Katharina von Steinhell
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Estaba oscuro y llovía a cántaros, el paisaje era desolador. Constantemente ensuciaba mis botas por pisar un charco de agua, el terreno estaba lodoso y dificultaba la caminata. Nos encontrábamos a, según el mapa, un par de kilómetros hacia el sur del primer pueblo que debíamos examinar. Sin embargo, ya sabíamos que no sería nada sencillo llegar hasta allí. Nuestro guía, un comerciante que contratamos, nos advirtió que debíamos bordear la montaña en caso de no querer encontrarnos frente a frente con los bandidos. Era la mejor idea, pero no teníamos tanto tiempo y según la información del hombre tardaríamos al menos un día más en llegar.
El líder del grupo era el capitán Arthur, un hombre de treinta y pico años; canoso y de barba larga, vestía el típico uniforme de la Marina y llevaba un sable sujeto al cinturón. No conocía al resto… Había un chico bastante alto, cabellos claros y desordenado; una chica de cabellos rosa y enorme busto. No conocía sus nombres, bueno, en realidad sí pero no los lograba recordar. Llevábamos unos pocos días viajando juntos y no había tenido tiempo de sociabilizar, tampoco quería hacerlo. Mientras más rápido terminara la misión, más pronto estaría en casa.
Al escuchar el ruido de una rama romperse desenfundé inmediatamente mi guadaña colocándome en posición de defensa. El resto del grupo hizo lo mismo. ¿Qué sucedía? Estaba atenta ante todo peligro y fue entonces cuando cuatro figuras aparecieron en escena. Uno de ellos era un semigigante, lo notaba por el peculiar tamaño que le destacaba por sobre los demás. ¿Ellos eran los bandidos que nuestro comerciante y guía nos contó? Detrás de ellos estaba el pueblo al que teníamos que llegar, al parecer era necesario pelear.
–Cúbreme –le dije al muchacho de cabellos claros, tenía pensado atacar desde atrás con mi conjuro Meteoro I–. ¿Puedes hacerlo?
El líder del grupo era el capitán Arthur, un hombre de treinta y pico años; canoso y de barba larga, vestía el típico uniforme de la Marina y llevaba un sable sujeto al cinturón. No conocía al resto… Había un chico bastante alto, cabellos claros y desordenado; una chica de cabellos rosa y enorme busto. No conocía sus nombres, bueno, en realidad sí pero no los lograba recordar. Llevábamos unos pocos días viajando juntos y no había tenido tiempo de sociabilizar, tampoco quería hacerlo. Mientras más rápido terminara la misión, más pronto estaría en casa.
Al escuchar el ruido de una rama romperse desenfundé inmediatamente mi guadaña colocándome en posición de defensa. El resto del grupo hizo lo mismo. ¿Qué sucedía? Estaba atenta ante todo peligro y fue entonces cuando cuatro figuras aparecieron en escena. Uno de ellos era un semigigante, lo notaba por el peculiar tamaño que le destacaba por sobre los demás. ¿Ellos eran los bandidos que nuestro comerciante y guía nos contó? Detrás de ellos estaba el pueblo al que teníamos que llegar, al parecer era necesario pelear.
–Cúbreme –le dije al muchacho de cabellos claros, tenía pensado atacar desde atrás con mi conjuro Meteoro I–. ¿Puedes hacerlo?
Lamasu
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El viaje no estaba mal del todo. Una misión que requiere ver mundo es justo el tipo de expediciones que Lamasu está dispuesto a cumplir, siempre que tenga tiempo para tomar algunas notas.
Quizás por embarcarse en una misión o quizás por el simple hecho de viajar junto a un grupo de marines con más experiencia que él, se nota que el joven está bastante nervioso.
La última parte del camino antes de llegar al pueblo está siendo bastante desagradable. La lluvia es bastante menos molesta cuando tienes donde refugiarte, pero cuando tienes que avanzar a pie por campo abierto no es ninguna maravilla. Mientras el capitán Arthur y el comerciante que les servía de guía intercambian impresiones, Lamasu estruja y recoloca el uniforme empapado por las lluvias.
Su brazo metálico está más frío de lo normal, pero hay que estar muy agradecido de que éste no se oxidará al contacto con el agua. Ensimismado en sus pensamientos, un movimiento lo saca de su pequeño mundo interno. Sus compañeros estaban colocándose en posición de combate, e instintivamente el joven de cabellos claros hizo lo propio apretando los puños, espera preparado para lo que suceda.
Cuatro figuras se acercan. ¿Casualidad?, no lo creo. Quizás alguien les había visto moverse en esa dirección, quizás el comerciante no sea tan de fiar como se esperaba. Planteamientos que deberán esperar hasta que se resuelva el pequeño conflicto que acaba de surgir.
–Cúbreme. ¿Puedes hacerlo? – Una voz de chica hace que el joven se gire para ver quién pregunta.
La joven de cabello plateado sostiene una guadaña oscura y de aspecto muy afilado. En otro momento el recluta se hubiera planteado advertirle sobre el uso de tan peligrosa arma, pero desde luego no en éste momento.
Una sonrisa se dibuja en el semblante de Lamasu. –Por supuesto-.
*No sé qué se plantea hacer pero si solo necesita que aplaste a cualquiera que se acerque, puedo hacerlo*. Con este pensamiento, se sitúa para interponerse entre los nuevos “visitantes”, y su compañera.
Quizás por embarcarse en una misión o quizás por el simple hecho de viajar junto a un grupo de marines con más experiencia que él, se nota que el joven está bastante nervioso.
La última parte del camino antes de llegar al pueblo está siendo bastante desagradable. La lluvia es bastante menos molesta cuando tienes donde refugiarte, pero cuando tienes que avanzar a pie por campo abierto no es ninguna maravilla. Mientras el capitán Arthur y el comerciante que les servía de guía intercambian impresiones, Lamasu estruja y recoloca el uniforme empapado por las lluvias.
Su brazo metálico está más frío de lo normal, pero hay que estar muy agradecido de que éste no se oxidará al contacto con el agua. Ensimismado en sus pensamientos, un movimiento lo saca de su pequeño mundo interno. Sus compañeros estaban colocándose en posición de combate, e instintivamente el joven de cabellos claros hizo lo propio apretando los puños, espera preparado para lo que suceda.
Cuatro figuras se acercan. ¿Casualidad?, no lo creo. Quizás alguien les había visto moverse en esa dirección, quizás el comerciante no sea tan de fiar como se esperaba. Planteamientos que deberán esperar hasta que se resuelva el pequeño conflicto que acaba de surgir.
–Cúbreme. ¿Puedes hacerlo? – Una voz de chica hace que el joven se gire para ver quién pregunta.
La joven de cabello plateado sostiene una guadaña oscura y de aspecto muy afilado. En otro momento el recluta se hubiera planteado advertirle sobre el uso de tan peligrosa arma, pero desde luego no en éste momento.
Una sonrisa se dibuja en el semblante de Lamasu. –Por supuesto-.
*No sé qué se plantea hacer pero si solo necesita que aplaste a cualquiera que se acerque, puedo hacerlo*. Con este pensamiento, se sitúa para interponerse entre los nuevos “visitantes”, y su compañera.
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Ya contaba con la “protección” de mi compañero marine, quien parecía ser un recluta al igual que yo. Él se veía más fuerte y resistente, tuve la impresión de que era un luchador. En cualquiera de los casos, sin magia de combate no tenía oportunidades contra hombres que seguramente estaban acostumbrados a luchar cuerpo a cuerpo. Sin embargo, contaba con distintos tipos de recursos; un arma de fuego a media distancia, mi magia de explosión e inclusive, en medidas desesperadas, la guadaña mitológica. A mi vista no eran más que solo cuatro asaltantes, pero estaba convencida de que habría más esperando el momento para atacar.
Lo fundamental era luchar con cautela, no conocíamos el terreno y solo contábamos con la información que ellos nos querían mostrar. ¿Apuntar de una vez por todas? Era la mejor opción, para ver de qué estaban hechos. No obstante, en el momento en que decidiera atacar ellos se darían cuenta de que contaba con una extraña habilidad. Pero como dicen en muchos sitios: el que no arriesga no gana. Di un paso hacia delante y comencé a visualizar las posibles situaciones al momento del ataque.
–En caso de que alguien venga a por mí, defiéndeme y no dejes que me dañen –le mostré una hoja de la libreta que siempre llevaba–. Tengo mis razones para esto. No te preocupes, no saldrás herido.
Tenía un pequeño arsenal de conjuros para sanar heridas o reducir los daños recibidos. Calculé, visualmente, la distancia que había entre el primer objetivo y yo; por suerte alcanzaba de sobra para utilizar Meteoro. Quería probar algo distinto esta vez, con una sola mano sostuve el arma y con la otra abrí el libro de conjuros para comenzar a castearlo. La guadaña se iluminó con un rojo carmesí muy intenso e inmediatamente después una explosión apareció justo en la espalda de los bandidos quienes salieron despedidos hacia delante. Era el momento para comenzar el ataque.
–¡Bien hecho! –Me gritó el hombre a cargo. No recibí órdenes, pero ya había hablado con él: este era el plan que diseñamos.
Ahora solo debía estar alerta al medio y analizar la situación. Como sospeche´, no eran los únicos que nos esperaban. Desde los arbustos comenzaron a aparecer figuras masculinas y femeninas con cara de pocos amigos, muchos de ellos contaban con armas de corto alcance (masas, espadas, dagas, etc.) mientras que otros arcos largos. Para ser bandidos, estaban bastante bien equipados. Seguramente terminaríamos interrogando a uno de ellos. No tardaron en acorralarnos, nos rodearon y ahora solo teníamos que emplear la “fuerza bruta”. Ellos tenían el número, nosotros la calidad.
Lo fundamental era luchar con cautela, no conocíamos el terreno y solo contábamos con la información que ellos nos querían mostrar. ¿Apuntar de una vez por todas? Era la mejor opción, para ver de qué estaban hechos. No obstante, en el momento en que decidiera atacar ellos se darían cuenta de que contaba con una extraña habilidad. Pero como dicen en muchos sitios: el que no arriesga no gana. Di un paso hacia delante y comencé a visualizar las posibles situaciones al momento del ataque.
–En caso de que alguien venga a por mí, defiéndeme y no dejes que me dañen –le mostré una hoja de la libreta que siempre llevaba–. Tengo mis razones para esto. No te preocupes, no saldrás herido.
Tenía un pequeño arsenal de conjuros para sanar heridas o reducir los daños recibidos. Calculé, visualmente, la distancia que había entre el primer objetivo y yo; por suerte alcanzaba de sobra para utilizar Meteoro. Quería probar algo distinto esta vez, con una sola mano sostuve el arma y con la otra abrí el libro de conjuros para comenzar a castearlo. La guadaña se iluminó con un rojo carmesí muy intenso e inmediatamente después una explosión apareció justo en la espalda de los bandidos quienes salieron despedidos hacia delante. Era el momento para comenzar el ataque.
–¡Bien hecho! –Me gritó el hombre a cargo. No recibí órdenes, pero ya había hablado con él: este era el plan que diseñamos.
Ahora solo debía estar alerta al medio y analizar la situación. Como sospeche´, no eran los únicos que nos esperaban. Desde los arbustos comenzaron a aparecer figuras masculinas y femeninas con cara de pocos amigos, muchos de ellos contaban con armas de corto alcance (masas, espadas, dagas, etc.) mientras que otros arcos largos. Para ser bandidos, estaban bastante bien equipados. Seguramente terminaríamos interrogando a uno de ellos. No tardaron en acorralarnos, nos rodearon y ahora solo teníamos que emplear la “fuerza bruta”. Ellos tenían el número, nosotros la calidad.
- Off:
- Por cierto, Katharina usa una libreta para comunicarse (se puede decir que es muda). En el anterior post no lo aclaré, lo siento^^U.
Lamasu
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- Off:
- Culpa mía, no me detuve lo suficiente en tu ficha. A Lamasu le gusta leer O.o
La joven recluta mostró una libreta, una página en concreto.
–En caso de que alguien venga a por mí, defiéndeme y no dejes que me dañen. Tengo mis razones para esto. No te preocupes, no saldrás herido.-
Tras leer el texto Lam asiente para mostrar su conformidad.
La guadaña que ella sujeta con una sola mano se ilumina, en un color rojo carmesí poco natural. Tras esto, una explosión surge detrás de los bandidos que se ven catapultados hacia delante por la fuerza de la misma.
La explosión ha llamado la atención de Lamasu. *Eso sí que es tener un as en la manga* piensa a la par que cierra sus puños, y sonríe.
*Si es cierto que estamos en mitad de una emboscada, el resto no tardará en aparecer. Si yo fuera ellos, aprovecharía el momento de confusión para…*
El pensamiento queda interrumpido por el grupo de personas que surgen de entre los arbustos, armados y buscando sangre.
-Tsk, rodeados… No me gusta nada. No parece que vayan a negociar.- Mencionaba Lamasu mientras barría con la mirada el escenario. Busca algo, ¿que qué busca?, eso lo sabrá una vez lo haya encontrado.
Ahí está. Una vez el grupo ha sido rodeado, el primero de estos incursores ha reunido el valor suficiente para lanzarse contra los marines.
Un tipo rubio y alto, casi de la misma altura que Lamasu, ha comenzado a correr en dirección a los reclutas. La maniobra llamativa a la par que efectiva de la joven recluta, parece ser la amenaza a eliminar y este el primer candidato en intentarlo. Se acerca con una espada tosca y gastada en alto, y cara de pocos amigos.
En apenas un par de segundos Lamasu intercepta al atacante, interponiendo su brazo metálico en la trayectoria de la espada. Surgen chispas en el encontronazo, que no despistan al recluta que ya tiene más que comprobada la dureza de su prótesis. Con un cabezazo firme y directo a la nariz el atacante trastabilla, momento que aprovecha Lam para descargar la potencia de su brazo en la cabeza del bandido. El puñetazo consigue que el atacante caiga de espaldas, y quede tumbado e inmóvil.
Con un salto, el recluta vuelve cerca de su posición, junto a la joven de la guadaña.
-No hay que contenerse. Ahora deben volver a medir lo que ven a simple vista, y temer lo que no pueden ver. Solo ha sido el primero, hemos ganado algunos segundos. Se armarán de valor en breve.-
Efectivamente, otros 2 individuos se lanzan a la carrera. Uno de ellos es bastante corpulento, lleva una maza enorme. El otro porta una espada corta. Ambos se dirigen hacia los reclutas. Otros bandidos secundan el ataque. El círculo de asaltantes que rodeaba a los marines empieza a desfigurarse.
Un instante de tensión, roto por una flecha que roza la cara de Lam y se clava en el brazo de un compañero. El silbido lo ha alertado. Combatir cuerpo a cuerpo es una cosa, pero preocuparse de las flechas a la vez es algo muy distinto.
Una segunda flecha impacta en su brazo metálico, quebrándose al contacto con el duro metal. Un tercer disparo es más certero y se clava en su muslo izquierdo. La herida es superficial y eso no preocupa demasiado al marine, pero de donde sale una flecha ten por seguro que otra la acompañará.
-¡Tenemos que hacer algo con esos arqueros!-exclama Lamasu.
El capitán Arthur está enzarzado en su propio combate. Quizás su compañera pueda hacer algo para nivelar las fuerzas. Al fin y al cabo, debe poseer una habilidad soberbia para tener la confianza del capitán al mando.
- Off:
- Es mi primer rol, !si me paso dímelo!
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Los movimientos del joven de cabellos claros eran ágiles y meditados, bastante precisos, aunque no era bueno esquivando. Una flecha se incrustó en su muslo, no era nada serio por lo que no debía gastar un hechizo de sanación en él. Algo debía hacer con los arqueros y el plan ya estaba formándose en mi mente. ¿Qué hacer? ¿Usar otra de mis explosiones para derrotar a los arqueros? No… No era buena idea, después de todo, estaban muy separados.
Con la mirada intenté buscar alguna solución al problema, debía pensar rápidamente puesto que estábamos perdiendo. Arthur no podría resistir mucho tiempo, estaba lidiando ya con tres hombres; por otra parte, el chico de cabellos claros estaba herido y, por mi parte, estaba completamente segura de que no podría moverse como antes a causa de esa herida. El resto de reclutas estaba siendo diezmado con facilidad, como si de cucarachas se tratasen. Fue entonces cuando tuve un plan… ¿Qué pasaría si los arqueros eran despojados de su visión?
Alcé la guadaña y desde ella una densa niebla comenzó a formar un círculo que cada vez se expandía más y más hasta quedar completamente a oscuras. No podía mantenerla por mucho tiempo, pero al menos impedía que los arqueros apuntaran correctamente. Mis aliados y yo podíamos ver perfectamente. Ya era hora de comenzar a jugar. Me aproximé hacia uno de los arqueros y con la misma guadaña le golpeé el cuello, arrancándole la cabeza. Me sorprendía lo filosa que era esta, fue un buen premio… Solo unos pocos quieren robarle a un dragón, ¿no?
Con la mirada intenté buscar alguna solución al problema, debía pensar rápidamente puesto que estábamos perdiendo. Arthur no podría resistir mucho tiempo, estaba lidiando ya con tres hombres; por otra parte, el chico de cabellos claros estaba herido y, por mi parte, estaba completamente segura de que no podría moverse como antes a causa de esa herida. El resto de reclutas estaba siendo diezmado con facilidad, como si de cucarachas se tratasen. Fue entonces cuando tuve un plan… ¿Qué pasaría si los arqueros eran despojados de su visión?
Alcé la guadaña y desde ella una densa niebla comenzó a formar un círculo que cada vez se expandía más y más hasta quedar completamente a oscuras. No podía mantenerla por mucho tiempo, pero al menos impedía que los arqueros apuntaran correctamente. Mis aliados y yo podíamos ver perfectamente. Ya era hora de comenzar a jugar. Me aproximé hacia uno de los arqueros y con la misma guadaña le golpeé el cuello, arrancándole la cabeza. Me sorprendía lo filosa que era esta, fue un buen premio… Solo unos pocos quieren robarle a un dragón, ¿no?
Lamasu
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Con los dientes apretados y gesto de concentración, Lam está calculando su próximo movimiento. Siente una quemazón en el muslo, nada alarmante, pero indica que tendrá que limpiar y vendar la herida cuando todo esto acabe.
Los bandidos les superan en número y tienen atacantes de corto y largo alcance. Los reclutas están rodeados y han sido sorprendidos sin formación de batalla. Se las han apañado para aguantar el primer envite, pero la ventaja es de los atacantes.
El capitán estaba en pleno combate contra 3 de los atacantes. Por cada uno que resultaba herido, otro ocupaba su lugar. Los arqueros disparaban con mortal puntería, para desgracia de los soldados.
El primer paso es aislar a los arqueros, luego liberar la presión sobre los reclutas, y terminar con un contraataque rompiendo las filas enemigas.
Una densa niebla comienza a aparecer y rodear a los asistentes a esta escaramuza. Lam busca alarmado el foco.
*¿Pero qué demonios…?* La pregunta se atasca en su mente cuando su vista se planta en la chica de melena plateada y ojos azules, que con su arma en alto estaba invocando aquella extraña niebla. Poco a poco el alcance de la niebla va a más, dejando a todos atrapados en ella, pero por algún extraño motivo no priva a los marines de la visión.
*Esto es alucinante* Lam movía la mano tocando la niebla, esta formaba espirales a su paso. Había desviado su mirada un segundo, pero cuando volvió a mirar a la chica, está no estaba allí.
Un barrido rápido le dio la certeza de que esta niebla tiene algo mágico, los reclutas pueden ver pero no así los atacantes. Las flechas han cesado, los movimientos ya no están restringidos. Debía recordar preguntarle a esa chica como demonios hacía todas estas cosas.
-Esto es genial. Situaciones desesperadas requieren…- la sonrisa se dibuja en la cara de Lamasu. La pierna le molesta y no le deja correr con la misma velocidad, pero por otro lado, si el enemigo apenas ve lo que ocurre a su alrededor… El primer tipo al que se encuentra es un bandido bajito que porta 2 cuchillos. Es pequeño y regordete. Una bala perfecta.
Lam lo coge por sorpresa y le atiza en la nuca, para después usarlo como proyectil. El objetivo es despejar el camino y de paso, librar de un poco de presión a sus compañeros.
La pierna le duele al cargar el peso extra pero su brazo realiza el trabajo más complejo. El lanzamiento toma desprevenidos a la línea de atacantes. Varios son los que caen en el primer lanzamiento, dejando a algunos reclutas libres.
Lam sin embargo avanza en sentido contrario, a la zona desde la que provenían las flechas.
*Algo me dice que ella estará allí* Por el camino, se cruza con algunos bandidos confusos. Es muy fácil combatir con ellos ahora, al fin y al cabo, no pueden ver como se acerca el golpe. Los más resistentes tan solo caen inconscientes ante el golpe de su puño, los menos resistentes… en fin, ellos se lo han buscado. No son inocentes y por tanto no pesan sobre su conciencia.
Con el cuarto golpe, y el cuarto cuerpo inerte en el suelo, el camino queda despejado. Ahora acierta a ver la confusión en la cara de los atacantes, y como alguien ha empezado a diezmar a los arqueros. Con la velocidad que le permite ahora su pierna, se mueve en dirección a los que quedan.
Los bandidos les superan en número y tienen atacantes de corto y largo alcance. Los reclutas están rodeados y han sido sorprendidos sin formación de batalla. Se las han apañado para aguantar el primer envite, pero la ventaja es de los atacantes.
El capitán estaba en pleno combate contra 3 de los atacantes. Por cada uno que resultaba herido, otro ocupaba su lugar. Los arqueros disparaban con mortal puntería, para desgracia de los soldados.
El primer paso es aislar a los arqueros, luego liberar la presión sobre los reclutas, y terminar con un contraataque rompiendo las filas enemigas.
Una densa niebla comienza a aparecer y rodear a los asistentes a esta escaramuza. Lam busca alarmado el foco.
*¿Pero qué demonios…?* La pregunta se atasca en su mente cuando su vista se planta en la chica de melena plateada y ojos azules, que con su arma en alto estaba invocando aquella extraña niebla. Poco a poco el alcance de la niebla va a más, dejando a todos atrapados en ella, pero por algún extraño motivo no priva a los marines de la visión.
*Esto es alucinante* Lam movía la mano tocando la niebla, esta formaba espirales a su paso. Había desviado su mirada un segundo, pero cuando volvió a mirar a la chica, está no estaba allí.
Un barrido rápido le dio la certeza de que esta niebla tiene algo mágico, los reclutas pueden ver pero no así los atacantes. Las flechas han cesado, los movimientos ya no están restringidos. Debía recordar preguntarle a esa chica como demonios hacía todas estas cosas.
-Esto es genial. Situaciones desesperadas requieren…- la sonrisa se dibuja en la cara de Lamasu. La pierna le molesta y no le deja correr con la misma velocidad, pero por otro lado, si el enemigo apenas ve lo que ocurre a su alrededor… El primer tipo al que se encuentra es un bandido bajito que porta 2 cuchillos. Es pequeño y regordete. Una bala perfecta.
Lam lo coge por sorpresa y le atiza en la nuca, para después usarlo como proyectil. El objetivo es despejar el camino y de paso, librar de un poco de presión a sus compañeros.
La pierna le duele al cargar el peso extra pero su brazo realiza el trabajo más complejo. El lanzamiento toma desprevenidos a la línea de atacantes. Varios son los que caen en el primer lanzamiento, dejando a algunos reclutas libres.
Lam sin embargo avanza en sentido contrario, a la zona desde la que provenían las flechas.
*Algo me dice que ella estará allí* Por el camino, se cruza con algunos bandidos confusos. Es muy fácil combatir con ellos ahora, al fin y al cabo, no pueden ver como se acerca el golpe. Los más resistentes tan solo caen inconscientes ante el golpe de su puño, los menos resistentes… en fin, ellos se lo han buscado. No son inocentes y por tanto no pesan sobre su conciencia.
Con el cuarto golpe, y el cuarto cuerpo inerte en el suelo, el camino queda despejado. Ahora acierta a ver la confusión en la cara de los atacantes, y como alguien ha empezado a diezmar a los arqueros. Con la velocidad que le permite ahora su pierna, se mueve en dirección a los que quedan.
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El combate por fin terminó. Los arqueros fueron diezmados con facilidad una vez formé la burbuja de oscuridad, no eran hombres muy hábiles, pero en grandes cantidades eran un verdadero problema. Tras derrotar al último de los tiradores, los bandidos comenzaron a huir dándose cuenta que fue mala idea asaltar un pelotón de marines. Ahora debíamos fijarnos en los heridos, que bien no eran pocos. Hicimos una revisión superficial intentando vendar heridas superficiales y retomamos la caminata.
Llegamos a una zona escarpada. Mis piernas comenzaron a cansarse y mi respiración era agitada, cada vez se volvía más oscuro y la lluvia soltaba la tierra amenazando con provocar un derrumbe. Debíamos bordear el cerro para llegar hasta el pueblo más cercano y allí atender a nuestros heridos con mejor indumentaria, pero comencé a dudar si realmente llegaríamos. Ese estúpido asalto provocado por los bandidos nos perjudicó más de lo que creí, tenía que comenzar a actuar más rápido.
Después de una severa caminata y pasar caminos extremadamente estrechos, donde unas cuantas rocas caían hacia el vacío, llegamos a una llanura en donde la línea del horizonte terminaba en un bosque. Aún no podíamos descansar debido a que estaríamos abiertos ante cualquier segundo ataque, así que la mejor opción era continuar lo más rápido posible... ¿Lo lograríamos? Miré hacia atrás y observé a mis compañeros cansados y heridos, pero no podíamos detenernos y ellos lo sabían.
–¿Cómo estás? –Le pregunté enseñándole un trozo de papel al chico rubio que luchó con vehemencia– Tu herida no parece ser seria, ¿puedes continuar?
Debido a la oscuridad solo lograba ver unas cuantas sombras en el horizonte, pero estaba convencida de que se trataba de un bosque (además el mapa lo indicaba). Sin embargo, no estaba segura de sí habíamos tomado el mejor camino. Tenía la sensación de que estábamos a punto de entrar a la boca del lobo.
Llegamos a una zona escarpada. Mis piernas comenzaron a cansarse y mi respiración era agitada, cada vez se volvía más oscuro y la lluvia soltaba la tierra amenazando con provocar un derrumbe. Debíamos bordear el cerro para llegar hasta el pueblo más cercano y allí atender a nuestros heridos con mejor indumentaria, pero comencé a dudar si realmente llegaríamos. Ese estúpido asalto provocado por los bandidos nos perjudicó más de lo que creí, tenía que comenzar a actuar más rápido.
Después de una severa caminata y pasar caminos extremadamente estrechos, donde unas cuantas rocas caían hacia el vacío, llegamos a una llanura en donde la línea del horizonte terminaba en un bosque. Aún no podíamos descansar debido a que estaríamos abiertos ante cualquier segundo ataque, así que la mejor opción era continuar lo más rápido posible... ¿Lo lograríamos? Miré hacia atrás y observé a mis compañeros cansados y heridos, pero no podíamos detenernos y ellos lo sabían.
–¿Cómo estás? –Le pregunté enseñándole un trozo de papel al chico rubio que luchó con vehemencia– Tu herida no parece ser seria, ¿puedes continuar?
Debido a la oscuridad solo lograba ver unas cuantas sombras en el horizonte, pero estaba convencida de que se trataba de un bosque (además el mapa lo indicaba). Sin embargo, no estaba segura de sí habíamos tomado el mejor camino. Tenía la sensación de que estábamos a punto de entrar a la boca del lobo.
- Off:
- Si quieres, describe tú mismo el bosque y los enemigos que allí pueden aparecer^^.
Lamasu
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Al principio los vítores al ver huir al enemigo subieron la moral, pero la realidad topó de frente con los marines al ver a sus compañeros.
El grupo realizó los primeros auxilios de la mejor manera posible. El capitán ordenó tratar solo las heridas que impidieran moverse, en su mayoría cuidados superficiales.
Lam, al igual que el resto, acató las órdenes con cierto sentimiento de disgusto. Algo en él le pedía atender a sus compañeros como debe ser, pero sabía que el capitán tenía razón. *No sabemos cuántos de ellos nos esperan, debemos alcanzar nuestro destino cuanto antes*.
El largo camino les deparó obstáculos que debían salvar para llegar a su destino. Tras la escaramuza con los bandidos, el paso era lento pero constante. Su próxima parada sería el pueblo más cercano, donde atender a los heridos, calentarse y secarse junto al fuego, recobrar fuerzas y preparar el siguiente movimiento.
El accidentado camino no era una maravilla a plena luz en un soleado día de primavera, así que imaginaos cuando llueve a cantaros, y la oscuridad no te deja intuir donde estará la próxima piedra que va a soltarse.
Tras todo este camino, una llanura algo más amplia donde poder caminar sin tropezar. Delimitada por una masa de árboles que dibujan el fin de la llanura y el inicio de un bosque. Los árboles se mezclan y entrelazan de una manera algo caótica.
Con la oscuridad y el mal tiempo, cobran un toque tétrico. Los altos árboles proyectan sombras con la repentina aparición de rayos en el cielo. A simple vista solo una masa de oscuridad, que por otro lado puede proporcionar cobertura ante la aparición de los bandidos y de esta dichosa tormenta.
La joven de pelo largo y plateado se acerca a Lamasu, y usando su característico medio de comunicación, le pregunta -¿Cómo estás? Tu herida no parece ser seria, ¿puedes continuar?-
-Sí. Es un poco molesto, pero viendo cómo iba todo me atrevo a decir que no he salido mal parado. Creo que te debemos una, esas habilidades tuyas son bastante increíbles. ¿Tú no estás herida verdad? -
El joven parece encantado de poder conversar con la chica de ojos azules, aunque sea tan brevemente y en estas condiciones. Su curiosidad es grande, y en otras condiciones estaría encantado de preguntar mucho más, pero en esta situación…
Alguien ha sugerido al capitán Arthur detenernos en el bosque y acampar. Algo que no le ha hecho mucha gracia. -Iremos al bosque, pero no acamparemos. Allí tendremos tiempo para tomar aliento antes de continuar hacia el pueblo, y podremos comprobar si alguien nos ha seguido.-
Con las órdenes claras el grupo se dirige hacia el bosque y una vez cruzada la llanura, un sentimiento de intranquilidad se hace presente. Podría ser un lugar interesante para acampar de no ser por este clima infernal. Si sumamos la posibilidad de un segundo asalto, más encontrase heridos y cansados, quizás no sea una buena idea parar aquí.
El grupo se ha internado muy poco en el bosque. Lamasu ha intentado no separarse de su compañera. Algo le dice que se necesitarán el uno al otro.
El capitán ha ordenado a un par de hombres que hagan guardia y vigilen la llanura, y a otros 2 que se internen un poco en el bosque, para mantener el perímetro. El resto está sentado, recuperando aliento o atendiendo a los heridos. Mientras, él da algunas órdenes más y se dirige a felicitar a la joven por su desempeño.
El ruido lejano de aullidos llega hasta los oídos de los marines. El bosque no parece deshabitado. Se escuchan desde distintas direcciones y son varios. Con un poco de suerte solo será una manada de lobos atraída por el olor de la sangre, mientras que sin esa suerte puede que los bandidos cuenten con algunos de estos animales adiestrados y hayan seguido el rastro, lo que multiplica el peligro.
-¡Capitán!- casi sin resuello, un joven de pelo rizado detiene su carrera junto al capitán Arthur.- Se acercan por la llanura. Son bandidos y traen lobos con ellos.-
Efectivamente, una escuadra de 10 u 12 hombres armados con escopetas y espadas, y a la cabeza lo que parecen varios rastreadores junto a unos 5 lobos de pelaje oscuro. Avanzan de manera paralela al bosque, podían haber interceptado al grupo por el flanco derecho si los marines hubieran tardado un poco más.
-Si hubiéramos tardado algo más nos habrían emboscado en plena llanura- responde el capitán mientras se acaricia la barba.
-No son muchos, podemos hacerles frente- sugiere el vigía.
-Capitán, juraría que he escuchado aullidos desde otra dirección también. Apostaría mi brazo sano a que no es la única escuadra. Es solo una partida de caza. En este bosque puede haber criaturas que pueden dar suficiente guerra a esos lobos.- Lamasu se dirige ahora al capitán, para exponer su idea. Con la mirada busca la complicidad de su compañera, o al menos un plan mejor para poder librarse. Ella ha demostrado ser bastante hábil en cuanto a estrategias se refiere.
El combate directo les ha pasado factura y salir a la llanura puede que no sea la mejor opción. El bosque les provee de cobijo al menos hasta que algo los encuentre, pero los lobos rastreadores serán un problema.
El grupo realizó los primeros auxilios de la mejor manera posible. El capitán ordenó tratar solo las heridas que impidieran moverse, en su mayoría cuidados superficiales.
Lam, al igual que el resto, acató las órdenes con cierto sentimiento de disgusto. Algo en él le pedía atender a sus compañeros como debe ser, pero sabía que el capitán tenía razón. *No sabemos cuántos de ellos nos esperan, debemos alcanzar nuestro destino cuanto antes*.
El largo camino les deparó obstáculos que debían salvar para llegar a su destino. Tras la escaramuza con los bandidos, el paso era lento pero constante. Su próxima parada sería el pueblo más cercano, donde atender a los heridos, calentarse y secarse junto al fuego, recobrar fuerzas y preparar el siguiente movimiento.
El accidentado camino no era una maravilla a plena luz en un soleado día de primavera, así que imaginaos cuando llueve a cantaros, y la oscuridad no te deja intuir donde estará la próxima piedra que va a soltarse.
Tras todo este camino, una llanura algo más amplia donde poder caminar sin tropezar. Delimitada por una masa de árboles que dibujan el fin de la llanura y el inicio de un bosque. Los árboles se mezclan y entrelazan de una manera algo caótica.
Con la oscuridad y el mal tiempo, cobran un toque tétrico. Los altos árboles proyectan sombras con la repentina aparición de rayos en el cielo. A simple vista solo una masa de oscuridad, que por otro lado puede proporcionar cobertura ante la aparición de los bandidos y de esta dichosa tormenta.
La joven de pelo largo y plateado se acerca a Lamasu, y usando su característico medio de comunicación, le pregunta -¿Cómo estás? Tu herida no parece ser seria, ¿puedes continuar?-
-Sí. Es un poco molesto, pero viendo cómo iba todo me atrevo a decir que no he salido mal parado. Creo que te debemos una, esas habilidades tuyas son bastante increíbles. ¿Tú no estás herida verdad? -
El joven parece encantado de poder conversar con la chica de ojos azules, aunque sea tan brevemente y en estas condiciones. Su curiosidad es grande, y en otras condiciones estaría encantado de preguntar mucho más, pero en esta situación…
Alguien ha sugerido al capitán Arthur detenernos en el bosque y acampar. Algo que no le ha hecho mucha gracia. -Iremos al bosque, pero no acamparemos. Allí tendremos tiempo para tomar aliento antes de continuar hacia el pueblo, y podremos comprobar si alguien nos ha seguido.-
Con las órdenes claras el grupo se dirige hacia el bosque y una vez cruzada la llanura, un sentimiento de intranquilidad se hace presente. Podría ser un lugar interesante para acampar de no ser por este clima infernal. Si sumamos la posibilidad de un segundo asalto, más encontrase heridos y cansados, quizás no sea una buena idea parar aquí.
El grupo se ha internado muy poco en el bosque. Lamasu ha intentado no separarse de su compañera. Algo le dice que se necesitarán el uno al otro.
El capitán ha ordenado a un par de hombres que hagan guardia y vigilen la llanura, y a otros 2 que se internen un poco en el bosque, para mantener el perímetro. El resto está sentado, recuperando aliento o atendiendo a los heridos. Mientras, él da algunas órdenes más y se dirige a felicitar a la joven por su desempeño.
El ruido lejano de aullidos llega hasta los oídos de los marines. El bosque no parece deshabitado. Se escuchan desde distintas direcciones y son varios. Con un poco de suerte solo será una manada de lobos atraída por el olor de la sangre, mientras que sin esa suerte puede que los bandidos cuenten con algunos de estos animales adiestrados y hayan seguido el rastro, lo que multiplica el peligro.
-¡Capitán!- casi sin resuello, un joven de pelo rizado detiene su carrera junto al capitán Arthur.- Se acercan por la llanura. Son bandidos y traen lobos con ellos.-
Efectivamente, una escuadra de 10 u 12 hombres armados con escopetas y espadas, y a la cabeza lo que parecen varios rastreadores junto a unos 5 lobos de pelaje oscuro. Avanzan de manera paralela al bosque, podían haber interceptado al grupo por el flanco derecho si los marines hubieran tardado un poco más.
-Si hubiéramos tardado algo más nos habrían emboscado en plena llanura- responde el capitán mientras se acaricia la barba.
-No son muchos, podemos hacerles frente- sugiere el vigía.
-Capitán, juraría que he escuchado aullidos desde otra dirección también. Apostaría mi brazo sano a que no es la única escuadra. Es solo una partida de caza. En este bosque puede haber criaturas que pueden dar suficiente guerra a esos lobos.- Lamasu se dirige ahora al capitán, para exponer su idea. Con la mirada busca la complicidad de su compañera, o al menos un plan mejor para poder librarse. Ella ha demostrado ser bastante hábil en cuanto a estrategias se refiere.
El combate directo les ha pasado factura y salir a la llanura puede que no sea la mejor opción. El bosque les provee de cobijo al menos hasta que algo los encuentre, pero los lobos rastreadores serán un problema.
- Off:
- : Pensé en 2 escuadras de rastreadores. En el interior del bosque puede haber algunos animales, como lobos u osos, aunque puede ser cualquier cosa.
Katharina von Steinhell
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El cielo rugía ferozmente. Era una noche de truenos y relámpagos, además de una constante lluvia que dificultaba el paso. Teníamos un verdadero desafío que superar. Al estar mojados, y en un clima bastante frío, prontamente estaríamos en problemas si no calentábamos nuestros cuerpos. Sin embargo, no era el único contratiempo: bandidos y lobos. Vaya combinación, ¿no? El vigía nos advirtió que era un enorme escuadrón y probablemente no era el único que vendría tras nosotros lo que me hacía preguntar: ¿por qué arriesgarían tanto por cazar a unos marines? Daba mucho para pensar.
Necesitábamos órdenes cuanto antes y una buena estrategia para salir del lío en el que estábamos metidos. Internarnos en el bosque era una buena opción, al tener soldados heridos debíamos evitar un enfrentamiento directo. Primero había que deshacerse de los lobos, así su principal fuente de rastreo se vería diezmada. Segundo, debíamos retrasar a los mismos hombres que nos estaban dando caza. Todo en la teoría resultaba fácil, pero al momento de ponerlo en práctica... Había muchas preguntas sin respuesta. ¿Cómo nos desharíamos de los lobos? No podíamos depender netamente de mi magia, además era demasiado escandalosa... Necesitábamos un buen tirador que se encargara de los animales.
–Capitán, creo que lo primero sería darle un poco de entretención a los lobos –le enseñé la libreta con la que me comunicaba–. No pretendo ser una mártir, pero puedo distraerlos por unos pocos minutos para que los heridos estén a salvo. Estoy casi segura de que puedo salir del bosque por mi cuenta.
Era cierto. Era la única persona que podía luchar perfectamente a la distancia y era lo suficientemente ágil como para atacar desde los árboles y moverme entre ellos. Contar con apoyo dificultaría mi labor, pero también me facilitaría las cosas en caso de verme en serios problemas. ¿Eliminar a diez hombres? No era complicado. Lo difícil era hacerlo rápido para que no se dieran cuenta de nuestra “estrategia”, que en realidad no era nada más que un plan improvisado basado en la desesperación.
–Entiendo, recluta. Ten cuidado –mencionó–, puedes llevarte a un par de hombres que estén en condiciones de pelear. Ante el menor peligro, solo corre. Aún puedo defender a mis hombres.
Asentí con la cabeza.
Los aullidos cada vez se escuchaban más cerca. Lo primero que hicimos fue internarnos en el bosque y seguir el sendero más expedito, después llegamos a un cruce en donde nuestros caminos se separaron. No quería contar con nadie más que mi propia habilidad para hacer explotar las cosas, pero el capitán insistió en que me vendría bien apoyo. Él mismo eligió a dos hombres para acompañarme en mi misión de distraer a los enemigos mientras los heridos huían. En toda mi vida jamás pensé que terminaría salvándole el pellejo a unos marines...
Todo estaba oscuro, de vez en cuando golpeaba mi cabeza contra una rama y constantemente me caía. Debido a que nuestro plan se basaba en la discreción no podíamos utilizar antorchas, no así nuestros enemigos. Después de caminar varios minutos en dirección a los aullidos nos encontramos con varios enemigos que tenían su camino iluminado, teníamos que deshacernos de ellos uno por uno... A menos que tuviéramos una bomba que los haría desaparecer cuanto antes. Sin provocar mucho ruido cogí la guadaña que estaba en mi espalda y observé los movimientos de los hombres.
–¿Qué hacemos? –Preguntó uno de los hombres que me acompañó. Tenía el cabello oscuro y los ojos azules– ¿Atacamos?
Negué con la cabeza.
Nuestro objetivo básicamente era sembrar el caos entre sus filas para que no tuvieran tiempo de reaccionar. Si solo pudiera manejar un francotirador... ¡Maldición! Aunque usara mi habilidad para ocultarnos, los lobos se darían cuenta de mi olor así que no era el mejor plan, pero peor es nada. Después de convocar la burbuja de oscuridad descendí de la rama del árbol por donde estaba observando y me adentré en las filas enemigas. Inmediatamente los lobos comenzaron a ladrar, pero no les di tiempo para que me atacaran ya que me lancé directamente hacia ellos degollándolos. El primero fue fácil, ni siquiera pudo soltarse de las cuerdas que lo ataban a su amo.
–¡Nos atacan! ¡Todos en formación!
Sí, los estábamos atacando. Los bandidos comenzaron a disparar sin saber a quién le daban. Parece que mi estrategia resultó ser mejor de lo que esperaba, no nos costó sembrar el caos. Sin embargo, teníamos que deshacernos rápidamente de ellos ya que sabíamos que contaban con más apoyo.
–¡Detengan el fuego, maldición! –Rugió uno de ellos– No podemos ver nada y estoy seguro de que varios de los nuestros han muerto causa de nuestros propios disparos. ¡Suelten a los lobos!
Necesitábamos órdenes cuanto antes y una buena estrategia para salir del lío en el que estábamos metidos. Internarnos en el bosque era una buena opción, al tener soldados heridos debíamos evitar un enfrentamiento directo. Primero había que deshacerse de los lobos, así su principal fuente de rastreo se vería diezmada. Segundo, debíamos retrasar a los mismos hombres que nos estaban dando caza. Todo en la teoría resultaba fácil, pero al momento de ponerlo en práctica... Había muchas preguntas sin respuesta. ¿Cómo nos desharíamos de los lobos? No podíamos depender netamente de mi magia, además era demasiado escandalosa... Necesitábamos un buen tirador que se encargara de los animales.
–Capitán, creo que lo primero sería darle un poco de entretención a los lobos –le enseñé la libreta con la que me comunicaba–. No pretendo ser una mártir, pero puedo distraerlos por unos pocos minutos para que los heridos estén a salvo. Estoy casi segura de que puedo salir del bosque por mi cuenta.
Era cierto. Era la única persona que podía luchar perfectamente a la distancia y era lo suficientemente ágil como para atacar desde los árboles y moverme entre ellos. Contar con apoyo dificultaría mi labor, pero también me facilitaría las cosas en caso de verme en serios problemas. ¿Eliminar a diez hombres? No era complicado. Lo difícil era hacerlo rápido para que no se dieran cuenta de nuestra “estrategia”, que en realidad no era nada más que un plan improvisado basado en la desesperación.
–Entiendo, recluta. Ten cuidado –mencionó–, puedes llevarte a un par de hombres que estén en condiciones de pelear. Ante el menor peligro, solo corre. Aún puedo defender a mis hombres.
Asentí con la cabeza.
Los aullidos cada vez se escuchaban más cerca. Lo primero que hicimos fue internarnos en el bosque y seguir el sendero más expedito, después llegamos a un cruce en donde nuestros caminos se separaron. No quería contar con nadie más que mi propia habilidad para hacer explotar las cosas, pero el capitán insistió en que me vendría bien apoyo. Él mismo eligió a dos hombres para acompañarme en mi misión de distraer a los enemigos mientras los heridos huían. En toda mi vida jamás pensé que terminaría salvándole el pellejo a unos marines...
Todo estaba oscuro, de vez en cuando golpeaba mi cabeza contra una rama y constantemente me caía. Debido a que nuestro plan se basaba en la discreción no podíamos utilizar antorchas, no así nuestros enemigos. Después de caminar varios minutos en dirección a los aullidos nos encontramos con varios enemigos que tenían su camino iluminado, teníamos que deshacernos de ellos uno por uno... A menos que tuviéramos una bomba que los haría desaparecer cuanto antes. Sin provocar mucho ruido cogí la guadaña que estaba en mi espalda y observé los movimientos de los hombres.
–¿Qué hacemos? –Preguntó uno de los hombres que me acompañó. Tenía el cabello oscuro y los ojos azules– ¿Atacamos?
Negué con la cabeza.
Nuestro objetivo básicamente era sembrar el caos entre sus filas para que no tuvieran tiempo de reaccionar. Si solo pudiera manejar un francotirador... ¡Maldición! Aunque usara mi habilidad para ocultarnos, los lobos se darían cuenta de mi olor así que no era el mejor plan, pero peor es nada. Después de convocar la burbuja de oscuridad descendí de la rama del árbol por donde estaba observando y me adentré en las filas enemigas. Inmediatamente los lobos comenzaron a ladrar, pero no les di tiempo para que me atacaran ya que me lancé directamente hacia ellos degollándolos. El primero fue fácil, ni siquiera pudo soltarse de las cuerdas que lo ataban a su amo.
–¡Nos atacan! ¡Todos en formación!
Sí, los estábamos atacando. Los bandidos comenzaron a disparar sin saber a quién le daban. Parece que mi estrategia resultó ser mejor de lo que esperaba, no nos costó sembrar el caos. Sin embargo, teníamos que deshacernos rápidamente de ellos ya que sabíamos que contaban con más apoyo.
–¡Detengan el fuego, maldición! –Rugió uno de ellos– No podemos ver nada y estoy seguro de que varios de los nuestros han muerto causa de nuestros propios disparos. ¡Suelten a los lobos!
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Cuando se transita por un bosque en plena noche, se agradece tener una fuente de luz que ayude a no tropezar. Incluso si caminas por senderos transitados es posible acabar de bruces en el suelo por las ramas que caen durante una tormenta.
El grueso del grupo avanza por el sendero, liderados por el capitán Arthur. Los sonidos que producían los lobos quedan cada vez más lejanos, amortiguados por el sonido de la propia tormenta.
No pasó mucho tiempo hasta que el grupo se detuvo en una bifurcación. El capitán hablaba con el comerciante y guía.
Lam, que hasta el momento ayudaba a avanzar a uno de sus compañeros, pide a otro que lo sustituya y se acerca para escuchar la conversación.
-…pero nos alejaremos más del pueblo, y no es un sendero transitado.- el comerciante parecía discutir con el capitán la ruta.
De reojo, el capitán Arthur ve acercarse a Lamasu, pero no dice nada. Durante un par de segundos medita sus siguientes palabras.
-No podemos perder más tiempo, debemos ponernos a cubierto cuanto antes. ¿Dices que en aquella dirección no hay sendero alguno?- mencionaba el capitán señalando a la derecha de la bifurcación.
-Lo hay… pero no se utiliza. No es seguro. Ese camino lleva al corazón del bosque. Durante meses ha habido desapariciones e historias de monstruos que atacan a los que se internan.- responde el comerciante. Su voz es ahora menos clara, se muestra nervioso.
-Entiendo… no podemos arriesgarnos entonces.- asiente el capitán mientras mesa su barba.
-Un momento capitán. Quizás sea eso lo que necesitamos.- interviene Lamasu con gesto serio.
-¿Necesitamos un sendero tortuoso plagado de colmillos? Entonces deberíamos darnos la vuelta – responde el capitán con sorna.
-No creo que haya monstruos en el bosque. Como mucho quizás algún animal grande o territorial. Y eso es justo lo que necesitamos para ahuyentar a los lobos. Si hay más de una partida, o si nuestros compañeros no consiguen eliminarlos, tendremos un buen muro que los frenará. Combatiremos colmillos con colmillos. Yo mismo sacaré a lo que quiera que haya allí. Vosotros podéis seguir por el sendero. Nos reuniremos fuera.- La decisión estaba meditada. Aún con la herida en la pierna, Lam podía correr muy rápido, y era lo bastante resistente como para no caer fácilmente.
El comerciante parecía contrariado. -¡Qué locura! No podemos confiar en que…-
-Sea pues. No malgastaré el valioso tiempo que nuestros hombres están consiguiéndonos con charla inútil. Suerte muchacho.- Asentía el capitán - ¡En marcha!-
La expedición se alejaba por el sendero. Lamasu avanzaba por el sendero contrario.
No pasa demasiado tiempo hasta que las marcas de escaramuzas se dejen ver en el terreno. Algunos harapos, algunos trozos de madera, pero ningún rastro humano o animal. Poco a poco los rastros van aumentando en intensidad.
Unas decenas de metros después, se encuentran lo que parece una caravana destartalada, ajada y quebrada.
*No soy un experto, pero eso parecen garras. Viendo su tamaño creo que no quiero ver a qué están unidas*
Un sentimiento de ansiedad empieza a hacer mella en el recluta. Su naturaleza calmada y desentendida le gritaba que saliera de allí a la velocidad que le permitieran sus piernas. Pero una vocecilla se hacía escuchar ante toda esa urgencia. Sus compañeros necesitaban ayuda y el no iba a fallar. Ya tendría oportunidad de correr.
De pronto un rugido lo saca de su ensimismamiento, cortándole casi la respiración. Dos pares de ojos brillantes le observan desde la oscuridad. El vao sale de entre las tinieblas que provocan las sombras de los árboles que franquean el camino.
Un segundo rugido más fuerte se hace escuchar en el sendero. Al girar su cabeza, el joven acierta a ver lo que parece un animal enorme y negro que avanza despacio. Apenas está a 20 metros de distancia, y se acerca. Lamasu está paralizado. El animal es enorme y sus dientes y garras parecen afilados como cuchillas.
-Dios…-
Un relámpago ilumina el cielo, y muestra la cara del animal. Un oso enorme que se alza sobre sus patas traseras.
-Vale, ¿y ahora qué?...-
Obvio, ¿no? Hay que huir. Haciendo acopio de coraje y procurando que estos animales le sigan, Lam arroja trozos de madera, y restos de todo lo que encuentra. Y funciona. Ahora los animales le siguen, ¡y corren bastante rápido para su tamaño!
Lamasu se encamina hacia la bifurcación, y reza por qué allí halla algo que los entretenga más qué él recluta de brazo metálico que parece que será su cena.
El grueso del grupo avanza por el sendero, liderados por el capitán Arthur. Los sonidos que producían los lobos quedan cada vez más lejanos, amortiguados por el sonido de la propia tormenta.
No pasó mucho tiempo hasta que el grupo se detuvo en una bifurcación. El capitán hablaba con el comerciante y guía.
Lam, que hasta el momento ayudaba a avanzar a uno de sus compañeros, pide a otro que lo sustituya y se acerca para escuchar la conversación.
-…pero nos alejaremos más del pueblo, y no es un sendero transitado.- el comerciante parecía discutir con el capitán la ruta.
De reojo, el capitán Arthur ve acercarse a Lamasu, pero no dice nada. Durante un par de segundos medita sus siguientes palabras.
-No podemos perder más tiempo, debemos ponernos a cubierto cuanto antes. ¿Dices que en aquella dirección no hay sendero alguno?- mencionaba el capitán señalando a la derecha de la bifurcación.
-Lo hay… pero no se utiliza. No es seguro. Ese camino lleva al corazón del bosque. Durante meses ha habido desapariciones e historias de monstruos que atacan a los que se internan.- responde el comerciante. Su voz es ahora menos clara, se muestra nervioso.
-Entiendo… no podemos arriesgarnos entonces.- asiente el capitán mientras mesa su barba.
-Un momento capitán. Quizás sea eso lo que necesitamos.- interviene Lamasu con gesto serio.
-¿Necesitamos un sendero tortuoso plagado de colmillos? Entonces deberíamos darnos la vuelta – responde el capitán con sorna.
-No creo que haya monstruos en el bosque. Como mucho quizás algún animal grande o territorial. Y eso es justo lo que necesitamos para ahuyentar a los lobos. Si hay más de una partida, o si nuestros compañeros no consiguen eliminarlos, tendremos un buen muro que los frenará. Combatiremos colmillos con colmillos. Yo mismo sacaré a lo que quiera que haya allí. Vosotros podéis seguir por el sendero. Nos reuniremos fuera.- La decisión estaba meditada. Aún con la herida en la pierna, Lam podía correr muy rápido, y era lo bastante resistente como para no caer fácilmente.
El comerciante parecía contrariado. -¡Qué locura! No podemos confiar en que…-
-Sea pues. No malgastaré el valioso tiempo que nuestros hombres están consiguiéndonos con charla inútil. Suerte muchacho.- Asentía el capitán - ¡En marcha!-
La expedición se alejaba por el sendero. Lamasu avanzaba por el sendero contrario.
No pasa demasiado tiempo hasta que las marcas de escaramuzas se dejen ver en el terreno. Algunos harapos, algunos trozos de madera, pero ningún rastro humano o animal. Poco a poco los rastros van aumentando en intensidad.
Unas decenas de metros después, se encuentran lo que parece una caravana destartalada, ajada y quebrada.
*No soy un experto, pero eso parecen garras. Viendo su tamaño creo que no quiero ver a qué están unidas*
Un sentimiento de ansiedad empieza a hacer mella en el recluta. Su naturaleza calmada y desentendida le gritaba que saliera de allí a la velocidad que le permitieran sus piernas. Pero una vocecilla se hacía escuchar ante toda esa urgencia. Sus compañeros necesitaban ayuda y el no iba a fallar. Ya tendría oportunidad de correr.
De pronto un rugido lo saca de su ensimismamiento, cortándole casi la respiración. Dos pares de ojos brillantes le observan desde la oscuridad. El vao sale de entre las tinieblas que provocan las sombras de los árboles que franquean el camino.
Un segundo rugido más fuerte se hace escuchar en el sendero. Al girar su cabeza, el joven acierta a ver lo que parece un animal enorme y negro que avanza despacio. Apenas está a 20 metros de distancia, y se acerca. Lamasu está paralizado. El animal es enorme y sus dientes y garras parecen afilados como cuchillas.
-Dios…-
Un relámpago ilumina el cielo, y muestra la cara del animal. Un oso enorme que se alza sobre sus patas traseras.
-Vale, ¿y ahora qué?...-
Obvio, ¿no? Hay que huir. Haciendo acopio de coraje y procurando que estos animales le sigan, Lam arroja trozos de madera, y restos de todo lo que encuentra. Y funciona. Ahora los animales le siguen, ¡y corren bastante rápido para su tamaño!
Lamasu se encamina hacia la bifurcación, y reza por qué allí halla algo que los entretenga más qué él recluta de brazo metálico que parece que será su cena.
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Deshacernos de un par de animales adiestrados no debía ser complicación para marines formados. Seguía la burbuja de oscuridad a nuestro favor y por mucho que los relámpagos iluminaran el denso y oscuro cielo, nuestros enemigos no podían ver absolutamente nada. Por el momento estábamos en ventaja, pero ya teníamos en consideración que éramos tres y ellos… ¿Cuántos eran? Ni siquiera nos dimos el tiempo de contar, pero sabíamos que eran suficientes hombres para acorralarnos y aprovechar así su ventaja numérica.
El primer lobo apareció frente a mí con sus distinguidos ojos celestes, babeando del hocico y enseñándome los colmillos. Tenía el tamaño de un perro común, al parecer no eran bestias completamente poderosas, pero si se agrupaban, estaríamos envueltos en otro problema más. La criatura cargó contra mí y sus dientes quedaron estancados en el mango de mi arma. La fuerza no era mi especialidad, así que si seguía el forcejeo con el lobo, el resultado ya estaría dado. Dejé caer el arma y conjuré mi hechizo bola de fuego. De mis manos apareció una pequeña bola flameante que impactó de lleno contra el cuerpo, ahora incinerado, de la criatura.
–¡¿Qué diablos fue ese sonido?! –Exclamó uno de los bandidos, moviendo la cabeza de un lado a otro esperando encontrarse con algo– ¡¡Retirada!! ¡¡Joder, retirada!!
¿Retirada? No, no podía permitir que se separaran. Mi burbuja no era lo suficientemente grande para que hiciera efecto en un radio extremadamente grande, así que debía hacer todo lo posible para que se mantuvieran unidos. Le hice unas cuantas indicaciones a mis compañeros para que se enfocaran en los bandidos que intentaran salirse del grupo, de esa forma nuestro resultado esperado sería que todos siguieran corriendo por el mismo sendero.
Corrí a toda velocidad entre arbustos y ramas, algunas veces haciéndome pequeños cortes superficiales que no molestaban en lo más mínimo. Uno de ellos quiso hacerse el listo y saltar por entre los arbustos y alejarse de sus compañeros, sin embargo, lo primero que encontró fue el filo de mi guadaña que se acercaba rápidamente a su garganta. El cuerpo cayó pesado y un hilillo de sangre ensució mi rostro dándome un aspecto tenebroso. La retirada enemiga continuaba y los hombres corrían sin saber hacia dónde; lamentablemente, nuestra situación era similar. Les estábamos dando caza, pero tampoco sabíamos hacia donde nos dirigíamos.
Fue entonces que ya cuando quedaban unos pocos bandidos (tres o cuatro) decidí quitar la burbuja de oscuridad. Cansaba tenerla activa todo el tiempo y necesitaba mis energías para situaciones futuras. Fue entonces cuando vi un inmenso animal, una temible bestia que se posaba sobre sus patas traseras soltando un feroz rugido que hizo que los propios lobos enemigos salieran corriendo empavorecidos. Sin embargo, no era la única “criatura” que había allí. El mismo hombre al que le pedí que me protegiera durante el primer asalto se encontraba corriendo, casi por su vida.
–¡¡Maldición!! Este no es nuestro día –dijo el aparente líder de la escuadra–. Malditos marines… Me las pagarán. ¡Silver arrow!
El bandido se armó rápidamente de su arco y la flecha comenzó a emanar un brillo plateado. Inmediatamente después esta fue arrojada a una velocidad inhumana dejando detrás de ella varias partículas de polvo plateado. ¿A quién apuntó? Pensé inmediatamente mientras veía la dirección de la flecha. Podía ser a la criatura o a mi compañero, el marine. No estaba a la suficiente distancia como para frenar o detener la flecha… Esta situación ya dependía completamente del recluta.
El primer lobo apareció frente a mí con sus distinguidos ojos celestes, babeando del hocico y enseñándome los colmillos. Tenía el tamaño de un perro común, al parecer no eran bestias completamente poderosas, pero si se agrupaban, estaríamos envueltos en otro problema más. La criatura cargó contra mí y sus dientes quedaron estancados en el mango de mi arma. La fuerza no era mi especialidad, así que si seguía el forcejeo con el lobo, el resultado ya estaría dado. Dejé caer el arma y conjuré mi hechizo bola de fuego. De mis manos apareció una pequeña bola flameante que impactó de lleno contra el cuerpo, ahora incinerado, de la criatura.
–¡¿Qué diablos fue ese sonido?! –Exclamó uno de los bandidos, moviendo la cabeza de un lado a otro esperando encontrarse con algo– ¡¡Retirada!! ¡¡Joder, retirada!!
¿Retirada? No, no podía permitir que se separaran. Mi burbuja no era lo suficientemente grande para que hiciera efecto en un radio extremadamente grande, así que debía hacer todo lo posible para que se mantuvieran unidos. Le hice unas cuantas indicaciones a mis compañeros para que se enfocaran en los bandidos que intentaran salirse del grupo, de esa forma nuestro resultado esperado sería que todos siguieran corriendo por el mismo sendero.
Corrí a toda velocidad entre arbustos y ramas, algunas veces haciéndome pequeños cortes superficiales que no molestaban en lo más mínimo. Uno de ellos quiso hacerse el listo y saltar por entre los arbustos y alejarse de sus compañeros, sin embargo, lo primero que encontró fue el filo de mi guadaña que se acercaba rápidamente a su garganta. El cuerpo cayó pesado y un hilillo de sangre ensució mi rostro dándome un aspecto tenebroso. La retirada enemiga continuaba y los hombres corrían sin saber hacia dónde; lamentablemente, nuestra situación era similar. Les estábamos dando caza, pero tampoco sabíamos hacia donde nos dirigíamos.
Fue entonces que ya cuando quedaban unos pocos bandidos (tres o cuatro) decidí quitar la burbuja de oscuridad. Cansaba tenerla activa todo el tiempo y necesitaba mis energías para situaciones futuras. Fue entonces cuando vi un inmenso animal, una temible bestia que se posaba sobre sus patas traseras soltando un feroz rugido que hizo que los propios lobos enemigos salieran corriendo empavorecidos. Sin embargo, no era la única “criatura” que había allí. El mismo hombre al que le pedí que me protegiera durante el primer asalto se encontraba corriendo, casi por su vida.
–¡¡Maldición!! Este no es nuestro día –dijo el aparente líder de la escuadra–. Malditos marines… Me las pagarán. ¡Silver arrow!
El bandido se armó rápidamente de su arco y la flecha comenzó a emanar un brillo plateado. Inmediatamente después esta fue arrojada a una velocidad inhumana dejando detrás de ella varias partículas de polvo plateado. ¿A quién apuntó? Pensé inmediatamente mientras veía la dirección de la flecha. Podía ser a la criatura o a mi compañero, el marine. No estaba a la suficiente distancia como para frenar o detener la flecha… Esta situación ya dependía completamente del recluta.
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Ni en el más remoto de los escenarios que pasaron por la cabeza de Lamasu al aceptar embarcarse en esta misión, se veía a él mismo en una noche de tormenta, en mitad de un bosque y huyendo de un oso del tamaño de una carreta.
Apenas había avanzado unos metros cuando se dio cuenta de que el oso corría mucho más de lo que el recluta había estimado. ¿Cuánto corre un oso? Lamasu nunca ha tenido excesivo interés por los animales, ¿Cómo iba él a saberlo?
El zarpazo del animal casi acierta, pero incluso para la bestia debe ser difícil. Las garras destrozan el pañuelo, parte del uniforme que Lam lleva al cuello.
*Mierda, mierda, mierda. Por qué poco* piensa mientras acelera intentando mantenerse alejado, lo suficiente como para que el animal no intente lo mismo.
Las piernas le arden por el esfuerzo. Con cada nuevo apoyo, su pierna izquierda amenaza con flaquear y dejarlo a merced del enorme oso negro. Con cada paso, Lamasu se acerca un poco más al cruce y reza para poder quitarse de encima a aquella enorme bestia. Poder zafarse, y retirarse por el mismo camino que tomo el capitán y el grueso de sus compañeros.
El sonido de la lluvia, el de las pisadas pesadas del animal que lo persigue, su propia respiración agitada, el chapoteo al pisar algún charco en el camino… pero hay algo más. Un sonido distante en principio, cada vez más cercano. Un estruendo, seguido de varios otros… ¿podrían ser disparos?
La sorpresa del escenario deja atónito al joven recluta. Frente a él, lo que queda de la escuadra de bandidos. La sorpresa hace que se detenga en seco, y casi pierda el equilibrio. Para su desgracia el oso no parece haberse apenas percatado del escenario. La imponente criatura ahora se alza sobre sus patas traseras, rugiendo al cielo.
El recluta ha pagado su error de novato. Se ha dejado sorprender, y ha olvidado el peligro que le acecha. Ahora va a pagar caro su error. Un nuevo rugido de la bestia y el joven siente el aliento maloliente en su espalda. Quiere correr pero su cuerpo no reacciona, el miedo lo tiene paralizado.
La hora del fin puede que le haya alcanzado. Sus piernas no responden, poco a poco gira el torso y mira a la bestia que está a su espalda. Gira su cintura despacio, sintiendo un miedo que le hace temblar. Ahora puede ver al Oso de cerca con su ojo izquierdo, y lo único que pasa por su mente es si va a morir.
Los temblores aumentan. El miedo lo paraliza. Un nuevo rugido de la bestia que alza su garra afilada y negra. Lam cierra los ojos esperando el golpe que acabe con su vida.
Algo brillante se acerca, pero Lamasu no puede verlo.
Algo brillante ha chocado contra su cara, pero no se ha detenido.
Algo brillante se ha clavado en el hombro izquierdo del enorme oso.
Con el impacto, Lam ha caído al suelo, desorientado y casi inconsciente. Su rostro está manchado de sangre. Tendido en el barro todo le da vueltas y se nubla a su alrededor. Su respiración es agitada, y está a punto de desfallecer.
El oso trastabilla, y apoya de nuevo las cuatro patas. Una flecha se ha clavado de manera muy profunda, a la izquierda de su cabeza. La sangre mancha el suelo y cae por el pelaje de la bestia. Ahora su furia se dirige al lugar del que vino el proyectil.
El joven pierde el conocimiento con la última imagen de la bestia dejándolo atrás, pero sin saber si sobrevivirá.
Apenas había avanzado unos metros cuando se dio cuenta de que el oso corría mucho más de lo que el recluta había estimado. ¿Cuánto corre un oso? Lamasu nunca ha tenido excesivo interés por los animales, ¿Cómo iba él a saberlo?
El zarpazo del animal casi acierta, pero incluso para la bestia debe ser difícil. Las garras destrozan el pañuelo, parte del uniforme que Lam lleva al cuello.
*Mierda, mierda, mierda. Por qué poco* piensa mientras acelera intentando mantenerse alejado, lo suficiente como para que el animal no intente lo mismo.
Las piernas le arden por el esfuerzo. Con cada nuevo apoyo, su pierna izquierda amenaza con flaquear y dejarlo a merced del enorme oso negro. Con cada paso, Lamasu se acerca un poco más al cruce y reza para poder quitarse de encima a aquella enorme bestia. Poder zafarse, y retirarse por el mismo camino que tomo el capitán y el grueso de sus compañeros.
El sonido de la lluvia, el de las pisadas pesadas del animal que lo persigue, su propia respiración agitada, el chapoteo al pisar algún charco en el camino… pero hay algo más. Un sonido distante en principio, cada vez más cercano. Un estruendo, seguido de varios otros… ¿podrían ser disparos?
La sorpresa del escenario deja atónito al joven recluta. Frente a él, lo que queda de la escuadra de bandidos. La sorpresa hace que se detenga en seco, y casi pierda el equilibrio. Para su desgracia el oso no parece haberse apenas percatado del escenario. La imponente criatura ahora se alza sobre sus patas traseras, rugiendo al cielo.
El recluta ha pagado su error de novato. Se ha dejado sorprender, y ha olvidado el peligro que le acecha. Ahora va a pagar caro su error. Un nuevo rugido de la bestia y el joven siente el aliento maloliente en su espalda. Quiere correr pero su cuerpo no reacciona, el miedo lo tiene paralizado.
La hora del fin puede que le haya alcanzado. Sus piernas no responden, poco a poco gira el torso y mira a la bestia que está a su espalda. Gira su cintura despacio, sintiendo un miedo que le hace temblar. Ahora puede ver al Oso de cerca con su ojo izquierdo, y lo único que pasa por su mente es si va a morir.
Los temblores aumentan. El miedo lo paraliza. Un nuevo rugido de la bestia que alza su garra afilada y negra. Lam cierra los ojos esperando el golpe que acabe con su vida.
Algo brillante se acerca, pero Lamasu no puede verlo.
Algo brillante ha chocado contra su cara, pero no se ha detenido.
Algo brillante se ha clavado en el hombro izquierdo del enorme oso.
Con el impacto, Lam ha caído al suelo, desorientado y casi inconsciente. Su rostro está manchado de sangre. Tendido en el barro todo le da vueltas y se nubla a su alrededor. Su respiración es agitada, y está a punto de desfallecer.
El oso trastabilla, y apoya de nuevo las cuatro patas. Una flecha se ha clavado de manera muy profunda, a la izquierda de su cabeza. La sangre mancha el suelo y cae por el pelaje de la bestia. Ahora su furia se dirige al lugar del que vino el proyectil.
El joven pierde el conocimiento con la última imagen de la bestia dejándolo atrás, pero sin saber si sobrevivirá.
- Off:
- La flecha ha acertado de manera parcial a Lamasu. Parece que le ha dado en el ojo derecho y esta inconsciente, perdiendo sangre.
Pd: ¿Yo te regalo un oso y tú me regalas una flecha? T.T XDD
Katharina von Steinhell
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La velocidad de la flecha era impresionante, no podía usar ningún conjuro explosivo para detener su avance y así salvar a mi compañero. La culpa era mía. Dejé ir al bandido y desactivé la burbuja de oscuridad… Si no hubiera hecho eso, mi compañero seguiría huyendo de la bestia. Como si todo pasara en cámara lenta observé con impotencia la flecha que pasaba cerca del ojo derecho del chico de cabellos claros para clavarse en la feroz bestia que yacía a sus espaldas. Ahora teníamos dos problemas.
El enorme oso soltó un bramido de furia y se posó sobre sus patas traseras alzando las delanteras, como colocándose en posición de ataque. La flecha apenas le dolió y sus ojos se posaron sobre el bandido quien ahora intentaba retroceder entumecido del miedo, pero no lo permitiría. Tenía que decidir entre ayudar a mi compañero, atacar al oso o asesinar al bandido… ¡Maldición!
–¡No te preocupes, von Steinhell! –Escuché la voz de uno de mis compañeros– Nosotros nos haremos cargo del bandido. ¡Salva a nuestro compañero!
Los marines se abalanzaron velozmente hacia el líder quien aún tenía el arco en mano, pero fue incapaz de preparar una flecha. Estaba completamente rodeado, tanto por mis compañeros como por la feroz bestia que ahora corría en cuatro patas hacia el tirador. Por mi parte, corrí hacia mi compañero para revisar la herida; se veía muy fea. No tenía ningún conocimiento de medicina, pero tenía algo que nadie más podía tener: magia. No sanaría del todo la herida de mi compañero, pero al menos detendría la hemorragia y lo arrancaría de las garras de la muerte.
Mis manos comenzaron a emitir un brillo dorado y lentamente un velo de luz cubrió el cuerpo de mi compañero. La herida que tenía comenzó a cerrarse, pero no lo suficiente. Mi conjuro Sanación me permitía reducir heridas de hasta cierto rango y creo que en estos momentos salvó al chico. Dirigí una mirada de furia hacia mis enemigos y contemplé la situación desde lejos. El oso había usado sus zarpas para destruir por completo el cuerpo del bandido quien no dejó más que un charco de sangre en el suelo. Había muerto por lo que succioné inmediatamente su alma; le daría un buen uso.
–¡Muere, bestia!
Uno de los marines usó su espada para intentar cortar la férrea piel de la criatura, pero no obtuvo ningún resultado más que ser golpeado. Producto del golpe salió despedido chocando contra un árbol y perdiendo el conocimiento. La peluda y violenta criatura dirigió una feroz mirada hacia mi otro compañero, pero no permitiría que hubiera más bajas. Mis manos se iluminaron de un rojo carmesí e inmediatamente una bola de fuego del tamaño de una rueda de camión salió disparada de mis manos dando de lleno en el lomo de la bestia quien desvió su atención hacia mí.
Cuando comenzó a dirigirse hacia mí usé mi conjuro rayo congelante para frenar sus movimientos. Desde mis manos salió disparado un rayo helado y de color celeste que impactó contra el pecho de la bestia llenando su cuerpo de escarcha. Esprinté hacia él y usando el filo de mi arma la clavé en el cuello de esta, pero no esperaba que su piel fuera tan resistente. Por no conocer los atributos de mi enemigo recibí un zarpazo que pude esquivar en cierta medida. Como resultado, mi brazo izquierdo ya no funcionaba y limitaba notoriamente el uso de mi guadaña.
Tal vez la mejor opción era huir…, pero aún tenía un as bajo la manga. Me cubrió un velo espectral de color violeta oscuro y mis ojos se llenaron de magia tenebrosa. Desafiaría a la misma muerte para ganar esta batalla y esquivando el feroz derribo de mi enemigo usé mi conjuro Alzar Cadáver I para revivir el cadáver del bandido. El no muerto se levantó con dificultad y soltó un grito ahogado; sus ojos ahora eran de un color celeste espectral. Inmediatamente tomó su arco y usó la misma técnica para dañar al oso: Silver Arrow.
La flecha dio de lleno en el cuerpo de la bestia provocando una seria herida y justo al momento de voltearse ataqué usando mis últimas energías cortando su cabeza con el filo de mi guadaña. Fue una batalla difícil y casi perdimos a dos buenos hombres, de no ser por el bandido no habríamos ganado… Tanto su cuerpo como su muerte nos sirvieron para asegurar la victoria. Estaba cansada y me dolía le pecho, tenía un sofocante dolor en el corazón. Usar mucha magia era… agotador.
–No te preocupes, von Steinhell –dijo mi compañero quien estaba cuidando las heridas del chico de cabellos claros–. Cargaré con él. Parece que Brian despertó.
El enorme oso soltó un bramido de furia y se posó sobre sus patas traseras alzando las delanteras, como colocándose en posición de ataque. La flecha apenas le dolió y sus ojos se posaron sobre el bandido quien ahora intentaba retroceder entumecido del miedo, pero no lo permitiría. Tenía que decidir entre ayudar a mi compañero, atacar al oso o asesinar al bandido… ¡Maldición!
–¡No te preocupes, von Steinhell! –Escuché la voz de uno de mis compañeros– Nosotros nos haremos cargo del bandido. ¡Salva a nuestro compañero!
Los marines se abalanzaron velozmente hacia el líder quien aún tenía el arco en mano, pero fue incapaz de preparar una flecha. Estaba completamente rodeado, tanto por mis compañeros como por la feroz bestia que ahora corría en cuatro patas hacia el tirador. Por mi parte, corrí hacia mi compañero para revisar la herida; se veía muy fea. No tenía ningún conocimiento de medicina, pero tenía algo que nadie más podía tener: magia. No sanaría del todo la herida de mi compañero, pero al menos detendría la hemorragia y lo arrancaría de las garras de la muerte.
Mis manos comenzaron a emitir un brillo dorado y lentamente un velo de luz cubrió el cuerpo de mi compañero. La herida que tenía comenzó a cerrarse, pero no lo suficiente. Mi conjuro Sanación me permitía reducir heridas de hasta cierto rango y creo que en estos momentos salvó al chico. Dirigí una mirada de furia hacia mis enemigos y contemplé la situación desde lejos. El oso había usado sus zarpas para destruir por completo el cuerpo del bandido quien no dejó más que un charco de sangre en el suelo. Había muerto por lo que succioné inmediatamente su alma; le daría un buen uso.
–¡Muere, bestia!
Uno de los marines usó su espada para intentar cortar la férrea piel de la criatura, pero no obtuvo ningún resultado más que ser golpeado. Producto del golpe salió despedido chocando contra un árbol y perdiendo el conocimiento. La peluda y violenta criatura dirigió una feroz mirada hacia mi otro compañero, pero no permitiría que hubiera más bajas. Mis manos se iluminaron de un rojo carmesí e inmediatamente una bola de fuego del tamaño de una rueda de camión salió disparada de mis manos dando de lleno en el lomo de la bestia quien desvió su atención hacia mí.
Cuando comenzó a dirigirse hacia mí usé mi conjuro rayo congelante para frenar sus movimientos. Desde mis manos salió disparado un rayo helado y de color celeste que impactó contra el pecho de la bestia llenando su cuerpo de escarcha. Esprinté hacia él y usando el filo de mi arma la clavé en el cuello de esta, pero no esperaba que su piel fuera tan resistente. Por no conocer los atributos de mi enemigo recibí un zarpazo que pude esquivar en cierta medida. Como resultado, mi brazo izquierdo ya no funcionaba y limitaba notoriamente el uso de mi guadaña.
Tal vez la mejor opción era huir…, pero aún tenía un as bajo la manga. Me cubrió un velo espectral de color violeta oscuro y mis ojos se llenaron de magia tenebrosa. Desafiaría a la misma muerte para ganar esta batalla y esquivando el feroz derribo de mi enemigo usé mi conjuro Alzar Cadáver I para revivir el cadáver del bandido. El no muerto se levantó con dificultad y soltó un grito ahogado; sus ojos ahora eran de un color celeste espectral. Inmediatamente tomó su arco y usó la misma técnica para dañar al oso: Silver Arrow.
La flecha dio de lleno en el cuerpo de la bestia provocando una seria herida y justo al momento de voltearse ataqué usando mis últimas energías cortando su cabeza con el filo de mi guadaña. Fue una batalla difícil y casi perdimos a dos buenos hombres, de no ser por el bandido no habríamos ganado… Tanto su cuerpo como su muerte nos sirvieron para asegurar la victoria. Estaba cansada y me dolía le pecho, tenía un sofocante dolor en el corazón. Usar mucha magia era… agotador.
–No te preocupes, von Steinhell –dijo mi compañero quien estaba cuidando las heridas del chico de cabellos claros–. Cargaré con él. Parece que Brian despertó.
- Spoiler:
- El oso casi nos mata a ambos xD
Lamasu
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- OFF:
1 Disculpa la tardanza. Estuve fuera, y desde el teléfono me cuesta mucho escribir.
2 He supuesto que estamos en el pueblo más cercano, y que no me he muerto XD. Para no afectarte mucho, Lam no te ha encontrado aún. Dejo a tu elección sitio, etc…
3 Te mando alguna sugerencia por PM. La próxima vez traigo un conejo o una ardilla en lugar de un oso… XD
El último recuerdo que Lamasu tenía era de una enorme bestia que rugía a sus espaldas. Su aliento nauseabundo hacía que el estómago se le revolviese. Los vellos se erizaban ante la inminente llegada del último golpe que pondría fin a su corta vida. De pronto una luz blanca lo invade todo, un dolor infernal entre por su cara y el mundo empieza a difuminarse.
Cuando despierta apenas alcanza a ver parte del camino que se mueve bajo sus pies, pero estos no se mueven sino que son arrastrados. Ladea la cabeza con esfuerzo, le duele horrores, y su rango de visión parece más pequeño ahora. Apenas alcanza a ver una cara y un uniforme conocido, cuando de nuevo pierde el conocimiento.
Un camino de baldosas que conduce a una calle comercial. Un cartel al que le falta una letra. Una librería conocida, llena de estantes y repleta de libros que huelen a papel viejo y tinta seca. La luz de las velas ilumina tenuemente la sala. Un sillón de cuero con orejas que se encuentra en mitad de la estancia, dando protagonismo a la persona que se sienta en él. Y sentada, una persona enfrascada en la lectura cuyo rostro es tapado por el gran volumen que sostiene, polvoriento y ajado. Pasa las páginas con suma delicadeza y con el cuidado de alguien que admira el trabajo que está leyendo. Sus dedos metálicos reflejan el brillo de las velas que danzan con vida propia, y se detienen en una página en concreto. Tras unos segundos alza la cabeza para mirar directamente a los ojos a Lamasu. Allí está. Es el mismo Lamasu sentado en la butaca, pero su rostro es algo diferente. En su cara se reflejan algunas arrugas y su cabello muestra el paso del tiempo, con más canas que han perdido el tono general de su pelo tornándolo níveo casi en su totalidad.
Pero para Lamasu estos detalles quedan casi en anecdóticos. Toda su atención se ha centrado en los ojos de su otro yo. Concretamente en su ojo derecho. Una cicatriz con forma de aspa, pero con una línea más de manera vertical, está marcada en él como una vieja herida que se niega a desaparecer. La línea vertical empieza en su frente, y termina por debajo de su mejilla, las otras 2 líneas cruzan a esta primera siendo menores que ella. Y en medio de esa cicatriz su ojo, que brilla de manera antinatural, artificial y con un tono azulado eléctrico.
La impresión hace que Lam se despierte sobresaltado. Está en una cama. Se incorpora con dificultad, pues la cabeza le duele horrores, y mira a su alrededor. Una habitación alargada y no demasiado ancha, de paredes blancas que vivieron tiempos mejores. El suelo es de madera de la misma que se usó para la puerta. Apenas una ventana, un tragaluz más bien, ilumina levemente la estancia. Algunas lámparas colocadas cerca de las camas hacen de luz provisional. Al menos hay otras 10 camas y en todas hay algún paciente. Hasta donde alcanza la vista de Lamasu todos son compañeros marines. Su visión es reducida y le cuesta enfocar. Cierra los ojos y se lleva la mano al ojo derecho. Le molesta, le duele, y le quema horrores. Una venda colocada con esmero tapa por completo el ojo. Está firmemente sujeta, lo cual indica que una mano experta ha decidido mantener la herida cubierta. Lamasu estuvo atendiendo pacientes con el doctor durante algunos años, y teme lo que eso significa. Ya lo ha visto otras veces, es muy probable que su ojo no se recupere.
*¿Ha sido un sueño?* Se pregunta el joven a sí mismo. *Era tan real… tenía un brazo metálico, y una cicatriz en el ojo… estaba en la librería del doctor…* Los detalles del sueño se agolpan en su mente hasta el punto de saturarlo. – ¡Basta!, nada de eso fue real…-
Lam sabe perfectamente que la librería ardió hasta los cimientos. Y que él no es un anciano.
La puerta de la habitación se abre, y una figura camina con paso decidido hacia él. Un marine por lo que Lam puede ver.
-No grites amigo, aquí hay gente que necesita reposo. Veo que estás despierto. No creí que fueras a sobrevivir, perdiste mucha sangre. – Un chico alto y moreno de pelo rizado y ojos azules avanzaba desde la puerta hacia la cama de Lamasu.
-¿Qué… qué pasó? No recuerdo nada desde que el oso me arrinconó.- Pregunto el recluta con cierta ansiedad. Necesitaba aclarar las ideas y saber que pasó y como llegó a estar en esa cama.
-Bueno. Vaya por delante que yo no estuve allí si no en el avance con el capitán Arthur, así que solo se lo que me han contado. Te hirieron en el encuentro con los rastreadores. De no ser por Von Steinhell dudo que hubieras llegado hasta aquí con vida. Tendrás que esperar a preguntarle a ella o a alguno de los que la acompañaban.-
-Entiendo. ¿Quién se encargó de los heridos, y como llegamos hasta aquí, y cuanto tiempo llevo durmiendo?-
- ¡Ha!, son muchas preguntas. Encontramos este pueblo al salir del bosque y un vigía alerto al alcalde. Al oír nuestra historia habilitaron este viejo almacén para nosotros. El doctor del pueblo y la matrona ayudaron con los heridos. El capitán ha ido a ver al alcalde. Llegamos hace unas 4 horas aquí. Es lo que se.-
-Necesito salir de aquí, y saber qué pasó exactamente. – Afirma Lamasu mientras pasa de recostado a sentado, y se coloca sus botas.
-No creo que sea buena idea chico.- El marine con gesto serio intenta que el recluta se mantenga en cama, pero no parece tener intención de interponerse en su camino.
-Buena o no, es la que hay.- Le espetó Lam mientras se dirigía a la puerta. El marine lo acompañó hasta la entrada de la habitación.
-En ese caso, recorre ese pasillo, y baja las escaleras. La mayoría están aquí abajo. Con algo de suerte encontrarás respuestas, si no, puede que tengas que buscar fuera.-
Con un gesto de su mano, Lam se despide de su compañero y baja las escaleras.
La planta inferior parecía mucho más amplia en comparación. A unos 15 metros de la escalera estaba la puerta que presumiblemente da al exterior. A la izquierda, una cocina improvisada aprovechando la chimenea, donde algunos marines comían y conversaban.
A la derecha, algunos petates y camastros también improvisados donde algún que otro ronquido se dejaba oír. Por lo que pudo ver Lamasu, la mayoría de sus compañeros estaban aquí. Debía buscar a aquella chica que ya le había salvado la vida en 2 ocasiones.
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Mi compañero cogió el cuerpo y lo echó a sus hombros; claramente tenía mucha más fuerza que yo. Por mi parte no hubiera sido capaz de cargar con él. Comenzamos a caminar a paso apresurado, pues aún podíamos escuchar voces a la distancia y no estábamos en condiciones de otro enfrentamiento. La lluvia se volvió intensa y la poca existencia de luz no permitía diferenciar entre caminos. El bosque resultó ser un enemigo despiadado.
Nuevamente el cielo se iluminó. Gracias a ese resplandor pudimos detenernos en seco para evitar caer por un precipicio del que no veíamos fin. Mi compañero casi se cae con el cuerpo del chico de cabellos claros; tuvimos actuar rápidamente para impedirlo. El paso era cansado y no teníamos referencia de a donde estábamos, fue entonces que escuchamos el disparo de un fusil. Seguido del alarmante sonido oímos un grito e inmediatamente el disparo de muchas armas. Sabíamos donde estaban nuestros compañeros, pero no era seguro de si podíamos envolvernos.
–Tienen que saber que nuestro compañero está herido –comentó Zendo–. No seré capaz de defenderlo al mismo tiempo que protejo mi espalda, ¿entienden?
–Entonces, ¿sugieres darle la espalda a nuestros amigos?
Ambos tenían buenas razones, pero teníamos que ser inteligentes. Sin el apoyo de nuestros compañeros y la clara inexistencia de un guía, probablemente tardaríamos demasiado en salir del bosque y asegurar de una buena vez la vida de nuestro compañero. No podíamos sobrevivir sin ellos y si dudábamos y los dejábamos morir, terminaríamos donde mismo. Debíamos arriesgar o buscar alguna forma de encontrar el camino por nuestra cuenta.
–¡Claro que no! –Refutó enfurecido– ¡¿Crees que soy capaz de dejar a mis compañeros atrás?! No juegues conmigo, pero en el último enfrentamiento terminamos heridos…
–Ambos tienen razón –comenté iluminando la libreta que rápidamente se mojaba producto de la lluvia–. Sin embargo, deben saber que por nuestra cuenta no sobreviviremos. ¿Y si el frente enemigo derrota al nuestro y nos encuentran buscando la salida de este bosque infernal? Al menos en grupo tendremos oportunidad de combatir.
–Supongamos que los ayudamos –Zendo comenzó a mostrarse más tranquilo–. ¿Cuál es el plan?
Buena pregunta, necesitábamos un plan. Teníamos poca información del enemigo, solo sabíamos que eran bandidos y contaban con armas de fuego. Debíamos preparar un ataque sorpresa, flanquearles para arremeter con todo nuestro fuego de una vez. No obstante, surgía la probabilidad de que no pudiéramos acabar con ellos mostrando todo lo que podíamos hacer… En ese caso…
–Entraremos por la espalda y los destruiremos con todo lo que tenemos, sin piedad. Dejaremos al herido fuera del fuego enemigo, no podemos arriesgarnos a estropee todo y lo tomen como rehén.
Corrimos lo más rápido que pudimos por entre los arbustos y las ramas de los árboles. Seguimos el sonido de los disparos y gritos y cada vez nos acercábamos más hasta que llegamos al frente de batalla. Las cosas estaban mal para los nuestros; eran superados en número y tenían muchos heridos. El mismo capitán estaba luchando a muerte por proteger a los suyos. Estaba sorprendida de mí misma por haber tomado una decisión con la que teníamos pocas probabilidades de ganar… Nuevamente, no seguí a mi lógica.
Solté una sonrisa y ordené que pusieran a nuestro amigo cubierto.
Estábamos a veinte metros de distancia. Era nuestro tiempo para atacar, el momento justo en que nuestro capitán estaba a punto de caer… Era ahora o perderíamos a nuestro líder, sin embargo, el plan no estaba lo suficientemente repasado y podíamos tener problemas de coordinación. Solo quedaba confiar en las capacidades de mis aliados y arrasar con todo lo que teníamos. Usé mi conjuro Alzar Cadáver I para levantar a todos los caídos de la batalla y luego comenzamos a avanzar a toda velocidad.
–¡N-Nos atacan por la espalda! –Anunció su líder– ¡Debemos acabar con ellos! Por la vida de tu madre –le dijo al que parecía ser sub-capitán–, arregla este problema. Me dijiste que no había ningún marine más.
Los cuerpos caídos en batalla lucharon fieramente siguiendo mi voluntad. Sin importar cuantas heridas sufrieran, volvían a levantarse. Tenían debilidades, pero mis enemigos no las conocían… La información era crucial en momentos como este. Conjuré mi hechizo Meteoro I para provocar una gran explosión en un grupo de cuatro bandidos quienes inmediatamente cayeron al suelo con serias quemaduras en sus espaldas. Mis sirvientes se encargaron de terminar sus miserables vidas.
Las cosas iban bien, pero como lo supuse: nuestro potencial no fue suficiente para terminar con todo esto de una vez. Habíamos mostrado lo más fuerte que teníamos y los bandidos resistieron, ahora ya no contábamos con el factor sorpresa y no teníamos ningún plan. Debí saber que esto pasaría y que no era una probabilidad… Empuñé ambas manos y recordé las palabras que una vez me dijo mi maestro: “En momento cuando ya no sabes qué hacer, solo confía en tu instinto”.
–¡Ataquen! –Rugió el enorme bandido que comandaba el contraataque– Les daremos a estos marines lo que se merecen.
Nuestros enemigos comenzaron a cargar hacia nosotros pasando sin dificultad por mi pequeño escuadrón de lacayos. No tardaron en eliminarlos por completo… No tenía suficiente tiempo para lanzar un conjuro como Meteoro I y había usado demasiado el poder de la guadaña… Cerré los ojos y me dejé llevar por mi instinto. Inconscientemente mis manos se movieron formando una posición esotérica y pasado un par de segundos me envolví de un manto levemente transparente y de color celeste.
–¡Te arrepentirás, niña!
Con guadaña en mano detuve el ataque enemigo. Las heridas que sufrí producto de las balas y algunos cortes superficiales fueron reducidos a casi nada gracias a mi conjuro Armadura de Mago. Luchando como fiera contra mis oponentes, corté y golpeé lo más fuerte que pude; usé mi conjuro Bola de Fuego para detener el avance de un montón de enemigos. Conseguimos defendernos de la primera carga, pero sabíamos que venía la siguiente… Era una lucha en la que el corazón más fuerte ganaría.
–¡Fuego!
Escuché la voz del capitán que retumbó por el bosque y seguido de ese vozarrón una lluvia de balas iluminó el campo de batalla con un intenso color rojo. Gracias al disparo muchos de nuestros enemigos cayeron permitiendo que estos soltaran sus armas y corrieran despavoridos a los matorrales desapareciendo en el vacío de la oscuridad. Por un momento pensé en seguirles, pero teníamos compañeros heridos y debíamos llegar al pueblo más cercano.
–¿Cuál es el pueblo más cercano? –Le pregunté al guía.
Con tono asustadizo me indicó una parte del mapa. Estábamos a tan solo unos pocos minutos… Finalmente un lugar donde podríamos cuidar de nuestros heridos. Avanzamos lo más rápido que pudimos hasta que nuestra mirada contempló los primeros edificios. Corrimos y tocando de puerta en puerta conseguimos hablar con el hombre a cargo. Debido a que había una buena relación con el Gobierno y la Marina pudimos conseguir un viejo almacén el que usamos de hospital para detener las heridas de nuestros compañeros.
El hombre que nos permitió salvar a nuestros amigos le pidió a nuestro capitán que hablaran a solas por un momento, sin embargo, respetando mi curiosidad, les seguí.
–Lo siento mucho por lo que diré, Capitán, pero mañana deben irse cuanto antes. Los bandidos… Si ven que les ayudamos, tendremos serios problemas.
–Entiendo… No queremos ocasionar problemas…
Fue en ese momento que entré bruscamente golpeando la puerta.
–¡Recluta von Steinhell!
–Nuestros compañeros están heridos y necesitan mucho tiempo para reponerse. Si los bandidos quieren este pueblo, con mis mismas manos cortaré sus gargantas –escribí y plasmé mi furia en el papel–. Y usted –miré al hombre a cargo–, comience a colaborar con nosotros. No hay problema en decir que apoya al bando enemigo…
No pude seguir debido a la intervención de mi capitán quien mientras se disculpaba me llevaba hacia la puerta.
–¡N-No, espere! La joven tiene razón, no puedo seguir apoyando a hombres tan despiadados como ellos… Les ayudaré en lo que pueda, pero, por favor, protejan a esta gente.
Pasadas las horas me encontraba junto a la chimenea intentando secar mis ropas. Aún llovía, pero había amanecido, aunque la diferencia no era mucha. El cielo estaba tristemente gris y algo en mi interior decía que prontamente se bañaría de rojo. Derramar sangre era necesario en momentos cuando las palabras no consiguen llegar a los corazones ajenos… Solo el filo de mi arma podía llegar a un acuerdo.
Nuevamente el cielo se iluminó. Gracias a ese resplandor pudimos detenernos en seco para evitar caer por un precipicio del que no veíamos fin. Mi compañero casi se cae con el cuerpo del chico de cabellos claros; tuvimos actuar rápidamente para impedirlo. El paso era cansado y no teníamos referencia de a donde estábamos, fue entonces que escuchamos el disparo de un fusil. Seguido del alarmante sonido oímos un grito e inmediatamente el disparo de muchas armas. Sabíamos donde estaban nuestros compañeros, pero no era seguro de si podíamos envolvernos.
–Tienen que saber que nuestro compañero está herido –comentó Zendo–. No seré capaz de defenderlo al mismo tiempo que protejo mi espalda, ¿entienden?
–Entonces, ¿sugieres darle la espalda a nuestros amigos?
Ambos tenían buenas razones, pero teníamos que ser inteligentes. Sin el apoyo de nuestros compañeros y la clara inexistencia de un guía, probablemente tardaríamos demasiado en salir del bosque y asegurar de una buena vez la vida de nuestro compañero. No podíamos sobrevivir sin ellos y si dudábamos y los dejábamos morir, terminaríamos donde mismo. Debíamos arriesgar o buscar alguna forma de encontrar el camino por nuestra cuenta.
–¡Claro que no! –Refutó enfurecido– ¡¿Crees que soy capaz de dejar a mis compañeros atrás?! No juegues conmigo, pero en el último enfrentamiento terminamos heridos…
–Ambos tienen razón –comenté iluminando la libreta que rápidamente se mojaba producto de la lluvia–. Sin embargo, deben saber que por nuestra cuenta no sobreviviremos. ¿Y si el frente enemigo derrota al nuestro y nos encuentran buscando la salida de este bosque infernal? Al menos en grupo tendremos oportunidad de combatir.
–Supongamos que los ayudamos –Zendo comenzó a mostrarse más tranquilo–. ¿Cuál es el plan?
Buena pregunta, necesitábamos un plan. Teníamos poca información del enemigo, solo sabíamos que eran bandidos y contaban con armas de fuego. Debíamos preparar un ataque sorpresa, flanquearles para arremeter con todo nuestro fuego de una vez. No obstante, surgía la probabilidad de que no pudiéramos acabar con ellos mostrando todo lo que podíamos hacer… En ese caso…
–Entraremos por la espalda y los destruiremos con todo lo que tenemos, sin piedad. Dejaremos al herido fuera del fuego enemigo, no podemos arriesgarnos a estropee todo y lo tomen como rehén.
Corrimos lo más rápido que pudimos por entre los arbustos y las ramas de los árboles. Seguimos el sonido de los disparos y gritos y cada vez nos acercábamos más hasta que llegamos al frente de batalla. Las cosas estaban mal para los nuestros; eran superados en número y tenían muchos heridos. El mismo capitán estaba luchando a muerte por proteger a los suyos. Estaba sorprendida de mí misma por haber tomado una decisión con la que teníamos pocas probabilidades de ganar… Nuevamente, no seguí a mi lógica.
Solté una sonrisa y ordené que pusieran a nuestro amigo cubierto.
Estábamos a veinte metros de distancia. Era nuestro tiempo para atacar, el momento justo en que nuestro capitán estaba a punto de caer… Era ahora o perderíamos a nuestro líder, sin embargo, el plan no estaba lo suficientemente repasado y podíamos tener problemas de coordinación. Solo quedaba confiar en las capacidades de mis aliados y arrasar con todo lo que teníamos. Usé mi conjuro Alzar Cadáver I para levantar a todos los caídos de la batalla y luego comenzamos a avanzar a toda velocidad.
–¡N-Nos atacan por la espalda! –Anunció su líder– ¡Debemos acabar con ellos! Por la vida de tu madre –le dijo al que parecía ser sub-capitán–, arregla este problema. Me dijiste que no había ningún marine más.
Los cuerpos caídos en batalla lucharon fieramente siguiendo mi voluntad. Sin importar cuantas heridas sufrieran, volvían a levantarse. Tenían debilidades, pero mis enemigos no las conocían… La información era crucial en momentos como este. Conjuré mi hechizo Meteoro I para provocar una gran explosión en un grupo de cuatro bandidos quienes inmediatamente cayeron al suelo con serias quemaduras en sus espaldas. Mis sirvientes se encargaron de terminar sus miserables vidas.
Las cosas iban bien, pero como lo supuse: nuestro potencial no fue suficiente para terminar con todo esto de una vez. Habíamos mostrado lo más fuerte que teníamos y los bandidos resistieron, ahora ya no contábamos con el factor sorpresa y no teníamos ningún plan. Debí saber que esto pasaría y que no era una probabilidad… Empuñé ambas manos y recordé las palabras que una vez me dijo mi maestro: “En momento cuando ya no sabes qué hacer, solo confía en tu instinto”.
–¡Ataquen! –Rugió el enorme bandido que comandaba el contraataque– Les daremos a estos marines lo que se merecen.
Nuestros enemigos comenzaron a cargar hacia nosotros pasando sin dificultad por mi pequeño escuadrón de lacayos. No tardaron en eliminarlos por completo… No tenía suficiente tiempo para lanzar un conjuro como Meteoro I y había usado demasiado el poder de la guadaña… Cerré los ojos y me dejé llevar por mi instinto. Inconscientemente mis manos se movieron formando una posición esotérica y pasado un par de segundos me envolví de un manto levemente transparente y de color celeste.
–¡Te arrepentirás, niña!
Con guadaña en mano detuve el ataque enemigo. Las heridas que sufrí producto de las balas y algunos cortes superficiales fueron reducidos a casi nada gracias a mi conjuro Armadura de Mago. Luchando como fiera contra mis oponentes, corté y golpeé lo más fuerte que pude; usé mi conjuro Bola de Fuego para detener el avance de un montón de enemigos. Conseguimos defendernos de la primera carga, pero sabíamos que venía la siguiente… Era una lucha en la que el corazón más fuerte ganaría.
–¡Fuego!
Escuché la voz del capitán que retumbó por el bosque y seguido de ese vozarrón una lluvia de balas iluminó el campo de batalla con un intenso color rojo. Gracias al disparo muchos de nuestros enemigos cayeron permitiendo que estos soltaran sus armas y corrieran despavoridos a los matorrales desapareciendo en el vacío de la oscuridad. Por un momento pensé en seguirles, pero teníamos compañeros heridos y debíamos llegar al pueblo más cercano.
–¿Cuál es el pueblo más cercano? –Le pregunté al guía.
Con tono asustadizo me indicó una parte del mapa. Estábamos a tan solo unos pocos minutos… Finalmente un lugar donde podríamos cuidar de nuestros heridos. Avanzamos lo más rápido que pudimos hasta que nuestra mirada contempló los primeros edificios. Corrimos y tocando de puerta en puerta conseguimos hablar con el hombre a cargo. Debido a que había una buena relación con el Gobierno y la Marina pudimos conseguir un viejo almacén el que usamos de hospital para detener las heridas de nuestros compañeros.
El hombre que nos permitió salvar a nuestros amigos le pidió a nuestro capitán que hablaran a solas por un momento, sin embargo, respetando mi curiosidad, les seguí.
–Lo siento mucho por lo que diré, Capitán, pero mañana deben irse cuanto antes. Los bandidos… Si ven que les ayudamos, tendremos serios problemas.
–Entiendo… No queremos ocasionar problemas…
Fue en ese momento que entré bruscamente golpeando la puerta.
–¡Recluta von Steinhell!
–Nuestros compañeros están heridos y necesitan mucho tiempo para reponerse. Si los bandidos quieren este pueblo, con mis mismas manos cortaré sus gargantas –escribí y plasmé mi furia en el papel–. Y usted –miré al hombre a cargo–, comience a colaborar con nosotros. No hay problema en decir que apoya al bando enemigo…
No pude seguir debido a la intervención de mi capitán quien mientras se disculpaba me llevaba hacia la puerta.
–¡N-No, espere! La joven tiene razón, no puedo seguir apoyando a hombres tan despiadados como ellos… Les ayudaré en lo que pueda, pero, por favor, protejan a esta gente.
Pasadas las horas me encontraba junto a la chimenea intentando secar mis ropas. Aún llovía, pero había amanecido, aunque la diferencia no era mucha. El cielo estaba tristemente gris y algo en mi interior decía que prontamente se bañaría de rojo. Derramar sangre era necesario en momentos cuando las palabras no consiguen llegar a los corazones ajenos… Solo el filo de mi arma podía llegar a un acuerdo.
- Off:
- Siento que haya hecho un post tan largo, pero tenía que contar muchas cosas para entregar algunos argumentos a nuestra historia. Puedes encontrarme junto a la chimenea para agradecer lo que sea que haya hecho y luego continuar la historia como prefieras, aunque si quieres, puedes agregar una "historia secundaria". Mientras más tiempo estemos en el mismo grupo, mayor confianza existirá al momento de entrar a la banda. Por otra parte, tienes que saber que Katharina es bastante desconfiada y deberá tener sus razones para permitirte unirtenos. Espero que estés pasándola bien^^.
Lamasu
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- Off:
Off: Me ha encantado, no te preocupes por que sea largo ^^.
Ante sus ojos, el panorama era algo desalentador. Recordando el inicio del viaje, la partida y la moral alta de los marines, no podía evitar sentirse desanimado al ver ahora a sus compañeros cansados y abatidos. *No hay tiempo para esto ahora mismo. Debo encontrarla.*
Supuso que tras tanta acción la joven estaría dormida, e incluso dudó en si buscarla ahora o no. La impaciencia le puede. Baja las escaleras y se acerca a las camas, buscándola, pero no la encuentra allí.
Su estómago ruge con fuerza. Hacia horas que no se llevaba nada a la boca, y después de eso según parece ha dormido algunas más. Tras el ruido alguno de sus compañeros le mira con desgana y mal humor. *Indirecta captada… Bien, quizás deba comer algo antes…*
Al darse la vuelta y encaminarse hacia la cocina improvisada la vio. Junto a la chimenea estaba la recluta de cabello plateado. *Supongo que intentando entrar en calor* pensó el joven.
Lamasu se dirige hacia la chimenea. Conforme se acerca, nota el calor del fuego que poco a poco le reconforta. A pesar de tener su ojo vendado, la luz danzante del fuego ilumina bien esta parte de la estancia. Tomando 2 cuencos y sirviendo algo de la olla de la cocina improvisada, Lam decide acercarse a la recluta y tenderle uno de los cuencos. Parece un estofado y aunque seguramente no sea ninguna maravilla, en estas condiciones se agradece la comida caliente.
-Perdona, ¿puedo sentarme aquí? te he traído algo de comer.- Hace referencia al bol, levantándolo un poco, y luego tendiéndoselo a la chica para que lo coja. - Es lo menos que puedo hacer dado que… Me han contado que… Bueno, que te debo algo más que un cuenco de comida caliente. De hecho me han dicho que de no ser por ti… posiblemente yo también hubiera acabado esta misión en el bosque.-
El chico se sienta, dejando su cuenco en el suelo, y sacando su pequeño diario. Lo coloca cerca de la chimenea. La lluvia ha mojado un poco las viejas tapas de cuero, y el calor le sentará bien. Luego toma de nuevo en sus manos el bol de estofado, y lo remueve un poco con l cuchara para atemperarlo.
-Veras, yo no soy un guerrero experimentado- afirma mientras cuenta mentalmente los trozos de carne que le han tocado. - Es cierto que me he entrenado mucho desde mi encuentro accidental con la marina… y con la mecánica también – dice mientras levanta su brazo metálico - pero creo que no es fácil suplir años sin experiencia en combate tan rápido. Ah!, donde están mis modales…Mi nombre es Lamasu. Debes disculparme, pero no recuerdo tu nombre… no se me da bien recordar nombres. Recuerdo tu apellido, Von Steinhell, pero no recuerdo tu nombre…- Ahora con su ojo disponible el joven mira a la chica de cabellos plateados. Apenas la conoce, y no sabe cómo va a reaccionar ante ese avasallamiento.
La vergüenza hace que Lam esté un poco nervioso. Esos nervios consiguen que apriete demasiado la cuchara de madera, y esta se parte. Desechando el trozo sobrante, Lam empieza a comer como si no hubiera pasado nada, intentando disimular su torpeza, mientras sus colores comienzan a subir.
-Está bastante bueno. Yo habría usado algunas especias más para dar más sabor a la carne, pero esta bueno.- Afirma intentando ocultar su torpeza.
La primera cucharada se le hizo difícil, pero se adapta rápido a su hándicap. El calor de la chimenea, un estofado caliente y la charla con una compañera marine. Esto de estar en la marina no está tan mal.
De fondo se escuchan algunas conversaciones de otros compañeros. Algunos hablan de como patearon el culo a los bandidos, y otros de que ocurrirá ahora. El capitán es un hombre hábil, ha encomendado a algunos soldados preparar algunas defensas y puede que el turno de descanso acabe pronto. Si tienen que fortificar el pueblo, será mejor que se preparen para una batalla sin cuartel.
Lam es ajeno a estas órdenes ya que se contaba entre los heridos cuando fueron dadas. Algo en el interior del joven recluta le decía que si estaba vivo era gracias a sus compañeros y aun así, había pagado muy caro su atrevimiento y su actitud de novato. Se estaba acostumbrando poco a poco a tener un rango de visión algo más reducido, y a los problemas de percepción espacial.
- Off:
- Me estoy divirtiendo, espero que tú también XD. Disculpa el retraso, pero ayer fue un día de locos.
Katharina von Steinhell
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Tenía demasiadas preguntas en mi mente y no conseguía ninguna respuesta. Había participado en misiones relacionadas con bandidos y cosas similares, pero esta vez había mucho de ellos. Sin embargo, el hecho de que pudiéramos conocer a un posible líder nos daba cierta información, pero, por algún motivo, tenía la impresión de que no estábamos envueltos en algo mucho más turbio que unos simples bandidos… ¿Atacar de esa forma? Sabíamos que era un terreno de bandidos, pero estaba segura de que había un soplón en nuestro amigo, de otra forma… ¿Cómo conocían tan precisamente nuestros movimientos? Tal vez solo era mi imaginación…
Tenía la vista clavada en la viva llama del fuego que bailoteaba siguiendo los delicados movimientos de las sombras. Tal vez fue la razón de la porque no me fijé que alguien se había acercado a mí, o simplemente estaba distraída por lo sucedido. Conocía de cerca la muerte, pero todo era distinto cuando un compañero estaba en sus garras. Levanté la mirada y con expresión indiferente observé al joven que me hablaba y ofrecía un cuenco con comida.
Asentí con la cabeza, tomé el cuenco y me acomodé en el improvisado asiento. Era una buena persona, lo podía notar; completamente distinto a mí. Escuché cada palabra que dijo y quedé sorprendida por su sinceridad, aunque…
–No me debes nada –escribí en mi libreta–. Solo hice lo que debía hacer. Mi trabajo era ayudar y proteger, es lo que hice. No lo tomes personal, por favor.
En parte era cierto… Si cualquier compañero caía en combate o estaba cerca de la muerte, mi trabajo era ayudarle…, pero todos sabíamos que no era más que una excusa. Yo misma negaba el hecho de que mis compañeros me preocupaban y no los salvaba por mero deber, sin embargo, me era más confortable creerme el cuento de que no se trataba de nada más que de trabajo.
Observo los movimientos del muchacho. El fuego le sentaba bien, como a todos quienes habíamos pasado una noche de terror y muerte en ese bosque. Probé la comida que él me ofreció; a decir verdad, no estaba tan mala como la que, muchas veces, tenía que consumir en misiones de la Orden Carmesí. Estaba concentrada en mi plato, casi pareciendo luchar con él. Fue entonces que el marine comenzó a hablar, alcé la cabeza y, nuevamente, le escuché.
–Katharina –escribí–. Katharina von Steinhell.
Conocer el nombre de una persona era señal de respeto. Tanto en batalla como en una fiesta, es importante saber el nombre de las personas con las que se está… Así que Lamasu, ¿eh? Ya sabía que no era un buen guerrero; a simple vista sabía que tenía muchas carencias, pero tenía algo que yo no: coraje. Me guiaba por mis pensamientos haciendo caso omiso de mis emociones. Quedé sorprendida en el momento que pude seguir mi instinto… No era propio de mí.
–Como dices, no está para nada mal.
¿Por qué estaba tan nervioso? Sus movimientos lo delataban y hasta el más torpe de los torpes se daría cuenta de eso. No esperaba dar tanto miedo a las personas; no era ningún demonio. Aunque, bueno… ver a una chica aparentemente de trece años decapitar sin piedad a sus enemigos… Ahora tenía una razón bastante lógica.
Cuesta acostumbrarse al campo de batalla, a la sangre y el ver perder a tus compañeros. No saber si despertarás vivo, si tal vez esta noche morirás… Todo aquello siempre fue algo difícil de aceptar por todo soldado, guerrero o asesino. Conocía el mal de cerca, tal vez solo aquellos oscuros corazones nacieron para realizar actos tan deplorables… Noté la preocupación de mi compañero, como si nuestro combate contra los bandidos le asustara. Debía estar tranquilo y enfrentar la muerte, pues es la única que nos sigue toda una vida. A veces hay que voltearse y verle la cara: nos llevaríamos una buena sorpresa.
–No te preocupes, Lamasu-san –le mostré la hoja de mi libreta–. Tendremos un buen plan para no perder a nadie. Deberías concentrarte en recuperar energías y recuerda: no le debes ningún favor a nadie.
Avancé un poco y le lancé una hoja.
–Por cada vida que debemos proteger, hay dos más que deben desaparecer.
Salí del edificio e inmediatamente sentí la lluvia caer. Era menos intensa que en la noche y ya no había neblina, ante mis ojos parecía el escenario perfecto. A lo lejos podíamos ver los vastos bosques que se extendían por sobre la colina. Comencé a caminar para ver conocer el pueblo y descubrí que era pequeño, un dato curioso debido a que no se veía excesivamente rico. ¿Qué buscaban los bandidos de un lugar como este? Hasta ahora tenía poca información y no podía llegar a ninguna conclusión.
–¡Bah! Debemos marcharnos. Los marines están aquí, si nos ven, te juro que no tendrán compasión de nosotros –escuché la voz de un hombre–. Ya hemos matado a varios de los suyos, estamos en guerra.
Volteé la mirada y seguí con los ojos el inicio de la conversación. Me encontré con un hombre moreno y de ojos claros que caminaba justo frente a mí con sable enfundado. Su compañera era una mujer delgada y llevaba una enorme capa que cubría sus plateados cabellos. Tenía a dos bandidos frente a mí; debía actuar rápidamente y decidir qué hacer, era una oportunidad única en donde si me devolvía para informar a mi superior, probablemente escaparían… La mejor opción era seguirles.
Tenía la vista clavada en la viva llama del fuego que bailoteaba siguiendo los delicados movimientos de las sombras. Tal vez fue la razón de la porque no me fijé que alguien se había acercado a mí, o simplemente estaba distraída por lo sucedido. Conocía de cerca la muerte, pero todo era distinto cuando un compañero estaba en sus garras. Levanté la mirada y con expresión indiferente observé al joven que me hablaba y ofrecía un cuenco con comida.
Asentí con la cabeza, tomé el cuenco y me acomodé en el improvisado asiento. Era una buena persona, lo podía notar; completamente distinto a mí. Escuché cada palabra que dijo y quedé sorprendida por su sinceridad, aunque…
–No me debes nada –escribí en mi libreta–. Solo hice lo que debía hacer. Mi trabajo era ayudar y proteger, es lo que hice. No lo tomes personal, por favor.
En parte era cierto… Si cualquier compañero caía en combate o estaba cerca de la muerte, mi trabajo era ayudarle…, pero todos sabíamos que no era más que una excusa. Yo misma negaba el hecho de que mis compañeros me preocupaban y no los salvaba por mero deber, sin embargo, me era más confortable creerme el cuento de que no se trataba de nada más que de trabajo.
Observo los movimientos del muchacho. El fuego le sentaba bien, como a todos quienes habíamos pasado una noche de terror y muerte en ese bosque. Probé la comida que él me ofreció; a decir verdad, no estaba tan mala como la que, muchas veces, tenía que consumir en misiones de la Orden Carmesí. Estaba concentrada en mi plato, casi pareciendo luchar con él. Fue entonces que el marine comenzó a hablar, alcé la cabeza y, nuevamente, le escuché.
–Katharina –escribí–. Katharina von Steinhell.
Conocer el nombre de una persona era señal de respeto. Tanto en batalla como en una fiesta, es importante saber el nombre de las personas con las que se está… Así que Lamasu, ¿eh? Ya sabía que no era un buen guerrero; a simple vista sabía que tenía muchas carencias, pero tenía algo que yo no: coraje. Me guiaba por mis pensamientos haciendo caso omiso de mis emociones. Quedé sorprendida en el momento que pude seguir mi instinto… No era propio de mí.
–Como dices, no está para nada mal.
¿Por qué estaba tan nervioso? Sus movimientos lo delataban y hasta el más torpe de los torpes se daría cuenta de eso. No esperaba dar tanto miedo a las personas; no era ningún demonio. Aunque, bueno… ver a una chica aparentemente de trece años decapitar sin piedad a sus enemigos… Ahora tenía una razón bastante lógica.
Cuesta acostumbrarse al campo de batalla, a la sangre y el ver perder a tus compañeros. No saber si despertarás vivo, si tal vez esta noche morirás… Todo aquello siempre fue algo difícil de aceptar por todo soldado, guerrero o asesino. Conocía el mal de cerca, tal vez solo aquellos oscuros corazones nacieron para realizar actos tan deplorables… Noté la preocupación de mi compañero, como si nuestro combate contra los bandidos le asustara. Debía estar tranquilo y enfrentar la muerte, pues es la única que nos sigue toda una vida. A veces hay que voltearse y verle la cara: nos llevaríamos una buena sorpresa.
–No te preocupes, Lamasu-san –le mostré la hoja de mi libreta–. Tendremos un buen plan para no perder a nadie. Deberías concentrarte en recuperar energías y recuerda: no le debes ningún favor a nadie.
Avancé un poco y le lancé una hoja.
–Por cada vida que debemos proteger, hay dos más que deben desaparecer.
Salí del edificio e inmediatamente sentí la lluvia caer. Era menos intensa que en la noche y ya no había neblina, ante mis ojos parecía el escenario perfecto. A lo lejos podíamos ver los vastos bosques que se extendían por sobre la colina. Comencé a caminar para ver conocer el pueblo y descubrí que era pequeño, un dato curioso debido a que no se veía excesivamente rico. ¿Qué buscaban los bandidos de un lugar como este? Hasta ahora tenía poca información y no podía llegar a ninguna conclusión.
–¡Bah! Debemos marcharnos. Los marines están aquí, si nos ven, te juro que no tendrán compasión de nosotros –escuché la voz de un hombre–. Ya hemos matado a varios de los suyos, estamos en guerra.
Volteé la mirada y seguí con los ojos el inicio de la conversación. Me encontré con un hombre moreno y de ojos claros que caminaba justo frente a mí con sable enfundado. Su compañera era una mujer delgada y llevaba una enorme capa que cubría sus plateados cabellos. Tenía a dos bandidos frente a mí; debía actuar rápidamente y decidir qué hacer, era una oportunidad única en donde si me devolvía para informar a mi superior, probablemente escaparían… La mejor opción era seguirles.
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La llama crepita con fuerza soltando algún chasquido cuando muerde la madera, aún húmeda, que de vez en cuando un recluta se encarga de preparar.
El calor es reconfortante hasta tal punto que produce cierto sopor. Acomodado en su asiento, con la barriga llena y con el calor que emana del fuego, Lam está casi preparado para profundizar en una de sus siestas que tan reconfortantes como productivas le son.
Al bajar la mirada poco a poco preparándose para una improvisada cabezada, en su vista se cruza la última hoja que Katharina le ha lanzado antes de irse.
“Por cada vida que debemos proteger, hay dos más que deben desaparecer. “
*¿Quién debe morir?... ¿ellos?... ¿nosotros?...* Observando el fuego estos pensamientos cruzan rápido por su mente, su subconsciente le juega malas pasadas. Observando este fuego, y recordando la masacre de su hogar, el joven sale repentinamente de su ensimismamiento.
En un segundo es como si el estupor desapareciese y el sueño le abandona para buscar otra presa menos reticente.
Casi muere en batalla hoy, ha sido afortunado. Otros no han tenido tanta suerte. Habían sido emboscados varias veces, en un mismo trayecto, por una zona en la que en teoría no debía haber bandidos… eso era muy extraño. Lam podría haber combatido de no ser porqué gracias a sú “magnifica” idea de atraer al oso casi no lo cuenta. El capitán no puso mucho impedimento, sin embargo el guía estaba pálido cuando casi cambian de rumbo.
-Un momento… estaba pálido… estaba nervioso –
Lam es un tipo listo, parece haber atado algunos cabos. El camino en el que los emboscaron la primera vez. Donde casi los atrapan en la segunda. Y por último, una batalla que dicen muy dura, donde casi terminan con nosotros. Demasiadas coincidencias.
*Pondría mi mano en el fuego por mis compañeros. Ellos han peleado, sangrado, y caído junto a los nuestros. No, me niego a pensar que sean ellos. Pero eso solo nos deja una opción…*
Lam debía encontrar al capitán. Quizás su compañera pudiera corroborar su pensamiento, pero había salido y el chico no sabía dónde encontrarla. Aunque lo tildaran de estúpido, el capitán debía saberlo.
Dos reclutas se encaminan hacia las camas. Su ropa está sucia, manchada de barro, y tienen aspecto de no haber dormido bien en días.
Otros 2 se les acercan, toman los fusiles de los primeros, y se encaminan hacia la puerta, saliendo al exterior. *Están montando guardia. Parece que el capitán lo tiene todo bajo control… pero si todo esto lo sabe ese tipo…* piensa Lamasu mientras frunce el ceño.
Con paso firme se dirige hacia la puerta y cruza el umbral. El día mejora un poco respecto a la noche, aunque el clima sigue siendo poco favorecedor. Sus compañeros no están muy lejos y se esfuerza en alcanzarlos rápido. –¡Eh! Esperad un momento- alza la voz para que estos le escuchen.
Ambos se han girado. –Buenas a ti también. ¿Qué mosca te ha picado?- El más alto de los 2, de aspecto hosco, le saluda a su manera.
-Parece que algo más grande que una mosca-añade el otro con sorna, señalando el vendaje del ojo mientras suelta un codazo a las costillas de su compañero. Sus dientes amarillos se dejan entrever en la media sonrisa socarrona.
-Eres todo un humorista. De verdad, que no sé cómo has dado con tus huesos en esta isla de mierda en vez de actuar en Marineford… ¿sabéis dónde está el capitán?- Lam no quiere alargar esto más de la cuenta. No está de humor, y si acaba partiéndole la cara a un compañero se meterá en un lio.
Tras un gruñido que parece una risa, el tipo más alto hace algunos gestos con la mano indicando el trayecto a la par que habla -En la casa del alcalde. Sigue esa calle y tuerce a la izquierda. No tiene pérdida, es la única casa de 2 plantas de la zona.-
-Gracias. Buena guardia.- Lam se aleja a toda prisa en la dirección indicada.
El pequeño masculla algo entre dientes pero el joven recluta no lo oye, y desde luego no va a volverse a escucharlo.
El pueblo parece pequeño, y algo desmejorado. Un curioso pueblo, sí, pero que sin duda ha visto tiempos mejores. *¿De que vivirá toda esta gente?*
Algunos marines están cavando pequeñas zanjas, mientras otros levantan empalizadas improvisadas. Posiblemente no resistan un embate, pero al menos dificultarán el acceso. Siguiendo el itinerario indicado, no pasa mucho tiempo hasta que el chico encuentra la única casa de 2 plantas de la zona. Efectivamente no había pérdida.
Tras saludar al guardia, entra y asciende las escaleras. Llama con fuerza a la puerta, quizás con demasiada fuerza. La madera ajada se queja y cruje un poco. –Adelante-.
El chico entra y su primera imagen es del capitán, que está de espaldas a la entrada y observando por la ventana. Una ventana algo sucia, pero que ilumina levemente la estancia. A su lado un escritorio algo viejo, que ahora soporta las pertenencias del capitán. Este se vuelve y observa con ojo crítico al joven, deteniéndose algunos segundos en su ojo vendado.
-Bienvenido de nuevo al mundo de los vivos muchacho.- dice al fin con una sonrisa.- ¿Qué te trae por aquí?- El tono del capitán deja poco abierto a discusión el motivo. Para cualquiera con buenas entendederas significa que más vale que sea importante…
-Gracias capitán Arthur. Solo quería preguntarle una cosa. ¿Cree usted en las casualidades?-
-¡Ha!, esta sí que es buena. ¿Vienes a interrumpirme para eso? Quizás eres más cabeza hueca de lo que parece a simple vista recluta, o a lo mejor esa flecha llego más profundo de lo que pensabas.-
-Puede que así sea capitán, pero soy un hombre de ciencia. Yo no creía ni creo en las casualidades, y aunque si creyera en ellas no creo que ser asaltados 3 veces en una misma noche y misma ruta sea fruto de una casualidad.-
El capitán se gira por completo y se sienta en la silla de su improvisado escritorio, y comienza a acariciar su barba. –Sigue hablando chico.-
-No pongo en duda su mando, ni me atrevo a dudar de ninguno de mis compañeros. Yo no estaría aquí de no ser por ellos. Pero hay algo que me escama de todo esto. ¿Por qué aquí?, ¿por qué sabían exactamente donde y cuando encontrarnos? La única respuesta que se me ocurre es que alguien nos ha estado guiando en una dirección en concreto…-
- Mucho me temo recluta que solo vienes a confirmar una de mis sospechas. Pero nadie puede tener ojos y oídos en todas partes.- Afirma con tono serio pero abatido el capitán.
-Pero no tiene por qué tener ojos en todas partes, solo hay que tenerlos en el lugar adecuado.-
-Explícate- El interés del capitán ha aumentado.
-Antes una última pregunta. Solo para confirmar algo. ¿Está herido nuestro guía?-
El capitán duda unos instantes. Parece estar atando cabos -No. Nos hemos reunido con el alcalde para discutir la estrategia hace unas horas. ¿Por qué dudas de él?-
-La pregunta en realidad es ¿por qué la única persona que no tiene entrenamiento ni formación militar no ha resultado herido en ninguno de los combates ni emboscadas? Ni un disparo, ni una flecha, y ni siquiera parecía asustado. ¿Sabe cuál es la única vez que vi miedo en su rostro?... Cuando casi nos desviamos del camino hacia lo profundo de ese bosque-
El capitán está observando fijamente desde el escritorio. Con su mano ahora inmóvil, y su mirada perdida, parece estar haciendo memoria.- Yo lo he protegido todo este tiempo pero incluso a mí me ha costado salir casi indemne… Puede que solo estés confirmando uno de mis temores, pero veo que has meditado tus palabras muchacho. Si eso es cierto, seguramente su información tampoco sea veraz. El alcalde de este pueblo le ha corregido varias veces en nuestra reunión y que casualidad, siempre para aumentar el número, o el poder de estos bandidos…-
Acto seguido se levanta y se gira hacia la ventana de nuevo. Mirando por sus cristales.
-Pero nosotros ya no creemos en las casualidades ¿verdad?- afirma con tono distante mientras observa algún punto fijo en la lejanía.
Lamasu no sabe muy bien qué hacer, y se acerca a la ventana también. La vista del pueblo es mejor desde aquí que a pie de calle desde luego.
-Si es así, sabrán todo lo que hemos planeado… Según el alcalde, los bandidos tienen una guarida cerca de aquí, posiblemente en el bosque. Sus rutas pasan muy cerca del pueblo. Esto no es un buen presagio…-
-Yo no soy supersticioso capitán. Hoy me han disparado, atacado, casi agujereado, y todo antes del amanecer.- La vista es bonita a su manera. Desde esta ventana se divisa casi la totalidad del pueblo. A lo lejos una pareja camina en dirección a las afueras del pueblo. No son marines. Su paso es algo rápido en comparación con los que se pueden ver desde la ventana. Algo sospechoso, pero no lo bastante para salir corriendo. A pocos metros, una niña camina en la misma dirección. *Un momento… ¿es ella?*Lamasu se acerca al cristal, enfocando con su ojo libre. Se acerca tanto, que se da un golpe en la frente con la ventana. -¿Esa es Katharina?- pregunta el chico mientras se toca la frente con disimulo.
El capitán se fija en el punto que Lam indica, y afirma con un movimiento de cabeza.
-Tengo que irme capitán. Si necesita algo más…-
-No. Sí. Llama al guardia que hay en la puerta y dile que venga.-
-Entendido. Si me disculpa.- Lam sale de la habitación como una exhalación. Su instinto le dice que esa pareja actúa raro, pero si Von Steinhell ha encontrado un motivo para seguirles debe ser algo más problemático de lo que parece. Puede que necesite ayuda. *La primera oportunidad para devloverle el favor* piensa el joven. Es torpe pero rápido. No queda mucho para alcanzar a la recluta.
La pareja se aleja un poco del pueblo y parece que se acerca a un pequeño risco, no muy alejado del pueblo en si mismo.
Lamasu aminora el paso cuando se va acercando a su compañera. Si el capitán está en lo cierto, su compañera puede estar acercándose a la misma ruta hacia la guarida y posiblemente no sepa nada.
*No quiero hacer ruido, pero conociendo a esta chica, si no la aviso puede que me corte la cabeza…*
-Psst… psssst… - No sabe si dará resultado, se acerca un poco más intentando dejar un espacio de seguridad. Ya tiene bastantes heridas por hoy.
-Kathi…-
La joven está concentrada en no ser descubierta pero seguramente lo ha escuchado llegar.
El calor es reconfortante hasta tal punto que produce cierto sopor. Acomodado en su asiento, con la barriga llena y con el calor que emana del fuego, Lam está casi preparado para profundizar en una de sus siestas que tan reconfortantes como productivas le son.
Al bajar la mirada poco a poco preparándose para una improvisada cabezada, en su vista se cruza la última hoja que Katharina le ha lanzado antes de irse.
“Por cada vida que debemos proteger, hay dos más que deben desaparecer. “
*¿Quién debe morir?... ¿ellos?... ¿nosotros?...* Observando el fuego estos pensamientos cruzan rápido por su mente, su subconsciente le juega malas pasadas. Observando este fuego, y recordando la masacre de su hogar, el joven sale repentinamente de su ensimismamiento.
En un segundo es como si el estupor desapareciese y el sueño le abandona para buscar otra presa menos reticente.
Casi muere en batalla hoy, ha sido afortunado. Otros no han tenido tanta suerte. Habían sido emboscados varias veces, en un mismo trayecto, por una zona en la que en teoría no debía haber bandidos… eso era muy extraño. Lam podría haber combatido de no ser porqué gracias a sú “magnifica” idea de atraer al oso casi no lo cuenta. El capitán no puso mucho impedimento, sin embargo el guía estaba pálido cuando casi cambian de rumbo.
-Un momento… estaba pálido… estaba nervioso –
Lam es un tipo listo, parece haber atado algunos cabos. El camino en el que los emboscaron la primera vez. Donde casi los atrapan en la segunda. Y por último, una batalla que dicen muy dura, donde casi terminan con nosotros. Demasiadas coincidencias.
*Pondría mi mano en el fuego por mis compañeros. Ellos han peleado, sangrado, y caído junto a los nuestros. No, me niego a pensar que sean ellos. Pero eso solo nos deja una opción…*
Lam debía encontrar al capitán. Quizás su compañera pudiera corroborar su pensamiento, pero había salido y el chico no sabía dónde encontrarla. Aunque lo tildaran de estúpido, el capitán debía saberlo.
Dos reclutas se encaminan hacia las camas. Su ropa está sucia, manchada de barro, y tienen aspecto de no haber dormido bien en días.
Otros 2 se les acercan, toman los fusiles de los primeros, y se encaminan hacia la puerta, saliendo al exterior. *Están montando guardia. Parece que el capitán lo tiene todo bajo control… pero si todo esto lo sabe ese tipo…* piensa Lamasu mientras frunce el ceño.
Con paso firme se dirige hacia la puerta y cruza el umbral. El día mejora un poco respecto a la noche, aunque el clima sigue siendo poco favorecedor. Sus compañeros no están muy lejos y se esfuerza en alcanzarlos rápido. –¡Eh! Esperad un momento- alza la voz para que estos le escuchen.
Ambos se han girado. –Buenas a ti también. ¿Qué mosca te ha picado?- El más alto de los 2, de aspecto hosco, le saluda a su manera.
-Parece que algo más grande que una mosca-añade el otro con sorna, señalando el vendaje del ojo mientras suelta un codazo a las costillas de su compañero. Sus dientes amarillos se dejan entrever en la media sonrisa socarrona.
-Eres todo un humorista. De verdad, que no sé cómo has dado con tus huesos en esta isla de mierda en vez de actuar en Marineford… ¿sabéis dónde está el capitán?- Lam no quiere alargar esto más de la cuenta. No está de humor, y si acaba partiéndole la cara a un compañero se meterá en un lio.
Tras un gruñido que parece una risa, el tipo más alto hace algunos gestos con la mano indicando el trayecto a la par que habla -En la casa del alcalde. Sigue esa calle y tuerce a la izquierda. No tiene pérdida, es la única casa de 2 plantas de la zona.-
-Gracias. Buena guardia.- Lam se aleja a toda prisa en la dirección indicada.
El pequeño masculla algo entre dientes pero el joven recluta no lo oye, y desde luego no va a volverse a escucharlo.
El pueblo parece pequeño, y algo desmejorado. Un curioso pueblo, sí, pero que sin duda ha visto tiempos mejores. *¿De que vivirá toda esta gente?*
Algunos marines están cavando pequeñas zanjas, mientras otros levantan empalizadas improvisadas. Posiblemente no resistan un embate, pero al menos dificultarán el acceso. Siguiendo el itinerario indicado, no pasa mucho tiempo hasta que el chico encuentra la única casa de 2 plantas de la zona. Efectivamente no había pérdida.
Tras saludar al guardia, entra y asciende las escaleras. Llama con fuerza a la puerta, quizás con demasiada fuerza. La madera ajada se queja y cruje un poco. –Adelante-.
El chico entra y su primera imagen es del capitán, que está de espaldas a la entrada y observando por la ventana. Una ventana algo sucia, pero que ilumina levemente la estancia. A su lado un escritorio algo viejo, que ahora soporta las pertenencias del capitán. Este se vuelve y observa con ojo crítico al joven, deteniéndose algunos segundos en su ojo vendado.
-Bienvenido de nuevo al mundo de los vivos muchacho.- dice al fin con una sonrisa.- ¿Qué te trae por aquí?- El tono del capitán deja poco abierto a discusión el motivo. Para cualquiera con buenas entendederas significa que más vale que sea importante…
-Gracias capitán Arthur. Solo quería preguntarle una cosa. ¿Cree usted en las casualidades?-
-¡Ha!, esta sí que es buena. ¿Vienes a interrumpirme para eso? Quizás eres más cabeza hueca de lo que parece a simple vista recluta, o a lo mejor esa flecha llego más profundo de lo que pensabas.-
-Puede que así sea capitán, pero soy un hombre de ciencia. Yo no creía ni creo en las casualidades, y aunque si creyera en ellas no creo que ser asaltados 3 veces en una misma noche y misma ruta sea fruto de una casualidad.-
El capitán se gira por completo y se sienta en la silla de su improvisado escritorio, y comienza a acariciar su barba. –Sigue hablando chico.-
-No pongo en duda su mando, ni me atrevo a dudar de ninguno de mis compañeros. Yo no estaría aquí de no ser por ellos. Pero hay algo que me escama de todo esto. ¿Por qué aquí?, ¿por qué sabían exactamente donde y cuando encontrarnos? La única respuesta que se me ocurre es que alguien nos ha estado guiando en una dirección en concreto…-
- Mucho me temo recluta que solo vienes a confirmar una de mis sospechas. Pero nadie puede tener ojos y oídos en todas partes.- Afirma con tono serio pero abatido el capitán.
-Pero no tiene por qué tener ojos en todas partes, solo hay que tenerlos en el lugar adecuado.-
-Explícate- El interés del capitán ha aumentado.
-Antes una última pregunta. Solo para confirmar algo. ¿Está herido nuestro guía?-
El capitán duda unos instantes. Parece estar atando cabos -No. Nos hemos reunido con el alcalde para discutir la estrategia hace unas horas. ¿Por qué dudas de él?-
-La pregunta en realidad es ¿por qué la única persona que no tiene entrenamiento ni formación militar no ha resultado herido en ninguno de los combates ni emboscadas? Ni un disparo, ni una flecha, y ni siquiera parecía asustado. ¿Sabe cuál es la única vez que vi miedo en su rostro?... Cuando casi nos desviamos del camino hacia lo profundo de ese bosque-
El capitán está observando fijamente desde el escritorio. Con su mano ahora inmóvil, y su mirada perdida, parece estar haciendo memoria.- Yo lo he protegido todo este tiempo pero incluso a mí me ha costado salir casi indemne… Puede que solo estés confirmando uno de mis temores, pero veo que has meditado tus palabras muchacho. Si eso es cierto, seguramente su información tampoco sea veraz. El alcalde de este pueblo le ha corregido varias veces en nuestra reunión y que casualidad, siempre para aumentar el número, o el poder de estos bandidos…-
Acto seguido se levanta y se gira hacia la ventana de nuevo. Mirando por sus cristales.
-Pero nosotros ya no creemos en las casualidades ¿verdad?- afirma con tono distante mientras observa algún punto fijo en la lejanía.
Lamasu no sabe muy bien qué hacer, y se acerca a la ventana también. La vista del pueblo es mejor desde aquí que a pie de calle desde luego.
-Si es así, sabrán todo lo que hemos planeado… Según el alcalde, los bandidos tienen una guarida cerca de aquí, posiblemente en el bosque. Sus rutas pasan muy cerca del pueblo. Esto no es un buen presagio…-
-Yo no soy supersticioso capitán. Hoy me han disparado, atacado, casi agujereado, y todo antes del amanecer.- La vista es bonita a su manera. Desde esta ventana se divisa casi la totalidad del pueblo. A lo lejos una pareja camina en dirección a las afueras del pueblo. No son marines. Su paso es algo rápido en comparación con los que se pueden ver desde la ventana. Algo sospechoso, pero no lo bastante para salir corriendo. A pocos metros, una niña camina en la misma dirección. *Un momento… ¿es ella?*Lamasu se acerca al cristal, enfocando con su ojo libre. Se acerca tanto, que se da un golpe en la frente con la ventana. -¿Esa es Katharina?- pregunta el chico mientras se toca la frente con disimulo.
El capitán se fija en el punto que Lam indica, y afirma con un movimiento de cabeza.
-Tengo que irme capitán. Si necesita algo más…-
-No. Sí. Llama al guardia que hay en la puerta y dile que venga.-
-Entendido. Si me disculpa.- Lam sale de la habitación como una exhalación. Su instinto le dice que esa pareja actúa raro, pero si Von Steinhell ha encontrado un motivo para seguirles debe ser algo más problemático de lo que parece. Puede que necesite ayuda. *La primera oportunidad para devloverle el favor* piensa el joven. Es torpe pero rápido. No queda mucho para alcanzar a la recluta.
La pareja se aleja un poco del pueblo y parece que se acerca a un pequeño risco, no muy alejado del pueblo en si mismo.
Lamasu aminora el paso cuando se va acercando a su compañera. Si el capitán está en lo cierto, su compañera puede estar acercándose a la misma ruta hacia la guarida y posiblemente no sepa nada.
*No quiero hacer ruido, pero conociendo a esta chica, si no la aviso puede que me corte la cabeza…*
-Psst… psssst… - No sabe si dará resultado, se acerca un poco más intentando dejar un espacio de seguridad. Ya tiene bastantes heridas por hoy.
-Kathi…-
La joven está concentrada en no ser descubierta pero seguramente lo ha escuchado llegar.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El cielo nublado no era más que el reflejo de mi corazón; estaba oscuro y llovía pesadamente. El caminar era un acto difícil y peligroso, más para mí que debía seguir a ese par de bandidos. Procuré caminar sigilosamente sin provocar ningún sonido que me delatara, no sabía hacia donde me dirigía, pero seguramente daría con un buen lugar. A medida que avanzaba me daba cuenta que estaba yendo directamente hacia el bosque… Espera, ¿en serio?
Llegué hasta un pequeño risco y me escondí tras una enorme roca. Era un buen lugar para esconderme y espiar a mis enemigos. Estaba preparada para atacar en caso de que me descubrieran. Escuché que alguien se acercaba a mis espaldas, llevé mi mano hacia el mago de la guadaña y estaba dispuesta a desenfundarla para decapitar a la persona que estaba detrás de mí. Sin embargo, escuché mi nombre… Muy pocos sabían mi nombre así que seguramente debía ser un compañero que me siguió.
Me volteé cuidadosamente, no estaba del todo segura de que era un “amigo”. Ya con la vista clavada en la persona me tranquilicé, pero inmediatamente supuse que las cosas se volverían complicadas. ¿Cómo decirlo? Aquel recluta, el de cabellos claros, era un verdadero imán de problemas.
–No sé qué estás haciendo –escribí rápidamente–, pero deberías volver al pueblo. No planeo de ninguna forma enfrentarme a aquellos bandidos.
Aquello era cierto, sería una estupidez enfrentarme a ellos estando en evidente territorio enemigo. Ni siquiera sabía dónde me encontraba y no deseaba ser descubierta. No conocía las especialidades de mi compañero, pero algo me decía que no era un gran espía. En fin… Algo me decía que no se iría, así que tenía que seguir mi camino con o sin él.
Los bandidos comenzaron a descender por el risco. Primero pensé que su guarida estaba en el bosque, pero al parecer me había equivocado. Comencé a avanzar siguiendo los movimientos de mis enemigos; cada paso que daba era un paso más hacia un evidente peligro. Enfrentarnos contra varios bandidos no era una idea muy lógica, así que ante el menor riesgo saldría corriendo de allí sin importar lo que suceda. Tenía que hacerle entender eso a mi compañero.
–Mira, aquí no estamos jugando a ser héroes. Si ves que estás en problemas, corre –debía asegurarme de que entendiera, sino me metería en problemas; trabajaba mejor estando sola–. Si ves que estoy en problemas, corre.
Descendí siguiendo el paso de mis futuras víctimas hasta que llegamos a una especie de entrada. Era bastante oscura y tenía aspecto de cueva, aunque seguramente tenía conexión con otro lugar…
–¿Has escuchado algo? –Dijo la chica de cabellos plateados– Parece que nos han seguido. ¡Desenfunda tu espada!
¡Mierda! ¿Cómo nos habrán descubierto? Procuré no provocar ruidos… Quizás todo era una trampa. Estaba mal posicionada y tenía a mi compañero detrás, no podía asegurar ambas vidas y alguien debía sacrificarse. ¿Posibilidades? Una bola de fuego podía derribar la entrada de la cueva, pero si lo hacía quedaría atrapada y mi compañero afuera. Por otra parte, podía provocar una directa explosión en mis enemigos pero seríamos descubiertos inmediatamente. ¿Una lucha silenciosa? No, no daba suficiente tiempo.
Estaba frente a la entrada y veía como desde la oscuridad aparecía un montón de antorchas que iluminaban tétricas sonrisas. Bien, la había re cagado. Todo sería distinto si solo dependía de mí…, pero estaba con mi compañero a mis espaldas. ¿Enfrentarme a todos ellos? No, no era una buena opción.
–Corre –escribí rápidamente en el papel y empujé a mi compañero–. Dile al capitán que he descubierto la guarida de los bandidos, que envíe refuerzos cuanto antes.
Sujeté con fuerza mi arma y liberé una densa oscuridad.
–Nuevamente en problemas, ¿no? –Habló Nyx.
Esperaba que pudiera resistir lo suficiente para ganar algo de tiempo y que mi compañero huyera. No deseaba morir para salvar a alguien más, solo estaba esperando el momento para huir. Sin embargo, las cosas no resultaron muy sencillas… Fui rodeada. Los bandidos se habían adaptado a mi estilo de lucha y sabían más o menos como encontrarme, pero aún así no podían verme. Usé mi conjuro Meteoro I y me deshice inmediatamente de la entrada para que no siguieran saliendo más enemigos. Ya debía batirme a duelo contra cuatro de ellos.
Uno de los hombres se abalanzó a ciegas, casi siguiendo mi respiración. Esquivé su estocada con una voltereta y deslicé horizontalmente el filo de mi arma por su garganta, eliminándolo completamente. No sabía cuánto tiempo podía mantener esa burbuja de oscuridad, aún no estaba recuperada del todo. La lucha no duró mucho y al cabo de diez minutos la niebla oscura desapareció.
–¡Te tenemos, pequeña bruja! –Dijo la mujer de cabellos plateados– Sabíamos desde el principio que nos seguirías. ¿Crees que estamos solos? Hemos sabido todos sus movimientos desde que llegaron. Deberías agradecerle a tu guía, es un buen hombre.
–Tenemos órdenes de capturar a uno de los marines –dijo el hombre–. Niña, ríndete. No puedes contra todos nosotros y muchos más vienen en camino.
Tenían razón…, pero sabía qué clase de personas eran los bandidos. Si dejaba de luchar, acabaría muerta. ¿Cuánto tiempo debía esperar para que Lamasu apareciera con el capitán? Aferré mis manos a la guadaña y comencé a correr subiendo por el risco. Era ágil y pequeña, además veloz; seguramente les costaría seguirme el paso.
–¡Mierda! Está huyendo.
–¡No me digas! ¡¡VE Y ENCUÉNTRALA!!
Ya estaba en medio de la llanura cuando volteé mi cabeza y vi como varios hombres corrían con la intención de capturarme. La huida se dificultó cuando los arqueros aparecieron y comenzaron a disparar. Estaba a un par de kilómetros del pueblo…, ¿soportaría suficiente tiempo?
Llegué hasta un pequeño risco y me escondí tras una enorme roca. Era un buen lugar para esconderme y espiar a mis enemigos. Estaba preparada para atacar en caso de que me descubrieran. Escuché que alguien se acercaba a mis espaldas, llevé mi mano hacia el mago de la guadaña y estaba dispuesta a desenfundarla para decapitar a la persona que estaba detrás de mí. Sin embargo, escuché mi nombre… Muy pocos sabían mi nombre así que seguramente debía ser un compañero que me siguió.
Me volteé cuidadosamente, no estaba del todo segura de que era un “amigo”. Ya con la vista clavada en la persona me tranquilicé, pero inmediatamente supuse que las cosas se volverían complicadas. ¿Cómo decirlo? Aquel recluta, el de cabellos claros, era un verdadero imán de problemas.
–No sé qué estás haciendo –escribí rápidamente–, pero deberías volver al pueblo. No planeo de ninguna forma enfrentarme a aquellos bandidos.
Aquello era cierto, sería una estupidez enfrentarme a ellos estando en evidente territorio enemigo. Ni siquiera sabía dónde me encontraba y no deseaba ser descubierta. No conocía las especialidades de mi compañero, pero algo me decía que no era un gran espía. En fin… Algo me decía que no se iría, así que tenía que seguir mi camino con o sin él.
Los bandidos comenzaron a descender por el risco. Primero pensé que su guarida estaba en el bosque, pero al parecer me había equivocado. Comencé a avanzar siguiendo los movimientos de mis enemigos; cada paso que daba era un paso más hacia un evidente peligro. Enfrentarnos contra varios bandidos no era una idea muy lógica, así que ante el menor riesgo saldría corriendo de allí sin importar lo que suceda. Tenía que hacerle entender eso a mi compañero.
–Mira, aquí no estamos jugando a ser héroes. Si ves que estás en problemas, corre –debía asegurarme de que entendiera, sino me metería en problemas; trabajaba mejor estando sola–. Si ves que estoy en problemas, corre.
Descendí siguiendo el paso de mis futuras víctimas hasta que llegamos a una especie de entrada. Era bastante oscura y tenía aspecto de cueva, aunque seguramente tenía conexión con otro lugar…
–¿Has escuchado algo? –Dijo la chica de cabellos plateados– Parece que nos han seguido. ¡Desenfunda tu espada!
¡Mierda! ¿Cómo nos habrán descubierto? Procuré no provocar ruidos… Quizás todo era una trampa. Estaba mal posicionada y tenía a mi compañero detrás, no podía asegurar ambas vidas y alguien debía sacrificarse. ¿Posibilidades? Una bola de fuego podía derribar la entrada de la cueva, pero si lo hacía quedaría atrapada y mi compañero afuera. Por otra parte, podía provocar una directa explosión en mis enemigos pero seríamos descubiertos inmediatamente. ¿Una lucha silenciosa? No, no daba suficiente tiempo.
Estaba frente a la entrada y veía como desde la oscuridad aparecía un montón de antorchas que iluminaban tétricas sonrisas. Bien, la había re cagado. Todo sería distinto si solo dependía de mí…, pero estaba con mi compañero a mis espaldas. ¿Enfrentarme a todos ellos? No, no era una buena opción.
–Corre –escribí rápidamente en el papel y empujé a mi compañero–. Dile al capitán que he descubierto la guarida de los bandidos, que envíe refuerzos cuanto antes.
Sujeté con fuerza mi arma y liberé una densa oscuridad.
–Nuevamente en problemas, ¿no? –Habló Nyx.
Esperaba que pudiera resistir lo suficiente para ganar algo de tiempo y que mi compañero huyera. No deseaba morir para salvar a alguien más, solo estaba esperando el momento para huir. Sin embargo, las cosas no resultaron muy sencillas… Fui rodeada. Los bandidos se habían adaptado a mi estilo de lucha y sabían más o menos como encontrarme, pero aún así no podían verme. Usé mi conjuro Meteoro I y me deshice inmediatamente de la entrada para que no siguieran saliendo más enemigos. Ya debía batirme a duelo contra cuatro de ellos.
Uno de los hombres se abalanzó a ciegas, casi siguiendo mi respiración. Esquivé su estocada con una voltereta y deslicé horizontalmente el filo de mi arma por su garganta, eliminándolo completamente. No sabía cuánto tiempo podía mantener esa burbuja de oscuridad, aún no estaba recuperada del todo. La lucha no duró mucho y al cabo de diez minutos la niebla oscura desapareció.
–¡Te tenemos, pequeña bruja! –Dijo la mujer de cabellos plateados– Sabíamos desde el principio que nos seguirías. ¿Crees que estamos solos? Hemos sabido todos sus movimientos desde que llegaron. Deberías agradecerle a tu guía, es un buen hombre.
–Tenemos órdenes de capturar a uno de los marines –dijo el hombre–. Niña, ríndete. No puedes contra todos nosotros y muchos más vienen en camino.
Tenían razón…, pero sabía qué clase de personas eran los bandidos. Si dejaba de luchar, acabaría muerta. ¿Cuánto tiempo debía esperar para que Lamasu apareciera con el capitán? Aferré mis manos a la guadaña y comencé a correr subiendo por el risco. Era ágil y pequeña, además veloz; seguramente les costaría seguirme el paso.
–¡Mierda! Está huyendo.
–¡No me digas! ¡¡VE Y ENCUÉNTRALA!!
Ya estaba en medio de la llanura cuando volteé mi cabeza y vi como varios hombres corrían con la intención de capturarme. La huida se dificultó cuando los arqueros aparecieron y comenzaron a disparar. Estaba a un par de kilómetros del pueblo…, ¿soportaría suficiente tiempo?
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