Alex Thawne
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Con esfuerzo, Alex consiguió atracar por fin el Leviatán en puerto. Niho Rei, el pequeño dinosaurio lanza, correteaba de un lado para otro, nervioso. El pirata, contento por haber llegado por fin a su primera isla, bajó por fin del barco seguido por el pequeño dinosaurio. La ciudad de Orange se extendía frente a él. ¡Por fin! Fue entonces cuando un hombre se acercó a él. Era mayor y gordo, y tenía un loro al hombro.
- Eh, tú. ¿Eres un pirata? -fruncía el ceño.
- Claro. ¿No ves la bandera?
- Sí, por eso te pregunto... Escucha, esta ciudad ha tenido problemas con piratas en el pasado. Muchos. Y si bien no juzgamos a todo el mundo que entra aquí con una bandera negra, he de advertirte... Estamos preparados por si buscas problemas. ¿Entendido?
Alex asintió, sonriendo. Fue entonces cuando le rugió el estómago. No había comido nada desde que salió de Aluki. ¿Quién fue el iluminado que le mandó marcharse de allí sin provisiones?
- ¿Tienes hambre? Hay un bar cerca de aquí, todo recto. Va, ve a comer algo -dijo, dándole una palmada en la espalda.
El pirata empezó a correr, seguido por el dinosaurio, mientras se le hacía la boca agua. Iba a comer por fin. ¿Y quién sabe? Tal vez encontrase al primer miembro de su tripulación.
- Eh, tú. ¿Eres un pirata? -fruncía el ceño.
- Claro. ¿No ves la bandera?
- Sí, por eso te pregunto... Escucha, esta ciudad ha tenido problemas con piratas en el pasado. Muchos. Y si bien no juzgamos a todo el mundo que entra aquí con una bandera negra, he de advertirte... Estamos preparados por si buscas problemas. ¿Entendido?
Alex asintió, sonriendo. Fue entonces cuando le rugió el estómago. No había comido nada desde que salió de Aluki. ¿Quién fue el iluminado que le mandó marcharse de allí sin provisiones?
- ¿Tienes hambre? Hay un bar cerca de aquí, todo recto. Va, ve a comer algo -dijo, dándole una palmada en la espalda.
El pirata empezó a correr, seguido por el dinosaurio, mientras se le hacía la boca agua. Iba a comer por fin. ¿Y quién sabe? Tal vez encontrase al primer miembro de su tripulación.
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- Hmm... Es posible que... No sea por aquí.
Kaleb se pasaba la mano por el mentón mientras observaba el horizonte. Un extenso e infinito mar se mostraba frente a él, desplegándose más allá de donde la vista alcanzaba a ver. Ciertamente, era una estampa realmente bella. El cielo estaba despejado y las aguas en calma, por lo que el oleaje era suave en la costa. El azul cristalino se teñía con el suave blanco de la espuma, mientras que bandadas de gaviotas recorrían los muelles y las zonas cercanas buscando algo que llevarse a la boca o, simplemente, tomarse un respiro tras su largo viaje. Una suave brisa acariciaba el cabello del moreno, cuyos ambarinos orbes se mantenían posados en la línea que separaba cielo y tierra, allá en la lejanía. Sí, muy bonito todo... Tan solo había un minúsculo problema: estaba perdido. ¿Cómo narices había regresado al punto de partida? Su intención era salir del puerto, no adentrarse aún más en él. Suspiró, exasperado.
- ¿Por qué se empeñan en trazar caminos tan tergiversados? No puede ser tan difícil dejar clara la ruta a seguir... ¡Joder! ¡Con la cantidad de turistas que hay bien podrían invertir en facilitarles la vida! -se quejaba, mosqueado, ignorando el cartel que señalaba con una flecha roja el camino hacia Ciudad Orange, justo a su lado.
La gente que pasaba a su alrededor no podía evitar mirarle aunque, ante la expresión malhumorada del pirata, acompañada de gestos producidos por una clara irritación, nadie parecía reunir el valor suficiente como para acercarse hasta él y darle algunas indicaciones. Quizá así fuera mejor, pues de todos modos lo más probable era que de poco o nada sirvieran y terminase, si cabe, aún más perdido. Tras unos minutos más así desistió, cansado de llevar toda la mañana dando vueltas por los muelles sin obtener resultado alguno. Necesitaba tomarse un descanso, y los únicos lugares en los que parecía que iba a poder estar tranquilo eran las embarcaciones atracadas allí. En la mayoría de ellas había alguien vigilando, pues pocas eran las personas en pleno apogeo pirata que dejaban sus preciadas naves desatendidas. Por suerte, no tardó mucho en dar con un barco aparentemente desprotegido. Al menos no parecía haber nadie en cubierta.
- Me recuerda al Gorrión... Parece bastante raudo y ligero -susurró para sí mismo, echando un rápido vistazo antes de saltar al interior-. Así que... Piratas -siguió, observando la bandera que ondeaba en lo alto del mástil-. Eso podría meterme en problemas...
No pudo evitar que sus labios se tornasen en una sonrisa ladina. Si se trataba de una tripulación entera muy probablemente estuvieran metidos en alguna taberna local, ya fuera festejando algo, comiendo o, simplemente, descansando de una larga travesía. No importaba el motivo, tenía claro que, al menos, tardarían un par de horas en regresar. Para entonces quizá ya se hubiera marchado de allí, en vistas de que no era capaz de adentrarse en la isla, con un barco propio, el posible botín que encontrase a bordo y hasta, quizá, un imán de mujeres. Sabía bien que a muchas les atraían los hombres que dirigían sus propios barcos. Aquello solo podía sumar puntos.
- Además... Robar a ladrones es mi especialidad -soltó, orgulloso, caminando por cubierta, justo antes de que se le escapase un sonoro bostezo-. Quizá... Pueda tomarme un descanso antes de zarpar.
Y así fue que, más rápido que despacio, terminó acomodándose cerca de unos barriles que se encontraban al lado de lo que debía ser la despensa. No era el lugar más cómodo del mundo, pero el castillo de popa le aportaba suficiente sombra como para protegerse del Sol, lo que sumado a la brisa marina concluyó con un adormilado Kaleb que, pocos minutos después, estaba dormido como un tronco, despreocupado ante los posibles peligros que pudiera suponerle su temeridad.
Kaleb se pasaba la mano por el mentón mientras observaba el horizonte. Un extenso e infinito mar se mostraba frente a él, desplegándose más allá de donde la vista alcanzaba a ver. Ciertamente, era una estampa realmente bella. El cielo estaba despejado y las aguas en calma, por lo que el oleaje era suave en la costa. El azul cristalino se teñía con el suave blanco de la espuma, mientras que bandadas de gaviotas recorrían los muelles y las zonas cercanas buscando algo que llevarse a la boca o, simplemente, tomarse un respiro tras su largo viaje. Una suave brisa acariciaba el cabello del moreno, cuyos ambarinos orbes se mantenían posados en la línea que separaba cielo y tierra, allá en la lejanía. Sí, muy bonito todo... Tan solo había un minúsculo problema: estaba perdido. ¿Cómo narices había regresado al punto de partida? Su intención era salir del puerto, no adentrarse aún más en él. Suspiró, exasperado.
- ¿Por qué se empeñan en trazar caminos tan tergiversados? No puede ser tan difícil dejar clara la ruta a seguir... ¡Joder! ¡Con la cantidad de turistas que hay bien podrían invertir en facilitarles la vida! -se quejaba, mosqueado, ignorando el cartel que señalaba con una flecha roja el camino hacia Ciudad Orange, justo a su lado.
La gente que pasaba a su alrededor no podía evitar mirarle aunque, ante la expresión malhumorada del pirata, acompañada de gestos producidos por una clara irritación, nadie parecía reunir el valor suficiente como para acercarse hasta él y darle algunas indicaciones. Quizá así fuera mejor, pues de todos modos lo más probable era que de poco o nada sirvieran y terminase, si cabe, aún más perdido. Tras unos minutos más así desistió, cansado de llevar toda la mañana dando vueltas por los muelles sin obtener resultado alguno. Necesitaba tomarse un descanso, y los únicos lugares en los que parecía que iba a poder estar tranquilo eran las embarcaciones atracadas allí. En la mayoría de ellas había alguien vigilando, pues pocas eran las personas en pleno apogeo pirata que dejaban sus preciadas naves desatendidas. Por suerte, no tardó mucho en dar con un barco aparentemente desprotegido. Al menos no parecía haber nadie en cubierta.
- Me recuerda al Gorrión... Parece bastante raudo y ligero -susurró para sí mismo, echando un rápido vistazo antes de saltar al interior-. Así que... Piratas -siguió, observando la bandera que ondeaba en lo alto del mástil-. Eso podría meterme en problemas...
No pudo evitar que sus labios se tornasen en una sonrisa ladina. Si se trataba de una tripulación entera muy probablemente estuvieran metidos en alguna taberna local, ya fuera festejando algo, comiendo o, simplemente, descansando de una larga travesía. No importaba el motivo, tenía claro que, al menos, tardarían un par de horas en regresar. Para entonces quizá ya se hubiera marchado de allí, en vistas de que no era capaz de adentrarse en la isla, con un barco propio, el posible botín que encontrase a bordo y hasta, quizá, un imán de mujeres. Sabía bien que a muchas les atraían los hombres que dirigían sus propios barcos. Aquello solo podía sumar puntos.
- Además... Robar a ladrones es mi especialidad -soltó, orgulloso, caminando por cubierta, justo antes de que se le escapase un sonoro bostezo-. Quizá... Pueda tomarme un descanso antes de zarpar.
Y así fue que, más rápido que despacio, terminó acomodándose cerca de unos barriles que se encontraban al lado de lo que debía ser la despensa. No era el lugar más cómodo del mundo, pero el castillo de popa le aportaba suficiente sombra como para protegerse del Sol, lo que sumado a la brisa marina concluyó con un adormilado Kaleb que, pocos minutos después, estaba dormido como un tronco, despreocupado ante los posibles peligros que pudiera suponerle su temeridad.
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El pirata entró en el primer bar que vio. Era un pequeño restaurante, no muy lujoso pero tampoco muy sucio. Había gente sentadas en las mesas y un hombre tras la barra. Un par de sillas fueron arrastradas debido a que sus dueños se movieron en ellas al ver al pequeño dinosaurio. Alex simplemente sonrió y acarició la cabeza de Niho mientras caminaba hacía una de las mesas vacías. Se sentó en la silla y, junto a él, se sentó el dinosaurio. Fue entonces cuando se acercó a él una muchacha. Seguramente la camarera.
- Disculpa, pero no admitimos... mascotas.
La sonrisa del pirata se borró, convertida en una expresión de disgusto con los mofletes hinchados.
- Pero si no hace nada.
- Lo siento, política del restaurante.
El pirata resopló. Entonces miró a Niho, el cual clavó sus ojos amarillos en la camarera. Soltó un pequeño rugido y, entonces,
se vio rodeado de humo. El dinosaurio se convirtió en una lanza que el pirata cogió antes de que cayera al suelo y la colocó apoyada en la mesa.
- ¿Así mejor?
- Ah... Sí, supongo que sí. ¿Qué va a tomar?
El chico no se cortó al pedir. Un plato de pollo empanado con patatas, seguido de un muslo de jabalí asado con ensalada de guarnición y un enorme pastel de postre. Cuando la abundante comida fue puesta en la mesa, atrajo las miradas de todos los clientes del lugar, tal vez esperando que no se lo podría comer todo él solo. Se equivocaban. Alex arrasó con todo, dejando tras de si solo el hueso del jabalí, que incluso después de terminar el postre siguió mordiendo y royendo la poca carne que quedaba pegada a este. De nuevo, se acercó la camarera a la mesa y dejó una bandeja en esta con un pequeño papel escrito. Se fue.
El chico, extrañado, cogió el papel. Al ver el número escrito sus ojos se abrieron como platos.
"T... ¿Tenía que pagar...?"
Por algún motivo, estaba tan entusiasmado con la comida que había olvidado por completo que no llevaba dinero encima. Además que siempre había comido en el comedor del cuartel de la Guardia de Aluki, donde no tenía que pagar absolutamente nada. ¿Qué demonios iba a hacer ahora? No llevaba nada encima. No le quedaba otra. El camino del pirata. Cogió la lanza y se levantó. Entonces empezó a caminar hacia la salida, disimulando.
- ¡Eh! ¡No has pagado! -gritó la camarera.
Alex se giró para mirarla y, enseguida, se puso a correr hacia la puerta. Sin embargo, chocó de golpe contra el hombre que hasta hace poco estaba tras la barra. Alex cayó al suelo de culo y se abrazó a la lanza, mirando al enorme señor de enorme barriga que lo miraba con su enorme cabeza.
- Nadie se va de mi bar sin pagar.
- N... No tengo dinero... -podía notar todas las miradas clavadas en él.
El cocinero frunció el ceño y se crujió los nudillos.
------------
El cocinero empujó a Alex al interior de la cocina con su lanza. Acto seguido, le tiró encima un sombrero de cocinero y una espatula.
- ¡Vas a trabajar aquí hasta que pagues lo que te has comido! -y se marchó cerrando la puerta.
Alex se levantó y se puso el gorro de cocina, mientras la lanza volvía a tener la forma de Niho. Alex se llevó la mano al mentón, pensando. No tenía ni idea de cocinar y, como lo hiciese, seguramente le cayese bronca, a pesar de que no le iban a pagar. Miró a su alrededor. Todos los ingredientes y la comida estaban allí, además de la caja registradora. Se dio la vuelta y allí había una puerta que llevaba al exterior, a la parte de atrás del restaurante. Se acercó a esta y comprobó que no estaba cerrada y se podía abrir.
"¿En serio me ha dejado aquí con la caja registradora y una vía de escape? ... Lo tomaré como una invitación al robo, entonces."
Y así lo hizo. Cogió una caja y la colocó en una de las mesas que allí había. Empezó a llenarla de víveres. Frutas, trozos de carne, especias y botellas de agua. No tenía cocinero alguno en el barco, pero hasta entonces le tendría que valer. Cuando por fin hubo llenado la caja, y otra más pequeña que había llenado Niho para ayudar, se acercó a la caja registradora, buscando el modo de abrirla. Sin embargo, una voz fuera lo interrumpió.
- ¿Lo has dejado ahí dentro? Habrás cerrado la puerta, imagino.
- ¡Pues claro que la he cerrado, Nana! No soy imbécil.
- No sería la primera vez... Voy a comprobarlo.
No tenía tiempo para abrir la caja. La rodeó con ambos brazos y la levantó, escuchándose el tintineo de las monedas en su interior. Entonces, la colocó en la caja junto al resto de cosas. Cogió la caja a pulso, al igual que el pequeño dinosaurio, y se dirigió a la puerta deprisa. Entró la camarera y lo vio. Alex no pudo evitar sonreir ampliamente justo antes de salir y echarse a correr, seguido por el pequeño dinosaurio, mientras "¡¡Llamad a los marines!!" se escuchaba tras él.
No estaba muy seguro de si lo estaban siguiendo, pero seguía corriendo. La caja pesaba, pero no importaba, no podía permitirse el parar. Llegó por fin hasta puerto y subió a su barco, dejando la caja en el suelo. Respiraba con profundidad, al igual que el pequeño dinosaurio. Miró hacia la ciudad y no vio a nadie, no lo habían seguido... al menos no aún. ¿Quién sabe cuando iban a "llamar a los marines"? Entonces notó un tirón en la ropa. El pequeño dinosaurio le estaba tirando de la camiseta y señalando a una figura que había dormida a la sombra del castillo del barco. Alex frunció el ceño. Colocó la mano en posición y Niho se transformó en lanza, posándose en su mano. Alex se acercó al polizonte durmiente y, con la parte no afilada de la lanza, dio un golpe a su costillar.
- ¡Eh! ¡Este es mi barco!
- Disculpa, pero no admitimos... mascotas.
La sonrisa del pirata se borró, convertida en una expresión de disgusto con los mofletes hinchados.
- Pero si no hace nada.
- Lo siento, política del restaurante.
El pirata resopló. Entonces miró a Niho, el cual clavó sus ojos amarillos en la camarera. Soltó un pequeño rugido y, entonces,
se vio rodeado de humo. El dinosaurio se convirtió en una lanza que el pirata cogió antes de que cayera al suelo y la colocó apoyada en la mesa.
- ¿Así mejor?
- Ah... Sí, supongo que sí. ¿Qué va a tomar?
El chico no se cortó al pedir. Un plato de pollo empanado con patatas, seguido de un muslo de jabalí asado con ensalada de guarnición y un enorme pastel de postre. Cuando la abundante comida fue puesta en la mesa, atrajo las miradas de todos los clientes del lugar, tal vez esperando que no se lo podría comer todo él solo. Se equivocaban. Alex arrasó con todo, dejando tras de si solo el hueso del jabalí, que incluso después de terminar el postre siguió mordiendo y royendo la poca carne que quedaba pegada a este. De nuevo, se acercó la camarera a la mesa y dejó una bandeja en esta con un pequeño papel escrito. Se fue.
El chico, extrañado, cogió el papel. Al ver el número escrito sus ojos se abrieron como platos.
"T... ¿Tenía que pagar...?"
Por algún motivo, estaba tan entusiasmado con la comida que había olvidado por completo que no llevaba dinero encima. Además que siempre había comido en el comedor del cuartel de la Guardia de Aluki, donde no tenía que pagar absolutamente nada. ¿Qué demonios iba a hacer ahora? No llevaba nada encima. No le quedaba otra. El camino del pirata. Cogió la lanza y se levantó. Entonces empezó a caminar hacia la salida, disimulando.
- ¡Eh! ¡No has pagado! -gritó la camarera.
Alex se giró para mirarla y, enseguida, se puso a correr hacia la puerta. Sin embargo, chocó de golpe contra el hombre que hasta hace poco estaba tras la barra. Alex cayó al suelo de culo y se abrazó a la lanza, mirando al enorme señor de enorme barriga que lo miraba con su enorme cabeza.
- Nadie se va de mi bar sin pagar.
- N... No tengo dinero... -podía notar todas las miradas clavadas en él.
El cocinero frunció el ceño y se crujió los nudillos.
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El cocinero empujó a Alex al interior de la cocina con su lanza. Acto seguido, le tiró encima un sombrero de cocinero y una espatula.
- ¡Vas a trabajar aquí hasta que pagues lo que te has comido! -y se marchó cerrando la puerta.
Alex se levantó y se puso el gorro de cocina, mientras la lanza volvía a tener la forma de Niho. Alex se llevó la mano al mentón, pensando. No tenía ni idea de cocinar y, como lo hiciese, seguramente le cayese bronca, a pesar de que no le iban a pagar. Miró a su alrededor. Todos los ingredientes y la comida estaban allí, además de la caja registradora. Se dio la vuelta y allí había una puerta que llevaba al exterior, a la parte de atrás del restaurante. Se acercó a esta y comprobó que no estaba cerrada y se podía abrir.
"¿En serio me ha dejado aquí con la caja registradora y una vía de escape? ... Lo tomaré como una invitación al robo, entonces."
Y así lo hizo. Cogió una caja y la colocó en una de las mesas que allí había. Empezó a llenarla de víveres. Frutas, trozos de carne, especias y botellas de agua. No tenía cocinero alguno en el barco, pero hasta entonces le tendría que valer. Cuando por fin hubo llenado la caja, y otra más pequeña que había llenado Niho para ayudar, se acercó a la caja registradora, buscando el modo de abrirla. Sin embargo, una voz fuera lo interrumpió.
- ¿Lo has dejado ahí dentro? Habrás cerrado la puerta, imagino.
- ¡Pues claro que la he cerrado, Nana! No soy imbécil.
- No sería la primera vez... Voy a comprobarlo.
No tenía tiempo para abrir la caja. La rodeó con ambos brazos y la levantó, escuchándose el tintineo de las monedas en su interior. Entonces, la colocó en la caja junto al resto de cosas. Cogió la caja a pulso, al igual que el pequeño dinosaurio, y se dirigió a la puerta deprisa. Entró la camarera y lo vio. Alex no pudo evitar sonreir ampliamente justo antes de salir y echarse a correr, seguido por el pequeño dinosaurio, mientras "¡¡Llamad a los marines!!" se escuchaba tras él.
No estaba muy seguro de si lo estaban siguiendo, pero seguía corriendo. La caja pesaba, pero no importaba, no podía permitirse el parar. Llegó por fin hasta puerto y subió a su barco, dejando la caja en el suelo. Respiraba con profundidad, al igual que el pequeño dinosaurio. Miró hacia la ciudad y no vio a nadie, no lo habían seguido... al menos no aún. ¿Quién sabe cuando iban a "llamar a los marines"? Entonces notó un tirón en la ropa. El pequeño dinosaurio le estaba tirando de la camiseta y señalando a una figura que había dormida a la sombra del castillo del barco. Alex frunció el ceño. Colocó la mano en posición y Niho se transformó en lanza, posándose en su mano. Alex se acercó al polizonte durmiente y, con la parte no afilada de la lanza, dio un golpe a su costillar.
- ¡Eh! ¡Este es mi barco!
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Kaleb había caído como un tronco en cubierta. El sitio que había escogido era estúpidamente incómodo, teniendo en cuenta que bien podría haberse ido a un camarote, pero por extraño que pudiera parecer se sentía en el paraíso. La brisa acariciaba su piel con suavidad mientras que las gaviotas y las olas se encargaban del sonido ambiental, favoreciendo aún más el sueño del pirata, quien sonreía de forma un tanto inquietante. Para variar, sueños de grandeza habían invadido su subconsciente y, ahora, se encontraba sentado en un trono de oro, justo en el punto más alto de una gigantesca montaña de tesoros de un valor incalculable. Piratas de todo el mundo le mostraban sus respetos y ofrecían sus botines como tributo, todo esto mientras que el Rey de los Ladrones era atendido por todo un harem de preciosas mujeres.
- Amo Kaleb -susurraban en tonos dulces, cálidos y cariñosos, siempre muy cerca de él y, cómo no, bastante ligeras de ropa-. Amo Kaleb... -seguían.
El mundo estaba a sus pies. Todo aquello que quisiera poseer podía ser suyo con un simple chasquido de sus dedos o unas pocas palabras salidas de su boca. Realmente había alcanzado la cúspide. Era el hombre al que pertenecía todo lo habido y por haber. Era el Rey entre los criminales más famosos.
- Amo Kaleb -inquirió una de sus sirvientas, de repente, sentada sobre él.
- ¿Sí, preciosa? -preguntó él, casi desnudándola con la mirada.
- Amo Kaleb... Este no es su barco.
- ¿Eh?
De repente, todo el oro, las joyas y las mujeres se desvanecieron a excepción de la mujer, que aún seguía hablando con él. Su fino y delicado dedo se posó sobre el torso del moreno, justo a la altura del costado derecho y, de repente, empezó a darle molestos golpecitos con el mismo al son de:
- Este no es su barco. Este no es su barco. Este no es su...
Y despertó. La bella mujer de cabellos escarlata había sido sustituida por un muchacho que se erguía frente a él, portando una extraña lanza en sus manos, bastante interesado aparentemente en perturbar su descanso y, más importante aún, joderle su fantasioso sueño. Dejó que se le escapara un bostezo que duró varios segundos, casi no dándole importancia al hecho de que acababa de toparse con uno de los tripulantes de la nave. Se irguió con calma, echando un rápido vistazo por cubierta en el proceso. No parecía haber nadie más, así que pudo enfocar su atención en el cortarrollos. En un principio no parecía gran cosa, un tío que debía de rondar su edad, o eso dedujo a raíz de su apariencia. Vestía de forma un tanto extravagante, aunque él no era nadie para juzgar por ello a los demás, pues él mismo era el primero en vestir prendas fuera de lo habitual. Sin embargo, una vez volvió en sí y pudo analizar lo que le había dicho, Kaleb soltó una breve carcajada cargada de incredulidad.
- ¿Me estás diciendo que tú eres el capitán de este barco? ¿Que eres un pirata? -sus labios formaron una sonrisa aún más amplia- Bueno, si lo que dices es cierto o no, poco o nada importa actualmente pues, como podrás apreciar, este es mi barco ahora.
Apartó tranquilamente la lanza del contrario con la mano, restándole importancia al hecho de que fuera armado. Estaba bastante seguro de que no le costaría demasiado deshacerse de él si la situación lo requería, pero prefería poder disuadirle y echarle sin armar mucho ruido. De este modo podría volver a dormirse antes y, con algo de suerte, retomar ese sueño tan agradable del que estaba disfrutando momentos antes.
- En fin, si quieres un barco será mejor que vayas a buscarte otro. Venga, fuera -prosiguió, haciendo gestos con la mano para que se largara, casi sin darle importancia alguna. Sin embargo, lo cierto es que su mano libre descansaba sobre la empuñadura de Ebony, por si las cosas se complicaban.
- Amo Kaleb -susurraban en tonos dulces, cálidos y cariñosos, siempre muy cerca de él y, cómo no, bastante ligeras de ropa-. Amo Kaleb... -seguían.
El mundo estaba a sus pies. Todo aquello que quisiera poseer podía ser suyo con un simple chasquido de sus dedos o unas pocas palabras salidas de su boca. Realmente había alcanzado la cúspide. Era el hombre al que pertenecía todo lo habido y por haber. Era el Rey entre los criminales más famosos.
- Amo Kaleb -inquirió una de sus sirvientas, de repente, sentada sobre él.
- ¿Sí, preciosa? -preguntó él, casi desnudándola con la mirada.
- Amo Kaleb... Este no es su barco.
- ¿Eh?
De repente, todo el oro, las joyas y las mujeres se desvanecieron a excepción de la mujer, que aún seguía hablando con él. Su fino y delicado dedo se posó sobre el torso del moreno, justo a la altura del costado derecho y, de repente, empezó a darle molestos golpecitos con el mismo al son de:
- Este no es su barco. Este no es su barco. Este no es su...
Y despertó. La bella mujer de cabellos escarlata había sido sustituida por un muchacho que se erguía frente a él, portando una extraña lanza en sus manos, bastante interesado aparentemente en perturbar su descanso y, más importante aún, joderle su fantasioso sueño. Dejó que se le escapara un bostezo que duró varios segundos, casi no dándole importancia al hecho de que acababa de toparse con uno de los tripulantes de la nave. Se irguió con calma, echando un rápido vistazo por cubierta en el proceso. No parecía haber nadie más, así que pudo enfocar su atención en el cortarrollos. En un principio no parecía gran cosa, un tío que debía de rondar su edad, o eso dedujo a raíz de su apariencia. Vestía de forma un tanto extravagante, aunque él no era nadie para juzgar por ello a los demás, pues él mismo era el primero en vestir prendas fuera de lo habitual. Sin embargo, una vez volvió en sí y pudo analizar lo que le había dicho, Kaleb soltó una breve carcajada cargada de incredulidad.
- ¿Me estás diciendo que tú eres el capitán de este barco? ¿Que eres un pirata? -sus labios formaron una sonrisa aún más amplia- Bueno, si lo que dices es cierto o no, poco o nada importa actualmente pues, como podrás apreciar, este es mi barco ahora.
Apartó tranquilamente la lanza del contrario con la mano, restándole importancia al hecho de que fuera armado. Estaba bastante seguro de que no le costaría demasiado deshacerse de él si la situación lo requería, pero prefería poder disuadirle y echarle sin armar mucho ruido. De este modo podría volver a dormirse antes y, con algo de suerte, retomar ese sueño tan agradable del que estaba disfrutando momentos antes.
- En fin, si quieres un barco será mejor que vayas a buscarte otro. Venga, fuera -prosiguió, haciendo gestos con la mano para que se largara, casi sin darle importancia alguna. Sin embargo, lo cierto es que su mano libre descansaba sobre la empuñadura de Ebony, por si las cosas se complicaban.
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El rostro de Alex se mantuvo impasible mientras el polizonte hablaba. ¿En serio había llegado hasta allí para que un extraño le robase el barco? Ni hablar. Se lo había dado su padre el gran pirata y lo iba a mantener. Mientras el polizonte decía que el pirata debería marcharse y buscarse otro barco, Alex ya se había olvidado por completo de que ahora mismo seguramente lo estarían buscando. Cada segundo que pasaba, estaba más cerca de ser atrapado por las autoridades. Pero Alex no pensaba en ello. Sin embargo, en lo que si que pensaba era en el polizonte.
Tal vez era alguien que necesitaba una forma de viajar. Tal vez era el candidato perfecto para ser su primer tripulante, sin embargo... Ese pensamiento dejó su cabeza enseguida cuando el polizonte decidió volver a intentar echarlo de su barco. Alex apartó la lanza y se dio la vuelta, caminando hasta la caja aún con el rostro impasible. Entonces, cogió la caja registradora que había robado y se dio la vuelta de golpe, lanzándola hacia su cabeza. Si, aquello debería hacer que estuviese más despierto.
Hecho aquello, dio un paso atrás y se colocó en posición de combate con la lanza, cuando por fin su rostro cambió a una sonrisa. Saliese como saliese aquel día, se iba a divertir.
- Si quieres el barco haz como yo en su día. Lucha por él.
Justo en ese momento, mientras dos piratas parecían querer resolver sus diferencias al viejo estilo pirata, un hombre y una mujer entraban en el cuartel marine de la isla, del cual no tardaron en salir unos cuantos reclutas dispuestos a buscar al ladrón por el lugar. Tarde o temprano alguien le diría que había un barco pirata en el puerto y, para entonces, muy seguramente el pirata aún no se haya marchado.
Tal vez era alguien que necesitaba una forma de viajar. Tal vez era el candidato perfecto para ser su primer tripulante, sin embargo... Ese pensamiento dejó su cabeza enseguida cuando el polizonte decidió volver a intentar echarlo de su barco. Alex apartó la lanza y se dio la vuelta, caminando hasta la caja aún con el rostro impasible. Entonces, cogió la caja registradora que había robado y se dio la vuelta de golpe, lanzándola hacia su cabeza. Si, aquello debería hacer que estuviese más despierto.
Hecho aquello, dio un paso atrás y se colocó en posición de combate con la lanza, cuando por fin su rostro cambió a una sonrisa. Saliese como saliese aquel día, se iba a divertir.
- Si quieres el barco haz como yo en su día. Lucha por él.
Justo en ese momento, mientras dos piratas parecían querer resolver sus diferencias al viejo estilo pirata, un hombre y una mujer entraban en el cuartel marine de la isla, del cual no tardaron en salir unos cuantos reclutas dispuestos a buscar al ladrón por el lugar. Tarde o temprano alguien le diría que había un barco pirata en el puerto y, para entonces, muy seguramente el pirata aún no se haya marchado.
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El chaval no parecía tener muchas luces, a decir verdad. Simplemente estaba ahí, de pie cual pasmarote, mirándole sin parecer reaccionar de modo alguno ante sus palabras. ¿Estaría siquiera entendiendo sus palabras? No parecía tener mucho más que serrín dentro de esa cabezota, o eso habría asegurado en un primer momento, tras ver que no reaccionaba. Quizá se lo hubiera hecho todo encima. Al fin y al cabo, era un pirata apropiándose de algo que era suyo... Hasta la llegada de Kaleb, al menos. Frunció el ceño, con la mirada fija en los orbes del contrario que, al fin, tras la última invitación del azabache para largarse, pareció volver en sí mismo. En sus labios se dibujó una sonrisa de satisfacción al ver que, para su sorpresa, el rarito parecía tener intención de dejarle en paz por el momento. Sin embargo, las cosas iban a ser muy distintas.
- Eh, nada de llevarte la caja y los víveres. Todo eso me perte...
Mas no pudo terminar la frase, pues se vio obligado a tirar de reflejos. En un abrir y cerrar de ojos el lancero había tomado la caja registradora, alzándola del suelo y, con una fuerza y velocidad inesperadas, se la había lanzado directa a la cabeza. El pirata apenas fue capaz de reaccionar por puro instinto, flexionando las piernas para agacharse y evitar un golpe bastante duro. ¿Quién sabe en qué estado habría quedado si le hubiera alcanzado? La caja había reventado contra la pared que tenía detrás, magullándola a causa del impacto. No pudo evitar comparar los daños sufridos por la madera con los que podría haber recibido él.
- ¿Estás loco? -gruñó, volviendo a erguirse, ahora con una expresión seria, sin apartar la mirada del contrario, que parecía querer solventar aquello a la vieja usanza.
Toda esa bravuconería de la que había hecho gala en un principio, ese exceso de confianza y un claro menosprecio hacia el otro se habían esfumado, dando lugar a un Kaleb que acababa de ponerse en tensión, con las piernas ligeramente flexionadas y las manos cerca de sus dos espadas, preparado para reaccionar ante la inminente amenaza. No parecía estar dispuesto a entregarle el barco por las buenas... Así que tendría que tomarlo por las malas. Era la opción más divertida, sin duda, aunque también la más cansada. En fin, si él lo quería así... No le privaría del privilegio.
- Así que... Así están las cosas. Muy bien -decía mientras desenvainaba uno de los sables, Ebony-. Espero que sepas lo que estás haciendo... Porque después de esto no habrá vuelta a atrás. Quien avisa no es traidor.
El pirata ni siquiera le dio tiempo a contestar. No lo vio necesario. En cuanto hubo terminado la frase se adelantó con pasos rápidos, tratando de recorrer la distancia que les separaba a ambos con la mayor brevedad posible. Era rápido, aunque intuía que su contrincante sería un hueso inesperadamente duro de roer. Por suerte para él, jugaría con ventaja. No existía en ese mar, ni en ningún otro, alguien capaz de alcanzarle con ninguna clase de arma, y aquel día no descubriría una excepción. Hizo un leve gesto con la mano libre, prácticamente inapreciable, con el que provocó una pequeña fluctuación de magnetismo, la cual tiraría de la punta de aquella lanza hacia abajo, intentando romper su guardia y, con algo de suerte, hasta clavarla en la madera de cubierta.
- ¡Vamos! -gritó, dejándose llevar, justo antes de lanzar un tajo directo a su rostro.
Con algo de suerte la pelea concluiría rápidamente... Pero no podía considerarse alguien especialmente afortunado, así que probablemente no todo concluyera ahí. Hecho esto, si nada se lo impedía, tomaría un par de zancadas de distancia y se prepararía para defenderse. Fuera como fuese, no pensaba darle cuartel.
- Eh, nada de llevarte la caja y los víveres. Todo eso me perte...
Mas no pudo terminar la frase, pues se vio obligado a tirar de reflejos. En un abrir y cerrar de ojos el lancero había tomado la caja registradora, alzándola del suelo y, con una fuerza y velocidad inesperadas, se la había lanzado directa a la cabeza. El pirata apenas fue capaz de reaccionar por puro instinto, flexionando las piernas para agacharse y evitar un golpe bastante duro. ¿Quién sabe en qué estado habría quedado si le hubiera alcanzado? La caja había reventado contra la pared que tenía detrás, magullándola a causa del impacto. No pudo evitar comparar los daños sufridos por la madera con los que podría haber recibido él.
- ¿Estás loco? -gruñó, volviendo a erguirse, ahora con una expresión seria, sin apartar la mirada del contrario, que parecía querer solventar aquello a la vieja usanza.
Toda esa bravuconería de la que había hecho gala en un principio, ese exceso de confianza y un claro menosprecio hacia el otro se habían esfumado, dando lugar a un Kaleb que acababa de ponerse en tensión, con las piernas ligeramente flexionadas y las manos cerca de sus dos espadas, preparado para reaccionar ante la inminente amenaza. No parecía estar dispuesto a entregarle el barco por las buenas... Así que tendría que tomarlo por las malas. Era la opción más divertida, sin duda, aunque también la más cansada. En fin, si él lo quería así... No le privaría del privilegio.
- Así que... Así están las cosas. Muy bien -decía mientras desenvainaba uno de los sables, Ebony-. Espero que sepas lo que estás haciendo... Porque después de esto no habrá vuelta a atrás. Quien avisa no es traidor.
El pirata ni siquiera le dio tiempo a contestar. No lo vio necesario. En cuanto hubo terminado la frase se adelantó con pasos rápidos, tratando de recorrer la distancia que les separaba a ambos con la mayor brevedad posible. Era rápido, aunque intuía que su contrincante sería un hueso inesperadamente duro de roer. Por suerte para él, jugaría con ventaja. No existía en ese mar, ni en ningún otro, alguien capaz de alcanzarle con ninguna clase de arma, y aquel día no descubriría una excepción. Hizo un leve gesto con la mano libre, prácticamente inapreciable, con el que provocó una pequeña fluctuación de magnetismo, la cual tiraría de la punta de aquella lanza hacia abajo, intentando romper su guardia y, con algo de suerte, hasta clavarla en la madera de cubierta.
- ¡Vamos! -gritó, dejándose llevar, justo antes de lanzar un tajo directo a su rostro.
Con algo de suerte la pelea concluiría rápidamente... Pero no podía considerarse alguien especialmente afortunado, así que probablemente no todo concluyera ahí. Hecho esto, si nada se lo impedía, tomaría un par de zancadas de distancia y se prepararía para defenderse. Fuera como fuese, no pensaba darle cuartel.
Alex Thawne
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La situación había ido fuera de lo previsto para Alex que, aunque nunca fuese alguien que se parase a intentar prever que ocurriría en un combate, aquello era algo que sin duda no se esperaba. Cuando se dispuso a tomar una posición defensiva, la punta de la lanza se clavó en el suelo como si hubiese adquirido de golpe un gran peso. Miró hacia arriba para ver como una espada se dirigía a él.
Gritando un sonoro "WOOOAH" se agachó aferrándose a la lanza que seguía clavada en el suelo, de forma bastante profunda. No le quedaba otra que prescindir de algo así.
Sin soltar la lanza, la rodeó por la derecha y dio un salto, usando su arma de apoyo y dirigiendo una patada al rostro del polizonte. Acertase o no, arrancaría la lanza de la madera y giraría sobre si mismo para alejarse un par de pasos de su enemigo, el cual parecía bastante dispuesto a reclamar el barco que le había dado su padre.
Dio una amplia zancada hacia adelante dirigiendo una rápida estocada con la lanza al pecho del polizonte, encadenado de un golpe a la cabeza con la parte sin punta del arma. En el momento en que pudiese parar para tomar algo de aire, se mantendría alerta mientras respiraba. En el caso de que el pirata le dejase un momento por un motivo u otro, Alex sonreiría.
Pundría un brazo hacia delante, con la palma de la mano apuntando a su contrincante, mientras con la otra, tras de si, sujetaría lanza con la punta hacia el suelo. Entonces, con la sonrisa más amplia de satisfacción de la que podría hacer gala, pronunció:
- Soy el Capitán Alexander Thawne. ¿Quieres ser mi segundo de abordo?
Gritando un sonoro "WOOOAH" se agachó aferrándose a la lanza que seguía clavada en el suelo, de forma bastante profunda. No le quedaba otra que prescindir de algo así.
Sin soltar la lanza, la rodeó por la derecha y dio un salto, usando su arma de apoyo y dirigiendo una patada al rostro del polizonte. Acertase o no, arrancaría la lanza de la madera y giraría sobre si mismo para alejarse un par de pasos de su enemigo, el cual parecía bastante dispuesto a reclamar el barco que le había dado su padre.
Dio una amplia zancada hacia adelante dirigiendo una rápida estocada con la lanza al pecho del polizonte, encadenado de un golpe a la cabeza con la parte sin punta del arma. En el momento en que pudiese parar para tomar algo de aire, se mantendría alerta mientras respiraba. En el caso de que el pirata le dejase un momento por un motivo u otro, Alex sonreiría.
Pundría un brazo hacia delante, con la palma de la mano apuntando a su contrincante, mientras con la otra, tras de si, sujetaría lanza con la punta hacia el suelo. Entonces, con la sonrisa más amplia de satisfacción de la que podría hacer gala, pronunció:
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Su plan de ataque había salido bien, aunque quizá no tanto como esperaba, pues su oponente seguía en pie. Como había previsto, la ráfaga magnética fue suficiente como para hacer caer la lanza y romperle la guardia, aunque no esperaba que fuese a reaccionar con la rapidez que lo hizo. Le bastó un ágil movimiento para agacharse, justo antes de que Ebony pasara a escasos centímetros de su cabeza. Kaleb maldijo mientras intentaba encararle para defenderse, pero todo ocurrió demasiado rápido. La patada le alcanzó de lleno en el rostro, recibiendo un impacto con suficiente fuerza como para hacerle tambalearse. Fue entonces cuando el azabache se dio cuenta de que, quizá, había subestimado al cerebro de mosquito.
El tiempo que gastó el lancero para sacar la lanza de la madera y comenzar su ofensiva fue suficiente para que el pirata volviera a recomponer su guardia, listo para responder contra cualquier cosa usara. El ataque que vino a continuación no fue, ni mucho menos, elaborado, si bien el moreno lo lanzó con rapidez. De recibirlo probablemente acabase atravesado por completo, teniendo en cuenta la ya demostrada fuerza de su rival. Sin embargo, el azabache se bastó de un simple movimiento de muñeca para desviar la trayectoria del ataque, tras lo que volvió a usar el magnetismo para hacer caer la parte delantera de la lanza y, de ese modo, evadir con mayor facilidad el segundo golpe, limitándose a ladear el cuerpo. El espadachín se limitó a observar al contrario mientras este tomaba distancia y se preparaba para un nuevo asalto. Finalmente escuchó su nombre, seguido de una proposición que, en ese momento, a Kaleb le sonó completamente ridícula. ¿Realmente esperaba que fuera a ponerse a las órdenes de alguien al que, hasta hacía unos instantes, estaba usurpándole el barco? Luchaba bien, no le cabía la menor duda... Pero no pensaba aceptar su oferta. Sería el Rey de los Ladrones, no el segundón de un desconocido.
- Kaleb Hirsizlar, ladrón y espadachín a tiempo completo. Por supuesto que no -respondió, esbozando una amplia sonrisa, casi dejándose llevar por el momento.
Cerró la mano en torno a la empuñadura de Ivory, su segundo sable, y la desenvainó casi teatralmente, tomándose su tiempo y dramatizando bastante. Extendió los brazos en diagonal, segundos antes de que los filos de ambos sables se vieran envueltos en hielo y fuego. Ebony ardía mientras que su hermana parecía rebosar calma, con un aura blanquecina que incluso generaba vaho a su alrededor.
- Parece que voy a tener que ponerme serio contigo... Pero esto toca a su fin. Pienso largarme con tu barco -dijo en voz alta, desafiándole con la mirada. Aquella vez iría con todo, sin medias tintas.
Kaleb avanzó con rapidez, ladeando el cuerpo hacia su izquierda levemente, poco antes de llegar hasta Alex. De repente, extendió los brazos y colocó sus armas en horizontal para, a continuación, comenzar a girar sobre sí mismo. En un instante se convirtió en un huracán de acero, hielo y fuego, buscando destrozar al pirata en ese mismo instante, lo más rápido posible. No sabía si sobreviviría, ni tampoco le importaba mucho. Tampoco mentiría si dijera que, de llegar a salir de esa, al menos se ganaría cierto respeto por parte del ladrón... Y eso era mucho. Eso sí, no lo suficiente como para no llevarse el barco. Obvio.
El tiempo que gastó el lancero para sacar la lanza de la madera y comenzar su ofensiva fue suficiente para que el pirata volviera a recomponer su guardia, listo para responder contra cualquier cosa usara. El ataque que vino a continuación no fue, ni mucho menos, elaborado, si bien el moreno lo lanzó con rapidez. De recibirlo probablemente acabase atravesado por completo, teniendo en cuenta la ya demostrada fuerza de su rival. Sin embargo, el azabache se bastó de un simple movimiento de muñeca para desviar la trayectoria del ataque, tras lo que volvió a usar el magnetismo para hacer caer la parte delantera de la lanza y, de ese modo, evadir con mayor facilidad el segundo golpe, limitándose a ladear el cuerpo. El espadachín se limitó a observar al contrario mientras este tomaba distancia y se preparaba para un nuevo asalto. Finalmente escuchó su nombre, seguido de una proposición que, en ese momento, a Kaleb le sonó completamente ridícula. ¿Realmente esperaba que fuera a ponerse a las órdenes de alguien al que, hasta hacía unos instantes, estaba usurpándole el barco? Luchaba bien, no le cabía la menor duda... Pero no pensaba aceptar su oferta. Sería el Rey de los Ladrones, no el segundón de un desconocido.
- Kaleb Hirsizlar, ladrón y espadachín a tiempo completo. Por supuesto que no -respondió, esbozando una amplia sonrisa, casi dejándose llevar por el momento.
Cerró la mano en torno a la empuñadura de Ivory, su segundo sable, y la desenvainó casi teatralmente, tomándose su tiempo y dramatizando bastante. Extendió los brazos en diagonal, segundos antes de que los filos de ambos sables se vieran envueltos en hielo y fuego. Ebony ardía mientras que su hermana parecía rebosar calma, con un aura blanquecina que incluso generaba vaho a su alrededor.
- Parece que voy a tener que ponerme serio contigo... Pero esto toca a su fin. Pienso largarme con tu barco -dijo en voz alta, desafiándole con la mirada. Aquella vez iría con todo, sin medias tintas.
Kaleb avanzó con rapidez, ladeando el cuerpo hacia su izquierda levemente, poco antes de llegar hasta Alex. De repente, extendió los brazos y colocó sus armas en horizontal para, a continuación, comenzar a girar sobre sí mismo. En un instante se convirtió en un huracán de acero, hielo y fuego, buscando destrozar al pirata en ese mismo instante, lo más rápido posible. No sabía si sobreviviría, ni tampoco le importaba mucho. Tampoco mentiría si dijera que, de llegar a salir de esa, al menos se ganaría cierto respeto por parte del ladrón... Y eso era mucho. Eso sí, no lo suficiente como para no llevarse el barco. Obvio.
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La sonrisa del pirata desapareció cuando el ladrón negó su propuesta. A punto estuvo de replicarle, cuando de golpe vio como su contrincante envolvía sus espadas con auras de fuego y hielo. El chico, sorprendido y con la boca abierta, dejó caer la lanza al suelo. Clavó sus ojos en el ladrón, que empezaba a dar vueltas y crear un torbellino de fuego y hielo a su alrededor, mientras poco a poco abría la boca más y más. Entonces, con los ojos brillando, empezó a gritar:
- ¡HOHOHOHOHOHO! ¡¿Cómo haces eso?!
El chico empezó a rodear al ladrón, con el mismo rostro de maravilla mientras reía y gritaba. AHORA sí que debía tener a ese hombre en su tripulación, fuese como fuese. No iba a aceptar un no por respuesta, estaba más que seguro.
- ¡¿Es una de esas frutas del diablo?! ¡¿Tienes superpoderes?! ¡¿Son espadas mágicas?! ¡WOOOOOH! ¡Mi primer nakama es alucinante!
Antes de que pudiera seguir observando a su nuevo acompañante, escuchó un grito. Corrió hacia el extremo del barco, mirando hacia puerto, para ver aquello de lo que ya se había olvidado. Un hombre alto y de pelo rubio estaba a lo lejos, a la entrada del puerto. Llevaba un megáfono en la mano e iba vestido de forma bastante extravagante, de muchos colores, e iba seguido de varios reclutas marines. Se llevó el megáfono a la boca y gritó:
- ¡Soy el sargento Baker! ¡Estáis arrestaaaadooooooos!~ -dijo con un deje musical en la voz.
El chico sonrió y se dirigió de nuevo a su contrincante.
- Lo siento, Kaleb, pero arreglaremos esto más tarde. ¡Hay que irse!
Acto seguido, empezaría a trepar por el mástil con el fin de llegar a lo más alto y soltar las velas.
- ¡HOHOHOHOHOHO! ¡¿Cómo haces eso?!
El chico empezó a rodear al ladrón, con el mismo rostro de maravilla mientras reía y gritaba. AHORA sí que debía tener a ese hombre en su tripulación, fuese como fuese. No iba a aceptar un no por respuesta, estaba más que seguro.
- ¡¿Es una de esas frutas del diablo?! ¡¿Tienes superpoderes?! ¡¿Son espadas mágicas?! ¡WOOOOOH! ¡Mi primer nakama es alucinante!
Antes de que pudiera seguir observando a su nuevo acompañante, escuchó un grito. Corrió hacia el extremo del barco, mirando hacia puerto, para ver aquello de lo que ya se había olvidado. Un hombre alto y de pelo rubio estaba a lo lejos, a la entrada del puerto. Llevaba un megáfono en la mano e iba vestido de forma bastante extravagante, de muchos colores, e iba seguido de varios reclutas marines. Se llevó el megáfono a la boca y gritó:
- ¡Soy el sargento Baker! ¡Estáis arrestaaaadooooooos!~ -dijo con un deje musical en la voz.
El chico sonrió y se dirigió de nuevo a su contrincante.
- Lo siento, Kaleb, pero arreglaremos esto más tarde. ¡Hay que irse!
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- ¿Qué mierda...?
Kaleb abrió los ojos como platos al ver que Alex le rodeaba con aquella exagerada facilidad. Ni siquiera parecía estar dándole la suficiente importancia a la situación en la que se encontraban, simplemente había evadido su ataque, gritando y haciendo perder la seriedad al momento. Simplemente estaba ahí, moviéndose y fantaseando sobre las posibilidades de lo que había hecho. En parte lo comprendía, las espadas de Sapphire siempre habían sido algo realmente fuera de lo común, al menos en el Mar del Este, pero quizá este era motivo suficiente como para andarse con cuidado y extremar las precauciones. ¿Acaso no era capaz de entenderlo? Frunció el ceño, exasperado, y continuó atacándole una y otra vez, dejándose llevar tanto por su frustración que sus ataques se volvieron demasiado básicos, por lo que el contrario apenas tenía que esforzarse en evadirlos.
- ¡Cállate! ¡Tómate esto en serio! ¿Acaso no entiendes que voy a...? -y enmudeció.
Quería gritarle, cortarle, golpearle con todas sus ganas... Pero una voz que resonó muy por encima de sus palabras le hizo guardar silencio. La sangre pareció congelársele, pues de repente el pirata pareció perder buena parte de su color, palideciendo ante lo que estaba escuchando. "No, no, no... No puede ser", se decía a sí mismo, clavado en el sitio mientras el marine, respaldado por todo un batallón, les instaba a rendirse y entregarse. ¿Cómo había podido llegar a esa situación? Nunca le habían cogido, ni siquiera esperaba que alguien pudiera reconocer su rostro. Su historial delictivo era el de un ladrón perfecto, sin errores, sin testigos... Y ahora...
- ¡Tanto tú como tu tripulante seréis encarcelados! ¡Si oponéis resistencia tan solo irá a peooooor! -siguió el marine, con aquella extraña entonación.
"¿Tripulante? ¿Me están confundiendo con un compañero de este imbécil?" Sus dientes rechinaban al hacer fuerza con la mandíbula, apretándolos. ¿Qué narices había hecho ese tío para tener a todo un destacamento de la Marina detrás de él? Mucho más importante, ¿Por qué motivo no se lo había dicho siquiera? ¡Podrían haberlo resuelto todo en otro lugar! ¡Incluso podría haberse buscado otro barco que robar si la cosa se alargaba! ¡Maldita sea!
- A la mierda.
Las llamas y el hielo se desvanecieron de las hojas de Ebony e Ivory poco antes de ser envainadas por su dueño. Se odiaba a sí mismo por lo que estaba a punto de hacer, pero no tenía ninguna otra salida. Debería cooperar con el tarado de Alex si quería salir de allí con vida y, de paso, evitar ser encarcelado. ¿Pero cómo narices se apañaría ese tío para llevar ese barco él solo? ¿No tenía más gente con él? ¡Era surrealista! Resopló, molesto, antes de saltar a los muelles ágilmente para deshacer el nudo que mantenía amarrado el barco a los mismos, volviendo dentro del barco casi al instante.
- ¡Muy bien, vosooootros lo habéis queriiiidoooo! -gritó de nuevo el marine, tras lo que hizo un gesto con la mano, indicando a sus hombres que se prepararan para abrir fuego.
La mayoría apuntaban al mono trepador que tenía ahora por compañero, pero aquello no supondría ningún problema. Lamentablemente, le necesitaba vivo para llevar aquella cosa, así que le cubriría las espaldas... Solo en aquella ocasión. Corrió para colocarse en el punto más alto del castillo de popa y, desde allí, se preparó para lo que venía. Los soldados dispararon y el pirata activó los poderes de su akuma no mi, generando un campo magnético a su alrededor lo suficientemente amplio como para atraer todas las balas, las cuales empezaron a girar a su alrededor, no llegando a acercarse a Alex. Mientras que los defensores de la Ley trataban de entender lo que estaba ocurriendo, el moreno preparó el contraataque.
- ¡A cubierto! -gritó el que parecía ser su superior, justo antes de que el pirata les devolviera las balas repeliéndolas hacia ellos.
Los enemigos se pusieron a cubierto mientras la andanada impactaba contra cajas, madera y sacos que sirvieron de cobertura. No parecía haber ningún herido, ni bajas, pero esperaba haber ganado suficiente tiempo como para que su improvisado compañero hubiera hecho su parte.
- ¡Sácanos de aquí! ¡Ya! -le gritó, frunciendo el ceño.
Kaleb abrió los ojos como platos al ver que Alex le rodeaba con aquella exagerada facilidad. Ni siquiera parecía estar dándole la suficiente importancia a la situación en la que se encontraban, simplemente había evadido su ataque, gritando y haciendo perder la seriedad al momento. Simplemente estaba ahí, moviéndose y fantaseando sobre las posibilidades de lo que había hecho. En parte lo comprendía, las espadas de Sapphire siempre habían sido algo realmente fuera de lo común, al menos en el Mar del Este, pero quizá este era motivo suficiente como para andarse con cuidado y extremar las precauciones. ¿Acaso no era capaz de entenderlo? Frunció el ceño, exasperado, y continuó atacándole una y otra vez, dejándose llevar tanto por su frustración que sus ataques se volvieron demasiado básicos, por lo que el contrario apenas tenía que esforzarse en evadirlos.
- ¡Cállate! ¡Tómate esto en serio! ¿Acaso no entiendes que voy a...? -y enmudeció.
Quería gritarle, cortarle, golpearle con todas sus ganas... Pero una voz que resonó muy por encima de sus palabras le hizo guardar silencio. La sangre pareció congelársele, pues de repente el pirata pareció perder buena parte de su color, palideciendo ante lo que estaba escuchando. "No, no, no... No puede ser", se decía a sí mismo, clavado en el sitio mientras el marine, respaldado por todo un batallón, les instaba a rendirse y entregarse. ¿Cómo había podido llegar a esa situación? Nunca le habían cogido, ni siquiera esperaba que alguien pudiera reconocer su rostro. Su historial delictivo era el de un ladrón perfecto, sin errores, sin testigos... Y ahora...
- ¡Tanto tú como tu tripulante seréis encarcelados! ¡Si oponéis resistencia tan solo irá a peooooor! -siguió el marine, con aquella extraña entonación.
"¿Tripulante? ¿Me están confundiendo con un compañero de este imbécil?" Sus dientes rechinaban al hacer fuerza con la mandíbula, apretándolos. ¿Qué narices había hecho ese tío para tener a todo un destacamento de la Marina detrás de él? Mucho más importante, ¿Por qué motivo no se lo había dicho siquiera? ¡Podrían haberlo resuelto todo en otro lugar! ¡Incluso podría haberse buscado otro barco que robar si la cosa se alargaba! ¡Maldita sea!
- A la mierda.
Las llamas y el hielo se desvanecieron de las hojas de Ebony e Ivory poco antes de ser envainadas por su dueño. Se odiaba a sí mismo por lo que estaba a punto de hacer, pero no tenía ninguna otra salida. Debería cooperar con el tarado de Alex si quería salir de allí con vida y, de paso, evitar ser encarcelado. ¿Pero cómo narices se apañaría ese tío para llevar ese barco él solo? ¿No tenía más gente con él? ¡Era surrealista! Resopló, molesto, antes de saltar a los muelles ágilmente para deshacer el nudo que mantenía amarrado el barco a los mismos, volviendo dentro del barco casi al instante.
- ¡Muy bien, vosooootros lo habéis queriiiidoooo! -gritó de nuevo el marine, tras lo que hizo un gesto con la mano, indicando a sus hombres que se prepararan para abrir fuego.
La mayoría apuntaban al mono trepador que tenía ahora por compañero, pero aquello no supondría ningún problema. Lamentablemente, le necesitaba vivo para llevar aquella cosa, así que le cubriría las espaldas... Solo en aquella ocasión. Corrió para colocarse en el punto más alto del castillo de popa y, desde allí, se preparó para lo que venía. Los soldados dispararon y el pirata activó los poderes de su akuma no mi, generando un campo magnético a su alrededor lo suficientemente amplio como para atraer todas las balas, las cuales empezaron a girar a su alrededor, no llegando a acercarse a Alex. Mientras que los defensores de la Ley trataban de entender lo que estaba ocurriendo, el moreno preparó el contraataque.
- ¡A cubierto! -gritó el que parecía ser su superior, justo antes de que el pirata les devolviera las balas repeliéndolas hacia ellos.
Los enemigos se pusieron a cubierto mientras la andanada impactaba contra cajas, madera y sacos que sirvieron de cobertura. No parecía haber ningún herido, ni bajas, pero esperaba haber ganado suficiente tiempo como para que su improvisado compañero hubiera hecho su parte.
- ¡Sácanos de aquí! ¡Ya! -le gritó, frunciendo el ceño.
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El pirata no podía dejar de reír durante toda esa situación. Parecía que por fin Kaleb había atendido a razones y había decidido aceptar. ¿Por qué sino iba a ayudarle de golpe? Era obvio. Alex deshizo los nudos que sujetaban las velas enrolladas que, nada más caer, fueron henchidas al viento. Sujeto a uno de los cabos sueltos que habían quedado tras deshacer los nudos, bajó balanceándose para luego aterrizar en el suelo. Justo al pasar junto a su lanza, que seguía tirada, esta volvió a convertirse en el pequeño dinosaurio, que parecía pasárselo tan bien como el capitán.
- ¡A cubierto! -oyó gritar a Kaleb, mientras veía como las balas que los marines habían disparado cambiaban de dirección.
El chico cada vez se lo pasaba mejor. Empezó a correr a grandes zancadas hacia el timón. Como todo buen timonel se colocó en posición,
con las manos a las tres y cuarto. Soltó un grito al aire y agarró la palanca que había junto al timón. Dio un fuerte tirón, lo cual activó los pedales que, al ser el banco empujado también por el viento, empezaron a girar bajo el agua, haciendo que el Leviatán empezara a alejarse de puerto. Hecho aquello, soltó el timón. Mientras el puerto parecía cada vez más lejano y los marines observaban en pie, impasibles, Alex gritó ahora que aún podían oírle:
- ¡Soy el Capitán Alexander Thawne! ¡Y este es mi segundo de abordo Kaleb! ¡Recordad esto cuando hagáis los carteles!
A punto estuvo de caerse debido a que el viento se levantaba y zarandeaba el barco, pero no dejó de reír. Volvió a ponerse al timón mientras se alejaban de la isla, cada vez más rápido.
- ¡Esto va a ser genial!
- ¡A cubierto! -oyó gritar a Kaleb, mientras veía como las balas que los marines habían disparado cambiaban de dirección.
El chico cada vez se lo pasaba mejor. Empezó a correr a grandes zancadas hacia el timón. Como todo buen timonel se colocó en posición,
con las manos a las tres y cuarto. Soltó un grito al aire y agarró la palanca que había junto al timón. Dio un fuerte tirón, lo cual activó los pedales que, al ser el banco empujado también por el viento, empezaron a girar bajo el agua, haciendo que el Leviatán empezara a alejarse de puerto. Hecho aquello, soltó el timón. Mientras el puerto parecía cada vez más lejano y los marines observaban en pie, impasibles, Alex gritó ahora que aún podían oírle:
- ¡Soy el Capitán Alexander Thawne! ¡Y este es mi segundo de abordo Kaleb! ¡Recordad esto cuando hagáis los carteles!
A punto estuvo de caerse debido a que el viento se levantaba y zarandeaba el barco, pero no dejó de reír. Volvió a ponerse al timón mientras se alejaban de la isla, cada vez más rápido.
- ¡Esto va a ser genial!
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Alex soltó las velas, para alivio del ladrón, quien logró tranquilizarse un poco al ver que, rápidamente, iban alejándose de los muelles y, con ello, de los marines. Estos salieron de sus coberturas y se quedaron plantados en el puerto, observándoles impasibles, probablemente molestos por la huida de los piratas. Habían logrado escapar cooperando, aún sin saber muy bien cómo, y todo ello sin que tuvieran datos suficientes de él como para generar carteles con su cara por todos los mares. Después de todo, las cosas no habían ido tan mal. Suspiró ante estos pensamientos, calmándose, al tiempo que apoyaba la espalda en la baranda y se dejaba caer, quedando sentado en el suelo. Demasiadas emociones en muy poco tiempo. Llevaba demasiado sin tener que lidiar con la Marina, y poco había faltado para convertir aquellos encuentros en su día a día. Eso que se llevaba, al menos.
- Bueno, supongo que tendremos que arreglar esto cuando estemos fuera del alcance de... -comenzó, enmudeciendo ante los gritos del navegante-. ¿¡Qué!?
El muy imbécil había comenzado a gritarle a los marines su nombre. Poco le importaba, tan solo era otro pirata más en busca de fama, al igual que él... ¡Pero no por ello tenía derecho a darle su nombre a la ley! ¡Aún era demasiado pronto para eso! Apenas había comenzado su camino, ¿¡Cómo iba a poder continuar robando con éxito si su careto figurase en todas las ciudades y pueblos del mundo!? ¡Nadie más se fiaría de él! ¡Le tacharían de criminal nada más verle!
- ¿¡Pero te has vuelto completamente loco!? -rugió, poniéndose en pie y acercándose al pirata, tomándole por el cuello de la camisa y zaradeándole con fuerza- ¿¡Con qué derecho le das información a los marines sobre mí!? ¡No soy tu compañero! ¡No soy tu segundo de abordo! ¡Soy tu jodido enemigo!
Kaleb hablaba cada vez más alto, exasperado por la conducta del lancero, casi sin reparar en que su arma se había transformado en una especie de dinosaurio. No tenía ninguna importancia para él en ese momento. Tan solo deseaba tirar al chico por la borda y rezar porque un Rey Marino hiciera de él su almuerzo. ¡Maldita sea! Quería golpearle, pero estaba tan ofuscado en gritarle que ni siquiera era capaz de controlar sus acciones. Simplemente estaba ahí, moviéndole de un lado a otro, echándole la culpa de todas las desgracias con las que iba a tener que lidiar desde ese día, incluso de aquellas en las que no tenía nada que ver.
- ¡No va a ser para nada divertido! -seguía, mientras que el barco se encontraba cada vez más y más lejos de la isla.
- Bueno, supongo que tendremos que arreglar esto cuando estemos fuera del alcance de... -comenzó, enmudeciendo ante los gritos del navegante-. ¿¡Qué!?
El muy imbécil había comenzado a gritarle a los marines su nombre. Poco le importaba, tan solo era otro pirata más en busca de fama, al igual que él... ¡Pero no por ello tenía derecho a darle su nombre a la ley! ¡Aún era demasiado pronto para eso! Apenas había comenzado su camino, ¿¡Cómo iba a poder continuar robando con éxito si su careto figurase en todas las ciudades y pueblos del mundo!? ¡Nadie más se fiaría de él! ¡Le tacharían de criminal nada más verle!
- ¿¡Pero te has vuelto completamente loco!? -rugió, poniéndose en pie y acercándose al pirata, tomándole por el cuello de la camisa y zaradeándole con fuerza- ¿¡Con qué derecho le das información a los marines sobre mí!? ¡No soy tu compañero! ¡No soy tu segundo de abordo! ¡Soy tu jodido enemigo!
Kaleb hablaba cada vez más alto, exasperado por la conducta del lancero, casi sin reparar en que su arma se había transformado en una especie de dinosaurio. No tenía ninguna importancia para él en ese momento. Tan solo deseaba tirar al chico por la borda y rezar porque un Rey Marino hiciera de él su almuerzo. ¡Maldita sea! Quería golpearle, pero estaba tan ofuscado en gritarle que ni siquiera era capaz de controlar sus acciones. Simplemente estaba ahí, moviéndole de un lado a otro, echándole la culpa de todas las desgracias con las que iba a tener que lidiar desde ese día, incluso de aquellas en las que no tenía nada que ver.
- ¡No va a ser para nada divertido! -seguía, mientras que el barco se encontraba cada vez más y más lejos de la isla.
Alex Thawne
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Alex se mantuvo callado mientras Kaleb le hablaba, pero no porque quisiera. El ladrón le estaba zarandeando con demasiada fuerza y casi no podía mediar palabra, siendo cada sílaba pronunciada convertida en un "¡wewewewewe!" mientras el ladrón lo sacudía sin piedad alguna. Por su parte, Niho Rei había decidido defender a su dueño mordiendo la pierna del ladrón, aunque el pequeño dinosaurio no tenía demasiada fuerza. Finalmente, el pirata se llevó las manos al pecho, sujetando las manos del ladrón, y consiguió librarse por fin del zarandeo. El chico se sacudió la ropa y juntó las manos tras su espalda.
- Bien, dije que lo arreglaríamos después cuando estuviésemos lo suficientemente lejos, así que... si me disculpas- el chico fue de nuevo hacia el timón y tiró de nuevo la palanca, desactivando los pedales. El barco empezó a moverse tan solo por la fuerza del viento-. Veamos, creo que la solución es sencilla. Tú querías un barco, pero... ¿Sabes llevarlo? No sé yo -empezó a hurgarse la nariz mientras hablaba-. Este es mi trato. Sé mi primer nakama, viaja conmigo. Tendrás barco, el cual navegaré yo, comida y podrás viajar.¡Seremos piratas! Te sobrarán oportunidades para robar.
Ni siquiera estaba seguro de si aquello podría convencer al iracundo ladrón, pero lo cierto es que el chico lo esperaba. Kaleb le había caído bien, aunque en un principio mostrase una actitud arrogante. Como todo buen pirata, había decidido dar un paso que otros temerían dar, queriendo apropiarse de su barco. Era, sin duda, un hombre libre y sin reglas. El candidato perfecto para ser su primer tripulante y su segundo de abordo.
- Por cierto, ¿sabes cocinar?
- Bien, dije que lo arreglaríamos después cuando estuviésemos lo suficientemente lejos, así que... si me disculpas- el chico fue de nuevo hacia el timón y tiró de nuevo la palanca, desactivando los pedales. El barco empezó a moverse tan solo por la fuerza del viento-. Veamos, creo que la solución es sencilla. Tú querías un barco, pero... ¿Sabes llevarlo? No sé yo -empezó a hurgarse la nariz mientras hablaba-. Este es mi trato. Sé mi primer nakama, viaja conmigo. Tendrás barco, el cual navegaré yo, comida y podrás viajar.¡Seremos piratas! Te sobrarán oportunidades para robar.
Ni siquiera estaba seguro de si aquello podría convencer al iracundo ladrón, pero lo cierto es que el chico lo esperaba. Kaleb le había caído bien, aunque en un principio mostrase una actitud arrogante. Como todo buen pirata, había decidido dar un paso que otros temerían dar, queriendo apropiarse de su barco. Era, sin duda, un hombre libre y sin reglas. El candidato perfecto para ser su primer tripulante y su segundo de abordo.
- Por cierto, ¿sabes cocinar?
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Tras un rato el contrario logró zafarse de su incesante zarandeo, tomando distancia con el pirata y sacudiéndose la ropa, la cual se encontraba algo arrugada a causa del agarre de Kaleb. Se encontraba notablemente molesto, y la actitud despreocupada del chico solo acrecentaba esta sensación. Sin embargo, empezó a hablar y él, por su parte, no tuvo más remedio que escuchar aquello que tuviera que decir. Sus formas eran sosegadas en ese momento, como si no tuviera importancia alguna el hecho de que se encontraba a bordo de un barco junto al hombre que intentó robárselo a la fuerza. Bien podría pillarle desprevenido en cualquier momento y acabar con su vida en un instante, pero Alex demostró ser más listo de lo que el ladrón pudiera pensar en un primer momento.
- Tsk... -chasqueó la lengua y frunció el ceño, cruzándose de brazos.
Tenía toda la razón, no podría llevar la nave él solo. Sus conocimientos de navegación eran realmente básicos, tan solo sabía lo que pudo observar, pero no entendía cómo aprovechar las corrientes de viento, el oleaje o cosas tan simples como orientarse mínimamente en alta mar. Si ya de por sí su orientación era nula en tierra, en el gran azul era incluso peor. En efecto, le necesitaba como navegante si quería llegar a algún puerto con vida... E incluso podría llegar a necesitar su ayuda si los marines decidían perseguirles tras su huida. Confiaba en sus posibilidades, pero sabía bien que no podría enfrentarse a una tripulación entera él solo. Su oferta, finalmente, no pudo hacer otra cosa que captar la atención. Se había pasado casi toda su vida siendo pirata, pero nunca había llegado a ser más que un grumete más en la tripulación de Sapphire, pese a sus habilidades. Si aceptaba, comenzaría una nueva etapa en el que no tendría por qué obedecer las órdenes de nadie más que sí mismo y, quizá, del lancero que, supuso, pasaría a ser su capitán.
- Fundar nuestra propia banda... ¿Es eso lo que propones? -dijo al fin, aún pensativo. Barco, comida y botines... Siempre fueron las cosas que había deseado poseer, al menos de forma más relevante que en la banda de su ex-capitana. Le dolía admitirlo, pero Alex era habilidoso, lo había demostrado combatiendo contra él y, por ello, se había ganado algo de su respeto. ¿El suficiente como para ganarse el derecho de ser su capitán? Bueno, quizá el tiempo pudiera responder a esa pregunta- Supongo que no tengo muchas más opciones.
Kaleb volvió a acercarse al pirata, quedando frente a frente, clavando su mirada en los orbes ajenos.
- Aceptaré ir contigo, siempre y cuando no te interpongas entre mis objetivos y yo -respondió, esbozando una sonrisa amenazante-. Si eso llegara a ocurrir, yo mismo te apartaré de mi camino.
Tras esto tomó distancia, suspirando. Casi no se podía creer que hubiera aceptado su proposición, pero lo hecho, hecho estaba. ¿Quién sabe? Quizá incluso aquello le reportara más beneficios de lo que pudiera conseguir él solo. Hasta alguien como él sabía lo difícil que era la vida de un pirata solitario... Demasiados peligros, demasiado riesgo. Puede, y solo puede, que pudiera no arrepentirse de aquella decisión. Finalmente, ante la última pregunta del chico, el ladrón asintió sonriendo.
- Claro, yo me ocupo.
- Tsk... -chasqueó la lengua y frunció el ceño, cruzándose de brazos.
Tenía toda la razón, no podría llevar la nave él solo. Sus conocimientos de navegación eran realmente básicos, tan solo sabía lo que pudo observar, pero no entendía cómo aprovechar las corrientes de viento, el oleaje o cosas tan simples como orientarse mínimamente en alta mar. Si ya de por sí su orientación era nula en tierra, en el gran azul era incluso peor. En efecto, le necesitaba como navegante si quería llegar a algún puerto con vida... E incluso podría llegar a necesitar su ayuda si los marines decidían perseguirles tras su huida. Confiaba en sus posibilidades, pero sabía bien que no podría enfrentarse a una tripulación entera él solo. Su oferta, finalmente, no pudo hacer otra cosa que captar la atención. Se había pasado casi toda su vida siendo pirata, pero nunca había llegado a ser más que un grumete más en la tripulación de Sapphire, pese a sus habilidades. Si aceptaba, comenzaría una nueva etapa en el que no tendría por qué obedecer las órdenes de nadie más que sí mismo y, quizá, del lancero que, supuso, pasaría a ser su capitán.
- Fundar nuestra propia banda... ¿Es eso lo que propones? -dijo al fin, aún pensativo. Barco, comida y botines... Siempre fueron las cosas que había deseado poseer, al menos de forma más relevante que en la banda de su ex-capitana. Le dolía admitirlo, pero Alex era habilidoso, lo había demostrado combatiendo contra él y, por ello, se había ganado algo de su respeto. ¿El suficiente como para ganarse el derecho de ser su capitán? Bueno, quizá el tiempo pudiera responder a esa pregunta- Supongo que no tengo muchas más opciones.
Kaleb volvió a acercarse al pirata, quedando frente a frente, clavando su mirada en los orbes ajenos.
- Aceptaré ir contigo, siempre y cuando no te interpongas entre mis objetivos y yo -respondió, esbozando una sonrisa amenazante-. Si eso llegara a ocurrir, yo mismo te apartaré de mi camino.
Tras esto tomó distancia, suspirando. Casi no se podía creer que hubiera aceptado su proposición, pero lo hecho, hecho estaba. ¿Quién sabe? Quizá incluso aquello le reportara más beneficios de lo que pudiera conseguir él solo. Hasta alguien como él sabía lo difícil que era la vida de un pirata solitario... Demasiados peligros, demasiado riesgo. Puede, y solo puede, que pudiera no arrepentirse de aquella decisión. Finalmente, ante la última pregunta del chico, el ladrón asintió sonriendo.
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