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Había llegado a aquella isla en unas condiciones penosas, seguía utilizando la misma pequeña barca que en su primer viaje le había servido para abandonar su tierra natal, su compañero no parecía dar signos de vida y ciertas comunicaciones dentro de la isla no habían sido beneficiosas para obtener personal en su embarcación, estaba un poco desesperado, casi parecía que Shadow of an Empire iba a ser un barco fantasma, navegando a la deriva con un capitán enloquecido que se dejaba llevar por el rumbo del viento, un barco sin muelle, el sueño de todo pirata, pero no el suyo.
Era inteligente, sabía que necesitaba tener hombres para llevar a cabo su creación y algo mucho más importante, dinero, el dinero no caía del cielo para él pese a ser pirata, no tenía una moralidad corrupta pero sino lo obtenía con rapidez probablemente comenzase a adoptar ciertas conductas realmente oscuras. Al fin y al cabo el bien propio del barco "libertador" podría liberar más almas de las que podría terminar haciéndoles mal.
El primer día en aquel pueblo lo comenzó cómo no con una grata visita a la taberna, su punto de reunión personal, un lugar en donde labraba una amistad no más allá de lo posible que le permitía el tabernero y realizaba a partir de su información los planes pertinentes para alcanzar la gloria, que por el momento habían residido en obtener enfrentamientos con la marina.
Era perseguido y éso para él suponía un gran dolor de cabeza, suerte que aquella isla pertenecía al dominio, quizás no directo pero sí en lo práctico, de los revolucionarios.
Su mentalidad le salvaría en aquel lugar y esperaba que también le permitiese abandonarlo con un navío, algo realmente estúpido, no poseía dinero...
Aquella mañana, después de haber conseguido un alojamiento gratis por su labia, se dedicó a evaluar los precios locales, su contacto tenía toda la razón, la madera era de gran calidad y estaba más barata que en casi cualquier lugar. Tuvo que comprobarlo todo en el mercado, descubrió que la cerveza era cara, el hierro no parecía abundar, la comida mantenía un precio razonable y la bebida se elevaba un poco de lo usual, no sería el mejor lugar para comprar alimentos, pero sí que el mejor lugar para comprar materiales destinados a la construcción de un barco.
Tal y como hizo en Ohara compró un pequeño saquito que le cabía entre las dos manos relleno de siete manzanas, después de la gran pateada decidió finalizar la mañana en el bosque, quería disfrutar de su alimento en aquel entorno del que había escuchado hablar a los borrachos de la taberna pero que nunca había sido capaz de ver, al menos uno tan grande como el de aquella isla.
Poco acostumbrado a moverse por los mismos terminó por perderse, su destino lo llevó hasta un pequeño claro de un bosque, habían talado el sitio hasta formar un círculo y no habían quitado las raíces.
-Tsh... Vaya forma de aprovechar la zona...-
Chasqueó la lengua y tomó asiento sobre la base de un tronco cortado, sacó una manzana y se dispuso a alimentarse de ella, no tenía mal sabor.
Era inteligente, sabía que necesitaba tener hombres para llevar a cabo su creación y algo mucho más importante, dinero, el dinero no caía del cielo para él pese a ser pirata, no tenía una moralidad corrupta pero sino lo obtenía con rapidez probablemente comenzase a adoptar ciertas conductas realmente oscuras. Al fin y al cabo el bien propio del barco "libertador" podría liberar más almas de las que podría terminar haciéndoles mal.
El primer día en aquel pueblo lo comenzó cómo no con una grata visita a la taberna, su punto de reunión personal, un lugar en donde labraba una amistad no más allá de lo posible que le permitía el tabernero y realizaba a partir de su información los planes pertinentes para alcanzar la gloria, que por el momento habían residido en obtener enfrentamientos con la marina.
Era perseguido y éso para él suponía un gran dolor de cabeza, suerte que aquella isla pertenecía al dominio, quizás no directo pero sí en lo práctico, de los revolucionarios.
Su mentalidad le salvaría en aquel lugar y esperaba que también le permitiese abandonarlo con un navío, algo realmente estúpido, no poseía dinero...
Aquella mañana, después de haber conseguido un alojamiento gratis por su labia, se dedicó a evaluar los precios locales, su contacto tenía toda la razón, la madera era de gran calidad y estaba más barata que en casi cualquier lugar. Tuvo que comprobarlo todo en el mercado, descubrió que la cerveza era cara, el hierro no parecía abundar, la comida mantenía un precio razonable y la bebida se elevaba un poco de lo usual, no sería el mejor lugar para comprar alimentos, pero sí que el mejor lugar para comprar materiales destinados a la construcción de un barco.
Tal y como hizo en Ohara compró un pequeño saquito que le cabía entre las dos manos relleno de siete manzanas, después de la gran pateada decidió finalizar la mañana en el bosque, quería disfrutar de su alimento en aquel entorno del que había escuchado hablar a los borrachos de la taberna pero que nunca había sido capaz de ver, al menos uno tan grande como el de aquella isla.
Poco acostumbrado a moverse por los mismos terminó por perderse, su destino lo llevó hasta un pequeño claro de un bosque, habían talado el sitio hasta formar un círculo y no habían quitado las raíces.
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Chasqueó la lengua y tomó asiento sobre la base de un tronco cortado, sacó una manzana y se dispuso a alimentarse de ella, no tenía mal sabor.
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No sé cuanto había caminado aquel día, podía haber pasado de minutos ahora en apenas un pestañeo y me encontraba francamente cansada de caminar.
Sabía que estaba cerca del pueblo de los los hombres que trabajaban la madera, sin embargo aún me quedarían como diez minutos a pies, pues el camino del bosque era muy angosto.
Llevaba mi petate a la espalda, poco lleno, pues las largas jornada caminando en aquel lugar, me habían dejado casi sin provisiones, y no había nadie a quién camelarse por la zona para robarle la comida, una lástima. A pesar de mis penurias, me consideraba afortunada de haber escapado de Sabaody, después de haber incendiado mi casa y haber asesinado a mi padre, aun hoy en día se me revuelve el estómago y la sangre me hierve solo de recordarlo, lo que provocó que una pequeña lágrima me saliera del ojo y cayera por mi mejilla, al recordar a mi madre.
Caminé un poco más apoyada en mi cetro dorado hasta que llegué a un claro. En la zona había un círculo de troncos talados, dejando una escena un poco pobre en el paisaje, pero pensé que era una buena zona para descansar y quién sabe, igual hasta podía detenerme un rato a buscar comida.
Caminé hacia aquel círculo, pero a cada paso que daba podía ver una pequeña figura negra agrandándose cada vez más y más. Parecía un muchacho, y estaba comiendo lo que parecía una manzana. Me alegré al momento, pues eso significaba que no estaba muy lejos del pueblo y que posiblemente fuera un lugareño.
Caminé hacia él con paso tranquilo, casi peregrino. Me puse a pocos metros de él y le pregunté.
-Hola, disculpa que te moleste en tu comida, pero ¿Podrías decirme por donde queda el pueblo? Levo varios días de viaje por esta isla y el camino me ha llevado hasta este claro.
Intentaba ser amable, pues las piernas me estaban matando, y no vislumbré peligro aparente en aquel hombre, lo que si hice, fue tomar asiento en un tocón frente a él por unos segundos, dejando un leve suspiro al sentarme y pensar:" Uff, como lo necesitaba"
Sabía que estaba cerca del pueblo de los los hombres que trabajaban la madera, sin embargo aún me quedarían como diez minutos a pies, pues el camino del bosque era muy angosto.
Llevaba mi petate a la espalda, poco lleno, pues las largas jornada caminando en aquel lugar, me habían dejado casi sin provisiones, y no había nadie a quién camelarse por la zona para robarle la comida, una lástima. A pesar de mis penurias, me consideraba afortunada de haber escapado de Sabaody, después de haber incendiado mi casa y haber asesinado a mi padre, aun hoy en día se me revuelve el estómago y la sangre me hierve solo de recordarlo, lo que provocó que una pequeña lágrima me saliera del ojo y cayera por mi mejilla, al recordar a mi madre.
Caminé un poco más apoyada en mi cetro dorado hasta que llegué a un claro. En la zona había un círculo de troncos talados, dejando una escena un poco pobre en el paisaje, pero pensé que era una buena zona para descansar y quién sabe, igual hasta podía detenerme un rato a buscar comida.
Caminé hacia aquel círculo, pero a cada paso que daba podía ver una pequeña figura negra agrandándose cada vez más y más. Parecía un muchacho, y estaba comiendo lo que parecía una manzana. Me alegré al momento, pues eso significaba que no estaba muy lejos del pueblo y que posiblemente fuera un lugareño.
Caminé hacia él con paso tranquilo, casi peregrino. Me puse a pocos metros de él y le pregunté.
-Hola, disculpa que te moleste en tu comida, pero ¿Podrías decirme por donde queda el pueblo? Levo varios días de viaje por esta isla y el camino me ha llevado hasta este claro.
Intentaba ser amable, pues las piernas me estaban matando, y no vislumbré peligro aparente en aquel hombre, lo que si hice, fue tomar asiento en un tocón frente a él por unos segundos, dejando un leve suspiro al sentarme y pensar:" Uff, como lo necesitaba"
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No supo cuánto tiempo había pasado allí, sentado en las ruinas de lo que podría haber sido un gran árbol, robusto, fuerte... Se preguntaba que sería ahora... ¿Parte de un barco? ¿Parte de una casa...? Lo desconocía pero sentía que podría haber talado todo ése claro del bosque para así obtener su propio barco, al menos a él le parecería un lugar digno en donde podría depositar toda aquella masa de vida vegetal. Sus pensamientos solían alejarlo de la realidad hasta el punto de que no se percató de la presencia femenina hasta que ya estuvo cerca y le dirigió la palabra, sus reflejos le fallaban algo fruto del cansancio, por sus pintas parecía ser alguien como él, una persona perdida en el bosque que trataba de volver a la ciudad, sus ropajes lo afirmaron y sus palabras lo sentenciaron.
Era una situación extraña, dos extranjeros estaban sentados el uno frente al otro, mirándose entre sí, ambos realmente cansados aparentemente solo que uno estaba comiendo una manzana y el otro no, para no ser descortés y al ver que en el equipamiento femenino no parecía haber demasiados materiales comestibles, una suposición para nada precisa, no podría ver entre las prendas ni entre los petates; aunque reconocería que muchos hombres matarían por hacerlo, él no era así, decidió entregarle una de sus manzanas, sencillo gesto de amabilidad.
-Buenas tardes señorita.-
Realizó una leve reverencia inclinando su cabeza, sosteniendo con la mano que no sujetaba la manzana mordida su gorra, en extrañas ocasiones salía disparada con aquel sencillo movimiento, no quería quedar humillado por ello en la primera vista.
-No, no me molesta para nada tu presencia.-
Sonrió con amabilidad y llevó la mano con la que se había sujetado la gorra con anterioridad hacia el pequeño saco que yacía atado en su cintura extrayendo pues una jugosa manzana verde.
-¿Le apetece?-
Extendió la mano con el dulce manjar entre sus dedos y posó la mirada sobre sus ojos, ardía en deseos de recorrer el cuerpo de la joven con su mirada, no por erotismo, siempre lo hacía para asegurarse de que su objetivo no resultaba ser una amenaza, pero sería una falta de respeto muy grande.
-He de ser sincero, he llegado hace poco a la isla y estoy perdido, quería disfrutar de un paseo por el bosque, me encontré con el claro y me detuve a descansar...-
Le contó la verdad pero corría el peligro de que aquella mujer se marchase después de oír sus palabras así que la incitó a quedarse con él.
-Sé cómo orientarme bien... Así que podría volver a retomar el rumbo, mi cuerpo está cansado y por ello me perdí. ¿Le importa si descansamos un poco más y le llevo hasta la aldea?-
Preguntó de nuevo con la misma amabilidad.
Era una situación extraña, dos extranjeros estaban sentados el uno frente al otro, mirándose entre sí, ambos realmente cansados aparentemente solo que uno estaba comiendo una manzana y el otro no, para no ser descortés y al ver que en el equipamiento femenino no parecía haber demasiados materiales comestibles, una suposición para nada precisa, no podría ver entre las prendas ni entre los petates; aunque reconocería que muchos hombres matarían por hacerlo, él no era así, decidió entregarle una de sus manzanas, sencillo gesto de amabilidad.
-Buenas tardes señorita.-
Realizó una leve reverencia inclinando su cabeza, sosteniendo con la mano que no sujetaba la manzana mordida su gorra, en extrañas ocasiones salía disparada con aquel sencillo movimiento, no quería quedar humillado por ello en la primera vista.
-No, no me molesta para nada tu presencia.-
Sonrió con amabilidad y llevó la mano con la que se había sujetado la gorra con anterioridad hacia el pequeño saco que yacía atado en su cintura extrayendo pues una jugosa manzana verde.
-¿Le apetece?-
Extendió la mano con el dulce manjar entre sus dedos y posó la mirada sobre sus ojos, ardía en deseos de recorrer el cuerpo de la joven con su mirada, no por erotismo, siempre lo hacía para asegurarse de que su objetivo no resultaba ser una amenaza, pero sería una falta de respeto muy grande.
-He de ser sincero, he llegado hace poco a la isla y estoy perdido, quería disfrutar de un paseo por el bosque, me encontré con el claro y me detuve a descansar...-
Le contó la verdad pero corría el peligro de que aquella mujer se marchase después de oír sus palabras así que la incitó a quedarse con él.
-Sé cómo orientarme bien... Así que podría volver a retomar el rumbo, mi cuerpo está cansado y por ello me perdí. ¿Le importa si descansamos un poco más y le llevo hasta la aldea?-
Preguntó de nuevo con la misma amabilidad.
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La verdad es que encontrarse con un hombre no le hacía ninguna gracia, pero estaba sola y perdida, y no tenía mucho que perder la verdad. Por ello continué siendo amable mientras las circunstancias así lo permitieran, pues mi opinión sobre ellos seguía siendo bastante mala. Así que dejé mi petate en el suelo y posé mi cetro contra el tocón donde me había sentado.
Aquel hombre me ofreció una manzana, y la verdad la hubiera rechazado sino fuera porque mi estomago rugía como un rey marino. Así que asentí con la cabeza a su ofrecimiento y cogí la manzana con mi mano, y al poco rato, le pegué un mordisco, disimulando el hambre que tenía. No tardé mucho en acabármela.
-¿Sabes pues como salir de este bosque y regresar al pueblo?-Pregunté directa, pues no hacía ni un mes que había escapado de Sabaody, y francamente, tenía miedo de que me descubrieran en el bosque a pesar de la distancia, posiblemente sería una paranolla mía.
Escuché su ofrecimiento para descansar un rato antes de partir. ¿Debía fiarme de su sentido de la orientación? ¿Fiarme de un hombre? La verdad es que no me motivaba en absoluto, pero necesitaba llegar a la civilización cuanto antes...no soporto los bichos y en el bosque, hay muchos.
-Si, me parece bien chico- Dije amablemente- Y gracias por la manzana, ¿eres del pueblo de aquí?
Cogí mi pequeño petate y saqué una pequeña brújula que posé en la hierba, en un descuido se pudo ver un pequeño pasador manchado de sangre dentro de la bolsa asomando, el cual volví a meter para dentro rápidamente, cerrando el petate, tras eso, peiné mis mechones hacia atrás. No me apetecía tener problemas con la justicia, pues no sabía si ese chico era simpatizante marine, pirata, o un simple ciudadano que pasaba por ahí.
Aquel hombre me ofreció una manzana, y la verdad la hubiera rechazado sino fuera porque mi estomago rugía como un rey marino. Así que asentí con la cabeza a su ofrecimiento y cogí la manzana con mi mano, y al poco rato, le pegué un mordisco, disimulando el hambre que tenía. No tardé mucho en acabármela.
-¿Sabes pues como salir de este bosque y regresar al pueblo?-Pregunté directa, pues no hacía ni un mes que había escapado de Sabaody, y francamente, tenía miedo de que me descubrieran en el bosque a pesar de la distancia, posiblemente sería una paranolla mía.
Escuché su ofrecimiento para descansar un rato antes de partir. ¿Debía fiarme de su sentido de la orientación? ¿Fiarme de un hombre? La verdad es que no me motivaba en absoluto, pero necesitaba llegar a la civilización cuanto antes...no soporto los bichos y en el bosque, hay muchos.
-Si, me parece bien chico- Dije amablemente- Y gracias por la manzana, ¿eres del pueblo de aquí?
Cogí mi pequeño petate y saqué una pequeña brújula que posé en la hierba, en un descuido se pudo ver un pequeño pasador manchado de sangre dentro de la bolsa asomando, el cual volví a meter para dentro rápidamente, cerrando el petate, tras eso, peiné mis mechones hacia atrás. No me apetecía tener problemas con la justicia, pues no sabía si ese chico era simpatizante marine, pirata, o un simple ciudadano que pasaba por ahí.
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Contempló con una sonrisa cómo ella se alimentaba de la fruta, desde que había partido para comenzar aquel largo viaje era parte de su dieta estricta diaria, problemas económicos y de fuegos, se temía, pese a que la joven intentó disimular el hambre él pudo darse cuenta, se había comido la manzana incluso antes que él, aunque no caía en la cuenta de cuánta hambre tenía. Escuchó las preguntas que le hizo la joven borrando con levedad la sonrisa de sus labios, aquella mujer parecía no tener demasiada confianza en su sentido de la orientación, algo normal, era un simple desconocido.
-Sé cómo volver, de hecho he venido de allí, y mil perdones, necesito descansar un poco las piernas, no hace falta que me des las gracias, ha sido un gesto de amabilidad.-
Meditó durante varios segundos el si responder la pregunta acerca de si era de allí con una mentira o con la verdad, si le respondía con la verdad quizás se sintiese reacia a confiar en él, en cambio con la mentira quizás lo descubriese antes de llegar al poblado y llegase a la conclusión de que querría llevarla a otro lugar, tras ver la mancha de sangre en el pasador su sonrisa se borró por completo, decidió ser sincero si la respuesta de la joven no le parecía apropiada tendría que buscar la forma de mantener su silencio, algo fácil, la sangre la delataba.
-No, no soy de éste pueblo, me temo que soy un pirata.-
Ladeó la cabeza con levedad y alternó la mirada entre su petate y la mirada de la chica.
-He cometido delitos, como tú, he visto la sangre.-
Indicó a la vez que se levantaba, sin apartar la mirada de ella, recorriendo ésta vez todo su cuerpo de un vistazo.
-Has llegado desde el bosque y quieres llegar al pueblo, será un buen lugar, la mayoría son revolucionarios.-
Se explicó y entonces señaló una dirección después de mirar su brújula.
-El pueblo está por allí, sígueme y te llevaré cuanto antes lejos de la ley. ¿Están cerca?-
Le preguntó con verdadero interés en la respuesta.
-Sé cómo volver, de hecho he venido de allí, y mil perdones, necesito descansar un poco las piernas, no hace falta que me des las gracias, ha sido un gesto de amabilidad.-
Meditó durante varios segundos el si responder la pregunta acerca de si era de allí con una mentira o con la verdad, si le respondía con la verdad quizás se sintiese reacia a confiar en él, en cambio con la mentira quizás lo descubriese antes de llegar al poblado y llegase a la conclusión de que querría llevarla a otro lugar, tras ver la mancha de sangre en el pasador su sonrisa se borró por completo, decidió ser sincero si la respuesta de la joven no le parecía apropiada tendría que buscar la forma de mantener su silencio, algo fácil, la sangre la delataba.
-No, no soy de éste pueblo, me temo que soy un pirata.-
Ladeó la cabeza con levedad y alternó la mirada entre su petate y la mirada de la chica.
-He cometido delitos, como tú, he visto la sangre.-
Indicó a la vez que se levantaba, sin apartar la mirada de ella, recorriendo ésta vez todo su cuerpo de un vistazo.
-Has llegado desde el bosque y quieres llegar al pueblo, será un buen lugar, la mayoría son revolucionarios.-
Se explicó y entonces señaló una dirección después de mirar su brújula.
-El pueblo está por allí, sígueme y te llevaré cuanto antes lejos de la ley. ¿Están cerca?-
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Parecía que aquel muchacho era muy astuto, a la par de amigable y precavido, pues no puso el grito en el cielo en cuanto vio la sangre. Eso me hacía pensar en que no quería mal alguno para mi, a pesar de ser una desconocida.
Si bien no me fiaba del todo de él, no tenía otra opción que confiar en él o vagar sola por el bosque, y el día se acababa a este paso. Así que le respondi:
-Esta bien no habrá problema alguno en descansar si así lo quieres, y más vienes de la ciudad. -Dije sacando un peine del petate, con el cual, comencé a peinarme el cabello aprovechando la luz del sol, que hacía resplandecer mi cabello todavía más.
Sin embargo, había visto la sangre de mi pasador, y me había dicho que era una pirata. Sin lugar a dudas el mundo era un pañuelo, y nos encontrábamos cara a cara dos criminales, que cosas. Sin embargo, me vi en la obligación de apuntillar uno de sus comentarios.
-No es un crimen, sino justicia- Dije peinándome más fuerte el cabello ante el enfado del mero recuerdo del pasado.
Señaló mu brújula, para luego señalar el camino que llevaba al pueblo ¿Porque me lo decía con tanta facilidad? Podía irme sin él, pero también podía ser mentira. A pesar de todo debía confiar en él.
-Esta bien te seguiré... y si, están lo suficiente como para que cuando lleguen a esta isla, yo ya esté muy lejos, y siendo pirata, no creo que vendas a una Hermana de la Costa... -Dije seria mientras me levantaba y comenzaba a caminar con mi cetro en la mano rumbo hacia donde había señalado.
- ¿Vamos? Se descansará mejor en la habitación de una taberna que aquí al raso.
Aquel muchacho despertaba mi curiosidad, pero cada poco tiempo, me recordaba que era un hombre, y a pesar de que trataba con él no lo hacía de buen gusto, pues era solo apariencia. No me fiaba de ellos, y entre piratas las cosas podían dejar mucho que desear, tampoco obvié que su mirada me rastreó cuan zorro a la gallina, pero era algo con lo que vivía diariamente.
Si bien no me fiaba del todo de él, no tenía otra opción que confiar en él o vagar sola por el bosque, y el día se acababa a este paso. Así que le respondi:
-Esta bien no habrá problema alguno en descansar si así lo quieres, y más vienes de la ciudad. -Dije sacando un peine del petate, con el cual, comencé a peinarme el cabello aprovechando la luz del sol, que hacía resplandecer mi cabello todavía más.
Sin embargo, había visto la sangre de mi pasador, y me había dicho que era una pirata. Sin lugar a dudas el mundo era un pañuelo, y nos encontrábamos cara a cara dos criminales, que cosas. Sin embargo, me vi en la obligación de apuntillar uno de sus comentarios.
-No es un crimen, sino justicia- Dije peinándome más fuerte el cabello ante el enfado del mero recuerdo del pasado.
Señaló mu brújula, para luego señalar el camino que llevaba al pueblo ¿Porque me lo decía con tanta facilidad? Podía irme sin él, pero también podía ser mentira. A pesar de todo debía confiar en él.
-Esta bien te seguiré... y si, están lo suficiente como para que cuando lleguen a esta isla, yo ya esté muy lejos, y siendo pirata, no creo que vendas a una Hermana de la Costa... -Dije seria mientras me levantaba y comenzaba a caminar con mi cetro en la mano rumbo hacia donde había señalado.
- ¿Vamos? Se descansará mejor en la habitación de una taberna que aquí al raso.
Aquel muchacho despertaba mi curiosidad, pero cada poco tiempo, me recordaba que era un hombre, y a pesar de que trataba con él no lo hacía de buen gusto, pues era solo apariencia. No me fiaba de ellos, y entre piratas las cosas podían dejar mucho que desear, tampoco obvié que su mirada me rastreó cuan zorro a la gallina, pero era algo con lo que vivía diariamente.
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Suspiró con levedad después de escuchar aquellos comentarios y negó con la cabeza.
-Lo mío tampoco fue un crimen, murieron más de cuarenta oficiales de la marina pero fue mi compañero, me echaron a mí las culpas... Continuemos, la taberna es un buen lugar.-
Se explicó, sospechó que no le creería y por ello no insistió, aunque la verdad era ésa. Comenzó la caminata a una distancia prudencial de ella aunque iba delante, marcando el rumbo, todos los árboles le parecían iguales pero la dirección que había tomado era la correcta, estaba seguro de ello, el sentido de la orientación como también la aguja de la brújula apuntaban hacia aquel lugar y sabía en qué dirección estaba su barco.
-Mantente fija en la aguja, si ves que varía y se curva, avísame.-
Le indicó para no equivocarse en el trayecto y perder el camino. Tras aquello meditó sus otras palabras "¿Hermana de Costa? ¿Aquella mujer sabía lo que estaba diciendo?" pensó para sus adentros y dejó ver qué pensaba acerca de aquello.
-Unos piratas se mataron entre ellos por poseer lo que yo tengo hoy día.-
Hizo una leve pausa y tragó saliva, tras ello prosiguió hablando.
-No existen los Hermanos de Costa, tan solo existen hombres que siguen un estandarte, un ideal...-
Pensó en continuar hablando pero quizás no le interesase a la mujer, así que lo resumió en pocas palabras.
-Nunca te fíes de un pirata que jamás te de la espalda, mujer.-
Pensó en dejar de lado la conversación pero el camino no sería precisamente corto y siempre tenía fuerzas para seguir hablando.
-Vine a ésta isla en busca de una embarcación y avezados aventureros que estén dispuestos a acompañarme hasta el rincón más recóndito del mar, sin embargo aún no tengo ni lo primero ni lo segundo...-
Después de haber dicho todas aquellas frases sin un orden aparente entre ellas decidió que debía de preguntarle algo sobre ella.
-¿Cómo puede ser que estés escapando de la marina sin ningún arma encima?-
Kaworu llevaba una katana que era visible en su espalda ahora que la mujer podía verla con claridad.
-Lo mío tampoco fue un crimen, murieron más de cuarenta oficiales de la marina pero fue mi compañero, me echaron a mí las culpas... Continuemos, la taberna es un buen lugar.-
Se explicó, sospechó que no le creería y por ello no insistió, aunque la verdad era ésa. Comenzó la caminata a una distancia prudencial de ella aunque iba delante, marcando el rumbo, todos los árboles le parecían iguales pero la dirección que había tomado era la correcta, estaba seguro de ello, el sentido de la orientación como también la aguja de la brújula apuntaban hacia aquel lugar y sabía en qué dirección estaba su barco.
-Mantente fija en la aguja, si ves que varía y se curva, avísame.-
Le indicó para no equivocarse en el trayecto y perder el camino. Tras aquello meditó sus otras palabras "¿Hermana de Costa? ¿Aquella mujer sabía lo que estaba diciendo?" pensó para sus adentros y dejó ver qué pensaba acerca de aquello.
-Unos piratas se mataron entre ellos por poseer lo que yo tengo hoy día.-
Hizo una leve pausa y tragó saliva, tras ello prosiguió hablando.
-No existen los Hermanos de Costa, tan solo existen hombres que siguen un estandarte, un ideal...-
Pensó en continuar hablando pero quizás no le interesase a la mujer, así que lo resumió en pocas palabras.
-Nunca te fíes de un pirata que jamás te de la espalda, mujer.-
Pensó en dejar de lado la conversación pero el camino no sería precisamente corto y siempre tenía fuerzas para seguir hablando.
-Vine a ésta isla en busca de una embarcación y avezados aventureros que estén dispuestos a acompañarme hasta el rincón más recóndito del mar, sin embargo aún no tengo ni lo primero ni lo segundo...-
Después de haber dicho todas aquellas frases sin un orden aparente entre ellas decidió que debía de preguntarle algo sobre ella.
-¿Cómo puede ser que estés escapando de la marina sin ningún arma encima?-
Kaworu llevaba una katana que era visible en su espalda ahora que la mujer podía verla con claridad.
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El camino iba a ser largo parecía, pues el bosque se extendía ante nosotros mientras intentábamos llegar al pueblo. A pesar de todo, mi compañero me contó su crimen y la verdad no pude decir nada, pues no me interesaba del todo su historia, a pesar de que me levantara cierta curiosidad que intentaba tapar bajo un rostro de indiferencia mientras caminaba hacia adelante con mi cetro.
Mire mi brújula tal y como me pidió, y la aguja mantenía su posición, eso era buena señal según mi acompañante , así que nada debía temer de volver a perderme, creo.
-¿Y que posees? ¿Una baratija robada? ¿ un arma? ¿Un barco pequeño?- Dije con tono calmado mientras seguía caminando con la vista la frente- Los ideales mueven el mundo ciertamente, pero en el momento que esos ideales cortan mi libertad, no dudo en pasarlos a cuchillo....-Trago saliva- La libertad es un bien necesario, y a veces, los hombres lo corrompen...sean marines...ciudadanos...o padres...- Esta última palabra se me ahogó y apenas pudo ser escuchada.
Al poco rato seguí hablando.
-Se de quién fiarme y de quién no, por ello viajo contigo.
Tras esto escuché su versión de su sueño y sus necesidades, y la verdad, me despertó cierta congoja, pues aquel hombre debía ser otro de los nuevos capitanes que buscaban criminales para sembrar el caos en el mundo, pero con un código moral que me gustaba. Una vez dicho esto, me preguntó porque no llevaba armas encima si estaba escapando de la marina.
-Siempre he sabido defenderme con mi labia, en caso de que esta me falle, mis puños y mi cetro se encargan de aplastar cualquier resquicio de ofensa contra mi-Dije enseñándole mi cetro dorado, el cual usaba como apoyo para caminar.
-Se defenderme, mas solo cuando es necesario.
Continué caminando por aquel bosque junto a mi compañero y a pesar de todo no pude evitar preguntar.
-Así que eres un capitán ¿No? Y con principios, me sorprende hoy en día encontrarme esto en el mundo.
Mire mi brújula tal y como me pidió, y la aguja mantenía su posición, eso era buena señal según mi acompañante , así que nada debía temer de volver a perderme, creo.
-¿Y que posees? ¿Una baratija robada? ¿ un arma? ¿Un barco pequeño?- Dije con tono calmado mientras seguía caminando con la vista la frente- Los ideales mueven el mundo ciertamente, pero en el momento que esos ideales cortan mi libertad, no dudo en pasarlos a cuchillo....-Trago saliva- La libertad es un bien necesario, y a veces, los hombres lo corrompen...sean marines...ciudadanos...o padres...- Esta última palabra se me ahogó y apenas pudo ser escuchada.
Al poco rato seguí hablando.
-Se de quién fiarme y de quién no, por ello viajo contigo.
Tras esto escuché su versión de su sueño y sus necesidades, y la verdad, me despertó cierta congoja, pues aquel hombre debía ser otro de los nuevos capitanes que buscaban criminales para sembrar el caos en el mundo, pero con un código moral que me gustaba. Una vez dicho esto, me preguntó porque no llevaba armas encima si estaba escapando de la marina.
-Siempre he sabido defenderme con mi labia, en caso de que esta me falle, mis puños y mi cetro se encargan de aplastar cualquier resquicio de ofensa contra mi-Dije enseñándole mi cetro dorado, el cual usaba como apoyo para caminar.
-Se defenderme, mas solo cuando es necesario.
Continué caminando por aquel bosque junto a mi compañero y a pesar de todo no pude evitar preguntar.
-Así que eres un capitán ¿No? Y con principios, me sorprende hoy en día encontrarme esto en el mundo.
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Akuma no mi
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Sonrió ante las palabras halagadoras de su acompañante pero tuvo que pasar de ciertas palabras que utilizó para referirse a información que ella desconocía.
-Una akuma no mi.-
Respondió.
-Los piratas se enfrentaron entre ellos por una akuma no mi, se mataron entre sí, la vi como una fruta normal, estaba muerto de hambre y me la comí.-
No dio demasiados detalles pero supuso que éso tan solo haría que la historia resultase aburrida, en mitad del camino se detuvo en seco, se dio la vuelta y fijó su mirada en la ajena.
-Te dejaré algo claro, te juro por mi nombre Kaworu L. Nagisa y el nombre de mi madre que no mencionaré que no hay nada más que odie en éste mundo que a los piratas.-
Dijo con una increíble seriedad y rectitud que a menudo no solía mostrar.
-Si estoy en el mar es porque no apoyo la justicia de los marines, me encanta la libertad y estoy dispuesto a matar por ella, pasaré por mi espada a todo aquel que vea arrasando ciudades, violando mujeres o arrastrando a los niños a la guerra.-
Mantuvo el silencio durante escasos segundos, parecía que buscaba unas nuevas palabras en su interior, lo que encontró fue una forma resumida de que ella comprendiese su situación.
-Ésa es mi historia, nací en ésa clase de aldea, mi padre fue Legan Legim, el rey de los piratas y no vi ningún barco suyo mientras mi madre era...-
Agachó la mirada para dirigirla hacia el suelo, de nuevo se dio la vuelta y continuó caminando por el bosque, por el giro se había equivocado un poco de dirección.
-Hecho todo por piratas.-
Finalizó continuando su camino en línea recta.
-Una akuma no mi.-
Respondió.
-Los piratas se enfrentaron entre ellos por una akuma no mi, se mataron entre sí, la vi como una fruta normal, estaba muerto de hambre y me la comí.-
No dio demasiados detalles pero supuso que éso tan solo haría que la historia resultase aburrida, en mitad del camino se detuvo en seco, se dio la vuelta y fijó su mirada en la ajena.
-Te dejaré algo claro, te juro por mi nombre Kaworu L. Nagisa y el nombre de mi madre que no mencionaré que no hay nada más que odie en éste mundo que a los piratas.-
Dijo con una increíble seriedad y rectitud que a menudo no solía mostrar.
-Si estoy en el mar es porque no apoyo la justicia de los marines, me encanta la libertad y estoy dispuesto a matar por ella, pasaré por mi espada a todo aquel que vea arrasando ciudades, violando mujeres o arrastrando a los niños a la guerra.-
Mantuvo el silencio durante escasos segundos, parecía que buscaba unas nuevas palabras en su interior, lo que encontró fue una forma resumida de que ella comprendiese su situación.
-Ésa es mi historia, nací en ésa clase de aldea, mi padre fue Legan Legim, el rey de los piratas y no vi ningún barco suyo mientras mi madre era...-
Agachó la mirada para dirigirla hacia el suelo, de nuevo se dio la vuelta y continuó caminando por el bosque, por el giro se había equivocado un poco de dirección.
-Hecho todo por piratas.-
Finalizó continuando su camino en línea recta.
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Así que era eso, una akuma no mi. Había oído poco sobre esas milagrosas frutas que comunmente las asocian al diablo. La verdad es que no me extrañaban las palabras de mi compañero, que se hacía llamar Kaworu, sobre la lucha entre hombres por esas frutas, pues tenía entendido, que estaban muy solicitadas la verdad.
Sin embargo Kaworu se había mostrado algo molesto la haberlo confundido con un pirata, sien embargo ¿no lo era? Ciertamente sus ideales figuraban más en la mentalidad de un revolucionario, pero era algo que no le di demasiada importancia de momento.
-Si te sirve de consuelo, yo mataría a todo hombre que osara a tocar a una mujer...-Dije seria- Parece que tenemos ciertos puntos en común.
A pesar de la simpatía que me pudiera msotrar congeniar con alguna de sus ideas, aquel hombre me parecía un reflejo de mi, hasta que dijo que el Rey de los Piratas, Legam Legim era su padre.¿Estaría mintiendo? ¿Porque lo haría?, no tenía respuestas.
-¿Que...has dicho?- Mi tez se volvió más blanca de lo normal y mis ojos se tornaos con gesto de sorpresa. Mi madre, me había hablado de pequeña de ese demonio y del legado que había dejado atrás, no con pocas muertes a su espalda y destrucción. ¿Y aquel era su hijo? No sabía si creérmelo o no, pero su seriedad hacía que mis dudas se disiparan, como lágrimas en la lluvia.
¿Como alguien podía renegar de la piratería, llevando la sangre de uno de sus mayores tiranos? Estaba confusa, y francamente ya solo deseaba poder llegar al pueblo con Kaworu, con el cual empecé a ver a una amistad, pues no era igual que el resto del os hombres.
-Disculpa si mis palabras pudieron ofenderte, y considérate afortunado de escuchar mis disculpas, no lo hago y menos ante hombres normalmente.- Dije caminando pensativa con mirada al frente, ante todo mantenía mi orgullo.
Sin embargo Kaworu se había mostrado algo molesto la haberlo confundido con un pirata, sien embargo ¿no lo era? Ciertamente sus ideales figuraban más en la mentalidad de un revolucionario, pero era algo que no le di demasiada importancia de momento.
-Si te sirve de consuelo, yo mataría a todo hombre que osara a tocar a una mujer...-Dije seria- Parece que tenemos ciertos puntos en común.
A pesar de la simpatía que me pudiera msotrar congeniar con alguna de sus ideas, aquel hombre me parecía un reflejo de mi, hasta que dijo que el Rey de los Piratas, Legam Legim era su padre.¿Estaría mintiendo? ¿Porque lo haría?, no tenía respuestas.
-¿Que...has dicho?- Mi tez se volvió más blanca de lo normal y mis ojos se tornaos con gesto de sorpresa. Mi madre, me había hablado de pequeña de ese demonio y del legado que había dejado atrás, no con pocas muertes a su espalda y destrucción. ¿Y aquel era su hijo? No sabía si creérmelo o no, pero su seriedad hacía que mis dudas se disiparan, como lágrimas en la lluvia.
¿Como alguien podía renegar de la piratería, llevando la sangre de uno de sus mayores tiranos? Estaba confusa, y francamente ya solo deseaba poder llegar al pueblo con Kaworu, con el cual empecé a ver a una amistad, pues no era igual que el resto del os hombres.
-Disculpa si mis palabras pudieron ofenderte, y considérate afortunado de escuchar mis disculpas, no lo hago y menos ante hombres normalmente.- Dije caminando pensativa con mirada al frente, ante todo mantenía mi orgullo.
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Suspiró de nuevo con levedad, odiaba a su padre más que a nada ni a nadie en aquel mundo y le daba igual mostrarlo públicamente.
-Mi padre es Legan Legim, tomó a mi madre y ella lo recibió con gusto, se marchó dejándome como uno de sus descendientes y con una situación precaria. Nunca he conocido a mi padre, tengo un hermano mayor por lo que la situación se repetía una y otra vez... Volvía del mar, fornicaba y volvía a saquear ciudades. Después de engendrarme no lo volví a ver, no estuvo en mi parto y tampoco estuvo para proteger a mi madre cuando llegaron los piratas...-
En su voz se notaba el odio, un odio que le hacía levantarse cada mañana y continuar sus aventuras con fortaleza, quizás fue su padre el motivo que lo llevó a la piratería pero no el de viajar aunque todo lo que hacía como pirata libertador estaba hecho a partir del odio que sentía hacia él, de forma directa o indirecta la situación lo había criado así.
-Me embarqué en el mar como pirata para matarlo, no dejaré que otra persona le arrebate la vida.-
Finalizó y posó un pie en el último árbol dando por finalizado el bosque, habían llegado a la aldea un poco desviados pero lo habían conseguido.
-No te preocupes, he visto de lo que son capaces los hombres con una mujer.-
Le quitó importancia a sus palabras y se detuvo en seco una vez llegado allí, le encantaba la imagen de una ciudad costera en el atardecer, muchos hombres cargando pesadas cajas de material, las mujeres haciendo vida por sus calles, las gaviotas recorriendo los cielos sin miedo, algunas con pescados robados a los marineros que no dejaban de gritarles, el olor a mar, el olor a playa, el olor a... Costa, era como la aldea en la que se había criado antes de que sucediese la desgracia.
-Aquí está la aldea.-
Dijo sin dejar de prestar atención a cada detalle, podría pasarse la eternidad mirando aquello y sus grandes escarabajos cargando la mercancía de los mercaderes, aquel era el rasgo de aquella isla.
-Mi padre es Legan Legim, tomó a mi madre y ella lo recibió con gusto, se marchó dejándome como uno de sus descendientes y con una situación precaria. Nunca he conocido a mi padre, tengo un hermano mayor por lo que la situación se repetía una y otra vez... Volvía del mar, fornicaba y volvía a saquear ciudades. Después de engendrarme no lo volví a ver, no estuvo en mi parto y tampoco estuvo para proteger a mi madre cuando llegaron los piratas...-
En su voz se notaba el odio, un odio que le hacía levantarse cada mañana y continuar sus aventuras con fortaleza, quizás fue su padre el motivo que lo llevó a la piratería pero no el de viajar aunque todo lo que hacía como pirata libertador estaba hecho a partir del odio que sentía hacia él, de forma directa o indirecta la situación lo había criado así.
-Me embarqué en el mar como pirata para matarlo, no dejaré que otra persona le arrebate la vida.-
Finalizó y posó un pie en el último árbol dando por finalizado el bosque, habían llegado a la aldea un poco desviados pero lo habían conseguido.
-No te preocupes, he visto de lo que son capaces los hombres con una mujer.-
Le quitó importancia a sus palabras y se detuvo en seco una vez llegado allí, le encantaba la imagen de una ciudad costera en el atardecer, muchos hombres cargando pesadas cajas de material, las mujeres haciendo vida por sus calles, las gaviotas recorriendo los cielos sin miedo, algunas con pescados robados a los marineros que no dejaban de gritarles, el olor a mar, el olor a playa, el olor a... Costa, era como la aldea en la que se había criado antes de que sucediese la desgracia.
-Aquí está la aldea.-
Dijo sin dejar de prestar atención a cada detalle, podría pasarse la eternidad mirando aquello y sus grandes escarabajos cargando la mercancía de los mercaderes, aquel era el rasgo de aquella isla.
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Bueno, pues parece ser que este hombre se parecía más a mi de lo que pensaba, pues también odiaba a su padre tanto como yo. La verdad es que mi posición defensiva para con él estaba cambiando a pasos agigantados.
Al poco rato de que la charla acabara, Kaworu divisó la aldea, pues el bosque se había acabado. Al fin habíamos llegado y a la voz de : Vamos? Comencé a entrar en el pueblo.
Parecía un pueblo de lo más curioso, pues había grandes escarabajos en el puerto ayudando a los estibadores. Por otro lado las mujeres hacían sus tareas cotidianas y los bares y tabernas ante el buen tiempo tenían sus terrazas llenas. Me dirigí a la plaza principal, y según caminaba, los hombres se me quedaban mirando. Babeando como era de costumbre, pero esta vez no tenía ganas de que me molestara.
-¿Estás sola preciosa?- Dijo una marinero que me abordó camino a la plaza.
- No , señor, vengo acompañada- Dije señalando a Kaworu mientras seguía caminando para llegar al mercado de la plaza, el cual podía empezar a divisarse. Sin embargo el marinero era un pesado.
-¿Eres forastera no? Puedo ayudarte y guiarte por la ciudad, je je je- Dijo el marino. La verdad ¿que podía haber de malo?.Casi me creería sus palabras si no fuera porque sus ojos al hablarme no miraban a los míos precisamente.
-Ya tengo un acompañante que me guía, gracias igualmente, déjame o no respondo- Dije mientras pasaba por su izquierda. La cara de aquel marino se tornó de enfado total.
-¿Como te atreves a desobedecerme perra?- Dijo el marinero intentando sacar un puñal para ponérmelo en el cuello- ¿No te enseñaron modales ?.
Estaba totalmente tranquila y le hice un gesto a Kaworu con la mano para que no interviniera. Luego respondí al marino.
-Creo que no te enseñaron modales a ti sucia basura- Dije mientras con mi pierna derecha la echaba hacia atrás y le daba una patada en la entrepierna al marino, haciendo que este cayera de rodillas. Comencé a hablarle y apartar el cuhillo con mi cetro.
- Ay hombres...tanta palabrería pero cuando es dar la talla solo hay que daros ahí abajo, deficientes hasta físicamente...y me has despeinado.
Cogí el cetro por el extremo y golpeé la cara de aquel desgraciado de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, luego lo levanté agarrándolo con mi mano por la pechera.
-¿Que se dice?
-Perdón...-Dijo el marino sangrando por la cara-
-Muy bién-Lo solté y con un giro de mi cuerpo le dí una patada circular que lo lanzó contra unas cajas, estas reventaron y el marino quedó tirado en el suelo.
Tras aquel incidente me peiné le cabello nuevamente, ajusté mis brazaletes y miré para Kaworu.
-Así el día a día-Dije mientras caminaba hacia la plaza, en busca de bebida o directamente si a Kaworu se le ocurría algo, le seguiría.
Al poco rato de que la charla acabara, Kaworu divisó la aldea, pues el bosque se había acabado. Al fin habíamos llegado y a la voz de : Vamos? Comencé a entrar en el pueblo.
Parecía un pueblo de lo más curioso, pues había grandes escarabajos en el puerto ayudando a los estibadores. Por otro lado las mujeres hacían sus tareas cotidianas y los bares y tabernas ante el buen tiempo tenían sus terrazas llenas. Me dirigí a la plaza principal, y según caminaba, los hombres se me quedaban mirando. Babeando como era de costumbre, pero esta vez no tenía ganas de que me molestara.
-¿Estás sola preciosa?- Dijo una marinero que me abordó camino a la plaza.
- No , señor, vengo acompañada- Dije señalando a Kaworu mientras seguía caminando para llegar al mercado de la plaza, el cual podía empezar a divisarse. Sin embargo el marinero era un pesado.
-¿Eres forastera no? Puedo ayudarte y guiarte por la ciudad, je je je- Dijo el marino. La verdad ¿que podía haber de malo?.Casi me creería sus palabras si no fuera porque sus ojos al hablarme no miraban a los míos precisamente.
-Ya tengo un acompañante que me guía, gracias igualmente, déjame o no respondo- Dije mientras pasaba por su izquierda. La cara de aquel marino se tornó de enfado total.
-¿Como te atreves a desobedecerme perra?- Dijo el marinero intentando sacar un puñal para ponérmelo en el cuello- ¿No te enseñaron modales ?.
Estaba totalmente tranquila y le hice un gesto a Kaworu con la mano para que no interviniera. Luego respondí al marino.
-Creo que no te enseñaron modales a ti sucia basura- Dije mientras con mi pierna derecha la echaba hacia atrás y le daba una patada en la entrepierna al marino, haciendo que este cayera de rodillas. Comencé a hablarle y apartar el cuhillo con mi cetro.
- Ay hombres...tanta palabrería pero cuando es dar la talla solo hay que daros ahí abajo, deficientes hasta físicamente...y me has despeinado.
Cogí el cetro por el extremo y golpeé la cara de aquel desgraciado de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, luego lo levanté agarrándolo con mi mano por la pechera.
-¿Que se dice?
-Perdón...-Dijo el marino sangrando por la cara-
-Muy bién-Lo solté y con un giro de mi cuerpo le dí una patada circular que lo lanzó contra unas cajas, estas reventaron y el marino quedó tirado en el suelo.
Tras aquel incidente me peiné le cabello nuevamente, ajusté mis brazaletes y miré para Kaworu.
-Así el día a día-Dije mientras caminaba hacia la plaza, en busca de bebida o directamente si a Kaworu se le ocurría algo, le seguiría.
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Aquella zona pacífica se mostraba ante mis ojos. Mi compañera fue más rápida, avanzó con seguridad hacia el pueblo y yo le seguí el paso; segundos después de haberla perdido de vista. En todos los lugares siempre alguien tenía que cagarla, mala suerte. Contemplé cómo todo un pelotón de hombres dirigió la mirada hacia la joven.
- Animales.
Les dije en voz baja y continué el trayecto con más rapidez hasta aproximarme a ella. En cuanto el hombre dijo sus primeras palabras yo ya estaba tras ella.
- Soy su...
La joven respondió por si misma, por las siguientes acciones deduje que tenía un carácter fuerte.
- No deseo ser el marinero ahora.
Admití a la vez que silbé con gracia, todo tras ver el fuerte golpe que recibió en sus testículos. El comentario de la chica me hizo erizarme con incomodidad.
- Ahí tienes razón...
Llevé la mano derecha hacia mi zona testicular y la palpé con suavidad.
- Me ha dolido hasta a mí de solo verlo.
Admití con cierto toque de humor y algo captó mi atención. Aquel marinero tenía amigos, más de lo que podría haberme imaginado. Seis hombres tomaron garrotes y cuchillos para avanzar peligrosamente hacia la muchacha, ninguno parecía tener verdadera experiencia militar.
- No te manches las manos con éstos puercos.
Le indiqué avanzando hacia ellos sin ningún tipo de temor, llevé mi mano izquierda hacia la katana y la desenvainé con lentitud; un extraño brillo surgió de la misma.
- ¿Algún sucio marinero dispuesto a probar acero del bueno?
Dirigí la mirada de uno a otro hombre, sin titubear. Los más cobardes en seguida retrocedieron, no temían a la herramienta de combate de la mujer, pero sí a la hoja. Uno de ellos avanzó hacia el frente, por sus rasgos similares al derrotado pensé que sería su hermano.
- ¿Crees que te temo, sucio forastero?
Dijo sosteniendo en alto su largo garrote.
- Deberías, si valoras tu vida.
Respondí fijando ahora mi mirada en la ajena. El enemigo dudó en si atacar o no, sus hombres le alababan como gorilas, él era más sensato y pensó que podría intimidar a Kaworu. Cerró los ojos, y atacó con los ojos cerrados; tenía miedo.
- Mala suerte.
Dije mostrando una confiada sonrisa, con rapidez golpeé el garrote con el lateral de la katana y lo desarmé con facilidad.
- Patético... Me da asco matarte.
Finalicé realizando un rajo rápido y preciso, lo suficiente como para cortar el botón de su pantalón sin dañarlo; sus pantalones cedieron y lo dejaron desnudo frente a una multitud.
Enfundé el arma con lentitud, los hombres huyeron despavoridos al ver caer su líder; él corrió tras ellos dejando a su hermano con los pantalones.
- Ésos idiotas no reconocen la habilidad, se piensan que tú con tu arma no los podrías matar.
Me expliqué y continué caminando hacia la taberna, me detuve antes de entrar, me di la vuelta y la miré.
- Es una taberna posada, habrá hombres borrachos, sin duda. ¿Quieres que busquemos otro modo?
Pregunté con cierta preocupación.
- Animales.
Les dije en voz baja y continué el trayecto con más rapidez hasta aproximarme a ella. En cuanto el hombre dijo sus primeras palabras yo ya estaba tras ella.
- Soy su...
La joven respondió por si misma, por las siguientes acciones deduje que tenía un carácter fuerte.
- No deseo ser el marinero ahora.
Admití a la vez que silbé con gracia, todo tras ver el fuerte golpe que recibió en sus testículos. El comentario de la chica me hizo erizarme con incomodidad.
- Ahí tienes razón...
Llevé la mano derecha hacia mi zona testicular y la palpé con suavidad.
- Me ha dolido hasta a mí de solo verlo.
Admití con cierto toque de humor y algo captó mi atención. Aquel marinero tenía amigos, más de lo que podría haberme imaginado. Seis hombres tomaron garrotes y cuchillos para avanzar peligrosamente hacia la muchacha, ninguno parecía tener verdadera experiencia militar.
- No te manches las manos con éstos puercos.
Le indiqué avanzando hacia ellos sin ningún tipo de temor, llevé mi mano izquierda hacia la katana y la desenvainé con lentitud; un extraño brillo surgió de la misma.
- ¿Algún sucio marinero dispuesto a probar acero del bueno?
Dirigí la mirada de uno a otro hombre, sin titubear. Los más cobardes en seguida retrocedieron, no temían a la herramienta de combate de la mujer, pero sí a la hoja. Uno de ellos avanzó hacia el frente, por sus rasgos similares al derrotado pensé que sería su hermano.
- ¿Crees que te temo, sucio forastero?
Dijo sosteniendo en alto su largo garrote.
- Deberías, si valoras tu vida.
Respondí fijando ahora mi mirada en la ajena. El enemigo dudó en si atacar o no, sus hombres le alababan como gorilas, él era más sensato y pensó que podría intimidar a Kaworu. Cerró los ojos, y atacó con los ojos cerrados; tenía miedo.
- Mala suerte.
Dije mostrando una confiada sonrisa, con rapidez golpeé el garrote con el lateral de la katana y lo desarmé con facilidad.
- Patético... Me da asco matarte.
Finalicé realizando un rajo rápido y preciso, lo suficiente como para cortar el botón de su pantalón sin dañarlo; sus pantalones cedieron y lo dejaron desnudo frente a una multitud.
Enfundé el arma con lentitud, los hombres huyeron despavoridos al ver caer su líder; él corrió tras ellos dejando a su hermano con los pantalones.
- Ésos idiotas no reconocen la habilidad, se piensan que tú con tu arma no los podrías matar.
Me expliqué y continué caminando hacia la taberna, me detuve antes de entrar, me di la vuelta y la miré.
- Es una taberna posada, habrá hombres borrachos, sin duda. ¿Quieres que busquemos otro modo?
Pregunté con cierta preocupación.
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Parecía que mi compañero me había alegrado el día, y la verdad, mi odio hacia él había desaparecido completamente. A pesar de todo, no me fiaba de los hombres, pero con él de momento me estaba llevando hasta bien.
Tras el espectáculo ofrecido por mi compañero ante los 6 maleantes y su lider, solo pude esbozar una leve sonrisa de aprobación. No había cosa que más me complaciera que ver a hombres humillados, a pesar de que estos fueran humillados por otro hombre.
"Vaya vaya, parece que el día al final ha sido exitoso" Pensaba para mi, y de hecho, esperaba que la fiesta no acabara ahí si eran otros idiotas los que vinieran a molestar.
Tras el combate de Kaworu, escuché su frase sobre la habilidad, a la cual le respodí:
- Cierto lo piensan, pero si hubiera querido matarlos, lo hubiera hecho, sin embargo me gusta más verlos llorar- Río levemente para después dirigirme a la taberna-posada que Kaworu había encontrado.
-Tranquilo, entremos, necesito beber algo fresco y esta taberna me parece apropiada, y en caso de que nos molesten, podremos divertirnos más ¿no crees?- Dije entrando a la taberna y tomando la primera mesa que vi vacía para dos.
Hice un gesto de atención al camarero, el cual nada más verme vino corriendo a servirme.
-¿En que le puedo ayudar señorita?-Dijo el tabernero.
-Por favor, estoy muy cansada y he caminado desde hace varios días por el bosque, ¿podría traerme una copita de champán para mi y para mi compañero lo que guste?-Dije sonriente mientras me abanicaba con mi mano mi pecho, simulando calor. El tabernero con la baba en la boca salió corriendo a servirnos. Yo reí levemente y le dije a Kaworu.
-Igual hasta conseguimos beber gratis.-Dije mirando para el tabernero mientras reía levemente-
-Por cierto, me llamo Priscila, un placer.
Tras el espectáculo ofrecido por mi compañero ante los 6 maleantes y su lider, solo pude esbozar una leve sonrisa de aprobación. No había cosa que más me complaciera que ver a hombres humillados, a pesar de que estos fueran humillados por otro hombre.
"Vaya vaya, parece que el día al final ha sido exitoso" Pensaba para mi, y de hecho, esperaba que la fiesta no acabara ahí si eran otros idiotas los que vinieran a molestar.
Tras el combate de Kaworu, escuché su frase sobre la habilidad, a la cual le respodí:
- Cierto lo piensan, pero si hubiera querido matarlos, lo hubiera hecho, sin embargo me gusta más verlos llorar- Río levemente para después dirigirme a la taberna-posada que Kaworu había encontrado.
-Tranquilo, entremos, necesito beber algo fresco y esta taberna me parece apropiada, y en caso de que nos molesten, podremos divertirnos más ¿no crees?- Dije entrando a la taberna y tomando la primera mesa que vi vacía para dos.
Hice un gesto de atención al camarero, el cual nada más verme vino corriendo a servirme.
-¿En que le puedo ayudar señorita?-Dijo el tabernero.
-Por favor, estoy muy cansada y he caminado desde hace varios días por el bosque, ¿podría traerme una copita de champán para mi y para mi compañero lo que guste?-Dije sonriente mientras me abanicaba con mi mano mi pecho, simulando calor. El tabernero con la baba en la boca salió corriendo a servirnos. Yo reí levemente y le dije a Kaworu.
-Igual hasta conseguimos beber gratis.-Dije mirando para el tabernero mientras reía levemente-
-Por cierto, me llamo Priscila, un placer.
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