Kiss kiss bang bang [Priv. Pasado][Abby & Syxel]

La noche parecía ser bastante oscura debido a la ausencia de la luna. Los nubarrones oscuros se ocupaban de mantener todo sombrío. En uno de los edificios de aquel lugar podía verse una silueta con algo de dificultad. Parecía ser humanoide. El sitio en el que estaba parecía ser un local bastante llamativo. Un enorme restaurante basado en los mejores platos de carne de la isla. Dos porteros vestidos con traje y zapatos custodiaban la entrada para no dejar entrar a cualquiera. De hecho, estaban echando en ese momento a un tipo de cabellos rubios que iba sin camiseta y con aires de chulo. No les costó mucho y el chaval no pudo hacer nada frente a los dos gorilas. Fue algo muy normal. Algo entonces aterrizó tras los dos guardias. Ambos se dieron la vuelta al mismo tiempo para ver lo que había pasado.

Una persona se hallaba de pie, mirándoles a los ojos con el gesto serio. El suelo se había agrietado un poco debido al impacto del salto. Debió haberse tirado desde el tejado, pero ambos fliparon al ver que estaba intacto. No poseía camiseta alguna, dejando a la vista su fornido cuerpo y un tatuaje en forma de media luna en la zona del corazón. Vestía con un pantalón blanco largo y unas botas de acero del mismo tono. Los tipos reconocieron al momento el rostro de aquella persona. Los dos se quedaron callados esperando a ver lo que ocurría, pero con las manos en sus porras.

- He venido a comer algo ¿Puedo pasar, verdad?

Dijo en un tono calmado y con una expresión fría como el hielo. Uno de ellos pareció perder la cordura y de repente corrió hacia el pirata. Sin motivo alguno, lanzó un golpe al mismo tiempo que gritaba con rabia. La porra impactó con el puño derecho del lobo, el cual partió aquella arma en dos. El otro guardia cogió a su compañero del hombro y agachó la cabeza en señal de disculpa. Kedra estuvo a punto de lanzar a ese idiota por los cielos, pero al ver que el otro tenía dos dedos de luces decidió dejarlo pasar. Nightmare entonces entró en aquel local con toda la calma del mundo. Al rubio no le habían dejado pasar, pero a él sí. Estaba convencido de que el mundo funcionaba con miedo. El sitio era enorme y había unas doce mesas ocupadas, otras veinte libres y unos siete camareros. Todos miraron al luchador confusos por no ir con la prenda superior.

El lobo entonces empezó a caminar despacio hacia una de las mesas y sin decir nada se sentó mientras colocaba una silla debajo para poner las piernas. No creía que nadie se atreviera a decirle nada. Soltó un suspiro y se puso a ojear la carta. Tal vez debía comerse todo, pero no quería quedarse sin nada de dinero. Activó su haki de observación como de costumbre para evitar puñaladas por la espalda y después soltó un bostezo. Le estaba dando pereza estar sentado, pero también le daba de pie. Quería tumbarse. Sus finos oídos escuchaban los susurros que los camareros decían. Parecían discutir sobre quién le atendía y por ello el cadejo se cansó un poco. Alzó la voz con autoridad y después los miró fijamente.

- Estáis tardando…

Los siete fueron corriendo al mismo tiempo, rodeándole y con sus libretas en la mano. En sus rostros se notaba el miedo. Kedra se sintió satisfecho con aquello y simplemente señaló con el dedo el plato que le interesaba. Los hombres tras una reverencia se retiraron al mismo tiempo mientras temblaban un poco. El lobo ya tenía un plan para no comer nada envenenado.

El lobo oscuro continuaba esperando su comida con los brazos cruzados y los ojos cerrados. Su mantra detectaba todas las presencias del lugar y tan solo una sobresalía del resto. El dueño parecía estar comiendo con una chica que le faltaba ponerse a llorar. El miedo que la gente sentía por Kedra era increíble y eso que no había usado su poder. El cadejo estaba a un nivel muy alto y ya casi podía alcanzar a Émile o Dexter, tan solo debía seguir con su duro entrenamiento. Después de la guerra y de ganarse de una vez la confianza de su amigo el dragón, podía continuar centrado en lo suyo. No tardó mucho en notar el olor del pollo acercarse a su posición. Tres camareros lo dejaron allí junto a una jarra de agua y después se retiraron unos metros. La cosa era mucho mejor así y por el momento aprovecharía su comida con toda la calma del mundo. Abrió los ojos por fin al escuchar una voz dirigirse hacia él y a juzgar por su aura, sabía de quien se trataba.

- El restaurante no es mío y tampoco soy dueño del suelo que piso, por lo que eres libre de sentarte o ir donde desees. – Mencionó en su tono inexpresivo de siempre mientras le miraba con una calma impresionante.

El lobo colocó la mano en el suelo despacio y una humareda negra y leve se formó alrededor de los dos. Un par de perros negros como la noche y de rojizos ojos se formaron de la nada. Ambos rugieron al mismo tiempo y subieron a la mesa. Al mismo tiempo, unas cuatro cobras reales de tonos marrones salieron del suelo como si de fantasmas se tratasen, mirando a los camareros y manteniéndose erguidas. El espectáculo hizo a mucha gente empezar a temblar mucho más. Los dos cánidos de la oscuridad hicieron su papel. Uno mordió el pollo y otro bebió del agua un sorbo. Ambos bajaron de la mesa y se mantuvieron unos segundos quietos. Miraron a su dueño y acto seguido se fundieron en oscuridad. Las cobras desaparecieron como si nunca hubiesen estado. Ahora que se aseguró de que la comida no tuviese veneno, tomó el tenedor y empezó a comer con una calma sobrenatural. Era como si estuviese en su propia casa. Entonces fijó la mirada en la persona que tenía delante de él.

- No dejes a tu chica sola, podría ser la última vez que la veas, amigo.

Dijo entonces masticando su comida. Fue justo lo que le pasó a él con la suya y por ello quería ayudar al joven a tiempo. Sabía que las mujeres eran caprichosas. Se rascó un momento la cabeza y acto seguido soltó un enorme bostezo. Tenía encima una pereza increíble y quería irse a dormir tras la comida. Bebió de la jarra y acto seguido volvió a mirar al joven. No parecía tener intenciones hostiles y le impresionaba que se hubiese acercado a él sin miedo alguno. Le dedicó una seria y mirada y acto seguido le habló.

- Supongo que sabes quién soy ¿Qué te ha traído hacia la silla de en frente? Buscas ¿Fama? ¿Morir? ¿Curiosidad? ¿Cortesía?

Mencionó al mismo tiempo que entrecerraba los ojos. La presencia de una persona bastante débil llegó hasta el cadejo. Un tipo se estaba acercando disimuladamente a ellos con ambas manos en los bolsillos. Cuando estuvo cerca, Kedra supo de sus intenciones y del cuchillo que portaba. Otro triste parásito. Un aura negra surgió del cuerpo del luchador, la cual por decisión suya solo afectaría a esa persona. El tipo cayó de repente de rodillas al suelo mientras empezaba a temblar y su corazón se aceleraba. Empezó a alejarse arrastrándose mientras los camareros se miraban unos a otros nerviosos y algunos clientes empezaban a pedir la cuenta. El pirata mordió otro trozo de pollo y después de aquello miró de nuevo al joven.

- ¿Tú nombre?

Los afilados dientes del pirata masticaron sin compasión alguna aquella deliciosa carne que tenía frente a sus ojos. Cada bocado le daba ganas de seguir comiendo más y más. Se notaba que había centrado todo su interés en la comida. Justo entonces escuchó las palabras del chico. Una sonrisa algo irónica se formó en su rostro, eso debido a que cuando el cadejo sonreía la gente corría. La última vez fue… Ya no lo recordaba. Sus dorados ojos se clavaron en el chico que había dicho querer todo. Como acto reflejo, el lobo negro echó más el plato de pollo hacia él. Era suyo y no pensaba compartirlo con nadie, no al menos de alguien que parecía tener pasta para comprarse uno. Bebió de nuevo de su jarra de agua sintiendo algo de pena, con un par de hielos podría haber estado muchísimo más perfecta.

- Muy bien, capitán Syxel. Me alegra ver que quedan capitanes sociales y no putos orgullosos que vienen a dar por culo sacándose el rabo. En fin, supongo que sabes quién soy, el ex capitán Kedra “The Nightmare”. Ex segundo al mando del yonkou Emile y… Joder, que pila de ex soy. Dejemos mis ex títulos o no termino nunca. – Se dijo entonces rascándose unos segundos la barbilla.

Pese a su aspecto jovial, la voz de Kedra era grave, parecida a una persona de cuarenta años más bien. Era una de sus facetas siniestras. Arrancó un trozo de su comida y después de eso masticó lentamente mientras entrecerraba los ojos. Ahora solo faltaba ver lo que aquella persona quería, pues que le dijese todo no le decía nada, curioso. Apenas quedaba gente en el local, la mayoría de clientes habían salido por patas y los pocos que quedaban miraban a otro lado tratando de pasar desapercibidos. Esas cosas empezaban a incomodarle un poco, pero tampoco era algo que le quitase el sueño. Tosió un poco para aclarar su sádica voz y de nuevo clavó sus dorados ojos en el chico que tenía frente a él.

- Querer todo no me dice nada. El pollo es mío y estoy seguro de que te puedes permitir comprarte cincuenta. Si has venido hasta mí es por algo. Quítate el calzado si gustas y cuéntame más a fondo lo que te ha traído hasta mí. Puedes acomodarte y todo, estás en tu casa. – Dijo de nuevo usando la ironía y quitándose él mismo las botas.

Kedra resultaba ser buen tío cuando se le conocía. No atacaba sin motivo lógico y siempre trataba de hablar con los demás de igual a igual. Ese a su poder y fuerza allí estaba, charlando con un desconocido como si lo conociera de toda la vida. Justo entonces alzó la mano para llamar al camarero.

- Un poco de salsa de almendras por aquí y de paso otra jarra de agua.

El camarero asintió con la cabeza de forma obediente y fue a por ello. Esta vez no pensaba usar los perros para comprobar las cosas, se fiaba y su mantra podría percibir las emociones de aquel hombre. Se quedó mirando a Syxel y esperó.

Ir a él en busca de ayuda para asuntos de piratas era totalmente nuevo. De ser temido a pedirle cosas era un cambio muy brusco incluso para él. Negó un poco con la cabeza y dejó de darle vueltas al asunto. La salsa de almendras no había tardado nada en llegar y tras un rápido olfateo y no detectar nada raro la volcó sobre lo que le quedaba de pollo. Empezó a masticar aquella delicia mientras pensaba lo que había dicho aquella persona. Él no estaba orgulloso de ser famoso después de todo lo hecho en el pasado, pero supuse que su pasado siempre le iba a acompañar aunque no le gustase. Tosió un poco y después de unos momentos fijó su mirada en aquel chico tan atrevido que ahora compartía mesa con él.

- Tu valor me sorprende, pero aunque no soy el tipo más indicado, te echaré una mano con una condición. Si eres capaz de haber sobrevivido como pirata durante dos años y adquirir algo de fama, te prometo ayudarte. – Mencionó entonces sonriendo de forma siniestra.

No pensaba ayudar a alguien que podía palmar en un momento. El mundo era cruel y primero querría ver de qué era capaz aquella persona. Tosió unos instantes y volvió a disfrutar de su delicioso pollo. El sabor era muy bueno a decir verdad y la salsa lo había mejorado todo de una forma perfecta.

- ¿Qué te parece el trato? Comprende que no quiero ayudar a una persona que podría morir de aquí a dos meses. Si cumples esa condición yo mismo me ocuparé de ayudarte y aquí tienes esto como parte de mi promesa.

El lobo negro sacó del bolsillo una especie de papel arrugado y se lo tendió con calma. Era una cosa que ni siquiera se acordaba de su nombre, pero servía para localizarle o saber si estaba en peligro. Con eso hecho le miró esperando a ver lo que decía.

El lobo negro asintió con la cabeza y estrechó la mano de aquella persona con una sonrisa siniestra. Ahora que todo estaba hecho, debía partir cuanto antes hacia algún sitio donde entrenarse. Con Émile posiblemente con el enfado del siglo, no era buena idea estar sin entrenar. Tosió unos segundos y después de haberse comido todo el pollo dejó el dinero en la mesa. Se colocó en pie y después se relamió. Había comido bastante bien y estaba satisfecho. Entrecerró los ojos unos segundos y finalmente le dio la espalda al chico que se había sentado con él en aquella noche.

- Seguramente estaré en Sakura, pero no me hagas mucho caso. Ahora creo que debería volver con esa chavala que te acompañaba, no quiero que te lleves una bronca. – Dijo de forma irónica y mostrando unos colmillos afilados como cuchillos.

La bestia salió por la puerta a paso calmado y con la mirada al frente. Había sido interesante conocer a aquella persona, pero la pesadilla tenía cosas que hacer. Se miró el puño derecho despacio y tras imbuirlo en haki armadura sonrió. Su piel había tomado un color blanco, muy distinto al haki oscuro. En ese tema estaba sobrado, por lo que se centraría en su fuerza física en lugar de otra cosa. Saltó y en mitad del aire se transformó en una especie de perro oscuro de ojos rojizos. El animal salió corriendo por un callejón emitiendo una especie de humareda negra a su paso. Aulló con fuerza a la luna y finalmente terminó por desaparecer.

Kedra era alguien solitario por naturaleza y sabía que la marina no tardaría en llegar al sitio de los hechos. No le importaba darles guantazos, pero le daba demasiada pereza moverse después de haber comido. La digestión era una de las pocas cosas que le gustaba respetar ante todo. Sus rojizos ojos miraron un barco que estaba a punto de zarpar y una sonrisa se formó en su boca. El animal saltó y sin que nadie lo viene cambió a forma humana, empezando a caminar hacia uno de los pasillos. Seguramente seguiría el olor a vino y se escondería en la boda, o algo parecido.