una estancia más tranquila.
Misa era muy desagradecida, Azu nunca la trató mal y solo quería algo a cambio y a pesar de que no lo cumplió la dejó seguir viviendo. Quizás Misa era la clase de amiga que la princesa necesitaba, una mujer que rivalizase con ella y que no se dejase avasallar por el miedo. Eso era lo que le gustaba a Azula.
-Me haces daño, Misa - La voz de Azu era tan dulce y triste. - Yo solo quería tener una agradable charla contigo... y tu eres tan reacia. ¿Qué te ha pasado para tratarme así?
La princesa se sentó en el trono con una agradable sonrisa y miró al fondo de la sala. Las puertas que llevaban al exterior estaban cerradas.
-No te prohíbo nada, pero soy superior a ti, así que controla tus modales. No estás en una isla cualquiera, estás en un imperio bajo mis órdenes - Azula pensó un momento en sus palabras -. ¿No merezco ser una princesa? Tal vez... Yo no he deseado esta vida, pero estoy muy contenta con ella. Nací con suerte, no como otras.
Azula apoyó la muñeca en la mejilla.
-Si deseas irte, vete. No te lo prohibiré, pero primero tendrás que abrir esas compuertas a la fuerza - Señaló -. Te advierto, que si te marchas ahora tendrás un gran problema con los soldados. Es pena de muerte en el imperio tratar mal a una princesa. Y ellos son testigos de tus palabras.
La princesa miró a su sirvienta y esta asintió. Azula se levantó y se acercó hasta Misa. La agarró del brazo con suavidad.
-La sala del trono no es lugar para estas discusiones y no quiero importunar a mi padre con tonterías. Vayamos a una estancia más tranquila.
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La tensión se sentía en el aire. La posición entre ellas era bastante… Extraña. Misa no era de las que daba su brazo a torcer, sin importa la situación. Azula, mientras tanto, era de esas personas manipuladoras y con un ego inmenso. Ambas eran tan diferentes como el día y la noche. ¿En serio fue buena idea venir? A cada segundo que pasaba confirmaba que no lo era. Se quedó callada mientras la escuchaba. Pese a todo, estaba bastante calmada y sentía que tenía controlada la situación. La inmunidad que le daba ser una capitana la estaba protegiendo y eso la tranquilizaba, un poco más. No le negaba, Azula mandaba y había nacido con suerte, pero… Algún día todo ello se iba a acabar. Algún día, quizá los habitantes de la isla se revelarían y le quitaran todo ese poder. No era extraño que sucedieran cosas así y si era de la princesa de quien hablaba… Era bastante probable.
Se soltó del agarre y la siguió. Sonrió con cierta dulzura y le quitó importancia a ese hecho. Nadie le había dado tales libertades, podía estar en su isla y todo, pero no dejaría que eso le afectara. Se resignó un poco ante el hecho de que no se iban a quedar en esa sala, era bonita y le gustaba… Un poco. Se preguntó, en el camino, qué tipo de persona sería su padre. ¿Alguien igual o peor que ella? ¿Alguien diferente? Lo dudaba, si fuera diferente no veía posible que Azula podría tener aquella personalidad o, al menos, no tan marcada. Las ganas de conocerlo aumentaron un poco, bien podría aprovechar la ocasión y tener una conversación con él. ”Pero no vine a eso” – se recordó. No, había venido para hablar con la princesa y solo con ella. Quizá tenía muchas dudas, sobre todo respecto al por qué se unió a la Marina o quizá solo quería saber más sobre lo que había descubierto.
– En fin… – se apoyó en una pared y la miró a los ojos. – Te escucho – suspiró resignada. Era hora de tocar el tema principal de aquella carta. – Debe ser bastante importante si me enviaste una carta para conversar conmigo, en parte, me siento halagada – sonrió con tranquilidad. – No todos los días uno tiene la oportunidad de hablar con una princesa. – Dijo fingiendo honestidad.
Se soltó del agarre y la siguió. Sonrió con cierta dulzura y le quitó importancia a ese hecho. Nadie le había dado tales libertades, podía estar en su isla y todo, pero no dejaría que eso le afectara. Se resignó un poco ante el hecho de que no se iban a quedar en esa sala, era bonita y le gustaba… Un poco. Se preguntó, en el camino, qué tipo de persona sería su padre. ¿Alguien igual o peor que ella? ¿Alguien diferente? Lo dudaba, si fuera diferente no veía posible que Azula podría tener aquella personalidad o, al menos, no tan marcada. Las ganas de conocerlo aumentaron un poco, bien podría aprovechar la ocasión y tener una conversación con él. ”Pero no vine a eso” – se recordó. No, había venido para hablar con la princesa y solo con ella. Quizá tenía muchas dudas, sobre todo respecto al por qué se unió a la Marina o quizá solo quería saber más sobre lo que había descubierto.
– En fin… – se apoyó en una pared y la miró a los ojos. – Te escucho – suspiró resignada. Era hora de tocar el tema principal de aquella carta. – Debe ser bastante importante si me enviaste una carta para conversar conmigo, en parte, me siento halagada – sonrió con tranquilidad. – No todos los días uno tiene la oportunidad de hablar con una princesa. – Dijo fingiendo honestidad.
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Abandonaron el salón real y se continuaron hacia un amplio pasillo. La marine se detuvo en la pared antes de llegar hasta una estancia más tranquila. Azula se giró y se cruzó de brazos. ¿En serio pretendía quedarse a hablar en un pasillo? ¿Qué clase de protocolo tenía la rubia? Estaba claro que era una pobre sin educación, pero al menos esperaba un mínimo de detalle. Por favor... Un pasillo, si la viesen los nobles del imperio no tardarían en reírse en su cara.
-Ya sabes sobre qué hablaremos, ¿o es que acaso te has olvidado de lo que me prometiste? - Inquirió sin mirarla y continuando recto a paso lento, para ver si la seguía.
Llegaron a un descansillo rodeado con dos grandes escaleras a los lados para subir. Estaban hechas de mármol y con detalles de oro, pues la luz que incidía sobre ellas las hacía relucir. Por la escalera izquierda descendía el emperador Ozai, rodeado de numerosas capas y sirvientas y en lo más alto de su cabeza, la corona imperial, símbolo de poder. En cuanto Azula lo vio hizo una leve reverencia y miró fríamente a la marine para que hiciera lo mismo.
El Señor del Fuego se acercó hasta ambas chicas, con el rostro tan serio como siempre.
-¿Quién es ella? ¿Es nueva en el servicio?
-No, es una amiga del gobierno, tenemos asuntos que tratar - Respondió con una sonrisa de oreja a oreja.
-Oh, vaya...
El emperador arqueó las cejas un tanto sorprendido. Últimamente la princesa estaba trayendo a muchas mujeres del gobierno a palacio, no se sabe lo que pretendía. Azula esperó a que su padre se retirase y después miró a la rubia. Extendió el brazo hacia arriba para que la marine siguiese avanzando junto a ella. En cuanto subió el piso, se encontró de frente con una puerta amplia entreabierta. Azula fue la primera en entrar.
-Ya sabes sobre qué hablaremos, ¿o es que acaso te has olvidado de lo que me prometiste? - Inquirió sin mirarla y continuando recto a paso lento, para ver si la seguía.
Llegaron a un descansillo rodeado con dos grandes escaleras a los lados para subir. Estaban hechas de mármol y con detalles de oro, pues la luz que incidía sobre ellas las hacía relucir. Por la escalera izquierda descendía el emperador Ozai, rodeado de numerosas capas y sirvientas y en lo más alto de su cabeza, la corona imperial, símbolo de poder. En cuanto Azula lo vio hizo una leve reverencia y miró fríamente a la marine para que hiciera lo mismo.
El Señor del Fuego se acercó hasta ambas chicas, con el rostro tan serio como siempre.
-¿Quién es ella? ¿Es nueva en el servicio?
-No, es una amiga del gobierno, tenemos asuntos que tratar - Respondió con una sonrisa de oreja a oreja.
-Oh, vaya...
El emperador arqueó las cejas un tanto sorprendido. Últimamente la princesa estaba trayendo a muchas mujeres del gobierno a palacio, no se sabe lo que pretendía. Azula esperó a que su padre se retirase y después miró a la rubia. Extendió el brazo hacia arriba para que la marine siguiese avanzando junto a ella. En cuanto subió el piso, se encontró de frente con una puerta amplia entreabierta. Azula fue la primera en entrar.
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Era imposible que ella se relajara en una situación así, aunque hiciera el esfuerzo todas sus antenas de peligro estaban encendidas. ¿Por qué decidió venir? Bien pudo negarse o bien pudo simplemente ignorar esa carta y hacer como si nunca hubiera existido. Todo estaba tan bien, hasta que llegó aquella… Dejó de pensar en ello, su haki estaba detectando una poderosa presencia y eso la hizo ir con mucho más cuidado. ¿Alguno de sus guardias más poderosos? ¿Qué tanta mala suerte debía tener? Siguió caminando detrás de la princesa, hasta que llegaron a una sala con una amplia escalera adornada con oro. ”Que lujo…” – no pudo evitar sorprenderse ante ello, pero lo que más la impactó fue volver a sentir esa poderosa presencia. Elevó su mirada y pudo ver al mismísimo emperador en persona. Ozai estaba bajando por las escaleras, con muchas capas y una corona.
Ni siquiera vio a Azula, su cuerpo, de manera automática, hizo una reverencia. Estaba congelada, ese tipo era demasiado fuerte y nunca había sentido una presencia así de poderosa. ¿Y este tipo era el padre de la princesa? Una gota de sudor frío recorrió su espalda de inicio a fin. No se consideraba alguien que tuviera miedo de algo, pero estar frente a frente con él fue como si el tiempo se detuviera para ella. Incluso le costaba respirar. Escuchó la breve conversación entre padre e hija y luego él se fue. Soltó un muy largo suspiro y se le quedó viendo un par de segundos más. ”Ya te gustaría tenerme en tu servicio, tonto” – pensó de forma divertida, tratando de aliviar un poco su tensión.
Siguió a la princesa y subieron la escalera. Llegando a una gran puerta que estaba entre abierta, la princesa entró primero y Misa entró luego. Ella se apoyó en la pared y volvió a suspirar, era hora de ver la reacción de ella cuando se enterara que todo era una mentira. Que el dragón era mentira y solo era un usuario más de alguna fruta del diablo.
– Recuerdo esa promesa, pero… No puedo cumplirla – le dijo de la forma más natural posible. No iba a entrar en detalles, solo Dios sabía que haría ella con toda la información. – El dragón no existe. Estuve investigando y resulta que, en verdad, es un usuario de las frutas del diablo. De una artificial, mejor dicho – tomó una ligera pausa y se cruzó de brazos. – Eso es todo, no existe dragón… Solo alguien que es un usuario. Ni yo conozco su identidad. – Mintió, pero con la mirada fija en Azula esperaba lograr convencerla.
Ni siquiera vio a Azula, su cuerpo, de manera automática, hizo una reverencia. Estaba congelada, ese tipo era demasiado fuerte y nunca había sentido una presencia así de poderosa. ¿Y este tipo era el padre de la princesa? Una gota de sudor frío recorrió su espalda de inicio a fin. No se consideraba alguien que tuviera miedo de algo, pero estar frente a frente con él fue como si el tiempo se detuviera para ella. Incluso le costaba respirar. Escuchó la breve conversación entre padre e hija y luego él se fue. Soltó un muy largo suspiro y se le quedó viendo un par de segundos más. ”Ya te gustaría tenerme en tu servicio, tonto” – pensó de forma divertida, tratando de aliviar un poco su tensión.
Siguió a la princesa y subieron la escalera. Llegando a una gran puerta que estaba entre abierta, la princesa entró primero y Misa entró luego. Ella se apoyó en la pared y volvió a suspirar, era hora de ver la reacción de ella cuando se enterara que todo era una mentira. Que el dragón era mentira y solo era un usuario más de alguna fruta del diablo.
– Recuerdo esa promesa, pero… No puedo cumplirla – le dijo de la forma más natural posible. No iba a entrar en detalles, solo Dios sabía que haría ella con toda la información. – El dragón no existe. Estuve investigando y resulta que, en verdad, es un usuario de las frutas del diablo. De una artificial, mejor dicho – tomó una ligera pausa y se cruzó de brazos. – Eso es todo, no existe dragón… Solo alguien que es un usuario. Ni yo conozco su identidad. – Mintió, pero con la mirada fija en Azula esperaba lograr convencerla.
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